de la sociedad oftalmológica hispano-americana

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ARCHIVOS
DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA
HISPANO-AMERICANA
1902 – Junio
Las indicaciones de la extracción de la catarata en dos tiempos
L. de Wecker257
Recreaciones estereoscópicas y binoculares
S. Ramón Cajal262
De la conducta que hay que observar en la catarata luxada durante el acto operatorio, con
motivo de un caso clínico
Manuel Márquez270
II
T omo
J u n io
de
1902
N úmero
18
ARCHIVOS DE OFTALMOLOGIA
H IS P A N O A M E R IC A N O S
I. — T R A B A J O S
LAS
IN D IC A C IO N E S
ORIGINALES
D E L A E X T R A C C IÓ N
DE LA C A T A R A T A EN DOS TIEMPOS
por el D r. I j. «le W c c k c r (París).
El método de operar la catarata haciéndola preceder de la
iridectomía hecha con quince días de anticipación es debido á
M o o r e n , que la describió en 1862 en un folleto de 43 páginas,
en alemán, bajo el título: «De la disminución de los peligros
que pueden resultar de una supuración de la córnea al practi­
car la queratotomía.» Analizando en los Anuales d ’ Oculistique
(t. X L Y I, p. 172) este trabajo hace cuarenta años, propuse
combinar en un solo tiempo la iridectomía y la extracción á
colgajo, pero muy tímidamente, atendiendo á que, como prác­
tico joven y todavía poco experimentado, exageraba singular­
mente las dificultades de esta combinación en un enfermo poco
sosegado, porque el método de J a c o b s o n , que no operaba más
que en enfermos anestesiados hasta la resolución absoluta, no
había parecido todavía cuando yo hice mi proposición ( 1 ), y
(1) Otra, cuestión es la de saber si no se podrían reunir estas dos opera­
ciones en un solo tiempo practicando la iridectom ía antes de terminar la
sección del lim bo, que hacem os para extraer la catarata. D ejaríase una bri­
da bastante ancha para que la fijación del g lo b o pudiera continuarse; excindiríase entonces una parte del iris, se abriría la cápsula, y después de ha­
ber terminado la sección se haría salir el cristalino. El procedim iento es
bastante difícil de ejecutar, y toda diálisis del iris qu e sob rev en ga en el
m om ento de la excisión de esta m em brana es muy desagradable; la cámara
A rchivos d e O f t a l m o l o g í a .
1
258
EXTR A CC IÓN D E L A C A T A R A T A EN DOS TIEM POS
habiendo fracasado M o o b e n , un operador consumado, cuando
quiso combinar la iridecfcomía y la extracción en un solo tiem­
po, expresó «la convicción de que el procedimiento, que con­
siste en atraer el iris con el crochet después de la queratotomía, es muy peligroso para ser aplicado».
Mi proposición pertenece casi á la historia y es desconoci­
da de la generación actual, tanto más cuanto los discípulos de
d e G r a e f e ( 1 ) se han obstinado en llamar operación del gran
Maestro á toda operación combinada hecha en uno ó dos
tiempos, mientras que la operación combinada que se ejecuta
actualmente es la que yo propuse con tanta timidez hace cua­
renta años y que después ele vanas tentativas por buscar el
máximum de linearidad, hace, aun actualmente, una seria
competencia á la extracción simple.
anterior, ó m ejor dicho, el espacio que qu eda entre la córn ea v el iris se
llena rápidam ente de sangre, lo cual, com o yo he tenido ocasión de ver,
origina grandes dificultades. Es necesario entonces abrir la cápsula en la
dirección en qu e hayam os hecho la iridectom ía y 110 se pueden vigilar ni
esta m aniobra ni la salida del cristalino; además, inmediatam ente después
de la salida de este últim o, la cám ara anterior puede llenarse nuevam ente
de sangre y velar todo lo que se encuentra detrás de la córnea. L a facili­
dad con que puede tener lugar este iiltim o accidente si el enferm o no está
quieto, e x ig e la práctica de la iridectom ía con grandes precauciones en
vista de la dificultad con que se tropieza para cog er entre las ramas de la
pinza el iris que está coloca do inm ediatam ente detrás d é l a córnea. U na
experiencia más extensa decidirá si este último m étodo podría reem plazar
en el porven ir al propuesto por M o o r e n . Hasta el presente, es preciso
convenir que el procedim iento de dicho autor es el más preciso y el más
exento de peligros de todos los que han sido recom endados. L os éxitos
obtenidos por este hábil cirujano sobrepujan á todo lo que se ha publicado
hasta el día, sin exceptu ar las estadísticas poco concienzudas que he te n i­
do frecuentes ocasiones de leer y que nos demuestran por la sola manera
com o están redactadas el grado de confianza que con vien e atribuirles.
(1) A m edida qu e los discípulos de d e G r a e f e desaparezcan se em ■
plearán para designar los dos procedim ientos usuales de la extracción á
colg a jo, hoy en día universalm ente adoptados, los términos que yo he in­
troducido en O ftalm ología (V éase A n n . cl’ Ocul., 1867), extraccióu simple y
extracción combinada. Para designar la operación de M o o r e n , y o emplea­
ría la denom inación extracción en dos tiem pos, pues la palabra com bin a­
da resulta supèrflua en esta clase de extracción , que forzosam ente debe
ser hecha con iridectom ía.
L . D E W E C iíB R
259
La extracción combinada en dos tiempos lia sido indicada
por M o o r e n para evitar el peligro de la supuración que él con­
sideraba entonces como procedente del iris. «En todos estos
casos (de alteraciones nutritivas de la córnea seccionada)—
dice M o o r k n — vemos que del modo como se porta el iris des­
pués de la operación, depende el resultado ulterior de ésta: su
inflamación es, hasta cierto punto, el término medio que anun­
cia y acarrea la destrucción de la córnea.» Para M o o r e n era,
pues, una iridectomía preventiva antiflogística la que reco­
mendaba. Según él, tres causas facilitaban la evolución de la
iritis: 1 .° la retención de las masas corticales «que por su
intumescencia acarrean una inflamación»; 2 .° una iritis espon­
tánea , consecuencia directa d é la operación ó cansada por las
imprudencias del enfermo; 3.° la supuración del colgajo pue­
de ser producida por su propia retracción, siendo entonces de­
bida la flogosis á que el interior del ojo se encuentra ex­
puesto á la acción de las lágrimas y del aire, cuya entrada
permite la insuficiencia del colgajo.
De estas tres proposiciones, sólo la introducción de elemen­
tos nocivos en la cámara anterior merece citarse, y no por la
retracción del colgajo, de la que ya no se habla, sino por coap­
tación defectuosa , que las más de las veces es ocasionada por
la retención de las masas corticales, que sirven de medio de
cultivo á los microorganismos introducidos en el ojo; si estas
masas están exentas de todo elemento infeccioso, son por sí
solas incapaces de provocar por su abultamiento la iritis. Sa­
bemos actualmente que todo esto se relaciona con la infección,
tanto por lo que respecta á la córnea como al iris.
Como veremos más adelante, la idea inicial de su opera­
ción era falsa, pero producía, sin embargo, resultados que ju s­
tificaban su aplicación y su persistencia, facilitando la eva­
cuación más completa del cristalino, y por consiguiente, la
mejor coaptación de la herida, lo que hacía la aglutinación
más rápida, y por consiguiente, más difícil la infección.
Es preciso transportarse á los tiempos en que la extracción
simple era el método generalmente adoptado, en que se cor­
taban grandes colgajos y se vivía constantemente bajo el te­
mor de un fracaso, á causa de la facilidad de descoaptación
260
E XTR A CC IÓ N DE LA C A TA R A T A E ít DOS TIEM POS
del colgajo con reapertura de la herida, peligro que condena­
ba al enfermo á una inmovilidad absoluta en decúbito supino
durante ocho interminables días, sin que fuese permitida la
inspección del ojo antes de este plazo; es preciso, repito, re­
montarnos á aquella época para comprender cómo un clínico
de tanto mérito pudo cometer el craso error de creer que el
punto de partida de la supuración corneal era el iris, cuando
actualmente la inspección continua del modo como se verifica
la cura de la extracción, ha enseñado á todos que el punto de
partida reside en los mismos labios de la herida y que el iris
no participa más que ulteriormente.
Pero ¡cuántas veces en medicina una falsa interpretación
ha conducido á la adquisición de una conquista terapéutica
real! ¡Cuántas veces el clínico escudriñador á quien la casua­
lidad ha puesto entre manos un medió curativo precioso, pro­
cura á p osteriori explicar las causas que por intuición le han
llevado al descubrimiento de dicho medio!
En verdad, entre cincuenta y nueve operaciones bien deta­
lladas, M o o h e n no ha sufrido más que dos fracasos: destruc­
ción completa en el uno y supuración parcial del colgajo en el
otro, lo que hace un poco menos del 2 por 100 de malogros,
cifra que contrasta singularmente con el 10 por 100 de fraca­
sos completos confesados habitual mente. La retracción del
colgajo está mencionada en los casos de destrucción completa,
y M o o h e n peca de ignorancia cuando dice que si el vendaje
compresivo no puede remediar tal accidente, cualquier otra ten­
tativa terapéutica deberá fracasar; en aquella época, en efecto,
W i l l i a m s (de Boston) había ya practicado y generalizado la
sutura de la córnea, que debía facilitar y garantizar la coap­
tación del colgajo.
M o o h e n había escogido para su operación los enfermos
cuyo estado de salud y marasmo le hacían dudar del éxito de
la extracción. La falta de consecuencias funestas en la gran
mayoría de casos le hizo todavía deducir la falsa conclusión
de que en las personas predispuestas á la iritis, la iridectomía
quitaba á esta inflamación su carácter maligno. ¡Cuánto puede
el acaso sobre una cifra tan reducida de hechos para desfigu­
rar las conclusiones! Con una observación más continuada se
L. D E W B C K E R
261
habría convencido este excelente clínico de que la excisión del
iris no modificaba en nada el género de inflamación á que el
enfermo puede estar expuesto. En realidad, la sola ventaja
que presenta es la de proporcionar mayor facilidad para eva­
cuar de un modo más completo la catarata.
Las indicaciones son las siguientes:
1.a Practicaremos la extracción en dos tiempos: en los ca­
sos de opacificación lenta del cristalino; cuando la catarata
incompleta ocasiona un enturbiamiento muy sensible de la
vista y convenga apresurar la extracción. En la mayoría de
estos enfermos es este un medio de maturación de la catarata,
el solo, á nuestro parecer, á que debe recurrir un clínico
prudente.
‘2 .a La extracción en dos tiempos puede ser además em­
pleada con ventaja para las cataratas ya muy avanzadas, en
las que, en rigor, la extracción inmediata podría ser ejecutada;
pero si la decorticación de estas cataratas incompletas es tanto
más dificultosa cuanto más se ha reducido la extensión de la
sección, y nos exponemos entonces á una retención de nume­
rosos fragmentos de las masas corticales, la evacuación, por
el contrario, se hará con gran facilidad, aun por una sección
estrecha, si la iridectomía anteriormente ejecutada ha propor­
cionado rápidamente una maturación completa de la catarata.
3.a La tercera indicación resulta del fracaso consecutivo á
la extracción practicada en el otro ojo, bien sea por supura­
ción, por irido-coroiditis ó glaucoma. En estos casos la extrac­
ción en dos tiempos puede ofrecer algunas garantías, y sobre
todo, permite una evacuación de la catarata tan completa como
pueda desearse.
Querer recurrir en semejante caso á la reclinación del cris­
talino es, en realidad, rebajar el nivel de los progresos adqui­
ridos y dar un paso atrás ( 1 ).
(1) Hasta on los casos tau desgraciados de hem orragias expulsivas la
reclinación del cristalino no está autorizada, porque es preferible operar
en tres tiempos. D espués de haber practicado la iridectom ía preparatoria,
procederem os á la extracción , com o en los casos do fu erte m iopía por
discisión y extracción linear.
262
R EC R EA C IO N ES ESTE R EO SC ÓPIC AS
El intervalo entre la iridectomía y la extracción, que, según
las indicaciones, puede variar sensiblemente, podrá aprove­
charse si, aparte de la retención de las masas corticales, otra
causa ha podido hacer fracasar la operación del primer ojo,
ora provenga la infección de las vías lagrimales ó de los
párpados.
En la actualidad, las indicaciones que M o o b e n emitió para
su operación, es decir, un estado de marasmo considerable,
congestiones de cabeza ó razones que se opongan á que el
enfermo esté acostado mucho tiempo, pueden en rigor decidir
á practicar una extracción combinada, pero no en dos tiempos.
En cuanto á las indicaciones que primitivamente dieron ori­
gen á la extracción en dos tiempos, 110 subsisten hoy día, y
110 obstante, han sobrevenido nuevas aplicaciones, que asegu­
rarán definitivamente la conservación de este procedimiento.
RECREACIONES ESTEREOSCÓPICAS Y BINOCULARES
por
S. R a m ó n
C a j a l (1 )
Profesor de la Universidad de Madrid.
I.—Estereoscopios panorámicos de mano.
