LOPE ENTRE DOS M U N D O S H a b l a r del realismo de l a literatura española ha llegado a ser u n lugar c o m ú n , a tal p u n t o que su sola m e n c i ó n ya suena a tópico. Pero los tópicos, como ideas venidas a menos que realmente son, h a n embotado sus aristas significativas al rodar de mano en mano, y andan así de rebote por el m u n d o , informes y desustanciados de l a carga original de sentido que hayan podido tener. Así, en la actualidad, cuando se h a b l a de realismo n o sabe u n o a q u é carta quedarse, tanto se h a desdibujado el perfil de esa i n c ó m o d a palabra realismo. Sea como sea, allí está consagrada en los manuales, y ya no l a sacará de ese i n f i e r n o literario n i el p r o p i o r e d i v i v o Orfeo con su l i r a . L a literatura de los siglos de oro es, quizá, l a que m á s ha sufrido por esa canonización d e l realismo, y pocos son los autores cuyas obras no se h a n visto medidas por ese cartabón. Si algo se h a salvado de este tipo de " l e t r i m e n s u r a " h a n sido autores y géneros de trasmano y a contrapelo de nuestra sensibilidad, como las novelas caballerescas o pastoriles. L o demás, casi todo está empadronado y r u b r i c a d o , a las buenas o a las malas, como literatura realista, desde J u a n del E n c i n a y F e r n a n d o de Rojas hasta Cervantes y L o p e de Vega. Y a lanzados por este camino, se h a llegado a considerar l a obra literaria como documento histórico fehaciente, y las obras de Cervantes, L o p e , R u i z de A l a r c ó n , o b i e n l a casi desconocida d o ñ a M a r i a n a de Garba jal y Saavedra, h a n venido a servir de m i n e r o documental. E n esta actitud, m e i n q u i e t a sobremanera l a supeditación j e r á r q u i c a que ella i m p l i c a de l a i m a g i n a c i ó n a l a realidad, aunque m u c h o m á s , de seguro, se i n q u i e t a r í a n los artistas en cuestión. E n resumidas cuentas: ante l a m á g i c a palabra realismo se han avasallado todas las otras posibles cualidades diferenciadoras, y nos hemos quedado con u n a literatura pauperizada por su supuesta aspiración a crear —o recrear— realidades canónicas. Las razones para esta desvirtuación del quehacer crítico son evidentes. T é n g a s e en cuenta que l a crítica literaria nace en el siglo x i x bajo constelación de realismo, y en consecuencia n o hace NRFH, XXIV LOPE ENTRE DOS MUNDOS 309 más que recrear el pasado a su imagen. Esto es efecto natural de la vis retroactiva que tiene la realidad, pero l o cierto es que l a historia literaria ha v e n i d o repitiendo l a imagen del pasado que formó l a realidad histórica del siglo x i x . P o r fortuna, críticos zahoríes han visto a través de esta armazón ideológica d e c i m o n ó n i c a , que compendiaba los mayores logros literarios del pasado en l a aspiración a realismo, y han empezado a sonar las voces de alarma, que se repiten d í a a d í a con creciente y saludable vigor. E n t r e los buenos, la literatura e s p a ñ o l a ya no se considera m á s como u n p l á c i d o m a r que sólo refleja pasivamente l a realidad circundante, sino m á s b i e n como u n a pleamar cuyo oleaje se rompe ante los promontorios de Escila y Caribdis, según l a certera imagen de D á m a s o A l o n s o . Escila y C a r i b d i s de la literatura española, ese sistema de polaridades que c u l m i n a en la dualidad realismo-idealismo, en l a que estos t é r m i n o s n o se cancelan n i jerarquizan, sino se complementan como los polos eléctricos. E n ese juego de dualidades se ha empezado a d i b u j a r con m á s preciso contorno l a silueta de l a realidad l i t e r a r i a de l a E s p a ñ a áurea, aunque, fuerza es decirlo, queda m u c h o por hacer. Porque, entre otras razones, l a crítica moderna, en muchos casos, incurre en el error de creer que con darle n o m b r e a u n a cosa nos inform a n sobre ella. U n a de las m á s insignes víctimas de l a m a n í a onomástica ha sido L o p e de Vega, cuya inmensa obra ha sido encasillada bajo todas las r ú b r i c a s i m