DECRETERO DE SENTENCIAS //tevideo, 20 de agosto de 2015. No. 630 VISTOS: Para sentencia definitiva, estos autos caratulados: “LA ANCHOA S.A. Y OTRAS con ESTADO. MINISTERIO DE ECONOMÍA Y FINANZAS. Acción de Nulidad” (Ficha No. 173/2013). RESULTANDO: I) Que comparecieron por medio de su representante legal LA ANCHOA S.A.; PINCAR S.A.; KLAU S.A. y TRAFIL S.A.; también comparecieron por sí Sergio MATTOS GARCÍA y Jorge MONTIEL FLORES, todos a demandar la declaración de nulidad de la Resolución dictada por el Director General de Rentas No. 837/2012 del 10 de mayo de 2012 (fs. 2639 a 2640 vuelto de los A.A. - Pieza VI en la foliatura a birome roja; en adelante, todas las referencias a los antecedentes son a esa foliatura). Por el acto impugnado -en lo que interesa a los efectos de este proceso- se determinaron obligaciones por concepto de impuesto a las rentas de la industria y comercio (IRIC) e impuesto al valor agregado (IVA) en cabeza de las sociedades co-actoras. También, por el mismo acto, les fueron tipificadas las infracciones de mora y defraudación tributaria; imponiéndosele sendas multas por dichos conceptos. Además, se declaró a los co-actores Sergio MATTOS GARCÍA y Jorge MONTIEL FLORES solidaria e ilimitadamente responsables por las obligaciones tributarias determinadas a las sociedades PINCAR S.A., KLAU S.A. Y TRAFIL S.A. y, personalmente responsables, por las sanciones impuestas. A su vez, se declaró al co-actor Sergio MATTOS GARCÍA solidaria e ilimitadamente responsable por los tributos determinados en cabeza de LA ANCHOA S.A. y, personalmente responsable, por las sanciones impuestas a dicha sociedad. Se agraviaron por entender que el acto impugnado estaba viciado en función de dos razones: i) porque fue dictado en contrariedad a la cosa juzgada; y ii) porque aún si no se entendiera que esto es así, los eventuales tributos que la DGI pretende imputar a los comparecientes se extinguieron por el modo prescripción. En cuanto al primer agravio, expresaron que el acto residenciado violenta la cosa juzgada que dimana de las sentencias Nos. 581 de 9 de agosto de 2011 y 182 de 10 de marzo de 2011, dictadas por este Tribunal. Dichas sentencias, anularon la Resolución del Director General de Rentas No. 258/2007 de 2 de marzo de 2007, en el mismo expediente en el que ahora se dictó la volición enjuiciada; afectando a las mismas partes, por la misma causa y por el mismo objeto (en puridad, el objeto de la resolución administrativa ya anulada es levemente más amplio que el correspondiente a la que motiva este accionamiento). El acto impugnado vulnera la cosa juzgada a la que se arribó en esos procesos, porque colide con sus considerandos que -como es un valor entendido en doctrina- son parte integrante del fallo. Narraron que la DGI interpretó, erróneamente, que las Sentencias 581/2010 y 182/2011 anularon la Resolución de la DGI No. 258/2007 por razones de forma, lo que le habilitaba a recomponer el procedimiento y dictar una resolución de idéntico contenido. De acuerdo a su interpretación del fallo, la DGI concluyó que le bastaba con incorporar los elementos de prueba en los que se fundamentó la determinación tributaria sobre base presunta realizada (omisión que motivó la anulación de la Resolución de la DGI No. 258/2007); para dictar un nuevo acto determinando obligaciones por los mismos conceptos y períodos, imponer sanciones y atribuir responsabilidades. Los actores adujeron que, de las sentencias anulatorias multicitadas, no puede inferirse que la anulación se haya fundado exclusivamente en razones formales, como alegó la DGI. Las sentencias sustentaron su decisión de amparar la pretensión anulatoria en que la Administración no cumplió con su carga de probar los hechos en los que fundó la determinación tributaria, por lo que el acto impugnado estaba viciado en sus motivos. Añadieron que, en su oportunidad, argumentaron que los hechos inferentes que la DGI consideró y utilizó para presumir la existencia de los tributos que finalmente determinó, no se encontraban debidamente acreditados. Ese extremo, no fue ni siquiera controvertido por la Administración en aquél proceso, por lo que la sentencia que pasó en autoridad de cosa juzgada, consideró probado que no existían los documentos en que se basaron las inferencias de la DGI; y también dio por probado que no se acreditaron los hechos inferentes o hechos base de las presunciones utilizadas. Existiendo cosa juzgada sobre este punto, ningún acto puede dictarse en forma regular contrariando o pretendiendo eludir los alcances de los fallos dictados por el Tribunal. En los procesos que culminaron con las sentencias estimatorias de sus pretensiones, la Administración primero no controvirtió y luego no probó, que los hechos en los que basó sus presunciones existieran; por tal razón, el TCA los tuvo por inexistentes y, esas decisiones, con ese contenido, pasaron en autoridad de cosa juzgada. Que la Administración pretendía sustentar el acto encausado, no en nuevos elementos de juicio de los que no pudo servirse durante el proceso, sino en viejos elementos de juicio, que estuvieron a su alcance tanto durante la sustanciación del procedimiento que dio lugar al dictado del acto administrativo, como en la tramitación de las acciones de nulidad que se dedujeron contra el mismo y ameritaron la anulación. Por lo tanto, la pretendida revisión de lo resuelto resultaba violatoria de la cosa juzgada, y suponía un intento de eludir: i) la carga de la prueba que la DGI tenía en sede administrativa (art. 66 del CT); ii) la carga de controvertir los hechos alegados en la acción anulatoria; iii) la carga de remitir al Tribunal la totalidad de los antecedentes tenidos en cuenta para resolver y la presunción que de ello deriva (arts. 64 y 65 del Decreto-ley No. 15.524); y iv) la carga de ofrecer, en la etapa probatoria del proceso anulatorio, los medios de prueba tendientes a acreditar la legitimidad del acto administrativo. Finalmente, en relación a este punto, indicaron que la propia Administración aceptó con su proceder que no existía crédito contra las comparecientes. Ello implica que resulte de aplicación la llamada “Teoría de los Actos Propios”, porque la Administración ha actuado en contradicción con su obrar precedente. En cuanto al otro agravio articulado, adujeron que las obligaciones se extinguieron por el modo prescripción, porque los últimos actos interruptivos se verificaron en agosto de 2005. Luego no existió ningún acto interruptivo de la prescripción, y transcurrieron más de 5 años contados desde el último. Luego de una larga exposición sobre los fundamentos del instituto de la