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LAS ATARAZANAS MUSULMANAS DE ALGECIRAS
(SIGLOS X-XIV)
THE MOSLEM DOCKYARDS OF ALGECIRAS (CENTURIES X-XIV)
Antonio Torremocha Silva.
U.N.E.D.-Algeciras
Biblid: [1575-3840] 13-14 (2011-2012), 289-302.
Resumen: En este artículo se analizan las referencias aportadas por las fuentes árabes y cristianas
medievales sobre las atarazanas (dār al-sinā‘a) de Algeciras, documentadas, al menos, desde el siglo
VIII, pero sobre todo desde que ‘Abd al-Rahmān III situó la flota emiral en la ciudad del Estrecho a
partir del año 914. También se trata del probable puerto interior fortificado que tuvo Algeciras
durante la Edad Media y cuyo paralelo más cercano sería el puerto de la ciudad tunecina de Mahdia,
edificado por los fatimíes a principios del siglo X. Esta hipótesis ha venido a ser reforzada por el
reciente hallazgo de un tramo de la muralla marítima califal en una intervención arqueológica
realizada en un solar de la Marina.
Palabras clave: Atarazanas, oficios del mar, ‘Abd al-Rahmān III, puerto fortificado, muralla califal.
Abstract: In this article there are analyzed the references contributed by the Arabic and Christian
medieval sources on the dockyards (dār al-sinā‘a) of Algeciras, documented, at least, from the 8th
century, but especially ‘Abd al-Rahmān III placed the fleet emiral in the city of the Strait from the
year 914. Also it is a question of the probable interior strengthened port that it had Algeciras during
the Middle Ages and whose parallel more nearby it would be the port of Mahdia's Tunisian city, built
by the fatimíes at the beginning of the 10th century. This hypothesis has come to be reinforced by the
recent finding of a section of the maritime wall califal in an archaeological intervention realized in a
lot of the Sea-coast.
Key Word: Dockyards, trades of the sea, ' Abd to the-Rah? Man the IIIrd, strengthened port, wall
califal.
Antonio Torremocha Silva
1.- ‘ABD AL-RAHMĀN III Y EL CONTROL DEL ESTRECHO
Entre los años 870 y 914, en pleno enfrentamiento entre el emir de Córdoba y el
rebelde ‘Umar Ibn Hafsūn, Algeciras pasó alternativamente de estar bajo el poder
de uno u otro de los contendientes, como otras muchas localidades de al-Andalus
meridional, disputa que demuestra la enorme importancia que para ambos bandos
tenía el control de su puerto, cuya posesión podía decantar el resultado final de la
guerra.1 La situación no se estabilizó definitivamente hasta el año 914, cuando el
emir omeya logre apoderarse de la ciudad y de los vecinos territorios de Castellar,
Jimena, Gaucín y Casares. Ocupar Algeciras y su estratégico puerto formaba parte
de un ambicioso proyecto del emir omeya que, al margen de lograr la total
pacificación de al-Andalus, proyectaba establecerse en la otra orilla con el fin de
controlar al enemigo fatimí y a sus aliados norteafricanos, al mismo tiempo que
dominaba las estratégicas rutas del oro sudsahariano.
El 5 de mayo del año 914 partió el emir de Córdoba con un numeroso ejército
mandado por el general Badr Ibn Ahmad. Marchó durante varias jornadas hasta
llegar a los territorios que dominaba Ibn Hafsūn en los entornos del Estrecho,
dirigiéndose al valle del Guadiaro donde atacó la fortaleza de Lawra
(probablemente Castellar de la Frontera) saqueándola sin hallar oposición. Desde
Lawra el ejército se encaminó hacia la capital de la cora, Algeciras, entrando en
ella ‘Abd al-Rahmān III al-Nāsir sin resistencia el día 1 de junio.
Según Ibn Hayyān, después de haber ocupado Algeciras, ‘Abd al-Rahmān III
hizo traer naves con tripulaciones honradas desde Málaga, Sevilla y otras ciudades
leales y las apostó en su puerto con todo tipo de armas y pertrechos, dotándolas de
fuego griego. Las hizo tripular por marinos expertos y les ordenó patrullar toda la
costa desde Algeciras a Tudmir (Murcia), cortando todo suministro marítimo a Ibn
Hafsūn y los suyos, para que únicamente navegasen los navíos de gente leal.
