LA VOCACIÓN UNIVERSALISTA: EVANGELIZADORES Y COLONIZADORES INGLESES EN EL FIN DEL MUNDO UNIVERSALISTIC VOCATION: ENGLISH PREACHERS AND COLONIZERS AT THE END OF THE WORLD Guillermo Giucci* Resumen ¿Cómo se manifiesta la vocación universalista inglesa en el sentido geográfico y social en el siglo XIX? La presencia de la South American Missionary Society en la Tierra del Fuego atestigua el alcance transnacional del proyecto de la evangelización. Se extiende la red religiosa, confirmando que el kerigma cristiano desbordó su aislamiento local y penetró hasta los confines del planeta. El lema de la South American Missionary Society es ejemplar al respecto: “Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio a toda criatura”. Palabras-claves: Universalismo, Evangelización, Colonización. Abstract How does universalistic English vocation manifest the geographic and social sense in 19th century? The presence of South American Missionary Society in Tierra del Fuego certifies the transnational scope of the missionary project. It expands the religious network, confirming that the Christian message goes beyond its local isolation till it reaches the end of the planet. South American Missionary Society’s motto is thus a model: “Go all over the world and preach the Gospel to every creature”. Key words: Universalism, Evangelization, Colonization. 1 El Mediador Cultural Suele argumentarse que la modernidad es inherentemente desterritorializante; que ella forma una pareja inseparable con la movilidad. De hecho, la circulación de personas, objetos e ideas por el mundo cobra gran intensidad durante el siglo XIX. ¿Cómo se manifiesta esa vocación universalista en el sentido geográfico y social? La presencia de la South American Missionary Society en Tierra del Fuego atestigua el alcance transnacional del proyecto de la evangelización. Se extiende la red religiosa, confirmando que el kerigma cristiano desbordó su aislamiento local y penetró hasta los confines del planeta. El lema de la South American Missionary Society es ejemplar al respecto: “Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio a toda criatura”. La idea de Tierra del Fuego como el fin del mundo geográfico está contenida en el proyecto evangelizador-colonizador inglés de mediados del siglo XIX. Por primera vez aparecen combinados un conjunto de elementos que supera la noción del finisbusterre y se aproxima a la morada recóndita. Las referencias aisladas al término de la tierra, como límite geográfico y espacio inhabitable, dan lugar al proyecto de la permanencia del extranjero en tierras consideradas remotas y hostiles. Esta permanencia en la tierra es fundamental, pues la idea del fin del mundo depende no sólo de los desplazamientos territoriales, sino también del descenso del civilizado al purgatorio de la incultura y de su inmersión en la realidad local. La figura es la del instalado (el colono) y los códigos comunicativos oscilan entre lo religioso y lo etnográfico, con un fuerte acento en las necesidades inmediatas y el pragmatismo. De ninguna manera la diferencia cultural se identifica con la herejía espiritual. La formulación más clara del proyecto evangelizador-colonizador inglés la encontramos a mediados del siglo XX, pero referida a la misión de Thomas Bridges hacia 1870. Esteban Lucas Bridges (2007), tercer hijo de Thomas Bridges y Mary Ann Varder, lo sintetizó del modo siguiente en su libro de memorias Uttermost part of the earth: It was from England that he had brought her. They had met two years before, in 1869, at a meeting of school-teachers in Bristol. He had told her how, as a boy of thirteen, he had gone with a party of missionaries to the Falkland Islands, from which, during his twelve years sojourn in those distant parts, he had paid many visits to Tierra del Fuego. In that and later conversations he had told her about the Yahgans, the canoe Indians of Tierra del Fuego, the southernmost inhabitants of the world. He had told her of the unkind climate, of the long, dreary winter nights, of the solitude, when one was completely cut off from the outside world, with league after league of impassable country separating one from the nearest settlement of civilized man, which was nothing more friendly than the Chilean convict station at Punta Arenas, on the north shore of the Magellan Straits. In this wild and desolate region, he had told her, there were neither doctors nor police nor government of any kind; and, instead of kindly neighbours, one was surrounded by, and utterly at the mercy of, lawless tribes without discipline or religion. Such was the country where he