Veterinaria Lo último en MEGABACTERIOSIS: Macrorhabdus ornithogaster Por Dr. Juan Carlos Morales Luna M.V.Z. Esp. M en C. Agente causal El microorganismo causal de esta enfermedad, conocido anteriormente como “Megabacteria”, y antes de eso como Virgamyces avigastticus y “Levadura gástrica aviar”, ha sido descrita en la literatura científica desde hace ya varios años. Durante este tiempo, la ciencia no tuvo claro si se trataba de una verdadera bacteria o bien de un hongo. En favor de la primara hipótesis estaba su morfología, similándose a un bacilo de gran tamaño, de ahí la denominación de megabacteria, sin embargo su tratamiento no respondía a ningún antibacteriano. La dificultad de replicarla en medios de cultivo impedía su estudio minucioso in vitro. La segunda tesis se sustentaba en el hecho de su respuesta a tratamientos antimicóticos. En la actualidad, a pesar de ser una enfermedad tal vez poco estudiada, se ha avanzado en su conocimiento. De acuerdo con su morfología, propiedades bioquímicas, comportamiento en medios de cultivo y especialmente la microscopía electrónica, actualmente es aceptado como una levadura denominada Macrorhabdus ornithogaster. Al microscopio óptico puede observarse como una larga cadena de bacilos Gram positivos (tiñe de violaceo morado), midiendo entre 20 y 80 nm de largo y de 3 a 4 nm de ancho. A pesar de que no se trata de una bacteria, la denominación de Megabacteria prevalece sobre otras. Sin embargo, debido a que el agente causal es el Macrorhabdus ornithogaster, quizás la enfermedad deba referirse como Macrorhabdiosis. M. ornithogaster tiene una distribución mundial; sin embargo, en muchos países aún no se ha reportado su presencia. ¿Quienes la padecen? Las especies aviares que son afectadas incluyen: periquitos australianos principalmente, canarios y fringílidos en general, estríldidos (diamantes), y otras psitácidas como cacatúas de las ninfas y agapornis especialmente. Ha sido identificada también en avestruces, gallinas, pavos, gansos, patos, etc. En aviarios de periquitos australianos la incidencia de esta enfermedad puede ser de mas del 60% de la parvada. La enfermedad: Actualmente se considera que M. Ornithogaster es frecuente en el tracto digestivo de estas especies sin causar enfermedad. Sin embargo su patogenia aparece cuando por alguna razón se ingieren grandes cantidades de este microorganismo o el individuo se encuentra inmunosuprimido. Suele afectar al proventrículo y a veces también a órganos adyacentes proliferando en sus mucosas. Este suele presentarse muy dilatado, con evidente engrosamiento y ulceración de la pared y en ocasiones hemorrágico. El ph del proventrículo se altera alcalinizándose, alcanzando valores de hasta 7 y 8. La enfermedad puede ser de presentación aguda o crónica. Afecta principalmente a individuos maduros, pero puede presentarse desde la temprana edad (10 días). En su forma aguda, la muerte sobreviene entre las 12 a 24 horas después de la exposición. Las aves aparentemente sanas presentan falta de apetito, Regurgitación del alimento, que puede contener sangre, y muerte. La más común es la presentación crónica, en la cual las aves aparentemente consumen el alimento normalmente, pero a pesar de permanecer mucho tiempo en el comedero, les resulta muy dificultoso ingerirlo (disfagia). En la presentación crónica, las aves afectadas pueden sobrevivir meses e incluso años. La regurgitación es común y la cabeza del ave puede estar manchada con su propia saliva y restos de comida. Otro signo sugerente de la enfermedad es la presencia de semillas sin digerir en los excrementos. Las heces pueden o no contener sangre, y de ser así, éstas se tornan de color muy oscuro o casi negro. Conforme avanza el proceso patológico, las aves se debilitan progresivamente, enflaquecen y eventualmente mueren, diseminando el microorganismo a través de las heces o por contacto directo de pico a pico, entre parejas reproductoras o bien en el empapuzamiento de los pollos. Suele ocurrir que la enfermedad se complique con otros agentes (complicaciones secundarias) originando infecciones que pueden extenderse a otros órganos y presentando así otros signos que se corresponderían con estas complicaciones. Así son frecuentes las diarreas causadas por enteritis bacterianas. Tanto es así que estas complicaciones a menudo son la causa de la muerte y no la propia Macrorhabdiosis. muestras de heces según el método Gram, para su observación con objetivo de inmersión, pero