Marilyn Bobes tituló Entre el largo desierto y la mar la selección antológica de Alfonsina Storni publicada por el fondo editorial Casa de las Américas en 1999. Un recorrido por la poética de Storni desde sus inicios, La inquietud del rosal (1916), hasta su última publicación, Mascarilla y trébol (1938). En esta edición se recogen trabajos inéditos de la poeta, el prólogo realizado por la misma Storni para la antología editada por Espasa-Calpe y una «Breve explicación», prefacio de su última publicación un año antes de su suicidio. Más que una exponente de la poesía femenina del modernismo o el postmodernismo o una vanguardia tardía, Alfonsina Storni es una fundadora. Su voz, nacida de la rebelión y el desacato, descuella por su autenticidad y su valentía en medio de tantos artificios y convenciones literarias y vitales. Alfonsina Storni Entre el largo desierto y la mar ePub r1.0 Titivillus 12.09.15 Alfonsina Storni, 1999 Selección y prólogo: Marilyn Bobes Editor digital: Titivillus ePub base r1.2 Sobre la presente edición Marilyn Bobes tituló Entre el largo desierto y la mar la selección antológica de Alfonsina Storni, publicada por el fondo editorial Casa de las Américas en 1999. Bobes, periodista, poeta y narradora cubana (Premio Casa de las Américas 1995) prologa y presenta el recorrido por la poética de Storni desde sus inicios, La inquietud del rosal (1916), hasta su última publicación, Mascarilla y trébol (1938). En esta edición se recogen trabajos inéditos de la poeta, el prólogo realizado por la misma Storni para la antología editada por Espasa-Calpe y «Una Breve Explicación», prefacio de su última publicación un año antes de su suicidio. Es un honor para la colección Poesía del Mundo contar con la selección de la obra de una escritora indispensable en el acontecer latinoamericano, símbolo mítico de nuestra cultura, cuyas circunstancias han desbordado su poesía. Los editores Prólogo La mañana del 25 de octubre de 1938 las aguas ferruginosas de Mar del Plata devolvieron a la orilla el cadáver de una mujer menuda, de 46 años, con los ojos claros y el rostro sereno. Aquella insigne ahogada había nacido también en el mar, pero el acontecimiento de su llegada al mundo aparece registrado en una pequeña aldea de la Suiza italiana conocida como Salla Capriesca. Nadie, sin embargo, se atrevería a negar su condición de argentina a la mítica poetisa Alfonsina Storni, cuyas tempestuosas circunstancias vitales sobrepasan el estudio, en ocasiones superficial, de su obra literaria para convertirla en leyenda: su hipotética muerte por amor la ha transformado en símbolo de una esencia romántica que la propia autora intentó rechazar desesperadamente, aun cuando su denuedo no siempre se viera coronado por el éxito, y su público y gran parte de su crítica prefirieran — todavía hoy— resaltar aquella parte de su obra que refuerza su pertenencia a una estética fundamentada en las sublimaciones y la subjetividad. El camino recorrido por la Storni desde su primer libro —La inquietud del rosal (1916)— hasta el último —Mascarilla y trébol (1938)— delata una batalla desesperada por liberarse de aquel «primer modo, sobrecargado de mieles románticas» del que tímidamente reniega en un prólogo realizado para una antología personal que el mismo año de su muerte voluntaria entregara a la editorial argentina Espasa-Calpe. Difícil propósito si se piensa que en aquellas primeras décadas de nuestro siglo, como también en el anterior, una mujer apenas podía acercarse a la literatura en tonos que desafiaran el orden establecido por el discurso patriarcal. Características como la ironía, el desacato e incluso la intelectualización, eran patrimonio de un mundo exclusivamente masculino que sólo se mostraba tolerante con las escritoras cuando estas asumían una función decorativa en los salones, declamando, entre los peplos griegos que dejaban traslucir sus encantos, la aceptación de su debilidad y de su sometimiento, aquello que Jorge Luis Borges, refiriéndose a la propia Storni, denominaba «chillonería de comadrita». No andaba tan desacertado el autor de El Aleph, ni era tan injusto como algunas feministas a ultranza aseguran, si pensamos que, en 1925, cuando desde la revista Proa formula este reproche a Alfonsina, ella todavía no había dado suficientes pruebas de querer desembarazarse de una cierta necesidad de aprobación y reconocimiento que la condujo reiteradamente a concesiones y le impidió, desde mi punto de vista, un más atrevido desenvolvimiento formal. Quizás su sufrimiento era demasiado para que le exigiéramos tanto. Mujer poco agraciada y muy infeliz en sus amores, pobre, madre soltera que nunca reveló, siquiera a su hijo, el nombre del progenitor, qué otra compensación podía tener en la vida que no fuese su relativo éxito literario. Relativo porque aunque obtuvo algunos premios importantes, fue traducida a cinco idiomas y recibió los elogios de Alfonso Reyes y Jacinto Benavente, entre otros, se tropezó también con molestos objetores. Intelectuales serios, como el ya citado Jorge Luis Borges, la acusaban de «chillona». Otros, que ensalzaban su primera etapa (la que se cierra con el cuaderno Ocre, en 1925), reprochan a sus libros posteriores ser en exceso cerebrales. Incluso una defensora de la poesía femenina como la española Carmen Conde, en su selección Once grandes poetisas americohispanas, publicada en Madrid en 1967, confiesa que no reacciona con Storni como lo hace con otras poetisas latinoamericanas. Le molesta su ironía. Cuando Alfonsina habla con la severidad de quien abre su corazón sin límites y lo entrega, pase lo que pase, yo entro en su clima sin ninguna reserva. Respondo con lealtad. Mas si da un papirotazo a su pena, se birla una lágrima con ademán de burla, me desconcierta y la abandono. Afirma Conde inmediatamente antes de sugerir que quizás habría que buscar en esa actitud irreverente la causa de la desventura personal de la poetisa, el motivo de que «no la quisieran como ella quería, por lo que no sonó el teléfono aquel día de 1938». Extraña reconvención para una reivindicadora de los valores de la poesía escrita por mujeres en Iberoamérica. Sin embargo, no resulta descabellada. La rebelión contra el hecho de asumir los papeles tradicionales que, tanto en el orden estético como en el vital, se le exigían, bien pudo haber llevado a la Storni a un callejón sin salida. La «Breve explicación» que coloca como prefacio a Mascarilla y trébol y el mismo acto del suicidio son, más que sus últimos versos, a los que suele otorgarse una importancia exagerada, el testimonio de la incomprensión generalizada a una postura y un pensamiento difícilmente domesticables con esos «buenos besos» que ablandaran los labios de suspiros que pedía la contradictoria Carmen Conde para Alfonsina y para la uruguaya Delmira Agustini. Es evidente que el año en que se suicida, cuando escribe las «Palabras prologales» a su antología personal y la «Breve explicación» de Mascarilla y trébol, Alfonsina Storni se debatía entre su necesidad de experimentar utilizando un nuevo lenguaje y la exigencia de «fidelidad» a un antiguo estilo que le había asegurado un lugar, al menos en el tan habitual epígrafe consagrado a la «poesía femenina», de los panoramas e historias de la literatura que escribían —y aún escriben— los hombres a quienes les tocó juzgarla. En su Historia de la literatura hispanoamericana, Enrique Anderson Imbert advierte en la autora un supuesto «resentimiento contra el varón» al que atribuye tanto la eficacia y el ardor de su poesía como su endeblez estética. Confunde la justa rebelión contra una jerarquía genérica inicua con un «asco» por los hombres que Alfonsina estuvo muy lejos de experimentar. Finalmente concluye que la Storni «ha triunfado» sobre el varón —subrayando la tesis del malentendido antagonismo— pero, indica que «a costa de su sensibilidad». La califica de «compañera tardía» de los vanguardistas cuando se refiere a los poemas recogidos en Mundo de siete pozos y Mascarilla y trébol, aunque le reconoce la valentía de haber renunciado a sus «fáciles éxitos literarios» para dedicarse a un nuevo tipo de poesía que la alejó de su viejo público y no le ganó un público nuevo. «Se sabía gastada», dice. «Escribió sencillamente un soneto […] y se fue al mar a suicidarse». La hipótesis de un agotamiento creador en una escritora que, a partir de 1934, comienza a abrirse a nuevos temas y, quien después de haber adoptado el verso libre en su Mundo de siete pozos, todavía replantea sus formas de expresión en una singular modalidad que ella misma llamó antisonetos, resulta muy poco plausible. No creo que Alfonsina se supiera gastada… porque no lo estaba. Sus «Palabras prologales» a la antología de EspasaCalpe revelan a una autora muy consciente de su oficio, dispuesta a no seguir repitiéndose pues consideraba que «lo peor que le puede acontecer a un poeta es tener, forzadamente, que imitarse». Lúcida para valorarse a sí misma, se reconoce, sobre todo, el mérito de haber adoptado en toda su obra de la primera etapa «la posición crítica […] de una mujer del siglo XX, frente a las tenazas todavía dulces, y a la vez enfriadas, del patriarcado». La explicación que precede a Mascarilla y trébol es un intento inteligente para ganarse a un lector acostumbrado a las melifluas imprecaciones del «corazón»: didactismo que ella sabía inútil y que revela —eso sí— más que el reconocimiento de un desgaste, su imperiosa necesidad de ser comprendida y respaldada en sus nuevos empeños poéticos. Una enfermedad incurable, una falta de amor crónica y el cansancio vital que debió originarle su denodada lucha contra las reglas y convenciones de la época que le tocó vivir, parecen ser causas de mayor peso si tratáramos de adivinar los motivos que la llevaron a tomar la trágica determinación de suicidarse. En sus últimos versos indica que va a dormir «para olvidar»: a qué o a quién no lo sabremos nunca con certeza, pero todo forma parte del mito, de la leyenda romántica. La verdadera Alfonsina, la que nos interesa, vive en el espacio autónomo de su literatura cuya importancia crece en la medida en que las escritoras argentinas y latinoamericanas buscan aquello que la estudiosa Alicia Genovese ha denominado una genealogía y que requiere ser analizado fuera de la historia literaria tradicional puesto que como bien señala la investigadora, se trata de autoras que «aunque manejen los procedimientos literarios canónicos […] algo les impide ser centro de ese canon, como si hablasen otra lengua materna, como si tuviesen un acento extranjero». En un artículo que forma parte del libro de ensayos La doble voz: poetas argentinas en los ochenta, Genovese nos previene del peligro y la intencionalidad que subyacen en la lectura de la obra literaria de Alfonsina (como también de otras autoras) bajo el prisma del suicidio como conclusión. «La textualidad filosa, fisuradora que hay en estas obras es absorbida, alisada de sus pliegues transgresivos por la imagen trágica que el relato cultural ha enfatizado». Y, efectivamente, es ostensible que canciones populares como la famosa Alfonsina y el mar o monografías como la ya citada de la española Carmen Conde tienden a reemplazar la imagen valiente de la mujer que con sus textos estaba inaugurando los fundamentos ideotemáticos de una conciencia de género para la literatura de lengua española, por otra mucho más inofensiva, de acentos lánguidos y románticos: la de la poetisa que ha ido a buscar nuevos poemas al mar, la historia de una «mujer enamorada que en vano intentó burlarse de lo que más le dolía: el corazón…». Si bien en su ópera prima, La inquietud del rosal, Alfonsina Storni se nos muestra como la sufrida dama objeto del desdén y el abandono masculino (quien, sin embargo, sospecha vagamente «que la llama del placer se apaga / poquito a poco en el camino humano») ya en El dulce daño (1918) un poema como «Capricho» nos señala una toma de conciencia genérica que, valiéndose del recurso de la ironía, denuncia los estereotipos en los que el discurso patriarcal ha querido encasillar a la mujer: Las mujeres lloramos sin saber, porque sí: […] Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto, Un mar un poco torpe, ligeramente estulto, […] Y hasta lo manejamos con una dúctil ciencia. […] Sí, vanas mariposas sobre jardín de Enero, Nuestro interior es todo sin equilibrio y huero. […] Decorado en escamas de serpientes del mal. Así somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta: Movilidad absurda de inconsciente coqueta. […] Y en el cerebro tenemos de un poquito de estopa. […] Todos estos versos constituyen el principio de una rebelión contra los lugares comunes de la discriminación intelectual femenina que, en ese mismo libro, encontraría su apoteosis en el famoso texto titulado Tú me quieres blanca. Aquí la autora se recrea en los símiles preferidos de la poesía romántica (espumas, nácares, azucenas y castidades) para contraponerlos a la orgía báquica en que se manifiesta la conducta sexual masculina: […] Tú que el esqueleto Conservas intacto No sé todavía Por cuáles milagros, Me pretendes blanca (Dios te lo perdone), Me pretendes casta (Dios te lo perdone), Me pretendes alba. […] Alfonsina Storni reclama una igualdad de actuación ante la pretendida solicitud de virginidad que se impone secularmente a la mujer. Utilizando los recursos de la poesía romántica y modernista abre paso a la transgresión e introduce un nuevo acento o un nuevo matiz dentro de unas estéticas caracterizadas por su imperturbabilidad en cuanto a los roles de género. Ya no habla la impasible princesa de Darío que espera, sumisa, por la «libélula vaga de una vaga ilusión» sino una mujer real, de carne y hueso, que exige un trato equitativo. En este sentido, Alicia Genovese señala, en el caso de Alfonsina, la presencia de una segunda voz. Su primera voz, dice, habla junto a Lugones y los nombres masculinos del Modernismo. La segunda voz molesta es, en parte al menos, la que le hace marcar a González Lanusa desde Sur un elemento de impureza estética, un residuo inorgánico no asimilado. Genovese reconoce que, efectivamente, hay en Alfonsina una razón de ripio y de sobrante pero he aquí que es, precisamente, en esa «zona no transitada por la semantización poética» donde se elabora lo que la define como escritora. Tal vez —añadiría yo— los conversacionalistas y los antipoetas de los años sesenta la hubieran juzgado con mayor benevolencia de lo que lo hicieron sus contemporáneos. La Storni utiliza con frecuencia un tono coloquial totalmente suyo y que, lógicamente, no podía ser del agrado de los puristas del modernismo, empeñados en una estética artificiosa que les hacía juzgar como deficiente toda irrupción de lo cotidiano en el universo poético. Es curioso que esta irrupción de lo conversacional ocurra precisamente en los textos más transgresores de Alfonsina, como si lo no expresado hasta ahora buscara nuevas formas, nuevas vías de comunicación cada vez más alejadas de ese líquido aroma que ella se reconoce en las venas cuando habla a Rubén Darío, «ese amante al que se vuelve como la vez primera». Los dos libros posteriores a El dulce daño (Irremediablemente y Languidez) revelan esta lucha entre las dos voces que se resuelve en textos muchas veces contradictorios. Alfonsina pasa con facilidad del sometimiento al desacato como si librara una lucha entre su «deber ser» y su verdadero yo. Habrá que