proposed to settle and where, in the not-far-distant future, they were destined to throw off all help from the outside world and, alone and unassisted, wrest a livelihood from that stern land (Bridges, 2007, p. 24). Tal formulación señala que la revelación del fin del mundo inició una etapa de gran energía creadora. Hay un tránsito norte-sur; hay un pasaje de la cultura a la incultura; de lo urbano a lo salvaje; del grupo familiar a la soledad; de la protección al peligro; de la iglesia a la diseminación de la palabra sagrada en la lengua de los nativos. Con el arribo de los evangelizadores ingleses a Tierra del Fuego se produce un fenómeno novedoso en los contactos culturales, la incorporación, educación y protección de los indios fueguinos. Por supuesto que tales palabras – incorporación, educación, protección – cobran sentido exclusivamente al interior del modelo evangelizador, pero tal modelo emergente no debe ser confundido con el expansionismo militar. La biografía de Thomas Bridges llama la atención. Era un niño abandonado que había sido recogido por el reverendo George Packenham Despard en un puente de Lincoln. Aunque tenía unos cuatro años, no hablaba inglés. Portaba un medallón con la letra T, por lo cual fue llamado Thomas. El apellido Bridges recuerda su origen, “puentes” en inglés. Despard lo llevaría a las Islas Malvinas en 1854, cuando tenía 13 años. Al regresar Despard a Inglaterra, su hijo adoptivo, entonces con 18 años, decidió permanecer en la isla Keppel. En 1867 Thomas Bridges y el misionero Waite Stirling comenzaron un proyecto misional en Ushuaia. Con la partida de Stirling, Bridges asumió el mando del proyecto misional y se dedicó con fervor a la tarea evangelizadora hasta la mudanza para la estancia Harberton en 1887. La pareja Thomas Bridges (1842 ?– 1898 Buenos Aires) y Mary Ann Varder (1842 Harberton, Inglaterra – 1922 Inglaterra) tuvo seis hijos, cinco de ellos nacidos en Ushuaia. Durante quince años Thomas Bridges comandó la Misión de Ushuaia actuando como juez y como legislador. No fueron años fáciles, de acuerdo con el testimonio de su hijo Lucas: además de las arduas condiciones de la subsistencia local y de los problemas de la comunicación, en diversas ocasiones Thomas habría arriesgado su vida y la de sus familiares navegando desarmado y en embarcaciones frágiles durante noches de tormenta para perseguir y juzgar ladrones y asesinos. Thomas Bridges es un efectivo mediador cultural en el fin del mundo, que conecta múltiples espacios: el local, el nacional y el internacional. Es el “puente y puerta” (para usar la fórmula de Simmel sobre lo ligado y separado en el espacio social) para el ingreso a un ámbito difícilmente accesible a los de afuera. Cuando en mayo de 1882 arriba la expedición italiana de Giácomo Bove y los miembros desean visitar algunas de las zonas apartadas de Ushuaia, los acompaña Thomas Bridges, quien lleva consigo a sus hijos Despard y Lucas y a dos yaganes. Colabora asimismo con la misión científica enviada por el Ministerio de Marina de Francia en 1882-83, utilizando su influencia entre los nativos para que los científicos puedan conseguir moldes en yeso de los yaganes. El aprendizaje de la lengua yámana es fundamental. Lucas Bridges lo resume del modo siguiente: “My father, with the advantages of youth, enthusiasm and a quick ear, soon became more proficient than the rest, and was frequently called upon to act as interpreter by one side or the other” (Bridges, 2007, p. 42). Rápidamente los hijos de Thomas también se convierten en mediadores culturales a causa del conocimiento del yámana. Ya durante la expedición francesa de 1882, además de ayudar a coleccionar plantas, piedras, huevos de pájaros e insectos, Despard y Lucas sirven de traductores del yámana al inglés. Pese a la diferencia en relación con los nativos por su condición de blancos, la familia Bridges está “inmersa” en una situación local y participa activamente del entorno circundante, funcionando como elemento conector (parece profético que Bridges signifique “puentes” en castellano). Pertenece a un ámbito cotidiano bicultural, distinto a la existencia de la frontera o del exilio. Tanto Thomas como sus hijos hablan inglés, yámana y algo de español. En el archipiélago fueguino donde los ingleses eligen su morada, los vecinos no eran amigos ni conocidos, sino de siete mil a nueve mil “primitive children of Nature” (Bridges, 2007, p. 61). En todo caso, conviven con los indígenas, a menudo incorporándolos como trabajadores. Con la colaboración de yaganes y onas, los Bridges abren caminos y construyen casas, levantan cercos