prescripción, detallaron los criterios que considera que deben seguirse para computar el plazo en el caso en examen. En tal sentido, indicaron que no debe suspenderse el cómputo de la prescripción en los períodos en que se instruyeron y resolvieron los recursos administrativos ni en el que se promovió la acción de nulidad. La suspensión de la prescripción opera únicamente, a juicio de los pretensores, en los casos en que el Tribunal de lo Contencioso confirma el acto, pero no cuando lo anula por razones de forma como en este caso. Computar la suspensión sería privilegiar a la Administración, pese a que fue ella misma, con su proceder, que provocó el dictado de la sentencia anulatoria por razones formales. Admitir ese razonamiento de la Administración, implicaría dar carta blanca al Fisco para que vulnere las garantías del procedimiento tantas veces como entienda necesario, sin ningún incentivo de apego a la legalidad. Dicha circunstancia no solo afectará la obligación tributaria sino que, además, seguirán corriendo los recargos capitalizables contra el contribuyente afectado. Invocaron en favor de su opción interpretativa los principios de seguridad jurídica y debido proceso. Citaron en su apoyo la opinión doctrinaria de los abogados tributaristas Pablo BARREIRO, Miguel PEZZUTTI y César PEREZ NOVARO. También adujeron que el plazo de prescripción, una vez que se interrumpe, es siempre de cinco años (el plazo de regla y no el de excepción). En ese sentido, también citaron doctrina tributarista (BLANCO, PÉREZ NOVARO) y la jurisprudencia del TCA conteste. Recordaron que la ratio legis de la extensión del plazo a 10 años es el desconocimiento del hecho generador; si la prescripción se interrumpe, ese desconocimiento cesa y no hay razón para considerar que el nuevo plazo es el de diez años. El último evento interruptivo de la prescripción fueron las actas finales de inspección labradas los días 29 y 30 de julio de 2004. Subrayaron que el procedimiento administrativo -la inspección propiamente dichaculminó con el labrado de esas actas finales de inspección; luego no existió actividad de fiscalización alguna. Conforme a la tesis de la DGI, no es necesario que ese instrumento se notifique para que surta eficacia interruptiva. Asumiendo esa premisa, el nuevo plazo de prescripción luego de la interrupción, que como se señaló es de cinco años, debe computarse a partir del día siguiente del labrado del acta final de inspección o, a lo sumo, desde la finalización del año civil en que el evento interruptivo tuvo lugar (esto es, desde el 31 de diciembre de 2004). Si se asumen estos supuestos, las obligaciones prescribieron ora el 20 de julio de 2009 ora -en el peor de los casos- el 31 de diciembre de 2009. Y, aún así, si se siguiera el temperamento del TCA y de la doctrina mayoritaria, que entiende que la interrupción de la prescripción por acta final de inspección se produce con su notificación al interesado, la conclusión es que la prescripción extintiva también se verificó. La notificación de las actas finales de inspección se produjo el 10 de agosto de 2005; si así fuera, las obligaciones prescribieron el 10 de agosto de 2010 y, si se prefiere computar el nuevo plazo desde la finalización del año civil, el 31 de diciembre de 2010. Luego de esos eventos interruptivos -actas finales de inspección- no se produjo ningún otro evento con esa eficacia, por lo que el plazo de prescripción se consumó, extinguiendo irremisiblemente las obligaciones. Indicaron que, desde luego, no puede considerarse como un evento con eficacia interruptiva la notificación del acto de determinación que fue anulado por el TCA. En definitiva, adujeron que los tributos reclamados se extinguieron por el modo prescripción y pidieron la anulación integral de los actos impugnados. II) Corrido el correspondiente traslado, comparecieron los doctores Leonardo BON y Néstor DÁVILA RAMÍREZ en representación de la parte demandada, a contestar la demanda incoada. En lo inicial, recordaron que, como surge de los antecedentes allegados a la causa, el acto encausado se originó en actuaciones seguidas por la DGI para fiscalizar a los contribuyentes que explotan los restaurantes que giran bajo el nombre comercial: “IL MONDO DELLA PIZZA”. La inspección puso al descubierto la existencia de importantes adeudos tributarios, luego que se constataran varias inconsistencias que provocaron la reliquidación de las obligaciones y la tipificación de infracciones tributarias (mora y defraudación). Inicialmente, se determinaron los adeudos tributarios y se impusieron las sanciones correspondientes por la Resolución del Director General de Rentas No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007. Ese acto fue finalmente anulado por el TCA por vicios formales, relacionados con la omisión de la incorporación al expediente administrativo de la documentación probatoria en base a la cual se hizo la determinación sobre base presunta. Como consecuencia de ello, en cumplimiento de lo establecido en las Sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011 dictadas por este Tribunal, se recompuso el obrar administrativo, agregándose la documentación probatoria que se había omitido incorporar oportunamente. Con esos elementos que se incorporaron y luego de conferir las oportunidades de defensa, el procedimiento culminó con el dictado de la Resolución No. 837/2012, que es objeto de la presente acción anulatoria. Puntualizaron que, de acuerdo al memorial de agravios de la parte actora, la controversia se circunscribe únicamente a dirimir si el acto impugnado violenta la cosa juzgada y, también, si los adeudos determinados por la Resolución No. 873/2012 se extinguieron por el modo prescripción. Sobre el agravio que denuncia que el acto hostilizado colide con la cosa juzgada, adujeron que esto no es así, porque las sentencias que oportunamente recayeron ampararon los agravios formales que las mismas partes, que conforman la parte pretensora en este proceso, oportunamente plantearon. Los vicios formales oportunamente denunciados, que motivaron el amparo de la pretensión anulatoria por parte del Tribunal, refirieron a la vulneración de las garantías y del derecho de defensa de los interesados, que no pudieron controlar la prueba empleada por la DGI en la determinación tributaria realizada de oficio por la Administración. En las acciones de nulidad oportunamente promovidas, se esgrimieron únicamente agravios de tipo formal o procedimental. Las sentencias resolvieron la anulación del acto oportunamente impugnado por no haberse agregado al expediente administrativo la documentación probatoria