Más de 100 Años de Paternalismo Dogmático y su Costo en Materia de Derechos Humanos Uno de los rasgos que más efectividad restan al sistema normativo internacional en materia de drogas es el paternalismo-conservador que trae detrás, la pretensión moralizante que subyace bajo toneladas de leyes y reglamentos. En efecto, desde sus orígenes, el sistema se ha edificado sobre concepciones del “bien” y del “mal”, en congruencia con la visión moralista de los grupos religiosos de interés que lo impulsaron. Sin dejar espacio a la duda, el prohibicionismo se edificó sobre cimientos que definieron y postularon verdades y dogmas. Con poca información y muchos prejuicios, los arquitectos del sistema trazaron planos que, al definir lo malo, “el mal”, cerraron la puerta a visiones alternativas. Es pertinente precisar que no es la presencia de concepciones morales lo que se critica, pues detrás de iniciativas legales es común identificar asideros morales, sino la “pureza” de la razón que se sostiene, la validez “a priori” y “universal” que se convierte en infalible, como diría Immanuel Kant1. Hablando de esos motivos, algunos autores sostienen que el sistema es un “ejercicio de ingeniería social”, diseñado desde las estructuras mentales prevalecientes hacia finales del siglo XIX y equiparable a otros ejercicios del tipo como el socialismo, fascismo, comunismo o el nazismo2. Incluso refieren que de todos aquellos proyectos tendientes 1 2 “Critique of Pure Reason”, Kant, Immanuel. The Modern Library, New York, NY, 2001. Entrevista realizada al Dr. Francisco E. Thoumi el 26 de agosto de 2013. 1 a edificar mejores sociedades a partir de definiciones universales de “lo bueno y lo deseable”, es el único que prevalece en nuestros días. Pierre Bourdieu advierte sobre el uso y unificación de la lengua y sus significados para establecer verdades “legítimas” y, en consecuencia, dominantes. Así lo dice: Para que un modo de expresión… se imponga como único legítimo, es preciso que el mercado lingüístico esté unificado... La integración de una misma ‘comunidad lingüística’, que es un producto de la dominación política reproducido sin cesar por instituciones capaces de imponer el reconocimiento universal de la lengua dominante, es la condición de la instauración de relaciones de dominación lingüística3. Así, desde esta perspectiva, podemos sostener que el sistema prohibicionista internacional, me refiero a las 3 Convenciones vigentes en materia de drogas, es un conjunto de enunciados, un marco lingüístico que define realidades y postula verdades. Esto adquiere superior relevancia cuando dicho lenguaje es oficializado, cuando es adoptado por autoridades legítimas en más de 180 países, e impuesto a través de cuerpos normativos y técnicos. Sólo para ilustrar el argumento, baste citar algunos enunciados del Preámbulo de la Convención de 1961, que es norma internacional vigente: 3 “Qué Significa Hablar: Economía de los intercambios lingüísticos”, Bourdieu, Pierre. Ediciones Akal SA de CV, 2008, Madrid, España. 2 Las Partes,…Preocupadas por la salud física y moral de la humanidad…Reconociendo que la toxicomanía constituye un mal grave para el individuo y entraña un peligro social y económico para la humanidad…Conscientes de su obligación de prevenir y combatir ese mal… Como se aprecia, el legislador define el “mal” sin ambigüedades y postula la verdad pura y absoluta: Las drogas son un mal grave que se debe combatir. Cual si se tratara de una constatación de carácter científico, sin serlo, el uso del lenguaje deja poco o nulo espacio a consideraciones diversas, a la falibilidad del propio enunciado. Este no es un accidente menor, pues de estos enunciados que adquieren formato de dogma se desprende el resto del sistema normativo y, por ende, de su talante prohibicionista. De estos enunciados se derivan objetivos que justifican la existencia del propio sistema normativo y que se convierten en su propio lastre, como el de erradicar usos distintos a los médicos o científicos. En contraste con la referida visión dogmática, pisando los terrenos de la duda, de lo posible, de lo falible, de lo deseable, el enunciado podría reformularse de la siguiente manera: El abuso en el consumo de drogas puede generar un mal grave. Como se aprecia, el uso del lenguaje es determinante para el resultado que se busca. En el primer caso, que es norma vigente, se define lo malo; las drogas son esencialmente un mal. En el segundo caso se advierte que cierta conducta relacionada con las drogas 3 puede provocar un mal; el abuso en el consumo es lo que puede provocar un mal. Otro ejemplo de cómo el lenguaje y su uso es determinante, lo encontramos en la frase acuñada con motivo de la reunión en Nueva York, el 8 de junio de 1998, de la United Nations General Assembly Special Session on the World Drug Problem (UNGASS), que decía así: Un mundo libre de drogas – ¡Podemos lograrlo!4 Es evidente el voluntarismo que subyace a la frase, así como lo absurdo de la misma. Un mundo sin drogas no sólo es una utopía, sino una frase vaga, imprecisa y equivocada, pues la humanidad requiere de drogas para atender enfermedades y padecimientos; se trata de una arenga, convertida en política pública de carácter internacional, basada en sentimientos, dogmas y prejuicios. Así pues, como