Afrontemos el desafío de consolidar la paz, fortalecer la democracia y respetar los derechos humanos En el Día Internacional de los Derechos Humanos, la Fundación Myrna Mack se suma a esta celebración mundial que simboliza la definición de una serie de principios y aspiraciones, normas y tratados que deben guiar el comportamiento de la humanidad para lograr una convivencia pacífica, caracterizada por el respeto a la vida, la dignidad y la integridad física de las personas; la igualdad, la libertad, el bienestar social y el desarrollo integral. Para quienes integramos la Fundación Myrna Mack esta fecha es especialmente propicia para renovar esfuerzos, en todos los ámbitos de la vida nacional, con miras a crear condiciones que eviten un retorno al pasado bélico que nos convirtió en un país de víctimas y de confrontación. Es, asimismo, una oportunidad para insistir en las transformaciones sociales, políticas, económicas e institucionales que podrían conducirnos a nuevos estadios de convivencia, expandir nuestros horizontes democráticos e impulsar mejores escenarios de vida para la población en general. Dada esta ocasión, y en conmemoración del décimo aniversario de la suscripción del Acuerdo de Paz Firme y Duradera, hacemos las siguientes reflexiones: -A 20 años de haber iniciado el proceso de transición hacia la democracia, con la instalación de los gobiernos civiles y el fin del régimen militar, y a diez años de haber concluido un enfrentamiento armado de 36 años, Guatemala sigue siendo una sociedad traumatizada por la violencia, la impunidad, las múltiples formas de injusticia social y la desigualdad. Estos elementos caracterizan la realidad del posconflicto y constituyen una fuente de agresión constante contra amplios conglomerados sociales, que sufren cotidianamente el flagelo de la inseguridad y los efectos de la corrupción, la ingobernabilidad y la inoperancia de las instituciones del Estado. -Aunque no exista como antes una política estatal y sistemática de violación de derechos civiles y políticos, las víctimas siguen siendo afectadas por la impunidad y la negación de las atrocidades cometidas durante el conflicto armado interno. A eso se suman las condiciones de inseguridad, precariedad social y económica, la situación económica injusta y sin equidad, así como las malas prácticas en la conducción del Estado, que en conjunto bloquean el desarrollo y el bienestar social. -Los acuerdos de paz constituyen una aspiración muy grande respecto del tratamiento del pasado y definen cuáles son las bases mínimas para impulsar la transformación institucional y crear condiciones para consolidar la paz, buscar la reconciliación e impulsar el desarrollo y el bienestar. No obstante, los aspectos sustantivos siguen incumplidos y desatendidos. -Los grupos de poder están dedicados a la defensa de sus intereses y privilegios, sin voluntad para apoyar realmente la consolidación democrática, el mejoramiento de los niveles de vida de la población y la existencia de un Estado fuerte y autónomo. Por eso no es extraño que los índices de pobreza, extrema pobreza, desempleo y falta de oportunidades sean peores a los que existían cuando nos sumergimos en la vorágine de violencia y confrontación que ha marcado nuestras relaciones sociales. En un contexto así, la población víctima del conflicto armado y los segmentos sociales que sufren el embate de la violencia cotidiana, tienen frente a sí un horizonte muy limitado y escasas expectativas. Especialmente ahora que estamos en el umbral de un nuevo proceso electoral, donde los dirigentes y miembros de partidos políticos suelen concentrarse en prácticas políticas y componendas poco dignas, cuando no francamente amorales. Por lo anterior, cabe enviar a los dirigentes y militantes de los partidos políticos un mensaje en el Día Internacional de los Derechos Humanos y en estas fechas en que celebramos el décimo aniversario del fin del conflicto armado. Este mensaje a los partidos políticos va en el sentido de pedirles que desplieguen sus esfuerzos en lo siguiente: -Recuperar el proceso de paz y crear mecanismos que de verdad garanticen el cumplimiento de los acuerdos sustantivos, a efecto de caminar hacia la transformación profunda de las instituciones y los cambios estructurales que la sociedad y el país necesitan. -Afrontar con seriedad, más allá de los discursos meramente electorales y desde el espacio que ocupan en el gobierno y en la oposición, el fenómeno de la violencia y la criminalidad que está generando casi seis mil muertos al año; pérdidas en la productividad, daños severos a la salud mental de la población y a las relaciones sociales que quedaron tan afectadas luego del conflicto armado. -Valorar, como corresponde, el proceso histórico que ha vivido el país desde hace veinte años y particularmente desde hace diez. Es indispensable rescatar los avances alcanzados y combatir con firmeza las tendencias de confrontación y conflictividad que en gran medida nos mantienen anclados en esquemas violentos del pasado; y que nos impiden afrontar con éxito el acecho de las tentaciones autoritarias. -Garantizar a la población un proceso electoral transparente, serio y exento de violencia, agresión, mentiras y campañas negras, a través de un proselitismo de altura y la elaboración de programas de gobierno susceptibles de ser puestos en práctica, que tengan como norte la promoción de la paz, la democracia, la equidad y la justicia en todas sus dimensiones. Por último, a la sociedad en general hacemos un llamado a valorar la paz y el respeto a los derechos humanos, así como el cúmulo de pequeños pasos que hemos dado, aún antes del posconflicto, para tener una mirada más amplia y profunda de los desafíos que tenemos pendientes y del trabajo conjunto que nos falta sacar adelante. No debemos olvidar que tenemos una deuda pendiente con nosotros mismos: la justicia y la verdad, la reconciliación y la reconstrucción de las relaciones sociales. En la medida que avancemos sustancialmente por esa ruta podríamos tener mejores condiciones para vivir el presente y construir el futuro, abrir oportunidades y dejar un mejor legado a las nuevas generaciones. El premio Rey de España Conmovidos y con gran satisfacción, quienes integramos la Fundación Myrna Mack compartimos con la población guatemalteca la noticia de que el Defensor del Pueblo y la Universidad de Alcalá nos han concedido el Premio Rey de España de Derechos Humanos. Éste es un reconocimiento a la labor que hemos desarrollado desde 1993 a favor de la paz, la justicia, la seguridad democrática y la construcción de un pleno Estado de Derecho. Durante estos trece años, nuestro trabajo se ha inspirado en el compromiso moral y los valores con los que Myrna Mack desarrolló su labor antropológica. En el 2004 concluyeron oficialmente los procesos judiciales, luego de que la Corte Suprema de Justicia de Guatemala y la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitieran sentencias que esclarecen, más allá de toda duda, que Myrna fue víctima de una operación de inteligencia del Estado Mayor Presidencial y que el derecho a la justicia estuvo siempre cercado por la impunidad. Ahora, en memoria de Myrna Mack estamos poniendo al servicio del país nuestros aprendizajes en la lucha contra la impunidad, porque tenemos la convicción de que podemos aprovechar esa dolorosa experiencia y hacer que el cruel asesinato de Myrna se convierta en un legado perdurable. Es así como mantenemos vivo nuestro trabajo en materia de estudios y análisis para la transformación de los órganos de justicia y de seguridad; y estamos apoyando otros casos y víctimas en la ardua búsqueda de justicia. El Premio Rey de España es un reconocimiento a la labor y el compromiso de todos los que son y han sido parte de la Fundación Myrna Mack, así como de todas las personas y organizaciones nacionales e internacionales que colaboran y realizan esfuerzos conjuntos con nosotros. Agradecemos a todas esas personas que nos han acompañado siempre, animados por la conjunción de principios y metas, y que han aceptado compartir esfuerzos con autenticidad y afán genuino. Guatemala, 10 de diciembre de 2006