Resumen Se presenta en este trabajo un primer conjunto de cerámicas africanas en Recópolis, las cuales evidencian la importancia de estos productos norteafricanos en la ciudad visigoda. Junto a sendos fragmentos de ARSW D (Hayes 104) y una lucerna con decoración estampada (Atlante X), se dan a conocer una decena de ánforas que se ajustan a dos grandes grupos tipológicos: envases cilíndricos de grandes dimensiones (Keay 61/62) y spatheia miniaturizados, propios de contextos de finales del s. VI y del VII d.C. Se realiza un estado de la cuestión sobre el contenido asociado a estas ánforas, valorando la incertidumbre actual, al tiempo que se ponen sobre la mesa algunas de las cuestiones sobre las cuales Recópolis permitirá avanzar en los próximos años: la perduración de importaciones africanas en contextos de la primera mitad del s. VIII y su llegada a contextos no únicamente panmediterráneos, reflejo de cómo el comercio superó, en la Antigüedad, las fronteras político-administrativas. Palabras clave: Recópolis, importaciones africanas, ánforas tardorromanas, lucernas, ARSW D. Abstract A first group of african pottery sherds found at Recópolis is presented in this paper, showing the importance of northafrican imports in this so important visigothic city. Together with an ARSW D (Hayes 104) and a lamp fragment (Atlante X), ten amphorae have been selected. The amphorae can be classified in two main groups: cilindrical big-size vessels (Keay 61/62) and miniaturized spatheia, dating back to the VI and VII centuries AD. An updating of our knowledge of the content of these types is discussed (noting our actual lack of information concerning this topic), as well as the main subjects in which the Recópolis pottery contexts will be useful in the future: the maintenance of african imports up to the first half of the VIII c. AD, and the arrival of african pottery to non-panmediterranean sites, reflecting how commerce could break in Antiquity the administrative and political frontiers. Keywords: Recópolis, african importation, amphorae lateroman, lampoil, ARSW D. Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en el visigothorum regnum. Un primer balance M. Bonifay*, D. Bernal** Problemas de latitud en la Península ibérica: del Mediterráneo al mundo visigodo Recópolis es uno de los ejemplos más clarividentes de cómo el poder visigodo utilizó el corazón peninsular como epicentro para el establecimiento de la corte y los centros de poder. Toletum y otras ciudades privilegiadas ostentaron de tal manera la categoría de urbes palatinas, a las cuales se unía Recópolis, una ciudad creada ex novo por Leovigildo en honor de su hijo Recaredo, hecho que atendiendo a las noticias de Juan de Bíclaro se produjo en el 578 d.C., propuesta mantenida con plena vigencia por la investigación histórico-arqueológica más moderna (Olmo, 2000: 385-386). La gentil propuesta realizada por los organizadores de la exposición de que colaborásemos en esta monografía con un trabajo sobre las importaciones de cerámicas africanas en Recópolis era muy sugerente atendiendo a una perspectiva multifacetada1. En primer lugar, iba a permitir centrar, con contundencia, la constatación de cerámicas africanas en el corazón de la Península Ibérica en unas fechas (último cuarto del s. VI y el * Centre Camille Jullian, CNRS, UMR 6573, Francia. ** Universidad de Cádiz. 1. Agradecemos al Dr. L. Olmo Enciso su amable invitación a participar en el estudio de materiales de la ciudad, así como a Amaya Gómez de la Torre-Verdejo por suministrarnos toda la información sobre los contextos de procedencia, las imágenes y atender nuestras múltiples dudas al respecto. s. VII d.C.) en las cuales el comercio transmediterráneo se encontraba en los inicios de su retroceso. ¿Era posible que llegasen importaciones africanas a la corte visigoda instalada en Toledo y a las ciudades más importantes del entorno? Al menos, a Recópolis, sí. No se trata ésta de una cuestión novedosa, pues los excavadores repararon sagazmente en ella hace quince años, gracias a la publicación de ánforas del tipo Keay 61 y 62, algunos spatheia y una lucerna (C.E.V.P.P., 1991: Fig. 8, n.º 19-23), como ilustramos en la figura 1. Estos materiales han consitituido referencia obligada, siendo citados sucesivamente en diversos trabajos (Olmo, 1995: 215216; 2000: 390 y 393), sin adiciones significativas. Este trabajo permitiría ampliar, tímida pero contundentemente, dicho aspecto, sobre cuya excepcionalidad ya habíamos reparado con anterioridad (Bernal, 1997: 639-640). La presencia de cerámicas africanas en el interior de la Península Ibérica, en tierras bajo dominio visigodo, es una asignatura pendiente de la investigación arqueológica para el futuro. Nos parecen tremendamente ilustrativos al efecto los mapas de distribución de sigillatas africanas o ARSW D (=African Red Slip Wares) publicados por R. Járrega a inicios de los años noventa, que denotan una tímida presencia de importaciones en los ss. IV a mediados del V, y una total ausencia desde dichas fechas en adelante (Járrega, 1991: 109, Fig. 4 1-2), como ilustramos en la figura 2. En tales fechas se sistematizaron los hallazgos de Hayes 58 en Complutum, Toledo (La Vegas de la Pueblanueva) y Burgos (Baños de Valdearados), Hayes 59 en Complutum, Toledo o Valladolid (Prado), Hayes 61 A en Complutum, Soria, Toledo, Valladolid y 98 Recópolis y el mundo urbano en la época visigoda Figura 1: Lucerna (n.º 1), spatheia (n.º 2-4) y ánforas africanas de los tipos Keay 61 (n.º 5) y Keay 62 (n.º 6) de Recópolis (ilustraciones reelaboradas sobre originales publicados en C.E.V.P.P., 1991: fig. 8, n.º 18-23). M. BONIFAY, D. BERNAL / Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en el visigothorum regnum 99 Figura 2: Presencia de sigillatas africanas (ARSW D) en el interior peninsular –manchas negras– entre el s. IV y la primera mitad del V (izda.) y entre mediados del V y el s. VI (derecha), según R. Járrega (1991, 109, fig. 4, n.º 1 y 2). Zamora, Hayes 60 en Toledo, Hayes 67 en Complutum, Hayes 81 en Burgos, Hayes 91 en Ávila, Burgos, Valladolid y Cuenca, así como lucernas del tipo Atlante VIII (Complutum, Valeria en Cuenca o Prado en Valladolid) y X (Segobriga en Cuenca y Valladolid), muchas de ellas con numerosos problemas de atribución (Járrega, 1991: 16, 19, 23, 29, 33, 58, 63, 67, 68, 81, 82). La conclusión parecía evidente: presencia de importaciones africanas en el interior peninsular, tímidamente hasta mediados del s. V, momentos a partir de los cuales desaparecían de los mercados interiores, como se desprende claramente de la costatación de formas tardías (Hayes 99, 104, 105 ó 109) únicamente en la costa mediterránea (Járrega, 1991, 93). Los estudios posteriores no parecen haber modificado sustancialmente este panorama. En Complutum, ciudad del interior peninsular en la cual los hallazgos de ARSW D alcanzaban los porcentajes más altos, trabajos posteriores confirman su representatividad, siendo claramente predominantes los elementos de vajilla en TSHT o las producciones de la Meseta (AA.VV. 1998). El único trabajo monográfico publicado al efecto ilustra la abundante presencia de importaciones africanas durante el Bajo Imperio, habiéndose documentado las Hayes 45, 50 B, 50 A, 59, 48, 58, 61 A y 67 (Polo, 1999: 231-234). Por el contrario, su manifiesta ausencia en algunos lugares urbanos de