Revista UNIVERSUM . Nº 16 . 2001 . Universidad de Talca REDES Y REPRESENTACIONES COMINTERNISTAS: EL BURÓ LATINOAMERICANO (1919-1921) Ricardo Melgar Bao (*) La construcción de una nueva historia de la Internacional Comunista (IC) en las Américas sigue siendo deseable y posible. Nos toca investigar y escribir de manera un poco más libre de las ataduras ideológicas de la Guerra Fría que presionaron con fuerza sobre nuestra historiografía, bajo los controvertidos modos de la historiatradición o hagiografía militante, de la historia conspirativa y sus muchos fantasmas, o de la historia disidente no propagandística y faccional. Las nuevas lecturas de la problemática cominternista latinoamericana seguramente serán filiadas por otras coordenadas ideológicas, teóricas y temáticas beneficiándose de la apertura gradual de archivos otrora cerrados. Bajo el horizonte de los nuevos tiempos, el tópico de las redes cominternistas ingresa como una poco explorada línea de investigación, tarea particularmente compleja por su tendencia a la acción clandestina y el uso de múltiples seudónimos. Por ello, en el presente trabajo y desde una perspectiva que pretende centrar su mirada desde el escenario continental, buscaremos trazar una cartografía sobre la constitución y proyección del Buró Latinoamericano de la IC, sin obviar la gravitación del hegemónico comité ejecutivo internacional con sede en Moscú durante el trienio 1919-1921. En nuestro breve ensayo, las redes mexicanas del Buró cobran mayor visibilidad que las propiamente latinoamericanas, en parte porque se trata de una cala exploratoria sobre un universo no muy amplio de fuentes, que en su mayoría (*) Doctor en Estudios Latinoamericanos (UNAM). Investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México y Profesor del Postgrado en Estudios Latinoameicanos de la UNAM. 375 Ricardo Melgar Bao son más de carácter hemerográfico que documental o testimonial. Ha contado igualmente para nuestro análisis de redes, la construcción y circulación de ciertas representaciones compartidas o conflictuadas sobre América latina, la revolución y el imperialismo. BOLCHEVIQUES O «SLACKERS» NORTEAMERICANOS EN MÉXICO El desarrollo de las secciones cominternistas en América latina fue desigual, apareciendo las primeras en Cuba, México, Brasil, Argentina, Uruguay y Chile. En lo general se cruzaron tempranamente las redes nativas y faccionales de las principales organizaciones sindicales y socialistas capitalinas, con las de carácter transcontinental favorecidas por las migraciones, los exilios, los viajes de los militantes internacionalistas, la correspondencia epistolar y telegráfica, los intercambios de publicaciones, las corresponsalías y las colaboraciones periodísticas. Este proceso cumplido en los inicios de la primera posguerra, no puede ser disociado de las resonancias de la Segunda Revolución Industrial y de los dos ciclos de la Revolución Rusa (1905 y 1917). Fue en el periodo de la primera posguerra y bajo la hegemonía leninista, que merece relevarse la precoz constitución del controvertido Buró Latinoamericano de la IC. La Comintern todavía no lograba anudar los campos de la Revolución con los de la lucha antimperialista, ni las corrientes filocominternistas europeas con sus pares «orientales»; éstas últimas de manera genérica se referían al Asia, América latina y África. En nuestro escenario latinoamericano las corrientes nacionalistas radicales e internacionalistas de filiación anarquista y socialista, convergían en su preocupación frente al creciente intervencionismo norteamericano, incluido el denominado monroísmo sindical. Sin embargo, el Buró Latinoamericano como las primeras secciones cominternistas del continente, no parecieron tomar muy en cuenta la nueva coyuntura nacida de la primera posguerra mundial. En 1918 el ejército norteamericano había ocupado la provincia de Chiriquí en Panamá y desembarcado en Haití para reprimir marcialmente la insurrección popular de Charlemagne Peralte. En 1919 los Estados Unidos realizaron seis intervenciones en América latina. El panamericanismo de la primera postguerra se había vuelto, en lo económico, político y sindical más agresivo e impetuoso hacia la América latina1. Bajo ese contexto continental, entre fines de julio y principios de septiembre de 1919 llegó a México Mijaíl Markovich Gruzenberg, más conocido como Mijaíl Borodin 1 Véase Nels Seidel, Robert, Progressive Pan Americanism:Development and United States Policy Toward South America, 1906-1931, USA, 1973, Cornell University, Latin American Studies Program, Dissertation Series N° 45, pp. 120-135; Osegueda, Raúl, Operación Centroamérica L.$ Ok L$, Iberoamericana, México, D.F., pp. 5354; Carnero Checa, Genaro, USA 1776-1976. Alborada y Crepúsculo, Siglo XX, Lima, 1976, pp. 106-107. 376 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) aunque en ciertas ocasiones y lugares utilizó también los seudónimos de Alexandrescu y Brandy Wine2. Este representante de la Rusia Soviética, era en realidad un ciudadano de origen judío-norteamericano que había militado en las filas del Partido Social Laborista en Chicago hasta julio de 1918, para emprender el retorno a Moscú después de 12 años de ausencia. En su país natal Mijail se reincorporó a las filas bolcheviques y asumió diversas tareas en el servicio exterior. Nuestro personaje tras una estancia aproximada de ocho meses en la nueva Rusia y por los mismos días que se celebraba en Moscú el congreso fundacional de la IC (marzo de 1919), emprendió un azaroso retorno a los Estados Unidos, burlando a los servicios secretos europeos comprometidos en bloquear las actividades rusas en el exterior. Nuestro personaje había aprovechado una controvertida y poco clara conexión diplomática mexicana fungiendo como empleado del Consulado General de México en Moscú, al lado de su inobjetable acompañante: el diplomático mexicano Jorge Villardo. Para este último la misión aparente y oficial de Gruzenberg era la de un 3 agente comercial ruso para México y Estados Unidos , no sabía que además tenía el encargo de impulsar el trabajo de la IC en este continente. Fue así como Mijail logró embarcarse con destino a los Estados Unidos, pero en una escala marítima en Puerto Príncipe ( Haití) debió enfrentar un difícil control policial que le costó la pérdida de las joyas de las que era portador y que debía vender para financiar la agencia comercial soviética en Nueva York y algunas actividades internacionalistas. Tras una breve y accidentada estancia en los Estados Unidos durante la primavera, Gruzenberg tuvo que abandonar el país al ser identificado por el agente Jacob Spolansky evitando así el riesgo de su inminente detención4. Difícil tarea le esperaba al enviado cominternista en México, toda vez que el faccionalismo suscitado en el reciente congreso socialista (25 agosto - 4 septiembre) parecía irreconciliable. La táctica abstencionista en los procesos electorales, el carácter del partido, la composición de la dirección y los vínculos con la IC habían sido los puntos centrales de divergencia. Pero más que todo ello, la formación de redes cominternistas desde sus orígenes en América latina fueron objeto de un seguimiento especializado por parte de dos organismos de inteligencia norteamericanos, uno vinculado al Departamento de Justicia y el otro a través de la Marina al Departamento de Defensa, acaso porque preveían la posibilidad de potenciales amenazas a su política panamericana, dados los «probados» vínculos cominternistas entre norteamericanos, rusos y latinoamericanos. 2 Véase Beals, Carletons, Glass Homes. Ten years of Free Lancing, Lippincot, Fildadephia, Nueva York, 1938, pp. 45 y 55. 3 Cárdenas, Héctor, Las relaciones mexicano-soviéticas, Secretaría de Relaciones Exteriores, México, 1974 (Colección del Archivo Histórico Diplomático), pp. 43-58; Carr, Barry, La izquierda mexicana a través del siglo XX, Editorial Era, México, 1996, pp. 39-41. 4 Spencer, Daniela, El triángulo imposible. México, Rusia Soviética y Estados Unidos en los años veinte, CIESASGrupo Editorial Miguel Angel Porrúa, 1998, p. 34. 377 Ricardo Melgar Bao En la ciudad de México, el ala socialista de los «slackers» o refugiados norteamericanos, que se oponían al reclutamiento militar forzoso para concurrir a los frentes de batalla en Europa, jugaron un papel de mediación en la construcción de las primeras redes cominternistas supranacionales. Fue así como el estadounidense Lynn A. E. Gale y su grupo, a pesar de haber adherido al Programa de Acción y a la Declaración de Principios sancionada por el Congreso Socialista, optaron por seguir el camino del dirigente reformista mexicano Luis Napoleón Morones, que se había retirado durante el curso del evento al constatar la inviabilidad de todo proyecto socialdemócrata. Recuérdese que Morones ya se perfilaba como la principal figura latinoamericana de la Confederación Obrera Pan Americana (COPA), bajo el paraguas protector de Samuel Gompers, indiscutible líder de la Federación Americana del Trabajo y portavoz del naciente monroísmo obrero5. Las posiciones procominternistas radicales del bengalí Manabendra Nath Roy y su esposa estadounidense Evelyn Trent, el norteamericano y José Allen y el mexicano Manuel Díaz Ramírez, terminaron por prevalecer el congreso y por ende en la ulterior orientación política del Partido Socialista Mexicano (PSM). Roy y su esposa a mediados de 1917 durante la fase final de su residencia en Nueva York y en vísperas de su arribo a México, habían asumido ya una postura socialista6. Gruzenberg se contactó por mediación de los socialistas de Chicago con uno de sus militantes refugiado en México por su oposición a la conflagración europea y al reclutamiento, nos referimos a Charles Phillips (@Frank Seaman), editor de la página en inglés de El Heraldo de México y en ese tiempo connotado dirigente del PSM. Entre los socialistas norteamericanos destacaban el periodista Carleton Beals y Henryd Glintenkampf, caricaturista de The Masses7. Mijail, estrechó vínculos con M. N. Roy y con los estadounidenses Irvin Granich (@Mike Gold) y Phillips en la tarea de convertir al PSM en una sección de la IC, así como en la de formar un Buró continental siguiendo el ejemplo del Buró de Asia Central que se instaló en mayo de 19198. En México, mientras tanto el PSM, enfrascado en la lucha contra todo reformismo, representado por las corrientes de Morones y Gale en el plano nacional, no podía 5 A partir del 31 de junio de 1917, Samuel Gompers, el socialista mexicano Carlos Loveira y Santiago Iglesias, máximo dirigente de los sindicatos puertorriqueños, se abocaron al trabajo de organizar el congreso fundacional de la COPA. Dentro la naciente corriente monroísta sindical, la figura de Morones sólo fue circunstancialmente opacada por la del inmigrante español Santiago Iglesias, no pasarían más de dos años para que el mexicano se erigiese en su figura símbolo a nivel continental. Melgar Bao, Ricardo, El movimiento obrero latinoamericano, Madrid, Alianza Editorial, 1988, pp. 248-251. 6 Carr, Barry, La izquierda mexicana a través del siglo XX, Editorial Era, México,1996, p. 33. 