trabajadores en movimiento: flujos migratorios y cualificación

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TRABAJADORES EN MOVIMIENTO: FLUJOS MIGRATORIOS Y CUALIFICACIÓN LABORAL
EN EL MADRID DEL SIGLO XVIII1.
JOSÉ A. NIETO SÁNCHEZ (Grupo Taller de Historia Social, DEPARTAMENTO DE
HISTORIA MODERNA, UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID)
Tras años de estudio de los movimientos migratorios, un importante esfuerzo de
investigación ha mostrado la poca solidez de una teoría –la de la modernización- que
situaba a la movilidad laboral que trajeron consigo la industrialización y la urbanización
como uno de los factores básicos que diferenciaban a la Europa previa al siglo XIX y la
posterior2. Gracias a la investigación de autores como Jan y Leo Lucassen, L. Page
Moch, Klaus Bade o Steve Hochstadt es ya un hecho probado que los trabajadores
preindustriales no eran estáticos, y que la Europa de la Edad Moderna tenía flujos
laborales propios, relaciones dinámicas entre el campo y la ciudad, así como una
marcada complementariedad entre los movimientos migratorios de corto radio y los
de muy largo alcance3.
El grueso de estos estudios críticos ha tenido dificultades para analizar el período
anterior al siglo XIX en lo relativo a las pautas migratorias de los trabajadores
cualificados. Por ello, persisten colectivos etiquetados como sedentarios debido a la
influencia gremial en el ámbito de ciertas actividades. Un énfasis en los aspectos
negativos de las instituciones corporativas ha acabado por relacionarlas con la causa
de esta inmovilidad laboral urbana. Desde esta perspectiva, la transmisión del oficio de
padres a hijos o las diferentes cuotas de examen dependiendo de la pertenencia o no
de un familiar al gremio en cuestión, ayudarían a su vez a entender las dificultades
para la incorporación de nuevos candidatos a maestros, lo que habría acabado por
desincentivar el traslado a las ciudades.
Por suerte, desde hace al menos dos décadas está teniendo lugar en Europa una
profunda revisión historiográfica del papel desempeñado por los gremios en la Edad
1
Este trabajo se inserta en el marco de los proyectos de investigación HAR2011-27898-C02-02
(Permanencias y cambios en la sociedad del Antiguo Régimen, ss. XVI-XIX. Una perspectiva desde
Madrid) y –proyecto coordinado– HAR2011-27898-C02-00 (Cambios y resistencias sociales en la edad
moderna: un análisis comparativo entre el centro y la periferia mediterránea de la monarquía
hispánica), ambos del Plan Nacional I+D+i (MICINN), 2011-2014.
2
Como ha indicado Leo Lucassen, en el ámbito del estudio de las migraciones la teoría de la
modernización arranca de la publicación de las “Leyes de migración” de Ravenstein en el Journal of the
Royal Statistical Society a finales de la década de 1880. L. Lucassen « Migration and Mobility in Britain since
the XVIIIth Century London, University College London Press, 1998 », Annales de démographie historique,
2/2002 (104), pp. 101-103.
3
J. Lucassen, Migrant Labour in Europe 1600-1900. The Drift to the North Sea, Londres, Croom Helm,
1987, L. Page Moch, Moving Europeans. Migrations in Western Europe since 1650, Bloomington, 1992,
S. Hochstadt, Mobility and Modernity. Migration in Germany, 1820-1989, Ann Arbor, 1999, Klaus J.
Bade, Europa en movimiento. Las migraciones desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días,
Barceloca, Crítica, 2003, J. y L. Lucassen, The mobility transition in Europe revisited, 1500-1900,
Sources and methods, International Institute of Social History, 2010.
1
Moderna. Hasta los años ochenta del siglo XX, estas instituciones laborales se
contemplaban como una de las principales causas de que el Viejo Continente no
hubiese desarrollado todas sus potencialidades económicas. Los gremios estaban al
servicio de una elite urbana de naturaleza rentista, eran una prolongación de la
organización laboral de la Edad Media, solo miraban por el interés de un puñado de
artesanos y, en suma, eran tildados de homogéneos, marcadamente monopolistas,
ineficientes, restrictivos, conservadores y arcaicos.