Desde entonces dominó y controló el mar y estuvo a salvo de daño por parte de las
embarcaciones que lo atravesaban, haciéndose así con toda la costa y sus
fortalezas…2
2.- LAS ATARAZANAS (DĀR AL-SINĀ‘A) O ARSENAL DE ALGECIRAS SEGÚN LAS
FUENTES ÁRABES Y CRISTIANAS
El historiador cordobés, antes citado, hace referencia a cómo Algeciras se
convirtió en base de la escuadra que el futuro califa había mandado reunir con
navíos traídos desde varios puertos de al-Andalus, sin hacer mención a ninguna
construcción relacionada con la construcción y el mantenimiento de las
1
Señala Ibn Hayyān que el rebelde de Bobastro y los suyos tenían en Algeciras algunas naves
que enviaban a la orilla africana a comerciar y aprovisionarse, surtiéndose de lo necesario y
disfrutando de la mayor holgura (Ibn Hayyān, Crónica del califa ‘Abdarrahmān III an-Nāsir entre
los años 912 y 942 (al-Muqtabis V), Trad. por Mª Jesús Viguera y Federico Corriente, Zaragoza,
1981, pág. 78).
2
Ibidem, pág. 77.
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Las atarazanas musulmanas de Algeciras (Siglos X-XVI)
embarcaciones de guerra. Sin embargo, al-Himyarī (siglo XIV) asegura que en
Algeciras había un astillero para la construcción naval que fue edificado para sus
flotas por el emir de los creyentes ‘Abd al-Rahmān III ibn Muhammad. Lo hizo
construir sólidamente y rodear de muros elevados.3 J. Vallvé es de la opinión de
que las atarazanas de esta ciudad fueron construidas por el emir tras la campaña del
año 914.4 Según Ibn Jaldūn, en el año siguiente ‘Abd al-Rahmān III en persona se
presentó en Algeciras para pasar revista a los nuevos barcos construidos.5
A raíz de lo relatado por las fuentes árabes, se puede asegurar que al-Nāsir,
convencido de la importancia estratégica de la ciudad recién conquistada, hizo de
su puerto la base de la flota que, desde el 914, operó en aguas del Estrecho. Pero
las atarazanas de la ciudad existían con anterioridad al siglo X. Probablemente
habían sido construidas por los romanos o los bizantinos. La primera noticia que
poseemos de estos arsenales está recogida por Ibn al-Qūtiyya (siglo X) al relatar el
desembarco de los sirios de Balŷ en el año 742. Refiere este historiador que cuando
los sirios, que estaban sitiados en Ceuta, solicitaron la ayuda del gobernador de
España, ‘Abd al-Malik Ibn Qatan, y ante la negativa de éste, (Balŷ) construyó unos
cárabos y se apoderó de los barcos mercantes que allí se hallaban; metió en ellos
hombres que lo condujeron a la Atarazana de Algeciras y se apoderó de los
barcos, armas y pertrechos que en ella se encontraron.6 El Fath al-Andalus añade
que, una vez que los sirios hubieron vencido a los beréberes, Ibn Qatan quiso
devolverlos a África, pero que ellos le pidieron que los trasladaran a la costa de
Elvira (Granada), a lo que el gobernador replicó que sólo tenía astilleros y barcos
en Algeciras7. En opinión de L. Torres Balbás, el arsenal algecireño que mencionan
las fuentes sería de origen romano o visigodo, pues los musulmanes, en los pocos
años transcurridos desde la invasión y conquista, no parece que fundaran
establecimientos de alguna importancia.8 Con el paso de los años este viejo arsenal
debió arruinarse. Sin embargo, es probable que el emir ‘Abd al-Rahmān II o su
sucesor Muhammad I, como consecuencia de los asaltos normandos, mandaran
reedificar las atarazanas algecireñas, aunque las fuentes árabes no hacen ninguna
mención a dichas obras. En opinión de Christophe Picard, las atarazanas de Sevilla,
3
Al-Himyarī, Kitāb ar-Rawd al-Mi’tār, Trad. por Mª Pilar Maestro González, Valencia, 1963,
pág. 155.