correspondiente, fundante y/o motivante del mismo. Es evidente que la anulación se decidió exclusivamente por razones formales, por lo que no resulta acertada la interpretación que los promotores pretenden hacer de la sentencias. La Administración, luego del dictado de esas sentencias, que anularon el acto de determinación oportunamente dictado exclusivamente por razones formales, recompuso el obrar administrativo en aplicación del poder-deber de ajustar su obrar al ordenamiento jurídico. Fue así que incorporó la documentación probatoria de la estimación de oficio realizada, confiriendo vista a los sujetos pasivos a efectos de su contralor y análisis, para cumplir con el derecho de defensa y las garantías de los administrados que originalmente fueron cercenadas. De resultas, se dictó el acto encausado en autos, el que es plenamente arreglado a Derecho. Negaron que la falta de oposición a la devolución del dinero embargado con las medidas cautelares de intervención de caja de la empresa haya significado una aquiescencia con la tesis de la actora, de la inexistencia de créditos tributarios contra las contribuyentes co-actoras. Se accedió a devolver el dinero cautelado porque ello es lo que correspondía conforme a las sentencias anulatorias oportunamente dictadas. Tampoco resulta de recibo el agravio que hace caudal de un informe administrativo, -cuyos alcances se descontextualizan- que habría sido, supuestamente, abdicativo del derecho de crédito de la DGI. En otro orden, rechazó que las obligaciones se hayan extinguido por el modo prescripción. En tal sentido, adujeron que la prescripción no llegó a consumarse, porque se verificaron diversos actos interruptivos y suspensivos del plazo prescripcional. Indicaron que el término de prescripción aplicable a las obligaciones determinadas es el de diez años. Para las obligaciones más antiguas, correspondientes al año 2000, dicho término comenzó a correr el 31.12.2000 y se interrumpió el 10 de agosto de 2005 con el conferimiento de la vista previa (SIC, excepto el subrayado). A partir de ahí comenzó a correr un nuevo plazo, desde el 31.12.2005 por el plazo de cinco años, que se interrumpió nuevamente con la notificación de la Resolución No. 258/2007 a los interesados. Posteriormente, se verificaron dos causales de suspensión de la prescripción, conforme lo establece el art. 40 del CT: la interposición de los recursos administrativos los días 7 y 11 de junio de 2007 y la presentación de la demanda de nulidad promovida el 7 de abril de 2008. A consecuencia de la movilización de estos medios impugnativos y acciones jurisdiccionales, el plazo de prescripción estuvo suspendido entre la fecha de interposición de los recursos administrativos (7.6.2007 y 11.6.2007) y los días en que se configuró la denegatoria ficta a esos recursos (24.12.2007 y 28.12.2007). También lo estuvo mientras tramitaron los procesos contencioso-anulatorios que culminaron con el dictado de las Sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011, hasta que esas sentencias quedaron ejecutoriadas. Luego de esa data, se produjo un nuevo evento interruptivo: la notificación de la resolución del Director General de Rentas enjuiciada en este proceso, identificada con el No. 837/2012. Toda la secuencia de interrupciones y suspensiones de la prescripción detallada por los representantes de la accionada, dan cuenta a su entender, que las obligaciones no se extinguieron por el modo prescripción. Rechazaron la tesis en que se sustenta el agravio de la parte actora, consistente en entender que el plazo de prescripción no debe suspenderse cuando hay una anulación por razones formales. El Tribunal ha asumido la tesis de que esa suspensión se computa igualmente en esos supuestos, porque no hay razones para soslayar lo establecido por el art. 40 del CT. En suma, contrariamente a lo sostenido por la parte actora, tanto la interrupción de la prescripción mediante la notificación de la Resolución No. 258/2007 como la suspensión de la prescripción acaecida como consecuencia de la interposición de los recursos administrativos y de la promoción de la acción de nulidad que terminó con la anulación de los actos administrativos por razones formales, deben considerarse como actos y/o medios que inciden sobre la prescripción en forma totalmente válida y eficaz, produciendo todos sus efectos (siempre y cuando pueda recomponerse el actuar administrativo). Por esas razones, también el segundo agravio concerniente a la prescripción debe ser repelido. En definitiva, pidieron que se rechace la demanda incoada. III) Abierto el juicio a prueba, se produjo la que se encuentra agregada y certificada a fs. 83. A los autos se agregaron por cuerda los antecedentes administrativos presentados por la parte demandada en seis piezas, que totalizan 2676 fojas. IV) La actora fue llamada para formular su alegato de bien probado y no lo hizo en plazo. La demandada pidió su declaración en rebeldía (fs. 86), la que se tuvo por bien acusada (Decreto No. 1901/2014 de fs. 88). A su turno, la demandada formuló su alegato de bien probado, que corre en el escrito agregado a fs. 91 a 98. V) Se giraron los autos a consideración del Sr. Procurador del Estado en lo Contencioso Administrativo, que emitió el Dictamen No. 642/14 glosado a fs. 101-102, por el que aconsejó desestimar la demanda y, en su mérito, confirmar el acto enjuiciado. VI) Se citó a las partes para sentencia (Decreto No. 9138/2014 de fs. 104); luego pasaron los autos a estudio de los Sres. Ministros, quienes acordaron su dictado en legal y oportuna forma. CONSIDERANDO: I) Que la pretensión anulatoria tiene como objeto la Resolución dictada por el Director General de Rentas No. 837/2012 de 10 de mayo de 2012 (fs. 2639 a 2640 vuelto de los A.A. - Pieza VI en la foliatura a birome roja; en adelante, todas las referencias a los antecedentes son a esa foliatura). Por el acto impugnado -en lo que interesa a los efectos de este proceso- se determinaron obligaciones por concepto de impuesto a las rentas de la industria y comercio (IRIC) e impuesto al valor agregado (IVA) en cabeza de las sociedades co-actoras LA ANCHOA S.A., PINCAR S.A., KLAU S.A. y TRAFIL S.A. Por el mismo acto, se les tipificaron a las referidas contribuyentes las infracciones de mora y defraudación tributaria; imponiéndosele sendas multas por dichos conceptos. Además, se declaró a los co-actores Sergio MATTOS GARCÍA y Jorge MONTIEL FLORES solidaria e ilimitadamente responsables por las obligaciones tributarias determinadas y personalmente responsables por las sanciones impuestas a las sociedades PINCAR S.A., KLAU S.A. Y TRAFIL S.A. Al co-actor Sergio