Apéndice. Una explicación evolucionista de la gran ruptura (nacimiento del ser humano) En este Apéndice abordo la explicación detallada que Desmond Morris1 proporciona sobre lo que Marx-Markus, Maslow y Fromm identifican como la ruptura que da origen al ser humano (y que ellos sólo constatan y, sobre todo estudian sus enormes consecuencias, pero no explican). En la sección 1.2.1 del Capítulo presenté un esbozo muy sintético de la explicación de Morris. Igual que se advirtió allá, debe hacerse aquí: la explicación de Morris parece estar cargada de especulaciones. Es importante entender que la perspectiva con la cual Morris estudia al ser humano, es la de un zoólogo, que estudia al ser humano como se estudia a cualquier otra especie. Este autor británico dice que antes de observar al animal (al mono o simio desnudo, como le llama a la especie humana) en su forma presente, hay que indagar en su pasado mediante el examen de sus antepasados. Los fósiles y sus parientes vivos más cercanos son las evidencias disponibles. Morris busca dilucidar “la imagen de lo que pasó cuando este nuevo tipo de primate emergió y se apartó de su estirpe familiar” (p.17), lo que coincide con el interés de esta tesis. Morris dice que parte de la evidencia recolectada en los últimos cien años (recuerde el lector que el Simio Desnudo escribe en los años sesentas) y se propone resumir las conclusiones que se derivan de ella, combinando la información de lso paleontólogos hambrientos de fósiles con los hechos recolectados por los pacientes etólogos que observan simios. El grupo de primates al que pertenece el simio desnudo surgió, según nuestro zoólogo, de un linaje insectívoro primitivo. Estos mamíferos tempranos eran criaturas pequeñas, insignificantes, que vivían en la seguridad de la selva, mientras los grandes reptiles dominaban el espacio animal. Entre ochenta y cincuenta millones de años atrás, posteriormente al colapso de la gran era de los reptiles, los pequeños comedores de insectos se aventuraron fuera de la selva y evolucionaron de muy diversas maneras. Algunos se volvieron herbívoros y vivieron en madrigueras subterráneas para protegerse; otros desarrollaron patas largas para huir de sus enemigos; otros se convirtieron en matadores con garras largas y dientes afilados. El campo abierto, comenta Morris, se había convertido —a pesar de la ausencia de los reptiles mayores— nuevamente en un campo de batalla. (p.17). En la selva, mientras tanto, había también evolución. Los tempranos insectívoros ampliaron su dieta y dominaron los problemas digestivos que significa devorar frutas, nueces, bayas y hojas. Al evolucionar a las formas más bajas de primates, su vista mejoró (se volvió tridimensional), los ojos se movieron al frente de la cara y las manos se desarrollaron como asidoras de alimentos. Con estos elementos, y su cerebro creciendo lentamente (lo que no explica Morris), llegaron a dominar su mundo arbóreo. Estos pre-monos evolucionaron hacia los monos propiamente dichos, con largas colas que les ayudan a balancearse en los árboles. Cuando aumentó su tamaño, empezaron a usar las manos para trasladarse en las ramas, y las colas se volvieron obsoletas. Su tamaño, aunque los hizo más torpes para moverse en los árboles, los hizo menos temerosos de los animales del nivel del suelo. 1 Desmond Morris, The Naked Ape. A Zoologist’s Study of the Human Animal, Delta Publishing, Nueva York, 1967/1999. 253 En esta fase de simios introduce Morris la metáfora de la selva del Edén: “el confort exuberante y la fácil recolección de alimentos”. Y las razones poderosas para quedarse donde estaban: “Sólo si su medio les daba un rudo empujón hacia los grandes espacios abiertos sería probable que se movieran. A diferencia de los mamíferos insectívoros primitivos que salieron a explorar, los simios se habían vuelto especializado en la existencia en la selva. Millones de años de desarrollo habían sido invertidos en perfeccionar esta aristocracia de la selva, y si la dejaban ahora tendrían que competir con los (para entonces) altamente avanzados herbívoros y matadores que vivían al nivel del suelo”.