Nadie ignora que el estereoscopio común, el precioso ins­
trumento que presta á la Fotografía la animación de la vida
y la ilusión del relieve, tiene, al lado de indiscutibles excelen­
cias, algunos inconvenientes que limitan su empleo á casos es­
peciales. Uno de ellos es la imposibilidad de usarlo con los ta­
maños de placa y media placa, y menos aún con los extensos
panoramas obtenidos mediante el ciiindro-grafo y otros apa­
ratos ad hoc; la corta distancia que media entre nuestras pu­
pilas (7 á 8 centímetros) nos obliga á servirnos de fotografías
pequeñas (8 por 8 ó 7 por 7), logradas con objetivos de escaso
ángulo y de breve distancia focal.
Por consecuencia de esta limitación, la imagen estereoscó­
pica resulta siempre un fragmento, á veces pequeñísimo, de
un panorama, edificio, ó escena de género, etc., fragmento in(1)
R eprodu cción de la Revista L a F otografía, con permiso.
RAMÓN C A JA L
263
fceresante, ciertamente, considerado en sí mismo, pero inca­
paz de darnos idea cabal del conjunto del cuadro.
La estereoscopia de las grandes fotografías, y particular­
mente de los panoramas, exige, pues, un aparato especial que
consienta el examen de vistas de muchos centímetros de an­
chura, y aun de verdaderos rollos fotográficos.
Con aplicación á los grandes dioramas y proyecciones es­
tereoscópicas teatrales, se han imaginado disposiciones inge­
niosas que resuelven cumplidamente el problema; pero por lo
que toca á la estereoscopia de mano, no sabemos que se haya
intentado su solución.
En rigor, el mismo aparato ideado para la percepción del
relieve de los grandes panoramas murales ó de teatro, podría
servir á este efecto; pero es dable también usar otras
disposiciones más cómodas y económicas, que aho­
rran el empleo de los gr¡
total. He aquí los
modelos de e s te ­
reoscopios de que
desde hace tres años
nos servimos para
el examen de gran­
des imágenes (me­
dias placas y placas
enteras) y de largos
B
panoramas pelicu­
lares.
El primer mode­
lo (fig. 1.a), des!
nado á fotografí
en cristal, tamaño
Fig ¡ ,t
13 por 18, es seme­
jante al estereoscopio de AVheastone. Consiste en una caja de
madera ó de hoja de lata barnizada, en cuyo fondo se alzan,
apartados en ángulo de 90 grados, des espejos (A ). Las fotogra­
fías (B) colócanse á los lados en unos marcos, que se mueven en
sentido antero-posterior, á favor de una palanca, ó mediante
cualquiera otra disposición (piñón y cremallera doble, etc).
261
R EC R EA C IO N ES E STEREO SCÓPICAS
Cuando una de las vistas marcha hacia atrás, la otra se d i­
rige hacia adelante, condición indispensable para que cada una
de ellas presente reflejadas en el doble espejo partes homotópicas y de igual sentido. En realidad, para superponer ambas
imágenes basta disminuir el ángulo de los espejos; pero, á fin
de lograr algún aumento, así como la fácil fusión de las foto­
grafías, armamos la pared anterior del aparato de lentes ó de
prismas convexos, semejantes á los usados en la estereoscopia
ordinaria.
Merced al movimiento rápido ó inverso de ambas fotogra­
fías, la sensación del relieve se produce sucesivamente en la
totalidad del panorama. De esta suerte imitamos las condicio­
nes mismas de la visión binocular ordinaria, en la cual 110 per­
cibimos simultáneamente los diversos objetos de un paisaje,
sino que los contemplamos de un modo sucesivo; la imagen
estereoscópica total representa una integración ó síntesis de
una multitud de proyecciones estereoscópicas parciales, arri­
badas en momentos diversos al sensorio, en donde parecen
coetáneas y presentes, gracias á la propiedad bien conocida
de la persistencia de las impresiones visuales.
El modelo para rollos peliculares aparece representado en
la fig. 2.a La simple inspección del grabado declara el funcio­
namiento de este sencillo aparato, que se puede adaptar á
cualquier estereoscopio de mano. La doble vista panorámica
RAMÓN C AJA L
265
está impresa en una película ó cinta de papel de gran longi­
tud, que se arrolla y desarrolla simultáneamente en dos carre­
tes terminales (D ). A l objeto de suavizar el movimiento de la
película, se lian colocado en el vástago portador de los carre­
tes varios rodillos: uno de ellos ( B ) es movible en sentido antero-posterior, para mantener tensa la película y acomodar el
aparato ála diversa longitud de los panoramas. En fin, el m o­
vimiento de vaivén se obtiene merced á una manivela que, al
actuar sobre un carrete, impulsa la película de izquierda á de­
recha y al revés, arrollando y desarrollando las vistas en am­
bos carretes laterales (E ). Estos últimos giran sincrónicamen­
te, merced á la correa que inferiormente los junta, y que res­
bala sobre poleas.
I I .— E s c r it u r a e s t e r e o s c ó p i c a s e c r e t a .
El estereoscopio se presta á muchas interesantes recreacio­
nes. Algunas de ellas, singularmente las relativas á los impre­
sos estereoscópicos (líneas de letras que se hacen resaltar de
entre otras, que permanecen en el plano del papel), son cono­
cidas liace tiempo y han hecho las delicias de los primeros
apasionados de la fotografía del relieve.
Durante mi luna de miel estereoscópica, es decir, allá por
los años 70 al 72, andaba yo engolfado en imaginar nuevos ca ­
prichos y recreaciones de este género. Mi propósito era lograr
una escritura misteriosa, que sólo pudiera ser descifrada con
el estereoscopio, y capaz de servir para la correspondencia
entre personas á quienes importe no divulgar sus asuntos. En
realidad, mi pequeña invención es un juego pueril indigno de
publicación; pero á mí me entretuvo agradablemente por en­
tonces, y pudiera ser que otros se recreen también con este
pasatiempo. Esta consideración nos mueve á referirlo.
El juego consiste en hacer una prueba que sólo presente
puntos, rayas y garabatos, ó también letras cruzadas y enma­
rañadas de mil modos, y en la cual no es posible, contemplán­
dola con los ojos desnudos, leer absolutamente nada. Y sin
embargo, en cuanto la doble imagen de este fondo se contení-
266
REC R EA C IO N ES E STEREO SCÓPICAS
pía en el estereoscopio, surge de repente, destacándose en pri­
mer término y separándose netamente del caos de rayas ó pun­
tos, una frase ó escrito perfectamente legible.
Para ejecutar esta fantasía hacen falta dos cosas: el fondo
de puntos, rayas, letras ó garabatos enmarañados, y un cristal
grande y bien limpio, en donde se escriba lo que se desea ha­
cer resaltar mediante el estereoscopio. Para que la ilusión sea
perfecta es preciso que el espesor de los trazos ó puntos de lo
escrito resulte igual, cuando se mira en el cristal raspado, que
el de las rayas, letras ó puntos dibujados en el fondo. La sen­
sación del relieve se obtiene situando el cristal á unos 10 ó 15
centímetros del fondo. En la fig. 3.a presentamos la disposi­
ción del aparato en el acto de tomar la doble vista.
F ig . 3.a—A, fondo opaco ó transparente que exhibe un graneado apretado. B) cristal
con las letras hechas de puntos algo más finas que la del fondo.
Es indudable que esta experiencia podrá variarse de mil
modos. Nosotros la hemos reproducido también usando como
fondo un escrito común (una carta inofensiva, por ejemplo),
del cual se han borrado adrede, escribiéndolas en el cristal,
aquellas letras que, reunidas y destacadas estereoscópicamen­
te, forman la frase secreta que deseamos enviar á su destino.
Esta singular correspondencia criptográfica resulta un poco
engorrosa, pero en cambio, es una de las más seguras que se
conocen. No importa que una de las pruebas caiga por azar en
manos de un curioso, puesto que el descifrado exige la presen­
RAMÓN C A JA L
267
cia y adecuado emparejamiento de las dos. Para mayor segu­
ridad conviene enviar ambas pruebas de un modo sucesivo, es
decir, que sólo será remitida la segunda, previo aviso de la re ­
cepción de la primera.
I I I .— E n s a y o s p a r a a u m e n t a r la lu m in o s id a d d e l a im a g e n
d e la c á m a r a o b s c u r a .
En todo tiempo el arte y la ciencia lian tratado de imitar
á la Naturaleza.
Nadie ignora que la cámara obscura del fotógrafo os la re­
producción del aparato visual de los animales. Pero en este
remedo de las maravillas del mundo vivo, el físico se queda
muy atrás. La cámara fotográfica*es un ojo muerto, incapaz
de adaptarse á las condiciones del ambiente, mientras que el
globo ocular es un instrumento que se regla automáticamente
en vista de la intensidad de la luz y de la posición y distancia
del objeto. ¡Qué contraste entre el iris contráctil y sensible del
ojo y el diafragma inerte de la cámara, entre el blando crista­
lino, susceptible de cambiar de radio según la lejanía del ob­
jeto y el objetivo fotográfico , cuya inmutabilidad nos obliga á
sacrificar los últimos ó los primeros términos de un panorama!
Pero, en fin, en lo tocante á la construcción de estos dos
órganos esenciales del instrumento fotográfico, la ciencia lia
seguido, aunque de lejos, los procedimientos déla Naturaleza;
pero hay otros mecanismos y perfeccionamientos muy nota­
bles en el aparato visual de los animales que la óptica ni si­
quiera ha intentado copiar. Entre ellos, mencionaremos sola­
mente dos: el aumento de la luminosidad de la imagen visual
por fusión de las proyecciones cerebrales de ambos ojos (visión
binocular de campo común de los mamíferos) y la obtención de
vistas panorámicas muy luminosas emparejando las imágenes
continuas de dos objetivos (visión binocular de campo distinto,
propia de los vertebrados inferiores).
El primer mecanismo constituye un problema óptico inte­
resante, cuya perfecta solución, caso de ser posible, sería de
gran importancia para el arte fotográfico, toda vez que per­
268
REC R EA C IO N ES ESTEREOSCÓPICAS
mitiría duplicar casi la potencia actíuica de la imagen de la
cámara, abriendo con ello nuevos horizontes á la instanta­
neidad.
La consideración atenta de los términos del problema per­
mite bien pronto reconocer la imposibilidad de obtener para
la fotografía á pequeñas distancias (en virtud de la inevitable
paralaje del doble objetivo) un resultado absolutamente co­
rrecto. Acaso por esto la óptica moderna ha descartado la
cuestión que nos ocupa, persiguiendo únicamente el incremen­
to de luminosidad de la imagen, bien por el camino del per­
feccionamiento de las correcciones cromáticas y esféricas de
las lentes, bien por el de la invención de vidrios más diáfanos
y de más adecuados índices de refracción. Pero, en cambio, la
fotografía á grandes distancias (telefotografía y fotografía as­
tronómica), en la cual las imágenes del doble objetivo pueden
considerarse idénticas y superponibles, podría lograr algún
provecho de la fusión de dos vistas, acortando notablemente
el tiempo de exposición. Aun á regulares distancias, cuando la
definición de la imagen importa menos que la obtención de un
documento fotográfico, dicho procedimiento podría ser ven­
tajoso.
Las figs. 4 .a y 5.a muestran las soluciones aproximadas del
referido problema. Una de ellas (fig. 4.a) exige el empleo de
películas ó placas situadas en sentido antero-posterior, ó sea
sogún el eje del aparato; la otra (fig. 5.a) conserva la posición
ordinaria de la placa. El mayor trayecto que impone en un
lado al pincel luminoso el juego de prismas, exige retrasar uno
de los objetivos.
Para invertir una de las imágenes, podría usarse también
una lente en vez del prisma equilátero que aparece en las figu ­
ras; pero esto hubiera acarreado nuevas dificultades, acaso
insuperables, para la exacta yuxtaposición de las proj'ecciones.
Es claro que, empleando como procedimiento para fusionar
la doble imagen una batería de tres prismas, los cuales han de
absorber y reflejar una parte de los rayos incidentes, el poder
actínico de la proyección sintética no podrá ser el doble, sino
bastante menos. En todo caso, representa una ganancia nada
despreciable.
RAMÓN C AJAL
269
La disposición presentada en las figs. 4.a y 5.a debe consi­
derarse solamente como un tosco ensayo de solución teórica
del problema. Abrigamos la convicción de que, si los físicos
A, objeto. B, prisma que invierte los rayo3 luminosos. C. o b je ­
tivo. .D, prismas de reflexión total. P, placa sensible.
profesionales, si eximios matemáticos, como los profesores
Tabbe, Rudolph, Mascart y otros, quisieran abordar seria­
mente el tema, descubrirían otras soluciones mucho más per­
fectas y prácticas que la nuestra.
A. primera vista parece que el empleo de dos prismas de
débil ángulo, situados detrás de los objetivos, según la dispo­
sición reproducida en la fig. 6.a, permite también la solución
del problema, con la ventaja de impedir mucho mejor la pér­
dida de luz. Pero esta solución implica el empleo de prismas
acromáticos, es decir, corregidos de su poder dispersivo á fa ­
vor de combinaciones adecuadas de vidrios de croton y flint, y
tiene además el inconveniente de que, en virtud de la oblicui­
dad de los conos luminosos de proyección, la coincidencia de
las imágenes en un plano perpendicular al eje de los objetivos
debe resultar poco perfecta.