MATTOS GARCÍA se lo declaró además solidaria e ilimitadamente responsable por los tributos determinados en cabeza de LA ANCHOA S.A. y, personalmente responsable por las sanciones impuestas a dicha sociedad. II) Los presupuestos requeridos para la admisibilidad del presente accionamiento se hallan debidamente cumplimentados, por lo que el Tribunal ingresará en la consideración de la cuestión sustancial (arts. 317 y 319 de la Constitución de la República y 4 y 9 de la Ley No. 15.869). En efecto, el acto atacado le fue notificado a los interesados el día 1º de junio de 2012 (fs. 2642-2643 de los A.A. – Pieza VI). Contra el mismo se interpusieron el 11 de junio de 2012 -en tiempo y forma- los correspondientes recursos de revocación y jerárquico en subsidio (ver escrito de fs. 2645 a 2648 de los A.A. – Pieza VI y nota de cargo de esta última foja). La denegatoria ficta se configuró el día 28 de diciembre de 2012, por el transcurso del plazo de doscientos días sin resolución expresa del último de los medios impugnativos movilizados (art. 5 de la Ley No. 15.869 en la redacción dada por el art. 40 de la Ley No. 17.292). La demanda conteniendo la pretensión anulatoria, se interpuso en tiempo útil el día 5 de abril de 2013 (fs. 39 infolios). III) Antecedentes. Previamente al examen puntual de los agravios articulados, el Tribunal considera pertinente recordar lo medular del procedimiento administrativo que derivó en el dictado del acto impugnado. Se sigue esa estrategia expositiva, en el entendido que la misma contribuirá a facilitar la comprensión de los aspectos involucrados en la presente litis y, en definitiva, de la decisión que se adoptará por este órgano jurisdiccional. III.I) Corresponde recordar que las actuaciones administrativas que condujeron al dictado del acto impugnado, se originaron hace más de doce años atrás -en abril de 2003- con la fiscalización de las contribuyentes que explotan diversos locales de cadena del rubro gastronómico con el nombre comercial: “IL MONDO DELLA PIZZA” (ver los primeros tramos de la actuación en las fojas 3 y siguientes de la Pieza I de los A.A.). La fiscalización realizada por la DGI fue coronada con el dictado de la Resolución del Sr. Director General de Rentas No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007 (ver fs. 588 a 590 vuelto de los A.A. - Pieza II). Esa resolución, que determinó obligaciones tributarias, sancionó a las sociedades contribuyentes y responsabilizó a sus representantes, fue oportunamente impugnada en vía administrativa y jurisdiccional. Contra la misma, se promovieron dos procesos contenciosoanulatorios ante el TCA por parte de los sujetos afectados, que culminaron con el dictado de las Sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011. Ambas sentencias, anularon el acto impugnado, fundándose en que la Administración había llevado a cabo un procedimiento administrativo irregular, porque no había incorporado al expediente los elementos probatorios en los que basó la determinación sobre base presunta realizada. En efecto, la DGI llegó al dictado de la Resolución No. 258/2007 mediante un procedimiento en el que se cercenaron las garantías del debido procedimiento. Se hizo una determinación sobre base presunta, pero no se permitió a los interesados controlar lo actuado porque no se incorporó la prueba de cargo recabada por la Administración para imputar las irregularidades, lo que dejó a los interesados en estado de indefensión. El Tribunal así lo puso de manifiesto y anuló la referida resolución. En la Sentencia No. 581/2010 dijo el Colegiado: “…la documentación que falta en el expediente administrativo, es justamente la que dio base a la determinación tributaria y posteriormente a la cuantificación de las sanciones y multas impuestas. Las actoras no accedieron a tal documentación en oportunidad de conferírsele vista de las actuaciones administrativas, en agosto de 2005 (fs. 503 y ss. AA) y en agosto de 2006 (fs. 556 AA). Si bien las contribuyentes actoras no evacuaron las vistas otorgadas, y solicitaron prórroga para evacuarlas que fue desestimada por la resolución que se procesa, el vicio de procedimiento que provocó indefensión fue formulado como agravio al fundamentar los recursos administrativos y luego en la demanda anulatoria. La DGI al contestar la demanda, controvirtió el agravio, pero no la afirmación de la actora de la inexistencia de los documentos en el expediente. (…) En el caso, a juicio del Tribunal, la imposibilidad manifiesta de la empresa de ejercer un contralor real de la información en base a la cual se realizó la determinación tributaria atacada, afecta las garantías esenciales que el art. 45 del Código Tributario reconoce y otorga a favor del administrado. (Cf. sent. Nº 27/2007). Ello por cuanto “…la omisión anotada resulta relevante en cuanto implica situar al interesado en estado de indefensión o, por lo menos, disminuir sus posibilidades de defensa frente a la Administración, lo que implica la violación de la “regla de derecho” (art. 309 de la Carta), toda vez que aquella garantía está consagrada por normas de superior rango y aún por específicas normas reglamentarias (arts. 12, 66 y 72 de la Constitución y arts. 71, 75 y 76 del Decreto 500/91…” (Sent. 780/07).” La sentencia No. 182/2011, que recayó en un proceso promovido por otros afectados por la Resolución 258/2007, se remite in totum a la fundamentación de la sentencia parcialmente transcripta. III.II) Una vez que dichas sentencias quedaron ejecutoriadas, la DGI recompuso el procedimiento administrativo, de manera de subsanar la irregularidad procedimental y dictar un nuevo acto que determinara las obligaciones de las contribuyentes, impusiera las sanciones tributarias correspondientes y responsabilizara a sus representantes. La Administración, al recibir las sentencias anulatorias, consideró que correspondía incorporar la documentación que se había omitido incorporar inicialmente al expediente e, inmediatamente, revitalizar el procedimiento. Todo ello, en el entendido que la anulación resuelta por el TCA se había fundamentado en razones formales o de procedimiento. Así lo sugirieron los Dres. Fernanda SAN MARTÍN y Leonardo BON, por el informe que corre a fs. 748 de los A.A. – Pieza II en el que dijeron: “….dado que el acto impugnado fue anulado por razones formales, se sugiere se proceda en forma inmediata a incorporar la documentación base de la determinación sobre base presunta y conferir vista de las actuaciones.” Ese dictamen fue compartido por la superioridad, que ordenó que la Administración, incorporara la documentación que originalmente se había omitido glosar