(p.18) Morris aclara que este desarrollo de los simios sólo tuvo lugar en el viejo mundo, mientras en los monos de América nunca evolucionaron en simios. En el viejo mundo nuestros antepasados simios se esparcían desde África occidental hasta Asia sudoriental en el otro extremo. Los remanentes de este desarrollo son los chimpancés y gorilas en África y los gibones y orangutanes en Asia. ¿Qué pasó con los simios originales?, pregunta Morris y contesta: “sabemos que el clima empezó a trabajar en su contra y que, en algún punto situado alrededor de hace 15 millones de años, sus fortalezas selváticas se habían reducido significativamente de tamaño. Los simios ancestrales fueron forzados a hacer una de dos cosas: o se aferraban a lo que quedaba de su antigua casa selvática, o casi en un sentido bíblico tendrían que enfrentar la expulsión del Jardín. Los antepasados de los chimpancés, gorilas, gibones y orangutanes se quedaron (stayed put) y su población ha venido menguando lentamente desde entonces. Los antepasados del único otro simio sobreviviente — el simio desnudo—partieron, abandonaron la selva, y se lanzaron a la competencia con los ya eficientes moradores del suelo. Era un asunto riesgoso, pero en términos de éxito evolucionista, pagó dividendos. (p.19) Morris dice que la historia de éxito del simio desnudo a partir de aquí es bien conocida por lo que sólo presenta un apretado resumen: Enfrentado a su nuevo ambiente, nuestros antepasados se encontraron con una perspectiva desoladora. Tendrían que volverse mejores matadores que los antiguos carnívoros, o mejores ‘pacedores’ (grazers) que los antiguos herbívoros (...) Al principio, no podía competir con el matador profesional del mundo carnívoro. Incluso una pequeña mangosta, para no mencionar a un gran gato, lo podría derrotar en la matanza. Pero animales jóvenes de todo tipo, los indefensos o los enfermos, estaban ahí para ser tomados, y el primer paso en el camino hacia la ingesta mayor de carne fue fácil. Los verdaderos premios, sin embargo, estaban listos en sus largas patas, parecidas a los zancos, para huir ante cualquier aviso a velocidades verdaderamente imposibles. Los ungulados cragados de proteína estaban más allá de su alcance. Esto nos lleva al último millón de años o algo similar de la historia ancestral del simio desnudo, y a una serie de desarrollos pasmosos y dramáticos. Varias cosas pasaron juntas y es importante darse cuenta de esto (…) Los simios ancestrales del suelo (ground-apes) ya tenían cerebros grandes y de alta calidad.2 Tenían buenos ojos y manos asidoras eficientes. Inevitablemente, como primates, tenían algún grado de organización social. Con fuerte presión sobre ellos para aumentar su destreza en la matanza de presas, cambios vitales empezaron a tener lugar. Su postura se volvió más vertical y se convirtieron en mejores, más rápidos corredores. Sus manos, liberadas de tareas de locomoción se volvieron fuertes, eficientes aprehensores de armas. Sus cerebros se volvieron más complejos, haciendo la toma de decisiones más brillante, más rápida. Estos cambios no siguieron uno al otro en una secuencia mayor, sino que florecieron juntos, avances minúsculos ocurrían en una cualidad primero y luego en otra, cada una presionando a la otra. La evolución estaba haciendo un simio cazador, un simio matador. 2 En la falta total de explicación de este crecimiento cerebral, se localiza uno de lso grandes huecos en al explicación de Morris. 