Esta rígida visión de los gremios ha cambiado gracias a análisis que han estudiado estas
instituciones desde ángulos que priman la diversidad gremial, su capacidad
empresarial o la adaptación a los cambios demostrada durante el largo período en el
que persistieron las corporaciones de oficio. El retorno historiográfico de los gremios
está acentuando los rasgos multiformes de estas instituciones y dando entrada en su
estudio a aspectos hasta ahora vedados como la innovación tecnológica, la
subcontratación del trabajo, la difusión de los conocimientos artesanos o la movilidad
laboral. En esta línea, los gremios han dejado de ser carteles monopolísticos para pasar
a ser vistos como instituciones capaces de crear mercados de trabajo propios, reducir
los costes de transacción, resolver los problemas derivados de una información
asimétrica y estimular el crecimiento económico gracias a la elaboración de productos
de calidad más elevada y una producción más eficiente de capital humano. Este revivir
gremial ha sido posible por la vuelta al archivo y la realización de importantes bases de
datos con la nueva y diversa documentación elaborada por los propios gremios4.
En España han sido pocos los estudios que se han hecho eco de este “retorno gremial”,
de manera que siguen estando muy asentadas algunas ideas sobre estas instituciones.
En el presente trabajo haré una crítica de dos de ellas: la primera, la que alude a una
casta cerrada de maestros que se reserva celosamente la agremiación para sus hijos y
familiares; y, la segunda, la de unas organizaciones que fomentaron que el trabajo
cualificado se reclutase entre la población nativa de las grandes ciudades y, por ende,
alentasen la inmovilidad geográfica de este tipo de trabajadores. Lo que les propongo
aquí es un análisis de la población artesana de Madrid en el contexto del crecimiento y
cambio demográfico que experimentó la ciudad en el siglo XVIII5.
Intentaré demostrar que al menos en nuestra ciudad la mano de obra agremiada no se
reclutó en el seno de la familia de los mismos maestros, lo que abre la posibilidad de
estudiar los mercados de trabajo organizados por los propios gremios y, por ende, las
4
Los mejores exponentes de esta revalorización gremial son las recopilaciones de artículos aparecidas
en S. R. Esptein y M. Prak, Guilds, Innovation and the European Economy, 1400-1800, Cambridge,
Cambridge University Press, 2008; J. Lucassen, T. De Moor y J. L. van Zanden (eds.), The Return of the
Guilds, International Review of Social History Supplements, 16, Internationaal Instituut voor Sociale
Geschiedenis, Amsterdam & Utrecht University, 2009.
5
He profundizado en este contexto en J. A. Nieto Sánchez, Artesanos y mercaderes. Una historia social
y económica de Madrid, 1450-1850, Madrid, Fundamentos, 2006, pp. 291 y ss.
2
pautas de movilidad de los trabajadores cualificados que acabaron confluyendo en
nuestra ciudad6. En Madrid no veremos ni a unos gremios dominados por una élite ni a
unos trabajadores que solo comenzaron a abandonar el sedentarismo entrado el siglo
XIX. La etapa previa a la industrialización tuvo sus propios patrones de
comportamiento, y entre ellos unas específicas pautas de movilidad laboral. Estas
pautas también se aplican a Madrid7.
Fuentes
El grueso de mis hipótesis se sustenta en el estudio de un documento muy conocido,
pero poco analizado en profundidad desde la perspectiva de la reproducción de los
oficios y la movilidad geográfica del trabajo: las cartas de maestría o de examen8. ¿Qué
es una carta de examen? El documento expedido por un escribano que acreditaba la
incorporación de un oficial al grado de maestro en un gremio determinado9. Esta
fuente es vital para nuestra investigación ya que la mayoría de las cartas incluyen
datos como el nombre del nuevo maestro, su lugar de nacimiento y vecindad, la edad,
los nombres de los padres (y a veces la profesión del padre), el lugar de nacimiento de
estos últimos y el estado civil del nuevo maestro. Hay otra información que aparece
mucho menos como el nombre de la mujer del nuevo agremiado, la ubicación de su
taller, el tiempo transcurrido entre la entrada en el aprendizaje y la adquisición de la
maestría10.
