Historia de España 1 Historia de España 2 COMUNITAT VALENCIANA CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 SOLUCIÓN DE LA PRUEBA DE ACCESO AUTORA: Marta Monje Molina A) Primera opción El primero de los textos presentados, una fuente primaria de carácter político, es un escrito de protesta de un político republicano de la provincia de Castellón contra los abusos e irregularidades cometidos durante unas elecciones celebradas en 1877. Este tipo de prácticas fueron consustanciales al régimen político de la restauración canovista. En el escrito se describe el papel y la conducta del gobernador civil, una figura clave en la corrupción de los procesos electorales en esta época, y se indican dos de las irregularidades más habituales: falseamiento de las listas electorales y coacción a los votantes. A las fuerzas políticas contrarias al sistema, como los republicanos y carlistas, no se les impidió presentarse a los comicios aunque, debido a la manipulación del sufragio, en la práctica fueron excluidas del sistema. El segundo texto es una fuente secundaria de carácter historiográfico. Se trata de un fragmento de Los amigos políticos. Partidos, elecciones y caciquismo en la Restauración (1875-1900), un ensayo histórico escrito por José Varela Ortega, considerado un clásico sobre la materia. Varela Ortega amplía el catálogo de los ejemplos de coacción sobre los electores durante esta etapa de la historia de España: distribución de consignas por parte del gobernador civil, embargos o condonación de deudas en función de la actitud política de los deudores, uso arbitrario de la fuerza pública (Ejército, policía local o la Guardia Civil), desaparición de los votos. Ambos textos remiten a la corrupción política que caracterizó al sistema político de la Restauración. Este período de la historia de España se inició con el pronunciamiento protagonizado en Sagunto por el general Martínez Campos en diciembre de 1874, que acabó definitivamente con el régimen republicano y permitió el regreso de la dinastía borbónica en la persona de Alfonso XII. El joven monarca trató de cerrar el ciclo de inestabilidad que había caracterizado el reinado de su madre, Isabel II (1833-1868) y el Sexenio Revolucionario (1868-1874). El artífice de este sistema fue Antonio Cánovas del Castillo, un político de amplia experiencia, que había sido miembro de la Unión Liberal de O’Donnell y que durante el Sexenio Democrático encabezó la facción de los moderados partidarios de la legitimidad borbónica encarnada en el hijo de Isabel II. En diciembre de 1874, poco antes del golpe de Martínez Campos, Cánovas hizo firmar al príncipe Alfonso el Manifiesto de Sandhurst (nombre de la academia militar británica donde estudiaba el heredero al trono); en este documento se trazaban las líneas básicas de su programa político. El objetivo de Cánovas era dotar a la monarquía restaurada de un sistema liberal y autoritario que permitiera la alternancia pacífica en el Gobierno de dos grandes partidos de derecha e izquierda —sin sobrepasar los límites del liberalismo moderado—, © Oxford University Press España, S. A. que no se marginaran entre sí ni recurriesen a la insurrección o al pronunciamiento para acceder al poder, como había ocurrido en tantas ocasiones durante el reinado de Isabel II. Los partidos antimonárquicos, antiliberales o antinacionales quedaron excluidos, en primer lugar por una cuestión de principios y, además, porque el funcionamiento del sistema político, manipulado desde el poder, impedía de manera fraudulenta la participación de las formaciones contrarias al sistema canovista. Los pilares sobre los que se sustentó el sistema político de la Restauración fueron la pacificación del país, la Constitución de 1876 y los dos grandes partidos sobre los que se articuló la acción de gobierno. En lo que respecta a la pacificación del país, en el momento en que Alfonso XII accedió al trono, estaban en curso la Tercera Guerra Carlista (18721876) y la primera Guerra de Cuba (1868-1878). La conclusión de ambos conflictos constituyó un gran éxito para el Gobierno, entonces presidido por Cánovas. Sin embargo, no se resolvieron los problemas que los habían provocado. Los carlistas fueron neutralizados como fuerza militar, pero la supresión de los fueros e instituciones vascas (1876) constituyó una de las causas del posterior surgimiento de un nacionalismo reivindicativo, pese a que el País Vasco conservó su autonomía fiscal gracias a la concesión de los conciertos económicos en 1878. En cuanto a la guerra de Cuba, la paz de El Zanjón de 1878 tuvo un carácter provisional; el conflicto rebrotó en 1895 y desembocó en la guerra con Estados Unidos y la independencia de la isla en 1898. La Constitución de 1876 fue otro de los pilares del sistema político de la Restauración. Inspirada en la Ley Fundamental moderada de 1845, permaneció en vigor hasta 1931, aunque fue suspendida y vulnerada en varias ocasiones. El texto constitucional establecía un modelo de Estado centralista en el que el rey y las Cortes compartían soberanía. El catolicismo era la religión oficial, aunque se mantenía la tolerancia hacia otros cultos y la declaración de derechos de la Constitución de 1869. En la práctica, no existía una clara división de poderes, y el rey tenía un predominio indiscutible sobre el Parlamento. El monarca era el mando supremo del Ejército, elegía el Gobierno y tenía autoridad para disolver las Cortes. Asimismo, podía vetar los proyectos de ley y ejercer la iniciativa legislativa. En definitiva, era el árbitro del sistema. La Constitución de 1876 estableció además unas Cortes bicamerales. El Congreso fue elegido por sufragio censitario hasta 1890; a partir de ese año se instauró el sufragio universal o, más precisamente, general masculino. En cuanto al Senado, parte de sus miembros eran elegidos por la Corona y el resto por las corporaciones y los mayores contribuyentes, mediante un sistema indirecto que favoreció la formación de oligarquías. Historia de España 3 COMUNITAT VALENCIANA El juego de partidos de la Restauración se articuló en torno a dos grandes formaciones: el Partido Liberal Conservador, situado en la derecha moderada, y el Partido Liberal, llamado inicialmente Partido Fusionista, que agrupaba a la izquierda liberal. El primero fue liderado por Cánovas hasta su muerte en 1897, y posteriormente por Francisco Silvela. Agrupó a liberales moderados, antiguos miembros de la Unión Liberal, ex progresistas (como Romero Robledo) y algunos tradicionalistas (Pidal). El líder del Partido Liberal fue Práxedes Mateo Sagasta, un político veterano, al igual que Cánovas, que había dirigido el Partido Constitucionalista durante el reinado de Amadeo I y era jefe de Gobierno cuando tuvo lugar el pronunciamiento de Sagunto. En esta formación se integraron antiguos progresistas y demócratas del Sexenio Democrático como Montero Ríos, Moret o Martos. Algunos republicanos moderados, como Castelar, se acercaron a él pero sin ingresar en sus filas. Ni el Partido Liberal Conservador ni el Partido Liberal eran organizaciones de masas sino partidos de notables. Las diferencias ideológicas entre ambos eran escasas y su composición social e intereses, prácticamente idénticos. Su fortaleza no dependía tanto de la cohesión interna de sus miembros como de la influencia de su líder y su capacidad para mantener unidas las distintas facciones del partido. Mientras vivieron sus fundadores no hubo problemas graves de cohesión interna, aunque con el cambio de siglo afloraron con frecuencia. Hasta 1923, ambas fuerzas se alternaron en el poder, en lo que se conoció como el turno de partidos, mecanismo que en última instancia era activado por el monarca, no por la voluntad popular. El turno de partidos se inauguró en 1881, cuando Alfonso XII encomendó la formación de Gobierno a Sagasta, en lugar de a Cánovas, y se oficializó tras la muerte del monarca en 1885. Su esposa, María Cristina de Habsburgo, embarazada de quien sería Alfonso XIII, asumió la regencia. Cánovas, presidente del Gobierno cuando murió el rey, acordó con Sagasta cederle el poder durante los primeros años de la regencia (Pacto de El Pardo). El mecanismo de funcionamiento del turno de partidos era el siguiente: el candidato a presidir el Gobierno debía ser designado por el rey y contar con una mayoría sólida en las Cortes. De no ser así, el monarca obtenía de estas el decreto de disolución y promovía la celebración de unas elecciones a la medida para el candidato favorecido por él. Este procedimiento fue una fuente constante de corrupción y supuso una perversión de la vida política durante