EL SUEÑO DE BOUBAKAR AUTORA: JIMENA ARNÁEZ CASTAÑO Gracias papá por tu historia, gracias Boubakar por la lección que me has dado. Empiezo por el final de la historia porque ellos me han abierto los ojos a un mundo distinto al que me encuentro. Un día, comiendo con mis padres me queje del segundo plato. -¡Puaj! Otra vez pescado. Papá muy serio me miro, tenía los ojos tristes y me dijo: -Jimena, hay niños que no tienen para comer. -Otra vez el mismo rollo...-le repliqué. Pero esta vez, él no pareció escucharme y siguió hablando: -Jimena, te voy a contar una historia que te hará pensar. Es la historia de un niño llamado Boubakar. Mi padre me contó como conoció a Boubakar, un niño que provenía de África, delgaducho, moreno de piel, con un pelo negro ensortijado, labios gruesos y rojos color sangre y además tenía unos ojos redondos, blancos y negros que parecían un tablero de ajedrez con dos peones luchando. Fue un día en la costa de Lanzarote. Papá trabajaba en el servicio de fronteras. Aquella mañana de otoño el mar estaba muy enfadado y vieron a lo lejos de la costa una barcaza pidiendo auxilio. Corrieron con su lancha a ayudar a los tripulantes en apuros y cuando llegaron vieron un barco inundado de agua, con gente temblando y pidiendo ayuda. Los llevaron a tierra, al centro de atención al emigrante. Papá repartió mantas y en sus manos llevaba una caja de galletas, de las de la caja roja, redondas y con letras que leo cada mañana dormida antes de ir voy al cole. En ese momento una vocecilla le dijo en francés: -¿Me da una? -Claro que sí amiguito, ¿cómo te llamas? Le preguntó papá. El niño con la boca llena contestó -Soy Boubakar, el gran marinero como dice mi madre. -¿Dónde está tu madre?, ¿con quién has venido?, ¿cuántos años tienes? Papá se dio cuenta que eran demasiadas preguntas y dejó hablar al niño. -Salí del país con mi madre, siguiendo los pasos que la gente de mi pueblo hace para llegar a Europa, donde no hay guerras, puedo comer, estudiar...A los diez días los compañeros de viaje me dijeron que mamá se había convertido en una sirena y yo soy muy feliz porque he sido el primero de mi familia en lograr nuestro sueño. El niño sonrió enseñando sus dientes grandes y blancos mientras extendía su mano cogiendo más galletas. Al día siguiente Boubakar partía de nuevo a su pais. Pensé, seguro que este marinero encontrará un gran puerto. Volví a pensar y dije: -¡Gracias por este maravilloso pescado!