Sentencia N° 630/2015 de fecha 20/08/2015

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DECRETERO DE SENTENCIAS
//tevideo, 20 de agosto de 2015.
No. 630
VISTOS:
Para sentencia definitiva, estos autos caratulados: “LA
ANCHOA S.A. Y OTRAS con ESTADO. MINISTERIO DE ECONOMÍA
Y FINANZAS. Acción de Nulidad” (Ficha No. 173/2013).
RESULTANDO:
I) Que comparecieron por medio de su representante
legal LA ANCHOA S.A.; PINCAR S.A.; KLAU S.A. y TRAFIL S.A.;
también comparecieron por sí Sergio MATTOS GARCÍA y Jorge
MONTIEL FLORES, todos a demandar la declaración de nulidad de la
Resolución dictada por el Director General de Rentas No. 837/2012 del 10
de mayo de 2012 (fs. 2639 a 2640 vuelto de los A.A. - Pieza VI en la
foliatura a birome roja; en adelante, todas las referencias a los antecedentes
son a esa foliatura).
Por el acto impugnado -en lo que interesa a los efectos de este
proceso- se determinaron obligaciones por concepto de impuesto a las
rentas de la industria y comercio (IRIC) e impuesto al valor agregado
(IVA) en cabeza de las sociedades co-actoras.
También, por el mismo acto, les fueron tipificadas las infracciones de
mora y defraudación tributaria; imponiéndosele sendas multas por dichos
conceptos. Además, se declaró a los co-actores Sergio MATTOS GARCÍA
y Jorge MONTIEL FLORES solidaria e ilimitadamente responsables por
las obligaciones tributarias determinadas a las sociedades PINCAR S.A.,
KLAU S.A. Y TRAFIL S.A. y, personalmente responsables, por las
sanciones impuestas. A su vez, se declaró al co-actor Sergio MATTOS
GARCÍA solidaria e ilimitadamente responsable por los tributos
determinados en cabeza de LA ANCHOA S.A. y, personalmente
responsable, por las sanciones impuestas a dicha sociedad.
Se agraviaron por entender que el acto impugnado estaba viciado en
función de dos razones:
i) porque fue dictado en contrariedad a la cosa juzgada; y
ii) porque aún si no se entendiera que esto es así, los eventuales
tributos que la DGI pretende imputar a los comparecientes se extinguieron
por el modo prescripción.
En cuanto al primer agravio, expresaron que el acto residenciado
violenta la cosa juzgada que dimana de las sentencias Nos. 581 de 9 de
agosto de 2011 y 182 de 10 de marzo de 2011, dictadas por este Tribunal.
Dichas sentencias, anularon la Resolución del Director General de
Rentas No. 258/2007 de 2 de marzo de 2007, en el mismo expediente en el
que ahora se dictó la volición enjuiciada; afectando a las mismas partes, por
la misma causa y por el mismo objeto (en puridad, el objeto de la
resolución administrativa ya anulada es levemente más amplio que el
correspondiente a la que motiva este accionamiento). El acto impugnado
vulnera la cosa juzgada a la que se arribó en esos procesos, porque colide
con sus considerandos que -como es un valor entendido en doctrina- son
parte integrante del fallo.
Narraron que la DGI interpretó, erróneamente, que las Sentencias
581/2010 y 182/2011 anularon la Resolución de la DGI No. 258/2007 por
razones de forma, lo que le habilitaba a recomponer el procedimiento y
dictar una resolución de idéntico contenido. De acuerdo a su interpretación
del fallo, la DGI concluyó que le bastaba con incorporar los elementos de
prueba en los que se fundamentó la determinación tributaria sobre base
presunta realizada (omisión que motivó la anulación de la Resolución de la
DGI No. 258/2007); para dictar un nuevo acto determinando obligaciones
por los mismos conceptos y períodos, imponer sanciones y atribuir
responsabilidades.
Los actores adujeron que, de las sentencias anulatorias multicitadas,
no puede inferirse que la anulación se haya fundado exclusivamente en
razones formales, como alegó la DGI. Las sentencias sustentaron su
decisión de amparar la pretensión anulatoria en que la Administración no
cumplió con su carga de probar los hechos en los que fundó la
determinación tributaria, por lo que el acto impugnado estaba viciado en
sus motivos.
Añadieron que, en su oportunidad, argumentaron que los hechos
inferentes que la DGI consideró y utilizó para presumir la existencia de los
tributos que finalmente determinó, no se encontraban debidamente
acreditados. Ese extremo, no fue ni siquiera controvertido por la
Administración en aquél proceso, por lo que la sentencia que pasó en
autoridad de cosa juzgada, consideró probado que no existían los
documentos en que se basaron las inferencias de la DGI; y también dio por
probado que no se acreditaron los hechos inferentes o hechos base de las
presunciones utilizadas.
Existiendo cosa juzgada sobre este punto, ningún acto puede dictarse
en forma regular contrariando o pretendiendo eludir los alcances de los
fallos dictados por el Tribunal. En los procesos que culminaron con las
sentencias estimatorias de sus pretensiones, la Administración primero no
controvirtió y luego no probó, que los hechos en los que basó sus
presunciones existieran; por tal razón, el TCA los tuvo por inexistentes y,
esas decisiones, con ese contenido, pasaron en autoridad de cosa juzgada.
Que la Administración pretendía sustentar el acto encausado, no en
nuevos elementos de juicio de los que no pudo servirse durante el proceso,
sino en viejos elementos de juicio, que estuvieron a su alcance tanto
durante la sustanciación del procedimiento que dio lugar al dictado del acto
administrativo, como en la tramitación de las acciones de nulidad que se
dedujeron contra el mismo y ameritaron la anulación. Por lo tanto, la
pretendida revisión de lo resuelto resultaba violatoria de la cosa juzgada, y
suponía un intento de eludir: i) la carga de la prueba que la DGI tenía en
sede administrativa (art. 66 del CT); ii) la carga de controvertir los hechos
alegados en la acción anulatoria; iii) la carga de remitir al Tribunal la
totalidad de los antecedentes tenidos en cuenta para resolver y la
presunción que de ello deriva (arts. 64 y 65 del Decreto-ley No. 15.524); y
iv) la carga de ofrecer, en la etapa probatoria del proceso anulatorio, los
medios de prueba tendientes a acreditar la legitimidad del acto
administrativo.
Finalmente, en relación a este punto, indicaron que la propia
Administración aceptó con su proceder que no existía crédito contra las
comparecientes. Ello implica que resulte de aplicación la llamada “Teoría
de los Actos Propios”, porque la Administración ha actuado en
contradicción con su obrar precedente.