254 Se podría argumentar que la evolución podría haber favorecido el paso menos drástico de desarrollar un matador más típico, parecido a los gatos o a los perros, una especie de gato-simio o gato-perro, por el simple proceso de alargar los dientes y uñas y hacerlos armas en forma de colmillos y garras. Pero esto habría puesto al simio ancestral del suelo en competencia directa con los ya altamente especializados gatos y perros matadores. Hubiese significado competir con ellos en sus propios términos y el resultado hubiese sido desastroso para los primates involucrados. (Por todo lo que sabemos, esto pudo haberse intentado y fracasado a tal grado que la evidencia no se ha encontrado). En su lugar, un enfoque enteramente nuevo fue adoptado, usando armas artificiales en lugar de las naturales, y funcionó. Del uso de herramientas a la fabricación de herramientas fue el siguiente paso…(pp. 19-21) Aquí ha identificado Morris la ruptura tal como la identifican Marx-Markus: la actividad vital humana como actividad mediada. Toda la factibilidad de la sobrevivencia de los simios expulsados de la selva, está puesta por Morris en el uso de armas artificiales. Es evidente, por lo que describe, que el uso de armas provistas por la naturaleza: piedras, ramas de árboles, no hubiese sido suficiente. Que para sobrevivir tuvieron que fabricar herramientas: “Su cuerpo entero, su forma de vida, estaba dirigida a una existencia en la selva y entonces, de repente (de repente en términos de la evolución) fue arrojado a un mundo donde podría sobrevivir sólo si empezaba a vivir como un lobo cerebral dotado de armas” (p.24) Ésta es la explicación de la ruptura que Markus, Maslow y Fromm no pudieron aportar. Veamos como continúa el estudio zoológico del animal humano. La fabricación de herramientas, continúa Morris, y la cooperación social, los llevó a mejorar sus técnicas de cacería. Los simios cazadores eran cazadores de manada y usaban su desarrollado cerebro para resolver problemas de comunicación y cooperación, lo que estimuló el ulterior desarrollo del cerebro. Las manadas de cacería eran básicamente de machos, ya que las hembras estaban muy ocupadas criando a los jóvenes. Al hacerse más compleja la cacería y hacerse más prolongadas las incursiones, se volvió esencial que el simio cazador abandonara las costumbres nómadas de sus antepasados. Una base a la cual regresar con el botín de la cacería se volvió necesario. Así expresa Morris el cambio ocurrido en su conjunto: Así que el simio cazador se volvió un simio territorial. Sus patrones sexuales, de parentesco y sociales empezaron a ser afectados. Su vieja forma de vida errante de recolector de frutos estaba desapareciendo rápidamente. Había ahora realmente abandonado la selva del Edén. Era un simio con responsabilidades (…) Empezó a desarrollar las comodidades del hogar —el fuego, el almacenamiento de alimentos, los refugios artificiales (…) Las bases biológicas de estos pasos avanzados yacen en el desarrollo de un cerebro suficientemente grande y complejo para hacerlos posibles, pero la forma exacta que asuman ya no es materia de control genético específico. El simio selvático, que se volvió simio del suelo, que se volvió simio cazador, que se volvió simio territorial, se ha vuelto un simio cultural… (p.22) Aquí la ruptura se ha completado. Ya el control genético, que podemos re-expresar como control por los instintos para hacer más explícita la conexión con Maslow y Fromm, no basta. La cultura cobra gran relevancia. Para ahondar en la adaptación que los simios tuvieron que pasar al cambiar su hábitat de los árboles de la selva a campo abierto, Morris compara las características biológicas y la forma de vida de los carnívoros con la de los primates avanzados. Al concluir, dice que hay excepciones en cada grupo, pero que la más importante es la del simio desnudo. Se pregunta en qué medida fue capaz de mezclar su herencia frugívora con su nueva 255 disposición carnívora. Y se pregunta en qué clase de animal se convirtió con este cambio. Describe como este simio, expulsado de la selva, tenía un equipamiento inadecuado de los sentidos para la vida en el suelo. Su olfato y su audición no eran suficientemente agudos. Su físico era muy inadecuado para arduas pruebas de resistencia y para la carrera rápida. Su personalidad era más competitiva que cooperativa y sin duda pobre en planeación y concentración. Sus ventajas, ya anotadas, y los cambios que efectuó, en particular hacia la posición erecta y el andar en dos extremidades, ha sido narrada. Lo que ahora añade