esperar a Ocre (1925) que muchos críticos, y hasta ella misma, consideran su mejor libro, para verla adoptar una postura más libre. En este cuaderno se reconoce, se autodefine, se instaura en su propia imagen sin importarle demasiado parecerse a las otras mujeres, pasa de una posición pasiva a una activa, reconoce la importancia de la palabra y decide romper el cordón umbilical de la dependencia masculina cediendo irónicamente la supremacía: «Omnívoro naciste para llevar la cota / y yo el sexo pesado como carro de acero». Ocre es también el encuentro con un sentimiento solidario hacia otras mujeres: su madre, la novia, las musas de otros poetas. Parece reconfortarse con la idea de que «las grandes mujeres» deben soportar un destino doloroso y común, el de ser incomprendidas y luego abandonadas. La fortuna en el amor es directamente proporcional a la vocación de sometimiento: […] Cuida mejor la casa la mujer que es modesta Y no tiene una vida mental imaginada. Si del hombre que adora se comprende engañada Recibe lo que sobra, y a su lado se acuesta. […] («Y agrega la tercera») Dolorosas conclusiones que, sin embargo, conservan hoy una muy lamentable actualidad. En este poemario Alfonsina Storni parece haber saldado cuentas con su propio yo y, al hacerlo, nos entrega un valioso documento lírico, fundador de la ya citada línea genealógica que las escritoras posteriores —casi todas preocupadas por los problemas de género— pueden fácilmente identificar. No hay en ninguna otra de sus contemporáneas, a pesar de sus indiscutibles aportes, una obra en la que el hecho de ser mujer pese tanto como en la de esta sarcástica y desdichada mujer. En 1934, Mundo de siete pozos nos revela una Alfonsina ya mucho más segura de sí. Tal vez desengañada pero con la osadía suficiente para tomar al hombre como objeto, invertir la ecuación. Ensalza la belleza del cuerpo masculino, confiesa abiertamente su deseo: […] Mi cuerpo: estalla Cadenas de corazones le ciñen la cintura. La serpiente inmortal se le enrosca al cuello… («Ecuación») Su poesía, sin renunciar al motivo central de sus preocupaciones que es la relación entre los sexos, se expande lentamente hacia otras temáticas: el mar, obstinado e invitador, pero también la ciudad como centro opresivo y falsificador. En Mascarilla y trébol el tema del amor desaparece la primera página cuando Alfonsina reconoce haber caído en la trampa del sexo y quiere alejar a su poesía de toda exaltación romántica. Así, en el antisoneto dedicado «A Eros»[1], confiesa: […] Como a un muñeco destripé tu vientre y examiné sus ruedas engañosas y muy envuelta en sus poleas de oro hallé una trampa que decía: sexo. […] De esta manera, su último libro nos mostrará a una nueva Alfonsina, una experimentadora del lenguaje, alguien empeñada en contemplar cada detalle con exactitud impresionista «como si fuera un organismo independiente que toma personería por su cuenta». Conjeturar hasta dónde hubiera llegado en sus empeños nuestra poetisa si no hubiera acabado con su vida en aquel mismo año, resulta superfluo. Alfonsina Storni tendrá que ser estudiada por su obra y no por lo que no pudo hacer. Esta muestra de su poesía, que hemos querido ampliar, ofrecerá al lector la oportunidad de valorarla desde sus primeros balbuceos hasta sus truncadas metas reformuladoras. Más que una exponente de la poesía femenina del modernismo o el postmodernismo o una vanguardia tardía, Alfonsina Storni es una fundadora. Su voz, nacida de la rebelión y el desacato, descuella por su autenticidad y su valentía en medio de tantos artificios y convenciones literarias y vitales. A ella tendremos que agradecerle el «acento extranjero» que la separa de las corrientes poéticas imperantes en las primeras décadas de nuestro siglo porque es en él precisamente donde las inquietudes femeninas laten con mayor fuerza y vehemencia desbrozando el camino. En ese camino que no tiene por qué conducirnos fatalmente al mar, deberemos internarnos para conocer la verdadera Alfonsina Storni: la de los libros y no la de las leyendas. Una poetisa que, denostada o alabada, resultará siempre imposible pasar por alto. Marilyn Bobes Palabras prologales Invitada gentilmente por la editorial Espasa-Calpe, Argentina, me decido, aunque a regañadientes, a publicar esta antología, la única que hasta hoy se ha hecho de mis poesías, seleccionadas por mí, pues la que hace algunos años imprimió en Barcelona otra casa, fue una pequeña muestra, separada allá, de mis primeros libros. La inteligencia de que cuando un escritor no pueda celar su obra se la desnudarán extraños, sin atender a sus pudores, ha soplado mis reparos autocríticos, que son muchos. Treinta años es, entre nosotros, el plazo concedido a un muerto para que se estremezca, desde sus neveras, por la coma de más o el punto de menos de la edición póstuma X de sus obras y destacar sus ramas legales a reparar la falta de sentido del soneto Z. Pasado este plazo, al ciclón público pertenece su sembrado, y ya es mucho que podamos agradecer a éste que su buen ojo plomal se digne enderezar hacia nuestros solares y alzarnos con insectos, polillas y yerbajos. Porque el verdadero antologador es el tiempo, mayoral que filtrará, si debe; o descargará sus aluviones de tierra, bienvenidos. El valor de los creadores, por lo demás, no se mide por sus caídas, sino por el alcance, a lo alto, de sus catapultas y por lo insustituible de algunos de sus acentos, captaciones o alzamientos. Y los temperamentos son diversos. Los hay que no han dado al público más de lo que debieron, son los menos y su actitud es muy urbana. Pero los hay mal educados, a lo Lope, que han puesto a trabajar a toda la familia literaria, a fin de que esta les desnude sus crestas, de clima sólo respirable para ceñidas minorías, sin que tal circunstancia haya disminuido sus valores trascendentales. Dejando a unos y otros en sus empinadas cátedras, no está de más que declare aquí que tengo alguna preferencia por el sector de mi obra que se inicia con Ocre y, a contrapelo de la opinión de la mayoría —lo sé—, marcada por el temperamento que se advierte en poesías incluidas en las páginas finales de esta selección, en parte inéditas, en parte pertenecientes a mi último libro. (Por mucho que renieguen de mi primer modo, sobrecargado de mieles románticas, debo reconocer, sin embargo, que trata aparejada la posición crítica, hecho universalmente difundido, de una mujer del siglo XX, frente a las tenazas todavía dulces, y a la vez enfriadas, del patriarcado). Pero retroceder a aquel, cuando ya la pluma lo ha desagotado, equivaldría a vivir plagiándose a sí mismo por la dominadora razón de que un acento tocó directamente a la mayoría. Para quienes lo estimen en circulación está, que lo peor que le puede acontecer a un poeta es tener, forzadamente, que imitarse. El panorama total de una obra es, por otra parte, cosa buena para el atalayado, aunque sus colinas sean desparejas, o documentales, más que esplendores de tal o cual geografía, ya que desde el horizonte se ven llegar iniciales cauces que mueren en la llanura o, tras correr subterráneamente, reaparecen ensanchados en laguna. En este sentido, una ordenación antológica es, para el rastreador crítico, un ahorrante y lindo «belvedere». Con mis cortesías, y muy finas, para el Mayoral, abro, pues, la ducha helada y me aguanto. Alfonsina Storni Breve explicación Por el juicio general —no de minoría— recogido a raíz de la publicación de algún poema de este libro en diarios y revistas, preveo que va a ser tildado de oscuro. Yo pediría al dialogante amigo una lectura detenida de él: todo tiene aquí un sentido, una lógica, aunque por momentos se apoye en conocimientos, ideas, símbolos, que, se supone, están en la alacena mental del lector. Desde luego que alguna parte de este volumen necesita de la colaboración imaginativa, en cierto modo creadora, del que lo transita. Pero ¿acaso la sensibilidad y cultura medias del público no están pidiendo eso: colaborar con el escritor, el plástico, el músico, etcétera? (Los movimientos vanguardistas en arte y política se apoyan en el hecho social de esta colaboración, cada vez más exigida). Distracción sería señalar el temperamento de estos antisonetos de postura literaria: me han brotado vitalmente en contenido y forma, casi en estado de trance (el empuje de la idea creó de por sí la manera suelta) ya que escribí la mayoría en pocos minutos, a lápiz, en un lugar público, un vehículo en movimiento, o en mi lecho despertando a deshora; aunque cepillarlos me haya demandado meses. En el último par de años cambios psíquicos fundamentales se han operado en mí: en ello hay que buscar la clave de esta relativamente nueva dirección lírica y no en corrientes externas arrastradoras de mi personalidad verdadera. ¿Será necesario insinuar que poesías como «Una lágrima», «Una oreja», «Un diente», que contempla el detalle como si fuera un organismo independiente que toma personería por su cuenta, podrían equivaler a esas novelas, pongo por caso, que se desarrollan en unas cuantas horas en la imaginación del protagonista? Pero la exaltación de aquel micromundo tampoco ha sido deliberadamente pretendido. Todo mundo, por otra parte, se expresa por sí mismo, si no inmediata, mediatamente: y acaso este introito esté de más. Es como si un corazón sensiblemente agitado y estallante se empeñara en querer certificar que las mareas que lo turban suben de sus legítimos torrentes. Alfonsina Storni Poesías (1916-1921) LA DULCE VISIÓN nde estará lo que persigo ciega? ardines encantados, mundos de oro— o lo que me cerca es incoloro. otra vida. ¿Allí cómo se llega? perfume divino el alma anega: r de estrellas, un rosado coro Dianas fugitivas; el esporo iente aún de la delicia griega. nde estará ese mundo que persigo? ueño voluptuoso va conmigo me ciñen las rosas de su brazo. mientras danzo sobre césped fino ra del alma acecha mi destino Gran Cazadora mueve el lazo. CONVERSACIÓN s te perdone al fin tanta tortura; n que a tu mano la movió el despecho aga fina hundísteme en el pecho. no te sea la existencia dura. una vez más conozca la amargura orta poco; el corazón deshecho; ende más con tu impiedad. Bien hecho; cias, amigo, que esto me depura. teniendo una sospecha vaga que la llama del placer se apaga uito a poco en el camino humano. mblaba acaso por su leve abrigo, o inquietud me ahorras, buen amigo, de un golpe la ciegas con tu mano. LA INÚTIL PRIMAVERA ntiocho veces van que yo la veo bajando capullos del rosal: gó cumpliendo ardiente mi deseo, ndo la tuve todo ha sido igual. paré un himno y se murió en gorjeo, eché a ser río y terminé canal. n otra primavera… Devaneo. está de nuevo y sigo con mi mal. ntiocho veces van. De diez ya guardo moria triste de aquel paso tardo que los días del invierno van lando el alma para hacerle casa. ntiocho veces van que inútil pasa. ántas por verla aún me faltarán? TREN cha el tren: apoyada una ventanilla, Sueño. a: les, plantas, gramilla, aisaje risueño, mueven mi mirada. za el tren una curva somo la cabeza: á lejos me turba, nando mi tristeza, visión esfumada la ciudad dejada. o mi amor… El tren mueve lentamente. an mi nombre. ¿Quién? ndono la frente re mi brazo y digo: Avanza ferozmente, n, y acaba conmigo! La inquietud del rosal (1916) LA INQUIETUD DEL ROSAL osal en su inquieto modo de florecer quemando la savia que alimenta su ser aos en las rosas que caen del rosal: tas son que la planta morirá de este mal! osal no es adulto y su vida impaciente onsume al dar flores precipitadamente. LO INACABABLE tienes tú la culpa si en tus manos amor se deshojó como una rosa: drá la primavera y habrá flores… ronco seco dará nuevas hojas. lágrimas vertidas se harán perlas un collar nuevo; romperá la sombra ol precioso que dará a las venas avia fresca, loca y bullidora. seguirás tu ruta; yo la mía mbos, libertos, como mariposas deremos el polen de las alas llaremos más polen en la flora. palabras se secan como ríos s besos se secan como rosas, o por cada muerte siete vidas can los labios demandando aurora. s… ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera! oda primavera que se esboza n cadáver más que adquiere vida un capullo más que se deshoja! CLAROR LUNAR os, lirios, más lirios… llueven lirios… noche es blanca como la ilusión ota la dulzura del perdón re el llanto de todos los martirios. una vaga claridad de cirios… una es una hostia en comunión alma se recoge con unción igada por todos los delirios. s bajo el claro de la luna suave ndo el poeta que medita sabe tristezas enormes de Pierrot. uando le asesina la agonía as nostalgias blancas de María s nostalgias rojas de Margot. El dulce daño (1918) ESTE GRAVE DAÑO e grave daño que me da la vida un dulce daño, porque la partida debe alejarme de la misma vida s cerca tendré. levo las manos brotadas de rosas, o están libando tantas mariposas cuando por secas se acaben mis rosas me secaré. SÁBADO levanté temprano y anduve descalza los corredores; bajé a los jardines esé las plantas; orbí los vahos limpios de la tierra, da en la grama; bañé en la fuente que verdes achiras cundan. Más tarde, mojados de agua né mis cabellos. Perfumé las manos zumo oloroso de diamelas. Garzas squillosas, finas mi falda hurtaron doradas migajas. go puse traje de clarín más leve la misma gasa. un salto ligero llevé hasta el vestíbulo sillón de paja. s en la verja mis ojos quedaron, s en la verja. eloj me dijo: diez de la mañana. ntro un sonido de loza y cristales: medor en sombra; manos que aprestaban nteles. Afuera, sol como no he visto re el mármol blanco de la escalinata. s en la verja siguieron mis ojos, s. Te esperaba. PRIMAVERA ndrás tú? Por mis jardines vuelan as primeras mariposas re las rosas. Velan noche los cocuyos e los yuyos. ríen las estrellas damente bellas. vendrás tú? Se cubren gres, mis floreros madreselvas. a por los largos canteros isa azul del nomeolvides e cargan las vides. Selvas go en el corazón; oles gruesos tos de ramas; os, retamas, res de malvón, aros en las ramas, o eso tengo en el corazón. vendrás tú? Mis manos ricaron panales. do de rosa en rosa cogí miel; e linos; no recuerdo de males. echo mío es blanco s Primavera. Huele n, el alto barranco ado por la ría. de el mar que diviso ndrá tu vela? la, mavera es gacela itiva urtiva, ela! DIME me al oído la palabra dulce; moatí zumbador, letras que se asomen a tus labios de oler a malvón, mpacarán insectos en el rojo al del corazón. me al oído la palabra tenue, a, bruma, vapor… eza de sus signos como leves s de mariposa en la tensión vuelo recto. Peligrosa tela ida en los telares del amor. que en los finos hilos de la malla, de morir sin aire el corazón. me al oído de palabras todas palabra mejor. uedes, que se escurra de los labios dulada sin voz. sica, de tu boca a mis oídos as las palabras son. sica que adormece bajo el fino, io vellón, los cabellos de la primavera: cia y olor. CAPRICHO rútame los ojos, sorpréndeme la boca, eta entre tus manos esta cabeza loca; me a beber, el malvado veneno te moja los labios a pesar de ser bueno. o no me preguntes, no me preguntes nada por qué lloré tanto en la noche pasada; mujeres lloramos sin saber, porque sí: esto de los llantos pasaje baladí. n se ve que tenemos adentro un mar oculto, mar un poco torpe, ligeramente estulto, se asoma a los ojos con bastante frecuencia asta lo manejamos con una dúctil ciencia. preguntes, amado, lo debes sospechar; a noche pasada no estaba quieto el