DIRECTOR DEL INSTITUTO PSIQUIÁTRICO “DR. JOSÉ HORWITZ BARAK” Dr. Ignacio Morlans Escalante PRESIDENTE SOCIEDAD CHILENA DE SALUD MENTAL Dr. Edgardo Thumala Piñeiro Indice 2 EDITORIAL 4 SALUD MENTAL EN DESASTRES. LA VULNERABILIDAD Y LA RESILIENCIA Victor Lermanda, Dagmar Holmgren, Cristóbal Fuentes, David Guerra, Guillermo Lermanda, Tomás Lermanda EDITOR Dr. Eduardo Medina Cárdenas COMITÉ EDITORIAL Soc. Eduardo Acuña Aguirre Dr. Víctor Doñas Núñez Ps. Tatiana Jadue Jamis Dr. Rubén Nachar Hidalgo Dr. Eugenio Olea Becerra Dr. Mario Quijada Hernández Dr. Raúl Riquelme Véjar Dra. Sonia Tardito Schiele Dr. Hernán Villarino Herrería EDITORES ANTERIORES Dr. Luis Gomberoff Jodorkosvky (1984 - 1988) Dr. Patricio Olivos Aragón (1988 - 1992) Dr. Eduardo Medina Cárdenas (1992 - 1996) Dr. Benjamín Vicente Parada (1997 - 2000) Dr. Luis Gomberoff Jodorkosvsky (2001 - 2006) 16 DESASTRES Y SALUD MENTAL Eduardo Medina Cárdenas, Eugenio Grasset García, Simeón Rizo Castellón 22 TRASTORNO POR ESTRÉS AGUDO Y POST TRAUMÁTICO Mario Quijada H. 30 CONCEPTOS GENERALES EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS Raquel E. Cohen y Frederik L. Ahearn, Jr. 42 CONCEPTOS APLICADOS EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS Raquel E. Cohen y Frederik L. Ahearn, Jr. COMITÉ DE FINANZAS Dra. Katherina Llanos Parra Dr. Ignacio Morlans Escalante Dr. Raúl Riquelme Véjar SECRETARIAS Sra. Patricia Gutiérrez Salinas Srta. Marina Rey Figueroa DIRECCIÓN Av. La Paz 841, Recoleta, Santiago, Chile Fono: (56 - 2) 777 8051 - 738 2503 - 575 9019 e-mail: sociedad.saludmental@gmail.com DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Andrea Hinostroza Berríos KSD Diseño 1, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 1 Editorial En la editorial del anterior número doble de nuestra Revista Psiquiatría y Salud Mental, Año XXVI Nº 3 - 4, de julio-diciembre 2009, publicado como con 1 año de retraso calendárico real, reflexionábamos para nuestros lectores que en el lustro 2005-2009 tal modalidad de números dobles había sido permanente, pero que con anterioridad ellos también habían existido en otras 5 oportunidades en nuestra trayectoria corporativa desde 1984, todo lo cual asociábamos con factores financieros (facilidad / dificultad para cubrir su costo económico) y académicos (mayor / menor obtención de trabajos publicables). La persistencia de esta situación, hasta entonces anómala, llevó al Directorio de nuestra Sociedad Chilena de Salud Mental a formalizarla como permanente a mediados de 2011, esto es, que nuestra Revista desde ahora se publicará semestralmente mediante números simples, de aproximadamente 60 páginas cada uno, tamaño como los de cada uno de los editados en nuestras anteriores épocas normales de ediciones trimestrales. Así, el presente número que el lector tiene en sus manos es el Nº 1 del año XXVII, enero - junio de 2010. Como la decisión del Directorio de ‘achicar’ a la mitad Psiquiatría y Salud Mental fue adoptada en los primeros meses de 2011 y este Editor compone el presente texto en noviembre de este mismo año para un número dedicado por completo a desastres o catástrofes, la situación de este número adquiere al menos transitoriamente un aspecto surrealista. En efecto, teniendo todavía in mente lo sucedido desde el terremoto y tsunami de febrero 2010 en la zona central del país a la actual erupción del volcán Hudson en Aysen de noviembre de 2011 (desastres naturales), pasando por el lamentable accidente aéreo del archipiélago de Juan Fernández de septiembre de 2011 (catástrofe asociada a la intervención humana), pero impreso como contemporáneo sólo del primero de ellos, el inevitable paso del tiempo se nos desdibuja o sale de sus apoyos normales al estar evocando formalmente a comienzos de 2010 eventos de tan posterior ocurrencia. ¿Qué podrá pensar un lector nuestro, pongamos por caso en 10 años más, acerca de los alcances y significados de un impreso de tenor apocalíptico que en 2010 se refiere a hechos sucedidos más de un año después? “Cosas de psiquiatras…”, tal vez. De los 5 trabajos incluidos en este número sólo el primero es original, motivado por los hechos nacionales ocurridos en febrero de 2010, pero recurriendo a material bibliográfico obtenido en bases de datos existentes en la web. Si bien no pormenoriza situaciones contingentes, aporta elementos de acción en psiquiatría y salud mental útiles para la atención y la prevención de quienes son afectados por una masiva pérdida de las condiciones físicas y psíquicas de su habitat normal. Resultan de particular interés sus consideraciones acerca de vulnerabilidad y resiliencia tanto de éstos como de quienes están en los equipos de ayuda en el terreno. El segundo trabajo reproduce una publicación nacional de 1992, ahora de difícil acceso, de interés por su calidad de expresión madura de una actividad sanitaria técnica y programática 2 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1 , 2 - 3 del Ministerio de Salud iniciada en terreno con ocasión del terremoto de Santiago y la zona central del país de marzo de 1985 y que también llegó a tener realidad programática formal en el Plan de Salud Mental y Psiquiatría de 1990. Tiene interés no sólo revisar su contenido descriptivo general acerca de un desastre y las diversas orientaciones generales y específicas de acción sugeridas, sino también su respectiva bibliografía. Tomando como punto de partida la búsqueda que a este respecto hacen los autores del anterior trabajo, en que encuentran un desarrollo exponencial de publicaciones específicas entre 1970 y 2010, viene al caso agregar la condición implícita de tales hallazgos, que se encuentren indexadas en publicaciones incorporadas a bases de datos internacionales, situación inexistente en el caso de esta reproducción y de casi todas sus referencias bibliográficas. Porque, yendo más allá de estas formalidades, tales antiguas referencias nos remiten a la experiencia personal de uno de los autores en el terremoto de Managua, Nicaragua, de 1972, a lo obrado por diferentes profesionales de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile con ocasión del terremoto y maremoto en el sur del país de mayo de 1960, al sacrificio humano expiatorio mapuche realizado en esa ocasión en Puerto Saavedra, al texto específico de la OPS del cual se reproducen 2 capítulos en este mismo número, a las terroríficas avalanchas ocurridas en Yungay, Perú, en mayo de 1970, y en Armero, Colombia, en noviembre de 1985, al terremoto de Ciudad de México de septiembre de 1985, a la erupción del volcán Lonquimay de diciembre de 1988… en fin, no es posible seguir este recuento por razones de espacio, porque la lista de tales eventos y sus efectos en vidas humanas sesgadas o comprometidas y en pérdida de bienes materiales, nada más que en América Latina y sólo en el siglo XX, se hace interminable. El tercer trabajo reproduce el capítulo 16º del libro “Psiquiatría y Salud Mental” de nuestra Sociedad, publicado en 2007. No obstante su fácil acceso, fue reproducido porque complementa el análisis clínico de los trastornos de estrés agudo y postraumático, derivados comunes de las situaciones desastrosas. Los últimos dos trabajos son reproducciones de los capítulos 2 y 3 del libro “Manual de la atención de salud mental para víctimas de desastres” de la OPS, editado en 1989, todavía útiles para quienes se interesan en estas materias. En definitiva, con todas las limitaciones derivadas de su tiempo más surrealista que real, de la antigüedad de la mayoría de las contribuciones y de su falta de expresión en bases de datos internacionales, esperamos con este número temático estar contribuyendo al mejor entendimiento y la asistencia más eficiente de uno de los mayores y más frecuentes problemas colectivos del planeta. Eduardo Medina Cárdenas Editor 2 - 3, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 3 Salud Mental en Desastres La Vulnerabilidad y la Resiliencia Victor Lermanda1, Dagmar Holmgren2, Cristóbal Fuentes3, David Guerra3, Guillermo Lermanda4, Tomás Lermanda4 Resumen Desastres naturales como terremotos y tsunamis, se asocian a problemas de salud mental y trastornos psiquiátricos que en forma prolongada pueden afectar hasta un 15 a 30% de poblaciones expuestas a estos eventos. Factores psicosociales, neurobiológicos, familiares y genéticos se han relacionado a Trastornos mentales post traumáticos. Resiliencia está relacionada a recuperación, sobreponerse y una respuesta adaptativa los cuales representan el patrón más común de conducta en la población expuesta a desastres. Vulnerabilidad se relaciona principalmente con mayor riesgo de presentación de trastornos por estrés post traumático, otros trastornos ansiosos y depresión. Quienes sufrieron pérdida de familiares o amigos, niños y adolescentes, personas con antecedentes psiquiátricos previos, personas afectadas por pérdidas cuantiosas de sus propiedades, albergados y desplazados son los grupos más vulnerables. En la fase inicial de emergencia y posteriormente durante la fase de recuperación de un desastre, los equipos profesionales que proveen asistencia a las víctimas, incluyendo a los profesionales encargados de programas de salud mental e intervenciones psicosociales, pueden considerarse también como grupos de riesgo. Se revisan aspectos sobre vulnerabilidad y resiliencia en la comunidad y factores que favorecen la resiliencia del equipo de salud mental en desastres masivos. Palabras clave: Desastre, vulnerabilidad, resiliencia. Mental Health in Disasters. Vulnerability and Resilience Issues Abstract Natural disasters such as earthquakes and tsunamis are related to psychiatric disorders and mental health problems that in the long run can affect as much as 15 to 30% of the exposed population. Psychosocial, neurobiological, family and genetic factors seem to influence post traumatic mental disorders. Resilience is related to recovery, overcome and adaptative response, which represents the most common behaviour pattern in population exposed to disasters. Vulnerability is related mainly to higher risk for post traumatic stress disorder, other anxious disorders and depression. Those who suffered loss of relatives or friends, children and adolescents, people with previous psychiatric conditions, affected by important loss of property, loss of their homes, and those displaced are the more vulnerable groups. During the initial phase of emergency and later during recovery phase, professional teams that provide assistance to victims, including professionals in charge of mental health programs and psychosocial interventions, are also consider as high risk groups. Community resilience, vulnerability issues and factors that promote mental health and teams` resilience in massive disasters are reviewed. Key words: Disaster, vulnerability, resilience 1. 2. 3. 4. Profesor Asistente. Depto. de Psiquiatría, Facultad de Medicina Universidad Andrés Bello, Viña del Mar. E-mail: lermandavictor@hotmail.com Jefa de Servicio de Psiquiatría, Hospital Naval Almirante Nef, Viña del Mar. Ayudante alumno, asignatura de Psiquiatría, Facultad de Medicina Universidad Andrés Bello, Viña del Mar. Alumno 4º año de Medicina, Universidad Andrés Bello, Viña del Mar. 4 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1 , 4 - 15 SALUD MENTAL EN DESASTRES. LA VULNERABILIDAD Y RESILIENCIA “Así es como sentiría yo, si fuese chileno, la desventura que en estos días renueva trágicamente una de las facciones más dolorosas de vuestro destino. Porque tiene este Chile florido algo de Sísifo, ya que, como él, vive junto a una alta serranía, y, como él, parece condenado a que se le venga abajo cien veces lo que con su esfuerzo cien veces elevó”. José Ortega y Gasset Discurso ante la Cámara de Diputados del Congreso Nacional de Chile. 4 de diciembre de 1928 (6) Introducción En las últimas décadas, los aspectos médicos en particular del ámbito de la psiquiatría y salud mental, en individuos y poblaciones expuestas a situaciones traumáticas, constituyen un tópico emergente en la literatura. El creciente desarrollo que ha experimentado esta área del conocimiento en la psiquiatría responde al fenómeno de la globalización sobre la información médica, las crisis humanitarias, la participación multinacional en fuerzas de paz en zonas de conflicto y la rápida internacionalización en la respuesta sanitaria ante situaciones de desastres naturales. Tomando como criterios de búsqueda los términos “eventos vitales traumáticos” y “desastres naturales”, entre 1971 y 1980, encontramos estos tópicos relacionados a unas 51 publicaciones en revistas médicas, de psiquiatría o que abordan temas psico-sociales. En las décadas siguientes se va triplicando progresivamente el volumen de información, sobrepasando desde el año 2000 a la fecha las 1.700 publicaciones. (figura 1) Figura Nº1 Tendencia en publicaciones relacionadas a salud mental y desastres Eventos traumáticos de la vida Desastres Naturales Ambos 1800 1600 1400 1200 1000 800 600 400 200 0 1971 - 1980 1981 - 1990 4 - 15, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 5 1991 - 2000 2001 - 2010 Junto con el desarrollo del conocimiento médico y científico relacionado a la psicopatología asociada a los eventos traumáticos, los sucesos del 11 de Septiembre del 2001 en Nueva York y los atentados posteriores en otras ciudades, el tsunami del sudeste asiático el 26 de Diciembre del año 2004, la emergencia provocada por el huracán Katrina en el sur de los Estados Unidos a fines de Agosto del 2005 y otros desastres naturales, han sido objeto de numerosos estudios de seguimiento a sus poblaciones afectadas y se han protocolizado intervenciones psico-sociales precoces para la atención de las víctimas. En todos los países se tiende a contar con planes estructurados de contención de crisis con equipos de intervención preparados y capaces de enfrentar situaciones de bajas masivas ante catástrofes, equipos en los cuales los profesionales de salud mental asumen responsabilidades asistenciales desde los primeros momentos posteriores a la ocurrencia del evento. En Chile, el terremoto y posterior tsunami, del 27 de Febrero de 2010, que afectara la zona centro sur del país, involucró a una población estimada de 1.800.000 habitantes, dejando unas 196.000 familias damnificadas, 486 fallecidos y 79 desaparecidos. El complejo panorama de la emergencia y la prolongada recuperación que le espera al país, debe incluir estrategias sanitarias tendientes a mitigar el impacto que esta situación de desastre puede representar sobre la carga de enfermedades mentales en la población. No pretende esta revisión redundar en los criterios diagnósticos y clasificatorios ni en los aspectos clínicos ni farmacológicos del tratamiento de la patología post traumática, a esta altura, ampliamente difundidos y expuestos en múltiples guías clínicas y extensamente tratados en excelentes textos editados por autores nacionales. Nos centraremos más bien en aspectos asistenciales del equipo de salud mental relacionados con la vulnerabilidad y la resiliencia frente a los trastornos postraumáticos posteriores a la ocurrencia de un desastre masivo. Experiencia traumática y patología psiquiátrica La patología psiquiátrica post traumática que ha merecido mayor atención en la investigación es el Trastorno por Estrés Post Traumático (TEPT). Desde el punto de vista neurobiológico se evidencia una plasticidad estructural del cerebro humano que es dependiente de la experiencia. En respuesta al stress la activación del eje Hipotálamo – Hipófisis – Adrenal produce elevación del Cortisol periférico, el cual induce daño hipocampal (22). Los estresores traumáticos pueden tener un efecto a largo plazo sobre la estructura y función del cerebro. Estudios imagenológicos utilizando Resonancia Nuclear magnética (RNM) muestran reducción del volumen hipocampal en pacientes con TEPT. Esta reducción hipocampal se correlaciona con déficits en memoria verbal y rendimientos neuropsicológicos (12). La mayoría de los estudios de RNM que revelan disminución hipocampal en TEPT son en sujetos expuestos al trauma años atrás. Sin embargo, pacientes con TEPT de inicio reciente también muestran disminución del volumen hipocampal. Resultados sugieren que el daño hipocampal en TEPT puede desarrollarse en los primeros meses que siguen al trauma (26). Los eventos traumáticos ejercerían también un impacto agudo en el cerebro. Alteraciones cerebrales funcionales precoces se han identificado en estudios por RNM, en víctimas de terremoto, a 25 días de ocurrido el evento. Se han reportado hiperactividad del sistema límbico–prefrontal y estriatal y una disminución de la conectividad funcional en áreas fronto límbicas y estriatales, zonas de importancia en el procesamiento emocional (17). En la población adulta de las áreas afectadas por el tsunami en el Sur de Thailandia, a 8 semanas del evento se reportaron altos niveles de trastornos ansiosos, depresivos y TEPT en la población expuesta; no obstante la prevalencia de síntomas de TEPT fue menor a la reportada en poblaciones expuestas a guerra en Kosovo y Afganistán. Una segunda evaluación 9 meses después del tsunami mostró una baja en la prevalencia de los tres diagnósticos 6 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1 , 4 - 15 SALUD MENTAL EN DESASTRES. LA VULNERABILIDAD Y RESILIENCIA mencionados (10). Otros estudios de seguimiento de estas poblaciones asiáticas expuestas al tsunami, muestran a los 20–21 meses del evento traumático, prevalencias de Trastornos Mentales Comunes, ansiosos, depresivos y post–traumáticos hasta en el 40% de los adultos de Sri– Lanka, indicadores muy superiores al 10% estimado por la OMS para estas comunidades (14). En niños expuestos al tsunami en Thailandia, la evaluación a 9 meses mostró persistencia de síntomas de TEPT a diferencia de lo observado en adultos (25). Incluso después de un terremoto de efectos destructivos moderados, se estima que un número significativo de niños requerirían intervenciones especializadas. Las adversidades secundarias a un terremoto interfieren con la recuperación de las reacciones post–traumáticas y se asocian a comorbilidad depresiva en niños y adolescentes. Por esta razón se considera que un programa integral de salud mental para niños y sus familias damnificadas por un terremoto debe incluir la asistencia para el desarrollo de habilidades y destrezas para enfrentar la resolución de dificultades posteriores al terremoto (20). La consecuencia de desatender desde el punto de vista psicosocial a población infantil y adolescente sintomática, expuesta recientemente a un desastre, como un terremoto se traduce en persistencia de síntomas de TEPT e incluso incremento de índices de depresión a cinco años de ocurrida la exposición al evento traumático (9). Las comunidades más pobres no sólo sufren el mayor rigor de los desastres naturales sino la precariedad de recursos de asistencia. A fin de cubrir las cuantiosas necesidades de proveer ayuda psicosocial a víctimas de desastres se han implementado programas de capacitación a miembros de la comunidad, organizaciones de ayuda, profesores y equipos de salud (2). Constituyen aspectos del desastre especialmente traumatizantes, la amenaza a la vida o daño físico, la exposición a muertes masivas, la muerte de familiares o amigos, la pérdida o daño extenso de la propiedad, la pérdida de comunicación o ayuda, la fatiga extrema, la falta de sueño, hambre, clima extremo. En general, en población adulta la exposición más cercana e intensa al evento traumático y los factores adversos que operan durante y después del trauma, son mayores predictores de complicaciones post traumáticas que otros factores previos al trauma (7). 4 - 15, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 7 Esta observación es concordante con lo observado en la psiquiatría en el medio militar, en la cual la exposición al combate constituye el mayor y más consistente factor predictor de TEPT sobre otros factores como rasgos previos de personalidad. Meta-Análisis reportan más patología como TEPT, Depresión y Ansiedad en Veteranos de la Guerra del Golfo de 1991, que en personal militar no desplegado en ese conflicto. El servicio en zona de guerra aumenta los síntomas en años posteriores (23). Similares conclusiones se desprenden en estudios realizados a dotaciones militares desplegadas en los últimos años en misiones de paz. Debe considerarse que las complicaciones psiquiátricas post traumáticas afectan a personal seleccionado, entrenado y apto física y mentalmente para el servicio (8). El efecto de la acumulación de estresores durante el despliegue es predominante en la aparición y severidad de sintomatología por sobre los rasgos de personalidad evaluados previo al despliegue (5). No obstante existir abundante evidencia acerca de la directa correlación entre la intensidad de la exposición directa a la situación traumática y la patología, esta exposición directa no es condición obligada. El estudio nacional posterior a los ataques terroristas del 11 de Septiembre en los Estados Unidos demostró síntomas postraumáticos en población que sólo estuvo expuesta a los eventos indirectamente a través de los medios de comunicación (24). Vulnerabilidad y resiliencia frente a la experiencia traumática En situaciones traumáticas colectivas, que afectan a extensas comunidades, debe tenerse presente que, no obstante la significativa prevalencia de trastornos post traumáticos, lo más frecuente es que la mayoría de la comunidad se sobreponga y reaccione adaptativamente frente a la adversidad. En la ciudad de Nueva York, seis meses después del ataque a las torres gemelas el 11 de Septiembre del 2001, el 65% de la población del área se mostró resiliente. Incluso en quienes tuvieron los más altos niveles de exposición, al menos la mitad se evidenció como resiliente a los seis meses (3). La resiliencia sería el resultado de procesos normales de adaptación en el ser humano y dependería de múltiples factores. Un modelo comprensivo de la resiliencia, centrado en factores del individuo, propone como centrales el modo pragmático de enfrentar los eventos estresantes y la flexibilidad adaptativa. Una mixtura de rasgos de auto suficiencia, alta autoestima, un estilo de afrontamiento represivo y evitación de experiencias emocionales displacenteras parecen combinarse en el estilo pragmático de enfrentamiento a la adversidad. El concepto de flexibilidad adaptativa conjuga en forma dinámica elementos de la personalidad y la interacción social, favoreciendo la capacidad para modelar y modificar el comportamiento frente a un evento estresor. Aún en niños que crecen en circunstancias de gran adversidad, la resiliencia parece ser un patrón bastante común (4). La cronificación de patología post traumática no es la norma. El hecho de sobrevivir a un desastre se asocia erróneamente a la condición de victima y vulnerabilidad. Las intervenciones humanitarias internacionales, como los programas psicosociales en Kosovo a fines de la década de los años 90`, han sido objeto de un análisis crítico poniendo de relieve la importancia de no victimizar innecesariamente a las poblaciones traumatizadas, volviéndolas más vulnerables, sino más bien potenciar su resiliencia y recuperación (19). La vulnerabilidad de los individuos y comunidades se relacionaría con factores predisponentes que favorecerían la incapacidad de sobreponerse a un evento traumático. Se relacionarían a la vulnerabilidad de los individuos, los antecedentes de exposición a traumas en la infancia no resueltos, patología psiquiátrica previa, ser niño, condiciones de baja escolaridad, marginalidad y pobreza. La exposición temprana a violencia intrafamiliar sería también un factor que aumentaría la vulnerabilidad al desarrollo de trastornos postraumáticos en la vida adulta (21). Los hijos de sobrevivientes al Holocausto representan un grupo de alto riesgo para el desarrollo de TEPT en la vida adulta. Lo anterior podría relacionarse a una transmisión no genética de la respuesta al stress. Se han postulado también factores biológicos que representarían una vulnerabilidad familiar a presentar TEPT. Una respuesta aplanada del eje hipotálamo–hipófisis–adrenal frente al stress, con niveles bajos de cortisol circulante, se ha correlacionado a vulnerabilidad frente al desarrollo de TEPT. Niveles de Cortisol medidos en descendientes de sobrevivientes al Holocausto comparados con controles, muestran ser menores en quienes presentan en su vida adulta TEPT y tienen antecedentes de TEPT en sus padres (27). En mujeres embarazadas, directamente expuestas al atentado en Manhattan el 11 de Septiembre del 2001, se ha estudiado la relación entre TEPT y niveles de cortisol en las propias madres y su descendencia. Los niveles de cortisol fueron menores en los hijos y las madres que desarrollaron TEPT, especialmente en el tercer trimestre del embarazo. La presencia de TEPT en la madre puede constituir una interacción tanto genética como de la conducta materna en la crianza, sobre las diferencias individuales