Diario íntimo de un poeta

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Cuadernos de la estancia en Neila
1921-1927
Diario íntimo
de un p oeta
Pedro Adolfo Rubio
Diario íntimo de un poeta
Prólogo
Hace unos años cayó en mis manos una copia de estos siete u ocho
cuadernos que D. Pedro Adolfo Rubio fue escribiendo durante su estancia
en Neila. El acto de entrega de estos cuadernos no fue en un acto de
confesión propiamente dicho, pero se le parecía mucho. Obviamente yo
no soy sacerdote, ni tampoco conozco el deseo exacto de quien quiso
hacer entrega de esa copia. Pero desde ese preciso instante, dejaron de
pertenecer al ámbito privado y empezaron a desparramarse entre los
familiares, allegados, y por último entre los descendientes de Neila.
Probablemente estaremos violentando la idea del escritor, que escribía, y
en más de una ocasión lo manifiesta así en estos cuadernos, para sus hijos.
D. Pedro Adolfo Rubio era boticario, pero en su ser más íntimo se sentía
escritor. De hecho en su primera juventud, con 22 años, ya fue director
del periódico de Ciudad Real, EL LABRIEGO, en el que colaboraba.1
Nace el 10 de septiembre de 1880. De su infancia no conocemos más que
pronto quedó huérfano de padres. Y, entre lo que podemos desentrañar de
estos sus diarios, la herencia familiar, de la que debía ser albacea su
hermana, le fue restringida por algún affaire del juego. Y así, medio
desterrado o desterrado del todo, después de pasar por Valencia con más
pena que gloria, acabó en Neila un 24 de julio de 1921, a la edad de 40
años.
En Neila pasa siete años ejerciendo de boticario. El panorama que se
encuentra es desolador. Él, que es una apersona culta, cultivada, sensible
1
Al final de estos cuadernos se incluye una copia del periódico Don Quijote de la
Mancha de 20 de agosto de 1902 que informa de la visita de D. Adolfo Rubio hace a la
redacción.
La siguiente copia es de la edición de 5 de noviembre de 1902, que da cuenta de que D.
Adolfo Rubio ha sido nombrado director de EL LABRIEGO.
Por último incluyo una copia completa del periódico EL LABRIEGO de 12 de
septiembre de 1915, cuando ya D. Adolfo Rubio no es director del mismo.
1
Pedro Adolfo Rubio
como un poeta, se ve encerrado en un pueblo miserable, como miserables
debían ser todos los pueblos de España, en el que no había ni carretera, y
sí muchas moscas y piojos.
Apenas describe su actividad en Neila. Se intuye más que se conoce, que
vive cómodamente como integrante de lo que el mismo denomina
señorío, aunque la vida le parece cara y mísera.
No entra en detalles, pero su llegada a Neila parece más propia de la
conquista del oeste: un viaje épico y agotador. Desprecia íntimamente a
los caciques del pueblo, al maestro, al médico, al cura… A algún cura lo
llega a acusar hasta de ser un ladrón sacrílego, (también de visitar
enfermas jóvenes para ponerles el termómetro…). Probablemente todo
ello no sea más que un reflejo de su propia desazón por su situación
personal, que el encuentra fuera de lugar, por su condición de perdedor o
simplemente porque apenas encontraba otro estímulo intelectual que el de
sus tan queridos periódicos, de los cuales el se siente columnista y
colaborador.
Esa inquietud le lleva al mundo de la política, no sabemos en qué grado
de implicación, de la mano del dictador Primo de Rivera. Entre sus
lecturas, parece que le deja huella Gabriele D'Annunzio, precursor del
fascismo italiano.
Con él llega la carretera de Quintanar a Neila. Y como hecho dramático,
describe la "misteriosa desaparición" del cartero hacia 1919-1920, lo que
dejó una notable impronta en todos los vecinos.
Permanece en Neila hasta finales de julio de 1927. Lo último que
sabemos de el es que se situó en Baracaldo y sus descendientes son
sevillanos.
Espero que estos cuadernos que aquí os traigo, os hagan pasar un rato
agradable. Como retrato de la época y de una sociedad rural tan deprimida
creo que son deliciosos, teniendo la disposición necesaria para leerlos
desde la distancia. Desde luego no se trata de Pío Baroja, al que desde
aquí también quiero recordar que cita a Neila en algunos de los pasajes de
2
Diario íntimo de un poeta
"Memorias de un hombre de acción - El escuadrón del brigante" 2, pero sin
embargo nos encontramos con una persona sensible, y cuya redacción es
más que notable.
¡Que los disfrutéis!
Pedro Antonio Fernández de la Cuesta
Córdoba, 10 de mayo de 2010
2
PÍO BAROJA. MEMORIAS DE UN HOMBRE DE ACCIÓN - EL ESCUADRÓN
DEL BRIGANTE.
EL EMBUDO DE NEILA
Neila es un poblado pequeño, miserable, hundido en un barranco en forma de embudo:
se halla en la sierra, hacia un punto donde hay una laguna, de la cual sale el río Najerilla.
Neila está tan escondido, que en el mismo borde del embudo donde se encuentra, no hay
nadie que, aun sabiendo que allí hay un pueblo, sea capaz de dar con él No se ve camino
—al menos no se veía entonces por ningún lado—, y sólo deslizándose por un pedregal
se encontraba al poco rato el comienzo de una estrecha senda que bordeaba las paredes
del embudo y conducía á Neila.
El pueblo ocuparía, con sus campos, un espacio como la plaza Mayor, de Madrid.
En los días nublados de invierno, como la luz apenas llegaba á las casas, á todas horas
ardían grandes hachas de viento, formadas por fibras de pino. Allí abajo, en los
interiores, las paredes, los muebles, todo estaba barnizado por el hollín negro y brillante
que dejaba la tea resinosa.
En período de paz, la gente de Neila se dedicaba en aquella época á la corta de pinos
para las serrerías mecánicas de las inmediaciones. Durante la guerra, los neilenses vivían
con gran miseria.
Merino, Cuando se refugió en Neila, hizo que los leñadores formasen una guardia de
centinelas por si aparecían los franceses, y mandó, además, arreglar una estrada en lo
más agrio de la sierra, por la cual pudieran escaparse él y sus hombres.
(…)
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Pedro Adolfo Rubio
4
Diario íntimo de un poeta
1921
Dios, que ve mi intención, acaso me conceda pronto la mayor, la única
alegría: pagar a todo el mundo hasta la última perra, y asegurar a mis
hijos el porvenir.
Entonces si que bailaremos en familia, la jota, y aún el tango.
Me parece a veces que nunca va a llegar. Por fortuna mi cerebro es fuerte
y claro como nunca.
25 de julio de 1921
Mi viaje a Valencia fracasó completamente. Los valencianos son terribles.
Pasé en Valencia los 6 días más tristes, en una labor antipática y estéril.
¡Bah!
Ayer a las 7 de la tarde, llegamos a Neila, de farmacéutico.
Tuve que aceptar este partido. No había mas remedio. Mi hermana,
creyéndome un jugador y mujeriego empedernido, ¡Dios Santo, yo, que
mis dos mayores ideales son el trabajo, el verdadero trabajo, y el amor, el
verdadero amor!, no ha querido hacer mas sacrificio que anticiparnos 500
pesetas, para alejarnos.
Dios no tomará en cuenta su incomprensión de mí. Pues no la creo dura
de corazón.
En fin, ya estamos en Neila, puerquísimo y pintoresco pueblo burgalés, al
cabo de un viaje molesto, costoso, interminable.
De Madrid a Burgos, es decir; desde Pozuelo, 13 horas de tren. De
Burgos a Salas, 3 horas de autobús, embanastados como sardinas. De
Salas a Quintanar, 4 horas de diligencia, mejor embanastados aún, por
una carretera polvorienta y... castellana. Y, finalmente de Quintanar a
Neila 4 horas cabalgando en caballos, por un camino pedregoso, de sierra,
bordeado de pinos.
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Pedro Adolfo Rubio
Pero, al fin, llegamos. Un poco desmejorados Felisa y el niño, pero
llegamos.
El pueblo es feo como un demonio y sucio como un cerdo.
Vecinos, vacas, gallinas, pulgas, piojos, cabras, cochinos, ratas y moscas
conviven en la más armónica de las fraternidades.
Las moscas, sobre todo, merecen un párrafo aparte. En mi vida vi tantas
juntas, ni tan pegajosas, constituyen ejércitos invencibles.
El médico, (o el que pasa por tal), me asegura que los piojos son más
numerosos aún. No me atrevo a dudarlo.
Por otra parte, el paisaje es bonito, rodeados por completo de montañas,
aislados del mundo, en plena naturaleza salvaje.
La vida es cara y mísera. De nada hay y lo que se encuentra lo hacen
pagar al señorío: nosotros, porque en nosotros empieza y acaba el señorío
de este pueblo.
27 de julio de 1921.
Ayer pagamos 4 pesetas por dos gatitos, 0,80 por un litro de lejía, 5,50
por un cubo y 0,60 porque el cartero le pusiese lacre (que no era preciso)
a una carta que certificó en Quintanar.
Y, así, por ese estilo.
He hecho contrato con el Ayuntamiento por un año, con el haber de 4500
pesetas, y he tomado posesión de la botica, que no vale la mitad de 3500
que me iban a cargar en cuenta, ya que dinero para comprarla, no
tenemos.
Veremos como llegamos a un justo acuerdo. Entre tanto dispongámonos a
conservar y mejorar nuestra salud, y a rehacernos económicamente un
poco.
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Diario íntimo de un poeta
Si al cabo de dos o tres años conseguimos volver Madrid con unas
pesetas, con salud y con paz, por bien sufridas daremos estas molestias,
que no son pocas.
Dios sabe el sacrificio que acabo de hacer por los míos, y no me
abandonará.
Cúmplase, siempre, la voluntad de Dios.
Voy a trabajar, escribiré y leeré cuanto pueda, atenderé la farmacia y veré
si hago dos o tres específicos explotables.
Preparar, en fin, armas para luchar en la vida.
25 de agosto de 1921.
Un mes estamos ya en Neila. No se ha hecho tan insoportable como
temía, y aunque esta vida aldeana, entre esta gente inculta, me hace sufrir.
En fin, todos estamos buenos; mis tres hijos y mi esposa viven contentos,
tenemos qué comer, y en el pueblo nos consideran como señores, esto
hace más tolerable el destierro.
No he escrito casi nada. Unas cuantas cuartillas. Nada. Cierto que el
primer mes he pasado en la exploración y conocimiento de estas
costumbres y estas benditas almas de Dios.
¡Oh! ¡La vida primitiva y las costumbres patriarcales! ¿Dónde y cuando
habéis huido? En el Burgos mas-pequeño e insignificante no se ve otra
cosa que mezquindad y doblez. Ni inocencia, ni pureza, ni nada de lo que
a un artista podría agradar.
Si la paciencia es una virtud, procuraré ejercitarme en ella.
He leído a Gil Blas de Santillana, que me ha entretenido, sin parecerme,
sin embargo una obra perfecta. Empieza a sentirse frío. Se presiente un
invierno cruel. Nos aprovisionaremos lo posible de ropa y de leña y
dejaremos venir y pasar las nieves.
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Pedro Adolfo Rubio
1 de septiembre de 1921.
En uno de los calurosos días de julio, salió D. Quijote por la puerta falsa
del corral, decidido a enderezar todos los tuertos que presenciase y a
vencer a todos los gigantes que se interpusiesen.
En un calurosísimo día de julio salí yo también de la Villa y Corte de
Madrid, dispuesto a enderezar mi tronchada vida, y a reparar mis pasados
errores y a conquistar la fortuna y el sosiego, a que debe aspirar cualquier
hombre honrado. Y capaz.
Llevaba consigo, D. Quijote, a su escudero Sancho, y conmigo yo llevaba
a mi esposa, y a mis tres hijos, pequeñuelos aún.
Había de luchar, D. Quijote, con todos los hacedores de agravios y me
veía yo forzado a pelear la, hasta dicho día, adversa suerte.
Sin que nadie lo viese, salió el de su patria chica y de su casa propia, y
aún, sin ser visto de nadie, fui yo de mi patria chica adoptivo y de la casa
de mi hospitalaria hermana, pues a la sazón, no contaba yo, no ya con
casa propia, ni aún alquilada, sino ni siquiera, con un humilde ajuar, ya
que el tan modesto que siempre había poseído (a medias con mis
embargadores) acababa de desbaratarlo: malvendiéndolo a un prendero
vil.
El desventurado hidalgo, manchego como yo hasta la misma médula del
hueso, lanzóse a la batalla, medio loco, medio cuerdo, a causa ce la
mucha lectura de libros de caballería, y de igual manera, medio cuerdo,
medio loco, emprendí yo la nueva ruta, si bien mi estado de semilucidez
era debido a cosas, personas y acontecimientos menos imaginativos, y
mas palpablemente reales que los de él.
Pero por encima de las diferencias anotadas, y de las por anotar, una
profunda semejanza nos une: la que se funda en la fe, en la eterna y
definitiva justicia y en el triunfo final de la verdad y el amor.
15 de septiembre de 1921.
Pasado mañana, Dios mediante, confirmaremos a los tres niños.
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Diario íntimo de un poeta
No estoy iniciado en la institución y en la historia de este sacramento, y
esto me sonroja un poco, pero soy por tradición familiar y por raza
católico y no he de rehuir la práctica de un acto religioso.
Cierto es que esta falta de instrucción religiosa es pecado, de que
adolecen todos los españoles, y aún los mas cultos y creyentes, aún los
que, por su alto ministerio eclesiástico, están más obligados a ello. (Claro
es que habrá honrosas excepciones, como en todo).
Pero, en fin, en vez de desalentarme por vivir esta desorientación y
desbarajuste, que en todo se observa hoy en nuestra España, me aplicaré,
con mas fervor, a la investigación ya la lectura, con el fin de ver si
consigo ser de los menos ignorantes de mi época, de esta tragicómica
edad, no de oro, del billete del banco y de la estúpida bacanal.
Época sin fe, sin arte, sin vergüenza, donde la gente no duerme ni sueña,
ni trabaja, pues un sueño es, bestial letargo en unos y pesadillas
atormentadoras en otro; sus ensueños se cifran ella ociosidad viciosa y
rapaz, y su trabajo, lo que llaman trabajo. ¡Santo Dios!, ¡para qué escribir
de esto!, ¿Cuántos, trabajadores actuales, manuales o intelectuales, no
hacen mas que perder el tiempo, manoteando en las tinieblas y
prosiguiendo la rutinaria labor de sus antecesores?
Vaya intentar, si no aquí, en este pueblo, cuando nos traslademos a
Madrid (o a cualquiera otra gran ciudad) leer todo lo que tengo en
proyecto.
1 de octubre de 1921.
Adolfito ha entrado en la convalecencia y en mi alma, parece que entra,
de nuevo, la serenidad.
Sin gran pena ni gran gloria, vuelven pues, a deslizarse las horas, lo días,
en este apartado lugarejo castellano.
Veremos si puedo trabajar mucho tiempo tranquilo, y si, aunque algo
tarde puedo dar principio y cima a mi obra literaria, todavía en proyecto.
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Pedro Adolfo Rubio
4 de octubre de 1921.
Pocos escritores habrán tenido que sostener, durante su vida, una lucha
tan permanente y enconada cuan la mía, con el espíritu de las tinieblas y
de la destrucción.
Desde mi adolescencia, en efecto, casi desde mi niñez yo he poseído la
certidumbre de mi misión civilizadora y literaria en el mundo. Pero
siempre, que he empezado con fe la tarea, no bien escritas las primeras
cuartillas (y aún muchas veces, los primeros renglones), siempre ha
surgido el bárbaro acontecimiento inesperado, que me desviaba el
camino. Un disgusto, una maldad ajena, la enfermedad de la esposa, de
una hermana, de un hijo...
Así, a veces, me he sumido en la ociosidad y en las tinieblas, años, pues
estos dolorosos acontecimientos rara vez han sido breves, como si el
espíritu de la negación, que lucha conmigo, tuviera miedo de soltarme en
seguida, cuando logra apresarme.
Es el valor de los malvados, de los cobardes: cuando por casualidad,
agarran una víctima, no soltarla voluntariamente, sino cuando la propia
víctima consigue asestarle en mitad de los sesos, un golpe mortal.
9 de noviembre de 1921.
Poco he cambiado y poco ha cambiado el mundo ante mis ojos.
Nieva. Prematuramente en el invierno de este villorrio. Hace un frío
desolador.
Adolfito, sigue convaleciendo. Felisita, también se restablece de una
enfermedad más leve.
¿Qué nos guardará el invierno? ¿Qué nos reserva la vida?, ¿Qué tendrá
reservado para nosotros la muerte? Dios, sobre todo.
Vertiginosamente pasamos por este mundo, y sería la mas espantosa
burla, perdernos, desaparecer...
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Diario íntimo de un poeta
Así pues, todos los sacrificios que hagamos serán paces, si hemos de
merecer la vida eterna.
Aspiremos, mientras, a una vida tranquila y a una muerte sin inquietud.
Trabajemos en paz, sin impaciencia loca, aunque sin estúpida
haraganería. Procuremos vivir cuerdamente.
1 de diciembre de 1921.
Mis hijos ya están restablecidos, casi por completo. Otra vez aturden la
casa con sus travesuras, con sus risas, con sus lloriqueos y sus infantiles
testarudeces. De nuevo el encanto y el placer de contemplarlos sanos y
dichosos, florecen en mi corazón.
Nuevamente encuentro el objeto de mi vida, que es hacerlos felices,
ahorrarles pesadumbres y dolores.
Los tres son fuertes, nerviosos, imaginativos. Tienen energía, dureza y
elasticidad en sus cuerpos. Salud, en fin.
Felisita, será una verdadera mujer. Agraciada y bonita, sin ser hermosa,
va descubriendo tesoros de bondad y ternura. A los siete años, tiene ya
amor al trabajo, es hacendosa, y siente el estimulo de aprender. Espero
que será muy buena hija.
Los niños prometen ser dos buenos ejemplares masculinos. Moreno
Adolfito, y rubio Tomasito, los dos son proporcionados, guapos e
inteligentes.
Tomasito, antes de cumplir los dos años, ya revela viveza y una
comprensión extraordinaria. Todo lo entiende, y todo lo quiere contestar
con su ininteligible chapurreo. Ensarta, graciosos soliloquios, canta y
empieza a pronunciar muchas palabras, y es alegre y travieso y
dominador.
Adolfito, ha cumplido ya 6 años, el 22 de septiembre, y acaba de
manifestar un hermosísimo talento, que desde que nació, yo he
presentido. En efecto, sin haber ido todavía a la escuela, ni haber recibido
de mí, nada más que alguna lección, para conocer las letras, ha salido, de
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Pedro Adolfo Rubio
improviso, leyendo en el libro de su hermana. Lee despacio, pero con una
facilidad y una seguridad realmente asombrosa.
Viéndolo, asistiendo yo, con el corazón deshecho en lágrimas, a esta
súbita revelación de su inteligencia, me he sentido lleno de esperanza y de
temor.