mar. a más. Tempestades que las trae y las lleva viento que nos marca cada vez costa nueva. vanas mariposas sobre jardín de Enero, stro interior es todo sin equilibrio y huero. de cristalería, fruto de carnaval orado en escamas de serpientes del mal. somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta: vilidad absurda de inconsciente coqueta. eamos y gustamos la miel de cada copa n el cerebro tenemos un poquito de estopa. n; no, no me preguntes. Torpeza de mujer, richo, amado mío, capricho debe ser. déjame que ría… ¿No ves qué tarde hermosa? ínate las manos y córtame esa rosa. EL LLAMADO noche, tal silencio si Dios parpadeara oyera. Yo paseo. a selva, mis plantas an la hierba fresca salpica rocío. estrellas me hablan me beso los dedos, os de luna blanca. pronto soy herida… corazón se para, enroscan mis cabellos, espaldas se agrandan; mis dedos florecen, miembros echan alas, a morir ahogada luces y fragancias… que en medio a la selva voz dulce me llama… TÚ Y YO casa está llena de mirtos, uya está llena de rosas; s visto a mis blancas ventanas gar tus palomas? casa está llena de lirios, mía sonríe amapolas. s visto rondando en mis patios mas de tus frondas? mármoles blancos y negros casa vetusta se adorna, mármoles blancos y negros van a mi alcoba. uces enciende tu casa casa de luz se corona. sientes llegar de la mía idos de loza? día, de tarde, de noche igo por selvas y frondas. hueles que exhalan mis labios fundos aromas? día, de tarde, de noche igo por selvas y frondas. sientes que atrás de tus pasos quiebran las hojas? has visto regadas tus plantas, frutas cargadas las moras, matas las sendas, las ramas chidas de pomas? dando tu casa en silencio encuentra despierta la aurora. dando en silencio tus plantas, ando tus rosas. casa proyecta en mi casa tarde, alargada, su sombra, unca miraste sus muros gados de rosas. l a tus patios mis patios surcan iguales palomas, unca has mirado mi casa, tando mis rosas. l a tus lirios mis lirios iguales octubres enfloran… unca has mirado mi casa, tado mis rosas… DULCE TORTURA vo de oro en tus manos fue mi melancolía; re tus manos largas desparramé mi vida; dulzuras quedaron a tus manos prendidas; ra soy un ánfora de perfumes vacía. nta dulce tortura quietamente sufrida, ndo, picada el alma de tristeza sombría, edora de engaños, me pasaba los días sando las dos manos que me ajaban la vida! TU DULZURA mino lentamente por la senda de acacias, perfuman las manos sus pétalos de nieve, cabellos se inquietan bajo céfiro leve alma es como espuma de las aristocracias. io bueno: este día conmigo te congracias, nas un suspiro me torna eterna y breve… y a volar acaso ya que el alma se mueve? mis pies cobran alas y danzas las tres Gracias. que anoche tus manos, en mis manos de fuego, ron tantas dulzuras a mi sangre, que luego, nóseme la boca de mieles perfumadas. frescas que en la limpia madrugada de Estío cho temo volverme corriendo al caserío ndidas en mis labios mariposas doradas. ¡OH, TÚ! tú que me subyugas. ¿Por qué has llegado tarde? r qué has venido ahora cuando el alma no arde, ndo rosas no tengo para hacerte con ellas alegre guirnalda salpicada de estrellas? tú, de la palabra dulce como el murmullo agua de la fuente; dulce como el arrullo la torcaza; dulce como besos dormidos re dos manos pálidas protectoras de nidos. tú, que con tus manos puedes tomar mi testa acerle brotar flores como un árbol en fiesta acer que entre mis labios se arquee la sonrisa mo un cielo nublado que de pronto se irisa. r qué has llegado tarde? ¿Por qué has venido ahora ndo he sido vencida por llama destructora, ndo he sido arrasada por el fuego divino oy, cegada y triste, por un negro camino? quiero, Dios de dioses, que me hagan nueva toda. me tejan con lirios; me sometan a poda manos del Misterio; que me resten maleza. labios no se hicieron para curar tristeza. a tus labios, agua de una pureza suma. a tus labios, copas de cristal y la espuma nquísima de un alma que no sepa de abejas, de mieles, ni sepa de las flores bermejas. a tus manos, esas que nunca amortajaron; a tus ojos, esos, los que nunca lloraron; a tus sueños, sueños como cisnes de oro; a que tus pupilas persiguieran mis rastros, si luego mis pétalos que estrujaran tus manos, quirieran por magia poderes sobrehumanos echos luz se aferraran a la luz de los astros a que tus pupilas persiguieran mis rastros. nvenida la muerte que al sorberme me dieras; nvenido tu fuego que agosta primavera; nvenido tu fuego que mata los rosales: todas las corolas se acerquen a tus males. tú, a quien idolatro por sobre la existencia, tú, por quien deseo renovada mi esencia, r qué has llegado ahora cuando no he de lograr ivino suplicio de verme deshojar?… VIAJE FINIDO é hacen tus ojos largos de mirarme? é hace tu lengua, de llamarme, larga? é hacen tus manos largas de tenderse Hasta mis llamas? é hace tu sombra larga tras mi sombra? r qué rondas mi casa? el beso de ayer hice mi viaje. Conozco tu alma. ra qué más? He terminado el viaje. catacumbas inundadas de aguas ertas, oscuras, cenagosas, fueron Con mis manos palpadas. manos ni se acerquen a las mías, rtame tus ojos, tus palabras… mohos de tus zócalos secaron Raíces de mis plantas. o tus ojos largos. o tus manos largas. o tus catacumbas nas de agua. TÚ ME QUIERES BLANCA me quieres alba, quieres de espumas, quieres de nácar. sea azucena re todas, casta. perfume tenue. ola cerrada. un rayo de luna rado me haya. una margarita diga mi hermana. me quieres nívea, me quieres blanca, me quieres alba. que hubiste todas copas a mano, frutos y mieles labios morados. que en el banquete ierto de pámpanos aste las carnes tejando a Baco. que en los jardines ros del Engaño tido de rojo riste al Estrago. que el esqueleto servas intacto sé todavía cuáles milagros, pretendes blanca os te lo perdone), pretendes casta os te lo perdone), pretendes alba. e hacia los bosques; e a la montaña; piate la boca; e en las cabañas; a con las manos ierra mojada; menta el cuerpo raíz amarga; e de las rocas; rme sobre escarcha; ueva tejidos salitre y agua; la con los pájaros vate al alba. uando las carnes ean tornadas, uando hayas puesto ellas el alma por las alcobas quedó enredada, onces, buen hombre, éndeme blanca, éndeme nívea, éndeme casta. TENTACIÓN era llueve; cae pesadamente el agua las gentes esquivan bajo abierto paragua. verlos enfilados se acaba mi sosiego, pesan las paredes y me seduce el riego re la espalda libre. Mi antecesor, el hombre habitaba cavernas desprovisto de nombre, ha venido esta noche a tentarme sin duda, que, casta y desnuda, iría por los campos bajo la lluvia fina, cabellera alada como una golondrina. ¿QUÉ DIRÍA? é diría la gente, recortada y vacía, n un día fortuito, por ultra fantasía, tiñera el cabello de plateado y violeta, ra peplo griego, cambiara la peineta cintilllo de flores; miosotis o jazmines, tara por las calles al compás de violines, ijera mis versos recorriendo las plazas ertado mi gusto de vulgares mordazas? an a mirarme cubriendo las aceras? e quemarían como quemaron hechiceras? mpanas tocarían para llamar a misa? verdad que pensarlo me da un poco de risa. CUADRADOS Y ÁNGULOS as enfiladas, casas enfiladas, as enfiladas. drados, cuadrados, cuadrados. as enfiladas. gentes ya tienen el alma cuadrada, as en fila ngulo en la espalda. misma he vertido ayer una lágrima, s mío, cuadrada. ASPECTO o dentro de cuatro paredes matemáticas neadas a metro. Me rodean apáticas millas que no saben ni un ápice siquiera esta fiebre azulada que nutre mi quimera. to una piel postiza que la listo de gris. ervo que bajo el ala guarda una flor de lis causa cierta risa mi pico fiero y torvo, yo misma me creo para farsa y estorbo). PRESENTIMIENT go el presentimiento que he de vivir muy poco. a cabeza mía se parece al crisol, fica y consume. o sin una queja, sin asomo de horror, a acabarme quiero que una tarde sin nubes, o el límpido sol, ca de un gran jazmín una víbora blanca dulce, dulcemente, me pique el corazón. OVEJA DESCARRIADA ja descarriada, dijeron por ahí. ja descarriada. Los hombros encogí. verdad descarriada. Que a los bosques salí; ellas de los cielos en los bosques pací. verdad descarriada. Que el oro que cogí me duró en las manos y a cualquiera lo di. verdad descarriada, que tuve para mí ro de los cielos por cosa baladí. verdad descarriada, que estoy de paso aquí. Irremediablemente (1919) ESTE LIBRO vienen estas cosas del fondo de la vida: mulado estaba, yo me vuelvo reflejo… a continuamente cambiada y removida; como las cosas, es mudable el espejo. mentos de la vida aprisionó mi pluma, mentos de la vida que se fugaron luego, mentos que tuvieron la violencia del fuego ueron más livianos que los copos de espuma. odos los momentos donde mi ser estuvo, odo esto que cambia, en todo esto que muda, oda la sustancia que el espejo retuvo, ropajes, el alma está limpia y desnuda. no estoy y estoy siempre en mis versos, viajero, o puedes hallarme si por el libro avanzas ando en los umbrales tus fieles y balanzas: uieren mis jardines piedad de jardinero. SILENCIO día estaré muerta, blanca como la nieve, ce como los sueños en la tarde que llueve. día estaré muerta, fría como la piedra, eta como el olvido, triste como la hiedra. día habré logrado el sueño vespertino, ueño bien amado donde acaba el camino. día habré dormido con un sueño tan largo ni tus besos puedan avivar el letargo. día estaré sola, como está la montaña e el largo desierto y la mar que la baña. á una tarde llena de dulzuras celestes, pájaros que callan, con tréboles agrestes. primavera, rosa, como un labio de infante, ará por las puertas con su aliento fragante. primavera rosa me pondrá en las mejillas La primavera rosa!— dos rosas amarillas… primavera dulce, la que me puso rosas arnadas y blancas en las manos sedosas. primavera dulce que me enseñara a amarte, primavera misma que me ayudó a lograrte. la tarde postrera que imagino yo muerta mo ciudad en ruinas, milenaria y desierta! la tarde como esos silencios de laguna arillos y quietos bajo el rayo de luna! la tarde embriagada de armonía perfecta: án amarga es la vida! Y la muerte ¡qué recta! muerte justiciera que nos lleva al olvido mo el pájaro errante lo acogen en el nido… aerá en mis pupilas una luz bienhechora, uz azul celeste de la última hora. luz tamizada que bajando del cielo pondrá en las pupilas la dulzura de un velo. luz tamizada que ha de cubrirme toda su velo impalpable como un velo de boda. luz que en el alma musitará despacio: vida es una cueva, la muerte es el espacio. ue ha de deshacerme en calma lenta y suma mo en la playa de oro se deshace la espuma. silencio, silencio… esta tarde es la tarde que la sangre mía ya no corre ni arde. silencio, silencio… en torno de mi cama boca bien amada dulcemente me llama. silencio, silencio que tus besos sin ecos pierden en mi alma temblorosos y secos. silencio, silencio que la tarde se alarga one sus tristezas en tu lágrima amarga. silencio, silencio que se callan las aves. adormecen las flores, se detienen las naves. silencio, silencio que una estrella ha caído cemente a la tierra, dulcemente y sin ruido. silencio, silencio que la noche se allega n mi lecho se esconde, susurra, gime y ruega. silencio, silencio… que el Silencio me toca me apaga los ojos, y me apaga la boca. silencio, silencio… que la calma destilan manos cuyos dedos lentamente se afilan… MELANCOLÍA muerte, yo te amo, pero te adoro, vida… ndo vaya en mi caja para siempre dormida, que por vez postrera etre en mis pupilas el sol de primavera. ame algún momento bajo el calor del cielo, a que el sol fecundo se estremezca en mi hielo… tan bueno el astro que en la aurora salía ecirme: buen día. me asusta el descanso, hace bien el reposo, o antes que me bese el viajero piadoso todas las mañanas, gre como un niño, llegaba a mis ventanas. SOY ESA FLOR vida es un gran río, va caudalosamente, u orilla, invisible, yo broto dulcemente. esa flor perdida entre juncos y achiras piadoso alimentas, pero acaso ni miras. ndo creces me arrastras y me muero en tu seno, ndo secas me muero poco a poco en el cieno; o de nuevo vuelvo a brotar dulcemente ndo en los días bellos vas caudalosamente. esa flor perdida que brota en tus riberas milde y silenciosa todas las primaveras. PESO ANCESTRAL me dijiste: no lloró mi padre; me dijiste: no lloró mi abuelo; han llorado los hombres de mi raza, n de acero. diciendo te brotó una lágrima me cayó en la boca… más veneno no he bebido nunca en otro vaso pequeño. il mujer, pobre mujer que entiende, or de siglos conocí al beberlo; el alma mía soportar no puede o su peso. DATE A VOLAR a, date a volar, hazte una abeja; el jardín florecen amapolas, néctar fino colma las corolas; ñana el alma tuya estará vieja. a, suelta a volar, hazte paloma, orre el bosque y picotea granos, me migajas en distintas manos, pulpa muerde de fragante poma. a, date a volar, sé golondrina, ca la playa de los soles de oro, ta la primavera y su tesoro, primavera es única y divina. eres de sed: no he de oprimirte tanto… a, camina por el mundo, sabe; puesta sobre el mar está tu nave: e a bogar hacia el mejor encanto. re, camina más, es poco aquello… n quedan cosas que tu mano anhela, re, camina, gira, sube y vuela: talo todo porque todo es bello. a a volar… mi amor no te detiene, mo te entiendo, Bien, cómo te entiendo! re mi vida… el corazón se apene… e a volar, Amor, yo te comprendo. lada el alma… el corazón partido, lto tus alas… ve… pero te espero. mo traerás el corazón, viajero? dré piedad de un corazón vencido. a que tanta sed bebiendo cures numerosas sendas para ti… o se hace la noche; no te apures… as traen a mí… SUBCONCIENCIA hablado, has hablado y me he dormido, o duermo y no duermo, porque siento estoy bajo el supremo pensamiento: o, viviré siempre y he vivido. hablado, has hablado y he caído un marasmo… cede hasta el aliento. mpo atrás, en las sombras, me he perdido: oy ciega. No tengo sentimiento. mo el espacio soy, como el vacío, una sombra todo el cuerpo mío uedo como el humo levantarme: o soplos etéreos… sobrehumanos… étame a la tierra con tus manos, si el viento se mueve ha de llevarme. EL HOMBRE SOMBRÍO vo ese que pasa, miradlo al hombre mío. sus manos se advierten orígenes preclaros. le miréis la boca porque podéis quemaros, le miréis los ojos, pues moriréis de frío. ndo va por los llanos tiembla el cauce del río, sombras de los bosques se convierten en claros, cruzarlos, soberbio, jugueteando a disparos, fieras se acurrucan bajo su aire sombrío. a a muchas mujeres, no domina su suerte, una primavera lo alcanzará la muerte onado de pámpanos, entre vinos y fruta. s mi mano de amiga, que destrona sus galas, nde aceros tenía le mueve un brote de alas ora como el niño que ha extraviado la ruta. MODERNA danzaré en alfombra de verdura; pronto el vino en el cristal sonoro, beberemos el licor de oro ebrando la noche y su frescura. danzaré como la tierra pura, mo la tierra yo seré un tesoro, n darme pura no hallaré desdoro, darse es una forma de la Altura. danzaré para que todo olvides abré de darte la embriaguez que pides ta que Venus pase por los cielos. s algo acaso te será escondido, pagana de un siglo empobrecido dejaré caer todos los velos. HOMBRE PEQUEÑITO mbre pequeñito, hombre pequeñito, lta a tu canario que quiere volar… soy el canario, hombre pequeñito, ame saltar. uve en tu jaula, hombre pequeñito, mbre pequeñito, que jaula me das. o pequeñito porque no me entiendes, me entenderás. mpoco te entiendo, pero mientras tanto