reseñas Antonio Annino y Rafael Rojas, La indepen­ den­cia. Los libros de la patria. México: cide/fce, 2008, 244 p. (Colección Herramientas para la Historia). Carlos Alberto Ortega González Persiste en el tiempo la complacencia de los mexicanos por su Independen­ cia: un hito en la historia de México siem­pre sobrevaluado, jamás vilipen­ diado. Su significado fue configurado por el discurso nacionalista que nació y se reprodujo durante la centuria deci­mo­ nónica. Los encargados de construir­lo utilizaron la historia como herramien­ta y, bajo la estela de un sentimiento pa­ triótico, dirigieron su escritura en bus­ca de la evocación heroica. Durante el si­ glo xx, el discurso se fortaleció gracias a la continuidad de las prácticas apo­ logéticas. Sin embargo, su andar fue trastocado debido, en gran parte, a la pro­fesio­nalización de la historia. La crí­ tica, auspiciada por el método científi­ co, desquebrajaría los cimientos del discur­so para exhibir sus anomalías e, inclusive, cuestionar el nacionalismo que había fomentado. Si la historia vitaliza a la Indepen­ dencia y, a la vez, denuncia las arbitrarie­ dades en su significación, es porque exis­ te una multiplicidad de versiones so­bre su origen y desarrollo histórico. Pa­ra desentrañar las contrariedades y com­ pren­der los diversos sentidos sobre este hecho, es pertinente realizar una aproxi­ mación a las plumas que lo registraron e interpretaron. Sin embargo, la documen­ tación sobre este periodo es inmensa y se presenta en todos los géneros litera­ rios posibles. El ejercicio para llegar a su total conocimiento no es fácil, pues pres­ cribe un esfuerzo titánico e incansable. El trabajo presentado por Antonio Annino y Rafael Rojas es un intento por materializar un corpus que dé cuenta de la enorme producción historiográ­fica sobre el tema. El libro La In­depen­dencia. Los libros de la patria contiene dos ensa­ yos que “reconstruyen la prin­ci­pales lí­ neas de la historiografía sobre la Inde­ pendencia de México”. Tal ejer­cicio de reconstrucción se alimenta de reflexio­ nes encaminadas a analizar las diferen­ tes tendencias ideológico-políticas que influyeron en los relatos sobre el acon­ tecimiento fundacional de la nación ­me­­­­xi­­cana. Acompaña a los traba­jos una ­ex­tensa recopilación bibliográfica donde se encuentran las obras publicadas des­ de 1810 hasta los primeros años del siglo xxi. Este apartado es parte fundamental del texto, pues refuerza su sentido. La revisión historiográfica comienza con las obras liberales del siglo xix, tran­ si­ta por las líneas revolucionarias e ideo­ ló­gicas del xx y finaliza con los escri­tos revisionistas de los últimos 30 años. El eje reflexivo de los autores se consti­ tu­ye a partir del análisis de conflictos socia­les, “que involucraban en su acción mili­tar y política múltiples valores e inte­reses”. Como es de espe­rar­se, los 171 01_ISTOR-37(1-192).indd 171 5/12/09 1:34:52 PM reseñas hom­bres y los nombres no escapan de la reconstrucción histórica. De he­ cho, la legitiman. El ensayo de Annino muestra las transformaciones de la historiografía ­sobre el tema durante el siglo xix. El ­pa­triotismo y sus derivaciones son ana­li­ zados por el autor para explicar la cons­ truc­ción de un pasado que valida la ­visión de una nación excluyente. En ese senti­do, la identidad nacional se configuró a partir del grado de alejamien­ to de los mexicanos respecto al periodo colonial. Los héroes y sus hazañas en pos de la libertad y de los derechos po­ líticos, mar­caron la tesitura de la escri­ tura de la In­de­pendencia durante los años precedentes al positivismo. Annino indica que en la segunda ­mi­tad del siglo xix, los patriotismos na­ cio­nalistas se apoderaron del discurso para construir un paradigma de la his­ toria del progreso. Desde esta premisa, la ­Inde­pen­dencia presentó la oportuni­ dad para delinear los estatutos de la verda­dera emancipación nacional. En ese con­tex­to, la tarea de los hombres de letras se circunscribió a la reconstruc­ ción histórica incluyente, glorificadora del pasado y de la cultura del país. La his­ toriografía de­cimonónica, en el ocaso de su tiempo, intentó dominar la razón histó­ rica a partir de los postulados positivistas, y con ello, reproducir la primera versión mo­ derna del movimiento independentista. La historiografía sobre la Inde­pen­ den­cia en el siglo xx es abordada por Rafael Rojas. Su ensayo trata los cam­ bios historiográficos ocurridos en un pe­ riodo caracterizado por su turbulencia discursiva e ideológica, la cual finali­zaría con la profesionalización de la his­toria. Desde esa perspectiva, la característica principal en la historiografía desarrolla­ da desde la época de la Revolución has­ ta el periodo de los regímenes políticos neoliberales, es su exposición constante a las corrientes ideológicas. Según el autor, la historiografía de la Revolución y la posrevolucionaria no marcaron gran distancia de su anteceso­ ra: la Independencia brillaba por su le­ga­ do libertador. No obstante, fue a partir de los años treinta que, como