7 Ibíd, p. 33. 8 Taibo II, Paco Ignacio, Bolshevikis. Historia narrativa de los orígenes del comunismo en México (1919-1925), Joaquín Mortiz, México, D.F. 1986, pp. 39-42; Caballero, Manuel, La IC y la Revolución Latinoamericana, Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1987, pp. 47-48. 378 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) dejar de tomar en cuenta los vínculos internacionales con el monroísmo obrero. Hacía menos de un año de la fundación de la Confederación Obrera Pan Americana (COPA) en el Congreso de Laredo (noviembre de 1918), y tan sólo tres meses del Congreso de Nueva York en donde las posiciones de la IWW y del sindicalismo revolucionario fracasaron en su intento de reorientar la dirección de la COPA9. El moronismo fue promovido en México y América latina por Samuel Gompers, vía la COPA, en la medida que representaba la versión latinoamericana del monroísmo obrero10. (22) El PSM, conocedor de esta situación, no podía dejar de respaldar un proyecto alternativo que atacase al reformismo en el plano político y sindical. En esta dirección se inscribió para el PSM la fundación del Buró Latinoamericano, posteriormente llamada Agencia Panamericana de la IC11. Durante los primeros años de la Comintern, las fronteras entre las organizaciones sindicales y partidarias fueron difusas, afectando el perfil del propio Buró Latinoamericano. Cinco días antes de la constitución del Buró, el 24 de noviembre de 1919, el PSM cambió de nombre y adhirió a la IC. José Allen, fungió como el primer secretario general del recién constituido Partido Comunista de México. El que el estadounidense se convirtiese en la principal figura del comunismo mexicano, refrenda su subalternidad política frente al ala de los bolcheviques de Chicago. Antes que Allen, John Reed, debe ser recordado como una simbólica figura de mediación entre el México revolucionario y la Rusia Bolchevique; recuérdese que fue testigo presencial de ambos procesos los cuales plasmó en dos clásicos ensayos periodísticos de su tiempo. Es presumible que la opinión de Reed sobre el potencial revolucionario de las Américas, haya sido sostenida más de una vez ante la dirigencia internacionalista en Moscú, habiendo coadyuvado a reforzar la iniciativa de Gruzenberg de elegir a México como el país receptor del primer Buró Latino Americano de la IC. En México, la primera referencia de este mirador continental de la Revolución, aparecía rubricado por José Allen en carta a Angelina Balanova, secretaria del Comité Ejecutivo de la IC (CEIC), fechada el 29 de noviembre de 1919. Hemos de recordar que por esas fechas, Gruzenberg se encontraba todavía en México, aunque ya próximo a partir. En dicha carta, Allen le propuso a la Balanova, el proyecto de unificar a las corrientes socialistas antirreformistas del continente, así sostuvo: «El Partido Comunista Mexicano, ha iniciado una organización con objeto de llamar en próxima fecha a un Congreso Comunista Latinoamericano..., El Soviet, se va a convertir en el 9 Idem. 10 Véase Rosal, Amaro del, Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XX, Editorial Grijalbo, Barcelona, 1975, pp. 378-382; Lewis, L., Historia del Internacionalismo Obrero Tomo I, Editorial Ercilla, Santiago de Chile, 1934, p. 191. 11 Gompers, Samuel, Setenta años de vida y trabajo, Editorial Continental, México, 1956, pp. 623-628. 379 Ricardo Melgar Bao órgano oficial del Buró Latinoamericano y se llamará en adelante El Comunista Latinoamericano»12. Estimulaban esta decisión la confianza en llevar a una fase superior a la Revolución Mexicana con el concurso de la clase obrera y del PCM. Incidió en favor de esta orientación el asesoramiento del enviado de la IC, así como de algunos cuadros norteamericanos y sudamericanos exiliados e integrados a la acción revolucionaria en este país. El 8 de diciembre de 1919 se había redactado en ciudad de México el primer Manifiesto del Buró Latinoamericano de la III Internacional a los Trabajadores de América 13 Latina, el cual salió publicado unos días después en su vocero . Con la creación de este organismo cominternista regional, Gruzenberg dio por concluida su misión en México. El Camino de Oriente quedaba prefigurado con la instalación de los burós latinoamericano y asiático a pocos meses de fundada la IC. El Buró Latinoamericano tuvo como integrantes de su primer núcleo organizador a: Elena Torres y Antonio Ruiz (mexicanos), Martín Brewster y José Allen (norteamericanos) y Leopoldo 14 Urmachea (peruano) . Considerando que la representación de la COPA con todo el apoyo oficial de los gobiernos de los Estados Unidos y México, sólo aglutinó a delegados de seis países, nuestros bolcheviques no quedaban tan rezagados. Las condiciones de promoción de corrientes internacionalistas en el continente no eran tan propicias en aquellos años, por lo que sus ritmos y alcances deben ser ponderados en sus justos alcances. A mediados de diciembre de 1919, Michael Gruzenberg y Charles Phillips viajaron a España, escala previa en su proyectado viaje a Moscú, sede del CEIC. En Madrid, se enteraron del desenlace del congreso extraordinario de los socialistas españoles para dirimir su filiación internacionalista y su orientación política. Los procominternistas habían sido derrotados en la votación (12,497 votos contra 14,010). Gruzenberg y Phillips (@ Seaman o Jesús Ramírez), colaboraron en el reagrupamiento fraccional de los filobolcheviques españoles apoyándose principalmente en las juventudes socialistas. Poco después Gruzenberg viajaría a Amsterdam y Phillips se quedaría en Madrid trabajando a favor de la constitución del Partido Comunista de España, el cual se fundó el 15 de abril de 192015. La misión de Gruzenberg fue de mayor trascendencia de lo que se supone. Se ubicaba en la perspectiva de fortalecer el «leninismo» como corriente político-orgánica en las nuevas secciones de la Comintern. Poco antes de su llegada a México procedente 12 Salazar, Rosendo, Las Pugnas de la Gleba Tomo I, CNC-PRI, México, D.F. 1974, p.47; Martínez Verdugo, Arnoldo, Historia del Comunismo en México, Editorial Grijalbo, México (Colección Enlace), p. 32; García Treviño, Rodrigo, La Injerencia rusa en México (y Sudamérica), Editorial América, México, D.F. 1959, p. 30. 13 El Soviet, México, 16 de diciembre de 1919; Oposición, México, 25 de julio al 1 de agosto de 1979, N° 295. 14 Taibo II, Paco Ignacio, Op. cit., p. 55. 15 Martínez Verdugo, Arnoldo, Op. cit., p. 32. 380 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) de los Estados Unidos, Gruzenberg había sido el mediador directo con Lenin, para que éste dirigiese una carta abierta a los marxistas revolucionarios norteamericanos16. Este trabajo faccional de Gruzenberg se inscribía dentro de los preparativos del II Congreso de la Comintern, en donde se iban a dirimir cuestiones trascendentales del movimiento comunista de Occidente y Oriente. El papel desempeñado por Gruzenberg en Amsterdam parece confirmar esta aseveración. Se acababa de montar en la capital de Holanda un Buró Europeo-Occidental. Su núcleo organizador tenía como miembros a: Wijrkoop, Rutgers y Henriette Roland-Holst, que editaban un boletín en tres idiomas. El aislamiento de la Rusia Soviética presionada por el cerco de las potencias europeas, afectaba las nacientes redes cominternistas, por lo que la constitución de los burós regionales abrigaban circunstancialmente la precoz ilusión de un fallido aunque deseable policentrismo cominternista. Fue así como la legitimidad del Buró de Amsterdam fue puesta en cuestión en el marco de una reunión por parte de los delegados alemanes. La discrecionalidad política de las sedes de los burós regionales, dados sus implícitos contornos nacionales, acentuaron los disensos y disputas, las cuales resintieron además la acción corrosiva de los agentes provocadores de diversos gobiernos. Los cominternistas alemanes no aceptaban la hegemonía holandesa, reclamando para sí dichos fueros. Más aún, recusaron la aceptación por parte de éste del ya constituido Buró Latinoamericano con sede en México, propuesto por Gruzenberg a nombre del PSM. Louis Fraina, el delegado norteamericano ante este controvertido Buró Europeo, es posible que haya abogado por reivindicar la conversión del Buró Latinoamericano en Panamericano, reclamando sobre él la hegemonía cominternista estadounidense. La opinión de Clara Zetkin, la lideresa alemana, parece haber pesado de manera decisiva en este cambio de curso, así dijo: « ...si fuera necesario constituir un bureau especial para América, debería estar localizado en el centro del movimiento revolucionario, los Estados Unidos»17. El acuerdo de la dirección internacionalista con sede en Amsterdam, ratificó la propuesta de Fraina y Zetkin aunque con algunos matices: la sección norteamericana quedó como responsable de la organización del Buró Panamericano, aunque se concedió la sede del mismo a México por su ubicación estratégica y por la relevancia de los cuadros extranjeros y latinoamericanos que ya albergaba en su seno. El vanguardismo de los delegados alemanes y norteamericanos los aproximó en defensa de sus cuestionadas hegemonías regionales. La sede mexicana y su trabajo pionero sólo fue valorado pragmáticamente a favor de las pretensiones de liderazgo de los comunistas estadounidenses, así lo refrendó una directiva emanada de dicha reunión y dirigida al P.C. de los EE.UU. para que 16 Ibíd., p. 30; Taibo II, Paco Ignacio, Op. cit., p. 71. 17 Citado por Caballero, Manuel, La IC y la Revolución Latinoamericana, Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1987, p. 48. 381 Ricardo Melgar Bao «estableciera un subburó para las Américas con base en el trabajo ya realizado en México»18. Pero la disputa por las hegemonías orgánicas en ambos frentes regionales seguiría un sinuoso camino. El primer evento orgánico que se trazó como meta el Buró de Amsterdam de la IC, consistía en llevar a cabo una conferencia internacional durante la primera semana de febrero de 1920. Gruzenberg colaboró activamente en este esfuerzo en su calidad de enviado especial del CEIC. Delegados norteamericanos, franceses, escandinavos, italianos, belgas y alemanes, asistieron a dicho encuentro. Fue evidente la intención de trasladar el eje de dirección europea de Berlín a Amsterdam, con la finalidad de fortalecer la corriente «leninista» en detrimento de la tendencia «espartaquista» alemana que había tenido bajo su control el Secretariado de Europa Occidental. Sin embargo, el evento fracasó al ser reprimido policialmente al segundo día de sesiones19. Luis Fraina, el delegado norteamericano, había sido burlado por un agente provocador al que invitó al frustrado evento cominternista y que fue desenmascarado por Gruzenberg. Los delegados extranjeros con la Zetkin a la cabeza fueron detenidos y expulsados del país. Se vivían los prolegómenos de la confrontación de posiciones que se esperaba en el II Congreso de la IC. Mientras tanto, el todavía Buró Latinoamericano de la IC, a fines de 1919 seguía engrosando sus filas. Se adscribieron: Felipe Carrillo Puerto, Robert Haberman, José I. Medina20. A pesar de la ausencia de Gruzenberg, el Buró Latinoamericano decidió convocar a diferentes núcleos obreros del continente, para que concurriesen al Primer Congreso Comunista Latinoamericano, a efectuarse en la ciudad de México el 20 de julio de 1920 que se celebraría de manera casi paralela al II Congreso de la IC. Este Buró pretendía, así, configurarse como una alternativa política frente a los partidos burgueses y socialistas así como una oposición sindical frente al monroísmo obrero, que por su parte había convocado para el mismo mes y en la misma ciudad la realización del II Congreso Obrero Panamericano, el cual se difirió hasta el mes de enero de 1921. El grupo socialista norteamericano exiliado en México y ligado al PSM y al Buró Latinoamericano es difícil que abandonase sus antiguos vínculos con los grupos de Chicago y Nueva York. Además la creciente presencia del «Gomperismo» en México, América Central y el Caribe, debe haber operado como una motivación adicional para no olvidar sus anteriores lazos y renovar viejas disputas, mediadas claro está, por la lucha contra el «Moronismo». 