Su destino puede ser glorioso, y también su vida, como la mía, estar
circundada de peligros y penas.
En fin, no turbemos con recuerdos desagradables, ni con presentimientos
desapacibles, mi ventura presente.
Hoy, soy joven todavía, conservo en toda su plenitud mis facultades
físicas, intelectuales y morales. No se han cerrado, para mí, les puertas del
futuro. Ningún remordimiento intolerable, remuerde mi conciencia.
Gracias a Dios, mis hijos, no ha heredado de mi ninguna de esas lacras
que tantos desventurados transmiten a su descendencia. Ningún vicio me
domina. Aborrezco el tabaco, el juego y el vino. Quiero a mi esposa y soy
querido por ella. En mi hogar, hay lo necesario para la vida. Vivimos en
paz, y en el temor y amor de Dios. Hasta un Ángel, Tomasito nos
estremece de puro goce, con sus miradas rientes y su gritería regocijada.
Esto es, casi, la felicidad. Sin embargo...
Vivimos en un villorrio sucio y mísero, donde, absolutamente, no tengo
con quien hablar. Hasta las personas más selectas, el cura, y el maestro de
escuela, cometen, hablando graves crímenes gramaticales. Destrozan las
palabras, las oraciones y las frases. No siendo esto lo peor, sino que,
también, se muerden y destrozan unos a otros con sus odios, sus envidias,
sus rencores.
Soñamos con volver a Madrid, a hacer la vida plácida e independiente,
que en las grandes ciudades, es posible.
Me inquieta el porvenir de mis hijos, y la contingencia de que yo muera
sin creer/os a cubierto de la miseria, de la desgracia.
Pero hoy debo estar tranquilo y trabajar.
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Diario íntimo de un poeta
2 de diciembre de 1921.
Por segunda vez, en este otoño, encuentro, al despertar, nevado el campo.
La nieve, como el mar, es un espectáculo, siempre nuevo y siempre
hermoso.
No se cansa la mirada de hundirse en la monótona blancura de la nieve,
así como jamás nos cansamos de contemplar el verdoso azulado que
ofrece el mar.
Tengo ante ni las casuchas nevadas del pueblo. Más allá, las montañas
blanquecinas, veladas por la niebla sutil. El paisaje de la Navidad.
Junto a la camilla, el calor del brasero, rodeado de mis hijitos, leyendo o
escribiendo, no se está mal.
3 de diciembre de 1921.
Continúa mi estado voluptuoso. Sigue nevada la campiña. Mi esposa nos
ha preparado un gran brasero y un buen almuerzo, que devoramos con
excelente apetito y sena alegría.
Bostezo satisfecho. En este instante no deseo nada, sino que nos dure
mucho el bienestar. ¡Con qué fruición saboreo esta calma, después de la
azarosa existencia en Madrid!
Y, sin embargo esta paz es el estacionamiento, la paralización, la muerte.
Es preciso avanzar en fortuna, en bondad, en diligencia, y preparar a los
hijos, la senda florida del porvenir.
5 de diciembre de 1921.
Hoy ha vuelto a sonreírnos el sol. Nada hay que reanime tanto (ni las
palabras más amistosas, ni la lectura más profunda) como sentir de plano,
en la faz y en pleno pecho, la amante caricia del sol de otoño. Tomándolo,
al abrigo del viento, nos pasaríamos las horas muertas, la vida.
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Pedro Adolfo Rubio
¡Cuán lejanos, y próximos a un tiempo mismo, aquellos días de la
adolescencia, cuando solos, o en la buena compañía de algún
condiscípulo, nos tumbábamos, boca arriba, al sol, allá, en algún
montículo de la llanura natal, anticipándonos, nosotros mismos, las
pascuales vacaciones del instituto!
Entonces, al amor del calorcillo solar, todo eran dulces dejadeces,
nostalgias imprecisas, vagos sueños...
Esta mañana, sentado en el rústico banco de madera, junto a mi puerta,
bajo el mismo sol de siempre, todo eran ya realidades bien precisas,
recuerdos luminosos y esperanzas bien concretas.
Entonces, mi vida, ante mí, carecía de objeto. Todo era nebuloso.
Ahora, el sol inspira multitud de pensamientos expresables, y me señala,
con toda claridad, los caminos hacia la muerte, y la línea recta,
inconfundible, de mi misión.
Tomar el sol, querer apasionadamente a mis hijos, pensar en la muerte.
Eso es digno.
8 de diciembre de 1921.
¡Divino cielo español! Hoy, casi en pleno invierno, ni una nube empaña
su azul, ni una ráfaga enturbia la serena diafanidad del aire. Calienta el
sol, penetrándonos hasta los huesos, como en un amodorrante día de
mayo.
Alegrémonos por esto, de haber nacido en España. En la misma sierra de
Burgos, con la nieve a la vista, en todas las montañas circundantes,
podemos, aún, sentarnos en un banco de piedra, bajo la caricia cálida del
sol, adormecernos, inmovilizarnos, soñar con el paraíso terrenal y con la
gloria celeste.
¡Oh, Dios mío!, aunque por otra cosa no fuera, por estas imprevistas
tibiezas invernales, habría que colmarte de bendiciones y reverenciarte
con humildad.
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Diario íntimo de un poeta
9 de diciembre de 1921.
Uno de mis mayores disgustos, es vivir en una sociedad anticristiana.
Este anticristianismo inconsciente de un pueblo que confiesa y oye misa,
es una de las cosas, más trágicas, más chocantes, que pueden verse en el
mundo.
Aquí, todo es egoísmo, envidia, falta de sentimiento y de entendimiento.
A mi, me encantaría ver jugar a mis hijos con otros niños; hacer y recibir
visitas, vivir, noble y fraternalmente, y estrechar, con amor, la mano de
todo el mundo, me obligan a ser reservado, y a confinarme y a aislar a mis
hijos, como si fuésemos apestados criminales.
¿Cuándo y de donde surgirán los hombres sinceramente religiosos, puros
y fuertes, capaces para la gobernación del estado? En lo particular y en lo
general, en el individuo y en la familia, como en la sociedad; en todo el
mundo, se ve una casi absoluta falta de ideales. Todos los hombre, todos
les países, parecen, ahora víctimas de la obsesión de ser ricos, de ser
invencibles, de subirse sobre los hombros de los demás. El humilde es
atropellado, y el prudente, es acometido. Se encumbran, las medianías,
mientras que el verdadero mérito, es empujado montaña, abajo, hasta
verlo tendido y desfallecerse. Triunfan los ricos y los osados, no se
aprecia la virtud, la honradez, la dignidad.
Pero estos desbarajustes universales, no pueden ser eternos, ni siquiera,
largos.
Por lo pronto, procuremos ponernos en paz a nosotros mismos para poder
pacificar a los demás, según dice Kempis, pues este es el fundamental
error de estas sociedades actuales. Cada miserable quiere sobreponernos
al vecino, tan miserable, a lo sumo, como él.
Por encima de todos los "ismos", hoy en pugna, está y estuvo, siempre, el
individuo bien interpretado. Cultivar, cada uno, su propio huerto, sin
entorpecer la tarea del amigo; respetarse, absoluta y mutuamente; realizar
cada uno, conforme a su energía, la obra más grande y bella posible, eso,
y no otra cosa, debe ser.
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Pedro Adolfo Rubio
15 de diciembre de 1921.
En la aturdidora brevedad de esta mortal existencia, la dicha, si alguna
que otra vez se alcanza, nunca se detiene mucho tiempo al lado nuestro.
La felicidad no hace caso de nuestro hospitalario sentimiento para ella, y,
aún no bien se ha guarecido bajo nuestro techo una noche y apenas nos ha
acompañado la hora solemne de la familiar comida, cuando huye,
dejándonos, otra vez, tristes y pensativos.
Heme aquí, otra vez, rodeado de mi esposa y mis tres hijos. Todos
estamos sanos y contentos. He desayunado, una sabrosa sopa de ajos, con
huevos fritos, una tajada de lomo y chorizo fritos. Al calor de un buen
brasero, escribo sin apremio, sin prisa, gozando de la delicia de una
excelente digestión.
Es uno de esos momentos que no importaría eternizar. En efecto, vivir así
un año, otros muchos, eternamente, sería muy agradable.
Pero siempre se desea algo. Siempre, una cosa nos falta. A mí, aún, en
esta hora feliz, me gustaría más estar en Madrid que en este pueblo, y
disfrutar de una posición más independiente y desahogada, todavía.
No, en verdad, por mí.
18 de diciembre de 1921.
Tomasito estuvo ayer algo febril y resfriado, tal vez a causa de la
dentición. Hoy ha despertado contento y con su apetito habitual.
Por lo pronto, las dos noches pasadas, he dormido mal, sobresaltado.
Criar, educar a los hijos, esta sí que es su obra difícil e importante. Y
penosa.
22 de diciembre de 1921.
Tomasito está bien. Otra vez desciende el sosiego al corazón.
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Diario íntimo de un poeta
Esta hiperestesia, innata en mí, es mi alegría, y es, en ocasiones, mi pena.
Siento, observo, percibo y amo, con tal intensidad, con tal refinamiento,
que cualquier impresión me llena de goce o de amargura.
Ahora mismo, viendo hacer travesuras y juguetear, pletóricos de salud, a
mis tres pequeñuelos, mi placer llega a lo irresistible.
Mientras escribo, con harta dificultad, con el chiquitín subido a mis
piernas y pateándome, arañándome en la cara, queriendo arrancarme el
cuaderno, no me cambio por ningún hombre del pasado, del presente, ni
del porvenir.
¡Alabado sea Dios!
24 de diciembre de 1921.
Otra nevada. Pero nosotros la contemplamos por los cristales, sentados,
alrededor de la familiar mesa enfaldada, bajo la que arde el brasero
consolante.
El paisaje, es de una tristeza y una pureza infinitas. El poblacho, donde
invernamos, es de los más atrasados, de los más puercos, de los más
desoladores de España, y, por supuesto, del mundo.
Y sin embargo, años ha que no pasaba un día de nochebuena tan
tranquilo, casi diré, tan contento. Mis tres hijos, se hallan perfectamente,
junto a mí, en este instante, y dentro de un poco esperemos, el nuevo
nacimiento. La purga preventiva, que ayer tomamos todos (a causa del
brutal cambio de tiempo) nos he sentado, gracias a Dios, muy bien, y
henos aquí dispuestos a saborear, estos días solemnes, alguna comida
extraordinaria, que nuestra hábil cocinera, mi esposa, nos condimentará
con el mayor cariño.
¿Entonces? ...
Esta tarde, además, cantaremos unos villancicos, con acompañamiento de
risas (pues en este lugarejo no se puede comprar ni una mala pandereta) y
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Pedro Adolfo Rubio
esta noche, antes de las nueve, celebraremos el nacimiento del Redentor
jugando un rato, con los hijos, rezando un poco, metiéndonos enseguida
en las bien arropadas camas.
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Diario íntimo de un poeta
1922
1 de enero de 1922.
Año nuevo. ¿Qué acontecimientos, felices o desdichados, nos esperan en
él?
Hace un día muy frío, casi intolerable. Para nosotros, sin embargo, ha
amanecido hermoso. Seguimos disfrutando de los mayores bienes de la
vida: la salud del alma y del cuerpo.
26 de enero de 1922
Vamos soportando un mes horriblemente frío. Estos indígenas, aseguran,
sin embargo, que la nieve que ha caído, no es nada, en comparación con
la que de hace tantos y cuantos años, cuando, afirman, por tal collado o
cual monte, les llegaba al pecho, casi a la boca, a los caminantes.
Estas gentes sencillas (se ve) tienen la manía de los sucesos salvajemente
maravillosos, y de las extraordinarias ferocidades.
¡Ellos si que han pisado montañas de nieve, y aguantado bestiales
ventisqueros!
De todos modos, este invierno, es suficientemente cruel. Nosotros vamos
combatiéndolo con la brasa de la camilla, y con el familiar cariño, y con
la esperanza de una situación más cómoda,
Desde la enfermedad del niño Adolfo, no hemos tenido contratiempos de
salud. Un pasajero enfriamiento mío, casi nada. Si salimos indemnes de la
primavera, podremos cantar victoria, y celebrar nuestra sana naturaleza,
pues es la primera vez que todos sufrimos recias heladas y nevadas
frecuentes.
No hemos, en fin, empezado mal el año. Yo me encuentro fuerte, creo que
en mi plenitud física e intelectual. No siento, ni el menor cansancio, por
mucho que leo y escribo. Nuestros hijos se van armoniosamente
19
Pedro Adolfo Rubio
desarrollando y a primeros del próximo febrero, esperamos al nuevo
sucesor, o sucesora.
Por lo demás, no sufrimos grandes impertinencias de nuestros convecinos.
Hemos conseguido vivir en un relativo aislamiento, dentro del
indispensable trato de gentes y de mi sanitaria misión, que soporto sin
mucha repugnancia.
Me voy serenando de tantas turbulencias pasadas en Madrid, y, creo, que
cuando allá volvamos, quizá dentro de año y medio (tal vez, en otoño del
próximo año) llevaré, como bastante bagaje para el triunfo, muchas
cuartillas, la voluntad fortalecida en esta especie de destierro, mayor
caudal de experiencia, dos o tres millares de pesetas y... uno o dos hijos
más. Con cuatro, o cinco hijos, en efecto, cobarde y ruin ha de ser el
hombre que se asuste de de lucha por la vida, o que abandone sus
paternales deberes sagrados.
Por mi parte, como Dios se sirva conservarme la salud, y concederme
muchos años más de vida, confío en poder colocar a todos mis hijos, a mi
esposa, y aún a mi hermana, al abrigo de toda miseria y de todo ataque de
maldad, que hoy, más que nunca, parece enseñorearse de la tierra.
Por lo pronto, ahora, aprovecho el tiempo, fuera de las horas que
malgasto, jugando al tresillo, a la brisca o al tabernario mus, con estos
incomprensibles magnates pueblerinos (el médico, el cura, el cacique, el
nuevo rico y los ricos viejos). Todos los días, medito, recuerdo, planeo,
leo historia, idiomas o literatura, escribo en prosa y en verso, perfecciono
mi experiencia farmacéutica, y, sobre todo, procuro educar, dignamente a
estos pequeñuelos.
Con esto y la ayuda divina, sobre todo, nuestro tránsito por este mundo no
será ya tan penoso, ni tan tumultuoso, como lo ha sido en épocas recientes
todavía, las cuales, no obstante, se me presentan ya, borrosas y
remotísimas.
No alcanzo, a darme cuenta exacta, en efecto, de cómo yo, odiando por
naturaleza la esclavitud del vicio y de las pasiones mundanales (la mayor
de todas las servidumbres), me he dejado arrastrar hasta las mesas de
juego, en Madrid, esperanzado en el absurdo de encontrar en ellas, la
20
Diario íntimo de un poeta
solución de mi vida, enmarañada por mi pereza, por mis severos
acreedores y por nuestras familiares desgracias también.
Nunca se dará demasiada importancia a la educación del hombre y de la
mujer, hasta que por sí solos pueden andar por el mundo.
Quisiera, no sólo, completar mi obra educadora, sino también escribir un
libro sobre buena educación. Y no sé cuándo ni cómo darle principio.
Dios me ilumine, a fin de ordenar y reunir libros, la multitud de
acontecimientos de mi vida, y de pensamientos, que deseo dejar
publicados, no, ni mucho menos, por vanidad pueril de renombre en mi
vida, ni de póstuma fama, sino, y nada más, para bien de mis hijos y de
todos nuestros semejantes.
Nunca, sin embargo, como ahora, (cuando acaso ha llegado el instante de
la obligatoria resolución de escribir para el público), me invadió, no el
temor, el escrúpulo respetuoso de la publicidad, y cierta especie de miedo
a realizar una de tantas obras literarias, inútiles y perniciosas, o
trágicamente ridículas, como en el mundo han sido.
No nos precipitemos, pues, aunque ya no nos apartemos de la mesa de
trabajo, y de la senda del conocimiento.
28 de enero de 1922.
Sin novedad. Ayer nos purgamos los dos niños mayores y yo, y hoy
hemos amanecido perfectamente.
Continúa el temporal de lluvia, nieve y viento. Y el buen brasero sigue
confortando nuestro comedor, casi desnudo; mi vieja butaca, con asiento
de madera; otro anciano butacón despanzurrado por los niños. La vetusta
mesa de camilla, un poco desvencijada; el pequeño estante prehistórico
para los cacharros y cuatro sillas. He ahí todo el atavío de nuestra "salle a
manger", gabinete, despacho, salón, biblioteca, barbería, cuarto de
costura, recreo y estudio de los niños, todo junto, pues aparte de todo ello,
y de la siberiana cocina, no contamos más que con la húmeda alcoba, con
sus dos camas, su cunita y los dos pequeños baúles, ahora, sin embargo,
gracias a Dios, otra vez, llenos de ropa.
21
Pedro Adolfo Rubio
Este modesto ajuar tiene, no obstante, encantada a mi buena esposa, ya en
vísperas de alumbramiento. Está pues satisfecha ella, y están contentos,
bien nutridos y abrigados, mis hijos. No debo quejarme.
Lo que ellos no saben, el hogar que tengo yo soñado, para que disfruten
cristianamente. Lo que ellos no imaginan, es mi dolor por no tenerlos
rodeados de otras comodidades y mi inquietud de cada día, por si muero,
dejándolos en un pobre desamparo.
Y, a pesar de esto ¡Qué corriente es la miseria y la pobreza! ¡Cuántos
seres humanos sobrellevan una vida de continuo malestar y absurdas
privaciones! ¡Cuantísimas desdichadas familias envidiarían nuestra suerte
actual!
En verdad, no pasamos grandes trabajes, ni nos abruman calamidades
mayores.
Pero el bienestar y la holgura materiales son un beneficio, que cada
hombre inteligente, aunque sea cristiano, tiene el deber ineludible de
conquistar y poseer, y tiene el incuestionable derecho a que no le sea
negado, ni aún regateado el fruto hermoso de su perseverante y honrada
labor.
Mientras suena en el mundo la hora de estas justicias ideales, no hay otra
solución que la de luchar y trabajar, cada uno por la familia que ha
fundado, y, por si mismo, puesto el pensamiento en la inmutable y eterna
justicia de Dios.
De todos modos, la historia y la experiencia diaria nos dicen que el
mundo, aunque la fortuna no sople propicia, es un tránsito y una prueba...
1 de febrero de 1922.
Otro año, otro mes, otro día...
Unas manos invisibles nos empujan al sepulcro, sin que todos nuestros
esfuerzos sean suficientes para detenernos un instante en la carrera, mejor
dicho, pera detener el tiempo que nos arrastra...
22
Diario íntimo de un poeta
No es bastante, sentarnos en un sillón, poner en reposo nuestro
pensamiento, sosegar nuestras palpitaciones, serenar nuestra conciencia,
trazarnos una ruta llana y recta, para caminar por ella, despacio, en lo
futuro. Sin poderlo evitar, hemos sido llevados cuesta arriba, estamos
cerca de la cumbre del calvario, y, dentro de unos años, de unos meses, de
unos días, ya no tenemos otra elección que la del rápido descenso hacia el
valle de la muerte. Por mucha tranquilidad que nos obstinemos en bajar,
siempre marcharemos demasiado deprisa.
