Entrevista

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E n t r e v i s t a
Entrevista con
José María Zavala ,
autor de
José María Zavala acaba de escribir su libro “La Maldición de los Borbones” publicado por Plaza & Janés.
Conocedor y estudioso de esta dinastía algunos de sus
otros libros son: Don Jaime, el trágico Borbón; Dos infantes y un destino; Don Juan de Borbón, el triunfo de
un perdedor; Matar al Rey , la casa real en el punto de
mira de ETA. En el número 4 de 2004 de Agathos se reseñó otro muy interesante libro suyo: Los horrores de la
guerra civil.
Esta entrevista se ha realizado por correo electrónico. Es fácil imaginar que hubiera sido un placer el encuentro personal pero las agendas a veces son como
duendes juguetones y caprichosos que marcan las posibilidades. Sin embargo, la entrevista está ahí.Y en este caso particular, cabe agradecer tanto a Ana Franco,
del departamento de prensa de la editorial como, por
supuesto, al propio autor, José María Zavala, la facilidad
y rapidez con que se ha desarrollado el contacto y las
respuestas. Se puede decir con convicción que las cosas no son ni fáciles ni difíciles. Son las personas y sólo
las personas, las que con su actitud y predisposición,
las sitúan en la orilla de lo fácil o de lo difícil.
Felicidades por haber ganado el premio, qué pensó
cuando escuchó su nombre como finalista ¿cuál fue su
primer pensamiento?
Pues de sorpresa. De alegría. Pensé que era una gran
oportunidad para mí, para darme a conocer a más lectores y
también que estas cosas te pueden cambiar un poco la vida, por lo menos durante un tiempo. Es un balón de autoestima porque escribir es muy duro. Este es un mercado muy
competitivo. Cuesta mucho mantenerte en una librería, aunque sólo sean dos meses. Pones tanta fibra en una novela...
Sabes que tienes dos o tres años de trabajo y que el libro va
a estar en la librería dos o tres semanas, o dos meses. Es
demoledor. Los premios dan este empujón moral que necesitas para que tu trabajo sea recompensado y valorado.
Primero agradecerle que haya aceptado la entrevista y
felicitarle por su libro. Si le digo un número, el “Trece”
¿Qué es lo primero que le viene a la mente?
La mala suerte; la mala suerte para los Borbones. Yo no
soy supersticioso, pero el rey Alfonso XII sí lo era. En el lecho de muerte suplicó a su esposa, la reina María Cristina
de Austria, que no llamara Alfonso a su hijo póstumo, sino
Fernando. Pero, como ahora sabemos, la reina le desobedeció por influencia de los ministros de la Corona, y el pequeño adoptó el numeral fatídico, reinando como Alfonso
XIII. ¿Qué sucedió desde entonces? Pues que Alfonso XIII
estuvo a punto de fallecer de gripe a los tres años, que sufrió
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© PALOMA F. GASSET
“La Maldición de los Borbones”
seis atentados durante su vida, que dos de sus hijos fueron
hemofílicos y perecieron desangrados en sendos accidentes de tráfico, que otro fue sordomudo de nacimiento... un
cúmulo tras otro de desgracias.
Para los que nos dedicamos a la investigación y análisis de realidades, la frecuencia, con se da un determinado hecho, es un indicador. Le confieso que el capítulo
“Antes que nada” pone la piel de gallina.Y sabiendo que
las coincidencias no deben verse como otra cosa, en
este caso resulta difícil ¿Cómo interpreta usted esa
aglomeración de acontecimientos alrededor del número “Trece”?
Puedes pensar, al principio, que toda esa cadena de infortunios es fruto del azar o de la casualidad; sobre todo, si
no eres supersticioso, como es mi caso. Pero, la verdad,
tantos sucesos llamativos encadenados, como la proclamación de la República, la sublevación de Jaca, o la trágica
muerte del infante don Gonzalo, el benjamín de Alfonso XIII,
registrados el mismo día 13... Piensas entonces en el destino cruel; en alguien o en algo superior que precipita los
acontecimientos que han sido previamente calculados.
Piensas en una especie de maldición.