eme la jaula que quiero escapar; mbre pequeñito, te amé un cuarto de ala; me pidas más. EL DIVINO AMOR ndo buscando, amor que nunca llegas, ndo buscando, amor que te mezquinas, aguzo por saber si me adivinas, doblo por saber si te me entregas. tempestades mías, andariegas, han aquietado sobre un haz de espinas; gran mis carnes gotas purpurinas que a salvarte, oh niño, te me niegas. a que estoy de pie sobre los leños, a veces bastan unos pocos sueños a encender la llama que me pierde. vame, amor, y con tus manos puras eca este fuego en límpidas dulzuras az de mis leños una rama verde. VEINTE SIGLOS a decirte, amor, que te deseo, los rubores falsos del instinto, uve atada como Prometeo, o una tarde me salí del cinto. veinte siglos que movió mi mano a poder decirte sin rubores: ue la luz edifique mis amores». n veinte siglos los que alzó mi mano! an las flechas sobre mis cabellos, an las flechas, aguzados dardos… n veinte siglos de terribles fardos! tí su peso al liberarme de ellos. ODIO primavera de las amapolas, que floreces para bien mi casa, go que enjoyes las corolas, a. o, la forma más voraz del fuego, va sin miedo tu endiablada espuela, ma mi alma, pero luego, la. a de oro que movible y loca ltas el alma, de las sombras, presa, cuanto asomes a la boca, a. tima blanda del error amante a cada paso el corazón diluye, lca tus mieles y al instante, e. o tremendo, como nada fosco, o que truecas en puñal la seda, o que apenas te conozco, da. PIEDRA MISERABLE piedra dura, miserable piedra, e golpeo, te golpeo en vano, s inútil la fuerza de mi mano, piedra dura, miserable piedra. o haces bien, oh miserable piedra, a que tiene un golpe sobrehumano, a golpear, deja golpear mi mano, piedra dura, miserable piedra. me des nada, miserable piedra, rda un silencio altivo y soberano, te ablandes jamás entre mi mano; piedra dura, miserable piedra. tu impiedad, oh miserable piedra, obro alientos y el deseo gano, te dejes caer sobre mi mano, zquina, estulta, miserable piedra. n día torpe, miserable piedra, venciera la fuerza del verano ayeras a gotas en mi mano e odiaría, miserable piedra… BIEN PUDIERA SER… iera ser que todo lo que en verso he sentido fuera más que aquello que nunca pudo ser, fuera más que algo vedado y reprimido familia en familia, de mujer en mujer. en que en los solares de mi gente, medido aba todo aquello que se debía hacer… en que silenciosas las mujeres han sido mi casa materna… Ah, bien pudiera ser… eces en mi madre apuntaron antojos liberarse, pero, se le subió a los ojos honda amargura, y en la sombra lloró. do eso mordiente, vencido, mutilado, o eso que se hallaba en su alma encerrado, nso que sin quererlo lo he libertado yo. Languidez (1920) GOTA ía que te acerques drán mujeres muchas, drán morenas bellas endrán dulces rubias. isputarte; y ellas, án, con donosura elogio, por lograrte, acertar ninguna. o no tendré miedo morenas ni rubias, s cerraré los ojos diré: —Soy tuya. EL LEÓN A Clemente Onelli e barrotes negros, la dorada melena eas lentamente, y te tiendes por fin cansando los tristes ojos sobre la arena brilla en los angostos senderos del jardín. o el sol de la tarde te has quedado sereno nte tus ojos pasa, fresca y primaveral, niña de quince años con su esponjado seno: eñas echarle garras, oh goloso animal? o tus grandes uñas, inútiles y corvas; abren tus fauces; veo el inútil molar, útiles como ellos van tus miradas torvas morir en el hombre que te viene a mirar. ombre que te mira tiene las manos finas, ne los ojos fijos y claros como tú. onríe al mirarte. Tiene las manos finas, n, los ojos tiene como los tienes tú. día, suavemente, con sus corteses modos o el hombre la jaula para encerrarte allí, hora te contempla, apoyado de codos, re el hierro prudente que lo aparta de ti. cede. Bien lo sabes. Diez veces en un día cuerpo contra el hierro carcelario se fue: z veces contra el hierro fue inútil tu porfía. ojos, muy lejanos, hoy dicen: ¿para qué? obstante, cuando corta el silencio nocturno ugido salvaje de algún otro león, rees en la selva, y el ojo, taciturno, e vuelve en la sombra encendido carbón. onces como otrora, se te afinan las uñas, garganta seca de una salvaje sed, piedra de tu celda vanamente rasguñas zarpazo inútil retumba en la pared. hijos que te nazcan, bestia caída y triste, la leona esclava que por hembra te dan, irán en tu carne lo mismo que sufriste, o garras y dientes más débiles tendrán. comprendes y ruges? ¿Cuándo escuálido un gato a junto a tu jaula huyendo de un mastín las ramas se trepa, se te salta al olfato así puede tu prole ser de mísera y ruin? una vez te he visto durmiendo tu tristeza, melena dorada sobre la piedra gris, ndonado el cuerpo con la enorme pereza las siestas de fuego tienen en tu país. obre tu salvaje melena enmarañada cuello delicado sintió la tentación abandonarse al tuyo, yo como tú, cansada, otra jaula más vasta que la tuya, león. mo tú contra aquella mil veces he saltado. veces, impotente, me volví a acurrucar. rcel de los sentidos que las cosas me han dado! yo del universo no me puedo escapar. LA PIEDAD DEL CIPRÉS ero: este ciprés que se levanta n metro de tus pies y en cuya copa pajarillo sus amores canta, ne alma fina bajo dura ropa. e eleva tan alto desde el suelo darte una visión inmaculada, s si busca su extremo tu mirada ropiezas, humano, con el cielo. LAS TRES ETAPAS a dorada tarde rumorosa languidece en placidez de estío. oy mirando este camino rosa mo en el dulce verso de Darío. sí como en el verso del poeta, á, donde el camino rosa arranca, avanzar una columna blanca uelta en un vapor azul-violeta. ece solamente alguna nube dada en fino polvo de zafiros, aterial columna de suspiros de la tierra a las estrellas sube. dulce forma humana se deslíe el tul blanco, inmaterial, sedeño, n lejana y pura me sonríe digo: esto es el sueño. poco rato la columna pasa cerca que, sin ilusión alguna, do mirar las formas una a una o la trampa débil de la gasa. nube se ha disuelto; ante mis ojos inden ya las formas imperfectas: ncos creí los pies, pero son rojos. ciles formas vi, pero son rectas. ul se ha vuelto tosca muselina, guirnaldas perdieron su frescura, tan cerca en una forma dura uella forma que creí divina. ma: ¿dónde está el oro aquel que viste? o ha cambiado cuando estuvo enfrente; ojos tocan realidad tan triste digo: es el presente. s, ya de nuevo, bajo el huso de oro sol, que hilando está la luz del día, alejarse, lentas, por la vía, formas cobran su anterior decoro. a misma ilusión: es ese mismo derse de los cuerpos tras los tules uelven a brillar piedras azules, oro vuelve a darme su espejismo. uando aquel sendero se termina á muy lejos, la columna blanca ha convertido en esa nube fina a poco vi donde el camino arranca. embriagó de dulzor una abeja, nuevo en la visión blanca me pierdo, n inmaterial allá se aleja digo: es el recuerdo. LA CASA nata romántica) cundada por selvas, bajo el cielo mpre azulado, nuestra casa era o como el plumón y el terciopelo: ibio corazón de primavera. hablaba quedo en nuestra casa; rto que cobijaba tantas aves, nos salían las palabras suaves mo si las dijéramos a un muerto. o nada era triste: la dulzura íamos tan dócil armonía hasta el suspiro tenue presentía sus patios sombreados de verdura. mármol blanco de los corredores ecía dormir un sueño largo. fuentes compartían su letargo. aban las estatuas con amores. ían los sillones blandamente, mo un pecho materno, y era fino, y fino el aire, así como divino, ndo filtraba el oro del poniente. mo me acuerdo de la noche aquella que entré sostenida por tu brazo! ría casi bajo el doble abrazo tu mirada y de la noche bella. ría casi! Me llevaste tierno largas escaleras silenciosas tuve conciencia de las cosas: un cuerpo cansado y sin gobierno. sé cómo llegamos a una estancia. penumbra interior, los pasos quedos, besos que morían en mis dedos tornaron el alma una fragancia. iste una ventana: allá, lejano, eaba el río y el silencio era ce y enorme, y era primavera, e movía el río sobre el llano. minaba hacia el mar con tal dulzura parecía una palabra buena. a darse sin fin; la quieta arena ábalo pasar con amargura. mi alma también rodó en el río, hundió con él en perfumadas frondas, uiéndolo hasta el mar cayó en sus ondas, uyo fue el divino poderío. curvó blanda en el enorme vaso, allí se desprendió como un suspiro, endió por los buques y el retiro otras mujeres sorprendió de paso. ió hasta las ciudades de otro mundo; mían todos, todo estaba blanco, go vio cada mundo como un banco arena muerta en el azul profundo. esde aquel azul que todo abisma ó en la tierra esta ventana abierta: ién era esa criatura medio muerta? e bajó a mirar. ¡Y era yo misma! ndo volvió del viaje, envejecida tanto haber vagado unos instantes esperaban tus ojos suplicantes: hundió por ellos y encontró la vida. cuerdas tú? La casa era un arrullo, perfume infinito, un nido blando: ca se dijo la palabra cuándo. decía, muy quedo: mío y tuyo. LA CARICIA PERDIDA me va de los dedos la caricia sin causa, me va de los dedos… En el viento, al pasar, caricia que vaga sin destino ni objeto, caricia perdida, ¿quién la recogerá? e amar esta noche con piedad infinita, e amar al primero que acertara a llegar. ie llega. Están solos los floridos senderos. caricia perdida, rodará… rodará… n los ojos te besan esta noche, viajero, stremece las ramas un dulce suspirar, e oprime los dedos una mano pequeña te toma y te deja, que te logra y se va. o ves esa mano, ni esa boca que besa, n el aire quien teje la ilusión de besar, viajero, que tienes como el cielo los ojos, el viento fundida, ¿me reconocerás? LANGUIDEZ á naciendo octubre sus mañanas claras. dejado mi alcoba uelta en telas claras, dado el cabello descuido; mis plantas res, desnudas, juegan. he tendido en la hamaca, y cerca de la puerta, poco amodorrada. ol que está subiendo encontrado mis plantas s tiñe de oro… ezosa, mi alma sentido que, lento, ol subiendo estaba mis pies y tobillos como buscándola. sonrío: este bueno sol no ha de encontrarla, s yo, que soy su dueña, sé por dónde anda; adora, ella parte ae, azul, la caza… niño viene ahora, cabeza dorada… ha sentado a mi lado rada la palabra; mo yo el cielo mira, mo yo, sin ver nada. acaricia los dedos. los pies con la blanca no; por los tobillos yemas delicadas sus dedos desliza… fin, sobre mis plantas, puesto su mejilla flor recién regada. el sol dulcemente, o voces lejanas, á el cielo muy lejos… sigo amodorrada la rubia cabeza erta sobre mis plantas. Un pájaro… la arteria por su cuello pasa… UN DÍA… as por esos mundos como yo; no me digas no existes; existes, nos hemos de encontrar; nos conoceremos, disfrazados y torpes los mismos caminos echaremos a andar. nos conoceremos, distantes uno de otro tirás mis suspiros y te oiré suspirar. nde estará la boca, la boca que suspira? emos, el camino volviendo a desandar. zás nos encontremos frente a frente algún día. zás nuestros disfraces nos logremos quitar. hora me pregunto… ¿Cuando ocurra, si ocurre, ré yo de suspiros, sabrás tú suspirar? CARTA LÍRICA A OTRA MUJER stro nombre no sé, ni vuestro rostro ozco yo, y os imagino blanca, il como los brotes iniciales, ueña, dulce… ya ni sé… ina. En vuestros ojos placidez de lago se abandona al sol y dulcemente absorbe su oro mientras todo calla. uestras manos, finas, como es este or, el mío, que se alarga, alarga uego se me muere y se concluye como lo veis, en algún verso. ¿sois así? Decidme si en la boca éis un rumoroso colmenero, as orejas vuestras son a modo pétalos de rosas ahuecados… idme si lloráis, humildemente, ando las estrellas tan lejanas en las manos tibias se os aduermen omas blancas y canarios de oro. que todo eso y más vos sois, sin duda; que tenéis el hombre que adoraba e las manos dulces, vos la bella habéis matado, sin saberlo acaso, a esperanza en mí… vos, su criatura. que él es todo vuestro; cuerpo y alma áis gustando del amor secreto guardé silencioso… Dios lo sabe qué, que yo no alcanzo a penetrarlo. o confieso que una vez estuvo cerca de mi brazo, que, a extenderlo, so mía aquella dicha vuestra fuera ahora… ¡sí!, acaso mía… s ved, estaba el alma tan gastada el brazo mío no alcanzó a extenderse: ed divina, contenida entonces, pulió el alma… ¡Y él ha sido vuestro! mprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos e adormece y le decís palabras ueñas y menudas que semejan alos volanderos y muy blancos. so un niño rubio vendrá luego opiar en los ojos inocentes ojos vuestros y los de él unidos un espejo azul y cristalino… , ceñidle la frente! ¡Era tan amplia! rancaban tan firmes los cabellos randes ondas, que a tenerla cerca hiciera yo otra cosa que ceñirla! go dejad que en vuestras manos vaguen labios suyos; él me dijo un día nada era tan dulce al alma suya mo besar las femeninas manos… caso, alguna vez, yo, la que anduve ando por afuera de la vida Como aquellos filósofos mendigos van a las ventanas señoriales— miran sin envidia toda fiesta allegue humildemente a vuestro lado on palabras quedas, susurrantes, pida vuestras manos un momento a besarlas, yo, como él las besa… cubrirlas, lenta, lentamente, a pensando: aquí se aposentaron ánto tiempo, sus labios, cuánto tiempo as divinas manos que son suyas? , qué amargo deleite, este deleite buscar huellas suyas y seguirlas re las manos vuestras tan sedosas, finas, con sus venas tan azules! que nada podría, ni ser suya, dominarle el alma, ni tenerlo dido aquí a mis pies, recompensarme e horrible deleite de hacer mío nefable, apasionado rastro. llí en vos misma, sí, pues sois barrera, rera ardiente, viva, que al tocarla me remueve este cansancio amargo, e silencio de alma en que me escudo, e dolor mortal en que me abismo, a inmovilidad del sentimiento sólo salta, bruscamente, cuando a es posible! HAN VENIDO y han venido a verme madre y mis hermanas. e ya tiempo que yo estaba sola mis versos, mi orgullo; en suma, nada. hermana, la más grande, está crecida: ubiecita; por sus ojos pasa rimer sueño. He dicho a la pequeña: a vida es dulce. Todo mal acaba… madre ha sonreído como suelen uellos que conocen bien las almas; puesto sus dos manos en mis hombros. ha mirado muy fijo… an saltado mis lágrimas. mos comido juntas en la pieza s tibia de la casa. lo primaveral…; para mirarlo ron abiertas todas las ventanas. mientras conversábamos tranquilas tantas cosas viejas y olvidadas, hermana, la menor, ha interrumpido: as golondrinas pasan… ROSALES DE SUBURBIO ro, como llegó la primavera, re las pobres casas, latas y maderas, los suburbios, buen rosal que trepas, has cubierto de rosas. ú fueras mo los hombres, oh, rosal, sin duda mo ellos, prefirieras a bien florecer las ricas casas, esiertas aras las paredes de los pobres. Pero no eres así. La dulce tierra basta en cualquier parte y te es lo mismo: a tu suerte, acaso, tú prefieras modestas casuchas donde luces or, enredadera: co adorno que no cuestas nada… agua, buenas rosas, todavía baja de los cielos sin gabelas). as bellas mañanas, cuando miras ventanas abiertas, brazos verdes y jugosos buscan spacio sin vidrios y penetran nterior del cuarto: —¡Buenos días! corolas intentan ir con sus rosados labiezuelos. go, si muy risueño Se te acerca iño sucio de azulados ojos Y carnes prietas, haces el que no entiendes y no miras; o entiendes y miras, y le sueltas mucho disimulo, mo quien no quisiera, re sus rizos de oro, una corola iamente deshecha. iño, entonces, de suburbio, luce a rubia cabeza corona divina. No la siente que nada le pesa, omo un Eros haraposo