18 Citado por Branko Lazitch y Milorad Drackovitch en Lenin and the Comintern, Stanford University Press, Stanford, 1972, p. 191. 19 Carr, E.H., La Revolución Bolchevique (1917-1923), Alianza Editorial, Madrid, 1973 (Colección Alianza Universitaria N° 35), p. 157. 20 Ibíd., pp. 183-184. 382 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) En lo que respecta a las relaciones del Buró Latinoamericano con el todavía aún más incipiente movimiento procominternista sudamericano (Argentina, Uruguay, Brasil y Chile), la historiografía tampoco registra evidencias. Es muy probable que no existiesen antes del III Congreso de la IC (1921), salvo algún ocasional encuentro en el Moscú de 1920, promovido por el CEIC, pero del cual no hay registro conocido. Además, hay que tener en cuenta que explícitamente dicho Buró centró su atención en el proceso de consolidación del Partido Comunista Mexicano21. El anunciado Congreso Comunista Latinoamericano que promovería el Buró, reeditando las experiencias de los encuentros de Asia Central y Europa, era inviable en 1920, no sólo al margen de Moscú, sino porque en el cono sur del continente las posiciones cominternistas no habían cristalizado orgánicamente. Ello explica que no haya referencias en la convocatoria sobre fecha alguna y sobre los invitados, la única alusión específica se refiere a que se hará extensiva a los comunistas de los Estados Unidos y a los de Canadá22. La composición del Buró Latinoamericano de la IC era demasiado heterogénea y precaria para asumir tal compromiso político a nivel continental. Los cuatro miembros fueron cooptados por Manabendra Roy, Evelyn Trent y Charles Phillips a tan sólo un mes de haberse incorporado como militantes al PSM. Lo único que abonaba a su favor era la trayectoria sindical y política de sus integrantes, pero doctrinariamente, andaban más cerca del anarcocomunismo y del socialismo que del «Bolcheviquismo Cominternista». Antonio Ruiz fungía de Secretario General del Sindicato Panadero del Valle de México que auspiciaba la radicalización y potencialización del movimiento sindical: Elena Torres, profesora y feminista yucateca, se afincó en el D. F. para escapar del terror blanco de los carrancistas; Leopoldo Urmachea, panadero peruano llegado a México en 1919 en calidad de deportado por su labor sindical en su país de origen se integró prontamente al movimiento sindical mexicano; Martín Brewster (Martín Biernbaum) judío rumano nacionalizado norteamericano, se integró al movimiento socialista neoyorkino en el que militó hasta que urgido por la necesidad de evadir el reclutamiento militar condicionado por la intervención norteamericana en la I Guerra Mundial (abril de 1917), cruzó clandestinamente la frontera mexicana en septiembre de 1918, vinculándose posteriormente al grupo de Phillips y Roy23. La ulterior integración al Buró Latinoamericano de nuevos elementos, no cambió esta situación. Nos referimos a Felipe Carrillo Puerto, líder del movimiento socialista yucateco; y, Robert Haberman, judío rumano naturalizado norteamericano y adherente del movimiento socialista neoyorkino, al igual que su doble compatriota Martin Brewster, 21 Martínez Verdugo, Arnoldo, Op. cit, p. 32. 22 Taibo II, Paco Ignacio, Op. cit., p. 87. 23 Ibíd., p. 63. 383 Ricardo Melgar Bao enrumbó con destino a México en mayo de 1918 integrándose al Partido Socialista Yucateco a la labor de organización de cooperativas de las Ligas de Resistencia24. A la partida de Gruzenberg y Philips a España se sumó el viaje de Manabendra Roy y su esposa Evelyn Trent en enero de 1920. Viajaban con destino a Moscú para asistir al II Congreso de la IC. Utilizaron los nombres de Roberto y Elena Allen. José Allen, primer secretario del PCM y miembro del Buró Latinoamericano de la IC les proporcionó los pasaportes de su hermano y cuñada, pero que no dudó inmediatamente en informar a la Embajada Norteamericana25. Además del enrolamiento de Allen como agente del servicio de la Agencia de la inteligencia naval norteamericana, hubo otro «slacker» norteamericano de nombre Martin Krainin que en el mes de mayo de 1920 ofreció sus servicios como informante al agregado militar de la Embajada de los Estados Unidos en México proporcionando información confiable sobre la militancia cominternista mexicana y extranjera26. Por si fuera poco, la Oficina de Investigación del Departamento de Justicia del gobierno estadounidense tenía en México a dos agentes de origen ruso a partir de la segunda mitad del año de 1919: Jacob Spolansky y Emilio Kostelizky27. Felipe Carrillo Puerto y Robert Haberman desertaron al mes, para plegarse a la campaña presidencial de Alvaro Obregón, respaldada por Morones. En marzo de 1920, Elena Torres emprendió viaje a Veracruz, igualmente seducida por la campaña obregonista28. En esas condiciones, el Buró Latinoamericano quedó muy disminuido, con el agravante de que uno de sus integrantes: José Allen, trabajaba desde 1918 al servicio de la inteligencia militar norteamericana aunque durante su vida nunca se descubrió su condición de informante29. Los acontecimientos políticos de 1920 y particularmente la deserción de los militantes comunistas debieron presionar sensiblemente sobre el PCM y sobre el mismo Buró Latinoamericano. Además, la propaganda moronista fue respaldada indirectamente por la represión carrancista. El periódico El Comunista a principios de 1920 quedó sin franquicia postal y en abril del mismo año fue prohibido30. Los realineamientos políticos que afectaban las ya tensas relaciones entre el núcleo comunista y la CROM, tuvieron como primer corolario la deserción de Haberman. Luis N. Morones, el conductor de la CROM, le encargó a este ex-comunista 24 Ibíd., p. 24. 25 Ibíd., p. 63. 26 Spencer, Daniela, Op. cit., p. 34. 27 Ibíd., pp. 33-34; Taibo II, Paco Ignacio, Op. cit., pp. 75-76. 28 Taibo II, Paco Ignacio, Op. cit., p. 65. 29 Carr, Barry, Op. cit., p. 35. 30 Taibo II, Paco Ignacio, Op. cit., pp. 45-46. 384 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) estadounidense, cumplir las funciones de enlace entre su organismo sindical y la Federación Americana del Trabajo. De esta manera, la CROM pensaba neutralizar la acción corrosiva del balbuceante Buró Latinoamericano de la I.C., que Haberman conocía desde adentro. Además de ello, Haberman debía impulsar la tarea de organización de cooperativas cromistas. La ruptura definitiva de Haberman con el movimiento comunista, se debió a un desacuerdo sostenido en torno de la CROM con su compatriota Carleton Beals, en la elaboración de un artículo para la prensa radical estadounidense31. Descontados los disidentes, quedaron como los únicos sobrevivientes del Buró Latinoamericano de la I.C., José Allen y los líderes del Sindicato de Panaderos: Antonio Ruiz y Leopoldo Urmachea. A ellos se sumó Manuel Díaz Ramírez, responsable de la edición del órgano de prensa: Boletín Comunista. Sin lugar a dudas, fueron ellos los promotores de sacar adelante el proyecto de realizar el Primer Congreso Comunista Panamericano, como lo había hecho explícito el CEIC en la ya citada carta de Balanova a los comunistas mexicanos. A pesar de todo ello, el Buró Latinoamericano había cursado una invitación a los diversos núcleos obreros del continente, para que nombrasen los delegados que los representarían en la Primera Conferencia Comunista Panamericana. Durante estos años todavía no existían claras diferencias que deberían distinguir a los partidos y organismos obreros cominternistas, por lo que la invitación tuvo un carácter bastante amplio. De este esfuerzo organizador, constan evidencias de las comunicaciones giradas a los obreros gráficos de la ciudad de La Habana, la primera fechada en enero de 192032. El segundo mensaje rubricado en abril de 1920, decía que el Congreso en referencia se llevaría a cabo en la ciudad de México el día 20 de julio de dicho año. En una de sus partes, la circular explicaba el móvil político de sus autores, al decir: «Os mandamos este mensaje porque creemos que la mayor parte de los camaradas de Cuba sois de las mismas ideas e ideales»33. Los alcances de la proyectada Conferencia Comunista Panamericana fueron definidos en seis puntos centrales por el Buró Latinoamericano, en un texto reproducido en el primer número de su órgano central, hacia agosto de 1920, sin hacer referencia a las causas o razones que llevaron a cancelarlo el mes anterior. En dicho documento se subrayaba la función co-organizadora del Partido Comunista de América, al lado del Buró Latinoamericano, hecho que refrendaba la fuerte presencia estadounidense en el seno de la vanguardia comunista mexicana. Pero además, daba cuenta del impacto del proyecto panamericanista de los Estados Unidos, en la construcción de un programa alternativo de corte antiimperialista. El 31 Ibíd., p. 76. 32 Bureau Comunista Latinoamericano «A los compañeros de Cuba», El Comunista (México), 8/1/1920, N° 3. 33 Citado por Dimas, Eduardo, «La Imprenta y el Movimiento Obrero Gráfico en Cuba» en Los Obreros hacen y escriben su historia, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 204-205. 