nun­ca an­ tes visto, la Independencia fue usa­da para legitimar el poder político o aca­dé­ mico y, al mismo tiempo, exacerbó las disputas ideológicas e historiográficas. Las ideologías encumbradas en el in­ digenismo, el agrarismo y el marxismo de­vi­nieron en un discurso radical del nacio­na­­­lismo. Los historiadores que adoptaron estas corrientes descifraron problemas económico-sociales dentro del movimiento independentista, invi­ tando así a la construcción de enfoques étnicos o de clase que dieran cuenta de una nación pluricultural. A pesar de la diversidad interpretativa, la historio­ grafía siguió una línea tradicional y no logró despojarse de los mitos oficiales. El giro interpretativo vendría con la revaloración histórica no de la Indepen­ dencia sino de la monarquía española. 172 01_ISTOR-37(1-192).indd 172 5/12/09 1:34:52 PM reseñas Los estudios sobre el periodo borbóni­ co elaborados entre los años setenta y ochenta señalaron un proceso de con­trac­ ­ción y debilitamiento de las es­tructuras políticas y económicas coloniales. En ese sentido, el movimiento insurgen­te de 1810 pierde su envestidura funda­ cional y es reinterpretado como el pun­ to final de la decadencia monárquica iniciada en la segunda mitad del siglo xviii. Al poner bajo este contexto la últi­ ma fase del virreinato de Nueva España, los historiadores pusieron en duda el sentido libertador de la Independencia y, por lo tanto, abrieron un nuevo debate. Con la caída del régimen soviético en 1992 y el devenir hegemónico de la economía de mercado, las transforma­ ciones sociales y políticas replantearon las interpretaciones de la realidad. Para Rojas, este cambio repercutió nota­­ble­men­te en las ciencias sociales y, por ende, en el campo historiográfico. La percepción histórica existente sobre la Independencia fue discutida y con ello se puso en marcha una renovación his­ toriográfica que devino en una acelera­ da producción de trabajos académicos. La nueva historia política tomó la batuta para marcar las pautas de análi­ sis. El experimento gaditano, la recom­ posición territorial, los procesos elec­ torales y el nacimiento del gobierno representativo en México fueron los tó­ picos abordados para explicar, dentro de un proceso de transición, el resque­ brajamiento del antiguo régimen. El punto de partida ya no fue 1810 o la cri­ sis del orden virreinal, sino 1808, cuan­ do el vacío de poder, ocasionado por la invasión napoleónica en España, produ­ jo una serie de tensiones en torno al con­ trol de la soberanía. En la alborada del siglo xxi, el estudio de la Independencia es influenciado por la historia intelec­ tual con el fin de analizar un proceso de lar­go alcance y detectar los elementos liberales y republicanos formadores del Estado nacional mexicano en la centu­ ria decimonónica. La Independencia. Los libros de la patria es un libro esencial para conocer la enorme producción historiográfica so­ bre la Independencia de México. El trabajo de Annino es un gran esfuerzo sintetizador que el lector no especiali­ zado agradecerá; sin embargo, encon­ trará dificultades para comprender cier­ tos conceptos. El ensayo de Rojas es consistente y, por ello, la explicación de los debates historiográficos tiende a simplificarse en demasía. No obstante, es significativa la apor­ tación de esta obra. Los ensayos que la conforman ilustran de manera atinada las tendencias historiográficas y los con­ textos ideológicos que las enmarcan. Las reflexiones de los autores abren un nuevo debate y eso siempre se agrade­ ce. Asimismo, no se puede soslayar la importancia de la compilación biblio­ gráfica, la cual es vasta y representa una herramienta de gran utilidad para todo aquel interesado en el tema. 173 01_ISTOR-37(1-192).indd 173 5/12/09 1:34:52 PM reseñas M. Sükrü Hanioglu, A Brief History of the Late Ottoman Empire. Princeton: Princeton University Press, 2008, 288 p. Jean Meyer M. S. Hanioglu dicta la cátedra de estu­ dios del Medio Oriente en la Univer­si­ dad de Princeton y especialista en la última etapa del Imperio Otomano, nos ha brindado dos excelentes libros: ­Preparation for a Revolution y The Young Turks in Opposition. En éste último, una nueva edición, la revolución joven-tur­ ca y sus adeptos reciben la atención que merecen; pero el autor, empero, pre­ senta pri­me­ro todos los intentos de re­ forma, des­de antes de la Revolución Francesa en adelante, incluso a partir de la derrota militar sufrida frente a los rusos de Catalina la Grande. The Young Turks in Opposition empie­ za con una descripción de la compleja realidad otomana a fines del siglo xviii: un imperio que se extiende sobre tres continentes –Europa, Asia y África– y que ofrece una extraordinaria riqueza étnica, cultural y religiosa. En el siglo xix ­–era de los nacionalismos–, esta di­ versidad se transforma en factor de rui­ na a la hora de la derrota que en 1918 selló el destino de tres prestigiosas di­ nastías imperiales: las de los Osmanlí, los Habsburgo y los Romanov. Además de ser experto en la litera­ tura sobre el tema, tanto turca como in­ ternacional, M. S. Hanioglu ha trabaja­ do en los archivos imperiales, lo que le permite criticar diversas historias mar­ cadas por la ideología nacionalista turca post otomana, como –en el caso de au­ tores no turcos– la “leyenda negra”, que sigue afectando gran parte de la histo­ riografía. Cuando la Unión Europea no sabe qué hacer con la candidatura turca, ese libro de corta extensión es particu­ larmente bienvenido. Siempre es difícil escapar a la ilu­ sión del destino histórico: la Revolución Francesa es la conclusión normal, la única posible, de la etapa monárquica. De la misma manera, eran inevitables las revoluciones mexicana, china y rusa, así como el derrumbe del poderío espa­ ñol y de los demás imperios. Tanto en Turquía como fuera de ella, se asume que el surgimiento de la república turca en Anatolia, y de otros muchos estados, de entre los escombros del califato, fue tan lógico como fatal. Por cierto, dicho proceso aún no termina, como lo mani­ fiesta el doloroso parto de la nación pa­ lestina que sigue esperando un estado propio para conformarse al modelo revo­ lucionario francés de la nación-estado, del estado nacional. El autor demuestra que esa visión te­leológica del pasado es un obstáculo mayor para entender el periodo “como realmente fue” y para discernir la relación que existe entre las naciones-estado, 174 01_ISTOR-37(1-192).indd 174 5/12/09 1:34:53 PM reseñas Turquía y su pasado otomán en parti­ cular. Para esto, basta con evocar la des­ integración de Yugoslavia a finales del siglo xx, la crisis de Kosovo, los conflic­­ tos latentes en la región y el creciente papel de Turquía en el Medio Oriente. Por lo tanto, la historia que nos ofrece M. S. Hanioglu no es la clásica evoca­ ción de una “decadencia” que se acelera con el “pro­greso”, la “modernización” y la ­“se­­cu­larización” de Europa. “Corre­ gir este error es la meta mayor de mi li­ bro”, afirma. Por eso saca a relucir los procesos his­tóricos, movimientos de larga dura­ ción, y los sitúa en un marco analítico cua­dridimensional: la persistente volun­ tad im­­perial de lograr una verdadera cen­­tra­lización; un contexto socioeco­ nómico mo­­vedizo; el reto mayor de en­ con­trar una contestación otomana a la mo­der­nidad; y la necesidad de integrar la histo­ria del imperio a la del mundo. China, Japón y Rusia, para citar los principales países de una lista que re­ sultaría muy lar­ga, tuvieron que enfren­ tar el mismo desafío. Cada historia nacional, en los Balca­ nes y en el mundo árabe, narra la lucha de su pueblo por sacudirse el yugo “tur­ co”. El autor interpreta esta historia co­ mo la de un combate entre el esfuerzo centralizador y una serie de fuerzas cen­ trífugas muy variadas. Por un lado, el cen­tro aprovecha la tecnología moderna para tomar control de una inmensa pe­ riferia hasta ese momento altamente autónoma –los latinoamericanistas re­ cordarán la “segunda conquista” de las re­formas borbónicas–. Por el otro, las elites locales tradicionales, los movi­ mientos nacionalistas emergentes y las presio­nes internacionales trabajan en sentido contrario. Esa tensión permanente entre cen­ tro y periferia es inseparable de una trans­ formación global del “antiguo régimen” imperial. Desde un principio –otra vez, como en el imperio español pocos años antes–, la reforma administrativa revo­ luciona las relaciones económicas, la cultura otomana y la sociedad. Por tal motivo, el autor versa sobre los cambios en la economía, sociedad y cultura en ese contexto mayor, en lugar de estudiarlos de manera separada, en el vacío. Así evita la peligrosa tentación que nos acecha a todos: la de “explicar” un desarrollo histórico por una sola “cau­ sa” social o económica –por ejemplo, encontrar una relación causal entre la in­ flación y la revolución joven-turca, o atri­ buir la resistencia al uso de la imprenta al “fanatismo religioso”, sin tomar en cuenta la dimensión socioeconómi­ca del problema, a decir, que todo un gremio vivía de copiar manuscritos–. Así, para cada desarrollo histórico del siglo xix otomano, interviene la trinidad ­cultura-sociedad-economía. 175 01_ISTOR-37(1-192).indd 175 5/12/09 1:34:53 PM reseñas M. S. Hanioglu evita con cuidado los paradigmas de modernización y oc­ cidentalización, puesto que el reto de la modernidad afectó a todos, empezando por los estados europeos. Como ellos, mal que bien, el Estado otomano se adap­tó: su tarea fue más ardua que la de Francia, y no menos que la de Rusia. Este proceso liquidó la ficción de una hostilidad férrea y permanente hacia la modernidad, enfrentada con una no me­ nos radical voluntad de modernización. Se dio un reformismo otomano monta­ do en principios islámicos, así como un constitucionalismo no muy diferente al joven-turco, por más secular que haya sido éste. De la misma manera, el “cali­ fa piadoso” Abdulhamid II, frente a la mo­ dernidad, no reaccionó de forma muy diferente a la de su abuelo Majmud II, calificado de “sultán infiel” por los bea­ tos musulmanes de su tiempo. Modernización, occidentalización: no se trata de modelos importados, sino