en la regulación de los niveles de cortisol y la respuesta neuroendocrina al stress (28). En la interacción genético–ambiental se ha estudiado el polimorfismo en la región promotora del transportador de serotonina. Individuos que poseen una o dos copias del polimorfismo designado como 5-HTTLPR en el alelo corto, el cual tiene menor eficiencia transcripcional que el alelo largo, tienen mayores niveles de depresión y suicidalidad en el contexto de vivencias traumáticas recientes. Esta variante genética en el gen transportador de serotonina aumentaría el riesgo para el desarrollo de TEPT y depresión ante la exposición a estresores ambientales severos como los efectos de un huracán asociado a un bajo nivel de apoyo o mayor riesgo social (16), (15). Otros datos que apoyan una influencia genética para la expresión del TEPT, provienen de estudios en gemelos de veteranos de Vietnam que muestran evidencias de signos de disfunción neurológica mínima que están presentes en quienes desarrollan TEPT y sus gemelos sin relación con exposición al combate (11). Son comunidades más vulnerables aquellas con inestabilidad social, falta de recursos, con refugiados y desplazados, exposición al caos y violencia social, hambruna y condiciones de clima adverso. Después de la exposición a una situación traumática, la resiliencia individual podemos entenderla como la capacidad de volver a experimentar vivencias emocionales positivas y restaurar un nivel de funcionamiento normal. Los mecanismos psicológicos y factores que operan sobre el desarrollo de la resiliencia son múltiples, incluyen creencias, actitudes, creatividad, 8 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1 , 4 - 15 SALUD MENTAL EN DESASTRES. LA VULNERABILIDAD Y RESILIENCIA habilidades sociales, sentido del humor y otras. Las comunidades resilientes muestran altos niveles de cohesión social, autonomía y estrategias colectivas efectivas para enfrentar la adversidad (1). Si bien la información especializada sobre la respuesta de poblaciones expuestas a situaciones traumáticas es abundante, menor atención ha recibido lo relacionado con aspectos asistenciales y la mirada del fenómeno desde la perspectiva de los equipos que intervienen en programas de salud mental ante situaciones de catástrofes. Intervención de salud mental en la Fase de Emergencia Una primera distinción se refiere al momento en que se despliega a profesionales de salud mental en ayuda de una comunidad afectada por un desastre masivo. En las primeras horas a días después de ocurrido un evento traumático, como el reciente terremoto y maremoto que afectó a la zona centro sur de nuestro país, desde el punto de vista sanitario, se constituye la denominada Intervención en la emergencia. En esta fase, las acciones principales están a cargo de los equipos de socorristas, rescate, traslado de heridos y atención en puestos de socorro y servicios de emergencia. El objetivo principal es salvar vidas, reducir el sufrimiento inmediato y proteger a la población expuesta. Esta labor de los equipos de rescate y sanitarios se desarrolla enfrentando una alta mortalidad y morbilidad y sorteando grandes volúmenes de escombros. En algunos países desarrollados existen equipos de salud mental de rápido despliegue que se integran a los equipos que otorgan las primeras asistencias a víctimas (13). La acción organizada de estos equipos será más fácil de articular en desastres territorialmente más circunscritos y con poblaciones afectadas más reducidas, como en accidentes ferroviarios, avalanchas, erupciones volcánicas. Mientras mayor extensión abarca un desastre y mayor es la población afectada, más difícil es determinar en las primeras horas o días post evento, cual es la real magnitud de las necesidades de asistencia en salud mental. Debe considerarse que mientras más próximo se está y a 4 - 15, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 9 menor tiempo transcurrido desde el impacto traumático, más abundantes serán las reacciones agudas, pero transitorias de stress post traumático. Estás reacciones deben considerarse esperables y normales, y pueden incluir prácticamente a todos los afectados, para ir declinando en su intensidad con el paso de los días (18). En este periodo debe ponerse atención en identificar a los que presentan condiciones de mayor vulnerabilidad, los cuales pueden con mayor probabilidad tener una evolución más tórpida y requerir de asistencia más compleja. El equipo de salud debe censar y tener en observación cercana a quienes sufrieron pérdida de familiares o amigos, niños y adolescentes, personas con antecedentes psiquiátricos previos, personas afectadas por pérdidas cuantiosas de sus propiedades, albergados y desplazados. Con recursos profesionales y asistenciales reducidos, por lo demás mermados a su vez por la propia catástrofe, será de suma importancia el registro adecuado de la población de mayor riesgo hacia la cual deberá canalizarse la mayor parte de los recursos disponibles, los cuales irán escaseando progresivamente, durante los primeros días de la fase de emergencia. Tal como fue observado en nuestro país el 27 de Febrero, los terremotos y los tsunamis se caracterizan por la destrucción de las vías de acceso terrestre, como caminos, por desprendimientos de tierra, colapso de puentes y otras infraestructuras, dificultando el acceso del sistema sanitario a la comunidad. La interrupción por varios días de los sistemas de comunicación como la telefonía, acceso a Internet, radio y televisión favorece en la población los sentimientos de desamparo y desesperanza y obstaculiza la coordinación de la red asistencial de salud. Después de un sismo mayor, como lo fue el nuestro, con 8,5º Richter, las réplicas interrumpen las operaciones, determinan una amenaza al personal operativo, y causan mayores y sucesivos daños después del primer terremoto. Vandalismo, pillaje, saqueos, violaciones, expresiones antisociales de la conducta, son observables en comunidades , como en la región de Talcahuano y Concepción, que en los primeros días post trauma, sufren el colapso de la estructura de orden social con la paralización de los suministros básicos y de abastecimiento, pareciendo imperar un sentimiento de “ya-nadie–tiene–el–control”, asimilable a lo observado en la experiencia militar en situaciones de guerra, donde conductas desviadas como el maltrato y ejecución de prisioneros, asesinatos, violaciones, pillaje y saqueos a la población civil, deserción, abuso de alcohol y/o drogas, se engloban bajo el concepto de “comportamiento indebido” (misconduct behavior), considerado como una variante desadaptativa del personal militar en respuesta ante eventos traumáticos en la situación de guerra. Estás conductas de acuerdo a las Convenciones de Ginebra, son penalizadas por los tribunales militares. El caos social y las conductas antisociales de la población constituyen otro factor que debe ser evaluado en relación al despliegue y la acción del equipo de salud mental durante la emergencia. No obstante, la ayuda será en general acogida, bien recibida y agradecida por las víctimas, incluyendo la asistencia en salud mental en los primeros momentos post trauma. Siempre se debe evaluar qué condiciones de seguridad existe para la operatividad de los miembros del equipo asistencial. Así, en los días próximos al terremoto, ante el clima de inseguridad social reinante en Concepción, se establece el estado de Zona de Emergencia imponiéndose el control militar y toque de queda. Ante el colapso de infraestructura hospitalaria de la zona, el sistema de salud contó, al menos en algunas situaciones críticas, con resguardo militar durante el traslado de pacientes en ambulancias para su evacuación aérea a hospitales de la zona central. Atendiendo a la exposición repetida a situaciones críticas a que están expuestos los voluntarios, equipos de rescate, personal de emergencia y otros, el equipo de salud mental los debe considerar como población vulnerable durante su desempeño en la emergencia. Representan potenciales factores traumatizantes para el personal de ayuda y rescate el caos social, las demandas emocionales intensas, la búsqueda de sobrevivientes, la búsqueda de cuerpos, la interacción con deudos, los conflictos entre las propias organizaciones que participan en la ayuda, entre otros. Se debe considerar que este personal también ha sufrido el impacto de la situación traumática y que sus familiares pueden estar en esos momentos sufriendo condiciones severas, al igual que toda la población del área. Para el despliegue de un operativo de salud mental desde los primeros momentos de la emergencia, lo mejor es contar con una planificación preestablecida. No improvisar. Este plan debe estar engranado con el operativo sanitario general de contención en desastres masivos. El plan ante desastres se debe mantener desde iniciada la emergencia hasta que en la fase de recuperación, se evidencien condiciones para retornar a la atención asistencial regular. En función de proteger la salud mental de los propios miembros del equipo asistencial, tres condiciones debe incluir la planificación, agrupadas con la nemotecnia las tres R’s: Repaso, Relevo, Reposo. Tabla Nº1 Intervención de Salud Mental en la Fase de Emergencia. Dimensionar población afectada Primera atención a victimas. Seguimiento a los grupos de mayor riesgo Racionalizar recursos Seguridad del personal Atención a los miembros del equipo 10 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1 , 4 - 15 SALUD MENTAL EN DESASTRES. LA VULNERABILIDAD Y RESILIENCIA Repaso se refiere a una rutina estructurada, de práctica habitual, dirigida por el jefe del equipo, de tiempo limitado, en que los miembros comparten su experiencia al término de cada jornada. Permite identificar problemas comunes, explorar probables soluciones e intervenir precozmente, descarga emocional, refuerzo mutuo y para la jefatura, una visión actualizada de la condición de su personal. tauración de los medios de subsistencia, la reconstrucción permanente de la infraestructura, la reactivación de las redes económicas. El aprendizaje sobre la experiencia traumática, la evaluación sobre lo que funcionó bien, lo que funcionó mal, las lecciones aprendidas son parte inherente a la recuperación de la comunidad posterior al desastre. Relevo planificado del personal en funciones operativas, asistenciales, a fin de que los miembros del equipo dispongan de tiempo para abocarse a resolver sus problemas personales y familiares derivados del evento traumático. En esta fase de recuperación la mayoría de los cuadros post traumáticos ha declinado en intensidad. Es posible encontrar TEPT a un nivel subclínico, que aunque no reúne criterios para el diagnóstico formal, si requerirá de una cuidadosa valoración respecto a condiciones agravantes y en muchos de estos casos, la indicación de tratamiento farmacológico y psicoterapia será la opción de elección. Trascurrido un mes desde la exposición al evento traumático, los casos positivos para TEPT ya se encuentran cumpliendo criterios de curso crónico. Esto afectará entre un 15 a 30% de la población. Reposo, abarca todas las dimensiones de medidas restauradoras que eviten el agotamiento en los miembros del equipo. Descanso, alimentación, privacidad, horas de sueño. Intervención de salud mental en la Fase de Recuperación En general no es fácil determinar cuando termina la fase de emergencia en un desastre masivo como un terremoto o un tsunami y cuando se inicia la fase de recuperación. Las familias, después de un terremoto, buscan superar la emergencia a la brevedad y comienzan sus esfuerzos de recuperación. Podemos señalar como criterios de superación de la emergencia la restitución de los suministros básicos, comunicaciones, accesos, disponibilidad de agua bebible, comida y refugio para los damnificados y desplazados, así como un reordenamiento en la red social que permita un desempeño funcional mínimo de la comunidad organizada. En la práctica, no hay intervalo o fase de estabilidad entre la emergencia y la recuperación. Tampoco se comporta esta transición por igual en distintos sectores de una misma área de la zona donde ocurrió el desastre. La fase de emergencia puede ser superada en los primeros días en una comunidad mientras sus vecinos cercanos se prolongan en situación de emergencia por varias semanas. La fase de Recuperación se relaciona con un proceso de curso lento, de largo plazo, que engloba las tareas de res- 4 - 15, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 11 Si bien la patología ansiosa postraumática se va resolviendo en el curso de los primeros meses, pueden presentarse trastornos depresivos, los cuales tienden a dinamizarse en relación a la perpetuación de los problemas posteriores al evento traumático de los que aún no se aprecia un adecuado nivel de recuperación, por ejemplo frente a la perdida de la vivienda, bienes, fuentes de subsistencia y trabajo, desplazados y familias albergadas. Particularmente merecen atención los cuadros depresivos asociados a duelos traumáticos que muchas veces se presentan comórbidos a un TEPT. El equipo de salud mental deberá considerar en esta fase las experiencias posteriores al tsunami en Asia el año 2004 y después del terremoto del 2005 en Pakistán, que muestran en la comunidad más niveles de insatisfacción con las acciones de recuperación que con las actividades de auxilio en la emergencia. A este respecto conviene enfatizar la importancia de no profesionalizar el manejo de la crisis. Se pueden generar expectativas sobredimensionadas sobre la competencia del equipo de salud mental en la solución de problemas sociales asociados, como vivienda y otros. Se debe evitar la estigmatización, la victimización, la medicalización innecesaria de la solución de problemas y la depotenciación de la capacidad Tabla Nº2 Intervención de Salud Mental en la Fase de Recuperación Tratamiento precoz Disminuir la discapacidad Evitar la cronificación No profesionalizar la crisis No sobre medicalizar ni victimizar Potenciar las capacidades de la propia comunidad de la comunidad en su recuperación. La dependencia de la ayuda profesional favorecerá la necesidad constante de cuidados externos. La población necesita ayuda para retomar control y dominio sobre sus vidas y el ambiente. En la fase de recuperación post trauma, otros factores de orden social pueden constituir agravantes sobre la salud mental de los individuos y perpetuar reacciones desadaptativas y la disfuncionalidad personal y familiar. La desorganización prolongada de instituciones sociales y conflictos en las relaciones entre distintos grupos, puede conllevar a un clima de inestabilidad en la comunidad que promueve sentimientos de desconfianza, actitudes paranoídes e incluso comportamientos irracionales. Gran parte de la experiencia reportada sobre atención sanitaria y de salud mental en catástrofes, proviene de los equipos sanitarios militares, que les ha correspondido operar en condiciones de guerra, crisis humanitarias y desastres masivos. La labor asistencial tanto en la emergencia como en la recuperación de un desastre natural, como un terremoto y un maremoto, puede constituir una experiencia agotadora y una reexposición constante a los efectos del desastre. Ciertos factores se consideran como protectores y favorecen la resiliencia de los miembros del equipo asistencial. Factores que favorecen la resiliencia del equipo de salud mental A nivel personal, la experiencia y participación en otras operaciones ante desastres o crisis humanitarias, permite la previa adquisición de destrezas asistenciales que difieren de las habituales modalidades de atención de pacientes en encuadres normales. La experiencia previa también facilita un reconocimiento realista de la situación y mantener un nivel de expectativas razonables y prudentes. A este respecto cobra importancia la capacidad formadora que tiene la participación en operaciones de ayuda en desastres masivos, crisis humanitarias o misiones de paz. Otra importante contribución a la capacitación de los equipos asistenciales en general, son cursos y talleres orientados al desarrollo de destrezas interaccionales, relacionales y en la comunicación. En el caso de profesionales en salud mental, estas habilidades son de más frecuente dominio en la labor asistencial cotidiana. El dominio de estas herramientas, facilita llegado el momento, la relación con la comunidad y sus organizaciones y la capacitación de monitores en estrategias de enfrentamiento del desastre, lo cual tiene un efecto multiplicador en aspectos preventivos. 12 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1 , 4 - 15 SALUD MENTAL EN DESASTRES. LA VULNERABILIDAD Y RESILIENCIA No debe enfrentarse la intervención profesional en el desastre, como una amenaza a la capacidad y competencia personal. Representa un factor protector para los profesionales que se desempeñan en la asistencia en desastres, la visión de la crisis como una oportunidad de adquirir experiencia, perfeccionarse profesionalmente, asumir un reto, un desafío. La capacidad individual para entregar y recibir apoyo, constituye una característica que favorece la conducta resiliente. Debido a la constante reexposición frente a los efectos del la situación traumática, muchas veces el profesional deberá reconocer la necesidad de recurrir a la ayuda que se encuentre disponible. De un modo reciproco, también es importante el sentirse dispuesto a entregar apoyo a sus pares cuando se requiera. Se considera otra medida protectora en términos de la resiliencia de los integrantes del equipo asistencial, el que puedan desempeñarse libres de demandas externas adicionales, como por ejemplo problemas que en esos momentos afecten a su familia, llamadas por cobranzas o tareas pendientes del trabajo pero ajenas a la situación propia del desastre. Otros factores personales que favorecen la resiliencia incluyen el focalizarse en las soluciones, no en los problemas, y el contar con un buen estado de salud. En situaciones de desastres, la labor del equipo asistencial de salud mental puede verse interferida por presión de los medios de comunicación o la acción simultanea de múltiples agencias de ayuda y organizaciones no gubernamentales en la misma área. Es importante en este sentido, evitar la sobrexposición del equipo asistencial a la crítica y al constante escrutinio de observadores externos. Desde la perspectiva del equipo, su buen liderazgo constituye un evidente factor protector. En el mismo sentido, contar con procedimientos bien planificados y práctica, evitando la improvisación. El equipo debe estar constantemente informado, desde el inicio de la emergencia. Esta información debe ser confiable, oportuna, regular y transmitida por una sola fuente de información, preferentemente por el líder del equipo. En consideración a que los miembros del equipo de salud mental se encuentran igualmente expuestos a la fatiga, Tabla Nº3 Resiliencia en el Equipo Asistencial de Salud Mental Factores Personales Factores del Equipo Destrezas adquiridas en crisis previas Las tres R`s - Repaso - Relevo - Reposo Destrezas en comunicación Foco de atención en soluciones Mantener expectativas razonables. Crisis como un desafío profesional. Liderazgo eficaz Capacidad de entregar y recibir apoyo Contar con información confiable y oportuna Ausencia de demandas externas Procedimientos bien planificados Buena salud Evitar la sobrexposición a la crítica y observadores externos. 4 - 15, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 13 las altas demandas emocionales, y los problemas personales que pueden afectar a quienes participan de un desastre masivo, estas recomendaciones cobran especial importancia por cuanto estos equipos representan el primer escalón de contención frente a las complicaciones psiquiátricas postraumáticas tanto en la población afectada, como en quienes concurren a prestar la necesaria ayuda humanitaria en situaciones de desastres (Tabla 3). Comentario final La globalización, entre muchos fenómenos sociales, ha facilitado el que un desastre local convoque rápidamente una respuesta de ayuda internacional. Esto ha permitido la aplicación de protocolos comunes en el abordaje de estas catástrofes. Criterios clasificatorios, guías clínicas y recomendaciones terapéuticas sometidas a evaluación en distintas latitudes y circunstancias, permiten contar con pautas de tratamiento farmacológico a fin de disminuir la discapacidad y la cronificación de los casos de mayor severidad. Desastres mayores, crisis humanitarias pasan en algún sentido a ser problemas globales. Menos de 100 años marcan diferencias gigantescas en la forma que la comunidad vivencia una crisis, su emergencia y su recuperación. La humanidad parece menos sola ante las mismas desgracias. Las actuales expectativas sobre la ayuda externa, el pronto auxilio exterior no tuvieron lugar en las comunidades que sufrieron por ejemplo el terremoto de Chillán el año 1939 o el terremoto y maremoto de Valdivia en 1960. Tampoco se desarrollaron entonces, operativos de salud mental ni intervenciones psicosociales masivas como las conocemos hoy. El paradigma de que la humanidad es esencialmente resiliente, es rescatado en la actualidad por la intervención de salud mental que paradójicamente debe contribuir a des-victimizar a las víctimas, a potenciar las capacidades individuales y colectivas en su recuperación. La tarea consiste en que el hombre sufriente y devastado por la adversidad se reencuentre con esos recursos que desde siempre han acompañado a la humanidad y que estarán presentes mientras exista. Bibliografia 1. Ahmed A, "Posttraumatic Stress Disorder, Resilience and Vulne2. 3. 4. 5. 6. 7. rability". Advances in Psychiatric Treatment 2007;13:369 -375 Becker SM, "Psychosocial Care for Adult and Child Survivors of the 2004 Tsunami Disaster in India". Am J Public Health, 2006; 96: 1397–1398 Bonanno GA, Galea S, Bucciarelli A, Vlahov D. 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Biol Psychiatry 1996; 40: 1091-1099 14 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1 , 4 - 15 SALUD MENTAL EN DESASTRES. LA VULNERABILIDAD Y RESILIENCIA 13.Hokanson M, Wirth B. "The critical incident stress debriefing process for the Los Angeles County Fire Department: automatic and effective". Int J Emerg Ment Health, 2000; 2: 249-57 14.Hollifield M, Hewage Ch. Gunawarden CN, Kodituwakku P, Bopagoda K, Weerarathnege K, "Symptoms and coping in Sri Lanka 20–21 months after the 2004 Tsunami". The British Journal of Psychiatry 2008; 192: 39-44 15.Karestan CK, Alello AE, Bakshis E, Amstadter AB, Ruggiero KJ, Acierno R, et als. "Modification in the Association Between Serotonin Transporter Genotype and Risk of Posttraumatic Stress Disorder in Adults by Country – Level Social Environment" Am J Epidemiol 2009; 169: 704 – 711 16.Kilpatrick DG, Koenen KC, Ruggiero KJ, Acierno R, Galea S, Resnick H, et als. 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J Clin Endocrinol Metab, 2005; 90: 4115–4118 Revista de Psiquiatría y Salud Mental La Revista de Psiquiatría y Salud Mental invita a los profesionales de la psiquiatría, de la psicología, de las ciencias sociales y de otras áreas relacionadas con la salud mental, chilenos y extranjeros, a enviar trabajos originados en sus respectivos campos de acción a fin de que sean considerados para su publicación. Se aceptará trabajos inéditos, los cuales deberán ser enviados al mail de la Sociedad. El Comité Editorial podrá decidir como excepción calificada la publicación de trabajos que no cumplan estas normas. Lo invitamos a ser socio de nuestra institución. Esperamos contar con su participación y sugerencias, por tal razón, lo instamos a visitar nuestro sitio web, o a escribirnos a nuestro mail. Para nosotros es muy importante su opinión. 4 - 15, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL Dr. Edgardo Thumala Piñeiro Presidente Sociedad Chilena de Salud Mental www.schilesaludmental.cl 15 Desastres y Salud Mental1 Eduardo Medina Cárdenas2, Eugenio Grasset García3, Simeón Rizo Castellón4 Instroducción Los desastres pueden ser naturales (por ej., terremotos, maremotos, derrumbes, erupciones volcánicas, etc.) o provocados por la mano del hombre (por ej., guerras, terrorismo, fugas de radiación, contaminación del medio, etc.). Ambos se refieren a la brusca pérdida de control de fuerzas existentes, las que irrumpen en forma importante y masiva, con consecuencias graves aunque difíciles de precisar en un comienzo, afectando a comunidades enteras y causando víctimas (por ej., muertos, heridos, personas contaminadas, etc.) y daños materiales. Los sobrevivientes, incluso quienes nunca antes requirieron de apoyo emocional y aunque no hayan experimentado efectos negativos físicos directos o indirectos, presentan variadas repercusiones psicológicas desfavorables asociadas con los dramáticos cambios ocurridos y la necesidad de tener que modificar sus respectivos ritmos de vida según la nueva configuración del entorno inmediato. La periódica ocurrencia de desastres naturales a lo largo del territorio nacional ha impulsado el desarrollo de medidas tendientes a proteger la integridad física de las personas, así como procedimientos para hacer frente a daños en sus viviendas y bienes. Los efectos de las catástrofes en la salud mental de los damnificados, en cambio, no han recibido análoga importancia: ya que una parte de estos efectos deriva de las consecuencias adversas sufridas por la población afectada, resulta comprensible que se asuma que, auxiliándolas en este tipo de problemas, indirectamente se superarán sus repercusiones psicológicas inconvenientes; no obstante, el conocimiento específico que ha ido surgiendo del estudio de variadas catástrofes en distintas partes del mundo ha podido establecer que, además de las personas involucradas por el impacto mismo, 1. 