Domingo 15 de octubre de 2006 3/M EL IMPARCIAL-Hermosillo, Sonora, México Como si usted estuviera aquí Café de chinos Ramón Valdez-León Ismael Mercado La Unison on 64 años que tiene la Universidad de Sonora, cuya fecha de fundación la registran el 12 de octubre de 1942. Durante el mes la máxima casa de estudios se colmará de festejos para lucir que viene siendo el alma mater digna de nuestro Estado. Para el público que apenas se deja venir por estos lares noroesteños, vale comentar de su oferta educativa: Tiene 76 programas académicos, de los cuales 37 son de licenciatura, 6 de especialidad, 17 de maestría, 3 de doctorado, 9 de idiomas y 4 academias de arte. Ésta se brinda a través de cinco sedes: Hermosillo, Caborca, Santa Ana, Navojoa y Nogales. El centro tiene como objetivo la preservación, creación y difusión de la cultura científica, tecnológica y humanística en beneficio de la sociedad. Uno cuando ingresa al campus siente luego alboroto al recorrerlo y encontrar que además de sus clásicos jardines, abunda su territorio con titipuchal de edificios, claro para ocupar miles de estudiantes que pasean su alegría en encontrar mejor destino en el futuro. No está de más traer aquí gajos de su historia como un cariño orgulloso en el medio al verlo crecer sin empantanarse con crasos errores, ganándole estupendos aciertos. “La Uni”, coloquialmente conocida pues no había otras, menos las ominosas “patitos”, se formó con las ganas de ya sobra los hijos sonorenses fueran a otras partes sin tener aquí propuestas educativa y poco a poco se establecieron carreras: De comercio, enfermería, farmacia, la Normal, con las escuelas secundarias y preparatoria. Bastantes profesores se sacrificaban llenándose de materias, al brincar por ejemplo de “la prepa” a la Normal. Eran tiempos de unos cuantos que se reunían los lunes en la mañana para los honores a la Bandera frente a rectoría, local que junto con el de secundaria eran para entonces su magna infraestructura. Interesante es evocar que a la universidad le rodeaban fragantes huertas con olor a naranjas, mandarinas y toronjas, y los avecindados dábanse el super lujo en oloresear tal cotidiano efecto. Los escasos alumnos marchaban cada 20 de noviembre y saludaban a la gente cuando esas calles todavía ni pensarlo tuviesen un semáforo discreto. Cuando hubo la ceremonia de tener una alberca con auditorio al aire libre, la chavalada estuvo lista a empesar a nadar y tirarse clavados y después se animaban comprando con el “Richard” lonches “de bolonia”, Coca Cola de antes y coyotas de calabaza. Inolvidables maestros que ya no están en este transcurso misterioso de la vida: Aureliano Corral “Corralitos”, Amadeo Hernández, José Jiménez Cervantes, Ernesto López Riesgo “El Venadito”, “La Coronela”, “El Macabro”, Carlos Espinoza “El Largo”, Alberto Córdova “El Chipotes”, Gustavo Hodgers, la “Miss” Acuña, Holmes, “La Conchita”… Tantos, tantos y que nos motivaron cada quien a su manera a tratar de sobresalir y no quedarnos en el engaño de la enfadosa mediocridad. El 6 de abril de 1948 se inaugura la Biblioteca y Museo, hoy de la misma Unison y que junto con el Cerro de la Campana es una estampa digna de recomendar a cualquier turista, ya que abarca una verdadera manzana y tiene ahora sí ocupándose cual debe ser su amplio espacio. ¿Qué más narrar de la Uni? Aquí pasó juventud hoy abuelada, misma que al cumplirse otro aniversario de seguró le vendrá dejo de reminiscencia bien sentida y como no queriendo volverá a ingresar el famoso campus y recibir esos nuevos aires de brillantez universitaria. * Ismael Mercado Andrews es periodista. S EFE S Chayito Valdez Las novelas de Colón ¿Cuál es la verdad histórica del descubrimiento de América?... Cada vez aparecen datos desconocidos, pero es imposible esclarecerlo E Por Marina Ruiz l 20 de mayo se cumplieron 500 años de la muerte de Cristóbal Colón, en Valladolid, España. Vuelve a tener vigencia el tema de “la verdad histórica del descubrimiento”. La llegada al “nuevo mundo”, que sólo era nuevo para los recién llegados, como culminación de un proceso social y económico del “viejo mundo”, en que la nueva burguesía empuja, tanto por su curiosidad científica como por su necesidad de expansión económica. El análisis de las consecuencias