de un largo y complicado proceso de acul­ turación. La adopción se da de manera selectiva y, en un contexto diferente, to­ ma formas disímiles o tiene consecuen­ cias imprevistas. Entre los muchos méritos de este li­ bro, destaca lo siguiente: considera a la historia otomana como parte del andar de Europa y del mundo, más allá de la geo­­ política o del comercio. M. S. Hanio­glu maneja la historia de las relaciones in­ ternacionales como Pierre Renouvin y Jean-Baptiste Duroselle. Desde el ­Congreso de Viena, en 1815, hasta la Guerra Mundial, el imperio fue parte integral de las luchas por el poder en Europa, entre los imperios –Alemania, Inglaterra y Francia–: la historia del siglo xix otomano, y de los últimos 20 años del imperio, no se entiende fuera de este contexto. El derrumbe del imperio en 1918 no se puede analizar sin tomar en cuenta esa “historia diplomática” que ha si­do injustamente despreciada a conse­­cuen­ cia de un marxismo o de un econo­mis­mo mal entendido. ¿Qué hubiera pasado si, en 1914, el imperio hubiese optado por la neutralidad en lugar de aliarse con Berlín y Viena? ¿Quién se atreverá a de­ cir, después de leer este libro, que esta­ ba condenado? Si Napoleón no hubiera destruido la monarquía española en 1808, ¿cómo habría sido la evolución del mundo otomano? Una sola crítica a este pequeño gran texto: la trágica cuestión del pueblo ar­ menio y el exterminio que sufrió a partir de 1915 reciben apenas 20 líneas en la pá­ gina 132. El autor escribe: “Uno de los acontecimientos más trágicos de la gue­ rra fue la deportación de muchos arme­ nios de Anatolia […] La deportación fue ejecutada con una violencia a gran escala, bajo condiciones climáticas extre­ mosas y de hambre que condujeron a una 176 01_ISTOR-37(1-192).indd 176 5/12/09 1:34:53 PM reseñas pérdida masiva de vida. Puso fin, efectiva­ mente, a la existencia armenia en gran parte de Anatolia”. Ni una cifra. Tam­po­ co se mencionan las matanzas de 1895 y de 1908-1909. También ausente, la pala­ bra “genocidio”. El lector encon­trará toda la información en dos li­bros: el his­ to­riador turco, Taner Akçam, escri­bió A. Shameful Act. The Armenian Genocide and the Question of Turkish Responsabi­lity (Nueva York: Metropolitan, Hol­tand Co, 2006; reseñado en Istor Núm. 33, 2008: 106-116); y el francés Raymond Ke­vo­r­kian publicó en el mismo año una su­ma sobre la tragedia, Le génocide des Arméniens (París: Odile Jacob, 1000 p.). L/Istor Victor David Hanson, La guerre du Pélo­ ponnèse. París: Flammarion, 2008, traducido del inglés. En nuestro pesimismo masoquista olvi­ da­mos el horror de las guerras. Hanson ha escrito mucho sobre los conflictos bé­ licos griegos y el presente, y en este li­ bro dibuja esa violencia de manera más cruda. Entre 431 y 404 a.C. los griegos se dividieron en dos bandos –alrededor de Atenas y Esparta– para enfrascarse en una guerra tan larga como atroz. El autor vuelve a las fuentes para presen­ tarnos una tragedia que no tiene nada que pedirle a las del siglo xx en Europa. La crueldad impera y, por más que ­Hanson simpatice con Atenas y califique al ejér­ cito espartano como “algo similar a la Waffen SS”, reconoce la violencia en to­ dos: presos y rehenes masacrados, mu­ jeres y niños vendidos como esclavos, ciudades borradas del mapa. Los dos ban­dos practican la política de la tierra quemada y la estrategia del terror, lo cual desemboca en una carnicería. Para los combatientes la situación no es mejor. En el capítulo dedicado a la fa­ tal expedición de Sicilia (415-413 a.C.), se ve cómo los errores de los líderes con­ ducen a 50,000 atenienses y a sus aliados a la muerte –más perecieron en un terri­ ble cautiverio que en combate–. Las ba­ tallas navales son las que cobran mayor número de vidas, especialmente en la fase final de la lucha; aquí Atenas perdió más hombres que en Sicilia. La matanza sistemática se explica por la voluntad de atemorizar y la masacre de todos los ­re­me­ros busca paralizar a la flotilla ad­ versa. Hanson nos propone una lectura mili­tar: su terrible costo demográfico ­explica por qué Tucídides y los histo­ria­ do­res grie­gos la vieron como la madre de to­dos los conflictos bélicos, mientras que los del siglo xx la equipararon a la Primera Guerra Mundial. Aquélla fue el suicidio de Europa, como la del Peloponesio fue la ruina de Grecia y el fin de la indepen­ dencia de sus ciudades-estado. 