6
Al estudiar los gremios desde la perspectiva de la movilidad laboral y la formación de mercados de
trabajo es necesario abandonar un enfoque local en aras a percibir los diversos flujos migratorios que
vinculaban el campo y la ciudad, la capital y un amplio territorio peninsular, e incluso la ciudad y buena
parte del continente europeo.
7
Patrones propios que ya han sido estudiados en profundidad para los oficios cualificados urbanos del
resto de Europa en los trabajos de M. Sonenscher, “Journeymen´s Migrations and Workshop
Organization in Eighteenth-century France”, Work in France. Representations, meaning, organization
and practice, Ithaca, Nueva York, 1986, pp. 74-96; E. J. Shephard, “Movilidad social y geográfica del
artesanado en el siglo XVIII: estudio de la admisión a los gremios de Dijon, 1700-1790”, en V. López y J.
Nieto (eds.), El trabajo en la encrucijada. Artesanos urbanos en la Europa de la Edad Moderna, Madrid,
Libros de la Catarata, 1996, pp. 37-69; J. Ehmer, “Worlds of Mobility: Migration Patterns of Vieneese
th
Artisans in the 18 Century”, en G. Crossick (ed.), The Artisan and the European Town, Aldershot, 1997,
pp. (esp. 179-180); J. R. Epstein, “Labour Mobility, Journeymen Organizations and Markets in Skilled
th
Labour, 14th- 18 Centuries”, en M. Arroux and P. Monnet (eds.), La technician dans la cite en Europe
occidentale 1250-1650, Roma, 2004, pp. 251-269.
8
Para el caso español solo conozco que hayan estudiado esta documentación en profundidad y para
fines análogos a los nuestros, F. Díez, Viles y mecánicos. Trabajo y sociedad en la Valencia
preindustrial, Valencia, Edicions Alfons el Magnánim, 1990; P. Miralles Martínez, La sociedad de la seda.
Comercio, manufactura y relaciones sociales en Murcia durante el siglo XVII, Murcia, Universidad de
Murcia, 2002 y J. C. Zofío Llorente, Gremios y artesanos en Madrid, 1550-1650. La sociedad del trabajo
en una ciudad cortesana preindustrial, Madrid, CSIC-Instituto de Estudios Madrileños, 2005.
9
En algunos casos, como en los carpinteros, el documento añade que los examinadores han recogido
una información previa del aspirante en la que se avala que es cierto el tiempo que aduce ha estado
ejerciendo el oficio como aprendiz y oficial.
10
Vaya por delante que no todas las cartas facilitan estos datos. Muchas son muy estereotipadas y no
permiten discernir la procedencia de los padres o el tiempo transcurrido desde el aprendizaje a la
maestría. La suerte es que casi todas referencian procedencia y edad.
3
Todas las cartas que he encontrado son manuscritas. En la actualidad he logrado
recopilar 3.243 relativas al siglo XVIII custodiadas en el Archivo Histórico de Protocolos
Notariales de Madrid (ver Apéndice 1). Junto a estas cartas he recogido cerca de 400
referencias de fabriqueros y de dos centenares de canteros en aras a ofrecer una
visión comparativa de estos oficios cualificados pero no formalmente reconocidos. Las
fuentes utilizadas para los fabriqueros proceden también de información notarial en lo
tocante a la muestra de la primera mitad del siglo XVIII, mientras que los recogidos en
1794 lo son de documentación de la administración del abasto de carbón. La
concerniente a los canteros procede de una miscelánea en la que se incluye
información de archivo con bibliografía11. Vaya por delante que éste es un trabajo que
está en una fase de recogida de información, de la que hemos extraído unas primeras
conclusiones provisionales.