gran importancia en época bajoimperial como Carranque (AA.VV. 2001) o en villae suburbanas o rurales como la palentina de Quintanilla de la Cueza, en la que se detecta un fragmento africano entre centenares de individuos de TSHT (Juan, 2000), ilustra la escasez y excepcionalidad de estas importaciones, a lo que debemos unir la escasa atención prestada por la comunidad científica de cara a su exhaustiva seriación. Otros estudios, parcialmente inéditos, contribuyen a documentar la amplia difusión de cerámicas africanas, especial- mente en la Meseta Sur (Castilla La Mancha), durante el Bajo Imperio2. Tal es el caso de una Memoria de Licenciatura inédita, que analiza la dispersión de ARSW entre Madrid y la Alta Andalucía, en relación al viario y a los puertos litorales de suministro, valorando el elevado volumen de importaciones y las diferencias entre su notable presencia en asentamientos urbanos y su escasez en ambientes rurales (Lavín, 1999). Una tendencia similar se desprende del análisis de la vajilla fina de ciudades como Segobriga, Valeria o Ercavica, en las cuales se detectan cerámicas africanas con frecuencia, especialmente en contextos bajoimperiales (Sánchez-Lafuente, 1990). Para las fechas que nos interesan en este trabajo (ss. VIVII), los datos escasean más aún, si cabe. Estudios recientes confirman la abundancia de importaciones de ARSW D en la fachada mediterránea y en las Baleares durante todo el s. VI d.C., siendo su descenso notable en contextos del s. VII (Aquiluè, 2003: 14 y 17). De estos momentos solamente se citan datos de importaciones de vajilla africana en el interior peninsular en dos yacimientos: Segobriga para el s. VI y Melque para el s. VII (Aquiluè, 2003: 16). El caso del monasterio de Santa María de Melque en Toledo es muy significativo debido además a su cercanía a Recópolis. Se trata de un asentamiento rural con estancias residenciales articuladas en torno a una iglesia –de ahí su interpretación como entorno monacal con anejas explotaciones agrícolas– (Caballero, Retuerce y Sáez, 2003: 225). En los niveles de destrucción del monasterio se documentaron varios fragmentos de una fuente del tipo Hayes 105 en ARSW D, sobre el sue- 2. Agradecemos al Dr. A. Fuentes Domínguez, de la Universidad Autónoma de Madrid, su gentileza al habernos facilitado numerosos datos en relación a esta zona geográfica. 100 Recópolis y el mundo urbano en la época visigoda lo del patio de la zona sur, inserta en el nivel de derrumbe de tejas de la amortización del edificio (UE 236), fechado en el s. VII o incluso más tarde (Caballero, Retuerce y Sáez, 2003: 240 y 251, Fig. 13). A ellos debemos unir la reciente publicación de una Hayes 99 A (UE 6102) y un fragmento de spatheion africano (U.E. 5522) en un contexto del segundo tercio del s. VI d.C. en el interesante yacimiento madrileño de Gózquez de Arriba (Vigil-Escalera, 2003: 375-376). Estos últimos hallazgos revisten, a nuestro juicio, especial importancia, en tanto en cuanto evidencian que este tipo de productos no estuvieron destinados únicamente a las élites urbanas o a la corte visigoda y su zona de influencia, pues constituye un poblado de unas 12 hectáreas de marcado carácter rural (Vigil-Escalera, 2003: 372). Intentos recientes por sistematizar las últimas importaciones de ARSW africanas en el interior peninsular (Caballero, Retuerce y Sáez, 2003: 241) confirman que los testimonios citados en el párrafo anterior son los únicos conocidos bibliográficamente (Hayes 99 en el yacimiento madrileño de Gózquez de Arriba y Hayes 105 en el monasterio toledano de Santa María de Melque), a los que debemos sumar el hallazgo de una Hayes 99 y una 106 en Segobriga –Hayes– (Járrega, 1991: nota 73). Respecto a las ánforas, la ausencia de estudios monográficos en contextos del interior peninsular ha derivado en una “ sospechosa ” menor presencia de hallazgos publicados. Junto a una posible importación tripolitana en Complutum de época medio-imperial (Bernal, 1998, 235), contamos únicamente con el registro anfórico ya citado de Recópolis y la constatación de un posible spatheion africano en la aldea rural madrileña de Gózquez. De todo lo comentado se derivan dos conclusiones básicas: de una parte, la evidente constatación de importaciones africanas en contextos interiores de la zona de Madrid y de la Submeseta Sur, especialmente de vajilla fina de mesa (ARSW). En segundo término, unos intervalos de frecuencia claramente constatados durante los ss. IV y V d.C. (especialmente bien ilustrados en Complutum), con una manifiesta ausencia en contextos de los ss. VI y VII d.C., como evidencian claramente los citados estudios de R. Járrega o X. Aquiluè. No obstante, algunos datos aislados como el de la Hayes 105 de Melque –o los que aquí veremos procedentes de Recópolis–, ejemplifican que detrás de este panorama existen amplias deficiencias en la investigación. De ahí el interés de los elementos de vajilla y las ánforas de Recópolis incluidos en este trabajo, que ilustran la continuidad de las corrientes comerciales con el Mediterráneo durante unos momentos (finales del s. VI-VII d.C.), aparentemente de práctica desconexión de las terrae ignotae del interior peninsular con el litoral. Estas importaciones africanas se constatan en ambientes del interior peninsular en los cuales las producciones locales/regionales copan los mercados, en una tendencia bien conocida desde hace años, magistralmente ilustrada en el caso del sudeste peninsular (Gutiérrez Lloret, 1996). Los estudios de los últimos años confirman dichas apreciaciones, como evidencia el caso de los yacimientos del valle del Duero, en los cuales las tendencias ceramológicas advertidas son dobles: presencia de imitaciones de formas “mediterráneas”, recurriendo al estampillado como técnica decorativa; y por otra parte la “comarcalización” de las cerámicas (Larrén et alii, 2003: 274-275). Una tónica que en las tierras del interior peninsular se agudiza conforme avanzamos hacia el norte, de ahí que tildemos de “problemas de latitud” a este epígrafe. Sin ánimo de ser exhaustivos, pues en tal caso se impone previamente un trabajo de campo con la revisión y publicación de contextos inéditos, el estado de la cuestión esbozado en los párrafos anteriores ilustra la importancia de los contextos cerámicos de Recópolis en el panorama general del territorio hispano: con estos nuevos datos se sitúa a la cabeza cuantitativa y cualitativamente de los yacimientos visigodos y tardorromanos del interior peninsular en cuanto a importaciones se refiere. Otro factor que convertía a este estudio en importante era la constatación de la fecha fundacional de la ciudad transmitida por el biclarense y otras fuentes textuales posteriores, situada en el 578 (Olmo Enciso, 1995: 212), lo que transformaba a esta ciudad en un importante laboratorio para la constatación de determinados tipos africanos de última época (Bonifay, 2004: 125-143). Contar con una fecha de fundación, sin la distorsión de materiales residuales de fases precedentes, permitiría, potencialmente, precisar la datación de algunas ánforas y otros elementos de vajilla africana. En tercer lugar, contábamos con un casus fundamental para contratar la presencia de importaciones de la provincia bizantina de África en el seno del reino visigodo toledano. Es decir, hasta qué punto la corte visigoda o en cualquier caso las