IRAK ¿QUé FUTURo lES ESpERa?

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ABRIL 2015
NO 59
JESUIT REFUGEE SERVICE
IRAK
¿Qué futuro
les espera?
Afganistán
El P. Prem ha sido
liberado
ITALIA
p. 4
MALAWI
p. 6
SIRIA
p. 13
FRANCIA
p. 16
ABRIL 2015
EDITORIAL
NO 59
Foto de
portada
Hanna y su bebé, nacida
en diciembre de 2014 en un
campamento de refugiados en
el recinto de la parroquia de Mar
Eliya, en Erbil, en el norte de Irak.
(Peter Balleis SJ/JRS)
Servir está disponible
gratuitamente en inglés, español,
francés e italiano. El Servicio
Jesuita a Refugiados (JRS) lo
publica dos veces al año.
En esta edición
Editorial
Nos congratulamos por la liberación del P. Prem
3
ItalIA
Era un extraño y me invitaste a entrar
4
MALAWI
Conocer el árbol por sus frutos
6
Foco en Oriente Medio
DIRECTOR
Peter Balleis SJ
Norte de Irak
¿Qué futuro nos espera?9
EDITORA
Danielle Vella
Llamamiento
Ud. puede ayudar al equipo del JRS en Irak
DISEÑADOR
Malcolm Bonello
12
Siria
¡No celebremos el V aniversario del conflicto!
13
Sudáfrica
Xenofobia: un crimen contra Sudáfrica 14
El Servicio Jesuita a Refugiados
es una organización católica
internacional creada en 1980
por Pedro Arrupe SJ. Su misión
es acompañar, servir y defender
la causa de los desplazados
forzosos.
Jesuit Refugee Service
Borgo S. Spirito 4, 00193
Roma, Italia
FrancIA
Dentro de la frontera16
RDC | ReflexióN
Las huellas de la resurrección 19
SudáfricA | Contraportada
Refugio20
TEL: +39 06 69 868 465
FAX: +39 06 69 868 461
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en www.jrs.net/informese. ¡Gracias!
2
servir
Ya sabéis que soy Prem Kumar, que estuve en Afganistán desde 2011, que me secuestraron el 2 de junio de 2014 y que
ahora he vuelto a la vida. Y eso es gracias a vuestras oraciones, esfuerzos sinceros y trabajo en equipo… ¡Gracias!
Nos congratulamos por la liberación del P. Prem
El 21 de febrero, el P. Alexis
Prem Kumar SJ (en la foto con
su familia), director del JRS en
Afganistán, secuestrado durante
una visita a una escuela local
patrocinada por el JRS, fue, por
fin, liberado tras ocho meses y 20
días de cautiverio. Su regreso con
su familia, sus compañeros jesuitas
y el JRS nos ha dado una inmensa
alegría a todos nosotros, así como a
muchos amigos de todo el mundo,
que rezaron por él día tras día.
Desde su liberación, el P.
Prem no ha dejado de mostrar su
profunda gratitud a todos aquellos
que lo tuvieron presente en mente
y oración durante esos difíciles y
oscuros meses en los que estuvo
encadenado bajo la vigilancia de
guardias armados. Me dijo que dos
cosas lo mantuvieron esperanzado
todo ese tiempo: la oración diaria
y la confianza en que el JRS haría
todo lo posible para lograr su
liberación.
Si bien la firme esperanza del
P. Prem le mantuvo optimista,
el equipo del JRS en Afganistán
trabajó sin descanso por su
liberación, a través del trabajo
diario del equipo de gestión de
crisis en Roma y Nueva Delhi. La
experiencia del P. Prem hizo crecer
nuestra confianza en los esfuerzos
de nuestros colegas afganos y del
gobierno de la India de llegar hasta
sus captores y lograr su liberación.
Expresamos nuestro más profundo
agradecimiento al Gobierno de la
India por sus esfuerzos y por el
éxito.
El entorno en el que trabajamos
hoy en día es cada vez más hostil.
La simple realidad es que el JRS,
al igual que otras organizaciones
humanitarias, tiene que ser aún
más consciente de los riesgos e
implementar procedimientos de
seguridad locales en cada una de
sus regiones. Sin perder de vista
el movimiento de los grupos
extremistas hostiles en muchos
ámbitos en los que trabaja, el
JRS seguirá centrándose en las
necesidades de los refugiados.
El JRS no detuvo ni redujo sus
servicios en Afganistán durante
el período de incertidumbre y
angustia del P. Prem. Al final, el
amor expresado en nuestro servicio
se impuso y demostró ser más
fuerte que cualquier mal.
Peter Balleis SJ | director internacional del JRS
servir
3
Acompañar
ItalIA
ItalIA
Yo era un extraño y me invitaron a entrar
Danielle Vella
El sentimiento de pertenencia es crucial para los refugiados. En Malta, la pequeña refugiada de la foto sin duda se siente en su hogar.
(Darrin Zammit Lupi)
Mark* no tenía ni idea de que
el Papa Francisco había instado
en septiembre de 2013 a las
congregaciones religiosas a abrir
sus conventos vacíos para acoger
a los refugiados. Pero incluso
si hubiera escuchado la noticia,
tampoco le hubiera prestado
demasiada atención. En aquel
momento, este joven de 27 años
trataba de salir adelante con
su vida en Nairobi. Las cosas
iban bien: tenía una agencia de
investigaciones con unos amigos,
acababa de ser aceptado como
administrativo en el Parlamento
de Kenia, y estaba a punto de
terminar su maestría en Estudios
Internacionales.
Apenas seis semanas después,
sucedió lo impensable. Un ataque
4
servir
de corte político obligó a Mark, a
su madre y a su hermana de 10
años a huir de Kenia. La familia
llegó a Roma en busca de asilo. Allí
una comunidad de los Capuchinos,
una orden religiosa masculina, les
abrió sus puertas. Su hospitalidad
era la respuesta a las muchas
oraciones de Mark.
Cuando le pido que me hable
de su nuevo hogar, Mark responde
con otra pregunta: “¿Basta con
ofrecer a los refugiados un lugar
donde dormir y cenar?”. Su actitud
no es de confrontación. Mark
es muy respetuoso y su voz es
calmada, un gigantón amable. Él
mismo se contesta: “Lo que más
necesitamos es amor y compasión
para recuperar la dignidad que
nos quitaron. Necesitamos saber
que no todo está perdido, sanar
nuestras heridas y reconstruir
nuestras vidas, y, ¡ójala!, poder
curar a otros que también están
heridos”.
Mark encontró la compasión
en la comunidad que le acogió.
