La Violencia Sexual durante el conflicto armado interno

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La Violencia Sexual durante el conflicto armado
interno en guatemala y la necesidad de recordar para
construir memoria colectiva desde las mujeres1.
Yolanda Aguilar
Consorcio Víctimas de Violencia Sexual a actoras de cambio por Guatemala
Es necesario diferenciar: los recuerdos, los testimonios y
la memoria. Nadie puede escoger nuestros recuerdos, los
testimonios son públicos. La memoria es aquella construcción
social de recuerdos que le permite anclar a los sujetos en una red
de significados. UN LUGAR DENTRO DE UNA MEMORIA
COLECTIVA. Es una necesidad que proviene de hacer historia y
reconocerse en la historia.
AVANCSO, 2005.
Un cruento y prolongado conflicto armado dio inicio en Guatemala en 1960, habiendo
culminado en el año 1996, como resultado de la firma de los acuerdos de paz. El
surgimiento y prolongación de ese conflicto a lo largo de 36 años es el resultado de la
acumulación de múltiples factores. Peso fundamental tienen aquellos de carácter
estructural, hondamente arraigados en historia económica, social, política y cultural de
la sociedad guatemalteca. Destacan la arcaica estructura socioeconómica, el carácter
excluyente del sistema político heredado de la época colonial, la intervención extranjera
que abortó un proyecto nacional de transformación social, así como la discriminación y
el racismo contra los pueblos indígenas.
Estructura socioeconónomica y sistema político
Desde la colonización española los indígenas fueron sistemáticamente despojados de
sus tierras y se instauró una estructura de tenencia de la tierra con una alta
concentración en un reducido número de latifundistas. Esa estructura ha perdurado hasta
la época actual. A la fecha el 57% de la tierra se halla en poder del 2% de propietarios
(fincas mayores de 45 hectáreas). En el otro extremo, el 3% de la tierra corresponde al
45% de propietarios (minifundios menores de 0.7 ha).2
La inequitativa distribución del ingreso es otro de los grandes problemas
socioeconómicos del país. El quintil de la población con los ingresos más altos acapara
el 61% del ingreso nacional, mientras que el quintil con el ingreso más bajo recibe el
3.5% de los ingresos3.
1
Ponencia elaborada en base al Marco Conceptual elaborado para la investigación “Procesos generadores
de Condiciones Habilitantes para la exigencia de Justicia por parte de las mujeres sobrevivientes de
violencia sexual durante el conflicto armado guatemalteco”; Ponencia elaborada para el 1er. Encuentro de
Salud Mental en Guatemala 2005 y Ponencia elaborada para el Congreso de LASA 2006. Proyecto “De
victimas de violencia sexual actoras de Cambio: la lucha de las mujeres por la Justicia. Guatemala, 2006.
2
Instituto Nacional de Estadística, IV Censo Nacional Agropecuario, Tomo I. Guatemala, 2004.
3
PNUD Guatemala. Informe Nacional de Desarrollo Humano 2002.
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La tributación fiscal ha sido evadida sistemáticamente por las clases sociales
económicamente poderosas. Cuando fueron firmados los acuerdos de paz los ingresos
fiscales correspondían al 8 por ciento del producto interno bruto. Ese porcentaje se ha
incrementado levemente en los últimos años. Además, solamente un tercio de los
ingresos fiscales corresponde a impuestos directos. Como resultado, el sistema fiscal
guatemalteco es uno de los más bajos y regresivos a nivel mundial
Al estallar el conflicto armado en Guatemala el país tenía la tasa de matrícula bruta
más baja de América Latina y el Caribe en educación primaria, y ocupaba el segundo
lugar entre los países con menor expectativa de vida en la región.4 Por su estructura
socioeconómica, Guatemala ha sido clasificada por el PNUD como uno de los cuatro
países más desiguales a nivel mundial5.
El sistema minifundio-latifundio que prevalece en Guatemala, no ha significado
solamente una forma de uso de la tierra, sino ha constituido la base de un sistema
político en el cual los propietarios latifundistas han monopolizado el poder y asegurado
su dominación económica6.
Las principales características de la historia política de Guatemala han sido la exclusión,
la intolerancia, el autoritarismo y la represión. Sucesivos gobiernos dictatoriales
ejercieron la dominación con el fin de proteger los intereses económicos del grupo
oligárquico. Para ello el Estado recurrió desde épocas tempranas a la violencia como
mecanismo para acallar las voces de inconformidad ante el sistema imperante. La
tradición dictatorial ha impreso una huella muy fuerte en la cultura política nacional y
ha significado el cierre continuo de espacios de expresión y participación política7.
Además, la ausencia de mecanismos institucionales que permitieran canalizar las
inquietudes, reivindicaciones y propuestas de los distintos grupos de población definió
una cultura política marcada por la intolerancia. Se privilegió el autoritarismo como
mecanismo central de las relaciones entre el Estado y la sociedad.8
Durante el período de 1944-1954 hubo en Guatemala lo que se llamo el período de la
Revolución democrática que partió de la posibilidad de construir un país moderno en
uno de los países con más altos niveles de pobreza, exclusión y discriminación de
América Latina.
Diez años más tarde la primavera política llegó a su fin como resultado de la
intervención del Gobierno de los Estados Unidos. Ha sido ampliamente documentada la
campaña impulsada por la CIA en Guatemala, compuesta por guerra sicológica interna,
4
Banco Mundial, op. cit. P41
PNUD. Informe Mundial de Desarrollo Humano 2005.
6
Sandoval, Leopoldo. “El problema agrario guatemalteco”, en 500 años de lucha por la tierra. Volumen
2, FLACSO, Guatemala, 1992.
7
Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH). Guatemala: memoria del silencio. Guatemala, 1999.
8
CEH, op cit. pp 79-81
5
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organización y financiamiento de un ejército de mercenarios con la utilización de países
vecinos, así como el uso de su poder hegemónico en los organismos multilaterales.
Utilizaron para ello el pretexto y la retórica de lucha contra el comunismo internacional,
en el contexto de la guerra fría.
La intervención estadounidense jugó un papel de gran importancia en el
desencadenamiento de la guerra. Por un lado, un profundo sentimiento de frustración y
humillación se acumuló en amplios conglomerados sociales que habían sido actores o
habían disfrutado los beneficios del régimen democrático. Por otro lado, el cierre
violento de todos los canales de participación social y política, hizo que diversos grupos
llegaran a la conclusión de que la única alternativa para restaurar la democracia que les
habían arrebatado era la vía armada. Además, el contexto internacional, particularmente
el triunfo de la revolución cubana en 1959, así como la existencia de un bloque
socialista en Europa del Este, alimentó en esos grupos la idea de que era posible
transformar la sociedad de forma radical.
A partir de 1960 y especialmente durante las décadas de los 70 y los 80 se impulsaron
cada vez mayores niveles de toma de conciencia política por parte de organizaciones
magisteriales, estudiantiles, campesinas, obreras, así como grupos de base de la iglesia
católica en diferentes puntos del país. Importantes sectores de los diferentes pueblos
indígenas se incorporaron a las organizaciones guerrilleras. Comunidades enteras, se
vincularon como colaboradores o base social. La violencia política pública y sistemática
por parte del Estado jugó un importante papel para la incorporación masiva de los
pueblos indígenas a la insurgencia. Los relatos recabados en un pueblo de El Quiché …
hablan de descontento, cansancio, indignación, protesta, revueltas y odios cocinados a
fuego lento. Hablan de un conflicto abonado, de una relación de silencios, subterránea
–de aparente sumisión- que eclosiona y cuya opción más radical fue la adscripción a la
guerrilla9.
El estado contrainsurgente se había empezado a conformar en Guatemala desde los años
60. En ello el gobierno de los Estados Unidos había jugado un papel central. La política
contrainsurgente…estaba orientada por la Doctrina de Seguridad Nacional. Esta
doctrina tenía como propósito fundamental impedir la transformación del sistema
social, político y económico existente. Para ello se debían realizar acciones en todos
los campos, incluidos el "Campo Político", el "Campo Socioeconómico" y el "Campo
Psicosocial”10.
Entre 1982 y 1983, el gobierno de facto de Efraín Ríos Montt intensificó la estrategia de
tierra arrasada, que incluía masacres, ejecuciones, tortura, violaciones sexuales. Fueron
destruidas cientos de aldeas, principalmente en el altiplano, provocando un
desplazamiento masivo de la población civil que habitaba las áreas de conflicto.
Paralelamente el Ejército implantó estructuras militarizadas como las Patrullas de
9
Gonzáles, Matilde, Se cambió el tiempo, Conflicto y poder en territorio K’iche’, 1880-1996.
Cuaderno de investigación n°17, AVANCSO, Guatemala, enero del 2002
10
CEH, op cit.
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Autodefensa Civil (PAC) para consolidar su control sobre la población, buscando
contrarrestar la influencia de la insurgencia11.