Hay varios problemas inherentes a la fuente principal: el primero es el de la
representatividad de los datos. En Madrid había casi 200 escribanos protocolizando
documentos en el siglo XVIII cada año, lo que sitúa en 20.000 protocolos el total
potencial a consultar. Carecemos además de un listado completo de todas las
escrituras notariales allí custodiadas. Por suerte, los gremios tendían a escriturar sus
documentos siempre con una serie de escribanos. Por ello, sabemos que muchas de
las acciones legales que realizaban, como sus asambleas para elegir cargos, fueron
protocolizadas por los mismos escribanos que también escrituraron los exámenes. En
los Libros de Acuerdos de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte custodiados en el Archivo
Histórico Nacional existen estas actas de las elecciones gremiales donde se recoge el
nombre del escribano que da fe de este acto. Esta es una primera pista para acceder a
la documentación del citado archivo notarial.
Para comprobar que las cartas de examen depositadas en este archivo eran todas las
que fueron formalizadas contrastamos sus datos con el único caso que hemos podido
hacerlo –pero el más representativo en cuanto a volumen- el del gremio de sastres, del
que se conserva un libro de cuentas, un valioso ejemplar que cubre prácticamente
toda la segunda mitad del siglo XVIII y que se puede consultar en la sección Fondos
Contemporáneos del Archivo Histórico Nacional,. En este caso, la labor de
comprobación arrojó que los nuevos maestros matriculados entre 1759 y 1799 fueron
1.073, mientras que los que aparecen en los protocolos son 1.077. Al menos, por
tanto, en esos 40 años sabemos que la serie es completa 12 . También estoy
completamente convencido de haber encontrado la totalidad de las cartas de los
mismos sastres entre 1740 y 1758, pues en el Archivo Histórico de Protocolos de
Madrid he localizado un libro exclusivo de cartas de examen entre 1740 y 1753,
11
Como siempre en lo relativo al carbón debo las referencias a la gentileza de Santos y Gonzalo
Madrazo, Javier Hernando y José Ubaldo Bernardos. Los listados que me han proporcionado para 1794
proceden de Archivo General de Simancas, Dirección General de Rentas, legajos 393-397 y 403.
12
Archivo Histórico Nacional (en lo que sigue AHN), Delegación de Hacienda. Fondo Histórico, lib. 42.
4
mientras que el mismo escribano sigue protocolizando hasta 1758. Por tanto, los
sastres nos ofrecen una confianza casi absoluta entre 1740 y 1799. No puedo decir lo
mismo de los otros oficios, pues carecemos de sus libros de cuenta o registro13.
Las cartas encontradas cubren un total de 44 oficios e incluyen tanto a ocupaciones
con muchos miembros –sastres, carpinteros- como a otras que tenían muy poca
población trabajadora. En la actualidad he conseguido construir varias series de cartas
de los gremios más importantes: de los sastres, con 1.776 cartas, la serie está
prácticamente completa, a excepción de la primera década del siglo; las 589 cartas de
los carpinteros cubren casi todo el siglo, pero quedan por localizar las
correspondientes a los períodos 1729-39, 1742-1757 y 1798-99. De un oficio más
pequeño, como la cerería, hemos localizado una serie muy homogénea de cartas –un
total de 117- que cubre las décadas de 1710-20 y 1740-1780. En otros oficios la
homogeneidad es menor, pero en seis casos he localizado series que sobrepasan las 40
cartas (emballenadores y cotilleros (90), tratantes de ropa usada o prenderos (85),
cerrajeros (82), ropavejeros (51), caldereros (48) y herreros de grueso (43))14.
La mayor parte de la información que voy a exponer procede de estos diez oficios por
ser, como he mencionado, los que ofrecen en el momento actual de la investigación
series homogéneas de información, así como un número nutrido y bastante
representativo de cartas. De hecho, dos de los gremios elegidos presentan un ritmo de
incorporación muy importante, como los sastres -que podían admitir a 40 nuevos
maestros al año en la década de 1780, aunque la media de la segunda mitad del siglo
XVIII fue de 21,5 maestros año- y los carpinteros que lo hacían a una media de 9,3
entre 1760 y 1789 (Gráfico 1). Mientras tanto, los emballenadores y cotilleros pasaron
de reclutar a casi 7 nuevos maestros en la década de 1730 a menos de tres en la de
13
En el Archivo Histórico Nacional también existe una relación de incorporaciones de nuevos maestros
sastres que cubren el período de septiembre de 1707 a finales de 1715, pero no he localizado aún sus
correspondientes cartas de examen en el archivo notarial. AHN, Delegación de Hacienda. Fondos
contemporáneos, leg. 191, caja 2, exp. 93. De este período, por tanto, desconocemos los datos de
procedencia, edad, estado civil o profesión de los padres.
