la vocación universalista: evangelizadores y colonizadores ingleses

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LA VOCACIÓN UNIVERSALISTA: EVANGELIZADORES Y
COLONIZADORES INGLESES EN EL FIN DEL MUNDO
UNIVERSALISTIC VOCATION: ENGLISH PREACHERS AND COLONIZERS AT THE
END OF THE WORLD
Guillermo Giucci*
Resumen
¿Cómo se manifiesta la vocación universalista inglesa en el sentido geográfico y social en el siglo XIX? La
presencia de la South American Missionary Society en la Tierra del Fuego atestigua el alcance
transnacional del proyecto de la evangelización. Se extiende la red religiosa, confirmando que el kerigma
cristiano desbordó su aislamiento local y penetró hasta los confines del planeta. El lema de la South
American Missionary Society es ejemplar al respecto: “Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio a toda
criatura”.
Palabras-claves: Universalismo, Evangelización, Colonización.
Abstract
How does universalistic English vocation manifest the geographic and social sense in 19th century? The
presence of South American Missionary Society in Tierra del Fuego certifies the transnational scope of the
missionary project. It expands the religious network, confirming that the Christian message goes beyond its
local isolation till it reaches the end of the planet. South American Missionary Society’s motto is thus a
model: “Go all over the world and preach the Gospel to every creature”.
Key words: Universalism, Evangelization, Colonization.
1 El Mediador Cultural
Suele argumentarse que la modernidad es inherentemente desterritorializante; que ella forma una
pareja inseparable con la movilidad. De hecho, la circulación de personas, objetos e ideas por el
mundo cobra gran intensidad durante el siglo XIX. ¿Cómo se manifiesta esa vocación universalista
en el sentido geográfico y social? La presencia de la South American Missionary Society en Tierra
del Fuego atestigua el alcance transnacional del proyecto de la evangelización. Se extiende la red
religiosa, confirmando que el kerigma cristiano desbordó su aislamiento local y penetró hasta los
confines del planeta. El lema de la South American Missionary Society es ejemplar al respecto: “Id
por todo el mundo, y predicad el Evangelio a toda criatura”.
La idea de Tierra del Fuego como el fin del mundo geográfico está contenida en el proyecto
evangelizador-colonizador inglés de mediados del siglo XIX. Por primera vez aparecen combinados
un conjunto de elementos que supera la noción del finisbusterre y se aproxima a la morada
recóndita. Las referencias aisladas al término de la tierra, como límite geográfico y espacio
inhabitable, dan lugar al proyecto de la permanencia del extranjero en tierras consideradas remotas
y hostiles. Esta permanencia en la tierra es fundamental, pues la idea del fin del mundo depende no
sólo de los desplazamientos territoriales, sino también del descenso del civilizado al purgatorio de
la incultura y de su inmersión en la realidad local. La figura es la del instalado (el colono) y los
códigos comunicativos oscilan entre lo religioso y lo etnográfico, con un fuerte acento en las
necesidades inmediatas y el pragmatismo. De ninguna manera la diferencia cultural se identifica con
la herejía espiritual.
La formulación más clara del proyecto evangelizador-colonizador inglés la encontramos a mediados
del siglo XX, pero referida a la misión de Thomas Bridges hacia 1870. Esteban Lucas Bridges (2007),
tercer hijo de Thomas Bridges y Mary Ann Varder, lo sintetizó del modo siguiente en su libro de
memorias Uttermost part of the earth:
It was from England that he had brought her. They had met two years before, in 1869, at a
meeting of school-teachers in Bristol. He had told her how, as a boy of thirteen, he had gone
with a party of missionaries to the Falkland Islands, from which, during his twelve years
sojourn in those distant parts, he had paid many visits to Tierra del Fuego. In that and later
conversations he had told her about the Yahgans, the canoe Indians of Tierra del Fuego, the
southernmost inhabitants of the world. He had told her of the unkind climate, of the long,
dreary winter nights, of the solitude, when one was completely cut off from the outside
world, with league after league of impassable country separating one from the nearest
settlement of civilized man, which was nothing more friendly than the Chilean convict
station at Punta Arenas, on the north shore of the Magellan Straits. In this wild and desolate
region, he had told her, there were neither doctors nor police nor government of any kind;
and, instead of kindly neighbours, one was surrounded by, and utterly at the mercy of,
lawless tribes without discipline or religion. Such was the country where he proposed to
settle and where, in the not-far-distant future, they were destined to throw off all help from
the outside world and, alone and unassisted, wrest a livelihood from that stern land (Bridges,
2007, p. 24).