¿Me equivoco si digo que usted es una persona muy observadora? ¿Cómo le llega este primer visionado de
que el “Trece” es un elemento presente en muchos de
los episodios vitales de la dinastía de los Borbón? ¿Cómo decide plasmarlo en la entrada del libro?
Para escribir un libro de investigación histórica hay que
ser observador; sentir curiosidad por lo que pasó en un momento determinado; aproximarse lo más posible a sus protagonistas; intentar pensar como ellos, sentir como ellos. Es
necesario hacer un esfuerzo de comprensión para luego poder extraer conclusiones acertadas. Sin observar primero
es imposible ser luego riguroso con la verdad histórica.
La infanta Leonor nacida el 31 (13 al revés) de Octubre
también parece que llegó al mundo con algunas dificultades que en otra época... ¿Qué hay de cierto sobre las
complicaciones en el parto y algunas secuelas?
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Compruebo que es usted también muy observadora.
Simplemente le diré que, en cierta ocasión, pregunté a uno
de los pediatras de la Familia Real sobre las presuntas complicaciones que pudo haber sufrido la infantita durante y
después del parto. Su respuesta fue un silencio claustral.
Dicen que las sombras son también hijas de la luz.
¿Cómo nace su interés por la dinastía de los Borbón?
Mi abuelo era monárquico y tenía siempre a la vista, en
el salón de su casa, dos retratos de Alfonso XIII y de Victoria
Eugenia de Battenberg; él empezó hablándome de la monarquía, aunque luego su nieto jamás fuera monárquico; ni
republicano, por cierto. Pero eso no fue impedimento para
que orientase durante años mi lectura a textos sobre la monarquía, hasta completar, sin querer se pretencioso, una de
las bibliotecas sobre Borbones más completas que existen.
¿Qué ha aportado a la humanidad la dinastía de los Borbón? Por ejemplo, usted hace referencia a María de Mèdici casada con Enrique IV de Francia, hijo de Antonio
de Borbón. Dejando de lado las individualidades, centrémonos en los Mèdici como dinastía. Uno puede preguntarse ¿cómo sería hoy el mundo si no hubieran apa1
© BIANCA BELTRAN Y RICARD SÁNCHEZ
recido los Mèdici?1 Fueron los inventores de un nuevo
sistema y orden social. De los Borbón ¿qué se puede
decir al respecto?
Hubo Borbones “buenos” y Borbones “malos”; entre los
primeros figuró, desde luego, Felipe V, en cuyo reinado se
produjo una centralización de poderes y un crecimiento económico que situaron a España en un lugar preeminente en
el contexto internacional; tampoco debemos olvidar a su hijo Carlos III, monarca que asistió a una brillante etapa de expansión y prosperidad. Pero, como le digo, hubo también
Borbones “malos”; o para ser más justo: Borbones “nefastos”, como Carlos IV o su hijo Fernando VII, que se arrodillaron ante Napoleón Bonaparte mientras sus fieles vasallos
daban la vida por ellos en los campos de batalla. Ahora bien,
si me pregunta usted por otro tipo de logros ajenos a la esfera política, administrativa o económica, no tengo más remedio que decirle otra cosa sobre los Borbones.
Conocemos el enorme patrimonio de la familia real inglesa, los Windsor. Palacios, tierras, obras de arte, etcétera. Los Borbón ¿cuentan con patrimonio propio? No
me refiero al que les proviene de los presupuestos generales del Estado.
De la entrevista realizada a Lorenzo de Mèdici para el número 2 del año 2003. “La UNESCO dice que el sesenta por ciento del arte total del mundo se encuentra en Italia. La
misma UNESCO dice que de este total, los Médici han producido el cuarenta por ciento. La familia Médici ha producido el veinticinco por ciento del arte mundial”.