En cuanto al otro agravio articulado, adujeron que las obligaciones se
extinguieron por el modo prescripción, porque los últimos actos
interruptivos se verificaron en agosto de 2005.
Luego no existió ningún acto interruptivo de la prescripción, y
transcurrieron más de 5 años contados desde el último.
Luego de una larga exposición sobre los fundamentos del instituto de
la prescripción, detallaron los criterios que considera que deben seguirse
para computar el plazo en el caso en examen. En tal sentido, indicaron que
no debe suspenderse el cómputo de la prescripción en los períodos en que
se instruyeron y resolvieron los recursos administrativos ni en el que se
promovió la acción de nulidad.
La suspensión de la prescripción opera únicamente, a juicio de los
pretensores, en los casos en que el Tribunal de lo Contencioso confirma el
acto, pero no cuando lo anula por razones de forma como en este caso.
Computar la suspensión sería privilegiar a la Administración, pese a que
fue ella misma, con su proceder, que provocó el dictado de la sentencia
anulatoria por razones formales.
Admitir ese razonamiento de la Administración, implicaría dar carta
blanca al Fisco para que vulnere las garantías del procedimiento tantas
veces como entienda necesario, sin ningún incentivo de apego a la
legalidad. Dicha circunstancia no solo afectará la obligación tributaria sino
que, además, seguirán corriendo los recargos capitalizables contra el
contribuyente afectado. Invocaron en favor de su opción interpretativa los
principios de seguridad jurídica y debido proceso. Citaron en su apoyo la
opinión doctrinaria de los abogados tributaristas Pablo BARREIRO,
Miguel PEZZUTTI y César PEREZ NOVARO.
También adujeron que el plazo de prescripción, una vez que se
interrumpe, es siempre de cinco años (el plazo de regla y no el de
excepción). En ese sentido, también citaron doctrina tributarista
(BLANCO, PÉREZ NOVARO) y la jurisprudencia del TCA conteste.
Recordaron que la ratio legis de la extensión del plazo a 10 años es el
desconocimiento del hecho generador; si la prescripción se interrumpe, ese
desconocimiento cesa y no hay razón para considerar que el nuevo plazo
es el de diez años.
El último evento interruptivo de la prescripción fueron las actas
finales de inspección labradas los días 29 y 30 de julio de 2004. Subrayaron
que el procedimiento administrativo -la inspección propiamente dichaculminó con el labrado de esas actas finales de inspección; luego no existió
actividad de fiscalización alguna.
Conforme a la tesis de la DGI, no es necesario que ese instrumento
se notifique para que surta eficacia interruptiva. Asumiendo esa premisa, el
nuevo plazo de prescripción luego de la interrupción, que como se señaló
es de cinco años, debe computarse a partir del día siguiente del labrado del
acta final de inspección o, a lo sumo, desde la finalización del año civil en
que el evento interruptivo tuvo lugar (esto es, desde el 31 de diciembre de
2004).
Si se asumen estos supuestos, las obligaciones prescribieron ora el 20
de julio de 2009 ora -en el peor de los casos- el 31 de diciembre de 2009.
Y, aún así, si se siguiera el temperamento del TCA y de la doctrina
mayoritaria, que entiende que la interrupción de la prescripción por acta
final de inspección se produce con su notificación al interesado, la
conclusión es que la prescripción extintiva también se verificó. La
notificación de las actas finales de inspección se produjo el 10 de agosto de
2005; si así fuera, las obligaciones prescribieron el 10 de agosto de 2010 y,
si se prefiere computar el nuevo plazo desde la finalización del año civil, el
31 de diciembre de 2010.
Luego de esos eventos interruptivos -actas finales de inspección- no
se produjo ningún otro evento con esa eficacia, por lo que el plazo de
prescripción se consumó, extinguiendo irremisiblemente las obligaciones.
Indicaron que, desde luego, no puede considerarse como un evento con
eficacia interruptiva la notificación del acto de determinación que fue
anulado por el TCA.
En definitiva, adujeron que los tributos reclamados se extinguieron
por el modo prescripción y pidieron la anulación integral de los actos
impugnados.
II) Corrido el correspondiente traslado, comparecieron
los doctores Leonardo BON y Néstor DÁVILA RAMÍREZ en
representación de la parte demandada, a contestar la demanda incoada.
En lo inicial, recordaron que, como surge de los antecedentes
allegados a la causa, el acto encausado se originó en actuaciones seguidas
por la DGI para fiscalizar a los contribuyentes que explotan los restaurantes
que giran bajo el nombre comercial: “IL MONDO DELLA PIZZA”. La
inspección puso al descubierto la existencia de importantes adeudos
tributarios, luego que se constataran varias inconsistencias que provocaron
la reliquidación de las obligaciones y la tipificación de infracciones
tributarias (mora y defraudación).
Inicialmente, se determinaron los adeudos tributarios y se impusieron
las sanciones correspondientes por la Resolución del Director General de
Rentas No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007. Ese acto fue finalmente
anulado por el TCA por vicios formales, relacionados con la omisión de la
incorporación al expediente administrativo de la documentación probatoria
en base a la cual se hizo la determinación sobre base presunta.
Como consecuencia de ello, en cumplimiento de lo establecido en las
Sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011 dictadas por este Tribunal, se
recompuso el obrar administrativo, agregándose la documentación
probatoria que se había omitido incorporar oportunamente. Con esos
elementos que se incorporaron y luego de conferir las oportunidades de
defensa, el procedimiento culminó con el dictado de la Resolución No.
837/2012, que es objeto de la presente acción anulatoria.
Puntualizaron que, de acuerdo al memorial de agravios de la parte
actora, la controversia se circunscribe únicamente a dirimir si el acto
impugnado violenta la cosa juzgada y, también, si los adeudos
determinados por la Resolución No. 873/2012 se extinguieron por el modo
prescripción.
Sobre el agravio que denuncia que el acto hostilizado colide con la
cosa juzgada, adujeron que esto no es así, porque las sentencias que
oportunamente recayeron ampararon los agravios formales que las mismas
partes, que conforman la parte pretensora en este proceso, oportunamente
plantearon.
Los vicios formales oportunamente denunciados, que motivaron el
amparo de la pretensión anulatoria por parte del Tribunal, refirieron a la
vulneración de las garantías y del derecho de defensa de los interesados,
que no pudieron controlar la prueba empleada por la DGI en la
determinación tributaria realizada de oficio por la Administración. En las
acciones de nulidad oportunamente promovidas, se esgrimieron únicamente
agravios de tipo formal o procedimental.
Las sentencias resolvieron la anulación del acto oportunamente
impugnado por no haberse agregado al expediente administrativo la
documentación probatoria correspondiente, fundante y/o motivante del
mismo. Es evidente que la anulación se decidió exclusivamente por razones
formales, por lo que no resulta acertada la interpretación que los
promotores pretenden hacer de la sentencias.
