Programa Proyecto Personal Programa: Proyecto Personal SESIÓN TEMA TÍTULO DEL DOCUMENTO Caso 01 ¿Hacia dónde dirigir mis pasos? Y ahora ¿qué? Vida como proyecto personal Notas Proyecto de vida 02 03 04 Caso El mundo en mis manos Nota Libertad Caso Son exigencias del trabajo Nota Trabajo y familia Caso El tiempo dirá Libertad y responsabilidad Trabajo y familia Vida afectiva, noviazgo e inteligencia emocional Vida afectiva y noviazgo Notas Inteligencia emocional 05 06 Caso Nos vamos a vivir juntos Nota Amor matrimonial Caso ¿Qué idioma hablamos? La gran aventura del matrimonio Técnicas de comunicación y resolución de problemas Notas Caso 07 © IFFD 2013 La comunicación en las relaciones interpersonales Ir tirando Crecimiento espiritual: ser más para poder amar más Nota La dimensión trascendente del hombre Proyecto Personal Índice Página: 1 de 1 Y ahora ¿qué? Javier volvía a casa después de haber tomado unas copas con sus amigos; no era tarde, era bastante más temprano que otras veces. Llevaba una temporada con una desazón, un mal humor, una inquietud que no le dejaba disfrutar de la vida. Javier había estudiado ADE; bueno, su pasión era la arquitectura, pero un bachillerato irregular le había llevado a tener que hacer esa carrera. Grandes atracones antes de los exámenes, buena cabeza, pero faltaba constancia. Cuando llegó a la Universidad pensó en cambiar de hábitos, pero hasta que no llegó a 4º de carrera no empezó a sacar buenas notas, para acabar con media de notable. A eso le había ayudado que en el último año de carrera su abuelo enfermó y él se quedó a cuidarlo por las noches, con lo cual tuvo unas horas de estudio extra que no le vinieron mal. Javier piensa que al final le acabó gustando la carrera que había escogido: leía la prensa salmón, conocía presidentes de bancos, empresas, índices de la bolsa, etc. Es verdad que había dejado un poco de lado el inglés, aunque siempre que podía veía en la tele la BBC o la CNN, para practicar el inglés de los negocios. Había hecho prácticas en una empresa de su ciudad. Pudo haber ido al extranjero, pero la morriña de sus amigos, de su casa, le pudo. La empresa era una inmobiliaria, un sector que estaba en retroceso, pero se trataba de un amigo de su padre y le parecía que eso le podría ayudar en la búsqueda de empleo. Durante su etapa universitaria había hecho muchas cosas. Tenía una intensa vida social, mucha chica por conocer, mucha fiestecita: lo que hacen todos los universitarios. Sus amigos eran la pandilla con la que se iba de marcha, gente buena, amigos de diversión, sin muchas pretensiones (hay que vivir, que la vida profesional luego te da un palo). También hizo cursos para completar su formación empresarial, económica, porque le gustaba el mundo de los negocios. Mientras llegaba el trabajo, su padre le dijo que por qué no trabajaba en algo para sacarse un poco de dinero, pero él no se veía repartiendo pizzas o buzoneando. Javier le dijo que por qué no echaba mano de su agenda y le pedía a alguno de sus amigos que le hicieran el favor de darle a él un trabajo. Después de mucho rogar, su padre le consiguió una entrevista con uno de sus amigos. Todo un desastre: hacía falta inglés, habría que irse a otra ciudad una temporada, poco sueldo… Un panorama terrible. Una noche con sus amigos conoció a una chica, Begoña, una de esas personas que te dejan impresionado desde el primer momento. Había estudiado ADE como él, pero era del turno de mañana. Además de haber sacado unas notas impresionantes, había ido al extranjero dos veranos para hacer prácticas. Era culta, sabía divertirse, no era la típica chica mona y nada más. El caso es que se sentía atraído por ella, pero había que decidirse y no lo veía tan claro. Begoña tenía todo pensado, sabía dónde quería ir, trabajar etc. Mientras, él se encontraba en un mar de dudas. Además, su vida amorosa no había sido gran cosa; había tenido rollitos de fin de semana, pero nada que mereciese la pena, tampoco él buscaba nada más. Y ahora de buenas a primeras un tesoro… Las cosas se le amontonaban en la cabeza: el trabajo, el inglés, Begoña y su padre diciéndole que había que tomar decisiones, y ahora, ¿qué? © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión ¿Hacia dónde dirigir mis pasos? Caso Página: 1 de 1 Vida como proyecto personal Llegas al final de la carrera universitaria, acabas tus estudios y, de buenas a primeras, encuentras cierta incertidumbre en tu vida. Cuando llegas a la Universidad piensas que todavía queda tiempo para ciertas cosas, pero eso se acaba: “tengo que buscar trabajo”, “debía haber aprendido más inglés”, “esa chica me gusta”, “ahora deja de vivir en tu ciudad”, etc. Ha llegado otro de los momentos importantes. La selectividad marca, pero ahora se trata de algo que no pasa en tres días, ahora hay que tomar decisiones. Te das cuenta de que la vida es algo por hacer. Encontrar tu sitio en el mundo es tu primera ocupación. Tu vida es tu realidad más radical, debes ocuparte de ella, es tu tarea, ya no puedes echar balones fuera, no puedes culpar a tus padres de que no te comprenden ni al profesor de que te tiene manía, ahora es el momento de coger el toro por los cuernos. Por lo tanto, lo que te debes preguntar es: ¿qué vida quiero tener? Nadie puede sustituirte en esa decisión, es personal e intransferible. Es difícil pensar que alguien se encabezone en vivir mal, todo el mundo quiere vivir bien, pero algunos se toman muy en serio el desvivir: las drogas, el dinero, el sexo fácil, la “profesionalitis” etc. El hecho de reducir la vida a una carta hace que la persona viva en una especie de carril único, sin color, sin altura, sin tiempo. ¿Cómo voy a afrontar este reto? Para llegar a buen puerto no me sirve cualquier viento. Quizás si hay algo de lo que te das cuenta es de la existencia de personas a las que les sirve cualquier sitio para ir. Todos necesitamos un lugar donde ir, el proyecto vital define la identidad de la persona, lo que quieres llegar a ser. Ese proyecto ilumina mis hábitos, mis competencias, produce un fuerte impacto en esos hábitos que adquiero o dejo de adquirir. Por lo tanto, pon las miras altas, sé ambicioso, exígete. Hay que dar lo mejor que tenemos dentro de nosotros mismos. Ese proyecto debe tener tres puntos. Primero un contenido, ese contenido abarca toda tu existencia, es algo muy importante, no sirve cualquier cosa. Este proyecto no es el dinero, o el placer, la fama, etc. Algunas de esas cosas son buenas, pero no llenan tu vida, son secundarias. Además, ese proyecto exige un crecimiento continuo, parar ya es un fracaso, nunca es suficiente, siempre se puede hacer más, el sabio siempre quiere saber más, al amante nunca le satisface lo que da, siempre quiere dar más. En segundo lugar hay que esforzarse para que tenga credibilidad: buscamos una coherencia personal con la que consigamos ese proyecto vital, sin olvidar que tendremos momentos de incertidumbre que nos harán dudar. Estos momentos de incertidumbre serán fácilmente superables gracias al sentido de nuestra vida. En tercer lugar, tener sentido de urgencia, que no es ansiedad, sino algo que te moviliza a conseguir lo que quieres. Todo esto es muy motivante, pero nada más empezar ya surgen los primeros contratiempos. En tu interior empiezan los problemas. La razón te dice lo que hay que hacer en un momento dado y tu corazón empieza a aportar sus propias razones (que las tiene, como dijo Pascal), y que son lo que me resulta más natural hacer en ese momento. Si permites que la razón gane, tienes la sensación de frialdad, de lejanía, un Hegel contemporáneo. Pero si te dejas llevar por el corazón, tienes la sensación de vivir una novela rosa. La solución no es fácil, pero es posible. La razón debe escuchar al corazón y, después, tomar una decisión. Eso es lo más razonable. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión ¿Hacia dónde dirigir mis pasos? Nota Técnica 1 Página: 1 de 3 Cuando nos vemos en la tesitura de tener que elegir entre el corazón y la razón, la voluntad es la que entra en juego, se puede ver impelida para actuar. En ese momento es cuando entran en juego los hábitos que adquirimos. No actúan de manera mecánica, porque saben contemplar cada momento como único. Actuamos con madurez porque atendemos a la razones después de haber escuchado al corazón. La persona madura, además de saber tomar decisiones, sabe perseverar, mantiene su palabra, no pierde el control, sabe a dónde va. Algunas personas piensan que son de una forma en concreto, viven de su forma de ser, es que como soy un cabezota, es que como soy muy dejado… Pero estas excusas no me sirven, es cierto que son parte de mi vida, pero no son mi vida de modo completo. Ahora que nos hemos cargado los buenos modelos educativos, se echa en falta mirar a personas con carácter. Entendemos mal esta expresión, el tener carácter no está mal, al contrario, es fundamental; lo malo es tener falta de carácter. La forma en que puedo acabar con ese hombre viejo, que es mi “modo de ser”, es la educación del carácter. Por lo tanto ese crecer del que estamos hablando es la formación de mi propio carácter. Mi vida lograda debe ser conquistada por acciones acertadas, como dice Alejandro Llano. Esas acciones acertadas, que son hábitos, hacen que algunas personas tengan un estilo especial, que atrae. No consiste en tener la presencia de George Clooney, es algo más. Es una especie de intensidad a la hora de hacer las cosas. Tampoco consiste en repetir ciertos actos de forma mecánica, es un querer hacer algo porque sé que eso es bueno, porque me da la gana. Si, por ejemplo, soy capaz de tomar decisiones correctamente y adquiero este hábito, me doy cuenta de que ahorro tiempo, que puedo hacer más cosas, como, por ejemplo, estar con un amigo. Si soy capaz de trabajar bajo presión, si sé mantener mis decisiones, evitaré la vacilación, los cambios de humor, el efecto veleta etc. Un hábito hace que el pasado se decante en el presente y facilite la conquista del futuro. Pero esto podría hacernos pensar que mi proyecto vital, mi persona, sólo puede crecer de manera rutinaria, a base de costumbres. Eso es cierto, pero no lo es del todo, porque cuando yo me potencio con mis hábitos lo que hago es crecer, siempre gano. En este momento clave de mi vida tengo que ver sobre qué voy a construir mi futuro, y me doy cuenta de que ese carácter que he construido es lo que va a hacer que pueda afrontar bien los retos que tengo en mi vida. No puedo crecer sobre las cosas de las que carezco, sólo puedo crecer desde mis puntos fuertes, desde mis hábitos buenos, que son los que me abren la posibilidad de un buen futuro. Esta madurez se ve acompasada con un afianzamiento de mi persona, mi autoestima crece, creo en mis posibilidades de hacer y de cambiar cosas. La imagen que tengo de mí mismo y la imagen de cómo debería ser están cercanas, aunque no olvide que siempre tengo capacidad de crecer. Parece sencillo, pero es un poco complicado, porque no hay nada que más moleste que una persona que va por la vida de “sobrado”. Y es que el feedback que tengo respecto a mi autoestima es fundamental: lo que me dicen otros de mi persona. La humildad es la base, no es encogerse de hombros de manera resignada, es una combinación de optimismo y la ilusión necesaria para afrontar los diversos retos que se presenten. Con la aceptación de ese feedback me demuestro a mí mismo que quiero mejorar. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión ¿Hacia dónde dirigir mis pasos? Nota Técnica 1 Página: 2 de 3 Ahora bien, se ha hablado de proyecto personal, se puede pensar que la persona es sus virtudes, su carácter, su voluntad o su inteligencia, pero eso es falso. La persona es mucho más. Las facultades son de la persona, pero no son la persona. La persona es coexistencia, si una persona no fuera abierta no sería persona, sin apertura personal no se puede existir. Esta coexistencia es el punto de vinculación real del ámbito personal que cada uno mantiene con cada persona distinta, pero sabiendo que es un quién, no una sustancia pensante, como concibió Descartes. Es un quién, otra persona. Hablamos de algo más profundo que la definición clásica de que el hombre es un ser social por naturaleza, es algo más. Porque cuando yo crezco, cuando mejoro, eso produce una apertura a las personas con las que coexisto. En cierto modo la persona, al abrirse, al comunicarse, se está dando. En el caso de que no se dé, es tan sólo información. De esta forma, si comunico lo mejor que tengo, favorezco que los demás también puedan mejorar. Así se entiende que de lo que cada uno de nosotros haga dependen muchas cosas en la vida. Por último, la sociedad depende de la persona, pero, como la persona es libertad, la consistencia de la sociedad dependerá de la libertad de las personas, por lo tanto, si hago cosas mal, toda la sociedad sufre mi injusticia. La libertad es el quicio de la ética, pero de eso hablaremos en la siguiente nota técnica. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión ¿Hacia dónde dirigir mis pasos? Nota Técnica 1 Página: 3 de 3 Proyecto de vida Cuentan de Chesterton que era muy despistado. En una ocasión, viajando en tren, el revisor le pidió el billete. Él empezó a buscarlo por todos los bolsillos y no lo encontraba. Se iba poniendo cada vez más nervioso. Entonces el revisor le dijo: "Tranquilo, no se inquiete, que no le haré pagar otro billete". "No es pagar lo que me inquieta —repuso Chesterton— lo que me preocupa es que he olvidado a dónde voy". La vida de todo hombre precisa de un norte, de un itinerario, de un argumento. No puede ser una simple sucesión fragmentaria de días sin dirección y sin sentido. Cada hombre ha de esforzarse en conocerse a sí mismo y en buscar sentido a su vida proponiéndose proyectos y metas a las que se siente llamado y que llenan de contenido su existencia. A partir de cierta edad, todo esto ha de ser ya algo bastante definido, de manera que en cada momento uno pueda saber, con un mínimo de certeza, si lo que hace o se propone hacer le aparta o le acerca de esas metas, le facilita o le dificulta ser fiel a sí mismo. Se trata de algo asequible a todos. Lo único que hace falta es —si no se ha hecho— tratarlo seriamente con uno mismo: como decía Epicteto, enseguida te persuadirás: nadie tiene tanto poder para persuadirte a ti como el que tienes tú mismo. Para que la vida tenga sentido y merezca la pena ser vivida, es preciso reflexionar con frecuencia, de modo que vayamos eliminando en nosotros los detalles de contradicción o de incoherencia que vayamos detectando, que son obstáculos que nos descaminan de ese itinerario que nos hemos trazado. Si con demasiada frecuencia nos proponemos hacer una cosa y luego hacemos otra, es fácil que estén fallando las pautas que conducen nuestra vida. Muchas veces lo justificaremos diciendo que «ya nos gustaría hacer todo lo que nos proponemos», o que siempre «del dicho al hecho hay mucho trecho», o alguna que otra frase lapidaria que nos excuse un poco de corregir el rumbo y esforzarnos seriamente en ser fieles a nuestro proyecto de vida. Es un tema difícil, pero tan difícil como importante. A veces la vida parece tan agitada que no nos da tiempo a pensar qué queremos realmente, o por qué, o cómo podemos conseguirlo. Pero hay que pararse a pensar, sin achacar a la complejidad de la vida —como si fuéramos sus víctimas impotentes— lo que muchas veces no es más que una turbia complicidad con la debilidad que hay en nosotros. Somos cada uno de nosotros los más interesados en averiguar cuál es el grado de complicidad con todo lo inauténtico que pueda haber en nuestra vida. Si uno aprecia en sí mismo una cierta inconstancia vital, como si anduviera por la vida distraído de sí mismo, como desnortado, sin terminar de tomar las riendas de su existencia —quizá por los problemas que pudiera suponer exigirse coherencia y autenticidad—, parece claro que está en juego su acierto en el vivir y, como consecuencia, una buena parte de la felicidad de quienes le rodean. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión ¿Hacia dónde dirigir mis pasos? Nota Técnica 2 Página: 1 de 3 Es verdad que las cosas no son siempre sencillas, y que en ocasiones resulta realmente difícil mantenerse fiel al propio proyecto, pues surgen dificultades serias, y a veces el desánimo se hace presente con toda su paralizante fuerza. Pero hay que mantener la confianza en uno mismo, no decir «no puedo», porque no es verdad, porque casi siempre se puede. No podemos olvidar que hay elecciones que son fundamentales en nuestra vida, y que la dispersión, la frivolidad, la renuncia a aquello que vimos con claridad que debíamos hacer, todo eso, termina afectando al propio hombre, despersonalizándolo. Existe una leyenda entre los indios norteamericanos que cuenta cómo un bravo guerrero, en cierta ocasión, encontró un huevo de águila y lo puso en un nido de chochas, esas pequeñas aves zancudas tan frecuentes en aquellos lugares. El aguilucho nació y creció con las chochas y terminó por ser una más entre ellas. Para comer no cazaba como las águilas, sino que escarbaba la tierra buscando semillas e insectos. Cacareaba y cloqueaba. Correteaba y volaba a saltos cortos, como las chochas. Un día vio un magnífico pájaro, a gran altura, cuya silueta se recortaba en un cielo azul intenso. Su aspecto era majestuoso, aristocrático, real, imponente. —¡Qué pájaro tan hermoso! ¿Qué es? —preguntó la que era un águila cambiada, mientras sentía rebullir su sangre de un modo muy íntimo. —¡Ignorante! ¿No lo sabes? —cloqueó el vecino— Es un águila: la reina de las aves. Pero no sueñes, nunca podrás ser como ella. El águila cambiada lanzó un profundo suspiro nostálgico..., bajó la cabeza..., picoteó el suelo... y se olvidó del águila majestuosa. Pasado el tiempo, murió creyendo que era una chocha. A algunas personas les sucede como a esta pobre águila, inconsciente de su noble origen y de sus posibilidades. Han venido al mundo y hacen lo que ven que se hace a su alrededor, no se sienten llamados a nada grande. Cuando observan en otros algo digno de imitación (y suelen fijarse poco en eso), casi siempre lo ven como algo lejano e inasequible para ellos. No trascienden, no aspiran a más, se contentan con el aburrido transcurrir de la rutina de su entorno. No entienden de cosas grandes, de magnanimidad. Sus pensamientos y sus respuestas son siempre mezquinos y calculadores. Pueden ser agudos, pero su lucidez (quizá su falta de lucidez) siempre está teñida de escepticismo. Son incapaces de pensamientos elevados o generosos, y piensan que quienes los tienen son unos ingenuos o unos falsos. Todo lo que hacen tiene el regusto de la mediocridad, incluso en la diversión. Para prevenir y prevenirse en la educación contra esa desgraciada mentalidad, es preciso esforzarse por crear un clima estimulante, un sensato y equilibrado ambiente de sentimientos audaces, magnánimos e ilusionantes. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión ¿Hacia dónde dirigir mis pasos? Nota Técnica 2 Página: 2 de 3 Enfrentarse con lo difícil, alejarse de la posición del mínimo esfuerzo, es algo propio de la virtud de la magnanimidad. Una virtud que los filósofos medievales definían como un razonable empeño en alcanzar cosas altas. Y una virtud que parece muy necesaria en la educación del carácter, porque el hombre empequeñecido difícilmente acierta a comprender las ventajas que supone la liberación de esa mediocridad que le atenaza. Todos hemos de esforzarnos para que la mediocridad no se vaya adueñando de nosotros con el paso del tiempo. El apocamiento de ánimo es una sombra que, con el desgaste del transcurrir de la vida, puede acabar por manejarnos con sutileza, y lograr nuestra sumisión, sedando poco a poco nuestras esperanzas e ilusiones hasta hacernos casi subhumanos. Además, no debemos olvidar que difícilmente alcanzaremos una meta más elevada que la que nos hayamos propuesto. Hemos de ser capaces de observar en nuestra vida esos brillos que nos arrancan de la mediocridad, de la rutina, de la monotonía. Descubrir luces en lo que a primera vista se manifiesta opaco. La grandeza de ánimo también requiere un poco de estilo. Hemos de evitar lo mediocre y lo mezquino, más que condenarlo altivamente. Porque —como decía Jean Guitton— cuando la grandeza de ánimo se alía a la altivez suele quedarse solo en altivez, que es un horrible defecto. Cuando la grandeza se expresa sin rebajar a nadie, sin sobreelevarse a sí misma, entonces es una magnanimidad noble y con clase. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión ¿Hacia dónde dirigir mis pasos? Nota Técnica 2 Página: 3 de 3 El mundo en mis manos Manolo estaba sentado en su coche, eran las tres de la madrugada y acababa de romper con su novia. Mejor dicho, Mamen había decidido romper. Llevaba más de una hora metido en el coche, sin moverse del lugar donde había dejado a Mamen. ¿Que estaba pasando? No lograba entender cómo las cosas se desmoronaban... Manolo era de Albacete, su familia tenía dinero y siempre financió lo que necesitaban los chicos. Se vino a estudiar a Madrid porque quería hacer medicina, en una universidad privada; las notas no habían sido muy altas. No le gustaban los negocios de su padre, todo el día metido en la empresa, siempre pensando en que algún día llegaría alguna crisis, él quería algo distinto. Se vino a Madrid y convenció a su novia de que dejara su carrera —era un año mayor que él— para que se fueran a estudiar a Madrid juntos. Mamen dejó una carrera que no le gustaba mucho, pero en la que no tenía ningún suspenso. La vida de Madrid era impresionante: la ciudad, la gente, las fiestas... Pero al poco de llegar a la universidad sentía un vacío. Después de unos días de analizar la situación con calma se dio cuenta de que Fisioterapia no era lo suyo. Le fastidiaba reconocerlo, pero eso no era lo suyo, qué le iba a hacer. Con un poco de fastidio llamó a su padre y le dijo lo que pensaba: "Papá creo que lo mío es seguir tus pasos en el negocio". A Manolo padre se le iluminó el rostro, por fin se había dado cuenta de que eran idénticos y de que la empresa familiar era lo suyo. Pero no todo estaba claro, al acabar en junio, las matemáticas de Económicas se volvieron insoportables y decidió cambiarse a ADE. El siguiente año decidió que lo mejor era vivir en un piso, que un colegio mayor no era lo que necesitaba, porque allí había que tener un horario, la vida colegial era un rollo, él prefería pasar más tiempo con su novia y menos con aquella panda de intelectuales. Logró convencer a un amigo que tenía en el colegio mayor para irse a vivir a un piso. Pedro era un tío muy bueno, servicial, le gustaba vivir bien también, pero no se podía dar los lujos que algunas veces se daba Manolo. Bueno, Manolo no se daba muchos lujos, pero cuando necesitaba algo, llamaba a mamá y... mamá venía a darle a su hijo lo que necesitaba, ropa, comida, cariñitos. Mamen empezó a ver cosas que no le gustaban. Ella decidió pasar una parte de sus vacaciones en una ONG, le dijo a Manolo que si iba con ella, pero él puso excusas raras, de aprovechar el tiempo para ampliar conocimientos, inglés... pero todo quedaba en agua de borrajas. Manolo era atento con su novia, amigos, si les faltaba algo o era su cumpleaños siempre se acordaba de ellos. Pero lo de la ONG le parecía algo exagerado. La carrera pasó sin pena ni gloria, las asignaturas se iban aprobando pero ni la universidad, ni el mundo de la empresa fueron objeto de su atención. Su compañero de piso lo dejó en tercero de carrera, la vida con Manolo era fácil, pero él esperaba siempre correspondencia en todo y Pedro no podía llegar a los mismos niveles de atención que tenía Manolo. Las discusiones se hicieron agrias y decidió seguir su camino. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Libertad y responsabilidad Caso Página: 1 de 2 Al acabar la carrera entró a trabajar en la empresa de su padre, Manolo pensó que su padre le pondría un despacho para él solo, que llevaría la cuenta de algunos de sus mejores clientes. Pero la realidad fue un poco distinta, su padre era un hombre que se hizo a sí mismo, por lo tanto empezaría desde abajo, para que supiera lo que era de verdad trabajar. Eso no le gustó a Manolo, aguantó poco tiempo. Un día se acercó a su padre y le dijo que quería un cambio en su situación, él no había hecho el sacrificio de hacer esa carrera para estar ahora de comercial. Su padre le dijo que tenía dos caminos: aguantar como lo hizo él o irse a la calle. Manolo no lo dudó, podría encontrar trabajo en otro sitio. Encontró trabajo de manera rápida, tiró de simpatía, hinchó un poco el curriculum y entró en banca financiera. El trabajo le gustaba, pero al final siempre le pasaba lo mismo, no era feliz, terminaba trampeando, y lo echaron a la calle. Ahora estaba solo en el coche. Mamen, al enterarse de la noticia, le dijo que era tonto, que era una cuestión de esperar y hacerse sitio con el paso de tiempo. Se comportaba como un niño caprichoso y eso a ella no le gustaba. Manolo se enfadó y le respondió diciendo que, gracias a él, ella tenía muchos caprichos también. Esto terminó de enfurecer a Mamen, siempre la misma historia, si no se respondía al señor de la misma forma, eras un egoísta. "Eso se acabó también, Mamen me ha dejado" pensaba Manolo, ahora estaba solo, sin trabajo y con su familia enfadada con él. No comprendía por qué todo el mundo estaba en contra suya. Todo sería cuestión de esperar y las cosas cambiarían, algunos regalos, llamadas y todo volvería a la normalidad. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Libertad y responsabilidad Caso Página: 2 de 2 Libertad Concepto de libertad “Libre no es el que manda, sino el que obedece las leyes”. Quizás esta afirmación de Epicteto, filósofo griego, que vivió en el primer siglo d. C., nos pueda parecer hoy exagerada e imposible de proponer. Hoy la idea de libertad que tenemos es totalmente diferente, muchas veces confusa y muy lejana a esta interpretación de Epicteto: la libertad, dicen unos, es una facultad a la que todo hombre tiene derecho y que le permite hacer lo que quiera; sí, pero otros argumentan que no debe limitar la libertad ajena. A todo esto se puede añadir un tercer grupo que dice que la libertad es seguir los propios instintos, abandonar todas las reglas, porque tanto las leyes como las normas son una especie de prisión. ¿De dónde nace esta confusión y cómo se puede demostrar que es contrario al interés del hombre, como persona, ceder a este tipo de reduccionismo del concepto de libertad? La confusión se basa en entender la libertad sobre todo como un fin en sí misma, incluso el fin último del hombre. La libertad es un medio, no un fin, y de ninguna manera puede serlo. Y ¿por qué? Para demostrarlo empecemos por examinar cómo se ejercita la libertad: se ejercita en el acto de una elección. Frente a una encrucijada, mi libertad me permite la elección sobre cuál de los dos caminos decidir, y también la posibilidad de no tomar ninguno de los dos. En este momento, no elegir ningún camino es ya en sí mismo una elección. Por lo tanto, aplico mi libertad en el acto de la elección. Si la libertad fuese el fin último, yo conseguiría ese fin independientemente de la elección tomada y cumplida. El hecho de estar en condiciones de poder elegir, de no estar obligado por nada ni nadie, llevaría a entender la libertad como el fin último del hombre. Esta posición resulta absurda, ya que cualquier posición que uno tomase frente a cualquier encrucijada sería en sí misma lícita, e incluso deseable. Si esta opinión fuese verdadera, las peores infamias que la historia de la humanidad ha conocido serían perfectamente legítimas, desde el terrorismo hasta el nazismo, del homicidio al secuestro y a la violencia. Si, de hecho, el sólo acto de elección constituyese el fin último del hombre, para conseguir tal fin a la persona sólo le bastaría con satisfacer y conseguir una elección cualquiera. Sería entonces imposible juzgar el contenido de cualquier elección y, en base a esto, definir si la elección es buena o mala, ya que el solo hecho de elegir sería un bien en sí mismo. Por lo tanto, es fácil concluir que la libertad no es en sí misma un bien, ni el bien último, en tanto en cuanto existen otros valores —la vida humana o la justicia— que resultan superiores. Existen valores universales que deben necesariamente condicionar la libertad de elección, impidiendo la opción de realizar actos como, por ejemplo, el homicidio, que contradice estos valores. La libertad es, pues, un instrumento que se dirige al bien, que no se encuentra en el acto mismo de la elección, sino en el contenido de ésta, donde reside el bien o el mal. Así se concluye que la libertad no puede ser incondicional, que debe estar delimitada por los valores universales, que determinan de forma inequívoca el bien y el mal. Así llegamos a la conclusión de que la libertad no es la posibilidad de elegir indiferentemente entre varias posibilidades sino la facultad de juzgar la elección con miras a un fin, la felicidad del hombre, que coincide con la plena realización de la persona humana. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Libertad y responsabilidad Nota Técnica Página: 1 de 5 Hemos visto cómo la libertad no opta nunca por el mal reconociéndolo como tal. La libertad es más bien la elección de aquello que en el instante de la elección parece un bien mayor, incluso si esta opción es equivocada. De hecho se dice: «no se elige nunca equivocarse, pero cualquier persona se puede equivocar cuando hace una elección». Para no equivocarse, se necesita conocer. No es justificable sentirse menos libre porque he confiado en alguien que me puede guiar rápida y eficazmente hacia mi meta. Para conducir a la voluntad a la elección correcta y justa, la inteligencia tiene que conocer la Verdad, ya que, cuanto menos conoce, más fácil le resultará equivocarse y, por lo tanto, más difícil cumplir la elección tomada, lo que nos aleja de la felicidad. Aquí puede muy bien aplicarse la frase: “la verdad os hará libres”. Las leyes son un instrumento que ayuda a la inteligencia. La libertad cultivada, elaborada, se obtiene mediante la ley, sometiéndose a una guía que ha sido estudiada no para crear esclavos, sino para ayudar a los hombres a ser todavía más libres. La libertad no viene sola: a ella está inseparablemente ligada la responsabilidad. No existe libertad sin responsabilidad. ¿Qué quiere decir esta frase? Hemos visto que ser libre significa elegir la felicidad, es decir, la realización plena de la persona humana. Entonces, quien elige algo, elimina a su vez otras posibles elecciones. Renuncio a algo porque elijo lo otro: he cumplido una acción: seccionar en parcelas una realidad y escoger una y solo una parcela. Por lo tanto, soy el autor de esta elección y esta realidad que he seleccionado y elegido la he transformado en totalmente mía, por ello soy también responsable de ella. Esto conlleva que, si una elección mía implica consecuencias también para otras personas, tendré que rendirles cuentas a ellas sobre mi elección. Así debería ser en todas las circunstancias de la vida: libertad y responsabilidad son un binomio indivisible e inseparable. De aquí la grandeza del ser humano que se erige sobre el mundo animal, porque tiene el don de ser responsable de sus acciones, de las cuales es el único autor. Parece que hoy en día nadie es capaz de asumir la responsabilidad de sus acciones por las consecuencias que derivan de ellas: se pretende tener siempre una vía de escape. Se inventan coartadas y excusas: la culpa es del ambiente, de la escuela, del Estado que no organiza, la culpa es de la sociedad y de las manipulaciones de la cultura dominante, etc. Encontramos, por lo general, que, en la juventud, la libertad y la responsabilidad muchas veces no constituyen este binomio inseparable, es más, parecen dos términos totalmente antagónicos y contradictorios. Existe una cierta sociología que no sólo justifica, sino que incluso favorece abiertamente esta actitud, ya que sostiene que en la adolescencia cada deseo ha de ser experimentado, que se ha de probar todo. Esta opinión resulta curiosa. Por ejemplo, se podría permitir a los hijos beber amoníaco, o jugar con enchufes. Por eso, como dice Epicteto, podemos afirmar que es verdaderamente libre el que obedece las leyes: pero… se trataría entonces de entender lo siguiente: ¿de qué leyes estamos hablando? © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Libertad y responsabilidad Nota Técnica Página: 2 de 5 La libertad como superación de obstáculos internos y externos Libertad como superación de limitaciones El concepto de libertad es amplio y complejo. Lo que nos interesa es la reflexión sobre la libertad entendida como liberación —la superación de obstáculos internos y externos—, y como conquista personal. El hombre debe saber superar todo lo que le impide conseguir una mayor plenitud humana, conseguir su propia realización. Desde esta perspectiva, los problemas de libertad son de interioridad, de riqueza interior. Se le debe liberar de todo lo que le impida tener más dominio y autoridad sobre sí mismo para poder desarrollar mejor los propios deberes personales y sociales. Cada persona descubrirá, dentro de sí, limitaciones internas (o defectos) y presiones externas negativas. Las limitaciones internas se pueden englobar en la expresión “no saber”: no saber estudiar, no saber juzgar, etc. Otras se pueden incluir en la expresión “no tener”: no tener iniciativa, no tener buen gusto. Y todavía otra expresión que sería “no ser”: no ser ordenado, no ser constante, etc. Conocer las propias limitaciones es el primer paso para conseguir superarlas, aunque sea de forma parcial. Aceptarse a uno mismo con estas limitaciones es una segunda etapa. Esforzarse por superar las principales limitaciones constituiría la tercera etapa. La lucha personal es fundamental para la superación de las propias limitaciones y, en consecuencia, para el desarrollo de la propia libertad. Existen también unas capacidades escondidas, aletargadas y adormecidas; son potencialidades que se ignoran, hasta que un día afloran, debido a nuevas responsabilidades en el trabajo, o sociales, o por efecto del proceso educativo. Educar es suscitar ocasiones para hacer actuales estas capacidades. Es necesario también superar los obstáculos ambientales, que condicionan a cada persona, y cuyos efectos varían según circunstancias de tipo familiar, profesional, social o espiritual. A modo de ejemplo, algunos posibles obstáculos externos: una incorrecta información sobre argumentos importantes, falta de medios de formación o de perfeccionamiento, falta de autonomía en el campo laboral y en las estructuras sociales, presiones del ambiente, que pueden proceder de las estrategias publicitarias, que inducen a aumentar el consumo y no a mejorarlo, presiones de la moda, etc. El conocimiento de estas limitaciones constituye la primera etapa del proceso de superación. Es muy útil conocerlas y advertirlas como carencias o como presiones. En el caso de las presiones se necesita conocer su importancia, porque algunas de ellas pasan desapercibidas. Existe una segunda etapa que consiste en aceptar estos condicionamientos como fronteras provisionales de la zona de autonomía personal, para aprender a actuar prescindiendo de ellas. La tercera etapa consiste en el esfuerzo personal por superar estas limitaciones externas mediante de la adquisición de alguna virtud (por ejemplo: fortaleza, sobriedad, etc.) y de ciertas capacidades (por ejemplo: juicio crítico, etc.). También se debe buscar el cambio en lo que obstaculiza el desarrollo de la libertad propia y ajena. En particular, se deben mejorar, en lo que dependa de nuestra capacidad de influencia y de responsabilidad, las condiciones de trabajo o de convivencia humana. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Libertad y responsabilidad Nota Técnica Página: 3 de 5 Libertad como conquista personal Desarrollar la propia libertad es fruto de una conquista personal que tendrá como resultado final conseguir la madurez humana y, cuando se tiene fe, también la sobrenatural. El objetivo de la madurez es, sin lugar a dudas, un objetivo-tendencia a largo plazo, no totalmente realizable. Para intentar conseguirlo el esfuerzo se dirigirá a diferentes objetivos intermedios y concretos. Frente a los obstáculos ambientales será necesario ver lo que se puede hacer, sin conformismos, convencidos de que siempre podemos influir modificando los factores contrarios al desarrollo de la libertad propia y ajena. Contra las limitaciones internas se tendrá que tener confianza en nuestros puntos fuertes, de manera exigente. Antes de tomar una decisión, se necesita disponer de información lo más exacta y completa posible. Una información excesiva y confusa puede ser tanto o más peligrosa para la buena elección que una información insuficiente. La libertad se ejercita en la decisión. Lo que va a desarrollar la libertad personal es la reflexión antes que la decisión, en relación con determinados objetivos, y la responsabilidad con la que aceptamos las consecuencias. Hay que tener en cuenta que, en la decisión, los objetivos dan un especial significado a cada una de las alternativas entre las que se puede elegir. El desarrollo de la libertad en los diversos ámbitos La libertad humana se desarrolla en diferentes ámbitos. Uno de ellos es el trabajo y las relaciones humanas. La libertad y la responsabilidad se conquistan y reconquistan en el trabajo desarrollado con competencia profesional y espíritu de servicio. Lo mismo sucede en las relaciones sociales desarrolladas de modo correcto, es decir, cuando la preocupación por el otro es sincera. De hecho, si se utiliza a las personas como instrumentos para resolver problemas personales, se lesiona su libertad y no se favorece el desarrollo de la propia libertad. Trabajo y relaciones humanas, actividad profesional y aficiones, familia y amigos, todo esto puede constituir un ámbito de libertad de evidente importancia. Del mismo modo que en el ámbito externo se procede de una manera u otra, en el ámbito de la intimidad personal también se procede de una manera u otra. La libertad interior evoluciona en el tiempo, gradualmente, pasando del rechazo a priori a la conquista de la autonomía, que permite vivir de forma responsable. El rechazo a priori en un joven es una fase o condición necesaria, pero transitoria, y que se supera. En su intimidad, cada persona va poco a poco descubriéndose, transformándose siempre más en sí misma. Si realiza con criterio y sensatez este trabajo, asume entonces su propia identidad real, en el cumplimiento del propio deber, incluso si falta la posibilidad de elección. Es una libertad que exige más empeño, porque depende menos de los estímulos de las diferentes alternativas. En su intimidad el hombre va descubriendo el significado de la vida y ejercita la libertad en otro ámbito: el del fin de nuestra vida. A través de esta búsqueda, el hombre puede darse cuenta de que está llamado a ser generoso y a estar disponible. Con la superación del egoísmo, y mediante la generosidad, el hombre llega a entender en qué consiste la “libertad para”, la libertad vivida en la acción y la reflexión, en el conocimiento y el amor. Por tanto, el desarrollo de la libertad es una conquista personal. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Libertad y responsabilidad Nota Técnica Página: 4 de 5 Autenticidad Lo auténtico tiene que ver con lo verdadero, lo genuino, lo certificable. Se opone a lo auténtico lo que no es sino una copia; quizá a efectos prácticos un sucedáneo, pero, en el fondo, algo falso. Aplicado a las personas, auténtico es quien se comporta según lo que es y debe ser. Dejemos aparte el falso sentido de lo "auténtico" como meramente espontáneo. Según el diccionario, es auténtico el honrado, fiel a sus orígenes y convicciones; fiel, se entiende, en la vida de cada día; de modo que su vida tenga sentido, dé frutos, sea útil. La autenticidad tiene que ver con la verdad y con el bien. "Inauténtico" se puede ser por una insuficiente reflexión, por un déficit de racionalidad. Para ser auténtico es necesario que uno sea libre interiormente y consecuente consigo mismo. Si pensamos que tenemos lo mejor, lo lógico será darlo a los demás, para que disfruten de nuestra alegría. Hay que resaltar que el amor tiene que “salir del pensamiento”: de la idea ilusoria de que uno es bueno porque no mata, ni roba, etc.; o del espejismo de que se es suficientemente bueno porque se realiza un cierto número de tareas a favor de los parientes, amigos y conocidos. La autenticidad del amor pide llegar a todos, comenzando lógicamente por los que están más cerca: no excluir a nadie, ni siquiera a los enemigos. Se dice que el mayor desamor es la indiferencia. No basta estar “convencido” de que el amor es lo importante, sino que hay que servir realmente a los demás. “Inauténtico” se puede ser también por falta de experiencia, tanto en el sentido de tener experiencia como en el de “hacer experiencia” de algo. A quien no ha encontrado amor (en sus padres, educadores, etc.) o a quien no ha amado nunca de verdad, no se le puede pedir autenticidad en el amor hasta que encuentre una (verdadera) oportunidad de amar, que a nadie falta en la vida. Si no se ha experimentado el amor como entrega, no cabe autenticidad. “Inauténtico” se puede ser, en fin, si se rehúye a los demás. Si uno no se interesa por lo que les pasa, por sus costumbres y tradiciones, por lo que les alegra o les apena, por lo que necesitan. Dicho brevemente, se es auténtico si se vive aquello que se proclama. Y para ello, lo primero es pensar adecuadamente (lo que requiere un tiempo de reflexión y aprendizaje). Y lo segundo, procurar vivir en coherencia con lo que se piensa, sin darlo por supuesto. Bien se dice que, cuando uno no vive como piensa, acaba pensando como vive; es decir, adecuando su pensamiento (de modo inconsciente) a su vida real, pero irreflexiva. Y entonces se engaña miserablemente a sí mismo y hace sufrir inútilmente a los demás. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Libertad y responsabilidad Nota Técnica Página: 5 de 5 Son exigencias del trabajo Olga tiene 26 años y una buena carrera profesional. Se graduó joven en marketing y, tras un máster de un año, la contrataron enseguida en una multinacional. Hace cuatro años que sale con Jorge, de 28 años, que es abogado y trabaja en un bufete. Su relación es muy buena, nunca discuten y se lo pasan en grande, tienen muchos amigos y una buena posición económica, ya que ambos viven todavía en casa de sus padres. Todavía no hablan de fecha de boda pero ya empiezan a pensar en ello. Un día, hablando de cómo se organizarían, ambos lo tienen muy claro: —Como los dos trabajaremos fuera, los dos tendremos que trabajar dentro. Somos igualmente capaces de atender las tareas domésticas, hacer la compra o la comida o atender a los niños el día que los tengamos. Lo mejor es hacer un reparto de tareas al 50% —ha dicho Olga. —Y cada cual se las tendrá que apañar por su cuenta cuando tenga un viaje o una reunión de trabajo. Cada uno tendrá que asumir sus responsabilidades hasta el final —ha añadido Jorge. Olga tiene un buen ambiente de compañeros de trabajo. En su departamento de marketing son 20 personas, todos bastante jóvenes: desayunan juntos y comen juntos, en el poco tiempo de que disponen. El trabajo es muy competitivo y, a menudo, Olga se siente entre la espada y la pared y tiene sus dudas: —¿Qué debo hacer —se pregunta a sí misma— ayudar a mis compañeros o ir a lo mío? El jefe a menudo les mete mucha presión y ayudar a los demás puede ir en detrimento de su propio futuro profesional. En general, suelen trabajar en equipo… bueno, siempre hay “trepas” que no quieren ayudar, para “subir” sólo ellos, pero, en general, el ambiente es de colaboración. Tantas horas juntos hace que haya bastante intimidad entre todos, se conocen sus vidas, sus problemas… es difícil separar lo personal de lo laboral. También hay veces que Olga ha dudado de si debía hacer ciertas cosas que le han mandado de “arriba”, en las que tenía que decir “pequeñas mentiras piadosas” (así las llama su jefe) para cerrar tal o cual negocio. Olga se tranquiliza a sí misma: —No soy quién para poner en entredicho un mandato de mi jefe y, además, es la única manera de que vayan saliendo los pequeños trabajillos y conseguir escalar profesionalmente, sino me quedaré para siempre estancada. Sin embargo, en el fondo no está tranquila y se pregunta a sí misma si todo vale, o por lo menos algunas cosas, con tal de conservar el puesto. Olga tiene últimamente muchas comidas y cenas de trabajo. Jorge está molesto, pues no entiende que con todas las horas que trabaja tenga que dedicar además parte de su teórico tiempo libre a compromisos profesionales. Esta semana llevaba dos noches teniendo que salir a cenar con unos clientes que habían venido del extranjero y ayer se descolgó con el siguiente anuncio: —Jorge, el viernes no podremos salir juntos, tengo la cena de Navidad de la empresa y vamos a ir todos los compañeros a cenar a un restaurante y luego a tomar unas copas. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Trabajo y familia Caso Página: 1 de 2 Ha sido la gota que ha colmado el vaso, Jorge ha saltado sin pensarlo dos veces: —Parece que tu novio es la empresa en vez de yo, no lo entiendo. Pasas más tiempo con tus compañeros de trabajo que conmigo. Además, ¿qué tiene que ver una cena de Navidad que os organizáis vosotros con la empresa? Eso no es algo propiamente del trabajo. — ¿No me dirás que estás celoso? ¿O es que ahora vas de anticuado? Mira Jorge, son exigencias del trabajo. Todos van, y si no vas te señalan y te ponen una cruz... y, a partir de ahí, tú eres la rara. No me puedo permitir ese lujo, ya que me interesa, por mis aspiraciones profesionales, estar a bien con todos... nunca se sabe lo que puedes necesitar de ellos. Jorge sigue sin estar de acuerdo, pero a fin de que haya paz entre ellos, se calla. Han pasado tres meses de aquello, y ahora la situación es la inversa: el despacho de abogados de Jorge tiene varios casos fuera de la ciudad y tiene que viajar dos días por semana, acompañado de otros abogados, entre los cuales hay alguna mujer, según bien sabe Olga, ya que Jorge se lo cuenta con toda tranquilidad. Pero Olga también ha tenido su gota que colmó el vaso. La semana pasada Jorge le anunció que ese fin de semana no estaría en la ciudad. Los dueños del despacho habían contratado un curso estupendo de Coaching, de dos días, sábado y domingo, en un Parador, donde tratarían de técnicas para mejorar personal y profesionalmente. Era «una suerte y una ocasión única», le dijo Jorge, y además iban todos. El domingo, de vuelta, como todavía eran las siete de la tarde, Jorge llamó a Olga para verse un rato. —Lo hemos pasado fenomenal y además hemos aprendido un montón. En total éramos 12 chicos y 8 chicas, además de los que estamos ya fijos en el despacho han venido los becarios de este año. Mira este es el folleto de todo lo que hemos hecho —le dijo Jorge a Olga. Olga cogió el folleto y leyó: “Desarrollo y entrenamiento de habilidades sociales y profesionales. Crecimiento personal y profesional. Mejora de las relaciones. Gestión de las emociones. Saber enfrentar los miedos. Superar la inseguridad...” y, dejando de leer, le preguntó a Jorge: —¿Y cómo se ha desarrollado el curso? ¿Eran conferencias? —Había de todo: conferencias, algunas con presentaciones de Power Point, casos prácticos que teníamos que solucionar y talleres —dijo Jorge. —¿Talleres de qué? —preguntó Olga. —Talleres prácticos donde compartíamos experiencias de sentimientos, situaciones agradables y desagradables que habíamos pasado en nuestras vidas... en fin, lo que es conocerse más a fondo. Había un ejercicio curioso: nos tapaban los ojos y, por el tacto, teníamos que descubrir quién era nuestra pareja. Claro a los que nos tocó chica nos fue más fácil... —le contó Jorge. Olga está indignada imaginándose la escena, pero no quiere decir nada para no quedar de retrógrada, “¿O es que quizá no sea tan moderna como yo creo?”, se pregunta a sí misma. Ella que siempre ha defendido “las exigencias del trabajo”... © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Trabajo y familia Caso Página: 2 de 2 Trabajo y familia Naturaleza y finalidad del trabajo El trabajo es un bien para el hombre, es un derecho de la persona: son afirmaciones que no admiten duda. Podemos definirlo como una actividad productiva realizada de modo personal por seres humanos. Pero fundamentalmente es una actividad enriquecedora, en dos vertientes: ayuda a nuestro desarrollo y enriquecimiento como personas y, a la vez, supone un servicio a los demás y, en general, a la sociedad. Afirma Kierkegaard con palabras claras y llanas: «La perfección consiste en trabajar. No es como suele exponerse de la manera más mezquina, que es una dura necesidad eso de tener que trabajar para vivir; de ninguna manera, es precisamente una perfección eso de no ser toda la vida un niño, siempre a la zaga de los padres que tienen cuidado de uno, tanto mientras viven como después de muertos. La dura necesidad —que, sin embargo, cabalmente refrenda lo perfecto en el hombre— se hace precisa solo para obligar, a quien no quiere reconocerlo por las buenas, a que comprenda que el trabajo es una perfección y no sea recalcitrante en no ir alegre al trabajo. Por eso, aunque no se diese la así llamada dura necesidad, sería con todo una imperfección el que un hombre dejase de trabajar» 1 Trabajo y persona Si ahondamos en cómo puede contribuir el trabajo a nuestro desarrollo como personas, tenemos que partir de una primera premisa: ¿qué es un trabajo humano? ¿Qué requiere un trabajo para ser humano? Cualquier trabajo, por el mero hecho de ser realizado por hombres, no adquiere la categoría de humano. Para adquirir esta categoría tiene que cumplir una serie de requisitos: en primer lugar, que se realice con libertad. En efecto, nadie que realice un trabajo en contra de su voluntad realiza un trabajo humano. En segundo lugar, tiene que respetar la naturaleza humana y no denigrarla. En tercer lugar, tiene que ser ético: que sea bueno en sí mismo. En cuarto lugar, el trabajo tiene que ocupar el lugar que merece, sin anteponerlo a valores superiores (persona, familia, amistad…). Si ahondamos un poco en el tercer punto, es evidente que el hombre tiene una ética que debe acompañarle en todas las facetas de su vida y una de ellas es la faceta profesional. Es evidente que no todo está permitido, ni todo se puede admitir, con tal de conseguir o conservar un puesto de trabajo o de escalar profesionalmente una vez conseguido. El hombre tiene que ser leal y valiente con sus principios, aunque a veces pueda sufrir algún perjuicio por esta defensa. Pero podríamos ahondar más: ¿qué requiere un trabajo para ser gratificante? Podríamos señalar muchos puntos: que no sea sólo un medio de ganar dinero, aunque indudablemente tiene que reportar un beneficio económico con el que atender nuestras necesidades básicas; que contribuya a sentirnos útiles y que proporcione cierta satisfacción, colaborando a la autoestima personal; que permita asumir responsabilidades y retos; que contribuya al desarrollo de la propia personalidad, aumentando los conocimientos; que deje tiempo para desarrollar otras facetas de la persona: familia, amigos, aficiones, ... 1 KIERKEGAARD, Søren. “Los lirios del campo y las aves del cielo”, Guadarrama, Madrid 1963, p. 88 © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Trabajo y familia Nota Técnica Página: 1 de 5 Pero lo que hace que un trabajo sea realmente humano no es el trabajo en sí, sino las actitudes personales hacia el trabajo, y esto depende de nosotros: trabajo bien hecho, con la mayor perfección posible y con espíritu de servicio. Como dice Tomás Melendo: “Trabajar por amor es amar en plenitud, amar dos veces… y aumentar por todo ello la propia valía y la consiguiente felicidad” 2. En efecto, el trabajo que se hace como servicio a los demás, con alegría y con toda la perfección de la que somos capaces, enaltece a la persona y adquiere su pleno sentido. Este tipo de trabajo se opone al individualismo y a la lucha competitiva. Tanto influyen estas actitudes personales que, cuando son favorables, pueden suplir y mejorar deficiencias del trabajo en sí. Hay diferentes actitudes frente al trabajo y diferentes maneras de considerarlo: El trabajo-rendimiento: cuando se piensa que el valor del trabajo consiste únicamente en el resultado, se están reduciendo a una sola dimensión todos los valores que el trabajo tiene en sí mismo. El trabajo-mercancía: En este modelo el valor del trabajo consiste exclusivamente en los bienes que gracias al trabajo mismo se obtienen. Por sí mismo, el trabajo no tendría ningún valor. El trabajo vale únicamente como una mercancía lista para el intercambio con otros bienes de consumo. Trabajo-éxito para la autoafirmación: también en este modelo el trabajo está considerado como una mercancía, pero menos materializable, más abstracta y elevada. Aquí lo que importa es el protagonismo, la diferenciación entre el resto de los compañeros en la larga y pesada marcha hacia la conquista de la vida. El trabajo es el medio más importante para autoafirmarse, para ser alguien, para obtener una cierta relevancia social. Importa mucho más el aspecto cuantitativo que el cualitativo. Dos últimos modelos serían los más acordes con la finalidad del trabajo y con la dignidad humana: El trabajo-servicio: lo importante no es este u otro trabajo con más o menos éxito, sino el servicio que se genera a la sociedad a través de cualquiera de ellos. Servir es algo similar a estar disponible y a contribuir a hacer que los demás se sientan felices. Realizarse tiene la misma importancia que contribuir a la realización de los otros. De otra forma la autorrealización sería un triste modelo de repliegue sobre uno mismo. Cuando el trabajo se entiende como servicio, por él se consigue muchísimo, independientemente del rendimiento. El trabajo-autoperfección: en este modelo se subraya el carácter auto-perfectivo que se produce en la persona mediante el trabajo. En la medida en que el hombre se perfecciona, se auto-posee más y se conoce mejor. Gracias a la auto-posesión se es más válido, se está más disponible, y uno puede comprometerse con mayor libertad. Cuanto mayor es este auto-perfeccionamiento, con tanta mayor facilidad y eficacia se sirve a los demás. Este modelo es una prolongación del modelo precedente: el que trabaja se siente empujado a mejorar personalmente, ya que, con su perfeccionamiento personal, contribuye inequívocamente a la felicidad de los otros. 2 MELENDO, Tomás. Artículo “Familia, empresa, trabajo” © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Trabajo y familia Nota Técnica Página: 2 de 5 Igualdad y diferencias hombre-mujer El ser humano, varón o mujer, es más que biología, es persona. Posee libertad y es capaz de actuar de modo particular y de recibir el efecto de esos actos. Varón y mujer son personas humanas. La persona humana tiene una corporeidad, pero su corporeidad no es algo accidental, la persona “es” su cuerpo, y su cuerpo trasciende la dimensión biológica, pues es un cuerpo personal. De la misma manera, la dimensión sexuada se comprende como dimensión de la persona humana en su integridad. Varón y mujer son dos modos de “ser” persona humana. Cada persona lo es como varón o mujer. La masculinidad y la feminidad se sustentan en la persona, y la modelan, desde lo más material hasta lo más espiritual. La afirmación de que el hombre es persona, “se aplica en la misma medida al varón y a la mujer, porque los dos fueron creados a imagen y semejanza de un Dios personal”3. De todo esto se derivan dos afirmaciones: la primera, que varón y mujer son iguales en su naturaleza, por lo que poseen la misma dignidad en cuanto al origen y el mismo fin como personas humanas. En consecuencia, tienen los mismos derechos, y, más concretamente, el mismo derecho al trabajo; la segunda, que la diversidad entre varón y mujer es un hecho, el sexo no es un mero atributo. La condición sexuada de la persona aparece no como simple diversidad, sino como complementariedad, que se asienta precisamente en su diferenciación. De aquí se deriva que varón y mujer tienen diferentes necesidades, diferentes tareas, diferentes intereses laborales, sociales, familiares… y diferentes modos de desarrollar el trabajo. Hay tareas relacionadas con el ser que son exclusivas de cada sexo, concretamente, en el caso de la mujer, la maternidad (concebir, gestar, alumbrar, amamantar). Esta tarea tiene unas características especiales de inmediatez y necesidad, y le corresponde exclusivamente a la mujer el realizarla. Hay otras tareas relacionadas con el hacer que son esporádicas o temporales (cuidado de los hijos, tareas domésticas, trabajar o no fuera de casa…) y que pueden hacerlas indistintamente el hombre o la mujer, incluso pueden ser intercambiables a lo largo de la vida. Trabajo y familia Familia y trabajo tienen el mismo fin: contribuir a la perfección personal y prestar un servicio a los demás; en definitiva, responder a la finalidad última del ser humano: el amor. Tanto el trabajo como la familia contribuyen a la propia realización, son maneras de desarrollarse personalmente sirviendo a los demás y a la sociedad. Si ambos tienen el mismo fin ¿cómo pueden entrar en pugna? Familia y trabajo no pueden ser dos realidades que se interfieran negativamente, sino que se beneficien mutuamente. Es cuestión de planteamiento. Hay que hablar de conciliación, como una labor que compete a muchas instancias. En primer lugar a la persona, en segundo lugar al cónyuge y a los demás miembros de la familia, en tercer lugar a las empresas y al Estado. Es necesario fomentar la conciliación y adaptar el mundo laboral a las necesidades familiares. 3 JUAN PABLO II, Mulieris dignitatem, 6, 15-VIII-1988; CEC. 2332 © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Trabajo y familia Nota Técnica Página: 3 de 5 En el caso de la mujer, para ser justos, el hombre y toda la sociedad tienen que reconocer el valor de la maternidad como un bien social y atender a sus necesidades específicas, ayudándola a conciliar su vida familiar y laboral. Y lo mismo cabría decir de la paternidad, a veces tan olvidada. La mujer tiene que saber aprovechar esas cualidades que la hacen diferente y que sólo ella posee por razón de su feminidad (intuición, sentido práctico, perseverancia, versatilidad cerebral, facilidad para las relaciones sociales y para el trabajo en equipo, visión más humanista de la vida…), y que la pueden hacer imprescindible para completar los modos de pensar y actuar de los hombres. Durante años la mujer ha intentado incorporarse a la vida laboral como un hombre más, intentado imitarlo: este ha sido el error, si la mujer no aporta nada distinto y además tiene limitaciones por razón de la maternidad, las empresas acaban contratando solo hombres. Conciliar es elegir en varios planos. En el plano personal: ¿Quién quiero ser? ¿Qué proyecto de vida quiero tener? En el plano familiar: ¿Con quién elijo casarme? ¿Cuál es nuestro proyecto común? ¿Qué tipo de familia quiero? En el plano social: ¿Dónde elijo vivir? ¿A qué distancia del resto de mi familia? ¿Y de mis amigos? En el plano laboral: ¿Qué tipo de trabajo elijo? ¿Qué tipo de empresa? Todos, al elegir una profesión, y más concretamente nuestro puesto de trabajo, estamos eligiendo o aceptando un determinado modo de vida. Hay que saber muy bien qué queremos ser, y actuar conforme a ello. Cada persona tiene que diseñar su propio proyecto, y ambos cónyuges deben compartirlo y defenderlo con valentía. Elegir es aprender a priorizar, es saber distinguir lo importante de lo que no lo es; el orden correcto de las cosas: persona, familia, trabajo; lo que me acerca a la felicidad de lo que me aleja. Tener muy presente que éxito no es equivalente a prestigio social, que nada tiene que ver con el prestigio real, profundo, humano, de una actividad profesional; y que este último prestigio supone una armonía de todos los ámbitos. Elegir es renunciar, una elección siempre supone prescindir de otras opciones por un bien mejor, que es el elegido. Una vez hecha la elección es fundamental tener unidad de vida y, en la misma vida, tener trabajo, familia y vida personal. Desarrollar la totalidad de la persona y desarrollar todos los roles que hemos asumido, para conseguir ser personas equilibradas. La clave de la conciliación familia-trabajo está en la armonía de todas las facetas. Es necesario mirar la realidad como es, no como nos gustaría que fuera, esto es la madurez. La conciliación requiere echar mano de recursos laborales como la flexibilidad en el tiempo (horarios flexibles, empleos compartidos, reducción de jornada, excedencias…) y en el espacio (trabajo en casa, video-conferencias…). No menos importante es valorar la diversidad laboral: concebir distintas maneras de hacer las cosas, distintas maneras de organizar el trabajo, en definitiva, adaptar los patrones laborales a la realidad familiar y, especialmente, a la realidad femenina, con todo lo que conlleva. En definitiva, no se trata de trabajar menos, sino de trabajar mejor: trabajar por objetivos, con eficacia, gestionando un bien escaso como es el tiempo. El trabajo dentro y fuera del hogar puede y debe contribuir a la compenetración matrimonial. El punto de partida sería compartir un proyecto común de vida y tener acuerdos explícitos. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Trabajo y familia Nota Técnica Página: 4 de 5 El segundo paso, tener muy presente que las decisiones profesionales que afecten a la familia hay que tomarlas entre ambos cónyuges y asumirlas como propias, sin olvidar que el hombre no está en función del trabajo, sino éste en función del hombre. El tercer paso sería el necesario reparto de tareas y responsabilidades domésticas entre todos los miembros de la familia: organización y colaboración de todos, cónyuges e hijos, y recurso a ayudas externas si fueran necesarias. Es necesario revalorizar el trabajo del hogar y reconocer la dignidad, importancia y valor educativo que tiene. Dedicarse ambos a las tareas domésticas ayuda a la compenetración matrimonial. Los hombres que se responsabilizan y colaboran en el hogar se vuelven más maduros y ayudan a los hijos a sentirse más seguros, ya que estos captan que, para sus padres, ellos son lo más importante, más que su trabajo profesional. Que ambos cónyuges puedan dedicarse a la familia, al hogar y a los hijos es un privilegio que hay que descubrir y, como tal, una estupenda oportunidad que no se le puede negar a nadie. Del mismo modo, la mujer que sabe renunciar a trabajar fuera de casa el mismo tiempo que un hombre, o a un puesto de gran apariencia social, para dedicarse más a la familia, se vuelve más madura, y colabora de forma eficaz a la paz y armonía en la familia. Trabajo y relaciones con los compañeros de trabajo Si el trabajo es un medio de perfección y, a la vez, consiste en prestar un servicio a los demás, no tendría ningún sentido que no pusiéramos en práctica con nuestros compañeros un compañerismo y generosidad auténticos, en el sentido de ayudarles en lo laboral cuando tengan algún problema, estando siempre alegres y disponibles, trabajando en equipo cuando sea necesario y hablando siempre bien de los demás. Nada más lejos de la finalidad del trabajo que intentar trepar profesionalmente a base de poner zancadillas a nuestro alrededor, o de hablar mal de los demás, o simplemente de no ayudarles cuando lo necesitan. Nada más lejos de un buen clima de trabajo que considerar las relaciones laborales como relaciones de competitividad, donde cada uno es enemigo del otro y tiene que luchar exclusivamente por su supervivencia. En el otro extremo podemos destacar las situaciones en que las personas no saben distinguir el ámbito profesional del personal o familiar, y mezclan la vida propia con la laboral. Esto es especialmente difícil en personas casadas o con compromiso de casarse. Hoy en día las empresas presentan, en ocasiones, un difícil marco de relaciones entre sexos. Es evidente que la convivencia cada vez mayor de los dos sexos en el mundo laboral ha planteado nuevos problemas, que merecen, por lo menos, ser tenidos en cuenta, y de los que hay que ser conscientes. Muchas veces son situaciones inevitables, pues pertenecen ciertamente al estricto ámbito laboral, pero otras muchas exceden este ámbito. Es un tema importante que debe ser explícitamente hablado y tratado entre novios sin ingenuidades, teniendo en cuenta el riesgo de infidelidades que en muchos casos se da en ciertas situaciones laborales. Hay veces que en lo laboral se establecen hábitos porque nadie dice lo contrario, pero en ocasiones conviene decir lo contrario y convencer a otros, argumentándoles y dándoles razones de que esa determinada situación o conducta no son lo mejor. Nos llevaríamos muchas sorpresas al descubrir que no somos los únicos en pensar de determinada manera. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Trabajo y familia Nota Técnica Página: 5 de 5 El tiempo dirá En plena fiesta Sara se acerca a su amiga Rosa, le da un codazo señalando hacia un chico y le dice: —¡Rosa! ¡Mira quién ha llegado! ¿No te parece ideal? Es muy amigo de Luis. Venga, ven, que te lo presento, igual surge algo… Con lo mona que eres tú, sería tonto si no le gustaras. Yo dentro de un ratito tengo que ir a buscar a Luis, que se ha quedado estudiando en casa hasta tarde. —¿De qué le conoce Luis? —Fueron juntos a la universidad. Al acabar, empezaron a preparar oposiciones juntos en la misma academia, pero Eduardo lo dejó porque empezó a trabajar en la empresa familiar. —¡Es súper guapo, Sara! Y por lo que dices, tiene dinero ¿no? —Sí, sí, se gana muy bien la vida. Al cabo de un mes las dos amigas quedan para tomar un café. Rosa y Eduardo han quedado varias veces y se lo han pasado muy bien: algún cine, de copas, cenas por la cuidad... Rosa se ha unido al grupo de Eduardo; son todos muy divertidos y siempre llevan mucha juerga encima. —Eduardo me ha comentado que se van a esquiar la semana que viene, ya que es fiesta, y me ha invitado a unirme. ¿Por qué no os venís Luis y tú? —Luis está bastante agobiado con las oposiciones y no puede perder una semana entera. Además no solemos irnos de vacaciones juntos. No nos va. Planes en grupo los hacemos muy de vez en cuando y nunca pasamos la noche juntos fuera de casa. —¡Pero, tía! ¡Os tenéis que divertir un poco, ya tendréis ocasión de pasar tiempo solos y con vuestras familias! Que si oposiciones, trabajo, familia… ¡parecéis una pareja casada! ¡Me recordáis a mis padres!; Oye, cuando dices que no pasáis la noche juntos, ¿quieres decir que aún no os habéis acostado? Si lleváis ya dos años saliendo y, por lo que dices, vais muy en serio. —Ya, pero preferimos tener este tiempo para conocernos bien. Comprometerse con una persona el resto de la vida no es ninguna tontería. Si la base es buena todo es mucho más fácil. Cada cosa a su tiempo. Es ahora cuando tengo que decidir si Luis es la persona con la que quiero casarme... Y no quiero tomar esa decisión en la cama... ya me entiendes. Cuando estemos casados ya tendremos oportunidad de acostarnos. Ahí sí que tiene sentido. Mi madre me ha dicho que la sexualidad cambia mucho a lo largo de la vida de un matrimonio y que influyen muchísimos factores: el momento del ciclo en el que está la mujer, las preocupaciones, la edad, el carácter. Tengo alguna amiga que me dice que tengo que probar a acostarme con él porque es algo súper importante y que si no funcionamos en la cama, vamos a ser unos infelices de casados. Yo creo que la relación sexual gusta a todo el mundo, y si me acostara con él ahora tampoco sería garantía de que, sexualmente hablando, las cosas nos fueran a ir bien en el futuro. En cambio, me quedaría con la sensación de haber anticipado algo que exige unirse para siempre. —No sé, os entiendo, pero me parece exagerado. Si Eduardo me lo pidiese… ni me lo pensaría. ¡Con lo guapo que es! Aunque tiene pinta de ser un poco tradicional; ya sabes, trabaja para su padre y eso de estar en la empresa familiar le encanta. Yo, es que ni loca acabo trabajando para mis padres; bueno tú ya me conoces, ellos que estén bien lejos y que no se metan en mis cosas. Pero Eduardo está todo el día hablando de su familia… es un poco plasta. Me invitó a comer a casa de una de sus hermanas el domingo pasado, ¡¡¡y ni somos novios!!! © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Vida afectiva, noviazgo e inteligencia emocional Caso Página: 1 de 2 —Yo estoy un poco preocupada: últimamente, Luis, con tanto estudio, parece otro, ya casi ni hablamos, cuando no estudia estamos en su casa o en la mía, con la familia; a él le encanta estar en su casita y a mí me encanta hacer planes diferentes. A veces con gente y a veces solos. Yo noto que a él eso de quedar con gente le da bastante perecilla y lo de salir de casa, ni te cuento. Y el carácter... es una persona maravillosa, la verdad, pero noto que somos radicalmente distintos. ¡Yo no puedo estar enfadada más de una hora, y a él se le queda el “run run” de los enfados durante días! Tía, pues no sé. ¡Lo estoy empezando a ver un poco negro, ¿eh?! ¡¡¡Con lo importante que es tener el mismo carácter y los mismos gustos!!! - Bueno, yo creo que ambas cosas son superables. Todos tenemos defectos, pero lo que tenemos que pensar es si los defectos que tiene nuestro novio (el que en algún momento será nuestro marido), son defectos que nosotras podemos sobrellevar con gracia. Fíjate que lo que yo no podría soportar es que Luis fuera de esos que bebe más de la cuenta de vez en cuando, o que tontea un poco con las chicas de vez en cuando, o que tratara a su familia con desprecio. - Pues a mí que Eduardo beba no me importa lo más mínimo. A mí me gusta ponerme “contentilla” de vez en cuando, así que eso no sería un defecto de los que tú llamas insuperables para mí. Ese mismo día coinciden en el autobús Eduardo y Luis: —¡Hombre! ¿Qué tal, Luis? ¿Cómo vas con las oposiciones? —¡¡Hola!! Bien, bien, ahora mismo vengo de ver al preparador y está bastante esperanzado… ¡Dice que me ve bien preparado y seguro de mí mismo! La verdad es que media oposición se la debo a Sara; no sabes todo lo que me apoya y lo que me anima, sobre todo cuando me entran las dudas o pequeños cansancios con algún tema más complicado. Aunque a veces me agobia un poco que lo tenga todo tan claro. De vez en cuando se pone a hablar de cuando tengamos hijos. Dice que ella quiere tener varios hijos, que los niños le parecen una bendición. Yo pienso en niños y solo me viene a la cabeza lo mucho que cuesta mantenerlos y las preocupaciones que dan. ¡¡¡Me atrae tanto su manera tan positiva de enfrentarse con la vida!!! A ver si quedamos un día. Yo no tengo muy claro qué hacer con Sara. De esto no puedo hablar con mis amigos porque a ellos sólo les interesan las risas y los rollitos de fin de semana, pero de vez en cuando yo necesito hablar en serio y tú eres de esos amigos con los que se puede hablar. Pues mira, la semana que viene puedo tomarme un descansito de un par de horas. Quedamos en el bar irlandés que está debajo de mi casa. La semana siguiente, en el bar, una de las cosas que Eduardo le dice a Luis, después de un par de cervezas, es: Voy a ver qué tal me va con Sara. Tengo una dificultad con el noviazgo. Veo que no me cuesta mucho echarme novias, pero me cuesta mantenerlas. Como tengo dinero y soy guapete (perdona la inmodestia) nunca sé hasta qué punto las chicas están conmigo por estos dos “factores” y hasta qué punto están conmigo porque les gusto por mi forma de ser. —Bueno, alguna ventaja teníamos que tener los que no somos tan guapos ni tenemos tanta pasta, je, je. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Vida afectiva, noviazgo e inteligencia emocional Caso Página: 2 de 2 Vida afectiva Afectividad La afectividad es todo aquello que conforma la situación anímica interior, es el modo que tiene una persona de sentir lo que sucede a su alrededor, de reaccionar ante un acontecimiento. Junto con la inteligencia, la afectividad es una de las funciones primordiales del comportamiento humano. Es el estado de ánimo en el cual nos encontramos ante un hecho concreto. Es una experiencia exclusivamente personal e íntima. Pero en muchos casos necesita de los órganos para expresarse. También hay otros aspectos del ser humano que son inmateriales pero necesitan de los órganos para expresarse: por ejemplo, el concepto de lo que vemos (una mesa) es inmaterial, y sin embargo utilizamos elementos materiales y recuerdos procedentes del sentido de la vista (impresiones en nuestra retina) para formarlo. Por tanto la afectividad es algo subjetivo, porque cada persona, siente y reacciona de forma personal, pero se refiere a la misma esencia del hombre. Los sentimientos son el modo más común por el que se manifiesta la afectividad. Siempre aprueban o rechazan algo, no son neutros. Y son los que tienen mayor permanencia. La vida afectiva de cada uno es el resultado de la influencia cultural y educativa recibida y de las decisiones personales de cada uno. No podemos llegar a tener un control directo y pleno sobre nuestros sentimientos, pero sí un cierto gobierno de ellos gracias a nuestra inteligencia. Todos tenemos la experiencia de ser abordados o absorbidos por nuestros sentimientos y emociones, que aparecen espontáneamente, pero que, gracias a nuestra inteligencia y voluntad, somos capaces de gobernar. El autor Enrique Rojas, en su libro El amor inteligente, nos explica que educar la afectividad es “enseñar a expresar los propios sentimientos buscando lograr una armonía de la personalidad”. Amistad De todos los sentimientos que experimenta el ser humano, el más grande es el amor 1, y constituye uno de los lazos afectivos que nos hace salir de nosotros mismos para acercarnos al otro. Pero a lo largo de la vida esos lazos de amor, en su mayoría, nos vienen dados: los padres, los hermanos, los hijos. La relación que realmente elegimos nosotros son los amigos, el novio o novia y el marido o la mujer. Pero, ¿qué es la amistad? Es una modalidad de amor ¿Y el amor? Amar es dar y recibir. O, como dice Pieper: “amar quiere decir aprobar". Que es lo mismo que ponerse ante la persona amada y decirle: "es bueno que existas, es bueno que estés en el mundo". 1 Como se explica en la nota técnica relativa al amor matrimonial, el amor no es solo sentimiento. Aunque aquí, por razones expositivas, destaquemos en especial esta faceta, el sentimiento, siendo un elemento muy importante en el amor, no es lo esencial ni conclusivo en él. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Vida afectiva, noviazgo e inteligencia emocional NT 1 Página: 1 de 3 Se trataría, no obstante, de concretar el significado de la amistad, destacando sus caracteres propios como modalidad de amor. Es una relación entre dos personas. Como es obvio, cada persona puede tener varios amigos, pero la amistad con cada uno de ellos será siempre diferente. Cada relación amistosa será única. Es dar y recibir, pero no es una contraprestación, sino una disponibilidad franca de ambas personas amigas. "La amistad exige una colaboración vital, que resulta ser necesaria para el desarrollo de la persona y de la personalidad del amigo", dice García Morente. Para que el encuentro amistoso se realice son necesarios algunos intereses, aficiones, gustos... en común. Esto no quiere decir que se dé una total coincidencia en el pensar, querer y sentir de ambos, pues, para que la amistad se fortalezca, también es necesaria una cierta dosis de divergencia en los gustos y hasta en la manera de pensar. En la amistad, se acepta al otro como es —no por lo que hace, sino por lo que es—. Pero aceptarlo como es no significa conformarse con lo que es ahora, sino quererle mejor. Es verdadero amigo quien presta al otro la ayuda necesaria para que vaya mejorando en todo aquello en que deba hacerlo, pero aceptando la realidad del otro en cada momento. Sin esta aceptación no se puede hablar de amistad en la relación de dos personas. En síntesis, la relación de amistad exige: • • • • • • • Amor desinteresado. Aceptación del otro como es. Respeto a la intimidad del otro. Ayudar, en lo necesario, para contribuir a la mejora personal en el otro. Intercambio de bienes espirituales. Algunas virtudes humanas; sinceridad, generosidad, lealtad... Saber sacrificarse, saber renunciar a algunos gustos... Noviazgo Una forma especial de amistad es el amor que surge entre un hombre y una mujer, que tiene su inicio con el enamoramiento, que luego suele derivar en otra modalidad de amor que es la relación de noviazgo. Es una relación distinta en la que no solo se le quiere a él o a ella como persona (amistad), sino también por su complementaria modalización sexual, por su feminidad o por su virilidad. El noviazgo suele iniciarse porque ha habido un enamoramiento previo, junto con una atracción física. Los novios piensan frecuentemente en la persona amada, a la que durante bastante tiempo tienen idealizada. El enamoramiento que se vive en el noviazgo hace que veamos solamente las virtudes, y además aumentadas, del otro, sin embargo hay que ser conscientes de que también hay defectos, y ambas cosas son parte integral de su personalidad. El tiempo del noviazgo tiene que ser un tiempo de diálogo en el que cada uno vaya dando a conocer al otro cómo es en realidad, sin ocultamientos, sin buscar solo agradar o complacer. En este proceso es normal que se descubran diferencias que pueden provocar desilusiones, pero que son esenciales en la biografía del noviazgo, porque para esto está, para dialogar, conocer, descubrir si el otro es la persona con la que se quiere compartir la vida entera. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Vida afectiva, noviazgo e inteligencia emocional NT 1 Página: 2 de 3 En el noviazgo hay que aprender a amar a la otra persona, para ello hay que aprender a escuchar, a dialogar, a comprender que la otra persona es diferente y que, para conocerla bien, tiene que pasar algún tiempo. La persona de la cual uno se ha enamorado debe convertirse en aquella persona con quien compartimos todos nuestros pensamientos, deseos, formas de ser, ilusiones… para así poder conocernos en profundidad; para descubrir si es la persona con la que queremos emprender una nueva etapa y formar una vida conjunta. Es importante, no solo vivir situaciones románticas propias de una pareja enamorada, sino además provocar situaciones cotidianas, para mostrarnos como somos y descubrir al otro. En el noviazgo tiene que existir fidelidad, porque durante el noviazgo se crea la base para el matrimonio. Si de novios uno de los dos, o ambos, son infieles, seguramente en el matrimonio será peor, eso si se llega a esa etapa. La fidelidad es una exigencia del amor auténtico. Nadie que quiera de verdad está dispuesto a compartir su amor con otro. El noviazgo no es el momento adecuado para tener relaciones sexuales. La relación sexual no es solo igual a una expresión de cariño, afecto o deseo... Sino que es la expresión de nuestra capacidad de amar, es la expresión de una donación completa, en la que no se entrega solo el cuerpo, sino a la persona entera (con su pasado, su presente, su futuro, su personalidad, sus preocupaciones, sus ideales…) y se recibe a la otra por completo. La dignidad del cuerpo humano exige que no sea objeto de uso o intercambio. El sentido de la sexualidad humana adquiere su plenitud cuando se entrega dentro del marco de un compromiso total como es el matrimonio, y el compromiso está para aprender a quererse cada día, para siempre y en exclusiva… Una donación corporal transitoria rebaja la dignidad de la persona. El noviazgo, en el que la esfera biológica y la sentimental juegan un papel especial, debe estar también regido por la inteligencia y la voluntad si se quiere vivir con detenimiento y con la pretensión de que sea duradero. Un buen noviazgo permite, claro que sí, besos y abrazos hechos con cariño y respeto, siempre que no se busque ni se provoque una excitación sexual o, si esta se produce, se pongan los medios para apaciguarla, o para que la cosa no vaya a más, si lo último resulta imposible. El noviazgo es un periodo de tiempo importante, para crear un proyecto de futuro, donde se descubre si estamos de acuerdo con respecto a las prioridades en la vida, los valores, la educación de los futuros hijos, el papel de la sexualidad, el trabajo y el dinero, la colaboración en las tareas domésticas, las aficiones y amistades, el sentido último de nuestras propias vidas y tantas cosas más. Esto se descubre no solo a través de la comunicación, sino también pasando mucho tiempo juntos, viendo cómo es realmente el otro como persona, como hijo, como amigo, como colega de trabajo... Tenemos que conocer el mundo del otro: su familia, sus amores, sus pasiones, sus ambiciones… Si después de analizarlo seriamente se llega a la conclusión de que hay diferencias importantes, diferencias en las que no se puede llegar a un acuerdo mutuo a través de la comunicación o diferencias graves en la personalidad, se debe terminar la relación. No se puede iniciar una vida matrimonial si en los aspectos importantes, como son los mencionados anteriormente, hay desacuerdo, porque si no la convivencia y la consolidación del amor será muy difícil, por no decir, imposible. Es un gravísimo error pensar que podemos cambiar al otro una vez casados, ello significaría que vamos a tratar de imponerle nuestra manera de ver las cosas, nuestros valores o nuestras manías, violentando su libertad. Además, implica que no se le ama por quien es él o ella, sino por el ideal que queremos que sea. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Vida afectiva, noviazgo e inteligencia emocional NT 1 Página: 3 de 3 La inteligencia emocional 1. Introducción El concepto de inteligencia emocional de Daniel Goleman es aplicable a todas las realidades. Goleman entiende la inteligencia emocional como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos, los sentimientos de los demás, motivarnos y manejar adecuadamente las relaciones que sostenemos con los demás y con nosotros mismos”. La capacidad de ejercer la inteligencia emocional se llama competencia emocional que el autor define como “una capacidad adquirida, basada en la inteligencia emocional que da lugar a un rendimiento laboral sobresaliente”. Goleman divide las competencias emocionales en competencia personal y competencia social, y concluye que las personas emocionalmente inteligentes: Son capaces de reconocer los propios sentimientos. Son capaces de reconocer los sentimientos de los demás. Son capaces de motivarse. Son capaces de “conducir adecuadamente las relaciones con uno mismo y con los demás”. Por eso podemos decir que la inteligencia emocional nos habla de felicidad, una felicidad que podríamos concebir como una situación estable de la persona en la que se encuentra en paz consigo misma y con los demás, de modo que puede efectivamente motivarse para alcanzar las metas que sabe que pueden estar lejanas en el tiempo, pero también que son posibles en su vida. El escepticismo es posible pero supondría la muerte de la felicidad. La felicidad está abierta a la trascendencia, pues no podemos ser felices si no nos abrimos a la verdad y al bien, si no vemos a los demás como otros-yo, en cuya afirmación encontramos la propia. 2. Inteligencia interpersonal e inteligencia intra-personal En la definición de Goleman vemos dos vertientes, una inter-personal y otra intra-personal. Gadner, autor de la teoría de las inteligencias múltiples, define cada una de ellas: “La inteligencia inter-personal se construye a partir de una capacidad nuclear para sentir distinciones entre los demás: en particular, contrastes en sus estados de ánimo, temperamentos, motivaciones e intenciones. En formas más avanzadas, esta inteligencia permite a un adulto hábil leer las intenciones y deseos de los demás, aunque se hayan ocultado”. De la inteligencia intra-personal, es decir, de las relaciones que sostenemos con nosotros mismos, dice que es “el acceso a la propia vida emocional, a la propia gama de sentimientos, la capacidad de efectuar discriminaciones entre estas emociones y finalmente ponerles un nombre y recurrir a ellas como medio de interpretar y orientar la propia conducta. Una persona con una buena inteligencia intra-personal posee un modelo viable y eficaz de sí mismo. Puesto que esta inteligencia es la más privada, precisa manifestarse en el lenguaje, la música u otras formas más expresivas de la inteligencia, para poder ser observada en funcionamiento”. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Vida afectiva, noviazgo e inteligencia emocional NT 2 Página: 1 de 3 3. Las competencias emocionales Decimos de alguien que es competente cuando sabe hacer eficazmente aquello que tiene encomendado por su trabajo, por su situación social o familiar, etc. Emocionalmente alguien es competente cuando “gestiona” eficazmente sus sentimientos y sus relaciones. Y estas competencias son “capacidades adquiridas, basadas en la inteligencia emocional”. Al ser adquiridas están a nuestro alcance, podemos dar pasos para su consecución. a. Conciencia de uno mismo Conciencia emocional. No pocas veces notamos en la vida personas que viven totalmente engañadas sobre cuáles son sus sentimientos. Pocas veces también pensamos sobre ellos, en lo que los filósofos llaman la reflexión. ¿Qué siento yo en este momento? Imaginémonos a alguien que grita: “no estoy enfadado” o que llorando dice: “me da igual lo que digas”, o que con voz temblorosa asegure, “yo no estoy nervioso”. Los sentimientos forman parte de nuestra manera de conocer y de conocernos; están a un nivel tan íntimo que es tarea ardua conocerlos. ¿Qué siento yo ahora realmente? ¿Por qué siento lo que siento? Todos tenemos un estilo sentimental. Un modo habitual de reaccionar ante lo que sucede. Entre las creencias de la persona, hay una que influye especialmente en la génesis de los sentimientos. Se trata de la idea que uno tiene de sí mismo y de su capacidad para enfrentarse a las situaciones. La vida sentimental del hombre tiene dos centros de interés: el propio yo, al que irremediablemente tiene que proteger, y los demás seres humanos, o al menos algunos de ellos, con los que está relacionado por sentimientos exocéntricos, como son la compasión y el amor. Idea y concepto son términos sinónimos a efectos prácticos. En realidad no existe un concepto general sobre nosotros mismos sino más bien autoconceptos parciales. Por el mismo hecho de ser y ser en sociedad vivimos en un entramado de relaciones que nos hace ciudadanos, hijos, padres, amigos, nietos, abuelos, compañeros, profesores, alumnos, esposos, etc. El autoconcepto sólo es referible a cada uno de esos aspectos: ¿Qué tal ciudadano soy? ¿Qué tal padre soy? ¿Qué tal hijo soy? ¿Qué tal amigo soy? ¿Qué tal profesional soy? Y así podríamos seguir. Es un error hacer depender el concepto que tenemos de nosotros mismos solamente de la idea que tengan los demás. La valoración que hagamos de nosotros mismos debe ser consecuencia del contraste entre nuestras aspiraciones en cada uno de los aspectos y cómo pensamos que vamos logrando dichas aspiraciones. Para hacer esa evaluación de modo eficaz hace falta una buena dosis de valor. La confianza en uno mismo es el otro punto que Goleman señala en la competencia emocional denominada “conciencia de uno mismo”. Hoy en día el otro gran tema de la confianza en uno mismo es la asertividad. Se la incluye como una de las habilidades sociales, pero el hecho de estar tan vinculada a la autoestima hace que sea una competencia principalmente personal. El doctor Enrique Rojas define la conducta asertiva como “aquella que hace y que dice lo que debe hacer y decir en cada momento, procurando mostrarse sin inhibiciones y sin agresiones”, y continúa: “La definición tiene, en sentido muy estricto, un cierto sabor utópico. La relación humana es tan compleja, tiene tantos matices, registra tantos pliegues, que es difícil que sea lineal. De ahí que la asertividad venga a ser como un proyecto personal de conducta”. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Vida afectiva, noviazgo e inteligencia emocional NT 2 Página: 2 de 3 b. Autorregulación Afirma Goleman que la autorregulación tiene como finalidad “mantener bajo control las emociones e impulsos conflictivos”. La mujer y el hombre son capaces de autorregular la propia conducta. Pueden “gobernar adecuadamente sus sentimientos impulsivos y sus emociones conflictivas”. Un filósofo griego lo comparaba a un auriga que debía conducir unos caballos salvajes. Se gobierna una nave, y el piloto, dotado de razón y voluntad, es la propia persona humana. Existen pensamientos que, por su intensidad, nos llevarán sin lugar a duda a la tristeza o al enfado. Esos sentimientos son, en un principio, una cerilla encendida en el bosque: podemos apagarlos al principio, pero no después, cuando ya se han convertido en un gran incendio. Si controlamos nuestros pensamientos podemos controlar nuestros sentimientos y, con ellos, nuestras acciones primarias. Es cuestión de práctica. La clave está en esperar unos segundos, unos días, unos meses o unos años. El que espera no pierde el tiempo y además perfecciona su carácter. ¿Significa todo ello que no es humano sentir? Sí que lo es, y de tal modo que no podemos conocer y querer sin sentir. Lo que hemos de precisar es que solo el fomento de los buenos sentimientos nos lleva a actuar bien y que los malos sentimientos nos llevan a actuar mal. Prestigiar la ternura y la compasión es tarea de todos. Como nos dice Javier Elzo en un reciente estudio sobre violencia escolar: “La tolerancia activa presupone el respeto profundo a la diferencia, a los proyectos del otro. Más aún, presupone una actitud de comprehensión del distinto, esto es, una actitud de comprender al distinto desde dentro, desde sus propias ecuaciones personales”. c. Motivación La motivación no es cosa de niños. Parece que son los chicos los únicos que tienen que estar motivados, pero… ¿y nosotros? Todos sabemos que cualquier actuación de una persona es educativa o deseducativa. La motivación es el motor que empuja a la voluntad hacia la consecución de un acto. Es la fuerza que nos lleva a actuar hacia una meta concreta. Por ello, cualquier proceso de formación consiste en educar al sujeto para que sepa proponerse fines, motivarse a sí mismo y aguantar el esfuerzo que supone. Las tres funciones aparecen en el ámbito de la afectividad. La incapacidad de inventar fines se da en la depresión, la apatía, el aburrimiento, el desánimo, que son, todos ellos, hábitos sentimentales. Dentro de las motivaciones posibles, Goleman se fija en la motivación del logro. Se trata de alcanzar metas difíciles. Son arduas porque cuestan esfuerzo y el camino es parecido a la travesía de un desierto. Por ello hemos de inventar fines. La palabra inventar tiene que ver aquí mucho con su raíz latina invenire, es decir hallar, encontrar, preguntarnos el porqué de lo que estamos haciendo. Entendamos que nos referimos a la motivación del logro, es decir, a la que quiere alcanzar el éxito. De hecho, como norma general, los hombres o buscamos el éxito o huimos del fracaso. Resulta por tanto fundamental el conocimiento propio: si no reconocemos nuestros errores difícilmente vamos a admitir que debemos mejorar. Sería equivocado plantearnos mejoras globales. Estas pueden existir, pero son más convenientes los retos parciales. Los grandes éxitos se logran con paciencia, dedicación, esfuerzo y tiempo, y los consiguen los entusiastas. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Vida afectiva, noviazgo e inteligencia emocional NT 2 Página: 3 de 3 Nos vamos a vivir juntos Jorge, con 25 años, está terminando un curso de especialización en derecho fiscal al tiempo que trabaja por las mañanas en una asesoría, y Valentina, su novia, es periodista en un medio local. Son novios desde hace tres años. Han sido años intensos en los que han podido conocerse, viajar juntos y compartir muchos momentos fantásticos. Ahora se empiezan a plantear el futuro de su relación. Cuando hablan de estos temas, reconocen que la idea de casarse y tener hijos les da un cierto “vértigo”; tienen ganas de vivir juntos y piensan que lo de formar una familia puede esperar. Jorge considera que esto de casarse es una obligación impuesta que ya no tiene sentido, pero si Valentina o su familia insisten, está dispuesto a ceder, e incluso a casarse por la Iglesia, si hace falta. En el fondo, piensa, nada cambiará. Valentina dice que también le da igual, lo que le importa es compartir con Jorge su proyecto personal y vivir juntos, aunque no le importaría casarse porque sabe que a sus padres les haría ilusión la celebración; es hija única y ellos no tendrán otra oportunidad de ver a una hija ante el altar. La idea de un compromiso total les asusta un poco. Los dos coinciden en que hay que vivir al día: “estamos juntos y nos queremos mucho hoy, razonan, pero nadie puede saber qué pasará mañana”. Eso sí, se han comprometido a dejarlo ‘por las buenas’ y no como muchas parejas, que se pelean en caso de que la cosa no funcione. Otra preocupación de Jorge son los amigos. Suele salir a menudo con su grupo y le fastidiaría mucho que la relación con Valentina, casándose o no, suponga una pérdida de libertad. Sus amigos más íntimos le han aconsejado, ‘por experiencia’, que eso tiene que hablarlo con ella y que conviene dejar muy claro desde el principio en qué está dispuesto a ceder y en qué no, que luego vienen los problemas, y los amigos son muy importantes. A Valentina la insistencia de Jorge en ‘su’ tiempo y en ‘sus’ amigos le ha desconcertado un poco. Ha comentado con su madre su proyecto de futuro con Jorge en busca de la fórmula mágica para la convivencia y la felicidad en la pareja. Lo de amarse para siempre le parece un tarea muy ardua, casi inalcanzable. Su madre no le ha dado receta alguna. Más bien al contrario, le ha insistido en que se lo piense bien antes de dar un paso que ella considera decisivo, que el matrimonio no siempre es un camino fácil, hay muchas dificultades y muchos retos que superar. Además, le ha sugerido que se asegure de que Jorge es la persona idónea y que cumple “los mínimos” que ella quisiera en su futuro marido. Valentina no sabe muy bien cuáles habrían de ser esos ‘mínimos’, pero le ha tranquilizado la propuesta de Jorge de probar la convivencia antes de casarse, para asegurar el tiro (si finalmente sus padres se ponen muy pesados con el tema del matrimonio). “Eso es que me respeta y quiere lo mejor para mí”, ha concluido. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión La gran aventura del matrimonio Caso Página: 1 de 2 ...... Pasados unos cuantos meses, Valentina y Jorge lograron convencer a sus padres —no es que su decisión dependiera de ellos, pero preferían tener su beneplácito— y se fueron a vivir juntos. Si la experiencia iba bien, siempre estarían a tiempo de casarse. Sin embargo, el día a día no fue exactamente como imaginaban. —No sé si es lo normal —se sinceraba Jorge con Pablo, uno de sus mejores amigos—, pero Valentina no para de pedirme cosas: que ayude más con la casa, la ropa, la mesa, la compra, que la llame más, que esté más pendiente de ella. Estoy un poco harto…, porque a mí me gusta vivir con un cierto desorden vital. Y no es que no la quiera, pero… —¿Ves qué bien habéis hecho en iros a vivir juntos antes de casaros? Ahora es cuando la conoces de verdad —le insistía Pablo. Valentina, por su parte, considera a veces un descanso ir a casa de su madre. Y también se reafirma en haber decidido probar la convivencia con Jorge antes de casarse. —Esto de estar toda la vida con él, no lo veo claro… No siento lo que sentía antes. Me parece que ya no estoy enamorada. Su madre le aconseja que deje pasar el tiempo, que lo que le pasa es normal, hay épocas en que no se ve claro, y es cuando hay que escribir la convivencia con “q” de querer y no con “s” de sentir. ...... Con un poco de esfuerzo por parte de los dos, han logrado, por fin, superar esa primera crisis. Siguen teniendo sus diferencias, pero piensan que ha llegado el momento de afianzar su relación con un hijo. Valentina se muere de ganas por ser madre. Jorge no siente una necesidad tan imperiosa, pero ya tiene un trabajo más seguro y si ella quiere… Solo le ha puesto una condición: uno y basta. En lo que sí están de acuerdo es en la conveniencia de casarse antes de ser padres. El hijo necesita un entorno más estable, explican a sus padres al darles la noticia. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión La gran aventura del matrimonio Caso Página: 2 de 2 Amor matrimonial El amor nace, de ordinario, sin que nos apercibamos de su verdadera naturaleza. No siempre profundizamos lo suficiente sobre la condición del amor. Muchas veces nos quedamos en lo más epidérmico. Como la voluntad suele moverse hacia los bienes que la inteligencia le presenta como tales, esta falta de comprensión de lo que verdaderamente es el amor hace que muchos no alcancen a comprender su verdadera esencia y habiten en los primeros niveles del amor, claramente insuficientes para colmar los anhelos más profundos del alma humana. Por eso, con la brevedad que impone esta nota técnica, vamos a adentrarnos en la naturaleza del amor conyugal. 1. Los niveles del amor Con mayor o menor intensidad, extensión y conciencia, todo amante podrá reconocer los siguientes niveles en su amor: a) Atracción física (me gusta). Suele ser el comienzo del amor. Siendo relevante (¡somos cuerpo y alma!), es claramente insuficiente. Ha de enriquecerse con los niveles superiores, que le dan sentido y profundidad. El peligro de detenerse en este nivel es la cosificación de la persona amada: quien se instala en él desea sólo aquello que le causa placer y acaba por instrumentalizar al otro, que solo le es útil cuando le proporciona el placer que busca. Si no lo obtiene, entonces, como sucede con las cosas, hay que cambiarlo. b) Enamoramiento (qué bien se está con ella). Va mucho más allá de lo corporal. Es, por excelencia, el nivel del sentimiento, de la afectividad. Se empieza a descubrir a la persona amada, se da la sintonía de caracteres. Sin embargo, tampoco es la meta. El enamorado se encuentra camino del amor, pero si se detiene en el sentimiento, corre un peligro similar, aunque más sofisticado, al que comentábamos en el nivel anterior. Quien no es capaz de ‘humanizar’ este nivel con el apoyo de la voluntad y las demás facultades humanas (inteligencia, memoria, imaginación), acaba enamorándose no de una persona sino de su propio enamoramiento, de la sensación de estar enamorado, de modo que, igual que sucedía con la atracción física, cuando deja de sentirse enamorado, piensa que el amor se ha extinguido y se ve impulsado a sustituir al amado y cambiarlo por otro que le haga sentir lo que ya no siente. Su mayor peligro consiste, pues, en confundir la persona amada con el sentimiento que provoca. c) Voluntad (la quiero y quiero quererla). Los clásicos han afirmado que la esencia del amor radica en la voluntad, en la determinación. Con ella el amor alcanza su plenitud. Solo ella es capaz de unir sentimiento y decisión, de poner en juego la inteligencia, que sabrá encontrar los mejores atajos para llegar a la persona amada; la memoria, que recordará sus gustos, anhelos, deseos y desvelos; la imaginación, que inventará para ella los mejores escenarios. Este amor total, de la entera persona, penetra en lo más hondo de la persona amada, la conoce con sus defectos y los acepta, la quiere y quiere que sea y que sea más, lo mejor que pueda. Se entrega. Decide comprometerse, no solo porque ama, sino, sobre todo, porque quiere amar. “Cuando la voluntad quiere lo que el enamoramiento le propone, entonces nace el amor”, ha afirmado José Pedro Manglano. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión La gran aventura del matrimonio Nota Técnica Página: 1 de 5 Ahora bien, la primera exigencia de la voluntad es que sea libre. No hay amor sin libertad, y la libertad es una conquista: “La persona que no ha hecho operativa su libertad, extendiendo el imperio de la voluntad y del entendimiento al resto de sus facultades y potencias, la persona dominada por las pasiones, por el ambiente, por los vaivenes de un humor incontrolado, esa persona, si no lucha por dominarse, es incapaz de amar. Sólo quien ejerce el señorío de su propio ser puede, en un acto soberano de libertad, entregarlo plenamente a los otros, al hombre o mujer elegidos, a quien haya hecho objeto de sus amores” (Tomás Melendo). En efecto, el primer paso para amar es tener señorío de sí, hacerse dueño de sí mismo, porque solo quien se posee a sí mismo será capaz de darse a otro. El matrimonio es para personas libres, capaces de poseerse a sí mismas y a su futuro y entregarse para siempre a otra persona. Una libertad que se hace deuda, “deuda de amor” (Javier Hervada), “justicia enamorada” (Tomás Melendo), porque quiere, porque le da la gana. Estamos hablando de una deuda ‘impropia’, que, más que una obligación jurídica, es el instrumento a través del cual la entrega se hace efectiva. Al prometer amor para siempre, hacemos entrega de todo lo que somos, pero como nos seguimos poseyendo a nosotros mismos, la única manera de hacer operativa, real, esa entrega es hacerla realidad cada día, lo que nos lleva a analizar uno de los rasgos del amor matrimonial: la fidelidad. 