La guerra provocó que importantes sectores de la población buscaran refugio en el
extranjero o se desplazaran internamente. 45,000 personas estuvieron refugiadas
legalmente en México. Se estima que hubo un millón de desplazados internos; 200,000
se organizaron en Comunidades de Población en Resistencia, en las montañas de
Guatemala; 400,000 personas se exiliaron en México, Belice, Honduras, Costa Rica y
Estados Unidos. El desplazamiento, si bien fue un fenómeno constante a lo largo del
conflicto, adquirió dimensiones masivas al principio de la década de los 80. En las
zonas del altiplano golpeadas por la política de tierra arrasada en algunos momentos se
produjo el desplazamiento de hasta el ochenta por ciento de la población.12 La política
contrainsurgente alcanzó niveles de genocidio.
LOS CUERPOS DE LAS MUJERES COMO CAMPO DE BATALLA
SIMBÓLICO Y LITERAL13 DURANTE EL CONFLICTO
ARMADO.
En todo el mundo, miles de mujeres han sido víctimas de violencia sexual en
situaciones de conflicto armado. La violencia sexual se configura como un instrumento
de guerra, cuya finalidad es lograr una conducta de sometimiento por parte de la
víctima, arma de lucha contrainsurgente cuyo objetivo es la degradación de las víctimas
desde su identidad sexual y una forma de violencia hacia la comunidad a través del daño
a la intimidad de las mujeres.
Es un hecho que violenta el ser integral de la persona, transgrede los límites corporales,
emocionales y energéticos que dan seguridad, control y autonomía personal: por tanto,
desestabiliza a la totalidad del ser. En condiciones de guerra los efectos son mucho más
devastadores, pues el tejido social más próximo está roto y la condición humana está en
un estado límite, de extrema vulnerabilidad. El motivo del ataque sexual no es
primordialmente el placer o la satisfacción sexual del agresor, sino que tiene que ver
con poder, control, dominación y humillación.14
En este sentido, el cuerpo de las mujeres cobra en tiempo de guerra toda su dimensión
simbólica como propiedad masculina. Es una lógica bélica en la que el cuerpo de las
mujeres está visto como propiedad del enemigo que, como todas las otras, debe de ser
destruida y expropiada para debilitar y destruirlo. En otras palabras “el cuerpo femenino
se conquista por la misma razón que el territorio y (como) manifestación de la realidad
de su conquista, una victoria que está al alcance de la mano.”15
11
CEH, op cit
REMHI. Guatemala Nunca Más. Guatemala, 1998.
13
Amnistía Internacional. Crímenes contra mujeres en situaciones de conflicto. 2004.
14
De victimas a Actoras. Seminario de Salud Mental. Guatemala, 2003
12
15
Terrason, Briggitte Las violaciones de guerra y las mujeres en Francia durante el primer conflicto mundial: 19141918. En: Las mujeres y las guerras. El papel de las mujeres en las guerras de la edad Antigua a la Contemporánea.
Mary Nash y Susana Tavera (eds) Icaria. Antrazyt. Pp.315
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Se mezclan pues, significados asignados históricamente a los cuerpos de las mujeres
como objetos de apropiación violenta y esclavitud sexual16 en escenarios de guerra en
donde “la violación es transformada en arma adecuada contra el enemigo femenino y a
través de éste contra el masculino” El cuerpo de las mujeres se transforma en la
prolongación casi lógica del combate(…), una arma de guerra como otra cualquiera17.
En Guatemala, dos informes dan cuenta de los significados que la violación sexual tuvo
para las victimas. El Informe Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria
Histórica -REMHI- Informe “Guatemala, Nunca Más” realizado por la Oficina de
Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, reconoció que:
a) La violación constituyó una demostración de poder como parte de la estrategia de
terror que pretendía definir con claridad quien dominaba y quien debería
subordinarse.
b) Una victoria sobre los oponentes, en función no solo de lo que representaban por
sí mismas, sino en función de lo que representaban para los otros y como objetivo
político para agredir a otros.
c) Una moneda de cambio, en algunos casos como única forma de sobrevivir ellas
mismas o sus hijos.
d) Como botín de guerra, premio o compensación a los soldados por su participación
en la guerra.
e) Como tortura sexual extrema.
En muchos de los casos presentados, queda claro el desprecio que los violadores
tuvieron hacia la condición femenina de sus víctimas, y cómo, al ultrajar su dignidad,
quebrantaron y desmoralizaron la identidad comunitaria. “Durante esas violaciones
masivas, a muchos hombres que ya estaban haciendo patrulla los obligaron a
presenciar cómo los soldados y demás patrulleros violaban impunemente a su madre,
hermana, esposa o hija. Algunos patrulleros pidieron que cesaran los abusos cometidos
a sus mujeres”.18
La violación en tiempos de conflicto armado cobró significados como “la profanación
de una propiedad, la predación de un bien y el honor del hombre (enemigo) puesto en
entredicho, no el de la mujer”19 Su objetivo siempre fue servir como instrumento de
destrucción. Destrucción de cuerpos femeninos considerados propiedad de enemigos
masculinos. Su norma: utilizar la violencia sexual contra mujeres.
Radica Coomaraswamy Relatora Especial de NNUU sobre Violencia contra la Mujer
precisó al respecto, en su Informe de 1998: Más que el honor de las víctimas, el blanco
de la violencia sexual contra las mujeres es lo que se percibe como el honor del
16
Red de Educación Popular entre Mujeres –REPEM-. Cecilia Millán. Seminario Virtual “Educar para no
discriminar”. Fotocopias. Julio, 2001.
17
Terrason. Op. Cit. Pp. 324-325.
18
Gonzalez, Matilde. AVANCSO. Conflicto y poder en territorio K’iche’. La violación. Capítulo XI. Una
norma del tiempo de obscuridad y muerte. Guatemala, 2002. Pp. 416.
19
Terrason. Op. Cit. Pp. 323
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enemigo… Es un mensaje de castración y mutilación al mismo tiempo. Es una batalla
entre hombres que se libra en los cuerpos de las mujeres20.
Por su parte, el Informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) de
Naciones Unidas, Guatemala “Memoria del Silencio” añadió significados a la violencia
sexual contra mujeres como forma eficaz de generar terror, como indicador premeditado
para la estrategia de ejecución21 y como patrones de violación sexual masiva que
organizaron la violencia dirigida contra mujeres mayoritariamente indígenas.
Los patrones de violación masiva contra mujeres mayas que estableció la CEH fueron
los siguientes:
a) Las mujeres indígenas fueron víctimas de violencia sexual en sus comunidades o
en áreas de desplazamiento y refugio en el curso de masacres perpetradas por
elementos del Ejército como práctica habitual durante los años 1981 y 1982. En
este último año fue notoria la participación de PAC.
b) Las mujeres indígenas refugiadas en las montañas fueron víctimas de violaciones
sexuales consumadas por elementos del ejército y PAC en el momento de su
captura.
c) Las mujeres indígenas fueron víctimas de violaciones sexuales consumadas por
elementos del ejército y PAC durante detenciones colectivas en edificios públicos
y religiosos ocupados por los militares.
d) Las mujeres indígenas fueron víctimas de violaciones sexuales consumadas por
elementos del ejército en comunidades donde se instalaron los destacamentos
militares.
e) Las mujeres indígenas fueron víctimas de violaciones sexuales consumadas por
elementos del ejército cuando realizaron cateos o allanamientos a sus casas. Los
comisionados militares y los jefes de las PAC cometieron violaciones sexuales
contra mujeres indígenas en sus propias comunidades.
f) Se cometieron violaciones sexuales múltiples bajo uniones forzadas.22
En el Informe: Guatemala Memoria del Silencio se establece que las mujeres fueron
víctimas de todas las formas de violación a derechos humanos, pero además “sufrieron
formas específicas de violencia de género”, mismas que se concretizan en la violencia
sexual y en las que el porcentaje de mujeres alcanza el 99% de los casos registrados.23
Para las mujeres mayas, la violencia sexual sumó el racismo como factor de contexto,
determinado históricamente, que contribuyó al genocidio24.
20
Amnistía Internacional. Colombia, cuerpos marcados, crímenes silenciados. Violencia sexual contra
las mujeres en el marco del conflicto armado. DOC. ONU. E/CN.4/1998/54, parr. 12. Pp26.
21
Comisión de Esclarecimiento Histórico. Guatemala, Memoria del silencio. Tomo III. Pp.
22
Idem. Pp. 28-29.
23
Idem. Pp. 19.
24
Brett, Roddy. Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos –CALDH-. Conferencia. En :
Genocidio, la máxima expresión del racismo. Primer Encuentro en Guatemala sobre Racismo y
Genocidio. Guatemala, 2004.