para encerrar cabras, cultivan huertos. Mientras el padre es un ejemplo del expatriado religioso, con firmes valores morales, sus hijos son una extensión de la circulación inglesa decimonónica, que no tienen exclusivamente una patria. La ambigüedad del misionero inglés en Tierra del Fuego es más vehemente que la del forastero examinado por Alfred Schutz en su ensayo de psicología social “The Stranger”, pues el recién llegado al fin del mundo no necesita únicamente adaptarse al nuevo contexto, sino además transformarlo por medios no violentos. De acuerdo con Schutz, que privilegia el ejemplo del inmigrante adulto perteneciente a una misma civilización, el forastero procura orientarse dentro del esquema cultural del nuevo grupo social que aborda para ser admitido o tolerado. Es un inmigrante que pasa a convivir dentro del grupo receptor con un conocimiento incoherente, sólo parcialmente claro y sujeto a contradicciones. A diferencia del “conocimiento de recetas” de los miembros del endogrupo, que comparten un “pensar habitual” que incluye la idea de lo obvio, el forastero pasa generalmente por una “crisis” personal que interrumpe la corriente del hábito y lo obliga a cuestionar los supuestos básicos. Tal cuestionamiento explicaría la objetividad del forastero y su dudosa lealtad hacia el grupo, pues este “híbrido cultural” está en estado de transición y oscila entre dos alternativas distintas de vida grupal, sin poder definir por el momento a cuál de ellas pertenece (Schutz, 1976, p. 91-105). En los escritos de Thomas Bridges sorprende su categórico rechazo del nomadismo de los aborígenes. Parece que esta práctica del desplazamiento territorial fuese incompatible con el sedentarismo de la civilización. Ello se complica si pensamos que en el siglo XIX los ingleses son el máximo ejemplo de la movilidad global, que Thomas Bridges es un expatriado y que la casa de Ushuaia era desarmable, siendo trasladada posteriormente a otros lugares. Aunque Bridges reconoce que el nomadismo obliga los nativos a la ayuda mutua, asocia sedentarismo con trabajo, instrucción y beneficio. Por medio de la South American Missionary Magazine, publicación mensual de la South American Missionary Society, Bridges informa sobre sus actividades en Tierra del Fuego. Como se trataba de un lugar relativamente desconocido al público inglés, el relato es a menudo descriptivo. Aparecen referencias a los robos, asesinatos y venganzas por parte de los aborígenes, a la escasez de alimentos, la construcción de canoas, la llegada de visitantes belicosos, los choques de blancos e indios, la caza de guanacos y de cormoranes, el rescate de náufragos. De un modo general, tenemos el retrato de un espacio de dificultades y penurias, pese a los avances de la civilización y a los aspectos positivos de la evangelización. Nada de bucolismo: los indios nunca están libres de parásitos y tienen un olor muy fuerte y desagradable, incluso los más limpios de ellos. Todas las propuestas de los evangelizadores están justificadas como una acción de beneficio para los fueguinos, sea la recomendación del alojamiento de los jóvenes en casas bien construidas y distantes de sus padres, o se trate de la continua vigilancia e instrucción, hasta que glorifiquen a Dios. Las enfermedades y las muertes se recortan como uno de los mayores desafíos. Un censo de la tribu yámana levantado por Brigdes a inicios de la década de 1880 confirma la alta tasa de mortalidad: sólo restaban 1000 yaganes. Si añadimos unos 500 onas, y un máximo de 1500 alacaluf, tenemos un total de 3000 fueguinos en la época de la llegada de la División Expedicionaria del Atlántico Sud, cuando se establece una subprefectura argentina que precipita el fin del estilo de vida de los yámana. En una conferencia ofrecida en la Sociedad Literaria Inglesa de Buenos Aires, en agosto de 1886, “La Tierra del Fuego y sus habitantes”, Bridges apoya la colonización de Tierra del Fuego. Reconoce que la minería ya no producía los rendimientos de años anteriores, pues los mejores yacimientos estaban agotados y la extracción exigía un duro trabajo, disminuyendo consecuentemente su utilidad. En compensación, señala la importancia del pastoreo, de los bosques, los peces y mariscos, que serían fuentes de riqueza más seguras que los yacimientos auríferos. Pero el desarrollo de Tierra del Fuego tenía evidentes costos humanos. Bridges se refiere a las tres razas de indígenas fueguinos – dos marítimas, una terrestre – y destaca que los nativos, muy numerosos en otra época, estaban desapareciendo bajo las influencias combinadas de los abusos, la violencia y las