GUÍA No. 8 PRIMERA SEMANA (IV) LA MISERICORDIA DE DIOS EN EL CONTEXTO EXTREMO DE LA DINAMICA DEL MAL, EL INFIERNO REFLEXIONES PREVIAS Recuerda que lo que se busca es una gracia de iluminación y atracción afectiva por parte de Dios nuestro Señor, que «se comunica a la su ánima devota, abrazándola en su amor y alabanza» (cf EE 15). Cuando esta gracia se recibe, por los caminos que el Señor elige, no se puede confundir con el resultado de un esfuerzo de autoanális. Es una gracia que “sorprende”, que une al Señor, provoca una inmensa gratitud y dispone afectivamente a responderle «por la vía que mejor podrá servirle adelante». Cada uno experimenta la gracia de estos ejercicios de primera Semana a su manera, pero en su diversidad podríamos describir una especie de denominador común: - Una nota de “totalidad”, al intuir la acción invasora del mal que impregna todos los terrenos de la propia vida y que aquel que la percibe la podrá expresar con una sola palabra o una frase cargada de afecto y sentido. - Una intuición, acompañada por la experiencia de la cercanía del Señor, que acrecienta la confianza en su amor sanante, salvador. - Una vivencia que no permite sacarle el cuerpo a la propia responsabilidad. - Una toma de conciencia de nuestro ser pecador, atravesada por la alegría de sabernos perdonados y por la esperanza. ¿Qué cambios en el tema y en el método de oración se podrían sugerir? Recuerda que con frecuencia Ignacio indica la conveniencia de “mudarse” para conseguir la gracia que se pide. Se pueden buscar en la Escritura pasajes que correspondan mejor a las propias necesidades: curación, iluminación, reconocimiento del pecado, gratitud. A algunos les podría ser útil en este momento una forma más contemplativa sobre una escena como la de la pecadora a los pies de Jesús (Lc 7, 36-50); o la muchacha adúltera (Jn 8, 1-11). FIN QUE SE PRETENDE Comprender hasta dónde puede llevar el pecado cuando la libertad humana se obstina en imprimir una orientación fundamental a la propia existencia, contraria al 2 proyecto salvífico de Dios: a la frustración total de la existencia y a la ruptura con toda comunión; en una palabra, a malograr «el fin para que somos criados» (EE 23). Como lo expresó Juan Pablo II: el infierno no es un lugar donde uno va, sino un estado donde uno entra1. Comprender hasta dónde llega el amor de Dios, “rico en misericordia”. Experimentar cuánto «Dios amó tanto al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él tenga vida y ninguno perezca» (Jn 3, 16). GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR Conocer el cariño que Dios nos tiene y confiar en él, pues en esto se hizo visible entre nosotros su amor: « al enviar a su Hijo único al mundo para que tengamos vida por él » (1 Jn 4, 9). Creer que « ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu que da vida en Cristo Jesús, te liberó de la ley del pecado y de la muerte» (Ro 8, 1-2). Estas peticiones debería hacerlas quien está dispuesto a pasar a la segunda Semana para buscar lo que quiere y debe hacer por Cristo, en una agradecida respuesta de amor a su inconmensurable amor. No olvidemos, sin embargo, que San Ignacio pide en este ejercicio una gracia especial: «demandar lo que quiero; será aquí pedir interno sentimiento de la pena que padecen los dañados para que, si del amor del Señor eterno me olvidare por mis faltas, a lo menos el temor de las penas me ayude para no venir en pecado» (EE 65). Petición que parece más directamente sugerida para los que hacen solamente los Ejercicios de primera Semana, pero que es también necesaria para todos, pues «debemos mantenernos limpios de todo lo que pueda mancharnos, tanto en el cuerpo como en el espíritu; y en el temor de Dios procuremos alcanzar una completa santidad» (2 Co 7, 1). A quienes no sienten haber alcanzado esta gracia, podría serles útil animarse a perseverar y mudar la materia o el método de oración y tomar alguna especie de penitencia (cf EE 87). Quizás les convenga también continuar insistiendo en pedir un poco más “lo que quiero”; pero no es bueno quedarse allí mucho tiempo, no sea que se produzca una especie de bloqueo o frustración. Mejor sería proseguir en el itinerario de los Ejercicios, pues seguramente la persona podrá constatar luego cómo esta gracia propia de la primera Semana se puede conseguir más adelante a lo largo de las contemplaciones de segunda Semana. ¿Cuáles son comúnmente algunas causas de bloqueo en la primera Semana de los Ejercicios? Para algunas personas, un profundo rechazo de su condición de creaturas las lleva a no aceptar limitaciones ni dependencias. No dejan a Dios ser Dios y su vida, en vez 1 Cf Comentario sobre el infierno, en la Audiencia del miércoles 28 de julio de 1999. 