a g i n a b l e s . . . y varias m á s . C o n esto, lo ú n i c o que se ha demostrado paladinamente es que l a verdadera obra de arte siempre suma m á s que el conjunto de sus interpretaciones posibles. E n el caso de L o p e , y por el solo t a m a ñ o de su obra, todo esto adquiere evidencia casi visual. U n a de las operaciones críticas m á s practicadas con su p r o d u c c i ó n literaria ha sido, precisamente, l a que l a escinde en dos mitades desiguales, una, que se l l e v a l a parte del león, marcada obras realistas, con las comedias en lugar de privilegio, y la otra, de menores proporciones, i n t i t u l a d a obras idealistas, con listas variables, para diversos gustos. Así y todo, por allí suelen quedar, como el alma de Garibay, vagando entre cielo y tierra, algunas obras suyas reacias a esa taxología. M u y en especial las novelas: tres mayores —si contamos l a Dorotea, que hasta en su sino crítico constituye excepción— y cuatro menores, a las que apenas si hay crítico que se acerque. Quizá l a p r o p i a radiación de estas obras del foco del interés c o m ú n fue el aliciente i n i c i a l para escribir estas páginas, llevado, tal vez, por ese insaciable p e d i r cotufas en el golfo que m o v i ó hasta al taciturno Rocinante. E l hecho es que de estas flores del j a r d í n de L o p e he hecho ramillete con las m á s humildes, esas cuatro novelitas que el F é n i x lanzó al m u n d o h u é r f a n a s hasta de título colectivo. 310 JUAN BAUTISTA AVALLE-ARCE NRFH, XXIV Esas cuatro novelitas son conocidas en l a actualidad con el t í t u l o de Novelas a Mareta Leonarda, como si fueran v o l u m e n i n dependiente, pero esto da u n a i m p r e s i ó n errónea, m u y distinta de las circunstancias reales de su a p a r i c i ó n . E n el a ñ o 1621 L o p e h a b í a llegado a l a cumbre de l a fama, h a b í a entrado en órdenes d e s p u é s de enviudar por segunda vez, y se h a b í a encendido en su pecho ahincada pasión otoñal por M a r t a de Nevares — " Y o estoy perdido, si en m i v i d a lo estuve por a l m a y cuerpo de m u j e r " , escribe a su protector-confidente, el d u q u e de Sessa. E n ese a ñ o L o p e p u b l i c a u n v o l u m e n misceláneo, La Filomena, en el que incluye u n a novelita (Las fortunas de Diana) dedicada a M a r c i a Leonarda, s e u d ó n i m o de su amante M a r t a de Nevares. Este intento de novelar a l a italiana (o a l a cervantina, según se verá) no fue segundado hasta 1624, cuando en otro tomo misceláneo, La Circe, L o p e incluyó al final tres novelitas, t a m b i é n dedicadas a su amante: La desdicha por la honra, La prudente venganza y Guzmán el Bravo. Y con esto el F é n i x d e j ó de escribir novelas, al menos con la forma novelística usual, ya que, por lo demás, le quedaba nada menos que l a Dorotea en el tintero. H a sido l a e r u d i c i ó n indiscreta l a que ha. dado u n i d a d y auton o m í a a estas cuatro obritas, enlazándolas con el título colectivo de Novelas a Marcia Leonarda. Esto tergiversa l a intención al parecer modesta de L o p e , de insertarlas a l a callada al final de obras de mayor envergadura, para dar l a i m p r e s i ó n , quizá, de que estas novelitas, como sus romances, "nacen al sembrar los trigos". P e r o a L o p e siempre le c u a d r ó m a l l a actitud de modesto recato, y así, en el pórtico de l a p r i m e r a novelita, inscribió estas palabras, en las que no se d i s i m u l a m u c h o l a m a l a i n t e n c i ó n : E n España. . . también hay libros de novelas, dellas traducidas de italianos, y dellas proprias, en que no faltó gracia n i estilo a Miguel Cervantes. Confieso que son libros de grande entretenimiento y que podrían ser ejemplares, como algunas de las historias trágicas del Vandelo, pero habían de escribirlos hombres científicos, o por lo menos grandes cortesanos, gente que halla en los desengaños notables sentencias y aforismos. Hombres científicos, grandes cortesanos, notables sentencias: no, evidentemente el pobre Cervantes no c u m p l í a n i n g u