••••••••••••••••••••••••••••••••••• Texto en castellano 73 ••••••••••••••••••••••••••••••••••• Editorial Barcelona y el cambio global La publicación se complementa con una extensa entrevista con Xavier Baulíes, Director educativo del proyecto internacional Land Use and Cover Change (LUCC) y responsable, junto con Jaume Terrades, Director del CREAF, del éxito que obtuvo la Conferencia sobre el Cambio Global que se celebró en Barcelona Inundaciones en China, ciclones en las costas norteamericanas, incendios en el Mediterráneo… Fenómenos que desde siempre han acompañado la breve historia de la especie humana sobre la Tierra, pero quizás con una diferencia: la intensidad y la frecuencia que caracteriza el tiempo actual. El riesgo y el cambio son ya compañeros de la evolución humana en el planeta Tierra. Precisamente hace unos meses, la ciudad de Barcelona -todos desean venir a los congresos que se celebran en esta ciudad- reunió a los más célebres estudiosos del cambio global a nivel mundial. El Instituto Cartográfico de Cataluña, una de la pocas instituciones científicas del país con prestigio internacional, reunió ecólogos, químicos, biólogos, economistas, sociólogos… que discutieron sobre los cambios en la superficie terrestre. La publicación Medi Ambient. Tecnologia i Cultura ha querido aprovechar la concentración de capital intelectual y dedicar este monográfico al cambio global, destacando su impacto sobre el ecosistema mediterráneo. Desde aportaciones más generales a otras más concretas, este número recopila las reflexiones de diferentes investigadores sobre las últimas tendencias y la claves que explican el cambio global. El profesor Körner, en un texto divulgativo, plantea los efectos del CO2 en los sistemas vegetales. El investigador austríaco Gunter Fischer, que nos recuerda que la historia del hombre, desde los tiempos bíblicos, tiene mucho que ver con el control y los usos del suelo, examina nuevas aproximaciones metodológicas y la utilización de la modelización en el estudio del cambio global. Eric Lambin, de la Universidad Católica de Lovaina, profundiza en la reconversión, degradación y intensificación de los usos del suelo en distintas zonas del mundo. Centrados en el Mediterráneo, tres investigadores catalanes dan una visión más cotidiana del cambio global. Josep Peñuelas, del CREAF,nos recuerda que los ecosistemas mediterráneos son todavía menos conocidos y más variables que otros como los de las zona temperadas, ya que han sido menos estudiados y son más diversos. Presentan gran variabilidad climática, una gran complejidad topográfica, unos gradientes en los usos del suelo y en la disponibilidad del agua y una gran biodiversidad.Seguramente, por todo ello son especialmente sensibles a los cambios atmosféricos, climáticos, de la economía mundial, de los usos del suelo y demográficos. Ferran Rodà, también del CREAF, analiza los cambios en nuestras comunidades vegetales. Finalmente, el geógrafo de la UAB David Saurí nos recuerda que desde, aproximadamente, la mitad de la década de 1950 a ambas orillas del Mediterráneo, los diversos integrantes del medio económico y social han experimentado un conjunto de transformaciones muy rápidas que repercuten, y de manera muy seria, en el entorno socionatural tradicional. • Lluís Reales Director de «Medi Ambient, Tecnologia i Cultura» 74 ••••••••••••••••••••••••••••••••••• Utilización del suelo y cambio global Eric F. Lambin Departamento de Geografía. Universidad Católica de Lovaina La mayoría de los cambios en ecosistemas terrestres provocados por la actividad humana son forzados por la conversión de la ocupación del suelo, la devastación o la utilización intensificada del suelo. ¿Existe algún modo de definir las causas y variables generales de estos cambios? La respuesta es ”todavía no”, aunque se están llevando a cabo algunos estudios para idear modelos que explican los cambios de la ocupación del suelo causados por la acción del hombre. Algunos de estos modelos y especialmente aquellos que hacen referencia a la deforestación tropical se explican aquí; éstos demuestran el gran abismo que todavía existe entre la compleja realidad condicionada por una gran variedad de factores y la simplicidad que caracteriza a los modelos. A escala global, los cambios de la utilización del suelo están transformando progresivamente la ocupación del suelo a un paso cada vez más rápido, principalmente en la zona tropical (Turner et al., 1994; Houghton, 1994). Algunos de los procesos clave de los cambios de utilización del suelo son la forestación tropical, la degradación de tierras de secano, la expansión agrícola, la urbanización, la fragmentación del paisaje, la intensificación de la utilización del suelo y el abandono de tierras. Estos cambios en los ecosistemas terrestres están estrechamente vinculados con el tema de la sostenibilidad del desarrollo socioeconómico, ya que afectan partes esenciales de nuestro capital natural como el clima, los suelos, la vegetación, los recursos de agua y la biodiversidad (Mather y Sdasyuk, 1991). No obstante, todavía nos falta una visión exhaustiva, global y cuantitativa sobre dónde, cuándo y por qué tiene lugar estos cambios (Meyer y Turner, 1994). Mientras nuestros conocimientos acerca de las interacciones entre los procesos de la superficie de la tierra y el cambio climático han alcanzado avances recientes (Adger y Brown, 1994; Henderson-Sellers, 1994; Dickinson, 1995), nuestra comprensión de los procesos del cambio de ocupación del suelo y de su impacto sobre los sistemas naturales y humanos todavía no es perfecta. Los principales procesos del cambio en los usos del suelo La mayoría de los cambios en ecosistemas terrestres provocados por la actividad humana son forzados por la conversión de la ocupación del suelo, la devastación o la utilización intensificada del suelo. El ejemplo más difundido de la conversión de ocupación del suelo es la deforestación tropical. Se estima que la conversión de ocupación de los bosques ha alcanzado un promedio de 15,5 millones de hectáreas al año en el período comprendido entre 1981 a 1990 (OAA, 1995). En muchos casos, la deforestación es el resultado de cadenas de complejas causalidades que tiene su origen más allá del sector forestal (Lambin, 1994). La conversión de bosques en la zona tropical húmeda se debe en gran parte al flujo de carbono provenientes de ecosistemas terrestres (Dixon et al., 1994; McGuffie et al., 1995) y contribuye en grandes proporciones a la pérdida de biodiversidad (Pimm et al., 1995). Otro proceso económica y demográficamente importante de la conversión es la urbanización. Sin embargo, menos del 2% de la superficie de la tierra puede considerarse « urbana » y sólo un 0,2% posee una densa edificación (Meyer y Turner, 1992). La devastación tiene su desarrollo más grave y difundido en regiones semiáridas. Abarca procesos como la erosión del suelo o la salinización del suelo que a veces son descritas por el controvertido concepto de « desertización » (Binns, 1990). La devastación implica un descenso de la base de recursos naturales utilizables y, por ello, afecta directamente al suministro de alimentos. Generalmente está asociada con mecanismos sociopolíticos que conducen a una « presión de producción sobre los recursos » (Blaikie y Brookfield, 1987). En una síntesis de las evaluaciones globales más recientes de la devastación producida por el hombre se estimó que un 69,5% de las tierras de secano en todo el mundo son afectadas por diferentes formas de devastación (Dregne et al., 1991). Sin embargo, estas evaluaciones no se basaron en mediciones sistemáticas y no permiten una derivación de índices de desertización espacialmente desagregados. Existen fuertes interacciones entre la degradación de tierras de secano, la productividad primaria de vegetación y el clima (Charney y Stone, 1975; Schlesinger et al., 1990). La intensificación de la utilización del suelo puede asociarse a sistemas agrícolas, agroforestales o de pasto. La gestión intensificada de tierra puede basarse en técnicas como riego, el uso de fertilizantes o la integración de varias actividades de producción (Netting, 1993). Puede ser forzada por la presión demográfica, la demanda de mercado o factores de economía política. la identificación de los factores de gran escala que provocan los cambios de ocupación del suelo y permiten la proyección de futuras tendencias. De este modo, existe la necesidad tanto de análisis comparativos de los procesos principales de cambios de ocupación del suelo como de métodos avanzados para supervisar y modelar cambios de ocupación del suelo a escalas regionales. Controlar los cambios de ocupación del suelo Durante el último período (es decir, las últimas décadas) se han recogido sistemáticamente estimaciones cuantitativas del índice de cambio para los ecosistemas del bosque tropical, llevadas a cabo por tres proyectos internacionales: « Evaluación de recursos de bosques » (OAA, 1995), « Deforestación tropical Landsat Pathfinder » (Skole y Tucker, 1993) y « ÁRBOLES » (Malingreau et al., 1995). Todos estos proyectos así como otras evaluaciones de deforestación tropical sobre países como Brasil, incluyen datos obtenidos por detección a distancia, pero con estrategias distintas respecto al muestreo espacial y temporal de observaciones (Downton, 1995). La medición de índices de degradación de tierras de secano es un desafío mucho más complejo debido a la fuerte interacción entre fluctuaciones erráticas en la precipitación a causa de la variabilidad climática y los cambios antropogénicos en la ocupación de vegetación (Tucker et al., 1991; Helldén, 1991). Hulme y Kelly (1993) intentaron separar ambos efectos comparando series temporales de un índice de vegetación obtenido por detección a distancia y datos de precipitación. Llegaron a la conclusión de que harían falta series temporales de observación más largas antes de llegar a una conclusión firme. Sólo los estudios a escala local apoyados por trabajos de campo y por series temporales de fotografías aéreas y imágenes por satélite consiguen presentar evidencias convincentes de la degradación de tierras de secano a nivel local (Lindqvist y Tengberg, 1993; Sefe et al., 1996). Hasta el momento, no existen intentos de aplicar estas mediciones sistemáticas a escala global. Cuestiones de investigación Desarrollo de modelos para estudiar el cambio en la ocupación del suelo La investigación en el campo de procesos de cambio de ocupación del suelo debería intentar estudiar al menos una de las cuestiones siguientes: • ¿Cuáles son las variables medioambientales y culturales que más contribuyen a una explicación de los cambios de ocupación del suelo - por qué? • ¿Qué localidades están afectadas por los cambios de ocupación del suelo - dónde? • Cuál es el índice de progreso para el cambio de ocupación del suelo - cuándo? El estudio de procesos del cambio de ocupación del suelo requiere una aproximación de tres niveles (Skole et al., 1994): (i) mediciones directas del índice, la localidad, estructura espacial y las características temporales de los cambios de ocupación del suelo; (ii) estudios de casos e investigaciones de campo para adquirir nuevas percepciones de la dinámica a escala local de los cambios de ocupación del suelo; y (iii) El control de cambios de ocupación del suelo tiene una mayor utilidad cuando es acompañado por la comprensión de las fuerzas que causan estos cambios y por la predicción de sus efectos. La mejor manera de conseguirlo se halla en el diseño de modelos de simulación cuantitativos manejables, pero realistas incorporando los efectos de las variables clave que fuerzan los cambios de utilización del suelo (Riesbame et al., 1994). Estos modelos poseen tres beneficios potenciales: • mejorar nuestra comprensión de las causas y los mecanismos que dominan los cambios de ocupación del suelo; • generar predicciones de - más bien, suposiciones lógicas sobre - futuros índices de cambios de ocupación del suelo; • apoyar el diseño de respuestas apropiadas por parte de la política. 75 ••••••••••••••••••••••••••••••••••• La capacidad de modelar estructuras tanto espaciales como temporales de utilización del suelo es esencial para entender los cambios provocados por los humanos y los impactos ecológicos. Hasta ahora, el modelado de deforestación tropical ha recibido mucha más atención que el modelado de degradación de tierras de secano. Por ejemplo, Rotmans y Swart (1991) desarrollaron un modelo de deforestación en relación con el modelo holandés « Modelo integrado para evaluar el efecto invernadero », abreviado IMAGE. El modelo representa la cantidad de ecosistemas distintos y procesos de cambio de ocupación del suelo como una función de fuerzas motrices. Las transferencias de suelo entre ecosistemas son descritas por ecuaciones de diferencial. Por ejemplo, la cantidad de bosque tropical cerrado es determinado dinámicamente por la cantidad inicial, la conversión en otras utilizaciones del suelo y el restablecimiento de bosque cerrado. Los procesos de cambio de ocupación del suelo son representados por funciones dinámicas algebraicas. Por ejemplo, la demanda de suelo agrícola depende de la población, varios parámetros de consumo y producción, y la degradación del suelo - calculado a través de una función exponencial negativa. Las funciones logísticas se utilizan para simular el crecimiento de ganado (que dirige la demanda de pasto), el consumo de madera dura tropical (que dirige la degradación de los bosques) y la reforestación. Los resultados de las simulaciones revelaron que la causa inmediata más importante de la deforestación es la demanda de suelo agrícola. También se resaltó la importante función de la degradación del suelo en la catalización de la deforestación. Sin embargo, el carácter basado en reglas de este modelo es demasiado sencillo para generar de forma interna efectos recíprocos en los precios, la demanda y el suministro de recursos terrestres, y las medidas de la política. Mencionando otro ejemplo, Panayotou y Sungsuwan (1989) construyeron un modelo teórico de la deforestación tropical introduciendo tres funciones de demanda: la demanda de explotación forestal, como función de los precios de troncos recogidos en el mercado, los costes de recogida y un ”coste de usuario” de árboles todavía en pie; la demanda de leña, derivada de un modelo de maximización de utilidad de consumidor sujeto a una restricción presupuestaria, donde el precio de leña y los precios de sustitutos cercanos son conocidos; y la demanda de conversión en tierra agrícola, derivada del comportamiento de maximización las ganancias del agricultor, sujeto a restricciones de función de producción y precios paramétricos de entrada y salida. Se obtuvo entonces una función global de deforestación y se calculó empíricamente un modelo simplificado para el norte de Tailandia. Las variables significativamente relacionadas con la ocupación de bosques fueron la densidad de población, el precio de la madera, el nivel de ingresos, la accesibilidad y el precio del queroseno. Se han desarrollado varios modelos de equilibrio parcial o general de utilización del suelo para describir los intercambios entre el desmonte de suelo para la agricultura y la conservación o el mantenimiento de recursos (Walker, 1987; Southgate, 1990; Jones y O'Neill, 1992). Jones y O’Neill (1992) examinaron el impacto de decisiones de maximización de ganancias modeladas en el nivel individual sobre consecuencias medioambientales a escala regional. Varios de estos modelos subrayan, además de la presión demográfica, los problemas institucionales de regímenes sesgados de posesión y políticas mal dirigidas de gobiernos (Sandler, 1993). Los modelos de utilización del suelo de Von Thünen también se aplicaron para describir la deforestación periurbana a escala regional (Jones y O’Neill, 1993; Chomitz y Gray, 1996). El modelo espacial de Chomitz y Gray (1996) aplicado a Belice indicaba que la intensificación de la red de carreteras alrededor de áreas comerciales proporciona un mejor intercambio entre el desarrollo estimulante y la deforestación minimizante que la extensificación de la red. Al contrario de la deforestación tropical (p.ej. la degradación de tierras de secano), las interacciones entre los procesos físicos y antropogénicos que causan los cambios de utilización del suelo son más complejas que en el caso de desmonte del bosque, y por ello más difícil de modelar. Desafíos de investigación Un desafío principal para los estudios de cambios de utilización del suelo consiste en el desarrollo de diseños de modelos que son capaces de conciliar los conocimientos ricos sobre ciencias sociales, pero cualitativos y a veces detallados (p.ej. Paarlberg, 1994) con la necesidad (que en su mayor parte tienen su origen en las ciencias naturales) de modelos formales que se dejan generalizar y proyectar. Hay un contraste acusado entre la complejidad de descripciones de los procesos de cambio de utilización del suelo para estudios de casos (Kates y Haarman, 1982) y la relativa simplicidad de los mecanismos que se representan en los modelos. La última subraya de manera casi invariable el papel del crecimiento demográfico, la expansión agrícola y la accesibilidad, pero tiende a descuidar los factores relacionados con la economía política y los estilos de vida así como las causas geográficamente remotas de cambios de utilización del suelo (Heilig, 1994). Cuando se integran complejas dimensiones humanas en los modelos de cambio de utilización del suelo, la mejor manera de efectuarlo es en forma de modelos conceptual representados con recuadros y flechas (p.ej. el modelo de percepción de devastación en el Sahel de Lindskog y Tengberg, 1984). Estas líneas de investigación deberían estimular nuevos estudios teóricos y empíricos que tengan como objetivo establecer una teoría de cambios de utilización del suelo a escala regional e incluso global. La disponibilidad creciente de datos de ocupación del suelo de gran escala gracias a la detección a distancia facilitará la comprobación de nuevas hipótesis. El nuevo proyecto sobre la Utilización del Suelo y el Cambio de Ocupación del Suelo (LUCC) del Programa Internacional de Geosfera y Biosfera (IGBP) y el Programa Internacional de Dimensiones Humanas sobre el Cambio Medioambiental Global (IHDP) (Turner et al., 1995) proporciona un marco inspirador para estas investigaciones. 76 El ejemplo de la deforestación tropical Según las estimaciones más recientes de la OAA que se publicaron en marzo de 1993, la deforestación tropical ha avanzado con un índice anual de deforestación del 0,8%. El índice de deforestación de bosques tropicales es de un 0,6% al año, siendo el índice más elevado para bosques húmedos de hoja caduca y de la meseta. La deforestación tropical es un fenómeno variado. Existe una alta variabilidad en las clases de bosque, los entornos físicos, las actividades socioeconómicas y los contextos culturales que están asociados con la deforestación. Los párrafos siguientes intentan identificar algunas regularidades perceptibles de la deforestación tropical - una condición previa para el desarrollo de modelos de procesos de deforestación. Causas inmediatas Los agentes principales de la deforestación son ampliamente conocidos (p.ej. Allen y Barnes, 1985; Myers, 1989; Repetto, 1990; Brown y Pearce, 1994) aunque sea difícil de evaluar su contribución relativa a la deforestación tropical. La deforestación resulta de: (i) cultivos de rozas y quema - tanto por nómadas sin tierras como por cultivadores tradicionales migratorios, (ii) planes de repoblación fomentados por los gobiernos, (iii) recogida de leña y producción de carbón vegetal, (iv) la conversión de áreas forestales para la ganadería, (v) operaciones comerciales de exploración forestal ineficientes, (vi) la previsión de infraestructura, e (vii) incendios forestales no controlados de gran escala y de naturaleza excepcional. Williams (1989) presenta una evaluación completa de estas causas inmediatas. Amelung y Diehl (1992) sostuvieron que el grado de sensibilidad de la definición de cambio de bosque tropical - es decir, la degradación forestal o modificación forestal - ejerce influencia sobre la conclusión de cuáles son las causas dominantes para la deforestación de una región determinada. Fuerzas motrices Generalmente se cree que las causas inmediatas de deforestación son forzadas por una combinación de algunos de los factores siguientes: el crecimiento demográfico, el hambre en la tierra, injustas condiciones sociales, régimenes basados en derechos inmobiliarios, políticas mal dirigidas por los gobiernos, problemas al tomar acciones colectivas, tecnología inapropiada, relaciones comerciales internacionales, presiones económicas de las que sufren los países en vías de desarrollo cargados de deudas y corrupción en el sector forestal (p.ej. Myers, 1980, 1989; Plumwood y Routley, 1982; Guppy, 1984; Williams, 1989; Repetto, 1990; Barbier et al., 1991; Burgess, 1993b). En términos más fundamentales, la deforestación rápida coincide con la incorporación de regiones con bosques tropicales en una economía mundial en expansión (Rudel, 1989). La importancia relativa de estas causas varía extensamente en lo que al espacio y al tiempo se refiere. Sin embargo, muchas des estas causas están enlazadas de manera funcional. En un informe sobre el cambio global de ocupación del suelo efectuado por el Programa Internacional de Geosfera y Biosfera (IGBP) y el Programa Interna- ••••••••••••••••••••••••••••••••••• cional de Dimensiones Humanas sobre el Cambio Medioambiental Global (IHDP) (1983), las fuerzas motrices de los cambios de utilización del suelo se clasifican en los grupos siguientes: (1) las variables que afectan las demandas que se pondrán en la tierra - es decir, la población y la riqueza, (2) las variables que controlan la intensidad de explotación de la tierra - mediante la tecnología, (3) las variables que están relacionadas con el acceso al o el control de recursos agrarios - la economía política, y (4) las variables que crean los incentivos que motivan las personas individuales que toman decisiones - la estructura política, las actitudes y valores (Turner et al., 1993). La identificación de las causas de deforestación requiere una comprensión de cómo interactúan estos distintos factores en contextos específicos ambientales, históricos y sociales para producir utilizaciones diferentes del suelo (Turner et al., 1993). Teorías sobre la deforestación En cualquier situación particular geográfica y histórica, no existe una sola causa de deforestación. La deforestación resulta de la interacción de varias cadenas causales que podrían tener sus orígenes en diferentes niveles de organización. Algunos autores han intentado desarrollar un sistema teórico para entender los procesos de deforestación en términos generales. Blaikie (1985) y Blaikie y Brookfield (1987) desarrollaron una ecología política regional de devastación. Su modo de enfocar el tema está concentrado en el gestor del suelo - la(s) persona(s) que toma(n) decisiones sobre la utilización y la gestión del suelo. Estos autores advierten que debido a la variedad y complejidad de las circunstancias no existe una sola teoría de devastación. Proponen más bien un modo global de enfocar el problema y proporcionar pautas sobre cómo manejar pruebas empíricas. La base teórica de su ecología política regional se halla en el modelo de periferia núcleo, en las teorías aplicadas del estado y en la ecología de sistemas agrícolas. El modo de enfocar el tema de Blaikie y Brookfield explica las acciones de los gestores del suelo dentro de un conjunto de relaciones dinámicas del entorno humano que incluyen las condiciones del acceso a recursos, el entorno más amplio de tomar decisiones - es decir, las decisiones de los demás, - la percepción medioambiental de diferentes clases y la capacidad así como la buena voluntad de gestores de del suelo para aplicar lo que saben o pueden aprender de los demás. Desarrollaron una cadena arraigada de explicaciones de devastación, que sigue jerarquías de escalas geográficas y de escalas de organización socioeconómica. El análisis empieza, en el nivel inferior, con los gestores del suelo y asciende a niveles superiores considerando las relaciones de gestores del suelo entre sí, con otros grupos de gestores del suelo en la sociedad más amplia, con el estado y, finalmente, con la economía mundial. Una explicación exhaustiva de devastación requiere una clara comprensión sobre quién toma decisiones de gestión del suelo a qué nivel y una evaluación de cómo los costes y ganancias de estas decisiones (p.ej. degradación ecológica o conservación del suelo) deben liquidarse. El énfasis principal de este trabajo teórico se halla en la econo- mía política de las relaciones interactivas entre los gestores del suelo y los recursos basados en el suelo. Guppy (1984) que trató la deforestación más específicamente propuso una explicación a varios niveles de la destrucción de los bosques tropicales. En la superficie, los factores obvios incluyen el crecimiento demográfico, el hambre en la tierra, los objetivos económicos asociados con el desarrollo y una demanda de productos forestales, que crece muy rápidamente. Por debajo, se encuentran otros niveles de causas más decisivas e importantes. En primer lugar, Guppy echa la culpa a las condiciones sociales bajo las cuales el suelo adecuado no está disponible para la mayoría de la gente. Una gran proporción de las tierras de labrantío de alta calidad se infrautiliza y es retenida para inversión por corporaciones y absentistas. En segundo lugar, la deforestación está enlazada con las motivaciones políticas de élites locales y su desgana de afrontar realidades: la destrucción del bosque tropical rinde dinero rápido y por ello, evita abordar verdaderos problemas. Y en último lugar, la disponibilidad de buena gana de fondos mediante préstamos extranjeros ha consolidado una élite rica y corrupta en gobiernos de países más desarrollados, ha fomentado la planificación centralizada y proyectos de desarrollo de gran escala que favorecen la destrucción de bosques y ha estimulado el importe de tecnología inapropiada y estrategias de desarrollo orientadas al exporte. La tesis de Guppy pone énfasis en la interacción entre varias causas de deforestación - sociales, políticas, economía nacional y global, ideológicas - que refuerzan una u otra y actúan jerárquicamente. Esta teoría también destaca el contexto internacional de destrucción de bosques tropicales. Palo (1987) desarrolló una teoría provisional de deforestación tropical que comprende veinte propuestas que constituyen generalizaciones inductivas sobre las causas de deforestación. Este autor ve la deforestación tropical y la erosión del suelo asociadas a la presión demográfica y la depresión rural en un círculo vicioso. Los factores agravantes son: políticas inadecuadas respecto al bosque (caracterizadas por un horizonte de planificación a corto plazo), servicios públicos inefectivos del bosque (debido a la corrupción y la falta de tradición y recursos), errores de mercado en el sistema económico (debido a la propiedad pública de suelos forestales, falta de competición y precios bajos y fijos de la madera) y oportunidades perdidas de desarrollo basado en el bosque. Palo razona que pocos países en vías de desarrollo han sido capaces de traducir la utilización forzosa de sus bosques en la industrialización basada en bosques que produce desarrollo. En su lugar, se han exportado grandes cantidades de troncos. Las empresas y los individuales han maximizado sus ganancias a corto plazo creando costes externos que deben ser soportados por la colectividad - es decir, externalidades unidireccionales. A causa de la subvaloración de la madera, el acceso libre a bosques (institucionalizado o de facto debido a controles flojos por el gobierno) y el alto coste de oportunidad privada para determinados suelos forestales, los usuarios de los bosques tienen pocas incentivas para impedir pérdidas externas asociadas con la deforestación. Palo concluye que la deforestación en países tropicales se expandirá a una velo- 77 cidad acelerada, a menos que haya un cambio radical de actitudes hacia la deforestación por parte de los gobiernos nacionales y por personas individuales. En esta teoría, los factores causales de deforestación no están organizados de manera clara en un esquema comprensivo y jerárquico, ya que, como Palo ha observado, su relevancia e intensidad varía según los países y clases principales de bosques. Desarrollo socioeconómico y deforestación Desde el punto de vista de desarrollo socioeconómico, no se deberían considerar destructivas y excesivas todas las formas de deforestación. Las sociedades humanas más bien deberían intentar determinar la cuota óptima de deforestación (Panayotou y Sungsuwan, 1989) – es decir, la cuota de deforestación que maximizará el valor económico derivado de las utilizaciones de bosques con la obligación de que los efectos adversos ecológicos y sociales de la deforestación no superen un umbral razonable. Jones y O'Neill (1992) observan que, incluso si los costes totales de los impactos ecológicos de, por ejemplo, actividades agrícolas se incorporaran e interiorizaran en proyectos de conversión de bosques, estos impactos no se eliminarían, sino que sólo se reducirían a sus niveles óptimos. Una formulación alternativa del problema sería maximizar el valor económico neto de todas las utilizaciones de bosques - es decir, la producción de productos de madera y de no madera, las utilizaciones de sustitución de suelo forestal (p.ej. para agricultura, ganadería o la construcción de presas de agua) y todas las utilizaciones de bosques en un estado conservado (p.ej. sus variadas funciones ecológicas, el valor de opción del uso futuro de su biodiversidad, y su valor de existencia) (Barbier et al., 1991). En ambas formulaciones, el punto importante es el reconocimiento de costes de oportunidad