385 Ricardo Melgar Bao texto en referencia no hacía alusión a la nueva fecha en que se llevaría a cabo el evento comunista continental. Las funciones políticas con que el Buró desplegaría sus acciones, indicaban en primer lugar una ampliación de su radio político a las dos Américas. Se trataba de contrarrestar el panamericanismo yanqui; orientar la propaganda antiimperialista («la intervención en México») y fijar las líneas a seguir sobre otros «problemas de inmediata resolución, para el proletariado de América». En el terreno organizativo, se ponía el acento en la tarea de «Concentrar y unificar las Organizaciones Comunistas» y su representación en los próximos congresos de la I.C.; coordinar acciones con los comunistas europeos, asiáticos y de la Rusia Soviética, así como publicar un órgano de prensa34. La postergación del evento obrero continental de la COPA se dio en el marco de nuevas dificultades en la política exterior, entre el gobierno mexicano de Venustiano Carranza y la administración estadounidense del Partido Demócrata liderada por Woodrow Wilson. A ella le sucedió la cancelación del congreso cominternista latinoamericano, no habían ni medios económicos ni redes políticas y orgánicas consolidadas. Pero las voces cominternistas continuaron ganando presencia en Moscú y en el hinterland soviético. Fue allí donde la hegemonía cominternista norteamericana sobre sus pares mexicanos volvió a salir con motivo del Primer Congreso de los Comunistas de Oriente en Bakú (septiembre de 1920), la cara menos occidental y conocida del expansivo proyecto de bolchevización del mundo. En dicho evento, John Reed, uno de los oradores de fondo, refiriéndose a México exaltó su postura nacionalista al decir que: «...después de muchos años de la guerra civil, la gente formó su propio gobierno, que no es un gobierno proletario sino democrático, que busca conservar la riqueza de México para los mexicanos y cobrarles impuestos a los capitalistas extranjeros»35. Las declaraciones de Roy no consideraban la difícil coyuntura política tras una nueva rebelión de los caudillos norteños que derrocó a Carranza y lo asesinó en Puebla el 21 de mayo de 1920. Poco antes, en el frente interno las ilusiones cromistas sobre la política laboral del presidente Carranza habían terminado de desplomarse cediendo a las presiones de las bases obreras en demanda de mejores salarios y de un arbitraje más claro de parte del Estado en los conflictos obrero-patronales. La figura de Obregón todavía tardaría algunos meses en arribar al poder. La crisis del Buró Latinoamericano, revelaba por un lado la propia del PCM en el difícil período de transición política nacional del carrancismo al obregonismo, así como la vulnerabilidad de los nexos cominternistas entre los Estados Unidos, México y América latina. Por ello, el CEIC impulsó un reajuste de su dirección, estableciendo 34 Boletín Comunista (México), Órgano del Bureau Latino Americano de la Tercera Internacional, Año 1 N° 1, 8/ 1920. 35 Spencer, Daniela, Op. cit., p. 62. 386 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) un puente entre la presencia norteamericana y la oriental. La llegada a México del veterano comunista japonés San Katayama de manera paralela al arribo de los norteamericanos Luis C. Fraina y Charles Phillips, apuntaba a lograr la unificación de los comunistas mexicanos, reorganizar el Buró Latinoamericano de la IC y montar una oficina de propaganda continental de la Internacional Sindical Roja (ISR)36. Phillips fue el primero en llegar en enero de 1921 venía acompañado de la rusa Alexandrovna Mikhailova, tras su ruptura matrimonial37. Siguiendo las instrucciones de Arnold Losovski, el animador del comité organizador de lo que seis meses más tarde se conocería como la Internacional Sindical Roja, se abocó a la tarea de organización del aparato seccional en México. Coincidiendo con su retorno salió nuevamente el Boletín Comunista, publicación que había sido suspendida en octubre de 1920. Este número extraordinario no es ya consignado como órgano del Buró Latinoamericano de la IC sino como vocero de la sección mexicana de la IC. El tenor de ataque de la editorial tiene alusiones directas sobre algunos miembros que desertaron del Buró Latinoamericano. Conociendo el hecho de que Phillips a su llegada a México lo primero que hace es entrevistarse con Carrillo Puerto y Haberman en la casa del muralista y militante Diego Rivera, con el probable objetivo de reagruparlos al seno del Buró Latinoamericano, al no conseguirlo, decide atacarlos desde las páginas del Boletín Comunista: «Si Gompers es enemigo de la revolución y amigo de la evolución que se quede con sus evolucionistas (equilibristas) Morones, Elena Torres, Haberman, Carrillo, Villarreal, Soto y Gama, etc. Los trabajadores latinoamericanos quieren, y harán la revolución; son amigos, hermanos, de la liga de trabajadores, única que existe: la IC, cuyo asiento está en Moscow, el polo opuesto de Wall Street. «¡TRABAJADORES MEXICANOS! ¡TRABAJADORES LATINOAMERICANOS! ¡Abajo la liga Amarilla! ¡Desprecio a los oportunistas, agentes de la verdadera democracia! ¡Viva la IC, Viva LA INTERNACIONAL DE LOS SINDICATOS!»38. Entre febrero y marzo arribaron a México Sen Katayama y Luis C. Fraina acompañado de su esposa rusa Esther Nesvishkaia39. Se informaron de la gran huelga ferrocarrilera que vivía el país y de que el 15 de febrero de 1921 se había llevado a cabo un congreso nacional obrero convocado por la Federación Comunista del 36 Martínez Verdugo, Op. cit., p. 32. 37 Spencer, Daniela, Op. cit., p. 63. 38 Boletín Comunista (México), Órgano del Partido Comunista Mexicano (Sección de la Tercera IC), edición extra, 10/1/1921, p. 1. En el mismo número se reproduce el documento «Condiciones de admisión de los Partidos dentro de la IC». 39 Spencer, Daniela, Op. cit., p. 63. 387 Ricardo Melgar Bao Proletariado Mexicano. La convergencia del sindicalismo radical, después de dos años de dispersión y reflujo, se incubó en el auge antirreformista de 1920. Entre los delegados comunistas destacaron nuevos cuadros: Manuel Díaz Ramírez, José C. Valadés y Felipe Hernández. De los vinculados al Buró Latinoamericano, concurrieron Leopoldo Urmachea por el sindicato panadero, José Allen por el Grupo Cultural Vida Nueva y Frank Seaman por la Local Comunista del D. F. En total, la fracción sindical comunista tuvo diez delegados, la mitad de la representación de los grupos anarquistas40. En dicho congreso, con excepción de los delegados de la IWW, se logró consenso para fundar la CGT. Las resoluciones del congreso reflejaron un espíritu transaccional entre comunistas y anarcosindicalistas. Del lado comunista se podría considerar un éxito el lograr la adhesión de la CGT a la ISR, la descalificación de la COPA, la convocatoria a un congreso obrero panamericano y la elección de Manuel Díaz Ramírez como delegado al congreso de la ISR en Moscú. Poco importaba que no tuviesen participación en el primer comité cegetista copado por los 41 anarcosindicalistas . Por lo expuesto, no podemos dejar pasar inadvertido el hecho de que los miembros del Buró Latinoamericano se integrasen, en febrero de 1921, a las comisiones obreras emanadas del congreso sindical convocado en la ciudad de México por la Federación Comunista del Proletariado Mexicano, en cuya directiva y con el cargo de secretario del exterior, se encontraba Manuel Díaz Ramírez. La activa presencia de los norteamericanos José Allen y Charles Phillips, del peruano Leopoldo Urmaechea y del salvadoreño Luis Felipe Recinos, le dieron al evento obrero cierta proyección antimoronista como lo deseaba el Buró Latinoamericano42. Los cuadros comiternistas enviados por el CEIC trataron de apuntalar la propaganda a través del semanario El Trabajador que se sumaría al Boletín Comunista. Ellos pensaban que la oficina de la ISR podría vía la CGT cumplir su papel de propaganda a nivel del movimiento obrero de las dos Américas. Parecía viable conjugar a nivel sindical lo que era impracticable en el plano interpartidario dado que las corrientes filocominternistas en muchos casos operaban como fracciones partidarias. En cambio, a nivel del movimiento obrero, las primeras centrales tendían hacia el radicalismo sindical (FOL limeña, FOR argentina, la FO chilena, la FOM uruguaya, la CGT costarricense, la FO de La Habana, la FOR brasileña). En dichas centrales convergían a pesar de sus diferencias, comunistas y anarcosindicalistas. El proyecto de la ISR despertaba entonces crecientes entusiasmos y expectativas diversas 40 Taibo II, Paco Ignacio, Op. cit, pp. 138-141. 41 Ibíd., pp. 131-134. 42 Véase el orden del día y las resoluciones del congreso comunista que da origen a la CGT en Araiza, Luis, Historia del Movimiento Obrero Mexicano, Tomo IV, Ediciones Casa del Obrero Mundial, México, 1975, pp. 5673. 388 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) en las vanguardias obreras. Sin embargo, tras las manifestaciones del primero de mayo de 1921, el gobierno de Obregón hizo detener y expulsar del país a 28 extranjeros considerados agitadores de las clases populares, afectando el proyecto cominternista en México para América latina. Tras la represión de mayo, vino la ruptura de la CGT con la ISR. No fue casual la desazón de Fraina al escribir en su informe al CEIC : «Katayama y yo nos habíamos equivocado en nuestro juicio sobre la situación, imaginando que el movimiento era más grande o capaz de crecer»43. Poco después abandonarían definitivamente México para cumplir otras tareas internacionalistas 44 en América del Sur y los Estados Unidos . LAS ORGANIZACIONES COMINTERNISTAS EN AMÉRICA LATINA Fuera de México, el continente parecía un tanto adormilado frente a los ecos cominternistas a diferencia de la marejada roja en los países asiáticos. Sin lugar a dudas, el movimiento comunista tendía a enraizarse en Oriente. En noviembre de 1919 se había llevado a cabo un evento que congregó a las Organizaciones Comunistas de Oriente. Los delegados se manifestaron sobre la necesidad e inevitabilidad de la revolución en Oriente, en favor de la revolución mundial. Además, demandaron la emancipación de la sección turquestana del Partido Bolchevique y su conversión al Partido Comunista de Turquía45. Esta corriente creciente de autovaloración y autonomización de los comunistas de Oriente frente a los comunistas rusos y europeos en general, terminó por forzar la agenda europeísta del II Congreso de la IC. Las convergencias y divergencias de Lenin y Roy, reprodujeron las tensiones entre estas dos corrientes de la revolución mundial. Roy, quien hizo su conversión al socialismo marxista en México, representaba al mismo tiempo, la voz independentista del radicalismo hindú46. La tempestad bolchevique del Octubre Rojo y de la Guerra Civil, era evidente que había conmocionado las estructuras políticas mundiales. A pesar de la distorsión periodística, el experimento ruso comenzaba a despertar el radicalismo de las vanguardias obreras y populares en todo el mundo. El concepto de «bolchevismo» caóticamente, como lo ha sugerido Taibo, iba ganando carta de ciudadanía. Vicente Ferrer Aldama propagandizó en México la siguiente consigna: «La revolución mexicana debe transformarse en revolución rusa y acabar con todos 43 Spencer, Daniela, Op. cit., p. 67. 44 Idem. 45 Carr, E.H., Op. cit., p. 250; Schram, Stuart y Carrere D’ Encause, Helene, El marxismo y Asia, Siglo XXI, Buenos Aires, 1974, p. 46. 46 Taibo II, Paco Ignacio, Op. cit., pp. 27-28. 