2. 3. 4. otra parte importante de la población desarrolla ciertos problemas mentales durante meses o incluso años luego de ocurrido un desastre. Este tipo de estudios también ha establecido que estos problemas pueden prevenirse o aminorarse mediante técnicas accesibles y que, cuando no se los enfrenta precozmente, en el futuro recargan los recursos psiquiátricos con mayor demanda de atención y la seguridad social con mayor contingente de inválidos. En el presente relato desarrollaremos una descripción general de las fases de un desastre natural, seguida con algunas orientaciones generales y específicas de acción. Finalizaremos con algunas consideraciones acerca de la necesidad de desarrollar en la población una actitud activa respecto a que sus efectos negativos pueden atenuarse cuando existen algunas normas mínimas de precaución ya aprendidas. Descripción general (2, 3, 4, 10, 11) En un desastre natural esquemáticamente se pueden diferenciar tres fases relativamente superpuestas: Fase de pre impacto: Esto es, las actividades que preceden al evento mismo, que incluyen alarma, temores o avisos de precaución. No siempre está presente o es lo suficientemente definida como para que la población le confiera importancia. Fase de impacto: Asociada con el desastre mismo y, por ello, de duración usualmente breve. La reacción psicológica desencade- Publicado en Cuadernos Chilenos de Cirugía Nº 16, tomo II: 25-29, 1992. Se reproduce con autorización de esta Revista. Depto. Programas de las Personas, Ministerio de Salud. Oficial de Sanidad, Ejército de Chile. Depto.de Medicina Legal, Universidad de Chile. 16 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 16 - 21 DESASTRES Y SALUD MENTAL nada es de temor mientras se busca protección para sí mismo y la respectiva familia; son escasos quienes permanecen calmados, estando la mayoría con grados variables de miedo. Sin embargo, el pánico y la huída a ciegas son mínimos y se asocian a enfrentar riesgo físico grave o quedar entrampados en algún lugar; cuando ocurren, son contagiosos. El compromiso psicológico inmediatamente posterior guarda relación con la intensidad de la catástrofe y sus consecuencias (víctimas, destrucción, etc.). Por lo general, hay un estado temporal de intenso sobresalto, aturdimiento, perplejidad y desorientación, durante minutos a horas. Si la necesidad de sobrevivir ha sido grande, los afectados pueden estar confusos y sin comprender conscientemente la gravedad de la situación e incluso conservando un recuerdo borroso o nulo de lo sucedido. Sin embargo, habitualmente hay más bien adaptación a las circunstancias y recuperación del autocontrol en la mayoría de la población. En los primeros instantes es posible observar todo tipo de conductas, desde impactantes descontroles hasta notables actos de solidaridad y heroísmo. Es notoria la necesidad de comunicar las experiencias vividas, intento de catarsis de los difíciles momentos atravesados. Fase de post impacto: También conocida como post traumática, a continuación de la anterior, asociada mucho más con los efectos reales del evento en cada sujeto, su familia, sus amistades, sus bienes y su comunidad circundante; por ello, puede extenderse hipotéticamente hasta el resto del ciclo vital de cada persona afectada. Los primeros acercamientos interpersonales y sentimientos de hermandad y ayuda mutua de los afectados típicamente van cambiando con el paso de los días, en una secuencia que se resume a continuación: en las primeras dos semanas hay más bien pasividad (falta de iniciativa, resignación, docilidad, miedo a los efectos secundarios del desastre mismo, alarma, insomnio, etc.), aunque algunas personas, tal vez las menos damnificadas, muestran hiperactividad en sus intentos de ayudar a otros. En la tercera y cuarta semanas empiezan a formarse grupos de cierta rebeldía y agresividad (descontento por la escasa ayuda, 16 - 21, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 17 demandas exageradas, reclamos a las autoridades y críticas a su gestión, etc.). En las siguientes quinta y sexta semanas continúa la agresividad en tono menor, en relación a que la situación está más ordenada y la ayuda más efectiva. Posteriormente a este período crítico, la mayoría de los afectados ha restablecido algún grado de equilibrio emocional. Es usual que durante todo este lapso, particularmente al comienzo, haya descenso de las consultas médicas en todos los centros asistenciales, especialmente las de tipo psiquiátrico. Los damnificados por algún desastre tienen también la inevitable tarea de otorgar un significado a los cambios ocurridos en sus vidas, puesto que se tienen que adaptar a ellos. Hay una gama amplia de posibles adaptaciones, desde establecer mitos respecto a que la familia, la comunidad o los vecinos siguen siendo los mismos, hasta someterse a las modificaciones de todas la configuraciones personales, familiares y sociales anteriores (debido a muerte o invalidez de personas, cambios de vivienda, migración, etc.). El período de post impacto puede ser desorganizador para la estabilidad psicológica de los afectados cuando el marco sociocultural perdido no se estabiliza funcionalmente de nuevo, llegando a constituir reacciones directas o somatizadas graves y persistentes denominadas síndrome o neurosis post traumática. Más aún, ha sido propuesta la existencia de un segundo desastre, luego del primero, en relación con las repercusiones psicológicas derivadas de la desorganización física y social de una comunidad gravemente dañada por una catástrofe. Es usual que en esta tercera fase ocurra un movimiento convergente de variados grupos de personas, desde la periferia al epicentro, con conductas que por lo general sobrecargan los problemas derivados del desastre mismo. Los convergentes pueden ser cuando menos de cinco tipos diversos: los retornantes, es decir, residentes en la zona afectada pero que estaban fuera durante el evento, evacuados que desean retornar o dueños de propiedades que quieren evaluar los daños sufridos; los ansiosos, originarios en zonas vecinas que por su ubicación próxima quieren conocer de primera mano los hechos; los auxiliadores, personas que por tener relación previa con algún damnificado o por otras razones subjetivas llegan a ofre- cerse voluntariamente a colaborar; los curiosos, es decir, aquellos individuos que por sus propios ojos quieren ver lo ocurrido; y los explotadores, incluidos saqueadores, ladrones de materiales e instrumentos de ayuda, socorreros (personas que, sin ser damnificados, obtienen para sí ayuda destinada a éstos), cazadores de recuerdos y otros, grupo usualmente abundante en las naciones pobres (6). En todo el proceso hay personas y grupos más vulnerables a afectarse psicológicamente que otros, tales como niños (especialmente los de vida irregular), personas en estado de estrés previo (por ej., por conflictos familiares, duelos, separaciones recientes, desempleo, enfermedad física o mental, etc.), población senescente y cualquiera que carezca de apoyo en la estructura social. Por otra parte, cuando un cataclismo afecta a una extensa región en la cual viven diferentes grupos humanos, cada contexto sociocultural otorgará interpretaciones distintas de su significado y generará diversas conductas adaptativas: en grupos urbanos modernos por lo general habrá coincidencia respecto al significado natural de los sucesos y las preocupaciones se dirigirán al auxilio de las personas y bienes afectados; en grupos populares tradicionales o minorías indígenas, además de lo anterior, existirá una mezcla de significados fatalistas y religiosos tales como el destino, voluntad divina, castigo u otros por el estilo, relacionados a su vez con conductas análogas de auxilio pero también con ritos y cultos específicos (resulta relevante recordar el sacrificio de un niño, realizado por un grupo mapuche de Puerto Saavedra, con ocasión del terremoto y maremoto de mayo de 1960) (8). Otros posibles significados diferenciales de un desastre son los siguientes: cuando ha afectado de distinta manera a los habitantes y bienes de una zona, justificando auxilios específicos, será esperable un manejo tendencioso de la información e incluso simulaciones por parte de algunos damnificados con el objeto de obtener más ayuda; o, cuando los grupos afectados poseen diferente poder político (por ej., grupos campesinos o indígenas, respecto de otros grupos urbanos próximos), en el momento de recibir auxilio y luego al iniciarse la reconstrucción quienes tengan mayor poder intentarán encauzar los recursos hacia sus propios intereses y metas. Una última posibilidad interesante de mencionar se refiere al ámbito psicológico: por lo general los hombres tienden a presentar más reacciones depresivas y psicosomáticas, en tanto que en las mujeres será más esperable las somatizaciones ansiosas y las reacciones histéricas conversivas y disociativas. Orientaciones generales de acción (1, 4, 7, 11) En todo desastre las medidas de ayuda, tratamiento y prevención deben adaptarse flexiblemente al curso de los acontecimientos (en el país se cuenta con el Plan Nacional de Emergencia, bajo responsabilidad de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior, ONEMI). Terminado el impacto es importante mantener la comunicación con las comunidades afectadas, que permita ir dando un primer orden al caos y líneas de acción a los líderes emergentes. Para las personas afectadas emocionalmente existen técnicas de ayuda psicológica inmediata que pueden ser otorgadas por personas no profesionales, previamente entrenadas, mucho antes de que se pueda organizar una asistencia médica psiquiátrica formal. Es importante disponer de alguna atención de salud mental lo antes posible en los sitios de catástrofe, que atienda los casos agudos, que derive los más complejos y que diseñe estrategias de orientación a la comunidad respecto de los problemas y síntomas emocionales que usualmente se irán presentando en las semanas siguientes. La idea central a este respecto es que, en la medida que las personas afectadas entiendan lo que les va sucediendo en su estabilidad emocional, eso mismo será un factor preventivo y de apoyo que hará que muchos de ellos no se consideren propiamente enfermos: por una parte, no se recargará la asistencia psiquiátrica misma y, por otra, se producirán menos casos posteriores de neurosis post traumáticas. Paralelamente a la atención psiquiátrica o psicológica de las personas que lo necesiten, la asistencia de salud mental debe también orientarse a otras metas colectivas. Entre éstas son de importancia las siguientes: • Asesoría a las autoridades locales tanto respecto de los líderes emergentes como de sus propios niveles de tensión emocional derivados del desastre mismo y de la sobrecarga de trabajo exigida por las circunstancias. 18 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 16 - 21 DESASTRES Y SALUD MENTAL • Asesoría a instituciones locales de ayuda y reconstrucción en relación con aspectos psicológicos tanto de la población atendida como de sus propios integrantes. El manejo apropiado de las dinámicas en el interior de estas organizaciones contribuirá a disminuir roces y competencias intra e intergrupales. • Visita regular a los grupos de trabajo voluntario (por ej., de remoción de escombros, sepultación de cadáveres, construcción de refugios, control de pillaje, etc.) con el objeto de observar repercusiones negativas de la labor en la estabilidad emocional de sus integrantes. • Información sobre salud mental en situación de desastre para grupos seleccionados, mediante charlas, cursos y otras estrategias. • Estímulo a la realización de actividades recreativas, religiosas y otras para la población. Orientaciones específicas de acción (3, 5, 11) Las actividades más importantes de realizar son de dos tipos, educativas preventivas y asistenciales propiamente tales. 1. Actividades educativas preventivas. conducta humana en desastres y de modalidades generales de tratamiento tanto farmacológico como de apoyo psicológico (un programa tipo de entrenamiento debería incluir materias tales como las siguientes: fases de los desastres, estrés, duelo, adaptación, sistemas de apoyo psicológico y social, consejería y otros tipos de intervenciones en crisis, etc.). La coordinación con otros grupos organizados de ayuda será importante. Albergues: siendo lugares que acogen a grupos familiares damnificados, el personal que los atiende, además de los aspectos domésticos cotidianos, debería poder registrar un catastro de características socioculturales y económicas de los internos, así como a los individuos más vulnerables según ya fue descrito. A partir de un cuadro diagnóstico como el esbozado, este personal podrá elaborar un plan de acción claro y sencillo que ayude a los albergados a enfrentar paulatinamente sus diversas carencias. Establecimientos educacionales: ya que estos establecimientos son utilizados usualmente como albergues, convendrá designar profesores responsables que conozcan de dinámicas de grupos para adultos, ludoterapia y diversas otras materias como las recientemente descritas. El grupo sanitario entrenado debería capacitacitar al sector educación. En general todas éstas suponen metas definidas con anterioridad a un desastre. Los contenidos de información y resolución de tales actividades variarán en concordancia con los diferentes grupos de destinatarios. El personal sanitario y educacional ya entrenado tendría que estar sometido a apoyo y supervisión constante. Público en general: será importante que conozca aspectos preventivos de diferentes tipos de desastres y las reacciones esperables por el estrés desencadenado en ellos. Las personas con responsabilidades comunitarias deberían saber lo que es normal y anormal desde el punto de vista emocional en estas circunstancias. Los medios informativos convendría que poseyeran un plan de entrega graduada de noticias y de contenidos sobre salud mental. Personal sanitario: cada unidad de salud (por lo menos en cada Servicio de Salud) debería contar con un grupo multiprofesional entrenado en salud mental en situaciones de catástrofe. Este grupo debería conocer acerca de la Cualquier grupo profesional con responsabilidades asistenciales de salud mental durante una situación de catástrofe, en particular si ha sido organizado recientemente, requeriría contar con respaldo oficial de su propia institución de origen antes de conectarse con otros grupos homólogos. Este equipo de salud mental deberá tener en claro que, mediante comunicación verbal y no verbal, tendrá que luchar contra percepciones y expectativas alteradas de parte de su entidad y de las otras que participan a fin de ganarse el respeto de cada entidad ajena a la suya, y además desempeñar diferentes roles según la fase del desastre en que le quepa actuar. 16 - 21, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 19 2. Actividades asistenciales. La realización de un programa necesitará de profesionales generales y especialistas, estudiantes de carreras de la salud e incluso personas idóneas convergentes al lugar como auxiliadores, los que darán origen a un grupo que tendrá que ser sometido a entrenamiento rápido. Aunque las posibilidades de acción son múltiples, las siguientes serán las de mayor demanda: reforzar el mundo concreto del paciente, hacer ver las propias reacciones como damnificado, ayudar a integrar sus hechos cotidianos dentro de las condiciones de un albergue, enseñar a las personas a identificar las causas reales de sus reacciones, dar soporte a la necesidad de ventilar temores y fantasías, educar e informar acerca de recursos para reorganizar sus vidas, ayudar a identificar los sentimientos ambivalentes, estimular la actuación en niveles racionales y manejar las frustraciones. bios en indicadores biodemográficos tales como fecundidad, mortalidad y distribución geográfica de la población; migración, conductas desadaptadas, variaciones en el consumo de alcohol y de otros psicotrópicos, etc.). La evolución de las complejas dinámicas expuestas recomienda que estos estudios sean desde uno a dos años previos al desastre hasta unos tres o cuatro posteriores al mismo (9). Consideraciones generales • Centralización de información. La común experiencia de que casi siempre una catástrofe natural es inevitable hace surgir una especie de pasividad y resignación en la población, confiando más en la "buena suerte" que los protegerá que en procurarse algunas medidas mínimas de socorro y protección. Si se tiene presente que cada vez más los grupos humanos tienden a organizarse en grandes conglomerados y que el desarrollo tecnológico diseña fuentes energéticas de potencia superior, correlativamente el riesgo de ser víctima de catástrofes se incrementa. Así, no sólo es importante desarrollar en la población algún entrenamiento para evacuar fácilmente edificios, estadios u otros lugares de asistencia masiva, sino también crear en todos una actitud preventiva y protectora con algún afinamiento según la edad y situación de los eventuales afectados: que en todos los edificios de habitación, oficina o enseñanza exista señalización para vías de escape expeditas, que luego de un sismo la gente no inunde las calles con vehículos que se desplazan velozmente para inquirir por la situación de familiares y amigos, que en cada vivienda exista un equipo mínimo de emergencia análogo a la costumbre de poseer un botiquín de primeros auxilios, o que ante un amago de incendio dentro de un local cerrado haya orden para su evacuación. Además de actividades específicas como las recién sugeridas, será muy importante la realización de investigaciones clínicas, epidemiológicas y socioculturales, que permitan seguir diferentes fenómenos de salud mental asociados con una catástrofe (por ej., estructura de la atención ambulatoria y de los egresos hospitalarios de establecimientos generales y psiquiátricos; evolución de los niveles de ansiedad de población en albergues; cam- El desarrollo de actitudes protectoras activas del tipo de las sugeridas aminorará las consecuencias inmediatas de un desastre natural y mejorará el futuro de las personas y grupos involucrados. Las orientaciones señaladas intentan colaborar en una mejor preparación tanto de los responsables de hacer frente a una catástrofe como de los posibles afectados por este tipo de sucesos. Acá, tal vez más que otros fenómenos sanitarios, más vale prevenir que curar. La materialización de estas orientaciones específicas estará facilitada con algunas actividades complementarias, entre las cuales serán importantes las siguientes: • Elaboración de un manual informativo sobre estrés para el público en general, que oriente sobre las reacciones psicológicas normales y anormales desde el comienzo de un desastre y que ayude a reconocer las reacciones proporcionadas y aquéllas que requieren de ayuda profesional. • Elaboración de un plan de entrenamiento específico para funcionarios sanitarios. • Elaboración de normas para albergues. • En catástrofes en curso, asesoría en salud mental en el terreno a cargo de especialistas o mediante médicos en capacitación psiquiátrica bajo supervisión. 20 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 16 - 21 DESASTRES Y SALUD MENTAL Bibliografia 1. Ahearn,F. y Rizo Castellón,S. "Problemas de salud mental des2. 3. 4. 5. 6. pués de una situación de desastre". Bol.Of.Sanit.Panam., 85 (1): 1-15, 1978. Caris,L.; Medina,E.; Rizo,S. y Jacob,M. "Salud mental en situaciones de desastres naturales". VI Jornadas Chilenas de Salud Pública, Facultad de Medicina, Universidad de Chile, 1986. Clínica Psiquiátrica Universitaria, Universidad de Chile. Estudios sobre salud mental en los terremotos y maremotos que afectaron la región sur de Chile los días 21 y 22 de mayo de 1960. Santiago, Chile, 1960. Cohen,R. "Reacciones individuales ante desastres naturales". Bol.Of.Sanit.Panam., 98 (2): 171-180, 1985. Cohen,R y Ahearn,F. Manual de la atención de salud mental para víctimas de desastres. Harla, México, 1989. Jeri,R. "Problemas de conducta en los desastres. Descripción clínica, manejo y tratamiento". Rev. de la Sanidad de las Fuerzas Policiales del Perú, 34, 2:131-150, 1973. 7. Lima,B. y Gaviria,M. (edit.). Consecuencias psicosociales de los desastres: la experiencia latinoamericana. Programa de Cooperación Internacional en Salud Mental "Simón Bolívar", Serie de Monografías Clínicas Nº2. Chicago, Illinois, 1989. 8. Lindberg,I.; Pineda,E. y Núñez,L. Algunos aspectos de la vida material y espiritual de los araucanos del lago Budi. Santiago de Chile, 1961. 9. Medina,E.; Grasset,E. y Jacob,M. "Seguimiento de la calidad de la salud mental de población afectada por catástrofes". XI Jornadas de Salud Pública, Facultad de Medicina, Universidad de Chile, 1991. 10.Medina,E.; Rizo,S. y Caris,L. "Salud mental y desastres naturales". Rev.Psiquiatría (1988) V: 317-324, Chile. 11. Ministerio de Salud. Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría. Santiago, Chile, 1990. Misión Sociedad Chilena de Salud Mental La Sociedad Chilena de Salud Mental tiene por objeto el estudio, investigación, difusión y desarrollo de las diversas disciplinas científicas relacionadas con la salud mental. En el cumplimiento de sus objetivos la Corporación podrá: a) Promover, realizar y auspiciar todo tipo de eventos científicos, tales como: Congresos Científicos, Simposios, Conferencias, Mesas Redondas y Charlas. b) Promover y realizar estudios, investigaciones científicas y cursos de perfeccionamiento. c) Promover el intercambio científico entre las diversas disciplinas relacionadas con la salud mental. d) Promover el intercambio societario con otras corporaciones similares, nacionales o extranjeras. e) Editar y publicar revistas y todo tipo de escritos científicos. f) Crear y sostener Bibliotecas. g) En general, realizar todas aquellas acciones encaminadas al mejor logro de los fines propuestos. “La salud mental es tarea de todos” 16 - 21, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 21 Trastorno por Estrés Agudo y Trastorno por Estrés Post Traumático Mario Quijada H. * Ambas entidades clínicas, corresponde ubicarlas en los trastornos ansiosos. Estas categorías recién fueron introducidas a partir de 1980, en la Tercera Edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (D.S.M. III). Dicha publicación (1980) representó un cambio importante en la nosología de los trastornos ansiosos. El Trastorno por Estrés Post Traumático pasó a formar parte de los Trastornos de Ansiedad. En 1994, cuando apareció el D.S.M. IV, le fue agregado el Trastorno Por Estrés Agudo, utilizado para describir reacciones de aparición aguda y de duración más o menos breve a situaciones de estrés extremo. Esto ayudó también a detectar precozmente la aparición de Trastorno Por Estrés Post Traumático. El concepto de Estrés Este concepto se conoce desde el año 1934, cuando fue descrito por Hans Seyle. La concepción acerca del mismo, ha ido evolucionando. Hoy se puede definir como: “Los procesos fisiológicos y psicológicos que se desarrollan cuando existe un exceso de demandas ambientales percibidas por un sujeto y éste fracasa en satisfacerlas”. Ello nos lleva de inmediato a ver reflejada la interacción entre el sujeto y su entorno. Dicho en otras palabras (Lolas–1995) “Alude a los efectos del desbalance o desajuste entre el organismo y su ambiente sobre las regulaciones psicológicas y fisiológicas, entendiendo que procede de una apreciación que da significado a la demanda y activa mecanismos adaptativos”. De acuerdo con Seyle, esto provoca en el individuo dos tipos de respuesta: de afrontamiento o de huída (Fight or * Flight). Consecuentemente, el organismo se prepara para luchar, o para huir. Es así como se produce un aumento del ritmo cardíaco, de la frecuencia respiratoria, de la presión sanguínea, se dilatan las pupilas, se tensan los músculos, se produce vasoconstricción periférica, aumenta la glicemia y se liberan hormonas tales como adrenalina, noradrenalina, glucocorticoides, etc. Se trata de una reacción frecuente y que podríamos catalogar de normal, ya que es un mecanismo de defensa frente a múltiples estresores de la vida diaria. Muchas personas viven en constante situación de estrés y es habitual en ellos la presencia de algunos de estos síntomas o el aumento de la presión arterial u otras somatizaciones como molestias cardíacas, digestivas, articulares y otras. No obedecen precisamente a una patología somática clara, ya que con mucha probabilidad cederán ante la separación del evento estresor, o si son un poco más intensos, a la instauración de una terapia para combatirlos. Historia Antiguamente no existía esta entidad clínica, ni menos la separación entre agudo y de más larga duración. Es probablemente Shakespeare, en su obra refiriéndose a Enrique IV, quien describió por primera vez los mismos grupos de síntomas que menciona la clasificación actual. En el pasado abundan otras descripciones del trastorno, ya sea en obras artísticas o literarias. En la actualidad, hay descripciones semejantes en la literatura, por ejemplo, acerca de respuestas traumáticas al estrés en veteranos de la Guerra Civil norteamericana. Posteriormente, en soldados de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Reproducido del libro "Psiquiatría y Salud Mental" de nuestra Sociedad (Santiago de Chile, 2007) 22 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 22 - 29 TRASTORNO POR ESTRÉS AGUDO Y TRASTORNO POR ESTRÉS POST TRAUMÁTICO En esta última, las respuestas traumáticas se denominaron “fatiga operativa” y “neurosis de combate”. Abraham Kardiner, quien atendió a muchas víctimas, pudo reconocer un grupo de síntomas comunes y estableció un grupo de criterios operativos para una afección que él llamó “Fisioneurosis”. Los síntomas eran los siguientes: vida onírica atípica, preocupación constante por el trauma, constricción de la personalidad, respuesta de sobresalto e irritabilidad. La psiquiatría militar de la Segunda Guerra Mundial realizó aportes sustanciales al conocimiento de los métodos terapéuticos en los estados de estrés traumático agudo. En los primeros trabajos se menciona abreacciones1 con barbitúricos, uso de anfetaminas, insulina, éter y dióxido de carbono. Se describieron los síntomas asociados con cronicidad y se reconoció la importancia de los principios terapéuticos generales, como la necesidad de actuar con rapidez y la expectativa de retorno a la actividad normal (es decir, la inconveniencia de una conducta evitativa). Los primeros autores que examinaron sobrevivientes de campos de concentración, describieron síntomas de ansiedad, inquietud motora, aprensión exagerada, alteraciones del sueño, terrores nocturnos, astenia, reacciones fóbicas y preocupación constante con recuerdos de experiencias persecutorias. Lo anterior coincide con una plétora de publicaciones sobre los efectos traumáticos de combate en los veteranos de la Guerra de Vietnam. Se agrega la presencia de síntomas disociativos. Diversos estudios clínicos y más recientemente epidemiológicos, demuestran que los trastornos post traumáticos afectan también a la población civil. Las víctimas de violencia humana, como violaciones, asaltos, tortura, están también expuestas a sufrir trastornos emocionales post traumáticos. Asimismo, los desastres naturales (incluso los incendios), la muerte inesperada de personas cercanas, las amenazas a la propia vida y los accidentes graves, constituyen hechos traumáticos susceptibles a desencadenar este cuadro (M. Trucco–1995). 