Tal formulación señala que la revelación del fin del mundo inició una etapa de gran energía
creadora. Hay un tránsito norte-sur; hay un pasaje de la cultura a la incultura; de lo urbano a lo
salvaje; del grupo familiar a la soledad; de la protección al peligro; de la iglesia a la diseminación de
la palabra sagrada en la lengua de los nativos. Con el arribo de los evangelizadores ingleses a Tierra
del Fuego se produce un fenómeno novedoso en los contactos culturales, la incorporación,
educación y protección de los indios fueguinos. Por supuesto que tales palabras – incorporación,
educación, protección – cobran sentido exclusivamente al interior del modelo evangelizador, pero
tal modelo emergente no debe ser confundido con el expansionismo militar.
La biografía de Thomas Bridges llama la atención. Era un niño abandonado que había sido recogido
por el reverendo George Packenham Despard en un puente de Lincoln. Aunque tenía unos cuatro
años, no hablaba inglés. Portaba un medallón con la letra T, por lo cual fue llamado Thomas. El
apellido Bridges recuerda su origen, “puentes” en inglés. Despard lo llevaría a las Islas Malvinas en
1854, cuando tenía 13 años. Al regresar Despard a Inglaterra, su hijo adoptivo, entonces con 18
años, decidió permanecer en la isla Keppel. En 1867 Thomas Bridges y el misionero Waite Stirling
comenzaron un proyecto misional en Ushuaia. Con la partida de Stirling, Bridges asumió el mando
del proyecto misional y se dedicó con fervor a la tarea evangelizadora hasta la mudanza para la
estancia Harberton en 1887. La pareja Thomas Bridges (1842 ?– 1898 Buenos Aires) y Mary Ann
Varder (1842 Harberton, Inglaterra – 1922 Inglaterra) tuvo seis hijos, cinco de ellos nacidos en
Ushuaia.
Durante quince años Thomas Bridges comandó la Misión de Ushuaia actuando como juez y como
legislador. No fueron años fáciles, de acuerdo con el testimonio de su hijo Lucas: además de las
arduas condiciones de la subsistencia local y de los problemas de la comunicación, en diversas
ocasiones Thomas habría arriesgado su vida y la de sus familiares navegando desarmado y en
embarcaciones frágiles durante noches de tormenta para perseguir y juzgar ladrones y asesinos.
Thomas Bridges es un efectivo mediador cultural en el fin del mundo, que conecta múltiples
espacios: el local, el nacional y el internacional. Es el “puente y puerta” (para usar la fórmula de
Simmel sobre lo ligado y separado en el espacio social) para el ingreso a un ámbito difícilmente
accesible a los de afuera. Cuando en mayo de 1882 arriba la expedición italiana de Giácomo Bove y
los miembros desean visitar algunas de las zonas apartadas de Ushuaia, los acompaña Thomas
Bridges, quien lleva consigo a sus hijos Despard y Lucas y a dos yaganes. Colabora asimismo con la
misión científica enviada por el Ministerio de Marina de Francia en 1882-83, utilizando su influencia
entre los nativos para que los científicos puedan conseguir moldes en yeso de los yaganes.
El aprendizaje de la lengua yámana es fundamental. Lucas Bridges lo resume del modo siguiente:
“My father, with the advantages of youth, enthusiasm and a quick ear, soon became more proficient
than the rest, and was frequently called upon to act as interpreter by one side or the other”
(Bridges, 2007, p. 42). Rápidamente los hijos de Thomas también se convierten en mediadores
culturales a causa del conocimiento del yámana. Ya durante la expedición francesa de 1882, además
de ayudar a coleccionar plantas, piedras, huevos de pájaros e insectos, Despard y Lucas sirven de
traductores del yámana al inglés.
Pese a la diferencia en relación con los nativos por su condición de blancos, la familia Bridges está
“inmersa” en una situación local y participa activamente del entorno circundante, funcionando
como elemento conector (parece profético que Bridges signifique “puentes” en castellano).
Pertenece a un ámbito cotidiano bicultural, distinto a la existencia de la frontera o del exilio. Tanto
Thomas como sus hijos hablan inglés, yámana y algo de español. En el archipiélago fueguino donde
los ingleses eligen su morada, los vecinos no eran amigos ni conocidos, sino de siete mil a nueve
mil “primitive children of Nature” (Bridges, 2007, p. 61). En todo caso, conviven con los indígenas, a
menudo incorporándolos como trabajadores. Con la colaboración de yaganes y onas, los Bridges
abren caminos y construyen casas, levantan cercos para encerrar cabras, cultivan huertos. Mientras
el padre es un ejemplo del expatriado religioso, con firmes valores morales, sus hijos son una
extensión de la circulación inglesa decimonónica, que no tienen exclusivamente una patria.