177 01_ISTOR-37(1-192).indd 177 5/12/09 1:34:54 PM reseñas Jean Delumeau, Le Mystère Campanella. París: Fayard, 2008. El gran historiador francés, incansable veterano y admirable maestro, nos ofre­ ce un libro de 600 páginas sobre el do­ minico Tommaso Campanella, quien huye de Italia para ponerse bajo la protec­ ción del rey de Francia en 1634 a causa de la Monarchia del Messia. Una paradoja si uno piensa que la obra sostiene una doctrina favorable a la supremacía del po­der pontifical sobre el de los reyes y em­­peradores. Ciertamente, el hombre es­tá implicado –con o sin razón– en un complot contra el virrey de Nápoles y eso explica por qué el Papa lo exilia, ­salvándole la vida, pues bien podía el vi­ rrey pedir a Roma la extradición del monje calabrés, astrólogo oficial del ­Santo ­Padre. En París, Campanella se convierte en el consejero de asuntos italianos del gran cardenal Richelieu. También le pi­ den levantar el horóscopo del pequeño Delfín, el futuro Luis XIV. Su etapa más tranquila fue la última, cinco años parisi­ nos lejos de una vida agitada y marcada por 30 años vividos en la cárcel. Jean Delumeau, gran especialista de historia religiosa, nos restituye la figura fascinan­ te de un profeta milenarista, admirador de Tomas de Aquino (por eso es­cogió el nombre de Tomasso; en realidad se lla­ maba Giovanni Domenico), astrólogo reputado y autor prolífico. Adversario decidido del protestantismo y crítico im­ placable de Aristóteles y Maquiavelo, simula estar loco para escapar de una condena a muerte después de 40 horas de tormentos abominables. Ése es uno de los mejores capítulos de un libro fas­ cinante que nos permite entender a este héroe, filósofo, teólogo, científico y as­ trólogo que vivía con un pie en el pasado y uno en la modernidad. Había sido ol­ vidado hasta que en el siglo xix los revo­ lucionarios redescubrieron su Ciudad del Sol, utopía de una sociedad comunista que pone fin a la explotación del hom­ bre por el hombre. Jean-Paul Desprat, Mirabeau. L’excès et le retrait. París: Perrin, 2008. Una biografía de casi 800 páginas. Un li­ bro brillante sobre el político admirado por Don Jesús Reyes Heroles: Mirabeau, de quien pensaba que, de haber vivido unos años más, hubiera asentado la mo­ narquía constitucional en Francia y des­ viado el curso de la Revolución. Murió en 1791: la enfermedad fue consecuen­ cia de los excesos que minaban su cuer­ po. Piloto de una revolución que había deseado, fue enterrado en el Panteón. Des­pués de que cayó la monarquía se descu­brió su correspondencia secreta con unos reyes que no le hicieron caso; los re­volucionarios tiraron su cuerpo a la 178 01_ISTOR-37(1-192).indd 178 5/12/09 1:34:54 PM reseñas fosa común, pero, según Chateaubriand: “Le quedó el olor del Panteón, no de la alcantarilla”. El hombre conocía a su Francia y a sus pobladores, como –perdonando el ana­cronismo– Richelieu o De Gaulle. Intentó canalizar las pasiones francesas y defender al país contra la Europa de los reyes que veía en la Revolución una buena oportunidad para debilitar a “el ma­mut de Europa” (Jean Jaurès dixit). Al justificar al poder ejecutivo, atacado por los diputados constituyentes, dijo: “Como el fuego nos quema, ¿debemos privarnos de su calor?”. Así pasó de una crí­tica justificada de los defectos de lo que denominaba ya el “antiguo régi­ men” a la defensa de una monarquía ne­ cesaria para evitar el terrible derrape de la Revolución y de las guerras civiles y mun­diales. No fue favorable al proyecto republicano porque entregaría “el Esta­ do a las facciones civiles”. Soñó con una sín­­tesis de la democracia con la monar­ quía, algo que el autor califica de “una de­­­ mocracia real a la instauración de la cual Mirabeau dedicó todo su labor, que era in­­ mensa, y su genio”, que no lo era menos. Hélène Carrère d’ Encausse, Alexandre II. Le printemps de la Russie. París: Fayard, 2008. La politóloga e historiadora de la ­Academia Francesa no ha olvidado sus raíces geor­ gianas y tampoco que su país vivió los siglos xix y xx en el seno del zarismo y de la Unión Soviética. Por eso, nos brin­ da un libro más sobre Rusia para analizar el reino del “zar libertador” en to­das sus contradicciones. Sobre el tema de las re­ formas emprendidas después de la muerte en 1855 del autócrata Nicolás I, su padre, y de la desastrosa guerra de crimea, la literatura histórica es extensa y en varios idiomas. Alejandro hereda el trono sin problemas políticos, pero en­ frenta retos mayúsculos, en espe­cial du­ rante la derrota militar, una humillación sin precedentes para un imperio que de­ rrocó a Napoleón y que fue considerado “el gendarme de Europa”. El reinado de Alejandro II empren­ de reformas acariciadas desde fines del siglo xviii pero jamás realizadas: la más espectacular fue en 1861 con la aboli­ ción de la servidumbre campesina, lo cual le valió el apodo de “El Liberta­ dor”. Las universidades, el ejército, la justicia, la Iglesia… no hubo sector que escapase a la serie de reformas que en un lustro sacudieron al imperio. En aquel entonces Tocqueville ya había pronos­ ticado que el peor momento para un ré­ gimen en problemas es el inicio de las reformas, pues dejan a todos descon­ tentos –tanto a los que no quieren modi­ ficaciones como a los que desean la transformación total–; y, en seguida, la minoría revolucionaria decide la muer­ te del zar, no porque las reformas fuesen 179 01_ISTOR-37(1-192).indd 179 5/12/09 1:34:54 PM reseñas insuficientes o lentas, sino porque su éxito cerraría el paso a la revolución. Por eso, durante 25 años, el imperio vive tensiones tan extremas como las contradicciones: el zar es atacado por los nostálgicos de mano dura de su padre, Nicolas “La Macana”, y condenado a muerte por los primeros terroristas