TEÓRICO Nº 4 DOCENTE: MARÍA ROSA DEL COTO 4/09/2012 TEMAS: NOCIÓN DE “SABER COLATERAL”, NOCIÓN DE QUE EL OBJETO SE REPRESENTA EN ALGÚN ASPECTO O CARÁCTER. NOCIÓN DE “FUNDAMENTO DEL REPRESENTAMEN”; IDEA DEL INTERPRETANTE COMO SIGNO EQUIVALENTE O, QUIZÁS AUN, MÁS DESARROLLADO QUE EL PRIMER SIGNO. TIPOS DE OBJETO: DEFINICIONES DE OBJETO INMEDIATO Y DE OBJETO DINÁMICO. LAS DOS DEFINICIONES DE OBJETO DINÁMICO. POSTURA DE VERÓN SOBRE EL TEMA. DUDAS DEL TEÓRICO ANTERIOR El pensamiento de Peirce es analítico y no taxonómico. Peirce habla constantemente de clasificación de signos, subdivisión de signos, etc. A pesar de lo que podría suponerse a partir de estos subtítulos de parágrafos que se encuentran en sus Collected Papers, no se trata, en rigor, de clasificaciones, al menos si entendemos esa palabra en términos tradicionales. En su sentido tradicional, clasificación o clasificatorio resulta equivalente a decir taxonómico en ciertos aspectos. Porque, como planteamos el otro día, se establecen una serie de criterios que dan lugar a la determinación de clases. Entonces, frente a determinados elementos se aplican esos criterios. Una condición fundamental del pensamiento taxonómico es que la clasificación esté bien realizada. Esto implica que no pueda encontrarse un elemento en varias clases. Si esto sucede hay dos posibles explicaciones: o la clasificación, la determinación de sus clases, está mal hecha o lo que está mal hecho es la inclusión de tal elemento en varias clases. Pero el pensamiento perciano, a pesar de que habla de clasificación, de subdivisión de signos, piensa que cada elemento comporta facetas diferentes; supone que él incluye iconicidad, indicialidad, simbolicidad. Entonces se vuelve imposible poner un mismo elemento en una única clase. Esto lleva a la conclusión de que el pensamiento peirciano no es un pensamiento taxonómico sino analítico. A veces uno puede tomar el camino de ver cuál de estos componentes, facetas (iconicidad, indicialidad, simbolicidad) del elemento, prevalece, tiene más peso, posee una dosis más significativa. Así, enfatiza sobre él, y deja de lado los demás. Pero un estudio exhaustivo permitirá observar cómo es el funcionamiento del elemento respecto de cada uno de esos tres tipos de signo: el ícono, el índice y el símbolo. La idea del análisis es fragmentar en elementos menores que luego se convierte en un todo, a un elemento (un signo, un texto). El enfoque analítico consiste precisamente en ir viendo cómo van operando las diferentes facetas desde el punto de vista del modo en que se produce el signo, por ejemplo. Puede ser indicial, como se trata de la imagen fotográfica. Pero también la imagen producida manualmente posee una dosis de indicialidad; el caso más notorio es el del retrato que efectúa un pintor. Ahí aparece una dosis fuerte de indicialidad ya que, por ser un retrato, refiere a un individuo particular, singular, esto es, no representa al ser humano en general. También hay otros elementos como las pinceladas que remiten al estilo particular del pintor y no al de cualquier pintor. Además hay reglas que dan cuenta de cómo se construye un retrato. Aquí aparece fuertemente el elemento simbólico. La segunda pregunta tiene que ver con algo que no nos importa específicamente. Se interroga sobre si Peirce se puede vincular con el pensamiento del empirismo inglés. Sí, efectivamente hay puntos en común, porque ambos le atribuyen una importancia fundamental al tema de la experiencia. La tercera pregunta se centra en la cuestión de las tricotomías. La tricotomía que a nosotros más nos importa es la segunda. Ustedes tienen que saber en qué consiste la primera y la tercera también. Para Peirce, la más importante es la tercera porque tiene que ver con la lógica. Es la más completa, pero desde el punto de vista de la semiótica siempre se ha destacado la segunda, aquella que pone en relación al signo con su objeto (dinámico) y que está constituida por un primero, el ícono, un segundo, el índice y un tercero, el símbolo. El primero, el ícono tiene relación con las cualidades. El segundo con los hechos, porque se trata de elementos individuales, específicos, concretos. El tercero se vincula con la convención, con la Ley. Otra pregunta se centra en la idea de que un signo es algo que está