La ambigüedad del misionero inglés en Tierra del Fuego es más vehemente que la del forastero
examinado por Alfred Schutz en su ensayo de psicología social “The Stranger”, pues el recién
llegado al fin del mundo no necesita únicamente adaptarse al nuevo contexto, sino además
transformarlo por medios no violentos. De acuerdo con Schutz, que privilegia el ejemplo del
inmigrante adulto perteneciente a una misma civilización, el forastero procura orientarse dentro
del esquema cultural del nuevo grupo social que aborda para ser admitido o tolerado. Es un
inmigrante que pasa a convivir dentro del grupo receptor con un conocimiento incoherente, sólo
parcialmente claro y sujeto a contradicciones. A diferencia del “conocimiento de recetas” de los
miembros del endogrupo, que comparten un “pensar habitual” que incluye la idea de lo obvio, el
forastero pasa generalmente por una “crisis” personal que interrumpe la corriente del hábito y lo
obliga a cuestionar los supuestos básicos. Tal cuestionamiento explicaría la objetividad del forastero
y su dudosa lealtad hacia el grupo, pues este “híbrido cultural” está en estado de transición y oscila
entre dos alternativas distintas de vida grupal, sin poder definir por el momento a cuál de ellas
pertenece (Schutz, 1976, p. 91-105).
En los escritos de Thomas Bridges sorprende su categórico rechazo del nomadismo de los
aborígenes. Parece que esta práctica del desplazamiento territorial fuese incompatible con el
sedentarismo de la civilización. Ello se complica si pensamos que en el siglo XIX los ingleses son el
máximo ejemplo de la movilidad global, que Thomas Bridges es un expatriado y que la casa de
Ushuaia era desarmable, siendo trasladada posteriormente a otros lugares. Aunque Bridges
reconoce que el nomadismo obliga los nativos a la ayuda mutua, asocia sedentarismo con trabajo,
instrucción y beneficio.
Por medio de la South American Missionary Magazine, publicación mensual de la South American
Missionary Society, Bridges informa sobre sus actividades en Tierra del Fuego. Como se trataba de
un lugar relativamente desconocido al público inglés, el relato es a menudo descriptivo. Aparecen
referencias a los robos, asesinatos y venganzas por parte de los aborígenes, a la escasez de
alimentos, la construcción de canoas, la llegada de visitantes belicosos, los choques de blancos e
indios, la caza de guanacos y de cormoranes, el rescate de náufragos. De un modo general, tenemos
el retrato de un espacio de dificultades y penurias, pese a los avances de la civilización y a los
aspectos positivos de la evangelización. Nada de bucolismo: los indios nunca están libres de
parásitos y tienen un olor muy fuerte y desagradable, incluso los más limpios de ellos. Todas las
propuestas de los evangelizadores están justificadas como una acción de beneficio para los
fueguinos, sea la recomendación del alojamiento de los jóvenes en casas bien construidas y
distantes de sus padres, o se trate de la continua vigilancia e instrucción, hasta que glorifiquen a
Dios.
Las enfermedades y las muertes se recortan como uno de los mayores desafíos. Un censo de la
tribu yámana levantado por Brigdes a inicios de la década de 1880 confirma la alta tasa de
mortalidad: sólo restaban 1000 yaganes. Si añadimos unos 500 onas, y un máximo de 1500 alacaluf,
tenemos un total de 3000 fueguinos en la época de la llegada de la División Expedicionaria del
Atlántico Sud, cuando se establece una subprefectura argentina que precipita el fin del estilo de
vida de los yámana. En una conferencia ofrecida en la Sociedad Literaria Inglesa de Buenos Aires, en
agosto de 1886, “La Tierra del Fuego y sus habitantes”, Bridges apoya la colonización de Tierra del
Fuego. Reconoce que la minería ya no producía los rendimientos de años anteriores, pues los
mejores yacimientos estaban agotados y la extracción exigía un duro trabajo, disminuyendo
consecuentemente su utilidad. En compensación, señala la importancia del pastoreo, de los
bosques, los peces y mariscos, que serían fuentes de riqueza más seguras que los yacimientos
auríferos.
Pero el desarrollo de Tierra del Fuego tenía evidentes costos humanos. Bridges se refiere a las tres
razas de indígenas fueguinos – dos marítimas, una terrestre – y destaca que los nativos, muy
numerosos en otra época, estaban desapareciendo bajo las influencias combinadas de los abusos, la
violencia y las enfermedades importadas. Advierte que en un tiempo eran muy sanos, y que no
conocían las enfermedades escrofulosas. Sin embargo, “por listas de nombres y familias, tomadas
hace treinta años, deduzco que entonces había por lo menos 10.000 indígenas; creo que hoy no
pasan de 1.000” (Bridges, 2001, p. 149).