Habremos dejado de vivir, sin poder afirmar, verdaderamente, que hemos
vivido, sino que hemos sido arrebatados, desde la nada, hasta la eternidad.
¡Sesenta, setenta, aún ochenta años de vida!, ¿Qué es eso? Hemos, o han
pasado ya la mitad, y, si pensamos lo que hemos gozado y sufrido, no
podemos menos de asombrarnos, ante la relampagueante brevedad de
nuestros más intensas y duraderas sensaciones de otro tiempo.
Poco más que nada. Eso es la vida, una sucesión de segundos, un desfile
de fantasmas, una cabalgata de espectros, una continuidad de pulsaciones.
Es decir, un segundo, un fantasma, una apariencia, un abrir y cerrar los
párpados, un latido, una pulsación tenue...
No es nada la vida. ¿Pero el Alma?
He ahí, el gran misterio. Para internarse en el goce de la inocencia, en la
paz religiosa de nuestro corazón.
2 de marzo de 1922.
Ayer miércoles de ceniza.
El carnaval, no ha podido ser más aburrido, ni menos triste.
En efecto, toda la algarabía carnavalesca, en este villorrio, ha estado
representada por una gaita, un tamboril, y un tío borracho, recubierto de
pieles de cordero. El gaitero no sabía tocar más de una soporífera tonada.
Los chicos y las mozas no sabían más que dar saltos y gritos. No cabe
aburrimiento mayor en un festival.
23
Pedro Adolfo Rubio
Pero, dentro de la inevitable tristeza continua de esta vida, tampoco es
posible sufrir menos amarguras que nosotros, en estos días de insensatez
popular.
Mi esposa, aún en vísperas de alumbramiento, ha estado bien y satisfecha.
Mis hijos se han reído y distraído grandemente. Yo he continuado sano y
fuerte.
El trabajo no nos agobia, y nuestras necesidades, están cubiertas. Eso es,
pues, estar a dos pasos, sólo a dos pasos, pero, al fin, ¡a dos pasos!, de la
soñada felicidad.
No sé por donde empezar, a recomenzar, a escribir. Deseo hacer un buen
libro de versos, publicar mis memorias; el volumen; o los volúmenes
sobre los cuatro grandes problemas presentes, (religioso, social, sexual y
científico); mi selección de refranes, cantares, pensamientos, mis
reflexiones, mi colección de artículos de lenguaje; quizá, alguna obra para
el teatro, ya que el teatro me parece género menos anticuado e
inconsistente que la novela, menos falso e infantil que la novela, o el
cuento.
Pero el mayor problema para un escritor, no impúdico, es por dónde y
cuándo comenzar. Esta escrupulosa indecisión, este respeto a Dios, a la
humanidad civilizada y a nosotros mismos; este sentimiento de dignidad
humilde; este odio a la verbosidad vana, y a las fantasías trastornadoras y
desequilibrantes, todo, que, en conjunto, viene a ser la misma cosa, afán
de no embrutecerse ni encanallarse, es un obstáculo para el triunfo
ruidoso, y es una traba para escalar las, ridículamente pequeñas, cumbres
de las terrenas supremacías.
Pero, en el porvenir, y, mejor aún, en la eternidad, todos los valores serán
verdaderos, y serán justas todas las preponderancias.
Ciertamente, cuando al cabo de tantas bárbaras calamidades, (y, tal vez,
como consecuencia y compensación lógicas de tanto absurdo), el mundo
esté mas próximo a la sabiduría, ya no valdrá entonces, engañar, ni
engañarse a sí mismos, disfrazándose de artistas, de sabios, de santos, de
genios. Caerán los antifaces y los disfraces, y cada ser humano, será lo
24
Diario íntimo de un poeta
que sea, y no lo que pretenda ser. Las multitudes no serán tan incultas, ni
tan fácilmente sugestionables, y el número de los hombres equilibrados,
convivientes en la tierra, no será tan reducido como hasta ahora lo fue
Estos desde sus casas áureas, y desde sus torres ebúrneas se comunicarán,
unos con otros, y el orbe no será un caos.
23 de marzo de 1922
El día 17 de marzo, ha nacido nuestro hijo José Pablo. Una alegría nueva,
una nueva inquietud.
Espero todas las inquietudes fuesen como esta, de temblar por la vida y
por el mañana de un hijo.
No debe el hombre acobardarse por numerosa que sea la descendencia.
Más bien, debe reafirmarse en su vigor, en su energía, en su capacidad y
en su constancia.
Hay, eso sí, que procurar ganar lo perdido, rehacer lo deshecho, acelerar
un poco el paso, en previsión de la inoportuna muerte. Pero sin
precipitación desesperada, y, sobre todo, sin desmayar en nuestra fe.
24 de marzo de 1922
Nieva, diez días ha, menudamente, tercamente.
Otra vez, siento nostalgia de Madrid, de la lucha, de la actividad, de la
victoria.
Cuando Dios mediante, allí volvamos, me será hacedero rebuscar en los
periódicos y revistas, mis tanteos literarios, juveniles.
He de buscar en el Ateneo y en las bibliotecas, las colecciones (desde el
año 1898, poco mas o menos, cuando empecé a publicar) de "Vida
Galante", "Nuevo Mundo", "Por esos Mundos", "Iris", "España nueva",
"El País", "El Liberal", "La correspondencia", "El debate”, "Sagitario",
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Pedro Adolfo Rubio
"El intransigente", "El verso", "La revista del sábado", "La República de
las letras", "El Día (primera época)".
Además la revista de Salvador Canals, y "El labriego”, de Ciudad Real,
diario que dirigí, tal vez, por el 1916, casi en mi infancia. 3
Mal se portó la capital manchega con aquel niño precoz.
Por la anotada fecha ya había yo también publicado, o tenía preparado el
libro de versos "Nieve", y antes, el año antes, al cumplir 14 años, había
terminado brillantemente, el grado bachiller.
Mi inclinación al estudio y a las letras no fue estimulada, ni aplaudida por
nadie, yo no era más que un niño huérfano, abandonado y robado por sus
tutores y parientes. ¿Quién me mandaba a mí, aficionarme a la lectura y
soñar con la gloria?
Por este tremendo delito de humildad, de sensibilidad y de poesía. ¡Oh,
sobre todo, de poesía!, pues, ¿Quién me metía a mi a poeta? Fui castigado
con la indiferencia, y con la envidia de aquellos de mis convecinos que
podían, acaso, debían ayudarme, o, cuando menos, no serme hostiles.
5 de abril de 1922
Si yo fundara un sistema filosófico, mi principio inconmovible sería la
actividad continua del pensamiento.
No tener el cerebro ocioso nunca, o, lo que es lo mismo, el
ennoblecimiento del trabajo intelectual, sobre cualquiera otra material
ocupación.
3
En nº 37 del diario Don Quijote de la Mancha, de 5 de noviembre de 1902, aparece la
siguiente referencia: “Se ha encargado de la dirección de nuestro estimado colega El
Labriego, el joven D. Adolfo Rubio. Nuestra enhorabuena.” Nota de Pedro A. Fernández
de la Cuesta.
26
Diario íntimo de un poeta
Una de las pocas maravillas, realmente admirables del mundo es, sin
duda, esa enormísima capacidad de trabajo, de que está dotada un alma en
equilibrio.
Estando ocupado siempre el pensamiento, ya, sea, en alguna sana lectura,
en cualquier estudio, en una civilización cualquiera, todo se nos da
ordenado y hay tiempo para todo.
Estamos, en efecto, leyendo. De pronto, nos asalta un recuerdo. Dejamos
momentáneamente la lectura, para dedicar, a eso que habíamos olvidado
la atención debida. Unas veces, es una anotación precisa en nuestro libro
de cuentas. Otras veces, es un buen propósito que ya nos había
abandonado. En ocasiones es, sencillamente, una evocación de la infancia
o de la mocedad. Pero siempre es un huequecito en la memoria el que
llenamos oportunamente.
Hace un tiempo pésimo. Desde fines de diciembre, sólo unos cuantos
días, nos ha confortado el sol, en febrero. Todos los demás, casi todos,
han sido amenizados por la nieve, la lluvia o el viento frío.
Son, en verdad, desoladoras, estas sierras, casi siempre confundidas con
las nubes, o amortajadas por la nieve.
Se comprende el carácter alocado y la manera de ser desapacible de estos
naturales, así como su hidrofobia, su miseria y su atolondramiento.
Si por desgracia, o por providencial designio, permaneciésemos aquí unos
cuantos años, acabaríamos amoldándonos el clima, y por sufrir el
contagio de esto que a mí me parece roña y podredumbre del espíritu.
No lo quiera Dios.
En fin, ahora, no nos agobian intolerables males. Vamos defendiéndonos
con prudencia, del extremado frío. No nos falta salud. Mi esposa, nuestros
cuatro hijos y yo, disfrutamos de un excelente apetito, que nos es
permitido satisfacer cumplidamente. Vamos encerrando algunas pesetillas
en nuestra cajita de chorros. Poco a poco, vamos rehaciendo nuestro
desecho ajuar. Mis hijos, van sobre todo, desarrollándose en bondad y en
inteligencia.
27
Pedro Adolfo Rubio
No debo, pues, inquietarme demasiado.
14 de abril de 1922 (viernes)
Sin novedad, sin grandes placeres, ni grandes pesares.
Melancolía, recuerdos, esperanzas...
Al fin, luce, de nuevo el sol en el claro azul. Desde el lunes, Dios
mediante, y si un imprevisto contratiempo no vuelve a interrumpir la
serenidad de mis propósitos, empezaré a escribir, copiosa y asiduamente.
Yo se ya escribir, y, a estas alturas, la indecisión, la desconfianza, no son
ya virtudes, son, mas bien, indolencias censurables.
Soy, quizá, el escritor que tiene más exacto conocimiento de la
puntuación en España. Nadie, jamás, puede vencerme en amor y respeto
al lenguaje castellano. Tengo un arraigado sentimiento de la sonoridad, de
la cadencia, del ritmo en les palabras y de la composición de las
oraciones.
No sé que pueda, pues, detenerme. Me falta cultura. He leído mucho, mas
sin orden, y sin continuidad, sobre todo. No poseo una memoria
extraordinaria. Soy incapaz; de escribir, ni aún de idear, una novela, un
cuento, una comedia, un drama, un sainete.
No soy, sin embargo, más ni menos que escritor, y, mi misión, después de
crear, y formar una familia, no es otra que la de dejar a la posteridad
algunos libros.
17 de abril de 1922
Nieva, ventisquea. Hace un frío desconsolador. Un tiempo
verdaderamente mortífero. Nosotros, no obstante, vamos conservando la
salud. Pero la idea de volar, cuando podamos al clima más amable, no me
abandona.
28
Diario íntimo de un poeta
Es una primavera casi infernal. Cierto es que en esta serranía, todo el año,
es invierno.
En julio y en agosto quema un poco el sol, y el resto del año toda
precaución contra el frío y la humedad, es poca.
Procuraré que no pasemos más que otro invierno entre esta naturaleza
alocada.
27 de abril de 1922
Continúa el mal tiempo. Un poco, ha asomado el sol en estos tres últimos
días, pero pronto se ha escondido tras las nubes. Hace, todavía, un frío
extemporáneo. Se comprende que estas gentes, tengan tanto horror al
agua, y tan extremado amor al vino. El agua enfría, el vino enardece. Se
explica también que al hablar, chillen, y que anden tan deprisa, aunque no
vayan a ninguna parte, ni tengan nada que hacer. Cuando se habla bajo y
con lentitud, como Dios y el arte mandan, parece, en efecto que la voz se
hiela, en el crudo invierno.
Y, el paso reposado y rítmico es propio, más bien, de atmósferas
templadas o calurosas.
En las regiones frías, no hay cuidado, no florecerán muchas plantas, ni
surgirán muchos artistas.
¡Oh, Málaga!, ¿En que estaríamos pensando mi buen pariente Longinos,
ya muerto, y yo para no visitarle en nuestro viaje por Andalucía? Cuando
en los jardines de Sevilla, en la vega de Granada, en la campiña de Jerez,
en las calles de Córdoba, y en la tranquila playa de Cádiz,
experimentamos inefables sensaciones, durante los, allí, encantadores días
de marzo y abril, ¿Qué delicioso bienestar del alma y del cuerpo, no
hubiéramos disfrutado en el embriagador ambiente malagueño?
Un clima templado, un cielo sereno, un aire suave, sin feroces acometidas
de hielos, ni de nieves, ese es el clima ideal para levantar grandes
ciudades y para concebir magnas empresas.
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Pedro Adolfo Rubio
Acaso, dentro de pocos años, cuando nuestra posición económica, sea
más desahogada, elija uno de esos pueblos benignos, para vivir y trabajar.
Si, como es probable, no fijamos nuestra residencia en Madrid, o en
Ciudad Real, que son mis patrias chicas, adoptivas y afectivas,
respectivamente, fuerza será visitar, Málaga, Alicante y parte de Galicia y
Asturias, con el fin de escoger.
Ya, en este dulce lastre de la esposa y cuatro hijos, no puedo pensar en el
extranjero, en América Central, mi sueño poético y juvenil.
1 de mayo de 1922.
Nieva y para variar, graniza al mismo tiempo. En las botellas, se hiela el
agua. Con este tiempo, no hay buen humor posible.
Luego, los piojos. Esto es más intolerable todavía. Esta mañana,
mudándome de la ropa interior, hemos encontrado en mi camiseta, ¡cuatro
parásitos! de un tamaño inconcebible. Es la segunda vez en mi vida que
me veo atacado por estos repugnantísimos bichejos. La primera vez que
me ocurrió el percance pensé morir, mitad de asco, mitad de rabia. Hoy
no me ha producido la menor impresión el hallazgo.
¡Qué horror, Dios mío! En pleno siglo XX, existen, aún, pueblos enteros,
plagados, como éste, de piojos. Mayor prueba, no podría reservarme el
Destino. Por más que vivimos en el mayor aislamiento que podemos, por
más que guardamos en nuestra casa, toda la limpieza e higiene
imaginables, no nos es dable evitar coger algún espantoso cáncano, ya los
niños en la escuela, ya nosotros, al inevitable contacto con alguna puerca
silla, o con alguna, mucho más puerca, persona.
Dios nos libre de esta plaga, y nos libere pronto de esta tierra, de este
lugar de prueba e inspiración.
Si yo estuviera aquí mucho tiempo, me moriría de angustia, y, sin
embargo, hasta dentro de uno o dos años no nos será posible marchar.
Hasta entonces, redoblaremos nuestros higiénicos cuidados. Nos
30
Diario íntimo de un poeta
jabonaremos con más frecuencia, limitaremos, aún más, las visitas, y
acaso nos tengamos que abstener de enviar a los niños al colegio, y, aún
de pisar la casa del Señor.
¡Oh los bancos de la Iglesia y de la escuela pública!
Y pensar, que nuestros políticos pierden el tiempo, cotorreando acerca de
la reconstrucción nacional.
¿Sabrán, esos señores, siquiera, por donde hay que empezar? ¿Si no habrá
el mundo problemas más urgentes que subir los sueldos de los empleados
públicos construir aviones y organizar suscripciones y solemnidades
benéficas?
Lo primero, digo yo, será limpiarse cada uno, y en coda casa, la porquería
del cuerpo. Limpiárselas a los pueblos, a las naciones, a toda la doliente y
bárbara humanidad.
Porque bien está que transijamos con la ruindad, con la barbarie, con
tantas y tantas cosas poco gratas.
Pero con los piojos, ¡eso no!
3 de mayo de 1922
Primer día aceptable, después de seis meses de prueba.
Vencimos, al fin. En el invierno, no puede decirse, con verdad, que se
vive. El sol, es todo. Sin la tibia caricia del sol, todo, la naturaleza, el
cuerpo, el alma, todo se muere de angustia.
Decididamente es preciso buscar otro clima, donde el invierno sea corto,
donde saboreemos un poco más el encanto de vivir.
La vida, ¡Que palabra tan sencilla, y al parecer, trivial, y qué inmenso
significado, el suyo!
31
Pedro Adolfo Rubio
Nunca, el hombre, pensará demasiado en el milagro de la vida, en el
misterio de la muerte.
6 de mayo de 1922.
Sigue el buen tiempo, algo nublado está el cielo, y un poco frío sopla el
viento, pero calienta el sol, y sobre todo, el aire huele a primavera.
El aire está de primavera,
Y está de paz el corazón,
Dame tú hermosa, mi quimera,
Siempre estos besos de ilusión.
¿Cuando empecé a escribir los versos que empezaban así? Ya hace años,
en la adolescencia, tal vez, o en la probable juventud, probablemente, a
los veintitrés, a los veinticuatro años.
Por entonces fue también cuando hice aquella otra composición, en la que
decía:
Alegría del poeta
que monta en un mal destino,
y lo rinde, y lo sujeta,
y lo amansa en el camino.
He perdido inspiración, indudablemente, he ganado, acaso, fuerza, juicio,
serenidad, valor.
Pero versifico ahora con más trabajo, y sin aquella exaltación de antes.
Espero, cada primavera, recuperar lo perdido. Veamos, pues.
22 de mayo de 1922.
Aquí no hay primavera. De día, cuando no sopla el Cierzo, calienta el sol
insoportablemente.
32
Diario íntimo de un poeta
Al anochecer, se siente demasiado fresco. A las nueve de la noche, no se
puede estar sereno.
Frío, en fin, como siempre, menos cuando, en estos tres o cuatro meses, el
aire está dormido, triunfa en el cielo, el castellano sol.
Hoy es uno de esos días amodorrantes. Tengo poca gana de escribir
mucho, y necesito escribir mucho, si quiero, antes que el segundo año de
nuestra estancia aquí pase, tener algún considerable ingreso anual, por
concepto de la literatura.
22 de junio de 1922
El mes que viene, va a hacer un año que estamos en Neila. Todavía
habremos de estar otro año, quizá dos, más para poder trasladarnos a otra
parte, a Madrid, a Bilbao, probablemente, a seguir luchando por la vida,
si bien, Dios mediante, en mejores condiciones, y con mas tranquilidad
que antes.
En este año he vuelto a leer algo, y he vuelto a empezar a escribir. No he
trabajado mucho, sin embargo, la botica, da poco que hacer, y leo mucho
más que escribo. No acabo de decidirme, de triunfar sobre este raro
sentimiento, predominante en mí, que se compone de una especie de
terror y una especie de pudor. Me da aún miedo y vergüenza de escribir
libros. Dudo de mí, siento la responsabilidad enorme de un artista, y la
sola idea de producir obras inútiles o perjudiciales para la humanidad, me
llena de inquietud.
Por otra parte, este, mi incansable espíritu de crítica y de autocrítica, este
afán de lo perfecto y permanente, este descontento de los demás y de mí,
y también, esta época y esta sociedad en que me ha tocado nacer, y me
tocará, y me tocará, tal vez, morir. Todo esto, tiene todavía mi pluma casi
inquieta, y lo poco que escribo, no me satisface plenamente.