enfermedades importadas. Advierte que en un tiempo eran muy sanos, y que no conocían las enfermedades escrofulosas. Sin embargo, “por listas de nombres y familias, tomadas hace treinta años, deduzco que entonces había por lo menos 10.000 indígenas; creo que hoy no pasan de 1.000” (Bridges, 2001, p. 149). Otro aspecto importante de esa conferencia es la defensa de los nativos de los detractores europeos: los yaganes eran las víctimas de la difamación de los viajeros. La experiencia verificaba que los yaganes no eran caníbales ni polígamos y que por lo general respetaban el orden social y familiar. Se podría discutir en qué medida esta reevaluación positiva de los nativos está vinculada con su progresiva desaparición y con el pasaje de la diferencia a la asimilación. En todo caso, el misionero aparece no sólo como una persona que rectifica la historia, apoyado en su experiencia personal, sino como un protector de los indios por medio de la educación. La educación de los fueguinos supone el conocimiento de la lengua, en este caso el yámana. Predicar implica inculcar un saber otro que inicialmente sólo puede ser transmitido en la lengua local, hasta que los propios nativos aprendan el inglés o el castellano. Que el conocimiento de la lengua de los fueguinos esté subordinado a la función evangelizadora poco altera la función del mediador cultural como un conector de dos mundos. A menudo los misioneros serían los encargados de mediar entre culturas distintas con trabajos de traducción. En ese sentido, Thomas Bridges puede ser comparado con el beato católico Charles de Foucauld (1858-1916), el autor del Diccionario Tuareg-Francés, en 4 volúmenes, que vivió con los tuareg en el desierto del Sahara en Argelia. Uno de los resultados de la tarea misional de Bridges entre los yámana de la Tierra del Fuego será la publicación, casi milagrosa si consideramos la singular trayectoria del manuscrito, del diccionario Yámana-Inglés. Era indiscutible que el diccionario Inglés-Yámana representaba una contribución notable para la ciencia. En cambio, esta unanimidad se fragmentaba en el momento de la evaluación del legado de la empresa evangélica de Bridges y de sus colaboradores. Para el escritor argentino Ricardo Rojas, el esfuerzo había sido estéril, pues no había evitado la desaparición de los fueguinos. Sobre todo Rojas valorizó, como correspondía a su fervorosa postura nacionalista, la existencia de hijos criollos que trabajaban la tierra que poseían: manifestó su admiración por Guillermo Bridges (Will), propietario de una estancia solitaria sobre el Canal del Beagle y que había enterrado a su esposa junto a su habitación frente al mar. El hijo del pastor inglés montaba a la usanza gaucha y amaba la tierra fueguina. 2 Memorias de la Doble Conciencia Esteban Lucas Bridges nació en la Misión de Ushuaia en 1874. Tuvo una educación bicultural: fue creado entre la familia inglesa y los indios yámana. Más tarde se convertiría en uno de los mayores conocedores de los indios ona. Su libro de memorias, Uttermost part of the earth (1948), publicado un año antes de su muerte, es generalmente reconocido como uno de los mejores textos sobre Tierra del Fuego. Escritas a fines de la década de 1940, las memorias de Bridges sobre su vida en Tierra del Fuego terminan poco antes de la Primera Guerra Mundial. Lucas Bridges llegaría a ser conocido como una especie de “jefe blanco” entre los indios fueguinos y como un rey sin corona de la Patagonia. Así lo definió A. F. Tschiffely, quien lo visitó a fines de 1930 en su casa localizada en medio de las montañas del sur de Chile. Se encontraban dos personajes legendarios. Aimé Tschiffely era el célebre explorador ecuestre que en la década de 1920 había cabalgado en dos caballos argentinos de Buenos Aires a Washington y narrado sus peripecias en Southern Cross to Pole Star (1933). Fue justamente Tschiffely quien durante una almuerzo en 1939 en el Savage Club de Londres finalmente convenció a Lucas que escribiese sus memorias. La propuesta era escribir “a true and unembellished account of my life in Tierra del Fuego” (Bridges, 2007, p. ix). Lucas aprovechó el diario de su padre para reconstruir la historia de los desplazamientos familiares, cuando Thomas Bridges y Anne Varder se establecieron en Ushuaia. Utilizó también diversas fuentes históricas, como los relatos de Anson, FitzRoy y Darwin para explicar la presencia inglesa en la zona. Si bien critica la conducta individual de algunos marinos europeos, su perspectiva sobre el avance del imperio británico de ultramar es positiva y de un modo general acepta el proyecto civilizador, en