Otro aspecto importante de esa conferencia es la defensa de los nativos de los detractores
europeos: los yaganes eran las víctimas de la difamación de los viajeros. La experiencia verificaba
que los yaganes no eran caníbales ni polígamos y que por lo general respetaban el orden social y
familiar. Se podría discutir en qué medida esta reevaluación positiva de los nativos está vinculada
con su progresiva desaparición y con el pasaje de la diferencia a la asimilación. En todo caso, el
misionero aparece no sólo como una persona que rectifica la historia, apoyado en su experiencia
personal, sino como un protector de los indios por medio de la educación.
La educación de los fueguinos supone el conocimiento de la lengua, en este caso el yámana.
Predicar implica inculcar un saber otro que inicialmente sólo puede ser transmitido en la lengua
local, hasta que los propios nativos aprendan el inglés o el castellano.
Que el conocimiento de la lengua de los fueguinos esté subordinado a la función evangelizadora
poco altera la función del mediador cultural como un conector de dos mundos. A menudo los
misioneros serían los encargados de mediar entre culturas distintas con trabajos de traducción. En
ese sentido, Thomas Bridges puede ser comparado con el beato católico Charles de Foucauld
(1858-1916), el autor del Diccionario Tuareg-Francés, en 4 volúmenes, que vivió con los tuareg en
el desierto del Sahara en Argelia. Uno de los resultados de la tarea misional de Bridges entre los
yámana de la Tierra del Fuego será la publicación, casi milagrosa si consideramos la singular
trayectoria del manuscrito, del diccionario Yámana-Inglés.
Era indiscutible que el diccionario Inglés-Yámana representaba una contribución notable para la
ciencia. En cambio, esta unanimidad se fragmentaba en el momento de la evaluación del legado de
la empresa evangélica de Bridges y de sus colaboradores. Para el escritor argentino Ricardo Rojas,
el esfuerzo había sido estéril, pues no había evitado la desaparición de los fueguinos. Sobre todo
Rojas valorizó, como correspondía a su fervorosa postura nacionalista, la existencia de hijos
criollos que trabajaban la tierra que poseían: manifestó su admiración por Guillermo Bridges (Will),
propietario de una estancia solitaria sobre el Canal del Beagle y que había enterrado a su esposa
junto a su habitación frente al mar. El hijo del pastor inglés montaba a la usanza gaucha y amaba la
tierra fueguina.
2 Memorias de la Doble Conciencia
Esteban Lucas Bridges nació en la Misión de Ushuaia en 1874. Tuvo una educación bicultural: fue
creado entre la familia inglesa y los indios yámana. Más tarde se convertiría en uno de los mayores
conocedores de los indios ona. Su libro de memorias, Uttermost part of the earth (1948), publicado
un año antes de su muerte, es generalmente reconocido como uno de los mejores textos sobre
Tierra del Fuego. Escritas a fines de la década de 1940, las memorias de Bridges sobre su vida en
Tierra del Fuego terminan poco antes de la Primera Guerra Mundial.
Lucas Bridges llegaría a ser conocido como una especie de “jefe blanco” entre los indios fueguinos
y como un rey sin corona de la Patagonia. Así lo definió A. F. Tschiffely, quien lo visitó a fines de
1930 en su casa localizada en medio de las montañas del sur de Chile. Se encontraban dos
personajes legendarios. Aimé Tschiffely era el célebre explorador ecuestre que en la década de
1920 había cabalgado en dos caballos argentinos de Buenos Aires a Washington y narrado sus
peripecias en Southern Cross to Pole Star (1933). Fue justamente Tschiffely quien durante una
almuerzo en 1939 en el Savage Club de Londres finalmente convenció a Lucas que escribiese sus
memorias.
La propuesta era escribir “a true and unembellished account of my life in Tierra del Fuego”
(Bridges, 2007, p. ix). Lucas aprovechó el diario de su padre para reconstruir la historia de los
desplazamientos familiares, cuando Thomas Bridges y Anne Varder se establecieron en Ushuaia.
Utilizó también diversas fuentes históricas, como los relatos de Anson, FitzRoy y Darwin para
explicar la presencia inglesa en la zona. Si bien critica la conducta individual de algunos marinos
europeos, su perspectiva sobre el avance del imperio británico de ultramar es positiva y de un
modo general acepta el proyecto civilizador, en parte porque constituye la historia de su familia y
de sí mismo. En su opinión, los valientes expedicionarios ingleses que se aventuraron por el mundo
merecían ser recordados por la onomástica geográfica. En ese sentido Bridges es un defensor de la
historia epónima.