élites urbanas se abastecían de alimentos y bienes de lujo y calidad bizantinos. Una dinámica de la que teníamos tenues datos (C.E.V.P.P. 1991, Fig. 8, n° 19-23), y que estos nuevos estudios de campo permitirían ampliar y contrastar. Se trata de una dinámica –la de las importaciones africanas en yacimientos hispanovisigodos– bien conocida e ilustrada por casos como El Tolmo de Minateda en Albacete (Gutiérrez, Gamo y Amorós, 2003) o la propia Valentia (Pascual, Ribera y Rosselló, 2003), si bien tal cuestión se ha demostrado siempre en dos ambientes: ciudades o aglomeraciones secundarias cerca de las posesiones hispanas del imperio bizantino (como los dos anteriormente citados), por lo que en ellos el aprovisionamiento de cerámicas y alimentos del Norte de África se beneficiaba de su cercanía, o en el mejor de los casos reflejaba la actividad de negotiatores en ámbito regional; y por otro, en ciudades portuarias, como la propia Tarraco, plagada de cerámicas africanas, de las cuales las ánforas (Remolà, 2000) o las sigillatas (Aquiluè, 2003) sirven de ejemplos clarividentes, yacimientos que continuaron actuan- M. BONIFAY, D. BERNAL / Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en el visigothorum regnum 101 do de centros de redistribución del comercio mediterráneo durante los ss. VI y VII d.C. De ahí que Recópolis, completamente alejada de dicha dinámica, al no constituir ni ciudad portuaria ni estar localizada cerca del limes visigodo/bizantino, constituye un inmejorable catalizador para evaluar las relaciones comerciales entre el Regnum Visigothorum y Bizancio. Un intento de “romper fronteras políticas”, en lenguaje científico anglosajón. Por último, las fases de ocupación de la ciudad de Recópolis, sin cesuras aparentes entre el s. VI y el X, permitirían afrontar el eterno problema del s. VIII d.C.: ¿continuidad de las importaciones africanas más allá de la frontera tradicional del 711? Se trata de uno de los temas objeto de debate más candente de la arqueología tardorromana hispánica de los últimos años, habiendo sido el catalizador fundamental al respecto los estudios de arquitectura y la decoración arquitectónica (síntesis en Caballero y Mateos, 2000). A esta apasionante discusión, el hallazgo de cerámicas africanas en contextos del s. VIII constituía un acicate apasionante, para el cual Recópolis podía aportar información de primera mano. Como ya hemos indicado, no se trata de una propuesta novedosa, ya que los propios excavadores la han defendido desde finales de los años ochenta (síntesis en Olmo Enciso, 1995: 215-216; 2000: 387, 390 y 393). De ahí el interés en profundizar científicamente en esta temática. Con estas premisas afrontamos este trabajo, conscientes de que no iba a ser posible resolver todos estos interrogantes, algunos de ellos de gran calado histórico-arqueológico. No obstante, sí pensamos inicialmente la viabilidad de plantear su problemática, y avanzar en algunos aspectos, centrando potenciales líneas de investigación para los próximos años. En este contexto debe enmarcarse la modesta contribución que presentamos en estas páginas3. Número Referencia estratigráfica Tipología 01 02 03 04 Rec’02/10111/109 Rec’02/10101/51 Rec’00/15274/23 Rec’95/2102/295 y 296 05 Rec’95/2121/sin n.º 06 07 08 09 Rec’95/2016/117 Rec’02/15766/105 Rec’95/2104/80 Rec’98/9814/33 10 Rec’96/3044/165 11 Rec’01/15720/ sin n.º 12 Rec’02/16175/6 Fase estratigráfica Primeras evidencias de las importaciones africanas: contextualización y valoración estratigráfica El primer lugar queremos poner sobre la mesa el carácter aleatorio de la muestra analizada. Se ha seleccionado un primer conjunto de materiales cerámicos que asciende a doce piezas, de las cuales diez son ánforas (n.º 1-10), además de una fuente de ARSW D (n.º 11) y una lucerna decorada (n.º 12). Como ya hemos indicado en la introducción no se aspira a la exhaustividad, sino a determinar las tendencias comerciales y las líneas a desarrollar en el futuro. En la tabla se recoge una síntesis de los datos tipológicos de las piezas traídas a colación, remitiendo a las fichas del catálogo para la ampliación de datos al respecto. La primera observación que salta a la vista, si tenemos en cuenta los datos incluidos en el punto anterior, es la elevada presencia de importaciones africanas en la ciudad, que actualmente se sitúa en 18 ejemplares teniendo en cuenta los seis publicados previamente (C.E.V.P.P., 1991, n.º 18-23), de los cuales casi el 85% son ánforas –15 individuos–, situándose a continuación las lucernas con algo más del 10% –dos ejemplares– y en último lugar la vajilla fina, con el 5% –una pieza–: es decir un suministro mayoritario de alimentos, con 3. Agradecemos a A.M. Sáez Romero, de la Universidad de Cádiz, su amable colaboración en la ejecución del redibujado y montaje gráfico de las figuras del artículo, sobre originales del equipo de excavación de Recópolis. Anforas Transición - I fase emiral ¿Variante tardía de Keay 62? Transición - I fase emiral Keay 61 D ¿Segunda Fase visigoda? 2.ª Fase visigoda Keay 61 A/D Transición época islámica 2.ª Fase visigoda Keay 61 Transición época islámica Segunda Fase visigoda Keay 61, variante tardía Segunda Fase visigoda Segunda fase visigoda Spatheion tipo 3 2.ª Fase visigoda Transición época islámica ¿Segunda Fase visigoda? ¿Tipo “Orlo a fascia”? ARSW D Segunda Fase visigoda Hayes 104 C Lucernas ¿Fase visigoda I? Atlante X Cronología ceramológica Últimas décadas VI - primeras VII Finales VI - primera mitad VII s. VII, quizás a mediados s. VII posiblemente Mediados o segunda mitad s. VII 550 c. o algo posterior ¿segunda mitad del s. VI ? 102 Recópolis y el mundo urbano en la época visigoda Figura 3: Planimetría del yacimiento de Recópolis, con la distribución espacial de las importaciones africanas (n.º 1 a 12). los cuales posiblemente llegaron subsidiariamente otros elementos cerámicos de calidad (no olvidemos que los restantes ejemplares cerámicos están ornamentados, hecho quizás importante a la hora de proceder a su importación). En relación a la distribución topográfica de las piezas, las analizadas aquí proceden en todos los casos de contextos arqueológicos diferenciados, no coincidiendo en ninguna de las UU.EE., de lo que se deduce su elevada frecuencia. Al mismo tiempo, como se advierte en la figura 3, han sido localizadas prácticamente en la totalidad de la zona excavada recientemente (áreas 2000, 2100, 3000, 9800, 10000, 15000 y 16000), tanto en el patio interior tras el edificio comercial oeste (n.º 4, 5, 6, 8 y 10), como en los primeros módulos al norte de dicho inmueble (n.º 9) y en diversas estructuras al sur (n.º 1 y 2) y a espaldas del edificio comercial occidental (n.º 12). Al otro lado de la calle se localizan en el edificio comercial oriental (n.º 3) y en el espacio habitacional denominado “ casa visigoda ”, al sureste de la calle (n.º 7 y 11). Por otra parte, los materiales no parecen responder a concentraciones en una zona determinada, distribuyéndose espacialmente por todo el yacimiento y además combinándose unos tipos con otros. Así lo evidencian el plato de ARSW D (n.º 11) aparecido con un spatheion (n.º 7) en las dependencias de la casa visigoda (area 15.500), o la concentración en el mismo edificio (área 2100) de varias Keay 61 (n.º 4, 5 y 6), un spatheion (n.º 8) y otro tipo anfórico (n.