de bosques tropicales - es decir, la necesidad de considerar las ganancias inevitables de las utilizaciones de bosques de otros modos. La dificultad de traducir esta actitud general en líneas directrices de gestión prácticas para conseguir sostenibilidad procede de: (i) la falta de datos sobre cambios del bosque reales y sobre los impactos ecológicos de estos cambios, (ii) la falta de información sobre los procesos de deforestación y sobre cómo se distribuyen y utilizan estas ganancias de conversión de bosques y (iii) la dificultad de medir el valor fuera del mercado de las utilizaciones de conversión de bosques. Por consiguiente, la gestión forestal es dominada demasiadas veces por vistas a corto plazo, lo que lleva a una utilización excesiva de recursos forestales (Barbier et al., 1991). Efectos adversos de deforestación Los impactos ecológicos y socioeconómicos de deforestación son variados y no siempre se entienden bien. La deforestación tiene varios efectos adversos ecológicos: (i) sobre procesos físicos y ecológicos, p.ej. la desorganización de régimenes hidrológicos y la pérdida de protección de cuencas, (ii) sobre los recursos del suelo y del agua, p.ej. la erosión del suelo, la pérdida de nutrientes y el aumento de cargas de sedimento en sistemas fluviales, (iii) sobre el clima local y global, p.ej. el cambio de albedo, los cambios en el presupuesto energético de superficie y la alte- ••••••••••••••••••••••••••••••••••• ración de ciclos biogeoquímicos (como el ciclo de carbono) que provoca un aumento de CO2 en la atmósfera y otros gases residuales que posiblemente afectan el clima y causan el cambio global de temperatura, (iv) sobre la diversidad y la abundancia de especies terrestres mediante la destrucción y la fragmentación de hábitats y los ”efectos de margen” que lleva a una disminución en la complejidad ecológica de ecosistemas, la pérdida de fondos genéticos no descubiertos de flora y fauna y el empobrecimiento de los recursos genéticos mundiales. La deforestación también afecta las perspectivas para el desarrollo económico. El grupo más afectado directamente es el de las poblaciones rurales en países en vías de desarrollo que están ligadas de modo más estrecho a la base de recursos natural para su sustento y desarrollo económico. El agotamiento de recursos de madera tiene efectos adversos sobre el suministro de leña como energía doméstica, sobre la demanda comercial de productos de madera y sobre otras utilizaciones tísicas de bosques, p.ej. la caza de la fauna y la recogida de productos forestales que no sea madera (como la resina, la miel, los frutos comestibles, aceites, fibra, nueces o plantas medicinales). La deforestación puede afectar negativamente la escasez y el precio creciente de estas mercancías. Sin embargo, hay que compensar esto contra los impactos positivos que la deforestación puede tener sobre el estándar de vida de la casa, al menos a corto plazo. La conversión forestal puede asociarse con la creación de oportunidades de empleo, la construcción de nuevas infraestructuras (p.ej. carreteras), aumentos de disponibilidad del suelo y un mejor acceso a tierra cultivable para agricultores pobres. A largo plazo, la devastación que a veces se asocia con la deforestación tiene impactos negativos sobre la sostenibilidad de agricultura y finalmente causa la emigración. Bajo algunas circunstancias, algunos efectos adversos de la deforestación puede sentirse muy lejos del área deforestada, p.ej. mediante el aterramiento de sistemas de riego en las partes inferiores de cuencas o mediante una incidencia mayor de desprendimientos de tierras o inundaciones. La deforestación también puede tener ciertos impactos sociales y culturales, p.ej. sobre la diversidad y estilos de vida culturales, sobre condiciones de salud mediante la propagación de enfermedades humanas, o sobre la calidad de vida de poblaciones indígenas. La destrucción de bosques también lleva a una pérdida de las utilizaciones recreativas de bosques para la sociedad. choso y el perjudicial (Turner y Meyer, 1991). Para citar Brookfield (1991): ”...la alteración no necesariamente es degradación, lo cual tiene el significado de reducción a un rango inferior (...). No viola la sostenibilidad para indicar que la conversión de un bosque en tierra agrícola bien gestionada no es una degradación si el producto de la nueva utilización es de mayor utilidad total y puede mantenerse a lo largo del tiempo." • Deforestación y devastación No obstante, no se debería suponer que el desmonte forestal constituye necesariamente un cambio hacia lo peor. Incluso si es irreversible, la alteración de ocupación del suelo no necesariamente significa la devastación (Blaikie y Brookfield, 1987). Muchos sistemas de agricultura pueden combinar la cosecha de alimentos con la producción de energía mediante madera y la protección del medioambiente. Entre otras cosas, el concepto de sostenibilidad nos permite distinguir entre el cambio de ocupación del suelo prove- 78 Bibliografía complementaria: • Adger, W.N. and Brown, K. 1994: Land use and the causes of global warming. Chichester: John Wiley & Sons. • Allen, J.C. and Barnes, D.F. 1985: ”The causes of deforestation in developing countries”. ‘Annals of the Association of American Geographers’ 75, 163184. • Amelung, T. and Diehl, M. 1992. Deforestation of tropical rainforests: economic causes and impact on development. Mohr, Germany: Tübingen. • Barbier, E.B., Burgess, J.C. and Markandya, A. 1991. ”The economics of tropical deforestation”. ‘AMBIO’ 20(2): 55-58. • Binns, T. 1990: ”Is desertification a myth?” ‘Geography’ 75, 106-113. • Blaikie, P. 1985. The political economy of soil erosion in developing countries. London: Longman. • Blaikie, P. and Brookfield, H.C. 1987: Land degradation and society. 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Hasta ahora, la mayoría de estos estudios no consideraba todos estos factores y, por ello, las predicciones no eran muy fiables. No obstante, es cierto que los estudios de estos cambios y especialmente la posibilidad de pronosticar su evolución y sus consecuencias todavía no constituye ningún caso científico. La utilización de nuevos modelos integrativos podría modificar este escenario. Actualmente, se están desarrollando estos modelos en un modelo llevado a cabo en la China, en un estudio basado en la ”aproximación al bienestar”. El cambio en la utilización y ocupación del suelo ha sido indentificado como significativo para una serie de temas y asuntos centrales en el estudio del cambio global del medio ambiente (Turner et al., 1995). Los cambios de ocupación del suelo están directamente relacionados con las alteraciones en el funcionamiento de la Tierra en por lo menos cuatro motivos de preocupación: • entrañan implicaciones principales para el equilibrio global de radiación y los flujos energéticos, • contribuyen a cambios en ciclos biogeoquímicos, • modifican ciclos hidrológicos, y • ejercen influencia sobre la complejidad ecológica. Mediante estos impactos ambientales en los niveles local, regional y global, los cambios de utilización y ocupación del suelo causados por la actividad humana tienen el potencial de afectar de forma significativa y a largo plazo la seguridad regional de alimentos, la sostenibilidad de los sistemas mundiales agrícolas y de suministro de productos forestales y el desarrollo regional equilibrado y sostenible en términos de medioambiente. Introducción Las implicaciones del cambio global para sustentar la sociedad humana y su bienestar han creado una sensación de urgencia en la comprensión de las consecuencias. En los últimos años, se ha progresadp mucho en acoplar y sintetizar disciplinas de ciencias naturales tradicionales. Sin embargo, en primer lugar se ha prestado demasiado poca atención al estudio de factores humanos en los tempranos programas de investigación. El énfasis de las ciencias sociales en el cambio global ha tratado las diferentes fuerzas motrices humanas como temas relacionados pero separadas. Por ejemplo, existen programas separados de cambio demográfico, crecimiento de ingresos y consumo de energía, etc. No obstante, todos estos ••••••••••••••••••••••••••••••••••• procesos tienen un único efecto integrativo importante, el de afectar la superficie de la tierra mediante cambios en la utilización y la ocupación del suelo. Sólo se ha reconocido hace poco que se necesita una comprensión mejorada de las fuerzas motrices humanas del cambio global para permitir proyecciones útiles del futuro estado del sistema de la Tierra. La comunidad de cambio medioambiental global ha reconocido cada vez más la importancia del cambio de utilización y ocupación del suelo y la necesidad de una aproximación de investigación interdisciplinaria al tema. Este reconocimiento incitó al Programa Internacional de Geosfera y Biosfera (IGBP) y al Programa Internacional de Dimensiones Humanas sobre el Cambio Medioambiental Global (IHDP) a establecer un proyecto/programa de investigación cooperativo con la meta principal de mejorar nuestra comprensión básica de la dinámica del Cambio de Utilización y Ocupación del Suelo (LUCC) a nivel global, enfocando la mejora de nuestra capacidad de modelar y proyectar este cambio (Turner et al., 1995). Se ha aproximado al modelado del cambio de utilización/ocupación del suelo en por lo menos tres modos diferentes: mediante los estudios de casos basados en el campo de utilización del suelo; evaluaciones temáticas de las estructuras de cambio de ocupación del suelo; y modelos de pronóstico, regionales y globales. Aquél muchas veces ha carecido de generalidad y comparabilidad para transmitir informaciones a modelos de macronivel; a éste se le critican por sus supuestos y simplificaciones irrealistas que excluyen la utilidad para el mundo. El Foco de Investigación 3 del LUCC (Modelos regionales y globales – Estructura para evaluaciones integrativas) está implicado con la creación de una nueva estructura para el análisis interdisciplinario de asuntos del suelo a nivel regional al poseer una base teorética razonable y la capacidad de integrar la investigación y modelos de disciplinas de ciencias tanto sociales como naturales. La implementación de modelos exhaustivos del cambio de utilización del suelo que son capaces de efectuar simulaciones durante un período de tiempo de unos 50 años, plantea un número de desafíos metodológicos. Éstos incluyen la complejidad inherente de los problemas implicados y el número elevado de agentes y factores que interactúan como el suministro y la demanda de productos y servicios basados en el suelo, la importancia de aspectos intertemporales, la complejidad de reacciones biofísicas y el papel esencial de incertidumbres principales en la evaluación global de estrategias. Fuerzas motrices humanas del cambio La utilización del suelo se limita en su mayor parte dentro de los límites establecidos por factores medioambientales como el clima, la topografía y características del suelo por una parte y dentro de los límites establecidos por tradiciones, mercados y políticas por otra parte. El suelo es un recurso indispensable para la mayoría de las actividades: agricultura, producción de energía y madera, captación de agua, ocio y colonización. El núcleo de la historia del hombre desde las edades bíblicas hasta ahora trata sobre conflictos relacionados con el control de suelo y su utilización. El cambio de ocupación del suelo es causado por una multitud de procesos. Los procesos naturales como la dinámica de vegatación modifican la ocupación del suelo y se deben a los cambios naturales en el clima y los suelos o incluso a incendios. Sin embargo, los cambios de ocupación del suelo causados por fuerzas antropogéncias actualmente son los más importantes y rápidos de todos los cambios (Turner et al., 1990). Los esfuerzos de proyectar el futuro estado de ocupación del suelo deben considerar los determinantes de necesidades y actividades humanas como, por ejemplo, la demanda de productos de la tierra incluyendo alimentos, fibra y carburante, los determinantes de recursos minerales y energéticos y la utilización del suelo para ocio. Desde el tiempo preindustrial, las conversiones de ocupación del suelo principales han ocurrido como consecuencia de la deforestación para adquirir terreno para la producción de cultivos y ganado, así como de la eliminación de madera para leña y árboles, de la alteración de tierras pantanosas, el desarrollo de infraestructura, la construcción industrial y residencial y la extracción de minerales. Estas conversiones de ocupación del suelo inducidas por el hombre han dado como resultado una liberación neta de dióxido de carbono a la atmósfera, cambios en las características de superficies de tierra y una biodiversidad reducida . Por ejemplo, se calcula que los cambios en la utilización del suelo provocados por el hombre a través de los pasados 150 años han contribuido más o menos en la misma cantidad de dióxido de carbono para la atmósfera que la cantidad que ha procedido de la combustión de combustible fósil (Turner et al., 1995). Los procesos más delicados, las llamadas modificaciones de ocupación del suelo, afectan el carácter de la ocupación del suelo sin modificar su clasificación general. Aunque las modificaciónes de ocupación del suelo tengan un efecto reducido en escalas locales, su impacto cumulativo puede ser considerable (Houghton, 1991). Esto es válido para factores de utilización del suelo como, por ejemplo, arrozales, ganado rumiante o la utilización de fertilizantes, lo que a nivel local no tiene transcendencia para las concentraciones atmosféricas de gases invernaderos. Sin embargo, para utilizar este último ejemplo, puede representar una contribución significante a las emisiones de óxido nitroso a nivel global, cuando se aplica el fertilizante de nitrógeno con frecuencia en muchas ubicaciones. En la mayoría de los países, las necesidades socioeconómicas de poblaciones rápidamente crecientes constituyen los impulsadores principales en la asignación de recursos del suelo a varios propósitos siendo la producción de alimentos y carburantes la utilización primaria del suelo. La grave presión demográfica y la creciente competición relacionada por parte de diferentes clases de usuarios del suelo subrayaron la necesidad de una planificación y políticas de utilización del suelo más eficaces. La utilización del suelo y la protección del medio ambiente sensatas y soste- 80 nibles constituye un problema de gran importancia para los gobiernos y los usuarios del suelo que están interesados en la preservación de los recursos del suelo a beneficio de poblaciones presentes y futuras. Los investigadores han clasificado las fuerzas antropogénicas que estimulan los cambios de utilización y ocupación del suelo en varias amplias categorias: cambios demográficos, niveles de riqueza crecientes, cambio tecnológico, crecimiento económico y cambio de la estructura económica, cambios en la configuración política e institucional y tendencias en las actitudes y valores públicos (Stern et al., 1992; Turner et al., 1993). Una fuerza motriz dominante para el cambio de utilización de ocupación del suelo en la mayoría de países en vías de desarrollo ha sido - y continuará siendo la demanda creciente del consumidor de productos agrícolas y forestales. La demanda del consumidor está estrechamente ligada con el tamaño de la población y los estilos de vida personales. Éstos, a su vez, proceden en su mayor parte de los niveles de ingresos bajo la influencia y la especificidad local de factores culturales. Según la evaluación más reciente de los NN.UU., la población mundial casi seguramente continuará creciendo durante varias décadas para llegar a una población global de unos 9,4 mil millones hasta el año 2050 (variante media de los NN.UU.; Naciones Unidas, 1997). El aumento demográfico anual actual de 80 millones probablemente permanecerá bastante constante hasta el año 2015. Es muy probable que entre ahora y el año 2050 la población mundial crecerá unos 3,2 mil millones de personas - casi todos de ellas serán aportadas a los países en vías de desarrollo (Fischer & Heilig, 1997). La urbanización ha sido un fenómeno glboal en las últimos décadas. Los números rápidamente crecientes de consumidores urbanos determinan cada vez más la demanda de alimentos, fibra, carburante y madera. Por ejemplo, en la República Popular China un 70 por ciento aproximadamente de su inmensa población de 1,2 mil millones fue clasificado de rural en el año 1990. Los cálculos indican que esta proporción podría caer al 50 por ciento dentro de las próximas 2-3 décadas, lo que resultaría en una concentración de consumidores urbanos de aproximadamente 750 millones. Una fracción significante y creciente de producción de la agricultura y silvicultura tendrá que intercambiarse mediante mercados domésticos e internacionales. Por lo tanto, se podría pronosticar sin peligro que el papel de la producción y los mercados comerciales será cada vez más importante en comparación con el papel que tienen los productores de subsistencia rural. A consecuencia, las oportunidades para el márketing, los precios de mercancías y las contribuciones de producción y las políticas comerciales ejercerán cada vez más influencia sobre las decisiones de consumidores y la asignación de recursos escasos de suelo y agua por productores y gestores de tierras. Durante las últimas décadas, el cambio tecnológico ha sido crucial para hacer frente a la creciente demanda de productos de la tierra. Hasta el comienzo del siglo 20, la mayoría de los aumentos de la producción ••••••••••••••••••••••••••••••••••• mundial de alimentos se conseguía mediante la conversión de nuevas tierras en suelo cultivable. Como el suelo adecuado será cada vez más escaso, con la fijación de presiones medioambientales y la subida de los costes de rescate de terrenos, en la mayoría de las regiones casi todos los aumentos necesarios en la producción mundial de alimentos tendrá que provenir de cosechas mayores. El progreso tecnológico en la producción de cultivos ha ocasionado una intensificación tanto en espacio como en tiempo. Las cosechas mayores por héctarea de área de siega han resultado de siembras mejoradas, una mayor aplicación de fertilizantes, un mejor protección de las plantas y unas mjores herramientas y mecanización. La intensidad de cultivos también se ha extendido, es decir, el número medio de días al año que el suelo se utiliza para la producción de cultivos ha aumentado; este aumento se debe al riego y reducidos períodos de barbecho. Los actores económicos principales – productores y consumidores – actúan dentro y se adaptan a estructuras legales e institutionales creadas por gobiernos y agencias internacionales. Las subvenciones y el sistema tributario crean incentivos y deformaciones económicos que afectan la asignación de recursos y los niveles de utilización. En la mayoría de las regiones desarrolladas, rigurosos estándares medioambientales para contaminantes así como los instrumentos legales y económicos para conseguirlos han proporcionado estímulos para la innovación tecnológica y para la extensificación de utilización del suelo en áreas sensibles a nivel medioambiental. En pocas palabras, los asuntos actuales de utilización del suelo en los campos rurales y periurbanos se derivan frecuentemente de conflictos del medio ambiente frente al desarrollo. Los políticos y usuarios del suelo se encuentran con dos desafíos básicos: la necesidad de invertir las tendencias de devastación en áreas ya cultivadas mejorando las condiciones y reestableciendo sus niveles de fertilidad; e impedir la degradación de recursos del suelo en nuevas de áreas de desarrollo mediante la utilización apropiada (OAA, 1995). Algunos requisitos de herramientas de modelado integrativas Este extenso resumen de impulsadores humanos del cambio de utilización del suelo permiten caracterizar la tarea de modelado por medio de algunas características sucintas. En primer lugar, el modelado regional y global de LUCC para el horizonte de tiempo previsto de 30-50 años y más allá es un problema multi-agente implicando muchos actores e los más veces conflictivos intereses diversos. La tarea tiene una naturaleza multi-factores con interrelaciones complejas, aún no separables en los campos tanto sociales como naturales. El cambio de utilización del suelo no puede explicarse en una sola escala, ya que abarca procesos a escalas distintas y temporales y por eso se debe utilizar un modelado bajo un esfuerzo multi-escala. Las distintas relaciones son complejas donde la aparición de retrasos y efectos fuera de sitio es la regla antes que la excepción. Si añadimos a eso incertidumbres principales así como la anticipación y adaptación humana, podemos concluir que el sistema es intrínsecamente imprevisible durante horizontes de tiempo medios y largos. Para evaluar el cambio de ocupación del suelo bajo condiciones casi naturales, uno podría arreglárselas con el hecho de proyectar cambios climáticos y dinámicas de vegetación. Aunque un cálculo como éste también puede ser complejo e implicar problemas no resueltos, con todo es mucho más sencillo como concepto que proyectar la ocupación de suelo gestionada por agentes humanos. El modo de los sistemas de enfocar el análisis requiere una estructura interdisciplinaria donde los aspectos humanos (impulsadores sociales, económicos y políticos) y las condiciones biológicas y biofísicas (ecosistemas, ciclos biogeoquímicos, sistema de clima global) se tiene en cuenta conjuntamente con el énfasis en enlaces y mecanismos reforzantes. Una estructura LUCC adecuada también debe ser capaz de proveer interacciones a varias escalas espaciales y temporales. El desafío es analizar las dimensiones globales de decisiones adoptadas por personas individuales en un micronivel mediante efectos cumulativos y proyectar cómo los fundamentos (p.ej. económicos, psicológicos, institucionales) para decisiones individuales son afectados por el cambio global A lo mencionado arriba podemos añadir además necesidades que se consideran indispensables para el modelado de fenómenos de cambio global, particularmente de cambio de utilización/ocupación del suelo. Existe un acuerdo general sobre el hecho de que un modelo para estudiar el cambio de utilización/ocupación del suelo debe ser geográficamente explícito. La representación geográfica debe tener en cuenta la diferenciación suficiente de determinantes biofísicos de utilización del suelo, como por ejemplo condiciones climáticas, características del suelo y forma del suelo. El modelo también debe reflejar diferencias espaciales de organización social, económica y política, p.ej. regiones de cultivo contra regiones pastorales, o fronteras administrativas nacionales y regionales. Por ello, se requiere un sistema de información geográfica (SIG) para organizar, manipular y analizar datos. Ahora se podría pensar en sistemas de información geográfica como una herramienta para pronosticar el cambio de ocupación del suelo. El análisis estadístico de datos de serie de tiempo espaciales de alta resolución permite en principio extrapolar tendencias a corto plazo. A pesar de todo, esta aproximación apenas es justificable para proyecciones a largo plazo de fenómenos de cambios globales. Estas proyecciones requieren modelos que puedan hacer frente explícitamente a los agentes de cambio, sus objetivos, las principales fuerzas motrices y limitaciones. El estudio del cambio global generalmente significa ocuparse con fenómenos a largo plazo, es decir, tratar de efectuar proyecciones para la segunda mitad del siglo que viene. Bajo estas premisas, la descripcion de procesos de acumulación de recursos explícita se convierte en algo imprescindible, dado que las reacciones y respuestas no lineares podrían resultar esenciales. Aquí, los términos 'recurso' y 'acumulación' se utilizan en el sentido general y abarcan recursos humanos, naturales, biológicos y económicos. La acumulación también incluye varios procesos de degra- 81 dación, de naturaleza física (p.ej. erosión del suelo, degradación de la estructura del suelo, nivel freático) y física (p.ej. acidificación, salinización, contaminación de los suelos, reducción de la capa de ozono, nitrificación de aguas subterráneas). La utilización del suelo trata de gestionar suelo. Por ello, las unidades de gestión de agentes en control de suelo necesitan describirse, igual que sus objetivos y limitaciones y las señales a las cuales reaccionan. La utilización del suelo tiene muchas facetas. El suelo puede hallarse en un estado casi natural y puede estar densamente poblado; puede ser de propiedad y de uso privado o colectivo. Obviamente, la agricultura de subsistencia y la agricultura comercial persiguen diferentes objetivos, probablemente producen una ocupación distinta del suelo y reaccionan a señales distintas. Un modelo de cambio de utilización y ocupación del suelo debe prever ambas situaciones. Los actores en los sistemas sociales y económicos productores, consumidores, instituciones y gobiernos - actúan con más o menos previsión dependiendo de su flexibilidad que les imponen las restricciones a corto plazo, la cantidad de información disponible para ellos y sus prioridades inspiradas por normas culturales y sistemas de valores. Por lo tanto, hacer frente a la incertidumbre es algo inevitable; y esto puede ser específicamente relevante en relación con los recursos de la tierra, no sólo debido a la variabilidad habitual del estado del tiempo, sino también, por ejemplo, debido a la incertidumbre en el conocimiento de los procesos de degradación medioambiental, la falta de información sobre los futuros costes y ganancias de inversiones y la incertidumbre respecto a la futura disponibilidad de recursos. Las decisiones pueden implicar transformaciones irreversibles del medio ambiente o al menos pueden caracterizarse como extremadamente costosas en términos de opciones para invertir sus impactos, muchas veces acompañadas por una considerable incertidumbre a la hora de tener que tomar una decisión en lo que se refiere a los futuros costes y ganancias económicos así como a los riesgos mediambientales asociados con una decisión irreversible como ésta. La previsión, la incertidumbre y el riesgo son importantes y parece razonable y práctico para el análisis numérico aceptar una aproximación dinámcia de dos etapas. Modelar las fuerzas motrices El Plan de Ciencias LUCC del IGBP-IHDP (Turner et al., 1995) lista varias necesidades generales que se consideran críticas para mejorar los apuntalamientos teoréticos y la suficiencia teórica de modelos para proyectar dinámicas regionales de utilización/ocupación del suelo, las cuales son: • llevar a cabo un análisis interdisciplinario de problemas del suelo a nivel regional durante un horizonte de 30 a 50 años • desarrollar una base teórica razonable • integrar y generalizar la investigación de disciplinas científicas sociales y naturales • presentar resultados relevantes para la política La participación en la investigación de cambio global y la comprensión general de que es necesario un modo innovador e interdisciplinario de enfocar el estudio ••••••••••••••••••••••••••••••••••• de la naturaleza del cambio de utilización y ocupación del suelo incitó al Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicado (IIASA) establecer un proyecto principal de investigación en este campo sobre el Modelado de cambios de utilización y ocupación del suelo en Europa y el Norte de Asia (IIASA-LUC)). La región de estudio del Norte de Eurasia abarca grandes existencias de recursos naturales y tiene una importancia demográfica y económica que es crítica para el análisis tanto de fuerzas motrices regionales de procesos globales como las implicaciónes regionales de procesos globales. Al desarrollar un paradigma de modelado, la imprevisibilidad inherente de los sistemas socioeconómicos y naturales y en particular la multiplicidad de posibles consecuencias exigió una aproximación normativa y un análisis de política comparativo antes que una pronóstico exacto. Por eso, se adoptó una aproximación en el proyecto, que permite la representacióin explícita de varias medidas políticas porporcionando así un medio para buscar ‘futuros mejores’, es decir, trayectorías de desarrollo futuro que puedan aliviar presiones medioambientales mientras mejoren el bienestar humano. El proyecto subraya la necesidad de estudios comparativos de los impactos de varios factores demográficos, económicos y políticos en la dinámica de cambio de utilización y ocupación del suelo y pone énfasis en una especificación de modelo que introduce explícitamente políticas y decisiones de agentes económicos. La aproximación del bienestar En los estudios pasados, los mecanismos de interacción entre los ciclos biofísicos y los procesos económicos han sido estudiados en su mayor parte en modelos de simulación dinámicos que siguen cadenas de causalidades, donde los eventos del pasado y del presente determinan que pasará en el futuro. A lo mejor no por sorpresa, muchos de estos estudios han llevado a pronósticos dramaticos. En muchos casos, esto se puede atribuir a la rigidez del paradigma de modelado cuando se supone que los agentes (o actores) cuyo comportamiento se describe dentro del modelo no son capaces de anticipar el futuro. En contraste, la perspectiva en la microeconomía normalmente es suponer que los agentes no tienen capacidad de efectuar pronósticos informados y planes que impiden la probabilidad de un desastre en el futuro. Esto no puede ser suficiente, ya que incluso las informaciones completas y alternativas individuales racionales no siempre son una garantía para evitar desastres. Los mecanismos de coordinación que predominan entre agentes económicos, la manera de funcionar de mercados y la configuración institucional muchas veces tienden a tener una importancia. Es relativamente fácil proyectar resultados calamitosos en un modelo a largo plazo; una simple extrapolación de tendencia muchas veces ya basta. Encontrar una trayectoría de resultados deseables para el futuro evidentemente es más dificil, y también más desafiante. Para explorar estas trayectorías, el análisis de un programa de bienestar intertemporal proporciona trayectorías ideales (es decir, en el caso mejor) de demanda, suministro y de asignación del suelo. En comparación, un escenario en el que no se emprenden acciones o en el que se efectúan los negocios como de costumbre se especifica para empezar desde las condiciones actuales y sirve para subrayar algunas de las amenazas a las que el sistema se está enfrentando actualmente. Esta agrupación del futuro entre escenarios ideales y escenarios más catastróficos se denomina la aproximación de bienestar. Desde la perspectiva económica, las interacciones entre el clima, los recursos del suelo y la vegetación forman parte de procesos de transformación física de existencias de recursos y de capital inducidos por inversiones humanas. Un aspecto importante del análisis económico es que las estructuras y las condiciones de desarrollo e inversión de recursos de la tierra deberían ser eficaces según Pareto. Esto significa que el interés se enfoca en soluciones no dominadas, es decir, que ningún actor (o región) puede estar más acomodado sin que otro esté peor. En este análisis, estas inversiones podrían dejar algunas regiones sin suficientes recursos o podrían privar futuras generaciones. El objetivo del proyecto IIASA-LUC es describir estas trayectorías deseables en términos sociales y eficaces en términos económicos de inversiones y de utilización de recursos. La formulación de un programa de bienestar es el objeto conceptual de mayor interés de las actividades de modelado de IIASA-LUC que se está implementando actualmente para la República Popular China El programa de bienestar está compuesto como un problema de optimización que maximiza la suma ponderada de las utilidades de los participantes, es decir, los consumidores en los ocho regiones económicas distinguidas en el modelo. Existen cuatro clases básicas de restricción a implementar en un programa de bienestar: 1. La restricción de utilidad especifica de modo recursivo cómo la utilidad de un determinado grupo de consumidores en el período t depende del consumo en este período así como de la utilidad del grupo en el próximo período. Esto es una caracterízación de las preferencias de cada grupo y permite la consideración de concesiones mútuas entre el consumo actual y el futuro. 