HUMEDICAS 61 5/4/05 17:03 Página 1 Humanidades médicas Juan Carlos Siurana* Bioética Lo que ya compartimos sobre la eutanasia Este artículo se inscribe dentro del proyecto de investigación GV04A-309 “Los nuevos desafíos para la bioética: fundamentos de bioética, ética del medio ambiente y de las biotecnologías, ética de las organizaciones sanitarias y ética clínica”, subvencionado por la Conselleria de Cultura i Esport de la Generalitat Valenciana. También se inserta en el Proyecto de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico HUM200406633-CO2-01/FISO, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y Fondos FEDER, y en los proyectos del Grupo de I+D+I 03/179 de la Generalitat Valenciana. L a palabra “eutanasia” procede del griego y significa “buena muerte”. En la actualidad, el término se utiliza para designar la acción médica que acelera el proceso de muerte de un enfermo terminal. Aunque se podrían hacer numerosas distinciones respecto a este concepto, aquí señalaremos básicamente la diferencia entre la eutanasia activa, que consiste en la realización de una acción médica para acelerar la muerte o poner fin a la vida de un enfermo terminal —administrando, por ejemplo, a un enfermo una dosis excesiva de morfina— y la eutanasia pasiva, que ocurre cuando se omite una acción que podría prolongar la vida del enfermo —por ejemplo, al desconectar un respirador que le mantiene con vida—. Javier Gafo reserva la palabra eutanasia para “la acción médica que tiene como consecuencia primera y primaria la supresión de la vida del enfermo próximo a la muerte, y que así lo solicita”1. El debate sobre la eutanasia surge de tanto en tanto con energía renovada, como si, tras un período de descanso para tomar fuerzas, defensores y detractores, de pronto, recuperaran el hálito para combatir en una lucha sin cuartel por convencer al contrincante de lo equivocado de su posición. Pero en esas condiciones la sociedad queda enfrentada y el problema serpentea alejado de una posible solución. Creo por ello muy importante recoger las ideas de algunos autores, tanto de fuera de nuestro país como de dentro, que nos recuerdan lo que ya compartimos sobre la eutanasia, porque es el camino de la necesaria reconciliación entre los extremos. Margaret A. Somerville, recogiendo la definición de importantes organismos ingleses, estadounidenses y canadienses, define la eutanasia como “un acto deliberado que causa la muerte, llevado a cabo por una persona con la intención primaria de terminar la vida de otra persona, para aliviar su sufrimiento”2. Por su parte, define al suicidio médicamente asistido como un acto *Investigador del Programa “Ramón y Cajal”, cofinanciado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, y profesor de Bioética. Universitat de València. España. (1313) El debate sobre la eutanasia suele polarizarse entre quienes defienden la legitimidad de toda intervención que tienda a aliviar el sufrimiento, aunque acorte la vida, y los que están en contra de cualquier intervención que la acorte. en el que los médicos ponen a disposición del paciente los medios para acabar con su propia vida. Somerville engloba la cuestión del suicidio médicamente asistido bajo el problema de la eutanasia, porque los valores éticos compartidos de nuestra sociedad al respecto son básicamente los mismos en ambos casos. Antes de entrar en los valores compartidos, veamos en qué se caracterizan los planteamientos opuestos. Esta autora percibe que el debate sobre la eutanasia, tal y como se produce actualmente, implica tener que escoger entre dos visiones del mundo irreconciliables: 1. Considerar que somos máquinas biológicas altamente complejas, cuyas características más valiosas son sus funciones racionales, lógicas y cognitivas. Esta visión defiende la eutanasia, por ser una respuesta racional y lógica en determinadas circunstancias. 