1. Abreacción: retorno brusco a la conciencia de un recuerdo traumático. 22 - 29, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 23 Etiología Sin el estresante el trastorno no puede existir, pero el trauma solo no es suficiente, sólo algunos de quienes se exponen a éste no superan el evento y enferman. Se piensa que existe una interacción evento-víctima que facilita la aparición de esta enfermedad. Debe considerarse la magnitud del evento estresante, ya que debe superar un determinado umbral que no es igual para cada persona. Los sentimientos de miedo, culpa, vergüenza, entre otros, son diferentes para cada uno. Se ha estudiado variables que se relacionan con el sistema nervioso autónomo, el que reacciona de manera diferente en las personas que han sido afectadas por un Trastorno por Estrés. También han sido consideradas las funciones neuroendocrinas, las que serían diferentes en sujetos susceptibles. Se han descrito además, variables relacionadas con el sueño o con características psicológicas de los afectados. Como ya se ha mencionado, se ha optado por separar este cuadro en dos instancias diferentes: Trastornos por Estrés Agudo y Trastornos Por Estrés Post Traumático. Lo anterior, dependiendo más que nada de la intensidad y de la rapidez en la aparición de los síntomas. Trastorno por Estrés Agudo (D.S.M. IV) Es característico en este cuadro la aparición de ansiedad, síntomas disociativos y de otro tipo, que ocurre durante el mes que sigue a la exposición de un acontecimiento traumático extremo. En el mismo momento del trastorno, o con posterioridad a él, el individuo presenta al menos tres de los siguientes síntomas de tipo disociativo: sensación de embotamiento, desapego o ausencia de la realidad que lo rodea; desrealización; despersonalización y amnesia disociativa. Después del acontecimiento traumático, éste es vivido de forma recurrente. El individuo presenta un acusado comportamiento de evitación de aquellos estímulos que pueden hacer aflorar recuerdos del trauma y presenta síntomas significativos de ansiedad. Los síntomas provocan un malestar clínico significativo, interfieren acusadamente la actividad del individuo o afectan notablemente a su capacidad para llevar a cabo tareas indispensables. Estas alteraciones duran por lo menos dos días y no se prolongan más allá de cuatro semanas posteriores al acontecimiento traumático. Deberá descartarse los efectos fisiológicos de alguna sustancia y la presencia de una enfermedad física o psíquica diferente (trastorno psicótico breve u otra enfermedad psiquiátrica intercurrente). Como respuesta al acontecimiento traumático, el individuo presenta síntomas disociativos. Los sujetos con trastorno por estrés agudo muestran una disminución de la reactividad emocional, lo cual suele traducirse en una dificultad o imposibilidad para encontrar placer en actividades que antes le resultaban gratificantes y con frecuencia en un sentimiento de culpabilidad. A veces, el individuo tiene dificultad para concentrarse, tiene la sensación de estar separado de su cuerpo, experimenta el mundo como irreal o fantástico o nota una progresiva incapacidad para recordar detalles específicos del acontecimiento traumático (amnesia disociativa). Además, debe haber por lo menos un síntoma de cada grupo de los requeridos para el diagnóstico de Trastorno por Estrés Post Traumático. Al principio, el acontecimiento traumático es revivido repetidamente (Ej. recuerdos, imágenes, pensamientos, sueños, ilusiones, sensación de estar reviviendo el suceso o aparición de malestar al exponerse a estímulos que recuerdan el trauma). Después, conductas de evitación. Por último, aparece un aumento de la activación (arousal). Ej. dificultad para dormir, irritabilidad, falta de concentración, hipervigilancia, respuestas exageradas de sobresalto e inquietud motora. Síntomas y Trastornos Asociados En este cuadro agudo es posible ver la presencia de síntomas tales como desesperación y desesperanza y en ocasiones lo suficientemente intensos como para cumplir con los criterios de un trasfondo depresivo. Es lícito registrarlo como un diagnóstico ocasional e incluso incorporarlo al tratamiento. A veces existe culpabilidad por haber salido ileso donde otros fallecieron, o por no haber prestado suficiente ayuda a los demás. Los individuos con esta sintomatología suelen verse a sí mismos como los responsables de las consecuencias de lo acaecido. Pueden presentar o desarrollar un Trastorno por Estrés Post Traumático. Por lo tanto, en el cuadro agudo se trata de un fenómeno transitorio, de una gravedad importante y que suele aparecer en un individuo sin un trastorno mental aparente, como respuesta a una situación de estrés excepcional y que en general, remite en horas o días. Los síntomas suelen aparecer a los pocos minutos luego de la presentación del estímulo, y al desaparecer puede detectarse amnesia completa o parcial del episodio. Debe durar como mínimo dos días y resolverse como máximo en las cuatro semanas después del acontecimiento traumático. Si los síntomas persisten y se cumple con los criterios diagnósticos, es posible que se esté frente a la presencia de un trastorno por estrés post traumático. Se conocen pruebas que demuestran que existen variables muy importantes que permiten influir en la aparición de nuevos cuadros. Ellas son la intensidad y duración y la proximidad de la exposición al acontecimiento traumático. También son importantes la calidad del apoyo social, los antecedentes familiares, las experiencias durante la etapa infantil, los rasgos de personalidad y los trastornos mentales preexistentes. No se debe olvidar que este trastorno puede aparecer en un individuo sin ningún factor predisponente, especialmente si el acontecimiento ha resultado muy traumático. Las diferencias en los criterios diagnósticos entre C.I.E 10 (Clasificación Internacional de Enfermedades. Décima Revisión) y el D.S.M.-IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. IV revisión) es mínima, es por eso que se ha preferido adoptar criterios de este último, dado que es uno de los más utilizados por su riqueza clínica. 24 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 22 - 29 TRASTORNO POR ESTRÉS AGUDO Y TRASTORNO POR ESTRÉS POST TRAUMÁTICO Criterios para el Diagnóstico del Trastorno por Estrés Agudo (D.S.M.-IV)2 A. La persona ha estado expuesta a un acontecimiento traumático en el que han existido (1) y (2) 1.La persona ha experimentado, presenciado le han explicado uno o más acontecimientos caracterizados por muertes o amenazas para su integridad física o la de los demás. 2.La persona ha respondido con temor, una desesperanza o un horror intenso. B. Durante o después del acontecimiento traumático, el individuo presenta tres (o más) de los siguientes síntomas disociativos. 1.Sensación subjetiva de embotamiento, desapego o ausencia de reactividad emocional. 2.Reducción del conocimiento de su entorno (Ej., estar aturdido) E. Síntomas acusados de ansiedad o aumento de la activación (arousal) (Ej., dificultades para dormir, irritabilidad, mala concentración, hipervigilancia, respuestas exageradas de sobresalto, inquietud motora). F. Estas alteraciones provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo, o interfieren de forma notable con su capacidad para llevar a cabo tareas indispensables. G. Estas alteraciones duran un mínimo de dos días y un máximo de cuatro semanas, y aparecen en el primer mes que sigue al acontecimiento traumático. H. Estas alteraciones no se deben a los efectos fisiológicos directos de una sustancia, como drogas y/o fármacos o una enfermedad médica, no se explican mejor por la presencia de un trastorno psicótico breve y no constituyen una mera exacerbación de un trastorno persistente. 3.Desrealización 4.Despersonalización 5.Amnesia disociativa (Ej., incapacidad para recordar un aspecto importante del trauma) Trastorno por Estrés Post Traumático C. El acontecimiento traumático es reexperimentado persistentemente en, al menos una de estas formas: imágenes, pensamientos, sueños, ilusiones, episodios de flashback recurrentes (o sensación de estar reviviendo la experiencia) y malestar al exponerse a objetos o situaciones que recuerdan el acontecimiento traumático. El trastorno surge, a diferencia del cuadro anterior, como respuesta tardía a un acontecimiento estresante. Lo producen eventos que causarían malestar generalizado en casi todo el mundo, o sea de naturaleza comprensible. Similares a las situaciones provocadoras de Trastorno por Estrés Agudo (o Reacción Por Estrés Agudo), como son las catástrofes naturales (o producidas por el hombre), combates, accidentes graves, torturas, violaciones, el ser testigo de un crimen, etc. D. Evitación acusada de estímulos que recuerdan el trauma (Ej., pensamientos, sentimientos, conversaciones, actividades, lugares, personas). En este caso, el trauma es seguido por un período de latencia, que puede ir desde semanas hasta meses (rara vez mayor que 6 meses) de curso fluctuante a veces, pero que 2. Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. 4ª Edición 22 - 29, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 25 se recupera en la mayoría de los casos. En una pequeña proporción, el trastorno puede mantenerse durante años. También en este cuadro se ha visto que participan como favorecedores de la aparición, ciertos rasgos de personalidad, como compulsivos o asténicos. También es importante el antecedente de enfermedad neurótica. Estos factores pueden ser predisponentes, aunque no necesarios para explicar la aparición del cuadro. Síntomas relevantes y típicos del Trastorno por Estrés por Traumático, son (C.I.E. 10): episodios reiterados de volver a vivenciar el trauma en forma de reviviscencias o sueños, “embotamiento” emocional, sentimiento de desapego de los demás, falta de capacidad de respuesta al medio, anhedonia, evitación de situaciones y actividades evocadoras del trauma. En raras ocasiones pueden presentarse estallidos dramáticos y agudos de miedo, pánico o agresividad, desencadenados por estímulos que provocan un repentino recuerdo, una actualización del trauma o de la reacción original. Se observa por lo general, un estado de hiperactividad vegetativa, con hipervigilancia, un incremento de la reacción de sobresalto e insomnio. Los síntomas suelen acompañarse de ansiedad y de depresión y no son raras las ideaciones suicidas. Se ha visto en algunos casos, el consumo anormal de alcohol como factor agravante. Pautas para el diagnóstico (C.I.E. 10) (Abreviado) • No debe ser hecho el diagnóstico a menos que no esté totalmente claro que ha aparecido dentro de los seis meses posteriores al hecho traumático de excepcional intensidad. Epidemiológicamente, se ha visto que la frecuencia es de 1% a 3% de la población. No así en veteranos de combate o en grupos sometidos a traumas intensos y de tipo colectivo como desastres naturales o víctimas de actos terroristas, en los que se ve aproximadamente en el 30% de los casos. Entre los estudios psicodinámicos se han identificado algunos factores tales como “alexitimia”, o sea, la incapacidad para reconocer o identificar los propios estados emocionales. En niños, el trauma tiende a producir una detención del desarrollo emocional, mientras que en los adultos puede motivar una regresión a etapas previas de éste. Criterios Diagnósticos del Trastorno Por Estrés Post Traumático DSM-IV (Resumido) A. Exposición a un evento traumático en presencia de: 1.El sujeto experimentó, presenció o se confrontó con un (o varios) evento (s) lo que representó un peligro real o amenaza de muerte o lesión grave, o amenaza a la integridad física propia o de los demás. 2.La respuesta del sujeto consiste en miedo, sensación de desamparo u horror intensos. (En niños puede expresarse por conductas desorganizadas o agitadas) B. El evento traumático vuelve a experimentarse en forma persistente por una (o más) de las siguientes formas: 1.Recuerdos perturbadores recurrentes del evento. 2.Sueños perturbadores recurrentes del evento • Además del trauma, deben estar presente evocaciones o representaciones del acontecimiento en forma de recuerdo o imágenes durante la vigilia o de ensueños reiterados. 3.Sensaciones de revivir la experiencia 4.Malestar psicológico intenso ante la exposición a situaciones o lugares que simbolizan o evocan un aspecto del evento traumático. • Los síntomas vegetativos, las alteraciones del ánimo y el comportamiento anormal contribuyen al diagnóstico, pero no son de importancia capital para el mismo. 5.Sensibilidad fisiológica ante los mismos estímulos (Pto. 4) 26 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 22 - 29 TRASTORNO POR ESTRÉS AGUDO Y TRASTORNO POR ESTRÉS POST TRAUMÁTICO C. Evitación persistente de estímulos asociados con el trauma y entumecimiento de la sensibilidad general (ausente antes del trauma) Tres o más de los siguientes síntomas: 1.Esfuerzo por evitar ideas, sentimientos o conversaciones asociadas con el trauma. mático después, lo que ocurre, por lo general, al cabo de algunas semanas, generalmente un mes. 2.Esfuerzo por evitar actividades, lugares o personas que activan recuerdos del trauma. 2.Producir sensaciones de miedo, desamparo u horror intenso en la víctima. 3.Imposibilidad de recordar un aspecto importante del trauma. El estresante debe cumplir con 2 criterios: 1.Amenazar la supervivencia o asociarse con lesión grave o amenaza de la integridad física. Los síntomas se agrupan en tres categorías: 4.Disminución pronunciada del interés o la participación en actividades importantes. a.Reexperiencia intrusiva, penosa, persistente y recurrente del trauma. 5.Sentirse separado o extraño con respecto a los otros. b.Evitación persistente de los estímulos asociados con el trauma y paralización de la capacidad de respuesta general. 6.Espectro limitado para sentir afectos (ejemplo: incapacidad para sentir amor). 7.Sensación de acortamiento del futuro (desaparecen las expectativas vitales: no espera seguir una carrera, casarse, tener hijos, etc.) D. Síntomas persistentes de mayor activación (ausentes antes del trauma). Dos o más de los siguientes síntomas: 1.Dificultad para conciliar o mantener el sueño. 2.Irritabilidad o ataques de ira. 3.Dificultad para concentrarse. c.Incremento persistente de la activación y que aparece después del trauma. Tratamiento En el caso del cuadro agudo, es aconsejable que el tratamiento sea efectuado de inmediato. En el caso de los estados crónicos, o de más larga duración, se requiere un tratamiento multimodal, ya sea por medio de terapia individual, de grupo o ambas. La medicación es muy útil, especialmente en este último cuadro. 4.Hipervigilancia. 5.Respuesta de sobresalto exagerada. Tratamiento del Trastorno Por Estrés Agudo E. La alteración (síntomas de los criterios B, C y D) dura más de 1 mes. F. La alteración produce malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras funciones importantes. • Se recomienda la ventilación (o abreacción) de los afectos o imágenes vinculadas con el trauma. • Es deseable que el paciente relate la historia para ayudar a reducir la disociación, que de otro modo podría agravarse. Resumiendo aún más para detectar elementos clínicos y postular al diagnóstico, podemos decir que: • El médico debe capacitar al paciente para confrontar, procesar y comenzar a integrar el material reprimido o abrumador. Inicialmente puede aparecer un cuadro sintomático polimórfico e instalarse el Trastorno por Estrés Post Trau- • La abreacción se puede lograr con terapia individual, de grupo y a veces con hipnosis. 22 - 29, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 27 • Si existe agitación son útiles el reposo, sedación y tratamiento con hipnóticos. • Se recomiendan los siguientes principios: brevedad, inmediatez, focalización, proximidad al evento y la expectativa de una completa reanudación de las actividades. Tratamiento del Trastorno por Estrés Post Traumático Se recomienda utilizar más de una técnica, ya que por lo general, una sola modalidad terapéutica es considerada insuficiente. Se debe intentar eliminar los estigmas y también es conveniente explicar al paciente y sus familiares los síntomas y la evolución de la afección, las respuestas habituales a este tipo de traumas y los principios terapéuticos generales, que consisten fundamentalmente en farmacoterapia y psicoterapia. Farmacoterapia Los antidepresivos tricíclicos, como la amitriptilina y la imipramina, representan el tratamiento más eficaz. Se recomienda que sea de una duración que puede ir de cuatro semanas a un año. Se ha encontrado los máximos beneficios al cabo de siete a nueve meses. Otros fármacos eficaces son: carbamazepina, fluoxetina, bupropión, propranolol, clonidina, litio, clonazepam y ácido valproico. Se ha visto que el alprazolam posee una aplicación muy limitada. Los síntomas de hiperactivación, responden adecuadamente a la administración de benzodiazepinas. Cuadro Nº1 Tratamiento Farmacológico del Trastorno por Estrés Post Traumático (Kaplan – Sadock 1997 – modificado) Fármaco Rango de dosis en el día Amitriptilina 50 a 300 mg. Imipramina 50 a 300 mg. Fluoxetina 20 a 60 mg. Sertralina 20 a 50 mg. Paroxetina 20 a 50 mg. Bupropion 225 a 450 mg. Carbonato de Litio 300 a 1500 mg. Clonazepam 0.25 a 3.0 mg. Propranolol 40 a 160 mg. Clonidina 0.2 a 0.6 mg. Ácido Valproico 750 a 1750 mg. Carbamazepina 200 a 1200 mg. 28 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 22 - 29 TRASTORNO POR ESTRÉS AGUDO Y TRASTORNO POR ESTRÉS POST TRAUMÁTICO Psicoterapia individual La intervención en crisis es importante en el período reciente, inmediatamente posterior al trauma. Puede reducir el tiempo de duración del cuadro y evitar complicaciones. El tratamiento está destinado a: apoyar al paciente, favorecer la aceptación de lo ocurrido, a proporcionar educación e información y a detectar problemas de salud general. Psicoterapia grupal Posee varias ventajas. Ellas son: favorecer la comprensión y el apoyo que aporten otras víctimas, los afectos inten- sos que pueden generarse y procesarse en un grupo, la utilidad que posee cuando no se dispone de terapia individual o el paciente tiene problemas con el terapeuta, cuando la terapia individual no es el tratamiento de elección y su mejor eficacia potencial sobre la evitación y la paralización en comparación con la farmacoterapia y la terapia individual. Relajación También se estima como un buen componente terapéutico. Ayuda a controlar los elementos fisiológicos y motores de la afección. La relajación muscular progresiva y la hipnosis también han demostrado ser útiles. Bibliografia 1. American Psychiatric Association (1995) Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM IV. Cuarta edición. Ed. Pierre Pichot. España: Masson. 2. Heerlein A. (2000). Edit. Psiquiatría Clínica. Santiago: Ediciones de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía. 3. Kaplan, Sadock (1995). Comprehensive Textbook of Psychiatry. VI. 6a. Edición. Baltimore: Maryland. 4. Organización Mundial de la Salud (1993). CIE 10. Trastornos mentales y del comportamiento. Madrid: Meditor. “TRASTORNOS DE PERSONALIDAD: HACIA UNA MIRADA INTEGRAL" Esta obra fue concebida como una instancia de ayuda y consulta para los profesionales de la salud mental y quienes deseen comprender, desde una mirada integral, los trastornos de personalidad y su tratamiento. Este trabajo posee el gran mérito de poder reunir a cincuenta y cinco profesionales de primer nivel, entre médicos y psicólogos, quienes a través de una mirada integradora y multidimensional, desarrollan distintos tópicos que permiten no sólo una aproximación al tema de los trastornos de personalidad, sino también una mayor comprensión y actualización. Número de páginas: 892. 