2. Las restricciones de transformación describen los suministros netos en el período t y los recursos en el período t+1 que son factibles en un nivel determinado de recursos en el período t. Estas restricciones proporcionan una caracterízación de tecnologías disponibles en la economía. Esa determina la capacidad de varios agentes de producir nuevas mercancías con mercancías actuales, mano de obra y recursos naturales. Se puede determinar que la dinámica de recursos forme parte de esta configuración de restricciones. En cualquier implementación práctica para estudios LUCC, una parte importante de la recopilación de datos, del análisis y del cálculo debe dedicarse al hecho de especificar adecuadamente las restricciones de transformación describiendo la tecnología y dinámica de recursos que dominan los sectores principales de la economía basados en el suelo – la agricultura y la silvicultura. Es un desafío tanto para los economistas como para los científicos naturales encon- 82 trar maneras mejoradas de incrustar los conocimientos biofísicos y espacialmente explícitos en la especificación de restricciones de transformación. 3. Las restricciones de equilibrio de mercancías garantizan que la demanda de los consumidores no supere el suministro neto que es factible en la restricción de transformación y del comercio. Este equilibrio se determina para cada mercancías y se impone para cada región. Las restricciones de equilibrio de mercancías permiten aproximarse a la estructura regional de mercado, representar características específicas de mercancías e implementar distorsiones en la bolsa de artículos de consumo. En la solución óptima, las variables duales asociadas con estas restricciones representan los precios de compensación del mercado. 4. La restricción de consistencia se asegura de que el nivel de recursos utilizado en el período t+1 no supere el nivel traspasado desde el período t.. La restricción de consistencia debe valer para cada recurso. Este conjunto genérico de restricciones enlaza varios períodos de tiempo en el modelo mediante la acumulación explícita de existencias de recursos. El análisis de bienestar se ha convertido en una herramienta importante en los estudios de modelado aplicados. Proporciona la oportunidad de simular fuerzas motrices sociales y económicas de cambio de utilización del suelo de una manera metodológicamente rigurosa. La combinación de definir una solución de referencia ideal derivada del programa de bienestar y de examinar su sensibilidad a reglas miopes específicas y supuestos conductuales parece ser un método razonable y relevante para la política de enfocar el estudio comparativo de posibles trayectorías de cambio de utilización y ocupación del suelo. Representación espacial En el estudio IIASA-LUC, la China se subdivide en subregiones siguiendo un organización jerárquica. El nivel inferior (es decir, más fino) es definido por una cuadrícula regular. Mediante el uso de una proyección geográfica con áreas iguales, las celdas de cuadrícula tiene una extensión regular de 5 km por 5 km, es decir, 25 km2. El territorio de la China tiene aproximadamente 9,6 millones de km2, lo que resulta en más de 380.000 celdas de cuadrícula. Este nivel espacial bastante detallado se utiliza para evaluaciones del suelo con respecto a características agroecológicas, hidrológicas y biológicas. El próximo nivel de diferenciación espacial es definido por unas 2.360 unidades administrativas a nivel municipal. Cada célula de cuadrícula está asignada a exactamente un municipio . La identificación a nivel municipal permite aprovechar el conjunto abundante de atributos estadísticos recopliados por el Departamento de Estadísticas del Estado. La provincia se utiliza como un tercer nivel de representación espacial. Los grupos de provinicias contituyen el cuarto nivel definido como ocho regiones económicas. Estas ocho regiones forman los componentes básicos geográficos del modelo económico LUC (Fischer et al., 1996). Juntos forman el total nacional, lo que es el quinto nivel de la jerarquía. Los agentes en el modelo se identifican en el nivel de regiones económicas, en el cual se imponen los equilibrios de mercancías y financieros y se pueden ••••••••••••••••••••••••••••••••••• implementar varias restricciones y medidas políticas. Esta característica permite introducir elementos específicos de regiones en el modelo. La adopción de decisiones puede representarse también en este nivel o puede compartirse con el nivel nacional. Los mercados locales, nacionales e internacionales pueden simularse por separado y los flujos netos a o fuera de las regiones se registran y son distinguidos por necesidades de procedimiento y transportación respectivas. Esta estructura prevé mucha flexibilidad al modelar fuerzas motrices que operan a diferentes escalas espaciales y organizacionales. Aspectos temporales Una tarea principal del estudio LUC en China es explorar la susceptibilidad de trayectorías de cambio de utilización y ocupación del suelo a varias políticas, supuestos conductuales, desarrollos demográficos y socioeconómicos y condiciones medioambientales. Por lo tanto, la dinámica es un punto crítico en el esfuerzo de modelado. El estudio se concentra en el período de 1990 a 2030; sin embargo, el lapso de tiempo del análisis comprende el período de 1990 a 2050 que se subdivide en intervalos de cinco años. De este modo, el modelo posee tiempo discreto con trece pasos de tiempo, t = 1,...,13. El paso inicial, t = 1, se refiere al aöo 1990 z el paso final, t = 13, al final del horizonte final, es decir, el comienzo del año 2050. Una discusión de los aspectos temporales de modelar el comportamiento del consumidor y del productor en la aproximación de bienestar requiere que se distinga entre dinámicas endógenas del modelo y exógenas del modelo. El objetivo es describir cómo las variables de interés cambian con el paso del tiempo. Los factores exógenos dependientes del tiempo incluyen variables como, por ejemplo, parámetros que describen el cambio de tecnología de funciones de producción, cambios en características de agentes incluyendo cambios de estilos de vida expresadas mediante cambios de parámetros y formas funcionales del sistema de demanda, o cambios de variables de política como trayectorías de niveles tributarios. Los factores dinámicos exógenos son implementados fácilmente por la previsión de funciones dependientes del tiempo en el modelo. Su introducción no conlleva ningún tipo de complicaciones metodológicas esenciales y puede concluirse eficazmente, por ejemplo, mediante una simulación dinámica recursiva. Esto implica computar una secuencia de soluciones de equilibrio de un solo período para períodos que están relacionados por medio de la actualización de algunos parámetros y variables exógenos. Los factores enógenos en el modelo incluyen componentes como decisiones de asignación de consumidores (por ejemplo, la asignación de ingresos a ahorros y consumo) y de productores (p.ej. decisiones sobre inversion y utilización de recursos). Una formulación de modelo estático es claramente insuficiente cuando la dinámica depende de factores endógenos. Estructura del modelo económico LUC Se han definido ocho subregiones para China basándose en condiciones geográficas/naturales, características demográficas y económicas y subdivisiones administrativas a nivel provincial. Las regiones económicas (es decir, sus agentes económicos) interactúan mediante el tráfico de mercancías, flujos financieros y flujos de recursos móviles (p.ej. mano de obra o posiblemente agua). Se ha considerado una representación adecuada de los flujos físicos de mercancías en el sistema de modelo LUC . Hay dos aspectos que valen la pena ser mencionados la transformación de mercancías mediante el tratamiento cuando pasan del lugar de producción (p.ej. la granja) al consumidor y las necesidades de transportación para salvar las distancias al pasar mercados en ubicaciones distintas. Para un implementación soluble, algunas simplificaciones deben adoptarse para ambos elementos. Un método común para reducir la complejidad de una matriz comercial completa y para evitar un posible carácter indeterminado de flujos comerciales es imaginar un fondo comercial en el cual todas las exportaciones terminan y del cual todas las importaciones se originan. Esta aproximación elimina flujos comerciales bilaterales, pero retiene informaciones sobre costes de transporte así como restricciones sobre rutas al y del fondo. De esta manera, el transporte se interpreta como un medio de homogenizar mercancías que se produjeron en ubicaciones diferentes, pero que poseen características físicas idénticas (Ginsburgh & Keyzer, 1997). La compensación de mercado se establece en dos niveles, un mercado local en cada una de las ocho regiones económicas y un mercado en el nivel nacional que interactúa con economías fuera de China. Una ilustración del modelo económico IIASA-LUC para el análisis de cambio de utilización y ocupación del suelo se muestra en la figura 1. El diagrama dibuja la estructura considerada para cada uno de los componentes básicos geográficos del modelo para China. Las regiones están enlazadas mediante flujos de recursos y de mercancías (representados como variables Y de tipo diferentes) con una contabilidad consistente para balances de mercancías y stocks. El modelo incluye una componente de desarrollo de suelo arraigada en la comprensión biofísica derivada de las bases de datos SIG de celdas de cuadrícula. La componente de desarrollo de suelo determina la asignación de suelo a varias actividades cómo la agricultura de cultivos y el pasto de ganado (representada como utilización del suelo A), silvicultura (utilización del suelo F), suelo para colonializaciones, infraestructura e industrias (utilización del suelo N) y suelo para ocio, reservas naturales o suelo no utilizado (utilización del suelo U). Incluye procesos de acumulación y degradación de recursos. Aquí, el término ‘recurso’ se utiliza en el sentido general. Los recursos incluyen recursos humanos (fuerza laboral L), recursos de agua (representados como E), recursos biológicos (representados como R) y capital social (representado como K). Una secuencia de períodos de tiempo se establece en el modelo. El capital social y las existencias del medio 83 ambiente en el período actual sirven como entradas en el proceso de producción. Los suministros netos de bienes de consumo y de niveles de stock al principio del período subsiguiente son los resultados de producción (representados como salida comercializada QM y producción de subsistencia Y) y actividades financieras (variable representada por I). Por lo tanto, los recursos mediambientales entran como entradas en la producción y son, al mismo tiempo, afectados por la producción y el consumo a través de procesos de contaminación y degradación medioambiental (representados como flujos XQ y XC). En el lado del consumidor, se hace una distinción entre segmentos de población rural y población urbana en cada región (variables PR y PU). Esta característica permite diferenciar entre estructuras de preferencia rural y urbana (es decir, estilos de vida de consumidores) y hacer explícita la migración rural-urbana en el modelo. Los equilibrios de mercancías y financieros se imponen para cada clase y región de consumidores para asegurar que el consumo (consumo de subsistencia CS y consumo adquirido en el mercado CM) no supere el suministro de la producción y importaciones netas (definido por Y + QM + ZQ). Hay dos variables que están asociadas con las condiciones de compensación de mercado, que representan precios (representadas como P). Conclusiones Las próximas décadas guardan cambios principales para las economías nacionales y las sociedades humanas. Sin duda, esto también efectuará cambios evidentes de utilización/ocupación del suelo y ejercerá presiones sobre los ecosistemas y la integridad del medio ambiente. Para evitar que nos quedemos atrapados en respuestas de sistema involuntarias y síndromes de decaimento tenemos que mejorar nuestros sistemas de datos y los apuntalamientos teóricos de herramientas de evaluación. Los datos necesitan implicar al menos cuatro campos: la observación de datos de ocupación y utilización del suelo, datos económicos, de la sociedad y medioambientales. El desarrollo de aproximaciones de multiescala requiere conjuntos de datos de multi-escala compatibles y consistentes. La disponibilidad de datos no está restringida en primer lugar por el volumen de datos generados, sino por la falta de compatibilidad con respecto a la resolución espacial, la cobertura y la definición, la consistencia temporal y frecuencia y las característica institucionales que limitan la accesibilidad. En una conferencia electrónica organizada recientemente sobre la utilización y ocupación del suelo en Europa, el debate de evaluaciones de impacto reveló que las herramientas adecuadas para analizar interacciones complejas entre varios sectores y para implicar actores múltiples se encuentran en una fase de desarrollo todavía pobre. Mientras se reconoció que la compleja realidad europea requiere una vista más coordinada a través de las fronteras tradicionales de agricultura, silvicultura, infraestructura y desarrollo industrial, turismo y protección de la naturaleza, había consciencia que existen abismos y deficiencias bastante grandes tanto en los datos como en ••••••••••••••••••••••••••••••••••• El CO2 influencia la biodiversidad los métodos disponibles que actualmente limitan cualquier intento de evaluaciones de impacto verdaderamente exhaustivas. La construcción de modelos de cambio de utilización del suelo dinámicos e integrados que tratan las reacciones principales del medio ambiente y de la sociedad fue considerado una tarea desafiante pero críticamente importante de LUCC en Europa (Lambin et al., 1998). En la conferencia electrónica se plantearon un varios temas metodológicos importantes. Las contribuciones identificaron varios grupos de investigación que necesitarán estudiarse, incluyendo: • una mejor comprensión de los procesos de tomar decisiones a nivel de gestión del suelo, • relaciones biofísicas/geoquímicas y económicas espaciales a nivel de río-cuenca, • los impactos de cambios de paisaje en la complejidad ecológica y en los atributos de calidad de las existencias de recursos medioambientales, • la descripción y evaluación de funciones medioambientales y servicios del suelo y ocupación del suelo, • incrustación de investigación de la ciencia natural espacialmente explícita (biofísica, biológica, ecológica, etc) en el análisis económico, • modelado integrado de sistema LUCC, y • aspectos culturales, éticos y normativos de utilización del suelo. El progreso en estas áreas de investigación determinará hasta qué punto la ciencia puede cumplir las promesas trazadas en este artículo que parecen ser de importancia crucial en el contexto de un desarrollo espacial armonizado en Europa • Referencias • FAO (1995): Planning for sustainable use of land resources. Towards a new approach. FAO Land and Water Bulletin 2. Rome. • Fischer, G., Ermoliev, Y., Keyzer, M.A., and Rosenzweig, C. (1996): Simulating the socio-economic and bio-geophysical driving forces of land-use and landcover change: The IIASA land-use change model. WP-96-010. International Institute for Applied Systems Analysis, Laxenburg, Austria. • Fischer, G., and Heilig, G.K. (1997): ”Population momentum and the demand on land and water resources”. The Royal Society. Phil. Trans. R. Soc. Land B (1997) 352, 869-889. • Ginsburgh, V., and Keyzer, M.A (1997): The structure of applied general equilibrium models. Cambridge MA: MIT Press. • Houghton, R.A. 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Siguiendo con ejemplos cotidianos, mientras que una elevada concentración de CO2 en una bodega para vinos con una mala ventilación puede resultar letal, una cantidad insuficiente acarrea daños a la naturaleza porque sin CO2 morirían las plantas, los animales y también el ser humano. Los residuos de CO2 presentes en la atmósfera en la medida de un 0,036% (= 360 ppm) con respecto al volumen del aire han sido noticia últimamente. Como consecuencia de la combustión de fuentes de energía fósil, el reverbero de la irradiación solar en el cosmos -análogamente a lo que pasa en el techo de un invernadero- se ve ligeramente frenada. Se teme, por lo tanto, y con razón, que dentro de poco tiempo en la Tierra se registre un aumento de la temperatura de 2 - 3 ºC, lo que conllevaría consecuencias muy serias para nuestro sistema climático. La concentración de CO2 modifica el crecimiento de las plantas La biología se interesa, sin embargo, por otro aspecto de este experimento global. Por el hecho de que el CO2 representa el sustrato clave para la fotosíntesis vegetal, las condiciones de vida para las plantas varían, aunque no consideremos el aumento del efecto invernadero. Desde hace 2.200 millones de años la fotólisis del agua, causada por la energía solar, produce una energía que permite a las plantas fijar el CO2 y elaborar las sustancias carbónicas básicas indispensables para la vida. Las partes de plantas secas son compuestas por casi la mitad de su peso de carbono (símbolo químico = C). Desde hace más de 200 años se sabe que en condiciones de crecimiento favorables las plantas desarrollan una marcada "hambre" de CO2 y que pueden transformar una abundante oferta de CO2 en una especie de " abono ". En el cultivo con semillas, este principio se aprovecha para fines comerciales desde hace casi un siglo. Los tomates y otras verduras que desde el invernadero llegan a nuestras mesas a menudo reciben como abono CO2. Normalmente para este procedimiento se utilizan quemadores de gas que calientan y al mismo tiempo proporcionan CO2 como producto de desecho. No sorprende que el increíble aumento de la concentración atmosférica de CO2 haya sido considerado por determinados sectores como un hecho positivo para la biosfera. Desafortunadamente, desde el 1850 el nivel de este gas en el aire ha crecido un 27%. En la segunda Este artículo es una traducción del texto publicado en la revista ‘Forum’, nº 1 (1996) de la empresa PAX Insurance. 84 ••••••••••••••••••••••••••••••••••• mitad del próximo siglo la concentración se duplicará, una previsión que pudiera ser desmentida sólo por un colapso económico de insospechadas dimensiones. ¿Cómo reaccionará la vegetación de la Tierra, aunque no se consideren los posibles cambios climáticos, delante de esta nueva situación? ¿Puede la vegetación fijar más CO2? Contestar a esta pregunta no es fácil porque un evento similar no ha ocurrido nunca hasta ahora y la experiencia no nos puede ayudar. En el curso de la historia de nuestro planeta, el nivel de CO2 ha sufrido grandes variaciones. El nivel actual se alcanzó ya en el cretáceo, hace más de 100 millones de años. En el periodo de calentamiento de la edad terciaria hace más o menos 30 millones de años, la concentración de CO2 subió una vez hasta alrededor de los 500 ppm para luego bajar a niveles entre 200 y 300 ppm durante las glaciaciones. Todos estos cambios han ocurrido mucho más despacio que hoy. Casi toda la concentración de CO2 desde el inicio de la industrialización se ha producido en el curso de los 120 años de vida de un árbol del bosque. Excepto en algunas regiones con fuertes precipitaciones de nitrógeno disuelto, no se ha registrado un aumento del crecimiento de los árboles, que se podría ver claramente por los anillos del tronco. También hoy, en los bosques de Siberia y de Alaska, muy alejados de las zonas industriales, el " abono CO2 " parece que no haya influido positivamente sobre el crecimiento de los árboles. En este sentido, los árboles resultan muy interesantes por el hecho de contener más del 80% del carbón fijado a nivel global por las plantas. Desafortunadamente, sin embargo, no es posible llevar un bosque entero dentro de un instituto de investigación para la simulación de las condiciones futuras de CO2. Por esta razón, todos los descubrimientos realizados en la investigación experimental en este sector llegan de estudios efectuados sobre árboles jóvenes (a menudo simientes) y en los prados. Los resultados de dichos experimentos han demostrado que depende sobre todo del abastecimiento de las plantas de sustancias nutritivas del suelo (por ejemplo nitrógeno, fósforo), el hecho de que el CO2 tenga un efecto de abono o no. En los suelos de cultivo fértil se registra un aumento del crecimiento (como en el caso de los tomates en invernadero) del 10 – 20 %. En el paisaje natural sin abono, en cambio, el efecto es mínimo. Por el hecho de que éstas son las condiciones que predominan a nivel mundial, estos resultados dejan entender que la biosfera no nos hará el " favor " de recoger el producto de desecho CO2 en la medida adecuada para evitar el aumento del efecto invernadero. A la misma conclusión lleva la observación según la que el CO2 producido por el hombre actualmente se está concentrando en la atmósfera y es absorbido por la biosfera sólo en una mínima cantidad. No es posible, por lo tanto, esperar que la vegetación terrestre pueda impedir los cambios climáticos previstos. Biodiversidad y calidad del forraje Lo que preocupa a la comunidad de investigadores es la constatación de que el cambio global de la dieta de las plantas (más CO2 sin una equivalente reproducción de importantes sustancias nutritivas del suelo) perjudica la calidad de las plantas mismas. No importa si estas reaccionan o no a la mayor concentración de CO2 con un aumento del crecimiento, sus hojas contienen de todas formas más carbohidratos y menos proteínas aunque la cantidad atmosférica de CO2 presente sea mayor. Para poder asumir la misma cantidad de proteínas, una vaca tiene que comer 120 matas de hierba en cambio de sólo 100. Lo mismo se puede decir para todos los demás seres vivos que comen hojas. Por el hecho de que la composición de la vegetación y su aspecto en los diferentes espacios vitales de la Tierra son influenciados de forma determinante por los animales herbívoros (también cuando son de pequeñas dimensiones), es evidente que la mutación de la calidad del forraje podría tener consecuencias graves para la biodiversidad. Según todos nuestros conocimientos, no nos podemos esperar una reacción idéntica para todas las plantas. Más bien todo lo contrario; la sola cosa que se puede afirmar con certidumbre absoluta es que las plantas no reaccionan de la misma manera en presencia de un aumento de CO2. La competitividad en el interior de los bosques sufre por lo tanto un cambio. No existe ninguna teoría según la que seríamos en grado de prever cuáles entras las 500 especies de plantas distribuidas en una hectárea de foresta pluvial tropical saldrían ganando y cuáles en cambio perdiendo. Actualmente, en una zona herbosa del Jura extremadamente rica en variedades vegetales, se están realizando trabajos de investigación sobre este tema promovidos por el Fondo Nacional suizo. Uno de los descubrimientos más importantes hasta ahora atañe al comportamiento de las comunidades vegetales naturales frente al CO2. Éste no se puede prever mediante la observación experimental de plantas aisladas en condiciones de invernadero. Además de una serie de experimentos en zonas agrícolas, a nivel mundial existen sólo cinco ejemplos de investigación de este tipo sobre el crecimiento de enteras zonas de bosque en condiciones de alta concentración de CO2 donde las plantas han escogido espontáneamente su propio hábitat. En todos los demás casos, han sido sembradas plantas extrañas a la zona, o bien plantadas artificialmente unas mezclas. Los resultados de experimentaciones sobre una vegetación natural con un crecimiento muy reducido o ausente, proceden de la tundra de Alaska, de los Alpes suizos, de la pradera de clima mediterráneo de California, de la pradera del Kansas, de un campo herboso magro calcáreo del Jura. Dentro de este grupo, el último es el proyecto más complicado, que puede ser considerado como modelo para el desarrollo de comunidades vitales extremadamente diversificadas con una más elevada concentración de CO2. El crecimiento y la reproducción, así como la reacción de "consumidores" micróbicos y animales están siendo estudiadas por cinco grupos de investigación de las universidades de Basilea y Zurich. Los dos primeros años han ya sido ricos de sorpresas. El ganador no ha sido, como se esperaba, las papilionáceas, que pueden obtener el nitrógeno de forma autónoma gracias a sus propias bacterias de los tubér- 85 culos radicales, sino una modesta ciperácea que ha reaccionado con un crecimiento masivo, cuando en cambio de 360 ppm se le han ofrecido 600 ppm de CO2. Otras especies, como por ejemplo la rara genciana germánica, han disminuido en cantidad. Este " juego " tiene por lo tanto ganadores y perdedores. Para unos tipos de plantas, el contenido de azúcar y de aminoácidos del néctar de las flores ha sufrido unas variaciones aunque por ejemplo algunas mariposas hayan reaccionado de forma diferente frente a estos cambios según se tratara de hembras o machos. En presencia de una concentración superior de CO2, los hongos radicales llamados micorriza, que suelen ayudar las plantas a asimilar las sales nutritivas, para una particular especie de planta se han portado más diligentemente todavía que con hasta otra parasitaria. Estos ejemplos muestran cómo pueden ser sutiles los efectos de una mudada composición atmosférica sobre las comunidades de plantas, animales y microorganismos sin que grandes cambios sean visibles del exterior. El CO2 indudablemente influye sobre la biodiversidad. La diversidad genética favorece la evolución Los cambios en el ámbito de la biodiversidad, la regresión a nivel de especie así como la pérdida de variedad, que probablemente tendrán lugar con el enorme aumento de CO2 en el aire, atañen a todos, también los rincones más remotos del planeta, muy alejados de los responsables de dichos cambios. Contrariamente a la contaminación atmosférica habitual no existen por lo tanto concentraciones regionales de este fenómeno. Los cambios a nivel de variedad afectan al nervio vital de los sistemas ecológicos. La diversidad, es decir la ocupación múltiple (redundante) de " puestos de trabajo " similares para el ciclo de las sustancias naturales, representa una especie de sistema de seguros. En caso de condiciones extremas la diversidad genética garantiza la presencia de un número suficiente de agitadores capaces de asegurar la supervivencia de una especie y la continuidad evolutiva. La velocidad de las actuales mutaciones ambientales supera enormemente la velocidad de la evolución. La explotación incontrolada de los preciosos y agotables recursos de las fuentes de energía fósil, también en este caso, es extremadamente discutible y, sin duda, poco inteligente • El potencial de la biosfera para la retenci n de carbono Aunque se puede afirmar casi con toda seguridad que el CO2 afectará la estructura de las comunidades vegetales, se está discutiendo si los ecosistemas terrestres almacenarán más carbono en un mundo enriquecido con CO2, y, en concreto, si esto permitirá evitar un mayor aumento del CO2 atmosférico. Para calcular la magnitud de este tipo de reacciones ecológicas no necesitamos experimentos, ya que la propia atmósfera tiene la respuesta. Desde 1850, aproximadamente, la humanidad ha producido un aumento del CO2 atmosférico de un ••••••••••••••••••••••••••••••••••• El Mediterr neo. Alteraciones