Uttermost part of the earth es un relato biográfico que rescata memorias de infancia y juventud en
Tierra del Fuego. Esa experiencia tan singular, esa vivencia tan distinta de los jóvenes
metropolitanos y rurales, le confiere al libro un sabor único. Si bien Lucas Bridges no pertenece a
dos culturas, como sucede con el escritor peruano-quechua José María Arguedas o la escritora
chicana Gloria Anzaldúa, sin embargo constituye un ejemplo notable de doble conciencia cultural.
En la Misión de Ushuaia los niños se divierten observando las chispas de la hoguera y los golpes
del martillo en la herrería de Robert Whaits. Con Yekadahby salen de excursión en busca de bayas
y luego preparan budines de bayas con crema (Joanna Varder, hermana de Mary Ann, es la tía que
vive con los Bridges en Tierra del Fuego; Yekadahby es un término yagán que corresponde a tía
materna y significa “madrecita”). En el huerto plantan verduras y frutas. Debido a la mala salud del
padre, pasan quince meses en Inglaterra, donde se queda la hija mayor Mary Ann. Pero en abril de
1881 están de vuelta en Ushuaia.
La disciplina familiar era rígida, incluyendo castigos a los niños que iban de penitencias a pan y agua
a la recolección de papas durante las horas de recreo. El alimento que dejaban en la comida
reaparecía en el plato de la comida siguiente y estaban obligados a estudiar cuatro horas por día,
además de trabajar en la huerta o cortar leña para el fuego. Pese a tales obligaciones, se tenía
mucha libertad. Los niños subían a los árboles y jugaban en el pantano, donde pescaban pececillos y
recogían huevos de pájaros y escarabajos. La caza de animales ocupaba una parte significativa del
tiempo libre, especialmente de los varones. Primero con arcos y flechas, después con hondas y
catapultas, finalmente con rifles Star de aire comprimido. Cazaban gorriones y pinzones, zorzales,
perseguidos por dañinos porque picoteaban las frutas.
Despard y Lucas generalmente acompañaban a su padre en sus visitas a establecimientos yaganes
en un bote, aprendiendo de ese modo a manejar un velero en diversas condiciones climáticas. Pero
la gran diferencia con los muchachos urbanos e incluso rurales de su edad es que se les permitía
convivir con las yaganes. Esa convivencia posibilitó que compartieran sus sencillos juegos, como
acertar blancos móviles con arpones o arponear peces en el agua. Con los yaganes despegaban
mariscos y buscaban cangrejos, intentaban cazar patos y kaikenes, atrapar cormoranes, pejerreyes y
róbalos.
3 Harberton
En 1886, Thomas Bridges recibió del gobierno argentino, en reconocimiento a su labor y como
resultado de la estrategia de la política de colonización de tierras australes, 20.000 hectáreas sobre
el Canal Beagle; un año después se mudó con su familia para Harberton, primera estancia de la
Tierra del Fuego. Durante siglos el conocimiento de la Tierra del Fuego se había limitado a la
conformación de sus costas, dado que el interés de los europeos se había centrado en las rutas de
navegación y comercio entre Europa, los puertos americanos del Pacífico y el Lejano Oriente (Luiz
y Schillat, 1997, p. 14). Con la posesión efectiva de la tierra por parte de los colonizadores se
establece un nuevo vínculo con el territorio y con los nativos.
La estancia Harberton era inicialmente un microcosmos. El nombre recuerda el pueblo inglés
donde había nacido Mary Ann Varder en 1842 (Harberton, Inglaterra). Lucas tenía entonces 12
años y sus padres 44. La estancia fue creciendo lentamente, superando serios problemas
financieros. Cada tanto reciben periódicos como el Liverpool Weekly News. Conseguir un médico
era una pequeña odisea.
Hay una división tajante entre los espacios cerrado y abierto. En el living de la casa juegan al
dominó, al ajedrez y a las cartas. En la cocina limpian escopetas, hacen riendas para los caballos y
trenzan tientos. Las noches de invierno son propicias para la lectura de libros, algunos muy
aburridos como Saint’s rest, de Baxter, y Concordance, de Cruden. Disponen de una razonable
biblioteca de libros ingleses, que reciben de sus amigos de ultramar y que sus padres leen en voz
alta: la colección anual encuadernada de The Leisure Hour y Sunday at Home. Otros libros los leen
ellos mismos, The boys’ own paper, Chums. Antes de dormir el padre suele leer en voz alta algún
capítulo de la Biblia y en ocasiones lo comenta.