La Administración, luego del dictado de esas sentencias, que
anularon el acto de determinación oportunamente dictado exclusivamente
por razones formales, recompuso el obrar administrativo en aplicación del
poder-deber de ajustar su obrar al ordenamiento jurídico. Fue así que
incorporó la documentación probatoria de la estimación de oficio realizada,
confiriendo vista a los sujetos pasivos a efectos de su contralor y análisis,
para cumplir con el derecho de defensa y las garantías de los administrados
que originalmente fueron cercenadas. De resultas, se dictó el acto
encausado en autos, el que es plenamente arreglado a Derecho.
Negaron que la falta de oposición a la devolución del dinero
embargado con las medidas cautelares de intervención de caja de la
empresa haya significado una aquiescencia con la tesis de la actora, de la
inexistencia de créditos tributarios contra las contribuyentes co-actoras. Se
accedió a devolver el dinero cautelado porque ello es lo que correspondía
conforme a las sentencias anulatorias oportunamente dictadas. Tampoco
resulta de recibo el agravio que hace caudal de un informe administrativo,
-cuyos alcances se descontextualizan- que habría sido, supuestamente,
abdicativo del derecho de crédito de la DGI.
En otro orden, rechazó que las obligaciones se hayan extinguido por
el modo prescripción. En tal sentido, adujeron que la prescripción no llegó
a consumarse, porque se verificaron diversos actos interruptivos y
suspensivos del plazo prescripcional.
Indicaron que el término de prescripción aplicable a las obligaciones
determinadas es el de diez años. Para las obligaciones más antiguas,
correspondientes al año 2000, dicho término comenzó a correr el
31.12.2000 y se interrumpió el 10 de agosto de 2005 con el conferimiento
de la vista previa (SIC, excepto el subrayado). A partir de ahí comenzó a
correr un nuevo plazo, desde el 31.12.2005 por el plazo de cinco años, que
se interrumpió nuevamente con la notificación de la Resolución No.
258/2007 a los interesados.
Posteriormente, se verificaron dos causales de suspensión de la
prescripción, conforme lo establece el art. 40 del CT: la interposición de los
recursos administrativos los días 7 y 11 de junio de 2007 y la presentación
de la demanda de nulidad promovida el 7 de abril de 2008.
A consecuencia de la movilización de estos medios impugnativos y
acciones jurisdiccionales, el plazo de prescripción estuvo suspendido entre
la fecha de interposición de los recursos administrativos (7.6.2007 y
11.6.2007) y los días en que se configuró la denegatoria ficta a esos
recursos (24.12.2007 y 28.12.2007). También lo estuvo mientras tramitaron
los procesos contencioso-anulatorios que culminaron con el dictado de las
Sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011, hasta que esas sentencias quedaron
ejecutoriadas.
Luego de esa data, se produjo un nuevo evento interruptivo: la
notificación de la resolución del Director General de Rentas enjuiciada en
este proceso, identificada con el No. 837/2012. Toda la secuencia de
interrupciones y suspensiones de la prescripción detallada por los
representantes de la accionada, dan cuenta a su entender, que las
obligaciones no se extinguieron por el modo prescripción.
Rechazaron la tesis en que se sustenta el agravio de la parte actora,
consistente en entender que el plazo de prescripción no debe suspenderse
cuando hay una anulación por razones formales. El Tribunal ha asumido la
tesis de que esa suspensión se computa igualmente en esos supuestos,
porque no hay razones para soslayar lo establecido por el art. 40 del CT.
En suma, contrariamente a lo sostenido por la parte actora, tanto la
interrupción de la prescripción mediante la notificación de la Resolución
No. 258/2007 como la suspensión de la prescripción acaecida como
consecuencia de la interposición de los recursos administrativos y de la
promoción de la acción de nulidad que terminó con la anulación de los
actos administrativos por razones formales, deben considerarse como actos
y/o medios que inciden sobre la prescripción en forma totalmente válida y
eficaz, produciendo todos sus efectos (siempre y cuando pueda
recomponerse el actuar administrativo). Por esas razones, también el
segundo agravio concerniente a la prescripción debe ser repelido.
En definitiva, pidieron que se rechace la demanda incoada.
III) Abierto el juicio a prueba, se produjo la que se
encuentra agregada y certificada a fs. 83. A los autos se agregaron por
cuerda los antecedentes administrativos presentados por la parte
demandada en seis piezas, que totalizan 2676 fojas.
IV) La actora fue llamada para formular su alegato de
bien probado y no lo hizo en plazo. La demandada pidió su declaración en
rebeldía (fs. 86), la que se tuvo por bien acusada (Decreto No. 1901/2014
de fs. 88). A su turno, la demandada formuló su alegato de bien probado,
que corre en el escrito agregado a fs. 91 a 98.
V) Se giraron los autos a consideración del Sr.
Procurador del Estado en lo Contencioso Administrativo, que emitió el
Dictamen No. 642/14 glosado a fs. 101-102, por el que aconsejó desestimar
la demanda y, en su mérito, confirmar el acto enjuiciado.
VI) Se citó a las partes para sentencia (Decreto No.
9138/2014 de fs. 104); luego pasaron los autos a estudio de los Sres.
Ministros, quienes acordaron su dictado en legal y oportuna forma.
CONSIDERANDO:
I) Que la pretensión anulatoria tiene como objeto la
Resolución dictada por el Director General de Rentas No. 837/2012 de 10
de mayo de 2012 (fs. 2639 a 2640 vuelto de los A.A. - Pieza VI en la
foliatura a birome roja; en adelante, todas las referencias a los antecedentes
son a esa foliatura).
Por el acto impugnado -en lo que interesa a los efectos de este
proceso- se determinaron obligaciones por concepto de impuesto a las
rentas de la industria y comercio (IRIC) e impuesto al valor agregado
(IVA) en cabeza de las sociedades co-actoras LA ANCHOA S.A.,
PINCAR S.A., KLAU S.A. y TRAFIL S.A.
Por el mismo acto, se les tipificaron a las referidas contribuyentes las
infracciones de mora y defraudación tributaria; imponiéndosele sendas
multas por dichos conceptos.
Además, se declaró a los co-actores Sergio MATTOS GARCÍA y
Jorge MONTIEL FLORES solidaria e ilimitadamente responsables por las
obligaciones tributarias determinadas y personalmente responsables por las
sanciones impuestas a las sociedades PINCAR S.A., KLAU S.A. Y
TRAFIL S.A. Al co-actor Sergio MATTOS GARCÍA se lo declaró además
solidaria e ilimitadamente responsable por los tributos determinados en
cabeza de LA ANCHOA S.A. y, personalmente responsable por las
sanciones impuestas a dicha sociedad.