en el funcionamiento de los ecosistemas 27%. En el cálculo del total de carbono elaborado por los científicos especialistas en la atmósfera — que se realiza a partir de la quema anual de combustibles fósiles, los registros de deforestación y la reserva oceánica (disuelta) y atmosférica de CO2— faltan unas 2 Gt de carbono (= 2$109 toneladas de carbono). En otras palabras, la concentración atmosférica de CO2 crece menos de lo que «debería». Nuevas y mejores estimaciones indican que el carbono que falta desapareció en las biotas terrestres, a las cuales hay que añadir 600 Gt de carbono de la biomasa y 1.500 Gt de carbono localizado en la materia orgánica del suelo (reserva total de carbono orgánico terrestre = 2.100Gt). Si, a tenor de este razonamiento simple, suponemos que la fijación global neta de carbono de los ecosistemas era igual a cero hacia el año 1850 (equilibrio entre la adsorción a largo plazo y las pérdidas de carbono), el incremento anual neto actual de unas 2 Gt puede atribuirse a una producción neta del ecosistema (PNE) anual de la Tierra, esto es, el carbono que ha quedado fijado sin que, durante el mismo año, una cantidad equivalente de carbono se recicle mediante la respiración (2 Gt de carbono o un 3 % sobre una producción primaria neta [PPN] anual de unas 60 Gt que, sin embargo, son compensadas por la misma cantidad de carbono reciclado a través de la respiración). Si lo que provocó este incremento fue únicamente el efecto de fertilización originado por el aumento de CO2 del 27 %, esta cifra puede ser considerada como una pauta para futuras tendencias. Si todas las emisiones de CO2 del futuro contribuyeran de un modo parecido a producir un efecto de fertilización como éste, el incremento anual neto correspondiente a un incremento del 100 % del CO2 atmosférico sería aproximadamente del 10 % de la PPN. Sin embargo, este «modelo» simplificado presupone una respuesta lineal del CO2 de la PPN (lo cual no se corresponde con la realidad), y, además, no contempla otros factores, como el crecimiento restrictivo y, en concreto, el ciclo de los nutrientes . Así pues, una estimación más realista del aumento de la PPN global no reciclada en un mundo «con el doble de CO2» es más baja: se situaría entre el 6 % o el 7 % o alrededor de 4 Gt de carbono por año. Puesto que éstas son medias globales, los valores locales deberían de oscilar entre el 0 % y tal vez el +10 %. Estas estimaciones suscitan unas primeras predicciones de una multiplicación por dos o por tres provocada por el CO2 de la reserva de la biomasa. A su vez, indican que aquel que consiga realizar una estimulación experimental de la captura de carbono en un contexto de un CO2 elevado superior al 6 % o al 7 % de la PPN (0,2 % de la reserva global de carbono orgánico actual) lo más probable es que trabaje con un sistema muy atípico para la mayoría de biotas del mundo. Actualmente nuestra atmósfera nos anuncia ya que los ecosistemas terrestres no van a retener el exceso de CO2 que nuestra sociedad libera hasta que no haya transcurrido mucho tiempo después de que las reservas de carbono fósil se hayan agotado. Así pues, no hace falta continuar las investigaciones para apoyar las decisiones políticas dirigidas a reducir el consumo de combustibles fósiles. El dilema de Kyoto Los bosques viejos de crecimiento lento acumulan la mayor cantidad de carbono por área de tierra unitaria (¡1.000 t C!). En comparación, los bosques jóvenes de crecimiento rápido disponen de muy poco carbono. Cuando se plantan estos bosques jóvenes en tierra deforestada, es posible que tarden más de 100 años en alcanzar el “capital” de reservas de dichos bosques viejos. Las reservas netas de carbono del paisaje sólo aumentan en aquellos casos en los que se reforesta una tierra que nunca antes había sido un bosque. Éste es el “dilema de Kyoto”. Sería una catástrofe si la gente pudiera reclamar y comerciar con unidades de secuestración de carbono obtenidas mediante la replantación de tierras recientemente deforestadas. Esto representaría un reconocimiento tardío de todo lo contrario, es decir, una emisión masiva de carbono. Los protocolos de Kyoto se comprometieron a fijar un umbral en 1990. Así, por lo menos en los últimos 8 años de deforestación, la reforestación no puede reportar “beneficios”. Lo más lógico sería pagar para que no se talaran árboles, en vez de pagar para la reforestación, a pesar de que esto último es mejor que la destrucción total del ecosistema a causa de una gestión agrícola posterior a la deforestación inadecuada. Al igual que en los negocios, el volumen de transacciones (la velocidad de adquisición y emisión de carbono, es decir, el ciclo del carbono) es un predictor poco fiable del capital (las reservas de carbono). Bibliografía • Körner Ch, Bazzaz FA (1996): Carbon dioxide, populations, and communities. Academic Press, San Diego, New York, Boston. • Körner Ch (1995): “Biodiversity and CO2: Global change is under way”. ‘GAIA’ 4:234-243. • Körner, Ch., Bazzaz, F.A. (1996): Carbon dioxide, population and communities. 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Fuente: ‘Gaia’, núm. 4 (1995). 86 Josep Peñuelas CREAF (Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales), Facultad Ciencias, Universidad Autónoma de Barcelona, 08193 Bellaterra Parece claro que nos encontramos ante un cambio climático y que las actividades humanas tienen mucho que ver, pero este acuerdo se rompe al analizar los efectos locales o regionales de este cambio global, aunque las nuevas herramientas (paleoecología, teledetección) han ayudado a avanzar mucho en el conocimiento de cómo las plantas reaccionan ante las alteraciones climáticas y, por tanto, hacer previsiones sobre las posibles modificaciones paisajísticas. En el caso del Mediterráneo, las posibilidades de adaptación de la flora, las migraciones y la relación con otros seres vivos hacen prever la simplificación de la complejidad de la biosfera y una acentuación de la sequía, incendios y de la emisión de hidrocarburos unida a la formación de ozono troposférico. Nuestro planeta es muy poca cosa (¡casi nada!) en medio del espacio y tiempo, pero es donde vivimos y es especial, con unas características que lo hacen único dentro del conocimiento escaso que tenemos del universo. Su atmósfera lo distingue claramente de los planetas vecinos. Es una atmósfera rica en oxígeno y nitrógeno en unas proporciones inverosímiles si no fuera porque hay vida, en especial, porque hay vegetación. Este planeta está instalado en el cambio como los demás. Hay que recordarlo antes de entrar en el tema que aquí nos ocupa. Un cambio que, además, en muchas ocasiones ha sido muy espectacular, mucho más de lo que ahora denominamos “cambio global”. De todas maneras, los grandes cambios se han producido, hasta donde sabemos, a escala geológica, a menudo de millones de años, mientras que ahora estamos ante un cambio acelerado en pocas décadas. En efecto, a lo largo de estas últimas décadas el planeta ha visto como crecía exponencialmente tanto la población de una de sus especies, la humana, como el uso que ésta hace de los recursos y energía en sus actividades no biológicas, exosomáticas, por ejemplo en el transporte o la industria. Como resultado, se han producido y se están produciendo toda una serie de cambios de alcance global: • cambios de la composición atmosférica, especialmente incremento de CO2 y otros gases invernadero como el metano, pero también del ozono troposférico y gases del nitrógeno, • cambios en el clima hacia un mayor calentamiento y una aridez mayor, • cambios en los usos del suelo (abandono de cultivos, fragmentación de hábitats y sobreexplotación) y • declive de la biodiversidad. ••••••••••••••••••••••••••••••••••• También son considerables: • el aumento de la eutrofización (fertilización) de la biosfera y • la pérdida del ozono estratosférico (con el aumento consiguiente de la nociva radiación ultraviolada). Además, es de esperar, que todos estos cambios se acentúen cuando los países subdesarrollados vayan incrementándose, como por otra parte es justo, el uso de recursos por cápita. Todos estos cambios, entrelazados y sin precedentes en la historia humana por la rapidez en que los estamos generando, están afectando el funcionamiento de los ecosistemas de manera compleja. Sin embargo, existe una incertidumbre y desconocimiento, tanto referente a la magnitud como en la dirección de los cambios y sus efectos. Los ecosistemas mediterráneos son aún menos conocidos y más variables que otros como los de las zonas templadas porque han sido menos estudiados y son más diversos. Presentan una gran variabilidad climática, complejidad topográfica, gradientes en los usos del suelo y en la disponibilidad de agua y una gran biodiversidad. Seguramente por todo eso son especialmente sensibles a los cambios atmosféricos, climáticos, de la economía mundial, de usos del suelo y demográficos. Aquí centraremos nuestra atención en los dos primeros tipos de cambios y sus efectos sobre los ecosistemas mediterráneos. Los demás serán tratados de paso porque son objeto de atención en los artículos de este volumen. Efectos directos de los cambios atmosféricos Como se sabe, ha habido un aumento del 25-30% en la concentración de CO2 atmosférico como consecuencia, en gran parte, de la quema de combustibles fósiles pero también, en una parte considerable, de la deforestación y de los cambios en los usos del suelo, como se comprueba con la composición isotópica del carbono atmosférico. Cuando es de origen vegetal, este carbono es más pobre en el isótopo estable C13 porque las plantas lo discriminan, mientras que cuando su origen es a causa de los combustibles fósiles, es deficitario en el isótopo radioactivo C14 ya que éste tiene una vida media relativamente corta (5.700 años) y por tanto es muy escaso en estos combustibles. Dada la certidumbre del aumento del CO2 atmosférico, registrado desde los años 50 con medidas directas en diversos observatorios de todo el mundo y su importancia para el crecimiento vegetal, se ha trabajado bastante en el estudio de los efectos directos del aumento de CO2 y sus interacciones con otros factores como son los nutrientes o el agua. Se han llevado a cabo muchísimos experimentos en cámaras de laboratorio en condiciones controladas, bastante alejadas de las naturales. Últimamente, se han utilizado cámaras descubiertas para mejorar la aproximación e incluso sistemas caros de fumigación al aire libre, es decir sin ningún tipo de cámara que modifique la temperatura, la humedad relativa o la radiación donde crecen las plantas estudiadas. Sin embargo, a menudo sólo se han estudiado plantas jóvenes y en condiciones casi hortícolas, en abundancia de nutrientes y agua y sin competencia, de manera que se hace difícil explicar lo que realmente ocurre en la naturaleza, que es mucho más compleja. Por eso han proliferado también los estudios de plantas crecidas con alto nivel de CO2 en condiciones naturales cerca de las fuentes naturales de este gas. Eso sí, se deben escoger fuentes sin contaminación por otros gases como el sulfhídrico. En general, en todos estos estudios se encuentra que las plantas responden al aumento de CO2 atmosférico con: • un aumento de la fotosíntesis y de la producción de biomasa (con respuestas diferentes según las especies y variedades), • una disminución de la conductancia estomática (y por lo tanto un aumento de la eficiencia en el uso del agua, especialmente importante en los ecosistemas mediterráneos) y • cambios en la composición química de los tejidos vegetales (menos nitrógeno y más compuestos secundarios de carbono y, por tanto, menos valor nutritivo y menos digestibilidad y descomposibilidad). También parece que • se incrementa la asignación de carbohidratos en las raíces y bajo tierra, lo que podría dar lugar a un secuestro del carbono a largo término. Finalmente, y entre otros efectos, • la fenología también es afectada, de manera que en estos experimentos hemos visto a menudo como, al aumentar el CO2, se avanza la floración o producción de frutos y semillas. Cambios en los ecosistemas A nivel de ecosistema, en el marco mediterráneo existen respuestas más intensas que en otros lugares como los árticos donde las bajas temperaturas impiden, o como mínimo disminuyen, las respuestas al CO2. En los ecosistemas mediterráneos, las respuestas hídricas son especialmente importantes. La disminución de la conductancia estomática resulta en una humedad mayor del suelo. Los estomas son orificios en la epidermis de las hojas a través de los cuales entra CO2 y sale agua. Parece lógico esperar que si en el aire existe más CO2, las plantas no necesiten tener los estomas tan abiertos para captarlo y así no pierden tanta agua. Eso se traduce en que con la misma cantidad de agua las plantas crezcan más, o que para crecer igual utilicen menos agua. Las implicaciones por el ecosistema radican tanto en la modificación del balance hídrico como del energético porque, por un lado, menos gasto de agua significa más escorrentía, más agua disponible y mayor productividad y, por otra parte, el mayor cierre de los estomas significa menor transpiración y, por tanto, que las plantas estén más calientes, lo que afecta al intercambio de energía entre el ecosistema y la atmósfera. El aumento de la temperatura de las hojas en uno o dos grados cambia, además, la fenología y avanza la floración y la fructificación. Cambios en la composición química Los cambios en la composición química de los vegetales influencian la bigeoquímica de los ecosiste- 87 mas y las relaciones planta-animal, planta-planta y planta-microorganismos. Al tener más carbono disponible y siempre que los demás factores no permitan consumirlo en crecimiento, las plantas asignan la entrada de carbono en exceso de almacenaje de carbohidratos como el almidón o a defensa en compuestos secundarios de base carbónica como los compuestos fenólicos. Como resultado suele haber una disminución de la concentración de nitrógeno (y de proteínas y un aumento del cociente C/N (proporción carbono-nitrógeno). De todas maneras, otros compuestos de base carbónica como los terpenos, cuya síntesis pasa por vías metabólicas distintas, no parecen venir igualmente incrementados y nos hemos encontrado con resultados diversos. Estos cambios químicos afectan a las relaciones de las plantas con los herbívoros, que crezcan menos y que parece que tendrían que comer más vegetal para compensarlo, aunque en nuestros trabajos eso no ha quedado claro. También se alteran las relaciones con los animales que la planta atrae con atrayentes químicos de base carbónica como hemos comprobado en estudios de los manzanos del Empordà, donde los fotoseidos, depredadores de la araña roja son atraídos por la planta cuando ésta empieza a ser atacada por el citado ácaro. Los cambios químicos también afectan a las relaciones planta-planta, al alterar posibles relaciones alelopáticas o luchas tóxicas, fenómeno controvertido pero probable en algunos casos. Así lo hemos comprobado al ver como disminuía la respiración útil de plantas vecinas ante los cambios de compuestos fenólicos y/o terpénicos. Finalmente, las relaciones entre plantas y microorganismos están afectadas, lo que es muy importante para el funcionamiento del ecosistema. El material vegetal pobre en nitrógeno y rico en compuestos secundarios recalcitrantes se tendría que descomponer más lentamente. Sin embargo, actualmente parece que la hojarasca de las plantas crecidas en CO2 elevado no necesariamente se descompone lentamente y por tanto el material vegetal no llegaría a ser una boca para el exceso de carbono atmosférico y una retroalimentación negativa del aumento de CO2 atmosférico. De hecho, ahora se ha visto que la proporción C/N de la hojarasca no es siempre mayor en CO2 elevado que en CO2 ambiente tal como ocurre en los tejidos verdes. La translocación del nitrógeno antes de la caída de la hoja lo explicaría. Dentro de la relación con los microorganismos, el incremento de exudados por las raíces puede tener dos efectos bien distintos, con una importancia relativa que es motivo de controversia entre los estudiosos de estos temas. Por una parte, como los microorganismos tienen más alimento para el aumento de exudados de carbono, se activarían los procesos del suelo y eso implicaría una mayor disponibilidad de nitrógeno y, en general, más actividad biológica. Por otra parte, podría existir el efecto contrario: que los microorganismos, al crecer más, inmovilizaran el nitrógeno en lugar de hacerlo circular, de manera que en este caso disminuiría la actividad biológica. A parte de los balances de energía y de la bioquímica, también la estructura de la comunidad y la biodi- ••••••••••••••••••••••••••••••••••• versidad pueden venir afectadas. Es difícil que los centenares de miles de especies respondan de la misma manera a estos cambios y eso se debe tener en cuenta al querer hacer extrapolaciones de lo que tenemos que esperar de la compleja naturaleza. Es conveniente recordar también que al acabar este apartado, que hacen falta más estudios de efectos del CO2 en plantas limitadas por los recursos -nitrógeno, fósforo, aguay en competencia con otras especies y con otros individuos de la misma especie para conocer el alcance real de todos estos efectos. Sin embargo, por poco que se afecten algunos o todos estos procesos, la estructura, la biogeoquímica y el funcionamiento de los ecosistemas son y estarán alterados de manera considerable. Otros cambios atmosféricos Hay aumentos en otros gases atmosféricos con notable influencia regional como son los gases del nitrógeno o el ozono. Pero así como en algunos bosques europeos, la gran deposición de nitrógeno constituye un factor de peso en el funcionamiento del ecosistema, en la región mediterránea el aumento de ozono troposférico es el cambio que preocupa más, ya que su capacidad oxidativa se vuelve tóxica para las plantas y animales (incluido el humano) cuando su concentración aumenta por sobre de los niveles habituales. El ozono se genera a partir de unos precursores que aquí abundan: los óxidos de nitrógeno (se forman en las combustiones), los hidrocarburos (de origen industrial y automovilístico pero también vegetal ya que son emitidos por la vegetación mediterránea) y la irradiación y temperatura elevadas propias del final de la primavera y verano.. Su fitotoxicidad depende no sólo de su concentración sino también de la sensibilidad de sus varias especies y variedades y de la modulación que efectúan el ambiente y la meteorología. Por ejemplo, una misma concentración de ozono es más tóxica en la costa que en interior por la mayor humedad, la cual hace que los estomas de las hojas estén más abiertos y que el ozono penetre más fácilmente y en más cantidad. Hemos visto también como elevadas concentraciones de ozono inducen a un incremento en las emisiones de terpenos y de otros hidrocarburos para las plantas, con lo que si se confirmara, estaríamos ante una retroalimentación positiva de la formación de ozono. Además, en un mundo más caliente como el que preveíamos para el próximo futuro es esperar un aumento de estas emisiones, ya que aumentan exponencialmente con la temperatura. Efectos ecológicos del cambio climático Este mundo más caliente es el resultado previsible de la absorción de la radiación infrarroja emitida por la Tierra hacia un espacio por parte de los gases invernadero. Prácticamente todos los modelos prevén un clima más cálido y árido. Sin embargo la predicción es extremadamente compleja a nivel local y regional. En nuestro país el clima se ha vuelto más cálido y seco en lo que llevamos de siglo. La temperatura y la evapotranspiración potencial han aumentado 0.10 °C y 13 mm respectivamente por década y la hume- dad relativa mínima ha disminuido 0.85% por década. Además, sequías extremas como las del 1985 y 1994 han sido más frecuentes. Los aproximadamente 3 °C de incremento de las temperaturas previstas por los modelos de circulación global para la región mediterránea para mediados del próximo siglo podrían incrementar la evapotranspiración en 200-300 mm anuales. Si consideramos que muchas regiones mediterráneas reciben menos de 500 mm de precipitación anual y hipotetizamos, como hacen muchos modelos, un 10% de incremento en la precipitación anual, no sería suficiente para compensar la mayor evapotranspiración. Las condiciones más áridas pueden entonces producir estrés hídrico en una vegetación que a menudo vive al límite de sus posibilidades. Si se acentúan estas condiciones más áridas en las próximas décadas y estas sequías se hacen más frecuentes, los efectos sobre ecosistemas serán enormes. Por ejemplo, la fuerte sequía del 1994, después de varios años de sequedad prolongada, afecto profundamente a la vegetación mediterránea hasta el punto de que los años siguientes fueron húmedos, la afectación ha perdurado. Las encinas, por ejemplo, estuvieron fuertemente afectadas y en muchos lugares, dependiendo del tipo de suelo y de su profundidad y de la orientación de las vertientes se secaron. Los estudios isotópicos de C13 y N15 muestran que a lo largo de los años posteriores ha permanecido la afectación del encinar con un menor uso de agua de lo que está disponible y con una menor demanda de nutrientes por parte de una vegetación estropeada que ha favorecido las pérdidas de nitrógeno del ecosistema más que las entradas. A largo plazo, la sequía puede afectar a la estructura de la comunidad y competencia entre especies, como el falso labiérnago, Phillyrea latifolia, no estuvieron afectadas, por lo que se pueden prever cambios en la composición y estructura del bosque mediterráneo. El falso labiérnago, por ejemplo, podría llegar a desplazar la encina en un clima aún más seco y más caliente ya que es más eficiente en el uso del agua, eliminación del exceso de radiación estival y en la conductividad hidráulica. De hecho, desde hace mucho tiempo que se sabe que la distribución vegetal se correlaciona con la duración de la estación de crecimiento, la temperatura mínima y la precipitación. A pesar de que la vegetación mediterránea está adaptada a la sequía estival, la intensificación de la sequía hasta niveles aún más intensos puede conducir a la gradual degradación de la vegetación y finalmente en los casos extremos, a la erosión y desertización, un problema presente ya en zonas tan próximas como las del sudeste español donde los suelos de los ecosistemas degradados son incapaces de retener el agua suministrada por las ocasionales y extremas tempestades de inicio de otoño, que en lugar de aprovecharse provocan inundaciones y erosión. La región mediterránea es también sensible a la acumulación de sales a sus suelos. Cuando la lluvia es insuficiente para lavar las sales, éstas se acumulan en las zonas de drenaje, por ejemplo en Los Monegros. Entonces el agua pierde calidad además de cantidad, con importantes implicaciones ecológicas y agrícolas. 88 Los cambios de temperatura afectan también las funciones animales: el comportamiento de los padres, especialmente crítico cuando la comida y los recursos hídricos son escasos, los procesos reproductivos incluyendo la fertilidad y fecundidad, la capacidad de las aves para mantener la temperatura adecuada para los embriones o la determinación del sexo de los reptiles. Parásitos y enfermedades pueden aumentar en un mundo más cálido; la disminución del tiempo de desarrollo puede permitir generaciones extra. Y el calentamiento también afecta, evidentemente, a los microorganismos, por ejemplo, estimulando los procesos de descomposición. Sin embargo, la falta de agua va en sentido contrario, los modera, de manera que será necesario estudiar el balance de ambos factores en el ciclo de la materia. Eso es lo que estamos haciendo en varios proyectos en macha en el Garraf y en las montañas de Prades. Estas condiciones más cálidas y áridas junto con el posible incremento de biomasa e inflamabilidad por el aumento de CO2 podrían aumentar la intensidad y frecuencia de los incendios. Actualmente, los incendios han aumentado en lo que llevamos de siglo y constituyen una de las perturbaciones más importantes en los ecosistemas mediterráneos. Pese a la complejidad del sistema vegetación-fuego, los efectos sobre la población viva son suficientemente previsibles. Por ejemplo, con el aumento de incendios aumentaría la expansión de especies heliófilas, intolerantes con la sombra y que requieren espacios abiertos. En cambio, disminuiría la presencia de las ombrófilas y los fuegos acabarían por mantener comunidades en estadios sucesionales tempranos. En resumen, el cambio climático acentúa las características mediterráneas: • la emisión de hidrocarburos, unida con la formación de ozono troposférico, • la sequía, y • los incendios. Cambios en los usos del suelo Desde la perspectiva del funcionamiento de los ecosistemas existe otro componente del cambio global de importancia creciente y que aquí sólo citaremos de paso, ya que está tratado en otros artículos de este volumen: es el cambio en los usos del suelo como consecuencia principalmente de las necesidades de alimentar la población creciente. Muchos de estos cambios tienen lugar en los países no desarrollados por ampliaciones de zonas de cultivo a regiones semiáridas y a tierras no del todo adecuadas, incrementando el riesgo de erosión del suelo y degradación de las tierras. Existe también la sobreexplotación de los sistemas forestales en áreas como las del norte de África donde el pasto no deja de crecer a los bosques de encinas, hasta el punto que parecen una especie de bonsais. El abandono de tierras de cultivo y la fragmentación de los ecosistemas son otros dos grandes cambios en los usos del suelo, en este caso más acentuados en la ribera norte del Mediterráneo. La invasión de especies no nativas es otro problema que aumenta día a día por los cambios en los usos del ••••••••••••••••••••••••••••••••••• suelo, la globalización del comercio y el aumento general de las perturbaciones. Con todo, en el futuro se prevé que haya más ecosistemas en estadios sucesivos tempranos y resultará en una biosfera más simple con menos sistemas en estados ancianos y de mayor complejidad ecológica. Adaptación, migración, extinción Los impactos de todos estos cambios sobre la composición y estructura de la vegetación son continuos. Las especies, ya lo hemos subrayado, responden de manera diferente dependiendo de sus capacidades competitivas y de recuperación después de la perturbación y sus tasas migratorias. Así pues, se espera que aparezcan nuevas combinaciones de especies y que los biomas no se muevan como entidades intactas. A nivel individual, la capacidad de ajustarse a los cambios ambientales depende de la plasticidad fisiológica, mientras que a nivel poblacional esta habilidad estaría determinada por el potencial de las especies de rápida evolución de nuevos caracteres y, por lo tanto, por la heterogeneidad genética y por el tiempo de generación. Se considera, en general, que el potencial de evolución de las especies es insuficiente en comparación con las tasas de cambio global. La evidencia paleoecológica de la respuesta a cambios climáticos pasados parece indicar que la adaptación evolutiva ha jugado un papel menor que no la migración, especialmente en el caso de las plantas. A pesar de ello, algunos estudios de material vegetal de los últimos siglos han mostrado también un papel significativo de la adaptación, como mínimo fenotípica. Los estudios paleoecológicos sugieren que muchas especies vegetales pueden emigrar de manera rápida para adaptarse al cambio climático, pero sólo si hay ecosistemas continuos no perturbados lo que nos recuerda la importancia de la fragmentación de los ecosistemas naturales como fenómeno global. La importancia de la emigración depende de factores como la severidad de las condiciones ambientales, la habilidad de dispersión o el tiempo de generación, con respuestas más rápidas para los animales que las plantas. De este modo, los árboles con su largo tiempo de generación serían más lentos en la respuesta al cambio climático. En las montañas de Catalunya, como los Pirineos, las especies pueden responder al cambio climático emigrando verticalmente en cortas distancias. Para evitar un aumento de temperatura de tres grados es suficiente ascender 500 m. De hecho, ya se han descrito migraciones en las montañas de los Alpes y Pirineos inducidas por el reciente y moderado calentamiento de este siglo. Pese a ello, la emigración hacia latitudes mayores conduce a una reducción concomitante en el área total de cada hábitat, por lo que las especies con mayores requerimientos de área pueden extinguirse. Un gran obstáculo para la migración viene de la destrucción de hábitats para las actividades humanas, lo que impedirá que muchas especies colonicen nuevos hábitats cuando los suyos sean inadecuados. Parece que la sinergía entre cambio climático y destrucción de hábitats amenaza a muchas más especies que cualquier otro factor individual. Estudios del pasado reciente Sólo los estudios a largo plazo de ecosistemas completos en experimentos que consideren las complejas interacciones multifactoriales entre el ambiente y los organismos pueden ayudar a entender y modelar la respuesta real de los ecosistemas. Este tipo de experimentos son muy difíciles y costosos, y por eso también se han buscado alternativas o complementos como el estudio de materiales fósiles, material vegetal recolectado en los herbarios o de los anillos de los árboles, es decir, el estudio de material crecido en condiciones naturales cambiantes. Los estudios paleoecológicos de testimonios sedimentarios nos muestran los cambios de la vegetación asociados a los cambios climáticos de épocas pasadas como el reciente holoceno. Destacan las transiciones desde períodos húmedos a más secos, con cambios dramáticos de vegetación y procesos erosivos como el que tuvo lugar después del óptimo climático de hace 5.000-6.000 años, especialmente en zonas áridas y cálidas como las del sur de