4
Vallvé Bermejo, J., “La herencia del Califato de Córdoba”, Los Reinos de Taifas. Un siglo de
oro en la cultura hispanomusulmana, Madrid, 1977, pág. 36.
5
Citado por J. Vallvé Bermejo, “La intervención omeya en el Norte de África”, Cuadernos de la
Biblioteca Española de Tetuán, IV, 1967, pág. 9.
6
Ibn al-Qūtiyya, Ta’rīj Iftitāh al-Andalus, Trad. por Julián Ribera, Real Academia de la Historia,
Madrid, 1926, pág. 12.
7
Fath al-Andalus (La Conquista de al-Andalus), Trad. por Mayte Penelas, C.S.I.C., Madrid,
2002, pág. 45. Sobre las atarazanas andalusíes, véanse: Torres Balbás, L., “Atarazanas hispanomusulmanas”, Al-Andalus, XI, 1946, 1, págs. 175 a 209; Molina López, E., “Puertos y atarazanas”,
Al-Andalus y el Mediterráneo, El Legado Andalusí, Madrid-Barcelona, 1995, págs. 105 a 114 y
Lirola Delgado, J., El poder naval de al-Andalus en época del Califato Omeya, Universidad de
Granada, Granada, 1993, págs. 314 y ss.
8
Torres Balbás, L., op. cit. (1946), pág. 177.
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Antonio Torremocha Silva
activas desde los tiempos de los normandos, sufrieron una decadencia cuando, en el
año 914, ‘Abd al-Rahmān III transfirió los navíos y sus equipamientos a Algeciras,
nuevo centro del emirato en la lucha contra el rebelde Ibn Hafsūn.9
En el siglo XI, los hammūdíes, al establecer el reino taifa de Algeciras,
transformaron las atarazanas en su alcázar.10 Unos lustros antes, cuando los
beréberes saquearon la ciudad, según Ibn ‘Idārī, Sulaymán ordenó juntar a los
prisioneros en el arsenal (dār al-sinā‘a) y los dejó libres.11 De nuevo es
mencionado el arsenal algecireño en las “memorias” de ‘Abd Allāh, rey zirí de
Granada. Este soberano refiere que cuando desembarcaron los almorávides en
Algeciras en el año 1086 lo hicieron en las atarazanas.12
En el siglo XII este arsenal continuaba en uso de acuerdo con el testimonio de
al-Idrīsī que hace referencia explícita a las atarazanas cuando dice que (Algeciras)
tiene tres puertas y un arsenal situado en el interior de la villa..., es un lugar donde
se construyen navíos.13. En 1285 el sultán meriní Abū Yūsuf Ya‘qūb, ante el temor
de que los castellanos pudieran cortar las comunicaciones entre sus posesiones de
ambas orillas del Estrecho, mandó construir barcos en las atarazanas de los puertos
que estaban bajo su soberanía en al-Andalus y el Magreb, entre ellos el de
Algeciras.14 Una nueva referencia a las atarazanas algecireñas la hallamos en la
obra de Abū ‘Abd Allāh Muhammad aš-Šafra. Este cirujano llegó, herido en una
pierna, hasta Algeciras unos años antes de que la ciudad cayera en poder de
Alfonso XI, desembarcando en el arsenal de la ciudad.15
Una vez tomada Algeciras por los castellanos en el año 1344, las atarazanas
continuaron en funcionamiento, pues sabemos que el concejo de la ciudad estaba
obligado a mantener en sus arsenales y a sus expensas dos galeras para la flota del
rey. En el año 1360 era alcaide de las atarazanas un caballero nombrado Martín
9
Picard, Ch., “Les défenses côtières de la façade atlantique d’al-Andalus”, Actas del Coloquio
Internacional sobre Zonas Costeras litorales en el mundo mediterraneo en la Edad Media: defensa,
poblamiento, puesta en valor, École Française de Rome y Casa de Velázquez, Castrum, 7, RomaMadrid, 2001, pág. 166.
