Autor Daniel Dicósimo Artículo Conflicto e indisciplina en la industria durante el proceso de Reorganizacion Nacional. 1976-1982 5° Congreso Nacional de Estudios del Trabajo Pre-Congreso FCH-UNICEN. Junio de 200 “CONFLICTO E INDISCIPLINA EN LA INDUSTRIA DURANTE EL PROCESO DE REORGANIZACION NACIONAL. 1976-1982” Mg. Daniel Dicósimo (IEHS Juan Carlos Grosso-UNICEN) En esta ponencia quiero presentar la línea de investigación que me encuentro desarrollando actualmente. La misma consiste en un estudio sobre la resistencia de los trabajadores de la industria del Gran Buenos Aires y el Interior de la provincia a su disciplinamiento por la dictadura militar de 1976 a 1983 y los empresarios del sector, entendiendo por disciplinamiento el intento de eliminar la organización sindical en las fábricas, imponer un corsé represivo al trabajo y abolir las conquistas laborales que había obtenido el movimiento sindical desde 1945. Por una cuestión de tiempo me limitaré a exponer algunas reflexiones sobre el estado del arte en torno al tema y los objetivos de la investigación que surgen de las mismas. 1. INTRODUCCION La Junta de Comandantes que se hizo cargo del poder, mediante un golpe de estado, el 24 de marzo de 1976, tenía como uno de sus propósitos fundamentales resolver lo que percibían como conflictos persistentes de la sociedad argentina. Uno de ellos, quizá el principal, eran las pujas sectoriales por la distribución del ingreso nacional entre las grandes corporaciones de empresarios y trabajadores; las cuales habían frustrado los planes de estabilización de la economía reiteradamente, generando recurrentes coyunturas de desorden político y social. 1 Para solucionar este problema fue implementada una política económica, que se proponía reorganizar el mercado de trabajo y disciplinar a la clase trabajadora. En función de la misma, se desencadenó lo que Ricardo Falcón ha llamado una “política estatal coactiva”, que se materializaría en una represión inédita contra el movimiento sindical, incluyendo detenciones, secuestros y desapariciones de dirigentes, delegados y activistas, así como la intervención de sindicatos y la Confederación General del Trabajo, y la implementación de una legislación anti-obrera. Esta se proponía fragmentar y controlar más estrechamente a los sindicatos, debilitando así la capacidad de presión y negociación que estos habían mantenido hasta 1976. 2 No obstante los terribles efectos que ello produjo, hay indicios de una temprana resistencia de los trabajadores (en particular de la industria) a la coacción gubernamental y a las iniciativas revanchistas de los empresarios. Desde 1976 se desarrollaron huelgas y otros tipos de conflictos en los lugares de trabajo, que han sido caracterizados por Falcón –luego de examinar 300 conflictos en los principales centros industriales- como una lucha molecular y defensivo, sin articulación a nivel nacional. 3 1 Luis A.Romero. Breve historia contemporánea de la Argentina. Fondo de Cultura Económica. 1994. Página 283 y siguientes. 2 Ricardo Falcón, “La resistencia obrera a la dictadura militar (una reescritura de un texto contemporáneo a los acontecimientos)” en Hugo Quiroga y César Tcach (comp) A veinte años del golpe. Con memoria democrática. Homo Sapiens Ediciones. 1996. Pág.134 3 R.Falcón, ob.cit.p.136. Recién en 1979, cuando la represión había amainado, un grupo de dirigentes sindicales lanzaron un paro general de protesta, que fue duramente reprimido por el gobierno. A pesar de ello, esos mismos sindicalistas reorganizaron la Confederación General del Trabajo en 1980, realizando otra huelga general y una marcha hasta la Iglesia de San Cayetano al año siguiente. A partir de entonces las huelgas y movilizaciones fueron más frecuentes, sólo interrumpidas temporalmente por la Guerra de Malvinas. 4 2. ESTADO DE LA CUESTION A diferencia del otro episodio de resistencia obrera contra la coacción gubernamental y la racionalización empresaria, que nutrió a la llamada “resistencia peronista” entre 1955 y 1959, 5 es poco lo que sabemos sobre este dramático período de la historia del movimiento obrero argentino. De los estudios que se refieren directa o indirectamente a los trabajadores durante el período 1976-83, y que provienen de diversas disciplinas de las ciencias sociales, sólo unos pocos han aportado las primeras piezas de un cuadro general que sigue incompleto. 