que trajo la búsqueda de una ruta alternativa al oro, las sedas y las especias, ha vuelto a estar presente. Cada vez que aparece un dato desconocido o poco tratado, los historiadores hacen su aparición, sin considerar que, en realidad, se enreda más el hilo de una madeja, que como toda “verdad histórica”, es casi imposible esclarecer. Para la historia que protagonizó Cristóbal Colón, el problema es sumamente complejo. Parten las discusiones y las disputas desde la nacionalidad misma del Almirante de la Mar Océana. Cada país interesado aporta los datos, reales o no, que supone que le darán la gloria de ser cuna del descubridor. Se lo disputan los españoles, los portugueses, los catalanes, los ibicencos y, con mayor aceptación, los genoveses. De la fecha exacta de su nacimiento tampoco se tiene seguridad. Hasta su llegada a Portugal, después de un naufragio, no se tienen mayores noticias sobre su vida. Para colmo, también es discutido el sitio donde reposan sus restos, porque durante un tiempo anduvieron del tingo al tango. Tercian en la discusión los grupos étnicos de nuestro continente que tienen diversas lenguas, diferentes al español. Estas fechas se aprovechan para hacer la apología de la literatura en los idiomas anteriores a la conquista, que subsisten, desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Igualmente se utilizan para agradecer dones o revivir agravios. Ni indios ni indígenas Entre los enredos del señor Cristóbal Colón está el de creer, en un principio, que había llegado a India, a resultas de lo cual, los aborígenes de este continente llevan el nombre de indios. “Error que nadie ha tratado de corregir, puesto que en América nunca ha habido indios, sino pueblos con nombre”, dice el es- Huellas al tiempo U Julia Valenzuela Últimos días na niña, una mujer. Con apenas cuatro mil 683 días, aquella infante enfrentó con entereza su destino irremediable. Nunca la vi. Si acaso alguna vez cruzó por mi camino, era una persona más de paso… Griselda es su nombre. No suelo escribir despedidas mortuorias en mi columna. Prefiero ser portavoz de las huellas que al tiempo dejan seres grandiosos de la vida real. Es el caso de Griselda. La conocí sin verla, seguí sus últimos pasos sin ver sus huellas. Oriunda de la familia Martínez, de Magdalena, la pequeña de apenas 12 años vivió con intensidad sus últimos momentos sin queja, sólo para no preocupar a su muy angustiada familia. Sus padres, con una fuerza excepcional, supieron decirle adiós y tener aún la capacidad de ser consuelo del resto de la familia. Griselda respiró y defendió su vida hasta el último instante. Con su presencia, y en el inexorable silencio de su agonía, dio tiempo a la despedida. Su huella es indeleble, su vida es presente constante, ya que casos similares sucedes muy cerca de nosotros… y a veces sin saberlo. Los niños necesitan información honesta y precisa acerca de su enfermedad, el plan y las opciones terapéuticas y el pronóstico. Los niños expresan sus miedos y preocupaciones de diversas maneras: Mediante el llanto, la actuación, el juego y el dibujo, la formulación reiterada de preguntas simples, el ignorar a los demás, la búsqueda de información y la redacción de cartas. Es necesario hecerle saber que estos sentimientos de tristeza, confusión, enojo y miedo son todos razonables. Parafraseando una reflexión de la página del Hospital Central Dupage de Chicago, se sabe que culturas diferentes tienen creencias diferentes respecto a qué debe saber un niño, por lo no existe sólo una manera correcta de hablar sobre la muerte, pues cada uno y cada familias son diferentes. En general, una atmósfera de comunicación abier- critor Carlos Montemayor. Y agrega: “Indígena, en tanto, proviene de una estructura arcaica del latín (inde- de allí y gens- pueblo), con la que los antiguos escritores romanos, entre ellos Plinio, Virgilio y Tito Livio, denominaban a los originarios de Lazio, es decir, a los verdaderos latinos, en contraposición a los advenedizos” Por lo tanto, aclara, ni indios ni indígenas es un término correcto para designar a los pobladores de América. No creo que la denominación vaya a cambiar. Son cinco siglos de costumbre, en los que, desgraciadamente, en vocablo indio se ha utilizado como sinónimo de