389 Ricardo Melgar Bao los parásitos»47. Y José Carlos Mariátegui frente a la campaña oligárquica antisoviética que pretendía satanizar el término «bolcheviqui» por extranjero, recuperó su sentido en el marco nacional peruano, así respondió: «¡Muy bolcheviquis y muy peruanos! ¡Pero más peruanos que bolcheviquis!»48. Lenin, en su ensayo cominternista apuntaba a proponer un modelo doctrinario de cómo entender la Revolución Rusa, sin dejar de lado las inevitables y necesarias traducciones nacionales de la experiencia soviética. Por ello, Lenin sostuvo que a pesar de las diferentes condiciones históricas de la Rusia atrasada y de los países desarrollados de la Europa Occidental, la Revolución de Octubre había mostrado en sus rasgos fundamentales e incluso en los secundarios, más que los particularismos rusos, los inherentes a la praxis revolucionaria del movimiento comunista europeo, entendida como praxis del proletariado mundial. Consideraba el líder ruso que la expresión particular más lograda de la revolución, se había expresado la universalidad histórica de la misma. Poco después, durante el Segundo Congreso de la IC, Lenin y Roy redactarían las Tesis sobre la Cuestión Nacional y Colonial, con lo cual se abrirían relativa, pero oficialmente, las puertas de la «revolución proletaria» a los comunistas y pueblos de Asia, África y América latina, lo que implicaba una rectificación del primero. La asistencia de delegados del mundo colonial fue importante. Delegados de las repúblicas orientales de la URSS, Turquía, Persia, India, China y Corea, permitieron que el Asia fuese el centro de la discusión sobre el problema nacional, colonial y sobre el carácter de la revolución en los países atrasados. El Partido Comunista Mexicano envió como delegados a M. N. Roy y Charles Phillips que acompañaron a Gruzenberg, quien presentaría su informe al CEIC. Desconocemos, sin embargo, los alcances de su participación en dicho evento. El Esbozo de las tesis sobre los problemas nacional y colonial, redactado por Lenin el 5 de junio de 1920, ponía el acento en las experiencias de las minorías nacionales y litigios de frontera en Europa, aunque ya diversos problemas de Oriente estaban claramente señalados, tales como la lucha contra el panislamismo, las repúblicas de Baskiria y Tartaria, Kirguizistán y Turquestán, China, Corea y Japón. El problema de los negros en América, también ya era objeto de debate y denuncia de las tesis racistas. Todos los demás problemas estaban incluidos bajo los rubros genéricos de colonias o «pueblos de Oriente». En Chile el 25 de diciembre de 1920 el POS en su congreso de Valparaíso, deslindó con el reformismo socialista y adhirió a las 21 condiciones de la IC aunque con la salvedad de que «se irán poniendo en práctica a medida que la capacidad proletaria 49 lo permita» . El 26 de marzo, el periódico del partido La Comuna, reproducía parte 47 Ibíd., p. 28. 48 Mariátegui, José Carlos, «Maximiliano peruano», El Tiempo (Lima), 30/12/1917 (columna «Voces»). 49 Ramírez Necochea, Hernán, Origen y formación del Partido Comunista de Chile, Austral, Santiago de Chile, 1965, p. 124. 390 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) del ensayo de Lenin contra el «Izquierdismo». A diferencia de México, en Chile se suscitó una violenta confrontación entre la FOCH y la IWW. Mientras, el POS lograba 50 conquistar dos diputaciones, la de Luis Emilio Recabarren y la de Luis Víctor Cruz . Más tarde, la lucha de facciones se manifestó de manera subterránea, a nivel partidario, siendo su principal manifestación la oposición entre los comités de Santiago y los de Antofagasta, y la pugna por el movimiento sindical. Al estar la FOCH bajo control de Luis Emilio Recabarren, el 15 de abril de 1921 el grupo de Manuel Hidalgo, Castor Vilarín y Eduardo Beinster, reconstituyó al Congreso Social Obrero. Señala Ramírez Necochea, que durante todo el año 1921, en cada uno de los comités se discutió sobre la adhesión del POS a las 21 condiciones de la IC y que se aprobó en el Congreso de Rancagua, en enero de 1922, es decir, meses después del III Congreso de la IC51. En Uruguay se llevó a cabo el octavo congreso del PSU el 20 de septiembre de 1920, donde decidió igualmente adherirse a las 21 condiciones de la IC. En abril de 1921 en su VI Congreso Extraordinario volvieron a derrotar al ala reformista, ratificando la adhesión a las cláusulas de admisión cominternistas52. Mientras que en el Brasil, en el mes de agosto de 1920 durante el III Congreso Obrero, la corriente procominternista logró que se aprobasen dos resoluciones. Una de saludo «al proletariado ruso», y otra de adhesión fraternal a la IC cuyos principios «corresponden verdaderamente a las aspiraciones de libertad e igualdad de los trabajadores de todo el mundo»53. La aproximación entre los anarcobolcheviques y los filocominternistas permitió fundar el Partido Comunista del Brasil, el 9 de marzo de 1919. En junio del mismo año llevaron a cabo una conferencia de unificación. Los grupos más fuertes se afincaban en Río de Janeiro y Sao Paulo, pero hubo delegados de cuatro estados más. Ellos fueron los que propagandizaron la Revolución Rusa y lograron la adhesión del III Congreso Obrero a la IC54. En 1921, se inició el proceso de diferenciación ideológica en el seno del Partido Comunista. Sin embargo, el predominio anarcobolchevique en Brasil, era todavía indiscutible. La represión policial al amparo de la Ley Infame en 1921, afectó la composición de esta vanguardia 50 Ibíd., p. 127; para un seguimiento de detalle de Recabarren véase: Cruzat, Ximena y Devés, Eduardo (recopiladores) Recabarren. Escritos de Prensa, Tomo 4°, 1919-1924, Nuestra América-Terranova, Santiago de Chile, 1987, pp.1-3, 130-138. 51 Idem. 52 Gómez, Eugenio, Historia del Partido Comunista del Uruguay, Elite, Montevideo, 1961, pp. 63-67. 53 Koval, Boris, La gran revolución de octubre y América Latina, Editorial Progreso, Moscú, 1978, p. 123. 54 Santos, Raymundo, «Una historia obrera del Brasil» en Historia del Movimiento Obrero de América Latina 4 de Pablo González Casanova (coordinador), Siglo XXI, México, 1984, p. 23. 391 Ricardo Melgar Bao comunista y su orientación política futura. El eje de gravitación comenzó a desplazarse a favor del núcleo filocominternista de Río de Janeiro que ponía el acento en una 55 reorganización en base a las 21 Condiciones de la IC . En Guatemala, las presiones políticas de las agrupaciones oligárquicas incidieron sobre las organizaciones obreras. La lucha sindical y la búsqueda de un proyecto unificador de esta clase naciente, posibilitaron que la tendencia hacia la autonomización del movimiento obrero se entrelazase con las nuevas corrientes obreristas: anarcosindicalistas y socialistas. El proceso de diferenciación de posiciones en la vanguardia obrera pasó de oponerse al estradacabrerismo vía la unificación mutualista de la Liga Obrera, a la defensa del salario, la organización sindical y política, así como a la denuncia de la política antipopular del nuevo presidente Orellana. De la Liga Obrera se desprendió la Unificación Obrera y más tarde, producto de una nueva escisión se constituyó la Unificación Obrera Socialista un uno de mayo de 1921. Esta organización estrechó vínculos con el Buró Latinoamericano y la sección 56 mexicana de la IC . A mediados de mayo de 1921 llegaron a Guatemala, en calidad de deportados, los miembros de la sección mexicana de la IC: Charles Philips (Manuel Gómez) y Natasha Michaelowa. Los acompañaba el dirigente cegetista Sebastián San Vicente, que se había vinculado a la oficina mexicana de la ISR57. Su participación al interior de la Unificación Obrera Socialista (UOS) fue decisiva en el acercamiento de ésta a la IC58. El 8 de junio, un diario local denunció la fiebre propagandista bolchevique que asolaba los medios obreros. Se refería a unas hojas volantes que reproducían escritos de Lenin y de Trotsky59. Días antes, la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) remitió una carta abierta a las organizaciones comunistas mexicanas y al Buró Latinoamericano de la IC. Ésta les demandaba a los cominternistas solidaridad en la lucha contra el gobierno yanqui de Harding, quien instigaba a Panamá para invadir Costa Rica y frustrar el proyecto unitario centroamericano60. 55 Ibíd., p. 22; Carone, Edgar, O P.C.B. (1922-1943) Volume I, DIFEL, Sao Paulo, 1982, p. 2. 56 Taracena Arriola, Arturo, «El primer partido comunista de Guatemala. Diez años de una historia nacional olvidada», Araucaria de Chile (Madrid), N° 27, 1984, pp. 74-75. 57 Taibo II, Paco Ignacio, Op. cit., p. 127. 58 Idem. 59 Taracena Arriola, Arturo, Op. cit., p. 74. 60 Idem. 392 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) Las ligas de la corriente anarcobolchevique y del socialismo radical guatemalteco con la sección mexicana y el Buró Latinoamericano de la IC, se desprende de la carta de la AEU, fueron anteriores a la llegada de los deportados. Quizás jugó algún papel la presencia en México del salvadoreño Luis Felipe Recinos, quien por su actividad sindical en Guatemala había sido deportado por el régimen represivo de Estrada Cabrera. Recinos, el 1 de octubre de 1920 ya estaba vinculado con el Buró Latinoamericano, quien lo promovió como responsable del Comité Provisional de la Local Comunista del D. F. Recordemos que en febrero de 1921 lo vimos participar 61 al interior de la CGT mexicana . Phillips, San Vicente y la Michaelowa trabajaron durante un mes con la UOS. A principios de junio de 1921, retornaron clandestinamente a México y elevaron un informe a Manuel Díaz Ramírez y Alfred Stirner, quienes se aprestaron a viajar a Moscú en su calidad de delegados ante la ISR y el III Congreso de la IC62. Es probable que este trío cominternista retornase nuevamente a Guatemala. Ello explicaría una nota periodística del mes de septiembre que señala a Seaman y San Vicente «ya organizando grupos de propaganda ideológica, ya dando mítines y conferencias en los teatros «Guatemala» y «La Libertad»63. En Panamá, un sector anarcosindicalista que participaba en el seno de la Federación Obrera decide el 17 de julio de 1921 constituirse como Grupo Comunista de Panamá, adherido a la IC. Entre sus miembros se encontraban: Manuel V. Garrido, José A. Brower, José M. Blásquez de Pedro y José González Garrido. La declaración de principios de dicha organización, ratificó la misma direccionalidad ideológica de otras experiencias de las vanguardias obreras de América latina. La matriz principal del bolchevismo panameño tampoco procedía de las filas socialistas. En el manifiesto ideológico de los panameños se condensaron y reconciliaron formalmente las antinomias doctrinarias del marxismo cominternista y el anarcocomunismo; así afirmaron: «1. Aspiramos, como medio para más altos fines, a toda mejora material y moral, tales como aumento de salario, disminución de horas de trabajo, buen trato, etc. Sobre la base de una perfecta solidaridad entre los trabajadores del país, primero, y del mundo después. «2. Proclamamos, por tanto, la franca lucha de clases. Esto quiere decir que nunca, en ningún caso, aceptaremos esa vieja falsedad que se llama «armonía entre trabajo 61 Boletín Comunista, Órgano del Bureau Latino Americano de la Tercera Internacional, Año I, N°4, 3/10/1920, p. 8. 62 Taibo II, Paco Ignacio, Op. cit., p. 127 y ss. 63 Entrevista a Rafael Carrillo Azpeitia, Oaxtepec, octubre de 1979. 