4 L.A.Romero, ob.cit. ps.310-311; Arturo Fernández. Las prácticas sociales del sindicalismo (1976-82) . Ceal, 1984; Alvaro Abós. Las organizaciones sindicales y el poder militar (1976-83). Ceal, 1984; Pablo Pozzi. Oposición obrera a la dictadura. Contrapunto, 1988. 5 Como es sabido, las luchas del período conocido como la “resistencia peronista” fueron historiadas en forma innovadora por Daniel James, en su ya clásico Resistencia e integración. La clase trabajadora y el peronismo, 1955-73. Sudamericana, 1990. Puede verse también: Daniel Dicósimo. Más allá de la fábrica. Los trabajadores metalúrgicos, Tandil 1955-62. La Colmena-IEHS, 2000. Si bien los conflictos fabriles entre 1976 y 1982 merecieron una referencia en varios estudios realizados por sociólogos y politólogos, como Francisco Delich y Marcelo Cavarozzi, un análisis profundo de los mismos fue soslayado destacándose, en cambio, la inmovilidad y desmovilización de la clase obrera y sus sindicatos. 6 Esto puede interpretarse teniendo en cuenta que su interés por el sindicalismo no radicaba en su carácter de manifestación de la experiencia de los trabajadores en el lugar de trabajo, sino como un actor, un factor de poder, para entender la problemática de la inestabilidad política en Argentina. 7 Para la misma época que fueron publicados los estudios anteriores, la transición a la Democracia, se conocieron los trabajos de Arturo Fernández y Alvaro Abós que ya citamos. Nos interesa referirnos al primero, porque de los dos es el que más se preocupa por las prácticas sindicales fabriles. Descartando la tesis de la pasividad obrera, Fernández señaló que, ya en 1976, “el brusco deterioro de las condiciones salariales y de trabajo, provocó movilizaciones y conflictos puntuales, algunos casi espontáneos, los cuales desafiaron tempranamente y con un cierto grado de heroísmo el rigor de la represión...” 8 Estas prácticas “de las bases” se diferencian del comportamiento de los dirigentes sindicales, caracterizadas en este período –como en los anteriores a 1976- por disputas internas y negociaciones con los gobiernos militares, pero son complementarias y su coexistencia puede explicarse en virtud de la naturaleza paradójica del 6 Francisco Delich, “Después del diluvio, la clase obrera” en Alain Rouquié (comp) Argentina hoy, Siglo XXI, 1982; Marcelo Cavarozzi. Autoritarismo y democracia (1955-83) Ceal, 1984. 7 María Estela Spinelli, “La historia política del siglo xx en la Argentina. Tendencias e innovaciones a partir de 1980”, en Susana Bianchi y M.E.Spinelli (coord) Actores, ideas y proyectos políticos en la Argentina contemporánea. IEHS, 1997. 8 A.Fernández, ob.cit.p.90. sindicalismo: ser parte del sistema capitalista al mismo tiempo que representa intereses antagónicos al mismo. 9 Otros análisis sobre el mismo tema que quiero mencionar son los de Pablo Pozzi y el de Ricardo Falcón que ya he citado aquí. Tienen dos cosas en común, además de estudiar los conflictos obreros del período, que son el haber sido resultado de investigaciones desarrolladas fuera del país y contemporáneamente a los hechos, y el haber utilizado como fuentes publicaciones clandestinas o semiclandestinas provenientes de sectores sindicales o políticos de diversa extracción ideológica. En su libro, Pozzi partió del supuesto que la dictadura militar se había basado en “relaciones de poder”, es decir “una red variable de relaciones de fuerza que recorre la totalidad social” según Juan Villareal, para realizar su proyecto de eliminar la crisis orgánica del capitalismo argentino. 10 Los conflictos obreros, presentados por el autor como un proceso de acumulación de fuerza y de incubación de un proyecto de sociedad concreto, frustraron la conformación de esa “red de relaciones de fuerza” y determinaron el fracaso del proyecto militar. Es en este sentido que se comprendería la tesis de la resistencia como un “escollo” que hundió al “Proceso de Reorganización Nacional”. 11 A este análisis se le ha señalado que adolece de problemas de demostración, es decir que no surge claramente de su trabajo “ni que los obreros estuvieran manifestando 9 Ibídem, p.24. El análisis de Juan Villareal, reproducido por Pozzi, puede encontrarse en “Los hilos del poder” : Juan Villareal, Aníbal Jozami y Ernesto Villanueva. Crisis de la dictadura argentina, Siglo XXI, 1985. 11 P.Pozzi, ob.cit.p.23 10 con su accionar una oposición al proyecto político del régimen (militar), ni que las decisiones del mismo estuvieran determinadas por ese accionar obrero”. 