II) Los presupuestos requeridos para la admisibilidad del
presente accionamiento se hallan debidamente cumplimentados, por lo que
el Tribunal ingresará en la consideración de la cuestión sustancial (arts. 317
y 319 de la Constitución de la República y 4 y 9 de la Ley No. 15.869).
En efecto, el acto atacado le fue notificado a los interesados el día 1º
de junio de 2012 (fs. 2642-2643 de los A.A. – Pieza VI). Contra el mismo
se interpusieron el 11 de junio de 2012 -en tiempo y forma- los
correspondientes recursos de revocación y jerárquico en subsidio (ver
escrito de fs. 2645 a 2648 de los A.A. – Pieza VI y nota de cargo de esta
última foja).
La denegatoria ficta se configuró el día 28 de diciembre de 2012, por
el transcurso del plazo de doscientos días sin resolución expresa del último
de los medios impugnativos movilizados (art. 5 de la Ley No. 15.869 en la
redacción dada por el art. 40 de la Ley No. 17.292).
La demanda conteniendo la pretensión anulatoria, se interpuso en
tiempo útil el día 5 de abril de 2013 (fs. 39 infolios).
III) Antecedentes.
Previamente al examen puntual de los agravios articulados, el
Tribunal considera pertinente recordar lo medular del procedimiento
administrativo que derivó en el dictado del acto impugnado. Se sigue esa
estrategia expositiva, en el entendido que la misma contribuirá a facilitar la
comprensión de los aspectos involucrados en la presente litis y, en
definitiva, de la decisión que se adoptará por este órgano jurisdiccional.
III.I) Corresponde recordar que las actuaciones administrativas que
condujeron al dictado del acto impugnado, se originaron hace más de doce
años atrás -en abril de 2003- con la fiscalización de las contribuyentes que
explotan diversos locales de cadena del rubro gastronómico con el nombre
comercial: “IL MONDO DELLA PIZZA” (ver los primeros tramos de la
actuación en las fojas 3 y siguientes de la Pieza I de los A.A.).
La fiscalización realizada por la DGI fue coronada con el dictado de
la Resolución del Sr. Director General de Rentas No. 258/2007 del 2 de
marzo de 2007 (ver fs. 588 a 590 vuelto de los A.A. - Pieza II). Esa
resolución, que determinó obligaciones tributarias, sancionó a las
sociedades contribuyentes y responsabilizó a sus representantes, fue
oportunamente impugnada en vía administrativa y jurisdiccional.
Contra la misma, se promovieron dos procesos contenciosoanulatorios ante el TCA por parte de los sujetos afectados, que culminaron
con el dictado de las Sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011.
Ambas sentencias, anularon el acto impugnado, fundándose en que la
Administración había llevado a cabo un procedimiento administrativo
irregular, porque no había incorporado al expediente los elementos
probatorios en los que basó la determinación sobre base presunta realizada.
En efecto, la DGI llegó al dictado de la Resolución No. 258/2007 mediante
un procedimiento en el que se cercenaron las garantías del debido
procedimiento. Se hizo una determinación sobre base presunta, pero no se
permitió a los interesados controlar lo actuado porque no se incorporó la
prueba de cargo recabada por la Administración para imputar las
irregularidades, lo que dejó a los interesados en estado de indefensión.
El Tribunal así lo puso de manifiesto y anuló la referida resolución.
En la Sentencia No. 581/2010 dijo el Colegiado:
“…la documentación que falta en el expediente administrativo, es
justamente la que dio base a la determinación tributaria y posteriormente
a la cuantificación de las sanciones y multas impuestas. Las actoras no
accedieron a tal documentación en oportunidad de conferírsele vista de
las actuaciones administrativas, en agosto de 2005 (fs. 503 y ss. AA) y en
agosto de 2006 (fs. 556 AA). Si bien las contribuyentes actoras no
evacuaron las vistas otorgadas, y solicitaron prórroga para evacuarlas
que fue desestimada por la resolución que se procesa, el vicio de
procedimiento que provocó indefensión fue formulado como agravio al
fundamentar los recursos administrativos y luego en la demanda
anulatoria. La DGI al contestar la demanda, controvirtió el agravio, pero
no la afirmación de la actora de la inexistencia de los documentos en el
expediente.
(…)
En el caso, a juicio del Tribunal, la imposibilidad manifiesta de la
empresa de ejercer un contralor real de la información en base a la cual
se realizó la determinación tributaria atacada, afecta las garantías
esenciales que el art. 45 del Código Tributario reconoce y otorga a favor
del administrado. (Cf. sent. Nº 27/2007). Ello por cuanto “…la omisión
anotada resulta relevante en cuanto implica situar al interesado en
estado de indefensión o, por lo menos, disminuir sus posibilidades de
defensa frente a la Administración, lo que implica la violación de la
“regla de derecho” (art. 309 de la Carta), toda vez que aquella garantía
está consagrada por normas de superior rango y aún por específicas
normas reglamentarias (arts. 12, 66 y 72 de la Constitución y arts. 71, 75
y 76 del Decreto 500/91…” (Sent. 780/07).”
La sentencia No. 182/2011, que recayó en un proceso promovido por
otros afectados por la Resolución 258/2007, se remite in totum a la
fundamentación de la sentencia parcialmente transcripta.
III.II) Una vez que dichas sentencias quedaron ejecutoriadas, la DGI
recompuso el procedimiento administrativo, de manera de subsanar la
irregularidad procedimental y dictar un nuevo acto que determinara las
obligaciones de las contribuyentes, impusiera las sanciones tributarias
correspondientes y responsabilizara a sus representantes.
La Administración, al recibir las sentencias anulatorias, consideró
que correspondía incorporar la documentación que se había omitido
incorporar inicialmente al expediente e, inmediatamente, revitalizar el
procedimiento. Todo ello, en el entendido que la anulación resuelta por el
TCA se había fundamentado en razones formales o de procedimiento. Así
lo sugirieron los Dres. Fernanda SAN MARTÍN y Leonardo BON, por el
informe que corre a fs. 748 de los A.A. – Pieza II en el que dijeron:
“….dado que el acto impugnado fue anulado por razones formales, se
sugiere se proceda en forma inmediata a incorporar la documentación
base de la determinación sobre base presunta y conferir vista de las
actuaciones.”
Ese dictamen fue compartido por la superioridad, que ordenó que la
Administración, incorporara la documentación que originalmente se había
omitido glosar al expediente.
Y así se hizo.