Sobresale la vida del cuerpo en el espacio exterior. Los muchachos aprovechan las singulares
condiciones climáticas del lugar y no esconden la preferencia por los lugares abiertos. Juegan a la
“mancha” y a “vigilantes y ladrones”. A menudo patinan por la noche y les resulta inolvidable la
belleza del reflejo de la luz lunar en el lago helado, en medio de un bosque inmenso y silencioso. A
Lucas le fascina patinar a alta velocidad. Despard es el especialista en carpintería, al punto que con
la ayuda de Lucas construye el bote Esperanza. Incluso a las niñas les gustaba estar al aire libre,
ayudando a los hermanos.
Una de las actividades predilecta de los varones es la lucha libre con yaganes y onas, a veces
también con marineros noruegos y mineros dálmatas. Gran importancia tienen las expediciones y
la caza de animales salvajes y del guanaco. Otra actividad recordada con cariño es cuando
escuchaban historias de los nativos en los largos atardeceres alrededor del fuego del campamento,
después de comentar la cacería del día y planear la del día siguiente.
Son años de juventud de los intrépidos hermanos Bridges marcados por la típica ambivalencia de
los colonizadores enraizados y educados en los valores religiosos de su padre. Aunque ellos
mismos son en gran parte responsables por los cambios en la región, en los onas contemplan a
orgullosos ejemplares humanos de un estilo de vida que debe ser preservado ante el avance
destructor del hombre blanco.
4 Otros Caminos: Viamonte
Sólidamente instalada en Harberton, la familia Bridges continúa siendo una referencia fundamental
en Tierra del Fuego incluso después de la muerte del padre a los 56 años. Esteban Lucas tenía 23
años y era un joven sediento de aventuras. Pero la Isla Grande de Tierra del Fuego pasaba por
cambios importantes a fines del siglo XIX, que Lucas sintetiza como “el problema indio”. Mientras
algunos colonizadores – denominados “invasores blancos” por Lucas – optan por métodos
brutales para garantizar los beneficios prometidos, las misiones religiosas se convierten en
cautiverios de indios. Existe por un lado el exterminio de cualquier resistencia, de hecho mucho
más significativa que la diferencia; por el otro, la protección del indio en misiones religiosas a
cambio de la pérdida de la libertad y de la identidad.
Los Bridges se perciben como los representantes de una tercera vía, que privilegia la cooperación
amistosa y la aceptación del derecho de los aborígenes a vivir según sus costumbres. Circulan
libremente entre los invasores blancos y mantienen contactos amistosos con los indios, al punto
que grupos de onas llegan a Harberton para solicitar su ayuda. Esta relación amistosa tanto con los
colonizadores violentos como con los aborígenes desplazados señala los límites del apoyo: se
descarta la acción armada contra unos u otros. En cambio, una solución posible es que los Bridges
se establezcan en las tierras de los onas para garantizar la paz.
La estancia Viamonte comenzó como un mero refugio atrás de unos altos arbustos de grosellas
salvajes. Después se construyó una choza de una habitación, con piso de tierra y una ventana de
madera sin vidrio. El inicio del nuevo establecimiento fue sin duda modesto. Pero en cinco años los
cambios en Viamonte son visibles. Mejora la edificación y la alimentación. No menos de treinta
onas trabajan permanentemente como constructores de cercos, esquiladores o cuidadores de las
quince mil ovejas del establecimiento.
Con los derechos de la tierra legalizados, se planea la construcción de un gran establecimiento que
tuviese un galpón para esquilar y sirviera de hogar a algunos miembros de la familia que vivían en
Harberton. Este “Nuevo Viamonte” quedaba un poco más cerca de Río Grande que el antiguo.
Reaparece la importancia de Inglaterra como proveedora de tecnología: las máquinas para el
aserradero a vapor y materiales de construcción proceden de Inglaterra. En el Nuevo Viamonte el
trabajo de los onas se paga con dinero, adquiere importancia el perro ovejero y el almacén vende
artículos variados, aunque no bebidas alcohólicas. Lucas se muestra reacio ante las causas sociales
expuestas por dos anarquistas que llegan para denunciar la opresión de los capitalistas. Los llama
“agitadores profesionales” y se alegra cuando un peón los expulsa de modo violento.
La situación de los indios fueguinos durante esa época de transformaciones ocasionadas con el
arribo del hombre blanco distaba de ser bucólica. Sus modos tradicionales de vida se extinguían
rápidamente. Pese a que las etapas finales y la desaparición de los “últimos” son proclives a generar
visiones idealizadas, Uttermost part of the earth se aparta de la imagen del noble salvaje y el mensaje
anti-rousseauniano se apoya en la experiencia personal y en la vivencia directa del autor. Venganzas,
matanzas, secuestros, robos de mujeres, traiciones, forman parte corriente de la intranquila vida de
los clanes onas.