Aparte de un hogar, le dieron el
apoyo pastoral que necesitaba
con urgencia para sentirse en
plenitud. “Durante los primeros
meses, la realidad se cobró su
peaje. Estaba amargado y casi
perdí la esperanza. Gracias al
asesoramiento que recibí, ahora
por lo menos puedo hablar de lo
que pasó”.
Lo que pasó es que, de noche,
unos sicarios irrumpieron en
la casa de Mark, en Kenia,
y se lo llevaron como rehén,
matando a su primo de 20 años
e hiriendo gravemente a un
buen amigo. “Vinieron a por mi
madre, por su trabajo”, recuerda
Mark. “Sobrevivimos gracias a
Dios. Cuando se me llevaban, le
dijeron a mi primo que volviera a
dormir. Apenas se dio la vuelta, lo
golpearon en el cuello y lo mataron.
“El resto de la familia sobrevivió
porque los vecinos accionaron sus
alarmas antirrobo y alertaron a
la policía”. La madre de Mark no
esperó. Junto con sus hijos, salió
del país.
Mark aún tiene las cicatrices
de ese ataque. “Tengo una marca
aquí, en el cráneo, y en el brazo.
Pero las heridas emocionales son
las que no se borran; los últimos
segundos que pasé con mi primo
me acompañarán siempre. Cada día
pienso: ¿Y si me hubiera resistido?
¿Qué hubiera pasado de hacer esto
o aquello? Pero ahora también
asumo que vivir significa honrar su
sacrificio”.
Como tantos otros refugiados,
Mark ha descubierto que
su fe cristiana le sostiene
profundamente a la hora de
sobrellevar su terrible experiencia:
“Nuestra fe en Dios nos mantiene
en pie, a pesar de las constantes
Alessia Giuliani
pruebas que enfrentamos, y
mientras buscamos respuestas al
dolor sufrido”.
Mark, su madre y su hermana
se sienten parte de una familia en
los Capuchinos. Pero la aceptación
no es automática. Marcos sabe que,
al principio, acoger a un extraño
conlleva dudas y recelos. “No es
una decisión fácil aceptar a alguien
en tu hogar, dejarlo entrar en tu
‘espacio privado’. Pero es posible:
en estos meses, he visto cómo se
pasó de la sospecha al afecto y al
amor. Ahora me siento parte de la
comunidad”.
Otros también apoyan a esta
familia keniana. Mark no escatima
en elogios para el Centro Astalli JRS, sobre todo hacia su abogada.
“Yo no hubiera podido maniobrar
por el sistema legal sin la ayuda
de Francesca. Ella realmente llevó
nuestro caso y nos consiguió el
estatuto de refugiado”.
Francesca también presentó a
Mark, a su madre y a su hermana
a un grupo parroquial de 20
familias. “Nos invitaron a su
iglesia para contar nuestra historia
y nos hicimos amigos. ¡Son tan
buenos con nosotros! A veces
asistimos a sus reuniones. Pasamos
la Nochebuena con una familia.
Acompañar
Como decía antes, esto es lo que
necesitan los refugiados: sentirse
bienvenidos, no ser vistos como
una carga”.
Pero aún quedan algunos
obstáculos para la familia de
Mark. Por citar uno, él sabe que
conseguir un trabajo es muy difícil.
Pero es optimista y agradecido
por tantos “ángeles de la guarda”.
Su última palabra: “¡Ójala todos
los refugiados tuvieran una
bienvenida como esta! Pero no
es así. Muchos están en peores
condiciones e incluso durmiendo
en las calles... Mi corazón está
con ellos. Este amor, este apoyo
para empezar de nuevo que hemos
recibido, es lo que se merecen todos
los refugiados”.
*No es su nombre real
Queridos religiosos
y religiosas, los
conventos vacíos no
son nuestros, son para
la carne de Cristo, que
son los refugiados.
El Señor nos llama a
vivir con generosidad
y valentía la acogida
en los conventos
vacíos. Desde luego,
no es algo simple;
se necesita criterio,
responsabilidad, pero
también se necesita
coraje.
Papa Francisco durante su
visita al Centro Astalli JRS en 2013.
servir
5
Acompañar
Malawi
Malawi
Acompañar
Conocer el árbol por sus frutos
El hijo de Peter* murió cuando un
vehículo irrumpió repentinamente
por una estrecha y difícil curva
del campamento de Dzaleka de
Malawi y lo arrolló. Un anciano
refugiado, Peter, que ya había
sufrido bastante dolor en su vida,
lloraba amargamente al recordar
a su hijo durante una reunión del
grupo de apoyo. Semanas más
tarde, cuando dibujó su ‘árbol de la
vida’, Peter musitó: “Usted sabe, si
la fruta verde cae del árbol al suelo,
otras crecerán en su lugar, porque
el árbol tiene sus estaciones”.
Esta revelación le llegó a Peter
tras asistir durante semanas al
grupo de apoyo organizado por
el JRS para refugiados ancianos.
Guiados por consejeros, los
refugiados hicieron, juntos, un
camino de curación, empezando
tímidamente a compartir sus
experiencias. Tras recorrer
dolorosos recuerdos y sueños
rotos, al final del programa los
participantes vieron que podían
pensar en el pasado y el presente
de una manera nueva y hasta
liberadora. Sienten que son
importantes y que han forjado
amistades, que cuidan unos de
otros en el espacio social del
programa.
La oportunidad de compartir es,
sin duda, uno de los más poderosos
beneficios del programa. Una mujer
mayor y sola, Protasia Gathendoh,
puso en marcha el proyecto al
ver que los refugiados ancianos
no estaban en las actividades
psicosociales que el JRS ofrecía
en Dzaleka. Cuando sondeó la
posibilidad de hacer algo, Protasia
descubrió que muchos refugiados
mayores de 60 años estaban solos.
Lo peor, dice, son los que
tienen que valerse por sí mismos.
Sus cónyuges han muerto o
desaparecido. Sus hijos no
están cerca: tal vez vivan en
otros lugares, tal vez hayan sido
asesinados. De vuelta a su pueblo,
otra familia podría haberlos
amparado, pero en el campamento
las personas mayores terminan
solas, se quedan solas.
Cuando deciden unirse al grupo
de apoyo, la base es la confianza.
“La creación de un espacio
seguro supone un lugar donde
los participantes puedan confiar
mutuamente sobre qué significa
la vida para ellos, sobre lo que
cada uno vivió en su país y en una
situación de refugio de más de 10,
15 años”, dice Protasia.