la Península, hasta ahora poco estudiadas. Los estudios de herbario llevados a cabo en Cataluña han mostrado cambios recientes y rápidos en la fisiología de la vegetación producidos en los tres últimos siglos paralelamente a los cambios atmosféricos. Se ha visto que en este período ha disminuido la densidad estomática en un 17% y la discriminación del C13 en un 5.2% en el conjunto de unas veinte especies estudiadas, indicando una adaptación a la mayor disponibilidad de CO2 y a las condiciones más cálidas y secas de la actualidad mediante una mayor eficiencia en el uso del agua. Además, la concentración de nitrógeno foliar ha disminuido un 31%. Así pues, la proporción carbono/nitrógeno ha aumentado implicando posibles consecuencias importantes para los herbívoros, los descomponedores y, en definitiva, para los ecosistemas. Últimamente, también hemos encontrado un decremento del contenido de N15 tanto en material e herbario como en los anillos de los troncos indicando que los ecosistemas mediterráneos podrían responder a la mayor demanda de nitrógeno (N) para las plantas que ahora crecen con más CO2 disponible disminuyendo las pérdidas de N del suelo e incrementando la fijación de N y la mineralización, es decir, utilizando al máximo el nitrógeno disponible y favoreciendo las entradas de N en el ecosistema más que las salidas. Lo que tiene de espectacular caso todos estos cambios es el elevado grado de coincidencia con el que se encuentra en los experimentos actuales en condiciones controladas. La teledetección: una herramienta para el estudio del cambio global Aparte de experimentar en condiciones lo más naturales posibles y utilizar herramientas históricas y paleoecológicas, los estudios del cambio global y sus efectos requieren ir ascendiendo sucesivamente desde la hoja al ecosistema. Para estudiar lo que ocurre a 89 escala regional y planetaria se utilizan técnicas de teledetección. Estas técnicas se basan en que la luz reflejada, después de incidir sobre un material, presenta diferentes características dependiendo tanto del tipo de material como de su estado. Los espectroradiómetros instalados en los aviones o satélites pueden medir la biomasa verde por la proporción entre el infrarrojo y el rojo. Así se estudia la evolución de las masas vegetales año tras año. De todas maneras, la estricta estimación de la biomasa, pese a su gran interés, no satisface totalmente las necesidades de los ecólogos. Interesa medir no sólo la biomasa, sino también el funcionamiento de las plantas y si puede ser de los ecosistemas. Actualmente, disponemos de espectroradiómetros más sensibles capaces de medir nanómetro a nanómetro y aportar información sobre el contenido hídrico y la fisiología de la vegetación. Todo es especialmente interesante para el estudio de nuestros sistemas mediterráneos de encinares y pinares están prácticamente inactivos en verano y muy activos en primavera cuando hay agua. Conclusiones Los ecosistemas mediterráneos presentan una gran variabilidad climática, una gran complejidad topográfica, unos grandes gradientes en los usos del suelo y en la disponibilidad de agua y una gran biodiversidad, pero en general, se caracterizan por una escasa disponibilidad de agua durante varios meses y por incendios frecuentes y recurrentes. Los cambios globales pueden afectar de manera importante al funcionamiento y estructura de los ecosistemas mediterráneos tanto por sus efectos directos como por los indirectos a través de las interacciones con la temperatura, el agua y los incendios. En los ecosistemas mediterráneos, más secos que los templados, es especialmente importante el posible incremento en la eficiencia en el uso del agua en respuesta al incremento de CO2 y al cambio climático. Los aumentos esperados de temperatura, aridez, biomasa y flamabilidad pueden disminuir la periodicidad e incrementar la intensidad de los incendios y cambiar de este modo la composición específica y la estructura de la comunidad. Los cambios en la composición química (carbohidratos, nitrógeno, fenoles y otros metabólitos secundarios) de los tejidos vegetales podrían alterar las interacciones planta-planta, planta-animal y planta-microorganismos. Todos estos cambios atmosféricos y climáticos a parte de afectar el funcionamiento de los ecosistemas pueden afectar a su composición y estructura. Y en los casos extremos en que las condiciones áridas se convirtieran demasiado intensas, la vegetación podría degradarse y aparecer la erosión y la desertización que ya veíamos en algunos lugares como el sudeste español o el norte de África. Los cambios globales afectan, sin duda, al funcionamiento de los ecosistemas mediterráneos. Para saber más con cuidado en qué grado lo hacen, son necesarios nuevos estudios, las condiciones experimentales que se acerquen al máximo a las naturales y hay que aprovechar los avances tecnológicos aplicándolos por ejemplo a los estudios del pasado y a la teledetección • ••••••••••••••••••••••••••••••••••• El Mediterr neo. Ecolog a del paisaje Bibliografía • Bradshaw, A.D., & Mcneilly, T. 1991: “Evolutionary response to Global Climatic Change”. Ann. 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En cuanto a la gestión territorial, los cortes de combustible parecen la propuesta más sensata. Y mucho más efectiva que los actuales cortafuegos. Si pudiéramos mirar dentro de una bola de cristal y ver cómo serán los paisajes de Cataluña dentro de 100 o 100 años! Como no podemos hacerlo, nos tendremos que contentar con lo que nos pueda decir la prospectiva: el análisis sensato de lo que ha ocurrido en el pasado y las tendencias del presente. Si para empezar miramos atrás podemos utilizar diferentes técnicas de reconstrucción de los sistemas naturales del pasado, entre otros, los fósiles de planta y animales, el polen conservado en sedimentos, los indicadores biogeoquímicos, las formas del paleorelieve, o en tiempos más recientes los documentos históricos. Cuando se aplican esas herramientas detectivescas, los resultados llevan a una conclusión general: en la naturaleza, lo más constante es el cambio. Es decir, los ecosistemas son dinámicos y pocas veces, por no decir nunca, se quedan idénticos a si mismos poco tiempo. En el Mioceno había secuoyas en Montjuïc. Hace cien años, las vertientes de muchas montañas mediterráneas que actualmente están pobladas de bosque espeso estaban cultivadas o llevaban una vegetación clareada. Los ecosistemas son un caso particular de lo que se conoce como sistemas complejos adaptativos, en los cuales un cambio de los componentes induce a cambios en otros componentes que están relacionados. Mediante la red de interacciones que hay en el ecosistema y que lo mantiene como sistema funcional, estos cambios pueden reverberar por todo él. El resultado final es que el sistema adquiere una nueva configuración. Bajo los límites marcados por las leyes de la física y, en particular, bajo las restricciones impuestas por la cantidad de energía disponible, el ecosistema que existe en una lugar determinado puede existir en muchas configuraciones alternativas. La junglas asiáticas pueden tener tigres o no tenerlos, como por ejemplo ocurre en Sri Lanka. Los bosques mediterráneos pueden existir bajo un régimen de fuegos con un tiempo medio de recurrencia entre fuegos de 80 o de 200 años. En todos estos casos, el sistema que obtendremos será dife- 90 rente, a veces de una manera sutil, a veces evidente. A menudo, pero no siempre, los diversos estados alternativos de un ecosistema pueden ser equivalentes cuando se les valora en términos de funcionalidad (producción, ciclo hidrológico, etc.) y de estabilidad (capacidad de persistir en el tiempo y de recuperarse después de una perturbación). Este material introductorio me sirve para ahuyentar a fantasmas más o menos fundamentalistas que querían preservar el status quo de la naturaleza tal como ahora la vemos, sin tener suficiente en cuenta ni el carácter dinámico y contingente de los ecosistemas ni el hecho de que la situación actual en casi todos los ecosistemas de las tierras del Mediterráneo es el fruto de una larga, y a menudo complicada, historia de intervención humana. Por otra parte, también es prudente huir del polo opuesto, lo que podríamos llamar liberalismo ecológico, que tomando como base el carácter cambiante y autoorganizativo de los sistemas naturales podría proponer un “todo vale”. Al contrario, no todas las opciones que tomemos en actuar sobre un territorio son equivalentes, por ejemplo en términos de la continuidad de la capacidad de este territorio de soportar vida abundante y variada. Ecología del paisaje En ecología, el término ìpaisajeî tiene un contenido que va mucho más allá de la acepción perceptiva. Es decir, el paisaje no es, o no sólo es, lo que se ve desde un punto. Para un ecólogo, el paisaje es un ecosistema, o si se quiere un conjunto de ecosistemas, considerado a una escala de orden de magnitud kilométrica. El paisaje tiene una estructura: está formado por elementos variados, de determinados tamaños, formas y disposiciones en el espacio. A menudo estos elementos se pueden clasificar como teselas (las manchas o piezas del mosaico), pasillos (elementos lineales) y matriz (el motivo dominante del paisaje, constituido a menudo por el tipo de tesela más extendido y más conectado). Pero lo que caracteriza el punto de vista del ecólogo sobre el paisaje es la atención prestada en los procesos que tienen lugar en esta estructura: flujos de energía, de materiales (agua, materia orgánica, nutrientes minerales, sedimentos) y de organismos que tienen lugar entre los diferentes elementos del paisaje y entre un paisaje determinado y su entorno. Esos procesos son los que hacen que el ecosistema-paisaje sea un sistema funcional y no meramente una postal. Un punto crucial es que los procesos que tienen lugar en un paisaje están en parte determinados por la estructura del paisaje y recíprocamente la estructura actual del paisaje es el resultado de procesos actuales o pasados actuando sobre el paisaje. Por ejemplo, el movimiento de los animales en el ecosistema-paisaje puede estar influido por el tamaño, forma, y disposición en el espacio de diferentes tipos de hábitat (bosques, matorrales, cultivos, etc.), es decir por la estructura del paisaje. A su vez, el movimiento de los animales puede modificar la estructura del paisaje, por ejemplo, dispersando semillas o pastando diferencialmente según las teselas. Desde el punto de vista de la conservación de la naturaleza y de la gestión del territorio, las impli- ••••••••••••••••••••••••••••••••••• caciones de todo eso son que tenemos que atender simultáneamente a los aspectos culturales y a los funcionales del paisaje, porque están intímamente relacionados. ¿Cómo pueden afectar los procesos de cambio global en los paisajes mediterráneos? Consideraré a continuación dos de los principales componentes del cambio global: los cambios en los usos del suelo y el cambio climático. Me centraré sobre todo en dos aspectos primordiales: el agua y el fuego, dejando para otra ocasión aspectos no menos importantes como la fragmentación, las invasiones biológicas y el diseño de redes ecológicas. Cambios en los usos del suelo Nuestros paisajes ya han sido profundamente modificados por uno de los componentes principales del cambio global: los cambios en los usos del suelo. En ninguna parte salvo la zona de la costa, este impacto paisajístico ha sido el más brutal en los últimos 40 años. En el interior también ha habido cambios acusados. En la llanuras, la intensificación de la agricultura y la ganadería han conducido a una simplificación del paisaje (y a una fuerte contaminación del medio). Contrariamente, las tierras de montaña han experimentado un abandono generalizado de las actividades rurales tradicionales. La ganancia de la superficie de bosque para colonización espontánea de los cultivos y pastos marginales abandonados ha sido muy grande durante el siglo pasado. La consecuencia paisajística es de nuevo una homogeneización, aunque de carácter distinto a la debida a la agricultura intensiva. En el caso del abandono rural, se ha producido una pérdida de variedad en el paisaje por desaparición de cultivos y pastos y, por extensión, del bosque. Éste ha llegado a ser en numerosas áreas más continuo, menos fragmentado; y también por razones de la menor explotación de los árboles y del sotobosque, más denso en sus estratos arbóreo y arbustivo. La mayor continuidad y densidad forestales han tenido que beneficiar a las especies de organismos más estrictamente nemorales, es decir aquellas que no necesitan espacios abiertos en ningún momento de su ciclo de vida. Ha tenido que favorecer muy especialmente a aquellas especies forestales, sobre todo a algunas plantas e invertebrados no voladores, de reducida capacidad de dispersión (es decir aquellas en que ni los individuos adultos ni sus propágulos no pueden desplazarse mucha distancia). Por el contrario, la pérdida de fragmentación forestal ha sido negativa para especies animales que viven en zonas abiertas, o en que sus márgenes con el bosque o que las necesitan al menos para alimentarse. Los casos de la perdiz, conejo y los rapaces que cazan en cultivos o en otras zonas abiertas en medio del bosque son paradigmáticos. Cambio climático El cambio climático como resultado del aumento de las concentraciones de gases atmosféricos con efecto invernadero es una hipótesis, aunque cada vez más verosímil. Los modelos de circulación general predicen que el clima de la región mediterránea en la segunda mitad del siglo XXI será más cálido que el actual y probablemente más árido. A pesar de que las predicciones regionalizadas de la precipitación futura son altamente inciertas, parece probable que incluso si la precipitación anual media aumenta en la región mediterránea, este aumento no sea suficiente para compensar la mayor demanda evaporativa en un clima más cálido, lo que provocaría el aumento de la aridez. Por otra parte, la mayoría de los modelos predicen una mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos, como sequías o inundaciones. Estas situaciones extremas pueden tener una importancia ecológica igual o mayor que las condiciones climáticas medianas, en particular, en una zona de transición biogeográfica como es el Mediterráneo. El agua Como se sabe el agua es un factor ecológico crucial en el Mediterráneo. La sequedad estival es uno de los rasgos principales que definen los climas de tipo mediterráneo en todo el mundo y marca una constricción de primer orden para la actividad de la vegetación, animales y para usos del suelo. Si se va del norte al sur dentro de la cuenca mediterránea, o más en general, cuando pasamos de las áreas mediterráneas más lluviosas a las menos, el déficit hídrico estival para la vegetación va aumentando. Pasamos en líneas generales desde bosques subhúmedos densos, a pinares secos, a matorrales, hasta llegar a paisajes de carácter estepárico o subdesértico. Los bosques densos requieren mucha agua para su mantenimiento. Un bosque mediterráneo puede transpirar fácilmente en un año lo equivalente a una lámina de agua de 400 mm (o 400 litros por metro cuadrado). Hay que sumar a esa cantidad el agua que cuando llueve, se evapora directamente de las copas, troncos y hojarasca (lo que se conoce colectivamente como pérdidas por intercepción) y también el agua que, después de infiltrarse, se evapora directamente desde el suelo. Todas estas aguas, que no son absorbidas por la vegetación, pueden representar en un bosque denso entre 100 y 200 mm por año. Así pues, el total del agua “consumida” por un bosque denso en nuestras condiciones puede estar alrededor de los 500-600 mm por año, a pesar de que esa cantidad puede variar bastante según la especie, características de la masa, tipo de suelo y clima local. Si comparamos esta cantidad con los 450-700 mm anuales que son típicos como precipitación media en la mayoría de las tierras catalanas de vocación forestal y de carácter propiamente mediterráneo, podemos ver que no sobra mucha agua. Que los ríos mediterráneos sean escasos no es ninguna casualidad. Un eventual cambio climático que comportara un aumento, incluso ligero, de la aridez empeoraría el balance hídrico de nuestros bosques y de otros tipos de vegetación, incluyendo los cultivos. Un modelo empírico sencillo desarrollado por J. Piñol, del CREAF, predice que bajo escenarios climáticos futuros como los que predicen algunos modelos de circulación general, encinares densos como los que actualmente cubren el Bosque de Poblet no se podrían mantener y deja- 91 rían probablemente paso a bosques claros o a formaciones arbustivas. Los cambios en el paisaje podrían ser considerables. En conjunto, los paisajes de Cataluña tenderían a parecerse a los que ahora predominan en tierras más meridionales, más abiertos y más secos. Un aumento del déficit hídrico tendría consecuencias no sólo para el paisaje vegetal. Los caudales de los ríos y la carga de los acuíferos disminuirían. Eso afectaría negativamente a las ya estropeadas comunidades fluviales de cualquier tipo de organismos (invertebrados, peces, vegetación ribereña...) tanto por la disminución de agua como por el aumento de concentración de los contaminantes al faltar agua para diluirlos. Igualmente, las ciénagas que dependen de ríos y acuíferos verían comprendida aún más su existencia. Por otra parte, también disminuirían los recursos hídricos utilizables por el hombre, aumentando así la presión para construir grandes obras de infraestructura para traer agua de otra parte, con el coste económico y ambiental que eso supone. Ante esta perspectiva hipotética pero altamente verosímil, lo más sensato parece impulsar un esfuerzo real, no meramente nominal, para aumentar la eficacia en el uso del agua promoviendo el ahorro y la reutilización principalmente en la agricultura, pero también en la industria y hogares. Iniciativas altamente consumidoras de agua, como los regadíos y los campos de golf, tendríamos que mirárnoslas con ojos más críticos que ahora. El fuego El fuego es, simultáneamente, un factor ecológico natural en muchos ecosistemas terrestres y una herramienta de gestión y destrucción de la que el hombre ha usado y abusado en el pasado y en el presente. Desconocemos cuáles serían los regímenes naturales de fuegos (frecuencia, intensidad, estacionalidad, etc.) que habría en nuestros bosques y matorrales. Lo que parece seguro es que la mayoría de nuestros ecosistemas mediterráneos se queman, actualmente, debido a la acción humana intencionada o negligente, con mucha más frecuencia de lo que sería natural. El fuego es un agente importante de transformación del paisaje. El cambio global actúa en el sentido de hacer los incendios más probables, más intensos y más extensos. Es decir, de consecuencias ecológicas más graves. Eso ya es un hecho constatado, y no una especulación, en cuanto a uno de los componentes del cambio global: los cambios en los usos del suelo. El abandono rural y la caída en desuso de muchos productos forestales tradicionales han llevado a Cataluña, como en el resto de las tierras de la ribera norte del Mediterráneo a una mayor extensión, densidad y continuidad de los bosques. La presencia de grandes masas forestales sin gestionar, o insuficientemente gestionadas y la acumulación de gran cantidad de sotobosque son condiciones que, en presencia de numerosos puntos de ignición de origen humano en bosques o alrededores, han propiciado la elevada incidencia de incendios forestales en los últimos 25 años. Por otra parte, si en el futuro el clima llega a ••••••••••••••••••••••••••••••••••• ser más cálido y seco, aumentará la sequedad de los bosques y matorrales y también la frecuencia de situaciones meteorológicas de alto riesgo de incendio. De hecho, esa tendencia ya se ha dado durante el presente siglo. El análisis de los datos de la estación de Roquetas entre 1941 y 1994 demuestra que el número anual de días de elevado riesgo meteorológico de incendios aumentó muy considerablemente. La concurrencia de un clima más árido que el actual y de bosques extensos, densos y con abundante sotobosque, es una combinación explosiva. Paisaje y cambio global: bajo el fuego Desgraciadamente, el fuego puede hacer que algunos de los cambios ecológicos derivados del cambio climático no ocurran de manera gradual, a medida que las especies modifican su abundancia y sus áreas de distribución, sino de manera abrupta. El fuego podría ser el agente que, en conjunción con la sequedad, diera el golpe de gracia a muchos bosques incapaces de mantenerse con un balance hídrico creciente desfavorable. La mayor continuidad forestal y la mayor densidad de sotobosque producidas por los cambios en los usos del suelo representan un mayor riesgo de incendio, en particular un mayor riesgo de que una vez iniciado el fuego, éste se propague de manera incontrolable y acabe alcanzando grandes dimensiones. Los paisajes derivados del abandono rural favorecerían de este modo un cambio en los regímenes de fuego, hacia incendios de gran intensidad y extensión. Como decíamos anteriormente, un cambio climático hacia una mayor aridez agravaría esta tendencia, al menos durante un período de transición mientras todavía hubiera masas bocosas densas Cortes de combustible ¿Qué se puede hacer ante esta situación? Lo que parece más sensato es actuar para corregir la continuidad de las masas forestales y la gran abundancia de sotobosque. No es fácil, porque las superficies afectadas son muy grandes y porque las causas subyacentes (despoblamiento rural, desuso de productos forestales) obedecen a tendencias socioeconómicas y culturales que no se invierten fácilmente. Una posibilidad que puede ser factible, si hay la voluntad política para explicarla a los diferentes sectores sociales y para poner los medios necesarios para llevarla a cabo, es romper la continuidad de las masas forestales mediante un retículo de cortes de combustible. Estos cortes constarían de franjas de unos 200 m de ancho donde el fuego encontraría dificultades para propagarse o al menos donde se facilitaría la lucha contra él. Los cortes de combustible se diseñarían aprovechando lo posible de los terrenos agrícolas existentes, o los cultivos abandonados que se pudieran recuperar. El resto del trazado pasaría por pastos o, en última instancia, por matorrales y bosques. A diferencia de los cortafuegos convencionales, demasiado estrechos y completamente denudados de vegetación, las partes de los cortes de combustible que se tuvieran que hacer cruzando terreno boscoso, lleva- rían un estrato arbóreo claro, con un sotobosque bajo, idealmente herbáceo. Para estos segmentos boscosos de los cortes de combustible el modelo a alcanzar sería el de una dehesa. La reducción inicial de la cantidad de sotobosque en esos casos se tendría que hacer por medios mecánicos. Posteriormente el mantenimiento de los cortes de combustible se puede hacer mediante el pasto con rebaños o mediante quemas prescritas (básicamente en invierno) en momentos en que la humedad del combustible y las condiciones meteorológicas sean las que permitan quemar, pero con una combustión de baja intensidad calorífera y propagación moderada, es decir, fácil de controlar. En el sur de Francia actualmente se gestionan 180.000 ha de cortes de combustible diseñados con los citados criterios. De éstos, 120.000 ha son cultivos, donde se priman cultivos poco inflamables, preferentemente los que quedan verdes durante todo el verano, y en caso de plantar cereales es obligatorio arar los rastrojos inmediatamente después de la cosecha. De las 60.000 ha restantes (prados, matorrales y bosques con características de dehesas) la mitad se mantienen pastándolas y la otra mitad quemándolas de manera controlada. El objetivo es llegar a una superficie total de cortes de combustible equivalente al 10% de las superficies forestales a proteger. Este modelo empezó a aplicarse de manera extensiva en 1991. En los siete años transcurridos hasta ahora no ha habido en la Francia mediterránea continental ningún incendio de más de 4.000 ha forestales. Aunque el periodo es aún demasiado corto para hacer una valoración con base sólida, estos primeros resultados son alentadores y se pueden contrastar con la situación en Cataluña, donde en el mismo periodo varias comarcas han sido devastadas por incendios forestales de grandes dimensiones. Hay que dar énfasis que el fuego, en la mayoría de los casos, no se detiene por la mera existencia de los cortes de combustible. Es decir, los cortes de combustible no tienen que ser un elemento pasivo de lucha contra el fuego, sino un elemento más en un sistema activo. Los cortes de combustible equipados con las infraestructuras necesarias (pistas a lo largo del corte, puntos de agua, etc.) favorecen las tareas de extinción. En muchas áreas forestales de Cataluña hay aún extensiones nada menospreciables de cultivos que podrían servir de base para un sistema como el descrito. Beneficios y riesgos La realización y el mantenimiento de un sistema de cortes de combustible contribuye a fijar una parte de la población rural. Ésta se beneficia de la inyección de fondos públicos asociada, de la reducción en el riesgo de que un incendio alcance proporciones catastróficas y de los productos agrícolas y ganaderos obtenidos. Un retículo de cortes de combustible a escala territorial representa una intervención decidida sobre la estructura de nuestro paisaje, que no dejaría de tener consecuencias ecológicas que hay que evaluar. En comparación con los cortafuegos convencionales, los cortes de combustible tienen un menor impacto visual y representan un riesgo menor de erosión, al menos 92 si las pistas forestales asociadas se diseñan y ejecutan correctamente. Cortes de combustible como los aquí propuestos no parece que tengan que tener un efecto barrera importante para los organismos, ya que la mayor parte de las especies animales que han persistido en nuestros paisajes hasta hoy día se mueven con facilidad a través de mosaicos agro-silvo-pastorales. El objetivo sería mantener la permeabilidad y la conectancia del paisaje para los organismos, disminuyéndola por el fuego. Para conseguir esos objetivos aparentemente contradictorios es fundamental, como decía más arriba, que haya un esfuerzo activo de extinción que tome ventaja a los cortes de combustible. Indudablemente, un sistema de cortes de combustible conllevará impactos negativos, por ejemplo, la reducción de hábitats forestales, la afectación de especies o comunidades de especial interés de conservación, o problemas de erosión del suelo y de regeneración de los árboles. Algunos de esos tipos de impactos, como son los dos primeros, se pueden minimizar con un diseño cuidado del trazado del retículo. Es por eso que hay que utilizar herramientas como los sistemas de información geográfica y aprovechar las bases de datos digitales actualmente disponibles, como son el Mapa de Cubiertas del Suelo de Cataluña, actualmente en fase avanzada de realización en el CREAF, el Sistema de Información de los Bosques de Cataluña (SIBosC), o los atlas de distribución de los diferentes grupos de organismos animales y vegetales. En último término, los posibles efectos ecológicos indeseables de un sistema de cortes de combustible habrá que ponderarlos con los graves efectos negativos que conllevan los grandes incendios forestales sobre los ecosistemas y sobre las poblaciones humanas afectadas. Esperamos que las resoluciones aprobadas recientemente por el Parlamento de Cataluña que instan al Gobierno de la Generalitat a continuar fomentando la reducción de la cantidad y la continuidad del combustible en los bosques catalanes represente un paso hacia adelante en la decisión de afrontar los riesgos derivados del cambio global. Como científicos, también es necesario pedir que la puesta en marcha de un sistema de cortes de combustible vaya acompañada de la monitorización y la investigación necesarias para evaluar su eficacia y corregir este sistema adaptativamente • ••••••••••••••••••••••••••••••••••• El Mediterr neo. Fuerzas socioecon micas y cambio ambiental David Saurí, Françoise Breton Departamento de Geografía, Universidad Autónoma de Barcelona Toda actividad humana tiene un impacto sobre el medio, que no tiene porque ser necesariamente negativo ni destructor. El actual paisaje en la cuenca del Mediterráneo así lo demuestra. A pesar de ello, en las últimas décadas, la intensidad de las actividades extractivas, industriales, turísticas y la expansión no planificada del medio urbano, junto con el progresivo abandono rural, sí que lo han tenido, y continúan teniendo, un efecto claro sobre la degradación del entorno en ambas riberas. El cambio ambiental se nos presenta a menudo como un fenómeno de connotaciones exclusivamente negativas. Si bien es cierto que estas connotaciones son lo suficiente reales al definir el estado actual del medio ambiente planetario, no hay que olvidar que son las características materiales y morales de las sociedades humanas las que guían definiciones, valores y actitudes ante las modificaciones introducidas en el funcionamiento de los sistemas ambientales. Así pues, en ese sentido, es necesario relativizar la misma noción de cambio ambiental y admitir que de una manera u otra este fenómeno siempre ha estado presente a lo largo de la historia y la alteración profunda que las acciones humanas han causado en la estructura y composición de muchos ecosistemas (desde las selvas tropicales húmedas hasta los prados de las zonas templadas) pueden ser valoradas de manera negativa, pero también positiva. La profunda huella humana en los paisajes mediterráneos El cambio, pero también la estabilidad secular caracterizan las relaciones naturaleza-sociedad en el Mediterráneo. La huella humana en los sistemas naturales del Mediterráneo tiene una trayectoria milenaria y el resultado de esa interacción naturaleza-sociedad no se puede categorizar globalmente como negativo o positivo. Por una parte, relatos