Morris es lo que llama un cambio evolutivo dramático que ocurrió para hacer posible el crecimiento del poder de su cerebro. El “simio cazador se volvió un simio infantil”, dice Morris (p.32). Y explica: Este truco de la evolución no es único; ha ocurrido en un número de casos muy diferentes. Explicado de una manera muy simple, es un proceso llamado neotenia (neoteny) por el cual ciertos rasgos juveniles o infantiles se mantienen y se prolongan a la edad adulta. (Un famoso ejemplo es el ajolote, un tipo de salamandra que permanece como renacuajo toda su vida y es capaz de respirar en esta condición). La manera en la cual este proceso de neotenia ayuda al cerebro del primate a crecer y desarrollarse, se entenderá mejor si consideramos el infante no nacido de un mono típico. Antes del nacimiento, el cerebro del mono crece rápidamente en complejidad y tamaño. Cuando el animal nace, su cerebro ha alcanzado ya el setenta por ciento de su tamaño adulto final. El restante 30 por ciento de crecimiento es rápidamente completado en los primeros seis meses de vida. Incluso un joven chimpancé completa el crecimiento de su cerebro en los primero doce meses de vida. Nuestra especie, en contraste, tiene al nacimiento un cerebro que es sólo el 23 por ciento de su tamaño adulto final. El crecimiento rápido continúa durante seis años después del nacimiento y el proceso en su conjunto no está completo hasta el vigésimo tercer año de la vida. Para usted y para mí, entonces, el crecimiento del cerebro continúa por unos diez años después que hemos alcanzado la madurez sexual, pero en el chimpancé es completado seis o siete años antes que el animal se vuelva activo reproductivamente. Esto explica con claridad que se quiere decir cuando se afirma que nos convertimos en simios infantiles, pero es importante matizar esta afirmación. Nosotros, o más bien nuestros antepasados simios cazadores, se volvieron infantiles en algunos aspectos pero no en otros. Las tasas de crecimiento de nuestras varias propiedades quedaron desfasadas (…) Hubo un proceso de infantilismo diferencial (…) El cerebro no fue la única parte afectada: la postura fue también influida de al misma manera. Un mamífero nonato tiene el eje de su cabeza en ángulo recto de su tronco. Si naciera en esta condición, su cabeza apuntaría hacia el suelo a medida que se moviera en las cuatro patas, pero antes del nacimiento la cabeza rota hacia atrás de tal manera que su eje quede alineado con el del tronco. Entonces, cuando nace y camina, su cabeza apunta hacia delante…Si tal animal como éste empezara a caminar en sus patas traseras en una posición vertical, su cabeza apuntaría hacia arriba, viendo al cielo. Para un animal vertical, como el simio cazador, es importante, por tanto, retener el ángulo fetal de la cabeza, manteniéndola en ángulo recto de del cuerpo de tal manera que, a pesar de la nueva posición de locomoción la cara mira al frente. Esto es, desde luego, lo que ha pasado y, otra vez, es un ejemplo de neotenia: los rasgos prenatales se retienen después del nacimiento y en la vida adulta. Muchos otros caracteres físicos especiales del simio cazador se pueden también explicar de esta manera: el cuello largo y delgado, lo plano de la cara, el pequeño tamaño de los dientes y lo tardío de su erupción… El hecho que tantas características embrionarias fuesen potencialmente valiosas para el simio cazador en su nuevo fue el gran cambio evolutivo que necesitaba. En un solo golpe de neotenia fue capaz de adquirir tanto el cerebro que necesitaba como el cuerpo que va con él. Podía correr verticalmente con sus manos libres para empuñar armas, y al mismo tiempo desarrolló el cerebro para que pudiera desarrollar las armas. Más que eso, no sólo se volvió más cerebral en la manipulación de objetos, sino que tenía una infancia más larga durante la cual podría aprender de sus padres y de otros adultos (…) La infancia de los simios desnudos se extendió hasta la madurez sexual. (pp. 32-34) Todos estos cambios, sin embargo, no eran suficientes señala Morris, porque los