Ello nos recuerda las ventajas de la protegida vida doméstica. Si bien Lucas Bridges comparte este
ideal de la seguridad doméstica, se ufana de su espíritu aventurero y transita con relativa facilidad
entre los clanes enemigos a fin de obtener la reconciliación. Es visto con desconfianza, si no como
un traidor, por cada clan, pues los códigos de lealtad impiden que una persona pueda dialogar con
ambos grupos por igual. Aunque duerme con su Winchester a mano en los distintos campamentos
de los onas, en diversas ocasiones se expone al asesinato. Pero nadie puede rivalizar con Lucas en
la función de mediador cultural por la paz. Es amigo de McInch, famoso en la región de Río Grande
por su crueldad contra los indios, pero también ingresa como novicio en la sociedad secreta de los
onas y es el primer hombre blanco que presencia el Jelj, el rito de la paz ona. De confiar en su
palabra, es el responsable del fin de la “era de sangre” entre los onas.
Son muchos los momentos en que Lucas Bridges deja constancia en su libro de su doble
pertenencia cultural. “Blanco por fuera, indio por dentro”: aunque tal definición de la identidad sea
excesivamente simplificadora de la complejidad de la situación, es con orgullo que Lucas la inscribe
en su texto. Por otra parte, es criticado por miembros de la Misión Salesiana de Río Grande
porque consideran que sus opiniones sobre la importancia de preservar algunas tradiciones (como
la vestimenta ona) fomentaba la vuelta del indio ya domesticado al estado de la barbarie.
Si algo llama la atención en este panorama de transformaciones, es la ingenuidad de Lucas respecto
a la imposibilidad de la doble pertenencia. En el libro hay momentos de un melancólico
arrepentimiento por la ceguera individual ante la velocidad de la desaparición de las costumbres de
los aborígenes. De todos modos, Uttermost part of the earth transforma sujetos sin escritura en
personajes. Pueden ser europeos, como Dan Prewitt, un inglés bajo y fornido, de cara marcada con
cicatrices y desdentado, que intimidaba por la fuerza a sus compañeros para ganarse el respeto.
Pueden ser personas repulsivas, como el violento McInch (escocés dado a la bebida que será
magníficamente retratado por Bruce Chatwin en su libro, In Patagonia) o de pasado dudoso: todos
tienen sus historias peculiares para contar, donde son comunes el desarraigo, la soledad, el trabajo
temporario, la confrontación, la muerte violenta.
Pero son los indios fueguinos quienes sobresalen en el texto, especialmente los onas. Las
referencias a los yámana son básicamente históricas y los haush tienen una importancia menor. En
cambio convive largo tiempo con los diversos grupos onas, aprende la lengua y se convierte en un
especialista en sus costumbres. En Uttermost part of the earth desfilan nombres que de otro modo
se hubieran perdido para siempre: Ahnikin, Chalshoat, Halimink, Talimeoat, Ishtohn, Kankoat,
Kaushel, Koiyot, Minkiyolh, Tininisk.
Lucas los recuerda con cariño, aunque nunca los idealiza. Ahnikin, el resuelto y fuerte joven del clan
de las montañas, durante varios días lo acompaña a buscar ganado perdido. Era un eximio
rastreador que solía llamarlo Yain (mi padre) y lo ayuda en diversas ocasiones, incluyendo
situaciones de peligro. Pero también tuvieron sus desentendimientos, y Lucas señala que Ahnikin
planeó asesinarlo cuando él le negó un rifle y una segunda esposa. Algo semejante ocurre con
Halimink, que asesinó a Houshken con un rifle de Lucas.
Son historias fascinantes de encuentros, amistades, rivalidades y enfrentamientos en el confín de la
tierra. Renace Capelo, el indio ona que fue enviado a Buenos Aires, al regresar no encontró a su
esposa e indignado asesinó mineros y se enfrentó con las autoridades de Ushuaia hasta que un
policía lo mató durante una emboscada. Otro ona enviado a Buenos Aires, a una exhibición a fines
del siglo XIX en el Parque de Palermo, fue Kiyotimink, quien se embarcó orgullosamente con su
tienda de piel de guanaco, sus arcos, flechas, perros y enseres. Durante la exhibición, sus perros
riñeron con otros infectados de rabia pero él se negó a matarlos y los llevó de vuelta a Tierra del
Fuego, diseminando la hidrofobia. El propio Kiyotimink, que había sido mordido por un perro
rabioso en el Parque de Palermo, murió poco tiempo después de una enfermedad hasta entonces
desconocida en Tierra del Fuego.