El segundo caso á que aludimos, ó sea la fotografía pano­
rámica, con dos objetivos que trabajen simultáneamente y que
270
NOTAS
CLÍNICAS
fundan los bordes de sus imágenes, tiene también solución
adaptando por delante ó por detrás de cada objetivo prismas
semejantes á los que aparecen en las figs. 4.a y 5.” ( B ), á fin
de lograr, invirtiendo lateralmente ambas proyecciones, la
perfecta congruencia y continuidad de las dos mitades del pa­
norama. En los peces, batracios, reptiles y aves, y en muchos
mamíferos, la Naturaleza resuelve este problema por un pro­
cedimiento ingenioso, que el óptico no puede reproducir. Este
consiste en entrecruzar los nervios ópticos, con lo que, en la
retina cerebral (que representa una proyección fiel de ambas
retinas oculares), las dos mitades del panorama, que en los
ojos aparecen lateralmente invertidas, se hacen continuas,
traduciendo fielmente la posición relativa de los objetos. Es
indudable que la mencionada corrección podrá aplicarse lo
mismo á una batería de objetivos dirigidos de un modo radia­
do á todos los puntos del horizonte y cuyas imágenes fueran
recibidas en una película circular.
I I — NOTAS CLÍ NI CAS
DE L A CONDUCTA QUE H A Y QUE OBSERVAR
EN L A C A T A R A T A L U X A D A DU RAN TE
EL ACTO
OPERATORIO, CON MOTIVO DE UN CASO CLINICO
p o r e l D r . M a n u e l M á r q u e z ( d e M a d r id ) .
El enfermo que motiva estas consideraciones y que ha sido
presentado por mí á la Academia Módico Quirúrgica Españo­
la, es un individuo de setenta y dos años, de hábitos alcohóli­
cos indudables, con su temblor característico, y de movimien­
tos bruscos ó ineducados, que se presentó en la consulta oftal­
mológica de mi cargo en el Real Hospital del Buen Suceso con
cataratas en ambos ojos, de las cuales era ya completa la del
derecho.
Operado de éste, ocurrieron durante la operación acciden­
NOTAS
CLÍNICAS
271
tes que, así como la conducta seguida en presencia de ellos,
encierran alguna enseñanza.
Verificada sin nada digno de mención la sección del colgajo
y la quistitomia, procedí, una vez quitado el blef'arostato, á la
extracción de la catarata, poniendo en el labio superior ó esclerotical de la herida la pala de concha y ejerciendo suaves
presiones con la yema del dedo pulgar sobre la parte inferior
de la córnea á través del párpado correspondiente. Hizo de
pronto el enfermo un movimiento brusco de parpadeo á la vez
que de descenso del polo anterior del ojo. Quitada la pala con
la misma rapidéz por mi parte y entreabierta cuidadosamente
la hendidura palpebral, vi inmediatamente la pupila comple­
tamente negra, indicio de que el cristalino no estaba en su
campo, á la vez que por la herida fluía en alguna cantidad
humor vitreo. Hice cerrar la abertura palpebral, no sin algún
movimiento brusco de parpadeo por parte del enfermo, que 110
obedecía bien mis indicaciones, y puse una compresa de algo­
dón boricado mientras estaba unos momentos indeciso sobre
el partido que debía tomar. Me decidí al fin, por las razones
que diré enseguida, por no insistir en la extracción y puse un
vendaje oclusivo.
Hubo algunos dolores ligeros durante las primeras horas
que no me obligaron á levantar el apósito, operación que ve­
rifiqué á los dos días, encontrando bien el campo pupilar á ex­
cepción de una ligera adherencia capsular en la parte superior,
en donde el iris se dilataba algo menos por la acción de los
midriásicos (que instilé entonces), pero que no le producía el
menor trastorno visual, pues el enfermo contaba los dedos y
me veía la cara. No ocurrió ningún otro fenómeno de particu­
lar, y la cicatrización siguió su marcha ordinaria aunque un
poco lenta, siendo dado de alta el enfermo á los veintitantos
días de la operación, c jn una agudeza visual, por el momento,
de */a de la escala de W ecker, con lente de
10 Dioptrías, y
sin perjuicio de determinar posteriormente con exactitud su
refracción definitiva.
Las consideraciones que nos sugiere este caso, se refieren
sobre todo, á la conducta que hay que seguir en otros seme­
jantes.
272
NOTAS CLÍNICAS
Suscítase una cuestión previa. ¿Por qué se luxó la catarata?
El accidente obedece el mayor número de veces, ó bien á una
discisión profunda durante la cual se hacen presiones exagera­
das sobre la lente, y por lo tanto, tracciones sobre la zónula
de Zinn, ó ya á una discisión, que aunque superficial resulta
desproporcionada en ciertos casos especiales de fragilidad ex­
cesiva de los medios de suspensión del aparato cristaliniano;
no siendo, por otra parte, tan fácil como se cree, calcular este
grado variable de resistencia en cada caso.
Bien por uno ó por otro mecanismo, el cristalino se luxa
inmediatamente de la quistitom ia , lo cual no ocurrió en nues­
tro enfermo, sino tan sólo después que hizo el movimiento
brusco citado, al cual hay, por lo tanto, que asignar el papel
de causa principal, siquiera tal vez una discisión algo profun­
da en un sujeto alcohólico y arterio-esclerósico, y por ende,
con tejidos anormalmente frágiles en vez de elásticos, pueda
haber sido una importante causa predisponente. En cuanto á
la salida del vitreo fue consecutiva muy verosímilmente á la
rotura de las inserciones de la zónula en la periferia del cris­
talino.
En presencia de ambos accidentes ¿qué conducta había que
seguir? En la bibliografía que he consultado hay opiniones
para todos los gustos, si bien predominan los temperamentos
intervencionistas á outrance. El coco principal que temen la
mayor parte de los autores, es ó la aparición de fenómenos
glaucomatosos inmediatos por el trabajo previo de hinchazón
que sufre el cristalino y por las compresiones sobre el tractus
uveal que produce consecutivamente, ó la de irido-ciclitis, tar­
días de preferencia á que, sino se reabsorbe, da lugar dicho
órgano cuando queda abandonado dentro del ojo. Tales eran
también las consecuencias á que los procedimientos de recli­
nación ó de descenso daban muchas veces lugar, como es sa­
bido, cuando se practicaban diariamente. Y por lo que se re­
fiere á nuestro caso se puede considerar como una operación
de descenso á fortiori y un poco modificada en su técnica.
Pero volvamos á las opiniones de los autores. Los menos,
se resignan á 110 intervenir en el maj^or número de casos. Otros
son eclécticos, si bien se inclinan más á la intervención. En un
notas
CLÍNICAS
27.3
tercer grupo, el más numeroso, figuran los partidarios de la
extracción, y aun dentro de éste último caben subdivisiones,
pues unos verifican la extracción sin iridectomía y otros con
ella, pudiendo aun dentro de estos últimos hacerse nuevos
snbgrupos, según que esta última sea previa ó consecutiva, to ­
tal ó parcial. Para mayor claridad, resumo todas estas opinio­
nes en el siguiente cuadro:
Abstencionistas (Fuchs (1), Brun et M orax (2)).
Según la con du cta Eclécticos (T ru c et ^ alude (3)).
E xtracción con v n gancho
que sigu en los
autores en pre-
■ especial (D esm arres (4),
Sin iridecto­
M ackenzie (5)).
mía . . .
Idem con la cucharilla ó
rante la
con el asa (W cck e r (G),
Del T oro (7)).
Parcial (Esflnte r e c to m ía ,
opera-
Con iridecto­
mía
....
J D espagnet(9),
I Terrien (10)).
Consecutiva (Terson ( I I )).
No he consultado mayor número de autores; considero,
sin embargo, difícil, que hayan podido sustentarse mayor nú­
mero de opiniones, racionalmente posibles.
Sin descender á la crítica de detalle de cada una, diré que
si yo hubiese de decidirme por un criterio general, optaría
(1) M anuel d ’ Ophtalmologie, édit franc, de 1897, pá g. 808.
(2) Thérap. oculaire. París, 1899, pág. 316.
(3) N o u vea u x éléments ri’ Ophtalmologie. París, 1896, t. II, pág. 578.
(4) Traité théorique et p ra t. den m al. des y e u x , t. III. Paris, 1858,
pág. 223.
(5) Traité pratique des m al. des y e u x . trad. franc. Paris, 1856, t. IT,
pág. 440,
(6) Traité complet d-Ophtahn. t. II, Paris, 1886, pág, 980.
(7) Tratado de enferm ed. de los ojos. Cádiz, 1878, t. II, pág. 152.
(8) Traité des mal. des y e u x . Paris, 1894, t. I. pág. 588.
(9) Traité élem. d'Ophtalmologie. Paris, 1894, pág. 383.
(10) Chirurgie de l’œil. Paris, 1902, p á g . 157.
(11) Chirurgie oculaire. Paris, 1901, pág. 399.
2
m
No t a s
c l In ic as
en casos de enfermos tranquilos ó inteligentes, por la extra c­
ción con la cucharilla ó con el asa, siempre que supiera el
sitio del cristalino ectopiado, (condición sinequa non para ir en
su busca) pero sin iridectom ía , á no ser que ésta se hubiese
practicado previamente á la luxación, ó al menos que no hu­
biese salida de vitreo, caso este último en el cual se podría ha­
cer, pero siempre antes de la extracción de la lente , pues des­
pués de este acto la salida del vitreo es casi matemática, y
conceptúo en mi humilde opinión como absolutamente impro­
cedente practicar una iridectomia mientras está saliendo hu­
mor vitreo, porque nos exponemos á una pérdida considerable
del mismo con todas sus consecuencias. Por otra parte, la iri­
dectomía en estos casos no es todo lo fácil de practicar que en
otros, por la dificultad de coger el iris con la pinza, toda vez
que le falta su punto de apoyo posterior que es el aparato
cristaliniano.
Mas, respecto al caso especial mío, 110 me arrepiento de ha­
ber sido abstencionista; pues tratándose de un enfermo indócil
ó ininteligente, iba á un fracaso casi seguro con la interven­
ción, mientras que con la conducta empleada el resultado lia
sido, si 110 brillante, bastante satisfactorio. Claro está que 110
excluyo en absoluto la posibilidad en el día de mañana de ac­
cidentes irritativos provocados por el cristalino, si es que exis­
te aún en el interior del ojo, pues 110 sería difícil que se hu­
biese reabsorbido total ó al menos parcialmente, dado que la
quistitomía favorece dicha reabsorción, y que por otra parte,
después de dilatada la pupila por los midriásicos, 110 he podi­
do ver al examen oftalmoscópico vestigio alguno de dicho ór­
gano. Adviértase también que cuando el descenso se practica­
ba, no todos los enfermos tenían dichos accidentes, y que
puede ocurrir lo mismo en nuestro caso.
Como enseñanzas, podemos sacar de él las dos siguien­
tes: la primera es la de que una vez más se llega á la con­
clusión de que en Medicina no hay que ser nunca sistemá­
ticos, y de que todo procedimiento, aun el que parezca más
raro, puede llegar una ocasión en que sea preferible á los que
corrientemente usamos, por parecemos más racionales. Nadie
osaría hoy resucitar la reclinación ni el descenso como meto-
SjOCIEbADES CIEN TÍ FI CAS
275
dos generales de tratamiento de la catarata; pero en ciertos
casos especiales como el presente y algún otro (cuando la ex­
tracción hecha sobre el primer ojo haj'a sido seguida de he­
morragia expulsiva (Terrien (1)); cuando hay fimosis palpebral
y conjuntivitis crónica secretante (Albitos (2)) que, además de
dificultar grandemente la confección del colgajo, expondrían
á la infección), pueden estar excepcionalmeute indicados.
La segunda es la de que si en ocasiones hay que decidirse
por una intervención, hay casos en que la prudencia aconseja
abstenerse de ella. Hay cirujanos que se creerían punto menos
que deshonrados dejando una catarata dentro del ojo, y es que
¡cuesta tan poco ser valientes á costa de los pobres enfermos!
Conste, pues, que si á la Cirugía activa y radical debemos á
menudo triunfos brillantes, si bien amargados por los grandes
fracasos de otras veces, no dejamos de debérselos tampoco á la
más modesta, pero en ocasiones mucho más útil Cirugía con ­
servadora.
III.-SOCIEDADES CIENTÍFICAS
S O C IE D A D F R A N C E S A D E O F T A L M O L O G Í A
C ongreso anual de París, del 5 al 8 de Mayo.
(D e
La
Clinique
O phtalm ologique)
DISCUSIÓN DE LOS INFORM ES (53).
l . ° S o b r e la s c o m p l i c a c i o n e s ó r b i t o - o c u l a r e s d e la s s in u s itis .
D r . A. T u u s o n . — La órbita tiene con los tres senos rela­
ciones tan íntimas ó inmediatas, que no sería desatino darles
el nombre de senos peri-orbitarios , nombre que propuse hace
(1) L oe. c it., pág. 202.