Pero es el caso que con mis cinco mil pesetas de haber al año, mis cuatro
hijos, mi ambición por educarlos bien, mi aislamiento en un villorrio, y
las crecientes necesidades de la vida decorosa, no puedo de ningún modo,
33
Pedro Adolfo Rubio
limitarme al ejercicio de la profesión. Nunca disfrutaría del bienestar al
que espiro, ni sin seres queridos gozaría de verdaderas comodidades.
Así pues, habrá que armarse de seguridad, de énfasis doctoral, de orgullo,
de todas esas armas con que los inconscientes, los pedantes, los malos
escritores y los malos oradores, cuentan para obtener la fácil victoria.
Más, es preciso también, para escalar la fama famosa que tantos famosos
imbéciles conquistan, es preciso, además, abdicar un poco de la dignidad
independiente. Hay que valerse de alguien, que aguantar
incomprensiones, desaires, menosprecios de los que se han encaramado
ya, de los que han trepado a las, ridículamente pequeñas, alturas.
Y, esto es lo más sensible.
Sin embargo, no hay tiempo que perder. Mis hijos crecen. La vida corre.
1 de julio de 1922.
Hoy empieza a regir el nuevo contrato que he firmado con el
Ayuntamiento de Neila.
Lo hemos hecho por tiempo ilimitado, y con la obligación mutua de
avisarse con tres meses de antelación, en caso de marcharme.
Hoy también principio a trabajar con mi decisión, sin tantas vacilaciones,
más horas diarias, puesto que ya he convenido, con mi conciencia y con
mis intereses, en que es absolutamente necesario redoblar, multiplicar,
más bien el esfuerzo, robustecer, de una vez para siempre, la voluntad,
aprovechar las fugitivas horas; ganar, en suma, más de lo que, en el juego
y en la batalla de la vida, he perdido.
Hasta mi pulso me parece hoy más firme. Mi letra, en efecto, según la
observo, mientras escribo, es más igual, y más segura.
Me invade el presentimiento de que (contra los previstos obstáculos y las
inevitables dificultades) antes de un año habré comenzado a sacar de mi
pluma el debido producto.
34
Diario íntimo de un poeta
El mal gusto reinante, el funesto caciquismo periodístico, la mezquindad
de las empresas editoras, el deshonesto mercantilismo literario, el
demasiado asfixiante ambiente artístico, la general pequeñez de las
pasiones, el bárbaro, o semibárbaro, atraso intelectual de España, y, tal
vez del mundo, todas eses calamidades, y tantas más que padecemos, ya
no me detendrán en el camino.
Si la multitud no va a ninguna parte, si la inmensa mayoría no trabaja,
sino que pierde el tiempo en una mentida actualidad; si, en rigor, casi
nadie hace hoy nada, al menos, nada realmente útil; si la mayor parte de
las vidas humanas se derrochan y se disipan en la ociosidad, en el vicio,
en la esclavitud, en los sopores de la paz, o en los terrores de la guerra;
todo esto, aunque nos importe, y aunque nos entristezca un poco, no debe,
empero, intimidarnos, hasta el punto de dejarse arrastrar por la corriente.
Se sirve, se piensa, se habla y se escribe y se medita, para hoy, para
mañana y para siempre. Y, si es uno de los más comprobados axiomas el
que ni un átomo de materia se pierde, fácil es imaginar que lo que no se
toca, lo inmaterial, el pensamiento, la sensación, la virtud, la verdad, el
amor, el arte, todo lo impalpable, no ha de ser menos eterno y menos
infinito.
17 de agosto de 1922.
Después de un leve catarro de Adolfito y Tomasito, y de un ataque de
erisipela de Felisita, nuevamente, estamos todos bien. Los cuatro niños
sanísimos, contentos, inteligentes y revoltosos. Hasta Pepito, que hoy
cumple cinco meses, goza de una salud y una inquietud a toda prueba.
Anteayer y ayer han sido las fiestas del pueblo, en honor de San Roque su
patrón. Yo me he aburrido soberanamente, mucho más que de ordinario.
Me hace cada día más daño ese salvajismo popular, que cifra su alegría en
una escandalosa dulzaina, un más estrepitoso tamboril, unos cuantos
cantos (llamémosle cantos) en la iglesia, y unos cuantas (llamémosle unas
cuántas) borracheras estúpidas.
35
Pedro Adolfo Rubio
Luego, las procesiones, ¡Qué procesiones, Dios Santo!, ¡Que ausencia de
recogimiento y de fervor!
Por fin, los bailes nocturnos, los fuegos artificiales, nocturnos también,
naturalmente. Cosa pintoresca, en verdad, para un observador atento.
Cuatro mozos y ocho mozas, refregándose los cuerpos roñosos y
malolientes, satisfecho de los padres. Media docena de estampidos de
pólvora. Y suena el tamboril.
Y el pueblo, el señor cura, el señor médico, el señor maestro, el cacique,
la "señorita", el señor boticario (yo soy el señor boticario), presenciando
la función.
En mi vida me he aburrido tanto. Pero, al volver la mirada (fatigada del
feo espectáculo) hacia mis pequeñuelos, felices, una infinita alegría me
inunda totalmente, y me entrego al sueño como un bendito.
Hoy reanudo mí vida de trabajo. Mientras mis hijos juegan en la botica,
yo escribo, arrullado por su charla, y continúo buscando 'mi manera de
definitiva", tanto en mi temperamento, en mi carácter, en mi espíritu,
cuanto en la obra literaria que trato de realizar.
Unos días sin escribir bastan para entumecer un poco el pensamiento, hoy
estoy más torpe y la pluma se resiste a la expresión.
No hay más remedio que ejercitarse diariamente, si ha de adquirirse la
soltura necesaria.
No sé porqué me desvío durante tantas horas (a veces, durante tantos días)
de mi camino, teniendo el íntimo convencimiento de mi aptitud y mi
necesidad de escribir. Nada provechoso haré, sin perseverancia.
Pero es que para escribir necesito de una tranquilidad inmensa, y de un
gran reposo. Y, estos bienes no me han sido otorgados todavía.
Siempre el acontecimiento desagradable viene, cuando más firme es mi
propósito a derrumbar mis imaginarios palacios. Parece como si un
demonio estuviese siempre dispuesto a cortarme las alas, a tumbar el
sosiego de mi espíritu.
36
Diario íntimo de un poeta
La fe, empero, no me abandona nunca, y, si mi destino es perpetuar mi
nombre, no dejará, a pesar de todo, de cumplirse.
Al fin, lo esencial es entrar con alegría en la eternidad.
Me sonrojan las frases. Quisiera no hacer ninguna frase efectista.
Desearía escribir, hablar, andar, vivir y morir, de un modo natural y
sencillo, sin llamar la atención.
Lo contrario precisamente de lo que les ocurre e los políticos de nuestro
tiempo, y de nuestra patria.
Habrá, pues, que llamar un poco la atención, contonearse, madurar
levemente, ahuecar la voz y el estilo para que se fijen en nosotros. Porque
no es lo malo pasar inadvertidos, sino que nos gobiernen los menos
capaces.
21 de agosto de 1922.
Otro disgusto. Tomasito cayó, una de estas tardes pasadas, de cabeza al
suelo, yendo subido en la espalda de Adolfito. Se dio un tremendo
porrazo en el parietal derecho, y nos hizo temer funestas consecuencias.
Hoy, gracias a Dios, parece haber desaparecido del todo, sus molestias,
con lo cual, resurge nuestra tranquilidad, nuevamente, están contentos los
cuatro, y yo puedo recomenzar, mi tarea.
Pero he perdido otros tres días, mientras creí en peligro a mi hijo.
¡Siempre interrumpiéndome el desagradable acontecimiento inesperado!
Hoy vuelvo a principiar el estudio del alemán y del inglés. Es
indispensable, en nuestro tiempo, conocer, regularmente siquiera, los
principales idiomas europeos. El Francés y el Italiano no creo que se me
olviden, por estar sin practicarlos dos o tres años que hemos de vivir en el
destierro, de éste o de otro Burgos. Voy a ver, pues, si el año que viene,
por ahora he conseguido traducir y escribir aceptablemente el inglés y el
alemán. Yo creo que si. Quizá antes, si persisto en dedicarme a ellos unos
37
Pedro Adolfo Rubio
minutos todos los días, media hora que trabaje cada uno, será bastante, tal
vez.
Cultivemos nuestro huerto, labremos nuestra alma. Pulimentemos nuestra
vida. Procuremos ser dignos.
19 de septiembre de 1922
Día otoñal, sereno y tibio. Raro en estas latitudes, después de unos días
absolutamente desapacibles, parece tranquilizarse la naturaleza. Yo,
también estoy hoy más tranquilo, después de algunos días de inquietud.
Mi hijo menor, Pepito, se acatarró, demasiado pera su edad, y está hoy
mejor, fuera de peligro, Dios, mediante. Otra vez la enfermedad de un ser
querido me ha abismado en la preocupación, en el sufrimiento, en la
pasividad, en la indolencia. Más tiempo perdido, ¿qué se ha de hacer? Yo
no puedo sobreponerme al disgusto que me produce verme, o ver a los
míos, padecer la menor dolencia.
No soy, quizá, bastante fuerte pera ello, si la fortaleza consiste en
conseguir, no ser dominados por el sentimiento. Tal vez, esto sea, más
bien, una cuestión moral, de religión. Acaso no sea bastante bueno,
suficientemente religioso. De todas maneras, aún cuando llegue a lograr
acercarme un poco más a la perfección, a Dios, o sea, a la suma sabiduría,
sospecho que mi temperamento, nunca será menos apasionado. Dependo
del amor, de un modo inevitable e irresistible, y la idea siquiera lejana, de
separarme de una persona querida, aunque con la esperanza de reunirnos,
en eternidad, me entristece y acongoja, hundiéndome en un abatimiento
infinito.
Y, sin embargo, ello no ha de ser, es necesario y conveniente que sea.
Porque es una ley natural, que obedece a las impenetrables leyes divinas.
En el tránsito misterioso a otra vida, hemos de preceder, o han de
precedernos los que más amamos. Al dejarlos en este mundo, al
quedarnos en él sin ellos, la mayor angustia ha de dominarnos, y nuestra
mirada, si quedamos aquí, siempre, por más que hagamos, habrá de
reflejar siempre nuestra tristeza.
38
Diario íntimo de un poeta
En fin, gocemos espiritualmente del bien que la providencia nos concede,
y considerémonos muy felices si nos es otorgado el inmenso favor de
educar bien a todos nuestros hijos.
22 de septiembre de 1922
Continúa el buen tiempo, El termómetro señala 20° en las habitaciones, y,
cosa rara no azota ningún viento. Me refugio a escribir un rato en la
rebotica, que es, a la vez, mi despacho de escritor.
Decididamente, una de las numerosas demostraciones de la imbecilidad
de los más, no es construir todas las grandes ciudades en climas
templados, en regiones benignas (¡Tantas como hay en España!), o,
cuando menos, siempre en el litoral. No sé qué ocurrirá en el norte, a
donde, probablemente, marcharemos desde aquí.
Es decir, en las playas del norte. En Valencia y en Cádiz, que en el rigor
del verano visité, yo no sentí la molestia del calor. Sospecho que las
temperaturas de San Sebastián, Bilbao y Santander, serán más agradables
todavía. A mi me ha tocado siempre vivir en Ciudad Real, mi patria chica,
en Madrid, y, ahora (¿Quién habría de decírmelo? ¡Con lo que yo detesto
el frío y la suciedad!) en uno de los pueblos más yertos y puercos de
Burgos.
En fin, celebremos y gocemos el tibio y sereno día que hoy nos regala el
cielo. El crudo ayer, ya ha posado, y del mañana, ¿Quién sabe? Yo no me
duermo a fin de colocar a mis hijos, y colocarnos, mi esposa y yo, en otra
situación, en otro ambiente, de mayor bienestar.
Entretanto, alabemos a Dios, que nos concede salud, y un día tan
hermoso. Seamos prudentes y reflexivos y buenos para conservar el
tesoro de la salud, (¡Y este si que es un divino tesoro!, poeta, Rubén) y
trabajemos para vivir en climas mejores.
Hoy cumple siete años nuestro hijo Adolfo, el mayor de los tres varones.
Su desarrollo físico e intelectual no puede ser mejor, festejaremos, pues,
este buen día, en la apacible intimidad familiar, séanos permitido, comer
39
Pedro Adolfo Rubio
opíparamente, con algún deleite, ya que, a Dios gracias, ha llegado esta
fecha feliz.
Inunde, hoy, la alegría nuestra casa, puesto que Dios así lo quiere.
4 de octubre de 1922
Después de varios días aceptables, se ha descolgado hoy un día,
verdaderamente maravilloso.
Ni una ráfaga. Nada. Serenidad, pereza. Calor tolerable.
¿Para qué trabajar?, ¿Para qué escribir? ¿Para qué moverse siquiera?
Soñar, es lo que importa. Entornar los párpados, sonreír deleitosamente,
dejarse mecer, como un niño, por las mágicas manos de la naturaleza.
Dejarse arrullar, por los recuerdos de la adolescencia. Dejarse invadir por
todas las bellas esperanzas. Contemplar, emocionados y gozosos, a
nuestros pequeños hijos, que juegan y ríen...
Soñar, en fin.
Ni siquiera leer. Ni siquiera versos. Nada, no hacer nada. Nada más que
pensar en Dios, en la muerte, en la eternidad. ¿Qué importa lo que no sea
esto? ¡Cómo se resiste la pluma! ¡Cómo se desperezan interminablemente
los pensamientos, resistiéndose a tomar forma! Quisieran quedarse
tendidos, vagos, acariciadores y confusos, hasta ser iluminados de veras
por la luz perpetua de que la iglesia nos habla.
No, no puede ser morir. No puede ser cegar para siempre, dejar de sentir
para siempre, esta infinita sensación de paz.
5 de octubre de 1922
No estaría mal, que todas las mañanas me prepare para el trabajo,
escribiendo alguna página de este cuaderno. Me servirá de ejercicio
mental y literario, y así, no podré arrepentirme de no haber dejado pasar
ni un solo día en completa inacción. Nada perderé por ello. Aunque mi
40
Diario íntimo de un poeta
pulso, siempre algo nervioso, adquirirá mayor firmeza, y mi letra y mi
estilo irán tomando su definitivo carácter.
Acaso, en cambio, mi diario, alcance dimensiones excesivas, y adolezca
de repeticiones, de pesadez.
Procuraré, en todo caso, salvar este escollo, del modo más natural posible.
41
Pedro Adolfo Rubio
1924
1 de marzo de 1924
Nace Ángel Jesús, a las 5 de la mañana.
Ya tenemos dos hijos de Neila, Dos alumbramientos felices. Dos
muchachotes terribles.
Fue bautizado en la Iglesia de Santa María, como Pepito, el domingo, día
16 del mismo mes. Constituyendo, también, este acto un ruidoso
acontecimiento popular, Se arrojaron al aire confites, paciencias y
puñados de calderilla, y acompañó al templo todo el vecindario.
En casa fueron, unos sesenta los invitados, y, en suma, la cosa estuvo
solemne, en cuento cabe.
Fue inscrito, oportunamente en el Registro Civil.
Fueron sus padrinos sus hermanos, Adolfito y Felisito.
Nació gordísimo, como todos, teniendo yo, la fortuna de verlo nacer.
Ojos grandes, azulados-oscuros, casi igual que Pepito (que hoy los tiene
casi negros), como creo que los tendrá éste), y facciones correctísimas,
relevantes, que será muy agraciado también.
Tragón, un disparate, a los 25 días de nacer, ya nos ha dado, dos o tres
grandes sustos, motivados por indigestiones Y dolorcitos de vientre.
Nerviosillo y despejado, igual que sus hermanos, aunque parece que va a
ser mas corajudo y seriote que los otros. ¿Quién sabe, si será el genio de
la familia, o por lo menos, el gran artista, que yo presiento haber
procreado?
Reunimos, ya, cinco hijos. No importa, o, mejor dicho, para todos, Dios
mediante, habrá cariño y protección iguales, ya que por ninguno siento
42
Diario íntimo de un poeta
predilección especial. Siempre lo pensé, los cinco, me parecen uno solo, y
llenan mi espíritu de entusiasmo y fortaleza increíbles.
Felisa, mi esposa, creo que participa de mis sentimientos, y, así, nuestro
hogar será todo lo feliz que puede ser un hogar humano, donde haya amor
y temor de Dios, amor y respeto a los padres, amor y severidad para los
hijos.
Y, entre padres e hijos, una unión espiritual, intima indisoluble y eterna...
18 de abril de 1924
Primer día verdaderamente espléndido, completamente sereno,
absolutamente hermoso, desde fin de septiembre, que empezó el mal
tiempo.
Ha sido un invierno largo, interminable, rudo, como recuerdan pocos
viejos. Un cruel invierno de siete meses, suponiendo que hoy termine,
pues en este clima no estamos nunca seguros, hasta el punto que de que
he oído decir a un viejo zorro del pueblo (uno de los más viejos) y mas
zorros de este lugarejo, de viejos y zorros, de viejas y zorras), le he oído
decir el refrán siguiente, que yo no conocía, con conocer y meditar tantos:
"El verano, de Santiago a Santa Ana, y eso, si le da la gana"
Tal puede y suele ser en efecto, aquí, lo duración del verano. Y no
obstante, la manifiesta hipérbole no deja de tener su sólido fundamento.
En fin, hoy revive la naturaleza, y revivimos nosotros, al cabo de una
larga temporada durante la cual, no nos han faltado motivos de inquietud.
Tomasito, estuvo más de dos meses con une alarmante afección de
garganta que ya ha pasado. Pepito, sufrió bastante con la dentición,
haciéndonos pasar males ratos.
22 de abril de 1924.
43
Pedro Adolfo Rubio
Continúa el tiempo espléndido, casi caluroso ya. Bien por la temperatura,
pero menos bien, por los piojos, las pulgas, las moscas, que reaparecen en
esta época.
En la botica, al fresco, en el silencio y la soledad, sin más compañía que
la de mis hijos, que a mi alrededor, juegan felices, y mis libros, y mis
botes, no me encuentro mal y me prometo aprovechar estos seis meses
soportables, hasta fines de octubre, trabajando cuanto humanamente me
sea posible.
Ya veremos, otra vez.
23 de abril de 1924
He visto volar, la primera mariposa. En estas tierras, la aparición de las
mariposas, unas contadas mariposas, blancas, no deja de constituir un
acontecimiento.
También las moscas comienzan a revolotear al sol. Estamos, pues, en
plena primavera serrana.
Es el primer día que me pongo a trabajar en la botica con la ventana
abierta, por la cual pasa una orilla muy agradable.
Afuera, calienta el sol.
Una dejadez, precursora de las siestas de estíos, nos invade.
24 de abril de 1924.
No estará mal, que todas las mañanas me prepare paro el trabajo,
escribiendo alguna página de este cuaderno. Me servirá el ejercicio
mental y literario, y así no podré arrepentirme de haber dejado pasar un
solo día en completa inacción.