patrones básicos de conducta del simio serían inadecuados para su nueva situación. En el carnívoro 256 típico puro, en el cual los sistemas motivacionales se separaron en dos (uno, cazar y matar, y dos, comer) como consecuencia de lo larga y ardua de la secuencia cazar-comer; como el acto de alimentarse es tan remoto, el matar tiene que tener sus propias recompensas. Si uno de estos sistemas motivacionales está saciado, no necesariamente se sacia el otro.3 En agudo contraste, entre los primates recolectores de frutos cada secuencia alimentaria, que comprende la búsqueda y después su consumo inmediato, no requiere una escisión en sistemas motivacionales separados. Esto es algo que tendría que ser cambiado, y cambiado urgentemente, en el caso del simio cazador, ya que según Morris, la cacería no podría actuar solamente como una secuencia del apetito que lleva a la comida consumatoria, sino que la cacería tendría que tener su propia recompensa. Quizás, como en los felinos, señala el zoólogo, cazar, matar y preparar la comida, cada una estas etapas tendría que tener sus propias e independientes metas, convertirse en fines en sí mismas. Morris sostiene que el simio desnudo se convirtió en un matador biológico y no cultural y que, además de ello, el simio cazador necesitaba modificar la organización temporal de sus hábitos alimentarios. Los bocadillos frecuentes fueron sustituidos por comidas espaciadas. El almacenamiento de alimentos tendría que ser practicado. La tendencia básica a regresar a una base hogareña tendría que ser incorporada en el sistema de conducta. Socialmente, el simio tendría que mejorar su comunicación y cooperación con sus semejantes. Las expresiones faciales y las vocalizaciones tendrían que volverse más complicadas. Con las nuevas armas a la mano, tenía que desarrollar señales poderosas que inhibirían los ataques dentro del grupo social. Debido a las demandas de su nueva forma de vida, tendría que reducir el poderoso deseo de los primates de no abandonar nunca al grupo. Dado lo errático de la oferta de alimentos, argumenta Morris, y dentro de su nueva cualidad de cooperar, tendría que aprender a compartir sus alimentos y, como los lobos, los machos simios cazadores tendrían que llevar a la guarida alimentos para las crías y las hembras. El comportamiento paternal tendría que ser algo totalmente nuevo, porque la regla general entre los primates es que sólo la hembra se ocupa de las crías. (pp. 34-37) Las hembras se vieron reducidas a la base doméstica como consecuencia de las fuertes y prolongadas cargas del cuidado de los menores y las largas incursiones de cacería, lo que establece una diferencia con los carnívoros ‘puros’, donde las hembras participan también en la cacería (el periodo en el que los cachorros requieren cuidados es mucho más corto). Una vez planteado esto, Morris emprende la tarea de explicar la transición entre la promiscuidad de los primates superiores a la fidelidad del simio cazador. Plantea así el problema que la nueva situación generaba y la solución: Las partidas de caza, a diferencia de las de los carnívoros ‘puros’, tuvo que convertirse en grupos formados sólo por machos. Si algo iba ir contra la naturaleza de los primates, era esto. Para un primate viril irse a un viaje a buscar alimentos y dejar sus hembras desprotegidas de los avances de 3 Morris aclara que incluso en lo que él llama gatos (que me supongo son los felinos) la secuencia se ha subdividido en cuatro etapas, cada una con su sistema motivacional relativamente independiente: atrapar a la presa; matarla; prepararla, y consumirla. Esto pone en seria duda la dicotomía (implícita) de Markus entre el trabajo no mediado del animal y el mediado en el ser humano. En el capítulo 2 discuto esto con más detalle. Unas páginas antes Morris ha detallado el complejo proceso para alimentar a las crías y, a veces, a la madre de las crías. Por ejemplo, señala que los lobos machos viajan a veces hasta 15 millas para obtener alimento tanto para la hembra como para sus jóvenes. A veces trasladan