de deforestación y degradación del suelo nos llegan ya desde la Grecia Clásica y uno de los primeros autores en destacar el impacto (negativo) de las sociedades humanas sobre el medio, el geógrafo norteamericano George Perkins Marsh, basó estas conclusiones en estudios hechos en el Mediterráneo. Sin embargo, por otra parte, los paisajes tradicionales mediterráneos, especialmente las asociaciones entre campos de cultivo, pastos y bosques o las huertas de la costa constituyen magníficos ejemplos de una relación con el medio que, en términos de diversidad y calidad ambiental, según las definimos actualmente, resulta francamente positiva. Ahora bien, desde aproximadamente a mediados de la década de 1950 en ambas riberas del Mediterráneo, los diferentes componentes del medio económico y social han experimentado un conjunto de trans- formaciones muy rápidas que repercuten y de manera muy seria sobre el entorno socionatural tradicional. En este artículo pretendemos ofrecer algunos elementos de reflexión sobre estos componentes del medio socioeconómico y su papel en la configuración del cambio ambiental reciente en el Mediterráneo. Así, analizaremos en un sentido generalista las principales fuerzas inductoras del cambio como son la demografía, la agricultura, el entramado urbano-industrial, el turismo y también la conservación de la naturaleza. Dos realidades demográficas En estos momentos, el mar Mediterráneo separa a dos sistemas demográficos radicalmente opuestos. Asimismo, esta dicotomía entre la ribera norte y sur no ha sido siempre el caso. Efectivamente, la población mediterránea ha sido siempre muy dinámica, con elevadas tasas de crecimiento (quizá a excepción de Catalunya y de Francia meridional) y de densidades tanto rurales como urbanas. Este dinamismo demográfico común en ambas riberas del mediterráneo empieza a mostrar claros síntomas de diferenciación hacia aproximadamente la mitad del presente siglo hasta llegar a una situación actual donde las realidades demográficas de las riberas septentrional y meridional ya no tienen nada que ver. Durante las últimas décadas, la ribera norte ha pasado a tener una de las fecundidades más bajas del mundo para convertirse (contrariamente a la situación que ha ocurrido en buena parte de la historia) en un área de recepción neta de inmigración. Inmigración no sólo procedente del sur, sino también del norte opulento, principalmente gente de la llamada tercera edad que, una vez jubilada, vive todo el año en las costas españolas e italianas o en las islas griegas. Además y dada la importancia fundamental del turismo, los contingentes de población estacional también han aumentado espectacularmente durante las últimas décadas. Los cambios demográficos de los últimos 50 años en el Mediterráneo se podrían resumir en los siguientes puntos: • Creciente divergencia entre una ribera norte con tendencia al estancamiento demográfico y al envejecimiento y una ribera sur donde, pese a las grandes reducciones en la fecundidad de los últimos años, el crecimiento demográfico sigue siendo muy importante • Desaparición del tradicional fenómeno migratorio de los países de la ribera norte y crecientes trasvases de población de los países del norte y centro de Europa hacia una ribera norte del Mediterráneo y (a menudo ilegal) de la ribera sur a la ribera norte • Importancia extraordinaria de la población estacional debida muy especialmente al turismo • Cambios importantes en la distribución espacial de la población: abandono de las áreas rurales y creciente importancia de las ciudades (aunque a lo largo de la historia la cultura urbana ha sido muy importante en el Mediterráneo) • Tendencia a la concentración de las actividades económicas y de la población en las áreas litorales 93 Estos procesos se han consolidado ya en la ribera norte y están en fases más incipientes en la ribera sur. Las agriculturas mediterráneas Las relaciones entre sistemas agrarios y el medio son muy estrechas. Son las sociedades agrarias las que en el Mediterráneo han diseñado el paisaje desde hace miles de años. Por otra parte, los sistemas agrarios son fundamentales o han sido fundamentales hasta ahora para asegurar la alimentación de la población. En la cuenca mediterránea las grandes llanuras aluviales formadas por ríos con caudales importantes son escasas. La superficie de los suelos cultivados en relación con la superficie total de los distintos países es siempre inferior al 10% en Argelia, Libia y Egipto, constituidos en gran parte por desiertos. A pesar de la presencia de numerosos enclaves irrigados, históricamente la agricultura dominante ha sido de secano (cereales, legumbres, vid, olivos, almendros, etc.), complementada con el pasto extensivo, trashumante en muchas áreas y el uso del bosque. Estos dos últimos usos representaban una superficie muy importante en relación con los suelos cultivados y a otros usos del suelo. La intensificación de la agricultura sólo se ha podido llevar a la práctica en las mejores tierras (llanuras aluviales y corredores de la costa) y, aún así, ha necesitado inversiones muy cuantiosas. Estas últimas han sido generalmente asumidas por el sector público que también ha jugado un papel muy notorio en la modernización de la agricultura. El objetivo de las políticas agrarias al menos hasta la década de 1980 en la ribera norte y aún presente en la ribera sur, ha sido aumentar y diversificar la producción agraria. De este modo y junto con el aumento de la productividad de los cultivos tradicionales, hay que destacar el fuerte aumento de otras producciones con escasa tradición en el Mediterráneo, siendo el ejemplo más notable los cereales y el heno destinados a la cabaña bovina de leche y carne. La diversidad de los sistemas agrarios mediterráneos se puede simplificar a grandes rasgos, hablando de los dos extremos: una agricultura de secano, extensiva generalmente dedicada a la huerta y a los frutales pero que comprende también otros cultivos de regadío. Esta agricultura intensiva que menudea en las llanuras aluviales y en el litoral está, pero, muy desigualmente repartida entre las dos riberas mediterráneas. Francia, Italia e Israel son los países que más se han beneficiado de esta intensificación. En cambio, la agricultura de países como Argelia o Egipto sigue caracterizada por una superficie limitada y una producción insuficiente en relación con las necesidades de su población. Aquí nos encontramos con otra paradoja que hay que destacar: el creciente superávit en la producción de alimentos ante una demanda en declive en la ribera norte y las insuficientes producciones de la ribera sur ante una demanda de aumento. El abandono de las actividades agrarias de secano ha supuesto un despoblamiento del campo a menudo brutal, tanto a escala geográfica (pueblos enteros han quedado vacíos) como a escala histórica (el proceso ••••••••••••••••••••••••••••••••••• se ha hecho en un período de tiempo relativamente breve, una o dos generaciones) que ha afectado especialmente a los países del norte. Si se mantienen los niveles de emigración campo-ciudad actuales, este proceso será aún mucho más intenso en la ribera sur. Asimismo, la existencia de una agricultura intensiva y del entramado industrial y comercial que la sustenta y al mismo tiempo es sustentado por ésta, genera una serie de transformaciones sociales, ambientales y culturales muy importantes que, en gran medida, son ajenas al carácter mediterráneo y reflejan más bien las pautas de comportamiento de las sociedades anglosajonas. Nos referimos, por ejemplo, a la introducción de nuevos hábitos de alimentación (a pesar de las virtudes de la llamada “dieta mediterránea”), a la presencia cada vez mayor de alimentos preparados y semipreparados, presentados en envases y embalajes que son una fuente de residuos o al abandono de las costumbres comunitarias de gestión del paisaje, abandono unido a la pérdida de la cultura agraria y de los conocimientos locales. El crecimiento urbano-industrial Aunque el Mediterráneo tiene una larga historia urbana y también un conjunto de procesos muy interesantes de protoindustrialización, el fenómeno de la industrialización y urbanización a gran escala es relativamente nuevo. En parte, por la debilidad del capital autóctono y con importantes excepciones (Catalunya, Lombardia, etc.), la industrialización moderna debe mucho al sector público, especialmente en el caso de la industria pesada (siderurgia, petroquímica, química de base, etc.) que la utilizó para promover el desarrollo económico de regiones retrasadas como Andalucía o el Mezzogiorno italiano. En la ribera sur y durante los años de euforia de regímenes marcadamente estatalistas, como Argelia, Libia y Egipto, la existencia de importantes reservas de petróleo y gas natural generó también una notable industrialización que, sin embargo, chocó con la debilidad de los mercados internos y la escasa competitividad de las exportaciones a excepción de los hidrocarburos. En cuanto al sector industrial propiamente dicho, los países mediterráneos también presentan claras diferencias entre la ribera norte y sur. En la ribera norte, el fuerte crecimiento industrial del período 1950-1975, tuvo la industria pesada, de propiedad mayoritariamente estatal como elemento aglutinador. Hacia finales de la década de 1970, este modelo industrial (de fuertes impactos sobre el medio) parece agotar sus posibilidades de crecimiento futuro. Sectores enteros como la minería, la siderurgia, la construcción naval, etc. entran en una fase de reconversión que se concreta en el cierre de instalaciones, pérdida de puestos de trabajo y un llegado ambiental muy preocupante a nivel de contaminación de los suelos, residuos y paisajes muy degradados. Sólo la industria petroquímica, en manos mayoritariamente privadas, sigue creciendo de una manera importante y empieza a dedicar una parte cada vez más sustancial de las inversiones a elementos de control de la contaminación y la producción de residuos. En la ribera sur y después del fracaso de la industrialización a gran escala, los países ricos en recursos energéticos han vuelto a la vía de exportación de materias primas (muy especialmente el gas natural) por lo que ha sido necesario construir grandes infraestructuras como el llamado gaseoducto Magreb-Europa. Las ciudades mediterráneas no han encajado demasiado bien en el nuevo modelo de desarrollo urbano que ha tenido lugar desde la década del 1950, muy basado en el transporte privado y el consumo de espacio a gran escala, siguiendo un poco la orientación anglosajona. Hacia los años cincuenta las principales áreas urbanas ya habían cerrado los grandes procesos de expansión fuera de los antiguos recintos murallados (construcción de ensanches) y estaban a punto de recibir los principios de lo que serían los grandes éxodos rurales de las décadas posteriores. Las necesidades de acomodar grandes contingentes de inmigrantes que provienen de los espacios rurales multiplicó el crecimiento del medio construido en muchas aglomeraciones de la ribera norte. Como se sabe, en buena parte de las ciudades, este crecimiento quedará faltado de las infraestructuras socioambientales pertinentes, como son las redes de transporte público, equipos sanitarios, educativos, culturales, etc. Y evidentemente, un rápido proceso de deterioro del medio rural al pasar en muy pocos años las poblaciones rurales a urbanas. En muchos casos (y eso no fue exclusivo de regímenes dictatoriales como el español o griego) fueron necesarios muchos años de luchas vecinales para alcanzar unos niveles mínimamente dignos de calidad de vida. La herencia de esta etapa es suficientemente conocida y en algunos casos dramática para la calidad de vida (como por ejemplo, el caso de las viviendas construidas con cemento aluminoso). El legado ambiental también es bastante evidente aunque quizá no tan importante como se podría pensar, sobre todo si la comparamos con el período posterior. Por supuesto que la urbanización sin urbanismo (como se ha venido a denominar este proceso) ha generado impactos ambientales importantes, como dan fe los barrios dormitorio de grandes ciudades mediterráneas como Barcelona, Marsella, Roma o Atenas. A partir del 1975 y, muy especialmente durante las décadas de los 80 y 90, el crecimiento urbano en el Mediterráneo empieza a experimentar un cambio cualitativo importante. En síntesis, el medio construido durante la etapa anterior tiende a degradarse de manera bastante rápida y, en la medida de lo posible, es abandonado por sus residentes que buscan una nueva “calidad de vida” facilitada a veces por ciertas posibilidades de mejora del bienestar material. Es también el periodo en el que las ciudades estrictas y también las primeras coronas metropolitanas pierden población, cuando se multiplica el uso del transporte privado y cuando en crecimiento de la “ciudad difusa” se intensifica. Las implicaciones a nivel ambiental de estos cambios en las estructuras y dinámicas urbanas son muy importantes por lo que suponen en términos de consumo de recursos (energéticos, de agua, suelos, paisaje, etc.), aumento de los riesgos naturales (muy importantes en medios tan dinámicos como el Mediterráneo), etc. Paradójicamente, este modelo de expansión urbana estilo de “Los Angeles” presenta a los ojos de los que así actúan una clara mejoría en términos de calidad de vida, por el hecho de dejar (cuando 94 se puede) medios construidos compactos, más o menos degradados y con una calidad de vida percibida como baja, a medios más esponjosos y de una calidad de vida percibida como superior. Si bien, a nivel individual es difícil negar estas evidencias, a nivel agregado, este cambio de modelo de ciudad genera un conjunto de impactos cuantitativamente quizá más relevantes que los impactos generados por el antiguo modelo de urbanización sin urbanismo. Llegamos así a una extraña dicotomía que no respeta lo que siempre ha sido una característica básica de las sociedades mediterráneas: la fuerte presencia de la ciudad, una ciudad compacta, con una multifuncionalidad de los usos del suelo y relacionada con su entorno inmediato. Esta concepción de la ciudad es lo que ahora se intenta recuperar con la rúbrica de la sostenibilidad, pero pese a la tradición quizá el infortunado modelo difundido ya sea algo irremediable y más teniendo en cuenta, los malos tiempos que corren para el planteamiento público del territorio donde cada vez se afianza más la huella privada. Evidentemente, el modelo anterior no sería aún aplicable a países de la ribera sur donde el crecimiento urbano sigue una línea tan caótica como en la ribera norte sin contar con los niveles de riqueza que permiten, al menos, disfrutar de unos equipos mínimos, servicios e infraestructuras. En este sentido, las imágenes de las ciudades norteafricanas, también históricamente muy bien adaptadas a su entorno y con una cultura urbana extraordinaria están cambiando rápidamente hacia lo que sería una versión más pobre aún que de la urbanización sin urbanismo de los países del norte de las décadas de 1950 i 1960. Sin duda, los medios litorales sufren las presiones y degradaciones más fuertes. Actualmente, más de 125 millones de personas, el 35% de la población, viven en el 10% del territorio, que corresponde al litoral. Según la hipótesis del Pla Blau, esa población habrá doblado hacia el año 2025. Por otra parte, en 1985, 14.000 km2 estaban urbanizados; se calcula que 30.000 km2 o más lo serán dentro de 25 años. El turismo: una industria estacional de difícil compatibilización con los sistemas rurales Durante la década del 1990 el turismo se ha consolidado como el primer sector económico de muchos países mediterráneos. Hay que recordar que Italia, España y Francia concentran aproximadamente la quinta parte de los ingresos mundiales por turismo y que en España, el turismo constituye más del 10 % del Producto Interior Bruto. Por otra parte, el turismo también ha llegado a ser un elemento clave en la economía de países como Marruecos, Túnez y Egipto. Así pues, hay que otorgar a este sector un papel muy relevante en la economía y sociedad mediterráneas. La frecuentación turística en el Mediterráneo ronda los 100 millones de personas/año y se prevé que esta cifra se triplique en 2025. Esta actividad turística se traduce en un consumo extremadamente elevado de espacio, a menudo el más interesante desde un punto de vista ecológico o paisajístico. Se prevé un ritmo de pérdida directa de espacios litorales de 10.000 km2 cada 5 años. De este modo, el turismo en el Mediterráneo se expresa ••••••••••••••••••••••••••••••••••• sobre todo por la urbanización: construcción de apartamentos, hoteles, infraestructuras de ocio, comerciales, de transporte, etc. La característica básica es la estacionalidad: el espacio urbanizado queda vacío durante gran parte del año y la máxima concentración se da en los meses de verano provocando fuertes demandas de agua cuando más bajas están las reservas, picos de contaminación e impactos importantes derivados de la frecuentación elevada (coche, pisoteo, residuos etc.). El crecimiento del turismo interior que se expresa con la segunda residencia y el camping-caravaning, aunque más repartido a lo largo del año se concentra en los periodos de fines de semana y vacaciones, creando grandes olas de desplazamientos por los grandes ejes de acceso con la consecuente densificación de tráfico, retenciones y el aumento del riesgo de accidentes, especialmente en los países de la ribera septentrional. Este modelo depredador de los recursos es especialmente problemático en los países de la ribera sur, donde las multinacionales del ocio se instalan para buscar la máxima rentabilidad, con poca sensibilidad para los sistemas naturales. En su conjunto, todo el Mediterráneo se está transformando en el área de descanso y ocio (turismo estacional o estancia más definitiva en el momento de la jubilación) por diferentes segmentos sociales de los países desarrollados. Esta función tiene un precio importantísimo en el paisaje, la creciente urbanización, los impactos ambientales y sociales, ya que no solamente significa una cierta homogeneidad urbanística (infraestructura de acogida, campos de golf, puertos deportivos, hipermercados etc.) sino también cultural (falta de interés por las culturas locales, modelos culturales de consumo importantes el mundo anglosajón, etc.). Hay que reconocer la emergencia de nuevas formas de turismo más específicas y más equilibradas respecto al territorio, economía y culturas locales (agroturismo, ecoturismo, turismo de deportes de naturaleza). Pero desgraciadamente, no dejarán de ser marginales frente al turismo de masa, organizado a través de los grandes “tour-operadores”. Aunque se vayan desarrollando formas alternativas de turismo, no se ve, de momento, que puedan llegar a salir de la esfera marginal en la que se encuentran respecto al turismo de masa. Este tipo de turismo, que el mismo Pla Blau en sus estimaciones de futuro considera que irá incrementándose y provocando fuertes impactos, sólo es posible controlarlo con un cambio de conciencia social, de la sociedad en general, pero también de los mismos empresarios del sector. Ejemplos como el de Calvià (Mallorca), donde a partir de la iniciativa de los propios empresarios está teniendo lugar a una reestructuración y renaturalización del espacio urbanizado, son esperanzadores pero muy puntuales a escala mediterránea. Sería conveniente que se diera una cambio de mentalidad en la demanda turística que permitiera transformar la oferta y asegurar la continuidad de la actividad en condiciones razonablemente compatibles con los sistemas rurales. Aquí hay una responsabilidad insoslayable de los países desarrollados hacia los subdesarrollados. Los espacios protegidos El Mediterráneo presenta una extraordinaria riqueza florística y un alto nivel de biodiversidad (el segundo del mundo después de las selvas tropicales húmedas). También sirve como corredor de paso y escala para unas cinco mil aves de 150 especies migratorias. La presencia de las especies animales y vegetales representa sólo un aspecto del paisaje, pero es un indicador visible de lo que ofrece la cuenca del Mediterráneo en términos de biodiversidad. Ante esta realidad territorial y ecológica rica y diversa, hay que destacar que los espacios protegidos son relativamente escasos. Esta afirmación se puede matizar según los países, pero, en conjunto, sólo el 1% de la superficie total de territorio se encuentra bajo una figura de protección. Además, estas figuras varían mucho según los países y, a pesar de su interés, responden sólo de forma parcial al objetivo de preservación de la biodiversidad y de protección de paisajes. A menudo, se trata de enclaves aislados y fragmentados, con pocos recursos económicos y humanos que no facilitan ni el control ni la gestión. Particularmente, existen muy pocos espacios litorales y marítimos protegidos. La escasez en el número y extensión de espacios protegidos, contrasta con la gran cantidad de visitantes que reciben estos espacios. De este hecho se puede desprender una lectura positiva, ya que motiva una presión social cada vez mayor para la conservación de la naturaleza (y que en este sentido es como podemos considerar la propia conservación de la naturaleza como un factor de cambio ambiental). Por otra parte, a menudo y paradójicamente, la propia figura de protección es la que crea una vulnerabilidad mayor de estos espacios en la frecuentación humana. Aprovechando la mayor sensibilidad social para la protección de espacios, especialmente en la ribera norte, se está trabajando en la investigación de fórmulas novedosas para proteger los espacios de interés natural, especialmente los de la costa. En función de las posibilidades de implementación, las políticas de conservación pueden llegar a ser una fuerza a tener en cuenta en el cambio socioambiental aunque la tarea es enorme frente a otros intereses económicos competidores. El futuro de la sociedad y el medio en el Mediterráneo En este artículo, nos hemos interesado en trazar, de una manera muy generalista, el estado de las fuerzas inductoras del cambio ambiental reciente en el Mediterráneo. Entre estas fuerzas inductoras hemos destacado los casos de la demografía, la agricultura, el conjunto urbano-industrial, el turismo y la conservación de la naturaleza. Un aspecto crítico de este entramado de factores socioeconómicos es la diferencia que separa a la ribera norte desarrollada de la ribera sur más pobre. Al mismo tiempo, también hemos querido destacar las similitudes en los procesos de cambio, pesar de su diferencia temporal. A continuación y para concluir con estas líneas, quisiéramos plantear un conjunto de reflexiones sobre las 95 cuales, a nuestro parecer, sería necesario trabajar y, sobre todo, actuar más a fondo. En primer lugar, hay que decir que la presión de la población sobre el medio mediterráneo ha experimentado un cambio cualitativo muy importante. En la ribera norte, con tasa de crecimiento nulas o muy bajas y con crecientes porciones del territorio mediterráneo sería más bien la falta de gente (y de las actividades tradicionales que llevaban a cabo) que no el exceso de efectivos humanos. La disminución de la población rural resulta, pues, un aspecto fundamental y muy preocupante de cara al futuro. El mismo proceso se puede ver reproducido en la ribera meridional en la medida de que la emigración campociudad continúe con el mismo ímpetu que lo está haciendo actualmente. La otra cara del despoblamiento rural y el abandono de la agricultura es, sin duda, la expansión urbana. Asimismo, esta expansión ha olvidado el modelo mediterráneo tradicional de ciudad compacta para adoptar un modelo “difuso” que consume enormes recursos (energéticos, territoriales, etc.) y genera muchos residuos. La paradoja en este caso es que la percepción social del cambio en el modelo urbano (el paso de una ciudad compacta a una ciudad difusa) no corresponde en absoluto con lo que sería una contribución al mantenimiento de la sostenibilidad global. De este modo, existe un beneficio individual percibido en términos de mejora de calidad de vida pero un coste económico y ambiental colectivo de grandes proporciones. Otro gran impacto (a buen seguro matizable según las áreas) sería el provocado por la concentración de grandes cantidades de efectivos humanos en territorios muy reducidos como son las áreas litorales. En este sentido, el peso de la actividad turística durante el verano, acentúa los déficits hídricos locales y regionales, hace más problemática la gestión de los residuos y fuerza una cierta “saturación territorial” de consecuencias angustiantes para la población humana y el resto de seres vivos. También hay que comentar la presencia de ciertos cambios en las fuerzas inductoras que de manera incidental o premeditada pueden tener unos impactos positivos en el estado ambiental del Mediterráneo. En el primer caso, el cambio del modelo energético a escala doméstica que supone la mayor presencia del gas natural en detrimento de combustibles más contaminantes está contribuyendo sin duda a una mejora de la calidad del aire en muchas ciudades de la ribera norte. Al mismo tiempo, la crisis industrial, que afecta sobre todo a los sectores más contaminantes, ha generado alteraciones favorables en el medio (aunque queda un legado ambiental negativo que costará muchos años y mucho dinero en resolver). Para terminar, la identificación de las fuerzas inductoras de los cambios junto con la dirección de estos cambios representa una tarea urgente para poder pasar el siguiente paso: el cambio de mentalidad o, si se quiere, la “alfabetización” ambiental de estas fuerzas. La tarea es larga y los impactos en el paisaje son diarios, constantes y acumulativos, dirigidos básicamente por las fuerzas económicas del mercado libre. ¿Tendrán ••••••••••••••••••••••••••••••••••• Entrevista a Xavier Baulies el conservacionismo y las prácticas relacionadas, capacidad de organización y fuerza sociocultural suficiente para contrarrestar estas tendencias? Estas cuestiones están en el corazón de la pregunta sobre el cambio socioambiental. Y el análisis a escala general sólo nos muestra las grandes tendencias. Hay que trabajar a escala intermedia y local para entender mejor las complejas relaciones entre sociedad y naturaleza que históricamente, en el Mediterráneo, han sido particularmente fecundas y positivas, al menos según nuestra percepción actual • Director ejecutivo del proyecto internacional Land Use and Cover Change (LUCC) “No podemos estudiar el cambio climático como algo externo a la actividad humana” Biólogo especializado en geobotánica y ecología, Xavier Baulies entró en contacto con la cartografía a raíz de sus trabajos sobre comunidades vegetales alpinas. Se incorporó pronto en el Instituto Cartográfico de Catalunya y en esa institución empezó una línea de investigación relacionada con los usos del suelo y comunidades vegetales utilizando la teledetección. Ha realizado también inventarios forestales y análisis estadísticos en cuestiones relacionadas con la contaminación de aguas o el impacto postmortem de los incendios. En 1996 se dedicó a una actividad cada vez más habitual entre los científicos: coordinador de investigación. Fue nombrado director ejecutivo del proyecto internacional The Land Use and Cover Change (LUCC), el cual tiene la oficina central en Barcelona. “Trabajo en la coordinación de ideas. Es una posición muy fértil, el tipo de fertilidad que se produce en las interfases de las cosas”, explica Baulies. El director del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), Jaume Terrades, y el propio Xavier Baulies fueron los presidentes del comité organizador de la conferencia GCTE-LUCC sobre el cambio global celebrada en Barcelona, con gran éxito, el pasado mes de marzo. ¿Cómo se explica que la oficina del proyecto LUCC se haya instalado en Barcelona, concretamente en el Instituto Cartográfico de Catalunya? A causa de una serie de circunstancias que confluyeron. El Instituto Cartográfico de Catalunya (ICC) es un centro reconocido mundialmente, relativamente joven, el cual empezó sus actividades en plena era digital. El ICC es uno de los centros pioneros en Europa en remote sensing y en cartografía de los usos del suelo. El hecho de “trabajar” sobre un territorio -Catalunya- de sólo 23.000 km2 ha dado la posibilidad de desarrollar una cartografía sistemática de los usos del suelo. Empezó muy fuerte y ha conseguido una posición de vanguardia en la cartografía moderna. El ICC es una institución pequeña, pero un punto de referencia para otras iniciativas. Además, está muy bien conectado a nivel internacional. No obstante, es posible que se escogiera como sede del LUCC por el hecho de que se ha desarrollado el concepto de fast mapping, que es la respuesta rápida en la cartografía de observación. ¿En qué consiste y qué aporta el remote sensing? El remote sensing es una técnica que, por primera vez, nos permite medir de manera integrada las observaciones de la Tierra. Se relaciona con la biogeoquímica o el ciclo de carbono con el hecho que, en una determinada zona, llueva más o menos en los próximos años si sabemos utilizar los patrones de cambio de fragmentación de la Tierra a través de satélite. El LUCC se encarga de crear y coordinar ese tipo de agenda científica, que es realmente interdisciplinar. ¿Cómo se financian estos proyectos interdisciplinares? ¿Qué es el LUCC? El LUCC es el nuevo programa internacional de cambio global. Posiblemente es el que genera más entusiasmo entre los estudiosos de la superficie de la Tierra: ecólogos terrestres, climatólogos, químicos atmosféricos, todos quieren trabajar en él. El LUCC combina la observación de la Tierra a través del remote sensing, que mide los cambios en la superficie terrestre, con los aspectos socioeconómicos que les explican. De hecho, el LUCC integra en sus proyectos las tres ciencias de impacto que se han ido desarrollando en el estudio del cambio global: la química atmosférica, las respuestas biofísicas y su impacto en los ecosistemas terrestres y, finalmente, los cambios en la climatología terrestre. Esa integración de la información facilita las decisiones sobres los usos del suelo. El LUCC se ha convertido en una plataforma central de aspectos socioeconómicos, aspectos de observación directa de la Tierra y feedbacks biogeoquímicos. Las instituciones que hospedan oficinas internacionales deben tener un perfil de actividad relacionado con el proyecto, como es el caso del Cartográfico y dedicar unos recursos mínimos al funcionamiento básico. Los proyectos se financian con dinero que obtiene el LUCC. Mantenemos unas relaciones muy buenas con la Comunidad Europea y cuando, por ejemplo, organizamos actividades internacionales la NASA, la National Science Foundation de los Estados Unidos o el gobierno japonés subvencionan a sus científicos para que puedan asistir. Llevamos a cabo investigaciones más allá de las fronteras pero respetando las reglas del juego del financiamiento científico. ¿Cuáles son las principales aportaciones de la conferencia dedicada a los cambios de la superficie terrestre celebrada en Barcelona? La conferencia del Earth Changing Land celebrada en Barcelona fue una iniciativa conjunta del Global Change and Terrestrial Ecosystems (GCTE) y del LUCC. No es un hecho normal porque habitualmente cada proyecto 96 ••••••••••••••••••••••••••••••••••• organiza su conferencia. ¿Por qué se hizo conjuntamente? El LUCC ha despertado mucho interés en el si de la comunidad científica porque integra aspectos socioeconómicos e intenta explicar las causas, los orígenes de los cambios de la superficies continental. Y los factores, los motores de cambio son de origen antrópico. Ese punto de partida ha provocado el acercamiento del GCTE, hecho que se ha traducido en la organización conjunta de la conferencia y en la voluntad presente y futura de trabajar juntos. De hecho, en el campo del cambio global existe una clara voluntad de trabajar de manera más coordinada y la colaboración GCTE-LUCC es el primer gran ejemplo a nivel mundial de ese esfuerzo transdisciplinar. Esas cosas ocurren cuando hay salud científica, cuando las cosas evolucionan rde manera rápida y abundan las nuevas hipótesis. El científico no está hecho para darse la satisfacción a él mismo sino para dar respuesta a preguntas que interesan. La sociedad pide que los científicos salgan de sus ámbitos académicos habituales y creo que aquellos que no lo hagan no tendrán tanta competitividad en el futuro. De hecho, el Cuarto Programa Marco de la Unión Europea ya se ha inspirado en esa manera más abierta de entender la ciencia y el próximo V Programa Marco lo subraya aún más claramente. ¿Qué se le pide al científico, dejar de ser un especialista? Se pretende que el científico continúe profundizando en su especialidad pero que haga el esfuerzo de entender otros lenguajes. El objetivo es que centre sus esfuerzos al servicio de proyectos comunes y, por tanto, más complejos. Eso requiere un gran esfuerzo para aprender distintos lenguajes: conocer aspectos socioeconómicos, sociológicos, demográficos y saberlos integrar. Al contrario, las personas que han trabajado sobre patrones de comportamiento humano tienen que hacer el esfuerzo de abordar cuestiones más cuantitativas. No se trata de formar personajes polifacéticos -eso supondría cierta disolución- sino tener especialistas que aprendan, como quien aprende una lengua, otros lenguajes. Una sociedad tan compleja necesita científicos interdisciplinarios. O sea que el ecólogo, por ejemplo, sepa cómo trabaja el geógrafo… Exactamente, que sepa leer la literatura de otros especialistas que trabajan en el mismo ámbito de interés y que establecen hipótesis similares. Pero en la carrera científica – el famoso curriculum- esas nuevas aptitudes no están reconocidas. El artículo superespecializado en las grandes revistas de referencia es lo que vale. Se tendría que reconocer que el dominio de otros lenguajes científicos agranda el curriculum de los científicos y eso no es así... Es cierto, no es así, pero lo será. Para hacer un edificio más complejo y atrevido necesitamos subrayar ese aspecto de comunicación entre las especialidades. En Barcelona quedó claro que necesitamos esa integración entre las ciencias de impacto y las ciencias que explican los factores de cambio. Entre las conclusiones de la conferencia sobre el cambio global se destacó la importancia del trabajo conjunto. También quedó claramente explicitado que en un futuro se tendrá que abordar la integración de diferentes disciplinas. Por tanto, ¿Las prioridades futuras en el estudio del cambio global se centrarán mucho más en la actividad humana? Efectivamente. Creemos que las respuestas asimétricas del sistema climático, como por ejemplo “El Niño”, y la imprevisión creciente de las predicciones, otorgan más trascendencia al factor sorpresa que está introduciendo el hombre. Por tanto, cada vez resulta más fundamental cómo la sociedad humana interviene en el planeta, cómo muerde por aquí, cómo deja crecer por allá, qué ocurre cuando deforestamos una zona y cómo afecta a su entorno. La actividad humana es el aspecto central del cambio global: ya no podemos estudiar el sistema climático como un sistema externo a la actividad humana, se debe entender integradamente. ¿Qué papel tienen reservado los científicos sociales en el estudio del cambio global? Los científicos sociales y los economistas deben tener un papel muy importante en el estudio del medio ambiente. La preservación del medio ya no es una especie de idealismo deteriorado de unos señores que buscan la florecilla sino que el eje de la preocupación es cómo nosotros impactamos en el medio. Hasta ahora nos preocupaba nuestra capacidad de hacer daño al sistema -la florecilla, la especie en vías de extinción- pero lo que tendría que preocupar son las respuestas del ecosistema sobre nosotros. En síntesis, es la frase que acostumbra a repetir el ecólogo Ramon Margalef: “la Tierra no está amenazada, la que está amenazada es la especie humana”. El medio ambiente ya no es un placer ni un lujo de unos cuantos naturalistas, está intrínsecamente relacionada con nuestro futuro como sistema y, por tanto, las dimensiones económica y social son centrales. ¿Cómo se trasvasa la información de programas como el LUCC al conjunto de la sociedad, a quiénes toman las decisiones que impactan sobre el medio? El científico tiene que estudiar las consecuencias de las actividades humanas y poderlas valorar, no sólo desde el punto de vista de pérdida de especies; sobre todo se debe excitar a la clase política. Tenemos que argumentar el por qué es importante la pérdida de determinadas especies como indicadores de escenarios futuros. Ciertamente, actualmente en la toma de decisiones, la información sobre los impactos y consecuencias en el medio ambiente interviene relativamente poco. Los factores decisivos son la compe- 97 titividad, la creación de puestos de trabajo, la generación de riqueza. Cuando hablamos de crecimiento económico en la calle, tenemos que introducir adjetivos como sostenible, de manera que las cosas se piensen y se aborden con más complejidad. Desde un punto de vista más científico, ¿Cuáles fueron las aportaciones más destacadas de la conferencia celebrada en Barcelona? A partir de los resultados obtenidos por los investigadores del GCTE, una de las conclusiones centrales fue que el cambio en la composición de gases de efecto invernadero afecta tanto a la estructura como a la composición florística de las comunidades vegetales. O sea que los ecosistemas cambiarán, quizá no tanto sus especies dominantes como en su composición. Esa es una gran conclusión científica. Respecto al LUCC, que se trata de un proyecto relativamente nuevo, quedó claro que necesitamos incorporar respuestas biogeoquímicas de la actividad humana en nuestros modelos. Por ejemplo, si en los años 60-70 (Revolución Verde) en las llanuras del río Ganges en la India, Nepal y Pakistán se produjeron gran cantidad de cereales gracias a la masiva fertilización de las llanuras. Actualmente, las cosas han cambiado. Hay un declive de la productividad debido a un exceso de fertilización inorgánica y se ha perdido la capacidad orgánica del suelo. Ese hecho tiene una gran trascendencia en las decisiones sobre usos del suelo en esta zona. Se han querido producir alimentos para mucha gente pero a través de un modelo insostenible. Abordar ese tipo de cuestiones, centrales en el tipo de investigación que hace el LUCC exige la cooperación entre disciplinas laterales si se quieren entender los procesos de cambio. ¿Cómo se contempla en los trabajos del LUCC el punto de vista de las culturas del sur del planeta con visiones de desarrollo y del medio ambiente diferentes a las de Occidente? Es una reflexión que va más allá de la pregunta científica. Es cierto que este debate existe en el marco de la comunidad científica. Hay perspectivas diferentes entre una sociedad en desarrollo y una sociedad desarrollada. A finales del siglo XX, se habla de diferentes estadios de desarrollo, de diferentes tipos de sociedad y, sobre todo, de la velocidad, del ritmo en que el hombre actúa sobre el medio. Desconocemos lo que significa deforestar a la velocidad que se está deforestando actualmente el sudeste asiático, algunas zonas de África y la cuenca amazónica. La gran incógnita es la capacidad del sistema para adaptarse y crear respuestas. Desde el LUCC existe la voluntad de abordarlo utilizando un lenguaje claro, desinteresado y antiimperialista. ••••••••••••••••••••••••••••••••••• Legislaci n ambiental ¿El LUCC “vende” un patrón ambientalcultural característico del Norte por todo el planeta? La protecci n del litoral mediterr neo y la ordenaci n territorial Es difícil decirlo. Si hay algo que es utópico es la objetividad. El científico es inseparable de su cultura, de su contexto. El hombre mediterráneo tiene tendencia a hacer ciencia distinta de la de un señor del Norte. Esas tendencias existen aunque haya una serie de parámetros comunes entre los científicos. De hecho, iniciativas como el LUCC o el GCTE tienen que garantizar la diversidad, deben resultar suficientemente representativas para integrar todas estas visiones de una manera convincente para los intereses comunes. En el estudio del cambio global evitamos la idea de colonización científica. Intentamos ser integradores y respetuosos, especialmente en el caso del LUCC donde hablamos de modelos de comportamiento humano y que siempre incorporan valores cualitativos. Ignasi Doñate Abogado experto en cuestiones medioambientales Desde la perspectiva de los usos del suelo, ¿Cómo valoraría la evolución del territorio catalán en los últimos años? Los grandes cambios han sido los incendios. Pese a ese fenómeno, ha tenido lugar una recuperación forestal significativa en hectáreas. Asimismo, ha habido una colonización de la costa, un incremento de las viviendas en toda la zona de la costa y un cierto abandono agrícola en comarcas interiores, como es el caso del Priorat y los dos Pallars. Los catalanes hemos pasado de vivir de manera apretada a residir en zonas laxas y de menos densidad -las llamadas coronas urbanas-. Desde un punto de vista agrícola, se ha producido un incremento de la vid. De hecho, zonas que tradicionalmente habían cultivado la vid y la habían abandonado, ahora la están recuperando. Es el caso del Priorat y del Ampurdán. En cambio en el Maresme se ha perdido espacio agrícola a causa de la presión residencial. Esos patrones de cambio deben entenderse, interpretar y relacionar con los factores socioeconómicos que los complementan. ¿Tenemos suficiente información para evaluar si Catalunya evoluciona hacia un modelo económico sostenible o insostenible desde el punto de vista ambiental? No tenemos estudios suficientes para afirmarlo o negarlo. Existe la infraestructura de información para empezar a generar proyectos bajo este enfoque y que profundicen y valoren las dinámicas socioeconómicas. De hecho, se necesitan estudios que integren todos los tópicos característicos del Mediterráneo: el fuego, el turismo, la intervención necesaria sobre el paisaje tan propio del Mediterráneo. El hombre interviene en el cien por cien del planeta y tenemos que entender los efectos de estas acciones • 1. Los escenarios del Pla Blau Hace diez años, en el marco del Programa de las Naciones Unidas por el Medio Ambiente, se hizo público el Plan de Acción para el Mediterráneo, presentado con el nombre de "Pla Blau. Los futuros de la Cuenca Mediterránea” y con un segundo título "Medio Ambiente-Desarrollo 2000-2025”. Las conclusiones del Pla Blau confirmaban una hipótesis de trabajo: las estrategias y políticas de desarrollo aplicadas por los países del Mediterráneo, fueran las que fueran, tenían una influencia determinante en la situación y preservación del medio ambiente de la cuenca. El trabajo nos indicaba, muy particularmente, como la protección del mar Mediterráneo de sus riberas y regiones de la costa, no se podía llevar a cabo con actuaciones limitadas en el mismo mar o en las regiones de las costa. La protección de la región dependía globalmente y de forma clara de las políticas que adoptaran en tres ámbitos generales: desarrollo, medio ambiente y gestión del territorio. La protección de la cuenca mediterránea se veía también condicionada por las interacciones de orden económico y comercial entre el conjunto de los países mediterráneos y los del resto del mundo, en sectores como la agricultura, industria, energía, turismo y transportes. En este sentido, los diferentes escenarios del Pla Blau confirmaban la validez de los análisis efectuados en el marco de otros trabajos, como el del informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo o las perspectivas en materia de medio ambiente hasta el año 2000 y más allá, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Los diferentes escenarios previstos en el Pla Blau se fundamentan o en el cumplimiento, más o menos acentuado, de las tendencias estudiadas (escenarios llamados “tendenciales”) o en un alcance más voluntarista de la cooperación mediterránea, tanto a nivel de medio ambiente como a nivel de desarrollo (escenarios llamados ”alternativos”). Unos escenarios u otros, en la perspectiva del 2000, no nos llevan imágenes o perspectivas del medio ambiente mediterráneo radicalmente diferentes las unas de otras. El horizonte 2000 ya era, hace diez años, un horizonte muy próximo. Fueran los escenarios que fueran, las principales líneas políticas hasta el 2000 ya estaban aprobadas y las medidas legales, sociales y económicas ya estaban en proceso de aplicación. En cambio, los escenarios para el horizonte 2025 nos mostraban que la situación podría cambiar mucho de un escenario a otro y que el estado del medio ambiente corría el riesgo de agravarse considerablemente. Teniendo en cuenta los plazos necesarios para obtener efectos claros en la protección del entorno, el Pla Blau planteaba que hacía falta, desde ese momento, adoptar políticas más decididas que las 98 que se estaban aplicando si se quería evitar, o reducir, las graves faltas de recursos o las degradaciones irreversibles que amenazan el medio ambiente de la cuenca mediterránea, especialmente en cuanto a los suelos, aguas, bosques, al litoral y a los medios urbanos. De una manera muy concluyente, el Pla Blau nos planteaba que todas las hipótesis -considerando los escenarios más favorables- sobre la salvaguarda de la franja terrestre-marítima, a largo plazo, son muy difícil de conseguir debido a las presiones humanas emergentes y a la vulnerabilidad de los entornos naturales. Estas no eran sólo las predicciones para las regiones del Sur y Este de la cuenca, sino también para las costas urbanizadas de la región Norte. La condición sine qua non para preservar la cuenca mediterránea pasa por la voluntad política constante y sin desfallecimiento de los gobiernos e instituciones públicas, pasa también por una política fundamentada en el soporte activo y en la complicidad permanente de las poblaciones afectadas. Los mejores escenarios posibles expuestos en el Pla Blau conllevan una movilización permanente en favor del medio ambiente. 2. Las diferentes presiones sobre el litoral Todas las actividades humanas ejercen una presión considerable sobre el litoral mediterráneo degradando los paisajes que le dan una reputación cultural y turística y degradan, muy especialmente, la zona infralitoral particularmente amenazada por el hecho de ser la más frágil, pero también la más importante desde el punto de vista de los recursos vivos marítimos. Esta presión física se añade, evidentemente, a la degradación agraviada por los vertidos contaminantes en la zona marítima litoral. Citando a Miquel Ventura (El Temps Ambiental, junio 1998) "El litoral catalán está muy afectado por las transformaciones antropogénicas, como ocurre en la mayoría de los países ribereños del Mediterráneo. En España, con una longitud de costa de aproximadamente 7.880 kilómetros, el 24% corresponde a playas, con un patrimonio público de unas 13.560 hectáreas. Desde los años 60 se está produciendo un proceso acelerado de traslado de la población interior al litoral, de tal manera que más de un 40% de la costa estatal ya está urbanizada o tiene la calificación de urbanizable, un 7% se dedica a instalaciones portuarias, un 3% a las instalaciones industriales y un 8% a usos agrícolas, no teniendo aún el 42% restante los usos claramente definidos”. 2.1 El proceso de desertización El proceso de desertización ha sido considerado por la Convención de las Naciones Unidas de lucha contra la desertización de los Países afectados, firmada en París, el 17 de junio de 1994 (BOE 11/2/97). Para luchar contra la desertización, la Conferencia de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, acordó la redacción de un instrumento internacional, que concluyó con la citada Convención subscrita por 100 países y que entró en vigor, de forma general y para España, el 26/12/96. La Convención tiene cuatro anejos que ••••••••••••••••••••••••••••••••••• plantean específicamente la lucha contra el fenómeno de la desertización en África, Asia, Latinoamérica y el Mediterráneo septentrional. El secretariado de la Convención tiene por función ayudar a los programas específicos nacionales y regionales de cooperación entre países para invertir el proceso de desertización. 2.2 La degradación de las zonas no urbanizables y los incendios El abandono de las zonas rurales y de la agricultura extensiva son también fenómenos que han acentuado la problemática del litoral, incendios y erosiones del suelo. Los incendios forestales, que también afectan gravemente zonas del litoral y del prelitoral mediterráneo, están regulados a nivel estatal por la Ley 81/1968 de 5 de diciembre y su Reglamento aprobado por el Decreto 3769/72 de 23 de diciembre, estatales. A nivel de Catalunya, habrá que tener en consideración la Ley 6/1988, de 30 de marzo, Forestal de Catalunya, el Decreto 241/1994 de 26 de julio y el Plan de protección civil de emergencias para incendios forestales de Catalunya (INFOCAT) aprobado por Acuerdo de Gobierno de 29 de septiembre de 1994. Con posterioridad a la promulgación de estas disposiciones se ha aprobado el Decreto 64/1995, de 7 de marzo, por el cual se establecen medidas de prevención de incendios forestales y el Decreto 268/1996, de 23 de julio, por el cual se establecen medidas de corte periódico y selectivo de vegetación en la zona de influencia de las líneas aéreas de conducción eléctrica para la prevención de incendios forestales y la seguridad de las instalaciones. En relación con los espacios naturales de protección especial el Decreto 378/1986, de 18 de septiembre, acordó el establecimiento de planes específicos de prevención de incendios en estos espacios. 2.3 La alteración del medio natural y del paisaje litoral El proceso de destrucción de los parajes naturales dio lugar a la elaboración del Protocolo de 3 de abril de 1982, ratificado por Instrumento de 21 de diciembre de 1987, para la implantación de zonas especialmente protegidas del Mediterráneo, con el objetivo de preservar las zonas marinas más significativas por los recursos naturales, los parajes naturales y el patrimonio cultural de la región. (BOE 11/1/88). Con carácter general de protección, el 13 de junio de 1985 se aprobó la Ley 12/1985 de Espacios Naturales de Catalunya con el objeto de proteger la diversidad genética, la riqueza y la productividad de todos los espacios naturales. El Decreto 328/1992, de 14 de diciembre aprobó el Plan de Espacios de Interés Natural. La adecuación de esta legislación catalana fue regulada por el Decreto Legislativo 11/1994, de 26 de julio. La protección básica de los Espacios Naturales y de la flora y fauna silvestres a nivel estatal fue desarrollada por la Ley 4/89, de 27 de marzo. La protección de los espacios naturales específicos en el litoral de Catalunya fue regulada por: • La Ley 21/1983, de declaración de Parajes Naturales de Interés Nacional y de Reservas Integrales Zoológicas y Botánicas de los aiguamolls del Empordà y disposiciones reglamentarias posteriores. Decreto 136/1984, de 17 de abril, de despliegue de la Ley 21/1983, de 28 de octubre, de declaración de Parajes Naturales y de Reservas Integrales Zoológicas y Botánicas de los aiguamolls del Empordà. Decreto de 231/1985, de 15 de julio, de concreción topográfica de los límites del Paraje Natural de Interés Nacional y de las Reservas de Interés Zoológico y Botánico de los aiguamolls del Empordà. • El Decreto 332/1986, de 23 de octubre, modificado por el Decreto 53/1992, sobre declaración del Parque Natural del Delta del Ebro i de les Reservas Naturales Parciales de la Punta de la Banya y de la isla de Sapinya. En el mismo marco del Delta del Ebro se dictó el Decreto 269/1996, de 23 de julio, por el cual se aprobó el cambio de nombre y la modificación de la superficie de la Reserva de caza de la Encanyissada, y se amplían los límites del parque natural del delta del Ebro. • La Orden de 9 de noviembre de 1992 por la cual se prohibe la circulación motorizada por determinados caminos de las reservas naturales del Delta del Llobregat. • La Resolución de 31 de julio de 1996, por la que se hace público el Acuerdo de 23 de julio de 1996, del Gobierno de la Generalitat, por la cual se aprueba definitivamente el Plan especial de protección del medio natural y del paisaje de la Rojala-Platja del Torn. • La Ley 4/1998, de 12 de marzo, de protección de Cap de Creus. 2.4 El cambio climático El cambio climático, reconocido en el progresivo y global aumento de las temperaturas y en los últimos efectos catastróficos ejemplificados en el fenómeno de El Niño, fue objeto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, hecha en Nueva York el 9 de mayo de 1992, ratificada por España por Instrumento de 16/11/93 (BOE 1/2/94). Posteriormente, las Naciones Unidas celebraron, el 1/12/97 en Kioto, la tercera Cumbre sobre el Clima, donde se reunieron las partes firmantes del Convenio del Cambio Climático, después del inicio de Río92 y del fracaso de Berlín-95. Como consecuencia, el 10 de diciembre de 1997 un total de 159 países se comprometieron en reducir sus emisiones de gases invernadero en un 5’2% de media, entre 2008 y 2010. La Unión Europea luchó desde el principio por una reducción mayor, que finalmente se autoaplicó, acordando una reducción del 8% de las emisiones para los Estados miembros. Estados Unidos consiguió la inclusión en el protocolo de tres gases más de los que se pensaba al empezar la cumbre. La Comisión europea interpretó el protocolo firmado en Kioto como la primera batalla ganada contra el calentamiento de la tierra, mientras que los ecologistas tildaban de farsa el hecho de presentar como fantástico un avance realmente insuficiente. Un 56’25% de los expertos consultados consideraron que los acuerdos de Kioto no eran suficientes. 99 En 1999 se celebrará la cumbre de cambio climático en Buenos Aires. 3. La presión urbanística sobre el litoral Entre las amenazas que recaen sobre los espacios naturales litorales, la más importante es la presión urbanística, que llega a afectar el 65'8% del litoral. Siguiendo el Pla Blau, en 2025 más de 150 millones de personas vivirán en ciudades de las regiones mediterráneas (82 millones en 1985). Las zonas naturales, salvajes o aún intactas, tienen el riesgo de reducirse cuando, en cambio, tendrían que extenderse. Los casi 70 "Espacios especialmente protegidos" censados en 1985 no están suficientemente protegidos y piden una vigilancia de las autoridades y de la opinión pública. Sería conveniente doblar las superficies protegidas en los próximos diez años para asegurar una protección más significativa. Entre las zonas especialmente vulnerables figuran sobre todo las zonas húmedas y la mayoría de las que se podrían dedicar a la acuicultura. A nivel de los Estados, y en el ámbito específico de la gestión del territorio, el Pla Blau, constataba la voluntad de las administraciones de orientar o frenar el proceso de urbanización con planes urbanísticos, de ocupación del suelo y con políticas de gestión del litoral. Sin embargo, esa voluntad a menudo se veía frenada por la descentralización política en el ámbito de la gestión del territorio y contrapuesta por la falta de control del proceso de construcción de viviendas y por las presiones de la indústria turística. La voluntad manifestada en crear áreas protegidas o de salvar ciertas zonas de la presión urbana casi nunca corresponde con la realidad: a pesar de los objetivos públicos de protección del litoral, la realidad nos muestra como en los años 60 y 70 cerca de 2.000 kilómetros de costa fueron sacrificadas por la presión de los intereses económicos. "La presión constructiva y humana sobre la franja litoral no para de crecer hasta provocar la saturación de muchas zonas y crear una problemática ambiental específica.