en lugar de otra cosa. Por un lado este “algo” es, semánticamente, vago. Por otro lado, da cuenta de que se trata de algún elemento, una cosa, concreta: “algo” da cierta idea de que puede ser percibido a través de los sentidos. Hay materialidad en la noción de signo perciano. Esta materialidad se ve en que los representámenes son elementos que pueden ser percibidos a través de los distintos sentidos. Son sustancia, si lo pensamos en términos de Saussure. Por lo tanto, dan cuenta y presentan cualidades del objeto al cual remiten, al que representan. Pero en el caso de los símbolos estamos en presencia de signos particulares que se definen como tipos, como clases de signos. Y, entonces, para manifestarse necesitan de una réplica. El representamen será un sinsigno. Como todo sinsigno pertenece al orden de la segundidad y puede ser percibido por los sentidos. Los símbolos son clases. No están remitiendo, ni pueden remitir en sí, a elementos particulares. Pueden hacerlo, pero necesitan siempre de una réplica. Es como si fuera el prototipo. La réplica funciona como la maqueta. Ejemplo: Viajamos a Paris y compramos un llavero de la Torre Eiffel. Lo que traemos, como souvenir, para regarle a alguna persona, por ejemplo, es una réplica de la Torre Eiffel. Así funcionan los símbolos cuando se materializan. Por ser clases, son abstracciones y esto porque son tipos. Se presentan como inimaginables. Mientras el ícono puede ser imaginado por más de que no exista. Un unicornio, por ejemplo. Los símbolos son objetos inimaginables porque ni siquiera se pueden imaginar si no están concretizados. Ejemplo: Pensemos la palabra banco en el sistema lingüístico. En este sentido aparece como un término ambiguo. Necesita que se concretice a través de la réplica, a través de un sinsigno. Pero, incluso en el ejemplo que estoy poniendo, la réplica no es suficiente porque si alguien dice efectivamente la palabra “banco”, suelta, sin incluirla en un cotexto. Nadie entiende nada. Tiene que aparecer en una frase en donde se pueda identificar si se refiere al sitio en donde se pueden realizar operaciones bancarias o si está refiriendo al lugar en el cual uno puede sentarse. Hasta aquí, las preguntas suscitadas por la clase anterior. DESARROLLO ESPECÍFICO DE LA CLASE Vamos a entrar, como les decía, en el tema de la clase de hoy. Para ello, y antes de trabajar la primera diapositiva, nos vamos a detener en algo que plantea Peirce y que tiene cierto aire enigmático que puede llegar a prestarse a confusión, porque pareciera que introduce algo que está en contradicción con lo que vinimos señalando. La frase en la que nos vamos a detener es “El signo no da conocimiento ni reconocimiento del objeto”. Dijimos que la preocupación de Peirce por los signos tenía que ver con dar cuenta de cómo el hombre conoce. El hombre conoce a partir y mediante los signos. Parece una incongruencia lo que planteé recién, que “El signo no da conocimiento ni reconocimiento del objeto”, pero esto no es así. Peirce considera que es necesario tener un conocimiento previo. Es lo que él denomina conocimiento colateral o lateral. Ejemplo: Se trata del que suministra el propio Peirce: Dos personas están en la orilla del mar y uno le dice al otro: “allí se asoma un carguero”. Supongamos que hay muchos barcos en el horizonte. Si la persona no sabe lo que es un carguero no puede identificar al carguero en el horizonte. Para que pueda entenderlo tiene que saber algunas cosas previas. Esto tiene que ver con la idea de que la semiosis es un proceso infinito. Detrás siempre hay relaciones tríadicas que han funcionado previamente. Así como hacia adelante ocurrirá lo mismo, hacia atrás pasa lo mismo. Por eso dice Peirce que un signo no da conocimiento ni reconocimiento del objeto. Aporta información al conocimiento que ya se supone que hay. Ese conocimiento previo se produjo a partir de signos. Para que un signo funcione en un determinado momento es preciso que el sujeto que está como intérprete tenga un cierto conocimiento anterior. Este es el conocimiento colateral. Pasamos ahora a la primera diapositiva en la que se da una “nueva” definición de signo: “Un signo o representamen es algo que representa algo para alguien en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, es