10
Al-Himyarī, op. cit., pág. 155. El violento asalto de los bereberes en el año 1011 debió causar
tan graves daños al alcázar de la ciudad que los reyes taifas se vieron obligados a instalar su
residencia en las atarazanas, sin duda un edificio cercano al mar y rodeado de fuertes murallas como
asegura al-Himyarī.
11
Ibn ‘Idārī, Al-Bayān al-Mugrib (La caída del Califato de Córdoba y los Reyes de Taifas), Trad.
de Felipe Maíllo Salgado, Universidad de Salamanca, 1993, pág, 95.
12
Lévi-Provençal, E. y García Gómez, E., El siglo XI en primera persona. Las “Memorias” de
‘Abd Allāh último rey Zirí de Granada, destronado por los Almorávides (1090), Alianza Editorial, 2ª
Edición, Madrid, 1980, pág. 200.
13
Al-Idrīsī, Geografía de España, Ediciones Anubar, Valencia, 1974, pág. 165.
14
Ibn Abī Zar‘, Rawd al-Qirtās, Trad. por A. Huici Miranda, Tomo II, 2ª Edición, Valencia.
1964, pág. 670.
15
Renaud, H.P.J., “Un chirurgien musulman du royaume de Grenade: Muhammad aš-Šafra”,
Hespéris, XX, 1935, pág. 18.
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Las atarazanas musulmanas de Algeciras (Siglos X-XVI)
Yáñez.16 Cinco años más tarde estaba a cargo de los arsenales algecireños un tal
Ruy García.17 Tras la reconquista de la ciudad por los musulmanes en 1369 es
posible que las atarazanas volvieran a ser utilizadas por los nazaríes como base
para su escuadra. Lo cierto es que el viejo edificio sería destruido con el resto de la
ciudad por los granadinos en torno al año 137918 y el canal de acceso al arsenal
cegado en opinión de Ortiz de Zúñiga.19
3.- LAS ATARAZANAS Y LOS OFICIOS DEL MAR
El término dār al-sinā‘a (arsenal) puede tener diversa acepciones, pudiendo
designar un edificio cerrado y fortificado destinado al resguardo de las galeras de
guerra, un taller para construcción naval y la reparación de embarcaciones, un
puerto militar, etc. En ocasiones, una parte de las atarazanas se dedicaba a la
función militar y otra al uso mercantil. La institución se hallaba bajo la autoridad
de un qā’id, responsable tanto de las actividades militares como del control fiscal
de las mercancías que eran embarcadas o desembarcadas.20 El modo de
reclutamiento de los marineros no es bien conocido, aunque en la época del
Emirato y el Califato parece que se utilizaba el mismo que para el reclutamiento de
las fuerzas de tierra, acudiéndose al ŷund, con el enrolamiento de los marinos de la
zona (bahriyyūn) que estaban inscritos en el rol del arsenal. A éstos se unían los
combatientes (muqātila) constituidos por soldados del ejército y mercenarios
(hašam) que tenían la misión de entablar el combate con los navíos enemigos. Por
regla general, en un navío de guerra embarcaban unos 45 tripulantes: un capitán, un
piloto, un calafate, un cirujano, varios lanzadores de fuego griego, un carpintero,
un panadero y unos treinta y cinco remeros y combatientes.21
Aunque en los primeros tiempos de al-Andalus, los musulmanes no dominaron
las artes de la navegación, teniendo que recurrir a las embarcaciones y
conocimientos de la población indígena (cristianos y muladíes) que tenían una gran
tradición marítima desde la antigüedad, a raíz de los asaltos normandos de
mediados del siglo IX, los emires de Córdoba se esforzaron por reactivar los viejos
arsenales y construir barcos de guerra para defender el litoral del Emirato. No cabe
duda de que, tanto ‘Abd al-Rahmān II, como Muhammad I y, más tarde, ‘Abd al16
Díaz Martín, L. V., Itinerario de Pedro I de Castilla. Estudio y regesta. Universidad de
Valladolid, 1975, pág. 371.