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La violación sexual como expresión de racismo misógino, es decir de odio a las
mujeres, pues el racismo escoge a sus víctimas, no solo por ser victimas del conflicto
sino porque tienen cuerpos femeninos. No se viola mayoritariamente a los hombres, se
viola a las mujeres y a las niñas y niños. Y es porque las mujeres tenemos cuerpos que
reproducen vida pero además porque esos cuerpos se consideran cumplidores de
servicios domésticos y de servicios sexuales.25
El Informe de la CEH, reconoce que las víctimas directas de violación sexual fueron
principalmente mujeres y niñas. Lo que pone en evidencia que la violación como acto
de poder ejercido contra personas consideradas “inferiores por su género26”, contribuyó
para que las mujeres no socializaran su dolor con otras víctimas de la violencia política
y al contrario, lo asumieran con sentimientos de culpa, aislamiento y marginalidad,
debido a los niveles de control social que existe sobre sus cuerpos y sus vidas. Nunca
antes había contado que los soldados violaron a las mujeres, mucho menos que a mí
también me abusaron…yo me voy a morir con eso…nadie puede saber…mis hijos no
saben, el señor no sabe…nadie sabe27 No es fácil para una mujer atreverse a decir que
la violaron, más difícil para una mujer indígena28.
LAS DIMENSIONES DE LA VIOLENCIA SEXUAL, COMO
RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
En 1914, por primera vez las violaciones sexuales fueron denunciadas como crímenes
de guerra en Europa29. A partir de entonces, el derecho internacional, proporciona cada
vez más, marcos de protección para las mujeres afectadas por los conflictos armados.
En particular, los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 relativos a la protección de las
víctimas de guerra y sus dos Protocolos Adicionales (1977), así como la Convención
para la Eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres (1979),
constituyen la principal esfera de esta protección.
No es hasta en los últimos años, que se produjeron adelantos estructurales positivos y de
jurisprudencia internacional. Sólo a raíz de las violaciones y actos de violencia sexual
sistemáticos asociados a los conflictos en Bosnia y Rwanda, la comunidad internacional
comenzó a elaborar normas jurídicas precisas para establecer claramente que esas
prácticas constituyen crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y componentes
del crimen de genocidio, así como equivalentes a tortura, esclavitud y otros tratos
crueles, inhumanos y degradantes.
Tan sólo recientemente se han creado mecanismos para facilitar la investigación y
procesamiento de esos crímenes, mediante la creación de los Tribunales Especiales para
la ex Yugoslavia y Rwanda, y más recientemente de la Corte Penal Internacional. En el
artículo 7 de su Estatuto, esta última califica por primera vez la violación, la esclavitud
25
Aguilar, Yolanda. Ponencia. CALDH. Op. Cit.
CEH. Tomo III. Pp. 25.
27
CEH. C177. Julio, 1983. Uspantán, Quiché. Tomo III. Pp.21.
28
CEH. C2620. Enero, 1981. Costal, Quiché. Idem.
29
Terrason, Op. Cit.
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sexual, la prostitución forzada, el embarazo forzado, la esterilización forzada u otros
abusos sexuales, como crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo, estos avances jurídicos, no se han traducido en protección y justicia para
las mujeres víctimas de violencia política basada en el sexo. Como lo subraya la
Relatora Especial sobre la violencia contra la mujeres, Sra. Radica Coomaraswamy,
“todavía existe un desfase entre el reconocimiento por parte de la comunidad
internacional de que quienes cometan violaciones u otros actos de violencia por
razones de género son responsables ante la ley y deben ser castigados, y la voluntad
política de los Estados Miembros de aplicar el derecho internacional humanitario y las
normas de derechos humanos”30.
La violación sexual cometida contra mujeres durante el conflicto armado interno en
Guatemala, fue un grave crimen que se perpetro en forma masiva, generalizada y
sistemática por parte de agentes del Estado guatemalteco como parte de una estrategia
de contrainsurgencia dirigida a demostrar el poder y dominación de los victimarios
hacia sus víctimas mujeres como “arma de terror”. La violación sexual debe ser vista
como “una agresión que repercute, más allá de la materialidad del hecho, en la
capacidad psíquica y en la integridad de la mujer, y debe ser catalogada no como un
delito sexual, sino como un delito contra la libertad”.31
Por tal razón, “las cifras de violación sexual, muestran un sub-registro en términos
absolutos, en relación a otras violaciones de derechos humanos...”32 por lo que no se
diseñaron instrumentos específicos para preguntar y obtener los testimonios de
violación sexual. A pesar de estas limitaciones la CEH obtuvo un registro de 1,465
hechos de violación sexual, a pesar que el saldo entre muertos y desaparecidos del
enfrentamiento armado ascendió a más de 200,000 víctimas y de estas, una de cada
cuatro víctimas directas fue mujer33.
La Comisión de Esclarecimiento Histórico documentó un total de víctimas de 42,275
personas, de las cuales fueron 23,671 ejecuciones arbitrarias y 6,159 víctimas de
desaparición forzada. El 31% de las víctimas de ejecución extrajudicial fueron antes
violadas sexualmente, torturadas o amenazadas. Asimismo, el 35% de las víctimas de
violación sexual fueron ejecutadas posteriormente.
De estos datos la CEH registra 9,411 mujeres víctimas con identificación de violación
por sexo. “de estas el 33% se refiere a ejecuciones arbitrarias, individuales o en
masacres, el 19% corresponden a tortura, 18 % a privación de libertad, el 14% a
30
Comisión de Derechos Humanos, Integración de los derechos humanos de la mujer y la perspectiva de
género: la violencia contra la mujer; Informe de la Sra. Radica Coomaraswamy, Relatora Especial sobre
la violencia contra la mujeres, con inclusión de sus causas y consecuencias, presentado de conformidad
con la resolución 2000/45 de la Comisión de Derechos Humanos, E/CN.4/2001/73, p 5.
31
Lore Aresti. La violencia Impune. Una mirada sobre la violencia sexual contra la Mujer.Fondo
Cultural Albergues de México. Pp. 32.
32
Informe de la CEH, Guatemala Memorias del Silencio Tomo III, Datos de los casos de violación
sexual registrados # 2388, Pp. 23
33
Informe de la CEH, Guatemala Memorias del Silencio. Conclusiones y Recomendaciones. Pág. 23.
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violación sexual, el 04% por muertes por desplazamiento,34 el 6% a otras violaciones.
Los testimonios de REMHI del Informe Guatemala, Nunca Más, incluyen el reporte de
149 víctimas de 92 denuncias de violencia sexual, incluyéndose la violación como causa
de muerte, como tortura y esclavitud sexual con violación reitera de víctimas35. Esta
investigación establece que en seis matanzas investigadas, la violación sexual era parte
del modo de actuar por parte de los soldados y las PAC y que por cada 10 mujeres, una
niña fue violada y una de cada tres mujeres violadas, una era joven.
En cuanto a la pertenencia étnica el 88.7% de las víctimas de violación sexual fueron
mayas, el 10.3% ladinas, el 1% ixiles, chuj y kaqchiqueles.36 En relación a la edad de
las víctimas identificadas, dos tercios (el 62%) fueron víctimas adultas –entre 18 y 60
años-, un tercio (el 35%) fueron niñas (entre 0 y 17 años) y el 3% ancianas. El
porcentaje de edad es bastante significativo y muestra cómo esta forma de violencia
marcó la vida o trajo la muerte a muchas niñas. De los testimonios se desprende que
muchas mujeres que sufrieron violencia sexual y ejecución arbitraria estaban
embarazadas.
La mayoría de las violaciones sexuales se concentró durante los años 1980-1983.
Iniciándose hacia el segundo semestre de 1980, alcanzando el pico más alto durante el
primer semestre de 1982, descendiendo significativamente, pero manteniéndose como
práctica, durante los años 1983-1984. Ello coincide con la política de tierra arrasada y
por lo tanto, corresponde a los departamentos de Quiché (55% de las violaciones
registradas), Huehuetenango (25%), Alta Verapaz (7%), Chimaltenango (3%) y Baja
Verapaz (3%).
De acuerdo a los datos recibidos por la CEH, los autores materiales de la violencia
sexual fueron: miembros del Ejército, responsables de participar en el 89% de las
violaciones, Patrullas de Autodefensa Civil –PAC- 15.5%, Comisionados Militares el
11% y otras fuerzas de seguridad 5.7%.37
La mayor información se obtuvo en forma indirecta a través de los testimonios de
denuncia de desapariciones y ejecuciones arbitrarias de padres, esposos, hermanos, que
desde su testimonio informaban, de la violación sexual de que ellas fueron objeto.
“Aunque un 48% de los testimonios recibidos por la CEH pertenecen a mujeres que
fueron víctimas directas de la represión, la mayoría enfoca sus testimonios no como
víctimas de violaciones de sus derechos, sino como testigos de lo que le pasó a otros”38
34
Informe Comisión de Esclarecimiento Histórico. Guatemala Memoria del Silencio . Tomo III, No.2387
pp. 22
35
Informe Guatemala, Nunca Mas de REMHI pág.69 numeral 2 versión resumida
36
Informe Comisión de Esclarecimiento Histórico. Guatemala, Memoria del Silencio. Tomo III. Pp. 24
37
Ibid. Pp. 22-25. Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala,. En
Memorias Vivas de una Luz...Reconstruyendo una Verdad Histórica.