decir, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o, quizás aun, más desarrollado. A este signo creado, yo lo llamo el interpretante del primer signo. El signo esta en lugar de algo, su objeto. Representa este objeto no en todos sus aspectos, pero (sino) con referencia a una idea que he llamado a veces el fundamento del representamen.” (C.P. 2.228) Siempre hay que poner por delante la idea de comunidad de mentes. Los signos no dependen del capricho del “yo” ni del “tú”, dice Peirce, no depende de las individualidades, de lo que se le ocurre a alguien; sino con aquello que de alguna manera es “conocido”, “aceptado”, “validado” por una comunidad sea científica o sea de sujetos que habitan una determinada sociedad. Es importante decir que Peirce nunca habla de sociedad sino de comunidad de mentes. Nos vamos a centrar en la última parte de la primera frase: “…en algún aspecto o carácter.” Un representamen o un signo nunca representa al objeto en su totalidad. Todas las cualidades que constituyen al objeto no están en juego. Si aparecieran en el signo todas las cualidades del objeto al cual el signo está representando se correría el riesgo de confundirse con ese objeto. No obstante esto, en algunas ocasiones el mismo objeto puede estar representándose a sí mismo. Y en ese caso tendríamos todas las propiedades de ese objeto. De cualquier manera, sigue presente la idea de que no está en lugar de otra cosa en todos los aspectos sino solamente en algunos. Esto se mantiene como una regla de oro. Esto se puede deber al propio funcionamiento del signo, al modo en que se produce el signo. Ejemplo: Signo: dibujo de una manzana. La relación que se establece entre el dibujo y aquello que está representando el dibujo, o sea la manzana, es a través de determinadas características que posee la manzana. Estas características son justamente la forma que me permite diferenciar una manzana de una pera, por ejemplo. Si el dibujo también implica colores, puede aparecer que la manzana es verde, roja o amarilla. Pero hay otras propiedades que constituyen a la manzana, como el sabor, el olor, el peso, el grado de maduración que no son tomadas en esta representación. Quedan para ser consideradas en otra representación posible. También aquí podemos encontrar otras cualidades de carácter abstracto, como las calorías que tiene, o cómo funciona la manzana para la salud. Son otras cualidades que fueron descubiertas por el hombre a lo largo del tiempo. Podemos decir que la manzana siempre fue portadora, poseedora de estas cualidades independientemente de que el hombre pudiera advertirlas. Cuando el hombre todavía no las había advertido, esas cualidades no podían ser representadas porque no habían sido descubiertas. Una vez que el hombre las descubre, es porque son representadas. Solo es necesario que aparezca un interpretante que dé cuenta de esa cualidad que antes no había sido considerada pero que estaba formando parte del objeto. Por lo tanto, podemos presuponer que la manzana puede tener otras propiedades que todavía no han sido descubiertas e incluso algunas que nunca serán descubiertas por el hombre por más que siempre formen parte de ese objeto. Esto es lo que Peirce plantea. De modo que algunas propiedades del objeto, por definición, no serán conocidas por el hombre, lo que equivale a decir que no serán representadas, que no tendrán interpretante/representamen. El hombre puede ir acercándose cada vez más a la Verdad pero nunca consigue llegar a ella en su totalidad. Entonces puede ser que tampoco pueda representarse algunos aspectos de los objetos porque no se han descubierto esas cualidades o porque nunca se podrán descubrir. Acá se abren varias posibilidades. Siempre son algunas características, algunas cualidades y no todas, las que se presentan en la representación. Lo que venimos diciendo se relaciona con algo que aparece en el final de la definición. Como ustedes verán, hacia el final se vuelve a reiterar lo que está al principio. Nos enfrentamos a una expresión: la que está cerrando el párrafo, el Fundamento del representamen, que es un sintagma que opera como un concepto que formula Peirce. Lo formula para dar cuenta de aquello que todos los investigadores previos a él sabían de memoria: que el objeto no puede ser representado en