44
Diario íntimo de un poeta
Revisando mis cuadernos, he encontrado tales palabras, que escribí el día
5 de octubre de 1922.
Muchas veces he faltado involuntariamente, siempre, a mi buen
propósito, pero ahora, procuraré cumplirlo.
26 de abril de 1924.
Cambió el tiempo. Sopla un viento suroeste, fuerte y frío. El cielo se
entolda de nubarrones. Va a llover.
No se puede, aquí, contar con el tiempo para nada. Como los borrachos,
como las mujerzuelas, es inconstante y traidor. Hoy que estar, siempre
prevenido. Yo no dejo de observar, constantemente, el termómetro de la
rebotica, la veleta de la torre del ayuntamiento, el cielo, la cordillera...
Este clima, es un enemigo, un perturbador de la serenidad. Así son estas
gentes, sobre todo, estas endiabladas mujeres.
Nada nuevo, nuestros cinco hijos están buenos y contentos. Los cuatro
mayores: Felisita, Adolfito, Tomasito y Pepito, juegan (y dan guerra) en
la botica, mientras yo escribo, y, a ratos los reprendo y a ratos los
contemplo embobado. Mientras, Angelito duerme arriba, en la alcoba,
profundamente, gracias a Dios, puesto que, después de habernos dado
algunos malos ratos con sus dolorcillos de vientre, ahora está muy gordo,
y digiere bien muchos días ya sin necesidad de ponerle calas.
29 de Abril 1924.
Reanudo el trabajo. No tengo tranquilidad completa. La situación del
pueblo todavía está enmarañada y no se sabe qué resultará. Por otra parte,
desconfío de estos indígenas, que no sé si me ayudaron a llevar a feliz
término la obra de progreso y regeneración de este pueblo, que me
propuse.
45
Pedro Adolfo Rubio
Sin embargo, parece que otra vez siento la necesidad de abismarme en el
trabajo, tantas veces por tan distintas causas, involuntaria e
inevitablemente interrumpido.
No sé si Dios me tiene asignado el cumplimiento de alguna misión
trascendental en este mundo. A veces, así lo creo, porque siendo hombre
de paz, siempre me hallo metido en guerra.
Sospecho que, aunque me dedicara de lleno a la literatura, mis libros,
queriendo yo que fuesen serenos y tranquilos, promovieran tempestades.
Y es que no puedo yo acomodarme a tanta farsa y tanto convencionalismo
y tanta baja concupiscencia, como se observa en todos los órdenes y en
todas las clases sociales. No soy un descentrado, ni un inadaptable. Mi
caso es sencillamente el de cualquier hombre de clara inteligencia y noble
corazón. Tal vez no sea un caso corriente, si hemos de creer, que ya no el
talento y la nobleza, sino el sentido común de los sentidos.
Prosigamos nuestra labor. En todas las épocas y en todos los países es
preciso luchar.
Puesto que es necesario, abracemos las causas del bien. Defendamos las
ciencias, el arte, la cultura, la familia, el honor, la moral, la religión, la
patria; todas las ideas elevadas y todas las cosas puras.
Y, ya que, al fin, poderosos e imponentes, creadores e inútiles, genios y
babiecas, intelectuales y rústicos, buenos y malos, santos y demonios,
trabajadores y holgazanes, todos hemos de caer, vencidos por la muerte,
quédenos siquiera la alegría de morir serenos y esperanzados, con la bella
ilusión de resucitar en la vida eterna, con la inmensa paz de irnos del
mundo, habiendo cumplido nuestra misión.
Pues ¿Qué nos quedará, si perdemos la fe?
¡Oh, que gran paz, que deleitosa y refrescante paz, ha de sentir quien en la
hora de la muerte, no sea atormentado, sino arrullado, y como
materialmente mecido por el recuerdo de sus acciones!
Y, ¿esto también habrá des ser locura y vanidad?
46
Diario íntimo de un poeta
El trabajo. El estudio. El cumplimiento del deber, El perfeccionamiento
diario. He aquí cosas que no peden ser fugaces, ni embusteras, ni
estériles.
22 de septiembre de 1924.
Cumple nueve años Adolfito, está muy crecido y va formalizándose
mucho. En la escuela está muy adelantado. Tiene buena memoria y
mucho entendimiento. En este año, lo haré ya estudiar, preparándolo para
el ingreso en el Instituto.
Hemos pasado muy buen día, sobre todo Tomasito y Adolfo, jugando y
merendando en el portal, con los muchachos.
23 de septiembre de 1924.
Hemos vacunado a Tomasito, y revacunado a Felisito y Adolfo, pero tres
días después, aún no les han prendido las vacunas, ni creo que les
prenderán.
26 de septiembre de 1924.
Recordemos. El Cacique me declara una injustísima, criminal hostilidad,
sin otro motivo que el de haber yo osado no aplaudir sus infinitas
iniquidades.
Quiso hacerme objeto de vejaciones, de insidias calumniosas, de
atropello. Trata, en fin, trata de arrojarme, villana y violentamente del
pueblo; de un pueblo, del cual nadie, en absoluto nadie, tiene de mi, como
farmacéutico, ni como vecino, ni la menor razón de queja.
Gracias a esto, todas sus maquiavélicas maquinaciones van fracasando, y
creo que fracasarán más todavía en plazo no lejano, si hay justicia en la
tierra.
Fue, en efecto, criminal la persecuci6n de que intentó hacerme víctima.
Amo y señor de este villorrio, me tuvo aislado dos o tres meses, solo, sin
que apenas se atreviese nadie a pararse en la calle conmigo. ¡Oh!, fue
47
Pedro Adolfo Rubio
horrible y no se como me pude contener. Dios. Mis hijos. Si no cómo lo
hubiera yo tolerado.
No sé tampoco, que hoy, el muy vil, por providencial designio, baja con
rapidez por la pendiente, no se cómo podré nunca perdonar. ¡El muy
canalla!
Un día, que el estaba en el portal de la posada, con unos cuantos, el tío
"Caramelo", el mesonero y D. Vicente, el cura de Quintanar entre ellos,
me acerqué a saludar a este último (yo no había visto que allí estaba el
cacique) y, no bien me acerqué, tuvo la avilantez de ofrecer vino a todos,
menos a mí, y, no contento con este alarde de majeza, todavía como
dirigiéndose a sus acompañantes, tuvo el valor, la cobardía, mejor dicho,
de soltarme esta indirecta: ¡Hay que ser humildes! La Humildad, que si
no... Me retiré a punto con el disgusto consiguiente, sin hablar palabra y
sin saber quien era más granuja en aquel instante, si el cacique, el cura D.
Vicente, el mesonero o el tío "Caramelo", pues ninguno debió hacer coro
a aquella infamia.
Otro día, en Quintanar, ante varias personas, entre ellos Heliodoro Ruiz,
que nos lo refirió, y "Picheles", dijo que me iba a escapar de Neila, como
el cura D. Heliodoro, y que se diesen prisa a cobrarme si les debía.
La otra ocasión, en el Ayuntamiento, delante de Pedro Sainz, Jacinto
Fernández (que son testigos) y otros muchos, vertió la vil insidia
calumniosa de que yo le había redactado al cura la denuncia presentada
contra el, y que firmaron el cura, Julio, Pedro Mediavilla, el tío Román, y
los difuntos "Domascas" y "Novaliches" 4.
Otra vez, me levantó el falso testimonio de que un señor de Canales,
Montalvo, que estuvo en Neila un día, y al cual no vi, ni conocía siquiera,
venía por mí, que yo me iba de farmacéutico a Canales, después de
enredar al pueblo.
Otra vez, trató de azuzar contra mí al médico D. Paco de Quintanar, y a su
practicante Arturo, que se empeñaban en ejercer ilegalmente en el pueblo,
4
¿El sobrenombre puede venir de Manuel Pavía y Lacy, marqués de Novaliches,
Capitán general de Filipinas en 1853?
48
Diario íntimo de un poeta
y en obligarme a despachar recetas del practicante, a lo que yo me oponía.
Estos dos, dignos secuaces suyos vinieron a la botica, poco menos que a
desafiarme, a ejercer sobre mi, de acuerdo con el cacique, una verdadera
coacción.
La maniobra, según he averiguado después, era, arrojarme del pueblo, por
temor a aburrimiento, y traer aquí, al frente de la botica, a un hijo de D.
Venancio, el boticario de Quintanar, excelentísimo e ilustrísimo
compañero, al que yo u otra persona que la providencia designe no dejará
de dar su merecido.
En fin, ¿a qué seguir? Por atreverme a mostrar, tímida y respetuosamente
(con una timidez que no encaja en mi férreo carácter, y un respeto que el
granuja referido no mereció jamás), que no soy hombre que impunemente
se deje robar, engañar, difamar y atropellar, como se dejaron, no solo
estos pobres pastores, sino los mismos maestruchos D. Cirilo Moreno y
Doña Mónica Martínez y casi todos los curas, médicos y boticarios que
aquí padecieron bajo el poder de este moderno y necio Pilatos, sólo por
eso me declaró guerra e muerte.
Guerra a muerte, pues.
Los hombres de paz, los varones de verdad, como se dice
insuperablemente en la Biblia, nunca buscamos enemigos, pero siempre
estamos dispuestos a defendernos vilmente de ellos, y defender a nuestros
inocentes hijitos de sus furiosos ataques.
Vencerá, pues, quien quiera Dios. Yo no dudo de la derrota del mentado
tipo. Algún día sentí, no miedo, sino angustia de verme solo, sin ayuda de
nadie, entre gentes todas sometidas a él, por afinidad de malos instintos o
por temor. Pero jamás, ni ahora, ni antes, ni nunca, me abandonó la fe en
la sempiterna justicia y en el castigo y vencimiento final de los malvados.
49
Pedro Adolfo Rubio
1925
28 de Abril 1925.
Siete meses cumplidos, sin escribir mis cuadernos. Siete meses de fríos,
de enfermedades, de epidemia gripal, de lucha.
Dos veces pasaron la gripe los cinco niños nuestros.
Dos veces tuve que ir a Burgos, en comisión, pera solicitar el camino
vecinal y el regalo de 1.500 pinos, ambas cosas trabajadas por mí con un
entusiasmo que ni agradece ni merece la mayoría ce este vecindario.
Pero, ¿qué importa? Lo hago por Dios, por el prójimo, por mi familia, por
mi fama de hombre honrado y veraz, por legar un nombre, si no glorioso,
limpio y puro, al menos, a mis hijos. La nobleza espiritual e intelectual,
he ahí la verdadera nobleza. Esa quiero, hijos míos, legaros. La nobleza
consistente en la fe sin superstición y sin ostentación, en el valor sin
imprudencia, en la educación esmerada, en la cultura amplísima, en la
dignidad sin orgullos ni vanidades, en la humildad sin vilipendios, en la
virtud. Sin hipocresía, en el amor sin vicio, en la bondad, en fin en la
bondad inteligente y fuerte.
Eso, hijos míos, y la voluntad para el trabajo perfeccionador, la voluntad
firme, sobre todo, la voluntad buena, más que dinero y más que
vanaglorias y honores mundanos, es lo que deseo que heredéis y
conservéis de mí.
Lo que quiero que trasmitáis a vuestros descendientes y a vuestros
contemporáneos, con la misma energía, con igual constancia, con idéntica
preocupación, que de continuo me ocupo yo en transmitir, día por día, a
vuestras almas, aún infantiles.
Algún día sobréis agradecérmelo, sabréis bendecirme, como hoy lo
agradezco yo y bendigo a mis padres, vuestros nobles abuelos. Y eso que
los perdí tan niño.
50
Diario íntimo de un poeta
Pero, a los tres años, ya mi santa madre me había dado de mamar su
sangre sana y pura, y me había infiltrado su amor y su virtud.
A los nueve años, mi inteligentísimo y activismo, mi buenísimo padre, ya
había depositado en mí todos los gérmenes de amor al trabajo, al bien, al
estudio, todos los gérmenes de una educación y una cultura sólida.
Abrimos, por fin, las puertas y las ventanas a la joven primavera. En el
azul sin nubes luce, al cabo, el claro sol.
Con alguna violencia quiere aún soplar el frío viento. Pero la primavera es
una realidad. Ya no es una esperanza irrealizable.
¡Es tan largo y triste aquí el invierno!
Suena a música el zumbido del primer moscardón, rondando los cristales.
Si tuviera hoy tiempo, escribiría versos. Empezaría:
¡Oh Dios! ¿Cómo negarte, habiendo primavera?
12 de Mayo 1925
Un mes de mayo infernal, lluvias, huracanes, granizadas, frío… Quiso
empezar la primavera, pero no. Es un mayo como no se verá fuera de
estos territorios abruptos y elevados. Estamos en el inclemente corazón de
la sierra. De esto no hay duda.
Esperemos.
Esperar andando. No sé donde he leído algo así.
En efecto no desesperar, pero, pero no dormirse en la esperanza. No
tumbarse hasta que las borrascas cedan. Si acaso, guarecerse
prudentemente bajo techado unos momentos, para continuar sin desmayo
la caminata. Reponer las fuerzas, no más. Evitar la extrema fatiga. Pero
esperar, siempre esperar, andando. Si no, nos alcanzarán los granujas, los
ventajistas, los hipócritas, los audaces, los bandidos, los que avanzan a
saltos de pantera o a pausas de reptil.
51
Pedro Adolfo Rubio
Aquí, en los confines del mundo civilizado, en lo último, como ellos
mismo dicen, hay unos cuantos tíos y tías a los que hay que vencer, a os
que es preciso vencer.
23 de mayo 1925.
Llueve, no se cansa de llover.
La humedad es fría, desapacible. Tiempo bueno para el campo, pero malo
para el artista. Tristeza. Aplanamiento. Siempre el cielo plúmbeo.
Siempre la tierra chorreante. ¿Dónde está el sol?
Y luego, esta gente.
Y, además, mi hermana enferma, sin mejoría. Enferma del cuerpo y del
alma, pues su alma está tenebrosa de tanto trato con personas fanáticas,
rezadoras hipócritas, sin fe. Y sobre esto, la madre de Felisa, habrá
muerto, quizás, ha días, según la carta que un cuñado mío escribe a este
alcalde, preguntándole por mi.
Menos mal, mis hijos están buenos y contentos en un florecer infantil
esplendoroso. Vivamos por y para ellos, no perdamos la esperanza, ni la
serenidad, ni el valor para la lucha.
Esta bárbara y ridícula pelea del mundo en el que los granujas y los
salvajes y los granujas-salvajes, nos obligan a empuñar las armas.
26 de mayo de 1925.
(10 noche)
El ex-cacique intenta revivir. Recurre a artimañas, a engañar, a
bribonadas, como siempre, pero va perdiendo algo de temor en que le
tiene hundido su propio delito. Ya sale más a la calle, y se atreve a hablar
con la gente. Hasta suelta ya en algún corrido, algunas de sus ruidosas
carcajadas, estúpidamente provocativas.
52
Diario íntimo de un poeta
La culpa es de cuatro marranos y cinco marranas que ha vuelto a cambiar
conversación con él.
De nada Dios mediante, le servirán estas innobles intentonas. El
caciquismo, en España, no retornará. La vil política de campanario no
resurgirá nunca.
Hombres nuevos, hombres serios e inteligentes, han de surgir, en cambio,
de todas partes, y ellos compondrán el orden, la decencia, la cultura y la
paz.
Hay, al menos, que creerlo, porque de otro modo, es indudable que
España sería teatro de una de las bárbaras y sangrientas revoluciones que
pueda registrar la historia.
1 DE JUNIO 1925
Ayer, al fin, sentó el tiempo y empecé a sentir calor. Hoy se oye zumbar
la moscarda, y el tiempo está bochornoso, en cuento aquí cabe. Sin
transito por la primavera, parece que vayamos a pasar al verano.
El verano, lo único tolerable y soportable en este rincón de la serranía
burgalesa. El calor no agobia: El trabajo, no mata. Podemos tumbarnos a
capricho. Podemos, sobre todo, escribir, sin que el sueño ni el bochorno
nos lo impida. Si acaso, las moscas Pero ya veremos de evitarlas. De
todos modos, creo que podré aprovechar estos seis meses. Noviembre,
todavía, si no nieva, de octubre, desde luego, si no hiela. En fin, cuatro
meses seguros y dos probables, de calor: pensar, escribir, leer. Algo
distraerá la tarea que he emprendido, a favor de este pueblo. Los pinos, el
camino, la fábrica de serrar, y, más que nada, en definitiva, la extirpación
definitiva del cáncer caciquil, que pugna por reproducirse y extenderse.
De todos modos, algo habré hecho alterante estos cuatro, cinco o seis
meses. Al final de los cuales, tal vez, allá para noviembre, nos vayamos a
cualquier otra parte, mejor que esta, sin duda.
53
Pedro Adolfo Rubio
Depende de ello, de que Dios ilumine a mi hermana y nos ayude a
establecernos en otras circunstancias actuales
Depende también, acaso, principalmente, del giro que tomen los asuntos
de este pueblo.
Si el pueblo no me ayuda, si no me agradece lo que estoy haciendo y lo
que, con la ayuda de Dios, he de hacer, vayan al infierno los muy
salvajes, y yo, asqueado nuevamente, me iré donde sea, en busca de
nuestra vida, del porvenir de los hijos, en el cual confío tanto.
Observo, según hoy escribo, que hago la letra grande, algo aguda,
demasiado lanceada, y desigual. Esto quiere decir que me falta serenidad
e inspiración. Mi letra, en efecto, en los días de perfecto reposo, de
absoluto equilibrio, es pequeña, sin exceso y con tendencia a la curva más
que a la recta, levemente ondulante, en suma, como el mar en calma y
como el cielo en los días tranquilos.
Me dura aún la excitación que anteayer me produjo la rufianesca y
miserable actitud del cacique, o excacique, que pretendía en el
ayuntamiento que el alcalde, me expulsara del salón de sesiones, con
pretexto de que la reunión que celebraban, para pedirle a él las cuentas
infames que ha hecho en el municipio, no era pública. Harto, sabía el
granuja que era pública. Pero su propósito no podía ser mas vil: quedarse
en el salón, con veintitantos concejales, por él comprometidos en el
defalco, malversación y falsedad de las cuentas, y envolverlos con
halagos y amenazas y embusterías, como tantas veces Esta vez, a Dios
gracias, no le valió. Fea estuvo la cosa unos instantes. Porque estos
rústicos cobardes no se atreven a chistar y con su silencio parecían asentir
a los disparates que empezó a vomitar.
Pero pronto, unos cuantos testimonios le redujeron al silencio, y el muy
bribón no volvió a despegar los labios. Si bien, todavía con sus miradas
de demonio torpe y sus risitas de zorra vieja, todavía revolvía en su
asiento de babosa.
¡Que tipo, Señor!
54
Diario íntimo de un poeta
Ni el Maestro D. Cirilo Moreno, tan ruin, ni el ricacho D. Fernando
González, tan repugnante, ni el santón Jacinto Fernández, ni el bragazas
Julio Fernández, tan falso, ni el bestia Estanislao Gutiérrez, más traidor
que Judas; ninguno (y cuidado si los mentados, y alguno por mentar, son
ejemplares vergonzosos para la especie humana), ninguno, creo que le
iguale En fin, bastante he escrito ya de él. Sirva de aviso y enseñanza a
mis hijos, y a todos.