22 - 29, Nº 1 , XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 29 Conceptos Generales en la Comprensión de la Conducta de los Damnificados* Raquel E. Cohen y Frederik L. Ahearn, Jr. En este capítulo se presentan diversos conceptos clave que se consideran fundamentales para comprender las reacciones de los damnificados. La mayor parte de los profesionales de salud mental ya conocen y usan estos conceptos en su práctica cotidiana, pero los autores consideran que también son básicos para la elaboración de las teorías que explican la conducta después de catástrofes. En la medida en que se identifican y describen tales conceptos y teorías en este manual, los lectores pueden adquirir un mayor conocimiento de la gama de reacciones que son comunes y estar más capacitados para diagnosticar y tratar a los damnificados que sufren trastornos emocionales reactivos. Estos conocimientos fundamentales abarcan cuatro conceptos relacionados entre sí: • Estrés y crisis; • Pérdida, duelo y pena; • Recursos sociales y emocionales, y • Resolución de crisis y adaptación. Los terremotos, inundaciones o huracanes son factores estresantes que afectan el equilibrio psicofísiológico de los damnificados, y el estrés resultante puede originar crisis personales. Estas con frecuencia marcan un punto de viraje para el damnificado, que influye en sus reacciones emocionales y su conducta presentes y futuras. Una catástrofe siempre causa diversos tipos y grados de pérdidas personales como resultado de muerte, lesiones, desempleo o destrucción de bienes materiales. Un damnificado que ha perdido de manera repentina un vínculo íntimo y significativo caracterizado por ambivalencia expe- * rimenta un proceso de duelo similar al que generalmente ocurre con la muerte natural de un familiar muy estimado o amigo cercano. Sin embargo, en los desastres es necesario que los profesionales de salud mental recuerden que esta sensación de pérdida y cambio puede derivarse no sólo de la muerte, sino también de la destrucción de bienes personales materiales y de la devastación del entorno del damnificado. Es frecuente que éste lamente la pérdida del vínculo de seguridad y familiaridad con su hogar, sus recuerdos valiosos o su barrio. El individuo también experimenta un proceso de pena con la destrucción de sus bienes materiales o pérdida de su empleo. La respuesta psicológica y la conducta de la persona ante un desastre está condicionada por su sistema de apoyo social y emocional, que le ayuda a resolver el estrés. La naturaleza de la matriz social de un sujeto también puede ser origen de factores de influencia poderosos que lo protegen contra el posefecto de un evento crítico. Los mecanismos psicofisiológicos y recursos internos del individuo, así como la red de apoyo de la familia y amigos, revisten suma importancia en este proceso de readaptación y resolución. Un añadido a estos recursos personales podría ser la asistencia y servicios disponibles en la comunidad para ayudar a las personas afligidas. La resolución de crisis es un conjunto de mecanismos psicofisiológicos interrelacionados, que se ven estimulados por el estrés y crisis, pérdidas y duelo, así como sistemas de apoyo operativos, que fomentan los tipos de conducta que sirven para lograr un estado de equilibrio. Estas conductas adaptativas protegen al individuo mediante la evitación, modificación o manejo del estrés causado por el desastre. Tomado de Manual de la Atención de Salud Mental para Víctimas de Desastres. OPS/OMS. Harla - México, 1989 (capítulo 2) 30 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 30 - 41 CONCEPTOS GENERALES EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS Estos cuatro conceptos se analizan en el capítulo presente, de modo que los profesionales de salud mental puedan relacionar sus conocimientos acerca de la dinámica de los desastres con las reacciones esperadas, a efecto de facilitar la identificación y el tratamiento de estos problemas. Estrés y crisis Estrés El estrés y la crisis son conceptos psicofisiológicos relacionados. El estrés consiste en las tensiones reactivas físicas y emocionales que pueden derivarse de eventos objetivos o estímulos externos, o ambas cosas, llamados factores estresantes. Un desastre natural desencadena una serie de factores estresantes que pueden originar tensión en grado variable, en las víctimas. Los teóricos han relacionado el estrés con diversos factores que varían según su fuente y su tipo, además del mecanismo sugerido de resolución del propio estrés. Estos factores abarcarían los siguientes: • Factores antecedentes, mediadores y de intervención; • Cambios en los sistemas biofisiológicos de la persona; • Impacto y variaciones en la percepción de los procesos cognoscitivos de la persona, y • Factores estresantes como los eventos sociales y psicológicos, así como su significado simbólico. Un autor define el estrés como las fuerzas internas con que se resisten las amenazas externas y enlaza este concepto con la respuesta del cuerpo a las experiencias simbólicas y los eventos sociales y psicológicos. De tal suerte, el estrés sería la fuerza interactiva entre el organismo y el medio externo (Wolff, 1953). Otro autor define el estrés como un estado que se manifiesta por síntomas específicos, consistentes en cambios del sistema biológico inducidos por un grupo de estímulos o agentes (factores estresantes). A partir del concepto de homeostasia como mecanismo regulatorio del organismo, dicho autor afirma que el estado de estrés resulta de una reacción de autopreservación cuando dichos agentes externos atacan a la persona (Seyle, 1956). Un tercer autor, que emplea también la teoría del equilibrio, considera el estrés como rela- 30 - 41, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 31 cionado con procesos cognoscitivos cuando se enfrentan amenazas y es preciso evaluar lo ocurrido. Si el individuo anticipa daños psicológicos o físicos, aumenta el nivel del estrés, y esto inmoviliza al sujeto o le causa sensaciones de impotencia, que se expresan en la forma de angustia (Lazarus, 1974). Además de lo anterior, los investigadores han descrito el estrés como resultado de la perturbación de las actividades acostumbradas; las fuentes de tal perturbación podrían ser los factores antecedentes, mediadores o de intervención. Estos factores, cuyo efecto es el de aumentar o disminuir el estrés, consisten en eventos previos (factores estresantes) que no han sido resueltos por completo, además de limitantes internas y externas, procesos cognoscitivos de tipo afectivo y las expectativas sociales de la persona (Dohrenwend, 1978). Los nuevos datos sobre las endorfinas podrían aclarar las reacciones de estrés. Estas sustancias químicas encefálicas consisten en moléculas proteínicas y podrían ser un factor clave en el sistema cerebral que activa y registra la conducta emocional. Se trata de moléculas que tienen efectos potentes, específicos y selectivos en las neuronas, y al parecer guardan relación con ciertos aspectos de la conducta. Se piensa que las endorfinas actúan como neurotransmisores entre las neuronas. Sus funciones verdaderas y las reacciones del cerebro, donde actúan, son todavía desconocidas, si bien su relación estructural con el dolor y con las vías nerviosas de las emociones constituye una base hipotética para enlazar la conducta del estrés con la modulación fisiológica de la conducta, la percepción del dolor y la regulación de las emociones (Snyder, 1978). En resumen: • El estrés se conceptúa como un estado del organismo en su totalidad y puede estar relacionado, en un momento específico, con el estado psicofísico de la persona; • Diversos estímulos ambientales pueden producir estrés; • Los individuos responden de manera diferente a los mismos estímulos. Algunos parecen insensibles a los estímulos estresantes, al tiempo que otros son en especial vulnerables a factores que producen desequilibrio personal; • Los estados de estrés originan respuestas psicobiológicas de duración variable. Estas respuestas dependen del número, intensidad, frecuencia, duración y prioridad de las demandas a que se ven sometidos los mecanismos de resolución de crisis del individuo, y • Las reacciones varían según la situación, fuerza del factor estresante, estado de salud, tipos de sistemas de apoyo en la comunidad, red de apoyo familiar y patrones habituales de interacción humana del sujeto. En términos generales, el sistema de estrés podría considerarse como fluctuante, abierto, dinámico y fluido. La situación del señor M., vendedor de 38 años que perdió a su esposa y su único hijo durante una inundación de las praderas centrales estadounidenses, ejemplifica una reacción de estrés ante la pérdida de los seres amados, el hogar y el trabajo: Se entrevistó al señor M. en el cuarto día después del desastre. Había objetado algunos de los interrogatorios de rutina con que se cuantifican los objetos que había perdido, con el objeto de reponérselos. Cuando tuvo frente a sí la tarea concreta de describir los objetos, no aguantó más y se soltó a llorar. Se calmó al cabo de varios minutos, se disculpó e intentó explicar lo “extraño” que era para él sentirse tenso y atemorizado todo el tiempo. Relacionó su estado directamente con el momento en que se dio cuenta de la inundación y las consecuencias de la misma. Describió que tenia dificultades para deglutir y sensaciones de temor cada vez que alguien se le acercaba. No podía concentrarse lo suficiente para entender lo que le preguntaban. En vez de ello, se daba cuenta de que su corazón se "aceleraba", el estómago se le contraía, y experimentaba sensaciones intensas de irritabilidad. También sentía que no soportaba más exigencias o intromisiones en su vida y que quería que lo dejaran en paz. Cualquier actividad le significaba un esfuerzo. Pensaba que los "burócratas" eran eficaces pero fríos e insensibles, y que esto intensificaba su estrés. físicas y emocionales. De manera específica, es un periodo limitado de desequilibrio psicológico precipitado por un cambio repentino y significativo en la situación vital del individuo. Este cambio origina necesidad de ajustes internos y el uso de mecanismos de adaptación externa que rebasan temporalmente la capacidad del individuo. El individuo en crisis puede ser considerado como un sistema integral afectado por la interacción de cambios dinámicos. Estos últimos ocurren cuando entran en colisión fuerzas de diferentes niveles, que a su vez están bajo la influencia continua de mecanismos reguladores naturales de tipo biofísico cuya función es el logro del equilibrio personal. Esas son las entradas y salidas de información y energía en el sistema. El punto esencial de crisis es que la intensidad de la energía de un sistema exceda la capacidad del organismo para ajustarse y adaptarse a ella. El individuo se ve abrumado y el sistema entra en desequilibrio. La fluctuación grave de la homeostasia personal frente a un evento crítico resulta de la desorganización de los sistemas psicológico y somático. Las consecuencias de esta fluctuación abarcan la tensión personal intensa y estrés. Tal desequilibrio puede depender de la muerte de un ser amado, pérdida de ingresos o bienes materiales, enfermedades, divorcio, nacimiento de un hijo, mudanzas u otras vivencias personales importantes. Los cambios en los papeles personales y en las conductas usuales y esperadas con frecuencia originan, como consecuencia secundaria, problemas en las relaciones interpersonales. En la medida en que ocurren tales cambios, el individuo tiende a presentar nuevos patrones de conductas a fin de manejar el estrés y, por lo tanto, disminuir las molestias y el dolor. Un ejemplo de un cambio acelerado en la situación de una persona es el relato siguiente, hecho durante las actividades de rescate después de un huracán: Una madre de 48 años con dos hijos adolescentes, recientemente divorciada, quedó atrapada en su automóvil a causa de cables eléctricos caídos. Tuvo que permanecer en tal situación durante más de siete horas, hasta que un grupo de socorristas la extrajo del vehículo. La llevaron a un refugio, donde se enteró de que su Crisis Una crisis es un periodo crucial o decisivo en la vida de una persona, un punto de viraje que tiene consecuencias 32 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 30 - 41 CONCEPTOS GENERALES EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS barrio había sufrido graves daños. Sin embargo, nadie podía informarle si sus dos hijos estaban a salvo y a qué refugio los habían llevado. Durante tres días trató de averiguarlo pero, dadas las condiciones del camino, las líneas telefónicas caídas y las prioridades de los pocos trabajadores que brindaban asistencia en el desastre, no pudo obtener información. Cuando la entrevistaron, expresó su ansiedad y sensaciones de disgusto por la forma en que "la traían de un lado para otro". En su conversación había divagaciones, y repetía una y otra vez que nunca había dejado solos a sus hijos. Pensaba que su divorcio había sido un trauma suficiente para ellos y ahora, de nueva cuenta, sentía que era una mala madre, Sus sensaciones de impotencia, angustia, desorientación, autoacusaciones e intentos continuos y frenéticos de averiguar dónde estaban sus hijos, aunados a su renuencia a escuchar o aceptar explicaciones, reflejaba el primer ciclo de su conducta en crisis. El modelo de crisis ha revestido importancia considerable para los trabajadores de salud mental que atienden a damnificados. En primer término, transmite el conocimiento de que ciertos eventos vitales originan la pérdida de los modos habituales de conducta como resultado de la confusión personal, tensión y perturbación emocional que acompañan al estrés. En segundo lugar, la teoría de las situaciones de crisis plantea que hay periodos cruciales en que el individuo debe tomar decisiones que tendrán consecuencias a largo plazo en su modo de vida y grado de ajuste ulteriores. Un ejemplo de un periodo crucial es el duelo que sigue a una pérdida importante. A fin de comprender la función de esta conducta, hay que examinar la calidad de las relaciones personales interrumpidas por la pérdida. Un alto porcentaje de los dolientes no pueden ir más allá de la etapa de impotencia y resignación. A su vez, esto precipita diversos grados de depresión, incluida la interferencia en todas las funciones de toma de decisiones necesarias para que la persona reorganice su vida. La sensación de crisis se intensifica a causa de la incapacidad del sujeto para afrontar todas las interacciones humanas y burocráticas necesarias en la obtención de ayuda. La continuación e intensificación de la aprensión derivada de la crisis da lugar a una espiral descendente que causa, a la vez que 30 - 41, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 33 incluye falta de energía, depresión, pasividad, pérdida de la autoestima y conducta impotente. La forma en que el individuo enfrenta el problema durante un periodo de estrés emocional ejerce influencia en el hecho de que emerja de la crisis con mayor susceptibilidad a los trastornos mentales o mayores probabilidades de lograr una mejor capacidad de resolución de crisis. En tercer lugar, la teoría de las crisis muestra que el individuo que está en desequilibrio expresa dos características paralelas, una de esperanza y búsqueda de ayuda, y la otra de mayor susceptibilidad a la influencia de factores externos, En virtud de estas dos características, se trata de un momento propicio para brindarle servicios de salud mental. Por lo tanto, la crisis es una situación vital que incluye cambios, amenazas o dificultades que originan desequilibrio personal. Puede derivarse de factores del desarrollo, como la pubertad, embarazo o edad madura, o de factores- accidentales, incluidos un accidente automovilístico, incendio o desastre natural. Otros aspectos de la teoría de las crisis son las siguientes: • La realidad objetiva de una crisis es la expresión de normas sociales, valores y la cultura propia, por lo que difiere según la persona o sociedad de que se trate. Algunos grupos definen un cierto evento como causa de crisis, mientras que otros no; • El proceso de interpretación subjetiva de un evento crítico modifica lo que la sociedad define en forma objetiva. Los individuos confieren significados diferentes al evento, su percepción de lo que ha ocurrido, su vivencia anterior de eventos similares y su éxito o fracaso en manejar los efectos de tales eventos, y • El proceso de restauración incluye controlar los recursos personales y sociales en la busca del equilibrio y el funcionamiento eficaz. Durante esta fase final, emerge la activación individual de las habilidades necesarias para resolver la crisis. Al emplear éstas, se intenta reducir o modificar un problema; es factible que el individuo menosprecie el evento al buscar satisfacción en otra parte, o que se resigne a lo que ha ocurrido e intente resolver el estrés resultante. Esta fase final de la crisis abarca encontrar defensas apropiadas y formas de dominar las sensaciones y emociones negativas durante el periodo de confusión. Por último, debe agregarse que los conceptos de estrés y crisis se relacionan con los de pérdida y duelo, apoyos social o emocional, y resolución de crisis y adaptación. Es evidente que catástrofes como un incendio, huracán o terremoto son eventos riesgosos que originan estrés y crisis. Las fases de la crisis y sus dimensiones psicológicas son de gran importancia para los profesionales de salud mental que intentan comprender a los damnificados e intervenir a manera de brindarles ayuda psicológica. Pérdidas, duelo y pena Otro grupo de conceptos de utilidad especial en la ayuda a damnificados consiste en los de pérdida, duelo y pena. Los últimos dos casi siempre hacen referencia a la reacción que produce la pérdida, en especial si se trata de la muerte de alguien importante en la vida emocional de la persona. El análisis de la pérdida suele enfocarse en la muerte, pero puede abarcar la destrucción de bienes materiales o el desempleo repentino; la disfunción física, social o psicológica, o la separación respecto de los seres amados. El duelo y pena, por lo tanto, son procesos emocionales que se derivan de la experiencia de pérdida, de manera que los damnificados suelen experimentar un proceso de duelo y pena. síntomas físicos y psicológicos. Se inician con el reconocimiento y aceptación de la pérdida. El individuo necesita aceptar la realidad no sólo intelectual sino también emocionalmente. Cuando sólo ocurre la aceptación intelectual, las probabilidades de inadaptación emocional son mayores. El proceso de duelo hace que la persona pase sucesivamente por los estados de choque emocional, aflicción aguda y resignación. En el camino, suele padecer molestias físicas o volverse más susceptible a las enfermedades; quizá se retraiga y se vuelva apático, es factible que exprese mayor hostilidad hacia los demás o puede aislarse por completo (Lindemann, 1944). La descripción de la conducta de luto de las víctimas después del incendio del club nocturno Coconut Grave de Boston, en 1942, muestra muchos aspectos de la conducta que se advierte en los refugios y viviendas temporales después de un desastre que origina pérdidas considerables. Por ejemplo, una reacción predominante es la defensa intensa de la negación, es decir, las víctimas parecen preocuparse por actividades o conversaciones que no abarcan la mención de la pérdida sufrida, Esta reacción tardía al parecer facilita la resolución de emociones incontrolables. Otro ejemplo es el siguiente: La conducta de la señora S., mujer de 29 años que perdió a su prometido un mes antes de casarse, ejemplifica la reacción tardía de defensa. Un temblor de tierra hizo que cayera un techo y diera muerte a su futuro esposo. La víctima se convirtió en ayudante de la enfermera en jefe del refugio en el área de desastre y se ocupó de mantener en orden la farmacia. Movía los frascos y recipientes de píldoras de una repisa a otra, ordenaba los suministros de primeros auxilios y hacia largas listas de los artículos que se tenían en existencia y los que era necesario reponer. Cualquier mención de su prometido hacia que volteara la cabeza y cambiara el tema; no expresaba signo emocional alguno de su estrés o tristeza. Sin embargo, tres semanas después fue vista, deprimida y agitada, en un centro de atención de crisis. Había disminuido de peso, no podía dormir y tenía ideas paranoides leves. Con la orientación adecuada, pudo iniciar la aceptación de su pérdida, los sentimientos ambivalentes que tenia hacia su prometido y la ira que le había provocado esta experiencia. Entre muchos otros profesionales. Kübler-Ross ha llamado la atención acerca de la muerte y la reacción psicológica a la misma. Los individuos que enfrentan la inminencia de su propia muerte o la de personas cercanas a ellos pasan por un proceso de cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación (Kübler-Ross, 1976). Se ha dicho que estas etapas no siempre ocurren y que tampoco lo hacen invariablemente en un orden especifico; antes bien, las etapas que ocurran y su orden están sujetos a influencia importante de la personalidad y actitud general de la persona hacia la vida (Scheidman, 1976). Los procesos de duelo y pena, a veces denominados conjuntamente con el término luto, abarcan elementos cognoscitivos y es frecuente que se expresen mediante 34 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 30 - 41 CONCEPTOS GENERALES EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS Otro autor, Peter Marris, ha descrito estos procesos en forma un tanto diferente. Considera el duelo como la expresión social del luto, que usualmente se manifiesta en los hábitos o rituales religiosos. Describe la pena como la sensación de conflicto intenso entre impulsos contradictorios: la necesidad de conservar todo lo valioso e importante del pasado y al mismo tiempo la de comenzar una vida nueva, aceptando la pérdida sufrida. Si el proceso de pena se interrumpe con demasiada prontitud en la búsqueda de reajuste y reintegración inmediatos, o si se continúa en forma interminable con una preocupación incesante por lo perdido, el doliente quizá nunca se recupere emocionalmente. La pena se domina al abstraer lo que reviste importancia fundamental en el sujeto o persona perdida y después enfrentar la vida y aceptar la nueva realidad (Marris, 1975). Por lo general, se admite que la pena es un proceso que se inicia con tristeza, temor, angustia e ira; se continúa con dolor y desesperación, y usualmente termina con confianza y esperanza renovadas. Estas fases expresan la necesidad de recuperar el vínculo con la persona o el objeto perdidos, incluyen desorganización personal y desequilibrios emocionales, y concluyen con la reorganización y adaptación (Bowlby, 19,61). Cuando se pierde a una persona con la que se tenía un vínculo íntimo, la naturaleza, gravedad y resultado del proceso de pena dependen de muchos factores. Entre éstos, se incluyen la relación que había con la persona perdida; la personalidad, estado de salud y edad del doliente, y su situación social y económica al momento de ocurrir la pérdida (Gut, 1974). Como se señaló, el duelo y la pena pueden relacionarse con otras pérdidas, además de las derivadas del fallecimiento de una persona. También suele haber una sensación de pérdida como resultado de la incapacidad para lograr objetivos o conservar la libertad o independencia, altamente valoradas. Los sentimientos resultantes de desilusión, privación o fracaso generan fuerzas dinámicas con consecuencias de importancia. Estas suelen contribuir a estados patológicos y afectar los logros de la persona. En este sentido, la pérdida también origina algún tipo de duelo o pena. Por ejemplo, un anciano puede experimentar una sensación intensa de pérdida como resultado de 30 - 41, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 35 la disminución de su funcionamiento fisiológico en forma relacionada con la edad (Rochlin, 1965). La pérdida repentina por desintegración o reubicación de familias también origina un proceso de pena y angustia intensa. Un autor señaló que un proyecto de reconstrucción de barrios bajos en Nigeria hizo que las familias sintieran que habían perdido el ambiente conocido de sus barrios y las relaciones sociales que habían trabado a lo largo de los años. La pena fue una reacción común en las personas afectadas (Marris, 1975). Fried hace un señalamiento similar con relación a la ciudad de Boston, donde un grupo de damnificados italoestadounidenses lamentó la pérdida de sus hogares, barrios v vínculos sociales. La familiaridad y estructura de tales vínculos pocas veces se reestablece en un medio nuevo y desconocido, de modo que las personas reubicadas muestran diversos síntomas, incluidos los de ira, sensación de impotencia, trastornos somáticos y tendencia a idealizar la vivienda perdida (Fried, 1963). Es lógico suponer que todos los damnificados experimentan pérdidas en grado variable. Por supuesto, las más graves consisten en la pérdida de seres amados. El duelo y la pena por esta pérdida se complican con el efecto caótico del desastre, que puede incluir las pérdidas adicionales por destrucción de bienes materiales, reubicación en otra zona y desempleo. Muchos desastres no originan muertes numerosas pero sí privan a los damnificados de sus hogares, recuerdos, barrio y fuente de ingresos. En tales casos, cabe esperar que las personas experimenten una sensación profunda de pérdida, que origina el proceso de duelo y pena. Esto se agrava con el saqueo y el vandalismo que suelen seguir al desastre. Recursos sociales y emocionales Los recursos sociales y emocionales de los damnificados guardan relación con sus experiencias anteriores en lo referente al estrés y crisis, pérdidas y duelo, y resolución de crisis y adaptación. Lo que usualmente se denomina red de apoyo social y emocional de una persona influye de manera considerable en el resultado de pasar por la ex- periencia de un desastre. Por tal razón, los profesionales de salud mental deben estar bien conscientes de los tipos de recursos sociales y emocionales que los damnificados tienen, a fin de ayudarles mediante el establecimiento de enlaces con esta matriz social y el reforzamiento de la misma, con lo que aumenta la capacidad de los damnificados mismos para resolver el estrés causado por el desastre. Los grupos sociales de carácter tradicional, estable y estructurado tienden a promover vínculos intensos y de esta manera, protegen a sus miembros contra las consecuencias patológicas de las crisis. Los recursos de un individuo forman parte de su capacidad emocional, que está integrada con su red social. Este es un factor fluctuante, con aumento de las posibilidades de crisis conforme avanza la edad. Los recursos emocionales son un grupo de características genéticas y fisiológicas que abarcan las habilidades y capacidades psicológicas del individuo, usualmente basadas en experiencias, para resolver el estrés que origina un problema. Estos recursos emocionales permiten soportar las presiones del estrés, angustia y sentimientos depresivos, además de tener la confianza en si mismo que ayuda a definir con claridad la realidad, precisar objetivos y emprender acciones eficaces. Cuando estos recursos no bastan para soportar la tensión, es frecuente que el individuo sucumba al estrés y manifieste conductas inadaptativas. Los recursos sociales son la suma de las relaciones del individuo; forman una red de vínculos sociales con individuos y grupos de las que deriva apoyo emocional (Tolsdorf, 1976; Caplan, 1974). Al enfrentar un evento estresante, el individuo por lo común apela en primer término a su reserva de mecanismos emocionales internos, a fin de resolver el problema. Cuando estos mecanismos fracasan, es usual que utilice el apoyo de su red social. Esta estrategia de resolución de problemas, basada primeramente en los recursos personales y después en los sociales, es el patrón de conducta generalizado, que emplea la mayoría de las personas. Sin embargo, quienes padecen enfermedades mentales con frecuencia tienden a basarse inicialmente en los recursos sociales y, si éstos fracasan, recurren a sus propios recursos emocionales (Speck y Rueveni, 1969). Se ha observado que la calidad de la red social de una persona y el contexto sociocultural en que ésta actúa son factores determinantes significativos de su conducta de resolución en crisis. La red social puede ser una fuerza importante en la conservación de ciertas formas de conducta o en la determinación del grado y dirección de los cambios. Sean cuales fueren los cambios, dicha red puede apoyarlos o no y facilitar o no los esfuerzos de adaptación, según los valores sociales y culturales aplicables a la situación (Hammer, 1963). La red social o sistema de apoyo se ha definido también como un grupo de individuos que ejercen influencia mutua en sus propias vidas para satisfacer necesidades humanas específicas. Esta es la fuente de amor, afecto, respeto, aprobación y definición de sí mismo para la persona. Los vínculos en una red de apoyo social dependen del tipo y calidad de comunicación entre sus miembros. De tal manera, si se emplea este concepto en las actividades terapéuticas, el profesional de salud mental debe buscar: • La creación de un ambiente de confianza y una actitud abierta entre los miembros de la red social; • La facilitación de la relación entre los actores del sistema; • El examen de la conducta de una persona a la luz de su sistema de apoyo, con enfoque en la manera de cambiar la primera si es necesario, y • La realización de los cambios requeridos en la red social mediante la alteración de las relaciones entre sus miembros (Speck, 1969). En periodos de estrés, los individuos suelen emplear sistemas de apoyo formales e informales como ayuda para enfrentar sus problemas. Un ejemplo del uso de apoyos formales es el caso de los trabajadores de un instituto de salud mental que, al sufrir presión intensa en su trabajo, deciden mejorar formalmente los canales de comunicación entre ellos. Esto se logra mediante reuniones de grupo periódicas, ideadas para aumentar la expresión de sentimientos, compartir el apoyo y brindarse consejo y retroalimentación, a fin de enfrentar de manera más eficaz las tensiones de trabajo (Pines y Maslack, 1978). 