- Esta manifiesta saturación no sólo repercute en el estado y disfrute de las playas, sino en el del área litoral y prelitoral" (Diagnóstico del Plan Territorial General de Catalunya. Generalitat de Catalunya. Departamento de Política Territorial y Obras Públicas. Dirección General de Planificación y Acción Territorial). La cooperación entre los Estados, la gestión del litoral mediterráneo -comprendidas las islas- pide un intercambio de experiencias entre las diferentes políticas estatales, así como un intercambio de las diversas prácticas de gestión del territorio susceptibles de reducir la presión sobre el litoral y favorecer una ordenación en profundidad mirando los espacios interiores. La cooperación, especialmente en los estudios comparativos, podría centrarse en los métodos de gestión, reglamentaciones, mecanismos jurídicos y financieros de protección, sensibilización de los turistas hacia el medio a proteger, la conservación del espacio infralitoral, la utilización de la teledetección, etc. ••••••••••••••••••••••••••••••••••• 4. La respuesta de la legalidad territorial urbanística La respuesta a la presión urbanística corresponde en gran parte a la administración pública mediante los planos de ordenación territorial, la ordenación del suelo, la planificación y gestión urbanística. La ordenación del litoral se fundamenta básicamente en el derecho urbanístico, dependiendo por lo menos -de una manera global y poco concreta- de la planificación territorial, que tiene como objetivo básico el establecimiento de importantes líneas de ordenación de grandes extensiones del territorio. El actual sistema jurídico de ordenación del territorio de Catalunya se concentra en la Ley 23/1983, de 21 de noviembre, de política territorial y en la Ley 1/1995, de 16 de marzo, por la cual se aprobó el Plan Territorial General de Catalunya. Los objetivos y criterios legales de la política territorial en Catalunya son la distribución equilibrada del crecimiento, la promoción del crecimiento económico ordenado para incrementar la actividad económica, conseguir una mejor calidad de vida y luchar contra el paro. Sin embargo, estas políticas en función de unos valores socioeconómicos genéricos y parciales, no garantizan por si mismas una ordenación equilibrada de los recursos. Aún así, la misma ley precisa que el desarrollo del Plan Territorial, mediante planes parciales y sectoriales, debe hacerse teniendo en consideración el fomento del desarrollo sostenible, el respecto a las tierras agrícolas o forestales, el uso eficiente de los recursos energéticos e hidráulicos, la preservación de los espacios naturales de interés y la producción del mínimo impacto ambiental de las actuaciones territoriales. El Plan Territorial General de Catalunya se desarrolla en seis Planes Territoriales Parciales definidos por las afinidades geográficas de agrupaciones de comarca. Sorprende que no haya ningún plan territorial que trate con carácter singular y global todo el litoral catalán. Una vez aceptado que la mayor parte de la población se concentra en el litoral, que esta población se duplica o triplica en ciertas zonas con motivo del turismo, que la falta de recursos naturales y la degradación de la zona se acentúan día a día pese a las medidas que se adoptan, sorprende la falta de directrices estratégicas de planificación del litoral. En este sentido sería necesario que, en el marco del Plan Territorial General de Catalunya al igual que se dictó la Ley 2/83, de comarcas de montaña, se dictara una normativa adecuada que encaminara el litoral de Catalunya hacia unas perspectivas de desarrollo sostenible. Por falta de criterios estratégicos claros de carácter territorial, la ordenación del litoral se lleva a cabo mediante la normativa urbanística recopilada en el Decreto Legislativo 1/1990, de 12 de julio, por el cual se aprueba la fusión de los textos legales vigentes en Catalunya en materia urbanística. Más específicamente esta ordenación se ha llevado a cabo mediante los Planes Generales Municipales que en Catalunya han sido hasta ahora los instrumentos reales de ordenación del territorio. Citando a Miquel Ventura (El Temps Ambiental. Junio 1998. Nº 32) estos Planes Generales presentan bastantes carencias: " Primero, los límites de ordenación del litoral establecidos en los planes generales municipales no se corresponden con los límites físicos, los cuales no son estáticos, sino al contrario. Segundo, no hay una ordenación del litoral cohesionada con otros planes municipales, ni tampoco a nivel regional. Y tercero, los aspectos ambientales han sido, como mínimo hasta ahora, por debajo de los aspectos económicos y urbanísticos." La normativa urbanística a nivel estatal ha visto reducido muy claramente su ámbito de actuación después de la Sentencia del Tribunal Constitucional de 20 de marzo de 1997 (BOE 25/4/97) por la que se declaró la inconstitucionalidad y la nulidad de una serie de preceptos del texto Refundido de la Ley sobre el Régimen del Suelo y Ordenación Urbana, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/1992, de 26 de junio, para infringir la competencia exclusiva de las comunidades autónomas, a las cuales corresponde realmente dictar las normas que afectan a la ordenación urbanística, integrándolas sistemáticamente con las competencias estatales que puntualmente pueden afectar la materia urbanística. De acuerdo con esta sentencia, el urbanismo debe ser entendido como disciplina jurídica del hecho social o colectivo de los asentamientos de población en el espacio físico. La Constitución Española no contempla la definición de urbanismo, pero establece los principios rectores más importantes: la utilización del suelo de acuerdo con el interés general, impedir la especulación y regular la participación de la comunidad en las plusvalías generadas por la acción urbanística de los poderes públicos. Al margen de estos principios rectores, queda a España la competencia para regular las condiciones básicas que garantizan la igualdad de todos los españoles en el ejercicio de los derechos y en el cumplimiento de los deberes constitucionales (art. 149.1ª de la Constitución Española). En medio de estos derechos se cuenta el derecho de propiedad reconocido en el artículo 33 del texto constitucional. De este modo, ha sido, como, tomando como fundamento la competencia del Estado “para regular las condiciones básicas que garanticen la igualdad en el ejercicio del derecho de propiedad del suelo en todo el territorio nacional, así como regular otras materias que inciden en el urbanismo como son la expropiación forzosa, las valoraciones, la responsabilidad de las administraciones públicas o el procedimiento administrativo común” se aprobó por 167 votos a favor, 143 en contra y cuatro abstenciones la Ley 6/1998, de 13 de abril, sobre régimen del suelo y valoraciones. Según el gobierno español, el objetivo de la nueva normativa es "incrementar la oferta de suelo urbanizable y así permitir la disminución del precio del suelo y de la vivienda”. La nueva normativa limita a un máximo del 10% la cesión del suelo que se tendrá que hacer a los ayuntamientos. En este sentido y, como ejemplo, la nueva ley choca con la normativa vigente en el País Vasco. Sin embargo, los consistorios son los organismos que tienen la potestad de definir si el suelo es urbanizable o no. En el nuevo texto legal el “suelo no urbanizable” deja de ser lo común residual y pasa a defi- nirse como lo que se debe incluir en esta categoría por el hecho de estar sometido a un régimen especial de protección incompatible con su transformación o lo que el planteamiento general considere necesario preservar o considere inadecuado por el desarrollo urbano. Con esta normativa el suelo con carácter residual es el “urbanizable”, a excepción de los municipios sin planteamiento en los que el suelo no sea “urbano será “no urbanizable”. La Ley insta a los promotores a pagar los gastos de urbanización, lo que hasta ahora no era obligatorio y establece un nuevo sistema de valoración del suelo, según el cual los métodos para determinar el valor real del suelo serán establecidos en el mercado inmobiliario o los que habitualmente se aplican en las ponencias de valores catastrales. Con este tipo de disposiciones la ley pretende facilitar el aumento de la oferta del suelo, haciendo posible que todo el suelo que aún no se ha incorporado al proceso urbano y en el que concurran razones para su preservación, pueda considerarse como susceptible de ser urbanizado, lo que supone una medida contraria a una ordenación equilibradora de la superocupación del litoral de España. Los efectos negativos de esta ley se prevén para la ordenación territorial por el hecho de que a pesar de decir que, equívocamente, que se fundamenta en el derecho individual de propiedad, su auténtico fundamento y objetivo no es la defensa de este derecho, sino abaratar la oferta del suelo contrariamente a la misma lógica del mercado, que lleva al encarecimiento de un recurso cada día más escaso como es el suelo. Los que más rentabilizarán esta normativa en beneficios particulares no serán tanto los propietarios de los terrenos como las sociedades promotoras y urbanizadoras, las cuales con la finalidad única del beneficio y en la peor posición para concebir el suelo como un recurso escaso en el marco del ecosistema urbano, aprovecharán la bajada del precio del suelo derivada del aumento de oferta de suelo urbanizable en beneficio propio. Sin embargo, no hay que insistir en el hecho de que la competencia territorial y urbanística permanece en las comunidades autónomas y en las instituciones locales, las cuales tendrán que optimizar las técnicas territoriales para reducir el impacto o tendencia negativa derivada de la nueva ley estatal. 5. La regulación jurídica de otros ámbitos sectoriales 5.1. El marco internacional de regulación de los mares La protección de los mares y la regulación de su uso viene marcada básicamente por los diferentes convenios y tratados internacionales, dado el carácter interterritorial de los espacios marítimos. La regulación básica está contenida en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, hecha en Montego Bay el 10/12/82, ratificada por Instrumento 20/12/96, que entró en vigor de forma general el 16/11/94 y para España el 14/2/97 jurídica internacional. Las medidas internacionales de protección se concentran en el Convenio de 22/11/73 de prevención de ••••••••••••••••••••••••••••••••••• la contaminación por barcos, modificado por el Protocolo de 1978 y ratificado por Instrumento de 20 de enero de 1988, así como por el Convenio Internacional sobre Cooperación, preparación y lucha contra la contaminación por hidrocarburos, hecho en Londres el día 30/11/90 y ratificado por Instrumento 3/12/93 (BOE 5/6/95) La protección internacional del mar Mediterráneo está centrada en el Convenio de Barcelona, de 16 de febrero de 1976 de Protección del Mediterráneo contra la contaminación (BOE 21/2/78). A este convenio básico hay que añadir el Protocolo de 17 de mayo de 1980, ratificado por Instrumento de 21 de mayo de 1984 para la protección del Mediterráneo contra la contaminación de origen terrestre (BOE 26/6/84). Este protocolo fue ampliado con el Anejo IV, en el cual se definen sus condiciones de aplicación (BOE 10/12/93). Esta normativa internacional ha sido completada y desarrollada por una seria de normas estatales que hacen referencia al vertido de sustancias peligrosas desde tierra -Real Decreto 258/89, de 10 de marzo, desarrollado por la Orden de 31 de octubre del mismo año-, y por las normas específicas que regulan la explotación de los recursos marinos (la pesca y la acuicultura). 5.2. La regulación de las instalaciones portuarias La regulación de los puertos del Estado y de la Marina Mercante viene dada por la Ley 27/92, de 24 de noviembre, modificada por la Ley 62/1997 de 26 de diciembre i por la Sentencia 40/1998, de 19 de febrero del Tribunal Constitucional que declara inconstitucionales algunos de sus artículos por vulneración de las competencias autonómicas en los puertos no comerciales y otros. En cuanto a Catalunya que cuenta con 580 kilómetros de costa y con una 25.000 amarres para el 2000, los puertos de su litoral son regulados por la Ley 5/1998, de 17 de abril y son considerados básicamente por su estricta vertiente económica. El Plan de Puertos de Catalunya es un instrumento de ordenación del litoral catalán dentro del marco de los directrices de la ordenación territorial y tiene como objetivo el establecimiento de los criterios para el uso portuario adecuado y racional de la costa catalana, incorporando medidas correctoras de carácter ambiental. Específicamente se exige el estudio de impacto para la construcción y explotación de un puerto, cuyo concesionario debe adoptar las medidas adecuadas para la protección del medio natural y la calidad de las aguas marítimas. La vigilancia de las zonas portuarias corresponde básicamente a la administración pública, específicamente a partir de la figura del dominio público portuario, de la necesaria planificación sectorial y de los planes urbanísticos especiales y la implantación del adecuado régimen de policía. 5.3. La protección específica de las costas La Ley 22/88, de 28 de julio, de Costas estableció los criterios de protección, uso y policía de las costas marítimas, una protección basada en la categoría jurídica de dominio público, que se extiende a la zona marítima-terrestre, playas, mar territorial y a recursos naturales de la zona económica y de la plataforma continental. Esta Ley fue desarrollada por el Real Decreto 1471/89, el cual aprobó el Reglamento General de protección, uso y policía de costas, modificado por el Real Decreto 1112/92 de 18 de septiembre y por el Real Decreto 1771/94. De acuerdo con esta normativa, el espacio litoral a proteger está constituido por: a) Una zona de servitud de protección de 100 metros, zona que se puede ampliar en otros 100 metros más cuando haya un acuerdo entre las administraciones regionales y locales, aunque es una medida que no se aplica. b) Una zona de influencia, en previsión de impactos producidos alrededor del litoral para zonas de aparcamiento, procesos de urbanización y actividades que puedan implicar vertidos, que será como mínimo de 500 metros. c) Los accesos al mar, la servitud de paso y la de salvamento. En resumen, la franja litoral sobre la que se ejerce un control más o menos riguroso no excede de los 500 metros de la línea de la costa. Esta limitación es aún mayor si se tiene en cuenta que esta normativa sólo es de aplicación para el 40% de la costa estatal, ya que el resto está urbanizado u ocupado por instalaciones industriales o portuarias. 6. La falta de ordenación global del litoral mediterráneo Los escenarios tendenciales del Pla Blau, en cuanto a la preservación del litoral, empiezan a ser realidad. Se siguen constatando -incluso acentuadoslos problemas derivados de la gestión pública, faltada de una ordenación territorial específica del litoral y de una legislación urbanística adecuada a las necesidades de gestión de estos espacios. Habría que dotar al espacio litoral de la condición de unidad territorial singular, una unidad territorial que pide respuestas institucionales distintas a las convencionales. El modelo clásico jerarquizado (administración estatal, autonómica y municipal) mezclado con distintos sectores o áreas competenciales no siempre responde a las necesidades de un territorio tan frágil y peculiar como es el litoral. A lo largo de los años setenta, los organismos internacionales ya manifestaban su interés específico por el reconocimiento de la singularidad del espacio litoral dentro de la disciplina científico-técnica de la Ordenación y Planificación Territorial. Actualmente, este tratamiento singular se limita a la reglamentación de costas, por si misma incapaz de ser un elemento ordenador, concebida por una estricta visión “protectora” y limitada al eje de la costa. La normativa de costas está faltada de una visión integrada del litoral, tanto en el plano conceptual como en el plano metodológico, que trascienda el mero análisis y las propuestas de actuación. La Carta Europea del Litoral, propuesta en 1981 por la Sesión Plenaria de la Conferencia de las Regiones Marítimas de la CEE recogía la preocupación por el tratamiento singular del litoral y se inclinaba para esta- blecer una seria de objetivos a nivel de una estrategia global caracterizada por: 1. Desarrollar una economía litoral competitiva y selectiva. 2. Proteger y desarrollar las peculiaridades de cada zona litoral. 3. Organizar el espacio litoral. 4. Administrar el espacio litoral. 5. Prevenir los riesgos. 6. Controlar el turismo. 7. Informar ampliamente. 8. Desarrollar la investigación científica. 9. Armonizar el derecho europeo. 10. Desarrollar la cooperación transfronterizo. En conclusión, el principal déficit que nos puede llevar a alcanzar los escenarios más pesimistas del Pla Blau para 2025 se sitúa en la falta de un tratamiento territorial singular del espacio litoral. A nivel español, serán las instituciones locales y autonómicas las que tendrán que enderezar sus esfuerzos en esta dirección, evidentemente soportados por los análisis globales sobre la capacidad de carga del litoral, sobre los límites de la industria turística descapitalizada en buena parte de sus inputs económicos, dado que la degradación natural y cultural de las zonas del litoral. Habrá que incentivar la concertación social para extender el concepto de ordenación global y en profundidad, para impulsar y consolidar los planteamientos que conducen a la protección y conservación de los espacios naturales, para profundizar en todos los aspectos relacionados con la investigación, ordenación y conservación del medio marino • ••••••••••••••••••••••••••••••••••• Actualidad Bosques, nuevas perspectivas Los bosques, y concretamente la necesidad de encontrar estrategias de gestión alternativas a las actuales, han sido, por suerte y por desgracia, uno de los “protagonistas ambientales” de los últimos meses en nuestro país. Por suerte, porque la recién creada Fundació Territori i Paisatge ha iniciado sus actividades que se dirigen, fundamentalmente, a adquirir territorios de elevado interés ambiental que quedan fuera de la red oficial de espacios protegidos. Su objetivo es evitar su degradación, o restaurarlos si conviene. La fundación ya ha comprado los derechos de tala de cinco bosques del Pallars (Cataluña) y tiene previsto desarrollar un proyecto para recuperar un bosque de ribera. Por desgracia, los bosques también han sido noticia porque en el mes de julio se quemaron 27.000 hectáreas de bosque mediterráneo en la Cataluña central (comarcas del Bages y Solsonés). Los incendios dejaron en evidencia, una vez más, que los bosques, aunque se consideren espacios naturales, no pueden sobrevivir en estado “salvaje”, ya que la actual situación socioeconómica de Cataluña los hace extremadamente vulnerables a los efectos catastróficos de los fuegos estivales. Por lo tanto, parece aconsejable modificar la estructura de las masas forestales catalanas; el problema es encontrar la financiación necesaria. ¿Agente ecológico o infernal? El clima mediterráneo favorece la declaración de incendios forestales en verano, cuando se acentúa la escasez de agua y aumentan las temperaturas. Como consecuencia, los bosques devienen grandes almacenes de madera seca, de combustible que quema con gran facilidad. Por esta razón, el fuego los visita regularmente y, también por esta razón, algunas especies vegetales propias del bioma mediterráneo se han adaptado a su presencia, como el caso de las plantas pirófitas y pirófilas. fuegos, por lo tanto, ha habido siempre, pero en los últimos años han aumentado tanto el número de incendios como la extensión de la superficie quemada, de manera que el fuego ha pasado de ser un factor ecológico a ser un elemento central de la degradación paisajística. Obviamente, el riesgo de incendio aumenta cuando coinciden la escasez de lluvias, las temperaturas elevadas y una humedad relativa del aire baja. Pero, aunque la meteorología es una variable importante, el factor humano es la clave para entender la recurrencia creciente y la magnitud de los incendios forestales. Actualmente, sólo el 8% de los incendios se explica por fenómenos naturales como los rayos, mientras que las causas principales son la elevada frecuentación humana de los bosques (carreteras, líneas eléctricas, turistas, urbanizaciones) y la progresiva emigración desde las zonas rurales. Estas migraciones comportan el abandono de los campos de cultivo colonizados por masas boscosas- y de la limpieza de los bosques, donde proliferan arbustos y matojos que favorecen la propagación del fuego y dificultan su extinción. El resultado es un paisaje de infierno. En definitiva, la nueva estructura social de las áreas rurales, con una población en descenso y un número creciente de visitantes de fin de semana, y su situación económica, normalmente caracterizada por la falta de recursos y de expectativas económicas, tiene un impacto notorio en el riesgo de incendio. Por lo tanto, una política forestal eficiente debe abarcar más áreas de gestión que las propiamente referidas a los árboles y, concretamente, debe incorporar medidas que corrijan el desequilibrio territorial ocasionado por la elevada concentración de población en los grandes núcleos urbanos y en la costa, y el despoblamiento de las tierras de interior. A lo largo de los últimos años, la superficie ocupada por masas forestales ha ido avanzando progresivamente en Cataluña, y actualmente más del 70% de su territorio está cubierto de bosques, bosques que, paradójicamente, contribuyen a la pérdida de suelo y a la degradación del territorio. Además, en estos momentos, la gestión adecuada de estos espacios no resulta rentable para sus propietarios en términos estrictamente monetarios. Por eso, una de las vías para solucionar el problema consiste en pensar actividades económicas basadas en la explotación de los recursos naturales y, al mismo tiempo, compatibles con su conservación. En cuanto al paisaje, la prevención de incendios requiere una estructura de mosaico que combine masas forestales discontinuas con campos de cultivo y pastos. Por otro lado, los tradicionales cortafuegos parecen insuficientes para poder controlar los incendios y, entre otras propuestas, el Centro de Estudios Ecológicos y Aplicaciones Forestales (CREAF) de la Universidad Autónoma de Barcelona defiende la “construcción” de cortes de combustibles: amplias franjas de territorio donde la densidad del bosque se ha reducido hasta parecer una dehesa. El impacto paisajístico es notable, como también lo es su coste económico, pero no pueden menospreciarse las ventajas que estos cortes de combustible pueden presentar en las estrategias preventivas, en la preservación de los sistemas naturales y en la calidad paisajística a largo plazo. El “National Trust” catalán Otra forma de afrontar la degradación ambiental consiste en regenerar y conservar los espacios naturales que por sus peculiaridades presentan un interés especial. Y hacerlo aunque ello no reporte un beneficio económico inmediato. La Fundació Territori i Paisatge, liderada por el antiguo director del Parque Nacional dels Aiguamolls de l’Empordà, Jordi Sargatal, y nutrida por los fondos de la obra Social de Caixa Catalunya, aposta por esta estrategia. La fundación, que se presentó públicamente en Barcelona el pasado mes de marzo, tiene dos objetivos fundamentales: contribuir a la conservación del patrimonio natural y el paisaje, y realizar una labor de educación ambiental dirigida a toda la población. En cuanto a la educación, y al margen de las actuaciones más convencionales basadas en cursillos, jornadas y publicaciones, prevé la creación de centros de educación ambiental desde una perspectiva innovadora. A diferencia de las escuelas de naturaleza o de los centros interpretativos convencionales, no sólo pretenden dar a conocer las áreas en las que están ubicados, sino también la problemática ambiental a nivel planetario, además de convertirse en centros dinamizadores de la comarca, con propuestas de desarrollo sostenible y equipamientos de investigación. Los propios edificios son ejemplos de sostenibilidad, construidos según los principios de la arquitectura bioclimática, y basados en la eficiencia energética y en el uso de energías renovables. Ya está en marcha la construcción de dos de estos centros, uno en el Parque Natural dels Aiguamolls de l’Empordà, zona litoral húmeda, y otro situado en un área de alta montaña, en el municipio de Alt Àneu, entre el Parque Nacional de Aigüestortes y la Mata de Valencia, uno de los abetares más extensos y en mejor estado del Pirineo. Pero el rasgo más característico de la nueva fundación, y el que la hace ser pionera en nuestro país, es su intención de adquirir mediante compra, arrendamiento o cesión, territorios de interés para la conservación, el paisaje o la educación ambiental. De hecho, la adquisición de espacio naturales es su objetivo primordial, siguiendo la tradición de los ya clásicos Nacional Trust y Wildlife Trust del Reino Unido, el Conservatoire du Litoral et de Rivages Lacustres y los Conservatoires d’Espaces Naturels de Francia, o el Nature Conservancy en Estados Unidos. La fundación no gestiona directamente los espacios adquiridos sino que ésta encarga un plan de gestión como base para establecer un contrato con una organización no gubernamental, una institución o la Administración pública, que serían los tres tipos de posibles entidades gestoras. La Fundació Territori i Paisatge ya ha empezado a moverse en este sentido. Recientemente, compró por 4,5 millones de pesetas los derechos de tala de cinco bosques del Pallars por un periodo de 40 años, con el objetivo de convertirlos en reservas forestales. Los bosques tienen una extensión de unas 30 hectáreas, y pertenecen a los municipios de Llavorsí, Cardós, Farrera y Ainet de Besan. Son, por lo tanto, bosques maduros de alta montaña, con abetos y pinos negro y rojo, el hábitat idóneo para ciertas aves en peligro de extinción como el urogallo o la lechuza Tengmalm. Estas especies sufren una grave recesión en el resto del Estado a causa, precisamente, de la progresiva destrucción de los bosques. Por otro lado, este otoño comprará territorio por valor de 80 millones de pesetas, en concreto, territorios en una zona de alta montaña y en una fluvial, donde prevé desarrollar un proyecto de restauración del bosque de ribera, unos ecosistemas también muy amenazados en nuestro país y que juegan un papel central en la conservación de la buena calidad ecológica de los ríos y, lógicamente, de su agua. Otro aspecto interesante es que la conservación no se entiende como algo opuesto a la actividad humana, de manera que una de las tareas a realizar en los territorios de la fundación implica el replanteamiento y potenciación de las actividades humanas tradicionales del área, como, por ejemplo, la ganadería, la agricultura, etc. Es decir, que puede servir de instrumento para la dinamización económica de las áreas ••••••••••••••••••••••••••••••••••• Ecolog a del ocio rurales no incluidas en la red oficial de espacios protegidos. Así, entre las cosas que pretende proteger la fundación se encuentra la presencia humana y, por ende, su intervención en el medio como parte integrante del paisaje. En definitiva, la mejor manera de conservar la naturaleza -y de preservar a los bosques del fuego- es, justamente, “desnaturalizarla”, gestionarla, es decir, asegurar una presencia humana responsable • J.C. L’interès empresarial de les polítiques ambientals. La gestió dels residus sòlids urbans Alexandre Casademunt Institut d’Estudis Catalans, Barcelona, 1998, 401 pp. Libros y revistas El cambio climático Josep Enric Llebot Rubes, Barcelona, 1997, 160 pp. Casi todo el mundo habla del cambio climático, ya sea para explicarlo o juzgarlo con rigor, para hacer comentarios frívolos o para exagerar o minimizar los posibles efectos. Libros como este del doctor Llebot, catedrático de Física de la Universidad Autónoma de Barcelona, sirven de introducción completa pero bien sintetizada sobre todo lo que afecta el posible cambio que estamos viviendo. La obra contiene descripciones del clima y de la evolución del clima terrestre en la historia del planeta. Después, analiza el clima actual y la complejidad de sus causas e interrelaciones. La segunda parte del libro está dedicada al cambio climático actual. Llebot analiza la evidencias, causas, imprecisiones, los posibles efectos ecológicos, sociales, económicos.... El epílogo estudia lo que se podría hacer y lo que se está haciendo y comenta brevemente la conferencia celebrada en Kioto en diciembre de 1997 • X.D. Viatge als orígens Jaume Bertranpetit y Cristina Junyent Bromera-Universitat de Valencia, Alzira, 1998, 197 pp. La biología apasiona y últimamente tiene un impacto mediático que, a pesar de que no siempre es con rigor, le da una proyección popular importante. Pero la biología no sólo sirve para plantear nuevas intervenciones sobre las especies, incluida la humana, sino también para entender el pasado. En esta obra, los dos biólogos explican la evolución de la especie humana, tanto a la luz del registro fósil como de las últimas técnicas de biología molecular. La obra empieza hablando de la biodiversidad y de la posición de la especie humana entre los seres vivos. Después describe con detalle las características del código genético. Seguidamente, entra de lleno en el tema del libro, explicando la evolución humana y de qué manera los fósiles y ahora el DNA nos proporcionan datos. La obra que fue ganadora del III Premio Europeo de Divulgación Científica-Estudio General, muestra una visión muy amplia, que también hace referencia a los descubrimientos más recientes sobre la relación entre las diversidades genética, cultural y lingüística y acaba con un capítulo sobre el futuro genético de la humanidad • X.D. La relación entre intereses particulares y generales es uno de los elementos que puede provocar los debates más vivos cuando se tiene que concretar una legislación ambiental. Pero contraponer las dos cosas no es operativo, según la tesis que defensa el autor en este extenso trabajo. Este estudio profundo que aporta gran cantidad de documentación y datos y tiene carácter eminentemente académico, significa una interesante aportación teórica al debate sobre legislación ambiental. La primera parte del libro se refiere a “Actores, intereses e intermediación de intereses” y expone las dimensiones ideológica y epistemológica, económica y política de la temática ambiental además de aportar un marco interpretativo para estudiar el caso concreto de los residuos sólidos urbanos. La segunda parte entre de lleno en el tema y analiza la gestión en la Unión Europea, con las formas para armonizar intereses generales y empresariales. Los diversos escenarios expuestos y analizados permiten obtener una visión muy amplia del problema y significan una aportación que ningún dirigente, tanto de instituciones públicas como ciudadanas, ni ningún empresario tendrían que descuidar • X.D. Duel per un municipi verd. El medi ambient i la gestió municipal Montserrat Cunillera y Jordi Miralles Fundació Francesc Ferrer i Guàrdia-Fundació Terra, Barcelona, 1997, 237 pp. Si la obra citada anteriormente era ineludible para dirigentes, ésta también lo es. Se trata de un estudio sobre los problemas ecológicos y la forma de cómo desde el municipio se pueden trazar políticas que permitan afrontar los retos actuales. El primer apartado es una introducción que analiza los problemas ecológicos en relación con el compromiso político. Después, el libro expone las competencias municipales en medio ambiente, tanto en general como en temas concretos -residuos, agua, atmósfera-. El último capítulo muestra la necesidad de una política sostenible en los municipios y aporta diversos datos sobre los compromisos que algunas ciudades han adquirido. Finalmente, se aporta bibliografía y otras direcciones de interés • X.D. ••••••••••••••••••••••••••••••••••• El temporal perfecto Sebastian Junger Península, Barcelona, 1998, 283 pp. En octubre de 1991 una gran temporal batió la costa de Nueva Escocia. El periodista Sebastian Junger decidió novelar ese temporal calificado de “perfecto” para los meteorólogos -por el número de factores inusualmente combinados que concurrieron- y que llegaron por sorpresa. Junger ha querido sobre todo hacer una narración humana, pero junto con el drama que vivieron muchas personas en esos momentos –sobre todo pescadores–, el autor aprovecha para exponer conocimientos científicos sobre los temporales y hacer un recorrido por la industria pesquera. El libro también muestra las repercusiones legales económicas del temporal. Pero en la obra se vive sobre todo de manera conmovedora la tragedia humana que existe detrás de esos fenómenos naturales • X.D. Escalando el monte improbable Richard Dawkins Tusquets, Barcelona, 1998, 373 pp. Richard Dawkins es uno de los científicos que no necesitan presentación para los aficionados a la divulgación científica. Su extensa obra de artículos y ensayos lo ha situado en uno de los nombres de referencia en el mundo de la comunicación científica. Pero leer a Dawkins no sólo significa leer a una persona que sabe divulgar y reflexionar, sino se trata de un científico que tiene unas ideas concretas y suficiente habilidad para difundirlas a un amplio público. De Dawkins conocemos sus tesis sobre la evolución gradual -que le enfrenta a Stephen Jay Gould, otro científico-divulgador- y sus controvertidas opiniones sobre lo que denominó “gen egoísta”. En este libro el autor expone la diversidad biológica y la forma de cómo la evolución debe ir modelando organismos tan diferentes y tan bien adaptados a situaciones bien diversas. Un libro interesante i apasionante, que hay que leer, como las tesis de un científico, que no tienen porque coincidir con las del resto de sus colegas • X.D.