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Por supuesto que tienen patrimonio propio. Alfonso XIII
era dueño de los palacios de La Magdalena (Santander),
Miramar (San Sebastián) y Pedralbes, que usted conocerá
bien, porque está en Barcelona; poseía también la isla de
Cortegada, en la ría gallega de Arousa; y hasta un edificio
de viviendas en la Gran Vía madrileña. Buena parte de esas
propiedades la vendió su hijo don Juan de Borbón tras la
muerte de Franco. Pero usted seguramente me preguntaba
por don Juan Carlos. Es indudable que el rey de España,
como otros monarcas europeos, tiene mucho más que ahorrillos a buen recaudo. Su abuelo, Alfonso XIII, hizo acopio,
de hecho, de muchos millones de las antiguas pesetas fuera de España por si algún día le pasaba algo. Y pasó, como
sabemos todos. Alfonso XIII era un monarca previsor, como
lo fue su abuela Isabel II antes de marcharse al exilio a consecuencia de la revolución de 1868, que ha pasado a la historia de España como La Gloriosa. Hoy, don Juan Carlos, siguiendo el ejemplo de sus antepasados, también ha pensado en el futuro.
¿Cómo reciben los Borbón, sus libros?
La verdad es que no he recibido ni un solo mensaje crítico de la Casa Real desde que escribo sobre los Borbones; y
de eso hace ya diez años.
¿Cuál sería su diagnóstico de los Borbón, hoy?
¿De los Borbones en general? Muy poco edificante, la
verdad. Ahora bien, si me pregunta por el rey actual, debo
decirle que ha jugado un papel fundamental en la llegada de
la democracia a España. El “piloto del cambio”, como bautizó al monarca el hispanista Charles Powell, ha conducido la
nave de la Transición por una magnífica ruta de vuelo. Otra
cosa es que la Transición sea hoy un avión azorado por la
tormenta.
Debo reconocer que desconocía ese cúmulo de desgracias. En comparación con otras dinastías, ¿Se puede
establecer una diferencia en el global de acontecimientos fatídicos que asola a los Borbón con otras dinastías?
Los zares de Rusia no se caracterizaron precisamente
por su buena suerte; más bien al contrario: padecieron la
maldita hemofilia y fueron asesinados cruelmente. Pero no
he hallado tantas desgracias juntas como en los Borbones
de España. De eso no hay duda.
En el capítulo “arma diabólica” describe, según sus palabras el “accidente” que acabó con la vida del hermano
de don Juan Carlos, don Alfonso. Es muy interesante la
relación de noticias que aporta usted que relatan lo que
sucedió. Parece que fue una muy mala gestión de la comunicación la que dio pie a especulaciones. ¿Cuál hubiera sido la mejor manera de proceder?
Decir simplemente la verdad; desde el principio. Cuando
alguien miente es evidente que trata de ocultar algo. Esa
fue precisamente la intención de la Secretaría de los Condes de Barcelona: evitar que la opinión pública supiese que
la pistola la manejaba don Juan Carlos, que tenía dieciocho
años y disfrutaba de un permiso militar en la Academia General de Zaragoza. De modo que no eran dos niños que jugaban, como siempre se ha dicho; la víctima mortal, el infante don Alfonso, estaba a punto de cumplir quince años.
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Pero insisto: desde el momento en que se tergiversaron los
hechos, se desataron los rumores. Sucede siempre.
Es de agradecer el último capitulo. ¿Dónde vas, Felipe
VI? Le felicito por situar en su justo lugar el debate suscitado sobre el matrimonio del príncipe Felipe. La mayoría de la ciudadanía lo trata como una pseudo-lucha de
clases, una cuestión amorosa y sentimental. Me baso
en su capítulo. Veo que en las discusiones no se piensa
en las leyes sucesorias vigentes de sucesión dinástica
de la Casa Real española. Leyes que pueden divergir de
las de otras Casas Reales, como ocurre con la Casa de
Borbón de Francia. Me gustaría que nos hablara de las
tres leyes sucesorias. La Ley de Partida vigente antes
de la llegada del primer Borbón a España, sigo su libro,
derogada por Felipe V con la Ley Semisálica.Y ésta a su
vez derogada por la Ley Pragmática de Carlos III, que
prevé la posibilidad de matrimonios desiguales y que
se mantuvo hasta Alfonso XIII.
Felipe V, en efecto, derogó la Ley de Partida con el Auto
Acordado de 1713, que establecía la “ley semisálica”, denominada así porque no excluía totalmente a la mujer de la sucesión. Esto es importante remarcarlo, porque aún hoy algunos autores se refieren a la “ley sálica”, que no era tal,
porque las mujeres sí podían reinar en última instancia.