2. Considerar que la vida humana consta de algo más que sus componentes biológicos, pues implica también un misterio, al menos el misterio de lo desconocido. Esta visión del mundo incluye un sentido de lo “sagrado secular”. Ve a la muerte como parte del misterio de la vida, lo que significa que para respetar la vida debemos respetar la muerte. Reconoce que tenemos la obligación de no acortar la vida intencionadamente. La mayoría de los argumentos a favor de la eutanasia son lógicos y racionales —por ejemplo, afirmar que no hay diferencia entre matar y dejar morir—, pero también hay argumentos emocionales —como, por ejemplo, afirmar que tenemos la obligación de aliviar el sufrimiento—. Por otro lado, los argumentos contra la eutanasia pueden ser también lógicos —por ejemplo, el argumento de la pendiente deslizante— y emocionales —por ejemplo, la santidad de la vida humana. Desgraciadamente, el debate suele polarizarse entre, por un lado, las asociaciones pro-elección, que defienden la legitimidad de toda intervención que tienda a aliviar el sufrimiento aunque acorte la vida y, por otro lado, los grupos pro-vida, que prohíben toda intervención que acorte la vida. Somerville considera necesario encontrar los puntos de consenso entre ambas posturas. Esto será positivo para la sociedad, pues “empezar del consenso y JANO 15-21 ABRIL 2005. VOL. LXVIII N.º 1.561 59 HUMEDICAS 61 5/4/05 17:03 Página 2 moverse hacia el desacuerdo tiene un “la vida biológica no se considera como efecto diferente que empezar del desaun valor absolutamente absoluto, como cuerdo”3. Entre lo blanco y lo negro hay un valor que siempre debe preferirse a diversos tonos de grises. Hay que reconootros, porque en la prohibición del encer que algunas acciones que acortan la vicarnizamiento terapéutico se ponderan y da deben prohibirse, mientras que otras anteponen otros valores como la calidad, deben ser permitidas. Así, “donde nosola dignidad y la justicia”8. tros deberíamos estar de acuerdo es en La eutanasia se plantea hoy como que ninguno de nosotros es pro-sufriproblema moral a raíz de dos novedades: miento y ninguno de nosotros es antiel desarrollo técnico y el crecimiento en muerte cuando ‘su hora ha llegado’”4. la conciencia de la autonomía del paDonde estamos en desacuerdo es en los ciente, que tiene un acceso privilegiado medios que pueden usarse para reducir el a su ideal de autorrealización, “de modo sufrimiento o para causar o permitir que que tiene un peculiar protagonismo a la la muerte ocurra. hora de decidir qué entiende por calidad Esta autora considera que el mayor de vida”9. El problema estriba en saber si el reconocimiento de la autonomía de problema cuando se debate sobre la eutalas personas puede conducir, dado que nasia es la falta de claridad. Muchos de los El debate sobre la eutanasia surge de tanto en tanto la vida no se mide sólo por la cantidad, que creen estar enfrentados, en realidad con energía renovada, como si, tras un período de sino también por la calidad, al derecho están pensando lo mismo, pero usando descanso para tomar fuerzas, defensores y detractode un paciente a pedir a otros, especialconceptos diferentes. Si aclaramos los res, de pronto, recuperaran el hálito para combatir en mente al médico, que le quiten la vida. conceptos encontraremos muchos puntos una lucha sin cuartel por convencer al contrincante de lo equivocado de su posición. Cuando alguien pide que le ayuden a comunes. Según esta autora, “hay muchos morir, está valorando la cantidad de vida puntos importantes referentes a la toma por debajo de la calidad de vida. Según esta autora, los aspectos de decisiones en el final de la vida sobre los que todos nosotros más relevantes para afrontar el final de la vida desde un punto de estamos de acuerdo. [...] Debemos empezar nuestro debate a vista ético son los siguientes: los cuidados paliativos, la calidad de partir de ese acuerdo, en lugar del desacuerdo. Esto cambiará el vida y las voluntades anticipadas10. Hay un amplio acuerdo en ‘tono’ del debate, que, a su vez, puede cambiar su resultado”5. Entre esos puntos de acuerdo, Somerville nos dice que casi toque debemos potenciar los cuidados paliativos, mejorar la calidos reconocemos que debemos respetar la capacidad de los padad de vida de los pacientes y esforzarnos por conocer y respetar cientes