su totalidad sino a partir de algunas de sus características. Yo planteo una metáfora al respecto. Uno podría pensar que el “Fundamento del representamen” se puede traducir en una metáfora. Se puede entender su funcionamiento a través de una metáfora. La de un dispositivo lumínico. Tengo una luz y un objeto. Yo puedo hacer que esa luz ilumine una parte de ese objeto y deje en la sombra a otra parte. Aquello que ese dispositivo lumínico ilumina es el “Fundamento del representamen”, aquello en lo que se basa la representación. Aquellas cualidades son las que toma la representación para representar a un objeto determinado, toma esas cualidades del total de cualidades que definen a ese objeto. Deja entonces en la sombra, lo que significa que no va a considerar otras cualidades que son constituyentes del objeto (dinámico). En otra representación se podrán considerar alguna de esas otras cualidades que no fueron consideradas en la tomada por ejemplo. Continuamos ahora con la definición y nos detenemos en “A este signo creado, yo lo llamo el interpretante del primer signo.” Ahí aparece el tercero de la relación tríadica que es el interpretante. Lo primero que tenemos que saber es que el interpretante no es el intérprete. No hay que confundirse con la persona sino que, como dice la definición, el interpretante es otro signo. Aquí nos enfrentamos frente a la recursividad (como denominan los matemáticos la denominan): uno llega a un punto en una definición y esa definición nos remite a una parte anterior de la misma definición. Llegamos al tercer elemento que es el interpretante, que es otro signo. Entonces esta definición tiene la característica que los matemáticos, cuando se enfrentan a una definición, denominan recursión o recursividad. El significado de “interpretante” indica que éste es un signo, por lo cual nos remite a la primera parte de la definición. Esto quiere decir que si es un signo va a tener un objeto y un interpretante. Y este otro interpretante, por ser un signo, va a tener un objeto y va a tener otro interpretante. Esta definición explicita aquello que siempre se reitera en Peirce. La idea de un modelo que habla de la semiosis como un proceso ilimitado o infinito. Uno llega al final y nos encontramos con un signo y entonces volvemos al inicio. Idea de que no hay fin en la semiosis; ella tiene que ver con que la adquisición del conocimiento nunca acaba para el hombre. Siempre va a sumar conocimiento y nunca va a llegar a la verdad absoluta. Si llegara a esa verdad absoluta se terminaría la semiosis. La semiosis vive pura y exclusivamente por el hecho de que el hombre va aumentando sus conocimientos, lo que, en términos peircianos, siginifica que se van agregando significados a los elementos que ya conoce. Queda por ver la cuestión de que ese signo creado, el interpretante es “equivalente o, quizás aun, más desarrollado”. Supongamos que alguien enuncia el término manzana. El representamen es manzana y el interpretante correspondiente puede ser cualquier traducción de la palabra manzana a cualquier lengua, una definición de manzana que da el diccionario, o una definición silvestre ―la que podemos dar cualquiera de nosotros, que no sabemos la definición exacta que da aquél―, una representación icónica de la manzana: un dibujo o una pintura de una manzana; una representación icónico-indicial, como una fotografía. Todos estos interpretantes pueden ser en principio equivalentes. Si existieran solo interpretantes que fueran equivalentes, la semiosis seria circular, funcionaria como un círculo. Habría repetición de lo mismo. Pero el pensamiento perciano es espiralado, no circular. Y esto está vinculado con el segundo elemento. Cuando aparece un nuevo interpretante, aceptado por la comunidad de mentes, se ensancha la semiosis y podemos decir que el objeto también lo hace. La semiosis se hace más grande. Esta expansión está vinculada con el principio peirciano de que los signos crecen. Por lo tanto la semiosis crece. Podemos decir que si se descubre algo respecto de un objeto que antes no se conocía, para esa comunidad se ensancha el objeto. No obstante lo cual, esa propiedad siempre existió en el objeto, pero para el hombre era como si no estuviera porque no se la conocía. Todo está dependiendo de la semiosis. El