“Recordar y llorar las pérdidas
en la vida de los refugiados es
como pelar cebollas: con las
primeras capas no hay problema,
pero a medida que te acercas al
Dzaleka, Malawi
6
servir
El grupo de apoyo del JRS ha ayudado a los refugiados ancianos a darse cuenta de que su tiempo es valioso y que importa lo que hagan con
él. Ellos pueden y deben seguir aprendiendo y participando en la vida de la comunidad.
corazón, el olor hace brillar tus
ojos. Al ahondar en el recuerdo,
los refugiados experimentan la
profundidad de un dolor silenciado
largo tiempo”.
Protasia recuerda que una
mujer le espetó: “¡Usted hizo
que me acordara de estas cosas
de nuevo!” Protasia respondió:
“Entonces, ¿cómo lo recuerda
ahora?” La respuesta fue: “Bueno,
el dolor está ahí, pero también
puedo reconocer la conexión
de estos recuerdos en mi vida.
Perdí la propiedad, el empleo, la
seguridad, la ciudadanía, me veo
como refugiada, y me duele pensar
que no tengo ninguna solución
duradera. Pero me consuela saber
que todavía estoy viva y que he
sobrevivido”.
Protasia está radiante cuando
relata esto. “Entonces le dijimos
que ella era una superviviente, nos
fijamos en su resiliencia. Y la gente
empezó a contar qué hicieron para
sobrevivir, y eso les ayudó”.
El viaje al pasado no es
fácil. Lágrimas, cansancio y
sentimientos de culpa se cobran su
precio. “Puede haber momentos en
que la víctima se sienta culpable
por no haber hecho todo lo posible
para proteger a sus seres queridos,
o se sienta avergonzada por no
luchar. Nosotros decimos que lo
que hicieron para sobrevivir era
muy importante, que no deben
sufrir por lo que podrían haber
hecho mejor”.
El ‘árbol de la vida’ es un
ejercicio que lo amalgama todo.
Se anima a cada persona a dibujar
su historia en forma de árbol: las
raíces son nuestros antepasados;
el tronco, nuestra experiencia; las
ramas, nuestras relaciones; las
hojas, son las cosas que salen bien.
Los frutos pueden ser maduros, lo
que hemos logrado, o inmaduros,
nuestros sueños rotos.
El enfoque en las fortalezas y
la forma en que se pueden utilizar
en el presente es crucial. “Les
animamos a pensar en lo que
significa resiliencia”, dice Protasia.
“Significa hacer lo que tengo que
hacer en el día. Así que sacamos
otra herramienta, el ejercicio de las
24 horas, preguntando: ¿qué hago
con cada hora de mi día? Lo que
es sorprendente es cómo viven la
vida en el campamento: todo lo que
hacen desde que se levantan hasta
que van a dormir es importante.
Ellos pueden aprender nuevas
habilidades, apoyarse mutuamente
y no sentirse excluidos. Y para
nuestros mayores es importante
saber que hagan lo que hagan, eso
tiene valor y significado”.
Después de que ocho grupos
de apoyo asistieran al programa
de 10 semanas durante dos años,
ahora hay un “espacio social
totalmente abierto” para quienes
quieran. Es algo más que partidas
de cartas, música y una taza de té.
“El beneficio general del programa
es la forma en que se cuidan unos a
otros”, dice Protasia.
servir
7
Acompañar
Malawi
Norte de Irak
¿Qué futuro nos espera?
Servir
FOCO EN
ORIENTE MEDIO
Judith Behnen, Oficina de la Misión Jesuita, Alemania
En Dzaleka, como en cualquier otro campo,
existe el riesgo de que los refugiados ancianos
terminen sintiéndose aislados y arrinconados.
Kamala está llorando. “Lo hemos
perdido todo”, dice esta mujer
de 45 años. “Teníamos una
casa en Mosul, unos ingresos, e
invertimos mucho en la educación
de nuestra hija. Para nada...
Todo se esfumó, incluso nuestra
identidad. Es peor que la muerte.
¿Qué futuro nos espera aquí?”
Kamala señala el contenedor que
ahora llama hogar. Intentó hacerlo
confortable. Hay una alfombra,
un reloj, cajas con ropa, alimentos
cubiertos con sábanas y colchones
ordenadamente apilados en la
pared para ganar algo de espacio.
Contenedores en el recinto
de la iglesia
Pongamos el ejemplo de
Joseph*, de setenta años y que vive
solo. “Si te quedas solo durante
mucho tiempo, la gente comienza
a preguntar, ¿por qué no tienes
amigos?” Joseph necesitaba más
y más alcohol para lidiar con su
aislamiento. Decía que nadie quería
hablar con él, excepto cuando
bebían; de no ser así, se quedaba
solo otra vez. Hablamos con los
demás y animamos a Joseph a
interesarse en las actividades
comunes, a ir acompañado a su
huerto. Joseph lo hizo y, a pesar
de que continúa bebiendo, ha
comenzado a contactar con otros y
esto ha marcado la diferencia”.
Luego estaba Unita*, que
empezó a faltar a las actividades
porque tenía una pierna hinchada.
“Pedimos si alguien podría ir a
buscarla por lo que las mujeres
comenzaron a ir en grupos de dos
y de tres”, recuerda Protasia. “A
partir de ahí, decidieron empezar a
8
servir
reunir algún dinero para comprar
productos en un mercado abierto
semanal y revenderlos en el
campamento. Hacía tiempo que
querían organizar un pequeño
negocio como este y, finalmente, lo
hicieron”.
El proceso es laborioso pero
real. Los consejeros dejan claro
que las actuales dificultades y las
cicatrices de traumas pasados
se mantendrán, pero se pueden
asumir, aprender a vivir y crecer
con ellos, sobre todo en la
comunidad. En el grupo de apoyo,
cuentan la historia de una palmera
para aclarar este punto. Me voy a
saltar eso, pero toda esta charla
de los árboles me hace recordar
algo que Jesús dijo: reconocerás un
árbol por sus frutos...
Punto Info
El campo de refugiados de Dzaleka
está a 45 km. al N.E. de la capital
de Malawi, Lilongwe. Aunque es
un campo abierto, los refugiados
necesitan un permiso escrito para
salir. El JRS ofrece, principalmente,
educación y otras capacitaciones a
los refugiados, especialmente niñas,
niños y jóvenes cuya educación
ha sido interrumpida, retrasada
o incluso denegada. La principal
necesidad expresada por los
refugiados es trabajar para ganar
dinero y comprar cosas necesarias
o no previstas por el ACNUR, y, con
menos frecuencia, comida, ropa y
menaje de cocina, atención médica,
así como techos adecuados para sus
casas.