canta orriendo se aleja. EL CLAMOR una vez, andando por la vida, piedad, por amor, mo se da una fuente, sin reservas, di mi corazón. ije al que pasaba, sin malicia, uizá con fervor: Obedezco a la ley que nos gobierna: dado el corazón. n pronto lo dije, como un eco, se corrió la voz: Ved la mala mujer esa que pasa: dado el corazón. boca en boca, sobre los tejados, aba este clamor: Echadle piedras, eh, sobre la cara; ado el corazón! está sangrando, sí, la cara mía, o no de rubor; me vuelvo a los hombres y repito: dado el corazón! LA QUE COMPRENDE la cabeza negra caída hacia adelante á la mujer bella, la de mediana edad, trada de rodillas y un Cristo agonizante de su duro leño la mira con piedad. os ojos la carga de una enorme tristeza, el seno la carga del hijo por nacer, pie del blanco Cristo que está sangrando reza: Señor, el hijo mío que no nazca mujer! EL CANAL a dulce fragancia la dulce San Juan, uerdos de mi infancia edados están. casa hacia los fondos día su vergel; canales hondos e abejas y miel. enrojecidas ondas equeño caudal el mío, entre frondas, dilecto canal. as melancolías vábanme a buscar os oscuros días uel dulce lugar. quitos trabajaba nevado papel n el agua soltaba menudo bajel. avegaban hasta un recodo fugaz nterponía: ¡basta! los veía más. perder mi barquito anme embargar as de infinito ompía a llorar. a: ya presentías que ocurrir debió: o, por otras vías, ha ido y no volvió. LA QUIMERA mo los niños iba hacia oriente, creyendo con mis propias manos podría el sol tocar; mo los niños iba, por la tierra redonda, siguiendo, allá lejos, la quimera solar. aba a igual distancia del oriente de oro más que siempre andaba y que volvía a andar; e como los niños: viendo inútil la marcha í flores del suelo y me puse a jugar. EL ENSAYO l corazón me fuera percutido iera ser que resonara a muerto, o pudiera ser que diese ruido pájaros cantores en un huerto. verdad que a morir, desde nacido, e buen corazón se va ensayando, o, ensayos de un drama no aprendido, vive, cayendo y levantando. veces que ha cambiado de postura son una por cierto, sino cien, el arte de morir es cosa dura: ensaya mucho y no se aprende bien. LA MISERIA azón mío, dice: ¿qué es aquello así defiendes de la humana feria esconderlo tanto? ¿Un sueño bello? corazón responde: —Mi miseria. Oh, con tan fiero empeño no lo escondas: seres que circulan a tu lado obarán acaso dichas hondas do sueño te será robado. s tu miseria no: cese tu lidia, estra tranquilo el fondo que la encierra. miseria es un bien que no se envidia; ie te lo disputará sobre la tierra. os celan su bien, pues por sus obras men con el temor de las abejas. más feliz, ya puedes, sin zozobras, ir tu solo bien, ¿de qué te quejas? LA PESCA borde de la vida, hombres, en pescar, pasan todo el tiempo: én menos y quién más. opellando vienen puestos a ocupar, en grandes carnadas iensan: picarán. iba el cielo limpio y quietecito está bajo, con su anzuelo, os vienen y van. cador: no te apures, a el anzuelo en paz, muerte, ten seguro, se te escapará. LA ARMADURA er: tú la virtuosa, y tú la cínica, la indiferente o la perversa; émonos sin miedo y a los ojos: conocemos bien. Vamos a cuentas. o armadura andamos: si nos sobra lma, la cortamos; si nos llena, mengua, la armadura, pues la henchimos: la armadura andamos siempre a cuestas. madura feroz! Mas conservadla. lgún día destruirla pretendierais, solo esfuerzo de arrojarla lejos quedaríais como yo, bien muertas. CHARLA voz en mi oído graves palabras vierte: Por qué, me dice, no eres, oh tú, la mujer fuerte? bella la figura de la mujer heroica dando el fuego sacro con su mano de estoica. o sonrío y digo: la vida es una rueda. o está bien. Lo malo con lo bueno se enreda. nas no parecieran desertoras vestales, uga hacia las dulces, paganas bacanales, otras no tendrían valor de mujer fuerte: vida, al fin de cuentas, se mide por la muerte. ves: con mis locuras en verso yo he logrado traerte un momento y hacerte más amado ino y blanco nombre de la mujer que quieres, ervada y discreta: espuma de mujeres. é más pides? Con algo contribuí a tu vida, saste, comparaste; voló el tiempo en seguida. s ni con eso tengo yo tu agradecimiento. , buen género humano: nunca quedas contento! FRÍOS frío crudo desató sus nuevas gente apurada, a tropezones, la ciudad y como los ratones ca sus cuevas. verlos por las calles enfilados, llos y manos por el paño ocultos, abrigos y pieles enfundados, ecen bultos. o allá arriba, cielo azul y luna ca tan limpios vio la vista mía. ntras la gente tiembla, el cielo es una la ironía. ece que una voz que descendiera limpio azul desdeñadora, ndo de su daño les dijera: Oídme ahora! BUENOS AIRES nos Aires es un hombre tiene grandes las piernas, ndes los pies y las manos equeña la cabeza. gante que está sentado un río a su derecha, pies monstruosos movibles mirada en pereza). sus dos ojos, mosaicos colores, se reflejan cúpulas y las luces ciudades europeas. o sus pies, todavía án calientes las huellas los viejos querandíes boleadoras y flechas. eso cuando los nervios e ponen en tormenta nte que los muertos indios e suben por las piernas. ca este soplo que sube sus pies, desde la tierra, el mosaico europeo en los grandes ojos lleva. onces sus duras manos crispan, vacilan, tiemblan, gual distancia tendidas los pies y la cabeza! da esta lucha por dentro está restando sus fuerzas, eso sus ojos miran avía con pereza. o tras ellos, velados, guña la inteligencia a se le agranda el cráneo ando de adentro afuera. mo de mujer encinta fíes en la indolencia este hombre que está sentado el Plata a su derecha. a que tiene en la boca sonrisa traviesa, barca en dos golpes de ojo a la costa de América. le muy cerca el oído: peando están sus arterias: si algún día le crece mo los pies, la cabeza! UN CEMENTERIO QUE MIRA AL MAR id, oh muertos, ¿quién os puso un día acostados junto al mar sonoro? mprendía quien fuera que los muertos hastían ya del canto de las aves s han puesto muy cerca de las olas que sintáis del mar azul, el ronco mido que apavora? estáis junto al mar que no se calla y quietecitos, con el muerto oído ndo cómo crece la marea, quel mar que se mueve a vuestro lado, a promesa no cumplida, de una urrección. primavera, el viento, suavemente, de la barca que allá lejos pasa, rae risas de mujeres… Tibio beso viene con la risa, filtra piedra fría, y se acurruca, sabio, vuestra boca y os consuela un poco… o en noches tremendas, cuando aúlla iento sobre el mar y allá a lo lejos hombres vivos que navegan tiemblan re los cascos débiles, y el cielo vuelca sobre el mar en aluviones, otros, los eternos contenidos, podéis más, y con esfuerzo enorme antáis las cabezas de la tierra. n un lenguaje que ninguno entiende áis: —Venid, olas del mar, rodando, id de golpe y envolvednos como envolvieron, de pasión movidos, zos amantes. Estrujadnos, olas, vednos de este lecho donde estamos izontales, viendo cómo pasan mundos por el cielo, noche a noche… ad por nuestros ojos consumidos, cad la lengua, la que habló, y movedla, hadnos fuera del sepulcro a golpes! caso el mar escuche, innumerable, stro llamado, monte por la playa, os cubra al fin terriblemente hinchado! onces, como obreros que comprenden, detendrán las olas y leyendo lápidas inscriptas, poco a poco moverán a suaves golpes, hasta las desplacen, lentas, y os liberten. , qué hondo grito el que daréis, qué enorme o de muerto, cuando el mar os coja e sus brazos, y os arroje al seno grande abismo que se mueve siempre! zos cansados de guardar la misma izontal postura; tibias largas, averas sonrientes: elegantes mures corvos, confundidos todos, zarán bajo el rayo de la luna milagrosa danza de las aguas. gunas desprendidas cabelleras, ias acaso, como el sol que baje ioso a veros, islas delicadas marán sobre el mar y acaso atraigan os pequeños pájaros viajeros. Ocre (1925) HUMILDAD he sido aquella que paseó orgullosa ro falso de unas cuantas rimas re su espalda, y se creyó gloriosa, cosechas opimas. paciencia, mujer que eres oscura: ún día, la Forma Destructora todo lo devora, rará mi figura. bajará a mis libros, ya amarillos, zándola en sus dedos, los carrillos eramente inflados, con un modo gran señor a quien lo aburre todo, un cansado soplido aventará al olvido. SOY suave y triste si idolatro, puedo ar el cielo hasta mi mano cuando lma de otro al alma mía enredo. món alguno no hallarás más blando. guna como yo las manos besa, e acurruca tanto en un ensueño, cupo en otro cuerpo, así pequeño, alma humana de mayor terneza. ero sobre los ojos, si los siento mo pájaros vivos, un momento, tear bajo mis dedos blancos. a frase que encanta y que comprende, é callar cuando la luna asciende rme y roja sobre los barrancos. PALABRAS A MI MADRE las grandes verdades yo te pregunto, que las contestarías; solamente investigo cuando me gestaste, fue la luna testigo, los oscuros patios en flor, paseándose. , cuando, en tu seno de fervores latinos, escuchando dormía, un ronco mar sonoro dormeció las noches, y miraste, en el oro crepúsculo, hundirse los pájaros marinos. que mi alma es toda fantástica, viajera, envuelve una nube de locura ligera ndo la luna nueva sube al cielo azulino. usta, si el mar abre sus fuertes pebeteros, ullada en un claro cantar de marineros ar las grandes aves que pasan sin destino. CUANDO LLEGUÉ A LA VIDA a sobre mi vida, mi grave amor inmenso: ndo llegué a la vida yo traía en suspenso, el alma y la carne, la locura enemiga, apricho elegante y el deseo que hostiga. encantaban los viajes por las almas humanas, uz, los extranjeros, las abejas livianas, cio, las palabras que inician el idilio, cuerpos armoniosos, los versos de Virgilio. ndo sobre tu pecho mi alma fue apaciguada, dulce criatura, tuya y mía, deseada, puse entre tus manos toda mi fantasía dije humillada por estos pensamientos: Vigílame los ojos! Cuando cambian los vientos lma femenina se trastorna y varía… CANCIÓN DE LA NOVIA el corredor fresco, que los valles domina, equeñas puntadas coso la blanca tela; vez en cuando miro la paloma que vuela insecto de oro en la tenue cortina. me acercan, descalzos, deliciosos chiquillos, n su nariz pequeña, de transparente cera, dedal se introduce. Reímos. Uno espera mi lado con una canasta de membrillos. ndes cactus sedientos sobre arenas doradas, garras sonoras, y piedras calcinadas, asoman a mis largas siestas, sin que concluya e lento desfile de puntos por mis manos. ratos, en el aire que impregnan los manzanos, y vienen dos frases: Eres mía. Soy tuya. TÚ, QUE NUNCA SERÁS ado fue y capricho el beso dado, richo de varón, audaz y fino, s fue dulce el capricho masculino ste mi corazón, lobezno alado. es que crea, no creo, si inclinado re mis manos te sentía divino me embriagué, comprendo que este vino es para mí, mas juego y rueda el dado… soy la mujer que vive alerta, el tremendo varón que se despierta s un torrente que se ensancha en río más se encrespa mientras corre y poda. me resisto, mas me tienes toda, que nunca serás del todo mío. RESPUESTA DE LA MARQUESA A LAS ESTANCIAS DE CORNEILLE decís, gran talento, en palabras de mofa, una voz galante y perversa, que, un día, líneas seductoras, mi desdén de vacía, arán… si no quedan en vuestra bella estrofa. igero despecho orgulloso refleja stra finta a esta vana marquesita elegante cambio de la estrofa, inmortal, que me cante, proponéis un beso a vuestra boca vieja. néis una fe ciega en la vida del verso? medito en que el Todo será un día disperso… dejadme que mire distraída esa rosa; mujer ante todo, del presente me encanto. donadme, poeta, si a vuestro grave canto fiero el beso joven de una boca jugosa. LAS GRANDES MUJERES as grandes mujeres reposó el universo. consumió el amor, como el fuego al estaño, nas; reinas, otras, sangraron su rebaño. triz y Lady Macbeth tienen genio diverso. algunas, en el mármol, queda el seno perverso. lan las grandes madres de los grandes de antaño. s la carne perfecta, dadivosa del daño. on las exaltadas que entretejen el verso. los libros las tomo como de un escenario tuoso —¿Las envidias, corazón mercenario? gloriosas y grandes, y eres nada, te arguyo. Ay, rastreando en sus almas, como en selvas las lobas, mirarlas de cerca me bajé a sus alcobas í un bostezo enorme que se parece al tuyo. DE MI PADRE SE CUENTA mi padre se cuenta que de caza partía, ndo rayaba el alba, seguido de su galgo, n el largo camino, por divertirse en algo, miraba a los ojos, y su perro gemía. andaba por las selvas buscando una serpiente caz, y al encontrarla, sobre la cola erguida, asalto dispuesta, de un balazo insolente gozaba en dejarle la cabeza partida. por días enteros, vagabundo y huraño, volvía a la casa, y, como un ermitaño, alimentaba de aves, dormía sobre el suelo. ólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes arenas y de insectos, levanta en los calientes iertos sanjuaninos cantaba bajo el cielo. DUERME TRANQUILO ste la palabra que enamora mis oídos. Ya olvidaste. Bueno. rme tranquilo. Debe estar sereno ermoso el rostro tuyo a toda hora. ndo encanta la boca seductora e ser fresca, su decir ameno; a tu oficio de amador no es bueno ostro ardido del que mucho llora. eclaman destinos más gloriosos el de llevar, entre los negros pozos las ojeras, la mirada en duelo. bre de bellas víctimas el suelo! s daño al mundo hizo la espada fatua algún bárbaro rey. Y tiene estatua. FIESTA o a la playa, núbiles criaturas, ces y bellas, danzan, las cinturas ndonadas en el brazo amigo. s estrellas sirven de testigo. en de azul, de blanco, plata, verde… mano pequeña, que se pierde e la grande, espera. Y la fingida, a frase amorosa, ya es creída. quien dice feliz: —La vida es bella. quien tiende su mano hacia una estrella espera con dulce arrobamiento. me vuelvo de espaldas. Desde un quiosco templo el mar lejano, negro y fosco, ica la boca. Ruge el viento. CARA COPIADA a cara de un niño transparente, azulosa, mo si entre los músculos y la piel de la cara napa de leche lentamente rodara. ella solamente la boca es una rosa. etrás de ese cutis de lavada azucena a cara se esconde, fuertemente esculpida; aquella del hombre que le ha dado la vida e mueve en sus rasgos y los gestos le ordena: a con inocencia y es dura su mirada. onrisa es tranquila y en el fondo es taimada: huellas en la fresca ternura de su pulpa. en la boca se pinta la blandura redonda dan los besos largos y en su nariz la honda icia de la especie. ¡Y carece de culpa! OLVIDO a Rosa: hoy es martes y hace frío. En tu casa, piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado, que de amor moriste? Te diré lo que pasa: ombre que adorabas, de grises ojos crueles, a tarde de otoño fuma su cigarrillo. rás de los cristales mira el cielo amarillo calle en que vuelan desteñidos papeles. ma un libro, se acerca a la apagada fa, el tomacorriente al sentarse la enchufa ólo se oye un ruido de papel desgarrado. cinco, tú caías a esta hora en su pecho, caso te recuerda… Pero su blando lecho iene el hueco tibio de otro cuerpo rosado. ENCUENTRO encontré en una esquina de la calle Florida s pálido que nunca, distraído como antes, largos años hubo poseído mi vida… miré sin sorpresa, jugando con mis guantes. na pregunta mía, estúpida, ligera, un reproche tranquilo llenó sus transparentes s, ya que le dije de liviana manera: Por qué tienes ahora amarillos los dientes? abandonó. De prisa le vi cruzar la calle on su manga oscura rozar el blanco talle alguna vagabunda que andaba por la vía. seguí por un rato su sombrero que huía… pués fue, ya