36 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 30 - 41 CONCEPTOS GENERALES EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS Un ejemplo de apoyos informales es el que da Gottlieb (1975) en su investigación sobre adolescentes de escuelas de nivel medio superior. El autor dividió su muestra en cuatro grupos (élites, aislados, desviados y fuereños) y analizó la forma en que los miembros de cada grupo resolvían sus problemas sociales, familiares y escolares. Observó que, cuando los adolescentes disponían de ayuda informal (de patronos, maestros, clérigos, vecinos o parientes) durante las etapas iniciales de un problema y la aceptaban para la resolución del mismo, los muchachos recurrían a tales personas como su primer mecanismo de defensa contra la pérdida del equilibrio social y emocional. La afiliación de grupo como forma de desarrollar la red de apoyo social de la persona es necesaria cuando ésta se ve desplazada o reubicada, así como en caso de sufrir aislamiento grave. Al estudiar a los sobrevivientes de campos de concentración nazis, un autor advirtió que su capacidad para resolver los problemas guardaba relación directa con la creación de sistemas de apoyo mediante afiliaciones de grupo. Fue esta red la que proporcionaba, a los prisioneros, la información, consejo, protección y refuerzo de su individualidad y valía personal. Las probabilidades de supervivencia se volvieron cada vez más limitadas para quienes no recurrieron a la afiliación en los primeros días de su reclusión en los campos de concentración (Dimsdale, 1974). No es muy extensa la literatura en que se analiza de manera específica la necesidad y el uso de los sistemas de apoyo social durante un desastre importante y después del mismo, si bien se han realizado algunos estudios en esta área. En un análisis de víctimas de desastres, el éxito en la resolución de problemas guardó relación directa con el uso del sistema de apoyo social. En el periodo inmediato después de la catástrofe, los individuos que se basaron principalmente en sus vínculos sociales con parientes y amigos cercanos, y en menor grado en los vecinos y organizaciones formales o de voluntarios, por lo general pudieron enfrentar de manera eficaz el estrés derivado del desastre. Incluso tres años después de éste, dichas víctimas tenían vínculos más intensos con su sistema de apoyo social que antes del desastre mismo (Drabek y Key, 1976). La familia y los amigos son las fuentes más 30 - 41, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 37 importantes de escepticismo acerca de la utilidad de muchas organizaciones de ayuda formales. Esto es válido sin importar el nivel socioeconómico (Erikson, Drabek, Key y Crowe, 1976). Los damnificados con frecuencia son reubicados en campamentos para casas rodantes o sitios similares (campamentos de refugiados) sin considerar la red natural de apoyo social de individuos y familias. Muchos problemas sociales y emocionales que surgen en estos campamentos guardan relación con la falta de familiaridad y la actitud suspicaz en el nuevo entorno, así como la pérdida de la red de apoyo social (Hall y Landreth, 1975). Según estos autores, los individuos y familias utilizan en primer término sus recursos emocionales para enfrentar el estrés derivado de su situación, en el periodo que sigue a un desastre natural, y después tienden a necesitar el apoyo psicológico de familiares y amigos, a fin de enfrentar dicho estrés. Por lo tanto, los profesionales de salud mental deben estar atentos a la existencia y uso de los sistemas de apoyo social y emocional por parte de los damnificados. Es evidente que las personas afligidas por una catástrofe emplean primeramente sus recursos psicológicos internos y el apoyo de los familiares y amigos, antes de recurrir a los servicios más estructurados y formales que proporciona la comunidad. En resumen, diversos sistemas de apoyo ayudan al individuo en la resolución del estrés provocado por el desastre y la busca de adaptación personal. Resolución de crisis y adaptación Otros conceptos clave relacionados con la comprensión de la conducta de damnificados son los de resolución de crisis y adaptación. En esta sección se analiza el significado de la resolución de crisis, la relación de la misma con el estrés y los sistemas de apoyo sociales y emocionales, y los elementos de la conducta de resolución de crisis encaminados a la adaptación y la salud. Aunque hay muchas definiciones de resolución de crisis (coping), en esta sección se define como la conducta que protege al individuo contra el estrés interno y externo. Esta conducta implica adaptación, defensa y control (White, 1974). La conducta de protección usualmente sigue tres caminos: • Alteración de las condiciones que producen el estrés; • Definición del significado de la experiencia productora de estrés, a fin de disminuir su importancia, y • Manipulación de las consecuencias emocionales a fin de que queden dentro de límites manejables (Pearlin and Schooler, I978). La conducta de resolución de crisis tiene cono objetivo prevenir, modificar, evitar o manejar la tensión y el estrés, y casi todos la empleamos en algún momento. No debe interpretarse como conducta inusual o rara. La mayoría de los individuos aprende formas de enfrentar el estrés y si bien éstas varían, es usual que correspondan a los patrones de conductas de evitación, alteración, manejo, prevención o control del estrés emocional excesivo. El estrés casi siempre se relaciona con crisis y es el malestar emocional que se siente al experimentar problemas persistentes o demandas excesivas. Se deriva de presiones inusuales, poco comunes o inesperadas, por ejemplo, el temor de ser operado (Janis, 1958), la competencia en las pruebas de selección para estudios de doctorado y el impacto de un desastre natural (Ahearn, 1976). El estrés se relaciona con un evento o situación específicos y difiere de la angustia o depresión, que son más generalizadas y difusas. El estrés varía hasta cierto punto pero guarda relación con la tensión, que es el resultado de problemas cotidianos que pueden causar preocupación. Es usual que la tensión se derive de los conflictos relacionados con funciones sociales de la persona, como la tensión de ser padre, trabajar, casarse o relacionarse socialmente. La conducta de resolución de crisis es una respuesta al estrés y la tensión que sirve para defender al individuo contra daños emocionales incapacitantes. La conducta de resolución de crisis se entrelaza con los recursos sociales y emocionales de la persona. La naturaleza de la matriz social de la persona, es decir, la red de relaciones con sus familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y pequeños grupos la facilita o, en caso contrario, la dificulta y obstaculiza. Es precisamente a este sistema social que recurren los individuos en primer término cuando buscan apoyo, comprensión o ayuda en la resolución de problemas. Sin embargo, la conducta de resolución también depende de las herramientas emocionales o psicológicas de la persona, es decir, sus características en lo que se refiere a defectos y virtudes personales. Estos recursos abarcan su capacidad de comunicación, la autoestima y la capacidad de soportar las dificultades sin desorganización ni desesperación. Las habilidades de comunicación facilitan la expresión del problema y los medios para buscar ayuda en su resolución. La autoestima consiste en la opinión positiva que la persona tiene de sí misma; su ausencia indica el desprecio de sí mismo. Los recursos emocionales por lo general corresponden a lo que son las personas, mientras que la conducta de resolución es la que emplean para solucionar el estrés. La conducta de resolución usualmente abarca respuestas de acción, pero también emplea la cognoscitiva y la percepción. Estas últimas pueden asumir tres direcciones. En primer término, las respuestas de resolución pueden consistir en intentos de cambio de la fuente de tensión o estrés; esto supone conocimiento y percepción de sus causas. La atención se enfoca en cambiar la situación (causa) antes de que surjan la tensión o el estrés, En los hechos, esta estrategia se encamina a evitar las situaciones amenazantes. En segundo lugar, las respuestas de resolución pueden intentar redefinir la situación amenazante a fin de controlar el grado de estrés. Es usual que se active esta estrategia si la persona no puede controlar el curso del estrés o la tensión a modo de disminuir o amortiguar su impacto. Es esta la forma en que se manejan el significado y la gravedad del problema. De nueva cuenta, la cognoscitiva y percepción son importantes en este proceso. Se trata de acciones desarrolladas de manera que el individuo pueda señalar que el problema no es tan importante que deba causarle preocupación. Esto puede hacerse mediante comparaciones que permiten sacar en conclusión que la situación podría ser peor. También es posible hacer caso omiso selectivamente de los aspectos negativos y hacer énfasis en los positivos. 38 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 30 - 41 CONCEPTOS GENERALES EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS En tercer lugar, las respuestas de resolución pueden intentar el manejo del estrés a fin de que el individuo pueda continuar funcionando con la mayor normalidad posible. En lo esencial, esta acción consiste en el intento de mantener el estrés dentro de los límites controlables y sirve de ayuda para adaptarse al estrés sin sentirse abrumado por él. Esta tercera estrategia de resolución abarca respuestas diversas, incluidas las de negación, retraimiento, aceptación pasiva, optimismo excesivo, evitación o incluso pensamientos mágicos. El informe de caso que se presenta líneas abajo es un ejemplo de una damnificada que pudo enfrentar los múltiples eventos causantes de estrés después de la pérdida de su hogar por la ruptura de una presa y la muerte subsecuente de su esposo a causa de un ataque cardiaco. Pareció manifestar estrategias de resolución que le permitieron manejar sus problemas con síntomas psicosomáticos mínimos. Por añadidura, empleó de manera espontánea métodos de resolución que había observado en otras personas. La conducta de resolución y la actitud defensivas son dos tipos de procesos de adaptación psicológica que pueden aparecer de manera simultánea en el mismo individuo. La persona descrita en el párrafo siguiente empleó un método activo de resolución de problemas para enfrentar las exigencias que le plantearon el rescate y los organismos encargados de éste, pero también pudo defenderse por la modulación y el enfrentamiento de la realidad en forma tal que evitó hacer frente, de una sola vez, a la enormidad de todas sus pérdidas. Al enfrentar las consecuencias del desastre a manera de segmentos, pudo asimilar los nuevos eventos estresantes en que se vio inmersa al tratar de obtener financiamiento, encontrar una nueva vivienda, visitar a su esposo en el hospital y más tarde, hacer los arreglos necesarios para su funeral. Intentó adaptarse a todas las situaciones y empleó la ayuda que le brindó un orientador en crisis. Su uso de actitudes defensivas es evidente, en especial durante el duelo después de la muerte de su esposo. La señora L. viuda de 34 años, sufrió los incidentes recién descritos. Ella y su esposo habían dejado de traba- 30 - 41, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 39 jar cinco años antes, cuando quedaron desempleados a causa del cierre de la empresa donde laboraban. A pesar de graves dificultades económicas, pudieron efectuar el último pago de la hipoteca que pesaba sobre su casa. La señora L. se encargó de la atención de su achacoso cónyuge durante los últimos años de la vida de éste. Algunos años atrás, el hijo de la señora L. había abandonado a su esposa y sus dos hijos, de modo que ella tuvo que encargarse de la educación de sus dos nietos. Poco después, el hijo reapareció; había perdido su trabajo en otra ciudad y necesitaba apoyo emocional y económico. Aunque pocas veces tenían dinero suficiente, la señora L. se las arregló trabajando como niñera; nunca buscó la ayuda económica del gobierno. La señora L. tenía dolores de cabeza intensos, que le diagnosticaron como de origen psicosomático, durante el periodo en que realizó trámites ante los organismos gubernamentales de ayuda a damnificados, después de conseguir una vivienda temporal, así como en el curso de la hospitalización de su esposo antes de la muerte de éste. Continuó reuniéndose en forma periódica con el orientador en crisis al que la asignaron, de modo que consiguió un sistema de apoyo. Una parte de la información que compartía con el orientador consistía en datos personales sobre su ocupación pasada, familia, religión, historia clínica, y así sucesivamente. Durante las reuniones, la señora L. describió su actitud ante la vida y su forma de resolver sus problemas. Al parecer, formaba parte de un grupo de damnificados que sufrieron aflicción emocional leve. A causa de la desproporción entre la gravedad de sus perdidas, su edad y la manifestación y características cualitativas de su aflicción emocional, resaltó como una persona que había empleado sus habilidades de resolución en cada situación de crisis. Algunas de sus características consistían en ser evidentemente optimista, no sólo en la resolución de sus problemas sino también en cuanto a la esperanza de resolver tarde o temprano sus pérdidas. En vez de la sensación impuesta por el papeleo y las inspecciones, se sintió a gusto con el personal de los organismos gubernamentales y la ayuda que obtenía del orientador. Expresaba cierto resentimiento por la situación en que vivía y la posibilidad de negligencia en la "inspección" de la presa, pero al mismo tiempo satisfacción al realizar cualquier actividad que se pedía. Estaba plenamente consciente de las consecuencias graves de sus pérdidas, pero no temía al futuro y afirmaba que sus problemas sociales eran manejables, como lo habían sido en el pasado. En lo fundamental, la señora L. era una persona reservada que no perdía fácilmente el control pero tampoco confiaba en los demás. Sin embargo, su actitud era cooperativa, cordial y agradecida en una forma discreta. Evitaba las expresiones emocionales de todos tipos, prefiriendo modular sus respuestas y mantener el control personal. Aprovechó todos los planteamientos que le hizo el personal gubernamental para solucionar sus problemas. Tenía memoria superior a la de una persona común y corriente, criterio social adecuado, capacidad conceptual y conciencia satisfactoria de la realidad dentro del caos prevaleciente en su vida. La señora L. tendía al uso del autorrefuerzo positivo. Hacía preguntas apropiadas y escuchaba las opciones que se planteaban, Pudo utilizar la ayuda que se le brindó para adquirir conciencia de las soluciones de que disponía y evaluarlas. Ésta es la forma en que acostumbraba comportarse antes del desastre. Su actitud hacia la vida era práctica y con sentido común. Su estilo cognoscitivo también era práctico y tendía a ser más concreta que conceptual en lo relativo a sus tareas cotidianas. Prefería los detalles concretos y consideraba su ambiente corno algo que no había que conformar o modificar activamente. Su actitud de "tomar las cosas como vienen" se aunaba a su manera flexible de resolver los problemas. Con esta forma de pensar parecía controlar cualquier emoción basada en su vida de fantasía y no adquirir conciencia de cualquier pensamiento que le causara angustia. Por lo tanto, en circunstancias estresantes no era propensa a exagerar temores futuros. Para ella, se suponía que hay que enfrentar las tareas necesarias, y no preocuparse por ellas. Se basaba en concentrar su atención de manera específica y selectiva, formar conclusiones paso por paso e instruirse en forma autodidacta. Esta actitud de aceptación de la realidad le permitió soportar las pérdidas y desilusiones intensas, incluidos el dolor causado por la muerte de su esposo. No percibía las dificultades de la vida cotidiana corno inevitablemente trágicas o insuperables. Los eventos aflictivos o fracasos parecían ser señales que movilizaban su conducta de resolución, en vez de activar el retraimiento o el autodesprecio. Su estado de ánimo variaba en una amplia gama y la aflicción al parecer activaba una conducta de mayor vigilancia, control y corrección. Controlaba sus emociones con sumo cuidado y participaba sólo en situaciones en que su actuación podía ser productiva. La resolución de crisis, expresada en percepciones, cognoscitiva y conducta, es un concepto que se relaciona con los de estrés y crisis, pérdida y duelo, y sistemas de apoyo de la persona. La conducta de resolución dirigida a la adaptación y la salud y expresada en diferentes niveles consiste en modificar una situación estresante, sin definir nuevamente su importancia cuando hay un problema e intentar manejar el estrés que se está viviendo. Los profesionales de salud mental necesitan conocimientos sobre mecanismos específicos de resolución, a fin de diagnosticar trastornos en los damnificados y ayudarles en el logro de la adaptación y la evitación de trastornos emocionales. Los cuatro conceptos claves presentados en este capítulo son el fundamento de los conocimientos que necesitan los trabajadores de salud mental a fin de comprender las reacciones de los damnificados y ayudarles en la superación de las consecuencias emocionales del desastre. Como se analizó, el estrés y crisis, pérdida y duelo, sistemas de apoyo social y emocional, y conducta de resolución y adaptación, son conceptos que se traslapan y suelen ser aplicables a la conducta de los damnificados. Las personas que han sobrevivido a una inundación, huracán, terremoto o tornado experimentan el estrés que se deriva de la catástrofe misma y de sus consecuencias especiales, es decir, la muerte, pérdida de bienes materiales y reubicación. Estas tensiones pueden originar crisis en el damnificado, con consecuencias positivas o negativas en su conducta. La resolución de una crisis personal causada por un desastre depende en gran medida del grado de pérdida que sufra el individuo y de que disponga o no de apoyo social y emocional. 40 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 30 - 41 CONCEPTOS GENERALES EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS En el análisis de estos conceptos claves de uso común en la práctica de salud mental, los autores sugieren su aplicabilidad a las reacciones emocionales derivadas de desastres. Aunque son contadas las teorías que explican las consecuencias psicológicas de una catástrofe, además de que este tema continúa siendo controvertido en algunos círculos, es indispensable elaborar un marco de referencia conceptual para el análisis de estas conductas. En el capítulo presente se analizan cuatro conceptos relacionados entre si que se consideran como conocimientos básicos para comprender este tema; en el capítulo siguiente se estudian los datos derivados de las investigaciones sobre desastres, a fin de profundizar en la gama de conocimientos aplicados en el área. Con estos dos análisis, de conocimientos teóricos y aplicados, los autores presentan dos modelos de conducta de víctimas de desastres en el capítulo 3. Los profesionales de salud mental pueden emplear dicha información a fin de brindar servicios eficaces a los damnificados en sus comunidades. Beneficios Socios Sociedad Chilena de Salud Mental Quienes cancelen sus cuotas del año en forma anticipada, podrán optar sin costo alguno a: REVISTA • Un empaste de 4 revistas correspondientes al año que elijan. • Escoger 3 revistas de números anteriores y de cualquier año. • Entrega gratuita de la Revista de Psiquiatría y Salud Mental (4 ediciones al año). • Valor rebajado para nuestros socios en Revistas de años anteriores. CURSOS DE PSIQUIATRÍA PARA LA ATENCIÓN PRIMARIA Los profesionales al día con sus cuotas tienen entrada liberada a los Cursos de Psiquiatría para la Atención Primaria que se llevan a cabo en regiones. LIBROS Valor preferencial en los libros editados por la Sociedad. “Psiquiatría y Salud Mental” $25.000 (normal $30.000 pesos). “Trastornos de Personalidad" $20.000 (normal $25.000 pesos). "Avances en Psicoterapia y Cambio Psíquico” $10.000 (normal $15.000 pesos). 