2 de junio de 1925.
Lindo país.
Hoy torna a hacer frío, hacia el norte se levantan unas nieblas invernizas,
y amenaza lluvia el cielo. Este brusco cambio atmosférico, será fugaz, sin
duda. Pero aún así...
En casa, no obstante, al abrigo del viento, no se está mal, si no fuera
porque me falta la tranquilidad necesaria, y porque me absorbe casi todo
el tiempo mi preocupación por las cosas de este pueblo, me metería en
casa, a estudiar, a escribir, a jugar con mis hijos, y no saldría a penas.
Pero no es posible. La vida avanza. No hay tiempo que perder. Presiento
mi longevidad. Más aparte de que puede ser ilusorio este presentimiento,
aunque Dios me conceda, en efecto, otros cuarenta años de vida, estos
pasaran, como todo pasa, atropellada, vertiginosamente.
El porvenir, la Patria, la Humanidad, los Muertos, nuestros hijos, nuestros
amigos y nuestros enemigos, la eternidad, Dios, nos contemplan y esperan
nuestras obras.
Puesto que la perfección es imposible, realicémosla lo menos imperfecta
que podamos.
Tenemos, acaso, una seria y perdurable tarea encomendada.
No habrá oto remedio que intervenir en la vida pública, como dice Primo
de Rivera, dejando las comodidades del hogar.
55
Pedro Adolfo Rubio
El triunfo de la Unión Patriótica 5, limpia, depurada, filtrada, claro está,
terminada o la revolución.
No es otro dilema actual en España.
Así lo entiendo y así se lo escribiré esta tarde a Primo de Rivera,
reiterándole mi oferta de prestarle ayuda.
Sospecho que es un hombre. Le indicaré de la conveniencia de entregar el
poder, previas unas sinceras elecciones pronto, pronto y le brindaré la
idea de formar en cada pueblo una especie de tribunal local superior,
compuesto por las personas mas ilustradas, sin distinción de ricos y
pobres, de nobles y plebeyos. Una sirvienta, una pastora, puede parir un
genio, un héroe, un santo, lo mismo que una empingorotada y linajuda
dama puede dar a luz un monstruo, modelo de estulticia o de maldad.
Prerrogativas para la cultura, si bien todos los hombres cultos no seamos
hombres de bien. Pero es necesario.
4 de junio de 1925
Vuelvo a pensar que la mejor herencia que dejaría a mis hijos, si yo
muriera prematuramente serían estos cuadernos.
Leyéndolos con amor y con respeto encontrareis en ellos el camino recto
y seguro, no sólo para triunfar en la vida, sino para salir victoriosos de la
inevitable y más o menos, próxima muerte.
Porque importa vivir bien, pero no importa menos bien morir. Para
conseguir este equilibrio necesario no hay otro medio que trabajar,
estudiar, leer, ser meditativos y prudentes, ser virtuosos, sobre todo, la
virtud.
Yo no fumé ni bebí casi nunca, esto mismo aconsejo a mis hijos. A mi no
me va mal con esta abstención. Sufro, rara vez, dolencias físicas y
5
Partido creado por Miguel Primo de Rivera en 1924
56
Diario íntimo de un poeta
presumo que llegaré a viejo con completa salud y en posesión de toda mi
inteligencia y toda mi fuerza vital.
Fumar y beber con moderación, acaso sea tolerable. En el caso mejor, no
obstante, ningún vicio beneficia al cuerpo ni al alma.
Tal vez parezca exagerado este culto que yo pretendo consagrar a la salud
y a la virtud. Quizás haya muchos hombres buenos e inteligentes, y aún
excelentes, que tengan el tabaco y el vino por costumbre arraigada. Tal
vez, o seguramente.
Pero lo que no puede dudarse es que, en general los vicios dominan al
hombre, y lo convierten en un enfermo, en un degenerado, en un imbécil.
Habrá quien diga que beber y fumar no son realmente vicios, si no se
practican con excesos, pero ¿Cuantos y cuáles son los hombres que saben
y pueden contenerse en los razonables y saludables límites?
En todo caso, podría transigirme con el tabaco y el vino buenos, y en las
manos de hombres de recta firme voluntad.
Lo que en suma es detestable es el hombre dominado por el tabaco o la
bebida. Y sospecho que a ese abyecto estado de esclavitud se llega
insensiblemente.
Por eso, aconsejo o mis hijos que no empiecen a tener ningún vicio, o que
si, por debilidad, o transigencia momentánea inclinación empiezan a tener
alguno, sepan, nobles y fuertes, ponerle freno cien mil veces antes de que
el vicio intente, siquiera, apoderarse de ellos. Vicios o pecados, igual da.
5 de junio 1925
Anoche, un viento huracanado, frío. Esta tarde, una gran tormenta
acompañada de piedra y una lluvia torrencial.
Es loco, sin duda, este clima. Su primavera, en efecto, no puede ser más
turbulenta y veleidosa. Esto no es primavera, ni cosa que lo valga.
57
Pedro Adolfo Rubio
Por último, estamos todos guarnecidos en casa, oyendo tronar, viendo
llover.
Otros seres habrá más desgraciados en el mundo. No tengo ganas de nada,
estoy verdaderamente preocupado por la situación del pueblo y, en
consecuencia, por la de España. Pues todo lo que ocurre en nuestro país,
en los pueblos españoles, es resultado fatal y lógico de un secular estado
social de abuso, de injusticia, de inmoralidad, de desorganización y
desordenamiento, ¿Qué causas, que causantes, nos trajeron a tal estado?
Habrá que estudiar bien la historia.
6 de junio 1925
(11 de la noche)
Otro día triste, aburrido. Una carta de mi hermana, vino a colmar mi
tristeza. Es mi única hermana viviente, está imposibilitada por la pasada
ciática, y no acaba de conocer el mundo, ni conocerme a mí. Yo quiero su
sosiego, su bienestar y ella no lo comprende: Prefiere vivir malamente,
tan lejos de nosotros, a reunirnos todos y vender su pequeña hacienda en
la Argentina.
Obra, en consecuencia, sin duda, pero equivocada e inhumanamente. No
me quiere, no quiere a mis hijos, no se quiere a ella misma.
Al menos, según yo entiendo, el cariño fraternal. Si ella no tuviera que
comer, yo la llamaría a mi lado, y no la haría sufrir la menor humillación,
ni el menor disgusto. Yo le propongo unir su pequeña renta con mi
sueldo, mayor siempre que su renta, para vivir juntos y desahogados, y no
quiere.
Se equivoca. Hace mal. Dios no se lo tome en cuenta, y se lo perdone. Lo
merece porque es buena, y no conoce el mundo,
13 de junio 1925.
58
Diario íntimo de un poeta
Parece que va a sentar el tiempo. Se siente, al fin, algún calor, y esa
calma, inconfundible y peculiar del verano. Zumba una moscarda entorno
mío, en la botica. Le hace el dúo otra de zumbido mas atiplado, calma,
pesadez, somnolencia, al cabo.
Nos dormiríamos, para despertar allá, dentro de dos o tres siglos, cuando
acaso la vida sea mas buena y mas bella, o, sencillamente para despertar
dentro de unos días, o de unas horas, en otro sitio que este. Porque la vida,
aquí en Neila, no tiene nada de apetecible, ni tranquila, ni sosegada, ni
humilde, ni sencilla, ni mansa, siquiera, es. ¿Es el aire, es el sol, es el
cielo? No lo sé. Pero esta vida es absurda, e indigna de mí.
Mi ambiente, sin duda, es otro. Si al menos hubiese una carretera, un
camino; si hubiese limpieza; si hubiera un poco de civilización...
Si quiera, no hubiese tipos tan depravados, tan alcoholizados, ni mujeres
tan puercas y borrachas...
No, no soy novelista. Un novelista haría en este pueblo una narración
curiosa.
Yo haré (con el material que estos cuatro años me han suministrado), creo
que haré un libro. Mas no sé qué interés tendrá. Tal vez no acierto a dar
esta tragedia humana toda la emoción que en la realidad produce.
Porque es un espanto, hay aquí, seres del todo incomprensibles. Se
presencian acciones de la más baja y perversa calidad.
Mucha torpeza hay. Mucha ignorancia. Pero supera la maldad.
No de todos, naturalmente, pero si de la mayor parte.
¿Qué trajo a tal estado de alcoholismo e histerismo a este pueblecico de
Castilla? ¿Quién lo sumió en la barbarie y en la locura? Porque aquí
existen verdaderos locos de atar. Anoche mismo, intentó suicidarse el tío
Patricio, uno de los hombres que yo tenía por juiciosos. Beben tanto, y las
mujeres son tan malas...
59
Pedro Adolfo Rubio
Es un pueblo sin sentimientos nobles, sin pensamientos altos, sin hondura.
Y eso que está metido en un profundo barranco.
Yo me encuentro entre estas gentes perdido desconcertado, como un
extranjero que acabase de llegar de tierras lejanas y ni el idioma
entendiese. Mi potencia sugestiva, mi voluntad indomable, me sostienen y
a veces, los arrastro hacia mí, y logro, al parecer convencerlos y
conmoverlos.
Mas no confío demasiado. Las sensaciones y las ideas, todo en ellos es
superficial e inconsistente. No están educados para ningún trabajo mental,
ni para ninguna disciplina del espíritu. Los caciques, los curas, los ricos,
los intelectuales, médicos, seudomédicos y farmacéuticos, los maestros de
escuela, todos ellos, pudieron haber hecho algo por civilizar, por
moralizar, por el progreso, por el adelanto.
Fueron ruines o cobardes o viciosos, o ladrones o egoístas, o traidores, o
soberbios. Fueron torpes y malvados. Todo malvado, es torpe. Pues nada
exige más vigilante y despabilada inteligencia que la continua práctica del
bien.
60
Diario íntimo de un poeta
1926
13 de enero de 1926
Primer día crudo de invierno. Voy a Quintanar y vendo a Antidio la suerte
mía de los pinos y la del médico. Al regreso, un frío indecible.
15 de enero de 1926
Por primera vez, este invierno, la nieve ha cuajado al pueblo. No es muy
densa la nevada, pero el cielo continúa amenazador.
Duraba mucho el tiempo que veníamos disfrutando, y la serrana crueldad
de este clima ha hecho su aparición.
21 de julio de 1926
Seis meses bien cumplidos sin escribir. Seis meses de lucha, pues ahora
tengo que contender, además de con el cacique semiderruido con otros 6 o
7 cacicuelos mínimos que pretendían suplantarle. Algunos, de hecho, lo
han suplantado ya.
Los derribaré también. Enfermedades no hemos sufrido en estos meses.
Sólo Angelito, al echar los últimos colmillos, estuvo unos días febril. Pero
pasó pronto la inquietud. Luisito se cría recio como un roble, sin un
contratiempo, hasta ahora.
Otro hijo autodidacta. El segundón, Tomas. Tenaz e inteligente,
reconcentrado, afanoso, él solo está aprendiendo a escribir. A los seis
años lee regularmente, suma y resta con soltura, empieza a multiplicar, y
escribe inteligiblemente. Otra esperanza, otro consuelo en mi vida de
pesadumbre. Verdad es que Pepito no les va en zaga. Ya asiste a la
61
Pedro Adolfo Rubio
escuela, a los cuatro años, sin protestar, a gusto, conoce el alfabeto, sabe
contar, rezar, persignarse, y revela un talento y una voluntad y una
actividad nada comunes. Siempre me está pidiendo cuartillas para
escribir, estimulado al ver que Tomás no se cansa de emborronarlas.
Yo veo con ellos mi compensación, mi premio, y cada día es mayor mi
preocupación por ellos y llevo con más gusto mi sacrificio cotidiano, por
su porvenir.
Es curioso e interesante este afán de mis hijos por aprender mucho, por
saber. Así fue Adolfo siempre, y así son sus hermanos, Tomás y Pepe.
22 de julio de 1926
Las nueve de la mañana. Ha llegado madrugador el cartero. Recibo los
periódicos "El Sol" y "La Nación", de Madrid. "El Castellano" de Burgos.
"Vida Manchega" y "El Pueblo Manchego", de Ciudad Real.
¡Madrid, Burgos, Ciudad Real!, uno de ellos habrá de ser el punto de
nuestra próxima residencia futura. Cada una de esas ciudades me atrae
por muy distintas circunstancias.
Madrid: la civilización, el porvenir de los hijos, "La capa perdida", que es
forzoso y digno hallar, allí donde se perdió. Madrid, sobre todo.
Burgos, ciudad tranquila, quieta, virgen de negocios, y, sin embargo,
ciudad de porvenir y de pasado. Capital de esta provincia. Pocas
farmacias. Sin prensa periódica presentable, donde además, sin
proponérmelo, sin buscarlos, creo que tengo enemigos cursis y
aparentemente poderosos. Situada, por otra parte, entre las plazas del
norte y Madrid.
Y, en último término Ciudad Real, que, si bien me llama, por ser mi cuna,
el sepulcro de mis padres, no se hasta qué punto me convendría encerrar
allí a mis hijos, ni hasta qué extremo ocuparía yo allí, el debido lugar.
Por eso, recibo, empiezo a recibir y leer asiduamente, periódicos de las
tres partes y empiezo a colaborar en todos ellos, a fin de ir
62
Diario íntimo de un poeta
familiarizándome con sus ambientes respectivos, por si acaso marchamos
en el estío o el otoño del año que viene, como es casi seguro, se arregla o
no esta indecente situación político - social de este villorrio.
26 de julio de 1926
Mes de moscas. Calor, pero el calor tolerable de esta serranía. Unas
cuantas horas en el centro del día, calienta el sol, y nada más. Por la
mañana y por la tarde refresca. Además, esta especie de estío suele durar
aquí, de mediados de julio a mediados de agosto, y eso, con intermitencia
de algún día fresco, cual anteayer.
Las once, pereza, tampoco las moscas me dejan escribir. Luego, la
situación del pueblo es tan disgustante como siempre, y no hay ilusión, ni
ganas de nada. No pienso sino, en cuando, cómo y a donde marchar.
Loa nuevos caciques, Andrés González y el secretario y el alcalde, son
tan funestos como el pasado, aburridores estos tíos.
No sé si podré meter en cintura a esa docena de canallas embrutecidos.
Es mucho sacrificio y mucha tarea, Dios dirá, si debo o no persistir, pues
yo todo lo fío a la voluntad de Dios. Si así no fuera ya me habría ido,
medio asustado, medio aterrado, como los dos médicos que acaban de
marcharse, unos tras otros. Aquí no para un médico, ni bueno, ni malo.
Aquí no ha parado mas persona decente, forastera, que yo y eso por
necesidad, por amor propio, las dos cosas juntas.
En fin, la suerte está echada.
28 de julio de 1926
Otros cuatro días sin poner la pluma en el cuaderno. Decididamente, no
soy capaz de un cotidiano esfuerzo semejante. Es verdad, que muchos
días no tengo nada nuevo que escribir y tendría que repetir mis
lamentaciones y mis indignaciones. Pero aún así, como ejercicio,
63
Pedro Adolfo Rubio
solamente como desentumecimiento cerebral, y hasta para afirmar el piso,
que es lo mismo que domar y fortalecer los nervios, no es inútil escribir
un poco cada día. Acaso, con ello, pierdan intimidad y ligereza mis
cuadernos, y, expresándome en términos farmacológicos, sean menos
concentrados, más diluidos.
De todos medos, su lectura, siempre será interesante para mis hijos, que al
fin, es para quienes los escribo principalmente.
Hoy, como ayer, hace fresco. El cierzo sopla sin cesar, y casi puede
decirse que el verano, que dio principio hace ocho o diez días, ha
concluido.
Este es el veranillo de la sierra. Por lo menos de esta sierra.
Acaso, esté empeñado en lo imposible, en lo antinatural. En que esta
gente, medio muerta de hambre y medio loca de frío, no beba vino
exageradamente y discurra con serenidad.
El vino que beben y el frío que pasan es para enloquecer y atolondrar a
cualquiera, y así viven enloquecidos y atolondrados. Contentos ahora,
dentro de unos instantes los veis desesperarse, disparatar, para volver a
sumirse, otra vez en la estúpida insensibilidad.
Porque lo raro (no se si lo raro), es que, a pesar de la excitación alcohólica
y no obstante, la brusquedad de cambios de temperatura, la sensibilidad
de estas gentes está embotada.
Sus sensaciones son puramente momentáneas e intuitivas.
Y, más que su sensibilidad, es su inteligencia la que esta entorpecida y
aletargada (¿Es el frío?), (¿Es el vino?) (¿Son ambos factores
juntos?)Quizá sea, sencillamente la incultura en que viven. Yo, en verdad,
cada día estoy mas harto de ellos.
31 de agosto de 1926
Un mes de agosto realmente caluroso, aún durante las noches. Pero,
(inconsecuencias de este clima), anteayer mismo nos aplanaba el calor, y
64
Diario íntimo de un poeta
esta tarde no puedo estar sentado a las puertas de la casa, a causa del frío
cierzo que viene.
Un rato estuve leyendo el periódico, y he tenido que refugiarme en la
botica, consoladoramente templada.
El verano, ha muerto.
No me apuraría la inminencia invernal, si al menos, estos siete u ocho
meses que dure, yo tuviera la tranquilidad, y en casa gozásemos de salud
necesaria, para consagrarme a trabajar, a este trabajo asiduo y firme que
durante un año he de realizar, si he de salir de aquí, hacia otro sitio mejor
y debidamente pertrechado pera el triunfo indispensable.
Porque tanta humildad, tanta oscuridad y tanto aislamiento, van pesando,
demasiado insoportablemente ya, sobre mí.
Hay que mostrarse al mundo, ser cual uno es. Ser, como dice
D'Anunnzio 6, quien se debe ser. Y yo soy y debo ser algo, no más, ni
menos, pues el hombre siempre es el mismo, algo distinto y más
significante de lo que vengo siendo todos estos años de soso sacrificio
estéril.
Tranquilidad y salud, estos dos bienes pido a Dios. El solo puede
concedérmelos. ¡Un año interrumpido de labor diaria y fecunda! ¿Qué
haría yo en un año así? No pude realizar este minúsculo ideal, ni siendo
estudiante, ni siendo farmacéutico, ni siendo escritor. ¿Lo lograré ahora?
La fecha es memorable. Mañana empieza septiembre, mes de mi
natalicio, 10 de septiembre de 1880.
Mi indecisión, mi incertidumbre, parece que termina. Mucho he dudado.
Mucho me he empequeñecido yo mismo. Leyendo, leyendo, me he dicho
muchas veces. "No, nunca seré el gran escritor que yo siento necesidad de
ser. No influiré decisiva y eternamente en la marcha de la humanidad.
6
Gabriele D'Annunzio (1863 – 1938) fue un novelista italiano. Entre sus novelas se
encuentra El inocente, que Luchino Visconti llevó a la gran pantalla. Se le considera un
precursor de los ideales y las técnicas del fascismo italiano.