Se fueron incorporando los distintos elementos probatorios en base a
los cuales, oportunamente, se había realizado la determinación presuntiva
(ver documentación de fs. 754 a 883 de los A.A. – Pieza II; 932 a 1166;
1193 a 1230 de los A.A. – Pieza III y 1302 a 2629 de los A.A. – Piezas IV,
V y VI).
Solamente una parte de la documentación, inicialmente empleada
para hacer la determinación en cabeza de la contribuyente co-actora LA
ANCHOA S.A., no fue ubicada por la Administración. Ello determinó que
se hiciera una corrección en la cuantificación de las obligaciones
oportunamente determinadas a esa contribuyente, para ajustarla a la
documentación respaldante que efectivamente se incorporó el expediente
(fs. 1175 a 1185 de los A.A. – Pieza III y dictamen letrado del
Departamento Jurídico – Sección Apoyo Contencioso suscrito por la Dra.
Sol AGOSTINO de fs. 2625 de los A.A. – Pieza VI).
De todo lo actuado, se confirió puntualmente vista a todos los
interesados, la que no fue evacuada (fs. 2630-2631 de los A.A. – Pieza VI).
Seguidamente, se pasó al dictado del acto impugnado, por el que
nuevamente se determinaron las obligaciones tributarias de las sociedades
co-actoras; se les tipificaron las infracciones de mora y defraudación,
imponiéndoseles las multas correspondientes y se responsabilizó a sus
representantes.
IV) Análisis del agravio que denuncia la vulneración
del alcance de la cosa juzgada que dimana de las Sentencias de este
Tribunal 581/2010 y 182/2011
El agravio de la parte actora sobre este punto, se fundamenta en
sostener que las sentencias del TCA que oportunamente ampararon la
pretensión anulatoria articulada contra la Resolución del Director General
de Rentas No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007, anularon el acto por
razones de fondo y no, como entendió la Administración, exclusivamente
por razones formales. En la demanda señalaron que, a su entender, la
sentencia que pasó en autoridad de cosa juzgada concluyó que la
Administración no había probado los hechos en base a los cuales infirió la
existencia y cuantía de las obligaciones tributarias determinadas.
En base a esa premisa, la pretensora postuló que la Administración
Tributaria no estaba en condiciones de recomponer legítimamente el
procedimiento administrativo sin violentar la cosa juzgada de esas
sentencias anulatorias (las Nos. 581/2010 y 182/2011).
El Tribunal considera que no resulta de recibo el agravio.
El Cuerpo coincide con la interpretación del contenido resolutivo y
de los fundamentos de las sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011 de este
Tribunal, realizada por la Administración Tributaria demandada.
En efecto, esas sentencias ampararon la pretensión anulatoria
exclusivamente en base al amparo de un agravio de orden formal o
procedimental. Al detallar los agravios que se examinarían (segundo
párrafo del CONSIDERANDO II) el Tribunal consignó que: “Los agravios
deducidos radican en la existencia de vicios formales…..”. Y en el
colofón final de la sentencia (CONSIDERANDO V), se dijo:
“En suma, la ausencia de la garantía que significa la oportunidad
de contralor de la prueba, que y da motivo a la resolución agraviante,
configura vicio formal que invalida lo actuado y justifica el acogimiento
de la demanda incoada.” (las referencias se toman de la Sentencia
581/2010).
Al ser un vicio en el procedimiento administrativo el que ameritó el
amparo de la pretensión anulatoria -en este caso un vicio en la
conformación del expediente, por omitir incorporar regularmente la prueba
de cargo- es evidente que todo lo actuado luego que ese vicio
procedimental se produjo, resultaba inválido. Ese vicio fue el que
determinó que se anulara el acto final del procedimiento (en este caso la
Resolución del Director General de Rentas No. 258/2007 del 2 de marzo de
2007).
Al ocurrir un vicio de este tipo en el procedimiento administrativo,
todos los actos que se dictan a consecuencia del acto procedimental
inficionado (en este caso, a consecuencia de medios probatorios que no
fueron válidamente adquiridos para el procedimiento), resultan irregulares.
Ahora bien, al ser el vicio que motivó la anulación un vicio de
procedimiento o formal, ello no impide que el mismo se subsane -siempre
que esto sea posible- y se vuelva a recomponer el procedimiento
administrativo a partir del estadio procedimental en que la irregularidad
invalidante se verificó. La realización de los cometidos de la
Administración la pone en la situación jurídica de deber; y debe
necesariamente revitalizar el procedimiento administrativo a partir del
momento en que el vicio formal se produjo.
En el caso de la Administración Tributaria, tiene el deber de
perseguir sus créditos mientras estos no se extingan por alguno de los
modos de extinción legalmente previsto. Y, se convendrá con el Tribunal,
que el error procedimental en el procedimiento administrativo de
determinación no es uno de ellos.
A modo de ejemplo, si la decisión que motiva la anulación es la
omisión de conferir la vista previa, nada impide a la Administración -luego
que recae una sentencia anulatoria que ampara la demanda por ese vicio
procedimental- recomponer el procedimiento, conferir la vista previa de
precepto y dictar un nuevo acto con idéntico contenido (siempre que los
descargos -si es que se articularon- hayan sido examinados y no se hayan
considerado de recibo).
Lo mismo sucede en casos como en el que nos ocupa, en que se
omite incorporar al expediente toda o parte de la prueba de cargo en que se
fundamenta el acto; evidentemente ello irroga una irregularidad
invalidante, porque deja en indefensión a los interesados. De todas
maneras, si la Administración cuenta con esos elementos de prueba, está
habilitada a incorporar esos elementos probatorios para subsanar el vicio
formal y dictar un nuevo acto.
Y, nuestra doctrina clásica así lo ha admitido, desde larga data.
Basta para ello con recordar la opinión de un autor clásico como
Héctor GIORGI, que sostiene que si en vez de existir una ilegalidad
material del contenido del acto, éste ha sido anulado por un vicio de orden
formal: “…la Administración podrá reproducirlo en su contenido, sin
violación de la cosa juzgada si observa las reglas de forma y competencia
en su nueva emisión.” (GIORGI, Héctor: “El Contencioso Administrativo
de Anulación”, Biblioteca de Publicaciones Oficiales de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la República,
Montevideo, 1958, págs. 297-298; en idéntico sentido DURÁN
MARTÍNEZ, Augusto: “Contencioso Administrativo”, FCU, Montevideo,
2008, pág. 338).