2. Amor fiel (unidad) Lo constitutivo del amor es la entrega, la entrega cabal de la persona. Ahora bien, esa entrega se realiza en distintos grados. Es cierto que debemos amar a todo el mundo. Y podemos hacerlo, porque el amor como valor espiritual no desmerece ni disminuye, al contrario, se intensifica cuanta más gente participa de él. Esto sucede con todos los bienes o realidades espirituales (alegría, emoción, tristeza…, cuanta más gente participa de ellos, más intensos son). Sin embargo, con los bienes materiales ocurre lo contrario: desmerecen y disminuyen cuanta más gente los posee (tocan a menos: cantidad: un pastel, espacio: un salón de baile, o tiempo: un coche de alquiler). Ahora bien, el hombre no es puro espíritu, sino cuerpo y alma, y expresa su amor a través del cuerpo, y en distintos grados (no es lo mismo amar a un cliente que a un marido: al primero se le da la mano, al segundo la intimidad corporal; el amor al primero exige sólo tratarle como persona y con justicia, el amor al segundo exige la entrega plena). El cuerpo expresa el grado de amor: un apretón de manos, un guiño, una caricia, un beso, una relación sexual plena: ésta última es el corolario de un amor total. Por lo tanto, el amor corporal va disminuyendo su ámbito de expansión a medida que la entrega crece en intensidad: cuanto más entrego en el cuerpo, a menos personas lo entrego. Cuando la entrega es total, cuando incluye la intimidad corporal, “la capacidad procreadora con todas las dimensiones que la enriquecen” (es decir, afectos, confidencias, caricias, atenciones…), ha de ser única y exclusiva, a una sola persona; si no, no es completa, pues lo determinado por la materia sólo puede ser poseído plena y absolutamente por uno solo. Por eso, explica Tomás Melendo, la donación parcial (reservándose el derecho de donar el cuerpo a otros, por ejemplo) es incompatible con la dignidad de la persona humana y su carácter pleno e indivisible. La entrega implica dar la posesión de nuestro cuerpo a nuestro cónyuge para que lo posea, no al modo en que se poseen las cosas, sino al modo en que él posee su propio cuerpo. Desde el sí del consentimiento matrimonial somos servidores de una posesión ajena y hemos de poseer nuestro cuerpo para su verdadero dueño, nuestro cónyuge. Si logramos poseer nuestro cuerpo desde la perspectiva de nuestro cónyuge, la fidelidad está garantizada: no lo pondremos en riesgo de ser poseído por otra persona, no jugaremos con él, lo mantendremos en forma para ella, presto, atractivo, etc. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión La gran aventura del matrimonio Nota Técnica Página: 2 de 5 3. Amor para siempre (irrevocabilidad) La irrevocabilidad (indisolubilidad) no es sino la fidelidad en clave temporal, amar para siempre, lo que, por otra parte, es propio del amor, de todo amor, con diferentes exigencias. El enamorado que no alcanza el nivel de la voluntad y no es capaz de comprometer su amor para siempre sitúa el centro de gravedad en sí mismo y no en la persona amada, explica Joan Costa. Él se convierte en el criterio de valoración del otro: ‘tú vales solo en la medida en que colmas mis expectativas, en que satisfaces mi interés, por elevado que este sea’. El amor auténtico y pleno ama al otro por lo que él es y no por lo que aporta al amante. Entonces sí, el amor se convierte en don, en entrega, y se hace cabal. Esta es la lógica del amor, una lógica del todo o nada, que no admite términos medios: o me entrego o le uso. Es cierto que dos personas que se quieren pueden convenir en no comprometerse, pero esto no soluciona el problema, más bien lo agrava, porque significa que los dos están de acuerdo no en amarse, sino en utilizarse mutuamente, en ser uno y otro (al menos en parte) instrumentos, lo que dañaría igualmente su dignidad de persona. Gary Chapman recuerda tres razones por las que el enamoramiento que no ha sido elevado al nivel de la voluntad no es aún verdadero amor: No es un acto de la voluntad ni una decisión consciente. Aunque queramos, no podemos enamorarnos a la fuerza. El enamoramiento nos asalta. Sí podemos decidir llevar ese enamoramiento a la plenitud del amor o no. No requiere esfuerzo. El tiempo, el dinero, los regalos, los proyectos…, nada cuesta esfuerzo en este período. No está interesado en el auténtico crecimiento personal propio ni del otro, al contrario, genera la falsa sensación de que ya hemos llegado, de que no puede haber nada mejor y de que nuestro amado o amada es perfecto y siempre lo será, con lo que confunde el punto de partida con el punto de llegada. El amor auténtico no quiere que el amado se estanque, sino que crezca como persona. El enamoramiento es parte importante del amor, pero no se puede confundir con el amor cabal; está camino de serlo, pero es un amor incompleto. En cualquier caso, conviene no olvidar que el papel de la voluntad no es amar “a pulso”, sino optimizar, re-crear los sentimientos, poniendo en ello todas las facultades humanas (inteligencia, memoria, imaginación). 4. Amor solemne (consentimiento y publicidad) La entrega de que venimos hablando se hace explícita mediante una declaración de voluntad denominada consentimiento matrimonial. En la naturaleza y sociedad humanas, los actos de cierta relevancia se suelen expresar de manera formal y revestidos de una solemnidad acorde a su importancia. “El consentimiento es un acto de voluntad por el que el hombre y la mujer se entregan y aceptan mutuamente”, lo que significa mucho más que un mero intercambio de derechos, explica Juan Carreras; son los mismos esposos quienes se entregan y se comprometen a dirigir su amor al otro, en sí mismo considerado y no como instrumento para otros fines. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión La gran aventura del matrimonio Nota Técnica Página: 3 de 5 Este consentimiento ha conocido distintas formas a lo largo de la historia, dando mayor o menor importancia al asentimiento privado (en algunos momentos bastaba el intercambio sexual para considerar prestado el consentimiento de forma tácita, lo que originó un grave problema de inseguridad jurídica, al proliferar los matrimonios clandestinos) o a los formalismos jurídico-públicos (de hecho, en la actualidad, el matrimonio civil es legalista y no espiritualista: lo único que importa para estar casado es si se ha celebrado el rito conforme a la ley, con independencia de cuál sea el contenido del consentimiento matrimonial). Ahora bien, el matrimonio es, por un lado, un acto personal (que no privado), pertenece exclusivamente a esa persona y le afecta en todas sus esferas, y, por otro lado y al mismo tiempo, es una acto de evidente trascendencia social (no clandestino). Así lo expresa Carreras: “el ‘acto personal’ tiene una dimensión privada —pues solo la persona puede generar el vínculo que de ese acto deriva— y una dimensión pública, puesto que el bien común de la sociedad está también en juego, de forma tal que esta debe intervenir ‘reconociendo’ su legitimidad jurídica” . Cómo se articule este reconocimiento (autoridad estatal, eclesiástica, etc.) es otra cuestión que aquí no podemos abordar. 5. Amor fecundo (apertura a la vida) La fecundidad es un rasgo capital del amor. ¿Puede alguien sostener que una esterilidad buscada sea atributo del amor? ¿Puede un amor construirse sobre un espíritu mezquino, cicatero, avaro, calculador, que cuenta antes de dar, o que niega el don, el regalo, la entrega? San Agustín decía que la medida del amor es amar sin medida. El amor, cualquier amor, es siempre exuberante, fecundo; se desborda, invita a salir de uno mismo, es rico en detalles, en atenciones, en tiempo, en dedicación, en ternura, en llamadas, en miradas, en gestos. Naturalmente, lo primero es la fecundidad espiritual. Esta fecundidad espiritual encuentra siempre cauces por los que discurrir, y si la naturaleza le niega el despliegue más propio del amor matrimonial, la transmisión de la vida, tomará la forma de hijos adoptivos, o acogidos, o simplemente se volcará en los demás en las mil formas que el amor sabe modelar. A esta fecundidad le seguirá la corporal, porque somos personas, y nuestro cuerpo expresa el amor de mil maneras delicadas: mirando, abrazando, guiñando, acariciando o besando. Pero no podemos olvidar que el cauce natural, específico, el más propio, el que distingue al matrimonio de los demás amores humanos es, precisamente, la posibilidad de transmitir la vida: los hijos. Esta apertura a la vida solo se da en el amor matrimonial, en el amor entre un hombre y una mujer. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión La gran aventura del matrimonio Nota Técnica Página: 4 de 5 ¿Qué sería, pues, de un amor matrimonial que negara voluntariamente toda posibilidad de fecundidad biológica, que se cerrara a la transmisión de la vida? Sería un amor… que no es amor, un amor que se niega a sí mismo, que renuncia a la fecundidad que le es más propia, la que no comparte con los demás amores, y dejaría de ser matrimonial (y, al cabo, amor mismo), porque la negación de las fuentes de la vida mata el amor conyugal, le priva de un rasgo esencial y constitutivo sin el cual no es tal amor. Desgraciadamente, cuando se trata el tema de la fecundidad, mucha gente se encalla en el ‘problema’ del número. ‘¿Entonces, protestan, quieres decir que tú amas más que yo porque tienes más hijos?’ Las matemáticas casan mal con el amor: “la medida del amor está en amar sin medida”. Y amar sin medida es no poner número al amor, ni por arriba ni por abajo. Las personas, los hijos, no son un número ni una fracción, y se piensan uno a uno. Cualquier número en materia de amor es imprudente, y más cuando está en juego la transmisión de la vida. Después de un hijo se piensa en el siguiente, y tras éste en el que vendrá después, y así sucesivamente. Nadie puede cifrar el amor de nadie en un número, porque nadie vive en la conciencia de otro; hay que ser muy cauto y no juzgar nunca, pero esta verdad no ha de ofuscar el principio. El principio ha de quedar claro: lo propio del amor es la fecundidad, no la esterilidad. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión La gran aventura del matrimonio Nota Técnica Página: 5 de 5 ¿Qué idioma hablamos? Lucía tiene 27 años y es periodista. Al terminar en la Universidad comenzó a trabajar como becaria en una cadena de televisión, y gracias a su esfuerzo y tesón consiguió continuar en la empresa y tiene una gran proyección profesional. Hace dos años conoció a Luis en una cena de amigos, es un año mayor que ella y trabaja en un despacho de abogados. Están muy enamorados el uno del otro y ya empiezan a contemplar planes de boda. Ambos viven con sus padres, aunque pasan poco tiempo en casa debido a sus intensos horarios laborales; procuran verse cada día después del trabajo. Hoy es viernes, y Lucía ha llegado muy nerviosa a la cafetería en la que suelen quedar: —¡Menuda semana que he tenido! ¡Estaba deseando que llegara el fin de semana! ¡No aguantaba ni un minuto más en ese ambiente de prisas, insultos y reproches! —dice Lucía— Hemos estado a tope para sacar el programa especial que tiene que emitirse el domingo, y todo ha sido tensión. El director no hace más que presionarnos con sarcasmos e ironías, diciéndonos que no seríamos capaces de llegar a tiempo. Estoy segura de que él piensa que así consigue motivarnos, pero a algunos nos cuesta mucho trabajar bajo presión, y, desde luego, los insultos no creo que hagan bien a nadie. A mí, desde luego, me cuesta tratar bien a los demás y decirles las cosas de buenas maneras, con espíritu constructivo, cuando tengo a un tiburón encima criticando cada cosa que hago. —¡Ay, pobre! Yo la verdad es que tengo mucha suerte con mi jefe. Ya sabes que le aprecio un montón. Realmente sabe cómo sacarnos el mejor partido a todos. Nos conoce fenomenal. Sabe que Marta se agobia con facilidad y que le paraliza trabajar bajo presión. Sabe que Juan es muy perfeccionista y que, a veces, hay que darle un toque para que avance y no se quede atascado con la misma tarea. A mí me mete mucha caña, con bromitas, je, je. Que él trate así a todos hace que entre nosotros haya muy buen rollo. Aprendemos a conocernos y a tratarnos. Eso sí, no tolera una falta de respeto entre nosotros ni una subida de tono. No me extraña que el despacho vaya tan bien. Un buen jefe es una garantía de éxito. —¡Qué envidia me das! Yo pienso que cuando a las personas se las respeta y aprecia, y hay sinceridad en el trato, todos nos sentimos más a gusto y se evita que los roces se conviertan en barreras infranqueables que hacen irrespirable el ambiente de trabajo. Trabajando a disgusto con los compañeros es imposible centrarse bien en lo que tienes que hacer —añade Lucía—. Yo, desde luego, hay veces que me paso una cuarta parte del tiempo pensando en lo mal que me han pedido aquello, en lo mal que me han explicado esto otro… ¿Qué puedo hacer? ¿Me aguanto? ¿Me marcho? ¿Crees que puedo decirle algo a mi jefe para que cambie su actitud? —No creo que tengas que irte, no. No puedes abandonar el barco sin luchar antes. Mira a ver si tú puedes intentar tratar mejor a tus compañeros. Seguramente, si tú intentas mejorar, va a cambiar algo el clima de trabajo. Lo de hablar con el jefe me parece más delicado. Yo, ya sabes, que soy de los que me gusta llamar al pan, pan, y al vino, vino. Me gustaría que pudieras ir a hablar con él y decirle: “Pero bueno, tú no te das cuenta de que, tratándonos así, sólo consigues machacarnos? ¿No te das cuenta de que así no nos sacas partido?” Pero con los años me he dado cuenta de que en muy pocas situaciones se pueden tratar los problemas “a las bravas”. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Técnicas de comunicación y resolución de problemas Caso Página: 1 de 2 —Mira lo que pasa con mi cuñada, por ejemplo —continúa diciendo Luis—. ¿Cuántas veces he estado tentado de llamarla y decirle. “¿Pero qué problema tienes conmigo? ¡Si no me tragas, no me tragues, pero haz un esfuerzo para que cada vez que nos veamos no sea un verdadero suplicio!” Siempre con indirectas, con ironías… ¡Me saca de quicio! Pero el caso es que no puedo hacer eso. No puedo llamarla y hablar a las claras. Una cosa es la sinceridad y otra, muy distinta, el “sincericidio”. Pues nada, me toca callar. Poner siempre el chip de que la pobre es así y que seguramente no diga las cosas con tanta mala idea como parece. Es duro, la verdad. Pero nadie dijo que las relaciones humanas fueran fáciles. Con lo diferentes que somos… la sintonía no es nada fácil de alcanzar. —Puff, sí que es complicado, sí. A mi hermana Eva le pasa lo contrario. Ella es incapaz de decir lo que piensa a otra persona. En realidad creo que no es solo que le cueste decirlo, es que le cuesta incluso saber qué le pasa. Me preocupa bastante, porque pienso que esto le va a dar muchos quebraderos de cabeza en su vida. Fíjate lo que le pasó con su amiga Miriam. Llevaba tiempo algo molesta con ella por no sé qué. El caso es que en vez de sentarse un día tranquilamente con ella y comentárselo, se lo fue tragando y tragando. Hasta que al cabo de dos años (se dice pronto, ¡¡¡¡¡dos años!!!!!) estalló y se lo echó en cara. Por supuesto cuando se lo soltó estaba ya tan enfadada que no podía parar de decir barbaridades. Yo me la imagino como una apisonadora. Le dijo cosas que ni siquiera pensaba, que había sacado de quicio. Tú imagínate la pobre Miriam cómo se quedó. Estaba alucinada. A Miriam le va a costar perdonarla. Se quieren y seguro que las aguas vuelven a su cauce, pero llevará su tiempo, desde luego. —Pues a mí lo que me alucina es lo de mis padres. Hace unos años recuerdo que discutían bastante. Pero últimamente les veo súper suaves, con mucho más sentido del humor, se ríen mucho y tienen mucha complicidad. Yo noto que hay veces que mi padre llega a casa bastante cansado y le dice alguna cosa a mi madre un poco brusca. Noto cómo mi madre se muerde la lengua, intenta poner buena cara y hace como que no ha escuchado. Entonces veo cómo ella intenta ser más cariñosa con él de lo normal, y las cosas fluyen mucho mejor de lo que en un primer momento se auguraba. Otras veces veo que es mi padre el que se muerde la lengua. Qué importante es saber callar. —Es verdad —dice Lucía, algo triste—. Yo veo que en casa hablan muchas veces más de lo que deberían, ¡y en el peor momento! Noto que mi padre llega enfadado un día del trabajo, y me parece increíble ver que es justo ese el momento el que elige mi madre para decirle a mi padre “cariño, tenemos que ir a Ikea a comprar el sofá, de verdad, que no podemos seguir con ese sofá “descuajeringado”. ¿Pero es que mi madre no tiene tacto alguno? ¡Por Dios! Por supuesto mi padre contesta que el sofá no es que no lo vayamos a comprar hoy, sino que ni siquiera hace falta cambiarlo ¡¡¡porque está perfectamente!!! ¡¡¡Lo uno lleva a lo otro y al final se monta una discusión que parece una verdadera batalla campal!!! —Bueno, pues a fijarnos en los que lo hacen bien y evitar hacer lo que hacen los tiburones, las apisonadoras y las “faltas de tacto”, je, je. “Chupao”. —¡A ver qué tal nos apañamos nosotros cuando estemos casados, que eso es otra historia también! —Sí, pero ya tenemos medio camino hecho. ¡Sabemos que saber comunicarse es importante! © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Técnicas de comunicación y resolución de problemas Caso Página: 2 de 2 La comunicación en las relaciones personales La relaciones personales suponen un medio natural para que las personas descubran formas de ayudarse y complementarse, satisfaciendo muchas de sus necesidades, especialmente las más profundas y complejas, como las emocionales y afectivas. Cuando aprendemos a comunicarnos identificando el cómo, cuándo, dónde y en qué tono hablarnos, de tal forma que logramos construir una relación positiva y sólida, hemos dado un paso vital, contribuyendo a que la relación cumpla con su misión al crear condiciones para que todos nos sintamos queridos, apoyados, tomados en cuenta y con posibilidades reales de ser mejores personas. Para aprender a comunicarse con efectividad se requiere: tener en cuenta las diferencias interpersonales, adecuar las formas de comunicación de acuerdo a personas, edades y circunstancias, emplear enfoques específicos para comunicarse con los demás en sus diferentes etapas de desarrollo, tener conciencia de los errores y defectos que pueden afectar negativamente al proceso y saber aprovechar la comunicación como medio para transmitir valores y dar dirección y rumbo a la vida familiar y personal. 1. Elementos básicos para la comunicación interpersonal La sabiduría popular utiliza ejemplos y expresiones muy ilustrativos para facilitar la comprensión de situaciones complejas. Por ejemplo, se dice que se está llevando a cabo un “diálogo de sordos”, cuando dos personas se tratan de comunicar, pero ninguna de ellas tiene la apertura suficiente para ponerse en el lugar del otro y tratar de comprenderlo. Con frecuencia se considera que hablar es sinónimo de comunicarse, sin embargo, el mero hecho de pronunciar palabras y transmitir sonidos no cumple el verdadero propósito de la comunicación, que se centra en establecer un lazo entre el que envía un mensaje y aquel que lo recibe. Ese papel que juegan los mensajes entre las personas que se relacionan entre sí ha sido analizado con mucha profundidad por expertos, que se han centrado en analizar cómo evolucionan los procesos de integración en equipos de trabajo dentro de las empresas, llegando a la conclusión de que, cuando las personas reciben mensajes que les hacen sentirse valiosas, importantes, respetadas y apreciadas, tienden a tomar una actitud receptiva y abierta, facilitando la integración y el desarrollo de la relación. Relación entre comunicación y relación interpersonal Los estudios realizados en ese sentido han puesto en evidencia que la comunicación constituye un elemento clave para el desarrollo de una relación, tanto en lo que se dice con palabras como en lo que se transmite a través de comportamientos, actitudes y gestos. La comunicación es esencial en las relaciones interpersonales, ya que constituye un medio insustituible para entrar en contacto con las demás personas, conocer sus ideas y captar sus intereses, preocupaciones y sentimientos. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Técnicas de comunicación y resolución de problemas NT Página: 1 de 5 También es uno de los mejores recursos a nuestra disposición para lograr un mayor acercamiento, desarrollar la intimidad, aclarar los hechos frente a malentendidos y ayudar a que las personas comprendan los puntos de vista de quienes las rodean o se relacionan con ellas. Una relación crece cuando los mensajes que se transmiten las personas que la viven manifiestan aprecio, respeto y reconocimiento. Y en contrapartida, la relación se deteriora cuando se transmite desinterés, sarcasmo, cinismo o desprecio. La comunicación dentro de la familia La relaciones familiares, debido a los lazos emocionales y psicológicos que logran desarrollar entre sus integrantes, y al ambiente de seguridad y confianza que pueden llegar a generar, se convierten en un medio cuyos integrantes, de forma natural y espontánea, pueden ayudarse y complementarse, satisfaciendo muchas de sus necesidades, especialmente las más profundas y complejas, como las emocionales y afectivas. Hay estudios que ponen en evidencia que en la mayoría de las familias conflictivas existen serios problemas de comunicación, sea debido a que no han desarrollado mecanismos para favorecer el intercambio de ideas y puntos de vista, sea debido a que tienen muy poca habilidad para comunicarse, con lo que los intentos que hacen para comunicarse, en lugar de convertirse en mecanismos de ayuda, se transforman en fuentes de nuevos y mayores conflictos. Para lograr que la comunicación se convierta en un recurso a favor de la familia, los integrantes del núcleo familiar deben plantearse con cierta regularidad la siguiente pregunta: ¿La forma como nos comunicamos nos está ayudando a lograr un mayor acercamiento y a desarrollar la intimidad, o es un medio que utilizamos, consciente o inconscientemente, para manipular, ofendernos o agredir? Si se responde con toda honestidad a esa pregunta, el análisis de las respuestas permitirá definir hacia dónde se deben enfocar las acciones tendientes a lograr que la comunicación dentro de la familia les ayude a lograr una dinámica familiar positiva. Elementos que influyen en la comunicación intrafamiliar No es fácil lograr el equilibrio necesario para que la convivencia y la comunicación entre los integrantes de la familia mantengan un enfoque positivo y constructivo. El proceso de convivir, compartir y desarrollarse a través del contacto intenso y diario con otras personas es todo un arte, que requiere una actitud positiva y proactiva, y el desarrollo de habilidades dirigidas a lograr que la convivencia produzca resultados positivos para todos. El desarrollo de esa actitud y habilidades solo puede darse en plenitud cuando se fundamente en el amor, es decir, en el verdadero propósito de aportar lo mejor de uno mismo para contribuir a la felicidad y realización de la otra o las otras personas. El amor, pues, se convierte en el principal motor y motivador para lograr armonía al convivir con aquellos con quienes se comparten las cualidades y los defectos, los momentos alegres y los tristes, los estados de ánimo positivos y los depresivos. Si se quiere asegurar que la comunicación trabaje a favor de la familia, es importante hacer lo necesario para lograr que todo intercambio de palabras tenga un propósito positivo: ayudar, mejorar, aclarar, acercar. Cuando la comunicación pierde ese propósito, fácilmente se distorsiona y se enfoca a: molestar, castigar, maltratar o afectar, provocando un resultado destructivo, convirtiéndose en elemento de distanciamiento y deterioro de las relaciones familiares. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Técnicas de comunicación y resolución de problemas NT Página: 2 de 5 Al comunicar aspectos importantes, es necesario prever lo siguiente: Qué decir. Es necesario definir con claridad qué es lo que se quiere decir, para no confundir el mensaje con los propios deseos, sentimientos, temores o necesidades, deformando su contenido. Cómo decirlo. Toda comunicación debe ser respetuosa, pero también tiene que ser adecuada a la temática, a la persona a quien está dirigida y a la situación particular en la que esta se presenta. Cuándo decirlo. Siempre hay un mejor momento y un estado emocional adecuado para lograr mayor receptividad. A veces es conveniente saber esperar hasta ese momento. Y luego, ya durante el proceso mismo de comunicación, es importante poner en práctica lo siguiente: Escuchar con comprensión. Al ser un proceso de ida y vuelta, se requiere combinar el hablar con el escuchar. Escuchar implica disposición a entrar en sintonía con los sentimientos del otro. Tomar en cuenta los aspectos no verbales. Se requiere receptividad para poder captar todo lo que se transmite con miradas, gestos y posturas, con un contacto visual continuo. Verificar la recepción. Al parafrasear algunas de las ideas que ha expresado el otro y realizar preguntas aclaratorias, se puede verificar si se está interpretando correctamente el mensaje. 2. La comunicación y el desarrollo de la relación Toda relación humana es el resultado de una serie de acciones, situaciones, elementos y decisiones que, al irse sumando, van llevando a un resultado. El resultado logrado conforme se avanza en ese proceso puede ser favorable o destructivo. Las acciones que se realizan en el día a día, en cualquier tipo de relación, llevan a los interesados a una serie de resultados que les hace sentirse más humanos, comprendidos, apoyados, alegres y satisfechos; o por el contrario, les lleva a experimentar frustración y vacío. Las relaciones familiares no pueden dejarse al azar. Si los integrantes de una familia realmente quieren lograr que la convivencia entre ellos sea un medio que les ayude a complementarse, apoyarse y crecer como personas, deben actuar con vistas a un fin determinado, propiciando los aspectos que nutren y refuerzan la relación y evitando las situaciones que la afectan negativamente, o la destruyen. Para lograr ese enfoque positivo se pueden realizar numerosas acciones, de entre las cuales es importante considerar aquellas que tienen particular importancia. * Aceptación. Si se hace lo necesario para tener presente y aprovechar al máximo todas las cualidades de una persona, la relación se reforzará y el trato será agradable y constructivo. * Responsabilidad. Todos los integrantes de la familia deben asumir la responsabilidad de la relación y hacer lo necesario para que avance hacia su verdadero propósito (la realización y felicidad de todos los miembros de la familia). * Manejo de problemas. Si en la relación familiar las cosas no están saliendo bien, hay que evitar la búsqueda de culpables y esforzarse por encontrar las causas y aplicar soluciones adecuadas. * Poner lo mejor. Lograr la felicidad de todos los integrantes de la familia requiere que cada uno de los interesados ponga en ella lo mejor de sí mismo. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Técnicas de comunicación y resolución de problemas NT Página: 3 de 5 3. Las diferencias interpersonales y su influencia en la comunicación La realidad de las diferencias Existen numerosos estudios dirigidos a detectar y explicar las diferencias existentes entre ambos sexos, menos visibles que las físicas, pero no por eso menos reales. Hombres y mujeres tienen distintas maneras de pensar y de sentir, hablan idiomas distintos y, si no se cae en la cuenta de esas diferencias, se corre el riesgo de malinterpretar. Además de las diferencias entre sexos, hay diferencias de edad, de personalidad, caracterológicas, de intereses y habilidades, etc. Conviene dirigir la atención a algunas de ellas, por el impacto que tienen en la dinámica de la vida familiar y personal. * Diferencias de carácter. Hay personas decididas y seguras y personas que necesitan mucho apoyo y a quienes les resulta muy difícil tomar una decisión sin tener la aprobación de otros. * Manejo de sentimientos. Hay quienes demuestran una gran emotividad y quienes, ante una situación complicada, se mantienen demasiado ecuánimes, dando la impresión de que no les importa. * Formas de expresión: Hay quienes manifiestan lo que sienten por medio de palabras, les gusta explayarse cuando hablan y les agrada que les escuchen. Hay otros que hablan tan poco, que parece que tienen consigna de emplear el menor número posible de palabras para transmitir sus ideas. * Formas de relación. A algunas personas les cuesta trabajo abrirse y expresar sus sentimientos, por eso, cuando están molestos o enfadados, tienden a encerrarse en sí mismos y evitan hablar. También hay quienes necesitan compartir lo que sienten o piensan, por eso aprovechan toda oportunidad que se les presenta para hablar. Cómo capitalizar las diferencias Todos los seres humanos merecen el mismo respeto, tienen los mismos derechos y comparten la misma dignidad, por el mero hecho de ser personas. Sin embargo, eso no quiere decir que todas las personas sean iguales; afortunadamente existen diferencias, y esas diferencias son valiosas, porque complementan y enriquecen. Tomar conciencia de algunas de esas diferencias psicológicas, sociales, de comunicación y de relación, resulta de gran utilidad en la vida, pues una mayor comprensión y aceptación de las diferencias, ayuda a manejar la comunicación y las relaciones con mayor habilidad, evitando muchos malentendidos y permitiendo aprovechar esas diferencias para nutrir la relación, incrementar el respeto y desarrollar la aceptación, el cariño y el amor. Querer que otra persona, sienta, razone y valore las cosas igual que lo hace uno mismo es un grave error. Aceptar que los demás son diferentes, comprender las diferencias, respetarlas, aprovecharlas como complemento, usarlas para construir puede ser una fuente enorme de riqueza dentro de las relaciones personales, pues, cuando se piensa así y se actúa así, la relación se alimenta y se da el acercamiento y la comprensión, que generan gran satisfacción en los interesados. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Técnicas de comunicación y resolución de problemas NT Página: 4 de 5 4. Los retos de la comunicación en el noviazgo Importancia de la comunicación con la pareja La comunicación es uno de los mejores mecanismos con los que cuenta la pareja para desarrollar el entendimiento mutuo; un combustible indispensable para impulsar, consolidar y acrecentar la relación, y a la vez mantener viva la llama del amor; pero para que logre su cometido, es indispensable aprender a dominar su arte, de la misma forma que el pintor experto sabe combinar los colores y aplicar la pintura con trazos armónicos, en mayor o menor cantidad, para generar el efecto deseado. Cuando los integrantes de una pareja se comunican de manera adecuada, se sienten bien consigo mismos, porque logran hacer contacto positivo y real con la persona a quien aman, y ese contacto les permite expresar sus deseos, preocupaciones y sentimientos, de tal forma que les es más fácil sentirse comprendidos y resolver los problemas, normales en toda relación, sin necesidad de agredirse ni ofenderse. Una comunicación sana alimenta la autoestima, pues cualquier persona, al sentirse escuchada y valorada, se siente bien consigo misma y ese sentimiento positivo hace que le resulte más fácil expresarse, sabiendo que hay otra persona dispuesta a comprenderla y ayudarla a conseguir sus objetivos. Si este proceso se da en ambos sentidos, el resultado será que los integrantes de la pareja se apreciarán más a sí mismos y valorarán más a su pareja. Cómo mejorar la comunicación con la pareja Para lograr que la comunicación responda a las necesidades especiales de cada pareja, conviene tomar en cuenta lo siguiente: * Comunicarse con un enfoque positivo. Para ello se debe hacer lo necesario para lograr que todo intercambio de palabras tenga un propósito positivo: ayudar, mejorar, lograr un mayor acercamiento, desarrollar la intimidad, aclarar los hechos frente a malentendidos. * Hablar con honestidad y con respeto. Cuando se tratan situaciones complicadas es especialmente importante que la honestidad se vea acompañada de calma, prudencia y respeto. * Buscar el momento, lugar y forma adecuados. Los miembros de la pareja deben desarrollar la habilidad de decir las cosas de forma constructiva, en el momento y en el lugar oportunos. * Hacer crecer la autoestima. Si las dos personas que forman la pareja se sienten escuchadas, si sienten que se les tiene en cuenta, ambas se sentirán bien consigo mismas y les resultará más fácil expresarse. 5. Recordando lo básico La comunicación es la base de toda relación humana, por eso mismo, todos los seres humanos somos capaces de comunicarnos, sin embargo, habrá que preguntarse: ¿de qué manera nos estamos comunicando y cuáles son las consecuencias de esa comunicación? Una verdadera comunicación implica diálogo, es decir, que se habla y se escucha, pero sobre todo esto último: se escucha, no solamente se oye, sino que se ponen en juego los oídos y la mente. Se busca captar, comprender, sintonizar con lo que la otra persona está queriendo decir, no solo a través de sus palabras, sino también por medio de su cuerpo, sus actitudes, sus miradas, e incluso por medio de sus silencios. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Técnicas de comunicación y resolución de problemas NT Página: 5 de 5 Ir tirando Javier y Paloma van a casarse. El noviazgo ha sido relativamente corto: 4 añitos. Mira que la vida da vueltas, pero al final la parejita da un paso al frente y se casan: por la Iglesia. La verdad hay que decirla, Paloma lo tenía muy claro que sería por la Iglesia, pero Javier siempre en sus eternas dudas. Y es que le ha dado muchas vueltas a la vida eterna en los últimos meses. Javier es católico, había ido a un colegio cristiano, pero no se dejó comer el coco, como decía él. Iba a Misa cuando le venía bien, su misa era la de 8 o mejor de 9, siempre y cuando el partido del domingo no fuese de su equipo, si no, pues sin misa. La fe de Javier era de andar por casa, fervorosa en Semana Santa porque su ciudad era de muchas procesiones, pero el resto del año pues de puro cumplimiento, es decir, en el fondo, de cumplo y miento. Lo suyo era un ir tirando sin grandes preocupaciones. Paloma sin embargo era más creyente, iba a Misa, se confesaba, ayudaba en un comedor de Cáritas. Esto fue algo que a Javier le pareció una experiencia radical. Ella le dijo con toda naturalidad que le invitaba, pero que hiciera lo que quisiera. Fueron juntos, son años de paro y hay mucha gente que no tiene ni para comer. Vio cómo la gente agradecía muchísimo el cariño que le daban y se quedó muy conmovido. Desde aquel día habla con Paloma de cómo está el mundo, del consumismo, pero a Javier nunca le falta su móvil último modelo, y piensa en ese coche que se van a comprar cuando estén casados o las vacaciones que se van a pegar. Javier y Paloma han conseguido trabajos relativamente pronto y también han logrado ascender. Ganan dinero (con mucho esfuerzo, recalcan los dos) y pueden pedir hipotecas. Javier se enteró un día de que un profesor de su colegio había muerto de cáncer. Le admiraba mucho, era la persona a la que uno le pediría consejo siempre, pero Dios se lleva siempre a los mejores. No lo lograba comprender, mejor un drogata que un bueno. No se quiere hacer muchas preguntas, es comerse la cabeza demasiado, la vida es ir tirando, no hay que pedir muchas explicaciones, pero ¿por qué el dolor? Y le vienen a la cabeza imágenes del comedor de Cáritas, padres de familia sin trabajo, gente honrada. ¿Podría yo soportar eso? Algunas veces se siente incómodo con Paloma, ella siempre tan segura de sus actos, de sus creencias. Y además no le impone nada, libertad siempre. Pero su ejemplo le hace preguntarse todos los días sobre el sentido de la vida. A Paloma le preocupa el ir tirando de Javier, esa vida tranquila y cómoda que quiere llevar. Su madre le dice que lo importante es que se quieran, que el resto ya vendrá, pero ¿qué pasará si vienen vacas flacas? ¿Estarán preparados para eso? ¿De donde sacarán las fuerzas para esos momentos? © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Crecimiento espiritual: ser más para poder amar más Caso Página: 1 de 2 La boda está cercana, están haciendo los cursos de preparación al matrimonio y el cura que los imparte es un genio. Javier sale entusiasmado de las sesiones, no sólo por cuestiones relativas al matrimonio, sino por cómo habla de Dios y de Jesús, y ahí le toca la fibra sensible de sus Cristos de Semana Santa, pero al día siguiente le entra la desazón: ¿qué quiero hacer con mi vida? Y de buenas a primeras un amigo le pregunta si estaría dispuesto a pasar un mes en Uganda. Necesitan un experto hombre de finanzas para acabar un negocio de explotación de maderas, sería de gran ayuda para un poblado. Él puede hacerlo, sabe mucho, pero es perderse el último verano de soltero y tenía pensado hacer alguna fiesta de despedida. Javier piensa: “Si yo solo quiero ir tirando… cumplo las leyes, pago mis impuestos, soy fiel a Paloma, lo cual es un mérito enorme viendo como están las cosas”, pero le da la sensación de que él no tiene un para qué que le ayude a soportar cualquier cómo que la vida le ponga por delante, y eso es un problema. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Crecimiento espiritual: ser más para poder amar más Caso Página: 2 de 2 La dimensión trascendente del hombre El hombre, ser trascendente Después de haber analizado diversas facetas del hombre no podemos dejar de hacer referencia a su dimensión espiritual. Si no tuviéramos en cuenta esta faceta estaríamos tratando al hombre de una manera incompleta. El hombre es un ser espiritual por naturaleza. El hombre necesita trascenderse, buscar algo, más allá de lo humano, que dé explicación a esos grandes interrogantes que se plantea y que no puede comprender sólo desde la racionalidad: de dónde venimos, a dónde vamos, qué sentido tiene la vida, qué hay más allá de la muerte… Si pensamos que la vida es solo un “ir tirando” ¿qué sentido tiene “seguir tirando”? ¿Para qué seguir tirando? La vida solo cobra sentido desde una perspectiva religiosa, trascendente. Esta inquietud del hombre se ve en todas las cosmogonías religiosas a lo largo de la historia, ya sea en los libros sagrados de Israel, en los Veda, en Confucio o en Lao Tse. El hombre viene de Dios y necesita a Dios, si bien en muchos casos lo busca en el lugar equivocado, creándose falsos dioses que no le llenan y le llevan al vacío existencial, cuando no a la autodestrucción. Con el hecho religioso sucede lo mismo que Napoleón observaba respecto de la Iglesia Católica: "Los pueblos pasan —observaba Napoléon—, los tronos y las dinastías se derrumban, pero la Iglesia permanece". Algo que hace sospechar que el hecho religioso forma parte de la naturaleza del hombre, y que la Iglesia está alentada por un espíritu que no es de origen humano. Algunos piensan que es el hombre el que ha creado a Dios, una especie de sublimación del hombre, como dijo Feuerbach. Así, la religión sería un invento humano, un agarradero al que aferrarse cuando se viven situaciones de pobreza, de injusticia o de dolor. Si Dios sólo fuera eso, un consuelo a mis penas, ¿no me habría hecho un Dios que no me exigiera tanto, en definitiva, un Dios más sencillo, más “cómodo”, que se amoldara a mis cosas? «La palabra "Dios" no es una resonancia. La resonancia es la prolongación de un sonido que se va degradando y llega a desaparecer por completo. Dios no es una evocación esotérica, como pretenden muchos intelectuales que, al no poder negar su arraigo en los hombres y la fuerza motriz de lo divino en la historia de la humanidad, evitan esta realidad mediante definiciones extravagantes en las que se rebaja la creencia trascendente a una idolatría puramente antropológica. Debe reconocerse sin embargo, que esta intensa y constante labor intelectual —que parte de un racionalismo a ultranza y del más estricto historicismo moral— ha creado un estado de opinión en el que resulta explicable la beligerancia laicista ».1 El hombre de hoy no quiere problemas, y Dios lo es. El hijo de la Ilustración quiere un mundo manejable, a su medida, con muchas comodidades, donde el esfuerzo sea solo voluntad de poder. Si vemos así el mundo, Dios no tiene cabida en él, sin embargo, la fe cristiana siempre ha estado presente en la cultura occidental. Nuestra vida cultural, todo nuestro obrar, pensar y sentir arraiga en el trasfondo espiritual de Occidente, que es de raíces cristianas. 