30 - 41, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 41 Conceptos Aplicados en la Comprensión de la Conducta de los Damnificados* Raquel E. Cohen y Frederik L. Ahearn, Jr. Cuando ocurre un desastre, los profesionales de salud mental tienen frente a sí diversas preguntas, como las siguientes "¿dónde puedo encontrar información acerca de los tipos de problemas que experimenta la gente después de una catástrofe?", y "¿quién me ayudará a comprender la forma en que suelen comportarse los sobrevivientes de un desastre?" En este capitulo se intenta responder a dichas preguntas y otras mediante el análisis de investigaciones sobre desastres en que se especifican los tipos de conductas observados en diversas condiciones, además de que se presentan dos modelos relacionados entre si, ideados para explicar dichas reacciones. Los autores tratan de integrar los conceptos básicos que se definen en el capitulo precedente con los diversos datos de las investigaciones que se estudian en este capitulo mediante dos modelos de conducta de los damnificados. En estos modelos, se incorporan las fases cronológicas citadas y los conceptos de crisis y estrés, pérdida y duelo, sistemas de apoyo y resolución de crisis, junto con otros factores psicológicos y sociológicos. El objetivo de este intento de síntesis es que los profesionales de salud mental empiecen a plantear algunas teorías causales de las consecuencias emocionales de un desastre. No son muchas las investigaciones sobre las consecuencias emocionales de los desastres. En la mayor parte de la literatura existente se estudian las relaciones de conducta desde perspectivas diferentes, como la psicológica, intrapsíquica y sociológica. Para algunos autores, el concepto de cualquier respuesta psicológica grave a una catástrofe es terna de polémica considerable. Los investigadores en el área salud mental no han dedicado atención suficiente a documentar estas respuestas, de modo que persiste la necesidad de investigaciones cuidadosas y continuas. Conducta relacionada con desastres Muchas de las observaciones y estudios que se ha hecho sobre los sobrevivientes de desastres señalan consecuencias emocionales específicas mediante el uso de un marco de referencia de fases de desastres. Estos elementos cronológicos consisten en las fases de pre-impacto, impacto y post-impacto de una catástrofe natural. En otras palabras, la respuesta de la persona depende de las condiciones de la fase de que se trate. Este factor tiene gran importancia para los profesionales de salud mental que planean sus intervenciones terapéuticas. * El tema de las consecuencias psicológicas de los desastres no ha sido un tema que atraiga mucho a los investigadores en salud mental. Gran parte de la literatura disponible al respecto se centra en variables sociológicas y hace énfasis en la organización de los servicios de emergencia, el impacto del desastre en la estructura social existente, las papeles de las víctimas y los trabajadores de los organismos asistenciales, y mejoras formas de plantear y organizar los programas de emergencia. Lo poco que se ha escrito acerca de la conducta de los damnificados no siempre ha sido sistemático ni comparable en cuanto a diseño, variables usadas o conclusiones generales. Algunos autores incluso afirman que un desastre natural tiene efectos psicológicos mínimos, si acaso, lo que les hace creer que el tema de las reacciones de conducta ante el desastre es, en el mejor de los casos, materia de controversia. No obstante lo anterior, la literatura Incluye datos que sustentan la opinión, común entre los profesionales de Tomado de Manual de la Atención de Salud Mental para Víctimas de Desastres. OPS/OMS. Harla - México, 1989 (capítulo 3) 42 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 42 - 53 CONCEPTOS APLICADOS EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS salud mental, de que un desastre sí origina efectos psicológicos graves. Lindemann fue uno de los primeros en explorar este lema, en su análisis de la conducta de las personas afectadas después del incendio del club nocturno Coconut Grove en Boston (Lindemann, 1944). Otros que han compartido su punto de vista son Lifton (1967), en su estudio sobre las víctimas de Hiroshima, desastre provocado por el hombre; Erikson (1976), con su trabajo después de la inundación de Buffalo Creek, y Cohen (1976), por un lado, y Ahearn y Rizo Castellón (1978), por el otro, en sus análisis sobre las hospitalizaciones psiquiátricas después del terremoto de Managua, Nicaragua. La pregunta que se plantea es: "¿Cómo reaccionan los individuos ante un evento que puede considerarse como cataclismo?" Las consecuencias emocionales de un desastre dependen de muchos factores. Entre éstos se incluyen el tipo y duración del desastre mismo, de la fase de advertencia que le precede y de experiencias previas, así como la magnitud de la destrucción, el número de muertos y la forma en que los damnificados perciben e interpretan estos aspectos. Todos los factores citados pueden afectar la intensidad y magnitud de los efectos psicológicos (Fritz, 1967). La reacción inicial comúnmente observada es un estado temporal de choque, por lo que la gente puede experimentar confusión, aturdimiento y cierta desorientación, estado que puede persistir durante minutos u horas (Wallace, 1957). En un estudio de las víctimas del huracán Autrey, se pidió que recordaran sus pensamientos durante el periodo de impacto. Muchos aparentemente habían superado el choque que les produjo la situación y la lucha por la supervivencia inmediata hasta el punto de que recordaron poco de lo que habían pensado durante tal periodo (Fogleman y Parenton, 1959). La reacción de choque puede considerarse como normal en el contexto de pérdidas y destrucción considerables. Desde el punto de vista psicológico, los desastres tienen un efecto "narcótico", que impide temporalmente que las personas asimilen el grado en que cambia su mundo y la posición que guardan en él (Moore, 1956). 42 - 53, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 43 Al momento de la catástrofe, cada individuo tiene frente a sí la dificultad de interpretar una realidad nueva y quizá aterrorizante. La tendencia común es relacionar los signos del desastre con eventos normales y familiares. Esta inclinación es particularmente común en desastres que ocurren sin previo aviso o en que se desconoce la causa desencadenante. En ocasiones, se da la advertencia de peligro inminente, pero es habitual que las personas hagan caso omiso de ella. Este problema de interpretación correcta de la realidad también se intensifica cuando el individuo no ha tenido otras experiencias en desastres (Kilpatrick, 1957; Fritz, 1961). Un ejemplo de esto se refleja en el siguiente estudio de caso: Fue una pesadilla, la presa South Fork había estallado y el torrente de agua avanzó hacia el valle Conemaugh y la población de Johnstown. Se transmitió de inmediato la advertencia la del peligro, por vía telegráfica. Tan pronto recibió el mensaje, la señora Ogle, jefe de la Western Union Office (oficina de telégrafos) salió para comunicar a los habitantes del pueblo las nuevas del peligro inminente, como lo había hecho muchas veces en el pasado. ¿Por qué los habitantes de dicho poblado hicieron caso omiso de su advertencia, lo que dio por resultado 2.200 muertes? Según el periódico Harpers Weekly del 15 de junio de 1889: “Miles de personas no dieron crédito a la alarma porque era como muchas otras falsas advertencias que habían escuchado antes" (Gelman y Jackson, 1976). A continuación se da otro ejemplo más reciente: El huracán David tenía mucha fuerza cuando se acercó a Miami en septiembre de 1979. Con sus vientos de 220 a 240 kph, es la tormenta tropical más intensa que haya habido en el Caribe durante el Siglo. Miles de persona murieron en las islas de Dominica. Española (República Dominicana y Haití), Santa Lucía, Barbados y Martinica. Cuando el Nacional Hurricane Center (EE.UU.) dio la alarma de huracán en el condado de Dade, el personal gubernamental inició la evacuación de miles de ciudadanos. Unos 5.000 a 6.000 ancianos fueron llevados de South Miami Beachl al refugio de la Cruz Roja. Otros 20.000 residentes buscaron refugio en otros centros, en espera de que pasaran el huracán. El huracán siguió un curso de norte a noreste, a unos 50 kilómetros al oriente de Miami. Se informó de algunas ráfagas 115 kph en Miami Beach y la porción norte del condado de Dade, pero la región no se vio sometida a los efectos plenos del huracán. Los funcionarios gubernamentales se sintieron complacidos al ver que David no se había dirigido hacía la Región. También la agradó la eficacia de sus medidas de planeación y evacuación. Todo había transcurrido sin mayores problemas. Sin embargo, poco después un psicólogo indicó que el pequeño error había sido el escaso refuerzo psicológico pasa quienes habían escuchado la advertencia y aceptado Ira evacuación. Expresó su temor de que en futuros huracanes algunas personas hicieran caso omiso de la alarma considerándola poco seria. Hubo quien empezó a preguntar qué efectos emocionales podría tener ese pequeño error. Nadie parece saberlo a ciencia cierta, pero se habla de que sí ocurre algo. La reacción más notable después de ese huracán fue de ira. Un varón de 70 años de edad afirmó, tras pasar la noche en un refugio, en condiciones de apiñamiento y olores desagradables: "Me la pasé mejor en las trincheras de la Primera Guerra Mundial'' (Dade County Civil Defense División Report, 1980). Durante una crisis, es probable que ciertos mitos influyan en las percepciones que tiene un individuo. Uno de ellos es el mito de la invulnerabilidad personal, que hace que la persona crea que, si bien la fuerza destructiva es real, no le causará daños en lo personal. Cuando ya no es posible sostener este mito, suele ser reemplazado con la ilusión de posición central, o sea, la sensación de que la fuerza destructiva está dirigida de manera exclusiva a la persona (McGonagle, 1964). Ambos mitos deforman la realidad y son dañinos hasta el punto de que pueden impedir que el individuo enfrente la realidad misma y hacer que adopte una conducta inapropiada. Resulta interesante que estos mitos suelen continuar mucho tiempo después del impacto del desastre e influyan sobre la conducta de las personas durante semanas e incluso meses ulteriores. Además de los problemas de percepción, hay factores psicofisiológicos que afectan la conducta personal poco después del desastre. Las respuestas emocionales varían de una persona a otra, pero parece haber consenso generalizado de que la emoción predominante que se expresa es el temor. Este suele manifestarse en la huida instintiva para salvarse a sí mismo y la familia, una sensación de seguridad al estar entre la muchedumbre y un estado de ánimo muy sugestionable. En casos más graves, la persona también experimenta petrificación por el miedo, alucinaciones y delirios (Fritz 1961). Los damnificados casi siempre tienen una actitud tranquila, comprensiva y considerada en su trato entre ellos y con los trabajadores que le ayudan (Wallace, 1957). Sin embargo, esta actitud dócil no debe equipararse con una de impotencia, irresponsabilidad y dependencia. Según Quarantelli (1960), esta “imagen de dependencia”, en que se considera que los damnificados son impotentes e irresponsables, es una opinión errónea sobre su conducta. La hostilidad e irritabilidad pocas veces se relacionan con la actitud tranquila y no exigente de muchas víctimas de desastres. Estas sensaciones, que se expresan inmediatamente después del cataclismo, suelen derivarse de un resentimiento generalizado que existía antes del desastre (Fritz y Williams, 1967). Debe agregarse que e trata de sensaciones que se vuelven más evidentes al cabo de semanas o meses, en especial si no se cumplen las promesas que hagan los trabajadores de las organismos que brindan asistencia a los damnificados. Otra falsa idea de la conducta de los damnificados es la "imagen de pánico". La idea popular de que una catástrofe origina pánico por lo general se ha refutado en los estudios sobre la conducta de los damnificados. Cuando ocurre la reacción de huida, no se manifiesta en la forma que sugiere dicha imagen. EI pánico, que es una forma relativamente infrecuente de conducta en el área de impacto de un desastre, ocurre sólo cuando la persona o el grupo se ven amenazados directamente por un peligro, o si el individuo considera que el escape es imposible en la situación. Una respuesta más frecuente al peligro es la de huir, que usualmente es la única elección razonable (Quarantelli y Dynes, 1970: Fritz, 1957). 44 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 42 - 53 CONCEPTOS APLICADOS EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS Jack London, en su descripción como testigo presencial del terremoto de San Francisco, publicado el 5 de mayo de 1906 en el periódico Collier´s Weekly, narra la ausencia la de pánico como sigue: Por increíble que parezca, la noche del miércoles, mientras la ciudad entera se derrumbaba estrepitosamente en ruina, fue una noche serena. No hubo multitudes. Tampoco gritos ni gemidos. No hubo histeria ni desorden. Pasé la noche del miércoles en el camino de las llamas que avanzaban, y en todas esas terribles horas no vi una sola mujer que llorara, un sólo hombre que estuviera alterado, ni una sola persona que tuviera el más leve signo de pánico. En términos generales, la conducta humana parece ser adaptativa. Las personas actúan para protegerse a si mismas y a los demás, en vez de enfrascarse en actos irracionales que tiendan a aumentar el peligro. Gran parte de las tareas de rescate inicial con frecuencia son obra de las damnificados mismos; la ayuda mutua y a la propia persona son comunes. Incluso entre las personas que están en el epicentro de un cataclismo, las formas de conducta centrada en objetivos son mucho más Frecuentes que las de tipo irracional e incontrolada (Fritz, 1957; Mc Gonagle, 1964). La tendencia general suele ser hacia la conducta adaptativa, pero se dispone de poca información que explique los tipos de problemas psicológicos que experimentan algunas personas. Las estadísticas generales que describen la respuesta humana a los desastres indican que un 15 a 25% de la población afectada puede evaluar su situación y tomar medidas prontas, eficaces, sostenidas y que corresponden a la conducta adaptativa. El resto permanece en un estado de aturdimiento y asombro durante periodos variables. Al cabo de una hora poco más o menos después del impacto, la mayoría suele responder en forma apropiada, al tiempo que un 15% del total requiere uno o dos días para adoptar una conducta Intencionada. Es en este último grupo que la desorientación, confusión, llanto, angustia paralizante e histeria hacen su aparición. Estas reacciones pueden persistir durante un periodo indeterminable (Fritz y Williams, 1957). EI siguiente es un ejemplo de este tipo de personas: 42 - 53, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 45 La señora S. viuda de 45 años rescatada de un techo después de una inundación grave, había permanecido sola en la oscuridad durante cuatro horas, en espera de que la embarcación de rescate se acercara a su casa y la encontrara. Tenía en sus manos un pequeño perro, que pasó al bombero que le ayudó a entrar en la barca. El perro cayó en el agua, que todavía era un torrente, y desapareció. La señora S. trató de “ordenar” que la embarcación se diera la vuelta pasa buscar al perro y, cuando ve le negó la posibilidad, empezó a llorar en forma inconsolable e ininterrumpida durante el resto del viaje hasta el refugio. En éste, aceptó todas las órdenes y sugerencias con una actitud muy dócil pero caminó incesantemente de un lado a otro. Se rehusó a comer durante dos días y sólo hablaba acerca de la forma en que la habían rescatado. Después de permitirle que ventilara y compartiera sus sentimientos, empezó a planear los pasos necesarios para su reubicación. Muchos estudios de la conducta relacionada con desastres se organizan con base en secuencias cronológicas. Aunque hay variantes, su forma general usualmente consiste en las fases de pre-impacto, impacto y post-impacto. La primera fase, de pre-impacto, incluye diversos factores importantes, como la duración de la advertencia sobre el desastre y la respuesta a ella, las experiencias anteriores de la persona con desastres y el grado de estrés presente en los sujetos antes de la catástrofe. La segunda fase, de impacto, abarca las respuestas de conducta inmediatas a los diversos tipos de desastres, al tiempo que la tercera, o de post-impacto, corresponde al grado de desorganización de la comunidad o la forma en que los damnificados continúan ajustándose. La comprensión de cada fase y su influencia en la conducta humana es importante para los profesionales de salud mental en cuanto a la planeación e intervención. Son diversas las respuestas emocionales relacionadas con la fase de impacto que se señalaron ya en páginas previas. Estas reacciones, según muchos investigadores, continúan durante semanas y metes ulteriores, en el periodo de post-impacto. Los autores usualmente comentan la fase final del desastre cono el periodo en que la víctima se enfrenta con la vida cotidiana en un ambiente que ha sufrido modificaciones radicales. La experiencia de peligro extremo y vulnerabilidad personal no pasa con el cataclismo, incluso para las personas que se han adaptado satisfactoriamente después de sobrevivir. Es algo que requiere tiempo para su asimilación. En el periodo que sigue a un desastre, los damnificados suelen estar afligidos por recuerdos atormentadores del evento y un temor intenso a que se repita (Wolfstein, 1957). Según muchos expertos, la primera expresión emocional abierta ocurre durante el comienzo de la fase post-impacto, el así llamado "periodo de rebote". En dicho punto, la persona tiene necesidad de estar con otros y ventilar sus sentimientos relacionados con las sensaciones de pérdida que le causan conmoción o quizá de soledad (Tyhurst, 1951). Es usual que los damnificados sientan una gran necesidad de hablar y narrar sus experiencias relativas al desastre. Cuando se posterga la expresión emocional, los damnificados suelen manifestar hipoactividad, impotencia y un vagabundeo errático, apatía abrumadora o depresión. Una reacción extrema suele ser la respuesta de "choque", evidente cuando el individuo no puede comunicarse en forma normal (Healy, 1969). En este punto, tanto las características de sus respuestas y su tratamiento por el personal de socorro al parecer tienen importancia decisiva en los fenómenos psicológicos subsecuentes. Muchos expertos consideran que los servicios de salud mental profesionales en esta etapa facilitan la recuperación acelerada respecto de la desintegración temporal, además de ayudar a los damnificados afligidos (Tyhurst, 1951). El periodo de rebote arriba descrito va seguido de lo que algunos denominan fase postraumática. Se ha planteado la hipótesis de que forma parte del periodo post-impacto y que puede continuar durante el resto de la vida de la persona. Las reacciones de esta fase abarcan la angustia fluctuante y transitoria, estado de fatiga, episodios psicóticos, pesadillas repetidas acerca de la catástrofe y reacciones depresivas. Las expresiones más graves y duraderas de estos síntomas han recibido los nombres de "síndrome traumático" o "neurosis postraumática" (Tyhurst, 1951). Otro investigador, al describir esta fase, ha señalado que los damnificados suelen experimentar insomnio, molestias digestivas, nerviosidad y otros síntomas físicos. Al- gunas expresiones más graves de conducta podrían ser una reacción de depresión que se manifiesta por la falta aparente de emociones, una expresión ausente o inmovilidad. La respuesta de hiperactividad puede consistir en una actitud tendiente a discutir, habla rápida, pérdida del criterio, llanto inconsolable o vagabundear corriendo sin sentido aparente. También puede haber reacciones corporales como la náusea intensa, vómito e histeria de conversión (Healy, 1969). El período de post-impacto o postraumático ha sido interpretado como una fase en que ocurren diversos problemas emocionales duraderos. Lifton, en su obra Death in Life, estudia los problemas psicológicos a largo plazo de los damnificados de un desastre causado por el hombre, el bombardeo de Hiroshima (Lifton, 1967). En su análisis, elabora cinco conceptos para comprender mejor la conducta de los sobrevivientes, a saber, huella de la muerte, sensación de culpabilidad relacionada con la muerte, aturdimiento, rechazo a la atención compensatoria, temor al contagio y definición de la propia persona. La base de todos los conceptos acerca de los sobrevivientes es la "huella de la muerte". Con la conciencia vívida de ésta, los damnificados pueden responder con una mayor vulnerabilidad o con una sensación de invulnerabilidad reforzada a causa de haber enfrentado la muerte y haberla vencido. La huella de la muerte se relaciona con "fascinación por la muerte", que suele manifestarse en la forma de un gusto anormal por la escenas de muerte y más adelante, una imagen imborrable de encuentro con la muerte. Los síntomas iniciales de estas sensaciones se han descrito como características de pena aguda, que incluye preocupación por la muerte, sensación de culpabilidad, molestias corporales y conducta hostil. La experiencia de sobrevivir usualmente se acompaña de una sensación intensa de culpabilidad. Esto puede ser resultado de sentir que se sobrevivió a expensas de otros. La defensa principal del damnificado contra la sensación de culpabilidad por la muerte es la interrupción de los sentimientos, o sea, el aturdimiento psíquico. Este es un proceso que protege contra la impotencia total y contra una sensación de que una fuerza indomeñable ha invadi- 46 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 42 - 53 CONCEPTOS APLICADOS EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS do a la persona. Aunque el aturdimiento psíquico se inicia como un mecanismo de defensa, su fracaso suele abrumar al individuo con imágenes acerca de la muerte. Al quedar atrapado por "amenazas" o preocupación continua acerca de la muerte, el damnificado quizá sólo pueda expresar o disipar sus sentimientos por medios no verbales o con síntomas psiquiátricos adicionales. El estado general del sobreviviente y sus relaciones personales pueden estar bajo la influencia de la sospecha de que se le brinda atención compensatoria y la percepción del temor que tienen otros al contagio. Esta sospecha puede hacer que la víctima sienta que todos abusan de ella, en particular quienes más ayuda le brindan. La angustia relacionada con el contagio suele fomentar una sensación de exclusividad entre los sobrevivientes, con base en sus experiencias compartidas y el "conocimiento de la muerte". En última instancia, cada uno de los sobrevivientes debe enfrascarse en un proceso de formulación al reestablecer, desde su interior, una definición de la propia persona con respecto a la "nueva realidad". Esta es la manera en que el damnificado intenta recuperarse del trauma del desastre y poner en práctica la conducta de resolución de crisis necesaria para comenzar una nueva vida.1 Diversos estudios de desastres contribuyen a nuestra comprensión sobre la etapa post-impacto. Uno es el fino análisis de Erikson sobre las consecuencias emocionales de la inundación de Buffalo Creek. El autor, al advertir la gama de problemas psiquiátricos presentes después de la catástrofe, llegó a la conclusión de que muchos eran resultado de la desorganización social causada por el cataclismo, si bien algunos eran resultado directo del desastre mismo. El proceso de reubicación, el hecho de vivir en un ambiente no familiar y la necesidad de iniciar de nuevo la vida sin los seres amados ni trabajo fueron estreses adicionales que originaron problemas psicológicos. El impacto de la desorganización social en el periodo ulterior al desastre ha sido denominado "el segundo desastre" (Erikson, 1976). 1. Datos más específicos sobre las respuestas emocionales forman parte de un estudio de hospitalizaciones psiquiátricas después del terremoto de Managua, Nicaragua (Ahearn y Rizo Castellón, 1978). Estos investigadores, al comparar los números de hospitalizaciones antes y después del desastre en la única institución psiquiátrica del país, advirtieron un aumento del 27% después de la catástrofe. Este estudio confirmó investigaciones precedentes en el sentido de que los síntomas neuróticos son comunes tras un cataclismo. En Managua, las hospitalizaciones ulteriores al desastre motivadas por neurosis aumentaron 46% durante el año, si bien el incremento fue del 209% en el primer trimestre después del terremoto. Resulta interesante que las formas de neurosis con mayores aumentos incluyeron la angustia, reacciones depresivas e histeria. Los pacientes que tenían estos problemas por lo general fueron madres jóvenes. Otros resultados del estudio de Managua son instructivos. Por ejemplo, los nuevos casos de psicosis disminuyeron 17%, al tiempo que las rehospitalizaciones de un mismo paciente aumentaron 49% en el año ulterior al terremoto. Por alguna razón, los desastres naturales no originan psicosis, aunque es evidente que las personas con antecedentes de trastornos psiquiátricos graves son mucho más vulnerables al trauma del desastre y sus post-efectos. Otro resultado concuerda con la teoría del "segundo desastre" planteada por Erikson. Las hospitalizaciones ulteriores al cataclismo por síndromes orgánicos cerebrales aumentaron 42.4%, y las relacionadas con retardo mental, 35.4%. Dado que los desastres no originan ninguno de estos dos trastornos, ¿podría ser que estas hospitalizaciones hayan aumentado como resultado de la desorganización social después del terremoto? En las condiciones de vivienda temporal prevalecientes, ¿tuvieron las familias problemas especiales en la atención de uno de sus miembros porque tenían que vivir con parientes en una tienda de campaña o un campamento para refugiados? Además, es posible que la destrucción de otros recursos o servicios (como hospitales, farmacias y los servicios de médicos locales) haya hecho que las familias buscaran ayuda en la única fuente disponible y accesible, a saber, ¿el hospital psiquiátrico? Es indudable que esto podría ser cierto. Evelyn J. Bromet y Charles Schulberg, investigadores de la University of Pittsburgh, han iniciado un estudio en Three Mile Island, acerca de las consecuencias psicológicas y aspectos sociales del accidente nuclear ocurrido en dicho sitio. 