38
Informe Comisión de Esclarecimiento Histórico. Guatemala Memoria del Silencio Tomo III .Violencia
Sexual contra la Mujer # 2377. Pp. 20
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“Había vigilancia, pero sobretodo los ancianos y mujeres que cargaban güiros, no
lograron salir... Ella estaba dando de mamar a su bebé de tres meses; la violaron, le
cortaron los pechos y al bebé lo mataron”39
Las mujeres fueron violadas sexualmente, abusadas, torturadas, dejándolas desnudas
con mutilaciones sexuales y con hemorragias, otras fueron ejecutadas, desaparecidas,
las niñas y los niños fueron trasladados a otras poblaciones, perdidos en la montaña o
dadas (os) en adopción en forma ilegal; en otras ocasiones exterminaron a los bebés
fuera y dentro del vientre de la madre. “...cuando esos actos son dirigidos contra las
mujeres porque son mujeres o porque les afectan mayoritariamente, se trata de
violencia de género, de esta naturaleza son las agresiones sexuales que se comenten en
las guerras.”40
Los testimonios presentados sobre violación -ocurridos sobretodo durante los años 80-,
dan cuenta del hecho masivo sufrido mayoritariamente por mujeres indígenas
pertenecientes al pueblo maya, a partir de los cuales se establecieron patrones de modus
operandi, “las violaciones sexuales originaron el éxodo de mujeres y la dispersión de
las comunidades enteras, rompiendo lazos conyugales y sociales, generaron
aislamiento social y vergüenza comunitaria, provocaron abortos y filicidios, impidieron
matrimonios y nacimientos dentro del grupo, facilitando la destrucción de los grupos
indígenas”41.Todos ellos, representan actos “perpetrados con la intención de destruir,
total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal”42, esto es
Genocidio.
Hubo matanzas en donde las mujeres previamente a ser asesinadas, fueron víctimas de
todas las formas de violencia sexual, misma que fue utilizada como estrategia militar,
para crear terror en las regiones vecinas. “habían diez verdugos. Hacían turnos para
matar a la gente, mientras cinco mataban los otros cinco se dedicaban a descansar y
como parte del descanso tenían turnos para violar a dos señoritas (jóvenes de 15 y 17
años). Al darles muerte les dejaron estacas en los genitales”43
La CEH reconoce que “la violación sexual fue una práctica generalizada y sistemática
realizada por agentes del Estado como una estrategia contrainsurgente,
constituyéndose como arma de terror, como vulneración de sus derechos humanos
fundamentales, y del derecho humanitario”44. En otras palabras, la violación sexual
utilizo diversas estrategias según le fuera conveniente (masivas en el campo y selectivas
en las ciudades) y estableció objetivos que determinaron el sentido colectivo del crimen
39
Informe CEH, Memoria del Silencio, TomoIII. Las Violaciones de los derechos humanos y los hechos
de violencia C 2594 Noviembre 1982 Uspantán, Quiché. Pp. 34
40
Informe de la CEH Guatemala Memorias del Silencio .Tomo III. Datos de los casos de violación
sexual registrados # 2394. Pp. 25
41
Informe de la CEH Guatemala Memorias del Silencio. Tomo III. Pág. 22.
42
Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio.
43
Informe de la CEH, Guatemala Memoria del Silencio, Tomo III .Las Violaciones de los derechos
humanos y los hechos de violencia CI 73 Enero 1982 San Pedro Sacatepequez, San Marcos, Pp. 32
44
Informe CEH. Guatemala Memoria del Silencio. Tomo III . Violencia Sexual contra la Mujer # 2351,
Pp. 13
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y la causa de humillación para los pueblos. Muchos victimarios consideraron las
violaciones sexuales como parte normal de su estrategia para mantener el control
psicosocial de los soldados.45 Esto evidencia la responsabilidad del Estado en cadenas
que propician impunidad.
La Comisión de Esclarecimiento Histórico –CEH- elaboró conclusiones que reafirman
la multiplicidad de violaciones a los derechos humanos de las mujeres, la violencia
sexual de que fueron objeto y el papel ejemplar que jugaron en la defensa de la vida y
contra la impunidad. Pero no elaboró ninguna recomendación específica al respecto.
Por su parte, el Informe “Guatemala, Nunca Más” del Proyecto Recuperación de la
Memoria Histórica –REMHI-, reconoció a las mujeres como víctimas directas de
diversas formas de violencia contra mujeres en contextos de conflictos armados;
reconoció casos de masacres en los que murieron solamente niñas/os y mujeres;
patrones de actuación de las PAC o el ejército en los que se actuaba de manera diferente
contra las mujeres durante las masacres y diversos significados que tuvo la violación
sexual en los cuerpos de las mujeres. Tampoco elaboró ni propuso recomendaciones ni
conclusiones sobre violencia sexual.
Al respecto, Fulchiron plantea “Un silencio espeso ha caído sobre esta violación a los
derechos humanos. Ni los informes de REMHI y la CEH hicieron recomendaciones…,
ni las organizaciones de derechos humanos, ni las organizaciones de mujeres han
denunciado (suficientemente) esta práctica, ni exigido justicia. Este silencio ha
fomentado la impunidad en torno a los crímenes y legitimado este tipo de violación
como poco importante y natural”46. No es de extrañar pues, que las comisiones
investigadoras no se hayan preocupado (suficientemente) por crear metodologías
adecuadas para recabar la información desde sus inicios, menos aún que se abordaran
los efectos de esta violencia sexual en la vida de las mujeres.
Investigaciones con carácter local, como el Estudio realizado por la Asociación para el
Avance de las Ciencias Sociales –AVANCSO-, sobre San Bartolomé Jocotenango,
Quiché, ilustran otras perspectivas de la violencia sexual ocurrida durante el conflicto
armado en Guatemala47 que no habían sido suficientemente documentadas. Tal es el
caso de la esclavitud sexual.
“Si bien los hombres que estaban haciendo la patrulla lograron que sus mujeres ya no
fueran violadas, las demás mujeres no tuvieron la misma suerte. A ellas las obligaron a
“hacer el servicio” que significaba hacer de comer, y permitir que los soldados hicieran
cosas con ellas. Es decir, quedar encerradas en el destacamento (convento parroquial) o
en una de las “casas de mujeres” en donde permanecieron bajo amenaza y vigilancia
45
Remhi. Tomo I. Pp. 212.
Fulchiron, Amandine. El movimiento de mujeres en Guatemala ante la violencia sexual cometida
durante el conflicto armado ¿por qué tanto silencio? Tesina Diplomado Especialización en Estudios de
Género. Universidad Nacional Autónoma de México, Fundación Guatemala. Guatemala, 2004. pp. 13
47
AVANCSO. Gonzales, Matilde. Se cambio el tiempo. Guatemala, 2002. pp. 407-418.
46
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continua, sujetas al capricho de los hombres que decidían en qué momento y de qué
manera las querían “ocupar”.
El argumento que utilizaban para establecer este sistema de esclavitud sexual es que
“los soldados estaban lejos de su pueblo, entonces necesitan a sus mujeres. Los
soldados necesitan su tortilla caliente”…las mujeres jóvenes debían servir sexualmente
a la tropa. “Una de las casas de mujeres, quizá la más pública, estaba ubicada entre el
puesto de salud y el convento parroquial, el cual quedó convertido en destacamento
militar. Muchas de estas mujeres vivieron en sistemas de esclavitud entre ocho meses y
dos años.” Tales casos, recuerdan las historias de miles de mujeres asiáticas que como
esclavas sexuales formaron parte de las “estaciones de consuelo” formadas por el
Ejercito Japones durante la Segunda Guerra Mundial.
Aún no es suficiente la información recabada al respecto, pero existe un punto de
partida. Es necesario profundizar en los efectos que ocasionó la violencia sexual en la
vida de las mujeres y en las vías que les han permitido sobrevivir. El proceso de
reconocerse víctimas de violencia sexual para transitar por caminos que les permita
hablar de lo que sucedió y romper el silencio, es lo que nos interesa explorar ahora.
SER VICTIMA DE VIOLACION, SALIR DEL DOLOR
“La acción de forzar a otra persona a través de la violencia, las amenazas, engaños,
expectativas culturales, armas…para que participe en actos sexuales contra su
voluntad”48 supone una vivencia individual y colectiva profundamente traumática con
independencia del entorno cultural: secuelas físicas de la violencia, dolor, humillación y
vergüenza. La violación conlleva un alto grado de culpa y de vergüenza (para las
víctimas), así como puede darse en algunas mujeres un rechazo a su cuerpo y su
sexualidad49. Las violaciones sexuales originaron éxodo de mujeres y la dispersión de
comunidades enteras, rompieron lazos conyugales y sociales, generaron aislamiento
social y vergüenza comunitaria, provocaron abortos y filicidios, impidieron
matrimonios dentro del grupo, facilitando la destrucción de los grupos indígenas50
La víctima de tortura sexual, plantea Paz51 se siente sucia y contaminada pues “la
persona nunca es tan vulnerable como cuando se desnuda”. Así es la desnudez forzada,
pues no solo incrementa la sensación de indefensión, sino que permite las burlas y
agresiones sexuales, incrementando el terror, pero además, haciendo que la persona
violentada sexualmente se sienta culpable por “permitir” que otros accedan a su
intimidad más sagrada.