lejana, una mancha de herrumbre. o engulló de nuevo la espesa muchedumbre. PALABRAS A RUBÉN DARÍO o sus lomos rojos, en la oscura caoba, libros duermen. Sigo los últimos autores: as formas me atraen, otros nuevos colores tus fiestas paganas la corriente me roba. o de estilos fieros —anchos dientes de loba. otros sobrios, prolijos —cipreses veladores. otros blancos y finos —columnas bajo flores. otros ácidos y ocres —tempestades de alcoba. e había olvidado y al azar te retomo, los primeros versos se levanta del tomo resco y fino aliento de mieles olorosas. ante al que se vuelve como la vez primera: s la boca dulce que allá, en la primavera, licuara en las venas todo un bosque de rosas. I RUEDA casta y honda amiga me dice sus razones: oy joven, no he vivido. ¿Mi marido? Un engaño. go tres hijos, veo rodar año tras año uno como lento sueño sin emociones. eces descerrojo, tentada, mis balcones, ver el hombre fino, el soberbio, el huraño. il. ¡Si pudiera curarme de este daño! el amor no es juego que arregle desazones. atenúa, acaso; mas los hombres, mi amiga, me valen la pena de un ensayo; desliga corazón, cercado, su más viva lisonja. go el cuerpo perfecto y la boca rosada, a el amor más alto yo fui seleccionada, o escondo mi fuego bajo un velo de monja. II LA OTRA AMIGA a amiga me dice: —Las mujeres mentales dedoras salimos en negocios de amores. emos, ciertamente, muchos adoradores: can pequeños sorbos en caídas vestales. corazón lo ponen no en las espirituales, fatigan al cabo. Como cultivadores oran lo que crean: piensan que las mejores aquellas plegadas a sus modos carnales. mujeres mentales somos las plataformas: oramos los hombres, y pulimos sus normas, inan en nosotras su instinto desatado. uando, ya cansadas de esperar, les pedimos orazón, en cambio del propio que le dimos, leva la que pasa lo que hemos adorado. III Y AGREGA LA TERCERA Acaso se lo lleva la que menos le cuesta. ló en ella más fácil la vida ya pesada. o cerebro activo lleva un alma quebrada hombre, en las mujeres, busca un poco de fiesta. da mejor la casa la mujer que es modesta o tiene una vida mental imaginada. el hombre que adora se comprende engañada ibe lo que sobra, y a su lado se acuesta. por eso posee la mujer, todo entero, que, sin ser amante, puede ser compañero; so él también sueña lo mismo que soñamos. obre el nudo diario de su vida tranquila, ulada, en su pecho luminoso vigila deal femenino, cuya clase ignoramos. EL ENGAÑO tuya, Dios lo sabe por qué, ya que comprendo habrás de abandonarme, fríamente, mañana, ue, bajo el encanto de mis ojos, te gana o encanto el deseo, pero no me defiendo. ero que esto un día cualquiera se concluya, s intuyo, al instante, lo que piensas o quieres. voz indiferente te hablo de otras mujeres asta ensayo el elogio de alguna que fue tuya. o tú sabes menos que yo, y algo orgulloso que te pertenezca, en tu juego engañoso sistes, con aire de actor del papel dueño. e miro callada con mi dulce sonrisa, ando te entusiasmas, pienso: no te des prisa, eres tú el que me engaña; quien me engaña es mi sueño. VERSOS A LA TRISTEZA DE BUENOS AIRES tes calles derechas, agrisadas e iguales, donde asoma, a veces, un pedazo de cielo, fachadas oscuras y el asfalto del suelo apagaron los tibios sueños primaverales. nto vagué por ellas, distraída, empapada el vaho grisáceo, lento, que las decora. su monotonía mi alma padece ahora. Alfonsina! —No llames. Ya no respondo a nada. n una de tus casas, Buenos Aires, me muero ndo en días de otoño tu cielo prisionero, me será sorpresa la lápida pesada. entre tus calles rectas, untadas de su río gado, brumoso, desolante y sombrío, ndo vagué por ellas, ya estaba yo enterrada. INÚTIL SOY seguir de las cosas el compás, eces quise, en este siglo activo, sar, luchar, vivir con lo que vivo, en el mundo algún tornillo más. o, atada al ensueño seductor, mi instinto volví al oscuro pozo, s, como algún insecto perezoso oraz, yo nací para el amor. il soy, pesada, torpe, lenta, cuerpo, al sol, tendido, se alimenta ólo vivo bien en el verano, ndo la selva huele y la enroscada piente duerme en tierra calcinada; fruta se baja hasta mi mano. PALABRAS A DELMIRA AGUSTINI ás muerta y tu cuerpo, bajo uruguayo manto, cansa de su fuego, se limpia de su llama, o desde tus libros tu roja lengua llama mo cuando vivías, al amor y al encanto. y, si un alma de tantas, sentenciosa y oscura, palabras pesadas va a sangrarte el oído, ogida en tu pobre cajoncito roído puedes contestarle desde tu sepultura. o sobre tu pecho, para siempre deshecho, mprensivo vigila, todavía, mi pecho, i ofendida lloras por tus cuencas abiertas lágrimas heladas, con mano tan liviana más que mano amiga parece mano hermana, njugo dulcemente las tristes cuencas muertas. TERNURA tiembre. El duraznero, florecido, decora ventanas del cuarto. Las manos de la madre án blancas, exangües, y, sobre ellas, el padre e los labios buenos, tibios, y los demora… jóvenes, son bellos y se aman. El niño diez días, desnudo, llora en el desaliño las telas nevadas y estampadas de flores. arios de oro cantan bajo los corredores. a siesta. La madre saca el seno jugoso, nco y suave. Trasiega su líquido precioso boca del dulce animalillo lerdo ejercita, al sorberlo, su delicia primera, ogido en el brazo de amarillenta cera le ciñe la nuca. Yo miro y te recuerdo. ¿DE QUÉ ME QUEJO? qué me quejo? Es cierto que me bajé hasta el fondo alma del que amaba, y lleno de sí mismo hallé, y al viento helado de su helado egoísmo é que el globo fuera, como dicen, redondo. qué me quejo? ¿Acaso porque el cuerpo, en su daño, ebrado se arrastra en zig-zag por el suelo, monstruo pecho hinchado le impide alzar el vuelo, s dentro, el pulpo negro, crece, del desengaño? qué me quejo? ¡Gracias! Mantengo todavía tebra sobre vértebra. Hacia la melodía fina red nerviosa aún puede, con anhelo, derse, oír los dulces, inefables sonidos. mis cuencas aún giran los ojos, sostenidos, unque pesados se alzan hacia tu luz, ¡oh cielo! A UN DESCONOCIDO esta tarde de oro, dulce porque supongo la vida es eterna, mientras desde los pinos dulces flautas suenan de alados inquilinos nto, desconocido, que en tu ser me prolongo. encantados ojos en tu recuerdo pongo: ién te acuñó los rasgos en moldes aquilinos n sol caliente y muerto te puso en los divinos ellos, que se ciñen al recio casco oblongo? ién eres tú, el que tienes en los ojos lejanos rillo verdinegro de los muertos pantanos, a boca un gran arco de cansancio altanero, mi pesar arrastras, colgante de tu espalda, mo un manto purpúreo o una roja guirnalda, la ciudad del Plata mi corazón de acero? PALABRAS A UN HABITANTE DE MARTE rá verdad que existes sobre el rojo planeta, , como yo, posees finas manos prehensiles, a para la risa, corazón de poeta, n alma administrada por los nervios sutiles? o en tu mundo, acaso, ¿se yerguen las ciudades mo sepulcros tristes? ¿Las asoló la espada? todo ha sido dicho? ¿Con tu planeta añades Vasta Armonía otra copa vaciada? res como un terrestre, ¿qué podría importarme tu señal de vida bajara a visitarme? co una estirpe nueva a través de la altura. rpos hermosos, dueños del secreto celeste la dicha lograda. Mas si el tuyo no es éste, odo se repite, ¡calla, triste criatura! ANTE UN HÉROE DE IVÁN MESTROVIC ado en mármol, la cintura fina, muslos estallantes, la cabeza lejadora de gigante empresa, maravilla del cincel camina. dónde va? La fiebre lo devora vencer o morir de tal manera en el esfuerzo de avanzar pudiera dir el cuerpo en la lejana aurora. mol del siglo XX desvaído uien un hombre púsole el latido iguo y fuerte de las grandes pruebas: r qué, por un milagro, no te vuelves mana forma, y al pasar me envuelves e los brazos, y al azar me llevas? UNA VOZ horadante de mi espalda, algún viaje a las afueras, ntras caía de mi falda ibro abierto, ¿de quién eras? abas cálida y segura mo de alguno que domina hombre oscuro el alma oscura; clara carne femenina. me di vuelta a ver el hombre el deseo que me fuera ostro anónimo y pudiera voz ser música sin nombre. simpatía de la vida! comunión que me ha valido, el encanto de un sonido sin quererlo, poseída! SALUDO AL HOMBRE mayúscula escribo tu nombre y te saludo, mbre, mientras depongo mi femenino escudo sencilla y valiente confesión de derrota. nívoro: naciste para llevar la cota o el sexo, pesado como carro de acero, umilde (se delata en función de granero). ndo por tu adiestrada libertad, la soltura que te sientes hijo claro de la natura ctor aplicado de aquel su abecedario enseña el solo verbo que es interplanetario. s no con gesto humilde, instintivo, anhelante, pecho se deforma en boca del lactante, se ajusta a tu carne pasajera belleza se acrece con artes que lo son de pereza: uventud, más alta, se hace de pensamientos: s ideas dan rosas y rosas los ungüentos…) eres el Desligado, Sire, por excelencia? ud! En versos te hago mi fina reverencia. LA PALABRA uraleza: gracias por este don supremo verso, que me diste; soy la mujer triste uien Caronte ya mostró su remo. é fuera de mi vida sin la dulce palabra? mo el óxido labra arabescos ocres me grabé en los hombres, sublimes o mediocres. ntras vaciaba el pomo candente de mi pecho sentía el acecho vo y feroz de la sirena negra. salí de mi carne, gocé el goce más alto: oner una frase de basalto genio oscuro que nos desintegra. DIVERTIDAS ESTANCIAS A DON JUAN támbulo mochuelo: fortuna tú estás n dormido en el suelo o despertarás. u sombra se alzara a a la mujer iendo con tu vara aventura de ayer. laca doña Elvira, casta doña Inés, y leen a Delmira Stendhal, en francés. alleros sin gloria, capa y sin jubón, niman tu memoria avés de un salón. escalan los balcones s el prudente aviso; a hurtar corazones an a Narciso. muchachas leídas este siglo de hervor mueren de aburridas un cosechador. s que nunca preciosas, gran goloso, están, s no ceden sus rosas; despiertes, Don Juan, no ha parado en vano aventurera luna: castigante mano hallaría fortuna. asta hay alguna artera, uetona mujer, toma tu manera nsaya tu poder. EPITAFIO PARA MI TUMBA uí descanso yo: dice «Alfonsina» pitafio claro al que se inclina. uí descanso yo, y en este pozo, s que no siento, me solazo y gozo. turbios ojos muertos ya no giran, labios, desgranados, no suspiran. rmo mi sueño eterno a pierna suelta; llaman y no quiero darme vuelta. go la tierra encima y no la siento, ga el invierno y no me enfría el viento. erano mis sueños no madura, primavera el pulso no me apura. orazón no tiembla, salta o late, ra estoy de la línea de combate. é dice el ave aquella, caminante? dúceme su canto perturbante: ce la luna nueva, el mar perfuma, cuerpos bellos báñanse de espuma. junto al mar un hombre que en la boca va una abeja libadora y loca: jo la blanca tela el torso quiere tro torso que palpita y muere. s marineros sueñan en las proas, tan muchachas desde las canoas, rpan los buques y en sus claras cuevas, hombres parten hacia tierras nuevas. mujer que en el suelo está dormida n su epitafio ríe de la vida, mo es mujer grabó en su sepultura mentira aún: la de su hartura». ROMANCE DE LA VENGANZA ador alto y tan bello mo en la tierra no hay dos, ue de caza una tarde los montes del Señor. uro llevaba el paso, o el plomo, el corazón icando, la cabeza uida y dulce la voz. o el oro de la tarde to el cazador cazó, finas lágrimas rojas puso a llorar el sol… ndo volvía cantando vemente a media voz de un árbol, enroscada, serpiente lo vio. a vengar a las aves, s, tremendo, el cazador hoja de firme acero cabeza le cortó. o aguardándolo estaba muy pocos pasos yo… até con mi cabellera ominé su furor. maniatado le dije: ájaros matasteis vos, oy a tomar venganza ra que mío sois… s no lo maté con armas, qué una muerte peor: besé tan dulcemente le partí el corazón! Envío ador: si vas de caza los montes del Señor, me que pájaros venguen ndas heridas de amor. EL PARQUE el aire reseco, flota miel diluida, los árboles bajan zumos de primavera, angre de los troncos su subida acelera. abeja soberana va a quitar una vida. el urbano parque de rojizos senderos, itadas gramillas y artificiales fuentes, eo. Las estatuas tienen tristes las frentes, o a sus pies las flores saltan de los canteros. quecillos de acacias, puestos de trecho en trecho, an el horizonte, al dibujo sensible. mba un oro ligero, mas sin cuerpo visible. arriba un zafiro ahuecado por techo. el verdoso lago, donde el pétalo ambula, oriales, los cisnes, enarcados, navegan; as columnas blancas se reflejan y juegan ncontrarse en el agua, que las tuerce y ondula. mo hace miles de años flota un áspero aliento mediodía, y bajo mi planta destructora gramilla aplastada no se duele ni llora; na por levantarse sobre el brazo del viento. mo hace miles de años sube de las corolas venenoso, dulce y profundo llamado: éceme que algo va a serme revelado. rocedo en el tiempo. Queman las amapolas. nde he visto estos cisnes, esta hiedra, hace mucho? tas blancas columnas y este sol deslumbrante? tenía estas ropas grises de caminante: nadaba en un lago y escuché lo que escucho. nota asustada, suelta mi pecho magro. ento mi voz acaso como por vez primera? el corazón disuelto de tanta primavera á fuera del tiempo y anticipa un milagro. á fuera del tiempo, porque vuelvo la vista upido boscaje de espinosas retamas resiento que acechan las pupilas en llamas algún sátiro joven que el asalto se alista. a tierra a prensarse bajo el casco de uña, su rito salvaje, veré alzarse las aves sus nidos ocultos, y los céspedes suaves ogerse al amago de la dura pezuña. o de otras edades, de una extraña grandeza, prenderá a los cisnes blancos del siglo XX, reirán las bocas de mármol de la fuente amor desusado de una fiera simpleza. mirar cómo escapan las mujeres rosadas, mujeres de piedra darán vuelta sus bustos, n la sombra discreta de los negros arbustos rá una fuga fina de blancas carcajadas. o es grave el contraste: bajo mis ojos cae endo del boscaje, una cara pulida: de mi siglo: un joven; por la boca sin vida a un cansancio lento que a lo real me trae. ia mí se encamina con un paso que ondula, piel amarillenta le da una muerta gracia, ras prematuras sellan su aristocracia; a a mi lado, mira, me pesa y me calcula… antería fácil, frase de primavera, mpe de su boca, tenue mancha lavada; o sus manos pulcras y su barba afeitada, e anima en sus ojos una llama ligera. Pero se aleja a paso reposado y tranquilo, ún cisne lo mira sin sorpresa en el lago, ue cantando el ave su canto fino y vago, araña no ha cesado de tejer con su hilo. ol, sobre su cuerpo, cobra la indiferencia un filósofo triste que contemplara escombros; a vez más se alejan los rellenados hombros su paso las cosas se cargan de paciencia. han girado sus bustos las mujeres de piedra; ue el agua goteando con idéntico canto; el bosque no hay risas ni carreras de espanto; na un negro silencio, y está quieta la hiedra… á lejos se pierde la figura del hombre; uerdo su mirada, turbia y domesticada. suspicaz, moderna y pequeña mirada, orazón me llenas de una angustia sin nombre! DOLOR siera esta tarde divina de octubre ear por la orilla lejana del mar; la arena de oro, y las aguas verdes, os cielos puros me vieran pasar. alta, soberbia, perfecta, quisiera, mo una romana, para concordar las grandes olas, y las rocas muertas s anchas playas que ciñen el mar. el paso lento, y los ojos fríos boca muda, dejarme llevar; cómo se rompen las olas azules tra los granitos y no parpadear: cómo las aves rapaces se comen peces pequeños y no despertar; sar que pudieran las