El Tribunal no ignora que, en la actualidad, doctrinariamente, se han
impulsado sobre este punto otras tesis, como la llamada “doctrina del tiro
único”; que postula que la anulación de un acto por razones formales inhibe
a la Administración de reeditar su obrar, en el entendido que no existe
disposición constitucional habilitante de las retroacciones administrativas
(véase en tal sentido PÉREZ NOVARO, César y PATRITTI, Marcelo: “La
anulación jurisdiccional, la autocomposición del litigio y los límites de la
recomposición administrativa en materia tributaria”, Revista Tributaria, T.
XLI, Nº 241, Edición Especial 40° Aniversario 1974-2014, Julio-Agosto
2014, págs. 611 y siguientes; asimismo relevando las precitadas posiciones
en doctrina, aunque sin asumir posición sobre el punto, véase también CAL
LAGGIARD, Maximiliano: “La congruencia de las sentencias del Tribunal
de lo Contencioso Administrativo”, Revista de Derecho Público, Nº 24,
Julio 2015, pág. 22, en especial, nota al pie Nº 16).
No obstante ello, no es posible soslayar que, incluso en España,
donde tiene su origen la llamada “doctrina del tiro único”, ésta ha sido
rechazada por la jurisprudencia más encumbrada. La sentencia española de
las que hace caudal nuestra doctrina para impulsar y sostener su recepción
en nuestro medio, fue casada por la Sentencia de la Sala de lo Contencioso
Administrativo del Tribunal Supremo Español en sentencia del 19 de
noviembre de 2012. Si bien esto es un hecho y no un dato definitorio, no
puede negarse que la tesis “doctrina del tiro único” no es la predominante
en la jurisprudencia española.
Ese alto órgano jurisdiccional consignó en esa sentencia, en términos
que en lo conceptual se comparten, que: “La estimación del recurso
contencioso administrativo frente a una liquidación tributaria por razón
de una infracción de carácter formal, o incluso de carácter material,
siempre que la estimación no descanse en la declaración de inexistencia
o extinción sobrevenida de la obligación tributaria liquidada, no impide
que la Administración dicte una nueva liquidación en los términos
legalmente procedentes, salvo que haya prescrito su derecho a hacerlo,
sin perjuicio de la debida subsanación de la correspondiente infracción
de acuerdo con lo resuelto por la propia Sentencia.”
En el caso en examen, la posibilidad de recomponer el procedimiento
resulta implícitamente admitida por la actora, que no la cuestiona, sino que
niega que el vicio que motivó la anulación fuera un vicio de forma
propiamente dicho.
Cabe subrayar que, a juicio del Tribunal el vicio que ameritó la
anulación resuelta oportunamente, es estrictamente un vicio de forma y, por
esa razón, la Administración estaba indudablemente habilitada a
recomponer el procedimiento a partir de la estación procedimental que el
mismo se produjo.
Y eso es lo que, como se detalló al reseñar los antecedentes, hizo la
DGI. Luego de recaídas las sentencias anulatorias, incorporó los elementos
probatorios que oportunamente había omitido agregar al expediente y, con
esos elementos probatorios, confirió a los interesados la oportunidad de
controlar lo actuado (fs. 2630-2631 de los A.A. – Pieza VI).
Estando la Administración habilitada a recomponer el procedimiento,
por haberse anulado la resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007, no
resulta de recibo el agravio que denuncia violaciones a la cosa juzgada que
dimana de las Sentencias Nos. 581/2010 y 182/2011. Pero, además, en la
lógica de los pretensores, la actual calificación jurídica del vicio
oportunamente detectado y revalidado por el Tribunal en las precitadas
Sentencias, supondría la alteración de los efectos de la cosa juzgada. No
resulta posible, que en proceso posterior una de las partes interprete la
categorización jurídica de una irregularidad invalidante que el TCA en tales
pronunciamientos expresamente remarcó.
Sin perjuicio de anotarse, que la recomposición del procedimiento se
hizo de manera regular, puesto que los elementos probatorios en que
oportunamente se había fundado la determinación sobre base presunta
realizada,
fueron
finalmente
incorporados
al
expediente
como
correspondía.
Es más, este punto no fue ni siquiera puesto en tela de juicio por la
actora. Y cabe destacar que la Administración obró con mesura y buen tino,
porque cuando no logró hacerse de toda la prueba respaldante de la
determinación oportunamente realizada, de oficio, ordenó confeccionar una
nueva liquidación, como sucedió en relación a la co-actora LA ANCHOA
S.A. (ver en tal sentido fs. 1175 a 1185 de los A.A. – Pieza III y dictamen
letrado del Departamento Jurídico – Sección Apoyo Contencioso suscrito
por la Dra. Sol AGOSTINO de fs. 2625 de los A.A. – Pieza VI).
En otro orden, tampoco la admisión de la Administración de que se
le devolviera a la interesada el dinero retenido a consecuencia de la
adopción de las medidas cautelares tributarias y de la promoción del
proceso ejecutivo que le siguió, puede leerse como una admisión de la
inexistencia de su crédito.
Fue, simplemente, la consecuencia de la sentencia que anuló el título
ejecutivo del proceso ejecutivo fiscal oportunamente promovido. Como
consecuencia de esa anulación correspondía devolver el dinero embargado,
pero ello no puede entenderse como una renuncia al crédito tributario,
como pretende la actora.
En suma, el agravio en examen debe ser repelido por las razones
expuestas, puesto que no cabe objetar en este punto el obrar administrativo.
V) Sobre el agravio que denuncia la prescripción
extintiva de las obligaciones tributarias.
El Tribunal, por las razones que expondrá seguidamente, entiende
que este agravio tampoco resulta de recibo. Sin perjuicio de lo cual,
corresponde hacer algunas precisiones, en especial en atención a lo que
expresa el Sr. Procurador del Estado en lo Contencioso Administrativo en
su dictamen de fs. 101-102, cuyos fundamentos jurídicos el Tribunal no
comparte, y repelerá el agravio que denuncia la prescripción, pero por
razones distintas a las postuladas en el dictamen del Sr. Procurador del
Estado en lo Contencioso Administrativo.
V.I) Las obligaciones tributarias determinadas por el acto
encausado no se ven alcanzadas por la prescripción, porque:
i) El término de prescripción de diez años que venía corriendo se
suspendió por la interposición de los recursos contra la Resolución No.
258/2007 del 2 de marzo de 2007, que fue anulada por el TCA por las
Sentencias 581/2010 y 182/2011. Y también se suspendió por la promoción
de los procesos contencioso-anulatorio que culminaron con el dictado de
dichas sentencias, hasta que éstas quedaron ejecutoriadas.
ii) Se interrumpió luego con la notificación de la resolución
encausada en este proceso el día 1º de junio de 2012 (fs. 2642-2643 de los
A.A. – Pieza VI).