Reaparece el famoso Kaushel, de voz agradable pese al lenguaje gutural que hablaba y de una
dignidad que imponía un respeto inmediato. Resurgen los espectros del influyente curandero (joön)
Tininisk, de porte atlético, ancho de hombros y con mirada de águila, y de Kankoat, miembro del
grupo del cabo San Pablo. Mientras a Tininisk lo trató durante 25 años y llegaron a ser amigos, al
punto que Lucas estudió magia con este joön, a Kankoat lo describe como un muchacho de muy
buena voluntad, simpático y sonrisa atrayente, aunque bastante feo. Esa convivencia continua y
extensa, sumada a una curiosidad que podríamos llamar etnográfica, convierte a Lucas Bridges en el
máximo conocedor de las costumbres de los onas en la época.
Aunque Uttermost part of the earth transmite poderosamente la singularidad de la existencia en el
extremo del mundo, era evidente que la excepcionalidad de Tierra del Fuego se había modificado
cuando Lucas Bridges escribió el epílogo a su libro en 1947. Casi 40 años después de sus
experiencias de infancia y adolescencia, Lucas completa el libro con un epílogo donde destaca las
transformaciones de la región. Por supuesto que ofrece detalles sobre la trayectoria familiar: por
ejemplo, su abnegada madre, que había pasado la mayor parte de su vida en Tierra del Fuego,
retorna a su patria para morir (está enterrada en Shipbourne, un pequeño pueblo inglés). Esta
relación de lealtad y de afecto para con Inglaterra es fundamental en la historia de los Bridges,
aunque algunos miembros de la familia como Will y Alice escogieron Tierra del Fuego como su
lugar en el mundo.
A fines de la década de 1940, Bridges verifica la extinción de los fueguinos con una mezcla de
melancolía y sentimiento de fatalidad. Son las vidas regionales que se extinguen con la arrasadora
llegada del hombre blanco que impone otra relación con el tiempo y el espacio. En el nuevo
contexto de las prohibiciones pierden eficiencia los antiguos modos de la supervivencia (mucho se
podría decir sobre “los últimos” en la representación antropológica y cinematográfica: Ishi, Dersu
Uzala, los fueguinos).
Las epidemias de sarampión en 1924 y 1929 aniquilan a gran parte de los onas. Cuando en 1932
Lucas pasa un invierno en Viamonte, son pocos los onas que lo reciben. De sarampión habían
muerto sus antiguos amigos Halimink, Kankoat, Koiyot, Puppup, Aneki, Taäpelht, Tininisk,
Leluwhachin. Los números de Lucas Bridges son desoladores: en 1947 restaban menos de 150
fueguinos (pure-blooded Indians); en cambio la población blanca ascendía a 9.560, siendo gran parte
de los 2.860 habitantes de Ushuaia funcionarios del gobierno argentino o prisioneros.
Igualmente llamativo es el aumento del ganado, así como el anuncio en la parte chilena del
descubrimiento de petróleo. Pero los cambios más visibles son los sistemas de transporte y de
comunicación. Nada ilustra mejor tales modificaciones que una anécdota. En febrero de 1944 Lucas
visita la casa de Matilde, la ona nieta de Tininisk y Leluwhachin, que se había casado con Garibaldi,
el hijo mestizo de Honte. La pareja vivía en una casa cerca del lago Fagnano. Como Lucas quería
avisarle a su esposa que no lo esperara hasta el día siguiente, pues pasaría lo noche con sus amigos,
le pidió a Matilde que llamara a Viamonte. Dondequiera que hubiese un número considerable de
ovejas en Tierra del Fuego, informa Lucas, se habían instalado teléfonos. En todo caso, concluye, “it
was queer to hear Ona spoken on the telephone” (Bridges, 2007, p. 521).
Referencias
BRIDGES, Esteban Lucas. Uttermost part of the earth. New York: The Rookery Press, 2007 [1948].
BRIDGES, Thomas. Los indios del último confín. Sus escritos para la South American Missionary Society.
Traducción Arnoldo Canclini. Ushuaia: Zagier & Urruty, 2001.
LUIZ, María Teresa; SCHILLAT, Monika. La frontera austral. Tierra del Fuego, 1520-1920. Cádiz: Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1997.
ROJAS, Ricardo. Archipiélago (Tierra del Fuego). Buenos Aires: Losada, 1947.
SCHUTZ, Alfred. The Stranger. In: ______. Collected papers II. Studies in Social Theory. The Hague: Martinus
Nijhoff, 1976. p. 91-105.
Dados do autor:
*Guillermo Giucci
Doutor em Letras – e Professor adjunto – Universidade do Estado do Rio de Janeiro/ UERJ.
Endereço para contato:
Universidade do Estado do Rio de Janeiro
Rua São Francisco Xavier, 524 – 11º andar
Maracanã
20550-000 Rio de Janeiro/RJ – Brasil
Endereço eletrônico: giucci@uol.com.br
Data de recebimento: 28 maio 2010
Data de aprovação: 26 jul. 2010
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