65
Pedro Adolfo Rubio
Silencio, pues. Discreta penumbra.
Pero por otra parte, callar me es imposible. No puedo resignarme. Sobre
todo, a veces creo que mi inactividad y mi humildad son una especie de
suicidio mental. Mas aún creo que con mi pasividad dócil cometo una
especie de insubordinación de rebeldía, para con la providencia, alma del
mundo.
¿Para que, pues, ha permitido Dios que yo penetre en el misterio del
lenguaje, en los arcanos del idioma, en el laberinto del estilo?
Si no es que porqué soy llamado y elegido para una misión literaria.
¿Cómo es que no puedo vivir sin leer y porqué Dios me ha concedido esta
virtud analítica y desmesurada del idioma, de nuestro bello idioma, hasta
el punto, (en otras ocasión me parece haberlo escrito ya) de que puedo,
sin esfuerzo y con seguridad plena, corregir la puntuación, y aún el estilo
de los escritores contemporáneos mas famosos?
No encontré a ninguno, que sepa análisis gramatical, que ponga en su
lugar los signos topográficos.
Y, no obstante, yo no lo estudié, en parte alguna. Surgió, porque sí.
1 de septiembre 1926
Día fresco, nuncio de la otoñada
Liquidé con Antidio, estos días pasados, las suertes de pino que le vendí.
Dos meses hace, que por fin, se empezó el camino vecinal QuintanarNeila. Todos los caciques, de aquí, de Quintanar, de Burgos, aún de
Madrid, se atribuyen la gloria de haberlo conseguido. Esto es espantoso y
asqueroso. Para cometer un crimen, si no fuera por la fe.
Dios sabe que ninguno de ellos pensó nada, ni hizo nada. Dios sabe lo que
tuve que luchar y sufrir, hasta lograr que unos cuantos vecinos me
acompañaran a Burgos, a meter pliego al concurso, del que nadie tenía
noticias aquí, sino yo. Yo lo pensé. Yo redacté el pliego concursante, yo
hice la instancia al gobernador y a Montes, pidiendo la corta
66
Diario íntimo de un poeta
extraordinaria de los mil pinos que para el camino nos concedieron. Yo en
fin, hice todo.
Y el pueblo tan tranquilo, creyendo, a veces, los infundios y las
difamaciones de que me hacen blanco los caciques.
Lindo no más, como dicen los suramericanos.
Dios hará justicia, yo la espero siempre.
Pero es horrible, tíos de aquí y de allí, naturales de Neila la mayor parte,
que no sólo no hicieron nada en su vida porque viniese el camino, sino
que ni aún pensaron en ello; caciques y pastorazos enriquecidos que en
veinte ni en treinta años se movieron, ni aún para remediar el hambre del
vecindario, en algún invierno, pidiendo una carta extraordinaria de pinos,
es decir, gente a la que no se les cuajó en el caletre ni una idea,
relacionada con el adelanto y las mejoras de la villa, y ahora todos salen
de sus madrigueras, chillando, vociferando, tratando de anular mi
generosa acción.
Es una especie de flagelación o de crucifixión, esta que yo sufro, siento en
el alma los azotes de las turbas, y los clavos de los sayones.
Todo sea por Dios.
Es, no obstante, inconcebible, en sana razón, tanta estupidez, tanta
maldad, tanta vanidad, tan ciego empeño en brillar, de mandar, de robar,
de sobresalir, siendo tan ruines. ¡Tan ruines e ineptos, señor!
2 de septiembre de 1926
No es vivir, ni vivir en una preocupación continua. Es un estado de
desasosiego, de disgusto permanente.
El tiempo está espléndido. La temperatura es agradable, todos en casa.
Disfrutamos salud. Mis hijos están todo el día contentos y juguetones.
Y, sin embargo, no se aparta de mí la idea de la maldad y de la ruindad de
alguna gente, con la que es de todo punto imposible vivir en paz.
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Pedro Adolfo Rubio
"Vivirás en paz..., Si te dejan", dice el viejo tío Anselmo. Un viejo astuto
y cabezota, a quien me parece que he mentado ya en mis cuadernos.
Este mismo tío Anselmo, es uno de los patriarcas de la tribu (74 años), me
ha confesado, varias veces, su creencia de que sobre este pueblo pesa una
maldición, sobre todo desde la muerte misteriosa del cartero, hará unos
siete años.
Yo creo que si la maldición es cierta, habrá que remontarse muchos años
atrás, pues aquí debe haber habido siempre gente realmente diabólica.
No es extraño que aún crean en las brujas.
Si yo continuara viviendo aquí mucho tiempo, acabaría por considerarme
embrujado, porque no se a que atribuir cuanto me viene ocurriendo y
vengo presenciando.
Más, con la ayuda divina, en el año que pienso estar, creo que podré
librarme del maleficio.
¿Qué más brujería, en efecto, que la que puede producir la acción
combinada del fanatismo rutinario, el caciquismo brutal, la piojería
reinante, el vino malo y el aguardiente a discreción?
En un mundo así, se encuentra uno más perdido, confundido y aterrado
que si un sábado a media noche, lo transpusieran a caballo, en una escoba,
volando, volando al más desenfrenado aquelarre. Ni las brujas lo
entenderían, ni nosotros las comprenderíamos a ellas.
Así pasa con esta gente. Cuanto mas tiempo se la trata, menos inteligente
y querida nos es. Y, presumo, veo mejor dicho, que lo mismo le ocurre a
ella, con respecto a nosotros, a pesar de nuestro cotidiano esfuerzo y de
nuestra continua violencia interior, por serles gratos a estos raros seres. Ni
quieren ni se hacen querer. Ni entienden, ni se hacen entender. Viven, si
no contentos, perfectamente acordes con sus vicios, sus costumbres, sus
miserias, sus trabajos, sus necesidades, su ignorancia, su embotamiento.
Yo he llegado a pensar, a veces, que no sienten, espiritualmente hablando.
68
Diario íntimo de un poeta
En fin, termina mI séptimo cuaderno. Poco escribí durante estos dos años
casi justos.
Avivaré mi diligencia, reforzaré mi voluntad. Aunque en este ambiente, el
trabajo continuo suponga un heroico esfuerzo.
10 de septiembre 1926
Mí fiesta onomástica. La celebramos en familia, por la reciente muerte de
la madre de Felisa. Sin embargo, han coincidido a comer conmigo Navas,
su practicante y el médico que acaban de llegar al pueblo.
Por la mañana, me dieron diana los gaiteros, por la noche, serenata de
mozos.
Mas no invitamos a nadie, y así el día transcurrió más tranquilo que los
años anteriores.
Mis hijos estuvieron contentísimos, y mi esposa muy satisfecha. No hay
que pedir demasiado a la vida, más bien, no hay que pedirle nada, y de
esta manera, nos encontraremos, como un tesoro, con aquello que se
digne a darnos.
Colocarse por encima de las pasiones y de las ambiciones, en la región
serena y severa del espíritu, es el ideal.
16 de septiembre 1926
Voy a ver si consigo reconstruir, imaginariamente siquiera, mi vida en
este pueblo, durante los cinco años y dos meses de mi residencia en él.
Procuraré recordar todos los acontecimientos de alguna importancia,
desarrollarlos en este tiempo a fin de que me sirvan de documentación
para el libro que he de escribir.
Y con el fin, sobre todo, de que permanezca mi testimonio escrito acerca
de la vida de un pueblo castellano, en el siglo XX.
69
Pedro Adolfo Rubio
25 de Octubre 1926
Estamos como queremos. Hace un frío desolador. La nieve ha aparecido
en los altos. Más temprana que los años anteriores. Cuatro días antes nos
achicharraba el sol. Veremos que da de sí el inminente invierno.
¡Si tuviésemos salud y tranquilidad completas para que yo pudiese
trabajar! En la enfermedad y la inquietud no es posible hacer nada
provechoso, ¡y menos aún, obras de arte!
Empecé el sexto año de lucha con esta gente. Al comenzar el séptimo,
Dios mediante, todo, absolutamente todo, en este pueblo habrá cambiado
o estaremos preparando nuestra marcha a otra parte.
Si es cosa resuelta, si no consigo para el verano que viene convertir este
villorrio en una ciudad incipiente y floreciente, procuraré alejarme para
siempre de estos lugares de maldición y pesadilla.
No cuento con nadie, sino con Dios. Hasta los próceres de Burgos me son
sordos u hostiles.
22 de Noviembre 1926
Sigue mi vida de continuo disgusto, de desasosiego y preocupación. Estas
almas rurales son incorregibles. Y por añadidura, he aquí el invierno. El
horrible invierno serrano.
Nieva menudamente en el pueblo. Los altos ya hay días que están
nevados y empieza a hacer un frío desolador. Entre las locuras de este
clima y las insensateces de estos ciudadanos se me pasan los días y los
días sin hacer nada casi. Nada más que pensar, acechar, resguardarme y
prevenirme contra las persecuciones y marrullerías de los enemigos, entre
los cuales, ahora, se cuenta el cura también. El maestro ya se contaba.
Un cura, que por las señas, va a hacer buenos a los anteriores, dos
ladrones sacrílegos, que despojaron la iglesia. Este no sé que hará.
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Diario íntimo de un poeta
Por lo pronto, se las da de médico y de comediante. En ausencia de
médico ha visitado, diariamente, a enfermas jóvenes, poniéndoles el
termómetro. Y ahora anda ensayando una función de teatro a las mozas,
todo esto, bajo una capa de santurronería y de misticismo que quita la
paciencia a un justo.
En fin, entre unas cosas y otras, yo me paso el tiempo meditando,
divagando.
Apenas escribo, y leer los periódicos "El Sol", "La Nación" y los de
Ciudad Real, que recibo a diario. Gracias a ellos no me entumeceré el
cerebro del todo, pues todos los días he de hacer, leyéndolos, algún
ejercicio mental.
Pero esto es nada para mí, yo necesito mes serenidad, mas quietud, otro
ambiente. Bajo esta apariencia letal de villorrio castellano, calmoso y
pacífico, el caciquismo, la avaricia, la vanidad, el odio, la envidia, la
soberbia los peores defectos humanos, no me dejan vivir en paz. Y en la
incertidumbre del mañana, no es posible trabajar acertadamente. Mis
nervios, al menos, no me lo permiten a mí.
29 de Noviembre 1926
Amanece nevado el pueblo, no fue muy copiosa la nevada, pero amenaza
continuar.
Definitivamente esto es desagradable. Este País, esta gente, este frío... Si
al menos, este invierno, que prematuramente empieza, me fuese permitido
trabajar con algún sosiego. Mucho lo dudo. Estos caciques, este cura, este
maestro y esta maestra son de la piel del diablo.
No tienen idea buena y son impenitentes y recalcitrantes. Si les perdono,
si aparentemente me dejo engañar por ellos, convirtiéndome en un
encubridor de sus hazañas, me persiguen. Si les hago noblemente frente
defendiéndome y defendiendo al pueblo, me persiguen también.
Estos, los que mandan. Por otra parte, el ex-cacique, agazapado,
acechante, sin descansar de sus maniobras de chacal. Por otro lado, los
maestros, el cura, ruines, soberbios, envidiosos, hipócritas, taimados, con
71
Pedro Adolfo Rubio
los cuales, ni quitándose tiras de pellejo para hacer las paces se podría
uno entender.
¡Qué mundo, qué España, qué Castilla, qué provincia esta! ¡Qué pueblo
éste, Señor!
Sin embargo yo continúo impávido, serio, respetuoso y severo, a la
defensiva.
Ayer escribí a Gaitero y Valero, las dos personas, si acaso de más valía de
Burgos. Días pasados recibí una expresiva contestación de Benjumea7 en
nombre del General Primo de Rivera.
Allá veremos pues, si con perseverancia, con seriedad, limpia y
rectamente, es posible hacer algo, lograr algo. La época y la nación
nuestra son pre-revolucionarias. Es verdad, mas al final de todo trastorno
pasajero, las cosas y los seres vienen, o deben venir a quedar siempre en
el lugar debido. Dios dirá, en última instancia lo que ha o lo que me ha de
suceder o convenir.
1 de Diciembre 1926
El cielo sigue amenazando nieve, el sol se afana inútilmente por traspasar
las sucias nubes. ¿Que dará de sí el tiempo? Probablemente, otra nevada
mayor.
Continúo obsesionado por esta gente. Y eso es que ayer recibí carta, un
poco alentadora, un poco nada más, pues no acaban de entenderme y de
hacerse cargo de Gaitero.
No obstante, ruda y repugnante es la lucha con este ambiente de incultura,
de soberbia, de infamia y de rabioso caciquismo.
Los enemigos, sin salir del pueblo ya forman legión. Antes eran tres o
cuatro, ahora son, cuando menos, ocho o diez. A todos, mediante Dios,
pienso confundirles, no castigarles, pues yo no sé ser cruel con el
enemigo en tierra. Pero eso sí, los aburriré, los aterraré a todos, a los de
7
Rafael Benjumea y Burín, Ministro de Obras Públicas con Primo de Rivera en 1926.
72
Diario íntimo de un poeta
aquí, a los de Quintanar, a los de Salas y a los de Burgos.
No, bien lo sabe Dios, por espíritu de venganza, sino por espíritu de
justicia y de verdad. No, no puede ser que triunfe el mal en este mundo.
Las victorias del mal, de los malvados, son aparentes y fugitivas, no
reales y duraderas. En mí ya más que promediada existencia, lo he podido
comprobar varias veces. ¡Y, cuidado si llevo pasadas vicisitudes, agobios
y amarguras!
Lo he experimentado, empero, en mí y en los demás.
La prematura muerte de mis padres, el mayor dolor que yo he sufrido, la
causa de mis grandes penas, ¿no será, al cabo, el origen del destino
glorioso de alguno o algunos de mis hijos? La compensación, la armonía,
el equilibrio estable, no tiene más remedio que establecerse. Cuanto más
grande es el sacrificio que Dios nos impone; cuanto más duras y largas
son las pruebas a que haya estado, o estemos sometidos, tanto mayor y
perdurable tiene que ser la recompensa.
Esto no es sólo Fe. Es lógica, raciocinio, sentido común. De lo contrario
no habría Dios. Y sin la idea, sin el sentimiento de Dios, no es posible, no
sería tolerable vivir.
6 de Diciembre 1926
Se fue la nieve, se ha templado algo el tiempo, se ve que quiere
prolongarse el otoño, hasta que el invierno haga su entrada oficial. Dios lo
quiera. Porque el invierno aquí, aunque no fuera muy largo es, siempre,
temeroso.
Toda la familia, en fin, nos encontramos bien ahora. Nunca peor.
Nuestros seis hijos, respiran por todos sus poros el sereno contento de la
salud.
Y bien mirado, no hay goce que pueda compararse con éste de ver a
nuestros hijos sanos y contentos. Ni orgullo más puro para unos padres.
¡Cuantas gracias doy ahora a Dios por no haberme abandonado en brazos
de los vicios que, más o menos, siempre consumen, debilitan o enferman
73
Pedro Adolfo Rubio
la naturaleza humana!
Sin duda, mi precocidad intelectual me preservó de ellos. Desde niño, en
efecto sentí repulsión por el tabaco y la bebida. Repulsión acaso, no sea la
palabra exacta, mas bien, terror, y los fumadores y bebedores
empedernidos me inspiraron cierto sentimiento de desdén y de piedades,
lo mismo que aquellos camaradas míos de tiempo de estudiante, o de mis
tiempos literarios, (yo siempre fui un literato con visos de estudiante) que
pernoctaban en las casas del mal vivir.
Dios, sin duda, el ángel de mi guarda y mi inteligencia equilibrada me
libraron de caer en los abismos sin salida. Al menos sin salida fácil. Pues
¿qué hará un padre que ve crecer a sus hijos delicaduchos, desmirriados,
anormales, padeciendo estigmas más o menos graves y visibles?
El problema, por consiguiente, es intelectual y moral. Por el
conocimiento, puede llegarse a la perfección relativa, es decir, o a la
ausencia de vicios, a menor número de defectos, al señorío sobre el
mundo y sobre las pasiones. Esta labor, esta lucha constante, cotidiana del
espíritu con la materia, del alma con el cuerpo, no es tan ruda como
parece a primera vista, si no nos abandona la reflexión, el pensamiento de
la otra vida, el verdadero temor de Dios.
Vosotros, hijos míos, indudablemente superadme, y si no pudieseis
prescindir de tener algún vicio, si beber o fumar, o jugar o divertiros, os
atrajera, jamás dejéis de ser, reflexivos, serios, serenos, moderados y
señores, y nunca esclavos ciegos del vicio o de la pasión. Pensad en
vuestros padres y en que lo habréis de ser vosotros también. No olvidéis
ni un instante, sobre todo en los momentos de tentación o de peligro, de
que si yo hubiera sido un degenerado, un hombre sin freno, un vicioso, en
una palabra, vuestro destino habría sido muy diferente. Hoy viviríais
enfermos, raquíticos o epilépticos, o embrutecidos o sufriendo cualquier
otra lacra de la fatal ley de la herencia.
A veces, estas lacras no son físicas, no son ostensibles. Hay niños medio
tontos, o medio brutos, o bestias por completo, bajo una apariencia
exterior saludable.
Pero en realidad, son anormales, descendientes de padres enfermos,
74
Diario íntimo de un poeta
desenfrenados, entregados a cualquier pecado capital.
Sólo mediante el ejercicio continuo de la voluntad, del trabajo, de le
virtud, de la cultura, puede constituirse una estirpe, una raza, una patria,
una humanidad, un tipo humano de selección. Esto es, un ser humano
normal, equilibrado, armónico, es decir, bello, fuerte, sano, inteligente y
puro, en el que todos los instintos, aún los sexuales se desenvuelvan bajo
el poder y los dictados de la conciencia.
7 de Diciembre 1926
La lectura en "El Sol", de un artículo de Gómez de Baquero, haciendo
resaltar el incremento que va adquiriendo el estudio del español en los
Estados Unidos, y afirmando que el español y el inglés son las lenguas
que se disputan en el Nuevo Mundo, afirmación que corrobora mi
conocimiento intuitivo de mucho tiempo ha, ha refrescado y vigorizado
en mi memoria el firme y resuelto propósito de aprender bien la lengua
inglesa, hasta que me sea, si no tan íntimamente conocida como la propia,
siquiera tan familiar como ha llegado a serme el francés.
El porvenir, en efecto, la nueva civilización (otra idea intuida por mí
desde muy joven), están en América, Y quién sabe si allá, en el nuevo y
gran continente, se desenvolverán, de modo admirable, las diversas
aptitudes de que acaso mis hijos estén dotados. Más tal vez, dentro de
cuatro, cinco o seis años, habremos de trasladarnos todos allí, a la
América española desde luego, por lo pronto, si la situación política,
religiosa, administrativo-social, cultural y educativa de España no se
soluciona feliz y definitivamente; si yo, y hombres como yo, que sin duda
los hay, preteridos, olvidados y oscurecidos, no somos llamados a ocupar
los puestos correspondientes, hoy todavía asaltados, casi lo mismo que en
los tiempos recientes de la vieja política, por gente desaprensiva,
inverecunda y audaz.