la Restauración. A finales del siglo XIX, la sociedad española era fundamentalmente agraria, con una población urbana relativamente escasa y una opinión pública poco desarrollada. Al mismo tiempo, el Estado era débil. Ambos factores propiciaron la aparición del caciquismo, gracias al cual una minoría pudo controlar la vida política y los mecanismos del poder del Estado. El caciquismo fue más eficaz en las zonas rurales que en las urbanas, donde la opinión pública y los votos eran más difíciles de controlar. Una vez que el rey impulsaba la celebración de nuevas elecciones, se ponían en marcha los mecanismos de falsea© Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 miento del voto. Los partidos del turno contaban con una red de clientes o «amigos políticos» que les prestaban su apoyo a cambio de cargos, concesiones o privilegios. Estos «amigos políticos», que por razones familiares o por tener propiedades controlaban determinadas comarcas o circunscripciones, movilizaban a sus clientes para obtener los votos necesarios en su zona. Para ello se compraba o presionaba a los electores y a los poderes locales (jueces, gobernadores, guardias civiles), se falseaban las listas electorales o se manipulaban los resultados. En su conjunto, estas prácticas fraudulentas recibieron la denominación de «pucherazo». El proceso se controlaba desde el Ministerio de Gobernación, institución que administraba el «encasillado», sistema por el que conservadores y liberales decidían, antes de las elecciones, qué cargos debían corresponder al partido del Gobierno y cuáles a la oposición. Este sistema restó legitimidad al régimen canovista y tuvo como consecuencia el que un sector importante de las clases populares dejase de votar, al considerarlo una farsa. Pese a las deficiencias del sistema de turno de partidos, conservadores y liberales tomaron decisiones importantes. En primer lugar se impulsaron una serie de medidas apertura política, especialmente durante el llamado Parlamento Largo (1885-1890), dominado por los liberales. Se aprobaron la libertad de prensa e imprenta, la de cátedra y la de asociación (1887), que propició la aparición de los sindicatos, como la UGT (1888). También se promulgó la Ley del Jurado (1888), que permitía a la sociedad participar en la administración de Justicia, y el Código Civil (1889), y se instauró el sufragio general masculino (1890). Por otra parte, se realizaron algunos esfuerzos por acercarse a los problemas sociales y a la condición obrera. Ese fue el objetivo de la Comisión de Reformas Sociales, precedente del Instituto de Reformas Sociales (1903), que daría lugar, posteriormente, a la constitución del Ministerio de Trabajo. En el ámbito económico, destacó el debate entre los partidarios del proteccionismo y del librecambismo, que se saldó con la adopción de medidas proteccionistas para proteger los intereses de la industria catalana y vasca, de la minería asturiana y de los productores de cereal castellanos. Fuera del sistema se desenvolvían las formaciones antidinásticas. Los carlistas, derrotados en 1876, se dividieron entre quienes eran partidarios y opuestos a colaborar con el régimen. En el otro lado del espectro político, los republicanos ejercían una gran influencia en los mayores núcleos urbanos, pero mantuvieron la división que les caracterizó durante el Sexenio Democrático entre los posibilistas de Castelar, los radicales de Ruiz Zorrilla y los federales de Pi i Margall. A la existencia de estas fuerzas hay que añadir el surgimiento de dos movimientos políticos opuestos al sistema canovista, el movimiento obrero y los nacionalismos periféricos. En el primer caso, se dividió en dos tendencias: el socialismo (fundación del PSOE en 1879 y de la UGT en 1888) y el anarquismo, escindido entre quienes estaban a favor de la acción legal y quienes eran partidarios de la «propaganda de los hechos», es decir, del terrorismo. Estos últimos llevaron a cabo en la década de 1890 numerosos atentados; el Historia de España 4 COMUNITAT VALENCIANA propio Cánovas fue asesinado en 1897 por un anarquista italiano. En lo que respecta a los nacionalismos periféricos, los dos principales focos fueron Cataluña y el País Vasco. En el primer caso se produjo un largo proceso de formación del catalanismo político en las décadas de 1880 y 1890, período en el que tuvieron lugar acontecimientos importantes, como la formación del Centre Catalá de Valentí Almirall (1882) y de la Unión Catalanista (1891), la publicación de las Bases de Manresa (1892) —el primer programa político explícito del catalanismo— y la constitución de la Lliga Regionalista (1901). En el País Vasco, Sabino Arana fundó el Bizkai Buru Batzar en 1895, origen del Partido Nacionalista Vasco (PNV). En Valencia y Galicia también se desarrollaron movimientos regionalistas. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 Aunque eran evidentes las carencias del sistema, el edificio político de la Restauración canovista se sostuvo sin graves problemas mientras vivieron sus dos principales líderes. La crisis provocada por el desastre del 98 dio origen al regeneracionismo, y desde los propios partidos del turno, con nuevos dirigentes y bajo el arbitrio de Alfonso XIII (1902-1931), se intentaron emprender reformas que regenerasen el sistema político y modernizasen a la sociedad española. Sin embargo, la Constitución de 1876 impulsada por Antonio Cánovas y buena parte de las lacras de su sistema político se mantuvieron vigentes, bajo una presión creciente de republicanos, nacionalistas y el movimiento obrero, hasta el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923. B) Segunda opción El primero de los textos presentados es un fragmento del discurso al pueblo español pronunciado por Juan Carlos I el 22 de noviembre de 1975, fecha de su proclamación como rey de España. El acontecimiento tuvo lugar dos días después de la muerte del general Francisco Franco, caudillo de la sublevación militar del 18 de julio de 1936 y jefe del Estado desde la derrota del Gobierno republicano en la Guerra Civil (1936-1939). En la primera parte del texto, el nuevo monarca reafirma su respeto a las Leyes Fundamentales —que él había jurado acatar en 1969 al ser nombrado heredero a la jefatura del Estado— y rinde homenaje a la figura de su predecesor. En la segunda parte del texto, Juan Carlos I indica la necesidad de mirar al futuro, que será fruto de la «decidida voluntad colectiva» y de una relación más estrecha de la monarquía con el pueblo. Ambas afirmaciones apuntan a la posibilidad, aunque de manera un tanto críptica, del inicio de un proceso de reforma política. También puede interpretarse como una referencia indirecta a la voluntad democratizadora de Juan Carlos I la referencia al papel de su padre, don Juan de Borbón, en su educación; dadas las circunstancias, también constituye un homenaje a su sacrificio. Heredero de los derechos dinásticos de Alfonso XIII, don Juan de Borbón defendió desde el final de la Segunda Guerra Mundial la necesidad de instaurar en España una monarquía constitucional, y presionó a Franco para llegar a un acuerdo que le cediera el poder (Manifiesto de Lausana, Suiza, 1945). Tras la aprobación de la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947), se resignó a que su hijo Juan Carlos fuera educado en España bajo los principios del Movimiento, lo cual implicaba que se convertiría en sucesor del propio Franco. Don Juan de Borbón permaneció en el exilio durante la dictadura franquista y sus partidarios llevaron a cabo una moderada labor opositora. Juan Carlos de Borbón, por su parte, mantuvo un perfil discreto durante la década de 1960, mientras su candidatura era promovida por los sectores aperturistas del régimen franquista frente a falangistas y © Oxford University Press España, S. A. otros posibles candidatos al trono. En 1969, don Juan Carlos fue designado sucesor de Francisco Franco a título de rey. A la muerte del general, don Juan de Borbón era el depositario de los derechos dinásticos que cedió a su hijo en mayo de 1977. El segundo texto es una fuente primaria de carácter jurídico-político. Se trata del preámbulo de la Constitución española de 1978, aprobada por los plenos del Congreso y del Senado el 31 de octubre de ese mismo año y ratificada en referéndum el 6 de diciembre. En él se establecen los propósitos de la nueva ley fundamental: instaurar un régimen democrático, establecer un Estado de derecho en el que se respeten los derechos humanos y las diferencias culturales y lingüísticas, promover un orden social y económico justo, que incluye el desarrollo de la