n o de estos requisitos. Apenas si acertó, como el b u r r o flautista, a que en las Novelas ejemplares no le faltase "gracia n i estilo". M u y en d ó m i n e escribe esto L o p e —¿por q u é no, si q u i z á ya se d i r í a por los mentideros " C r e o en L o p e todopoderoso, poeta d e l cielo y de la tierra"? D e maestro a d i s c í p u l o aventajado, así se deben plantear sus relaciones con Cervantes, o al menos, así se pueden plantear, cinco a ñ o s d e s p u é s de la muerte de éste. C u r i o s a actitud l a que adopta NRFH, XXIV LOPE ENTRE DOS MUNDOS 311 L o p e : por u n lado h u r t a el b u l t o a l a c o m p a r a c i ó n directa con las Novelas ejemplares de Cervantes por l a forma de presentar las suyas ai p ú b l i c o ; por el otro, hay u n a firme actitud de superioridad que invita a la comparación. N o creo pasarme de suspicaz a l suponer que Lope, con este tipo de afirmaciones y nueva manera de concebir las dotes del novelista, aspiraba a ser para l a corte l i t e r a r i a de Felipe I V —que acababa de ser coronado— l o que Cervantes h a b í a sido para l a corte l i t e r a r i a de F e l i p e I I I . Son estos, precisamente, los años en que arrecia l a a m b i c i ó n de L o p e de ser n o m b r a d o cronista real, ¿y por q u é no ser t a m b i é n novelista real, plaza no oficial pero vacante? Sería, sin embargo, u n error estrechar demasiado las comparaciones entre los dos ingenios, ya que las diferencias son mayores que los parecidos. Considérese p r i m e r o l a deliberada diferencia de marco gener a l entre Novelas ejemplares y Novelas a Marcia Leonarda. Cervantes dedica el cuerpo de sus doce obritas al conde de Lemos, y dialoga en público 1 así con l a m á s alta nobleza del reino, sobre materias que él considera ejemplares. L o p e dirige sus desunidas noveiitas de esquiva presencia a su amante M a r c i a L e o n a r d a —situación poco ejemplar, por l o pronto—, y así dialoga en privado con ella, a l abrigo de l a escondida forma con que salen a luz. L a elección de destinatario m o d u l a ya l a naturaleza y el tono del d i á l o g o , puesto que L o p e , en conversación con su amante, se puede p e r m i t i r u n s i n n ú m e r o de libertades que no t e n d r í a n cabida si dialogase con l a grandeza del reino. Si unimos a esto el deliberado descoyuntam i e n t o en l a presentación de esas cuatro noveiitas, se perfila como posible m o t i v o de todo ello l a conciencia, por parte de L o p e , de l a necesidad de u n a mayor l i b e r t a d de acción y a m p l i t u d de marco que en el caso cervantino. Si se aceptaban los supuestos formales de las Novelas ejemplares, no c a b í a m á s avance en el campo de la creación de realidades artísticas. Desde u n punto de vista de contenido, las noveiitas tratan de crearse u n a ó r b i t a independiente de las Novelas ejemplares, aunque l o que logran, l a verdad sea dicha, es crearse u n a ó r b i t a extravagante. Así, Las fortunas de Diana, que tiene a l g ú n paralelo con La señora Cornelia de Cervantes, apura las coincidencias y desdichas e n ese juego característico de L o p e ele i n t i m i d a r l a verosimil i t u d con desplantes de ingenio. La desdicha por la honra tiene esa v i d a anfibia, h i s p a n o á r a b e , p r o p i a de las historias de cautivos, que L o p e i m a g i n a con virtuosismo, mientras que Cervantes l a recrea c o n s i m p a t í a cordial. La prudente venganza nos lleva a l m u n d o exorbitante de las tragedias de honor, y merece atención especial que le d a r é de inmediato. Guzrnán el Bravo se parece de lejos a aquellas idealizaciones juveniles del L o p e del romancero nuevo, en que él se nos presenta con toda la p o l i c r o m í a del m u n d o m o r o . 