Por si acoso, en fin, y en todo caso; vuelvo a estudiar inglés, estudio, que
apenas comenzado, he tenido lo negligencia de suspender ya dos veces.
Al mismo tiempo, empezaré a enseñarlo a mis hijos, a la vez que el
español y el latín, que quiero que aprendan a conciencia. Positivamente,
con estos tres idiomas, bien aprendidos, es decir, gramatical, literaria y
75
Pedro Adolfo Rubio
filosóficamente aprendidos, ya pueden ir, sin gran riesgo, al Nuevo
Mundo, y aún quedarse, si así está dispuesto por la divina providencia, en
este Mundo Viejo; en este rincón del Mundo Viejo, que es España.
9 de diciembre 1926
Leyendo esta mañana, (hermosa mañana de Sol), después del desayuno,
en la cocina, frente al fuego, se me ocurre escribir un artículo sobre
educación y una carta a Primo de Rivera, felicitándole por la respetuosa y
digna respuesta que ha dado al clero español respecto a las pretensiones
razonadas y razonables de éste.
Pero, como siempre que me dispongo a leer y escribir, aunque sea una
sencilla carta familiar, enseguida me invade, se apodera de mí, una
sensación de dejadez, de desilusión, de descorazonamiento.
¿Que voy a resolver yo con ese artículo y con esa carta?
Nada, sin duda.
¿No sería, tal vez, más juicioso, más útil, dedicar este tiempo que voy a
emplear en escribir, a inventar una pomada contra los sabañones, o contra
las cucarachas? O, también, ¿No sería más practico dedicarlo a planear y
comenzar mi libro, completamente embrionario hasta ahora, "El diablo y
yo"?
Tal vez, tal vez.
Mas, sin embargo, no es bueno vivir y permanecer en esos estados de
indecisión y de abulia.
El caso es trabajar, hacer algo, no estar ocioso. Es el único modo de
encauzar, de poner en orden los pensamientos, de serenar la imaginación,
de apaciguar las penas y las inquietudes. Y, sobre todo, en la manera de
cumplir nuestra misión terrena, trascendental o insignificante, y de llegar
a ser "quien debes ser", como dice D'Annunzio.
Verdaderamente, cuando se me cita un poco acerca de la inutilidad de
todo esfuerzo, en la desconsolante lentitud por la que se avanza en la
76
Diario íntimo de un poeta
senda del bien y de la felicidad, dan ganas de retroceder en el camino
intelectual que hemos emprendido, y sumirse en la barbarie mas egoísta y
despreocupada.
Porque, en el supuesto de que yo llegue a escribir mucho menos
incorrectamente y más inspiradamente que hoy escribo, suponiendo que
dentro de dos o tres años de ejercicio cotidiano, perseverante, llegara a
ocupar en el periodismo y en la literatura un lugar bien visible y
productivo, cual el que, por ejemplo, ocupan hoy Gómez Carrillo,
"Azorín", Maeztu, Gómez de Baquero y algunos otros, mi situación
económica estaría asegurada, y mi vanidad populachera que aún los
escritores mas solitarios y humildes padecen, quedaría acaso satisfecha.
Pero aparte de mi incurable desconfianza en mi propio valer, y sobre
todo, no todo el que vale llega a triunfar; aparte de esta dúplice y difícil
consideración: ¿Que vienen a resolver hoy en España un Maeztu o un
"Azorín"?
Yo me imagino a estos apreciados compañeros como si fueran unas
pobres VACAS lecheras, ya un poco viejas y flácidas por consiguiente,
que estuvieran condenadas a ordeñarse a sí mismas continuamente, para
nutrir con su leche, cada vez más escasa, una legión de niños mamones,
que el día de mañana ni se acordarán de aquellas ubres martirizadas y
quienes deberán ser.
El símil es un poco vacuno, y no será muy exacto, pero creo que puede
anotarse y pasarse en la modestia recoleta de estos cuadernos íntimos.
Yo, hasta ahora, hablando vacunamente, he dado poca leche. Soy poco
lechero, poco fecundo. No sé cómo podré llegar a escribir cada día dos o
tres artículos literarios, y cada a año uno o dos libros. No lo sé. Cierto es
que me he ordeñado poco, que jamás leí y escribí quince días seguidos,
pero cuando perseveré cinco o seis días, y esto ocurrió raras veces,
empecé a observar que al día mi secreción aumentaba en cantidad y
calidad.
Por eso, bien mirado, no tengo aún motivo para romper la pluma, quemar
los libros y abandonar toda esperanza.
77
Pedro Adolfo Rubio
Recuerdo ahora que lo poco que publiqué en Madrid obtuvo y mereció
aprobación entusiasta o comentario cariñoso, o crítica cariñosa alentadora
(esto fue alrededor de mis veinticinco años y en mi época de pereza
rebelde y desordenada), de los mas notables, de Alfredo Vicenti (acaso el
mejor periodista español, desde luego, el mas señoril y más artista), de
Jacinto Benavente, de Cristóbal de Castro, de Felipe Trigo, de Pedro
González Blanco, de José María Salaverría, escritores todos ya
nombrados por entonces, cuando yo empecé.
Por cierto que en mi cita primera de hombres he omitido el de Salaverría,
otro que era poco fecundo, poco lechero (como yo), cuando vivía en San
Sebastián, desconocido, y ahora pare y da leche sin cesar. Lo cual habrá
conseguido, Dios sabe a costa de qué disciplina y que tenaces esfuerzos.
Bien puedo ser yo, todavía un caso semejante. Mejor que yo, bajo mejores
auspicios, ninguno de ellos principió su carrera literaria.
Pero yo no sé que me ha sucedido. A mí, los elogios no me
entusiasmaban. Me alegraban un instante, pero me dejan después
displicente, indiferente, encerrado en mi vida de orfandad, de desgracia,
de pesadumbre, de ancianidad y decepción prematuras.
Yo creo que fui un viejecito, pero un viejecito muy viejo, una especie de
milenario viejo de la luna, desde mi niñez, por lo menos desde que murió
mi amadísimo padre.
Tal vez, debido a esto lo he mirado todo, hasta mi porvenir, hasta mi
encumbramiento posible, como si lo presenciase desde otro mundo, desde
la luna o desde la eternidad. Ramiro Cardeñosa, un muchacho médico de
un talento realmente extraordinario y casi todos los muy pocos amigos
que he tenido, tenían fe en mí, me admiraban, es decir, admiraban mi
dotes literarias.
Pero yo nunca acabo de creer en ellas, en mí. Esto, la falta de vanidad, la
desproporción inmensa entre mi aptitud, a mi juicio, nada asombrosa, ni
sorprendente, y el esfuerzo titánico de voluntad indispensable para el
triunfo, esto es lo que quizás me ha perdido. Perdido, tal vez, no sea el
vocablo. Retrasado, mas bien.
78
Diario íntimo de un poeta
Tal vez no sea tarde todavía. Y en todo caso, Dios siempre sabe lo mejor.
No debe descorazonarme, ni desesperarme, lo que yo llamo premiosidad,
mi poca fertilidad, es cierto que nunca sabré hacer lo que se dice un
cuento, una novela, una comedia, pero acaso, esto es un síntoma evidente
de mi originalidad, de mi personalidad.
Además y sobre todo, si no valgo para escribir, menos aún valdré para
otra cosa cualquiera. Al fin, leer y escribir es lo que mas me gusta. Mejor
dicho, lo que menos me molesta, pues a mi me molestan poco todas las
actividades, todas las inquietudes, todas las pasajeras vanidades.
"Todo, (es cierto), es vanidad".
No obstante, si de filosofar, no se vive, si se hacen versos, no se vive. Y
hay que vivir y vivir bien. Quiero decir, sin ahogo, sin apuro, cómoda y
holgadamente.
Vamos a ello, aunque, claro es, sin dejar de hacer versos, ni filosofar un
poco.
Después de todo, todo es vano y ridículo, no siendo pensar, cantar,
sentir...
Ahora, por tanto, que el año 1926 termina, ahora que mi madurez y mi
plenitud han llegado, ahora, que el amor a los míos no puede ser ya más
grande, aprestareme, de nuevo a la pacífica batalla en la república de las
letras.
Y, para proceder con método, con orden, con paciencia, al modo alemán,
fijaré mi
Orden del día
Primero: Ejercicio mental diario en estos cuadernos, lectura, repaso y
escritura. En ella, después, un poquito de inglés, luego, escribir cartas y
artículos, simultaneando, si es preciso, el leer y escribir. Mas tarde, de
noche, leer nuevamente, anotando las palabras escogidas y poco usuales.
79
Pedro Adolfo Rubio
Un paseíto diario, después de comer, o una siesta reparadora, según el
tiempo. Es bastante. El resto del día bien puede dedicarse al trabajo y al
santo amor de Dios y de la familia.
No me parece absurdo el plan y tal vez seria conveniente imponerse cada
mañana al levantarse, o al empezar el trabajo, el plan para el día entero, y
no hacer otra cosa hasta verlo realizado por la noche.
Según escribo, por horas, por instantes (ya anteriormente, lo he
consignado), gano en soltura, en facilidad. Hasta en velocidad y seguridad
materiales se gana. La letra, en efecto, es mas firme, el pulso, mas
tranquilo y la pluma se desliza más ágil sobre el papel.
Así pues, veamos por lo pronto, al sólo conjuro de la palabra "voluntad",
he escrito más, mucho más que ningún otro día en estos cuadernos.
80
Diario íntimo de un poeta
1927
11 de Enero de 1927
Siempre, cuando más triste estamos, cuando parece que vamos a caer en
la desesperación y en la pusilanimidad, Dios nos envía un torrente de
inesperada alegría compensadora.
Hoy esta divina dádiva ha sido el sol. Un sol cálido, confortante,
esperanzador, de temprana primavera andaluza.
No se siente ni pizca de frío, escribo con la ventana de la botica abierta,
con el cuaderno bañado en sol, a mi memoria vienen recuerdos de otros
días, que pasé en Sevilla, en Cádiz, en Granada, días ya lejanos en el
tiempo. Cuando (era en abril), yo me recostaba en el banco de un jardín
(el Alcázar, la Alambra) o en el asiento de un coche abierto, y entornando
los párpados y dejándome indolentemente besuquear por el sol, me
abandonaba a los brazos de la naturaleza, soñando sueños de amor y de
eternidad, sueños vagos, imprecisos, informes pero agradables.
Y acuden, también, a mi mente otras remembranzas, más remotas,
todavía. Mis días infantiles, mis bellos días soleados y azules, verdes y
blancos, y rojos en los que tumbado sobre la hierba de algún campillo
manchego, alrededor de mi Ciudad Real, ya dejaba perderme mi
imaginación, dulcemente, en la inmensidad del cielo y en la infinita
velada de mí incierto porvenir.
Ya, entonces, hacía yo versos. De entonces, de mis 14 o 15 años datan
aquellas mis raudas y fugitivas inspiraciones, que yo o recibía del cielo
con humildad, aquellas improvisaciones imprevistas, muchas de las
cuales anoté en hojas de papel, y luego dejé perderse. La mayoría de las
cuales ni me molesté en escribir siquiera.
Una vez era:
"¡Ay, los versos no escritos
son los mejores versos!"
81
Pedro Adolfo Rubio
y así seguía yo tejiendo mi rima asonantada. Otra vez decía:
"Pasaron pensamientos
y sonriente,
los dejé que huyeran".
Todas, en fin, eran ideas de calma, de pereza, de humildad. De serenidad
y equilibrio. Mis actuales pensamientos básicos de Dios, de eternidad, de
la vacuidad de las cosas humanas. De la ridiculez de la ambición humana,
de la inutilidad de todo esfuerzo, de lo peligroso de casi todas las
actividades, de la pequeñez de todo... todo esto germinaba ya bajo mi
frente, bajo el sol.
13 de enero 1927
"La enciclopedia".
No bien me siento hoy a trabajar (son las diez de la mañana) y continúo,
pues, algo negligente, surge de lo alto de mi mismo, de no se donde, este
atrayente título, para mí, tantísimas veces imaginado, periódico semanal.
Me gusta más que el que imaginé primariamente: "El Pasatiempo", y no
suena mal, suena eufónico, y aunque polisílabo, se presta a ser
pronunciado rápidamente. Este detalle de aparente insignificancia, es, sin
embargo de tener en cuenta, de tomar en consideración. Son muchas las
cosas, minucias, y trivialidades a primera vista que, fijándose bien,
contribuyen al triunfo o el fracaso de cualquier empresa intelectual, y mas
si es periodística.
Ya me figuro a los golfillos de la puerta del sol y calles adyacentes hacer
prodigios y maravillas lingües, o, mejor dicho, linguales, a fin de
pronunciar, de gritar vertiginosamente: ¡la Enciclopedia!
No sé porqué, involuntariamente relaciono los dos títulos iguales, y las
dos épocas distintas y los dos países afines.
La Enciclopedia. La Revolución. Francia. Mi proyectada revista popular.
La dictadura española. España.
82
Diario íntimo de un poeta
Dios quiera que para el renacimiento español de ahora, para el triunfo de
los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, bien entendidos, no sea
precisa la revolución, que la que por virtud de la voz de alerta del valiente
y tranquilo Primo de Rivera, parece que ha empezado o aparecer en las
conciencias y en las inteligencias españolas.
En todo caso, difundir la cultura, la heterogénea y multiforme cultura, es
obra que nos compete a los pensadores, a los intelectuales.
Y ningún medio más a propósito para ello que un periódico como el que
yo sueño. Y ningún título, aunque no sea original, tan adecuado, tan
preciso como "La Enciclopedia"
9 de abril de 1927 (2 de la tarde)
Un rebuzno estrepitoso
perturba la paz mortal
de la aldea. ¡Qué tedioso
día, a través del cristal
¡Qué tarde, qué triste tarde,
qué tarde para morir!
Es una tarde cobarde,
de soledad, de sufrir.
Delante de mi ventana,
alegre vive un gorrión.
Pero yo no tengo gana,
hoy, de aprender su lección.
Que llevo el alma partida
Y el corazón destrozado,
y estoy buscando salida
de donde me han encerrado.
Fue el Destino, fue el destino
quién mi camino torció.
Iba yo por un camino...
83
Pedro Adolfo Rubio
fue el destino, no fui yo.
Esta tarde nebulosa
rima bien con mi agonía.
La tierra es como una fosa,
si ha muerto la poesía.
(Los versos que siguen fueron tachados tal y como aparecen en el diario)
Hav que luchar, y vencer,
que ser duro, ser perverso.
Amar la riqueza, y ser
un enemigo del verso.
Es la vida. No es mi vida,
pero es de los demás.
No hay remedio. No hay salida.
¡Ah, Poeta! ¿a donde vas?
Mejor te mueras cantando,
como un triste ruiseñor,
Mejor te mueras rezando,
como Cristo, mejor.
La vida es cruel e ingrata
para todo el que la adora,
la vida es insensata
mujerzuela engañadora.
84
Diario íntimo de un poeta
1929
1 de enero 1929
Sobreponiéndome, no sin tener que realizar un gran esfuerzo, a las
muchas preocupaciones que sobre mi pesan todavía, reanudo, esta noche,
momentos antes de la cena, la redacción de estos cuadernos, otra vez con
el decidido propósito, quizás mas firme que nunca de no dejar pasar ni un
solo día sin anotar en ellos algunas impresiones, como repetidamente
tengo escrito. Siempre, hasta ahora, mis propósitos de trabajo asiduo y
perseverante fueron malogrados por imprevistos sucesos desagradables.
La enfermedad de un ser querido, un serio contratiempo económico,
paralizaron, durante días, en ocasiones durante muchos meses, mi
actividad, amargaron mis esperanzas y enfriaron mis ilusiones.
Esta última vez, desde la terrible salida de Neila, a fines de julio de 1927,
o, mejor dicho, desde mucho antes de marchar, ya estaba yo temiendo y
previendo aquel desenlace, todo este tiempo, casi dos años, lo he posado
sin leer casi, sin escribir apenas, hundido en estado de diaria preocupación
por nuestro porvenir y aún por nuestro presente, ya que nuestra situación
económica, no obstante la ayuda de mi hermana, viene siendo realmente
insostenible. Menos mal que Dios nos concedió entre tanta contrariedad,
el enorme beneficio de la salud, hasta el punto de que puede decirse, que
en estos dos años, casi ninguna enfermedad hemos padecido en casa, no
siendo los dos sustos que nos dieron Angelito, uno, la noche que se nos
quedo como muerto, después de cenar sin duda a causa de un
enfriamiento repentino, al meterse en la cama, y el otro, la noche que se
tragó la moneda de cinco céntimos y que expulsó "naturalmente" a los 15
días. Y no siendo, también los dos o tres días que temimos por la vida de
Adelita, que sufrió un fuerte, pero no largo ataque gripal en el pasado
mes.
No han sido muchas dolencias, en fin, en una familia tan numerosa, como
la nuestra. Hoy, gracias a Dios, aunque un poco tristes por no saber aún
que giro tomará la farmacia, que aquí en Baracaldo, establecí,
milagrosamente, a primeros del pasado mayo, todos entraron en el año
nuevo con perfecta salud.
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Pedro Adolfo Rubio
Esto hace que mi intranquilidad actual, se me haga llevadera y tolerable, y
que me decida, no sin un gran esfuerzo de voluntad a reemprender mi
tarea cotidiana de emborronar estos cuadernos, además de disponerme a
leer y a escribir, sin mas reposo que el tiempo que me robe el trabajo de la
botica y los ratos que dedique a jugar con mis hijos, mi única expansión.
En un año de labor ininterrumpida (si el Señor me permite realizarla),
espero recobrar la inspiración, la soltura, la fuerza, la gracia de las cuales
ya estaba casi en posesión completa, cuando las circunstancias me
apartaron del camino literario por el que varias veces principié a andar.
2 de enero 1929
Llego a la noche de hoy casi desecho, rendidísimo, no ciertamente de
mucho trabajar, sino de mucho pensar y sufrir.
El despacho de la farmacia, ha aflojado un poco, cuando, por el mal
tiempo que hace y por el pequeño aumento que ha habido en diciembre,
perecía natural que continuara aumentando. De mi hermana recibo
medianas noticias, de salud y de intereses. Los compromisos se suceden
con rapidez, mejor dicho, se acumulan, sin serme, materialmente, posible
atender a todos. Mi actividad diaria y mi trabajo, en tensión continua no
pueden ser mayores. Más no puedo hacer, y sin embargo, sólo un milagro,
puede salvarnos de otra inminente catástrofe económica. Yo lo espero,
pues de milagro, puede decirse que vivo y viven mis hijos desde hace
años.
Tal vez siga, aún este mes aumentando el despacho. Quizás nos den la
Sociedad de Altos Hornos. Las dos cosas son difíciles y cualquiera de las
dos nos sacaría a flote en poco tiempo.
Si no habrá que emprender una nueva vida, abandonar esta profesión, tan
ingrata y desdichada, hasta ahora, para mí; marchar a otra parte,
dedicarme a otra, a traducir, a dar clases, a escribir... Sea, pues, lo que
Dios quiera.
(Pasa cinco años sin escribir.)
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