descubrimiento de la propiedad de un objeto es un proceso semiótico. Además de considerar los interpretantes que tengan que ver con nuevos conocimientos, están también aquellos que agregan significados, que pueden ser más o menos permanentes como los ya existentes. Esto lo trabaja Umberto Eco. Plantea, da algunos casos, algunos ejemplos, tomando el objeto “gato”. Algo importante: cuando uno dice objeto, el término tiene un alcance muy grande. Puede ser imaginario, existente o puede ser un concepto, esto es, el objeto no es necesariamente un elemento concreto. Para Peirce todo objeto, imaginario, existente o ni siquiera imaginario forman parte de lo real. Lo real no es un sinónimo de realidad. Hay una diferencia entre lo real y la realidad. Lo real es más abarcador que “la realidad”, que tiene más que ver con lo existente. Eco cuando trabaja esta cuestión habla de las connotaciones. Trae la noción de connotación que también ha usado mucho la Lógica. Toma el objeto “gato”, como dije, y da cuenta de cómo a lo largo del tiempo se ha ensanchado la idea de gato a partir de, por ejemplo, mencionar lo que les pasó a los parisinos cuando la ciudad fue sitiada por los prusianos. Dado que se trataba de un sitio, de la misma manera que nadie podía salir ni entrar de la ciudad, los alimentos tampoco. Los que estaban dentro del perímetro de la ciudad, tuvieron que recurrir para alimentarse a otros objetos que nunca hubiesen pensado que se convertirían en alimentos, como el gato. En ese momento hay una modificación. El gato empieza a tener una cualidad que antes no era pensada en relación con ese animal, pero sí, asociada, por ejemplo, a las vacas. Se ensancha la semiosis y también lo hace el objeto, ya que, para esa comunidad de mentes, adquiere una nueva cualidad, la ser pasible considerarse alimento para el ser humano. Hay una modificación del objeto “gato” ya que éste adquiere un nuevo estatuto, algo inimaginable previamente. Luego esa práctica se dejó de lado pero podría haber continuado. Entonces en la Historia existe. Y a una persona, un historiador por ejemplo, cada vez que se le aparece la palabra gato se le representa el interpretante de los franceses que comían gato en la época en que los prusianos habían sitiado la ciudad. Otro ejemplo es con el poema “Los Gatos”, de Baudelaire. En ese poema se asocian los gatos a los amantes y a los sabios. Se le agregan cualidades al gato que antes no se le asociaban. Ejemplo: Un signo desarrollado, la manzana. Un interpretante de ese signo se produjo en el momento en que se asocio, a partir del Génesis, el interpretante de la Caída del hombre, la entrada en el pecado. Aquí también, como verán, el Hombre, la Cultura le agrega una cualidad a ese objeto. Esto es tan fuerte que, por ejemplo, hoy en publicidad se puede apelar tanto al carácter comestible de la manzana (en una publicidad de manzanas de Rio Negro) como a la idea de que la manzana es representante de la seducción, de la tentación. La idea de pecado asociada a la manzana fue dinamizada por el discurso religioso, por la tradición judeocristiana. Aquí no hay una propiedad del objeto que se haya descubierto. La manzana no tiene esa propiedad sino que ha sido un significado que la sociedad le ha adjudicado, le han agregado una connotación. Para ir terminando con la teoría perciana vamos a dar cuenta de los distintos objetos y de los distintos interpretantes. Dos tipos de objetos: El objeto presenta dos tipos. Uno el inmediato y otro el dinámico. Generalmente cuando se da la definición de signo, se suele representar didácticamente a través de un triángulo. Eso, en realidad, no representa a la definición que nosotros vimos. No la representa porque el objeto tiene, por ser dinámico, más cualidades que los representados. Lo que sí puede estar representado a través del triángulo es el objeto inmediato. Objeto inmediato: “es el objeto tal cual es representado en una representación tríadica genuina”. Cuando estamos en presencia de una representación especifica, concreta y particular, el objeto es el objeto inmediato. No son todas las propiedades del objeto las que se ponen en juego allí sino únicamente aquellas que han sido seleccionadas por el “fundamento del representamen” para construir esa representación particular. Esta definición