º 10), siendo las demás localizaciones aisladas. Por último, si tenemos en cuenta que las importaciones africanas se han documentado en todas las fases de vida de la ciudad, tanto en la I Fase visigoda (n.º 12), como en la II (n.º 3, 6, 7, 8, 10, 11), entre la II fase y la transición a época islámica (n.º 4, 5 y 9) y, por último, entre la transición y la I fase emiral (n.º 1 y 2), podemos concluir que atendiendo a criterios estratigráficos las importaciones africanas llegaron a Recópolis desde la propia fundación de la ciudad en el último cuarto del s. VI hasta el s. VIII d.C. Algo que como decimos han defendido sus excavadores desde hace años (Olmo Enciso, 1995 y 2000). Estas primeras observaciones sitúan a Recópolis en la primera posición de los contextos tardorromanos del interior de la Península Ibérica con importaciones africanas, con unas diferencias muy notables respecto a todos los demás: recordemos que de Segobriga proceden dos items de ARSW y otros tantos individuos del yacimiento madrileño de Góñiz (copa de ARSW D y spatheion), a los que debemos unir la fuente Hayes 105 de Santa María de Melque en Toledo. En la ciudad de Recaredo asistimos a una dinámica claramente diferenciada: multitud de cerámicas o alimentos africanos en diversos niveles estratigráficos, y una continuada presencia a lo largo de toda la cronosecuencia de vida visigoda y ¿emiral? de la ciudad. Insistimos en el hecho de que no se ha realizado un estudio sistemático y exhaustivo de los fondos de las excavaciones, sino únicamente un muestreo, por lo que estamos seguros que estos resultados serán multiplicados exponencialmente en el futuro cuando se avance en las investigaciones en curso. Las ánforas serán tratadas monográficamente, debido a su interés, en los siguientes apartados, por lo que vamos a re- M. BONIFAY, D. BERNAL / Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en el visigothorum regnum alizar únicamente aquí algunas observaciones derivadas de los demás elementos importados (Fig. 4). La primera cuestión de interés es la relacionada con los elementos de vajilla y las lucernas, que aparecen representados en cantidades ínfimas. Su cronología parece corresponder a la I fase de época visigoda, en la segunda mitad del s. VI o en los primeros decenios del VII. Tal es el caso del fondo de un plato de la forma Hayes 104 C (n.º 11), decorado según el estilo E (ii) de Hayes, con dos representaciones estantes de Baco: su hallazgo en un contexto asociado a la segunda fase visigoda ilustra claramente su residualidad, ya que en dichos momentos avanzados del s. VII deberían aparecer otras formas de vajilla (Hayes 109 entre otras). Por su parte, la lucerna decorada (n.º 12), a la que se suma otra pieza publicada con antelación (C.E.V.P.P., 1991: Fig. 8, n.º 18), constituye un ejemplar de Atlante X bastante evolucionado, decorado en su orla con dos tetrapétalas, dos rosetas y un motivo cordiforme, así como una estilizada cruz monogramática (?) con perlas en el disco, cuya decoracion desvaída induce a plantear una datación en la segunda mitad del s. VI que cuadra con la adscripción estratigráfica de la misma a la I fase visigoda. Asimismo, durante el proceso de revisión de los materiales importados de cara a la localización de las cerámicas africanas, los directores de las excavaciones nos proporciona- 103 ron dos piezas de cerámica común y morfología recodendada, a modo de opercula tenuemente convexos, de reducidas dimensiones (4,5 y 5 cm de diámetro respectivamente, procedentes ambos del entorno de la casa visigoda (UE 15500/51 y 15775/167). Estas posibles tapaderas presentan adheridos un par de vástagos de sección redondeada en cada caso (Fig. 5), que otorgan a las piezas una característica morfología. Existe una gran similitud formal entre estos objetos y los denominados “ UWW1 spouted jugs ” del s. VII d.C., ejemplares cerámicos de hervidores con tapadera articulada, bien seriados en Constantinopla (Hayes 1992: 38), por lo que quizás nos encontremos ante importaciones orientales, de éste u otros centros, aunque no se debe descartar una copia de estas singulares jarras en ambientes hispano-visigodos. Esta posible atribución oriental, que deberá ser confirmada en el futuro con un detallado estudio petrográfico, denota por sí sola el cosmopolitismo de la ciudad visigoda y, al mismo tiempo, la gran complejidad de la correcta seriación de sus repertorios cerámicos. Por último, queremos incidir en el hecho de que atendiendo a criterios estratigráficos, la presencia de importaciones africanas en contextos de inicios de época emiral es evidente. Recordamos que de las cinco fases histórico-arqueológicas en las que se desarrolla el problamiento de la ciudad, en las tres primeras se han documentado importaciones africanas, a te- Figura 4: Hayes 104 c en ARSW D (n.º 1 ; N.º Catálogo 11) y lucerna del tipo Atlante X (n.º 2 ; N.º Catálogo 12) de Recópolis (ilustraciones reelaboradas sobre originales del equipo de excavación de Recópolis). 104 Recópolis y el mundo urbano en la época visigoda Figura 5: Fragmentos de tapaderas articuladas (n.º 1 y 2) de posible importación oriental (¿constantinopolitana?) y prototipo tipológico de la forma (n.º 3-5) según J. Hayes (1992, fig. 39, Deposit 30 del s. VII). Ilustraciones reelaboradas sobre originales del equipo de excavación de Recópolis. M. BONIFAY, D. BERNAL / Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en el visigothorum regnum nor de los excavadores (Olmo Enciso, 1995, 216 ; 2000, 393), cuyas cronologías se presentan en la siguiente tabla. Fases históricas de la ciudad de Recópolis (Olmo, 2000) Fundación 578 I Fase visigoda Segunda mitad del s. VI primeras décadas del s. VII II Fase visigoda Segunda mitad del s. VII Primera fase andalusí s. VIII d.C. Como se verá a continuación, las cronologías teóricas proporcionadas por los materiales importados, derivadas de apreciaciones tipológicas, presentan algunas interferencias respecto a su contexto estratigráfico de hallazgo. Tal es el caso de algunos ejemplares que, debiendo corresponder a la I fase visigoda (n.º 1, 2, 3 y 11) se han documentado en la II Fase (n.º 3 y 11), piezas tras las cuales posiblemente se escondan problemas de residualidad. Dos de ellas (n.º 1 y 2), procedentes de la Transición - I fase emiral, deben encontrarse en posición secundaria. En el caso de dos Keay 61 (n.º 4 y 5) y un spatheion (n.º 9), su pertenencia a la II Fase visigoda-Transición a época emiral posiblemente evidencie la mayor perduración de estas formas en contextos del s. VIII d.C. Ánforas africanas en Recópolis (Keay 61, 62 y spatheia) La facies representada por las importaciones africanas en Recópolis no es, en absoluto, anodina. Se corresponde con las últimas producciones de la provincia bizantina de África entre finales del s. VI y durante todo el s. VII d.C. El reducido contexto anfórico analizado en estas páginas permite algunas observaciones preliminares, si bien es evidente que una diagnosis más reposada de todos los hallazgos, que deberá ser acometida en el futuro, permitirá poner sobre la mesa nuevos e interesantes elementos. Junto a los escasos elementos de vajilla analizados aún, ya citados (fuente del tipo Hayes 104 c decorada y lucerna del tipo Atlante X), los datos más interesantes por el momento derivan del contexto anfórico, que se encuentra muy bien representado. La decena de fragmentos catalogados aquí a los que debemos unir cinco publicados con antelación (C.E.V.P.P. 1991, Fig. 8, n.