(2) C onferencias orales de Clínica O ftalm ológica en el A silo de Santa
L u cía , curso de 1897.
(3) Véase su análisis, pu blicado en el núm ero precedente.
27G
SOCIEDADES C IEN TÍFICA S
ya más de diez años. Las denominaciones de senos supray retro-orbitario, son, á mi
modo de ver, hasta más propias que las con que actualmente
son conocidas. Y en efecto, su situación yuxta-orbitaria nos
explica su resonancia patológica, y por ende, sólo ella nos in ­
teresa .
En estos últimos años he tenido ocasión de observar varias
lesiones oculares ligadas á las sinusitis.
Algunas complicaciones fueron relativamente benignas.
En un joven, una sinusitis frontal determinó un enorme abceso que vino á abrirse en el ángulo interno de la órbita, intere­
sando la región prelagrimal; mas á consecuencia de su posi­
ción anterior, no determinó ni exoftalmia, ni flemón posterior,
ni lesión ocular. En una joven la d y , una sinusitis maxilar se
abrió en el suelo de la órbita, pero sin ocasionar tampoco fle­
món posterior; una fístula establecida á través del párpado in­
ferior, se cerró por el tratamiento dado á la sinusitis; un lige­
ro ectropion, necesitó una operación plástica reparadora. Un
hombre de letras, aquejaba hacía años un lagrimeo consecu­
tivo á una sinusitis maxilar sobreaguda: el enfermo se resiste
á dejai’se operar por un rinólogo, y sinusitis y lagrimeo cura­
ron espontáneamente poco á poco, como en otros casos, y sin
ninguna recidiva. He visto asimismo neuralgias unilaterales
del trigémino con astenopia unilateral, atribuibles á sinusitis
frontales latentes y que duraban hacía años.
En el curso de una sinusitis maxilar, en una mujer de trein­
ta años, sobrevino un desprendimiento retiniano que llegó á
hacerse total, sin que hubiera habido flemón de la órbita.
Finalmente, en un viejo atacado de sinusitis maxilar anti­
gua, se presentó una voluminosa periostitis del suelo de la ór­
bita con exoftalmia y éxtasis papilar: el abceso orbitario fue
abierto, é igualmente abierta por el alveolo la sinusitis maxi­
lar. Amplios desagües é irrigaciones hicieron disminuir la su­
puración y la fiebre, si bien ocasionando la atrofia del nervio
óptico. Se consideraba al enfermo fuera de peligro, cuando lo
arrebató una meningo-encefalitis rápidamente mortal. Tales
casos, como el publicado por Panas en 1895, en que el enfer­
mo murió bruscamente, cuando ya contaba varias semanas de
orbitario, infra ó sub-orbitario
SO C IE D A D E S C IEN TÍFICA S
277
haber sido operado y en el mejor estado aparente, prueban
que no son tan remotas estas complicaciones tardías, cuando,
aunque el enfermo lleva todavía su tubo de desagüe, todo pa­
rece militar á favor de una cura definitiva. Los métodos mo­
dernos, amplios, evitan quizá más que los antiguos, las recidi­
vas orbitarias, y no hubiera sido malo que la ponencia hubiera
discurrido circunstanciadamente sobre este punto.
Y
por fin, muchas veces he visto dacriocistitis purulen­
tas en enfermos con sinusitis, evidentemente causadas por la
misma infección nasal.
no hay acuerdo sobre la naturale­
za del mucocele; no es cierto que se trate de una infección
atenuada; por esta razón, afirma que el mucocele hubiera de­
bido ser excluido de este tema.
Entre las causas determinantes que pueden entrar enjuego
en la etiología de las complicaciones sinusíticas, debe hacerse
una parte á los cuerpos extraños y á las lesiones locales.
Ciertos casos de flemón de la órbita y de flebitis de los se­
nos, en el curso de infecciones generales, la erisipela entre
otras, son complicaciones sinusíticas totalmente ignoradas.
El mérito de este informe será, el haber llamado la atención
sobre estas complicaciones. Se han considerado como etmoiditis agudas, aunque sin presentar la prueba, ciertos estados
flegmonosos con resonancia orbitaria y palpebrai, induración
de la pared interna de la órbita y estado general, algunas ve­
ces grave.
Esta afección, de un pronóstico benigno, á juzgar por las
observaciones conocidas, no está aún clasificada. Sería prema­
turo hacer de ella una complicación sinusítica.
D r.
P é c h i n . —Todavía
El D r . P é c h i n expone una observación de sinusitis maxi­
lar consecutiva á una extracción dentaria, precedida tres me­
ses antes de una ambliopia muy acentuada, que se inició en el
momento mismo de la extracción dentaria y que ha persistido
después. Estos fenómenos deben ser considerados como distin­
tos, sin ningún enlace. La amaurosis es de origen histero-traumático; los detalles de la observación justifican tal diagnòsti-
278
SOCIEDADES CIEN TÍFICAS
co. Este hecho demuestra que cuando no haj' infección, antes
de admitir 1111 origen reflejo bien discutible, habrá que pensar
en el histerismo.
D r . R o l l u t . — Aduce nueve observaciones inéditas de si­
nusitis frontales y maxilares con accidentes órbito-oculares,
concluyendo que la intervención se impone, siendo necesario
practicar, en caso de supuración, un desagüe transinúsico
(fronto-orbitario, vestíbulo orbitario); así, se prevendrán ó
curarán las complicaciones que tan á menudo se presentan por
parte del nervio óptico ó del globo ocular.
Db. J o c q s . — Doy las gracias y felicito al Dr. de Lapersonne por su informe claro y preciso,que ha puesto en su jus­
to término la cuestión de las complicaciones órbito-oculares
de las sinusitis, lo que permitirá á cado uno de nosotros apor­
tar su contribución al estudio de este tema.
En cuanto á mí, puedo exponer tres casos instructivos por
más de un concepto.
1.° Hombre de cincuenta y dos anos, se presentaba en el
hospital con un flemón crónico de la órbita, exoftalmia y fís­
tula del ángulo supero-interno. El enfermo rehúsa la opera­
ción. Pronto se presentan trastornos oculares graves; fuertes
dolores, luego queratitis neuro-paralítica. Más tarde, muere el
enfermo con síntomas de meningo-encefalitis. E 11 la autopsia
se halla la pared inferior del seno frontal destruida, y en el fon­
do de la órbita transformado en cloaca, se confundían los va ­
sos y nervios de la hendidura esfeuoidal y del agujero óptico.
El pus bañaba la cara inferior del cerebro.
2.° Niño de diez años, con abceso frío por debajo de la
cabeza de la ceja. La apertura dió salida á pus y permitió hun­
dir un estilete hasta el hueso. Una incisión de varios centí­
metros á lo largo del reborde orbitario superior, permitió des­
cubrir el punto de donde provenía el pus, constituido por un
muy pequeño seno frontal, cuya pared orbitaria se hallaba
casi por completo destruida. A beneficio de un curetage, la­
vado antiséptico enérgico y vendaje compresivo, la cicatriz se
hizo por primera intención.
SOCIEDADES C IEN TÍFICAS
279
3.° Mi tercer caso es el señalado por el Dr. de Lapersonne en su informe y que fue publicado por La Clinique Oplitalmologique en 1898. Tratábase de un hombre atacado de sinu­
sitis frontal y maxilar; un síntoma ocular, la diplopia, me puso
en vías del diagnóstico. El globo ocular se encontraba en su
movimiento de elevación, oprimido y embarazado por el abceso del seno.
Así, pues, estos tres casos son muy instructivos, cada uno
bajo un diverso punto de vista.
El primero, es una demostración de las graves complica­
ciones que pueden seguir á una sinusitis frontal, no tratada.
El segundo, establece la existencia de la sinusitis en el niño
y que en ciertos casos, al operar por vía orbitaria se acarrea
la curación.
En el tercero, vemos que alguna vez son únicamente los
síntomas oculares los que pueden orientarnos en la vía del
diagnóstico de una sinusitis frontal.
D r . V a c h e r . — Hace el examen riuológico completo de los
enfermos que se le presentan con afecciones oculares graves.
Cita dos casos de sinusitis que pasaron desapercibidos y que
dieron lugar á accidentes graves. Ha notado muchas veces la
coexistencia de una neuritis óptica unilateral con una farin­
gitis seca. Ahora bien; la faringitis seca es muy á menudo un
síntoma de la sinusitis esfenoidal. Es partidario de las amplias
aberturas en el tratamiento de las sinusitis; porque estas com ­
plicaciones oculares son el resultado de las cavidades cerradas
supurantes y nó de los empiemas abiertos, cuyas paredes pue­
den modificarse por irrigaciones ó prudentes cauterizaciones.
D r . D i a n o u x . —En un enfermo de mucocele del seno fron­
tal, ha observado una hernia de substancia cerebral bajo la
forma de pólipo. La cura se efectuó sin complicaciones.
D r . L a n d o l t . — El informe del Dr. de Lapersonne tendrá
el gran mérito de haber limitado el número de las ambliopias
sin causa aparente y de haber abierto á la terapéutica un
vasto campo de acción nuevo y fecundo.
SO O lU D A D ltS C IEN TÍFICA S
•280
D r.
de "W e c k k b . — Se sorprende de que la discusión
no
verse en m ayor grado sobre las sinusitis esfenoidales suscepti­
bles de explicar ciertas lesiones del nervio óptico. Como q u ie­
ra que sea, este inform e evidencia que en todos los casos de
neuritis retro-b u lbar, de papilitis, de am bliopia con atrofia
incipiente del nervio
óptico,
el exam en de los senos se im ­
pone.
D
r
. M o r a x . — H ace notar que después que Berger lia e m i­
tido la hipótesis del origen sinusítico de la neuritis retro-bulbar, ningún hecho ha venido á confirmarla ó á invalidarla.
Cree que la sífilis ju ega un gran papel en la propagación al
seno de una infección de la m ucosa nasal. A menudo estas
iritisy coroiditis acaecidas en el curso de una sinusitis, podrían
encontrar su razón de ser en una infección general sifilítica,
mejor que en una infección local sinusítica.
El D r.
de
AVkckiír responde al D r . M o r a x que los hechos
n egativos 110 prueban nada; pero que los hechos positivos no
tardarán en presentarse, como el observado en su clínica por
uno de sus discípulos, el D r. T rantas, y publicado en los A r ­
chives (V Ophtalmologie.
El
D r. M o t á i s cree que la propagación infectiva al ojo
debe hacerse por el interm edio del espacio linfático de Tenon
y de allí á la coroides por el intermedio de los vasa vorticossa.
El D
r
. P f IjÜo e r cita un enfermo que aparentaba los sínto­
mas clásicos de sinusitis frontal, que en la operación presentóse
como un ejemplo de extensa tuberculosis de los huesos frontal
y parietal.
2
°
La ceguera y los ciegos en Francia.
D r . C h a v a s s e (Módico militar del Val-de-Gráce) encuen­
tra que la definición de los Dres. Trousseau y Truc, que hace
comenzar la ceguera por debajo 0 ,1 de visión, es demasiado
lata. Con '/»o y hasta con ‘/35 , hay hombres que pueden toda­
SO C IE D A D E S C IEN TÍFICA S
281
vía ganarse la vida. Pudiéranse, quizás, admitir dos especies
de ceguera: la ceguera verdadera, cuando toda visión distinta
lia dasaparecido ó que el sujeto no puede contar los dedos á
0 m. 50, y la ceguera profesional que comenzará con una agu­
deza reducida á ‘/is ó '/*„> por ejemplo.
Presenta una estadística (de 1891 á 1900) que versa so­
bre el número de jóvenes sustraídos cada año al ejército, por
ceguera bilateral y unilateral.
Resulta, pues, que el número de ciegos, hombres llegados
á los veinte años, ha permanecido sensiblemente estacionario
en estos diez últimos años, oscilando entre un mínimo de ‘2,60
por 10.000 en 1894 y un máximo de 3,89 en 1891; y que el
promedio anual de hombres de veinte años, ciegos de naci­
miento, ó por enfermedad, ó por accidentes, es de 3,17 por
10 . 000 .
D b . G o l e s c é a n o . —Resúmelas causas de ceguera por eda­
des, según un trabajo que ha llevado á cabo en la clínica de
Quinze-Yiugts y cuj'as conclusiones encontramos en el in­
forme.
D r . P é c h i n . - - Contrariamente á la opinión del Dr. Trousseau, no creo que el método de Cródó constituya un excelente
medio profiláctico de la conjuntivitis purulenta gonocócica de
los recién nacidos. Para obrar con perfección, reconozco que
hay dificultades en la práctica, pues que en el mismo París he
tenido exámenes contradictorios, erróneos; sería necesario,
desde el principio de la supuración, hacer un examen bacterioscópico á fin de saber con qué tiene uno que habérselas.
Instilando profilácticamente nitrato argéntico al 2 por 100, se
corre riesgo de producir manchas en la córnea, de provocar
una supuración que se hace la causa de un nuevo p e l i g r o , y
eso para luchar contra una infección que quién sabe no exista,
(que es lo más probable), teniendo en cuenta las medidas pre­
ventivas tomadas con la madre, y que, caso de existir, puede
ser una supuración de naturaleza variada y hasta gonocócica
benigna. He aquí por qué yo rechazo el método de Crédé.