de objeto inmediato se va a enfrentar a la del objeto dinámico. Objeto dinámico: va a presentar dos definiciones. Lo primero que vamos a considerar es que estas dos definiciones parecen oponerse, parecen ser antagónicas, al punto que se visualizan por muchos comentaristas de Peirce, como imposible de pensarse juntas. Parece que se rechazan entre sí. Esto no es infundado. Cuando uno empieza a ver ambas definiciones, el pensamiento parece manejarse en lugares diametralmente diferentes. Para ver esto hay que poner en juego, relacionar al objeto con la representación. La idea de objeto es la idea de representación y ver cómo opera y ver qué implica cada una de estas definiciones de objeto dinámico. La primera definición de las dos que presenta Peirce es la siguiente: • El objeto dinámico es el objeto en sí Digamos algunas palabras sobre lo que implica esta definición. Ella presupone que el objeto es anterior, exterior y, por lo tanto, independiente de su representación. Primero está el objeto y luego viene la representación de ese objeto. Se puede deslindar nítidamente una cosa de la otra porque son independientes. Esta independencia presupone que puedo confrontar el objeto con su representación, con el enunciado que se refiera a ese objeto. Yo puedo confrontar el objeto con su representación. A partir de su confrontación puedo decir si el enunciado es verdadero o si es falso. Consideremos que el objeto puede estar en presencia o en ausencia. Ejemplo: tengo un objeto, el pizarrón y un enunciado, “el pizarrón es verde”. Tenemos la posibilidad de confrontar el enunciado con el objeto y ver si el enunciado es verdadero o es falso. Eso es posible porque predico cosas de un objeto que está en presencia de todos los que están presentes. Ahora bien, esta idea sostiene a la ideología que se mueve cuando alguien plantea “el medio x miente” o “tal otro dice la verdad”. Cuando alguien denuncia eso está por detrás poniendo en juego esta visión que acá se manifiesta a partir de pensar en la existencia del objeto en sí. Y esto puede darse cuando estamos frente al objeto. Pero, en la mayoría de los casos, y cada vez más en estas sociedades altamente mediatizadas, el objeto no está frente a la gente. La gente se enfrenta solamente a los enunciados. Entonces esa prueba de verdad o falsedad corre el riesgo de no poder realizarse nunca. Basta que uno le diga a cualquier persona que nunca haya entrado a la facultad que el pizarrón es verde para que esa prueba de verdad o falsedad no se pueda realizar. Entonces esto hace que lo que impere no sea nunca sea la prueba de verdad o falsedad sino la creencia. La creencia es que ese enunciado es verdadero o falso. Para lo cual entran otros ingredientes, entre ellos la confianza respecto de aquel que enuncia. Por un lado, si yo creo que dice la verdad porque no es un mentiroso y por otro lado si el enunciado es verosímil, tiendo a creerlo. Eso lo lleva a Verón a decir algo muy interesante: la gente ha creído que porque algo es verdadero, cree en eso. En realidad sucede lo contrario. Porque creemos en eso, eso se convierte en verdadero. Está antes la creencia y luego la adjudicación del carácter de verdadero o de falso. Verón no dice que no existe verdad alguna sino que es muy difícil poder realizar la prueba. La prueba se puede realizar, a veces, pero en muchos otros casos sólo nos enfrentamos a enunciados. La otra definición de “objeto dinámico” es la que a continuación indico: • Suma de representaciones pasadas y futuras del objeto. Esta definición implica todo lo contrario de lo que implica la primera. El objeto no es independiente de la representación sino lo contrario. No es algo anterior ni exterior sino que es el producto, es el resultado de la representación. Puede afirmarse que “Primero está la representación y después el objeto”. Porque el objeto dinámico no tiene que ver con el objeto en sí sino con cómo se lo ha representado: en el modo/ los modos en que se lo ha representado en el pasado y en el futuro (un futuro casi infinito). Son las representaciones que se van diferenciando unas de las otras –todas referidas al mismo “objeto”, que se van sumando para configurar al objeto dinámico. El objeto pasa a ser un efecto de las representaciones y no algo que preexiste a las