393 Ricardo Melgar Bao y capital». Explotados y explotadores no podrán establecer ninguna concordancia real y efectiva. «3. Somos partidarios del comunismo, única solución del problema social que puede ser beneficiosa a todos los seres humanos sin distinciones de ninguna clase. En lógica consecuencia, declaramos injusta y dañosa para la humanidad toda propiedad privada y toda acumulación de capitales en manos particulares. «4. Puesto que la República Soviética Rusa es sin duda la mejor y única expresión práctica de nuestros ideales, que se conoce hasta el presente en el mundo, manifestamos nuestra decidida y firme adhesión a su existencia, y nuestra conformidad con los principios de la Tercera Internacional, constituida en Moscú»64. El quinto y sexto punto acentuaban la contradicción discursiva. El quinto se refería al repudio «a cualquier política» por ser burguesa y marcaba su tenor antiestatista, antigubernamental. El sexto punto, se refería a la organización en términos ácratas, los cargos se simplificarían y se rotarían mensualmente según el orden alfabético de sus integrantes. Las exigencias de la IC sobre las 21 Condiciones a la larga serían un obstáculo para el desarrollo político-orgánico de las secciones nacionales en nuestro continente. En lo que respecta al movimiento procominternista peruano, debemos señalar la existencia de dos núcleos dispersos, aunque convergentes. Uno en Lima, de filiación anarcocomunista liderado por Toribio Sierra, quien criticó los prejuicios ácratas contra la política. Sierra argumentó que la política no solamente era burguesa, allí en Rusia, la «política maximalista» había demostrado ser revolucionaria y antiburguesa. A fines de 1921, Sierra publicó en la editorial Lux una antología de escritos de Lenin bajo el título Ideario Bolchevista65. Toribio Sierra había participado activamente en la lucha huelguística por la jornada de las 8 horas en 1919, al lado de Leopoldo Urmachea. Queda la duda si mantuvieron vínculos epistolares entre fines de 1919 y fines de 1921. ¿De qué otras fuentes pudo provenir el material antológico que editó Sierra? Más tarde, con ese mismo sello editorial saldría publicado el ensayo de H. Barbusse, El cuchillo entre los dientes. De otro lado, José Carlos Mariátegui y César Falcón después de su fallida experiencia de 1919 en el Comité de Propaganda y Organización Socialista y acentuada la represión gubernamental, partieron a Europa para encontrarse en 1921 en un nuevo proyecto filocominternista desde el exilio66. 64 El Obrero, órgano de la Federación Obrera de la República de Panamá, Año I, 27/8/1921, N°4, p. 3. 65 Armonía Social, Lima, febrero de 1921, N° 6. 66 Rouillón, Guillermo, La creación heroica de José Carlos Mariátegui. La Edad Revolucionaria (1894-1919), Tomo II, Editorial Arica, Lima, 1975, pp. 229-250. 394 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) Los artículos de Mariátegui y Falcón a partir de ese año comenzaron a seguir con regularidad y simpatía el rumbo de la IC en Europa67, fuera de vincularse con el Partido Comunista Italiano y más tarde con el Partido Comunista Alemán. Los peruanos constituyeron un Comité Socialista en Génova y prepararon su asistencia y toma de contactos con los cuadros cominternistas europeos en Essen, para asistir a una reunión especial para tratar la Cuestión del Ruhr68. En general el tejido cominternista latinoamericano seguía su curso ascendente aunque con algunos altibajos, eslabonando nuevas redes personales y orgánicas propiciadas por la labor internacionalista, la asistencia a evento, la práctica epistolar, los flujos e intercambios de publicaciones, y hasta por los avatares de sus primeros exilios. Pero hemos de destacar que la difusión de textos marxistas en América latina respondió en cierta medida a un esfuerzo orgánico del CEIC. En julio de 1921, en su primera sesión plenaria posterior al III Congreso, el CEIC, instaló un Comité de Propaganda para América latina69, el cual comenzó a operar desde México y Argentina-Uruguay, aunque privilegiando a sus respectivos países, lograron con su labor editorial y propagandística irradiar hacia los movimientos de vanguardia de sus países vecinos. En diciembre de 1921 se constituyó el Buró Sudamericano de la IC70. Por su lado, la Sección Mexicana, a fines de 1921 dio curso a la publicación de una colección que tituló Biblioteca de la IC. La diferencia de título asignada a una misma obra publicada en Argentina y México se debió, sin lugar a dudas, a los esfuerzos autónomos y no siempre prolijos, de la traducción. En otros países comenzaron a aparecer folletos y antologías bolcheviques, promovidas por espontáneos grupos anarcosindicalistas. El año de 1921, en América latina ya se podía hablar de una cultura cominternista en formación. Y ello no sólo por la aparición sostenida de escritos de Lenin, Trotsky, Zinoviev y Bujarin, sino por la aparición de los primeros intentos de interpretación militante de la problemática nacional y continental de la revolución. Una rápida ojeada a las páginas de los periódicos cominternistas o simpatizantes editados entre 1920 y 1921 nos permiten constatar un emergente aunque precario flujo de intercambios, reproducciones, corresponsalías y cartas de denuncia, así por ejemplo, el Boletín del Torcedor de La Habana da juego a informes de la corriente bolchevique argentina71. La necesidad de textos comunistas, aunque por un lado ayudaron a los procominternistas a diferenciarse de las corrientes reformistas del socialismo, iba aparejada por el otro lado, con la búsqueda de una 67 Ibíd., pp. 47-98. 68 Idem. 69 Degras, Jane, Storia Dell’ Internazionale Comunista. Tomo I. 1919-1922, Feltrinelli, Milano, 1975, p. 301. 70 Véase su primer «Manifiesto al Proletariado Sudamericano», Claridad (Santiago), 6/1/1922. 71 Blanco, Ramiro, «Desde la Argentina. La Tercera Internacional en Sub-América», Boletín del Torcedor (La Habana), 15/2/1921, Núm. 86, p. 3. 395 Ricardo Melgar Bao lectura marxista de la problemática latinoamericana. Esta última exigencia y esperanza llevó incluso, al ejercicio de una traducción más libre de algunos textos oficiales de la IC. Fueron frecuentes las interpolaciones y modificaciones con la finalidad de adecuarlos a las reales condiciones de los países latinoamericanos. Conocido es el caso de la Carta de Lenin a los trabajadores de la región mexicana, publicada en Yucatán, en octubre de 191972. Las exigencias contenidas en las 21 Condiciones para el ingreso a la IC, no todas tenían rango de universalidad para el movimiento comunista mundial (condiciones: 2, 7, 17, 18 y 21). Fue evidente que en su redacción y en la circunstancia política que la hizo Lenin, estaba pensando en Europa (1920). Su intencionalidad política apuntaba a un deslinde muy nítido con los socialistas intervencionistas que avalaban la participación de sus países en la I Guerra Mundial y ya concluida, por un lado se dedicaban a justificar el hostigamiento burgués contra la República Soviética en Rusia, y por el otro, como en el caso de la insurrección obrera alemana de 1918 y el derrocamiento de los consejos obreros de Hungría, a jugar un papel contrarrevolucionario. Su aplicación en Asia, África y América latina, desató las primeras luchas internas, exacerbando las contradicciones con los sectores del socialismo reformista. No es casual que el itinerario de resistencia política a adscribirse a las 21 condiciones de la IC, si bien se inició de parte de los reformistas argentinos, uruguayos y chilenos, también motivó distancias del anarcosindicalismo de Brasil y México y más tarde se hizo extensiva a los partidos simpatizantes de la IC de Colombia, Ecuador y Perú. La coyuntura, las fuerzas políticas y el escenario eran muy distintos del pensado por Lenin en 1920, en la hechura de esa camisa de fuerza que absolutizaba la lección húngara, la «expulsión regular y sistemática» de los cuadros «reformistas» no sólo del Partido sino de las organizaciones de masas, cooperativas y municipios (condición 2); de la pronta «ruptura total y absoluta» con reformistas y centristas (condición 7); el sometimiento a las resoluciones del CEIC (condición 17); y el cambio de nombre (condición 18) y la expulsión por no acatamiento a los acuerdos del CEIC (condición 21). En otro orden de cosas, la Rusia Soviética, a nivel diplomático y comercial, recién inició sus primeros contactos exploratorios a fines de 1919 en México73. Hacia 1920 extendió esos esfuerzos de negociaciones previas y consultas con Uruguay, Brasil y Argentina. En ninguno de los casos logró avances importantes. En el terreno comercial, los movimientos fueron poco significativos y esporádicos, siendo canalizados a través de la empresa estatal AMTORG74. 72 Véase García Treviño, Rodrigo, Op. cit., p. 27; Koval, Boris, Op. cit., pp.82-83. 73 Santos, Raymundo, «Una historia obrera del Brasil» en Historia del Movimiento Obrero de América Latina 4 de Pablo González Casanova (coordinador), Siglo XXI, México, 1984, p. 23. 74 Potemkin, V. P. et al., Historia de la Diplomacia III, Editorial Grijalbo, México, 1968, p. 281. 396 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) PRIMER MANIFIESTO DEL CEIC SOBRE LA REVOLUCIÓN EN AMÉRICA Hay que subrayar el hecho de que recién en enero de 1921, el comité ejecutivo de la IC redactó su primer manifiesto sobre América latina, bajo el título Sobre la Revolución en América. Llamado a la clase obrera de las dos Américas75. Este documento signa de alguna manera y con notable retraso, el reconocimiento formal del movimiento latinoamericano en la revolución mundial, la aceptación condicional de las secciones comunistas y la preocupación por precisar lineamientos específicos que las orienten en su desarrollo y en sus luchas, retomando así las preocupaciones del Buró Latinoamericano con sede en México. Señaló el comité ejecutivo de la IC que como consecuencia de la I Guerra Mundial, América del Sur era la fundamental «base colonial del imperialismo americano», la cual había sido conquistada por el comercio y la penetración de capitales yanquis. La visión que tenían sobre las riquezas naturales, el «inmenso territorio inexplorado» y los «fabulosos beneficios» logrados por las máquinas y capitales yanquis que explotaban la fuerza de trabajo nativa de América del Sur, hacían pensar más que en una figura literaria y propagandística, en las estimaciones utópicas de los siglos XVI y XVII que florecieron en Europa, alimentadas por la fragua del primer colonialismo hispano-lusitano. El CEIC denunció la doctrina Monroe y a la política panamericanista como los instrumentos ideopolíticos del imperialismo yanqui, asimismo, la conculcación de la soberanía de los países de América Central y el Caribe (Nicaragua, Honduras, Haití y Santo Domingo) por acción de las armas de los infantes de marina norteamericanos. Destacaron la contradicción entre la política panamericana y los fundamentos de derechos internacional, suscritos por la Sociedad de las Naciones. Afirmaba que de consolidarse la «unidad panamericana», el imperialismo yanqui se convertiría en el principal factor de expoliación, agresión y guerra en el mundo. Advertía al movimiento sindical contra el reformismo contrarrevolucionario de la COPA, representado, en los Estados Unidos de Norteamérica por Gompers, y en México por Morones. En su lugar, reclamaba un sindicalismo adherido a la lucha de clases. Al precisar las tareas revolucionarias urgentes en América del Sur, el CEIC señaló que el carácter de los movimientos de masas revolucionarios debía estar dado por la participación e intereses del proletariado y del campesinado pobre. Las alusiones no diferenciadas a la Argentina y México, países sobre los cuales se contaba con alguna información, reflejaban una acusada debilidad teórica sobre la problemática continental. Son flagrantes los errores geográficos y peor aún, la forzada extrapolación 75 L’International Communiste, N° 15, enero de 1921, pp. 3311-3314 y 3321-3324. 