17
Díaz Martín, L. V., “La Mesta y el Monasterio de Guadalupe. Un problema jurisdiccional a
mediados del siglo XIV”, Anuario de Historia del Derecho Español, XLVIII, Madrid, 1978, pág. 145.
18
Ibn Jaldūn, Histoire des Berbères et des dynasties musulmanes de l'Afrique septentrionale,
Trad. de G. de Slane, Alger, 1852-1856, reimpresión sous la direction de P. Casanova, Paris, 1969,
Tomo IV, pág. 380.
19
Ortiz de Zúñiga, D., Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y leal ciudad de Sevilla
desde 1246 hasta 1671, Madrid, 1677, pág. 142.
20
Picard, Ch., op. cit. (2001), pág. 165.
21
En relación con el elemento humano en la marina andalusí, véase: Lirola Delgado, J, op. cit.,
págs. 274 a 291.
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Antonio Torremocha Silva
Rahmān III, utilizaron los conocimientos en al arte de navegar que poseían los
hispanos cuando se deciden a construir barcos de guerra. Carpinteros de ribera,
calafates y, sobre todo, marinos para las tripulaciones, fueron reclutados por los
emires entre la población muladí o cristiana de las ciudades costeras de al-Andalus,
no siendo Algeciras una excepción, donde desde la segunda mitad del siglo VIII se
documenta la existencia de comerciantes marítimos.22
De acuerdo con J. Vernet, la civilización árabe-musulmana sirvió de
transmisora a Occidente de algunas innovaciones técnicas que revolucionaron el
arte de la navegación a partir del siglo XII: la utilización del timón de codaste, que
permitía mantener el rumbo de la nave con mayor facilidad, la introducción de la
vela latina o “de cuchillo”, de forma triangular, que posibilitaba navegar de bolina,
ciñéndose al viento en un ángulo más agudo que el permitido por las velas cuadras
o redondas, la navegación apoyada en la astronomía y el empleo de las cartas
náuticas.23
Estas técnicas se aplicaban en los arsenales, donde maestros carpinteros,
expertos marinos y hombres de ciencia trabajaban para obtener mejores
prestaciones de los navíos de guerra que luego se extendían a la navegación
comercial. Sin embargo, al margen de las innovaciones tecnológicas, para que
pudiera existir un arsenal de construcción naval, era necesaria la disponibilidad de
determinadas materias primas (hierro para clavos y zunchos, pez o alquitrán, lonas,
esparto para las sogas, etc.), siendo la principal de ellas la madera. En el caso de
Algeciras, este recurso abundaba en los montes que rodeaban la ciudad, cubiertos
de alcornoques, quejigos, alisos y acebuches, lo que proporcionaba suficientes
tablazones para que los carpinteros y calafates construyeran los navíos de guerra
que los emires necesitaban.24 Pero, cuando era necesario, las materias primas para
la construcción naval se transportaban desde lugares lejanos. En el año 973, el
califa al-Hakam II exoneró a la cora de Jaén del suministro de madera, pez y
22
El bereber Yahyà b. Yahyà, hijo del gobernador de Algeciras, Yahyà b. Katīr, asentado en la
ciudad, y sus descendientes se dedicaron al comercio (Fierro, M., “El alfaquí bereber Yahyà b. Yahyà
al-Laytī -m. 234/848-. El inteligente de al-Andalus”, Biografías y género biográfico en el occidente
islámico, Edit. M. L. Ávila y M. Marín, Estudios Onomásticos-biográficos de al-Andalus, VIII,
C,S.I.C., Madrid, 1997, pág. 281).
23
Vernet, J., La cultura hispanoárabe en Oriente y Occidente, Edit. Ariel, Barcelona, 1978, pág.