12 Por caso, Pozzi afirma que un proyecto de sociedad, con aspectos colectivistas y de control sobre la producción, más cercano al socialismo que al peronismo estaba incubando en las prácticas y reivindicaciones obreras del período. Pero al no presentar ninguna prueba de ello, cabe preguntarse ¿no presupondría el autor que el avance en los métodos de lucha y la acumulación de fuerzas, según él características de la época, llevaría necesariamente a una formulación socialista de tal proyecto?. Es decir: el problema de su investigación radica en no haber accedido en profundidad a las percepciones de los trabajadores, para comprender qué cambios o continuidades significó la dictadura sobre su conciencia práctica o estructura de sentimientos.13 Por lo cual, su interpretación se basa más en supuestos –el de una clase en permanente avance político e ideológico- que en datos fiables. Por el contrario, Falcón estudió una muestra de 300 conflictos en los principales centros industriales, avanzando cautelosamente sobre las fuentes. Su propósito declarado consistió en cuantificar y calificar la resistencia, ponderar los grados y modos de vinculación entre sus protagonistas, considerar la actuación de los sindicatos y de nuevos actores, y determinar causas y modalidades de los conflictos. 14 12 María Cecilia Cangiano. “Pensando a los trabajadores: la historiografía obrera contemporánea argentina entre el dogmatismo y la innovación”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr.Emilio Ravignani”, Tercera Serie, nro.8, 1993. Pág. 130 13 Idem. 14 R.Falcón, ob.cit.p.124 Del trabajo surge una caracterización de las luchas obreras que tuvieron lugar entre 1976 y 1981: el cuadro de la resistencia que surge de la misma no parece un proceso de consolidación de la autonomía de la clase obrera, de acumulación de fuerzas ni de alumbramiento de un proyecto más radicalizado que el peronismo. Nada más lejano que la imagen construída por Pozzi: la resistencia fue, al parecer, un fenómeno dominantemente molecular y defensivo, que sólo por azar configuró una “virtual huelga general no declarada”, manifestando una gran capacidad de adaptación para defender lo que se consideraban las “conquistas históricas” del movimiento obrero. Según Falcón los protagonistas principales de los conflictos fueron los delegados “provisorios” o “representantes”, elegidos por voluntad de los trabajadores o bajo el estímulo de los interventores sindicales y/o de los empresarios. Estos últimos manifestaban así su preocupación y, en cierta medida temor, por el vacío dejado tras la destrucción de la estructura sindical vigente hasta 1976 y la posible “filtración” de otros activistas combativos a través del mismo. Sin embargo, el estudio deja pendiente de indagación, debido a las limitaciones de sus fuentes, algunas preguntas: ¿Cuál era la identidad político-sindical de esos delegados “provisorios”?. ¿Qué experiencia previa tenían en el activismo sindical?. ¿Cuánta era su antigüedad en el empleo?. La actitud de los empresarios hacia las comisiones internas y los delegados establecidos fue dura y revanchista, según este autor hasta septiembre de 1977. A partir de entonces fomentaron la elección de delegados “provisorios”, por el motivo ya señalado. No obstante, podríamos preguntarnos ¿en qué consistió la revancha empresaria?, ¿esta se limitó a desconocer la organización sindical durante los conflictos o incluyó el desmantelamiento de la misma, a través de diversas medidas como el despido?. ¿Cómo justificaron dichas actitudes?; ¿el frente empresarial se mantuvo unido detrás de estas actitudes o se dividió al calor de las contradicciones que la crisis económica generó entre algunos sectores industriales y el gobierno en 1981?. Si es cierto que intentaron “dirigir” las elecciones de delegados, favoreciendo a trabajadores que les fueran adictos o permeables a su influencia, ¿eso originó un conflicto con los interventores civiles de los sindicatos locales, otro de los supuestos pilares del régimen laboral autoritario, que –podemos suponer- tenía sus propios intereses en prolongar su poder sobre las fábricas?. Siguiendo a Falcón los sindicatos intervenidos participaron escasamente en los conflictos, debido a que estaban presididos por militares, no tenían injerencia sobre las negociaciones en las fábricas y se abstuvieron de manifestarse abiertamente. Sin embargo, parece probable que en muchos casos los interventores de sindicatos locales fueron civiles y, como afirma Judit Kohan en su estudio sobre el área metropolitana de Rosario, habían ocupado cargos de conducción en los mismos antes de 1976. 