397 Ricardo Melgar Bao del peligro reformismo socialista europeo a América latina, al punto que el CEIC demandó como tarea principal la lucha contra un fantasma. El socialismo reformista no era del tipo de la II Internacional, y no podía serlo en países como los nuestros. Incluso en países como Argentina, Chile y Uruguay su rol y fuerza no fue superior a las que poseían las corrientes anarquistas y anarcosindicalistas. De allí que el CEIC desbarrase cuando afirmó que: «El socialismo no hace nada por desarrollar el movimiento revolucionario de masas. En América del Sur, el socialismo escandalosamente ha traicionado los intereses de las masas. El no es más que una miserable combinación reformista, un juguete entre las manos de la democracia pequeñoburguesa, o ¡como en México¡ un deporte semimilitar, semirevolucionario, no libre de aventureros (Obregón y sus consortes ¿no son ellos también socialistas?). Desacreditar este socialismo, reducir a la nada su influencia, consolidar los elementos socialistas revolucionarios con el comunismo: he aquí la tarea revolucionaria urgente y esencial.»76. El CEIC consideraba que la realización de esta tarea sólo era factible, si en cada país de América del Sur se formaba un «partido comunista resuelto y consciente, poseedor de una clara idea de sus objetivos». Este partido, era el único que podía introducir y garantizar la claridad y el honor revolucionario en América del Sur, fungiendo además como puente para la ayuda de la IC y del movimiento revolucionario de los Estados Unidos de Norteamérica77. El reformismo socialista no desplegó importante propaganda intervencionista durante la I Guerra Mundial y su actitud frente a la URSS no tuvo la general e intransigente actitud de la II Internacional. Tampoco aherrojaron al naciente movimiento sindical a la voluntad del capital, más bien tuvieron que enfrentar no pocas luchas en defensa del derecho de sindicalización y de huelga. Era un socialismo reformista pero no de la misma catadura que el europeo, como suponía injustamente el CEIC. Contrastando con esta errónea apreciación, el texto cominternista señaló que la revolución en América latina tendrá un carácter agrario y continental para así resistir el embate de la intervención militar del imperialismo yanqui. Advertía al movimiento sindical contra el reformismo contrarrevolucionario de la COPA, representado en USA por Gompers y en México por Morones. En su lugar, reclamó un sindicalismo adherido a la lucha de clases. América latina al igual que África, sólo podían ser tratados a través del prisma ideológico del Oriente, carecían de fisonomía política y cultural propia. En la «asiatización» de la resolución de los países coloniales y 76 Lowy, Michael, Le Marxisme en Amerique Latine (Anthologie), Máspero, París, 1981, p. 83. 77 Idem. 398 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) semicoloniales pesó mucho la influencia soviética impactada por las lecciones de la guerra civil y la extensión de la revolución bolchevique a las repúblicas asiáticas y musulmanas. El discurso de Oriente se impuso en la IC y en la URSS, y aunque no hay testimonios de la reacción latinoamericana, las revoluciones y los marxismos islámicos los deben haber dejado más perplejos que los ya inasibles contornos de la cuestión indígena, que a pesar de ser un elemento constitutivo de la realidad latinoamericana, tardó en ser asumido. El sentido de la «universalidad» del camino de Oriente, quedó explicitado en una revista de los comunistas soviéticos en vísperas del II Congreso de la IC. En ella decían: «Oriente no significa sólo el continente asiático oprimido: Oriente significa también todo el mundo colonial, el mundo de los pueblos oprimidos de Asia, África y América latina, es decir, toda esa parte del mundo sobre cuya explotación de Europa y los Estados Unidos mantienen su poder.»78. EL III CONGRESO DE LA I.C. (1921) Y SU VISIÓN UNILATERAL DE LAS DOS AMÉRICAS Al III Congreso de la IC asistió un significativo contingente de delegados de América latina. La sección mexicana estuvo representada por Manabendra Nath Roy, Elena Allen y Charles Phillips, a los cuales se sumó Manuel Díaz Ramírez como delegado de la CGT ante la ISR. La sección argentina por acuerdo de su II Congreso envió al dirigente Rodolfo Ghioldi a la URSS, el cual además fue vocero de las organizaciones indígenas del área andina. Relata Ghioldi que: «Hubo un jefe de las comunidades indígenas del noroeste argentino de Bolivia y parte del Perú (...) que no sé cómo se enteró que yo iba a viajar a Moscú y me trajo escrito a mano, en una hoja grande de papel oficio, una carta dirigida a la IC, con el argumento de que «nosotros somos comunidades indígenas y es lógico que estemos en la IC». Yo traje ese documento a Moscú y se lo entregué al Comintern como también entregué la adhesión del Partido Comunista del Uruguay.»79. Esta participación contrasta con la poca atención que brindó el III Congreso de la IC a los problemas de América latina y en general en la cuestión de Oriente. Sin embargo, influyó de manera decisiva para la constitución del Buró Latino del Comité Ejecutivo de la IC presidido por Jules Humbert Droz. Y aunque atiende 78 En Nouyi Vostok, Tomo I, 1921, p. 9, citado por Carr, E.H., El Socialismo en un solo país 1924-1926. Segunda Parte, Alianza Editorial, Madrid, 1976 (Colección Alianza Universidad N° 152), p. 612. 79 Citado por Goncharov, El camarada Victorio. Semblanza de V. Codovilla, Editorial Progreso, Moscú, 1980, p. 45. 399 Ricardo Melgar Bao preferentemente las secciones de Francia, Italia, Bélgica, España y Portugal, las secciones de América latina gradualmente ganaron espacio y relativa representación 80. El informe central al III Congreso de la IC sustentado por G. Zinoviev sólo hizo una alusión al trabajo político del Comité de Propaganda constituido a raíz del Congreso de Bakú, que había centrado su actividad en el Cercano Oriente. No muy diferente fue la atención de Trotsky a la cuestión colonial, cuyos movimientos nacional-revolucionarios, por observación de Roy logró incorporar como el tercer y último cauce por donde «fluía el caudal revolucionario»81. En general, en el III Congreso de la IC volvió a prevalecer la orientación eurocéntrica y que puso en evidencia no sólo las omisiones y marginales referencias de los dirigentes de la IC frente a la cuestión Oriental, sino que se expresó en el trato administrativo y orgánico con que el CEIC intentó restringir los informes y el debate. Frente a un movimiento en ascenso pero ignoto para la IC, la atención debió ser mayor, pero se restringió el tiempo de presentación de los mismos a cinco minutos. Como el mismo Kolarov lo manifestó, el objetivo central era demostrar la «solidaridad» de los comunistas de Occidente con los movimientos revolucionarios de Oriente y no otro. Frente a este evidente menosprecio, no tardó en manifestarse la airada voz de protesta y denuncia del hindú Manabendra Roy: «Se me ha asignado cinco minutos para leer mi informe. Como ese tema no puede ser agotado ni siquiera en una hora, quiero emplear estos cinco minutos para formular una enérgica protesta. «La forma en que fue tratada la cuestión de Oriente en este congreso es totalmente oportunista y es más acorde con un congreso de la II Internacional. Es imposible extraer ningún tipo de conclusiones concretas a partir de algunas frases que las delegaciones orientales han sido autorizadas a pronunciar. «Protesto contra esta forma de tratar la cuestión de Oriente. Fue incluida en el orden del día durante una sesión del Comité Ejecutivo. Pero durante todo el congreso no se le prestó ninguna atención. Finalmente ayer se realizó una sesión, pero fue lamentable. No estuvo presente ni un solo representante de las delegaciones europeas y norteamericanas (...), decidió no adoptar ninguna resolución teórica sobre la cuestión de Oriente.»82 . El análisis del CEIC sobre la situación internacional a raíz de la mayor participación en los asuntos europeos y coloniales por parte de los Estados Unidos, 80 Véase Humbert-Droz, Jules, De Lenine a Stalin, A la Banconieree Neuchatel, Suisse, 1971. 81 Los cuatro primeros congresos de la IC:1919-1923 , Ediciones Pluma, Buenos Aires, 1973, Tomo I, pp. 105-106. 82 Citado por Schram, Stuart y Carrere D’Encause, Helene, Op. cit., p. 199. 400 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) llevaba a investigar de manera más detallada los soportes materiales del imperialismo yanqui y sus tendencias expansionistas. Este hecho, obligaba al CEIC a dar cierta atención a la lejana e ignota América latina. Desde el I Congreso de la IC se había señalado que el programa del capital financiero norteamericano se había convertido en el principal factor de polarización entre las grandes potencias al interior de la Entente. La propuesta de paz de Woodrow Wilson de «Libertad de los Mares», «Sociedad de las Naciones», e «Internacionalización de las Colonias» no hacía más que traducir la fase expansiva de este joven y agresivo imperialismo surgido fuera de continente europeo. El CEIC preveía, que en no lejano plazo el capital financiero yanqui obtendría «el predominio económico y político en el mundo»83. Lo que era en 1919 una previsión del desarrollo tendencial de los Estados Unidos en el sistema capitalista mundial, devino en afirmación concluyente dos años después, con motivo del III Congreso de la IC, al realizar el balance de la I Guerra Mundial, cuyo resultado fue: «...que no sólo destruyó, en el sentido económico, la producción «superflua», sino que debilitó, quebrantó, minó el mecanismo fundamental de la producción en Europa. Al mismo tiempo, contribuyó al gran desarrollo capitalista de los Estados Unidos y al acelerado ascenso del Japón. El centro de gravedad de la economía mundial pasó de Europa hacia Estados Unidos.»84. Una aguda observación del CEIC sobre la repercusión de la Primera Guerra Mundial en la estructura económico-social del mundo no europeo, fue su constatación de que durante 1914-1918, el dominio económico imperialista sobre las colonias se resquebrajó por la vulnerabilidad del tráfico comercial marítimo a las flotas navales y submarinas, por la pérdida o deterioro de la hegemonía y a raíz de la enconada disputa antiimperialista por el mercado mundial y finalmente, por el ascenso de los movimientos nacional-revolucionarios. Esta situación favoreció a los países marítimos exportadores de materias primas y entre ellos a los países coloniales de «América del Sur» y a Canadá, India y Egipto entre otros que aprovecharon para desarrollar su industria nativa. Al parecer, los países ribereños del Océano Pacífico fueron los más favorecidos por la Primera Guerra, ya que el centro de la lucha por los mares se había localizado en el Océano Atlántico. Para el CEIC, el desarrollo de las burguesías en los países coloniales y semicoloniales, complicó el tejido de contradicciones económicas a escala nacional, continental y mundial, favoreciendo tendencialmente el curso de la revolución en todo el orbe. Las industrias nacientes de estos países se convertían en fuente de «nuevas dificultades comerciales para Inglaterra y para todo Europa» y que a veces se potenciaban políticamente como en el caso del boicot a las mercancías británicas 83 Los cuatro primeros congresos de la IC: 1919-1923, pp. 105-106. 