La de Kamala es una de las 80
familias desplazadas que viven en
el recinto de la iglesia de Mangesh,
un pequeño pueblo en el norte de
Irak. Desde el verano pasado más
de 700.000 iraquíes han huido a la
región autónoma del Kurdistán para
escapar del Estado Islámico (EI).
Musulmanes y cristianos vinieron
de Mosul y de la ciudad de mayoría
cristiana de Karakosh y alrededores,
mientras que los yazidíes provenían
de las aldeas de las montañas de
Sinjar. Con la ayuda de la parroquia
local y el apoyo financiero de
organismos internacionales, las
primeras tiendas de campaña del
recinto de la iglesia han dado paso
a los contenedores más estables y
protegidos del frío. Los refugiados
agradecen tanta hospitalidad, pero,
tras seis meses de espera, están
inquietos y ansiosos por el futuro.
Controles militares
Mangesh se encuentra a unos 100
km. de Mosul. Pero desde que el
EI conquistó la segunda ciudad
de Irak, los refugiados dudan en
poder volver a corto plazo, a pesar
de las declaraciones de los EE.UU.
e Irak de recuperar Mosul. Los
combatientes peshmergas kurdos
están golpeando de nuevo al EI y ya
controlan las tres vías principales
a Mosul. Los puestos de control
militares están por todas partes
para evitar espías y que el EI invada
territorio kurdo. “De repente, es
una ventaja ser cristiana; eso es
algo nuevo en Irak”, dice Sarab
Mikha con una sonrisa. “Como
cristianos no somos sospechosos
de apoyar al EI por lo que podemos
pasar sin problemas”.
Un campo de desplazados en los terrenos
de la parroquia de Mar Eliya en Erbil, la capital
de la provincia del Kurdistán
(Peter Balleis/JRS)
*No son sus nombres reales
servir
9
Servir
Norte de Irak
Norte de Irak
Dar a luz en un helicóptero
Abouna Zakka (izda.) es un sacerdote ortodoxo de la aldea de Marga, cerca de Mosul. A Sarab Mikha, que trabaja para el JRS, se le
escapan las lágrimas al escuchar su historia. Abouna Zakka abandonó Marga junto a otras 80 familias huyendo del EI. Ahora viven en
contenedores en el recinto de la iglesia de la aldea de Mangesh, en la región de Dohuk, en el norte de Irak. (Peter Balleis SJ/JRS)
Regreso de Siria a Irak
Sarab coordina los proyectos del
JRS en el norte de Irak. Creció en
Bagdad, donde estudió informática
y psicología. Recuerda que “en
2006, un grupo terrorista islamista
secuestró a mi hermano y amenazó
a toda nuestra familia. Pagamos
el rescate y huimos”. Su madre
ahora vive en Canadá, su hermana
en los EE.UU. y su hermano en
Suecia. Sarab fue a Siria. “No fue
fácil empezar una nueva vida en
Damasco. Al principio, trabajé
como limpiadora en una empresa
de informática y una noche me
puse a hablar con el jefe. Él se
sorprendió al ver que podía ayudarle
con un problema informático. A
través de él conocí a los jesuitas
en Damasco y les ayudé a poner
en marcha proyectos de ayuda
para los refugiados iraquíes y
10
servir
posteriormente para los sirios;
aunque siempre he soñado con
volver a Irak para hacer algo por mi
gente”.
El entusiasta equipo del JRS
En octubre de 2014, Sarab regresó
a Irak para coordinar los proyectos
del JRS en Erbil, la capital kurda.
Las comunidades cristianas
locales en la ciudad acogieron a los
refugiados con calidez y eficiencia.
Todo está muy bien organizado.
Un equipo de 20 personas del JRS
ha comenzado a trabajar en cuatro
lugares dentro y en los alrededores
de Erbil, visitando a las familias e
impulsando programas psicosociales
y educativos. Casi todos los del
equipo son desplazados. Muchos
vienen de Karakosh o Mosul; otros,
como Sarab, pasaron años en Siria
antes de huir de la guerra civil en
ese país para regresar a casa, donde
todo sigue igual de inseguro. La
mayoría son jóvenes con estudios
que trabajan con empatía y fuerza.
Abeer era maestro en Karakosh.
Ahora, visita a las familias
desplazadas en una de las colonias
de contenedores de Erbil. Rupina es
armenia y ya había trabajado con el
JRS en Siria. Volvió a encontrarse
casualmente con Sarab en Erbil.
Mithal, artista, tenía un taller de
cerámica en Mosul. Todo lo que
queda de su obra son unas cuantas
fotos en su teléfono móvil. Las
muestra con una mezcla de orgullo
y pena. Hoy, es la supervisora del
programa de artes y oficios para
niños y jóvenes. La Hna. Rajaa y la
Hna. Raed son dos Hermanitas de
Jesús, que se han unido al equipo; la
comunidad de Mosul se refugió con
sus hermanas en Erbil.
Nuestro viaje continúa a
Feshkhabour, un pueblo en la
frontera sirio-iraquí. El río Tigris
separa a los dos países. Las
familias yazidíes han buscado
refugio en las ruinas de una granja
y han plantado algunas tiendas de
campaña. El viento aúlla a través
del paisaje desolado y una fina
capa de nieve cubre las colinas.
Unos pequeños calentadores de
queroseno son la única fuente de
calor y las lonas de plástico apenas
aislan los edificios frente al viento.
Noura, una yazidí, nos invita a la
casa que se construyó. “Esto era
un establo”, dice. “Aquí vivían los
animales, no las personas”. En un
rincón, una joven saca a su bebé
pequeño y desnutrido de una cuna.
“Es mi primer hijo”, dice Hadiya.
“Hemos escapado del EI por las
montañas de Sinjar sin nada
que comer. Un helicóptero vino
a rescatarnos y allí nació él. Lo
llamamos Behwar, que, en nuestro
idioma, significa: sin hogar”.
Oportunidades en
el Kurdistán
Perder el hogar es
indescriptiblemente doloroso
para todos los refugiados. Pero
al menos en el norte de Irak hay
oportunidades. “En comparación
con otros lugares que acogen a
un gran número de refugiados, el
Kurdistán es una isla de estabilidad
en una región turbulenta. Se está
desarrollando y su economía
emergente ofrece oportunidades
de empleo”, dice el director
internacional del JRS, Peter Balleis
SJ. “Muchos de los refugiados
tienen una buena formación y una
experiencia laboral sólida por lo
que es posible la integración local si
se salvan las barreras del idioma”.
La mayoría de los refugiados
hablan árabe, no kurdo. Por
esto no es tan sencillo que los
niños refugiados vayan a las
escuelas locales ni que sus padres
encuentren un trabajo. Los
programas de educación del JRS
están abordando este problema.