312 JUAN BAUTISTA AVALLE-ARCE NRFH, XXIV M e d e t e n d r é u n m o m e n t o en La prudente venganza, cuyo desenlace y moralización final h a n provocado el irónico escepticismo de M a r c e l B a t a i l l o n , maestro de hispanistas. E l m a r i d o agraviado mata con estudiado sigilo a todos los partícipes en su deshonra, ocasión en l a que L o p e amonesta: He sido de parecer siempre que no se lava bien l a mancha de l a honra del agraviado con la sangre del que le ofendió, porque lo que fue no puede dejar de ser, y es desatino creer que se quita, porque se mata el ofensor, la ofensa del ofendido. L o que hay en esto es que el agraviado se queda con su agravio y el otro muerto, satisfaciendo los deseos de la venganza, pero no las calidades de la honra, que para ser perfecta no ha de ser ofendida. ¿Quién duda que está ya l a objeción a este argumento dando voces? Pues aunque tácita, respondo que no se ha de sufrir n i castigar; pues ¿qué medio se ha de tener? E l que u n hombre tiene cuando le ha sucedido otro cualquiera género de desdicha: perder la patria, vivir fuera della donde no le conozcan, y ofrecer a Dios aquella pena, acordándose que le pudiera haber sucedido lo mismo si en alguno de los agravios que ha hecho a otros le hubieran castigado; que querer que los que agravió le sufran a él, y él no sufrir a nadie, no está puesto en razón; digo sufrir, dejar de matar violentamente, pues por sólo quitarle a él la honra, que es una vanidad del mundo, quiere él quitarlos a Dios si se les pierde el alma. E l indignado tono del moralista encubre u n a p e c u l i a r í s i m a ética, que en su f o r m u l a c i ó n ú l t i m a sería algo por el estilo de " l a deshonr a recíproca requiere el p e r d ó n m u t u o " . ¡Valiente evangelismo el de L o p e ! , se ha exclamado. Y con razón, si d e j á s e m o s las cosas así. P e r o t o m é m o s l a s de u n poco m á s atrás y llevémoslas u n poco m á s adelante, y se verá c ó m o esta e x t r a ñ a ética —hasta cínica, si se quiere—, se vertebra hasta dar u n a actitud consecuente, que si bien empieza como a d e m á n retórico t e r m i n a siendo el sostén y consuelo de l a cansada v i d a del F é n i x . Y a en El peregrino en su patria (1604), L o p e h a b í a presentado situación parecida, aunque de m u y distinto desenlace. E n el l i b r o I I I de esta novela se nos dice c ó m o P a n f i l o , el protagonista, ha deshonrado a C e l i o raptando a su hermana. Poco después, en acción recíproca, C e l i o rapta a l a hermana de P a n f i l o . C u a n d o éste se entera de su deshonra n o se arroja a l a venganza, sino que perdona a su ofensor. A q u í está, vitalizado por el arte de L o p e , el tema concreto de la larga a m o n e s t a c i ó n de años después. Y algo de este m i s m o espíritu pseudo-evangélico se infunde en esta curiosa apost i l l a que L o p e puso a su largo poema épico, l a Jerusalén conquistada (1609) : " N o t a que q u i t a D i o s el honor a los que le q u i t a n a sus p r ó j i m o s " (libro I X ) . T o d o esto suena a justificación ante el t r i b u n a l de su propia NRFH, XXIV 313 LOPE ENTRE DOS MUNDOS conciencia, y L o p e aboga por el p e r d ó n m u t u o del adulterio, el rapto o l a deshonra en general, por el expediente de inyectar en el mensaje de l a ética cristiana l a carga emocional de sus propias vivencias de a d ú l t e r o y raptor. Desde luego, nada de esto podría haber salido a las tablas, a enfrentarse con los mosqueteros de los corrales de comedias, sin correr riesgo p r o p i n c u o de " q u e se les ofreciese ofrenda de pepinos, n i de otra cosa arrojadiza", según l a frase de Cervantes. E l español h a b í a creado una imagen de sí mismo, centrada en el concepto del honor, tan m o n o l í t i c a y trascendente como l a que h a b í a proyectado de su idea de i m p e r i o por los cuatro costados del m u n d o . C o n el honor n o c a b í a n claudicaciones de n i n g ú n tipo, al menos en p ú b l i c o . Pero el recogimiento de l a lectura ofrecía l a o p o r t u n i d a d de dialogar a solas con el lector, y L o p e se p o d í a p e r m i t i r el l u j o de descorrer u n poco m á s el velo de l a i n t i m i d a d de su pensamiento, m á s a ú n en d i á l o g o con su amante y c ó m p l i c e de adulterio. A l inyectar en el precepto ético l