Dícese que las estadísticas le son favorables; pero los demás
SO C IE D A D E S C IEN TÍFICAS
282
métodos también tienen estadísticas favorables. Se preconi­
zan á su vez los antisépticos más enérgicos, ó la abstención.
Me parecen ixn error ambas cosas. Por mi parte, me limito á
recomendar un lavado minucioso, bien hecho, de los bordes
palpebrales, con agua jabonosa, los cuidados particulares de
limpieza de la cara, y lociones de los ojos con la solución de
borato de sosa. Generalmente, todo transcurre sin incidente,
habiéndose evitado las complicaciones á que suelen dar lugar
el nitrato de plata ó el sublimado.
— En la escuela de Braille, sobre ‘229 sujetos
examinados, el Dr. Trousseau ha encontrado que la conjunti­
vitis purulenta de los recién nacidos ha causado la ceguera
cien veces.
De tan enorme proporción de ciegos por conjuntivitis pu­
rulenta, en la infancia parisiense, el Dr. Trousseau deduce que
la profilaxis de este azote está peor organizada,en París que
en provincias. No comparto su opinión, pues el mayor número
de estos ciegos lian venido á serlo fuera de París. No hay
que olvidar, en efecto, que muchos pequeños parisienses son
laetados por nodrizas en los departamentos vecinos del Sena.
Allí, mal cuidados y mal vigilados, al estallar una conjuntivi­
tis purulenta, lo más frecuente es que sea tratada por los con­
sejos de una partera ó de una comadre. En el transcurso de un
año, yo mismo he visto dos niños ciegos en estas circunstan­
cias. Me vi obligado á declarar que allí nada había quehacer;
eran futuros pensionistas de la escuela de Braille.
Hajr que reconocer, por otra parte, que hasta los médicos
mismos son todavía demasiado ignorantes de la gravedad de
la conjuntivitis purulenta, lo mismo que de otras enfermeda­
des oculares y de su tratamiento. Y por esto, de muy buen
grado, measoeio á lo quediceelD r. Trousseau: «Sería dedesear
que todo práctico estuviera al corriente de los cuidados que de­
ben prodigarse á todo niño contaminado, y que en los exámenes
fueran hechos serios interrogatorios sobre la materia.» De una
manera general, finalmente, si 110 puede exigirse á todos los
médicos que sepan tratar todas las enfermedades oculares, á lo
menos debiera exigírseles que pudieran reconocer su graveD r.
Jocqs.
SOCIEDADES CIEN TÍFICA S
283
clac!, para dirigirlos sin retardo á los oculistas. La instrucción
oftalmológica más generalizada, disminuiría considerable­
mente el número de ciegos en Francia.
D r. B o e . —En la Memoria presentada por el honorable p o ­
nente, leo estas palabras: «se abraza 111113' cómodamente la es­
pecialidad oftalmológica; todos los oculistas no son dignos de
este nombre». ¿No habría que tomar medidas de garantía que
permitiera la afirmación de esta competencia? Es bien sensible
que este escrúpulo expresado por el Dr. Trousseau 110 hubiera
sido experimentado por Gambetta cuando creó la Clínica lla­
mada Nacional dé Quinze-Vingts en provecho de su amigo
Fieuzal, que no conocía la Oftalmología.
Hay un punto en esta historia que 110 ha sido todavía su­
ficientemente aclarado.
Fieuzal solicitaba una plaza oficial cualquiera; habría du­
dado aceptar la que G-ambetta le ofrecía, objetando que 110 co ­
nocía las enfermedades de la vista, á lo que Gambetta le ha­
bría replicado: «No importa, mi buen amigo; ya las aprende­
réis.»
¿Gambetta ha pronunciado realmente estas palabras? Sería
honroso pensar, por la memoria de nuestro colega Fieuzal, que
hubiese vacilado al menos en aceptar tal empleo. ¿Hay en la
Asamblea alguien de mis honorables compañeros que pudiera
aclarar este punto de historia?
El D r . d e W e c k e r responde que la persona á quien aludía
no puede ser otra sino él. Trátase de un artículo publicado en la
Gazette hebdomadaire, titulado «El ojo de Gambetta». El doc­
tor Fieuzal protestó contra el propósito que en su favor había
abrigado Gambetta; pero el Dr. deW ecker garantiza su exac­
titud. Por lo demás, conoce bien cuál era el equipaje oftalmo­
lógico de Fieuzal, pues que empezó á frecuentar su clínica du­
rante año y medio á dos años solamente, después de haber
sido nombrado médico de Quinze-Vingts.
E l D r . L an d o TíT reconoce, con los autores del inform e, la
im portancia de la desaparición de las enfermedades generales
284
S O C IE D A D E S CIEN TÍFICA S
que se invocan como causa de ceguera, para la disminución de
la misma.
La miopía es sobre todo grave por sus complicaciones;
pero esta enfermedad no ha tomado asiento en la estadística
de la ceguera, sino á partir de su tratamiento quirúrgico.
Se asocia á ellos en la investigación de una mejoría moral
y material de la suerte de los ciegos. Recuerda que en ciertos
países los ciegos se ocupan del amasamiento ó inasage; sería
para ellos un oficio nuevo.
Los D r e s . d e W e c k g r , D u f o u r y J a v a l entablan una dis­
cusión interesante sobre el hábito exterior y el perfecciona­
miento de los sentidos en los ciegos.
El D r . d e L a p e r s o n n e propone como sanción á estos infor­
mes de los Dres. Trousseau y Truc, el nombramiento de una
comisión encargada de representar á los Poderes públicos la
necesidad de buscar los medios más conducentes á atajar los
progresos de la ceguera.
El D r . P a r i s s o t t i pide que esta cuestión sea objeto de una
investigación internacional.
COMUNICACIONES
Informe sobre la sinusitis,
PERSONALES.
p o r el P u . P
a r iso tti
(de R om a ).
El A , tomó parte en la discusión del informe del Profesor
de Lapersonne, partiendo de un caso notabilísimo de degene­
ración mixomatosa polipoide de la mucosa del meato medio na­
sal y del laberinto etmoidal, que relata con todos sus detalles,
y en el cual la visión (que había descendido hasta */|00) volvió
á recuperarse por com pleto, aunque persistiendo una atro­
fia de la papila, mediante la extirpación de las formaciones
poliposas.
Las consideraciones que le sugiere el caso en cuestión, se
las ofrecemos á nuestros lectores.
Esta exposición, dice el A ., habrá justificado ante vosotros
la afirmación con que empecé, á saber: que se trataba de una
observación de interés excepcional. Se ha tenido que pasar
SOCIEDADES C IEN TÍFICAS
285
por muchas incerfcidumbres antes de llegar al diagnóstico que,
en realidad, no se hizo hasta después de observar los resulta­
dos de un tratamiento que 110 llegaron á tiempo por más que
sospechásemos la verdadera causa del mal.
La pérdida del olfato, al mismo tiempo que la aparición de
un escotoma central, 110 es suficiente para hacer excluir una
neuritis retrobulbar por intoxicación. Acabo de observar un
caso muy concluyente en un enfermo anciano, en el que el
tratamiento de la neuritis retrobulbar nicotínica dio un resul­
tado admirable.
Mi maestro Gralezowski ha llamado la atención sobre el
escotoma central coloreado que es, á su parecer, síntoma de
tabes ó de esclerosis en placas diseminadas. En mi enfermo
se había pensado en la tabes como origen" de los síntomas
oculares, pero los exámenes de personas competentes la habían
hecho excluir, sin que desde este momento volviese á pensar­
se en ella. Sin embargo, el aspecto de las papilas inclinaba á
su favor; pero no obstante, hube de desistir y aferrarme á la
idea de que se trataba de una lesión sifilítica; y esto se com ­
prende fácilmente: la sífilis habría explicado las alteraciones
de las ramas de la arteria central de la retina, que podían ser
muy bien periarteritis específicas, y habría también dado
cuenta del escotoma central. Así se explica perfectamente que
yo acudiese á un tratamiento específico enérgico, y que insis­
tiese en mi opinión al observar una reducción periférica simé­
trica de los campos visuales, pues se parecía al comienzo de una
heniiopia homónima derecha; el cuadro de una sífilis de la
base empezaba á presentarse, y el retorno del olfato durante
el tratamiento específico ¿no era un motivo para hacer creer
todavía más en la naturaleza sifilítica de la enfermedad?
Y
sin embargo, estaba bien lejos de tratarse de una infec­
ción sifilítica.
Debo decir, ante todo, que hasta en el momento de mayor
desaliento, no podía asegurar que mi enfermo hubiese de que­
dar ciego. La esperanza no me abandonó jamás, y esta espe­
ranza era sostenida por el examen del campo visual, y sobre
todo, por la falta de relación entre el aspecto de las papilas y
el estado del campo visual. Es preciso decir que, en efecto,
286.
SO C IE D A D E S CIEN TIFICAS
había reducción del campo visual, pero jamás llegó á ser esta
reducción considerable. ¿Cómo explicarse un verdadero pro­
ceso de atrofia de los nervios ópticos tal como el examen oftalmoscópico la habría hecho ver con un campo visual normal
en un ojo y casi normal en el otro?
Mi esperanza se aumentó y vivificó con la desaparición
casi súbita de la escotadura á que acabo de aludir en el campo
visual de los dos ojos. Jamás se habría podido pensar en in­
terpretar este síntoma por una lesión atrófica.
A pesar de los resultados del examen oftalmoscópico en
presencia de un síndrome tan original, la imaginación se in­
clinaba á pensar en una neurosis: el histerismo. Pero no pude
reconocer en el enfermo tal síndrome. No, lo repito, hasta el
momento de mayor gravedad no creí en un verdadero proceso
de atrofia. Además de en los síntomas que acabo de exponer,
fijóme en las pupilas, cuyas dimensiones y reacciones conti­
nuaron normales.
Trátase, pues, verdaderamente, de una forma patológica
especial, y es muy justo que tratemos de fijarlos síntomas
que pueden caracterizarla.
Entre éstos me parece importante, en primer lugar, el del
centelleo. Estas visiones subjetivas pueden, en efecto, indicar
el comienzo de la degeneración del nervio; pero el hecho de
que estos centelleos sean excitados, sobre todo por el movi­
miento de la cabeza, me parece privativo de este caso. Otro
síntoma importante también, es proporcionado por las oscila­
ciones en el campo visual y en la agudeza visual. En cuanto
á este fenómeno de discordancia entre la visión periférica y
central, es preciso no olvidar la falta de relación entre el
campo visual y la agudeza visual en nuestro enfermo; el pri­
mero fue siempre peor en el ojo derecho, cuya agudeza visual
fue siempre la mejor.
Entre los síntomas de esta forma morbosa, podemos tam­
bién colocar la coincidencia de la pérdida del olfato.
No faltan en la literatura casos de escotoma central, con­
secutivos á lesiones de las cavidades nasales y de los senos. El
examen de estos casos podrá tal vez iniciarnos en el conoci­
miento de su patogenia.
SO C IE D A D E S C IEN TÍFICAS
287
Una multitud de elementos deben ser tomados en conside­
ración para ser coordinados y hacerles servir para la explica­
ción de los efectos, en las enfermedades de las cavidades nasa­
les y de los senos, sobre los nervios ópticos.
Mi caso se parece al de amaurosis de Schmidt-Rimpler,
que fue debida, no á la presencia de pólipos, sino á su ex­
tirpación.
Las hipótesis sostenidas al tratar de explicar estos hechos
han sido las siguientes:
1.a La hemorragia. 2.a La preexistencia de las com plica­
ciones del seiio esfenoidal (Ceraso). 3.a Congestión pasiva de
las venas de la órbita. Eiemm es el que para explicar la in­
fluencia de las alteraciones del seno sobre los bulbos oculares,
adelantó la hipótesis de una congestión de las venas de la ór­
bita, y por consiguiente, de las venas ciliares, á causa de las
numerosas anastomosis vasculares entre las cavidades del seno
y la órbita. El Dr. de Lapersonne, en su informe, dice con mu­
cha razón que si esto es así, en los casos donde no se observan
más que síntomas funcionales, debería encontrarse la hiperemia
de la papila y de la retina, lo cual no sucede en realidad. Mi
caso lo confirma. 4.a Perineuritis, por alteración del canal óp­
tico, producida por la operación (Berger).
No me parece que podamos atribuir gran importancia á la
hemorragia, que aun siendo relativamente abundante, es de
poca importancia.
La hipótesis del Dr. Ceraso podría en rigor ser admitida,
pero la del Dr. Berger explica la amaurosis, ora sea el resul­
tado de la exoftalmia producida por la penetración de la neo­
plasia en la órbita, ora tenga lugar sin la intervención de este
accidente. Este representaría el máximum de las lesiones qxie
puede producir la neoplasia, que se desarrolla en este labe­
rinto de cavidades, pero no es difícil suponer que puede pro­
ducirse una periostitis del orificio óptico que obre por com ­
presión sobre los nervios que lo atraviesan.