º 19-23) se dividen básicamente en dos clases: por un lado se identifican ánforas cilíndricas de grandes dimensiones (tipos Keay 61/62) y por otro envases cilíndricos de pequeño tamaño (“spatheia” miniaturizados del tipo 3). Esta dicotomía refleja la doble tendencia de la producción anfórica africana durante la Antigüedad Tardía: el gigantismo de algunas formas y la miniaturización de otras. Las primeras alcanzan 1,1 m. de altura y capacidades verdaderamente impresionantes (80-90 litros), mientras que las otras no superan los 45 cm de altura, con una volumetría interna que oscila entre 0,6 y 1 litro. 105 Ánforas africanas de grandes dimensiones (Keay 61 y 62) Las ánforas africanas de grandes dimensiones del tipo Keay 61/62 no constituyen importaciones excepcionales en la Península Ibérica. Además, es precisamente en este entorno geográfico donde por primera vez fueron identificadas tipológicamente (Beltran Lloris, 1970), antes de su clasificación sistemática (Keay, 1984), sobre la base de documentación arqueológica recuperada en contextos catalanes. Numerosos avances se han conseguido en relación al conocimiento de estas series anfóricas desde entonces, como ahora veremos sucintamente. El primer problema importante es que inicialmente las ánforas que se ajustaban a esta tipología fueron consideradas como características de época vándala y en los primeros momentos de su seriación fueron datadas en la segunda mitad del s. V d.C. (Keay, 1984). Un atento reexamen de los hallazgos arqueológicos permitió demostrar con posterioridad que el tipo Keay 62 no comenzaba a ser producido hasta finales del s. V, siendo especialmente característico de época bizantina (Keay, 1998). Por otro lado, parecía confirmarse que el tipo Keay 61 debía fecharse principalmente en el s. VII, a tenor del último trabajo citado del investigador que bautizó a estas series tardorromanas. Es por ello que estos cambios supusieron una enorme trascendencia para los hallazgos hispanos de ánforas de los tipos Keay 61/62, pues constituían los primeros testimonios fehacientes de comercio bizantino, y no de época vándala. También se ha conseguido avanzar sustancialmente en los últimos años sobre el origen geográfico de estos recipientes africanos. Las numerosas variantes tipológicas puestas en evidencia por S.J. Keay son reveladoras sobre todo de la multiplicidad de talleres de manufactura. Los centros de producción del Sahel tunecino, sobre todo los situados en torno a la ciudad de Sullecthum (Peacock, Bejaoui y Ben Lazreg, 1989), ya no son los únicos documentados arqueológicamente. Tenemos constancia de otros alfares en el territorio de la ciudad de Nabeul que producen las mismas formas, muy cercanas tipológicamente (Ghalia, Bonifay, Capelli, 2005). También conocemos un centro productivo que manufacturaba el tipo Keay 61 en Moknin, recientemente excavado por Nejib Ben Lazreg (Bonifay, 2004: 35). La mayor parte de ánforas cilíndricas de grandes dimensiones documentadas en la muestra de Recópolis que damos a conocer en estas páginas pertenecen de hecho al tipo Keay 61 más que al tipo 62 (Figs. 6 y 7). Podemos atribuir a esta última forma una de las piezas (n.º 1), a la que posiblemente podríamos unir otra publicada (C.E.V.P.P., fig. 8, n° 23). La mayor parte de los bordes de Keay 61, inéditos (n° 2-3) o publicados (C.E.V.P.P., fig. 8, n° 22), pertenecen a una variante antigua de la serie (variante D, documentada en Marsella a finales del s. VI o inicios del s. VII d.C.), quizás intermedia o de transición con el tipo Keay 62. Otro de los frag- 106 Recópolis y el mundo urbano en la época visigoda Figura 6: Ánforas africanas del tipo Keay 61 procedentes de Recópolis, con el prototipo –n.º 1– (Bonifay, 2004: 139, fig. 75) y los cinco ejemplares identificados –N.º Catálogo 2, 3, 4, 5 y 6– (ilustraciones reelaboradas sobre originales del equipo de excavación de Recópolis). Figura 7: Ánforas africanas de Recópolis, tanto del tipo Keay 62 (izda., N.º Catálogo 1) como de la forma con “orlo a fascia” (dcha., N.º Catálogo 10). Ilustraciones reelaboradas sobre originales del equipo de excavación de Recópolis. M. BONIFAY, D. BERNAL / Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en el visigothorum regnum mentos (n° 4) se ajusta a una de las variantes más clásicas (A/D), el cual podría adentrarse en los decenios centrales del s. VII d. C., mientras que un borde con un biselado particular (n.º 6) se relaciona con una variante aparentemente tardía (Bonifay, 2004: fig. 75, type 49.10), atribuible a la segunda mitad del s. VII d.C. El fondo conservado (n.º 5) es sin lugar a dudas atribuible al tipo Keay 61, si bien la variante no puede ser determinada con precisión debido a su carácter fragmentario. Estas ánforas africanas cilíndricas y de grandes dimensiones fueron habitualmente exportadas durante los ss. VI y VII d.C. al Mediterráneo Occidental en grandes cantidades, como atestiguan los conocidos contextos de Roma, Marsella o Carthago Spartaria. Por el momento estas ánforas africanas de grandes dimensiones constituyen los envases africanos más abundantes en Recópolis, duplicando a las restantes categorías documentadas. Y de ellas, las más abundantes con diferencia son las Keay 61, frente a las 62 como aparece reflejado en la bibliografía previamente publicada. Ánforas africanas de pequeñas dimensiones (spatheia del tipo 3) Verdaderamente no somos aún capaces de saber si estos spatheia miniaturizados deben ser considerados como una derivación de los spatheia del s. V, de mucho mayor tama- 107 ño, o si por el contrario constituyen una categoría autónoma de envases. En cualquier caso, parece claro hoy en día que su propia denominación –spatheion–, acuñada por Virginia Grace a partir de un término documentado en papiros egipcios de los ss. II-IV d.C. (Grace, 1961: fig. 67), ha sido usurpada a las ánforas egipcias del tipo EA 3, en las cuales tanto la forma de “ espada ” como su cronología precedente las convierten en el candidato más idóneo (Bonifay 2004, 125). Parece al menos asegurado que la mayor parte de spatheia miniaturizados del tipo 3 difundidos en la cuenca Mediterránea (Bonifay, 2004: 127-129), para algunos de los cuales se sospechaba un origen oriental (Mackensen 1992: 250), son claramente de manufactura africana, algo también extensible a aquellos cuya pasta es de color blanco. Efectivamente, la coloración clara de la pasta en estos ejemplares no constituye un argumento claro para proponer un origen no africano, como han mostrado los análisis petrográficos desarrollados por Claudio Capelli unidos al descubrimiento de defectos de cocción en Nabeul (Bonifay, 2004: fig. 19). Esta pasta blanquecina es, por otra parte, a la que parecen ajustarse los tres ejemplares de fondos de Recópolis (n° 7-8-9), cuya tipología parece además asemejarse a las producciones de la “variante C de borde convexo” de Nabeul (Fig. 8). Dos de los tres fragmentos de Recópolis publicados con antelación (C.E.V.P.P., 1991: fig. 8, n° 19-20) podrían confirmar esta atribución. Por su parte, otro spatheion Figura 8: Prototipo de los spatheia del tipo 3 –n.º 1– aparecidos en Recópolis (Bonifay, 2004: 128, fig. 69, C1), y ejemplares importados en la ciudad visigoda (n.º 2-4 ; N.º Catálogo 7, 8 y 9). 