frágiles barcas dirse en las aguas y no suspirar; que se adelanta, la garganta al aire, ombre más bello; no desear amar… der la mirada, distraídamente, derla, y que nunca la vuelva a encontrar; gura erguida, entre cielo y playa, tirme el olvido perenne del mar. NATURALEZA MÍA uraleza mía, la que fuera mo pesada abeja en primavera, osa y hecha para siestas de oro, az, aletargable, mudadera. o las tardes cálidas, dormida amor, ya el nuevo amor te daba brida, arrastrabas un pesado cuerpo, ado por el zumo de la vida. é hice de ti? Para enfrenar tus males re tus formas apreté sayales, n flagelarte puse empeño tanto hoy filosofas junto a los rosales. minuida, atáxica, robada, u pura pureza violada, as te baten palmas los sensatos tu ya blanca y última mirada. Mundo de siete pozos (1934) MUNDO DE SIETE POZOS balancea, ba, sobre el cuello, mundo de las siete puertas: umana cabeza… onda, como los planetas: e en su centro úcleo primero. a la corteza; re ella el limo dérmico brado bosque espeso de la cabellera. de el núcleo, mareas olutas y azules, ende el agua de la mirada re las suaves puertas os ojos mo mares en la tierra. … Tan quietas s mansas aguas de Dios que sobre ellas iposas e insectos de oro se balancean. s otras dos puertas: antenas acurrucadas as catacumbas que inician las orejas; os de sonidos, acolas de nácar donde resuena alabra expresada no expresa; os colocados a derecha e izquierda a que el mar no calle nunca, alma mecánica de los mundos orosa sea. montaña alzada re la línea ecuatorial de la cabeza: ariz de batientes de cera donde comienza llarse el color de la vida; dos puertas donde adelanta ores, ramas y frutas— epertina olorosa de la primavera. cráter de la boca bordes ardidos redes calcinadas y resecas; ráter que arroja zufre de las palabras violentas; umo denso que viene corazón y su tormenta; uerta orales labrada suntuosos donde engulle la bestia ángel canta y sonríe volcán humano desconcierta. balancea, arriba, re el cuello, mundo de los siete pozos: umana cabeza. e abren praderas rosadas us valles de seda: mejillas musgosas. Y riela re la comba de la frente, erto blanco, uz lejana de una luna muerta… OJO osa. repúsculo re más donde, pájaro quieto, arda. es tristes, etados, ven olas. paisajes día avegan os. midas primeras estrellas an uz insabora a pupila fija. el fondo oscuro as hileras humanas e desplazan santemente: en istintas cciones; oceden; oceden; n primeros mbres: men porque nace el sol. men porque muere el sol… o está allí, etado en la cuenca, de, aro quieto, arda. Y LA CABEZA COMENZÓ A ARDER re la pared ra bría uadrado daba más allá. odó la luna a la ventana; aró e dijo: aquí no me muevo; miro. quiero crecer delgazarme. la flor nita se abre l agujero u casa. quiero ya ar ás de tierras no conoces, iposa libadora ombras. alzar fantasmas re las cúpulas nas me beben. fijo. miro». o no contestaba. cabeza mía bajo manos. nca mo tú, pozos de sus ojos an un agua da iada víboras luminosas. e pronto abeza menzó a arder mo las estrellas l crepúsculo. mis manos ñeron una sustancia orescente. cendió ella casas os hombres, bosques as bestias. EL CAZADOR DE PAISAJES antado re tus dos piernas, mo la torre a llanura, abeza perfecta aba paisajes. el sol, mo pez del horizonte. as colinas, ueños senos iertos de bello ado. as balumbas nubes oicas, ltadoras as trompetas trueno. re la máquina adora dante, torre u cuerpo, ponías horizontes orbiendo mos ormas lores. herida a tu velocidad, mo la hoja rueda, é tímidas flechas s paisajes soberbios. ólo ueños ones de formas ogió mi corazón rmecido. BUQUEESCUELA l gris, a tu mole lumón blando as aguas. o te acunaban, orantes us nidos obuses. nillo sobre tornillo, ncha sobre plancha, e sobre torre, anzaba al aire n esfuerzo atapulta. odiaba, de el muelle, que te vestías ielo, ar calmo; mado… ndo te hollaron mis pies nube de adolescentes ormados mpió por tus puentes ían vuelto a cargarse ramas humanas adas a cañonazos. ía más que antes; an más hermosos antes: llos fornidos uerda nsada. s tiernos. ne dorada puma y sal. ntes agudos, inosos. ndes bocas medas aún besos maternos, ertas, igüeñas, mo la de los pichones. aban como frutas re el acero del buque. fumaban el hierro. teñían la pintura. laban palabras de hombre, icales… vían los brazos írculos strechamiento. una pajuela, acía cosquillas gato: ariz riente, el ojo de buey, aba gritos pueril alegría. ubre, vez en cuando, aba una campana. Máscara de hierro re las caras… cía, ca, la albedrío. RETRATO DE UN MUCHACHO QUE SE LLAMABA SIGFRIDO nombre suena mo los cuernos de caza pertando las selvas vírgenes. nariz aleteante, ngulo de cera vibrátil, a avanzada u beso joven. piel morena uma os bárbaros. o tu mirada de aguilucho, dora simultánea iete caminos, atina. voz, da de la humedad del Plata, s criolla. urva las arterias gua del Rhin. ango esarticula oluntad. charlestón sculpe uerpo. manos, das de intrincados caminos, la historia una raza madores. u labio angre huyente rito de las walkirias stremece todavía. cuello es un pedúnculo brado por tus sueños. tu pequeña cabeza rgen ciudades heroicas. he visto tu corazón: e abrirse argos pétalos es. visto tu alma: ima anchada en mar azul: vaporarse nfinito se puebla entas colinas malva. piernas on las columnas canto salomónico: vemente se arquean o la cadena de hombres te precedió. nes un deseo: morir. na esperanza: no morir. AGRIO ESTÁ EL MUNDO io está el mundo, aduro nido; bosques ecen puntas de acero; en las viejas tumbas s superficies; gua de los mares na as de espanto. io está el sol re el mundo; gado en los vahos us pantanos; aduro, nido. ia está la luna re el mundo; de, eñida; a fantasmas sus patines medos. io está el viento re el mundo; nubes de insectos muertos, ta, roto, s torres; nuda crespones lanto; a sobre los techos. io está el hombre re el mundo, anceándose re sus piernas: us espaldas, erto de piedras; frente, erto de soles, go… ECUACIÓN brazos: an de mis hombros; brazos: alas. de plumas: acuosos… nean sobre las azoteas, arriba… entoldan. vierten en lluvias: as de mar, imas, humana… lengua: ura… s floridos an de sus pétalos. corazón: abandona cula invisibles círculos ticos. sa redonda, pesada, a… a los valles, ma los picos, a los pantanos… sumado a otros soles… rras nuevas zan a su alrededor). piernas: cen tierra adentro, unden, se fijan; van tentáculos prensadas fibras: es al viento, ra: ancean mi cuerpo do… cabeza: relampaguea… ojos, nomeolvides, eben el cielo, an cometas perdidos, ellas rotas, ácigos… cuerpo: estalla. enas de corazones iñen la cintura. erpiente inmortal e enrosca al cuello… LLAMA queja abre la pulpa corazón divino estremecimiento ciopela musgo de la tierra. ámbar agridulce ilado de las es cerúleas a mojar labios sedientos. s de sangre an de mis manos lpicar el rostro os hombres. re la cruz del tiempo vada estoy. umor lejano mundo, ráfaga cálida, pora el sudor mi frente. ojos, faros de angustia, an señales misteriosas os mares desiertos. erna, ama de mi corazón e en espirales uminar el horizonte. BALADA ARRÍTMICA PARA UN VIAJERO enía un amor, mor pequeñito, i amor se ha ido. iz viaje, mi amor, feliz viaje! era muy grande mi amor, ra muy alto; ca lo vi en traje de baño; o debía tener un cuerpo ecido al de Suárez. or dicho, al de Dempsey. mpoco era un genio; eía siempre, eso sí; ustaban los árboles; riciaba al pasar s niños. e hubiera regalado rco a que volteara estrellas… o tuve miedo alguna ayera en la cabeza, lector: n tan grandes! che mismo se fue; ó un vapor medía una cuadra: masiado grande para él; s un gigante. ra lo veo pequeño al buque, pequeño; parece solamente anzadera una máquina de coser blando en el filo una montaña movible. or camarero, or camarero del vapor: ale una gran reverencia ndo le vea pasar; rele bien las sábanas de la cama, piértelo con suavidad. orita viajera: d, la más hermosa del barco: elo a los ojos con ternura; ale con ellos cualquier cosa: Me casaría con usted ahora mismo. no: —Vamos a tomar os el té. sted, señor Río, ea imprudente; ese como un caballero un hombre que sueña; ombre que sueña necesita cunas, cuando sean de agua. he visto nunca l Río de la Plata es voladores. ay alguno que no vuele: e gustan los peces, enos si tienen alas. ñana llegará a un puerto, o al muelle se parará el vapor: señor Buque, oh estuche ue mi pequeño amor e de diamante: repide mucho al atracar, dé brincos! ajará la escalerilla ando un foxtrot. mpre canta un foxtrot. vará un traje gris sobretodo azul marino. se los manche usted, por Dios, or Buque: amor es pobre… REGRESO EN SUEÑOS a perdida en el vaivén del tiempo; ás de los paisajes escondida; a hacia atrás huyente en el espacio; a muerta que fuiste boca viva: bellinos de rostros te apagaron, que eras rosa ya palidecida; ques de casas, cielos circulantes, nes fueron a velarte esquiva. una vez la punta de la llama ó en el aire la ligera estría u boca atersada a finos verbos: a en la seda, flor más florecida. evanté la mano para asirte a nube traslúcida que lucía chillada del cuchillo mismo parte en dos la ya palidecida. veces, en el fondo de otra boca, de agua pura aun más verdecida, e de hallarte. Mas se abrió tu boca mo la sal al viento en las salinas… o anoche, ¿de dónde regresaste? tumbas de agua? ¿De raíz nutrida nchos bosques? ¿De trasmundos malva? é cadenas de seres te fue guía? taste los paisajes y los rostros, circulantes cielos en huidas, ques de casas, hojarasca de horas, e hallaste no muerta, que dormida. aro de aire, reposó la boca re la boca mía anochecida. s no era boca. A musgo, macerado os soles de Dios, se parecía. FRASE ra de ley, mi corazón altos va en su desazón. muerde acá, sucumbe allí, ando allá, cazando aquí. nde lo intente yo dejar corazón no se ha de estar. nde lo deba yo poner corazón no ha de querer. ndo le diga yo que sí, á que no, contrario a mí. vo león, mi corazón ne apetitos, no razón. DANZA IRREGULAR a punta de un látigo corazón, za una danza irabuzón; a punta de un látigo, corazón. a punta de un triángulo, corazón, ota por el césped mo balón; ie y otro manda i corazón. iginosamente, re la vara chino stidigitador, a de oro y acero que gira corazón. r helada y desnuda corazón, as ramas de agua, surtidor, e y baja stiempo, corazón. ededor del mundo e cordón baba una, corazón. por hilo de odio, or hilo de amor, mpo a siete colores ba mi corazón. molinea el látigo, e el balón, descansa ara ni el surtidor, vuelta da el mundo ñe zumbón; o, forzad la danza mi corazón. uno a otro picando ebote es mayor: jadme! me alza corazón. UNO a en el tren en donde viajo. ¿Viene Tigre, por ventura? carne firme tiene moldura os varones idos, y en su boca mo en prieto canal, e sofoca ermejo caudal… piel, or de miel ata el agua que bañó la piel. ace un momento, acaso, las gavillas gua azul, no abrían sus mejillas, anchos hombros, su brazada heroica nadador? era una estoica o su cuerpo elástico, elegante, nadador, ado hacia adelante l esfuerzo vencedor?) ventanilla copia el pétreo torso mulado bajo el blanco lino de la pechera. n otras vidas remontaba el corso , la dulce aventura por señuelo, la luna primera?) e, ahora, un pañuelo ina seda sobre el corazón, bre media delicada cae su pantalón. de mi asiento, inexpresiva o sin mirar casi, su perfil de cobre. e siente acaso? ¿Sabe que está sobre enso cuello este deseo mío deslizar la mano suavemente el hombro potente? CÍRCULOS SIN CENTRO onja del cielo, ne verde del mar, tus blandos carriles e de andar. ia adelante se partían caminos para caminar; s costados se abrían carreteras para navegar cia atrás se dirigían rutas para desandar. gas noches y días proa te cortó sin parar centro no cambiaba nunca, ulo verde del mar. re tu esmeralda fría carne no quería quemar, corazón se volvía de como la carne del mar. decía a mi cuerpo: ¡renace! i corazón: ¡no te quieras parar! cuerpo quería echar raíces, es verdes en la carne del mar. arco que me conducía abía más que zarpar, o el cuerpo que me contenía uedó estático sobre el mar. culos circulaban arriba bían del fondo del mar; es levantaban las testas ponían a aullar. YO EN EL FONDO DEL MAR el fondo del mar una casa ristal. na avenida madréporas, gran pez de oro, s cinco, viene a saludar. trae ojo ramo lores de coral. rmo en una cama oco más azul el mar. pulpo hace guiños avés del cristal. el bosque verde me circunda in don… din dan— alancean y cantan sirenas nácar verdemar. obre mi cabeza en, en el crepúsculo, erizadas puntas del mar. FARO EN LA NOCHE era negra el cielo sco negro el mar. e en la costa, el faro, banico solar. quién busca en la noche gira sin cesar? n el pecho me busca orazón mortal. e la roca negra de clavado está. cuervo pica siempre, o no sangra ya. MAÑANA GRIS abren bocas grises a plancha onda del mar. gan nubes grises bocas nciosas del mar. midos los peces, l fondo, n. ocados en nichos, uerpo frío horizontal, rmen todos los peces mar. , bajo una aleta, e un pequeño invernal. uz difusa ende re una aurora pálida ada boca gris del mar. a el buque s peces e pueden despertar. iotas trazan signos de acero re la inmensidad. VIENTOS MARINOS corazón era una flor, spuma; étalo de nieve, de sal; nto marino lo tomó puso re una mano allecida a mar. fino encaje re mano ruda mo podía anclar? pe de viento evó de nuevo; evó a tumbos la inmensidad. ando aún está. enreda a las cadenas golpean los flancos os buques… ¡ay!