cultura y la mejora de la calidad vida. Remata este amplio abanico de objetivos el propósito de colaborar en el establecimiento de unas relaciones pacíficas y de cooperación entre los pueblos de la Tierra. Para la elaboración de la Constitución de 1978 se tomó como modelo la de 1931 y otras normas europeas, como la de la República Federal de Alemania. No es una ley fundamental partidista, ya que fue fruto de un amplio consenso político entre fuerzas de izquierda y derecha. Esto la diferencia en gran medida de las constituciones del siglo XIX y, sobre todo, de la de 1931 (excesivamente progresista, democrática y laica para la derecha del momento, la cual se sintió marginada del proceso constituyente). En algunos aspectos (como en el de las autonomías), la Constitución de 1978 resulta imprecisa, lo que, no obstante, le ha conferido a la vez flexibilidad para adaptarse a gobiernos de distinto signo político y le ha permitido insertar los nacionalismos periféricos en el sistema democrático. El texto constitucional contiene los siguientes principios: 쐌 España es un Estado democrático. 쐌 La soberanía nacional reside en el pueblo español. 쐌 La forma de Estado es la monarquía parlamentaria. Historia de España 5 COMUNITAT VALENCIANA Además establece que el Estado español es unitario y autonómico, y que el castellano es el idioma oficial, aunque el resto de las lenguas existentes en España son también oficiales en sus respectivas comunidades autónomas. El rey es el jefe del Estado. Aunque sanciona y promulga las leyes, disuelve las Cortes y convoca las elecciones, es inviolable y no está sujeto a responsabilidad; además, está al margen del debate político. El monarca también tiene el mando supremo de las Fuerzas Armadas. El poder legislativo reside en dos cámaras elegidas por sufragio universal: el Congreso de los Diputados y el Senado. El Congreso tiene mayor peso en la aprobación de las leyes, mientras que el Senado prácticamente se limita a refrendarlas. El poder ejecutivo reside en el Gobierno, que dirige la política interior y exterior y depende, para su permanencia, de la confianza del legislativo. El poder judicial corresponde a los juzgados y tribunales; en la cúspide del sistema judicial español se encuentra el Tribunal Supremo. En la Constitución también se recoge una declaración de derechos y libertades muy avanzada, como queda claro en su preámbulo. Respecto a la no confesionalidad del Estado, abre cauces para la protección estatal de las creencias religiosas y su promoción a través de la educación. Cuando se redactó el texto en 1978, se pensó en proteger la religión mayoritaria, la católica, para evitar la polémica religiosa que tanto daño hizo a la Segunda República. La protección se amplía, sin embargo, a otras confesiones religiosas, por lo que el Estado se compromete a garantizar el derecho a la formación religiosa y moral. Ambos textos remiten al período histórico conocido como la transición, durante el cual se produjo el desmantelamiento pacífico de las instituciones franquistas y la instauración de un régimen democrático en España. Existe consenso sobre sus inicios, la muerte de Franco y la proclamación como rey de Juan Carlos I. Su final suele situarse en la victoria del PSOE por mayoría absoluta en las elecciones de 1982, acontecimiento que supuso la primera alternancia en el poder en el nuevo sistema político y el acceso al Gobierno de la oposición histórica al franquismo. La evolución de un sistema dictatorial y autoritario a otro de carácter democrático fue paulatina y pacífica. Aunque no estuvo exenta de problemas, en dicha evolución no se produjeron cambios políticos, económicos o sociales bruscos. La transición fue fruto de la negociación entre algunos dirigentes del antiguo Estado franquista y la oposición. Aunque se basó fundamentalmente en pactos establecidos entre políticos, la presión y movilización popular influyó decisivamente para que se produjeran cambios sustanciales. A la muerte del dictador en 1975, el franquismo se encontraba dividido entre quienes eran partidarios de la apertura de un proceso de reformas y los inmovilistas, que abogaban por mantener inalteradas las Leyes Fundamentales. El último Gobierno de Franco, presidido por Carlos Arias Navarro, fue incapaz de conciliar unos propósitos aperturistas