108 Recópolis y el mundo urbano en la época visigoda también publicado (C.E.V.P.P., 1991: Fig. 8, n° 21) corresponde a otra variante también presente en Cartagena (Ramallo, Ruiz y Berrocal, 1996: Fig. 11, n° 211) y en el Valle del Vinalopó (Reynolds, 1993: Fig. 000; Reynolds, 2003: Fig. 7, n° 16). Las citadas propuestas de identificación y precisión tipológica presentan consecuencias de tipo cronológico, en el sentido de que los spatheia del tipo 3C se documentan especialmente en contextos de la segunda mitad o incluso de finales del s. VII d.C. (Bonifay, 2004: 127-129). Estos envases de transporte cuentan con una amplia difusión geográfica, tanto en el Mediterráneo Occidental (como demuestran los contextos de Roma o Marsella) como en la parte oriental de su cuenca (Bjelajac, 1996: 88). Otras ánforas africanas Completando este panorama bastante tardío de las importaciones africanas en Recópolis, tenemos constancia de la presencia de un fondo cuya característica tipología en forma de “tapón de champán” (Fig. 7, n.º 10) posiblemente lo relacione con las ánforas de medianas dimensiones del tipo “con orlo a fascia” (Sagui, 1998: Fig. 8). Este tipo de envases también puede ser situado desde un punto de vista cronológico en la segunda mitad del s. VII d.C. (Bonifay, 2004: 143). Este primer cuadro de las importaciones anfóricas africanas en Recópolis se ajusta desde un punto de vista cronológico las dos fases de ocupación visigoda del asentamiento urbano. En este yacimiento encontramos, evidentemente en mucha menor cantidad, los mismos objetos que aquellos importados a los grandes puertos del Mediterráneo (Marsella o Tarragona), o incluso a Roma. El contenido de estas series tardoafricanas: el suministro de alimentos a Recópolis ¿Qué transportaban estas ánforas africanas que fueron importadas en Recópolis? Existe un postulado generalizado al cual la comunidad científica rehusa a renunciar: la unicidad o al menos la primacía del aceite como contenido de las ánforas africanas. Esta propuesta fue consensuada a inicios de los años 70 del siglo pasado, coincidiendo con el momento en el cual gracias a las excavaciones estratigráficas en Ostia, fueron sentadas las bases de la tipología de las cerámicas africanas. Los argumentos de tipo histórico a favor del aceite fueron determinantes, si bien determinadas apreciaciones arqueológicas y, en un segundo momento, arqueométricas, han convergido en rebatir esta interpretación (Bonifay, e.p.). Si contamos con la pez (resina normalmente de coníferas tratada térmicamente), parece que disponemos de un argumento sólido para distinguir las ánforas olearias de aquellas vinarias y de salsamenta/salsas de pescado. En efecto, el aceite parece incompatible químicamente con la pez, ya que constituye un disolvente de la misma y, por otro lado, su ele- vada densidad no hace necesario el embreado –recubrimiento con pez– al contrario de un contenido acuoso (problemática general en Bernal y Petit, 1994-1995: 88-93). Partiendo de esta hipótesis de trabajo, podemos tratar de investigar cuales son los tipos anfóricos generalmente embreados (¿destinados al vino y a los salsamenta?) y aquellos sin tratamiento alguno (potencialmente olearios). Muchos ejemplares de ánforas del tipo Keay 62 presentan pez adherida a la pared interna: tal es el caso de las rescatadas en Filicudi Porto (Albore Livadie, 1984: 96) o en las procedentes de Cartago (Opait, 1998). Por el contrario, el conocido pecio de La Palud (Long y Volpe, 1998) pone sobre la mesa un interesante debate, ya que las ánforas Keay 62 de su cargamento no mostraban traza alguna de resina. Esta ausencia ha llevado a los excavadores a proponer para ellas un contenido oleaginoso. Por el contrario, los análisis químicos realizados por N. Garnier sobre un fondo de una Keay 62 de este naufragio tardorromano sí han mostrado trazas de resina invisibles a primera vista, si bien también restos de aceite vegetal, posiblemente de oliva (Garnier, e.p.). De tal manera, paradójicamente, la observación ocular (ausencia de resina) se revela errónea, mientras que la determinación del contenido, acertada (aceite de oliva). Si aceptamos, sin embargo, que la resina/pez es en principio incompatible con un contenido oleaginoso, podemos considerar que dicha ánfora ha sido reutilizada y/o que, en cualquier caso, este aceite no estaba destinado a la alimentación (¿aceite flamígero para iluminación?). Tenemos, por el contrario, escasa información sobre el contenido de las ánforas Keay 61 A/D. No parece que contemos con ejemplares embreados, si bien el muestreo realizado tampoco es, hasta la fecha, significativo. Por su parte, los spatheia miniaturizados del tipo 3 aparecen generalmente con pez al interior. Para este tipo de envases, cuya capacidad es muy reducida, se han propuesto multitud de contenidos diversos: vino, aceitunas en conserva, garum, ungüentos, especias… (Murialdo, 2001: 277). La amplia difusión de los spatheia miniaturizados del tipo 3 en el Mediterráneo Oriental, especialmente a lo largo del Danubio (Bjelajac, 1996) y a menudo en asentamientos militares bizantinos (Arthur, 1998: 75), podría ser un argumento a favor del vino. Ignoramos de momento con precisión el tipo de mercancías que pudieron haber sido transportadas en las ánforas africanas de grandes dimensiones recuperadas en Recópolis, llegadas sin lugar a dudas a base de grandes esfuerzos a este asentamiento urbano situado en las tierras visigodas del interior peninsular. La problemática de las importaciones africanas en el s. VIII Solamente si nos retrotraemos quince años atrás una pregunta como ésta sería totalmente inapropiada. Parecía evi- M. BONIFAY, D. BERNAL / Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en el visigothorum regnum dente para cualquier investigador que la conquista islámica de Africa, que tuvo lugar tras una lenta desagregación de la economía y del comercio durante las épocas vándala y bizantina, había marcado el final de las exportaciones de mercancías y alimentos africanos al Mediterráneo. En este contexto, al inicio de la década de los noventa del siglo XX, las excavaciones en Marsella y Roma revelaron la continuidad de las importaciones africanas de vajilla fina de mesa, lucernas y ánforas hasta finales del s. VII d.C. Fue algo calificado como una “testimonianza imprevidibile” (Sagui, 1998) de la vitalidad del comercio africano en los albores de la conquista islámica. Similares conclusiones fueron obtenidas de la reinterpretación de las excavaciones arqueológicas en Sant’Antonino di Perti, asentamiento ligur que dejo de ser necesariamente considerado como un yacimiento bizantino que marcaba un terminus ante quem a la conquista del año 646 por los lombardos (Murialdo, 2001). Los hallazgos de la Tarraco visigoda se situaban en un contexto similar (Macias y Remolà, 2000) y como hemos comentado en Recópolis esta cuestión se ha pueto sistemáticamente sobre la mesa en los años noventa (Olmo Enciso, 1995 y 2000). Asimismo, el cargamento de uno de los pecios más tardíos en aguas del Mediterráneo, Saint Gervais 2, procedía también del Norte de África (Jézégou, 1998). ¿Era, por tanto, posible, traspasar la barrera y adentrarse en el s. VIII? En relación a esta propuesta, el patrón de comportamiento del Mediterráneo Oriental existía, siendo potencialmente parangonable a otras zonas geográficas. Por un lado, los investigadores que trabajaban