Si se contabilizan estos eventos que suspendieron el plazo de
prescripción y, luego, el que interrumpió la prescripción, se colige
fácilmente que la prescripción no se consumó. No prescribieron ni siquiera
las obligaciones más antiguas de las determinadas, que son las que
corresponden al año 2000.
A continuación se fundamentará el criterio del Tribunal para el
cómputo de la prescripción de la forma más detallada posible.
V.II) El plazo de prescripción aplicable. En primer lugar, está fuera
de discusión que, el plazo originalmente aplicable a la prescripción de las
obligaciones determinadas, es el de diez años (art. 38 inciso 2º del CT).
Está probado -y ni siquiera fue controvertido- que las contribuyentes coactoras incurrieron en la infracción de defraudación que les fue tipificada;
por lo que se verificó uno de los supuestos que hacen que el plazo
prescripcional aplicable sea el de diez años.
V.III) Ni las actas finales de inspección labradas durante el
procedimiento que derivó con el dictado de la Resolución Nº 258/2007
del 2 de marzo de 2007 (que fue anulada por el TCA por las Sentencias
581/2010 y 182/2011) ni la notificación de la resolución anulada,
interrumpieron la prescripción.
A juicio del Colegiado, resulta evidente que, hay dos eventos que no
pueden contabilizarse como interruptivos de la prescripción en la
emergencia, porque al anularse la Resolución No. 258/2007 perdieron
eficacia:
i) No pueden tenerse en cuenta para el cómputo de la prescripción las
actas
finales
de
inspección
labradas
durante
el
procedimiento
administrativo que derivó en el dictado de la Resolución No. 258/2007 del
2 de marzo de 2007; que fue anulada por el TCA por las Sentencias
581/2010 y 182/2011.
ii) Tampoco puede considerarse la notificación de la resolución
anulada (Resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007). Si la anulación
extingue los efectos del acto, la eficacia de la notificación de un acto
anulado no puede pervivir.
En efecto, el vicio procedimental que ameritó el dictado de las
multicitadas sentencias (Nos. 581/2010 y 182/2011); fue un vicio en la
obtención de la prueba de cargo para realizar la determinación sobre base
presunta. Es, evidentemente, un vicio que se produjo en un estadio
procedimental anterior al labrado de las actas finales de inspección a las
distintas contribuyentes co-actoras.
Y desde luego, al haberse anulado la Resolución No. 258/2007 por el
TCA, la notificación de ese acto administrativo no puede valer como
evento interruptivo, porque la anulación extingue sus efectos.
Como bien enseña BLANCO, en los casos en que la anulación del
acto de determinación se decide por el amparo de un vicio procedimental
anterior al acta final de inspección, la Administración perderá dos actos
interruptivos de la prescripción: i) el acta final de inspección y ii) la
notificación del acto de determinación (Cf. BLANCO, Andrés: “Dos
problemas de la prescripción de la obligación tributaria”, Revista
Tributaria, T. XL, No. 233, págs.. 206 y 207; también BLANCO, Andrés:
“Análisis de ciertos aspectos de la prescripción de la obligación tributaria”,
CADE, Doctrina & Jurisprudencia, T. XXX, Febrero 2015, pág. 59).
No puede reconocerse eficacia interruptiva a la notificación de actos
que fueron anulados por el TCA; y si la anulación se debe a un vicio que se
presenta con anterioridad a algún acto preparatorio del acto final (como lo
es el acta final de inspección en relación al acto final de determinación),
tampoco puede reconocérsele eficacia a ese acto preparatorio.
Por ello no se comparte, ni la tesis del Sr. Procurador del Estado en
lo Contencioso Administrativo, ni las postulaciones de las partes en torno a
la eficacia interruptiva de estos actos. Con propósitos distintos, tanto las
partes como el Sr. Procurador del Estado en lo Contencioso Administrativo
le atribuyen eficacia interruptiva a algunos de estos actos (ora al acto de
notificación del acto de determinación anulado ora a las actas finales de
inspección que le precedieron). Ello no corresponde, porque sería
desconocer los efectos de las sentencias anulatorias y su proyección.
El Tribunal ya ha tenido ocasión de pronunciarse, sosteniendo que la
notificación de actos de determinación anulados, obviamente no puede
valer como evento interruptivo, porque sería desconocer que la anulación
jurisdiccional extingue los efectos del acto. En tal sentido, es menester
recordar la Sentencia 268/2015, en la que se afirmó:
“En criterio del Cuerpo, no corresponde compartir el criterio
postulado por el Sr. Procurador del Estado en su dictamen, en cuanto
entiende que la notificación de los actos de determinación que el
Tribunal anuló por la Sentencia No. 313/2009 -evento que se verificó el
26/4/2004 (fs. 468/469 Pieza II A.A.)- interrumpió la prescripción.
Particularmente, por cuanto implicaría -de accederse al mentado
criterio- reconocerle eficacia a actos declarados nulos con efecto ex tunc
por este Colegiado. Debe de verse que, este órgano jurisdiccional por la
Sentencia No. 313/2009, anuló las resoluciones impugnadas, con la
consecuencia de que dichas resoluciones desaparecieron del mundo
jurídico, debiéndose considerar como nunca dictadas y, por ende, no
pueden hacerse pervivir, bajo ningún concepto, los efectos que puede
haber generado su notificación (en este caso, el de interrumpir la
prescripción).
“La regla a la que hay que atender es a que, en principio y salvo
que una norma legal disponga lo contrario, lo nulo no produce efecto
alguno. Son sumamente acertadas las citas de doctrina y jurisprudencia
que, sobre este punto, hace la actora, que demuestra con claridad cómo a
la notificación de esos actos declarados nulos por el Tribunal, no se le
puede reconocer ningún efecto jurídico. Si bien la notificación de un acto
no constituye un requisito de perfeccionamiento de éste sino de eficacia
(Cfe. Sentencia N° 291/2013, entre otras), la virtualidad interruptiva el
legislador la subordina a la notificación del acto de determinación. Por
ello, si desaparece del mundo jurídico la voluntad administrativa, la
operación material que le accede y por la que se verificó la publicidad o
conocimiento carece de contenido o sustancia en orden a desplegar
plenos efectos jurídicos. Para ser más gráficos, la notificación de algo
que “no existe” no puede tener virtualidad operativa en orden a
“mantener con vida” el crédito tributario. No se trata, en la emergencia,
de que el intérprete realice distingos que el legislador no realizó en el art.
39 CT. Por el contrario, la solución que impuso implica considerar
globalmente la eficacia de una sentencia anulatoria del TCA y su
proyección sobre la situación jurídica infringida.”