inculto, analfabeto o incivilizado (de acuerdo, por supuesto, con los parámetros que nosotros, los menos prietitos, establecemos para “civilizado”). “Indio es un término medio entre bestia y hombre”, como dijo Jean Paul Sartre. Indígena, como substituto, ha sido adoptado, inclusive, oficialmente, como en el caso del Instituto Nacional Indigenista, o la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Misterioso tema En el mundo de la literatura y de las fabulaciones sobre la historia de Cristóbal Colón, los autores coinciden en que, con base en los documentos existentes, que invariablemente dejan la duda sobre los desaparecidos o no existentes, el panorama siempre es incompleto, parcial, difuso, tendencioso o todo junto. Se trata, entonces, de llegar, cuando menos, a la comprensión de lo sucedido. Alejo Carpentier, en “El arco y la sombra”, nos advierte: “Este pequeño libro sólo debe verse como una variación (en el sentido musical del término) sobre un gran tema que sigue siendo, por lo demás, misteriosísimo tema... Y diga el autor, escudándose con Aristóteles, que no es oficio del poeta (o digamos, del novelista) “el contar las cosas como sucedieron, sino como debieron o pudieron haber sucedido”. Igual postura asume Augusto Roa Bastos. En su poético libro “Vigilia del Almirante” cuestiona la posibilidad de llegar al conocimiento, siquiera aproximado, de la historia colombina: “Esta novela es un relato de ficción impura, o mixta, oscilante entre la realidad de la fábula y la fábula de la historia”. Como un valioso documento, preparado para la ocasión en que España decidió hacer una gran fiesta por los quinientos años de la llegada de Colón a nuestras tierras, el libro “Nuestra América frente al V Centenario”, está integrado por una serie de ensayos de autores tan prestigiados como Mario Benedetti, Rafael Cardoza y Aragón, Heinz Dieterich y Roberto Fernández Retamar, entre otros. Ante la imposibilidad de la “verdad histórica”, los autores plantean que sólo queda el compromiso humanístico con los pueblos latinoamericanos. Participa también en el libro Elena Poniatowska, con un ensayo lleno de lucidez, de ironía y de gracia. (Parte I) omos los cantos celebrados por la misma emoción que nace con ellos. Quienes lanzan el reclamo o la esperanza en forma de entonación debieran ser ubicados en los renglones del heroísmo. Justo ahí estaría el nombre de Chayito Valdez. Hija de Aureliano Valdez y María Zacarías Campos, Chayito Valdez nació en Orba, Municipio de Guasave, en Sinaloa, el 28 de mayo de 1945. La futura cantante recibió su nombre debido a que su madre, que ya había parido cuatro varones, le ofreció a la Virgen del Rosario a su criatura si le concedía el milagro de que fuera niña. Por cierto, sus padres habrían de engendrar otros cuatro escuincles. Desde que era mecida en su cuna, Chayito lanzaba “grititos entonados”, y su madre sospechaba que el futuro de su chamaca no sería por siempre el de vender empanadas de puerta en puerta, uno de los primeros deberes que tuvo Rosarito para ayudar a la menguada economía familiar. En cierta ocasión, la Caravana Corona llegó hasta Guasave, donde la familia se había mudado con el fin de buscar mejores horizontes. Chayito y dos amigas fueron a tocar la puerta del camerino de Amalia Mendoza “La Tariácuri” con el pretexto de ofrecerle empanadas. La artista le preguntó a las buquis quién de las tres era mejor para cantar. Rosario entonó “Leña de pirul” a petición de la michoacana. Acto seguido, convidó a la niña a que cantase en la variedad, la cual contemplaba también un concurso de aficionados. Valdez cantó “La cigarra” y obtuvo el primer lugar. ¿Su edad entonces? 