R2 b LATERCERA Domingo 11 de octubre de 2015 Apuntes Plural o Ciudadano: el movimiento de Velasco cambia su nombre La impugnación que el Servel hizo a Revolución Democrática para inscribir ese nombre como partido prendió todas las alarmas en Fuerza Pública (FP). Esto, porque lo más probable es que si el organismo mantiene la misma lógica, también podría impugnar al movimiento que lidera Andrés Velasco, que en su último encuentro nacional decidió convertirse en partido y que está próximo a ingresar los papeles necesarios para iniciar el proceso de inscripción. Con el tiempo y los plazos en contra, una impugnación en la constitución de FP podría dejar al grupo fuera de competencia en la próxima elección municipal de octubre de 2016. Por eso, sus dirigentes ya decidieron que Fuerza Pública cambiará su identidad. A inicios de esta semana, la agrupación abrirá una votación exprés entre sus militantes para elegir un nuevo nombre, que saldrá de dos alternativas: Plural -mismo nombre que tiene el centro de estudios que está vinculado a FPo Ciudadano. Según los primeros sondeos, Plural sería la nueva identidad que corre con ventaja entre los adherentes. Una tensa visita tuvo el ministro Nicolás Eyzaguirre, el martes 6 a la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados. Una vez iniciada la sesión y acompañado de la subsecretaria Patricia Poblete y dos de sus asesores, una diferencia de interpretación de una de las indicaciones aprobadas y propuestas anteriormente por los parlamentarios afectó el ánimo del ministro. “Respecto de los partidos en proceso de constitución, rigen “in actum”, o sea, van a tener que adecuarse a la nueva reglamentación”, respondió el diputado Leonardo Soto (PS) tras una consulta del ministro de la Segpres. El tema en debate era si es que los partidos en proceso de formación ante el Servel -situación en la que están Evópoli, Amplitud y el Partido Liberal, quienes no cuentan con representantes en la Comisión de Constitución- debían acogerse a la nueva normativa que aumenta las exigencias para constituir un partido, como es el aumento de un 0,25% del electorado que haya sufragado en la última elección de Diputados en cada una de las regiones donde estén constituyéndose, al 0,5% de los mismos. La discrepancia desde el equipo de la Segpres no demoró en manifestarse y fue el abogado Tomás Jordán quien aseguró que “a los partidos que están en formación se les ha aplicado la ley vigente de cuando iniciaron su trámite de constitución”. La inquietud de los representantes del Ejecutivo respondía a un compromiso que el gobierno tomó con parlamentarios independientes antes de la votación que puso fin al sistema binominal el año pasado. Tras un breve debate respecto de si las nuevas normas serán aplicables a los partidos actualmente en formación o no, los parlamentarios anunciaron que la discusión será retomada al momento de revisar indicaciones transitorias. Pero los roces entre Eyzaguirre y los diputados volvieron a levantarse una vez que se discutió una indicación respecto de los militantes de los partidos en el extranjero. Desde la Segpres manifestaron la inquietud de que el Servel no puede regular la militancia fuera del territorio nacional. Luego de varias opiniones cruzadas. Osvaldo Andrade (PS) alzó la voz: “Desde donde estoy no puedo tener la misma visión que desde donde están (los representantes del Ejecutivo), porque en la política para la democracia lo que importan son los partidos, no el Servel”. Y agregó: “El mecanismo que entienden algunos es desde la lógica del control”. “Este ministro, como tantos otros acá, ha participado por la restitución de la democracia y de los partidos. Aquí no llegamos desde Price Waterhouse o desde una consultora, sino que estamos vívidamente interesados en el fortalecimiento de la democracia y el fortalecimiento de los partidos. Y somos respetuosos, porque hemos tenido la experiencia, de cuál ha sido el derrotero de los mismos. Para que no se crea que estamos desde veredas distintas”, respondió ofuscado Eyzaguirre. FOTO: AGENCIAUNO FOTO: ATON El encontrón entre Eyzaguirre y la Comisión de Constitución CDC conmemora los 80 años de la Falange Nacional El martes 13, el Centro Democracia y Comunidad, vinculado