de la Rusia moderna. Hélène Carrère, cono­ cedora de la historiografía, aprovecha una documentación inédita en buena parte para demostrar cómo las oscilacio­ nes del zar y los debates políticos corres­ ponden a los enfrentamientos entre los que hacen la revolución desde arriba, en la tradición del despotismo ilustrado, y los que la sueñan desde abajo. Resulta sugestivo el paralelo entre Alejandro II y Abraham Lincoln, otro “libertador” asesinado, y también con Luis XVI, monarca enfrentado a la nece­ sidad de la Reforma –con mayúscula–. El asesinato del zar ocurre precisamente cuando iba a intentar la experiencia de un régimen constitucional, una vía que su muerte violenta, en 1881, dejó cerrada hasta que la Revolución de 1905 obliga­ ra a su nieto, Nicolas II, a tomarla a re­ga­ ñadientes. La autora no resiste a la tenta­ ción de comparar a Alejandro con Mijaíl Gorbachov, el hombre que, para salvar a la URSS, la reformó y precipitó su (¿ine­ vitable?) implosión… El zar pudo traba­ jar durante 25 años, mientras que el últi­ mo secretario general del pcus dispuso de escasos cinco o seis. Concluye que fue un auténtico reformador, bastante exitoso, y cuyo triunfo le costó la vida. Jonathan Fenby, The Penguin History of ­Modern China: The Fall and Rise of a Great Power, 1850-2008. Londres: Allen Lane/ Penguin, 2008. En más de 800 páginas, el autor revisa los nexos decisivos de la historia de ­China en los últimos 150 años. Tradicionalmen­ te tendemos a considerar como esencia­ les mojoneras las fechas de 1949, año de la victoria de Mao sobre su adversario Chiang, y 1978, cuando fallece. Lo que pasó antes perdía importancia, lo que su­ cedió más tarde se analiza en contraste con el periodo comunista de un Mao que aparece como el eje alrededor del cual gira toda la historia de este país des­ pués de la caída del imperio en 1912. Jonathan Fenby no se deja seducir por la figura del Gran Timonel y, con base en una impresionante bibliografía actualizada, se gana la merecida fama de sólido revisionista. No es sorprendente si uno piensa que cuando siguen publi­ cándose biografías voluminosas de Mao, él escribió en 2004 una de su derrotado ri­val Chiang Kai-shek, figura ignorada por los estudiosos a causa del fracaso: “Un actor mayúsculo que cometió errores ma­ yúsculos, como el presidente Mao”. Con ese desplazamiento ligero en la perspec­ 180 01_ISTOR-37(1-192).indd 180 5/12/09 1:34:55 PM reseñas tiva, el autor rescata lo positivo de la eta­ pa anterior a 1949 que deja de ser “el tiempo de los Disturbios” o de “los seño­ res de la guerra”, y rescata a Li Hong­ zhang, el “Bizmark de la China”, secre­ tario de relaciones exteriores que intentó dividir a las potencias extranjeras que proyectaban repartirse al país como un melón (en palabras de la época). Mao –bien resituado en su contexto– recibe todo el espacio que merece; su brutal autoritarismo y egocentrismo son retratados, al igual que el episodio de la Revolución Cultural, en donde aparece en toda su crueldad; además, el Gran Salto Adelante es calificado como una locura y al mismo tiempo se subraya la realidad del carisma irradiado por Mao. El lector ignorante puede sorprenderse del espacio: cuatro capítulos consagra­ dos a la matanza de la Plaza Tiananmen en 1989, pero los mexicanos recordarán que la carnicería de la Plaza de las Tres Culturas en 1968 tuvo una importancia que no se puede subestimar. Simon Winchester, The Man Who Loved China. The Fantastic Story of the Eccentric Scientist Who Unlocked the Mysteries of the Middle Kingdom. Nueva York: Harper Collins, 2008. Cuando murió en 1995 a una edad ca­ nóni­ca, John Needham había publicado 17 tomos de su colección Science and ­Civilisation in Ancient China, varios de los cuales eran de su coautoría. Luego ­Cambridge siguió con el proyecto que ya lle­gó a 24 volúmenes. Simon Winchester, autor del fabuloso The Profesor and the Madman (1998), la historia de la colabo­ ración entre un hombre internado en un manicomio y el autor del Oxford English Dictionary, nos da ahora otra biografía: la de “el hombre que quiso a China”. La vi­ da agitada del gran sinólogo da la ma­ teria para varias películas, tanto por su vida sen­­­timental (antes de enamorarse de Chi­na, Needham quedó prendado de Lu ­Gwei-djen, estudiante en Cambridge; Joseph, su esposa Dorothy Mary Moyle y Lu formaron un triángulo amoroso que duró toda la vida), como por sus acciones en la guerra de España y en la Segunda Guerra Mundial, y sus relaciones amis­ tosas con el nuevo poder comunista a partir de 1949. Es de admirarse la ex­ traordinaria li­bertad que aprendió en Cambridge, la cual sirvió para que escri­ biera su gran obra sin tener las obligacio­ nes académicas comunes. La estrella polar que guiaba la marcha científica de Needham era una pregunta que pasó a la historia como The Needham Question: “¿Por qué la ciencia y la tecnología chi­ nas, tan avanzadas, dejan de progresar a partir del siglo xv?”