15 Por lo cual no debería extrañarnos que tuvieran vínculos estrechos con los actores del conflicto, siendo habilitados por ello para mediar en las negociaciones o, llegado el caso, estimular el conflicto. En un estudio que realizamos sobre las condiciones de trabajo y el conflicto laboral en una fundidora de hierro gris ubicada en Tandil, observamos que el interventor de la seccional local del sindicato metalúrgico –que la había presidido hasta el golpe de marzo de 1976- fomentó la rebeldía del personal contra la prolongación de la jornada 15 J.Kohan. “El sindicalismo en área metropolitana de Rosario. Intervención militar y normalización”, en J.Kohan y otros. Experiencias sindicales recientes. Argentina Brasil. Ed. Biblos-Fundación Simón Rodríguez. 1995. Pág. 25 laboral que intentara la empresa en enero de 1980. 16 En otras ocasiones asesoraban sobre las tácticas de lucha consideradas más adecuadas: por ejemplo, en 1978 el interventor al que ya aludimos desaconsejó a los operarios de una sección bajo régimen de insalubridad realizar un paro por tiempo indeterminado, cuando la empresa quizo revocar dicho régimen y extender su jornada laboral de seis a ocho horas, sugiriendo que seguir con el horario habitual sería una forma de resistencia que los favorecería en la consecuente disputa en el Ministerio de Trabajo. Lo cual nos lleva a pensar si los interventores fueron solamente “correas transmisoras” de las políticas coactivas del Ministerio de Trabajo, que los designaba en sus cargos, o si podríamos considerar que su asesoramiento sobre tácticas de lucha contribuyó, inesperadamente, a sostener la resistencia. Otro estudio que vale citar es el de Rafael Bitrán y Alejandro Schneider, sobre las prácticas sociales del movimiento obrero y sus organizaciones sindicales “frente a la política económica y social del Proceso”, en la zona norte del Gran Buenos Aires. 17 En la misma línea que Pozzi, se propone discutir la tesis acerca del “inmovilismo” de la clase obrera durante el período, sostenida por Francisco Delich y otros autores, planteando en ese sentido la hipótesis de que el papel activo y dinámico de la clase obrera impuso limitaciones concretas a la aplicación del proyecto social y económico de la dictadura. 18 16 D.Dicósimo. Los trabajadores metalúrgicos: condiciones de trabajo y conflicto en una empresa metalmecánica. Tandil, 1973-1983. Informe presentado al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. 1989. 17 Rafael Bitrán y Alejandro Schneider “Dinámica social y clase trabajadora durante la dictadura militar de 1976-1983. Estudio de la zona norte del Gran Buenos Aires en particular de las fábricas Del Carlo y Ford Motors"” en L.M. Rodríguez y otros. Nuevas tendencias en el sindicalismo: Argentina y Brasil. Ed.Biblos – Simón Rodríguez, 1992. 18 R.Bitrán y A.Schneider, ob.cit.pág.94 Sin embargo, tal proposición no aparece demostrada claramente en este trabajo, en buena medida por su carácter un tanto ambicioso. relevamiento de información fue dificultoso, que Los autores afirman, aunque el “muchos de los conflictos desarrollados entre 1976 y 1980 en la zona estudiada consiguieron aumentos salariales mayores a los ofrecidos por las empresas (y/o “permitidos” por el gobierno militar), obtuvieron el pago de quincenas adeudadas y que no empeoraran más las condiciones de trabajo” 19 ¿Pero esto prueba que el proyecto hegemónico fue limitado por las prácticas sindicales en las fábricas, como suponen Bitrán y Schneider, o más bien que los empresarios debieron ceder ante relaciones de fuerza que les eran desfavorables circunstancialmente?. Es en esta dirección que aportan ideas más sugerentes al investigador, en la medida que su “estudio de caso” puede profundizar algunas características del comportamiento obrero apenas esbozadas por trabajos más generales. Una de ellas es la suerte que corrieron las organizaciones sindicales tras el impacto de la represión. Falcón y Guillermo Almeyra, en un artículo también contemporáneo a los hechos, señalan que si bien las comisiones internas y los cuerpos de delegados fueron ilegalizados, debilitados e incluso eliminados por la acción conjunta del gobierno, el ejército y los empresarios, la actividad organizada no tardaba en resurgir , ya fuera en forma clandestina o informalmente tolerada. 