Cierto que los hijos varones del rey, sus hermanos varones
y los hijos varones de éstos tenían preferencia sobre cualquier mujer. Pero en el caso hipotético de que no hubiese
varón, podía reinar la hija mayor del monarca, y así sucesivamente. De todas formas, Fernando VII tuvo que derogar
la “ley semisálica” y restablecer la Ley de Partida para que
su hija Isabel II pudiese reinar, pues de lo contrario lo habría
hecho su hermano, el infante Carlos María Isidro. La decisión del rey desencadenó, como sabemos, las cruentas
guerras carlistas. Antes, Carlos III había publicado su Pragmática Sanción, que excluía de la sucesión en el trono a las
personas regias que contrajesen matrimonio con otras que
no fueran de su misma estirpe. Según esa norma dinástica,
el príncipe de Asturias, don Alfonso de Borbón y Battenberg,
así como su hermano segundo don Jaime, quedaron automáticamente apartados de la sucesión al desposarse con
personas que no eran de estirpe regia; es decir, al contraer
lo que técnicamente se denomina “matrimonio morganático”. Por eso su hermano pequeño, don Juan de Borbón, se
hizo con los derechos sucesorios, desposándose con doña
María de Borbón. Ningún rey, desde el primer Borbón, Felipe V, ha contraído jamás matrimonio morganático. Sólo el
príncipe Felipe, si llegara a reinar algún día, sería el único
monarca casado con una plebeya.
También me gustaría que nos aclarara la necesidad, siguiendo la tesis del catedrático Aguilera Barchet, de separar los dos ámbitos jurídicos, el del derecho dinástico
propio de la Casa Real y el general del Estado español.
La distinción debe quedar muy clara, para evitar equívocos. Aun hoy día, los monárquicos ortodoxos, como yo les
llamo, seguidores del fallecido don Juan de Borbón, siguen
nominándole como “Juan III”. Para ellos no había otro rey legítimo más que él, hasta que finalmente decidió renunciar a
sus derechos sucesorios en favor de su hijo don Juan Carlos, tras la muerte de Franco. Sólo entonces acataron como
rey a don Juan Carlos, quien, por otra parte, ya lo era según
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la Ley sucesoria de Franco de 1947. Es decir, existían dos
polos de la sucesión claramente diferenciados: el dinástico
o legítimo, según el cual el auténtico rey era entonces don
Juan; y el estrictamente legal, a través del cual Franco designó sucesor suyo en la Jefatura del Estado al hijo en lugar
del padre, efectuando el consabido salto dinástico. Pues
bien, hoy sucede exactamente lo mismo: el príncipe Felipe,
si llegase a reinar, sería indiscutiblemente el rey de España
de acuerdo con la Constitución de 1978; pero dejaría de ser
el jefe de la dinastía borbónica en España al haber vulnerado las normas sagradas de la institución monárquica casándose con la periodista Letizia Ortiz Rocasolano.
¿Cómo cree que recibieron la noticia los reyes don
Juan Carlos y doña Sofía?
Supongo que no les hizo la menor gracia al principio; si
se opusieron al enlace de su hijo con Isabel Sartorius, hija
de Vicente Sartorius Cabeza de Vaca, marqués de Mariño,
¿cómo iban a ver con buenos ojos la boda del príncipe con
una periodista que, además, estaba divorciada? Pienso que
la testarudez y la irresponsabilidad del príncipe hicieron que
al final se saliese con la suya. Ignoro si, como algunos han
dicho, el príncipe llegó a amenazar a sus padres con renunciar a sus derechos sucesorios si se oponían a que se casase con su novia. Quizás esto fuera ya demasiado.
¿Usted cree que Felipe VI llegará a reinar?
No acostumbro a hacer historia-ficción; tampoco me ha
tocado jamás la lotería, aunque haya jugado muy poco. Pero le diré que, a juzgar por los tiempos que corren, revueltos para la monarquía y la estabilidad institucional en general, habrá quien haya pensado en lo que sucedió con María
Cristina de Borbón, la reina gobernadora, su hija Isabel II, y
Alfonso XIII. Yo, desde luego, lo he recordado, sin que por
ello sea en absoluto alarmista. Simplemente, por clara influencia de José Luis Rodríguez Zapatero, cada vez son
más quienes hoy se enorgullecen de ser republicanos.