. Needham, con todo y sus hazañas enciclopédicas, no pudo elucidar totalmente el enigma, qui­zá porque su amor por China –incluida la del presidente Mao– no le permitía ver 181 01_ISTOR-37(1-192).indd 181 5/12/09 1:34:55 PM reseñas los defectos de su bien amada: la inmen­ sidad del imperio, su burocracia, despo­ tismo, la ausencia de una burguesía mercantil y urbana y, por lo mismo, el aborto de lo que pudo ser el primer ca­ pitalismo. Esta interesante biografía se lee como una novela de aventuras que proporciona hermosas anécdotas, pero no va mucho más lejos. Henrik Eberle y Matthias Uhl (editores), El Informe Hitler. Informe secreto del nkvd para Stalin, extraído de los interrogatorios a Otto Günsche, ayudante personal de Hitler, y Heinz Linge, su ayuda de cámara. Moscú, 1948-1949. Barcelona/México: Tusquets, 2008, 622 páginas. Este informe (Acta Nº 462, Sección 5º, Catálogo 30 del Archivo Estatal de ­Historia Contemporánea de Rusia) fue escrito para un lector específico: José ­Visarionovich Stalin. Cuando el Ejército Rojo tomó Berlín en mayo de 1945, los agentes del nkvd recibieron la orden de Stalin para averiguar si Hitler ya había muerto. Entre los alemanes presos des­ cubrieron a dos testigos esenciales, un par de ayudantes personales del Führer; además, el Vozhd quería saber todo so­ bre un adversario tenaz por el cual había manifestado admiración en varias oca­ siones, por ejemplo, cuando en la Noche de los Cuchillos Largos, de 1934, elimi­ nó brutalmente a más de un centenar de nazis de la S.A. y también a políticos de­ mócratas. No ha faltado quien –entre historiadores soviéticos y rusos– ha pen­ sado que dicha matanza inspiró a Stalin para realizar las grandes purgas ulterio­ res del Partido Comunista, comenzando por la vieja guardia leninista. Otto Günsche y Heinz Linge traba­ jaron durante años al servicio de Hitler y poseían toda su confianza: ellos fueron quienes quemaron su cadáver tras el suicidio. Durante más de tres años pasa­ ron por interrogatorios y fueron entre­ vistados por los especialistas del nkvd; el resultado es el Informe Hitler, ahora traducido del alemán. Los archivos rela­ cionados directamente con Hitler han sido tan trillados que es difícil descubrir algo nuevo; por lo mismo, la publicación de este largo informe original, comuni­ cado por los archivos moscovitas, es una aportación muy importante. Parte de la curiosidad de Stalin obe­ decía a su interés por conocer los mé­ todos empleados por su rival tanto para lle­gar al poder como para conservarlo a la vez que ejercía un extraordinario ca­ risma sobre el pueblo alemán. Su publi­ cación en Alemania suscitó un amplio debate. Sus 330 páginas incluyen re­ flexiones de los autores, 130 páginas de apén­dices, notas, bibliografía y un in­ dispensable índice onomástico. 182 01_ISTOR-37(1-192).indd 182 5/12/09 1:34:55 PM reseñas Timothy J.Colton, Yeltsin: A Life. Nueva York: Basic Books, 2008. No cabe duda que el género biográfico pros­pera y, a diferencia de los libros es­ trictamente académicos que los editores quieren que sean más cortos cada día, per­­mite enormes dimensiones. La bio­ grafía de Boris Yeltsin mide 640 páginas, tres veces más que los libros definidos por muchas editoriales universitarias. Yeltsin tuvo el tiempo de escribir –o de mandar a escribir sus memorias– porque sabía desde la triste y opaca batalla de Moscú, en octubre de 1993, cuando to­ mó la decisión de cañonear el Congreso rebelde, que la posteridad lo maltrataría. Ciertamente, el hombre que escogió (si es que fue así en realidad), Timothy Col­ton, demuestra que la decisión la tomó Yeltsin. Vladimir Vadimirovich Putin lo trató bien en vida y a la hora de su muerte le organizó funerales na­cio­na­ les, pero la historia inmediata ha forma­ do una imagen negativa, la de un ­borracho grosero y vulgar; un comunista “renega­ do” que tenía 70 años cuando acabó con la Unión Soviética, sin ser capaz de cons­ truir nada bueno. Pero no destruyó a la URSS, puesto que se estaba cayendo sola, dicen los que consideran su des­ aparición como algo positivo. Timothy J.Colton, especialista en te­ mas rusos de la Universidad de Harvard, revisa el caso Yeltsin como un buen abo­ gado y su alegato debe ser tomado con seriedad. Por cierto, no hay muchas bio­ grafías de Yeltsin, y puede que ésta sea la primera de un hombre que alcanza la cumbre de la popularidad cuando trepa­ do en un tanque habla a la multitud, a la hora del golpe de Estado de agos­to de 1991, y renuncia a la presidencia tres meses antes de que termine su se­gun­­do periodo, todo en medio de una im­po­ pularidad masiva. Colton le atri­buye el mérito de haber optado por la construc­ ción de un Estado ruso en vez de in­ten­ tar sacar a flote a un imperio insalvable; ade­­más, refuta la crítica de su política eco­nómica, la terapia de choque con­de­ na­da a poste­rio­ri por casi todos los espe­ cialistas. Según Colton no había otra alter­nativa, pues­to que la debilidad ex­ tre­ma del Estado no permitía una moder­ nización gradual, una transición hacia la economía de mercado. En varios temas el abogado Colton va demasiado lejos en la defensa de su cliente, como en el caso de las acusacio­ nes de corrupción. Como Napoleón