al expediente. Y así se hizo. Se fueron incorporando los distintos elementos probatorios en base a los cuales, oportunamente, se había realizado la determinación presuntiva (ver documentación de fs. 754 a 883 de los A.A. – Pieza II; 932 a 1166; 1193 a 1230 de los A.A. – Pieza III y 1302 a 2629 de los A.A. – Piezas IV, V y VI). Solamente una parte de la documentación, inicialmente empleada para hacer la determinación en cabeza de la contribuyente co-actora LA ANCHOA S.A., no fue ubicada por la Administración. Ello determinó que se hiciera una corrección en la cuantificación de las obligaciones oportunamente determinadas a esa contribuyente, para ajustarla a la documentación respaldante que efectivamente se incorporó el expediente (fs. 1175 a 1185 de los A.A. – Pieza III y dictamen letrado del Departamento Jurídico – Sección Apoyo Contencioso suscrito por la Dra. Sol AGOSTINO de fs. 2625 de los A.A. – Pieza VI). De todo lo actuado, se confirió puntualmente vista a todos los interesados, la que no fue evacuada (fs. 2630-2631 de los A.A. – Pieza VI). Seguidamente, se pasó al dictado del acto impugnado, por el que nuevamente se determinaron las obligaciones tributarias de las sociedades co-actoras; se les tipificaron las infracciones de mora y defraudación, imponiéndoseles las multas correspondientes y se responsabilizó a sus representantes. IV) Análisis del agravio que denuncia la vulneración del alcance de la cosa juzgada que dimana de las Sentencias de este Tribunal 581/2010 y 182/2011 El agravio de la parte actora sobre este punto, se fundamenta en sostener que las sentencias del TCA que oportunamente ampararon la pretensión anulatoria articulada contra la Resolución del Director General de Rentas No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007, anularon el acto por razones de fondo y no, como entendió la Administración, exclusivamente por razones formales. En la demanda señalaron que, a su entender, la sentencia que pasó en autoridad de cosa juzgada concluyó que la Administración no había probado los hechos en base a los cuales infirió la existencia y cuantía de las obligaciones tributarias determinadas. En base a esa premisa, la pretensora postuló que la Administración Tributaria no estaba en condiciones de recomponer legítimamente el procedimiento administrativo sin violentar la cosa juzgada de esas sentencias anulatorias (las Nos. 581/2010 y 182/2011). El Tribunal considera que no resulta de recibo el agravio. El Cuerpo coincide con la interpretación del contenido resolutivo y de los fundamentos de las sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011 de este Tribunal, realizada por la Administración Tributaria demandada. En efecto, esas sentencias ampararon la pretensión anulatoria exclusivamente en base al amparo de un agravio de orden formal o procedimental. Al detallar los agravios que se examinarían (segundo párrafo del CONSIDERANDO II) el Tribunal consignó que: “Los agravios deducidos radican en la existencia de vicios formales…..”. Y en el colofón final de la sentencia (CONSIDERANDO V), se dijo: “En suma, la ausencia de la garantía que significa la oportunidad de contralor de la prueba, que y da motivo a la resolución agraviante, configura vicio formal que invalida lo actuado y justifica el acogimiento de la demanda incoada.” (las referencias se toman de la Sentencia 581/2010). Al ser un vicio en el procedimiento administrativo el que ameritó el amparo de la pretensión anulatoria -en este caso un vicio en la conformación del expediente, por omitir incorporar regularmente la prueba de cargo- es evidente que todo lo actuado luego que ese vicio procedimental se produjo, resultaba inválido. Ese vicio fue el que determinó que se anulara el acto final del procedimiento (en este caso la Resolución del Director General de Rentas No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007). Al ocurrir un vicio de este tipo en el procedimiento administrativo, todos los actos que se dictan a consecuencia del acto procedimental inficionado (en este caso, a consecuencia de medios probatorios que no fueron válidamente adquiridos para el procedimiento), resultan irregulares. Ahora bien, al ser el vicio que motivó la anulación un vicio de procedimiento o formal, ello no impide que el mismo se subsane -siempre que esto sea posible- y se vuelva a recomponer el procedimiento administrativo a partir del estadio procedimental en que la irregularidad invalidante se verificó. La realización de los cometidos de la Administración la pone en la situación jurídica de deber; y debe necesariamente revitalizar el procedimiento administrativo a partir del momento en que el vicio formal se produjo. En el caso de la Administración Tributaria, tiene el deber de perseguir sus créditos mientras estos no se extingan por alguno de los modos de extinción legalmente previsto. Y, se convendrá con el Tribunal, que el error procedimental en el procedimiento administrativo de determinación no es uno de ellos. A modo de ejemplo, si la decisión que motiva la anulación es la omisión de conferir la vista previa, nada impide a la Administración -luego que recae una sentencia anulatoria que ampara la demanda por ese vicio procedimental- recomponer el procedimiento, conferir la vista previa de precepto y dictar un nuevo acto con idéntico contenido (siempre que los descargos -si es que se articularon- hayan sido examinados y no se hayan considerado de recibo). Lo mismo sucede en casos como en el que nos ocupa, en que se omite incorporar al expediente toda o parte de la prueba de cargo en que se fundamenta el acto; evidentemente ello irroga una irregularidad invalidante, porque deja en indefensión a los interesados. De todas maneras, si la Administración cuenta con esos elementos de prueba, está habilitada a incorporar esos elementos probatorios para subsanar el vicio formal y dictar un nuevo acto. Y, nuestra doctrina clásica así lo ha admitido, desde larga data. Basta para ello con recordar la opinión de un autor clásico como Héctor GIORGI, que sostiene que si en vez de existir una ilegalidad material del contenido del acto, éste ha sido anulado por un vicio de orden formal: “…la Administración podrá reproducirlo en su contenido, sin violación de la cosa juzgada si observa las reglas de forma y competencia en su nueva emisión.” (GIORGI, Héctor: “El Contencioso Administrativo de Anulación”, Biblioteca de Publicaciones Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la República, Montevideo, 1958, págs. 297-298; en idéntico sentido DURÁN MARTÍNEZ, Augusto: “Contencioso Administrativo”, FCU, Montevideo, 2008, pág. 338). El Tribunal no ignora