“Una de nuestras tareas más
urgentes es preparar a los niños
mediante la educación informal y
con clases de kurdo e inglés, lo que
les permitirá asistir a las escuelas
locales”, continúa el P. Balleis.
“Lo mismo sirve a los adultos.
Aprender kurdo es clave para
convivir y crear un futuro aquí”.
Servir
sin terminar de Erbil. Ella quiere
reunirse con su familia en
Alemania. Uno de sus hermanos
lleva doce años en Colonia.
Encontró un trabajo y se construyó
una casa. “Alemania es segura.
Es como el cielo”, dice Afaaf. Es
muy duro para gente como Afaaf
y Kamala tener que pensar en las
oportunidades que tienen a mano
y no en la esperanza de un paraíso
lejano. Ellos han visto el infierno
en su propio país y ya no creen
que un futuro en paz sea posible
en Irak. Solo el tiempo puede
demostrar si tienen razón en su
evaluación sombría de lo que les
aguarda.
Soñando con la seguridad
El bebé Behwar nació en el helicóptero
que rescató a su madre, Hadiya, en las
montañas de Sinjar, adonde miles de
cristianos y yazidíes huyeron para escapar
de las atrocidades del EI. (Judith Behnen)
Afaaf no ve su futuro en el
Kurdistán. Huyó de Karakosh
y ahora vive con otras 400
familias en un centro comercial
Sarab Mikha bromea con unos niños que
viven en un asentamiento de contenedores
creado por la iglesia local para acoger a los
refugiados en Erbil. (Peter Balleis SJ/JRS)
servir
11
Siria
Servir
Usted puede ayudar
al equipo del JRS en Irak
FOCO EN
ORIENTE MEDIO
Queridos amigos,
Leyendo en un contenedor convertido en una biblioteca…
un lugar seguro donde aprender. (Judith Behnen)
Esto es lo que usted puede hacer:
2
US$50/€45
Cubre las pruebas médicas y las medicinas para
una persona, una sola vez.
US$500/€440
3
US$300/€264
Costea el arriendo de dos o tres familias.
4
Sufraga los costes de formación de un adulto
durante tres meses.
US$1000/€880
Paga la educación de un niño durante un año.
Visite jrs.net para leer los últimos informes y jrs.net/donate para hacer un donativo online.
En algunos países, usted puede beneficiarse de deducciones fiscales al donar a través de
nuestras contrapartes. En nuestra web encontrará más información.
Quiero apoyar el trabajo del JRS
Les adjunto una donación de:
Adjunto mi cheque
Apellidos: Nombre:
Ciudad: Código Postal:
País:
Teléfono: Quiero suscribirme a actualizaciones por correo electrónico
servir
transferencias
Banco:
Banca Popolare di Sondrio,
Circonvallazione Cornelia 295,
00167 Roma, Italia
Ag. 12
Número de cuenta en Euros:
IBAN: IT 86 Y 05696 03212 000003410X05
SWIFT CODE/BIC: POSOIT22
Fax:
Email:
12
Gracias
Titular de la cuenta:
JRS
Dirección:
FOCO EN
¡No celebremos el quinto
aniversario del conflicto!
ORIENTE MEDIO
Elias Sadkni completó su maestría en Conflictos, Seguridad y Desarrollo en la
Universidad de Sussex en 2013, tras lo cual regresó a Siria. Vive en Alepo, donde
es director adjunto del JRS en Siria.
En los últimos meses, se ha hecho casi imposible no
escuchar noticias sobre los avances y las atrocidades
del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak. Cientos de miles
de personas han huido de las barbaridades de este
grupo terrorista. En el Kurdistán, norte de Irak, el JRS
está trabajando hombro con hombro con la Iglesia local
para ayudar a los refugiados. Queremos que nuestros
proyectos educativos y de apoyo psicosocial de nueva
creación les den el consuelo y la esperanza que tanto
necesitan. Por favor, ayúdenos a ayudarles.
1
Defender
Número de cuenta en US dólares:
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Es complicado hablar de Siria.
Trato de no mostrar mis
sentimientos; tal vez porque no
sé muy bien qué siento por lo que
sucede, o simplemente porque
tengo miedo de enfrentarme a la
verdad. La situación en Siria es
demasiado compleja para definirla
en una palabra: devastadora,
impactante y deprimente... La
única realidad que veo es que
estamos perdiendo la esperanza de
vencer a esta mortal guerra.
La necesidad más importante
es la voluntad de poner fin a esta
guerra. Pero hasta ahora esa
voluntad está desaparecida y nada
se puede hacer. Todos los intentos
por encontrar alguna solución que
no sea completa serán en vano. La
guerra va más allá de Siria, pero
al mismo tiempo la solución debe
comenzar desde el interior de Siria.
La población, y en particular
la sociedad civil siria, desempeña
un papel importante. Aunque
recientes, las entidades de la
sociedad civil trabajan con gran
profesionalidad. Sin embargo,
su impacto suele limitarse a los
aspectos sociales del conflicto y
no se ha dejado sentir en las vías
políticas o militares.
Creo en un posible papel
positivo para la comunidad
internacional cuando -y
solo cuando- se base en las
perspectivas locales y surja de las
realidades sobre el terreno. Las
organizaciones internacionales
pueden apoyar las iniciativas
propuestas por los sirios para hacer
frente a las consecuencias y sobre
todo a las causas de la guerra. Sin
embargo, el papel más significativo
es que los gobiernos presionen
por una solución que ponga fin al
sufrimiento y den protección a los
refugiados.
Quise poner en práctica lo
aprendido. Cuando comenzamos el
proyecto del JRS en Alepo, éramos
solo ocho personas apoyando
a 25 familias necesitadas. Hoy,
este proyecto cuenta con 200
empleados y está llegando a más
de 10.000 familias. Sí, yo creo
que una persona puede marcar la
diferencia, porque la inspiración
y la esperanza se transmiten a
terceros.
PUNTO INFO
Los sirios están ahora en su quinto
año de una de las guerras más
brutales del siglo XXI, un trágico
aniversario este mes de marzo.
A medida que la cifra de muertos
crece sin control, los sirios se sienten
más desesperados y divididos, y
al mismo tiempo abandonados y
atacados por todos. El JRS apremia
a la comunidad internacional a
tomar la iniciativa para allanar el
camino a un diálogo político serio y,
más importante aún, para que cese
la violencia contra la población civil
y los trabajadores humanitarios.
Nuestro clamor al mundo es: “¡No
celebremos el quinto aniversario del
conflicto sirio!”