… MOMENTO ciudad hecha de huesos grises bandona a mis pies. mo tajos negros, calles, aran el osario, lo cuadriculan, rdenan, lo levantan. a ciudad, erizada de dos millones de hombres, engo un ser amado… ielo, más gris aún la ciudad, ciende sobre mí, podera de mi vida, a mis arterias, ga mi voz… mo un torbellino, obstante, ue no puedo sustraerme, mundo gira alrededor un punto muerto: corazón. CALLE callejón abierto e altos paredones grises. ada momento oca oscura de las puertas, tubos de los zaguanes, mpas conductoras s catacumbas humanas. hay un calofrío os zaguanes? poco de terror a blancura ascendente una escalera? o con premura. o ojo que me mira multiplica y dispersa. bosque de piernas, orbellino de círculos antes, nube de gritos y ruidos, separan la cabeza del tronco, manos de los brazos, orazón del pecho, pies del cuerpo, oluntad de su engarce. iba, ielo azul ieta su agua transparente: dades de oro avegan. PLAZA EN INVIERNO oles desnudos en una carrera el rectángulo de la plaza. sus epilépticos esqueletos volcadas sombrillas sientan, andada compacta, amarillos os luminosos. cos inhospitalarios, medos, ulsan de su borde s emigrantes soñolientos. ndo fáciles arengas ciudadanas, rócer, óvil sobre su columna, iela en su bronce. SOLEDAD ría tirar mi corazón de aquí, sobre un tejado: corazón rodaría ser visto. ría gritar dolor a partir en dos mi cuerpo: a disuelto las aguas del río. ría danzar re la azotea anza negra de la muerte: iento se llevaría danza. ría, ando la llama de mi pecho, arla a rodar mo los fuegos fatuos: lámparas eléctricas pagarían… HAZ DE TUS PIES de tus pies al fin la raíz fuerte para el paso; de tu lengua nudo; us ojos lápida y escudo; aja el cuerpo, que alzará la muerte. nsa tu boca sobre el labio triste pozos tiene de plumones blandos; ale el filo a los porqués y cuándos trega, romo, cuanto aquí trajiste: mo tu verso, suéltalo, menguada; mor romado entrégalo, romada; ra aquel tu dar que era mendigo. todo a medias se te dio en la vida os este dormir que te convida: ca y el Padre roncará contigo. PASIÓN s besan las sienes, otros besan las manos, s besan los ojos, otros besan la boca. o de aquel a este la diferencia es poca. son dioses, ¿qué quieres?, son apenas humanos. o, encontrar un día el espíritu sumo, ondición divina en el pecho de un fuerte, ombre en cuya llama quisieras deshacerte mo al golpe de viento las columnas de humo! mano que al posarse, grave, sobre tu espalda, a noble tu pecho, generosa tu falda, ás hondos los surcos creadores de tus sesos. a mirada grande, que mientras te ilumine ncienda al rojoblanco, y te arda, y te calcine a el seco ramaje de los pálidos huesos! UNA MIRADA perdí de mi vida; en vano en los plurales ros, el fulgor busco de su fluido divino; hay copias de sus ojos; tan sólo un hombre vino ellas a la tierra; no hay pupilas iguales: ondo el globo blanco, mundo que anda despacio; pupila aguda, cazadora y ceñida; cuenca de sombras por rayos recorrida. etextos de que nazca la llama y logre espacio). más bellas que tantas otras bellas pupilas. tas. Si las prendieran en desusadas filas, mo collar del mundo, serían su atavío. o lo que adoraba no es lo mejor: yo busco modo de asomarse; el luminoso y fusco plandor de dos únicos orbes: lo que era mío. CANCIÓN DE LA MUJER ASTUTA a rítmica luna que pasa soy llamada, los números graves de Dios, a dar mi vida tra vida: mezcla de tinta azul teñida; misma extraña mezcla con que he sido amasada. través de mi carne, miserable y cansada, a un cálido viento de tierra prometida, be, dulce aroma, mi nariz dilatada selva exultante y a la rama nutrida. engañoso canto de sirena me cantas, uraleza astuta! Me atraes y me encantas a cargarme luego de alguna humana fruta. año por engaño: mi belleza se esquiva amado solemne; de esta fiebre viva, ún amor estéril y de paso, disfruta. RAZONES Y PAISAJES DE AMOR I Amor a del cielo la endiablada punta que carne mortal hieres y engañas. ada viene de divinas mañas elo y tierra su veneno junta. angre de hombre que en la herida apunta ece en selvas: sus crecidas cañas ombras de oro, hienden las entrañas cielo prieto, y su ascender pregunta. un vano aguardar de la respuesta cañas doblan la empinada testa. mea el cielo sus azules gasas. ntos negros, detrás de los cristales as estrellas, mueven grandes masas mundos muertos, por sus arrabales. II Obra de amor as y lirios ves en el espino; gas a ser: te cabe en una mano, eralda pequeña, el océano; las sin lengua, enredas el destino. ntas la testa en el azul divino típodas, tus pies, en el lejano és del mundo; y te haces soberano, satas al sol de tu camino. as el horizonte y tu mirada e nacer en noche la alborada; ñas, y crean hueso tus ficciones. da la mano que te alzaba en vuelo, tus pies cae, cristal roto, el cielo, olvo y sombra levan sus talones. III Paisaje del amor muerto e hundes, sol; mis aguas se coloran lamaradas por morir; ya cae corazón desenhebrado, y trae, oche, filos que en el viento lloran. en opacas orillas se avizoran adas negras; ya mi lengua atrae ún de muerte; y ya no se distrae mí, la espina; y sombras me devoran. ejo muerto, el sol, se tumba al cabo. mo un perro girando sobre el rabo, erra se echa a descansar, cansada. no huesosa apaga los luceros: rrían, pedregosos sus senderos, la pupila negra y descarnada. Mascarilla y trébol (1938) RÍO DE LA PLATA EN NEGRO Y OCRE niebla había comido su horizonte s altas columnas agrisadas chaban hacia el mar y parapetos n sobre la atlántica marea. estaba anclado allí, ferruginoso, ndo venir sus padres desde el norte; pumas verdes que por monte y piedra aban desde el trópico a roerlo: que ni bien nacido ya moría su desdén apenas se rizaba or de sí, los labios apretados. adas rosas le soltaba el cielo su seno erguía tallos de humo re quemados cabeceantes buques. RÍO DE LA PLATA EN GRIS Y ÁUREO piración la suya grave y lenta staba quieto, y no perder quería ueño, y de su cuerpo en tiernos grises a dulces ángeles dorados. aba una Ciudad de altos azules, n hombre roto en su pecíolo y limpias iguales aristas; y una mano Doy decía abierta en sus portales. le pesaban en su piel las moscas amarinas ni las sacudía taba como atado al cielo puro. mbién el árbol sin moverse estaba pájaro lejano y le escribían gadas nubes la palabra Espero. RÍO DE LA PLATA EN ARENA PÁLIDO qué desierto antiguo eres memoria tienes sed y en agua te consumes zas el cuerpo muerto hacia el espacio mo si tu agua fuera la del cielo? que quieres volar y más se agitan olas de las nubes que tu suave er tejiendo vagos cuerpos de humo se repiten hasta hacerse azules. llanuras de arena viene a veces hacer ruido un carro trasmarino abre el pecho que se entrega blando. ás lo escupes de tu dócil boca: mas al cielo y su lunada lluvia re de paz la huella ya cerrada. RÍO DE LA PLATA EN CELESTE NEBLIPLATEADO una vez del cielo te enamoras piensas en ti; y arriba subes uzas lento por el suave espacio; cielo baja y tiéndese en llanura. quella blanca vela que venía de el filo del mar, la comba asciende; copo que en la comba navegaba zontal se mueve en tus plateados. ndo el amor así de flor te viste en mira el cielo campos de agua mira uién tu cuerpo azules de aire fino; o se sabe qué es lo propio tuyo, us nublados de humo cabeceantes cabeceo de las grises nubes. RÍO DE LA PLATA, EN LLUVIA casi el cielo te apretaba, ciego, mergida una ciudad tenías u cuerpo de grises heliotropos livelado en su copón de llanto. s lejanas cúpulas tiznaba ran naufragio sobre el horizonte la muerta ciudad bajo las ondas lzaba a ver el desabrido cielo: a a plomo una llovizna tierna re las pardas cruces desafiantes l pluvioso mar desperfiladas. s aves, los árboles, los hombres mir querían tu afelpado sueño ceo y triste de llanura fría. LANGOSTAS a entoldar el cielo… no… no son; a caer al sesgo, no; tampoco; a aumentar el hambre no están hechas; a hilachar los árboles… no creo. a volar como los autogiros stribuidas armoniosamente vesar sobre los pararrayos as ciudades altas, no es posible. n embargo su ala como aquellos ; y aumentan hambre entre los hombres; sesgo atacan y desvisten ramas; sol entoldan sobre el rascacielo; ce siglos que vuelven sin cansarse tiplicadas mientras más perecen. EL HIJO nicia y abre en ti, pero estás ciega a ampararlo y si camina ignoras flores de mujer o espadas de hombre, ué de alma prende en él, ni cómo mira. acunas balanceando, rama de aire, deshace en pétalos tu boca que tu carne ya no es carne, es tibio món de llanto que sonríe y alza. mbra en tu vientre apenas te estremece entes ya que morirás un día aquel sin piedad que te deforma. fase brutal te corta el paso n rezas y no sabes si el que empuja rrolla sierpe o ángel se despliega. LA SIRENA vate el torbellino de las horas cobalto del cielo y el ropaje mi árbol de septiembre y la mirada que me abría soles en el pecho. game las rosas de la cara pántame la risa de los labios ezquíname el pan entre los dientes, a; y el ramo de mis versos, niega. s déjame la máquina de azules suelta sus poleas en la frente pensamiento vivo entre las ruinas; haré alentar como sirena en campo mutilados y las rotas nubes él se harán al cielo, vela en alto. TIEMPO DE ESTERILIDAD Mujer los números miraron járonle un cofre en su regazo: o salir de aquel un río rojo daba vuelta en espiral al mundo. años signos, casi indescifrables, mbreaban sus riberas, y la luna estramente dibujada en ellos, enaba los tiempos de marea. sus crecidas Ella fue creadora s noumenos fríos revelados ibias caras de espantados ojos. día de su seno huyóse el río isla verde florecida de hombres dó desierta y vio crecer el viento. PELOTA EN EL AGUA ada y verde de la mano tierna ó en el agua donde echó raíces un glauco más sutil y se alejaba con el tallo hundido en los cristales. as niñas cantaban en el borde a piscina y sus volcadas sombras aba el agua, y las faldillas crespas onas eran sobre un móvil junco. el árbol y malva; azul pizarra ielo bajo y un mugido lento riciando el trébol florecido. na urraca punzando y las dos bocas unto de morir y la menuda o esperando que su flor volviera. CIGARRA EN NOCHE DE LUNA layada, agita la matraca u voz, que traspasa el horizonte árbol, la cigarra, y llama a mitin s grillos en camas de rocío. re los tanques frescos de los sapos grillos mueven verdes batallones. nda la capitana chilladora rcan los balcones de la luna. peluca de nieve, la levita Orión abotonada, y muy de azules, mano de azufre, otra de yeso, una dobla el cuerpo saludando; s grillos levantan, bayonetas, a su reina las agudas patas. PALABRAS MANIDAS A LA LUNA ero mirarte una vez más, nacida aire azul, con gotas de rocío dientes sobre el mundo, aligerada a angustia mortal y su miseria. re el azogue, más azul, del río, endo «llora», aymé, tan transparente no hay palabras para aprisionarte, ar y nieve sueños de ti misma. a: mi corazón te está pidiendo. rido está; lo entrego a tus cuidados. a tus dedos blancos suavemente re él; quiere dormir, pero en tus linos, no el odio y apagado el miedo; fesado y humilde y destronado. NIDO EN UNA ESTATUA razo recogido de la estatua ecó dulce: el ave pajas puso izó el bronce de flechillas de oro, posó. Y el ave no sabía. ielo abrió una enredadera malva aquel oro en su florón de gracia bronce lo brindaba humanizado. o el bronce y el ave no sabían. ó un niño y soñó con la pajuela desdichado lo añoró por lecho amor le sonrió desde dos ríos. taba un salmo en él como distante, a rosa de paz como invisible. er, pájaro y bronce, no sabían. EL SUEÑO scara tibia de otra más helada re tu cara cae y si te borra es para un paisaje de neblina ue tus muertos crecen, la flor corre. el mito despliega sus arañas; flora la sospecha; y se deshace ólera de ayer y el iris luce; guien que ya no es más besa tu boca; un no ser, que es un más ser, doblado, ndido estás aquí y estás ausente praderas de magias y de olvido. é alentador sagaz, tras el reposo, ó este renacer de la mañana es juventud del día volvedora? MAR DE PANTALLA viene el mar y vence las paredes la pantalla suelta sus oleajes anza hacia tu asiento y el milagro cero y luna toca tus sentidos; piran sal tus fauces despertadas lea tu cuerpo contra el viento, tán casi tus plantas en el agua goce de gritar ya ensaya voces. máquinas lunares en el lienzo n cristales de ilusión tan vivos el salto das ahora a zambullirte: escapa el mar que el celuloide arrolla los dedos te queda, fulgurante, mística flor, técnica y fría. DIBUJOS ANIMADOS mística flor, técnica y fría, el pomo de colores, semillero eres planos que el dibujo alienta, ien terrestre, de un trasmundo viene. e millares de años que la garra az del hombre, por desentrañarlo, ó paredes y mordió las piedras a lograr un árbol que camina. a el pequeño ser en blanco y negro te calca, tú eres otro calco un modelo mayor e indefinido: alma tiene que es la tuya misma, obre tuya misma persiguiendo es de viento y puerto de papeles. UNA LÁGRIMA mía, que madrastra fue de Edipo ércules la forjó sobre su pira; que mis ojos, cráteres antiguos, otros ojos conocieron lava. mía, que en mi mano la descubro os trasmundos áridos caída: de agosto flácida y musgosa; aredado a cal, sol de febrero. el cobijo traspásame su brasa o no lloro llantos a llorado copia el mundo y centuplica su iris. rbes lacustres, tálamos de oro, as de acero fúlgidas a estrellas osque azul levanta de cristales. A MADONA POESÍA uí a tus pies lanzada, pecadora, tra tu tierra azul, mi cara oscura, virgen entre ejércitos de palmas no encanecen como los humanos. me atrevo a mirar tus ojos puros tocarte la mano milagrosa: o hacia atrás y un río de lujurias ladra contra ti, sin Culpa Alzada. pequeña rama verdecida u orla pongo con humilde intento pecar menos, por tu fina gracia, ue vivir cortada de tu sombra ible no me fue, que me cegaste ndo nacida con tus hierros bravos. VOY A DORMIR ntes de flores, cofia de rocío, os de hierbas, tú, nodriza fina, me prestas las sábanas terrosas edredón de musgos escardados. a dormir, nodriza mía, acuéstame. me una lámpara a la cabecera; constelación; la que te guste; as son buenas: bájala un poquito. ame sola: oyes romper los brotes… cuna un pie celeste desde arriba pájaro te traza unos compases a que olvides… Gracias. Ah, un encargo: l llama nuevamente por teléfono ices que no insista, que he salido… Poesías posteriores a 1934 A HORACIO QUIROGA rir como tú, Horacio, en tus cabales, í como en tus cuentos, no está mal; ayo a tiempo y se acabó la feria… á dirán. se vive en la selva impunemente, ara al Paraná. n por tu mano firme, gran Horacio… á dirán. os hiere cada hora —queda escrito—, mata la final». s minutos menos… ¿quién te acusa? á dirán. s pudre el miedo, Horacio, que la muerte a las espaldas va. iste bien, que luego sonreías… á dirán. que la mano obrera te estrecharon, no, sí, Alguno, o simplemente Pan, no es de fuertes renegar de su obra… s que tú mismo es fuerte quien dirá). PARTIDA camino a el confín s puertas de oro ierran; rías profundas; adas. ire no tiene peso; puertas se balancean l vacío; eshacen en polvo de oro; untan, se separan; an a las tumbas lgas; en cargadas de corales. das, rondas de columnas: puertas se esconden ás de los parapetos azules; gua brota en campos de nomeolvides; a desiertos de cristales morados; uba grandes gusanos esmeralda; renza los brazos innumerables. via de alas, ra; eles rosados lavan como flechas l mar. ría caminar sobre ellos hundirme. senda de cifras a mis pies: umnas de número a cada paso, marinas. llevan: edaderas invisibles gan sus garfios de el horizonte: cuello cruje. camino. gua no cede. hombros se abren en alas. o con sus extremos extremos del cielo. hiero: angre del cielo ando el mar… apolas, amapolas, hay más que amapolas… aligero: arne cae de mis huesos. ra. mar sube por el canal mis vértebras. Ahora. ielo rueda por el lecho mis venas. ra. sol! ¡El sol! últimos hilos envuelven, impulsan: un huso: o, giro, giro, giro!… ROMANCILLO CANTABLE a fin de septiembre, ndo me vaya, quita, el que quiero drá a tu cátedra. es a tus amigos, durazneros, carguen lorero. almendro con gasas que asa. aquel árbol sin nombre, spejos negros leonados se tornan o los vientos, eche por su bocaza gran rama rosa erca pasa. ío que remueva terciopelos: e conozco algunos alto y hierro. mi flauta, ana, a lo Debussy toque o su cama. este mismo cuarto su sueño misma persiana ará su cuento: sando el río grande; que te ama e muere… dea como las ramas». ALFONSINA STORNI MARTIGNONI (Sala Capriasca, Suiza, 1892 - Mar del Plata, Argentina, 1938) fue una poetisa y escritora argentina del modernismo. Ejerció como maestra en diferentes establecimientos educativos y escribió sus poesías y algunas obras de teatro durante este período. Su prosa es feminista, ya que busca en ella la igualdad entre el hombre y la mujer, y según la crítica, posee una originalidad que cambió el sentido de las letras de Latinoamérica. Otros dividen su obra en dos partes: una de corte romántico, que trata el tema desde el punto de vista erótico y sensual y muestra resentimiento hacia la figura del hombre, y una segunda etapa en la que deja de lado el erotismo y muestra el tema desde un punto de vista más abstracto y reflexivo. La crítica literaria, por su parte, clasifica en tardorrománticos a los textos editados entre los años 1916 y 1925 y a partir de Ocre encuentra rasgos de vanguardismo y recursos como el antisoneto. Sus composiciones reflejan, además, la enfermedad que padeció durante gran parte de su vida y muestran la espera del punto final de su vida, expresándolo mediante el dolor, el miedo y otros sentimientos. Notas [1] «A Eros», Mascarilla y trébol. Madrid: Losada, 1938, p. 185. <<