se puede leer en el Preámbulo de la Convención de 1961, el consumo de estupefacientes y sustancias psicotrópicas no sólo entraña un peligro para la salud física de las personas, sino también para la “salud moral de la humanidad”. Este es, sin duda, el rasgo que mayor carga impone al sistema normativo objeto de estudio. Cuando una instancia valorativa como esa fundamenta los objetivos que justifican la existencia de un ordenamiento jurídico, estamos frente a una falacia naturalista. Como éste, existen muchos otros enunciados en las Convenciones que afectan de vaguedad al resto del sistema y que se sostienen a 4 Cartel publicitario de UNDCP relativo a la reunión de UNGASS 1988. Disponible en web: de consulta: 29 de agosto de 2014. http://www.ungassondrugs.org/images/stories/UNGASS_poster.jpg. Fecha 4 partir de establecer conexiones necesarias entre obligaciones morales y jurídicas; de fundar ordenamientos jurídicos en juicios valorativos. Por el momento, y dado el tiempo de exposición que nos fue asignado, basta identificar, a través de este ejemplo, uno de los elementos característicos del sistema y que se encuentra en el corazón del mismo: su dogmatismo. Ahora bien, definido por parte de los arquitectos del modelo como Charles Brent, Hamilton Wright, Henry Finger y Harry J. Anslinger, entre otros, que las drogas son un mal que debe ser erradicado, fue el camino paternalista de tipo conservador para hacer valer la norma jurídica el que caracteriza el cómo. Así es, el prohibicionismo como antídoto frente al mal es una ruta que deviene de un cierto tipo de visión paternalista, en donde el Estado y/o el gobierno asumen la protección y defensa de sus hijos, de sus ciudadanos, a quienes juzgan como seres inferiores e indefensos. Esta forma de entender el ejercicio del poder y la relación entre gobernantes y gobernados, es característica del pensamiento conservador en EEUU y en muchas partes del mundo. En este orden de ideas, George Lakoff5 argumenta que la manera de pensar y actuar en el terreno político de liberales y conservadores en EEUU se basa en concepciones profundas de la familia y la moral. El político conservador proviene, en la gran mayoría de los casos, de contextos familiares que Lakoff define como “Modelo de Padre Estricto”. Ambientes familiares nucleares, tradicionales, en los que el 5 Lakoff, George, “Moral Politics: How Liberals and Conservatives Think”, The University of Chicago Press, Chicago and London, 2nd edition, 2002. 5 padre es la autoridad fuerte y única, es el responsable del bienestar del resto de los integrantes. Modelos de convivencia familiar que parten de la premisa de que la vida es dura y el mundo un lugar lleno de peligros; la figura paterna es guía para enfrentar esos retos. La moral es el centro de mando y la debilidad se debe combatir todos los días; con trabajo y disciplina se logra la fortaleza moral necesaria para enfrentar los retos de la vida cotidiana y las tentaciones. Porque el padre sabe lo que conviene a los hijos, es quien define los caminos correctos y establece las fronteras morales6. Cuando trasladamos este discurso al terreno de las drogas, el razonamiento conservador sigue así: las drogas hacen daño físico y moral a la humanidad, son un mal grave contra el que se debe luchar; lo moral es ser fuerte y luchar contra el mal; consumir es debilidad moral, es inmoral y merece castigo. En sentido opuesto, Lakoff define y vincula al político liberal norteamericano con contextos familiares y morales basados en la corresponsabilidad y en la solidaridad. Llama a este otro modelo el “Modelo de Padre Criador”, en el que el respeto es más importante que el sistema de castigo-recompensa; en el que la autoridad no proviene de la dominación sino del reconocimiento; en el que la violencia no tiene cabida y la moralidad es empatía. Es este modelo el que motiva visiones alternativas al prohibicionismo coactivo. 6 Max Weber, en su obra “The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism” habla también de la atmósfera en el hogar como elemento determinante del desarrollo de las personas: “…the mental and spiritual peculiarities acquired from the environment, here the type of education favoured by the religious atmosphere of the home community and the parental home, have determined the choice of ocupation, and through it the professional career”. 6 Es así que podemos afirmar que el modelo prohibicionista impuesto a las drogas en el mundo es uno basado en postulados dogmáticos –las drogas son un mal–, y que el diseño y arquitectura de los ordenamientos jurídicos que derivan de ese dogma pueden caracterizarse como paternalistas en el sentido conservador que define Lakoff. Una valoración seria sobre lo que han significado 100 años de medidas coactivas y represivas, derivadas de un sistema dogmático y paternalista, requiere incorporar a la ecuación el impacto social de la externalidades que provoca, en al menos tres ámbitos: económico, crimen organizado y violencia, y derechos humanos. Sobre este ultimo quisiera llamar su atención. En efecto, la pretensión de hacer cumplir el modelo normativo prohibicionista en materia de drogas ilegales, genera condiciones para que se violen derechos humanos en al menos cuatro vertientes: el derecho a la salud, el derecho a elegir un