es muy probable que se produzcan falsos negativos. Por ello, ante un negativo sería necesario practicar un lavado de buche, o mejor aún una toma de muestras directa mediante hisopo introducido hasta la parte inferior del mismo. En aves muertas, en la necropsia, puede realizarse una impronta con la pared interna del proventrículo, donde encontraremos la mayor concentración de estos microorganismos. Las aves afectadas por Macrorhabdiosis, aún con el mejor tratamiento, tienen siempre un pronóstico incierto, dependiendo éste del alcance de las lesiones causadas. Como suele suceder, éste será más favorable cuanto más precoz sea el diagnóstico y tratamiento. Tratamiento y prevención: Periquito enfermo con Macrorhabdiosis en jaula enfermería. Pueden observarse los vómitos sobre el cristal. Las lesiones que podemos encontrar en la necropsia, propias a esta enfermedad son: emaciación, proventriculitis, dilatación del istmo gástrico y/o engrosamiento de la pared del mismo, incremento de la secreción de moco, ulceración del proventrículo, presencia de exudado color café oscuro-negro, debido probablemente a la presencia de sangre. En el estudio histopatológico los hayazgos incluyen: presencia de microorganismos (que pueden estar presentes sin causar enfermedad), disrupción de la capa queratinosa de la molleja, atrofia de las glándulas del proventrículo, ulceración, etc. Se han intentado varios tratamientos para eliminar al agente patógeno, administrados por vía oral directa o en el agua de bebida, con resultados las más de las veces no muy satisfactorios. Entre estos tenemos: nistatina, lufenuron, fluoconazol, ketoconazol, yodo, terbinafina, agentes acidificantes (limón, vinagre, etc.), Ácido clorhídrico, clorhexidina, amoxicilina y bicarbonato sódico. Actualmente, el único fármaco que ha probado ser eficaz es la Anfotericina B administrada por vía oral directa, en dosis de 100 mg/Kg, dos veces al día, durante 30 días. La Anfotericina B soluble, administrada en el agua de bebida ha demostrado no ser muy útil en el tratamiento. Ésta se sedimenta en el fondo no siendo ingerida adecuadamente ni en las cantidades precisas. Esta patología puede confundirse con otras enfermedades que causan cuadros similares, tales como: candidiasis, giardiasis, tricomoniasis, proventriculitis de etiología bacteriana, intoxicaciones por plomo y tumores del aparato digestivo. Es por ello necesaria la intervención del clínico para su correcto diagnóstico y tratamiento. Diagnóstico y pronóstico: La sospecha de la enfermedad deviene del propio cuadro presentado, pero para diferenciarlo de otras posibles patologías es necesaria la identificación de M. ornithogaster en el microscopio. En aves vivas pueden prepararse Proventriculitis severa en una Neophema spléndida, en este caso p ro d u cid a p or u n a in f ección bacteriana. La Macrorhabdiosis produce lesiones similares y su diagnóstico diferencial requiere del examen microscópico. Este fármaco no se absorbe por vía oral, actuando así de manera tópica. Es por esto que en aves muy afectadas, con un notable engrosamiento de la pared proventricular y elevada producción de moco el fármaco no pueda penetrar hacia los epitelios inferiores y con ello no pudiendo ejercer correctamente su acción terapéutica. Lo ideal para estos casos sería su administración intravenosa, pero la alta toxicidad del fármaco por esta vía y las propias características de los pequeños pájaros la hacen descartar. La prevención es el arma más efectiva de que disponemos para la lucha contra esta enfermedad, en parte por la limitada opción de fármacos y por elevado precio de éstos. Algunas de las medidas de bioseguridad que deben tomarse en cuenta son: la población debe constar de aves clínicamente sanas (con análisis de laboratorio); la práctica de estrictas cuarentenas a las aves recién adquiridas y su chequeo rutinario; monitoreos periódicos y tratamiento precoz o eliminación de aves portadoras; medidas de desinfección efectivas de materiales y equipo personal. Si se emplean incubadoras se deben extraer los huevos antes de la eclosión y colocarlos en nacederas, removiendo los cascarones inmediatamente tras el nacimiento; criando aisladamente y con el uso de nodrizas sanas. El panorama actual de la lucha contra la Macrorhabdiosis se presenta sombrío. No obstante, continuamente se están experimentando nuevos medios para eliminar esta enfermedad y esperemos que muy pronto tengamos quimioterapéuticos fáciles de usar y económicos.