Mi caso se explicaría así, mejor que por cualquiera otra hi­
pótesis. Por esta misma hipótesis se explica fácilmente el escotoma central de los sifilíticos. ¿Sería difícil admitir que hasta
para los fumadores, la causa inmediata del escotoma central
288
SO C IE D A D E S C IEN TÍFICAS
de la neuritis retrobulbar, sea un hecho de este género? El
humo del tabaco, ¿no os una causa constante de irritación de
las cavidades nasales, y por consiguiente de los senos que es­
tán en relación con ellas?
Pero ¿porqué descubrimos el escotoma central, ante todo,
y no los síntomas que indicarían la compresión de los nervios
ópticos, los hechos subjetivos y objetivos de una perineuritis?
No encuentro extraño que una perturbación circulatoria
intersticial del nervio óptico se haga sentir ante todo, sobre los
fascículos maculares, que son los más delicados del cordón ner­
vioso. Además, una perturbación circulatoria puede ser bas­
tante moderada y obrar, por consiguiente, muy lentamente
para quo 110 resulten fenómenos agudos visibles al examen
oftalmoscópico. Si consideramos que podría producirse por
este hecho una isquemia lenta que acabase por obliterar en
totalidad ó casi del todo los capilares, nos daremos cuenta en
mi enferm o, de la palidez de las papilas, palidez que encontra­
mos en la atrofia consecutiva á neuritis y que 110 podemos ad­
mitir, por otra parte, á causa de la falta absoluta de todos los
demás síntomas esenciales de esta especie de atrofia. ¿Cómo
podríamos explicarnos sino por una profunda isquemia inters­
ticial la palidez de las papilas de mi enfermo? Tal era esta pa­
lidez, que más de un colega experimentado pronunció el diag­
nóstico de atrofia. Para un caso parecido la existencia de esta
isquemia se impone; podrá discutirse su etiología, pero 110 su
existencia.
Podrá, digo, discutirse su etiología. E 11 efecto, podemos
pensar que sea el efecto de las toxinas sobre las paredes vascu­
lares. No tengo argumentos para combatir esta opinión, que
pudiera ajustarse á la verdad; pero lo que sí creo poder afir­
mar es que, en mi caso al menos, la acción venenosa de las
toxinas sobre las fibras nerviosas no es suficiente para expli­
car el conjunto de los fenómenos. Una toxina podrá ahogar,
entorpecer la fibra nerviosa, y por ello hacerla insensible ó
menos sensible que en estado normal; pero esta condición de
la fibra nerviosa 110 se traduce por la palidez del tronco ner­
vioso á que pertenece. La palidez del nervio cuando está de­
generado es su última manifestación y sigue á la atrofia de la
SO C IE D A D E S CIEN TÍFICAS
fibra nerviosa. En mi caso, al contrario, la palidez fue uno de
los primeros síntomas é independiente de la alteración de
la fibra nerviosa, alteración que no pudo ser más que pa­
sajera, puesto que se restableció la función, mientras que
la palidez de la papila quedó permanente. Y si en mi caso
la isquemia intersticial debió ser el hecho esencial, ¿porqué
la misma isquemia no podría ser la causa de las demás neuri­
tis retrobulbares? ¿No conocemos casos también para las ambliopias tóxicas ordinarias donde una verdadera atrofia acaba
por desarrollarse, y casos en que los enfermos conservan una
visión suficiente por más que sus papilas tengan del todo el
aspecto de la atrofia?
Admitiendo esta explicación, sólo tendremos la dificultad
de explicarnos el por qué los síntomas visuales ceden inmedia­
ta ó casi inmediatamente á la extirpación de los tumores. No
cabe duda de que la acción de las toxinas sobre los fascículos
intersticiales del nervio óptico, acción que producirá el espas­
mo de sus paredes, explicará este hecho mucho mejor que la
isquemia por compresión. Por esto, me limito en absoluto á
decir que en mi caso, y quizás en los casos de neuritis retro­
bulbares en general, la isquemia es la causa inmediata de los
fenómenos morbosos, isquemia que se hace sentir sobre las
fibras más delicadas antes que sobre las otras, isquemia que
puede alcanzar los grados más diversos á partir del que no
puede apreciarse por el examen oftalmoscópico, para llegar
hasta las apariencias de atrofia com pletado los nervios ó p ­
ticos.
Un hecho resulta también de esta observación: que es la
gran resistencia de la fibra nerviosa.
Puede creerse, además de las hipótesis que acabo de enun­
ciar, que la fibra nerviosa se ha encontrado bajo dos influen­
cias dañinas, la isquemia y el envenenamiento directo de la
fibra, contribuyendo ambas á producir su debilidad funcio­
nal. La fibra nerviosa, así agobiada por dos causas tan pode­
rosas, vuélvese hipoestésica, y en esta hipoestesia puede que­
dar largo tiempo sin perder su vitalidad.
Eu mi caso, la profunda hipoestesia duró cerca de nueve
meses. La isquemia puede convertirse en definitiva (es el caso
290
SOCIEDADES C IEN TÍFICA S
de mi enfermo) y restablecerse la función completamente, lo
que es una prueba de la poca sangre que necesita la fibra ner­
viosa para vivir y para cumplir sus funciones.
Podría creerse que el estado de aplanamiento producido
por la intoxicación, disminuye la actividad del proceso nutri­
tivo de la fibra nerviosa que puede entonces vivir, á pesar de
la poca llegada de sangre, originada por el proceso inters­
ticial.
Las relaciones patológicas de las cavidades nasales y sus
senos cou los ojos son de diferentes clases; el informe del D oc­
tor de Lapersone viene á repetirlo. No creo que puedan cla­
sificarse todos los casos bajo el influjo del mismo mecanismo,
los hay también que dependen de una acción puramente ner­
viosa, refleja. ¿Cómo explicar de otro modo las queratitis vas­
culares, flictenulares y ulcerosas, las iritis y hasta las iridociclitis, que tienen por causa la hipertrofia de los cornetes y
la compresión, algunas veces hasta ligera, que ejercen sobre
el tabique?
En estos últimos días he observado un caso de este género,
actualmente en tratamiento, y donde la mejoría se ha logrado
tan sólo después de cauterizar el cornete hipertrofiado, homó­
nimo del ojo enfermo.
¿Los favorables resultados ofrecidos por mi pobre enfermo
se mantendrán? Yo así lo espero, por más que el último exa­
men de 30 de Abril no sea del todo tranquilizador. La agu­
deza visual que se elevó á IO/io ha disminuido de nuevo á */u,;
y lo espero, porque el campo visual es completamente normal
en ambos ojos. Pero si, por desgracia, las cosas cambiaran y
acabase por perder la vista este hombre, ¿no deberíamos pen­
sar que la fibra nerviosa resucitada había sufrido demasiado
por el envenenamiento y por la asfixia, y que habría sucum­
bido al trabajo por el estado de atonía en que ha quedado des­
pués de tan grave enfermedad? Nada habríamos de cambiar
entonces de las consideraciones que hemos hecho á propósito
de caso tan importante. Sólo una conclusión útil deberíamos
sacar: la de que en los casos de este género es preciso 110 tar­
dar en practicar ol examen de las cavidades nasales y en cum­
plir las indicaciones que pudieran desprenderse.
S O C IEDADES CIEN TÍFICAS
291
Es preciso recordar que eu el mes de Diciembre último hu­
bo una disminución de la agudeza visual que se recuperó in­
mediatamente después de la extirpación de las nuevas vege­
taciones polipoides que se habían formado en los meatos.
El Dr. Decarli examinó al enfermo la víspera de mi parti­
da de Roma, y encontró una gruesa vegetación en el meato
izquierdo y la mucosa del meato derecho preparada para pro­
ducir nuevas vegetaciones en los sitios que no habían sido cau­
terizados. Va á proceder á un nuevo legrado.
Contestando á mi trabajo, el Dr. de Lapersonne dijo que
en mi observación debía tratarse de infección, que quizás al
extirpar los pólipos no se apercibieron del pus que pudo salir
de las células etmoidales posteriores. Yo no lo discuto. Por lo
demás, 110 he hablado de espasmo reflejo, sino de espasmo vas­
cular por la acción de las toximas.
La operación de la catarata secundaria,
p o r el P
iío p .
P f l ü g e r (B ern a).
La operación de la catarata secundaria es una de las cues­
tiones que estarán á la orden del día de los oculistas, mientras
duren sus grandes divergencias sobre este importante asunto
de su práctica diaria.
No me propongo agotar la gran cuestión que ha dado lu­
gar á tan fértiles discusiones en el seno de la Sociedad Oftal­
mológica Francesa (1890, informe de Dufour) y en el de la
Sociedad Oftalmológica de París (1901, comunicación de Valude).
A pesar del escaso número de los principios fundamentales
de la operación, la variedad de la técnica es abundante y se
multiplicará todavía. Siendo tan diferente la calidad de las
cataratas secundarias, reclama á menudo procedimientos apro­
piados á cada caso especial, y por esto el tacto del operador y
su arte personal son los llamados á decidir.
Permitidme hablar aquí, en primer lugar, de los riesgos
posibles de la operación de la catarata secundaria y de los me­
dios de prevenirlos, siempre teniendo en cuenta «que es preci­
292
s o c ie d a d e s
c ie n t íf ic a s
so escoger la operación que dando mejor resultado haga correr
al enfermo los menos peligros posibles».
¿Cuáles son los riesgos de la operación?
1 .° La infección primaria de la herida.
2.° La infección secundaria del interior del ojo, transmiti­
da por las bridas tenues del cuerpo vitreo enclavadas en los
puntos de introducción de los instrumentos á través de la cór­
nea ó de su borde.
3.° La reacción inflamatoria perjudicial de la úvea, conse­
cutiva á las tracciones ejercidas sobre el borde del iris y en el
cuerpo ciliar ó producidas por una operación practicada sobre
un ojo que no estaba del todo normalizado después de la ex­
tracción.
4.° La reacción patológica del cuerpo vitreo:
a.
Degeneración fibrilar con desprendimiento de la retina.
b.
Opacidades más ó menos intensas de sus capas anterio­
res, cataractci tertia).
Las reacciones anormales del cuerpo vitreo son las des­
agradables complicaciones del enclavamiento ó del derrame del
cuerpo vitreo durante la operación, las más de las veces bajo
la forma de tenues bridas adheridas á las cicatrices de la cór­
nea. Todo enclavamiento ó prolapso del cuerpo vitreo no da
lugar, por fortuna, á consecuencias que comprometan la fun­
ción total ó parcial del órgano. Pero jamás el operador puede
saber con anticipación si estas complicaciones de la operación
por parte del vitreo, producirán ó no reacciones en este último.
Será preciso, pues, prevenir las cuatro categorías de acciden­
tes posibles mencionados anteriormente (la probabilidad de la
primera, de la infección primaria, es en realidad muy peque­
ña). En cuanto á las otras, es preciso hacer un diagnóstico mi­
nucioso de la naturaleza de la catarata secundaria en cada
caso particular, valiéndose de una buena iluminación artificial
y de una midriásis completa. El diagnóstico exacto nos dará
las indicaciones precisas para escoger la operación ade­
cuada.
No basta con diferenciar dos clases de cataratas secunda­
rias—catarata secundaria simple y catarata secundaria com ­
plicada— ó tres categorías: membranas finas sin sinequias
S O C IEDADES
CIENTÍFICAS
293
indianas, catarata secundaria inedia y catarata secundaria
gruesa.
Las cataratas secundarias medias comprenden una larga
escala de variedades. Las adherencias simples ó múltiples son
muy frecuentes. Al paso que la extracción combinada se pres­
ta muchas veces á la obtención de una porción clara del cam­
po pupilar, en la región del coloboma artificial la extracción
simple da lugar, con demasía frecuencia, á cataratas secunda­
rias delgadas, ligeramente adherentes á numerosos puntos del
borde pupilar. Para prevenir el prolapso del iris, no se debe
instilar atropina ordinariamente hasta después del restableci­
miento de la cámara anterior, á no ser en el caso de que ésta
tarde eu formarse.
Frecuentemente observo cataratas secundarias delgadas
en el centro y gruesas en la periferia, formando un anillo
blanco muy resistente, conteniendo un rodete anular coarru­
gado concéntricamente, que no adhiere á los procesos ciliares
más que por las fibrillas tensas y ramificadas de la zónula de
Zinn. Estas fibrillas se rompen en el momento en que el ope­
rador no se limita á la creación de una pequeña abertura cen­
tral, y dan lugar al desplazamiento del anillo en el campo pu­
pilar, de donde será difícil alejarlo por deslizamiento detrás
del iris del lado opuesto; en estas condiciones es imposible
practicar la extracción sin pérdida del vitreo.
La resistencia de la catarata secundaria varía enorme­
mente. Membranas muy sólidas en apariencia, suelen cortarse
fácilmente, mientras que otras más delgadas, provistas de fila­
mentos gruesos, resisten ante el instrumento y se dejan esti­
rar como el caucho. El operador más experto tropezará con
sorpresas. Una ligera hipotonía, como en ciertos casos de cata­
rata congènita, de catarata uveal, de catarata traumática, ó la
hipotonía consiguiente á la salida del humor acuoso, hacen la
discisión de estos filetes más difícil.