234. A partir del siglo XIV comenzaron a proliferar los portulanos o cartas náuticas nazaríes
magrebíes, mallorquinas, portuguesas e italianas en las que aparecen los principales accidentes
geográficos del litoral (cabos, ensenadas, bahías e islas), así como los nombres de las ciudades
portuarias. En relación con los portulanos que mencionan la costa del Campo de Gibraltar en la Baja
Edad Media, véase: Gozalbes Cravioto, C., “La costa del Campo de Gibraltar en los portulanos
medievales”, Almoraima 13, Algeciras, 1995, págs. 163 a 173
24
Sobre este asunto, véase: Lombard, M., “Arsenaux et bois de marine dans la Méditerranée
musulmane (VIIe-XIe siècle)”, Le navire et l’economie maritime du moyen âge au XVIIIe siècle,
principalement en Méditerranée (Deuxième Colloque international d’Histoire maritime), París, 1958,
págs. 53 a 106.
294
Las atarazanas musulmanas de Algeciras (Siglos X-XVI)
alquitrán, que eran transportados a Sevilla y Algeciras para la construcción de
barcos.25
En el arsenal algecireño se construían y reparaban navíos, como refieren alIdrīsī y al-Himyarī y se resguardaban las galeras de guerra durante el invierno para
ser reparadas a la espera de que el buen tiempo permitiera su retorno al mar. No
cabe duda de que la instalación en Algeciras de una de las bases navales del
Califato y la construcción o reconstrucción de las atarazanas de la ciudad,
reactivaría la economía de la población favorecida con la llegada de soldados y los
contratos realizados a marineros, carpinteros de ribera, calafates, sogueros,
tejedores, herreros, abastecedores de la armada, etc.
A las actividades del sector primario, sobre todo a la agricultura y la ganadería,
a las que hacen referencia algunas fuentes árabes cuando mencionan a Algeciras,
habría que añadir las labores desarrolladas por el sector de la población vinculado
con su puerto: pescadores, marinos mercantes, marinos de guerra y los
profesionales, ya citados, que trabajaban en las atarazanas, tanto en la construcción
y reparación de navíos de guerra como de barcos de pesca o comerciales. Este
sector debía de tener gran relevancia, así por su número como por la importancia
de los trabajos que desarrollaban en relación con la defensa marítima, el tránsito de
viajeros y los intercambios comerciales. Los documentos legales y muchas fatwà-s
que se han conservado muestran la consideración que se tenía hacia los marineros.
Si bien existía una multitud de oficios en al-Andalus que desacreditaban a los que
los ejercían, como el de recaudadores de impuestos o músicos, el oficio de marino
era considerado honorable, teniéndose que aceptar el testimonio de uno de ellos
ante un tribunal si juraba su declaración.26
La paga que percibían los marinos era elevada en relación con la de los demás
oficios. Los que estaban especializados en manejar el fuego griego (generalmente
mercenarios) gozaban de una gran reputación, recibiendo un salario alto. Otro de
los oficios bien retribuidos era el de piloto y también el de prácticos de los puertos.
Los marineros que se dedicaban al transporte de mercancías cobraban
generalmente un sueldo que dependía del valor de la carga transportada. Aún no
había aparecido la figura del estibador, de manera que eran los propios marinos los
que embarcaban y desembarcaban las mercancías de sus barcos. Frecuentemente,
los capitanes (ra’īs, arráez en castellano) eran al mismo tiempo los dueños de las
embarcaciones, aunque en ocasiones aparece en la documentación un dueño o
armador distinto al que gobernaba la nave o una corporación de varios individuos
que se asociaban para comprar y explotar comercialmente un barco.27 Los navíos
de comercio solían utilizarse también para el corso, atacando y capturando
embarcaciones enemigas cuando las circunstancias lo permitían, aunque en
Algeciras, por su lejanía a las posesiones cristianas durante el Emirato y el
Califato, esta actividad no sería relevante.
25
Ibn Hayyān, al-Muqtabis VII, 101/129-130, citado por J. Lirola, op. cit. (1993), pág. 297.
Ramírez del Río, J., La vida cotidiana en la Algeciras islámica (ss. VIII-XI), (Inédito), fol. 16.
27
Picard, Ch., L’Ocean atlantique musulman, Paris, 1997, pág. 329.
26
295
Antonio Torremocha Silva
La mayoría de los marinos eran de condición libre, aunque existían marinos
esclavos, sobre todo en el sector dedicado a la pesca (almadrabas). Los servidores
de las naves que pueden aparecer en los textos como esclavos, no eran tales, sino
marinos aprendices o grumetes que tenían un status laboral inferior como paso
previo a ser considerados marineros de pleno derecho.