Como ya lo enseñaba SAYAGUÉS LASO: “Al dictarse sentencia
anulatoria, el acto se extingue de pleno derecho en virtud del
pronunciamiento jurisdiccional. Además, como la extinción se funda en la
invalidez del acto, considérese que éste no ha tenido existencia válida y por
lo tanto todos los efectos de la extinción se proyectan hacia el pasado.”
(SAYAGUÉS LASO, Enrique: “Tratado de Derecho Administrativo”, T.
II, FCU, Montevideo, 1987, pág. 596).
Con su habitual claridad, enseña CAJARVILLE que: “La anulación
de un acto, descripta por sus consecuencias jurídicas, consiste en la
supresión definitiva de sus efectos con retroactividad al momento de su
perfeccionamiento. Para ello, corresponde restituir en el presente una
situación idéntica a la que habría existido si el acto anulado nunca se
hubiera dictado.
La retroactividad de los efectos de la anulación sólo puede consistir
en el restablecimiento en el presente de la situación existente antes de la
emanación del acto anulado, de manera que la situación venga a ser,
jurídica y materialmente, al presente, a partir de la anulación, tal como si
aquel acto no hubiera existido. Como el acto administrativo inválido, pese
a su ilegitimidad, estaba produciendo sus efectos jurídicos, el
restablecimiento de la situación anterior a su dictado importa una
modificación de la situación existente antes de la anulación.”
(CAJARVILLE PELUFFO, Juan Pablo: “Breve presentación de la
jurisdicción contencioso administrativa uruguaya” en “Sobre Derecho
Administrativo”, Tomo II, FCU, 3ª Edición, Montevideo, 2012, págs. 641 a
642; específicamente en materia tributaria cabe remitirse -una vez más- al
trabajo de BLANCO, Andrés: “Dos problemas…”, cit., págs. 206-207).
Si así debe hacerse, no puede reconocérsele eficacia interruptiva de
la prescripción a la notificación de los actos anulados. La anulación de los
actos administrativos, proyecta sus efectos hacia el pasado (tiene efecto ex
tunc). Por lo tanto, cabe insistir, que cuando se produce, deben
desconsiderarse los efectos que el acto anulado o revocado por razones de
legalidad desplegó.
Por las razones largamente expuestas en este apartado, no puede
reconocérsele eficacia interruptiva ni a las actas finales de inspección
labradas antes del dictado de la Resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de
2007 (que fue anulada por el TCA por las Sentencias 581/2010 y 182/2011)
ni a la notificación de esa volición, anulada jurisdiccionalmente.
V.IV) La interposición de los recursos contra la Resolución Nº
258/2007 del 2 de marzo de 2007 (que fue anulada por el TCA por las
Sentencias 581/2010 y 182/2011) y la promoción de los procesos
contencioso-anulatorios
hasta
que
las
sentencias
quedaron
ejecutoriadas, suspendieron el curso de la prescripción (art. 40 del
CT).
La parte actora también aboga por desconsiderar la suspensión del
plazo prescripcional generado por la recurrencia administrativa de la
Resolución No. 258/2007 del 2 de marzo de 2007 y la promoción de los
procesos contencioso-anulatorios contra ésta. Su tesis, se funda en sostener
que lo dispuesto en el art. 40 del CT no rige en los casos en que la
sentencia anulatoria anula el acto por razones de forma; en esos casos, los
eventos suspensivos de la prescripción previstos en el citado artículo, a su
entender no regirían.
A juicio del Tribunal tampoco es de recibo este argumento, porque el
art. 40 del CT no habilita a hacer el distingo que pretende la actora. Así lo
sostuvo ya el Cuerpo en la Sentencia 224/2013, cuyos fundamentos se
consideran enteramente trasladables al ocurrente.
En doctrina, la tesis interpretativa adoptada por el Tribunal en la
referida sentencia es sostenida también por el Prof. Andrés BLANCO. En
efecto, como bien señala este autor, el texto del art. 40 del CT no hace
excepciones, por lo cual toda conducta calificada jurídicamente como
“interposición de recurso administrativo” o “interposición de acción
jurisdiccional” suspende el plazo de prescripción (Cf. BLANCO, Andrés:
“Análisis…”, cit., págs. 58-59; sin perjuicio de que no se desconocen las
opiniones en contrario, por ejemplo: BARREIRO, Pablo y PEZZUTTI,
Miguel: “Dos cuestiones respecto de la prescripción: pago posterior a su
acaecimiento y los efectos de la sentencia del TCA respecto del tiempo
transcurrido”, La Ley URUGUAY, No. Junio 2011, págs. 5 y siguientes y
PÉREZ NOVARO, César: “Modos de extinción de la obligación
tributaria”, FCU, Montevideo, 2013, pág. 366).
En efecto, el art. 40 del CT es terminante en que en todos los casos la
interposición de recursos administrativos y de acciones jurisdiccionales
suspenden el curso de la prescripción. Por ende, la tesis de la pretensora,
abrogatoria de lo dispuesto en el art. 40 del CT no puede ser recibida.
V.V) En definitiva, en la emergencia, el plazo de 10 años de la
prescripción extintiva de las obligaciones se suspendió primero por la
interposición de los recursos administrativos interpuestos el 11 de junio de
2007 (fs. 606 de los A.A. – Pieza II) contra la Resolución No. 258/2007 del
2 de marzo de 2007. El curso de la prescripción se suspendió hasta que se
configuró la denegatoria ficta a la recurrencia movilizada. Luego volvió a
suspenderse a partir del 7 de abril de 2008 hasta que las Sentencias Nos.
581/2010 y 182/2011 quedaron ejecutoriadas.
Si se descuentan esos períodos de suspensión, es evidente que la
prescripción no operó para ninguna de las obligaciones determinadas. El
plazo de diez años no llegó a transcurrir ni siquiera para las más antiguas,
que son las que corresponden al año 2000. Con tales entendimientos,
procede descartar también este agravio que denuncia la prescripción
extintiva de las obligaciones.
Por estos fundamentos el Tribunal, en concordancia con la solución
propuesta por el Sr. Procurador del Estado en lo Contencioso
Administrativo y, en atención a lo dispuesto por los arts. 309 y 310 de la
Constitución de la República y 38 a 40 del CT,
FALLA:
Desestímase la pretensión anulatoria y, en su mérito,
confírmase el acto impugnado, sin especial condenación procesal.
A los efectos fiscales, fíjanse los honorarios del
abogado de la parte actora en la cantidad de $22.000 (pesos uruguayos
veintidós mil).
Oportunamente,
devuélvanse
los
antecedentes
administrativos agregados; y archívese.
Dra. Sassón (r.), Dr. Harriague, Dr. Gómez Tedeschi, Dr. Tobía, Dr.
Echeveste.
Dr. Marquisio (Sec. Letrado).
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