84 Los cuatro primeros congresos de la IC: Segunda Parte, Siglo XXI, Buenos Aires, 1973 (Colección Pasado y Presente), p. 8. 401 Ricardo Melgar Bao en la India, abanderado por Gandhi85. Y las particularidades de la lucha de clases en India y China en donde se expresaba de manera más nítida e intensa las consecuencias políticas del «enérgico desarrollo del capitalismo en Oriente», se convertían en el paradigma para juzgar las perspectivas y potencialidades de la lucha en toda Asia y América latina. Juzgaba el CEIC, que la lucha antiimperialista de las burguesías nativas, tenía un carácter semificticio en razón de ser expresión de la lucha del más débil competidor contra el monopolio imperialista, lo que no excluía su creciente subordinación económica y política, convirtiéndose así en principal sostén social de la dominación extranjera. En cambio, el ascenso del movimiento campesino en su lucha contra los terratenientes y el despertar del proletariado naciente, potenciado por la creación de las secciones de la IC, contra la burguesía nativa y el imperialismo, posibilitaban la convergencia y la ampliación de las bases sociales para la lucha revolucionaria en los países atrasados. Por todo ello, el CEIC, colegía que el movimiento popular revolucionario: «se ha convertido en parte integrante de la revolución mundial de los trabajadores en la misma medida que la sublevación del proletariado en los países capitalistas del antiguo o el nuevo mundo.»86. Este traslado del centro del sistema capitalista mundial, no dejó de manifestar tensiones en el propio plano económico ya que el ciclo de prosperidad y estabilización capitalista no siguió a la crisis de guerra. Entre enero y abril de 1920, Japón y los Estados Unidos fueron sacudidos por una crisis que se desarrolló de su forma financiera a la comercial y, finalmente, industrial. Su onda expansiva repercutió en Inglaterra, Francia e Italia, y a partir de julio se universalizó. Una nueva lógica de la temporalidad y alternancia de los ciclos de estabilización y crisis capitalista aparecía en el mundo y con ella una nueva estimativa de la revolución mundial. La única alusión, en el informe del CEIC sobre la repercusión de la crisis mundial en los países de América latina, está referida a la Argentina, que al igual que los Estados Unidos, Canadá, Australia y África del Sur, resintió la contracción del mercado de productos agropecuarios en Europa, dado su empobrecimiento general a raíz de la guerra. Por ello, la crisis mundial de postguerra también se manifestó en el colapso de la economía rural trasatlántica, agravando la situación del campesinado y de los pequeños granjeros en dichos países87. El auge del movimiento campesino de la década del 20 se tradujo en la aparición de formas contemporáneas de respuesta política. El proceso de sindicalización, la politización y las insurrecciones campesinas de contenido político, tendieron a reforzar las preocupaciones de la IC por trazar lineamientos teóricos, políticos y 85 Pouchepadass, J., La India del siglo XX, Fondo de Cultura Económica, México, 1976 (Colección Breviarios N° 267), Capítulo II. 86 Los cuatro primeros congreso de la IC: Segunda Parte, p. 19. 87 Véase Augé Laribé, M., La revolución agrícola, UTEHA, México, 1979. 402 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) organizativos más precisos que los formulados y sugeridos en su II Congreso. El abordamiento de la cuestión campesina posibilitó la incorporación de América latina a la revolución mundial. Los rasgos agraristas de la Revolución Mexicana, así lo refrendaban. El «Camino de Oriente» era viable en América latina. Un rasgo sustantivo de la primera postguerra en el continente, como lo fue la disputa anglonorteamericana por el control de sus recursos naturales y vías de comunicación, y el correspondiente desplazamiento de Inglaterra en favor de los Estados Unidos, fue omitido en el informe del CEIC. Esta laguna se hizo más ostensible, debido al señalamiento más general de dicho antagonismo y de representar el primer síntoma del repliegue británico frente a su poderoso contendiente. El comité ejecutivo y los delegados europeos al III Congreso de la IC, centraron su atención en India y China. El informe del PC Ruso, precisó que en el curso de la revolución en los países coloniales y semicoloniales, la India, destacaba como país líder, conclusión que el CEIC presidido por Zinoviev se abstuvo de compartir, aunque implícitamente la citó como uno de los ejemplos más importantes del «Camino de Oriente». La cuestión de América latina no sólo debió manifestarse por parte de las delegaciones mexicana y argentina, sino además porque la línea política de la IC demandaba que las secciones de los países metropolitanos, deberían preocuparse por la política colonial y aproximarse a las fuerzas revolucionarias de los países que estaban sometidos, por sus respectivas oligarquías financieras y sus aliados nativos. Pero ni la sección inglesa, preocupada más por la cuestión hindú, ni la sección de los Estados Unidos, distraída por los complicados lazos y tensiones que unían a su país con Europa, se acordaron de la revolución latinoamericana. Tal línea de conducta no cambió mucho en los últimos congresos por parte de la sección norteamericana, a pesar de quedar ya claramente establecido para la IC y para ellos mismos que la principal «esfera de influencia» del imperialismo yanqui era América latina. Después del fallecimiento de John Reed, Luis C. Fraina apareció como una voz solitaria en el movimiento cominternista norteamericano, predicando sobre la necesaria articulación política del proletariado de las dos Américas. Y en lo que respecta a los norteamericanos residentes en México y ligados a la Comintern, carecían de presencia ideológica en su país de origen. Poco antes de que Fraina se desligase de todo compromiso orgánico con la IC, publicó un ensayo precursor sobre el imperialismo norteamericano, el cual jugó un papel importante en la formación de cuadros en México. Constata en el plano económico el desplazamiento en América latina de las potencias hegemónicas europeas (Inglaterra y Alemania) por el imperialismo yanqui, así afirma que después de 1918: «La América Latina (México, la América Central y del Sur) se puede considerar como la base colonial del imperialismo americano». La balanza comercial es un indicativo de la creciente influencia yanqui en América latina, pero no el decisivo, según el enfoque leninista de nuestro veterano dirigente estadounidense. La tesis de Fraina chocaría en perspectiva con el enfoque cominternista, al relevar el papel del capital yanqui como 403 Ricardo Melgar Bao factor de desarrollo en los países dependientes: «Más importante es el exporte de capital y maquinaria para desarrollar los vastos territorios de la América Latina que no están desarrollados. Los Estados Unidos son un enorme recipiente de capital de inversión, produce grandes cantidades de maquinaria, toda la que debe ser exportada. Luego hay también el factor del petróleo. Los Estados Unidos prácticamente tienen el monopolio de los recursos petroleros, con México contiguo. La supremacía en recursos petroleros es hoy el factor vital para la supremacía mundial. Los Estados Unidos deben posesionarse de los recursos petroleros de México (como también de todos los que se encuentren en las tierras Latinoamericanas). Además, los Estados Unidos importan ahora materias primas y la América Latina las posee en abundancia.»88. Más tarde aparecería un número significativo y variado de artículos sobre el imperialismo en América latina pero teniendo como referente central, de afinidad o distanciamiento, los documentos elaborados por el CEIC más que el clásico texto de Lenin. De otro lado, los estudios de los norteamericanos jugaron, por lo general, un mirador privilegiado. Sin embargo, el antiimperialismo todavía distaba de armarse como un eje estructurador de las redes cominternistas latinoamericanas, como el que se gestó durante la segunda mitad de los años veinte89. A MANERA DE CONCLUSIÓN A lo largo de esta comunicación hemos explorado las primeras redes cominternistas a través del seguimiento de proceso constitutivo del Buró Latinoamericano en México develando los límites de su condición transfronteriza e internacionalista, sin pretender haber agotado sus reales aristas. Llama la atención la presencia temprana y constante de los servicios de inteligencia norteamericanos frente a las primeras redes cominternistas, así como los campos de tensión generados por el CEIC y la política exterior soviética en tiempos de Zinoviev y de Lenin. La atención brindada por el gobierno norteamericano al Buró cominternista, en parte se aclara por las redes existentes entre los socialistas y /o «slackers» estadounidenses y sus pares mexicanos, pero también por las muchas fantasmagorías construidas sobre la Revolución Bolchevique y su declarado internacionalismo proletario. 88 Fraina, Luis C., El imperialismo americano, Biblioteca Internacional, México, 1921, pp. 10-11. 89 Melgar Bao, Ricardo, «El Universo simbólico de una revista cominternista: Diego Rivera y El Libertador», Convergencia (México), enero-abril del 2000, pp. 121-143. 404 Redes y representaciones cominternistas: el Buró Latinoamericano (1919-1921) De otro lado, las lecturas del CEIC sobre América latina comienzan a dibujarse desde el espejo bizarro que enmarca el denominado «Camino de Oriente», frente al cual el papel jugado por Roy Manabendra, Mijail Gruzemberg y Sen Katayama debe ser explorado con mayor detenimiento, porque marcha a contracorriente de las lecturas más obreristas y europeístas de los cominternistas norteamericanos. Como hemos podido apreciar, la construcción de las primeras imágenes cominternistas sobre el continente, más allá de sus límites ideológicos, configuraron un vehículo político y simbólico que impulsó la construcción de afinidades políticas y por ende, de intercambios, encuentros y redes supranacionales, las cuales mantuvieron expresiones transcontinentales. Por último, las redes entre los cominternistas latinoamericanos apenas atisbadas en esta comunicación, pueden dar nuevas sorpresas a partir de un rastreo documental más exhaustivo y riguroso de las fuentes moscovitas, parisinas y neoyorquinas, así como las existentes en los poco explorados, limitados y dispersos archivos latinoamericanos. 405