parte porque constituye la historia de su familia y de sí mismo. En su opinión, los valientes expedicionarios ingleses que se aventuraron por el mundo merecían ser recordados por la onomástica geográfica. En ese sentido Bridges es un defensor de la historia epónima. Uttermost part of the earth es un relato biográfico que rescata memorias de infancia y juventud en Tierra del Fuego. Esa experiencia tan singular, esa vivencia tan distinta de los jóvenes metropolitanos y rurales, le confiere al libro un sabor único. Si bien Lucas Bridges no pertenece a dos culturas, como sucede con el escritor peruano-quechua José María Arguedas o la escritora chicana Gloria Anzaldúa, sin embargo constituye un ejemplo notable de doble conciencia cultural. En la Misión de Ushuaia los niños se divierten observando las chispas de la hoguera y los golpes del martillo en la herrería de Robert Whaits. Con Yekadahby salen de excursión en busca de bayas y luego preparan budines de bayas con crema (Joanna Varder, hermana de Mary Ann, es la tía que vive con los Bridges en Tierra del Fuego; Yekadahby es un término yagán que corresponde a tía materna y significa “madrecita”). En el huerto plantan verduras y frutas. Debido a la mala salud del padre, pasan quince meses en Inglaterra, donde se queda la hija mayor Mary Ann. Pero en abril de 1881 están de vuelta en Ushuaia. La disciplina familiar era rígida, incluyendo castigos a los niños que iban de penitencias a pan y agua a la recolección de papas durante las horas de recreo. El alimento que dejaban en la comida reaparecía en el plato de la comida siguiente y estaban obligados a estudiar cuatro horas por día, además de trabajar en la huerta o cortar leña para el fuego. Pese a tales obligaciones, se tenía mucha libertad. Los niños subían a los árboles y jugaban en el pantano, donde pescaban pececillos y recogían huevos de pájaros y escarabajos. La caza de animales ocupaba una parte significativa del tiempo libre, especialmente de los varones. Primero con arcos y flechas, después con hondas y catapultas, finalmente con rifles Star de aire comprimido. Cazaban gorriones y pinzones, zorzales, perseguidos por dañinos porque picoteaban las frutas. Despard y Lucas generalmente acompañaban a su padre en sus visitas a establecimientos yaganes en un bote, aprendiendo de ese modo a manejar un velero en diversas condiciones climáticas. Pero la gran diferencia con los muchachos urbanos e incluso rurales de su edad es que se les permitía convivir con las yaganes. Esa convivencia posibilitó que compartieran sus sencillos juegos, como acertar blancos móviles con arpones o arponear peces en el agua. Con los yaganes despegaban mariscos y buscaban cangrejos, intentaban cazar patos y kaikenes, atrapar cormoranes, pejerreyes y róbalos. 3 Harberton En 1886, Thomas Bridges recibió del gobierno argentino, en reconocimiento a su labor y como resultado de la estrategia de la política de colonización de tierras australes, 20.000 hectáreas sobre el Canal Beagle; un año después se mudó con su familia para Harberton, primera estancia de la Tierra del Fuego. Durante siglos el conocimiento de la Tierra del Fuego se había limitado a la conformación de sus costas, dado que el interés de los europeos se había centrado en las rutas de navegación y comercio entre Europa, los puertos americanos del Pacífico y el Lejano Oriente (Luiz y Schillat, 1997, p. 14). Con la posesión efectiva de la tierra por parte de los colonizadores se establece un nuevo vínculo con el territorio y con los nativos. La estancia Harberton era inicialmente un microcosmos. El nombre recuerda el pueblo inglés donde había nacido Mary Ann Varder en 1842 (Harberton, Inglaterra). Lucas tenía entonces 12 años y sus padres 44. La estancia fue creciendo lentamente, superando serios problemas financieros. Cada tanto reciben periódicos como el Liverpool Weekly News. Conseguir un médico era una pequeña odisea. Hay una división tajante entre los espacios cerrado y abierto. En el living de la casa juegan al dominó, al ajedrez y a las cartas. En la cocina limpian escopetas, hacen riendas para los caballos y trenzan tientos. Las noches de invierno son propicias para la lectura de libros, algunos muy aburridos como Saint’s rest, de Baxter, y Concordance, de Cruden. Disponen de una razonable biblioteca de libros ingleses, que reciben de sus amigos de ultramar y que sus padres leen en voz alta: la colección anual encuadernada de The Leisure Hour y Sunday at Home. Otros libros los leen ellos mismos, The boys’ own paper, Chums. Antes de dormir el padre suele leer en voz alta algún capítulo de la