1 José A. Zarzalejos. Editorial ABC, 20-6-2004 © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Crecimiento espiritual: ser más para poder amar más NT Página: 1 de 6 Cuenta López Quintás en uno de sus libros cómo un día, al atardecer, después de visitar la catedral de Notre-Dame, mientras callejeaba por el viejo París, se encontró sin querer con un pequeño edificio abandonado, con sus sórdidas ventanas cruzadas por listones de madera. Aquella construcción medio en ruinas resultó ser el famoso “Templo de la Nueva Religión de la Ciencia”, que hacía siglo y medio había erigido el filósofo francés Augusto Comte. El contraste fue tan brusco como expresivo. El templo con el que se pretendió dar culto al progreso científico se hallaba medio derruidos. La vieja catedral, en cambio, lucía sus mejores galas, como en sus grandes tiempos medievales. La historia de aquel templo olvidado está emparentada con la de aquella facción de la Ilustración que en su día se alzó con la ilusión de "despojar al hombre de las irracionales cadenas de las creencias y saberes supersticiosos basados en la autoridad y las costumbres". El pensamiento ilustrado de la Enciclopedia consideraba los conocimientos religiosos como "simples e ingenuas explicaciones de la vida dadas por el hombre no científico". Pensaban que buscar en Dios una razón de existir pertenecía a un estado primitivo de la vida humana, que daría paso al pensamiento filosófico, y, más adelante, acabaría por ceder su puesto al conocimiento científico, que otorgaría al hombre su primacía absoluta en el universo2. Fe y razón. Ciencia y fe “Muy débil es la razón si no llega a comprender que hay muchas cosas que la sobrepasan” (Blas Pascal). Hay dos caminos para acceder al conocimiento humano: uno, inmanente al propio individuo (evidencia, discurso lógico) y otro que le transciende (creencia). El progreso de las ciencias humanas se fundamenta en los dos. Esto no sólo no abre una escisión entre fe y razón, sino que, por el contrario, viene a insistir en que ambas son compatibles y, más aún, se reclaman mutuamente. La fe es razonable, pero al hombre le resulta difícil llegar a comprenderla con profundidad con la única ayuda de la razón. Por eso la Revelación supone una gran ayuda en el laborioso camino de la inteligencia humana. No se puede confundir racionalidad con racionalismo. La racionalidad —función de la inteligencia humana— tiende a la búsqueda de la verdad. En la racionalidad caben realidades que, sin dejar de ser razonables, van más allá de lo evidente y lo que es demostrable. El racionalismo, por el contrario, solo considera razonable lo que es demostrable y calculable en el sector de las ciencias, que se convierten así en la única expresión de racionalidad: lo demás es subjetivo. La dimensión religiosa o trascendente de la persona no sólo aporta respuestas a los grandes interrogantes del hombre, sino que aporta la clave que posibilita la observancia de la ley moral. La diferencia no está tanto en las normas morales como en el origen de la autoridad de éstas: la ética laica tiene su origen en el hombre, la moral cristiana en Dios. La moral cristiana no es un manojo de preceptos. “¿Qué habéis venido a buscar aquí?”, preguntaba Juan Pablo II a los dos millones de jóvenes congregados en Roma en agosto del año 2000, y él mismo se corregía sobre la marcha “¿A quien habéis venido a buscar?”. La ética laica cree que ella misma deriva automáticamente de la razón, pero este planteamiento ha demostrado ser insuficiente (basta fijarse en los horribles crímenes cometidos por totalitarismos ateos a lo largo del siglo XX: desde el genocidio nazi de Hitler hasta el de Pol Pot en Camboya, pasando por los del leninismo, el estalinismo o el maoísmo). La razón no puede ser rescatada por la razón. 2 ¿Son compatibles ciencia y fe? ¿Desaparecerá la fe al madurar la sociedad? Alfonso Aguiló Pastrana. Sitio Web: interrogantes.net © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Crecimiento espiritual: ser más para poder amar más NT Página: 2 de 6 Esos crímenes son una prueba de lo que puede llegar a hacer el hombre. Y hemos visto cómo la razón no ha logrado impedirlo. Los ilustrados creían que, mostrando al hombre lo razonable, este lo adoptaría, y la razón sería suficiente para organizar la sociedad. Pero no ha sido así. No basta con proclamar lo razonable para que los hombres lo practiquen. La ley moral debe surgir de algo impreso en la naturaleza humana, que llamamos ley natural. Una ley que obliga a todos los hombres y que no siempre coincide con las argumentaciones “racionales” del momento de cada gobernante, de cada sociedad, de cada persona. No se trata de menospreciar la razón, que es una de las más nobles capacidades que distinguen a la especie humana, sino de encontrarle un norte y un cauce por el que discurrir, recordando siempre la limitación humana, así como el orden natural impuesto por Dios. Ninguna persona piensa desde un vacío emocional, y el más abstracto de los pensamientos está transido de afectividad. Las pasiones, los sentimientos, humanizan la razón, pero también tienen la capacidad de enturbiarla, confundirla y apartarla del bien, incluso bajo el convencimiento íntimo de que eso, el bien, es precisamente lo que se persigue. Todo esto no significa que el que cree en Dios obre siempre rectamente, ni que no se engañe nunca; pero está menos expuesto a engañarse, ya que tiene dentro una voz moral que, en determinado momento, le advertirá. Sin religión es más fácil dudar si vale la pena ser fiel a la ética. Sin religión es más fácil no ver claro por qué se han de mantener conductas que suponen sacrificios. Hay quienes piensan que ciencia y fe son incompatibles. Incluso algunos científicos piensan así. Sin embargo, muchísimos otros –de indudable y reconocido prestigio– no dudan en declararse creyentes y no les parece que la fe sea contraria en absoluto al ejercicio de su investigación, sino que afirman que la verdadera ciencia, cuanto más progresa, más descubre a Dios. Los conflictos entre ciencia y fe han sido siempre causados por la ignorancia de los defensores de una u otra parte. El mismo Albert Einstein, por ejemplo, autor de la teoría de la relatividad, afirmaba que "la religión sin la ciencia estaría ciega y la ciencia sin la religión estaría coja también". El peligro no proviene de la ciencia en sí, sino de esa mentalidad que lleva a considerar que solo puede conocerse aquello que es medible, controlable, verificable, y a despreciar todo lo demás. Esa pretensión de dominio sin límites deja al hombre en una situación de desamparo. La ciencia no puede llenar ella sola por completo la vida del hombre. La ciencia no habla de valores, de sentido de la vida, de metas ni de fines, y de todo eso necesita el ser humano para preservar su dignidad y ser feliz. Crecimiento espiritual La madurez es realmente un proyecto personal que se desarrolla durante toda la vida. El ser humano está llamado al crecimiento a lo largo de su existencia. Como el ser humano no puede permanecer estable, sino que cambia constantemente a mejor o a peor, un estancamiento puede tener como consecuencia la deriva hacia la mediocridad. Por eso es conveniente proponerse periódicamente, de forma consciente y explícita, objetivos de crecimiento, que nos vayan ayudando a tener una continuidad en esa hermosa y ardua tarea que es la construcción personal. Y esto en todas las facetas de la persona, incluyendo naturalmente la dimensión espiritual. Igual que se busca el desarrollo de la inteligencia y de la afectividad, a través del estudio y de la amistad, la espiritualidad humana está también llamada a crecer y alcanzar su plenitud. Los rasgos que caracterizan esta dimensión son fundamentalmente el bien y la verdad. Cuanto mayor sea el bien que hay en una persona, cuanto más cerca esté de la verdad, tanto mayor será su desarrollo espiritual, y, en consecuencia, tanto mayor será su capacidad de amar. Debemos crecer y llegar a ser más, para poder amar más y darnos más a los demás. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Crecimiento espiritual: ser más para poder amar más NT Página: 3 de 6 El bien y la verdad están íntimamente relacionados con la felicidad. En nuestro entorno social, caracterizado por el relativismo, el término "verdad" puede tener un significado diverso o incluso confuso. Aquí nos referimos a la verdad del ser humano, a sus raíces más hondas, a lo profundo de su ser, a su intimidad más reservada. Cada uno de nosotros es capaz de discernir si su vida es conforme a lo que debería ser o si se aleja de ese ideal que de alguna manera tenemos inscrito en el corazón. Asimismo, el concepto de bien en ocasiones puede no estar suficientemente claro, o se pueden tener dudas ante distintos bienes, que incluso pueden parecer contradictorios. Por todo esto, es imprescindible formar la conciencia correctamente, a fin de superar la tendencia a la autojustificación. La conciencia es la voz interior que guía y orienta nuestras acciones. La persona adulta se caracteriza, desde el punto de vista moral, por la autonomía, es decir, por la capacidad de juzgar rectamente y de actuar en consecuencia. Crecimiento en virtudes Para obrar el bien es necesario un entrenamiento, ya que el hombre espontáneamente no siempre tiende al bien y a la verdad. Por esto es importante emplear la voluntad en la realización de actos buenos, en la búsqueda del bien verdadero, de manera continuada, hasta que estos actos se conviertan en una costumbre. Esto son precisamente las virtudes, que, por oposición al vicio, llevan hacia una libertad más plena, pues nos ayudan a buscar siempre el bien. La virtud es llevar al heroísmo lo ordinario, la vida cotidiana, porque adquirir virtudes cuesta, y no poco. La virtud lo que hace es perfeccionar el obrar a través del ejercicio de la voluntad, por lo tanto es un medio, es un modo de abrir el futuro; con la virtud se gana tiempo, porque el hombre, al crecer, vive más, tiene más vida, es más humano. La persona no nace, sino que se hace virtuosa. La repetición de actos buenos nos convierte en mejores personas. Solamente la persona virtuosa, o la que al menos se ha puesto en el camino hacia la virtud, intentando superar sus propias limitaciones y tendencias, está en disposición de ver al otro como el "prójimo" al que amar o ayudar. Nuestra vida moral es una lucha continua por adquirir virtudes que nos hagan mejores. La dificultad para progresar en la virtud normalmente reside en que tenemos otros hábitos negativos arraigados: los vicios. Las virtudes están unidas, si se mejora en una, también se crece en las demás, son como vasos comunicantes. No estaría bien dar limosna y no ser casto. Entre las virtudes distinguimos las humanas o naturales, siendo las principales las cuatro conocidas como cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza; y las sobrenaturales o teologales, que solo se adquieren por mediación divina, que son la fe, la esperanza y la caridad. Las virtudes cardinales se llaman así porque las demás, con excepción de las teologales, en cierta medida derivan de ellas y las manifiestan, reflejando alguno de sus elementos; y cada una de las restantes virtudes contiene algo de las primeras. Un acto virtuoso participa de las cuatro virtudes cardinales, pues es prudente, al suponer el recto juicio sobre la acción debida; justo, por hacerse del modo adecuado; templado, pues se emplea la justa medida de la pasión y energía; e incorpora la fortaleza, porque no se detiene por el miedo ni las dificultades. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Crecimiento espiritual: ser más para poder amar más NT Página: 4 de 6 Así como las virtudes humanas están al alcance de la persona por su propia operación, las virtudes teologales tienen un origen trascendente. Solamente se pueden adquirir por iniciativa divina. Pero esto no supone que unas personas las adquieran y otras no; en realidad, los dones de Dios se derraman sobre todos y cada uno de los seres humanos. La diferencia reside en la acogida que de esos dones hace cada persona. El cultivarlos, el disponerse a recibirlos en mayor medida, la apertura a esos regalos, eso sí es responsabilidad del ser humano. Relación con Dios y vida de piedad Dios se revela primero como Creador. Pero la gran revelación, la gran novedad, consiste en que se nos presenta también como Padre. Esto es lo exclusivo del cristianismo: el significado de la filiación divina; Dios no es alguien lejano, distante, que está sólo para premiar y castigar, sino alguien Bondadoso y Misericordioso, que perdona las ofensas. Dios es Padre que nos quiere y vela por nosotros, por cada uno, de manera personal, y al que nos podemos dirigir como tal, con una relación de padre-hijo. Igual que lo natural es que un hijo trate a sus padres por la sencilla razón de que le han traído al mundo, lo natural en el hombre es mantener una relación con su Creador. La manera de acercarse a Dios y tratarle es llevando una vida de piedad. No estamos hablando de actos aislados que se realizan de un modo más o menos mecánico o repetitivo. El ideal de la persona es alcanzar la "unidad de vida" o integración de las dimensiones personales, que consiste en una vida orientada hacia el bien en todos sus aspectos. Es frecuente encontrar, incluso entre cristianos practicantes, la convicción de que el aspecto espiritual es una parte de la persona que está aislada de la vida ordinaria, la "vida real" que podamos desarrollar en el desempeño de nuestras tareas profesionales o sociales. Semejante fractura no es propiamente humana. La persona es una, y no puede vivir con un conjunto de principios diferentes en las distintas facetas de su vida. No se trata de "cumplir", sino de "vivir". La vida de piedad no tiene límites, pero no hay que olvidar lo que es fundamental en la vida de un cristiano: la oración, los Sacramentos y la lectura de la Sagrada Escritura. Se trata de acercarse a Dios y comprender qué quiere de mí, ahora, en mi vida y circunstancia particular. La vocación. El matrimonio como vocación Vocación significa "llamada". Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. La vocación supone una respuesta de aceptación o de rechazo. Al crearnos libres, Dios ha preferido correr ese riesgo. Cuando la respuesta es de aceptación, sigue como consecuencia el compromiso. La vocación es definitiva, es para toda la vida. Y si aceptamos la voluntad de Dios como algo bueno para nosotros, la única salida plausible es perseverar en esa vocación. Aunque en un momento determinado pueda resultar inconveniente o incluso doloroso. El matrimonio es verdaderamente una vocación. El sentido social de esta palabra, vocación, actualmente se identifica con una profesión o un oficio, o con la vida consagrada. Sin embargo, la vida conyugal es uno de los medios pensados por Dios para alcanzar la vida eterna. Este es precisamente el significado que tiene el sacramento del matrimonio. ¿Qué supone esta particular vocación desde el punto de vista espiritual? Los cónyuges están llamados a la inter-donación, a entregarse recíprocamente. Pero no solo el día de su boda, sino cada día de su matrimonio, cada hora y cada minuto. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Crecimiento espiritual: ser más para poder amar más NT Página: 5 de 6 La vida conyugal supone la negación de uno mismo y la búsqueda del bien de la otra persona, intentando hacerla feliz por encima de los propios deseos y ayudarla a acercarse más a la verdad. Es esta una responsabilidad grave: la santificación recíproca. Es obligación de cada uno de los esposos contribuir a la mejora del otro, a alcanzar su plenitud. Desde el punto de vista religioso, los cónyuges pueden compartir una determinada visión, o, por el contrario, tener diferentes planteamientos. En este segundo caso debe producirse un delicado proceso de ajuste en el que intervienen simultáneamente el bien y la libertad. Es evidente que no puede forzarse a nadie a asumir una determinada creencia o religión. Por otra parte, es también notorio que en muchos matrimonios en los que uno de los dos no cree, se produce una evangelización. Para esto hace falta vivir con fe y coherencia las propias creencias. La felicidad es atractiva. Si somos capaces de transmitir el bien que nos reporta la vivencia de una fe, ese mensaje resulta atrayente y termina por contagiar a la otra persona. Un aspecto importante en los casos de divergencia espiritual es la decisión acerca de la formación de los hijos. En principio debe respetarse una postura de comunicar la fe a los niños frente a transmitir una increencia o un ateísmo. La razón estriba en que la persona que cree tiene unos motivos de carácter trascendente, mientras que el ateo no tiene en cuenta esa trascendencia. En otras palabras, la postura de la persona creyente se apoya en una visión que abarca una realidad superior a la que podemos denominar natural, y por eso, y por encima de otras consideraciones, tiene unas consecuencias cruciales (la salvación o la condenación eternas). Ante la simple posibilidad de que el planteamiento sea verdadero, un ateo debería evitar privar a los hijos comunes de lo que puede ser — y, ciertamente, es para su cónyuge— lo más importante en sus vidas. Este aspecto debe tratarse en profundidad antes de casarse, durante el noviazgo, ya que es un aspecto que corresponde a las necesarias áreas de unidad en el matrimonio Como se ha comentado, ambos son responsables de la marcha hacia la plenitud del otro; por lo tanto, ambos cónyuges deben favorecerse mutuamente el crecimiento espiritual y respetar el particular carisma elegido por cada uno. No deberían plantearse conflictos entre la vida conyugal y el desarrollo espiritual. Este aspecto corresponde a las necesarias áreas de autonomía del matrimonio y hay que afrontarlo con especial delicadeza, pues las almas son personales y cada una tiene su propio desarrollo espiritual. Resumen El crecimiento espiritual del ser humano es el progreso del "hombre interior" hacia el bien y la verdad, enmarcado en la respuesta a una vocación, a una llamada de Dios. Una llamada a crecer en el amor, a ser amigo personal de Él mismo, a parecerse a Él y amar a los demás como Él nos amó. La construcción personal requiere empeñar la voluntad en la búsqueda del bien a través de las virtudes y el desarrollo de una conciencia rectamente formada. Esta es tarea de toda una vida, en la que podemos contar con los Sacramentos, con la oración y la dirección espiritual, que nos ayudarán a alcanzar la plenitud a la que estamos llamados. © IFFD 2013 Proyecto Personal Sesión Crecimiento espiritual: ser más para poder amar más NT Página: 6 de 6 Hoja de trabajo personal Programa Sesión Relación de los hechos más significativos de los personajes del caso Problemas que encuentro en este caso : Temas del caso que me interesa discutir en la reunión de equipo: Criterios de la nota técnica que me llaman la atención: Cuestiones que se han discutido en la reunión de equipo y me interesa aplicar en mi familia: © IFFD 2013 Hoja de trabajo personal Página: 1 de 1 Hoja de trabajo de la sesión general Programa Sesión Hechos Problemas Soluciones Conclusión personal © IFFD 2013 Hoja de la sesión general Página: 1 de 1