a la DC, junto a la fundación Konrad Adenauer, realizará un encuentro, a partir de las 10 de la mañana, en la sede del Congreso en Santiago, para conmemorar los 80 años de la fundación del Movimiento Nacional de la Juventud Conservadora, que luego se transformó en la Falange Nacional. La creación de esa colectividad -que nace de un grupo de jóvenes que emigra del Partido Conservador- fue la base de lo que terminaría siendo el PDC. Al encuentro están convocados los principales dirigentes de la colectividad y tendrá como protagonistas a figuras históricas del partido, como el ex Presidente Patricio Aylwin y el ex diputado Renán Fuentealba Moena, entre otros, que recibirán un reconocimiento de parte del think tank. La cita también contará con un debate respecto de la trascendencia de la Falange Nacional en la historia política de Chile, y contará con una exposición del premio nacional de Ciencias Sociales 2015, Tomás Moulian, y del abogado DC Patricio Zapata. COLUMNA DE OSCAR CONTARDO Caupolicán U Una de las escenas de la película Tenemos que hablar de Kevin ocurre en una fiesta de oficina. La protagonista -una mujer abrumada por el destino- asiste a una celebración de fin de año en su nuevo trabajo. La ocasión tiene ese leve patetismo de las convivencias de trabajo, el minuto en que las asperezas laborales se esconden bajo un manto de algarabía forzada. Es el momento cuando todos quieren demostrar que son algo más que esos opacos funcionarios que se sientan a diario frente a un escritorio a rellenar papeles. Música estridente, corbatas torcidas, coreografías ridículas. Ella, la protagonista de la película, se refugia en su dignidad maltrecha, sentada en un rincón con una sonrisa gentil que se asoma al vértigo de un entusiasmo falso. La algarabía generalizada entonces queda enmarcada en el ámbito del fracaso del que todos son partícipes y nadie se atreve a nombrar. La celebración en el Teatro Caupolicán de la semana pasada recordaba aquella escena. La última conmemoración del triunfo del No de 1988 cobra un tono sombrío vista desde fuera: una cáscara frágil de entusiasmo añejo representado en un eslogan que en paralelo circulaba por las redes sociales “Las reformas van”, como un grito de autoafirmación. ¿Por qué no habrían de ir si fue gracias a la promesa de reformas que la Nueva Mayoría logró el gobierno? ¿Por qué hay que asegurar algo que se supone estaba refrendado por una mayoría parlamentaria? Las reformas van, escribían los más adictos una y otra vez en Twitter, mientras en la misma platea estaban todos los rostros que han colaborado para que las reformas fueran puestas en duda, recortadas y asfixiadas. El llamado “caupolicanazo” pretendía ser muchas cosas. Antes que ninguna, era la celebración de la victoria sobre Pinochet, pese a que muchos de los que daban saltitos por la gesta del plebiscito habían recibido dinero de la empresa que el yerno del dictador heredó graciosamente del Estado. Era también una reunión para ilusionarse con el futuro, aunque la gran mayoría de los asistentes de las primeras filas usaran su poder para mantener capturado El Caupolicán ha albergado muchas puestas en escena, pero muy pocas como la del pasado domingo, cuando la arenga política parecía haber sido transformada en una terapia grupal. el sistema, impermeable a la agenda de probidad propuesta por el gobierno al que dicen apoyar. Allí estaba también, entusiasta y satisfecha, una generación que cree que la democracia sin ellos no es posible, entre otras cosas, porque les financia un estilo de vida que los mantiene a distancia de las penurias de la mayoría de sus electores. Una casta que cada vez que se encuentra acorralada por su propia torpeza nos recuerda –en entrevistas de papel cuché- lo malagradecidos que somos porque sin ellos la sombra de Pinochet seguiría sobre nosotros. Cabe preguntarse entonces: ¿Esa sombra desapareció del todo? ¿No se han aprovechado muchos de ellos de su persistencia? El Teatro Caupolicán ha albergado muchas puestas en escena, pero, sin duda, muy pocas como la del pasado domingo, cuando la arenga política parecía haber sido transformada en una terapia grupal, que tenía como único fin constatar que todos eran lo que alguna vez dijeron ser.R