representaciones. Acá ya no se puede hacer la prueba de la verdad o de la falsedad, porque el objeto deviene de la representación. Vamos a tratar de ver cómo congeniar ambas definiciones, si esto es posible o no. Pero antes vamos a traer el pensamiento de Verón, vamos a ver como este semiólogo piensa esta problemática. Él da una suerte de vuelta al tema. Aclaro, en principio, que Verón está absolutamente de acuerdo con la segunda definición, lo cual se vincula con su teoría, ya que ésta plantea la construcción social de lo real. Lo real es construido y además es construido socialmente. Esta visión constructivista que pone en juego hace que considere como válida la segunda definición de objeto dinámico que presenta la teoría peirciana. Verón no se va a centrar en estas definiciones para llegar a esta idea. Sino que parte de otro enunciado que también aparece en los Collected Papers y es el que asevera que “el objeto determina al signo”. Acá Verón se enfrenta también con un enunciado paradójico, que remite a y se enfrenta también a los principios básicos de la teoría perciana. Verón recuerda ciertos principios que aparecen cuando Peirce habla de las categorías. Sabemos que las categorías son tres y que hay grados. Que la primera es la de mayor simplicidad, mientras que la última es la más compleja y que además recupera a las anteriores. Por su parte de la segundidad presenta una complejidad mediana. En relación con ellas se plantea un principio: las ideas que pueden formar parte de la categoría de la primeridad, así como las ideas que forman parte de la categoría de la segundidad, así como las ideas que forman parte de la terceridad, o sea, todas las ideas, pueden establecer relaciones triádicas, a partir de combinarse entre sí. Por otro lado hay una serie de restricciones que Peirce plantea en relación con la posibilidad de que un elemento que forma parte de una primeriad aparezca iniciando una relación ternaria con otros elementos. Lo mismo sucede respecto de la posibilidad de que un elemento que sea una segundidad sea el iniciador de una relación con otros dos elementos. Igualmente ocurre cuando se trata de que un elemento que sea una terceridad entable relaciones con otros dos para formar una relación ternaria. Las relaciones triádicas no se pueden combinar de cualquier manera, sino que deben atenerse a una serie de condicionamientos. Peirce, en un momento determinado, elabora una clasificación de diez signos. ¿Cómo elabora esa clasificación? Ella surge del entrecruzamiento de un principio que opera en relación con las categorías y por otro lado con los nueve signos que configuran las tres tricotomías. Por ejemplo, la segunda tricotomía está compuesta por tres elementos; cada uno de ellos está ubicado en un lugar determinado. Nosotros no podemos modificar ese lugar. No puedo decir ícono, símbolo e índice porque sería un error. Hay que atenerse al orden que le dio Peirce porque este lugar está relacionado con las categorías. Entonces, el ícono funciona como un primero. El índice como un segundo, es un elemento individual, tiene características de un evento, de un hecho, y el símbolo es una ley, una convención, o sea, presenta las características de la terceridad. Tiene que guardarse el orden. Esto se da en las tres tricotomías. Peirce va a decir que para armar los diez tipos signos va a usar la idea de primeridad, segundidad y terceridad y los principios que ella implica y los va a poner en vinculación con los nueve elementos que conforman las tres tricotomías. La “nuevas” relaciones triádicas formadas responden a un principio. Éste es el siguiente: ¨si el primer elemento, el elemento que va a aparecer como primero en una relación de tres es una primeridad, solamente puede determinar, esto es, solamente se puede articular con primeridades. Acá empiezan, como vemos, a operar una serie de restricciones. Dicho de otro modo, si el primer elemento de una relación entre tres es un primero, solamente puede determinar primeros. Por lo tanto, si el primero es un cualisigno se podrá relacionar con un ícono y con el rhema y nada más. No con segundidades o terceridades. Estos condicionamientos operan en relación con la formación de la clasificación en los diez tipos de signos, como dijimos, clasificación que nadie les va a pedir, en