a carga de sus vivencias, L o p e puede desarrugar l a pecadora frente de su conciencia, y prepara l a coartada del pecado al subrayar su reciprocidad. P e r o esta veleidosa mezcla de ética e i n d i v i d u a l i s m o fue, precisamente, el ú n i c o consuelo que le q u e d ó en e l momento m á s lacerante de su v i d a . U n año antes de su muerte L o p e cayó herido por sus propios filos: su h i j a A n t o n i a C l a r a , l a A n t o ñ i c a que era l a ú n i c a c o m p a ñ í a de su vejez, fue raptada por u n T e n o r i o de carne y hueso, D . Cristóbal T e n o r i o . L a reciprocidad del pecado está allí, de cuerpo presente, y no hay m á s consuelo que poetizar el p e r d ó n de su deshonra, como lo hace el anciano L o p e en tonos de desesperada entereza, en su é g l o g a Filis, en Huerto deshecho y en a l g ú n pasaje de La mayor virtud de un rey. U n a vez más, en L o p e , l a literatura ha sido agorera de l a v i d a , y por e x t r a ñ a taumaturgia ésta adquiere el contorno de l a poesía; aquel peregrino concepto d e l honor de sus novelas ha c u m p l i d o su ciclo, y se adentra ahora en l a v i d a como su único consuelo efectivo. Queda t o d a v í a en pie el problema fundamental que encara L o p e desde el momento en que se lanza a escribir estas novelitas: superar al Cervantes de las Novelas ejemplares. N o es flaco problema, ya que esas obritas cervantinas forman u n acabado muestrario de lo que d i c h o g é n e r o h a b í a sido, era en ese momento, y hasta l o que p o d r í a llegar a ser, como i n d i c a n los m ó d u l o s extraordinarios del Coloquio de los perros, que n o tuvo imitadores. D e n t r o del campo de l a r e a l i d a d artística acotado por Cervantes quedaba poco por hacer; fuera de ese campo no valía l a pena hacer. H a z y envés del problema. L o p e le hace frente con esa i n c o n m o v i b l e confianza en sí mismo que l o d i s t i n g u i ó siempre. P o r l o pronto d o m i n a r á el escenario 314 JUAN BAUTISTA AVALLE-ARCE NRFH, XXIV por u n sistema de n u t r i d í s i m a s interrupciones en el relato que h a sido el rabiar de los críticos. A m e n u d o éstas asumen la forma de apuntaciones críticas al progreso de l a t a b u l a c i ó n : Realmente, señora Marcia, que cuando llego a esta carta y resolución de Laura, me falta aliento para proseguir lo que queda. ¡Oh imprudente mujer! ¡Oh mujer! Pero paréceme que me podrían decir lo que el ahorcado dijo en la escalera al que le ayudaba a morir, y sudaba mucho: "Pues, padre, no sudo yo, ¿y suda vuesa paternidad?" Si a Laura no se le da nada del deshonor y peligro, ¿para qué se fatiga el que sólo tiene obligación de contar lo que pasó?, que aunque parece novela debe de ser historia (La prudente venganza ). Este ejemplo no tiene desperdicio. Obsérvese p r i m e r o l a forma en que se desdobla el autor en novelista y crítico. Se evidencia a q u í algo de l a actitud fundamental del L o p e artista, que quiere ser autor, actor, espectador y crítico de su o b r a de arte. A n t o n i o M a chado, que tenía parecidos poderes de auto-abstracción a los de L o p e , llegó a escribir en cierta o c a s i ó n : " V i v í , d o r m í , soñé, y hasta he creado / u n hombre que v i g i l a / el s u e ñ o , algo mejor que l o s o ñ a d o " . L o p e no le va en zaga a M a c h a d o , porque es L o p e m i s m o q u i e n v i g i l a su propio sueño, donde él s u e ñ a que se está s o ñ a n d o . Esto es, en esencia y visto desde otro á n g u l o , l o que L e o Spitzer l l a m ó Literarisierung des Lebens, que p o d r í a definirse como l a necesidad perentoria en L o p e de ser en toda ocasión el todo y la parte. L o que evidencia l a i m p o s i b i l i d a d radical del F é n i x de negarse l a m á s m í n i m a p o s i b i l i d a d , fuese v i t a l o artística, y allí queda su descomunal vida-obra como testigo. E n el mismo ejemplo campea l a ironía, que descose los lados de a q u e l "saco donde cabe t o d o " , s e g ú n definió Baroja a l a novela. Es m u y cierto que en