Biblia y en ocasiones lo comenta. Sobresale la vida del cuerpo en el espacio exterior. Los muchachos aprovechan las singulares condiciones climáticas del lugar y no esconden la preferencia por los lugares abiertos. Juegan a la “mancha” y a “vigilantes y ladrones”. A menudo patinan por la noche y les resulta inolvidable la belleza del reflejo de la luz lunar en el lago helado, en medio de un bosque inmenso y silencioso. A Lucas le fascina patinar a alta velocidad. Despard es el especialista en carpintería, al punto que con la ayuda de Lucas construye el bote Esperanza. Incluso a las niñas les gustaba estar al aire libre, ayudando a los hermanos. Una de las actividades predilecta de los varones es la lucha libre con yaganes y onas, a veces también con marineros noruegos y mineros dálmatas. Gran importancia tienen las expediciones y la caza de animales salvajes y del guanaco. Otra actividad recordada con cariño es cuando escuchaban historias de los nativos en los largos atardeceres alrededor del fuego del campamento, después de comentar la cacería del día y planear la del día siguiente. Son años de juventud de los intrépidos hermanos Bridges marcados por la típica ambivalencia de los colonizadores enraizados y educados en los valores religiosos de su padre. Aunque ellos mismos son en gran parte responsables por los cambios en la región, en los onas contemplan a orgullosos ejemplares humanos de un estilo de vida que debe ser preservado ante el avance destructor del hombre blanco. 4 Otros Caminos: Viamonte Sólidamente instalada en Harberton, la familia Bridges continúa siendo una referencia fundamental en Tierra del Fuego incluso después de la muerte del padre a los 56 años. Esteban Lucas tenía 23 años y era un joven sediento de aventuras. Pero la Isla Grande de Tierra del Fuego pasaba por cambios importantes a fines del siglo XIX, que Lucas sintetiza como “el problema indio”. Mientras algunos colonizadores – denominados “invasores blancos” por Lucas – optan por métodos brutales para garantizar los beneficios prometidos, las misiones religiosas se convierten en cautiverios de indios. Existe por un lado el exterminio de cualquier resistencia, de hecho mucho más significativa que la diferencia; por el otro, la protección del indio en misiones religiosas a cambio de la pérdida de la libertad y de la identidad. Los Bridges se perciben como los representantes de una tercera vía, que privilegia la cooperación amistosa y la aceptación del derecho de los aborígenes a vivir según sus costumbres. Circulan libremente entre los invasores blancos y mantienen contactos amistosos con los indios, al punto que grupos de onas llegan a Harberton para solicitar su ayuda. Esta relación amistosa tanto con los colonizadores violentos como con los aborígenes desplazados señala los límites del apoyo: se descarta la acción armada contra unos u otros. En cambio, una solución posible es que los Bridges se establezcan en las tierras de los onas para garantizar la paz. La estancia Viamonte comenzó como un mero refugio atrás de unos altos arbustos de grosellas salvajes. Después se construyó una choza de una habitación, con piso de tierra y una ventana de madera sin vidrio. El inicio del nuevo establecimiento fue sin duda modesto. Pero en cinco años los cambios en Viamonte son visibles. Mejora la edificación y la alimentación. No menos de treinta onas trabajan permanentemente como constructores de cercos, esquiladores o cuidadores de las quince mil ovejas del establecimiento. Con los derechos de la tierra legalizados, se planea la construcción de un gran establecimiento que tuviese un galpón para esquilar y sirviera de hogar a algunos miembros de la familia que vivían en Harberton. Este “Nuevo Viamonte” quedaba un poco más cerca de Río Grande que el antiguo. Reaparece la importancia de Inglaterra como proveedora de tecnología: las máquinas para el aserradero a vapor y materiales de construcción proceden de Inglaterra. En el Nuevo Viamonte el trabajo de los onas se paga con dinero, adquiere importancia el perro ovejero y el almacén vende artículos variados, aunque no bebidas alcohólicas. Lucas se muestra reacio ante las causas sociales expuestas por dos anarquistas que llegan para denunciar la opresión de los capitalistas. Los llama “agitadores profesionales” y se alegra cuando un peón los expulsa de modo violento. La situación de los indios fueguinos durante esa época de transformaciones ocasionadas con el arribo del hombre blanco distaba de ser bucólica. Sus modos tradicionales de vida se extinguían rápidamente. Pese a que las etapas finales y la desaparición de los “últimos” son proclives a generar visiones idealizadas, Uttermost part of the earth se aparta de la imagen del noble salvaje y el mensaje anti-rousseauniano se apoya en la experiencia personal y en la vivencia directa del autor. Venganzas, matanzas, secuestros, robos de mujeres, traiciones, forman parte corriente de la intranquila vida de los clanes onas. Ello nos recuerda las ventajas de la protegida vida doméstica. Si bien Lucas Bridges comparte este ideal de la seguridad doméstica, se ufana de su espíritu aventurero y transita con relativa facilidad entre los clanes enemigos a fin de obtener la reconciliación. Es visto con desconfianza, si no como un traidor, por cada clan, pues los códigos de lealtad impiden que una persona pueda dialogar con ambos grupos por igual. Aunque duerme con su Winchester a mano en los distintos campamentos de los onas, en diversas ocasiones se expone al asesinato. Pero nadie puede rivalizar con Lucas en la función de mediador cultural por la paz. Es amigo de McInch, famoso en la región de Río Grande por su crueldad contra los indios, pero también ingresa como novicio en la sociedad secreta de los onas y es el primer hombre blanco que presencia el Jelj, el rito de la paz ona. De confiar en su palabra, es el responsable del fin de la “era de sangre” entre los onas. Son muchos los momentos en que Lucas Bridges deja constancia en su libro de su doble pertenencia cultural. “Blanco por fuera, indio por dentro”: aunque tal definición de la identidad sea excesivamente simplificadora de la complejidad de la situación, es con orgullo que Lucas la inscribe en su texto. Por otra parte, es criticado por miembros de la Misión Salesiana de Río Grande porque consideran que sus opiniones sobre la importancia de preservar algunas tradiciones (como la vestimenta ona) fomentaba la vuelta del indio ya domesticado al estado de la barbarie. Si algo llama la atención en este panorama de transformaciones, es la ingenuidad de Lucas respecto a la imposibilidad de la doble pertenencia. En el libro hay momentos de un melancólico arrepentimiento por la ceguera individual ante la velocidad de la desaparición de las costumbres de los aborígenes. De todos modos, Uttermost part of the earth transforma sujetos sin escritura en personajes. Pueden ser europeos, como Dan Prewitt, un inglés bajo y fornido, de cara marcada con cicatrices y desdentado, que intimidaba por la fuerza a sus compañeros para ganarse el respeto. Pueden ser personas repulsivas, como el violento McInch (escocés dado a la bebida que será magníficamente retratado por Bruce Chatwin en su libro, In Patagonia) o de pasado dudoso: todos tienen sus historias peculiares para contar, donde son comunes el desarraigo, la soledad, el trabajo temporario, la confrontación, la muerte violenta. Pero son los indios fueguinos quienes sobresalen en el texto, especialmente los onas. Las referencias a los yámana son básicamente históricas y los haush tienen una importancia menor. En cambio convive largo tiempo con los diversos grupos onas, aprende la lengua y se convierte en un especialista en sus costumbres. En Uttermost part of the earth desfilan nombres que de otro modo se hubieran perdido para siempre: Ahnikin, Chalshoat, Halimink, Talimeoat, Ishtohn, Kankoat, Kaushel, Koiyot, Minkiyolh, Tininisk. Lucas los recuerda con cariño, aunque nunca los idealiza. Ahnikin, el resuelto y fuerte joven del clan de las montañas, durante varios días lo acompaña a buscar ganado perdido. Era un eximio rastreador que solía llamarlo Yain (mi padre) y lo ayuda en diversas ocasiones, incluyendo situaciones de peligro. Pero también tuvieron sus desentendimientos, y Lucas señala que Ahnikin planeó asesinarlo cuando él le negó un rifle y una segunda esposa. Algo semejante ocurre con Halimink, que asesinó a Houshken con un rifle de Lucas. Son historias fascinantes de encuentros, amistades, rivalidades y enfrentamientos en el confín de la tierra. Renace Capelo, el indio ona que fue enviado a Buenos Aires, al regresar no encontró a su esposa e indignado asesinó mineros y se enfrentó con las autoridades de Ushuaia hasta que un policía lo mató durante una emboscada. Otro ona enviado a Buenos Aires, a una exhibición a fines del siglo XIX en el Parque de Palermo, fue Kiyotimink, quien se embarcó orgullosamente con su tienda de piel de guanaco, sus arcos, flechas, perros y enseres. Durante la exhibición, sus perros riñeron con otros infectados de rabia pero él se negó a matarlos y los llevó de vuelta a Tierra del Fuego, diseminando la hidrofobia. El propio Kiyotimink, que había sido mordido por un perro rabioso en el Parque