13 años… Doña Amalia sabía que la criatura merecía una oportunidad definitiva, pero la edad de la sinaloense fue motivo sobrado para que su madre le negara el permiso de partir a la capital del País, a pesar del grato ofrecimiento de la Mendoza. Después de tres triunfos consecutivos en certámenes de aficionados a nivel estatal, Chayito Valdez empezó a ser contratada para que actuase en fiestas, grandes salones e incluso con “húngaros” (esos grupos trashumantes que han dejado sus huellas en los caminos de la memoria rural). Lejos de dormirse en sus laureles, la casi niña comenzó a recibir clases de canto y solfeo por parte de un tío paterno, don Raúl Valdez. No obstante, la ilusión del enamoramiento vendría a interrumpir su carrera: Poco antes de cumplir los 18, la muchacha casó con Bárbaro Bojórquez Salazar, procreando a Celia Cristina, Eva María y Cecilia del Carmen. El hombre hastió a su esposa con paupérrimos tratos. Tras el divorcio, Chayito reinició esa bienamada actividad (cantar), ya que no pudo hacerlo durante su unión matrimonial por prohibición de Bárbaro, quien (como se adivina), fue todo un ídem con su esposa. Dicen los optimistas que no hay mal que por bien no venga: Semejantes tratos le dieron inspiración a Valdez cada vez que cantaba despechados boleros como “Cheque en blanco” o “Amor que muere”. Por cierto, éste sería incluido en la primera sesión de grabaciones que hizo Chayito para la estación de radio TNT de Los Mochis, de donde se desprendieron otras tres: “Una sombra”, “Una noche me embriagué” y la que resultaría la más entrañable de sus canciones: “Me dices, que tú ya no me quieres / que el mundo y los placeres te importan más que yo / Por eso, desde hoy mismo te digo que sigas tu camino / que todo terminó / Prefieres bailar en las cantinas, tomar con tus amigas / y ahogar la decepción / de todos los hombres que te amaron, y luego te dejaron herido el corazón” (…) “Perdona que te haya molestado, la voz de un hombre honrado / que juró no volver / Tus besos y copas he pagado / ya todo ha terminado, no hay nada que perder” (“Besos y copas”, bolero nihilista de Víctor Cordero). ¿Volvería Chayito a apostar por el amor? ¿Qué otros terrenos conquistó la de Guasave? Trataremos de concluir en la próxima entrega. Coincimos dentro de unos días. Mientras tanto, no se olvide de vivir… ¡Alto a los feminicidios y la homofobia que agravian a nuestra Patria! Shalom. * Manuel Ramón Valdez-León es productor de Radio Sonora. Correo electrónico: opinoesto@hotmail.com Marina Ruiz es lectora de Perfiles. Correo electrónico: mrg1605@hotmail.com ta permite que el niño agonizante exprese sus miedos y deseos. Sin embargo, esta honestidad no se produce de la noche a la mañana. El hecho de que el niño y los padres puedan hablar sobre la muerte abiertamente lleva tiempo. El objetivo final al hablar con un niño agonizante sobre la muerte es brindarle la mayor comodidad posible e intentar disipar sus miedos. Si el niño no está preparado para hablar sobre la muerte, la mejor actitud de los padres y de las personas que lo cuidan es esperar hasta que lo esté. Tratar de proveer información cuando el niño no está dispuesto a aceptarla con frecuencia provocará enojo, desconfianza y distancia emocional de los demás. Esperar hasta que el niño esté preparado para manejar la situación permitirá una mejor comunicación. Cuando se habla sobre la muerte, se debe usar siempre un lenguaje que el niño pueda comprender. El Hospital Central Dupage recomienda tener en cuenta que, en el caso de bebés, éstos no poseen habilidades lingüísticas; aunque reaccionan al bienestar físico. Cuando un bebé agoniza, una caricia y un abrazo reconfortantes son tan importantes para él como para aquél que lo cuida. Para los niños que comienzan a caminar y los niños pequeños, se debe utilizar un lenguaje concreto. Se deben evitar términos confusos para describir la muerte, como por ejemplo, “dormir” y “desaparecer”. Un niño puede tener miedo de dormirse si asocia la idea de dormir con la muerte. Los niños pequeños pueden hacer preguntas muy directas sobre la muerte, si tienen la oportunidad, y es importante ser honesto y consecuente con las respuestas. Si hacen una pregunta para la cual se desconoce la respuesta, es preferible admitirlo, y no inventar una. Los niños pueden detectar la mentira en una respuesta desde muy temprana edad. También pueden recibir información poco consecuente si las respuestas de diferentes personas son engañosas o evitan la verdad. Los adolescentes pueden querer hablar sobre la muerte con un amigo u otra persona que no sean sus padres. Se debe fomentar la comunicación de cualquier manera que pueda ayudar al niño a expresar sus miedos y preocupaciones... No sabemos cuándo necesitaremos estar preparados. * Julia Valenzuela López es comunicóloga y promotora cultural. Correo electrónico: juliavalenzuela@hotmail.com