4.- PARALELOS Y RESTOS DE LAS ATARAZANAS CONSERVADOS EN LA TRAMA
URBANA DE ALGECIRAS
Si damos por cierta la existencia en los primeros siglos andalusíes de un
estuario que ocupaba buena parte del curso bajo del río de la Miel,28 las atarazanas
que edificara o reconstruyera ‘Abd al-Rahmān III en el año 914 y que, como
recogen las fuentes, estuvieron en activo hasta la conquista cristiana, o más
probablemente el puerto interior fortificado, se hallaría situado entre la calle
conocida como “Ojo del Muelle” y el extremo meridional de la actual Plaza del
Mercado (Fig. 1), siendo el vano que dio nombre a la vía, ya desaparecido, la
puerta de ingreso para las embarcaciones que accedían hasta el puerto interior
amurallado desde la bahía.
El arco apuntado, que popularmente se denominó “Ojo del Muelle” por la forma
que tenía una vez colmatado el vano con los aterramientos procedentes del mar
(Lám. 1), se conservó hasta el año 1918, cuando fue demolido para ampliar la calle
que se iniciaba en él.29 Sus dimensiones eran de, aproximadamente, 6,5 o 7 metros
de anchura por 9 o 10 de altura. Un paralelo de este arco monumental lo hallamos
en Salé (Lám. 2), cuya puerta de las antiguas atarazanas conocida como Bāb alMrīsa, construida entre 1260 y 1270, responde a los mismos esquemas que la
puerta algecireña30. La puerta de las atarazanas de Málaga es similar a la de
Algeciras31 (Lám. 3).
Sin embargo, el paralelo más antiguo del que se tiene constancia es el puerto
fortificado de la ciudad tunecina de Mahdia, edificada por los fatimíes en las
primeras décadas del siglo X consistente en una zona de aguas abrigadas logradas
mediante la construcción de una muralla litoral que cerraba el espacio portuario32.
Para acceder al interior del puerto fortificado había que atravesar un gran arco
abierto en la muralla similar al de Algeciras (Láms. 4 y 5).
28
Véase: Barragán Mallofret, D. y Castro Fernández, J. L., “Investigaciones geoarqueológicas en
Algeciras. La paleoensenada del río de la Miel”, Caetaria 6-7, Algeciras, 2009, págs. 13 a 32.
29
Una fotografía de este arco, realizada en el año 1908, fue publicada por Enrique Romero de
Torres, en su Catálogo Monumental de España. Provincia de Cádiz (Láminas), Ministerio de
Instrucción Pública y Bellas Artes, Madrid, 1934, fig. 150.
30
Las dimensiones de esta puerta son: 8,88 metros de anchura por 9,60 metros de altura. Sobre la
puerta de las atarazanas de Salé, véase H. Terrasse, “Les portes de l’arsenal de Salé”, Hespéris, Vol.
II, 1922, págs. 357 a 371.
31
Torres Balbás, L. op. cit. -1946-, págs. 188 a 196 y Calero Secall, M. I. y Martínez Enamorado,
V., Málaga, ciudad de al-Andalus, Editorial Ágora, Málaga, 1995, págs. 292 y ss.).
32
Djellul, N., Les Fortifications en Tunisie, Ministère de Culture, Túnez, 1999, págs. 54 y sigs.