la comida de regreso. Otras, la tragan y después la regurgitan al llegar a la guarida. (p.27) 257 cualquier otro macho que pasase por ahí, era algo no escuchado.4 Ninguna cantidad de entrenamiento cultural arreglaría esto. La situación demandaba un cambio importante en la conducta social. La respuesta fue el desarrollo de un vínculo de pareja. El macho y la hembra e los simios cazadores tenían que enamorarse y permanecer fieles uno al otro. Ésta es una tendencia común en muchos otros grupos de animales, pero es rara entre los primates. Resolvía tres problemas de un solo golpe. Significaba que las hembras permanecerían vinculadas a sus machos individuales y les serían fieles mientras estos iban a la cacería. Significaba también que se reducían seriamente las rivalidades sexuales entre los machos. Esto ayudaba a su ánimo cooperativo…Lo que es más, con sus nuevas y mortales armas artificiales, el macho cazador estaba bajo fuerte presión para evitar las fuentes de conflicto en la tribu. En tercer lugar, el desarrollo de una unidad de reproducción formada por una hembra y un macho, beneficiaba a los descendientes…En otros grupos de animales, sean peces, pájaros o mamíferos, cuando la carga es demasiado grande para que la asuma uno de los padres, se observa el desarrollo de un poderoso vínculo de pareja, ligando a los progenitores macho y hembra a lo largo del periodo de crianza. Esto también ocurrió en el caso del simio cazador. (pp. 37-38) Morris concluye de la siguiente manera: “Ésta es la manera en la cual, entonces, el simio cazador adoptó el papel de un carnívoro letal y cambio su estilo de vida de primate en concordancia. He sugerido que fueron cambios biológicos básicos y no meros cambios culturales, y que la nueva especie cambió genéticamente de esta forma”. (p.39) 4 Al revisar el capítulo sobre conducta sexual del simio desnudo, donde hay algunas comparaciones con los primates, da la impresión que los machos primates no esperaban, no exigían fidelidad por parte de las hembras, por lo que es un poco sorprendente la manera en la cual este texto está formulado. Por ejemplo, hablando de la conducta sexual de los primates, dice Morris: “Los machos adultos son sexualmente activos todo el tiempo, excepto cuando acaban de eyacular. Un orgasmo consumatorio es valioso para ellos porque el desahogo de la tensión sexual que genera calma sus deseos por un tiempo suficiente para que su esperma se reponga. Las hembras, por otra aprte, son sexualmente activas sólo por un periodo limitado alrededor de la ovulación. Durante este periodo están listas para recibir a los machos en cualquier momento. Mientras más copulaciones experimenten, mayor será la seguridad que habrá sido fertilizadas. Para ellas, no hay saciedad sexual, no hay momento de clímax que pacificara y dominara sus deseos sexuales. Mientras están en calor, no hay tiempo que perder, deben continuar a toda costa. Si experimentaran orgasmos intensos, entonces perderían tiempo valioso de copulación potencial. Al final de un coito, cuando el macho eyacula y desmonta, la mona usualmente pasea como si nada hubiese pasado” (p.78). En este párrafo queda claro que la hembra copula con varios machos durante su periodo de calor. En el texto he citado una frase donde el autor deja claro que el macho, por su parte, tiene varias hembras. Dos páginas adelante se refiere al patrón de los primates como uno en el cual el macho expulsa a los menores en cuanto éstos han alcanzado edad reproductiva y copula con las hembras. Parece haber varias inconsistencias: si la promiscuidad femenina prevalecía en la selva, no se entiende por qué el simio cazador se preocuparía de ella ahora. Excepto, claro porque ahora ha adquirido responsabilidades paternales que antes no asumía. Pero entonces no es contra el comportamiento como habitante de la selva contra el cual habría que contrastar la conducta sino contra sus nuevas adquiridas responsabilidades. El asunto requeriría estudiar más de cerca la conducta de lso primates, lo cual rebasa los propósitos de esta tesis. 258