ninguna instancia de examen. Si el primer elemento que va a formar una relación ternaria, es un segundo ya puede articularse con primeros y segundos, pero no con terceros. Si el primer elemento de una relación ternaria es una terceridad ya podrá relacionarse con primeros, segundos y terceros. Acá no hay ninguna restricción. De estas restricciones, surgen los diez tipos de signos. Volviendo al enunciado de que el objeto determina al signo, Verón dice en función de “esta ley”, de estos principios que estuvimos viendo recién, que dicho enunciado es inadmisible. Porque el objeto en Peirce, si es el objeto dinámico, es un segundo. Verón, entonces, plantea que se da una cuestión espinosa porque nunca en términos peircianos, según el principio que indicamos, un segundo puede determinar a un tercero, y el signo es un tercero. Así, el enunciado el objeto determina al signo genera un problema en relación a cómo entender esta idea. ¿Cómo puede un segundo determinar a un tercero? La única solución es que ese objeto, dice Verón, no sea un segundo sino que sea un tercero. Esto es, que ese objeto sea ya un signo, porque, si es un tercero, es signo. Y los únicos “objetos” que son signo son los objetos inmediatos; y son signo porque forman parte de un signo, o sea se trata del objeto tal como es representado en una representación triádica genuina. El objeto inmediato es un segundo que forma parte de una relación ternaria, que porque constituye un signo, es signo. Peirce siempre habla de representaciones, lo que nos lleva a la última definición. Lo importante es la idea de representación. El objeto ya es un objeto representado. No es el objeto que es representado sino que es la representación del objeto dinámico. O sea que ya es una representación. Dicho de otro modo, si el objeto es un segundo no puede determinar a un tercero. Porque si aceptamos este enunciado, hace agua toda la teoría. Ahora bien, hay una forma de mantener el enunciado. Ella consiste en que el objeto no sea un segundo; si el objeto no es un segundo y en cambio es un tercero, entonces sí puede sostenerse lo que plantea el enunciado, porque, en tal caso, no hay ninguna restricción: un tercero puede combinarse y determinar a una terceridad. Entonces, ese objeto ―no puede necesariamente ser el objeto en sí, que sería el segundo―, es el objeto definido como suma de representaciones. Se trata ya de una representación. Lo cual nos remite a los objetos inmediatos, objetos que ya están incluidos, que ya están formando parte, integrando una representación, una relación triádica genuina particular. Son los objetos representados, los que construyen al objeto dinámico; son las representaciones, todas las representaciones que se dieron y todas las que vendrán en el futuro. Pero Peirce, de cualquier manera, pone en juego las dos cosas: por un lado, el objeto dinámico va a ser el objeto en sí, o sea como elemento exterior a la semiosis, independiente de ella. Pero, sabemos, este objeto es, en definitiva, inaccesible a los hombres; mientras que lo accesible para ellos, lo propio del hombre es la semiosis, lo que nos conduce directamente a la definición del objeto dinámico como suma de representaciones. Una cosa fundamental es que siempre va a haber una brecha entre una definición del objeto dinámico y la otra, entre el objeto en sí y el saber que alcance el hombre respecto del mundo, de la naturaleza, o sea, del objeto en sí. Entonces, Verón — como es partidario de poner por delante “la construcción social de lo real” porque entiende que lo real no es algo que esté allí, afuera de la semiosis sino que es construido al interior de la semiosis y que no es algo individual sino social—, cuando lee a Peirce, va a desentenderse de la primera definición. Tratará de afirmar pura y exclusivamente la segunda. Para Verón solamente es válido decir que Peirce pudo haber dicho que el objeto determina al signo si ese objeto ya es un signo. Entonces estamos dentro, y no fuera, del universo de la semiosis aunque prediquemos cosas que estén afuera de ella. En la realidad todo se produce dentro de la semiosis, con todos los condicionamientos que esto pueda implicar, los que, en términos de Verón, son siempre sociales. Hasta la próxima. La clase que viene terminamos con el tema centrado en Verón.