Mientras que la infección primaria de la herida 110 se verá
casi nunca, la infección secundaria 110 desaparecerá completa­
mente hasta que se busque otra vía de introducción de los
instrumentos, distinta de la córnea transparente, pues ésta
predispone á los enclavamientos del cuerpo vitreo.
SOCIEDADES CIEN TÍFICAS
Una vez diagnosticados á tiempo los hilos vitreo-corneales ,
puede prevenirse la infección del ojo con un tratamiento aten­
to y prolongado.
El efecto pernicioso de estos hilos tensos sobre la nutrición
del cuerpo vitreo, es inevitable.
El mérito del Prof. Kuhnt (Königsberg) es el de haber
aconsejado introducir el cuchillo de Knapp, no á través de la
córnea ni á través del limbo corneal, sino á través de la parte
vecina de la esclerótica, atravesando la conjuntiva, á 3 ó 4 m i­
límetros del limbo. Siguiendo el consejo de Kuhnt, 110 he te­
nido nunca el disgusto de observar los hilos vitro-eorneanos
extendidos y enclavados en los puntos de perforación. Parece
que el profundo trabajo de Kuhnt, Ueber Nachstaaroperationen, 110 ha sido suficientemente apreciado.
Todo procedimiento operatorio que permita el derrame ó
el enclavamiento del cuerpo vitreo, puede ser de fatales con­
secuencias en circunstancias desfavorables. Ningún procedi­
miento que necesite la abertura de la cámara anterior ó el de­
rrame del humor acuoso, está exento de peligros.
Toda introducción de un cuchillo linear (cuchillo de de
Grraefe, ó mejor todavía, cuchillo de Knapp), de una lanza en
la cámara anterior con ó sin introducción de instrumentos
auxiliares, tales como el quistitomo, gancho ó pinza capsular,
puede dar lugar á un escape de cuerpo vitreo; y lo produce de
un modo cierto y seguro, si el vitreo está reblandecido. La
más ligera lesión de la hialoides predispone á la hernia del
vitreo, y cada aumento de tensión, producido por la contrac­
ción de los músculos extrínsecos, ayuda á romper dicha her­
nia, sobre todo en los enfermos rebeldes. La anestesia (y quie­
ro decir la anestesia profunda) es inevitable en muchos de los
casos. La extracción de la catarata secundaria y la incisión
con la pinza-tijera, pueden, ciertamente, hacerse sin pérdida
de vitreo, si la indicación para estas operaciones es precisa, y
si la técnica es delicada y perfecta. Pero todo operador habrá
experimentado derrame de vitreo durante estas operaciones,
y 110 se encontrará jamás al abrigo de este accidente.
Por esto precisa limitar á sus indicaciones estrictamente
necesarias estas dos operaciones, ya que no podremos en
SOCIEDADES C IEN TÍFICAS
295
ciertos casos de cataratas secundarias, dejar de hacerlas.
Existen casos, sobre todo después de la extracción de las
cataratas uveales, en los que la cápsula engrosada cede á la
menor tracción de una pinza capsular y sale del ojo sin dejar
escapar la menor cantidad de vitreo, y esto con un resultado
objetivo inmediato absoluto. No es raro que la cápsula ante­
rior sea ya muy gruesa y esté degenerada cuando se extrae la
catarata. En estos casos empleo la pinza capsular, y el siste­
ma cristaliniano entero cede bastante á menudo á la más sua­
ve tracción. En pocas semanas del trimestre pasado he prac­
ticado tres extracciones de catarata con cápsula por medio de
la pinza capsular sin iridectomía ni pérdida de vitreo. La ex­
tracción de la catarata con su cápsula no es fácil, ni en sus in­
dicaciones ni en su técnica; pero bien ejecutada, da soberbios
resultados, evitando buen número de cataratas secundarias.
La aplicación de la extracción total de la catarata secun­
daria á mayor número de casos, me parece demasiado peligro­
sa. En algunos de catarata árido-silicuosa congènita y en los
de catarata secundaria consecutiva á catarata traumática, en­
cuéntrase á veces desgarrada la zónula de un lado; la indica­
ción de la extracción parece entonces imponerse; se saca fácil­
mente una parte de la cápsula fuera del ojo, pero el resto está
adherido más fuertemente que de ordinario á una parte de la
zónula. En tal caso sería mejor no hacer más tracciones y
cortar las partes movilizadas con la tijera. La extracción for­
zada ó simplemente los ensayos prolongados de extracción de
la catarata, exponen á los peligros núm. 3, á las reacciones
uveales tenaces. En la mayoría de los casos es imposible darse
cuenta anticipadamente de la resistencia de la zónula.
Nada liaj' que iguale á la pinza-tijera (uno de los mayores
méritos de de Wecker) en la operación de las cataratas grue­
sas adherentes que no sólo contienen elementos capsulares y
del cristalino, si que también productos inflamatorios. Sobre
este punto, todos los colegas están de acuerdo. La pinza-tijera
corta con seguridad todas las demás variedades de cataratas
secundarias, y yo he pasado años enteros en los que no lie
operado más que con la pinza-tijera, como aconseja todavía
Y alude.
296
SO C IE D A D E S C IEN TÍF ICA S
Pero la pérdida de vitreo en algunos casos, á pesar de todas
las precauciones y de recurrir á la narcosis, me ha hecho com ­
prender que existen gran número de cataratas secundarias que
se operan con menos riesgo valiéndose de otro procedimiento
distinto del de la pinza-tijera.
La pinza-tijera modificada por Levinsohn y que debe pene­
trar en la cámara anterior sin incisión preliminar con la lanza,
no tiene las ventajas que aparenta; á menudo es forzoso preparar
el camino por medio de una pequeña incisión del limbo, y por
otra parte el movimiento de las ramas se opone á una oclusión
perfecta de la cámara anterior. No existe, pues, garantía con­
tra la pérdida y el enclavamiento ó hernia del cuerpo vitreo.
Un perfeccionamiento ulterior de construcción permitirá pro­
bablemente alcanzar mejor el fin propuesto.
El principio fundamental de las operaciones de catarata
secundaria, me parece que consiste en la prevención del de­
rrame del humor acuoso. Por esta razón he vuelto al uso de
los instrumentos cuyo corte concluye con una porción roma
que mantiene cerrada herméticamente la cámara anterior. He
manejado las agujas de Bowman y todo género de culebrinas,
pero el cuchillo de Knapp, introducido bajo la conjuntiva y á
través de la esclerótica, me parece merecer la preferencia.
Después de la comunicación de Stilling he operado regular
número de casos con los harpones de este autor; los introducía
periféricamente, y en realidad muchas veces se operaban déla
manera más fácil y agradable, sin pérdida de humor acuoso y
sin ninguna reacción. Se logra sobre todo desprender las múl­
tiples y tenues sinequias posteriores consecutivas á la extrac­
ción simple, y la pupila vuelve á su estado normal (redonda y
móvil).
El inconveniente de los harpones está en la dificultad de
hacerlos salir, pues se enganchan frecuentemente en el tejido
de la esclerótica. A causa de esta dificultad, he hecho añadir
una parte móvil para cubrir el segundo punto, una corredera
que después de perforada la cámara anterior es retirada en el
mismo momento de la operación y avanza de nuevo antes de
la salida del instrumento del ojo. Esta corredera protectora
fue en un principio de punta roma; en el segundo modelo es
SO C IE D A D E S CIENTÍFICAS
297
de punta aguda y tiene la ventaja de perforar más fácilmente
la esclerótica.
Los movimientos de los liarpones son más fáciles y simples
que los de las culebrinas y cuchillos. El harpón avanza y se
retira sencillamente. Para obrar sobre la cápsula, basta con
tocarla si no es muy gruesa. El peligro de herir el cuerpo vi­
treo más ó menos profundamente, es más fácil de evitar que
operando con culebrinas ó con cuchillos; si éstos entran á tra­
vés del limbo ó de la córnea, en lugar de penetrar á través de
la esclerótica, necesitan una inclinación más pronunciada de
la hoja. En los casos en que no logramos más que hacer una
hendidura en la catarata secundaria, gracias á su gran elasti­
cidad y tenacidad, es preciso servirse del segundo harpón, que
se hace entrar en el lado opuesto del primero, en la cámara
anterior; ordinariamente es el lado nasal, y entonces precisa
una form a adecuada; pero así como el harpón simple de Sti­
lling, acodado en ángulo obtuso, se maneja fácilmente del
lado de la nariz, la corredera 110 funciona sino sobre el de for­
ma curva como ha observado nuestro jefe de clínica el doctor
Urbahn.
La inmensa mayoría de las cataratas secundarias medianas
ceden á la acción combinada de los dos liarpones. Estos logran
alguna vez desgarrarlas bridas más elásticos, comprimiéndolas
entre los liarpones y las correderas, pero quedan, sin embar­
go, algunas que resisten, como sucede, sobre todo, en los ca­
sos de cataratas secundarias anulares ya mencionadas, y en
los que la membrana está reforzada por hilos elásticos capaces
de alargarse el doble de su longitud y que no pueden cortarse
por una hoja sin estar apoyados sobre 1111 soporte sólido.
En estos casos es preciso renunciar á ulteriores tentativas
con los liarpones, y precisa desprenderlos escrupulosamente
de estos hilos antes de retirarlos. La combinación de la acción
de un harpón en una mano con la del cuchillo de Knapp en la
otra, como yo la he empleado algunas veces, no resulta mejor
que la de los dos liarpones.
No nos queda por recurrir sino á los instrumentos de ac­
ción de tijera para poder acabar la operación. Pero el intro­
ducir 1a, pinza-tijera de de Wecker en un ojo donde exista ya
298
SO C IEDADES C IEN TÍF ICA S
lina ancha comunicación entre la cámara anterior y el cuerpo
vitreo, 110 se efectuará sin pérdida de éste, accidente pavoroso
por sus incalculables consecuencias.
Veo tres medios de poder llegar á cortar estos hilos elásti­
cos sin pérdida de vitreo:
1.° Por una pinza-tijera, sistema Levinsohn, que entra
más fácilmente por el borde de la esclerótica y cierra por com ­
pleto la cámara anterior.
2.° Por un procedimiento análogo al de Lougnon, que en­
sarta las opacidades pupilares en la cámara anterior con una
aguja acanalada y las corta con una culebrina sobre el canal
de dicha aguja.
Lougnon punciona la córnea sobre dos puntos simétricos á
dos milímetros del limbo con las dos agujas, exponiendo así á
la formación de sinequias capsulares ó vitreas anteriores. La
punción bien periférica de la cámara anterior con las dos agu­
jas me parece, pues, preferible.
3.° Por el harpón de doble hoja corredera, introducido á
través de la esclerótica en la cámara anterior.
Este instrumento se compone de dos láminas cortantes, la
una, en forma de harpón, engancha y fija la membrana y los
hilos elásticos cuando no es suficiente á repararlos. La segunda
lámina cortante deslizase á lo largo de la primera empujada
por el pulgar y se retira, una vez la cámara anterior puncionada, y corta las opacidades fijadas por la lámina harpón.
El harpón de doble hoja me ha prestado buenos servicios
en casos en los que no habría podido sacar mucho partido de
otros procedimientos, sobre todo en los casos de extrema li­
cuación del humor vitreo. Mencionaré solamente el caso de un
anciano con catarata y sinequia completa de ambos lados. La
extracción en el ojo derecho se hizo con pérdida de humor vi­
treo (más bien acuoso que vitreo). Una vez curada la herida
quedó todo el esfínter enclavado en la cicatriz de la sección;
la mitad inferior del iris estaba fuertemente atraída hacia
arriba, pero ondulante como si descansase sobre el agua; el
harpón de doble hoja llegó á incindir el iris sin pérdida de una
gota de líquido, proporcionando una pupila redonda, central,
de 4 mm. de diámetro,
SO C IEDADES CIEN TÍFICAS
299
Este instrumento permite también otras operaciones deli­
cadas de la cámara anterior cuando su contenido 110 está alte­
rado; disección de sinequias anteriores del iris, de la cápsula y
del mismo cristalino, consecutivas á perforaciones traumáti­
cas ó á úlceras de la córnea, en las cuales lie obtenido excelen­
tes resultados.
Resumiré así las conclusiones de mi comunicación:
En las operaciones de la catarata secundaria, es preciso
evitar todo lo posible la salida del ácueo para prevenir con la
mayor seguridad el enclavamiento y la pérdida del vitreo.
Por esto precisa introducir las agujas, las culebrinas y los
harpones en la cámara anterior á través de la esclerótica y no
á través del limbo ó á través de la córnea. La extracción de la
catarata secundaria deberá limitarse á sus indicaciones más
precisas.
La operación de de W ecker con la pinza-tij6ra, el mejor
procedimiento para las cataratas secundarias engrosadas y
fuertemente adherentes, podría extenderse á un gran número
de cataratas secundarias medianas, perfeccionando la cons­
trucción de su instrumento de modo que permitiera funcionar
sin derramar el humor acuoso.
En cuanto a) harpón de doble hoja corredera, nos prestará
buenos servicios en los casos difíciles, en los que con los pro­
cedimientos empleados hasta aquí, la pérdida del humor acuo­
so sería inevitable.