que, en la actualidad, doctrinariamente, se han impulsado sobre este punto otras tesis, como la llamada “doctrina del tiro único”; que postula que la anulación de un acto por razones formales inhibe a la Administración de reeditar su obrar, en el entendido que no existe disposición constitucional habilitante de las retroacciones administrativas (véase en tal sentido PÉREZ NOVARO, César y PATRITTI, Marcelo: “La anulación jurisdiccional, la autocomposición del litigio y los límites de la recomposición administrativa en materia tributaria”, Revista Tributaria, T. XLI, Nº 241, Edición Especial 40° Aniversario 1974-2014, Julio-Agosto 2014, págs. 611 y siguientes; asimismo relevando las precitadas posiciones en doctrina, aunque sin asumir posición sobre el punto, véase también CAL LAGGIARD, Maximiliano: “La congruencia de las sentencias del Tribunal de lo Contencioso Administrativo”, Revista de Derecho Público, Nº 24, Julio 2015, pág. 22, en especial, nota al pie Nº 16). No obstante ello, no es posible soslayar que, incluso en España, donde tiene su origen la llamada “doctrina del tiro único”, ésta ha sido rechazada por la jurisprudencia más encumbrada. La sentencia española de las que hace caudal nuestra doctrina para impulsar y sostener su recepción en nuestro medio, fue casada por la Sentencia de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo Español en sentencia del 19 de noviembre de 2012. Si bien esto es un hecho y no un dato definitorio, no puede negarse que la tesis “doctrina del tiro único” no es la predominante en la jurisprudencia española. Ese alto órgano jurisdiccional consignó en esa sentencia, en términos que en lo conceptual se comparten, que: “La estimación del recurso contencioso administrativo frente a una liquidación tributaria por razón de una infracción de carácter formal, o incluso de carácter material, siempre que la estimación no descanse en la declaración de inexistencia o extinción sobrevenida de la obligación tributaria liquidada, no impide que la Administración dicte una nueva liquidación en los términos legalmente procedentes, salvo que haya prescrito su derecho a hacerlo, sin perjuicio de la debida subsanación de la correspondiente infracción de acuerdo con lo resuelto por la propia Sentencia.” En el caso en examen, la posibilidad de recomponer el procedimiento resulta implícitamente admitida por la actora, que no la cuestiona, sino que niega que el vicio que motivó la anulación fuera un vicio de forma propiamente dicho. Cabe subrayar que, a juicio del Tribunal el vicio que ameritó la anulación resuelta oportunamente, es estrictamente un vicio de forma y, por esa razón, la Administración estaba indudablemente habilitada a recomponer el procedimiento a partir de la estación procedimental que el mismo se produjo. Y eso es lo que, como se detalló al reseñar los antecedentes, hizo la DGI. Luego de recaídas las sentencias anulatorias, incorporó los elementos probatorios que oportunamente había omitido agregar al expediente y, con esos elementos probatorios, confirió a los interesados la oportunidad de controlar lo actuado (fs. 2630-2631 de los A.A. – Pieza VI). Estando la Administración habilitada a recomponer el procedimiento, por haberse anulado la resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007, no resulta de recibo el agravio que denuncia violaciones a la cosa juzgada que dimana de las Sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011. Pero, además, en la lógica de los pretensores, la actual calificación jurídica del vicio oportunamente detectado y revalidado por el Tribunal en las precitadas Sentencias, supondría la alteración de los efectos de la cosa juzgada. No resulta posible, que en proceso posterior una de las partes interprete la categorización jurídica de una irregularidad invalidante que el TCA en tales pronunciamientos expresamente remarcó. Sin perjuicio de anotarse, que la recomposición del procedimiento se hizo de manera regular, puesto que los elementos probatorios en que oportunamente se había fundado la determinación sobre base presunta realizada, fueron finalmente incorporados al expediente como correspondía. Es más, este punto no fue ni siquiera puesto en tela de juicio por la actora. Y cabe destacar que la Administración obró con mesura y buen tino, porque cuando no logró hacerse de toda la prueba respaldante de la determinación oportunamente realizada, de oficio, ordenó confeccionar una nueva liquidación, como sucedió en relación a la co-actora LA ANCHOA S.A. (ver en tal sentido fs. 1175 a 1185 de los A.A. – Pieza III y dictamen letrado del Departamento Jurídico – Sección Apoyo Contencioso suscrito por la Dra. Sol AGOSTINO de fs. 2625 de los A.A. – Pieza VI). En otro orden, tampoco la admisión de la Administración de que se le devolviera a la interesada el dinero retenido a consecuencia de la adopción de las medidas cautelares tributarias y de la promoción del proceso ejecutivo que le siguió, puede leerse como una admisión de la inexistencia de su crédito. Fue, simplemente, la consecuencia de la sentencia que anuló el título ejecutivo del proceso ejecutivo fiscal oportunamente promovido. Como consecuencia de esa anulación correspondía devolver el dinero embargado, pero ello no puede entenderse como una renuncia al crédito tributario, como pretende la actora. En suma, el agravio en examen debe ser repelido por las razones expuestas, puesto que no cabe objetar en este punto el obrar administrativo. V) Sobre el agravio que denuncia la prescripción extintiva de las obligaciones tributarias. El Tribunal, por las razones que expondrá seguidamente, entiende que este agravio tampoco resulta de recibo. Sin perjuicio de lo cual, corresponde hacer algunas precisiones, en especial en atención a lo que expresa el Sr. Procurador del Estado en lo Contencioso Administrativo en su dictamen de fs. 101-102, cuyos fundamentos jurídicos el Tribunal no comparte, y repelerá el agravio que denuncia la prescripción, pero por razones distintas a las postuladas en el dictamen del Sr. Procurador del Estado en lo Contencioso Administrativo. V.I) Las obligaciones tributarias determinadas por el acto encausado no se ven alcanzadas por la prescripción, porque: i) El término de prescripción de diez años que venía corriendo se suspendió por la interposición de los recursos contra la Resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007, que fue anulada por el TCA por las Sentencias 581/2010 y 182/2011. Y también se suspendió por la promoción de los procesos contencioso-anulatorio que culminaron con el dictado de dichas sentencias, hasta que éstas quedaron ejecutoriadas. ii) Se