de Palermo, murió poco tiempo después de una enfermedad hasta entonces desconocida en Tierra del Fuego. Reaparece el famoso Kaushel, de voz agradable pese al lenguaje gutural que hablaba y de una dignidad que imponía un respeto inmediato. Resurgen los espectros del influyente curandero (joön) Tininisk, de porte atlético, ancho de hombros y con mirada de águila, y de Kankoat, miembro del grupo del cabo San Pablo. Mientras a Tininisk lo trató durante 25 años y llegaron a ser amigos, al punto que Lucas estudió magia con este joön, a Kankoat lo describe como un muchacho de muy buena voluntad, simpático y sonrisa atrayente, aunque bastante feo. Esa convivencia continua y extensa, sumada a una curiosidad que podríamos llamar etnográfica, convierte a Lucas Bridges en el máximo conocedor de las costumbres de los onas en la época. Aunque Uttermost part of the earth transmite poderosamente la singularidad de la existencia en el extremo del mundo, era evidente que la excepcionalidad de Tierra del Fuego se había modificado cuando Lucas Bridges escribió el epílogo a su libro en 1947. Casi 40 años después de sus experiencias de infancia y adolescencia, Lucas completa el libro con un epílogo donde destaca las transformaciones de la región. Por supuesto que ofrece detalles sobre la trayectoria familiar: por ejemplo, su abnegada madre, que había pasado la mayor parte de su vida en Tierra del Fuego, retorna a su patria para morir (está enterrada en Shipbourne, un pequeño pueblo inglés). Esta relación de lealtad y de afecto para con Inglaterra es fundamental en la historia de los Bridges, aunque algunos miembros de la familia como Will y Alice escogieron Tierra del Fuego como su lugar en el mundo. A fines de la década de 1940, Bridges verifica la extinción de los fueguinos con una mezcla de melancolía y sentimiento de fatalidad. Son las vidas regionales que se extinguen con la arrasadora llegada del hombre blanco que impone otra relación con el tiempo y el espacio. En el nuevo contexto de las prohibiciones pierden eficiencia los antiguos modos de la supervivencia (mucho se podría decir sobre “los últimos” en la representación antropológica y cinematográfica: Ishi, Dersu Uzala, los fueguinos). Las epidemias de sarampión en 1924 y 1929 aniquilan a gran parte de los onas. Cuando en 1932 Lucas pasa un invierno en Viamonte, son pocos los onas que lo reciben. De sarampión habían muerto sus antiguos amigos Halimink, Kankoat, Koiyot, Puppup, Aneki, Taäpelht, Tininisk, Leluwhachin. Los números de Lucas Bridges son desoladores: en 1947 restaban menos de 150 fueguinos (pure-blooded Indians); en cambio la población blanca ascendía a 9.560, siendo gran parte de los 2.860 habitantes de Ushuaia funcionarios del gobierno argentino o prisioneros. Igualmente llamativo es el aumento del ganado, así como el anuncio en la parte chilena del descubrimiento de petróleo. Pero los cambios más visibles son los sistemas de transporte y de comunicación. Nada ilustra mejor tales modificaciones que una anécdota. En febrero de 1944 Lucas visita la casa de Matilde, la ona nieta de Tininisk y Leluwhachin, que se había casado con Garibaldi, el hijo mestizo de Honte. La pareja vivía en una casa cerca del lago Fagnano. Como Lucas quería avisarle a su esposa que no lo esperara hasta el día siguiente, pues pasaría lo noche con sus amigos, le pidió a Matilde que llamara a Viamonte. Dondequiera que hubiese un número considerable de ovejas en Tierra del Fuego, informa Lucas, se habían instalado teléfonos. En todo caso, concluye, “it was queer to hear Ona spoken on the telephone” (Bridges, 2007, p. 521). Referencias BRIDGES, Esteban Lucas. Uttermost part of the earth. New York: The Rookery Press, 2007 [1948]. BRIDGES, Thomas. Los indios del último confín. Sus escritos para la South American Missionary Society. Traducción Arnoldo Canclini. Ushuaia: Zagier & Urruty, 2001. LUIZ, María Teresa; SCHILLAT, Monika. La frontera austral. Tierra del Fuego, 1520-1920. Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1997. ROJAS, Ricardo. Archipiélago (Tierra del Fuego). Buenos Aires: Losada, 1947. SCHUTZ, Alfred. The Stranger. In: ______. Collected papers II. Studies in Social Theory. The Hague: Martinus Nijhoff, 1976. p. 91-105. Dados do autor: *Guillermo Giucci Doutor em Letras – e Professor adjunto – Universidade do Estado do Rio de Janeiro/ UERJ. Endereço para contato: Universidade do Estado do Rio de Janeiro Rua São Francisco Xavier, 524 – 11º andar Maracanã 20550-000 Rio de Janeiro/RJ – Brasil Endereço eletrônico: giucci@uol.com.br Data de recebimento: 28 maio 2010 Data de aprovação: 26 jul. 2010