teóricos (el espíritu del 12 de febrero, por haber sido expuestos por Arias Navarro en esa fecha de 1974) con una práctica repre© Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 siva que decepcionó tanto a los franquistas más conservadores como a los aperturistas. Sin embargo, Juan Carlos I, tras su proclamación como rey de España en noviembre de 1975, ratificó a Carlos Arias en el cargo. Su continuidad pareció señalar que se emprendía el camino hacia una «monarquía de corte franquista» o un «franquismo sin Franco». El nuevo Gobierno hubo de enfrentarse a una oposición creciente por parte de las organizaciones antifranquistas, que reclamaban su legalización. En marzo de 1975 las dos principales alianzas opositoras, la Junta Democrática —creada en 1974 y liderada por el PCE— y la Plataforma de Convergencia Democrática —constituida en 1975 e impulsada por el PSOE—, se unieron para establecer Coordinación Democrática, agrupación que concentró a todas las fuerzas políticas y sindicales no reconocidas por la ley. Asimismo, durante los primeros meses de 1976 se sucedieron graves problemas de orden público (sucesos de Vitoria y Montejurra, en Navarra), una oleada huelguística en el contexto de una crisis económica cada vez más acentuada y atentados terroristas. En este contexto, el Gobierno de Arias Navarro dio algunos tímidos pasos para iniciar un proceso de reforma política. En mayo el Ejecutivo acordó enviar a las Cortes un proyecto de reforma de las Leyes Fundamentales (Ley Constitutiva de las Cortes, Ley de Sucesión y Ley Orgánica del Estado) y promulgó un decreto que regulaba los derechos de reunión y asociación, lo que abría la vía para la existencia de partidos políticos. Sin embargo, para que esto pudiese llevarse a efecto debían realizarse una serie de modificaciones del Código Penal, que las Cortes franquistas rechazaron. Ante la parálisis política y presionado por el monarca, Arias Navarro dimitió en julio de 1976. Según la legislación vigente, el nuevo presidente del Gobierno debía ser elegido por el rey entre tres candidatos (es decir, una terna) propuestos por el Consejo del Reino (un órgano asesor del jefe del Estado), institución que en aquel momento presidía Torcuato Fernández Miranda. Este, de acuerdo con Juan Carlos I, incluyó en la terna a Adolfo Suárez, el candidato que ambos apoyaban. Suárez, ministro Secretario General del Movimiento en el Gobierno saliente, era un joven político que había desarrollado su carrera en las instituciones franquistas. Su nombramiento fue acogido con escepticismo y calificado desde algunos sectores como un «inmenso error». Sin embargo, en su primera declaración el Gobierno mostró una voluntad clara de emprender un proceso de democratización: reconocimiento de la soberanía popular, promulgación de una amnistía (quedaban excluidos los delitos de terrorismo), celebración de un referéndum para ratificar la futura Ley de Reforma Política y convocatoria de elecciones antes del 30 de junio de 1977. El nuevo Gobierno (julio de 1976-junio de 1977) promovió la aprobación de la Ley para la Reforma Política, que establecía unas nuevas Cortes bicamerales (formadas por un Congreso y un Senado). Se daba por hecho, aunque la ley no lo indicara explícitamente, que las nuevas Cortes tendrían carácter constituyente. La Ley fue debatida y aprobada por las Cortes en noviembre de 1976; la decisión supuso la Historia de España 6 COMUNITAT VALENCIANA autoliquidación de la clase política del franquismo. Posteriormente la ley fue ratificada en referéndum el 15 de diciembre de ese mismo año por una amplia mayoría, lo que reforzó la posición del Gobierno frente a la oposición, que había postulado la abstención. A partir de enero de 1977, el tema central del debate político fue la legalización de los partidos que deberían presentarse a los futuros comicios. El Gobierno tenía dificultades para legalizar el PCE, debido al anticomunismo visceral, difundido durante el franquismo, que impregnaba a las derechas españolas y al Ejército. En enero de 1977 fueron asesinados por un grupo de extrema derecha cinco personas, todas del PCE, en un despacho laboralista de la calle Atocha de Madrid. La respuesta pacífica de sus militantes en una masiva manifestación favoreció su legalización, que Suárez preparó muy discretamente e