Los efectos de la violación, no solo son resultado de los daños ocasionados al cuerpo de
la victima, sino también de la condena social que existe cuando se conoce
48
ICCPG/INECIP Diez, Andrea, Herrera Kenia. Violencia contra las mujeres. Tratamiento por parte de la
justicia penal de Guatemala Ediciones del Instituto. Guatemala, 2005.
49
REMHI. Tomo I. pp. 219.
50
CEH. Tomo III. Pp 13
51
Paz, Olga Alicia. LA TORTURA. Efectos y afrontamiento. Colección Psicosocial. ECAP. 2004.
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comunitariamente que las mujeres fueron objeto de “uso sexual” por parte de otros, que
no son los asignados para apropiarse permisivamente de los cuerpos de las mujeres de la
comunidad.
Tales efectos se traducen en culpa y vergüenza para quienes fueron víctimas, pues los
estigmas sociales condenan la posibilidad de “consentimiento” aún en condiciones
extremas de guerra y se considera que “aunque sea débilmente pudo haber un instante
de disfrute”, lo que genera como actitud, la condena social que hasta ahora les ha
impedido hablar. Los prejuicios sociales acerca de los roles asignados a las mujeres
prevalecen para sospechar de las víctimas y la justificación social del hecho “explica” al
violador, encontrando razones propias que permiten enaltecer la masculinidad violenta.
“Hay algo ahí dentro de nuestra sociedad. Por ejemplo, con la experiencia de
Tululché, en el caso de las mujeres de Tululché, cuando ellas empezaron a
denunciar el caso, en el propio tribunal el Cándido Noriega se paraba y les
decía: ¡Pero si les gustaba! ¡Si ustedes lo estaban disfrutando!...¡ahora no me
digan que no!”
En estas sociedades donde la virginidad y la entrega a un solo hombre, determina la
conducta “adecuada” de una mujer, la aceptación social de la misma así como el honor
de su familia, y en particular del hombre que la posee, la violencia sexual viene a
romper con estos códigos sociales y normas sexuales.
Al romper con estas normas que rigen las relaciones sociales en las comunidades, la
violencia sexual se convierte en motivo de vergüenza para las familias y las
comunidades cuyas mujeres fueron violadas. No se interpretan como violación a
derechos humanos o crimen de lesa humanidad que permitiría movilizar la comunidad
en torno a la búsqueda de la justicia, sino como vergüenza para ellos..
Las mujeres violadas son excluidas y marginalizadas. Las comunidades, y hasta sus
familias, culpabilizan a las mujeres por haber sido violadas. Así, el uso de la violencia
sexual tiene un objetivo político claro: destruir los lazos sociales y culturales, manchar
la memoria colectiva de las comunidades e imposibilitar la reconstrucción de sus
proyectos culturales y de vida. Entre los efectos para las mujeres que fueron víctimas de
violación sexual, están: que tiendan a ocultarse, guarden silencio, oculten su dolor,
sientan vergüenza, y sufran las consecuencias físicas y psicológicas del Estrés Post
Traumático.
Todos abusaron de Ud.?
No me gusta decir eso. Yo siento que todos van a decir ¡Ay aquella así!
No crea que yo no sufrí. Imagínese hasta el papá de mis hijos, cómo cree que yo me
siento. Que siempre tener que estar repitiendo las cosas, porque quiera o no yo tenía
que contarle a él, tenía que decirle todo. A veces yo me arrepiento de haber contado,
porque ha servido sólo para estar martirizando, por eso yo decía “mejor me hubiera
muerto, mejor me hubiera matado” yo les decía”mejor mátenme”, pero no me traten
así, porque yo no soy nada, no se nada de lo que uds, quieren saber.
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Yo solo le dije que me habían llevado, y yo le dije que no habían sido todos, para
que no pensara. Pero a pesar de eso él dijo: “si, como va a ser eso que no ¡todos
fueron! Ya cuando yo estaba embarazada de mi hija me trataba mal y, como dos o
tres veces estuve a punto de abortar. Saber qué se le metió en la cabeza y dijo “Sí de
plano eres de todos esos indios” (Testimonio anónimo. Huehuetenango. 2000).
Las construcciones racistas acerca de la alteridad y las formas de legitimación de la
discriminación por razones de sexo, se mezclan y van de la mano52, aún más cuando se
expresan en cuerpos de mujeres que han sido víctimas de violencia sexual, debido a una
estrategia genocida de contrainsurgencia y a ser cuerpos femeninos culturalmente
vulnerabilizados por los imaginarios sociales opresivos de la masculinidad.
La violación sexual cumple los objetivos de dominación extrema en cuerpos de mujeres
para que no puedan pensar, actuar y decidir por sí mismas, para que no sean sujetas de
cambio en sus comunidades, pues esto es un peligro para el sistema de dominación
patriarcal y el dominio masculino.53 Si estos objetivos se cumplen, los objetivos de
alcanzar justicia se diluyen, se invisibilizan, mantienen la impunidad.
Al respecto, el Fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sobre la
Masacre de Plan de Sanchez, evidencia el sufrimiento que aún viven estas mujeres: “las
mujeres que fueron objeto de violencia sexual por parte de agentes del Estado el día de
la masacre y que sobrevivieron a la misma, continúan padeciendo sufrimientos por
dicha agresión. La violación sexual de las mujeres fue una práctica de Estado, ejecutada
en el contexto de las masacres, dirigida destruir la dignidad de la mujer a nivel cultural,
social, familiar e individual. Estas mujeres se perciben como estigmatizadas en sus
comunidades y han sufrido por la presencia de los victimarios en las áreas comunes al
municipio. Además la impunidad en la que permanecen estos hechos ha impedido que
las mujeres participen en los procesos de justicia”.
El análisis se complejiza cuando se analizan los factores estructurales y estructurantes
de las múltiples opresiones de género y étnicas que determinan la situación y condición
de las mujeres. El grupo de Mujeres Mayas Kaqla54 propone que es necesario
reflexionar acerca de la internalización del pensamiento opresor vinculado al síndrome
de la víctima. Este “es un fenómeno psicológico, social, antropológico y tiene que ver
con todos los pueblos”.
“El síndrome de la víctima no es más que sentirse culpables frente a los opresores. La
mayoría pensamos que somos los pueblos indígenas, los campesinos o las mujeres, los
culpables de nuestra propia situación. La opresión es tan fuerte (y) se ha metido tanto
dentro de cada una de nosotras que muchas veces sentimos que lo que nos pasa es
porque lo merecemos. Lo mismo sucede con las mujeres violadas. Esta comprobado
52
Peragon, Arjona. Las raíces del racismo. #65, 2002. Internet.
Aguilar, Yolanda. Ponencia. 1er. Encuentro en Guatemala sobre Racismo y genocidio. 2004.
54
Kaqla. La palabra y el sentir de las Mujeres Mayas de Kaqla. Guatemala, 2004.
53
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científicamente que esa manera de pensar, se queda en nuestro cuerpo y nos produce
dolores y enfermedades”.55
En este sentido, compartimos el punto de vista de Lore Asti, en cuanto “al analizar el
fenómeno de la violación, confrontamos también el problema de la culpa con la que se
ha enseñado a las mujeres a vivir su sexualidad”56. Efectivamente, desde pequeñas las
mujeres han vivido su sexualidad desde “el pecado”, “lo sucio”, y la represión. Eso crea
condiciones para que tengan vergüenza de su cuerpo. Todo lo que toca a su cuerpo por
lo tanto será marcado por lo que “los otros” dicen y quieren de él, y no desde lo que
quieren las mujeres.
Romper el silencio sobre la violencia sexual que enfrentaron las mujeres durante la
guerra implica por tanto, transgredir normas sexuales aprendidas, controles sociales
fuertemente establecidos, tomar conciencia de los poderes instalados en las relaciones
desiguales entre hombres y mujeres, luchar por la justicia, empezar a sanar y ser sujetas
de las propias decisiones sobre el cuerpo y la vida.
Sanar y sobrevivir son dos palabras clave para comprender que el dolor se puede
transformar en Justicia y que las experiencias vividas pueden convertirse en
mecanismos de afrontamiento. El sentido de la vida esta basado en su historia personal
y tiene que ver con la manera en que interpretan y dan significado al sufrimiento. Seguir
viviendo es una forma de resistencia57.
“Escuchar nuestro cuerpo y revivir el dolor para sanar”
Esta es una tarea difícil y nos resistimos a hacerlo sobre todo porque ya estamos
cansadas de tanto dolor, pero si no lo revivimos no lo podremos trascender. Al revivir y
recrear la herida y el trauma emocional, veremos que…para alentarnos y tener
confianza de poder atravesar el dolor ahora que somos adultas, debemos recordar que
lo sobrevivimos, tuvimos la fuerza y la valentía (Ahora que somos adultas lo
remontamos, lo procesamos y podemos sanar).58
Pasar de ser víctima a ser actora de violencia sexual, es sin lugar a dudas, un proceso
que aún está por construir.