42 - 53, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 47 Por último, las hospitalizaciones por trastornos de la personalidad disminuyeron 34% durante el año ulterior a la catástrofe de Managua. La reducción en la conducta desviada se explicó con base en dos posibles factores: en primer término, se redujo la incidencia real de tales desviaciones, y en segundo lugar, las normas sociales se relajaron en el periodo ulterior al desastre hasta el punto de que las definiciones de desviación que se tenían previamente ya no eran funcionales. La literatura sobre el tema es escasa y los estudios difieren en cuanto a su metodología y enfoque, pero parece haber datos cada vez más numerosos en el sentido de que los desastres causan problemas emocionales o influyen en la aparición de éstos. En esta sección se ha analizado la gama de conductas que suelen derivarse de los desastres. Los profesionales de salud mental deben familiarizarse con diversos tipos de respuestas o conductas posibles después de una catástrofe. También deben tener en mente que los problemas emocionales cambian con el tiempo y se relacionan con muchos otros fenómenos humanos, como los de crisis, estrés, resolución de crisis y sistema de apoyo, analizados en el capítulo precedente. Modelos de conducta relacionada con desastres Los profesionales de salud mental usualmente afirman que los desastres naturales originan reacciones psicológicas en los damnificados o influyen en dichas reacciones, y los autores concuerdan con dicho planteamiento. No se han definido bien a bien las relaciones de causa a efecto, pero es frecuente que se empleen los conceptos de crisis y estrés, pérdida y duelo, recursos sociales y emocionales, y resolución de crisis y adaptación para explicar las consecuencias emocionales de los cataclismos naturales. Los autores presentan a continuación dos modelos con base en los conceptos descritos en el capítulo 2 y las experiencias aplicadas que se relatan en la primera parte del capitulo presente. Estos modelos explican la fenomenología de la conducta relacionada con desastres y pretenden servir como guía para la intervención. Aunque hay tras- lape entre los dos modelos, proporcionan dos enfoques distintos al lector. Factores que influyen en la conducta relacionada con desastres La figura 1 es un diagrama sobre cada uno de estos elementos conceptuales con que se intenta explicar las consecuencias de un desastre en la conducta. Se parte del principio de que una catástrofe natural, como un terremoto, es un evento crítico que tiene impacto en el equilibrio personal y origina estrés intenso. Al momento del desastre, la conducta del damnificado depende de numerosos factores antecedentes, además de la interpretación y definición que confiera a este evento amenazante. Con antelación al desastre, ciertas personas están expuestas a otras crisis o eventos, como el divorcio, nacimiento de un hijo o mudanza, que son indicativos de su vulnerabilidad especial a otra crisis. Otro factor es el hecho de que el individuo haya tenido o no experiencias previas y exitosas de resolución de crisis, así como experiencias con desastres. Quienes han tenido las primeras suelen poseer habilidades adicionales que les permiten resolver en mejor forma la crisis originada por el desastre, mientras que las personas que ya han sufrido catástrofes suelen ser capaces de interpretar los signos del desastre en forma más satisfactoria y manejar con mayor eficacia el estrés relacionado con el desastre mismo, En efecto, las experiencias previas y el estado físico y emocional anterior al desastre influyen sobre la forma en que los damnificados enfrentan un desastre natural y sus consecuencias. El impacto inicial de un desastre como un evento crítico suele originar estrés muy intenso (S1 en la figura 2). El hecho de que la víctima tenga o no reacciones psicológicas depende de varios factores: • El tipo y duración del desastre; • El grado de pérdidas sufridas; • El papel social, las habilidades de resolución de crisis y el sistema de apoyo del damnificado, y • La percepción e interpretación que el sobreviviente da a la catástrofe. 48 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 42 - 53 42 - 53, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 49 Dinámica social 7 3 Organización social (familia y red interpersonal) Modalidades de conducta de resolución de crisis ANTES DEL DESASTRE Organización social de las áreas geográficas afectadas 2 Estrés persistente y sistema de apoyo (pasado histórico) 1 Dinámica individual Síntomas psicofisiológicos Adaptación y resolución Sistema de apoyo Pérdida y duelo Crisis y estrés Bloques de Construcción LÍMITES CRONOLÓGICOS Intensidad del factor estresante 8 5 Reacción de estrés individual Estrés del desastre 4 Principios subyacentes a la base de datos DESPUÉS DEL DESASTRE Mecanismos de resolución de crisis comunitarios 9 Sistema de apoyo operativo 6 Motivación, significado simbólico, sentimientos, ideas (que puedan investigarse) y sistemas de creencias y valores Patrones de conducta (observables o sobre los que se tienen informes) Figura Nº1 Paradigma de factores de influencia en la conducta relacionada con desastres Crisis aguda y resolución de la crisis Después del desastre Adaptación y resolución CONCEPTOS APLICADOS EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS Algunas calamidades naturales, como los terremotos, son repentinas y de corta duración, mientras que otras, como las inundaciones y huracanes, se desarrollan con lentitud y tienen duración relativamente prolongada. Este segundo grupo de catástrofes naturales usualmente incluye advertencias, a las que comúnmente se reacciona con indiferencia o rechazo. Los individuos juzgan la gravedad del peligro según definan la naturaleza del desastre y sus posibles consecuencias para sí mismos y sus familias. Su conducta al momento del impacto y en las primeras horas o días después del mismo también se relacionan con: tos de la reubicación de las víctimas cuando dan alojamiento a familiares o sus pueblos reciben cientos o miles de refugiados. Por añadidura, las personas no afectadas directamente por el desastre suelen sufrir la pérdida de su trabajo o reducción de sus ingresos si la economía de la región se ve afectada por el cataclismo. Además, las hay que han perdido seres amados y reaccionan con un proceso de pena tardía. Como se describe en la figura 2, estos individuos también suelen experimentar los efectos de crisis conforme el desastre los expone a estrés intenso. • El grado de pérdidas que han sufrido (muerte de seres amados, perdida de su hogar o trabajo); Modelo conceptual para la intervención relacionada con desastres • Su papel social y la conducta que otros esperan de ellos; El modelo conceptual de la figura 2 consiste en la organización y creación de una base teórica de conocimientos a efecto de comprender las relaciones que hay entre las fuerzas dinámicas, los recursos de resolución y las crisis que caracterizan a la persona después del desastre. El modelo incluye el uso de estos conocimientos para elaborar procedimientos y métodos de orientación en crisis. • La presencia o ausencia de recursos emocionales y una red de relaciones sociales, y • Su habilidad y capacidad para resolver el estrés causado por el desastre natural. Algún tiempo después, la víctima enfrenta la nueva realidad social de tener que ajustarse y comenzar una nueva vida. Este periodo, al que se hizo referencia en páginas precedentes como el "segundo desastre", origina estrés que se agrega al causado por la fase de impacto. En la figura 2, este estrés se indica con la S2. Su origen es la crisis que emana del entorno destruido y la desorganización social resultante. Los damnificados ya no tienen el ambiente familiar de su barrio y quizá tengan que enfrentar las dificultades de la reubicación. También es factible que continúen lamentando la pérdida de un ser amado, o qué hayan perdido sus redes de apoyo social o sus trabajos. Cada uno de estos factores origina cambios bruscos en los papeles sociales y dificultades en el reajuste, además de modificar radicalmente las interacciones sociales. El estrés que resulta del periodo ulterior al desastre (S2) también puede ser causa de síntomas psicofisiológicos. Es igualmente concebible que algunos individuos, no afectados inicialmente por el desastre, se vean expuestos a las condiciones prevalecientes en la fase posterior al desastre y experimenten crisis y estrés intenso, que se denota como S3. En desastres de gran magnitud, los habitantes de poblaciones vecinas suelen sentir los efec- Este modelo explica, mediante el empleo de varios conceptos relacionados entre sí, las crisis individuales después de un desastre y las áreas apropiadas de intervención psicológica. Los autores esperan que el modelo ponga de relieve la interacción dinámica de la catástrofe y sus efectos, las características de los damnificados y el ambiente en que ocurre el evento crítico. El modelo de referencia parte de las premisas siguientes: • Las reacciones de luto y pérdida ocurren después de desastres cuando éstos afectan al individuo mediante la pérdida de personas, bienes materiales o su entorno; • Los individuos se adaptan de manera variable a las situaciones y ambientes nuevos; • Los síntomas de crisis son a la vez causa y efecto de la desorganización social, psicológica y fisiológica, aspectos que pueden estudiarse como parte de un proceso interrelacionado; • Los damnificados necesitan ayuda social, psicológica, fisiológica y económica, y • Los post-efectos de la resolución de crisis pueden ser de larga duración, además de ser moderados, mínimos o 50 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 42 - 53 42 - 53, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 51 • Habilidades de resolución • Presencia de una red de apoyo social • Experiencias anteriores con desastres • Experiencias de resolución de crisis S1 • Presencia de la red de apoyo social • Habilidades de resolción • Papel social de las víctimas • Naturaleza y grado de las pérdidas continuas • Grado y duración de la desorganización social FASE POST IMPACTO S1, estrés producido por el desastre mismo S2, estrés causado por el desastre y por la desorganización comunitaria ulterior S3, estrés resultante de la desorganización comunitaria • Papel social de la víctima • Naturaleza y grado de las pérdidas • Grado de estrés FASE PREIMPACTO • Duración del desastre • Tipo de desastre FASE DE IMPACTO Figura Nº2 Modelo conceptual para la intervención terapéutica en desastres S3 S2 • Conducta inadaptativa • Conducta adaptativa CONDUCTAS CONCEPTOS APLICADOS EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS graves según ocurra la resolución adaptativa o inadaptativa de las demandas a que se ve sujeta la persona corno resultado del desastre. Estos principios deben considerarse al enlazar los conceptos presentados en la figura 2. Se tiene un cuerpo básico de conocimientos a partir del cual pueden correlacionarse estos conceptos para tomar en cuenta las relaciones sistemáticas y efectos interdependientes que influyen en la conducta de las personas después de un desastre. Los damnificados manifiestan conductas que indican el nivel de adaptación que pueden lograr mediante acciones personales, sensaciones (como las de esperanza o impotencia) y niveles de energía. El resultado de todo esto puede comprenderse de mejor manera si se investigan las variables antecedentes que caracterizan la constitución social, psicológica y fisiológica de la persona. Los humanos enfrentamos los desastres con un conjunto de mecanismos de resolución y eventos históricos personales que han dejado en nosotros diversos mecanismos adaptativos psicofisiológicos. El grado de desorganización funcional en que están inmersos los damnificados después del evento y las actividades subsecuentes de recuperación y restitución, que influyen en sus vidas, guardan relación causal con el desastre. El concepto de tos sistemas de apoyo, ponderado contra los resultados de la crisis, se manifiesta con claridad en esta situación. La intervención psicológica debe dirigirse a dos niveles, el individuo y la comunidad. El objetivo principal de las actividades de los profesionales de salud mental es fortalecer los mecanismos de adaptación en el nivel individual y ayudar al desarrollo de los sistemas de recuperación y apoyo después del desastre en la comunidad, en una forma tal que se adecúe a las necesidades personales y facilite el progreso de la satisfacción de éstas. En la figura 2 se presentan ordenamientos teóricos de tos conocimientos básicos y se organizan los datos para que sirvan de guía al profesional en la elaboración de procedimientos para satisfacer este objetivo. Las personas cuyo modo de vida se ve alterado repentinamente por el cataclismo y a las que se ofrecen nuevas condiciones de vida tiene que desarrollar una conducta de resolución para adaptarse a la emergencia y la situa- ción cambiante. Las técnicas de observación psicológica y entrevistas pueden usarse para comprender este conjunto de conductas, a fin de evaluar el grado de aflicción y brindar, la asistencia y el apoyo necesario. De esta manera, pueden recopilarse datos para identificar los aspectos siguientes, enumerados de manera tal que correspondan al modelo conceptual de la conducta de las victimas de desastres. Dichos aspectos son: 1. Características de personalidad; 2. El tipo de eventos históricos por los que la víctima ha logrado su nivel de desarrollo; 3. Los mecanismos de resolución usuales y métodos de que dispone la persona para enfrentar las crisis; 4. La historia del desastre y la forma en que afectó al individuo desde el punto de vista de este último; 5. La conducta reactiva y habilidades personales para adaptarse a la nueva situación, que surge después del desastre; 6. Los sistemas de apoyo sociales y comunitarios de que disponen las víctimas y el uso que hagan de estos recursos; 7. El nivel de apoyo disponible a través de la comunidad y los organismos de ayuda en desastres, a la luz del grado de desorganización social; 8. La intensidad de los factores estresantes y su relación con el equilibrio entre la gravedad del desastre y la disponibilidad de recursos de apoyo. 9. La naturaleza de este equilibrio, que estimula u obstaculiza la calidad de los recursos de resolución de la crisis. La información derivada de cada paso aclara la conducta del damnificado, así como su vulnerabilidad al estrés como resultado del desastre y sus necesidades específicas para recuperar el equilibrio. Además, es útil para comprender el entorno social y económico del que proviene y el nuevo entorno en que está inmerso. Este conjunto de variables es importante en la planeación de una estrategia de resolución de crisis. En teoría, el individuo usa características de su personalidad para adaptarse. Si no puede hacer frente a los eventos múltiples que origina la catástrofe, en el siguiente término 52 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1, 42 - 53 CONCEPTOS APLICADOS EN LA COMPRENSIÓN DE LA CONDUCTA DE LOS DAMNIFICADOS recurre a las fuentes de apoyo y acepta la ayuda de los organismos encargados de brindarla. Cuando estos recursos no están disponibles o son inadecuados para satisfacer las necesidades vitales afectadas por el desastre, el individuo emplea sus creencias, valores y símbolos culturales. En la conducta ulterior al desastre, se observa que las personas aprovechan los recursos disponibles en forma simultánea y complementaria. En cada uno de estos aspectos, el profesional de salud mental tiene la oportunidad de brindar ayuda al individuo en su matriz social. El profesional advierte, en algún punto de la resolución de la crisis, una coyuntura que puede llevar por un camino patológico u otro saludable. El profesional de salud mental debe poseer los conocimientos y habilidades necesarios para evaluar la situación y poner en práctica procedimientos de intervención terapéutica que apoyen y guíen al damnificado en el logro del mejor resultado posible a la luz de la situación generada por el desastre en su comunidad. En resumen, los trabajadores de salud mental deben suponer que habrá problemas emocionales como resultado del impacto de un desastre, en la medida en que los damnificados experimentan temor, choque, aturdimiento psíquico, angustia, depresión y síntomas psicosomáticos. En el periodo inmediatamente ulterior al desastre y conforme transcurren las semanas y meses, algunas personas no pueden resolver sus problemas y continúan manifestando angustia, depresión, ira, pesadillas, insomnio y dificultad en las relaciones personales. Además, en la fase post-impacto otras personas no afectadas directamente por el desastre quedan expuestas al estrés que origina éste y manifiestan problemas emocionales. Los parientes de damnificados, residentes de poblaciones vecinas y trabajadores de los organismos que brindan ayuda en el desastre son grupos vulnerables a las consecuencias del estrés relacionado con el desastre mismo. Por último, los modelos que se presentan en las figuras 1 y 2 sirven con el fin de ensamblar la conducta relacionada con los desastres para el propósito de la intervención psicológica, si es necesaria. “AVANCES EN PSICOTERAPIA Y CAMBIO PSÍQUICO" Este libro reúne a destacados especialistas chilenos y extranjeros en el intento de dilucidar los mecanismos y factores que promueven el cambio en las personas. Los Editores son psiquiatras, iniciaron juntos sus estudios de Medicina en la Universidad de Chile, en 1969. Se han interesado especialmente en el trabajo en Salud Mental. El Dr. Riquelme primero como director del Hospital Psiquiátrico de Putaendo y posteriormente como Director del Instituto Psiquiátrico "Dr. José Horwitz Barak", mientras el Dr. Thumala formó y coordinó los tres primeros centros de salud mental comunitarios intersectoriales en el SSMO en la década de los 80. Paralelamente, ambos han ejercido como psicoterapeutas. El Dr. Riquelme formándose como psicoanalista y el Dr. Thumala como terapeuta familiar y luego como terapeuta grupal psicoanalítico. Número de páginas: 464 42 - 53, Nº 1, XXVII, 2010 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 53 REVISTA PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL Normas de publicación La Revista de Psiquiatría y Salud Mental invita a los profesionales de la psiquiatría, de la psicología, de las ciencias sociales y de otras áreas relacionadas con la salud mental, chilenos y extranjeros, a enviar trabajos originados en sus respectivos campos de acción a fin de que sean considerados para su publicación. Se aceptará trabajos inéditos, los cuales deberán ser enviados al Editor. El Comité Editorial podrá decidir como excepción calificada la publicación de trabajos que no cumplan estas normas. Los que se acepten pasarán a ser propiedad privada de la revista Psiquiatría y Salud Mental y no podrán traducirse ni reproducirse sin consentimiento escrito del Editor. Artículos Originales Deben estar escritos de manera clara y concisa, con letra Arial, tamaño 12, en un documento de word. Se enviará al Editor por mail y/o correo postal impreso y grabado en CD, incluyendo cuadros de texto, figuras y fotos originales. La extensión aproximada del texto será de 15 hojas tamaño carta. La Revista se reserva el derecho de introducir modificaciones formales en el título y/o en el texto, de solicitar modificaciones al autor principal o de rechazar la publicación, para tal efecto debe indicar dirección, mail y teléfono, para también enviar posteriormente, un ejemplar de la revista con el artículo publicado. El material enviado no será devuelto. La primera página deberá contener: • Título del trabajo en español e inglés. • Nombre completo del autor (es), institución(es) de perte nencia. • Dirección postal, mail y teléfono del autor principal. • Resumen en español e inglés de un máximo de 200 palabras. • Hasta 5 palabras claves, tanto en español como en inglés (Key words). Cada cuadro o figura se enviará en hojas separadas y numeradas con cifras arábicas dentro del texto. Sus títulos y pies de figura deben ser claros y breves y llevar el número correspondiente que los identifiquen. Las fotografías deben ser originales impresas o en formato jpg bien contrastadas y de tamaño apropiado, las que se publicarán en blanco y negro, indicando el número de la figura y señalando la parte superior de la misma. Los mapas, esquemas, diagramas y similares serán con figuras en negro con fondo en blanco, y seguirán las mismas instrucciones de las fotografías. Esquema de Presentación 1. En la sección trabajos de investigación se aceptarán estudios cuyos resultados estén adecuadamente documentados y, cuando sea el caso, que cuenten con análisis estadísticos apropiados. Cada trabajo deberá estar organizado en lo posible y cuando corresponda de la manera siguiente: Introducción: Esta debe ser una breve exposición de los antecedentes de la investigación y los objetivos del trabajo. Material y Método: Información detallada del trabajo experimental y de la tecnología empleada. Resultados: Descritos de manera precisa y concisa en lo posible en términos cuantitativos. Discusión: En especial de la importancia de los resultados o de sus limitaciones interpretativas. Referencias Bibliográficas: 1.Deberán limitarse a las citadas en el texto, situarse al final del texto numeradas por orden alfabético. Las Revistas se citarán de la siguiente forma: autores, título del trabajo, nombre de la revista según abreviatura del Index Medicus, volumen (número), página inicial: final y año. Para los libros deberá indicarse autores, título, editorial, ciudad en que fue publicado y año. En el texto deberá señalarse con el número que corresponda en la bibliografía. 2.En otras secciones se aceptarán artículos relacionados con la salud mental, revisiones bibliográficas, ensayos, observaciones clínicas, cartas relacionadas con trabajos publicados o temas de interés, etc. Su extensión máxima será la misma que los trabajos de investigación, aplicándose también las mismas instrucciones para figuras, cuadros, fotografías, esquemas, etc. Reproducción de publicaciones: El Comité Editorial excepcionalmente acordará la reproducción de publicaciones antiguas, tales como artículos, documentos y similares, en razón del interés de su contenido y la dificultad de acceso a la fuente original. La Revista acepta solicitudes o sugerencias en este sentido, las que deben ser dirigidas al Editor. 54 PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL 2010, XXVII, Nº 1 , 54 Suscripción Revista Psiquiatría y Salud Mental Fecha: SOCIEDAD CHILENA DE SALUD MENTAL Adjunto mi pago de $20.000.- Por un año (4 números), Estudiantes ($10.000) Adjunto mi pago de $36.000.- Por dos años (8 números), Estudiantes ($18.000) Me interesa una colección desde 1984 hasta 1993. (4 números por año) $40.000.Me interesa una colección desde 1994 hasta 2000. (4 números por año) $70.000.- Datos del suscriptor y despacho de revista Nombre: RUT: Profesión: Dirección: Comuna: Fono: FAX: E-mail: Forma de pago AL DÍA Efectivo: A PLAZO 1. Cheque Nº: 2. Cheque Nº: Cheque Nº: Banco: Banco: Banco: Fecha: Fecha: Formas de cancelar: • En el momento del despacho. • Depositar en Cta. Cte. Nº 4684650 del Banco ITAÚ, posterior envío de comprobante de depósito al fax: 738 25 03 o al mail: sociedad.saludmental@gmail.com • Enviar cheque nominativo y cruzado a nombre de la Sociedad Chilena de Salud Mental por correo a Av. La Paz 841. Recoleta, Santiago. Av. La Paz 841, Recoleta, Santiago, Chile | Fonos: (56 - 2) 777 8051 - 738 2503 - 5759019 | www.schilesaludmental.cl Formulario de Incorporación a la Sociedad Chilena de Salud Mental SOCIEDAD CHILENA DE SALUD MENTAL Nombre: RUT: Profesión: Dirección Profesional: Comuna: Fono: FAX: Dirección Particular: Comuna: Fono: E-mail: Nota: Indicar dirección preferencial para el despacho de correspondencia y de la Revista de Psiquiatría y Salud Mental. Cuota de Incorporación Efectivo Documento Cheque Nº: Banco: Cantidad: $25.000 (veinticinco mil pesos) Fecha de Incorporación: Firma Socio Activo Firma Socio Activo Firma Nuevo Socio Observaciones: Firmas de dos socios activos para patrocinar al nuevo integrante. (Artículo 6º b de los estatutos) Av. La Paz 841, Recoleta, Santiago, Chile | Fonos: (56 - 2) 777 8051 - 738 2503 - 5759019 | www.schilesaludmental.cl Autorización SOCIEDAD CHILENA DE SALUD MENTAL Por el presente documento, autorizo se me descuente por planilla de sueldo la cantidad de $5.000.- (cinco mil pesos), correspondiente a cuota social de la Sociedad Chilena de Salud Mental, de la cual soy socio activo. Nombre: RUT: E-mail: Profesión: Institución: Jefe de Personal: Dirección: Fono: Comuna: FAX: Fecha: Firma Av. La Paz 841, Recoleta, Santiago, Chile | Fonos: (56 - 2) 777 8051 - 738 2503 - 5759019 | www.schilesaludmental.cl