proyecto de vida y/o al libre desarrollo de la personalidad, el derecho a no ser discriminado y el derecho a un debido proceso. Respecto al derecho a la salud, el abasto de drogas para fines médicos no es oportuno ni suficiente para amplios sectores de la población mundial (objetivo central de las Conveniones). La JIFE (Informe 2014) sostiene que entre 2010 y 2012 el 92% del consumo de analgésicos opioides se registró en EEUU, Canadá, Australia, Europa 7 y Nueva Zelanda7. Esto significa que sólo el 8% se destinó al resto del planeta, en el que habita el 83% de la población total. La Organización Mundial de la Salud ha establecido que el acceso a sustancias opioides como la morfina y otras, que mitigan el dolor, la ansiedad, la depresión, o que permiten tratar cuadros de adicción a otras sustancias, y que se fabrican a partir de la amapola, la cannabis y la coca, es indispensable para la salud de las personas. En tanto la salud derecho humano, el acceso a estas sustancias es una garantía que se viola cuando se prohíbe a las personas producir, procesar, comercializar y consumir estas sustancias para tratar padecimientos y patologías a través de métodos tradicionales o de cualquier otro, fuera de los canales y mecanismos legales (controlados por la industria farmacéutica). Así también, se viola el derecho a un proyecto de vida y/o al libre desarrollo de la personalidad cuando se prohíbe a una persona consumir sustancias por gusto o placer, sin que esta actividad moleste o lesione derechos de terceras personas. John Stuart Mill escribió: El único fin en aras del cual la humanidad, individual o colectivamente, está autorizada a interferir con la libertad de acción de cualquiera de sus miembros es la autoprotección… el único para el cual el poder puede ser correctamente ejercido 7 International Narcotics Control Board “Annual Report 2014”, Disponible en web: www.incb.org/incb/en/narcotic-drugs/Availability/availability.html Fecha de consulta: 27 de diciembre de 2015. 8 sobre cualquier miembro de una sociedad civilizada, en contra de su propia voluntad, es el evitar un daño a los demás8. También se violan los derechos de las personas que al ser “etiquetadas” como consumidoras, productoras o comercializadoras de drogas ilegales, son discriminadas. Destacadamente cuando el consumo obedece a prácticas o tradiciones ancestrales de carácter cultural. El severo e irrestricto etiquetamiento delincuencial de estas conductas, a partir de principios morales intersubjetivos (públicos)9, ha propiciado la construcción de estigmas sociales de personas, grupos, razas, nacionalidades, religiones y culturas, generando condiciones para que se violen derechos fundamentales de personas involucradas en el mercado de las drogas definidas como ilegales. Finalmente, la utilización de medidas coactivas extremas para tratar de erradicar el mercado, que incluso han llegado al extremo de “declaratoria de guerra”, han provocado la violación del derecho de las personas a un debido proceso. Las detenciones extra judiciales, la desaparición de personas, la tortura, los allanamientos de morada, la exhibición pública y etiquetamiento sin juicio previo, entre otras acciones violatorias del debido proceso y de los derechos humanos, han sido una constante en la lucha justificada por las convenciones de Naciones Unidas en materia de drogas. Cuando un sistema normativo se sustenta en juicios “a priori” y transforma dogmas en obligaciones, cuando se trasladan falacias 8 “On Liberty”, Stuart Mill, John. Editorial EDAF, 2004. “Los Fundamentos y Alcances del Control Judicial de Constitucionalidad”, Nino, Carlos S. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales. 9 9 naturalistas a reglas e instrumentos normativos, se corre el riesgo de romper el principio de igual consideración y respeto a las personas, sobre el que se cimienta la democracia y del que derivan los derechos a no ser discriminado y a la autonomía individual, entre otros. Rodolfo Vázquez sostiene que cuando ejes del pensamiento laico se ausentan, como la tolerancia y el antidogmatismo, se abren espacios a posturas absolutistas y paternalistas que crean sub-culturas sociales, personas o grupos de personas etiquetadas como “decentes” frente a otras calificadas de “indecentes”10. El sistema prohibicionista aplicado a las drogas ilegales, desde esta perspectiva, se aparta del pensamiento laico pues, como hemos visto, impone dogmáticamente juicios de valor respecto de conductas que caen en la esfera de las libertades individuales; califica y etiqueta desde la altura de un pedestal que rechaza la tolerancia y se sostiene sobre creencias presentadas como infalibles. Al hacerlo, el sistema violenta y desestima la autonomía de los individuos en tanto seres racionales, imponiendo un paternalismo represivo, maniqueo y discriminatorio. Dice Vázquez, en línea con otros como Stuart Mill, Locke, Rawls, Berlin, Hart, Kant, Bobbio, Krugman, entre otros: Cuando el sujeto es competente y decide tomar riesgos sin afectar a terceros, no puede ser compelido por el Estado11. 10 “Las Fronteras Morales del Derecho”, Vázquez, Rodolfo. Distribuciones Fontamara S.A., 1ª edición, 2009, México. 11 “Las Fronteras Morales del Derecho”, Vázquez, Rodolfo. Distribuciones Fontamara S.A., 1ª edición, 2009, México. 10