Distribución de alimentos en la Ciudad Vieja de Homs para los residentes que regresaron
tras la firma del alto el fuego. (Tomy Kilahji/JRS)
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Sudáfrica
Sudáfrica
Xenofobia: un crimen contra Sudáfrica
David Holdcroft SJ, director regional del JRS en África austral
exitosos modelos empresariales de
servicios, crean empleos y generan
ingresos para los sudafricanos. Su
presencia beneficia a la economía.
Después de los recientes ataques,
los sudafricanos pobres lo
corroboraron lamentándose por la
pérdida de los spaza-shop somalíes,
que ofrecen buenos servicios,
pequeños créditos para los tiempos
difíciles, y víveres a buen precio.
Al aceptar inmigrantes,
Sudáfrica corre el peligro
de perder sus culturas. Aquí
MITO 3
Sara y Yohannis han vivido en Sudáfrica como solicitantes de asilo durante 10 años, explotados y bajo un acoso continuo. Yohannis apenas
puede recordar cuántas veces ha sido atacado. Una vez, en Johannesburgo, fue golpeado tan duramente que quedó inconsciente en la calle
durante más de una hora. La foto de la izquierda y la de la página siguiente se tomaron en un viaje a las oficinas de la organización, Abogados
por los Derechos Humanos, donde Sara y Yohannis acudieron en busca de ayuda para obtener la condición de refugiados. (Graeme Williams/JRS)
La xenofobia asoma, de nuevo,
su feo rostro en nuestro país. Al
menos cinco personas han muerto,
tres de ellas sudafricanas, como
consecuencia de los saqueos
violentos de tiendas de propiedad
extranjera en los alrededores de
Johannesburgo. Más de 80 han sido
destruidas.
Medios sensacionalistas,
dirigentes políticos y policía
presentan estos ataques como
crímenes comunes y no de
xenofobia. Algo difícil de sostener
cuando solo se saquearon tiendas
de extranjeros. Pero la verdad es
que un ataque contra extranjeros
en Sudáfrica es un ataque a los
sudafricanos, y a todo lo que
representan, y esto es un crimen.
Los ataques son una cuestión de
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servir
liderazgo civil, político y religioso
que debemos tomarnos en serio.
Los recientes acontecimientos
recuerdan a los de 2008, cuando
más de 100.000 personas fueron
desplazadas y 63 murieron en
ataques xenófobos. Lo que los
medios no dicen es que cada año,
desde entonces, a excepción de
2009, muchos más han muerto en
ataques xenófobos. Solo en 2013,
240 refugiados fueron asesinados
en este país. Mientras tanto los
municipios aprueban leyes locales
para excluir a los extranjeros
de la economía y aislarlos de la
comunidad.
Dado que la xenofobia parece
arraigada en el paisaje sudafricano,
es importante desmontar sus mitos
más comunes:
MITO 1 Sudáfrica está invadida
por inmigrantes y refugiados.
Sudáfrica alberga una de las
poblaciones más altas solicitantes
de asilo en el mundo (estimada en
315.000). En general, sin embargo,
tiene poca inmigración: apenas
el 4% de su población nació en el
extranjero, unos dos millones de
personas.
MITO 2 Los inmigrantes y,
en especial, los refugiados
se quedan con los trabajos
locales. Cada vez son más las
investigaciones, realizadas en
países tan diversos como Uganda,
Tanzania, Dinamarca y Australia,
y también en Sudáfrica, que
muestran que los refugiados y los
inmigrantes aportan nuevos y
la experiencia de Australia es
ilustrativa. Las sucesivas olas
de inmigrantes han cambiado
la estructura de la sociedad
australiana de una manera que
nadie podría haber previsto. Ha
habido tensiones, pero este genuino
experimento multicultural ha
forjado un país receptivo a un
mayor comercio con más socios que
antes.
MITO 4 La inmigración alienta
el terrorismo. Los atacantes
de Charlie Hebdo “se sentían
franceses, pero fueron considerados
(por muchos franceses) como
extranjeros”. Si no incluimos a los
inmigrantes en el desarrollo de
nuestra sociedad es probable que
aumente la desafección.
MITO 5 Los sudafricanos
son poco acogedores. En mi
experiencia, los sudafricanos son
tan hospitalarios como cualquier
raza de la tierra: la xenofobia tiene
sus raíces en otro lugar.
El camino a seguir
El primer paso es llamar a
estos ataques violentos contra
extranjeros por su nombre:
xenófobos y, por tanto, criminales.
Los autores deben ser procesados
para que todos aprendan que la
violencia no es un lenguaje legítimo
para expresar quejas.
En segundo lugar, es vital reunir
a la comunidad, políticos y líderes
religiosos para hablar de las causas
de los ataques. Estos radican en
la falta de esperanzas y de futuro
de una sociedad en la que muchos
jóvenes entran en la edad adulta
con una educación deficiente, pocas
perspectivas y sin voz política.
Tampoco sienten que los dirigentes
se preocupen por ellos o les
escuchen.
Las raíces de la xenofobia se
encuentran en una maraña de
razones: la gran disparidad de
la riqueza y la exclusión social y
económica de muchos sudafricanos.
Gran parte de la comunidad no
percibe el contrato social que
hace que una sociedad sea algo
significativo para todos sus
componentes. La falta de rendición
de cuentas a una circunscripción
local es una característica
particular de Sudáfrica que debe ser
corregida.
Las iglesias tienen un papel
crucial al ver la humanidad como
algo que trasciende a lo nacional
o étnico. Deben resistir cualquier
impulso de definir las comunidades
en términos etnoculturales.
Nos consuela que el propio
Jesús luchó contra las fuerzas
de un racismo que buscaba
chivos expiatorios, y que fue una
extranjera quien le impulsó a
repensar por completo su misión.
Somos beneficiarios directos de la
intercesión de la mujer sirofenicia
y debemos ver al extranjero como
una oportunidad para reflexionar
y reconfigurar nuestros valores y
vidas.
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Reflexión
En un episodio del Evangelio de
Marcos (7:24-30), Jesús deja la
tierra judía para ir al territorio
pagano de Tiro. Una nativa de
esa región, una sirofenicia (griega
con una religión y una cultura
diferentes) pide a Jesús que sane
a su hija poseída por un espíritu
maligno. Jesús responde: “Deja que
antes se sacien los hijos; no está
bien tomar el pan de los hijos para
tirárselo a los perros”. Las palabras
de Jesús nos sorprenden. Parece
compartir la opinión de su pueblo
que desprecia a los no judíos como
perros por no pertenecer al pueblo
elegido. Además, los sirofenicios,
más desarrollados, explotan Galilea,
la región natal de Jesús. Pero ella
responde: “Es verdad, Señor, pero los
perros, debajo de la mesa, comen las
migajas que dejan caer los hijos”. A lo
que él responde: “A causa de lo que
has dicho, puedes irte: el demonio
ha salido de tu hija”. La reacción de
Jesús puede ser la nuestra: está en
territorio extranjero, se encuentra a
una desconocida que pide ayuda. Y
responde ‘no’. Pero la mujer regresa
con humildad, inteligencia y coraje.