3 de ser un “misterio”, la conciben como un “problema”. Puede haber también un error subyacente a lo que es el pecado y su perdón. Puede darse el caso de personas que tienen que estar siempre en control de la situación y de los demás. La experiencia de cómo algunos han conseguido esta gracia puede servirnos, pero no olvidemos que Dios tiene sus propios caminos para cada persona. TEXTO IGNACIANO Este ejercicio sobre el infierno hay que entenderlo en el contexto de lo que realmente pretende en el proceso diseñado por el texto ignaciano: ¡es una meditación sobre la misericordia del Señor! En cuanto tal, es revelación de su inmenso amor-misericordia, del abismo de su generosidad y de los esfuerzos que hace por ofrecernos la salvación en Jesucristo. El coloquio de la meditación despliega diáfanamente este sentido: recorrer con Cristo nuestro Señor toda la historia de la salvación para darle gracias «porque no me ha dejado caer» en la frustración definitiva del infierno: «cómo hasta ahora ha tenido de mí tanta piedad y misericordia» (EE 71). Es un diálogo que nos permite medir el amor de Dios desde el abismo del cual nos salva. La meditación se adelanta en la continua presencia del amor de Dios en Cristo y en la toma de conciencia más profunda de la necesidad que tenemos de ese amor que nos salva por pura generosidad: «pues es Dios quien nos ha hecho, él nos ha creado en Cristo Jesús, para que hagamos buenas obras, siguiendo el camino que él nos había preparado de antemano» (Ef 2, 10). «Independientemente del innegable impacto que el infierno causa en el silencio de un retiro y de la meditación, no es ésta la finalidad de la meditación del infierno. Psicológicamente sería enfermizo, teológicamente falsearía el misterio de la salvación. De eso tenía clara conciencia Ignacio. El infierno está para revelarnos dónde deberíamos estar, si Dios no fuese tan misericordioso con nosotros. Lo importante es el modo condicional de la oración. En verdad, esa oración refleja en su contenido el modo indicativo: Dios fue y es misericordioso. El temor del infierno es fruto de la gracia, por tanto, de naturaleza diferente a los miedos psicológicos. El miedo paraliza, angustia, nos hace enfermar. El temor amplía el corazón, alivia, salva, purifica, abre espacio de esperanza. La conclusión de la Primera Semana se hace delante del crucificado y con el triple coloquio. Ahí se descubre la verdad del pecado humano. Éste es vencido por el amor de Dios que le ofrece al pecador el perdón. Y si todavía algún miedo se nos prende, delante del Señor divino está la Virgen, criatura como nosotros y dada a nosotros como madre, para introducirnos en el misterio del amor. La meditación del pecado no mira, en último análisis, a un conocimiento de su gravedad, sino al afecto de quien se siente vencido por el amor. Nos duele haber pecado, no principalmente por miedo del infierno, sino por el dolor que el Señor siente en la cruz por la infelicidad que nos causamos. El Señor sufre porque somos infelices, destruimos en nosotros la bella marca del rostro del Padre»2. 2 LIBÂNIO, J.B., S.J., El mal en la primera Semana, Ponencia en el V Simposio de Ejercicios Espirituales de San Ignacio, Bogotá, octubre 14-15 de 2005. 