l a novela cabe de todo; por desdicha caben en ella hasta los elementos de su auto-destrucción, como casi a d i a r i o nos recuerdan las prensas. E n las Novelas a Marcia Leonarda el elemento corrosivo y disolvente es l a ironía, que fustiga a los personajes hasta l a i n h i b i c i ó n casi total. N o hay, por parte de los personajes, n i m o v i m i e n t o , n i sentido de conducta, n i destino: sólo el a l b e d r í o del autor. " D é m e l i c e n c i a vuestra merced [le dice a M a r c i a Leonarda], para dejar este muerto, e i r m e con el famoso G u z m á n , que ya comienza a ser bravo, por esos mundos adelante" (Guzmán el Bravo). L a s u p e r i o r i d a d i r ó n i c a de que hace gala en toda ocasión paraliza efectivamente l a a u t o n o m í a d e l personaje, q u i t á n d o l e , en consecuencia, l a validez a l a verdad artística. Es u n aspecto de l a técnica —o de l a c o n c e p c i ó n de los fundamentos del arte—, que está emparentado de cerca con las funciones del gracioso en l a comedia, ese nuevo t i p o d r a m á t i c o que tanto se ufanaba L o p e NRFH, XXIV LOPE ENTRE DOS MUNDOS 315 de haber inventado. P o r q u e el gracioso está allí en l a comedia para paralizar a su amo, con pinchazo irónico, en su carrera hacia el ideal. E l gracioso niega l a r e a l i d a d de l a ficción con su comentario irónico, y potencia así l a d i m e n s i ó n irreal del teatro. E n sus novelas, L o p e m i s m o —eterna figura del donaire, al cabo—, se encarga de borrar l a realidad de l a ficción por i d é n t i c o uso de l a ironía, y las novelas como tales se desdibujan en irrealidades veleidosas. Este uso de l a i r o n í a revela como intención latente l a de relativizar l o absoluto. L a forma n o discursiva de negar la validez de lo absoluto es l a ironía, como b i e n sabe el gracioso de l a comedia. Pero, en u n sentido radical, es i n i m a g i n a b l e u n arte basado en relativismo, ya que todo arte tiene como p u n t o de partida l a aceptación de l o imaginario como real en t é r m i n o s absolutos y sin paliativos; u n arte relativizado sería, en todo caso, u n anti-arte, que crearía irrealidades y no realidades. P o r eso es que ironizar equivale a irrealizar, como b i e n s a b í a n los griegos, para quienes " i r o n í a " significaba " d i s i m u l o " , o sea " l a r e a l i d a d q u e no es". A l borde de este abismo del no-ser coloca L o p e a l a novela, n o por el uso de l a i r o n í a —Cervantes fue maestro en él—, sino por su abuso. N o se trata ya de crear nuevas realidades, sino m á s b i e n de destruirlas o relativizarlas, tanto monta, en l a consecución de fraguar irrealidades. E n u n a época dedicada c a n ó n i c a y preceptivamente al principio de imitación (de l a naturaleza, del arte), el novelar con irrealidades debe atribuirse a g e n i a l i d a d o a i n e p t i t u d . (Obsérvese, de pasada, que en c u a l q u i e r a de los casos se zanja el espinoso problema de l a e m u l a c i ó n de las Novelas ejemplares). L a irrealidad, a su vez, surge de l a n e g a c i ó n de l o real, que asume diversas formas: l a ironía, las intromisiones del autor, su desdoblamiento en autor, crítico e interlocutor, las digresiones eruditísimas, los apartes de tono í n t i m o entre autor y M a r c i a Leonarda, etc. T o d o s estos aspectos son como desgarrones en el m u n d o t u p i d o de l a novela, que d i j o Ortega, y por ellos se escapa l a a t m ó s f e r a de realidad. Son demasiados para coincidencia, por l o cual podemos descartar l a p o s i b i l i d a d de que l a irrealidad novelística sea producto de l a i n e p t i t u d , solución que conviene subrayar pues m á s de u n crítico se h a l l a m a d o a e n g a ñ o al respecto. L o p e el realista, creador de irrealidades. P e r o n o va de paradoja. Se trata, m á s bien, de u n a a p l i c a c i ó n consecuente, por parte de L o p e , de u n mismo m o d o de concebir los supuestos fundamentales de l a obra l i t e r a r i a . P o r q u e L o p e concibe l a novela