Tal vez, en sus palabras, Jesús
escucha la voz de su Padre diciéndole
que rompa la barrera de sus
prejuicios y acepte la intrusión del
otro que está en necesidad. Género,
origen, cultura y religión separan a
Jesús de la mujer. Ella le enseña a
salvar esas diferencias.
Pablo Alonso SJ, tomado de
“God in Exile” (Dios en el Exilio),
JRS, 2005
VER TAMBIÉN LA CONTRAPORTADA
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Francia
Francia
Darrin Zammit Lupi
Chrupka/Shutterstock
Dentro de la frontera
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MA8/Shutterstock
Cruzar las fronteras internacionales no siempre es sencillo, aunque – a veces especialmente si –
se trate de una cuestión de vida o muerte. El joven de la imagen de la izquierda acaba de llegar a Malta
después de cruzar el mar de Libia.
Michel Croc, JRS Francia
Hacia el mediodía, Reporteros Sin
Fronteras nos alerta de que no
tienen noticias de un periodista
sirio que debía haber llegado a
Marsella. Llamo a la policía, que
me dice que el periodista está en
la zona de espera del aeropuerto y
que aún no ha cruzado la frontera.
Voy a visitarlo. Me entero de
que lo envían de regreso por la
noche y que no ha pedido asilo.
La policía de fronteras no le
informó que podía hacerlo... y él
esperaba que apareciesen los de
Reporteros Sin Fronteras. Le dije
cómo presentar una solicitud de
asilo. Lo hizo. Y mientras tanto
asociaciones parisinas enviaron
a las autoridades todos los datos
que tenían sobre el periodista,
que pudo entrar en Francia al día
siguiente.
El periodista fue una de las
muchas personas que terminan
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servir
dentro de la frontera. Si miran
una frontera dibujada en un mapa,
verán una fina línea trazada entre
dos países. Pero si la miran con una
potente lupa, sobre un mapa a gran
escala, verán que, en realidad, hay
gente dentro de esa línea.
Cuando alguien entra en
Francia desde otro país que no
forma parte del espacio Schengen,
lo someten a una inspección en
la frontera y, por razones varias,
le pueden negar la entrada. Una
posible razón es que tal vez no ha
entendido que sus documentos
-visado, billete de vuelta, carta de
invitación- y fondos para el viaje
deben estar en completo orden.
Más en serio, el viajero puede
tener un visado no válido o un
pasaporte falso, o incluso estar sin
papeles. Si está en tránsito, quizás
la documentación para su destino
final no esté en orden.
Cualquiera en esta situación
podría terminar en una sala de
espera en la frontera, si no lo
pueden subir al barco o al avión
en que llegó, o si ha solicitado
asilo. También hay otro escenario:
cualquier persona que conozca sus
derechos puede pedir un ‘clear day’.
Es decir, 24 horas de margen en las
que puede contactar con familiares
y un abogado.
Aquí, la policía de fronteras
puede hacer lo que quiera. Si decide
rechazar la entrada a alguien y
reembarcarle inmediatamente, no
hay quien le supervise, intervenga,
controle o pueda oponerse a su
decisión.
Según la ley, la policía de
fronteras puede retener a alguien
durante cuatro días, hasta que haya
disponible un viaje de vuelta o el
procedimiento de asilo inicial se
haya completado. Mientras tanto,
el “no admitido” puede ponerse
en contacto con un abogado,
familiares, recibir visitas y la ayuda
de las ONG humanitarias. Para
prolongar la detención más allá de
los primeros cuatro días, la policía
necesita la autorización de un juez.
¿Qué hacen los visitantes de las
organizaciones humanitarias en
las salas de espera en la frontera?
Me gustaría compartirles algunos
ejemplos de mi experiencia
personal. Uno de ellos es el del
periodista sirio, ya citado. Aquí
mi papel era asesorar en una
situación de crisis. Por desgracia,
sin embargo, los visitantes de las
ONG no siempre están por allí para
hacerlo.
En las áreas de espera, las
compañías aéreas suministran
las comidas. Durante más de una
semana visité a un joven africano
que recibía su comida fría mañana,
mediodía y noche. ¿Quién puede
resistir un régimen de este tipo? Le
pregunté si quería algo; respondió
que arroz con salsa, pollo, pescado
o cacahuetes. Dejé el puesto de
policía y regresé con una bandeja
de comida comprada y recalentada
en el aeropuerto. Le pido al jefe
de la policía que me permita
entregarle la comida al joven. Él le
manda a un joven guardia: “Cógelo,
pero primero pasa el recipiente
por el monitor de seguridad”. Este
simple gesto de humanidad tiene
un resultado no previsto: unos
jóvenes guardias, sorprendidos,
me preguntan por qué visito a las
personas detenidas allí, y por qué
vuelvo. Los jefes de policía llaman
a las unidades donde duermen
los detenidos “habitaciones”;
los jóvenes guardias las llaman
“cárceles”.
En otra ocasión, visité a un
hombre que acaba de llegar de
Argelia y al que le encontraron
algunas incoherencias en
sus fondos para el viaje. Está
angustiado porque la policía le dice
que sospechan que ha llegado a
Francia para robar, y está seguro
de que van a escribir “ladrón” en
su pasaporte. Le digo que no va a
poder impedir que la policía lo suba
de nuevo al avión esa misma tarde,
y le explico todos los riesgos de una
negativa a embarcarse, dejando
claro que la elección es suya.
También le digo que puede volver
cuando solucione lo del alojamiento
y el dinero y si su pasaporte y
visado siguen siendo válidos. Por
fin se calma porque siente que ya
no está en un túnel sin salida...
aunque el resultado final no es el
que hubiera querido. Mi función
básica es explicar la situación,
todos los aspectos, sin tratar de
servir
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Francia
influir en la elección del hombre.
Luego, un día siete sirios
llegaron al puerto de Toulon sin
visado. Querían pedir asilo, pero
no en Francia. La policía pensó
que debían aplicar el Reglamento
de Dublín, que establece que un
solicitante de asilo debe presentar
su demanda en el primer estado de
la UE por el que entre. Si los sirios
se negaban, la única solución era
enviarlos de regreso a Estambul.