interrumpió luego con la notificación de la resolución encausada en este proceso el día 1º de junio de 2012 (fs. 2642-2643 de los A.A. – Pieza VI). Si se contabilizan estos eventos que suspendieron el plazo de prescripción y, luego, el que interrumpió la prescripción, se colige fácilmente que la prescripción no se consumó. No prescribieron ni siquiera las obligaciones más antiguas de las determinadas, que son las que corresponden al año 2000. A continuación se fundamentará el criterio del Tribunal para el cómputo de la prescripción de la forma más detallada posible. V.II) El plazo de prescripción aplicable. En primer lugar, está fuera de discusión que, el plazo originalmente aplicable a la prescripción de las obligaciones determinadas, es el de diez años (art. 38 inciso 2º del CT). Está probado -y ni siquiera fue controvertido- que las contribuyentes coactoras incurrieron en la infracción de defraudación que les fue tipificada; por lo que se verificó uno de los supuestos que hacen que el plazo prescripcional aplicable sea el de diez años. V.III) Ni las actas finales de inspección labradas durante el procedimiento que derivó con el dictado de la Resolución Nº 258/2007 del 2 de marzo de 2007 (que fue anulada por el TCA por las Sentencias 581/2010 y 182/2011) ni la notificación de la resolución anulada, interrumpieron la prescripción. A juicio del Colegiado, resulta evidente que, hay dos eventos que no pueden contabilizarse como interruptivos de la prescripción en la emergencia, porque al anularse la Resolución No. 258/2007 perdieron eficacia: i) No pueden tenerse en cuenta para el cómputo de la prescripción las actas finales de inspección labradas durante el procedimiento administrativo que derivó en el dictado de la Resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007; que fue anulada por el TCA por las Sentencias 581/2010 y 182/2011. ii) Tampoco puede considerarse la notificación de la resolución anulada (Resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007). Si la anulación extingue los efectos del acto, la eficacia de la notificación de un acto anulado no puede pervivir. En efecto, el vicio procedimental que ameritó el dictado de las multicitadas sentencias (Nos. 581/2010 y 182/2011); fue un vicio en la obtención de la prueba de cargo para realizar la determinación sobre base presunta. Es, evidentemente, un vicio que se produjo en un estadio procedimental anterior al labrado de las actas finales de inspección a las distintas contribuyentes co-actoras. Y desde luego, al haberse anulado la Resolución No. 258/2007 por el TCA, la notificación de ese acto administrativo no puede valer como evento interruptivo, porque la anulación extingue sus efectos. Como bien enseña BLANCO, en los casos en que la anulación del acto de determinación se decide por el amparo de un vicio procedimental anterior al acta final de inspección, la Administración perderá dos actos interruptivos de la prescripción: i) el acta final de inspección y ii) la notificación del acto de determinación (Cf. BLANCO, Andrés: “Dos problemas de la prescripción de la obligación tributaria”, Revista Tributaria, T. XL, No. 233, págs.. 206 y 207; también BLANCO, Andrés: “Análisis de ciertos aspectos de la prescripción de la obligación tributaria”, CADE, Doctrina & Jurisprudencia, T. XXX, Febrero 2015, pág. 59). No puede reconocerse eficacia interruptiva a la notificación de actos que fueron anulados por el TCA; y si la anulación se debe a un vicio que se presenta con anterioridad a algún acto preparatorio del acto final (como lo es el acta final de inspección en relación al acto final de determinación), tampoco puede reconocérsele eficacia a ese acto preparatorio. Por ello no se comparte, ni la tesis del Sr. Procurador del Estado en lo Contencioso Administrativo, ni las postulaciones de las partes en torno a la eficacia interruptiva de estos actos. Con propósitos distintos, tanto las partes como el Sr. Procurador del Estado en lo Contencioso Administrativo le atribuyen eficacia interruptiva a algunos de estos actos (ora al acto de notificación del acto de determinación anulado ora a las actas finales de inspección que le precedieron). Ello no corresponde, porque sería desconocer los efectos de las sentencias anulatorias y su proyección. El Tribunal ya ha tenido ocasión de pronunciarse, sosteniendo que la notificación de actos de determinación anulados, obviamente no puede valer como evento interruptivo, porque sería desconocer que la anulación jurisdiccional extingue los efectos del acto. En tal sentido, es menester recordar la Sentencia 268/2015, en la que se afirmó: “En criterio del Cuerpo, no corresponde compartir el criterio postulado por el Sr. Procurador del Estado en su dictamen, en cuanto entiende que la notificación de los actos de determinación que el Tribunal anuló por la Sentencia No. 313/2009 -evento que se verificó el 26/4/2004 (fs. 468/469 Pieza II A.A.)- interrumpió la prescripción. Particularmente, por cuanto implicaría -de accederse al mentado criterio- reconocerle eficacia a actos declarados nulos con efecto ex tunc por este Colegiado. Debe de verse que, este órgano jurisdiccional por la Sentencia No. 313/2009, anuló las resoluciones impugnadas, con la consecuencia de que dichas resoluciones desaparecieron del mundo jurídico, debiéndose considerar como nunca dictadas y, por ende, no pueden hacerse pervivir, bajo ningún concepto, los efectos que puede haber generado su notificación (en este caso, el de interrumpir la prescripción). “La regla a la que hay que atender es a que, en principio y salvo que una norma legal disponga lo contrario, lo nulo no produce efecto alguno. Son sumamente acertadas las citas de doctrina y jurisprudencia que, sobre este punto, hace la actora, que demuestra con claridad cómo a la notificación de esos actos declarados nulos por el Tribunal, no se le puede reconocer ningún efecto jurídico. Si bien la notificación de un acto no constituye un requisito de perfeccionamiento de éste sino de eficacia (Cfe. Sentencia N° 291/2013, entre otras), la virtualidad interruptiva el legislador la subordina a la notificación del acto de determinación. Por ello, si desaparece del mundo jurídico la voluntad administrativa, la operación material que le accede y por la que se verificó la publicidad o conocimiento carece de contenido o sustancia en orden a desplegar plenos efectos jurídicos. Para ser más gráficos, la notificación de algo que “no existe” no puede tener virtualidad operativa en orden a “mantener con vida” el crédito tributario. No se trata, en la emergencia, de que el intérprete realice distingos que el legislador