20 19 Ob.cit.p.93 Guillermo Almeyra. “La clase obrera en la Argentina”, en Alberto Plá. La década trágica. Ocho ensayos sobre la crisis argentina en 1973-1983. Tierra del Fuego, 1984. Pág.32 20 Este fenómeno de “construcción-reconstrucción” o de “recomposición y regeneración” de la organización sindical”, como le caracterizan aquellos autores, es detallado por Bitrán y Schneider. Así, encontramos referencias a las asambleas que servían para discutir los problemas laborales más acuciantes y planificar las futuras acciones, y que no tenían el carácter público, multitudinario y soberano anterior a 1976, sino otro clandestino, periférico y precario. Y a las reuniones “sociales”, como partidos de fútbol, picnics, asados y peñas, que permitían mantener la solidaridad en el colectivo obrero y organizar la resistencia dentro de las fábricas, sirviendo como alternativa a las asambleas. Otra de las características que profundizan o completan Bitrán y Schneider, tiene que ver con las formas nuevas y originales de la acción sindical, surgidas como una “adaptación” al marco represivo de las relaciones laborales en las fábricas. Falcón ya había advertido que una de las más destacadas fue la elección de delegados “provisorios” o “representantes”, sin el consentimiento inicial de los empresarios, para representar al colectivo durante las negociaciones o coordinar las “medidas de fuerza” cuando aquéllas fracasaban. Originados inicialmente por voluntad de los trabajadores, su presencia también fue alentada por empresarios, militares y funcionarios del Ministerio de Trabajo, quienes pretendían anticiparse a una “reaparición” de activistas combativos. 21 En el texto de referencia se menciona, además, una serie de acciones nuevas y originales como el “trabajo a tristeza”, la “huelga de la sopa”, “aplaudidas” y otras. Las cuales tenían, pese a su diversidad, algunas características comunes: corta duración, extensión limitada, permanencia en los lugares de trabajo y desarrollo intermitente. 21 R.Falcón, ob.cit.ps.130-131 Si bien en esta investigación reconstruiré las nuevas formas de lucha que surgieron en esos años, me pregunto qué importancia tuvieron las tácticas tradicionales, es decir las que estaban vigentes cuando ocurrió el golpe de estado, en la resistencia. Su combinación podría acaso sugerir la supervivencia, junto a la creatividad, de una conciencia sindical que sirvió de soporte a las nuevas luchas. 22 ¿Se podría entender mejor el papel de los interventores que habían sido dirigentes o activistas desde esta perspectiva, es decir como transmisores de una conciencia sindical en la que habían sido formados a su vez? Asimismo, en el estudio de Bitrán y Schneider se mencionan formas de resistencia individual, que surgieron cuando la represión y los despidos debilitaron o eliminaron la organización sindical. Por caso, como reacción a un paro de cinco días en la planta de Ford Motors de General Pacheco, en septiembre de 1976, la empresa y el ejército arrasaron con la comisión interna y el cuerpo de delegados. En los días sucesivos al reinicio de la actividad se registraron acciones individuales, como resistencia a inspecciones de bolsos, negativa a realizar horas extras, lanzamiento de bulones y tornillos a los militares que registraban a los operarios, y diversos tipos de sabotajes. 23 No obstante, si el marco represivo y la necesidad de construir-reconstruir la organización sindical ininterrumpidamente dificultaron la acción colectiva en las fábricas, llama la atención que las referencias a la resistencia individual, legítimamente 22 La conciencia sindical se constituirá, como afirma Mónica Gordillo, “a partir de una determinada práctica, a partir de percibir la relación laboral a través del sindicato con lo que esto implica como disciplina y acatamiento pero, a la vez, como refuerzo de la combatividad para conseguir las reivindicaciones que dependerá, también, del nivel de expectativas”. M.Gordillo, “Los sindicatos mecánicos de Córdoba en los ’60: el ámbito del trabajo y la dimensión cultural”, en Nuevas tendencias en el sindicalismo: Argentina-Brasil. Ed.Biblos-Fundación Simón Rodríguez. 