El burlador de Sevilla y convidado de piedra, Acto II TIRSO DE MOLINA Antes de leer vigilia—día de vigilia; día en que los católicos se abstienen de comer carne. Al proceder con su lectura, el estudiante debe tener muy presente la impresionante acción desarrollada en el acto primero: dos de las cuatro burlas, una en Italia y la otra en España; engaños que, aparte de ser agravios a Isabela y a Tisbea, han comprometido a Don Pedro, al Rey de Nápoles, y al Duque Octavio. La acción del acto segundo se inicia en el palacio del Rey de Castilla—Alfonso XI, en Sevilla—, se desarrolla en gran parte en una calle de Sevilla—en el barrio de El Arenal, no lejos de la Catedral—y, después de una muerte funesta, procede a su dramático cierre en Dos Hermanas, una villa cercana a Sevilla. Al leer Consúltese la Guía de estudio como herramienta para comprender mejor esta obra. Después de leer Conviene saber que Dos Hermanas, ciudad española no lejos de Sevilla, hacia el sur, está en el camino de Lebrija, y más allá se sigue a Jerez de la Frontera y Cádiz. Hoy en día Dos Hermanas es un centro agrícola e industrial mucho más grande que Lebrija. Conviene saber que el Rey mandó que Don Juan fuera desterrado a Lebrija para esperar allí su casamiento con Isabela, pero el voluntarioso galán no va, ni aun cuando recibe la orden por medio de su padre. Pero Don Juan, a causa del interrumpido engaño a Doña Ana y el consecuente asesinato de Don Gonzalo en la calle, huye camino a Lebrija. Sin embargo, llega únicamente a Dos Hermanas, donde, atraído por un banquete de bodas, pone la base de una nueva burla—a la desposada Aminta. En el acto tercero, no tarda en volver a Sevilla, terreno vedado para el burlador, ahora asesino también. Catalinón tiene plena conciencia de lo descabellado que es este regreso a Sevilla. Conviene saber que en toda la obra el dramaturgo exhibe un conocimiento profundo de la compleja y paradójica psicología humana. La soberbia que caracteriza a Tisbea en su soliloquio del acto primero, en que declara: «en tirano imperio/vivo, de amor señora» nos hace pensar en el dicho, «No hay que decir de esta agua no he de beber, porque la has de beber»; acto continuo, Cupido se adueña de ella, y se le derrumban soberbia y soberanía. Rescatada de las Vocabulario admirar—asombrar. adular—lisonjear; alabar; elogiar. agüero—senal; indicio; presagio. apaciguado—calmado; tranquilizado. bravo—valentón; alude al «perro muerto» que piensa dar Mota; juego de palabras que sugiere un encuentro amoroso. de mil en mil—en grupos de mil cada uno. desafío—reto a duelo. desterrado—expulsado de su tierra; exiliado. dote (f.)—bienes que lleva una mujer a su matrimonio. emular—imitar. mayordomo—empleado encargado del gobierno económico de una casa o hacienda. menguante—reducida; se refiere a esa fase de la luna. ocaso—puesto del sol; anochecer. peregrino—viajero; especialmente, el que se dirige a un lugar santo. restituir—colocar de nuevo; volver a poner en el sitio o cargo de antes. temerario—imprudente; arriesgado. trueque—cambio; acto de trocar una cosa por otra. vertido—vaciado; tirado. Abriendo puertas: Recursos en línea 1 © Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company que le otorgue desafío.» Octavio no supo tal cosa; hasta ese momento al menos, quien burló a Isabela es desconocido para el Duque. El lector ve una y otra vez que el Rey da órdenes a fin de disminuir los estragos que van a la zaga de las acciones de Don Juan, órdenes que, lejos de imponerse, carecen de todo efecto. No son remedios, son remiendos, y para colmo, remiendos mal hechos. aguas del mar por sus amigos, la volvemos a ver en el acto tercero, llegando a Sevilla a pedir venganza al Rey Alfonso. En otro momento, en el acto primero, Octavio no vacila en condenar a la Duquesa por lo que resulta ser uno de sus propios defectos más señalados: se lamenta de su amada, diciendo, «¡Ah, veleta! ¡Débil caña!», cuando él mismo repetidas veces se revela inconstante y blando. Por temor al Rey de Nápoles, huye de una burla que no cometió («Ausentarme es mi remedio») pero al llegar a Sevilla, no tarda en reponerse de ánimo por el casamiento que el Rey Alfonso le dispone con Doña Ana. Aun más, se da ínfulas con motivo del favor real de que goza. Declara a su criado Ripio: «Hablé al rey, vióme y honróme./César con el César fui,/pues vi, peleé y vencí;/y hace que esposa tome/de su mano...» Y sin embargo, le consta al lector que no son los méritos de Octavio lo que provoca la decisión del Rey. Éste «favorece» al Duque, solamente porque busca evitar un imaginado desafío a duelo, diciendo temeroso a Don Diego: «Sin duda/que supo de don Juan el desatino,/y que viene, incitado a la venganza,/a pedir Abriendo puertas: Recursos en línea Bibliografía Francisco Márquez Villanueva. Orígenes y elaboración de «El burlador de Sevilla». (1996) R. Menéndez Pidal. «Sobre los orígenes de El convidado de piedra» en Estudios literarios. (1938) Pedro M. Piñero y Virtudes Atero. Romancero de la tradición moderna. (1987) Luis Vázquez. Tirso de Molina: El burlador de Sevilla y convidado de piedra. (1989) Karl Vossler. Lecciones sobre Tirso de Molina. (1965) 2 © Houghton Mifflin Harcourt Publishing Company