no realizó en el art. 39 CT. Por el contrario, la solución que impuso implica considerar globalmente la eficacia de una sentencia anulatoria del TCA y su proyección sobre la situación jurídica infringida.” Como ya lo enseñaba SAYAGUÉS LASO: “Al dictarse sentencia anulatoria, el acto se extingue de pleno derecho en virtud del pronunciamiento jurisdiccional. Además, como la extinción se funda en la invalidez del acto, considérese que éste no ha tenido existencia válida y por lo tanto todos los efectos de la extinción se proyectan hacia el pasado.” (SAYAGUÉS LASO, Enrique: “Tratado de Derecho Administrativo”, T. II, FCU, Montevideo, 1987, pág. 596). Con su habitual claridad, enseña CAJARVILLE que: “La anulación de un acto, descripta por sus consecuencias jurídicas, consiste en la supresión definitiva de sus efectos con retroactividad al momento de su perfeccionamiento. Para ello, corresponde restituir en el presente una situación idéntica a la que habría existido si el acto anulado nunca se hubiera dictado. La retroactividad de los efectos de la anulación sólo puede consistir en el restablecimiento en el presente de la situación existente antes de la emanación del acto anulado, de manera que la situación venga a ser, jurídica y materialmente, al presente, a partir de la anulación, tal como si aquel acto no hubiera existido. Como el acto administrativo inválido, pese a su ilegitimidad, estaba produciendo sus efectos jurídicos, el restablecimiento de la situación anterior a su dictado importa una modificación de la situación existente antes de la anulación.” (CAJARVILLE PELUFFO, Juan Pablo: “Breve presentación de la jurisdicción contencioso administrativa uruguaya” en “Sobre Derecho Administrativo”, Tomo II, FCU, 3ª Edición, Montevideo, 2012, págs. 641 a 642; específicamente en materia tributaria cabe remitirse -una vez más- al trabajo de BLANCO, Andrés: “Dos problemas…”, cit., págs. 206-207). Si así debe hacerse, no puede reconocérsele eficacia interruptiva de la prescripción a la notificación de los actos anulados. La anulación de los actos administrativos, proyecta sus efectos hacia el pasado (tiene efecto ex tunc). Por lo tanto, cabe insistir, que cuando se produce, deben desconsiderarse los efectos que el acto anulado o revocado por razones de legalidad desplegó. Por las razones largamente expuestas en este apartado, no puede reconocérsele eficacia interruptiva ni a las actas finales de inspección labradas antes del dictado de la Resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007 (que fue anulada por el TCA por las Sentencias 581/2010 y 182/2011) ni a la notificación de esa volición, anulada jurisdiccionalmente. V.IV) La interposición de los recursos contra la Resolución Nº 258/2007 del 2 de marzo de 2007 (que fue anulada por el TCA por las Sentencias 581/2010 y 182/2011) y la promoción de los procesos contencioso-anulatorios hasta que las sentencias quedaron ejecutoriadas, suspendieron el curso de la prescripción (art. 40 del CT). La parte actora también aboga por desconsiderar la suspensión del plazo prescripcional generado por la recurrencia administrativa de la Resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007 y la promoción de los procesos contencioso-anulatorios contra ésta. Su tesis, se funda en sostener que lo dispuesto en el art. 40 del CT no rige en los casos en que la sentencia anulatoria anula el acto por razones de forma; en esos casos, los eventos suspensivos de la prescripción previstos en el citado artículo, a su entender no regirían. A juicio del Tribunal tampoco es de recibo este argumento, porque el art. 40 del CT no habilita a hacer el distingo que pretende la actora. Así lo sostuvo ya el Cuerpo en la Sentencia 224/2013, cuyos fundamentos se consideran enteramente trasladables al ocurrente. En doctrina, la tesis interpretativa adoptada por el Tribunal en la referida sentencia es sostenida también por el Prof. Andrés BLANCO. En efecto, como bien señala este autor, el texto del art. 40 del CT no hace excepciones, por lo cual toda conducta calificada jurídicamente como “interposición de recurso administrativo” o “interposición de acción jurisdiccional” suspende el plazo de prescripción (Cf. BLANCO, Andrés: “Análisis…”, cit., págs. 58-59; sin perjuicio de que no se desconocen las opiniones en contrario, por ejemplo: BARREIRO, Pablo y PEZZUTTI, Miguel: “Dos cuestiones respecto de la prescripción: pago posterior a su acaecimiento y los efectos de la sentencia del TCA respecto del tiempo transcurrido”, La Ley URUGUAY, No. Junio 2011, págs. 5 y siguientes y PÉREZ NOVARO, César: “Modos de extinción de la obligación tributaria”, FCU, Montevideo, 2013, pág. 366). En efecto, el art. 40 del CT es terminante en que en todos los casos la interposición de recursos administrativos y de acciones jurisdiccionales suspenden el curso de la prescripción. Por ende, la tesis de la pretensora, abrogatoria de lo dispuesto en el art. 40 del CT no puede ser recibida. V.V) En definitiva, en la emergencia, el plazo de 10 años de la prescripción extintiva de las obligaciones se suspendió primero por la interposición de los recursos administrativos interpuestos el 11 de junio de 2007 (fs. 606 de los A.A. – Pieza II) contra la Resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007. El curso de la prescripción se suspendió hasta que se configuró la denegatoria ficta a la recurrencia movilizada. Luego volvió a suspenderse a partir del 7 de abril de 2008 hasta que las Sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011 quedaron ejecutoriadas. Si se descuentan esos períodos de suspensión, es evidente que la prescripción no operó para ninguna de las obligaciones determinadas. El plazo de diez años no llegó a transcurrir ni siquiera para las más antiguas, que son las que corresponden al año 2000. Con tales entendimientos, procede descartar también este agravio que denuncia la prescripción extintiva de las obligaciones. Por estos fundamentos el Tribunal, en concordancia con la solución propuesta por el Sr. Procurador del Estado en lo Contencioso Administrativo y, en atención a lo dispuesto por los arts. 309 y 310 de la Constitución de la República y 38 a 40 del CT, FALLA: Desestímase la pretensión anulatoria y, en su mérito, confírmase el acto impugnado, sin especial condenación procesal. A los efectos fiscales, fíjanse los honorarios del abogado de la parte actora en la cantidad de $22.000 (pesos uruguayos veintidós mil). Oportunamente, devuélvanse los antecedentes administrativos agregados; y archívese. Dra. Sassón (r.), Dr. Harriague, Dr. Gómez Tedeschi, Dr. Tobía, Dr. Echeveste. Dr. Marquisio (Sec. Letrado).