1992. Pág. 140 considerada su alternativa, sean tan breves y aún así una de las pocas en la literatura que pude consultar. Sobre la cuestión de la resistencia individual se me ocurren algunos interrogantes: ¿cómo identificar su lógica interna? y ¿cuál es su significado en el fenómeno general de la resistencia?. Las acciones individuales que describen Bitrán y Schneider tienen su símil en los actos de indisciplina que aparecen con frecuencia en los expedientes de la Justicia Laboral, que registran demandas de obreros contra las empresas de donde los han despedido o suspendido. Consulté dichos expedientes para una investigación anterior, sobre las condiciones de trabajo y el conflicto en una empresa metalmecánica. En lugar de tirar bulones a los militares elegían como blanco a los supervisores, a quienes también insultaban e incluso desafiaban a pelear, interrumpiendo así la producción. ¿Estos actos de indisciplina pueden interpretarse como acciones de resistencia?. En las ramas que pertenecen al complejo metalmecánico, como automotores, astilleros, motores y otras, la caída de la producción que se registra durante el período 1976-1984 habría sido compensada por un incremento de la productividad. 24 La misma no resultó de la introducción de nueva tecnología sino de una intensificación del trabajo, en el marco de la ausencia o la debilidad de los sindicatos en las fábricas. Si a esto se suma que en la industria manufacturera los salarios se recuperaron más lentamente que en otros sectores, después de la caída del salario real del 32 % en 1976, podría 23 R.Bitrán y A.Schneider, ob.cit.p.104 Luis Beccaria y Gabriel Yoguel. “Apuntes sobre la evolución del empleo industrial en el período 1973-1984”, en Desarrollo Económico, v.27 n°108, 1988. Pág.600 24 interpretarse que dichas acciones expresaban el descontento ante la mayor cantidad de trabajo sin incentivos salariales. Pero también se puede pensar que tales acciones individuales fueron una forma que los obreros adoptaron de provocar su propio despido. Esto último aparece como una estrategia individual para incrementar las remuneraciones, en un contexto favorable por la estabilidad de la demanda en el mercado laboral –que redujo el tiempo esperado de búsqueda de un nuevo empleo- y por la posibilidad de seguir percibiendo un mes de remuneración por cada año de antigüedad –debido a la vigencia del antiguo régimen de despido, contexto que se mantuvo durante el período 1976-81. 25 No obstante, las acciones individuales a que nos referimos sugieren una idea estimulante: en lugar de trabajadores paralizados por un corsé represivo la mayor parte del tiempo, del cual sólo pueden zafar con acciones colectivas, podríamos encontrar que éstos se manifestaron, ya sea a través de la indisciplina y/o de su capacidad para aprovechar rápidamente las oportunidades que el mercado laboral les presentaba, mucho más activos de lo que suponíamos. 3. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACION Teniendo en cuenta que las lecturas sobre este tema tienen la virtud de generarnos tanto certezas como interrogantes, me propongo resumir aquí algunos de ellos como una forma de definir los objetivos de la investigación. Esta tiene como propósito general estudiar la resistencia de los trabajadores industriales del Gran Buenos Aires y el interior de la provincia a su disciplinamiento, que la dictadura militar y los empresarios del sector industrial trataron de implementar a través de la eliminación de los organismos sindicales de las fábricas, la imposición de un marco represivo en las mismas y la abolición de las conquistas laborales obtenidas por el movimiento sindical desde 1945. Asimismo quiero responder a preguntas más específicas como las siguientes: ¿Cuáles fueron las políticas y las prácticas disciplinadoras que se aplicaron en los lugares de trabajo?; ¿cuál fue su resultado?. ¿Qué entendemos por resistencia obrera al disciplinamiento laboral?; ¿qué acciones podemos incluir en ese concepto más allá de las más visibles, como huelgas, quites de colaboración, etc.?; ¿se puede suponer que existió un clima de indisciplina, aunque fuera esporádico y localizado, a causa de pequeñas acciones individuales y de pequeños grupos?. ¿La base de la resistencia se redujo al colectivo obrero en su lugar de trabajo o encontró soportes en redes sociales externas al mismo? 25 Héctor Dieguez y Pablo Gerchunoff. “La dinámica del mercado laboral urbano en la Argentina, 1976-1981”, en Desarrollo Económico, vol.24, nº 93, 1984. Págs. 13-14