en los mismos t é r m i n o s en que concibe el teatro: " Y o he pensado que tienen las novelas los mismos preceptos q u e las comedias" (La desdicha por la honra). Y si indagamos u n poco en l a naturaleza del teatro veremos que es l a m e t á f o r a suprema, suprema en cuanto es l a m e t á f o r a visible. Actores y escenario representan u n a realidad que n o es la 816 JUAN NRFH, BAUTISTA AVALLE-ARCE XXIV propia, con lo que se concluye que el teatro es el gran demiurgo de irrealidades. Que L o p e bien sabía esto sería decir u n a perogrullada, pero q u i z á no l o sea tanto agregar que por la creación del gracioso, el ironizador de la situación, L o p e a ñ a d i ó nuevas dimensiones a l o irreal. Consecuente con estas ideas, L o p e desrealiza a los personajes de sus Novelas a Marcia Leonarda, hasta dejarlos en la p u r a metáfora de sí mismos: " A q u í confieso a vuestra merced, señora, que. no sé, porque n o me lo d i j e r o n , c ó m o o por d ó n d e v i n o a ser Felisardo n o menos que b a j á del T u r c o , que parece de los disfraces de las comedias" (La desdicha por la honra). Hasta l a técnica de l a mutación es d r a m á t i c a y n o novelística, como b i e n sabe L o p e . E l personaje novelístico, a d e m á s , se ve considerado como actor y n o como agonista; su realidad es p u r a metáfora, o sea, es, fundamentalmente, p u r a irrealidad. C o n esto, la ecuación i n i c i a l entre teatro y novela ha llegado a su ú l t i m a igualdad, y la novela queda convertida en instrumento de realización de lo irreal. Y esta sí es u n a estupenda paradoja conceptual, b i e n propia, por cierto, d e l m á s paradójico de los ingenios españoles. E n estas novelas de L o p e la realidad n o ha dejado más que la forma de su h u i d a , según reza el hermoso verso de J u a n R a m ó n . Pero b i e n visto, esto n o es característica privativa n i de L o p e n i de sus novelas. Es l a nación toda que se ha quedado abrazando la forma de l a h u i d a de la realidad deseada, ya que el m u n d o se ha convertido, según verso de G ó n g o r a , " e n tierra, en h u m o , en polvo, en sombra, en n a d a " . A lo que asentirá solemnemente Quevedo: " Y no hallé cosa en que poner los ojos / que n o fúsese recuerdo de la m u e r t e " . L a crisis de la conciencia histórica de E s p a ñ a ha entrado en su fase aguda y el español n o acierta c o n l a salida del m u n d o irreal y desmaterializado que l o rodea, para hallar el logro efectivo de su persona. Y a en 1552, Vasco Díaz T a n c o h a b í a intitulado u n l i b r o suyo: Los uno va a las Indias, está preso, E cómo en y el España seis aventureros y el otro otro anda no hay a Italia, en más pleito, gente de y el otro y el de otro España, y cómo a Flandes, entra estas seis y el en personas el otro religión. sobre- dichas. Las posibilidades vitales se d e s v i r t ú a n en guarismo, y la real i d a d plena se hace m á s inasequible. Quevedo escribirá a su amigo y tocayo, d o n Francisco de O v i e d o : Esto, señor don Francisco, no sé si se va acabando n i si se acabó. Dios sabe; que hay muchas cosas que pareciendo que existen y tienen ser, ya no son nada sino un vocablo y una figura. L a n a c i ó n huye en masa de este m u n d o donde las cosas "ya no son n a d a " , pero la b ú s q u e d a de lo sustantivo se resuelve en voca- NRFH, XXIV LOPE ENTRE DOS MUNDOS 317 blos y figuras. E n esta h u i d a desalentada de u n a realidad indeseable hay, sin embargo, u n momento de descanso para el espíritu fatigado: las irrealidades escapistas del teatro, ese m u n d o de mentirijillas que en su escueto tablado puede b r i n d a r ilusiones de vida inhallables al pie de las candilejas. Así l a comedia se eleva a l a categoría del g é n e r o nacional y caracteriza l a literatura del siglo x v n . Y su característica i m p r o n t a de i r r e a l i d a d m a r c a r á para siempre estas novelas de L o p e , escritas con l a m i s m a p l u m a que p e r g e ñ ó m i l quinientas comedias escapistas. JUAN BAUTISTA AVALLE-ARCE