en Siria y Palestina pudieron demostrar que los horizontes cerámicos no cambiaban drásticamente con la dominación omeya (Sodini y Villeneuve, 1992). Por otra parte, los contextos de finales del s. VII de Roma y Marsella atestiguaban con claridad la llegada al Mediterráneo Occidental de alimentos (incluso vino), procedentes de países ya controlados por el Islam, como Siria o Egipto. Es obvio que nos encontramos con el mismo problema a la hora de la identificación arqueológica de los contextos de primera época islámica en el Norte de África. Probablemente, la clave resida en el hecho de que los depósitos cerámicos de estos primeros momentos (s. VIII) no debieron diferir mucho de la cerámica africana de época tardo bizantina. Las recientes excavaciones en ciudades como Nabeul, Pupput y Sidi Jdidi en el norte de Túnez no permiten, por el momento, identificar con precisión cuando fueron definitivamente abandonados estos asentamientos (Bonifay, 2002), si bien lo más probable es que la vida continuase sin altibajos durante la primera mitad del s. VIII d.C. El mismo grado de incertidumbre es el que encontramos al evaluar la difusión de los productos africanos de época post-bizantina. Un testimonio verdaderamente interesante al respecto ha sido aportado por las excavaciones de San Peyre llevadas a cabo por Jean-Christophe Pellecuer y Michel Pène (Pellecuer y Pène 1996; Pe- 109 llecuer 2000). En la bodega de una posible casa señorial, aparecida incendiada, se documentó abundante material, entre el cual destacaba un sello de arcilla con una inscripción en alfabeto cúfico, así como ánforas del tipo Keay 61, similares a las halladas en Recópolis. El citado sello ha sido fechado entre el 650 y el 750. En Hispania, el caso mejor estudiado hasta la fecha es el del Tolmo de Minateda en Albacete, en el cual el estudio combinado de las importaciones africanas, de las series regionales de cerámicas comunes y de las dataciones radiocarbónicas unido todo ello a un interesante conjunto monetal (emisiones bizantinas de Cartagena, trientes de Vitiza –702/711– con dirhames de diversos monarcas de la primera mitad del s. IX), todo ello bien seriado estratigráficamente, ha permitido plantear cómo las cronologías finales asentadas científicamente de las series africanas aportan normalmente fechas más antiguas de las proporcionadas por otros elementos (Gutiérrez, Gamo y Amorós, 2003: 162-164). Resulta singular documentar cómo en este yacimiento de la Submeseta sur –que no tratamos específicamente como “interior” debido a sus íntimas relaciones con el sudeste y con el mundo bizantino de Cartagena, lo que justifica a nuestro modo de ver la elevada frecuencia de series africanas en sus niveles de los ss. VI y VII d.C.– presenta un panorama de importaciones anfóricas idéntico al de Recópolis: Keay LXI y spatheia en los diversos contextos excavados asociados a las Fases II y III del denominado “basurero extramuros”, fechado en momentos avanzados del s. VII y quizas de inicios del s. VIII (Gutiérrez, Gamo y Amorós, 2003: 133-134, fig. 9, n.º 2, 7 y 8). Todas estas observaciones son aún iniciales y poco consistentes, si bien tras ellas posiblemente asistamos a un craso error histórico que ha conducido a confinar las producciones norteafricanas más tardías al marco prefijado por las cronologías preislámicas tradicionalmente aceptadas. Es más que probable que algunos tipos anfóricos sobrevivan aún en época islámica inicial. Algo especialmente viable en el caso de las ánforas globulares atestiguadas en África, Sur de Francia o Italia, aún no identificadas arqueológicamente en Recópolis. Es una propuesta también probable para los spatheia de pequeñas dimensiones con la característica sección blanquecina de sus pastas, fechados en época tardobizantina y posiblemente inicios de época islámica. Finalmente, algunos tipos anfóricos de gran tamaño, caso de las variantes tardías del tipo Keay 61, del tipo Keay 8A y de las ya citadas ánforas “con orlo a fascia” (estas últimas presentes en Recópolis), también pudieron penetrar en el problemático umbral del s. VIII. Desde este punto de vista, aquellos yacimientos emirales en la Peninsula Ibérica en los cuales contamos con evidencias ocupacionales del s. VIII d.C. podrían constituir interesantes puntos de observación, momentos en los cuales muchos otros asentamientos del Sur de Francia o Italia fueron definitivamente abandonados. 110 Recópolis y el mundo urbano en la época visigoda Recientemente asistimos a una creciente tendencia en Hispania por considerar que las dataciones en el s. VII de muchos de nuestros yacimientos deben prolongarse hasta el s. VIII d.C. Por citar únicamente un ejemplo, pensamos que una clave ha residido en la documentación de trientes aúreos del reinado de Egica/Vitiza (698-702) en algunos yacimientos, además de diversa funcionalidad: tal es el caso de una tumba tardorromana de tipo tradicional en la malacitada Arunda (Carrilero, Garrido y Padial, 2005: 109, Fig. 11-12) o de los niveles de relleno de una pileta de uso indeterminado en el monasterio toledano de Melque (Caballero, Retuerce y Sáez, 2003: 237), testimonios de su amplia difusión geográfica (Cfr. las observaciones finales del trabajo de D. Bernal sobre ciudades tardorromanas meridionales en este mismo volumen) y de su contribución a alargar la vida activa de estos yacimientos durante la primera mitad del s. VIII. El empleo de toreútica visigoda en época islámica, ya avanzado por G. Ripol hace años (Ripoll, 1998), y que recientes estudios se están encargando de contextualizar estratigráficamente (Gutiérrez, Gamo y Amorós, 2003: 162-163), es otro de los ejemplos significativos de esta tendencia, que evidentemente también debe afectar a las producciones cerámicas, entre ellas a las africanas. Importaciones africanas en contextos no mediterráneos El caso específico de Recópolis no constituye un hecho aislado en el panorama general de las exportaciones africanas del s. VII d.C. a regiones no mediterráneas. A pesar de que es reducida la cantidad de importaciones africanas entre finales del s. VI y a lo largo de todo el s. VII en las zonas internas de las Galias, si las comparamos con su masiva frecuencia sincrónica en el litoral provenzal, sí es cierto que las mercancías africanas llegan a dichos puntos del hinterland de la geografía continental. La sagacidad de algunos arqueólogos ha permitido identificar insospechadas importaciones de lucernas muy tardías en sigillata africana en la región de Rouen (información de Y. M. Adrian), así como fragmentos de ánforas “con orlo a fascia” en Lyon (referencia gentilmente suministrada por T. Silvino). No obstante, el caso de Burdeos, en la fachada atlántica, es el más interesante. Encontramos en esta ciudad las mismas categorías vasculares que en Marsella: sigillatas africanas de los tipos Hayes 90B, 105, 109, y ánforas Keay 61 y 62 (Berthault, 1999). Estos descubrimientos, que parecen no contar por el momento con paralelos en Portugal para unas fechas tan tardías, posiblemente se encuentran jalonando una vía marítima con destino final en Gran Bretaña. A pesar de ello, no podemos excluir totalmente un tránsito de cerámicas africanas a lugares del interior, desde las costas septentrionales del Mediterráneo. En efecto, la facies tan singular de las importaciones mediterráneas tardías en Gran Bretaña (Thomas, 1981), con una