Las autoridades realmente no
querían hacerlo, más aún cuando
había un testigo... un servidor de
ustedes. Llegamos a una solución
“no ilegal”: se autorizó a los sirios
a entrar en Francia, pero no
tomaron sus huellas digitales, ya
que no pidieron asilo, y se les dio
un salvoconducto para el país de su
elección.
Cuando vas como visitante
a la zona de espera, entras en
el dominio de los derechos
Gwoeii/Shutterstock
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servir
República Democrática del Congo
humanos. Muchos ejemplos:
cuando se trata de la denegación
de entrada, a veces la policía
decide por sí misma. “Le exijo
que se vaya de inmediato”. No
es un comportamiento gratuito
–“Si usted protesta, le rompo el
pasaporte”–, puede ser incluso
violento durante los intentos de
embarque. “Se golpeó la cabeza en
el ascensor”. Nuestro papel aquí
es detectar, y compartir con las
asociaciones, los hechos que deben
hacerse públicos o ser llevados ante
la ley.
Los visitantes de las salas de
espera son pocos, por lo que ni
pueden ayudar a todos aquellos que
pasan por este difícil momento,
ni controlar que se respeten sus
derechos. Entonces, ¿qué hace que
nuestras acciones sean eficaces
cuando son, en definitiva, tan
limitadas? Es la creencia cristiana
bien conocida de que el mal teme
la luz y florece con facilidad si tiene
la seguridad del secreto. Aunque
los visitantes no siempre están
presentes, pueden pedir entrar
en la sala de espera en cualquier
momento sin previo aviso. Y
observaciones repetidas finalmente
permiten llegar a niveles más altos,
produciendo mejoras sustanciales
en aquellos lugares donde muchos
sufren y pocos pueden estar a su
lado para tomar medidas.
Aunque los visitantes
no siempre estén
presentes, pueden
pedir entrar en la
sala de espera en
cualquier momento
sin previo aviso.
Reflexión
Las huellas de la resurrección
Felix Polten SJ, JRS RDC
La Pascua es la celebración de la
pasión, muerte y resurrección de
Jesucristo. El Vía Crucis, con sus 14
estaciones, entra en profundidad
en el sufrimiento y la muerte, y
a veces en una 15ª estación, en
la resurrección. Pero las huellas
de la resurrección se pueden
encontrar incluso en las primeras
14 estaciones. Al trabajar y vivir
con el JRS en el este del Congo, la
pasión y la muerte, por un lado, y
la resurrección, por el otro, son una
experiencia cotidiana.
La primera estación retrata
la condena de Jesús: en todo el
mundo, los desplazados forzosos,
más de 50 millones de hombres,
mujeres y niños, están condenados
por las fuerzas del mal y no tienen
la oportunidad de luchar contra su
condena. Deben escapar, sin saber
muy bien adónde ir ni cuándo o si
van a poder volver.
Las estaciones tres, siete y
nueve cuentan cómo Jesús cae
tres veces bajo el peso de la cruz.
Célestin mira el lugar en que se
levantaba su pequeña choza con
sus pocas pertenencias. Después
de cinco días en la selva, regresó
encontrándolo todo quemado por
alguno de los innumerables grupos
armados que luchan en Kivu del
Norte. Es la tercera vez que él y
su familia deben comenzar de
nuevo. Hace siete años huyeron
de su pueblo cuando fue atacado.
Su huida desesperada les llevó
a uno de los muchos campos de
desplazados internos en la región.
Pero no se quedaron por mucho
tiempo: el campamento fue
atacado y otra vez la familia tuvo
que salir con rumbo desconocido.
Vivieron más o menos en paz en
otro campamento, hasta la semana
pasada.
La quinta estación muestra
a Simón de Cirene ayudando a
Jesús a llevar la cruz. Cada vez que
Zawadi, de 11 años, lleva el bidón
de 20 litros a sus espaldas, atado a
la cabeza con un pedazo de trapo,
sabe que la media hora de trayecto
a pie desde la fuente supondrá un
gran esfuerzo. Pero ella lo recorre
feliz cuatro veces a la semana.
Sin ella, su vecino de 77 años no
tendría qué beber. Las piernas de
Igabas ya no pueden caminar, y ella
vive sola en una pequeña cabaña
del campamento de Kalembe.
La estación sexta muestra a
Verónica enjuagando el rostro de
Jesús. Maombi está orgullosa con
su uniforme escolar y de poder
asistir a la escuela secundaria en
Kashuga. Faltó durante dos años
porque su familia no podía pagar
las cuotas escolares de todos sus
hijos. La educación da a Maombi la
esperanza de un futuro mejor más
allá del campamento.
La gente que vive en el exilio
necesita más que los momentos
cotidianos de la resurrección.
Necesita una nueva vida, una
resurrección definitiva, no solo
en el Reino que vendrá, sino, hoy,
en este mundo. Esto debe suceder
para que el Reino celestial sea
una realidad, para que el plan de
Dios para la familia humana se
materialice, para que la vida, el
amor y la paz tengan la última
palabra, como en la Pascua.
Destellos de resurrección en medio del sufrimiento generalizado: La Hna. Regina del JRS
en Masisi se encuentra con un viejo amigo en el campamento de Lubushere para desplazados
internos en el este de la RDC. (Peter Balleis SJ/JRS)
servir
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Jesuit Refugee Service
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(por favor, devuelvan también las
direcciones obsoletas)
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St Aloysius Sports Complex,
50, Triq ix-Xorrox,
Birkirkara, Malta
Servir es editado,
producido e impreso en Malta
DANDO A LOS REFUGIADOS UN
ESPACIO PARA COMPARTIR
Sudáfrica
Refuge, una nueva publicación del JRS,
nos acerca a las frágiles y heroicas
vidas de cinco refugiados que se
vieron atrapados por los avatares de
la historia y huyeron a Sudáfrica. Cada
historia personal sugiere la pregunta
de cómo un ser humano sobrevive
a situaciones tan extremas como el
despojo de todo, la persecución, la
guerra civil, el genocidio, la violación
y el encarcelamiento. Estas piezas
también muestran los problemas
jrssaf.org
específicos que enfrentan los
refugiados en Sudáfrica: la xenofobia
y los crímenes contra extranjeros son
temas siempre presentes. Ser “invisible”
es un mecanismo de supervivencia para
la mayoría de los refugiados, por lo
que reconocemos la valentía de los que
participaron en esta iniciativa. El libro
forma parte del proyecto del JRS en
África austral de contar historias, dando
voz a los refugiados y desplazados
forzosos en espacios urbanos.
www.jrs.net
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