La Llorona. Aproximadamente en el año 1800 llegó a la villa de San

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La Llorona.
Aproximadamente en el año 1800 llegó a la villa de San José de Maipo, desde
Santiago, acompañada por su esposo y sus hijos, una mujer llamada Norma. San
José era un pequeño y tranquilo poblado en el que vivían unas pocas familias
campesinas y los mineros del yacimiento de San Pedro Nolasco. Norma y su
familia se instalaron en una pequeña casita cerca del río, en lo que hoy llamamos
“Camping del Río”. Allí, como cualquier mujer de la época, se dedicó a criar a los
hijos y a plantar y cuidar su huerto, mientras su marido trabajaba en la mina y se
aparecía muy de vez en cuando por casa. Se sabe, sin embargo, que la soledad,
la paz, suele hacer surgir desde lo más hondo de la psique humana aspectos
desconocidos y a veces siniestros de la personalidad. Eso fue lo que aconteció
con Norma.
El tiempo pasaba. Ella no lo notó al principio, pero de pronto un día se dio
cuenta que su marido cada vez venía menos a casa. Comprendió que su ausencia
se debía al mucho trabajo que él tenía, pero eso no la consoló. La mujer
entristeció al principio, mas quizás qué defensa interior oculta hizo que se fuera
poniendo cada vez más agresiva, y nadie sabe cómo, terminó mezclándose en
magia negra. Esto último fue la gran noticia-copucha que comenzó a rumorearse
por esos días por San José, que la tal Norma que vive cerca del río practica la
magia negra y todo tipo de asuntos raros con el fin de dominar a las personas. Se
decía que cuando sus hijos se dormían, ella iba río arriba, hacia el sur, y
sacrificaba guaguas al mismísimo Satanás, a quien también se ofrecía en cuerpo y
alma. Asimismo, contaban que encendía una hoguera y cumplía extraños ritos con
los animales.
Fue un largo tiempo el que pasó mientras Norma se dedicaba a sus oscuras
actividades y su esposo no se aparecía, hasta que un buen o mal día, éste llegó
de visita. Antes de ir a casa, en un lugar de mal beber, se puso al tanto de todas
las atrocidades que se rumoreaban sobre su mujer. Cuando llegó al hogar a orillas
del río conversó con ella, pero ésta negó todo. Sin embargo, la intranquilidad ya se
había apoderado del corazón del hombre. Por eso, un día, después de que su
mujer se levantó a medianoche, él la siguió hacia el lugar donde practicaba sus
ritos oscuros, y vio, con horror, cómo quemaba unos bebés en la hoguera y luego
se entregaba a juegos prohibidos con un macho cabrío negro de ojos rojos
mientras invocaba al Señor de la Oscuridad.
Presa del pánico, el esposo huyó del pueblo junto a sus hijos esa misma
noche, antes de que su mujer regresara, al amanecer. Nadie lo vio desaparecer y
nunca más se supo de él. En cuanto a Norma, cuando volvió a casa y no encontró
a sus hijos, enloqueció de pena, gritando de rabia y dolor. Sus gritos fueron tan
desgarradores y fuertes, que hasta los mismos demonios que vagan
constantemente por la tierra para aquejar a los seres humanos, se espantaron al
oírla. Y sucedió que después de los lamentos, la piel de Norma se secó y su
cuerpo se marchitó, y comenzó a llorar de una forma horrenda y escalofriante por
siempre jamás.
La gente que salía a altas horas de la noche contaban que oían a una mujer
llorar a lo lejos. Unas pocas personas que en aquellos tiempos la pudieron ver,
luego enloquecieron, gritando que habían visto un cadáver caminar flotando por el
aire, hirviente de gusanos y envuelto en jirones de ropa manchada de sangre
negra. También gritaban que el espectro de esa mujer preguntaba con lastimera
voz por sus hijos, tragándose el alma de aquel que le respondiera. Por eso, todos
huían de ella En aquellos tiempos fue cuando se la bautizó como la Llorona, mujer
de la noche, tragadora de almas.
La gente comenzó a temerla, y cuando se escuchaba su llanto se cerraban
las puertas y ventanas de todas las casas. Pero algo bueno debe tener su espíritu,
pues se dice que si alguien tiene pacto con el diablo no puede sufrir daño por ella,
porque huye, sin querer mezclarse con Satanás, ya que de él vendría toda su
desgracia, que se inició el día en que ella lo prefirió ante la ausencia de su esposo.
Otra forma de hacerla huir es gritarle su nombre –Norma-, y entonces ella
se esfuma. También se dice que la Llorona busca raptar niños para absorberles el
alma y dejar sus cuerpos tirados cerca del río o en los cerros.
Recopilado por Julio Arancibia O.
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