EL PROYECTO “DE VICTIMAS DE VIOLENCIA SEXUAL A
ACTORAS DE CAMBIO” LA LUCHA DE LAS MUJERES POR LA
JUSTICIA
El proyecto “De víctimas de violencia sexual a Actoras de Cambio: la lucha de las
mujeres por la Justicia” fue creado por el consorcio “Actoras de Cambio” integrado por
el Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP) como organización
de salud mental y la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (UNAMG) como
55
Idem pp. 31-.32.
Aresti, L., La violencia impune, fotocopias p. 44.
57
Paz, Olga Alicia. Op. Cit. Pp. 90
58
Kaqla. Pp. 174.
56
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organización feminista con el objetivo de generar un espacio nos permitiera impulsar un
Proyecto que abordara la violación sexual vivida por mujeres durante el conflicto
armado en Guatemala 1960-1996, reflexionando primero acerca del acuerdo de luchar
contra la impunidad dirigida a las mujeres víctimas de violencia sexual en la guerra,
para luego establecer objetivos, ejes de abordaje, formas de organizarnos y una
propuesta política que nos permitiera de manera conjunta abrir un camino aún no
abordado suficientemente en Guatemala.
Poco a poco el proceso de reflexión inicial se transformó en construcción colectiva de
un proyecto dirigido a visibilizar y denunciar públicamente la violencia sexual que
sistemáticamente fue dirigida contra las mujeres durante el conflicto así como a realizar
acciones que tiendan a la reparación del daño psicológico provocado por esta violencia
y que permanece en ellas hasta la actualidad. Desde entonces, (2003) la coincidencia en
los objetivos, en las poblaciones con las que trabajamos y en las problemáticas que
abordamos desde la incidencia de nuestras acciones, son razones que justifican el
acuerdo político de encontrarnos como consorcio para impulsar un proyecto que nos es
común.
La intención fue iniciar juntas la gran aventura de contribuir a generar procesos de
sanación, de empoderamiento, de reconstrucción de la memoria histórica, de lucha por
la justicia y de organización, como estrategias para contribuir a crear condiciones que
permitan a las mujeres sobrevivientes de violencia sexual durante la guerra, romper el
secreto, salir del dolor e involucrarse en luchas comunes por la construcción de
alternativas para la vida de las mujeres, y la búsqueda de justicia. Se plantea contribuir a
que se reconstruyan y repiensen como sujetas de derecho, y que pasen de ser víctimas a
actoras de cambio. De esta manera, creemos que podrán influir desde sus procesos en
diferentes ámbitos, en la transformación de relaciones cotidianas equitativas y justas.
Es curioso, pero de todas las formas de violencia política que conocemos, es la violencia
sexual la que se reproduce con mayor naturalidad y la que al mismo tiempo es
condenada no porque haya sido cometida, sino porque es recibida. Así que el primer
obstáculo con el que nos encontramos al abordar la problemática de violencia sexual
como violencia política durante el conflicto armado, es la duda acerca de si la víctima
consintió la violación.
Colegas, compañeros y compañeras de grupos organizados, hombres y mujeres de las
comunidades, organizaciones de derechos humanos, académicos, líderes sociales,
representantes del estado, esposos, familias y a veces hasta las propias mujeres violadas
sexualmente se preguntan si en realidad no tuvieron la culpa.
Difícil, muy difícil acompañar procesos de sanación o de empoderamiento de
sobrevivientes de violación sexual, si una buena parte de la comunidad organizada que
trabaja desde la memoria no se sensibiliza al respecto y deja de culpabilizar.
Se combinan entonces mitos acerca de los victimarios como seres que desahogan
necesidades sexuales en tiempos de guerra, y mitos acerca de las víctimas como seres
acostumbradas a vivir en relaciones de opresión, sumisión y aceptación de la violencia,
cuerpos femeninos, dispuestos a la violación sexual por mandato natural.
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Olga Alicia Paz, plantea que el método más degradante de tortura es “el uso de la
sexualidad para quebrar resistencias, utilizando la desnudez forzada” Tal desnudez se
utiliza como elemento profundo de humillación, garantía de vulnerabilidad e incremento
de la indefensión. Esta utilización de cuerpos y sexualidades de mujeres y muchas veces
de niños/niñas es al mismo tiempo lo que guarda los secretos más profundos y lo que
limita las posibilidades que tenemos para escuchar a quienes han sido víctimas y que
por mucho tiempo no lo han querido nombrar.
Solo recordemos cómo los peores insultos en cualquier idioma o los más conocidos
chistes hacen alusión de las partes del cuerpo o la sexualidad femenina59 Imagínense si
nosotros tenemos tan internalizado lo que consideramos de uso tan común: la violencia
sexual contra las mujeres, ¿cómo van a hablar con facilidad las mujeres si no creamos
climas de confianza y de respeto para los cuerpos de mujeres y sus propias violencias
sexuales?
Imagínense cómo va a ser posible el acompañamiento psicosocial sino partimos de la
comprensión de que son precisamente estos cuerpos violentados resultado de una
opresión que hemos vivido todas las mujeres y para la cual esta preparada la sociedad,
pues se ha normalizado que las mujeres sean víctimas y no protagonistas?
Desde mi punto de vista, lo que nos toca es acompañar no solo sus procesos de dolor
acumulado y escuchar, sino que ademas, conocer y aprender a comprender
honestamente a esos cuerpos de mujeres que hablan de la costumbre, la sexualidad y sus
cuerpos desde las ancestras y los abuelos, pero para quienes animarse a hablar implica
romper con el terror paralizante de qué pasara si la comunidad se entera de que fueron
violadas.
Hay que decir, que está claro para estas mujeres que existe un mandato ancestral de
control y vergüenza sobre cuerpos que la comunidad cree que le pertenecen. Qué
hacemos?
Rompemos con la costumbre y transgredimos el mandato construido individual y
colectivamente porque queremos, o compartimos la experiencia nuestra y la de otras
mujeres desde el cuerpo; evidenciar que es posible sanar, pues otras ya lo han hecho;
iniciamos caminos para deconstruir lo aprendido sobre cómo internalizar al opresor y
acompañamos los procesos que generan poderes activos en las mujeres?
Comprenderán uds. que iniciar procesos de acompañamiento psicosocial a mujeres
sobrevivientes de violencia sexual ha implicado un continuo proceso de
cuestionamiento de lo que sabemos sobre la violencia y la sexualidad, de lo que
conocemos acerca de vivir en cuerpos de mujeres, sobre todo si es de mujeres mayas -de
las que debemos de reconocer-, no conocemos mas que las historias de dolor, pero aún
buscamos los puentes y los tiempos más apropiados de relaciones respetuosas que no
violenten, pero que al mismo tiempo contribuyan a generar conciencias de sujetas que
59
Gerda Lerner. La creación del Patriarcado. Edit. Crítica. Barcelona. 1990.
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les permitan verse como sujetas, con conciencia de sí, como la mejor vía de romper con
el silencio.
No sólo buscamos diversas formas de hacer acompañamiento desde la sanación del
cuerpo y los derechos de las mujeres, sino que sobre todo, tratamos de comprender
mejor lo que significa tener cuerpo de mujer indígena en situaciones de conflicto
armado, haber sido víctimas de violencia sexual., para intentar despertar historias del
cuerpo guardadas por casi 25 años, en secreto.
La Lucha contra la impunidad hacia la violencia sexual:
La impunidad crea las condiciones para la reproducción de estos crímenes y envía un
mensaje a los que cometieron estos crímenes sexuales contra las mujeres, que la
sociedad lo tolera, y que por lo tanto lo pueden volver a hacer.
Este proceso tiene relevancia para la construcción de la sociedad guatemalteca de hoy.
El pasado no está desvinculado del presente. La historia de Guatemala parece confirmar
tristemente esta hipótesis. El fenómeno del “feminicidio” está descuartizando,
torturando, violando y masacrando a miles de mujeres desde el año 2000, con la misma
crueldad y misma saña que se daba durante el conflicto.
“La brutalidad de los homicidios y los signos de violencia sexual que
presentan ahora los cuerpos mutilados de las víctimas tienen muchas de las
características de las terribles atrocidades cometidas durante el conflicto que
quedaron impunes”60.
Este continuum de violencia brutal sobre el cuerpo de las mujeres nos recuerda que las
causas estructurales de la misma siguen vigentes en la actualidad. La cultura misógina
de odio hacia las mujeres sigue marcando las relaciones sociales. Además, ilustra que la
impunidad es uno de los nexos entre la violencia sexual de ayer y los asesinatos de hoy.
Finalmente, como lo subraya un estudio de CALDH sobre el feminicidio, se evidencia
en ambos contextos la responsabilidad directa del Estado a través la participación activa
de sus fuerzas militares y policíacas en la comisión de estas atrocidades61.