300
PREN SA O FTALM O LÓGICA
IV. — P R E N S A
OFTALMOLÓGICA
Klinische Monatsblatter für Augenlieilkunde.
(A g o s to d e 1901.)
A n á lisis del D r . M a n u e l M e n a c h o (d e B a r c e lo n a .)
« I .» iridectom ía» debe considerarse en la actualidad com o la
«m ejor operación» contra el glaucom a en «todos» los grupos
clínicos de esta enferm edad, p o r el D r . W a g n e r (Odesa).
( c o n tin u ació n
y
fin )
Según la opinión del A ., el tratamiento general del enferm o no tieneeficacia alguna; la administración local de los mióticos, si bien puede ser
tem poralmente útil, sobre todo para establecer un diagnóstico exacto so­
bre el grado de desarr. lio de la enferm edad, tiene muchas veces el in co n ­
veniente de aplazar la sola operación radical y efectiva, la iridectom ía.
Si las demás operaciones contra el glaucom a (por ejem plo, la esclero­
so mía anterior y la esclerotom ía posterior) han dado buenos resultados
transitorios, nunca han sido coronadas por un éxito durable; la con ocida
teoría do la cicatriz filtrante ha hecho fiasco. A u n admitiendo dicha te o ­
ría, con la iridectom ía se logra además, la libre v fácil com u nicación de la
cám ara anterior con la posterior.
Por lo que se refiere al éxito de la iridectom ía, el A. declara que en
centenares de ellas que ha practicado por g-laucoma, nunca ha observado
agravación del mal cuando ha sido correctam ente ejecutada. Ni en uno
solo de los casos operados á su debido tiempo observó el desarrollo u lte­
rior del glaucom a, y hasta los casos inveterados y avanzados cuentan c u ­
raciones que datan de treinta años, y no hay qu e olvidar que la persisten­
cia de la cu ia ción es de la m ayor im portancia.
E l m ism o A . fu e operado hace veinticinco años por un glau com a del
ojo izquierdo que había tratado durante ocho meses con la eserina; la op e­
ración aprovechó, de suerte que hoy día el ojo operado conserva (aparte
de un ligero astigm atism o) su integridad funcional y el ojo derecho está
norm al ó intacto, sin proceso sim pático ni de otra clase, porque se atacó
el mal á su debido tiempo.
Para com batir y refutar especialm ente las objecion es hechas á la iridectom ía en el glaucoma sim ple, el A . cita cuatro casos de este gru po (de
tres mujeres y de un hom bre) entre cincuenta y cinco y sesenta y cinco
PREN SA O FTA LM O LÓ G IC A
3 01
años de edad, casos dem asiado serios, uno de ellos casi desesperado, y
que lian alcanzado todos una suspensión de sil marcha gracias á la o p e­
ración.
En cuanto á las operaciones sobre el sim pático, el A . 110 puede e n c o n ­
trar suficientem ente probados los éxitos, cuando el mismo A badie, autor
de esta operación, empieza por lim itarla á un gru po circunscrito de en fer­
medades glaucom atosas, y Jonnesco, que la ha em pleado nueve v eces, 110
parece m uy satisfecho de ella.
La iridectom ía es para el A . la reina, ó m ejor dicho, la única op e ra ­
ción cotra iodos los gru pos de glau com a.
O bservaciones ulteriores de diploeocos "o n o có c ic o s que se d e co ­
loraban, según 4¿ram , soltrc la conjuntiva humana, por el D o c t o r
K
rukenberg
(Halle a/s).
Habiendo ya publicado anteriorm ente sus observacion es sobre un m i­
croorganism o de la conjun tiva humana que, pareciéndose m ucho en la
preparación y en su reacción al g o n o co co , presentó en sus cualidades
biológica s diferencias qu e deben separarlo del g ru p o de los g on ococos,
el A . se decidió á hacer in vestigacion es ulteriores para saber si tales o r ­
ganism os, que podían m uy bien inducir á error, se encontraban á m enu­
do en la conjuntiva humana.
Estas investigaciones le parecen tener cierto valor, puesto que d e b í
tenerse en cu én ta la existencia de estos m icroorganism os que pueden in­
ducir á errores de diagnóstico.
En efecto, el A . con sigu ió observar en tres casos, entre 40 pacientes
som etidos á la investigación, m icrobios que, siendo iguales á los g o n o c o ­
cos en cuanto á las reaciones Gram, presentaban diferencias biológicas.
Presentaban vegetación abundante sobre los cultivos ordinarios; una
resistencia extraordinaria; prosperaban hasta en el suevo sanguíneo ani­
mal. de Loffler, sobre el que el g o n o co co apenas se desarrolla, y por fin,
crecen abundantem ente y pueden trasplantarse á discreción sobre el caldo
de agar ordinario y en parte en la gelatina y en las patatas, lo que nunca
ticue lugar con el gonococo.
El A . cita casos de otros autores, encontrándolos en resumen m uy
escasos.
H abiendo sido encontrados los m icrobios en m em branas intactas, pare­
cen no son patógenos.
Cree que el diagn óstico práctico actual no perderá e.11 im portancia por
las investigaciones m encionadas.
P osibilidad de diferen ciar las sensaciones del ojo derecho de las
del ojo Í7.(|iiicrdo, é im portancia de esta diferen ciación |>ara «la
visión estereoscópica», por el D r . H e i n e (Breslau).
Por medio de experiencias m u y ingeniosas cree el A . poder demostrar
302
prensa
Of t a l m
o l ó g ic a
que las sensaciones de lino de los dos ojos pueden separarse muy bien de
las sensaciones del otro .
Para estas in vestigacion es el A . emplea el aparato de B ourdon (alas
que giran alrededor de un eje horizontal-frontal colocadas á la distancia
de 65 milímetros). Puestas la.s alas delante de los ojos, están dispuestas
de manera que cubren alternativam ente el uno ó el otro ojo con pequeños
intervalos de tiempo, en los qu e los dos ojos tienen la vista libre.
Mediante este aparato y con m odificaciones y com plicaciones que d e ­
ben evitar toda in du cción á error (aum entando la distancia entre el objeto
y el sujeto; poniendo los ojos uno debajo de otro por u na com binación de
prismas; colocando prismas abdu ctores ó adductores sobre uno de los ojos
para suprimir la con v erg en cia que podía in du cir á error; haciendo poner
anteojos con un vidrio rojo, otro verde y cubrien do entonces el m anan­
tial de la luz con otros vidrios rojos ó verdes), el A . log ró siem pre saber
con bastante claridad en cuál de los dos ojos se recib ía la sensación.
P ero al mismo tiempo se apercibió de que cuanto más se parecían las
im presiones de un ojo á las del otro, menos podía distinguir si p r o v e ­
nían del ojo derecho ó del izquierdo, porque las diferencias entre las
im ágenes del ojo derecho y del ojo izquierdo, siendo muy pequeñas en la
visión estereoscópica, la distinción entre ellas 110 tendría valor en esta
clase de visión.
Sobre la d irección de los rayos luminosos en la esr|iiiasco|>ia, por
el D r . H e i n e (Breslau).
(Con 5 figuras.)
Si la técn ica de la esquiascopia es fácil de aprender, no puede negarse
que la teoría ofrece á m enudo dificultades.
P or las explicacion es siguientes cree el A . poder contribuir á facilitar
la com prensión de la teoría.
Im aginém onos un hacecillo de rayos lum inosos proyectado solamente
en una mitad de la pupila. Entonces se presentan las cuestiones si­
guientes:
¿Por qué cam ino sale este fascícu lo de rayos cuando el ojo es normal,
hiperm étrope ó m iope? ¿P or la mitad hom o-lateral ó por la opuesta?
¿Qué rotación de espejo cón cav o, cuál de espejo plano hemos de dar
para efectuar la ilum inación de la mitad izquierda ó derecha de la pupila
de un ojo norm al, hiperm étrope ó m iope?
El A . demuestra, con la ayuda de algunos dibujos, que un haz de ra­
y os proyectado en un ojo norm al ó hiperm étrope, sale por la mitad de la
pupila opuesta á la mitad de entrada, mientras proyectado eu un ojo m io­
pe, sale por la misma mitad de entrada de la pupila. Eu otros términos:
luz y som bra se m ueven en el ojo normal é hiperm étrope en la dirección
opuesta, y eu el ojo m iope en la misma dirección que el manantial de lu z.
En cuanto á la cuestión de saber cóm o se debe proceder para efectuar
PREN SA OFTALM O LÓGICA
303
el desplazamiento de los rayos lum inosos de un hem iciclo de la pupila al
otro, el A . ha encontrado la regla práctica: para el espejo cóncavo la luz
y la som bra se m ueven en dirección opuesta á la rotación del espejo, para
el ojo normal ó hiperm étrope, y en la misma dirección para el ojo miope.
Mientras que en el espejo plano la luz y la som bra se m ueven en la m is­
ma dirección de la rotación del espejo para los ojos norm ales é hipcrm étropes y en la dirección opuesta para los miopes.
■51
(Mioma (lo la córnea en «I glaiicoina, por el
D
r
. Stolttng
(H annover).
(Con
3 figuras.)
Según el A ., las teorías de Shw albe, L eber y Fuchs-C hiaccios, cada
una de por sí, no es adm isible en cuanto á las vías nutritivas de la cór­
nea, pero por ellas y por los experim entos que él ha hecho se explica por
la obstrucción de las vías linfáticas en el án gulo in diano el m ecanism o
del edem a de la córnea.
Por esta obstrucción la linfa aumenta extraordinariam ente en el ojo
enferm o, seg ú n se puede dem ostrar experim entalm ente, y si al mismo
tiempo con cu rre una alteración quím ica consecu tiva á un proceso infla­
m atorio, nos explicarem os m ejor el m ecanism o de la lesión.
Pero com o, segú n el A ., la. nutrición de la córnea se verifica por la
periferia, á saber, por el ligam ento pectíneo, la linfa, quím icam ente alte­
rada y detenida cuando las vías norm ales del ángulo de la cám ara están
obstruidas, puede penetrar en cierta cantidad en la córnea á través de las
mallas del lig'amento pectíneo.
Esta tesis que al A . parece confirm ada por las experiencias hechas por
él en tres conejos, está apoyada por otra parte por las observaciones de
W a ld ev er y Laqueur, que han dem ostrado que som etiendo la córnea á la
reacción de sulfato de hierro y el ferriciauuro de potasa, la coloración
característica se observa en todos los canalículos linfáticos, pero especial­
mente en los de la capa periférica de la córnea.
«Invcst ila cio n e s experim entales» soltro el proceso de restitución
en las heridas perforantes y no perforantes (le la córnea, con
consideraciones especiales sobro la intlucneia de la cocaína,
por
el
D r.
A
tsu h ik o
M asugi
(Japón).
Primera parte.
En la prim era parte de esta m on ogra fía detallada, el A . presenta sus
observaciones hechas en una serie de conejos. Después de hacer in cisio­
nes perforantes en la córnea, el A . observó que dos horas después de la
incisión, el canal de la herida se estrechaba y el epitelio de las paredes
llenaba antes la parte media del caual que sus extrem os,
Que este epitelio no puedo proceder del acto de la punción por haber
304
V AK IA
incluido el instrumento algunos giron es en la herida, fué dem ostrado por
el hecho de que una hora después de la operación, las m árgenes del co n ­
ducto practicado estaban todavía lisas y pulidas, sin huellas de epitelio.
El exam en m icroscópico dem ostró que la proliferación de las células
destinadas á restablecer el estado norm al, no em pieza en la inm ediación
de la herida, sino á cierta distancia de ente lugar.
(Se continuará.)
V. — V A R I A
Para facilitar el difícil acceso al ganglio ciliar, cu 3'a abla­
ción, en los casos de glaucoma absoluto, podría quizá reem­
plazar la enucleación del globo ocular, Terrien aconseja la
técnica siguiente:
Empieza practicando la operación de Kronlein; bien recli­
nado afuera el colgajo osteo-perióstico, secciónase el puente
cutáneo que separa la comisura externa del labio externo de
la incisión; incíndese luego la conjuntiva bulbar á este nivel,
y el recto externo es seccionado á algunos milímetros de su
inserción escleral: colócase una pinza de forcipresión en am­
bos labios del tendón. El oblicuo menor, puesto al descubierto,
es también seccionado. Fuertemente luxado liacia dentro el
globo ocular con una pinza de Kocher, seccionada horizontalmente de delante atrás la cápsula de Tenon, se hunde una
sonda acanalada en el embudo grasiento hasta llegar al nervio
óptico, que es fácilmente denudado. Aparece entonces clara­
mente el paquete externo más importante de los nervios cilia­
res, y en su extremidad, fondo del embudo grasiento, el gan­
glio ciliar, que es presa con una pinza y arrancado.
F. T e r r i e n . — Note sur Vextirpation clu ganglion ciliaire.
(Soc. de Chir., 23 Avril 1902.)
Con motivo del traslado á Barcelona de la Redacción y
Administración de nuestra Revista, desde prim eros de Junio,
rogamos á nuestros colaboradores, suscriptores y á la prensa
médica, que todo lo concerniente á la Redacción y Adminis­
tración sea dirigido al Dr, M. Menacho, calle de Cortes, nú­
mero 284. Barcelona.
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