para rechazar tratamientos —de manera actual o a través sus voluntades anticipadas. Del mismo modo que se van generade las voluntades anticipadas—, que no debemos administrar lizando posturas comunes sobre temas como la limitación del estratamientos fútiles y que debemos aliviar adecuadamente el dofuerzo terapéutico o el deber de no abandonar al paciente, tal lor, aunque eso pueda acortar la vida. como muestra, partiendo del análisis de casos concretos, el reEl desacuerdo se produce en la legalización de la eutanasia o ciente libro editado por Diego Gracia y Javier Júdez, Ética en la del suicidio asistido. La posición personal de esta autora es que práctica clínica11. legalizar la eutanasia produciría un gran daño a nuestra sociedad Creo que si partimos del reconocimiento de la absoluta digniy a nuestro respeto por la vida humana, pero deja espacio para dad de todos los seres humanos, considerados como interlocutoprofundizar en el diálogo con aquellos que piensan de modo dires válidos, y de los acuerdos ya existentes, surgidos de la refleferente. xión profunda y del diálogo sincero y transparente, podemos afrontar con más acierto el difícil problema ético que nos plantea Somerville señala que el temor a cómo será nuestra muerte, la tanatofobia, puede ser una de las causas del movimiento actual la eutanasia12. para legalizar la eutanasia. Así, “la eutanasia puede representar no sólo un intento de controlar la muerte misma, sino también una confrontación deliberada con la muerte para controlar nuesBibliografía tro temor a ella”6. Pertenecemos a una sociedad que niega la 1. Gafo J. 10 palabras clave en bioética. Estella: Verbo Divino; 1994. p. 100. muerte. Por ello, “como seres humanos, necesitamos compro2. Somerville MA. Legalising euthanasia: why now? Australian Quarterly. meternos en ‘hablar sobre la muerte’ si queremos acomodar, en 1996;68:(3):3. el modo como vivimos nuestras vidas, la inevitable realidad de 3. Somerville MA. The song of death: the lyrics of euthanasia. The Journal of nuestra muerte”7. Contemporary Health Law and Policy. 1993;9(1):75. 4. Ibid., p. 76. En nuestro país, Adela Cortina ha defendido también la nece5. Somerville MA. Euthanasia by confusion. University of New South Wales sidad de partir en este asunto de los puntos de acuerdo. Esta auLaw Journal. 1997;20:3:574. tora nos recuerda que la vida no es un valor absoluto. Un valor 6. Somerville MA. Towards taming the tiger: reflections on prothanasia: personal fulfillment and readiness to die. Humane Health Care International (forabsoluto es aquel que, cuando entra en conflicto con otros en merly Humane Medicine). 1997;13(2):40. una situación concreta, siempre tiene que ser defendido en una 7. Somerville MA. Euthanasia in the media: journalists’ values, media ethics and relación de prioridad respecto a los demás, sean cuales sean las ‘public square’ messages. Humane Health Care International (formerly Hucircunstancias y las consecuencias previsibles. mane Medicine). 1997;13(1):20. 8. Cortina A. Ética civil y religión. Madrid: PPC; 1995. p. 102. La propia ética cristiana ha puesto el valor de la vida por de9. Ibid., p. 247. bajo de otros en determinadas circunstancias, y uno de los ejem10. Cortina A. Los derechos humanos en el final de la vida: tendencias y perspecplos es la prohibición del encarnizamiento terapéutico, basándotivas. En: Sarabia, Alvarezude, coordinadores. La bioética, horizontes de posise en el respeto a la calidad y a la dignidad de la vida del paciente bilidades. III Congreso Nacional de la Asociación de Bioética Fundamental y Clínica, La Coruña, 4-6 de marzo de 1999. Madrid: ABFyC; 2000. p. 19-31. y la consideración de que los elevados gastos ocasionados por el 11. Gracia D, Júdez J, editores. Ética en la práctica clínica. Madrid: Fundación uso de “medios extraordinarios” perjudicará a otros. Cortina conde Ciencias de la Salud/Triacastela; 2004. sidera esta postura muy sensata y apoya con ello la idea de que 12. Couceiro A, editora. Ética en cuidados paliativos. Madrid: Triacastela; 2004. 60 JANO 15-21 ABRIL 2005. VOL. LXVIII N.º 1.561 (1314)