contrastada mayoría de si- gillatas foceas y de ánforas del Egeo, refleja sobre todo los contactos directos con el Oriente mediterráneo, quizás ligados al comercio del estaño (Fulford, 1989). Por todo lo dicho, las reducidas cantidades de fragmentos (como en Burdeos) o su presencia practicamente testimonial (Galia interna), permiten plantear que estos objetos pudieron no haber tenido la misma consideración que en la Galia mediterránea: F. Berthault (Amiel y Berthault, 1996: 257) ha sugerido, a propósito del material de la villa de Séviac, que únicamente las élites podían permitirse el lujo de productos (aceite, ¿salsamenta?) transportados en las grandes ánforas cilíndricas de tipo Keay 62. En un contexto similar, se ha propuesto la hipótesis de que la importación del vino de Gaza en las regiones no mediterráneas pudo estar vinculada preferentemente para su consumo en contexto eclesiástico (Pieri, 2005). En la Península Ibérica es difícil aún evaluar el panorama con claridad, debido a la escasez de datos procedentes de las comarcas interiores, como hemos tratado de poner sobre la mesa en la introducción. De ahí que consideremos que la prudencia deba ser la clave para su hermenéutica. Su elevada frecuencia en la ciudad palatina de Recópolis induciría a pensar en bienes de prestigio o importaciones “ exóticas ”, de vinos, aceites y salazones de calidad para los monarcas germánicos y su corte. No obstante, la presencia de cerámicas africanas en monasterios como Melque en Toledo y especialmente la documentación de un spatheion en la aldea rural madrileña de Gózquez de Arriba plantea patrones de distribución mucho más complejos de los que inicialmente cabría pensar. Lo que sí se deriva a nuestro juicio de la abundancia de estas importaciones, expecialmente anfóricas, en Recópolis, es la existencia de un comercio aparentemente ininterrumpido entre finales del s. VI y el s. VIII entre el Mediterráneo y el corazón del reino visigodo, tras el cual debemos encontrar a los conocidos transmarini negotiatores citados en las fuentes literarias. Productos, por ello, de calidad, destinados a las mesas de los sectores más pudientes de la sociedad tardorromana y de las élites urbanas y palatinas, de cuyos cauces de distribución y redes comerciales pudieron beneficiarse otros asentamientos secundarios como el citado yacimiento rural madrileño. No obstante, será conveniente profundizar en todas estas cuestiones en los próximos años (¿abastecimiento directo desde Carthago Spartaria en origen? ¿A través de los mismos puertos del sudeste peninsular tras el abandono de las posesiones bizantinas a mediados del s. VII?…). Perspectivas de investigación. Avance de un fructífero trabajo de futuro La situación de Recópolis en el cuadro de las importaciones africanas de finales de la Antigüedad es particularmente interesante. La propia naturaleza de esta ciudad de tanta trascendencia para el reino visigodo, fundada ex nihilo en el 578 M. BONIFAY, D. BERNAL / Recópolis, paradigma de las importaciones africanas en el visigothorum regnum y con una continuidad ocupacional durante época árabe cuenta con pocos paralelos similares en contexto mediterráneo, y constituye un privilegiado laboratorio de observación para los intercambios entre el Norte de África e Hispania durante esta época. No obstante, este estudio no puede realmente alcanzar toda su importancia si no es a través de la comparación con las importaciones africanas en el interior de la Peninsula Ibérica en la época inmediatamente anterior. Estudios recientes ya publicados como los de Zaragoza evidencian que las formas de terra sigillata africana importadas durante el s. VII d.C. alcanzan porcentajes realmente reducidos (Paz Peralta, 2003), dinámica que como hemos visto antes parece extensible a la totalidad de la Península Ibérica. No obstante, como sucede en el caso de Recópolis, la difusión de la vajilla africana no parece seguir los mismos cauces que los representados por las ánforas. Por otro lado, un estudio analítico intensivo de los contextos cerámicos de la ciudad de Recópolis permitiría posiblemente precisar el origen de estas importaciones en el seno de la provincia bizantina de África, y saber al mismo tiempo con qué regiones concretas del Norte de África se encontraba en contacto la ciudad visigoda durante los ss. VI y VII y, quizas, hasta inicios del VIII. El material recuperado en Recópolis muestra, una vez más, que las condiciones políticas y militares tienen una escasa incidencia sobre el comercio. La pérdida por Bizancio de sus territorios en Hispania no significó el final de sus relaciones comerciales con esta provincia. El caso de Tarraco, en el cual las vajillas cerámicas de cocina procedentes del Mediterráneo Oriental están bien atestiguadas en contextos del s. VII d.C. (Macias y Remolà, 2000) no constituye un hecho aislado: Recópolis ha evidenciado la presencia de spatheia africanos cuya difusión suele prevalecer en las bases militares bizantinas, como antes indicamos (Arthur, 1998: 175). Similares constataciones pueden hacerse en el caso de algunos sitios fortificados de Italia, en los cuales las importaciones africanas perviven con posterioridad a la conquista lombarda (Murialdo, 2001). Restan, para el futuro, muchas cuestiones a desarrollar en Recópolis. Tal es el caso de la aparente ausencia de elementos de vajilla y lucernas africanas propiamente de contextos del s. VII d.C., lo que podría llevar a pensar en un comercio más fluido de todo tipo de cerámicas africanas en la I fase visigoda y una restricción a los alimentos a partir de mediados del s. VII d.C., algo que cuadraría con la aparente total ausencia de sigillatas africanas del s. VII d.C. en el interior peninsular, como evidencian los trabajos recientes de X. Aquiluè. Y respecto a las ánforas, nos resulta singular la ausencia de los tipos más tardíos, especialmente las series de ánforas globulares del tipo Castrum Perti o de fondo umbilicado (Bonifay, 2004: 151-153), que serían las que deberían ser localizadas, aparentemente, en los contextos de la II fase visigoda y en los posteriores. Respecto a los alimentos, 111 y una vez aclarado que en el estado actual de la investigación no parece que todas estas ánforas fuesen olearias, se plantea como la única solución para los próximos años la recurrencia a estudios analíticos de los residuos orgánicos adheridos a las paredes de estos envases recopolitanos para poder avanzar al respecto (¿vino, aceites o salsamenta?). No olvidemos que el contenido es verdaderamente lo importante, y lo que llevó a las élites urbanas y a los comerciantes de la ciudad visigoda a mantener activos estos canales comerciales con el Norte de África, que gracias a estos hallazgos cerámicos podemos rastrear arqueológicamente en la actualidad. Bibliografía AA.VV. (1998): Complutum. Roma en el interior de la Península Ibérica. Catálogo de la Exposición, Alcalá de Henares. — (2001): Carranque. Centro de Hispania romana, Madrid. ALBORE LIVADIE, C. (1984): “Relitto Porto A di età tardo-imperiale”, Archeologia Subacquea 2, Roma, 95-97. AMIEL, C. y BERTHAULT, F. (1996): “Les amphores du Bas-Empire et de l’Antiquité tardive dans le Sud-Ouest de la France. Apport à l’étude du commerce à grande distance pendant l’Antiquité ”, Aquitania, XIV, 255-263. AQUILUÉ ABADÍAS, X. 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