Basta con echar un vistazo en Internet, por ejemplo, un foco cada vez más incandescente de crítica a la monarquía
española. Además, ¿quién no ha visto ondear banderas republicanas en algunas manifestaciones?
Pienso en esa idea budista que viene a decir que cada
uno labra el camino que le llevará hacia su propia muerte. ¿Estamos asistiendo a la descomposición de las
monarquías?
Su última pregunta está relacionada con la anterior: cada monarquía es un mundo en sí mismo; en el caso de la española, pienso que ha sido un valioso instrumento de estabilidad en determinados momentos especialmente revueltos. Muchos lectores repararán enseguida en los años cruciales de los que muchos fueron testigos; me refiero a la
Transición, a la que aludíamos antes. Pero la monarquía,
como todas las instituciones, requiere para su sana supervivencia el respeto a sus normas de funcionamiento. No es
serio ni conveniente transgredir esas normas por capricho
personal. En este sentido, pienso que el príncipe Felipe ha
cometido un grave error al desmarcarse del comportamiento de todos sus antepasados que aspiraban al trono. Y lo digo, aunque resulte políticamente incorrecto.
Muchas gracias.
Con este libro el
autor ofrece un texto
de carácter biográfico
LA MALDICIÓN DE LOS BORBONES
e histórico de la dinasAUTOR:
tía de los Borbón dentro del periodo que va
José María Zavala
desde Felipe V (1683Primera edición: 2007
1746) hasta el presenEditorial: Plaza & Janés
te con Felipe VI.
Páginas: 480
Lejos de las especulaciones y las elucubraciones tan generalizadas hoy alrededor de esta dinastía,
muchas de ellas encarnadas en multitud de publicaciones y
no menos intervenciones televisivas, la narración de José María Zavala desprende la certidumbre que el lector espera de
un texto de estas características. La descripción de los hechos que se reflejan en las páginas, de “La maldición de los
Borbones” es objetiva dejando al lector organizar sus propias
reflexiones.
El autor estructura los capítulos de forma que facilitan al
lector que organice mentalmente los personajes lo que contribuye a la comprensión y secuencia de los acontecimientos relatados. La investigación y estudio que el autor lleva realizando desde hace varios años sobre la dinastía de los Borbón se
traduce en un texto de lectura ágil y ordenada.
El libro se estructura en una introducción y trece capítulos:
• Antes que nada
1. La maldición de los hijos muertos.
2. El germen de la maldición.
3. El cuerdo y el loco.
4. El Borbón maléfico.
5. La reina insaciable.
6. Los secretos de su regidicio.
7. Duelo a muerte entre Borbones.
8. La maldición de los Alfonsos.
9. Veneno en la sangre.
10. Los Borbones en la Guerra Civil.
11. El arma diabólica.
12. Objetivo: matar al rey.
13. ¿Dónde vas, Felipe VI?
Escribe el autor: “La maldición de los hijos muertos, que
cambió sin duda el curso de la Historia, malogrando la vida y
las esperanzas de numerosos infantes de España, había empezado a manifestarse ya con Felipe V, el primero de los Borbones españoles. [...] Carlos III, no pudo librarse de aquel implacable ensalmo cuando su esposa, maría Amalia de Sajonia, dio a luz a una niña el 6 de septiembre de 1740 en el Palacio real de Nápoles. La pequeña, llamada María Isabel, fallecería con sólo dos años el 31 de octubre de 1742”.
El último capítulo, el trece, ¿Dónde vas, Felipe VI? sitúa el
presente de la Casa Real en la encrucijada conocida por casi
todos los ciudadanos de este país. Interesará o no la monarquía, pero pocos ciudadanos han renunciado a preguntarse sobre el devenir de los Borbón tal y como están las
cosas.
El autor dibuja un
mapa que se apoya en la
Constitución y las normas sucesorias de la
Casa Real española. En
él, el lector se encuentra
con las coordenadas de
un contexto en dónde la
opinión carece de valor
porque primero existen
unas normas, unas “leyes químicas” que describen el elemento básico, en este caso, la monarquía y sus leyes sucesorias.
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