Para romper con este círculo de violencia brutal contra las mujeres, en particular
indígenas, creemos que es necesario denunciar los crímenes que se cometieron durante
la guerra. Tal como lo plantea Larrauri, la sanción de la violencia sexual contra las
mujeres contribuiría a emitir un mensaje claro de que esta violencia es intolerable, sea
en un Estado de derecho62, sea en situación de guerra. Contribuirá a que la sociedad
60
Amnesty Internacional, Guatemala: Ni protección ni justicia: Homicidios de mujeres en Guatemala,
junio de 2005, p.4.
61
CALDH, Asesinatos de mujeres: expresión del feminicidio en Guatemala, Guatemala, octubre 2005, p.
18.
62
La autora se pronuncia abiertamente sobre la función simbólica del derecho penal en el caso de
violencia contra las mujeres, en el sentido del mensaje que produce el sistema de justicia a través de su
actuación. Ver: Larrauri, E. (1994) “Control formal: y el derecho penal de las mujeres”. En: Mujeres,
derecho penal y Criminología. Madrid: Siglo XXI Editores
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sepa lo que pasó, lo condene, y no lo olvide para sentar bases para que nunca vuelva a
pasar.
•
La creación de condiciones para romper el silencio y la culpa
Romper el silencio implica por una mujer violada reconocer que la violencia sexual no
es “el destino” de las mujeres, en contradicción con lo que ha aprendido a lo largo de su
vida. Decidir de hablar de la violencia sexual es prueba de la voluntad de las mujeres de
salir del dolor, y de reconstruir sus proyectos de vida. Hablar de lo que les pasó durante
la guerra, implica empezar a pensar en ellas mismas, a elaborar su propia historia y no
únicamente como testiga de la de los otros. Implica dar el mismo peso a su sufrimiento
y a sus experiencias que al sufrimiento y las experiencias de “los otros”, rompiendo así
con las ataduras de su identidad asignada.
Es, además, la manifestación de que reconoce la violencia sexual como una violación a
sus derechos. Poder nombrar la violencia sexual como una violación a sus derechos es
reconocerse humana, y digna de respeto, y como sujeta dotada de derechos que puede
exigir. Es identificar que la violencia sexual que sufrió una es un crimen tan bárbaro
como la tortura, la desaparición forzada, y la ejecución. Es romper con la idea que es un
asunto privado.
Al expresar sus sentimientos en el grupo, al poder intercambiar sus experiencias con
otras que viven lo mismo, y a encontrar un apoyo y soporte en ellas, visualizar
soluciones juntas, enfrentan sus emociones, sentimientos, e historias con más fuerza y
con más serenidad. El proceso iniciado ya ha demostrado que el revelar su secreto a
otras, aunque ha venido a romper el control que había establecido sobre sus emociones
desde el hecho traumático, les ha quitado un gran peso de encima. Un peso que tomaba
mucho más espacio en sus corazones que él que representa haberlo contado. Les da la
sensación de retomar control sobre su propia historia.
Se trata, efectivamente, que las mujeres tomen conciencia de que la violencia sexual no
es un problema que ellas han provocado, que no es su culpa, ni es un problema personal.
Sino que fue un arma de guerra dentro del marco de la política de tierra arrasada
desatada en los años 81, 82 y 83.
El proceso de toma de conciencia de las asimetrías genéricas, y de cómo se concretizan
en nuestros cuerpos, es una de las herramientas metodológicas centrales del proceso de
sanación y empoderamiento de las mujeres víctimas de violencia sexual durante la
guerra que estamos impulsando. Estos son procesos individuales y colectivos de muy
largo plazo, que se darán de manera distinta en cada una de las mujeres que estamos
acompañando, en función de sus posibilidades, de su historia personal, de las redes de
apoyo con los que cuenta y de la presión social a la que está sometida.
Por lo tanto, otro principio metodológico muy importante de este proceso, es respetar
los ritmos de las mujeres, y sus decisiones en cuanto a los cambios que quieren realizar
en sus vidas. Eso implica estrategias complementarias en el proceso de acompañamiento
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a los grupos de mujeres, destinadas a fortalecer los poderes de las mujeres y su
capacidad de toma de decisión sobre su propia vida.
•
Los problemas éticos que implica la denuncia en Guatemala
Al inicio, nos habíamos propuesto que el objetivo del proceso de sanación y
empoderamiento de las mujeres víctimas de violencia sexual durante el conflicto fuera
crear condiciones habilitantes para que puedan denunciar públicamente lo que sucedió y
exigir justicia.
En la búsqueda de que estos procesos iniciados trasciendan el entorno directo de las
mujeres, y tengan un impacto sobre procesos de transformación social, de
democratización y humanización de las relaciones entre mujeres y hombres en
Guatemala, habíamos visualizado la denuncia pública y la exigencia de justicia por la
vía legal como la única manera para que la violencia sexual cometida durante el
conflicto armado se sepa, que la sociedad condene, y que no se olvide, en un proceso
pedagógico de concientización de la misma para que nunca vuelva a pasar. El énfasis en
la denuncia legal o la denuncia pública a través de un Tribunal de conciencia tenía el
objetivo de sentar precedentes y servir de ejemplo, para demostrar que la violencia
sexual es un fenómeno social, que les pasa a muchas mujeres, pero que no es su destino
sino pueden salir del dolor y luchar en contra.
Sin embargo, el trabajo con las mujeres, el vínculo directo con su realidad, la diversidad
que las caracterizan, y los problemas éticos a los que nos hemos confrontado con
respecto a la denuncia pública, nos hicieron repensar y ampliar el alcance de la
denuncia, sin perder de vista el objetivo político y social subyacente a la misma:
impactar sobre la conciencia colectiva para que no vuelva a pasar.
La violencia sexual, como lo vimos en la parte anterior, no es cualquier crimen. Es un
crimen tolerado y justificado por la sociedad para garantizar la continuidad del poder de
los hombres sobre las mujeres. Además, durante la guerra, fue un crimen utilizado y
justificado por la clase oligarca y ladina de Guatemala para poder ganar la guerra contra
el enemigo interno, que cuestionaba sus intereses: es decir la clase pobre e indígena.
Durante la guerra fue la herramienta para permitir mantener el status quo del dominio de
algunos sobre muchos, instalado a través de estructuras sociales y étnicas desiguales.
Además, es el instrumento a través del que el sistema social de desigualdad de género se
perpetúa.
En estas condiciones, denunciar la violencia sexual es denunciar a la vez los
mecanismos que se utilizaron para asegurar la perpetuación de los intereses de una
minoría sobre una mayoría, y para mantener el status quo en cuanto al poder de los
hombres sobre las mujeres.
Por un lado, denunciar este crimen es cuestionar el corazón mismo del sistema de
opresión de género y los que se benefician del mismo: el derecho primario de los
hombres. Denunciar la violencia sexual es develar el instrumento más odioso e insidioso
de un sistema, que ha empleado tantos esfuerzos, (la producción de ideología, de
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normas, de símbolos colectivos), para invisibilizarlo y normalizarlo. Es plantarse desde
una postura de igualdad, es ejercer el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y prohibir
su acceso a los hombres. Por lo tanto, es poner en peligro el contrato sexual. Es tocar el
centro de los privilegios masculinos.
En consecuencia, es exponerse a la represión brutal de todos los que tienen interés en
que se mantenga el contrato sexual. Es exponerse a la “caza de brujas” en los términos
de Celia Amorós. La autora utiliza la imagen de la caza de brujas para referirse a la
violencia de las represalias que se dan en contra de las mujeres que se atreven a
cuestionar el pacto inicial que hicieron los hombres sobre el cuerpo de las mujeres, las
que se niegan a ser pactadas, y las que reivindican la igualdad sexual. Estas mujeres son
consideradas como brujas por el colectivo de hombres cuando llegan a tener una cierta
importancia, porque sienten que pierden el control sobre ellas. Por lo tanto, el pacto
fundador del poder de los hombres está en peligro. Las mujeres son vistas como las que
pactan con el Diablo. Retomando las palabras de Celia Amorós,
“Si (la mujer) no ejerce la mediación que le es asignada, pasa
automáticamente a ser la antimediación, la responsable de la disolución del
pacto”63.
Todos los medios son justificables para eliminarlas, y salvar el pacto. Las reacciones
hostiles y violentas por parte de los hombres ante lo que pueden percibir como una
pérdida de poder es algo real. No hay que subestimarlas. Más allá, hay que tomarlas en
cuenta a la hora de definir las estrategias más adecuadas para denunciar lo que pasó
durante la guerra, si arriesgar la vida de las mujeres.
Los testimonios de las mujeres sobrevivientes son evidencias de estas represalias que se
dan para callarlas. La culpabilización, la estigmatización, el rechazo social, el
convertirlas en “prostitutas”, el dudar de la credibilidad de su relato, todas éstas son
manifestaciones de la violencia simbólica que utiliza el sistema para obligarlas a
guardarlo en silencio. Sin hablar de la violencia física que se desata contra ellas si les
cuentan a sus esposos que fueron violadas.