4 Habiendo sido creado el hombre a imagen y semejanza de Dios amor, ¿no constituye el mayor infierno sentirse radicalmente separado de Él por toda la eternidad? Una manera concreta de hacer este ejercicio sería tomar el pecado tal como a cada uno le ha sido dado a conocer por Dios y considerar su fuerza destructora ingénita; ver las posibilidades infinitas de desarrollarse que tiene, hasta llegar a invadir como un cáncer toda mi vida. Aplicar entonces los sentidos como Ignacio sugiere: ¿a qué sabe tal situación, a qué huele, cómo me toca? De todo esto me está continuamente salvando el Señor hasta este momento de mi vida, por medio de su Espíritu, Amor vivificante. FUENTES DE ORACIÓN PARA LA SEMANA Textos bíblicos Is 59, 1-21: los caminos torcidos que hemos seguido y la redención que nos ofrece el Señor Ez 36, 25-38: absolución del pecado mediante el agua purificadora Jn 13, 1-9: el gesto del lavatorio simboliza lo que hace Jesús a través de todo su ministerio Ef 2, 1-10: derroche del amor-misericordia de Dios por medio de Jesús Sal 51; 136: confesión del pecado y salvación misericordiosa; lealtad eterna de Dios SUGERENCIAS PARA DISTRIBUIR LA SEMANA 1. Meditación del infierno como posibilidad de frustración definitiva de la libertad humana, posibilidad real que, sin embargo, el amor-misericordia de Dios busca evitar por todos los medios, llegando hasta la entrega de su propio Hijo: «ustedes, en otro tiempo, estaban espiritualmente muertos por causa de sus pecados y por no haberse despojado de su naturaleza pecadora; pero ahora Dios les ha dado vida juntamente con Cristo, en quien nos ha perdonado todos los pecados. Dios anuló en documento de deuda que había contra nosotros y que nos obligaba. Lo eliminó clavándolo en la cruz» (Col 2, 13) 2. Meditación del infierno con el diálogo entre Jesús y el buen ladrón: «acuérdate de mi cuando comiences a reinar…te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc 23, 4243) 3. Contemplación sobre la misericordia del Señor, a través de los Salmos, especialmente: 32, 51, 103, 136 4. Meditación con el texto ignaciano (EE 65-71), aplicando los sentidos 5. Meditación con el coloquio (EE 71). El coloquio se hace regularmente al final de cada uno de los ejercicios, pero aquí podemos tomarlo como tema de toda la meditación 6. Meditación conclusiva sobre toda la primera Semana, a manera de repetición, «notando y haciendo pausa en los puntos que he sentido mayor consolación o desolación o mayor sentimiento espiritual» (EE 62). 5 Puedes escribir ahora una especie de sumario de lo que te ha acaecido en los días y semanas anteriores, recuperando los matices y experiencias que hayas tenido y presentándolas al Señor en el coloquio. A algunos les gustaría meditar durante estos días sobre la muerte y el juicio. Estas meditaciones se encuentran en algunos Directorios de Ejercicios y concuerdan con el consejo ignaciano de «quererme doler y sentir pena, trayendo más en la memoria la muerte, el juicio» (EE 78). En las «Notas sobre Ejercicios dadas de palabra», que tomó el P. Polanco sobre lo que deseaba San Ignacio, leemos: «número de los Ejercicios [de primera Semana]: cuanto al número de los ejercicios que se han de dar, así como es útil añadir a los cinco ya dichos algunos otros, como de la muerte, del juicio y otros semejantes, si fuere menester para hallar lo que se busca, a saber, dolor, etc., así no son necesarios otros si por los dichos se halla lo que se busca». A quienes han experimentado dificultad para pasar a la segunda Semana, podría servirles una pausa, a manera de transición, con algunos textos de la Escritura que conduzcan suavemente a dar este paso. Los temas del pastor pueden ser de mucha ayuda: Jn 10, 1-18: el buen pastor Sal 23: el Señor es mi pastor Sal 121: el Señor es mi guardián y protector Ez 34, 1-31: el Señor asume en persona la tarea de pastor SUGERENCIAS PRÁCTICAS Al final de los ejercicios de la primera Semana debemos iniciar la transición a la Segunda. ¿Estoy preparado para pasar a ella? Signos de que sí lo estoy serían algunos de los siguientes: Haber experimentado hondamente la misericordia del Señor Sentir agradecimiento y prontitud para corresponder a su amor sirviéndole con mucha generosidad en lo que Él me pida Deseo de conocer personalmente a Jesús y anhelo de encontrar una respuesta eficaz a la pregunta de lo que «debo hacer por él» para corresponder a la esplendidez de su amor, tal como lo experimenté en el coloquio, viéndolo «colgado en la cruz» y muriendo por mis pecados (cf EE 53) Oración más cordial, sentimientos de humildad, honestidad, apertura Sentirme en paz con mi propia pecaminosidad.