hizo efectiva el 9 de abril de 1977. La decisión provocó dimisiones y un fuerte malestar entre los militares. Al mismo tiempo, el Gobierno resistió una ofensiva terrorista (secuestros por parte del GRAPO de Antonio María de Oriol, presidente del Consejo de Estado, en diciembre de 1976 y de Emilio Villaescusa, presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, en enero de 1977; ambos fueron liberados en febrero). Finalmente, el 15 de junio de 1977 se celebraron en España las primeras elecciones democráticas y plurales desde 1936. La formación política ganadora (sin mayoría absoluta) fue la Unión de Centro Democrático (UCD) del presidente Adolfo Suárez. El PSOE fue la segunda fuerza política más votada, seguido por el PCE-PSUC y Alianza Popular, dirigida por un grupo de notables del franquismo. Los nacionalismos catalán y vasco también estuvieron representados en las nuevas Cortes. Tras las elecciones, el Gobierno se marcó tres objetivos prioritarios: elaborar una nueva Constitución, construir el Estado de las Autonomías y gestionar una política económica de urgencia para paliar los efectos de la crisis energética mundial. Para ello impulsó una política de acuerdos (el llamado consenso), que permitió firmar los Pactos de la Moncloa, restablecer la Generalitat en Cataluña y aprobar la Constitución. 쐌 Pactos de la Moncloa. Estos acuerdos fueron inspirados por el economista Enrique Fuentes Quintana, vicepresidente del Gobierno para Asuntos Económicos (a quién más tarde sucedió en la vicepresidencia Fernando Abril Martorell). Se firmaron en octubre de 1977 por el Gobierno y los representantes de los principales partidos de la oposición. Se involucró además a la patronal y a los sindi- © Oxford University Press España, S. A. CONVOCATORIA SEPTIEMBRE 2009 catos. Estos pactos constituyeron un gran acuerdo económico que proponía un nuevo modelo de relaciones laborales y pretendía, además, neutralizar la conflictividad social. Los acuerdos incluían medidas económicas (reforma fiscal y control de los salarios, del déficit exterior, de la inflación y del creciente desempleo) pero también decisiones políticas y sociales (funciones de los sindicatos, reforma de la enseñanza, de la Seguridad Social y de la legislación laboral, transformación de los medios de comunicación gubernamentales, entre otros aspectos). 쐌 Restablecimiento de la Generalitat. El único gobierno autonómico constituido antes de la Guerra Civil era la Generalitat, institución que fue reinstaurada en septiembre de 1977. Al mes siguiente regresó su presidente en el exilio, Josep Tarradellas, miembro de Esquerra Republicana de Catalunya. A lo largo de este período (septiembre de 1977-octubre de 1978), el Gobierno estableció un régimen preautonómico en trece regiones españolas. Estas medidas implicaban la extensión del principio autonómico a todo el territorio español, con algunas excepciones (Madrid, Santander, Logroño, Navarra, León…), ya que se debatía a qué comunidad autónoma debían pertenecer determinadas provincias. 쐌 Elaboración de la Constitución de 1978. El diseño del texto constitucional se fundamentó en el consenso: una comisión o ponencia formada por siete miembros redactó un anteproyecto que se debatió en las Cortes (mayooctubre de 1978). Tras su aprobación en sesiones plenarias del Congreso y el Senado, fue ratificada en referéndum el 6 de diciembre, sancionada por el rey ante las Cortes el 27 del mismo mes y publicada en el Boletín Oficial del Estado dos días después. La nueva Carta Magna establecía un Estado democrático y de respeto a los derechos humanos bajo la forma de una monarquía parlamentaria. Se reconocían además las diferentes realidades nacionales del Estado español, dentro de su unidad, y se establecía una organización territorial basada en comunidades autónomas. Aprobada la Constitución, se convocaron nuevas elecciones generales para marzo de 1979, en las que logró su segunda victoria UCD. También se celebraron las primeras elecciones municipales democráticas (abril). Se abrió entonces una nueva fase política, marcada por el desarrollo de las disposiciones constitucionales y la crisis política, provocada por la división interna en el partido gubernamental, el terrorismo y la amenaza de golpismo procedente de un sector del Ejército. Historia de España 7