Por otro lado, el contexto de la guerra, y de la impunidad que rodea todas las
violaciones de derechos humanos que se cometieron en aquella época en Guatemala,
vuelve todavía más difícil y más riesgosa la denuncia pública de la violencia sexual. A
las hostilidades patriarcales, se van a sumar la represión por parte de los que tenían
poder durante el conflicto, que utilizaron la violencia sexual para mantener estructuras
sociales, económicas y culturales desiguales que les privilegiaban, y que no tienen
interés en que se haga la verdad y justicia sobre los hechos ocurridos en el pasado: el
aparato militar y paramilitar.
63
Amorós, Celia, “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales”, en V. Maguieira, C. Sanchez
(comp.), Violencia y Sociedad Patriarcal, Editorial Pablo Iglesias, Madrid, mayo 1990, p. 53.
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Muchos de los victimarios, excomisionados militares, viven todavía en las mismas
comunidades que las mujeres, y las siguen acosando. Siguen utilizando su poder “de
facto” y simbólico para atemorizarlas en las comunidades.
Los pocos procesos penales que se han realizado en torno a crímenes cometidos por el
Ejército durante la guerra, como el caso Gerardi, y él de Myrna Mack, han demostrado
cuánto control tiene todavía una parte del aparato militar sobre el sistema de justicia, y
cómo están involucrados en la falsificación de pruebas, en la desaparición y la muerte
de testigos, en las intimidaciones a fiscales y jueces, para mantener los hechos en la
impunidad. El sistema judicial no está listo para hacer justicia sobre los crímenes
cometidos durante la guerra. El Estado no tiene voluntad política para garantizar las
condiciones para que se haga justicia.
Menos tiene todavía cuando se trata de juzgar crímenes contra las mujeres, y
especialmente de violencia sexual. Una investigación que hizo el Instituto en Ciencias
Penales de Guatemala pone de relieve que de los 14.137 casos que ingresaron como
violencia contra las mujeres en la Fiscalía de la Mujer, en 2003, solamente se hallaron
tres sentencias ejecutorias64. Y “no se buscan signos de agresión sexual durante las
autopsias. Los delitos de violencia sexual a menudo no se descubren o se ignoran”65.
En los casos tipificados como violación, los operadores de justicia no interpretan los
casos en función de la protección de los derechos de las mujeres sino en función de
prejuicios milenarios en torno a que las mujeres siempre lo provocan. Las víctimas se
quejan de tener que demostrar la respetabilidad y honorabilidad de su conducta antes de
que su denuncia sea tomada en cuenta. Contrariamente a otros delitos como el robo o el
intento de homicidio, las víctimas de violencia sexual tienen que demostrar que se
resistieron y no consintieron al crimen. La CIDH lo ha reiterado en un informe sobre la
situación de la justicia en Guatemala, estas prácticas e interpretaciones jurídicas “están
encaminadas a proteger un bien jurídico distinto de los derechos de la mujer misma, y
se tienden a aplicar de modo de poner en tela de juicio o inculpar a la víctima en lugar
de garantizar el castigo del perpetrador”66.
¿Cómo en estas condiciones de ineficacia total del sistema de justicia, y de riesgo real
para la vida de las mujeres se puede fijar como objetivo de un proceso de construcción
de sujetas la denuncia pública y la exigencia de justicia?
La confrontación con esta pregunta ética nos ha obligado a recentrar nuestra reflexión
sobre el criterio primero del proceso: las sujetas son las únicas que pueden decidir sobre
el rumbo que quieren dar a su propio proceso, si quieren decir a su familia lo que les
pasó o no, si quieren denunciarlo públicamente a nivel nacional, o si quieren emprender
64
Diez Andrea, Herrera Kenia, Violencia contra las mujeres: tratamiento por parte de la justicia penal en
Guatemala, ICCPG, Guatemala, 2005, p. 102.
65
Amnesty Internacional, Guatemala: Ni protección ni justicia: Homicidios de mujeres en Guatemala,
junio de 2005, p. 9.
66
CIDH, Justicia e inclusión social: los desafíos de la democracia en Guatemala, OEA/Ser.L/V/II.118,
Doc 5 rev.1, 29 de diciembre de 2003, párr. 276.
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un proceso penal. Como acompañantes, nuestro papel se deberá de limitar a informar
sus decisiones: presentarles todas las opciones posibles, y analizar con ellas todas las
consecuencias positivas y negativas de cada opción.
•
El trabajo de grupo de mujeres como punto de partida hacia un impacto
social
¿Este proceso puede tener un impacto social real en términos de transformación de las
relaciones de género si no hay una denuncia pública, un trabajo de incidencia en el
sistema judicial, o en el Programa Nacional de Resarcimiento por parte de las mismas
sujetas?
En las condiciones actuales de Guatemala, no creemos que la incidencia sobre el
sistema formal permita cualquier tipo de cambio, cuando el sistema de justicia, el poder
legislativo y el poder ejecutivo no solamente han demostrado ser totalmente ineficaces
para garantizar la protección de los derechos de las mujeres, sino que han demostrado
estar secuestrados por la mafia, el crimen organizado, y por grupos militares y
paramilitares involucrados tanto en los crímenes del pasado como en los crímenes
actuales contra las mujeres.
Denunciar públicamente y exigir justicia no garantiza además un proceso real de
transformación de las relaciones desiguales de género. Se queda en el ámbito formal, sin
necesariamente tener un impacto sobre las causas de estas prácticas arraigadas en las
estructuras sociales y mentales.
Nuestra apuesta está más dirigida a impactar lo socio-cultural y lo simbólico, y a
transformar las relaciones desiguales de género desde la raíz, es decir desde la vida
cotidiana de las mujeres. Partimos de la convicción que estas transformaciones
solamente podrán ser reales, y no meramente formales, si están arraigadas en las
prácticas cotidianas de las mujeres que acompañamos, así como en las nuestras.
De allí, la prioridad que damos a los procesos de sanación y empoderamiento de las
mujeres para que puedan superar el hecho violento, ubicarlo en el contexto de las
relaciones de poder entre mujeres y hombres, fortalecer sus capacidades y recursos para
poder reconstruirse y repensarse como sujeta de su propia historia. Este proceso
necesariamente desembocará en cambios personales que a su vez rebotarán sobre su
entorno. Resultará en la búsqueda de múltiples estrategias para poder re-negociar roles,
relaciones y tener más autonomía en cuanto a sus vidas: por ejemplo, poder salir sin
pedir permiso, decidir conjuntamente sobre los gastos de la casa, involucrar a sus
esposos en las tareas domésticas, parar la violencia ejercida por los esposos, etc...
Considerando que la transformación personal es necesaria pero no suficiente para
fomentar procesos de transformación social, la intervención busca vincular estos
procesos personales de sanación y empoderamiento, con procesos colectivos de lucha
por construir nuevas alternativas de vida para las mujeres. Vincular lo personal con lo
político: este lema feminista sigue siendo una brújula muy válida 40 años después.
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De allí, la importancia del trabajo en grupo para tejer redes entre las mujeres, como
espacios donde se sienten en confianza para denunciar y condenar juntas lo que pasó,
para no sentirse solas en las luchas, para repensar y revalorizar los papeles de las
mujeres, para construir juntas nuevas propuestas de relación de género, y para defender
sus derechos.
No se imaginan Uds. lo desafiante que es este proceso. Lo que es lento pero puede
llegar a ser maravilloso es la creación de los nuevos lenguajes y esperanzas que el
abordaje de esta problemática puede darnos. Hablar ahora de esta violencia sexual, abre
nuevas posibilidades, no sé hasta dónde podamos llegar, pues aún aprendemos de los
tiempos y los procesos que requieren las mujeres. Las mujeres por su parte, apenas
empiezan a nombrar algo que no les ajeno, pero aún duele el cuerpo y las memorias
retornan al nombrarlo.
Quisiera terminar diciendo que si algo he aprendido en estos procesos de sanación de
mujeres, es que no podemos acompañar seriamente si no hay procesos de reflexión y
reconstrucción personal. Somos una sociedad que tiene tantos dolores que debe verse a
si misma, como formula para ser más modesta con lo que puede lograr, pero más
profunda con lo que puede transformar.
Les propongo que trabajen con nosotras para:
a) Apoyar proyectos y procesos que denuncien las violaciones de derechos de las
mujeres, el genocidio, el feminicidio y los crímenes de lesa humanidad cometidos
durante el conflicto armado contra mujeres en Guatemala.
b) Presionar al Estado Español y a los gobiernos autónomos para que condicionen
ayuda bilateral o cooperación a los gobiernos violadores de derechos humanos en
América Latina y especialmente en Centroamérica.
c) Presionar internacionalmente para que el Estado de Guatemala acelere los juicios
y condene a los violadores de derechos humanos acusados de genocidas y sea
condenado ante organismos internacionales por la impunidad imperante ante los
crímenes del pasado y los actuales contra mujeres.
d) Apoyar campañas de solidaridad con las mujeres guatemaltecas para que se
vincule los crímenes de pasado junto a los asesinatos de mujeres en la actualidad,
se investigue y se condene a los responsables.
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