o el presidente Lázaro Cárdenas, si Yeltsin no robó, por lo menos dejó robar a la ­Familia, a los oligarcas y a los barones rojos que en pocos años engrosaron la lista For­bes de multimillonarios. La gue­ rra de Chechenia es otro punto negro. Sin embargo, el autor tiene razón cuan­ do con­cluye que Yeltsin evitó desastres mayores, como la guerra civil, la desinte­ 183 01_ISTOR-37(1-192).indd 183 5/12/09 1:34:56 PM reseñas gración de la federación de Rusia y un caos en cuanto al arsenal nuclear. Asne Seierstad, The Angel of Grozny: ­Orphans of a Forgotten War. Nueva York: Basic ­Books/ Virago, 2008. La autora no es historiadora, pero su ta­len­­ to ya se había manifestado en 2003 con la publicación de The Bookseller of Kabul, la historia de un valiente librero afgano bajo los regímenes comunista y talibán. Ella estuvo en Chechenia durante la pri­ mera guerra (perdieron los rusos en tiem­ pos de Yeltsin) y, otra vez, diez años más tarde, después de la segun­da, la que ga­ nó Putin cuando la pequeña república fue “pacificada” bajo el mando del joven Ramzan Kadirov, quien tie­ne un pa­ recido con los huérfanos pin­tados por Seierstad, con “el pequeño lo­bo” Timur, quien sobrevivió en las ruinas de Grozny y se transforma en un terrible tirano que ex­plo­ta a otros niños huérfanos como él, pe­ro más chicos o menos fuertes. Su muy honesto relato entrelaza la primera guerra que sobrevivió con el presente de la Chechenia “pacificada” entregada por Putin a Kadirov. Una obra maestra del gran periodismo, al estilo Kapucinski. David J.Danelo, The Border: Exploring the US-Mexican Divide, Stackpole Books, 2008. Otro libro que pertenece al género del pe­riodismo, uno que el historiador res­ peta, necesita y admira de la misma ma­ nera que lo hace con las novelas del gran Cormac McCarthy. El libro se lee como se ve una road movie. El autor via­ jó tres meses a lo largo de nuestra fron­ tera septentrional y el resultado es un volumen generoso que trata bien a todos los que encuentra, con dos excepciones: los políticos y los narcotraficantes. En­ tiende a los patrulleros estadounidenses y simpatiza con los ilegales mexicanos que le pa­recen los émulos de los pione­ ros yanquis del siglo xix, que marcha­ ban hacía el Oeste en busca de una vida mejor; com­­pren­de también la angustia de una frontera que no es un trazo rec­ to, sino una amplia región al norte y sur de la línea po­lítica internacional; se ­angustia por la violencia criminal cre­ ciente, producto del aparentemente irresistible fenómeno eco­nómico y so­ cial que se llama narco. Tejano nacido en Austin, Daniel ­Da­ne­lo prefiere la actitud más tolerante de Texas para con los mexicanos, en comparación con la dureza que encuen­ tra en la población de los otros esta­dos fron­terizos, especialmente Nuevo México. Des­­de luego, considera que la construcción de un muro a lo largo de 700 millas es peor que una inmorali­dad, una es­tupidez que tira al caño mi­ llones de dólares. Calcula que el 80 por ciento de las drogas pasa por los puertos ofi­ciales, dis­frazadas en mercancías per­ 184 01_ISTOR-37(1-192).indd 184 5/12/09 1:34:56 PM reseñas fectamente legales, y que los “moja­ dos” encon­trarán siempre cómo pasar del “otro lado”. Antonio Elorza, Los dos mensajes del Islam. Razón y violencia en la tradición islámica. Barcelona: Ediciones B, 2008. Antonio Elorza, historiador y catedrático en ciencias políticas de la Complutense de Madrid, es un investigador incansa­ ble de una curiosidad y un saber enciclo­ pédico, lo que le permite publicar casi un libro al año sobre temas tan variados como la historia del comunismo, del na­ cio­nalismo vasco, de Cuba, de las religio­ nes políticas o del Islam. En este libro estudia al islamismo, que no debemos confundir con el Islam, y su alternativa: el pensamiento musulmán abierto, pre­ sente, si no muy visible, en una serie de corrientes de carácter minoritario, pero de gran coherencia ideológica que cues­ tionan la supuesta incompatibilidad en­ tre Islam y racionalidad occidental. Des­ pués de publicar Umma: el integrismo en el Islam y El nuevo terrorismo islamista, el autor presenta en este texto tres partes: religión y poder, del islamismo al Yiha­ dismo y una alternativa, la cual denomi­ na “Islam progresista”. Dicho Islam se ma­nifiesta claramente en el libro El ­Islam y los fundamentos del poder, publica­ do en 1925 por el teólogo de al-Azhar, Alí Abderraziq: “Ningún principio reli­ gioso impide a los musulmanes compe­ tir con las demás naciones en todas las cien­cias sociales y políticas. Nada les im­ pide edificar su Estado y su sistema de gobierno atendiendo a las últimas crea­ cio­nes de la razón humana y sobre la ba­ se de los sistemas cuya solidez ya ha sido experimentada, aquellos que la experien­ cia de las naciones designó como mejo­ res”. Lo cual nos remite a la polémica entre Ernest Renan y el afgano, publi­ cada en Istor. En esa corriente de pensa­ mien­to el mensaje coránico queda al mar­gen de la violencia y abierto al plura­ lismo político. 185 01_ISTOR-37(1-192).indd 185 5/12/09 1:34:56 PM