296
Las atarazanas musulmanas de Algeciras (Siglos X-XVI)
Si prolongamos las jambas del “Ojo del Muelle”, en alguna de las fotografías
conservadas de principios del siglo XX que muestran la intensa colmatación
sufrida por el vano debido a los aportes de arenas marinas, se podrá comprobar que
el mar penetraba en el interior de la puerta permitiendo el acceso de las
embarcaciones hasta el puerto interior. Un vano de tan enormes dimensiones
abierto directamente al mar no podía tener otra función que servir de ingreso a los
navíos. En la vecina ciudad portuaria de Gibraltar existieron unas atarazanas
documentadas desde principios del siglo XIV33 cuyos restos se han localizado y
excavado hace algunos años34 y cuya puerta de ingreso todavía era visible a
principios del siglo XVII. Alonso Hernández del Portillo, historiador y jurado de la
ciudad, refiere que, en su tiempo, las galeras las metían en este lugar (las
atarazanas) por una puerta que hoy se ve cerrada cerca de la puerta del Mar. En
tiempos pasados entraba la mar por esta puerta hasta la dicha atarazana, y aún
dentro de ella.35
En el transcurso de una intervención arqueológica realizada en un solar situado
en la acera de la Marina de Algeciras, en la ribera izquierda de la desembocadura
del desaparecido río de la Miel, se localizó una estructura rectangular construida
con piedra ostionera de 3 por 18,40 metros orientada de Norte a Sur y los restos de
una torre o contrafuerte que presentaban aparejo a soga y tizón de clara factura
califal y que, sin duda, formaron parte de la muralla que separaba el puerto interior,
antes mencionado, de la bahía.36 En palabras de sus excavadores, se trata de una
estructura claramente identificable con las construcciones de época Omeya de
principios del siglo X. Más adelante concluyen diciendo que, aunque con las
lógicas reservas pero con visos de verosimilitud, estaríamos ante las
cimentaciones de las atarazanas mandadas construir por al-Nāsir en la primera
mitad del siglo X.37
33
Crónica del rey don Fernando Cuarto, B.A.E., Edit. Atlas, Madrid, 1953, pág. 163.
Piñatel Vera, F. et alii, “Las atarazanas medievales de Gibraltar”, Almoraima 25, Algeciras,
2001, págs. 221 a 238.
35
Hernández del Portillo, A., Historia de Gibraltar, Estudio, transcripción y notas por A.
Torremocha Silva, 2ª Edición, Algeciras, 1994, pág. 88.
36
Bravo Jiménez, S. et alii, “Resultado de la actividad arqueológica preventiva en Avenida de la
Marina, esquina calles Segismundo Moret y Teniente Riera de Algeciras (Cádiz)”, Caetaria 6-7,
Algeciras, 2009, págs. 131 a 156.
37
Ibidem, pág. 150.
34
297
Antonio Torremocha Silva
Fig. 1.- Plano de Algeciras con el trazado del doble recinto amurallado medieval, el “Ojo del Muelle”,
la localización de los restos califales exhumados y la probable ubicación del puerto interior
fortificado.
Lám. 1.- Propuesta de restitución del vano
conocido como “Ojo del Muelle” con sus
dimensiones originales sobre una fotografía
realizada en el año 1908 y publicada por Enrique
Romero de Torres, Catálogo Monumental de
España. Provincia de Cádiz (Láminas), Madrid,
1934, fig. 150.
298
Las atarazanas musulmanas de Algeciras (Siglos X-XVI)
Lám. 2.- Bāb Mrīsa, puerta de las atarazanas de Salé en la actualidad.
Lám. 3- Puerta de las atarazanas de Málaga (Grabado del siglo XIX).
299
Antonio Torremocha Silva
Lám. 4.- Restitución ideal de la ciudad y el puerto medieval de Mahdia (Túnez) (Neji Djelloul, Les
Fortifications en Tunisie, Ministère de la Culture, Tunez, 1999, pág. 54).
Lám. 5.- La ciudad y el puerto de Mahdia (Túnez) en la actualidad. Fotografía publicada por Neji
Djelloul, op. cit., pág. 58. En la parte inferior derecha de la ilustración, el puerto fortificado según un
grabado de mediados del siglo XVI (pág. 55).
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Las atarazanas musulmanas de Algeciras (Siglos X-XVI)
Lám. 6.- Estructura de época califal exhumada en el transcurso de la intervención arqueológica
realizada en la acera de la Marina (Algeciras). (Fotografía cedida por Salvador Bravo Jiménez).
Lám. 7.- Resto de torre o contrafuerte con aparejo a soga y tizón hallado en la intervención
arqueológica realizada en la acera de la Marina (Algeciras). (Fotografía cedida por Salvador Bravo
Jiménez).
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