14
Los protocolos consultados para elaborar las bases de datos de estos oficios más nutridos han sido
más de 100. Para el caso de los oficios más importantes tienen las siguientes signaturas: Archivo
Histórico de Protocolos de Madrid (en lo que sigue AHPM), prots. 14521, 14523, 14526, 14528, 14584,
14774, 16225, 16476, 16477, 16548, 16549, 16765, 16768, 16769, 16834, 16835, 18896, 18898-18901,
19442-19445, 20152, 20153 y 21548-21558 (para los sastres), 14505, 14508, 14510, 14514, 14517,
14518, 14521, 14523, 14526, 14528, 16555, 16558, 16560, 17620-17649 y 20150-20158 (carpinteros),
16762-16768 (emballenadores y cotilleros), 18900, 18901 y 19442-19445 (herreros de grueso), 1749317497 y 20248 (prenderos), 16762-16768 y 20389-20391 (caldereros), 16680-85, 17637-39, 17641,
17643-44, 17646-49 (cereros), 18897-18899 y 21548-21557 (sombrereros). Dado lo extenso del listado,
omito las referencias del resto de oficios con las que he elaborado el cuadro 1 del apéndice. El mal
estado de conservación ha hecho imposible la consulta del protocolo 14512 donde se contienen las
cartas de examen de los carpinteros entre 1705 y 1706.
5
1750, y sabemos que un buen número de oficios solo incorporaban a uno o dos nuevos
maestros al año15.
Gráfico 1. Evolución de la incorporación de nuevos maestros sastres y carpinteros,
siglo XVIII (números totales por décadas)
400
350
300
250
200
sastres
150
carpinteros
100
50
0
1700
1710
1720
1730
1740
1750
1760
1770
1780
1790
Las cartas de maestría permiten analizar la estructura gremial de la economía en tanto
que relacionan ésta con el acceso de los trabajadores al estatuto independiente de
maestro. Claro está que esto limita la investigación a los oficios corporativizados y al
estrato superior de la comunidad gremial, es decir, a los maestros, aquellos que tenían
en exclusiva el derecho a elaborar y poner a la venta sus productos dentro de la
jurisdicción municipal. Los demás miembros de la variopinta comunidad gremial,
aprendices, oficiales, mancebos, meseros o añeros quedan fuera del análisis por las
limitaciones de la fuente16. Las cartas también dejan a un lado a todos aquellos oficios
cualificados, como fabriqueros y canteros, que no vieron reconocida su agremiación y,
por tanto, carecían de regulación y pruebas de acceso.
La obtención de la destreza: procedimientos formales e informales
El examen era la llave que facilitaba el acceso a la maestría en los oficios
corporativizados y, por ende, era el instrumento utilizado por estos para garantizar su
reproducción. La minuciosa regulación dada a los exámenes en las ordenanzas revela
el interés que los gremios dedicaban al acceso a la maestría.
15
Un documento del Archivo Histórico Nacional alude a que en Madrid el ritmo de reclutamiento era
muy desigual. De los ocho gremios que en 1768 pagaban derechos a la Sala de Alcaldes por expedir las
cartas de examen en su escribanía de gobierno, maestros de coches, alojeros, silleros, guarnicioneros,
confiteros, guanteros y jalmeros solo examinaban a un máximo de cinco oficiales al año, mientras que
los zapateros de nuevo superaban las dos decenas. AHN, Consejos, Lib. 1.356, ff. 559r-536r.
16
Aunque las hay para estos colectivos: existen sobre todo cartas de aprendizaje. Dejaremos su estudio
para posteriores trabajos, dada su importancia en la reproducción de los oficios aquí estudiados.
6
Es de sobra sabido que los gremios imponían en sus ordenanzas unos requisitos para
poder acceder al grado de maestro. Entre los más conocidos estaban la consecución de
los pasos previos del aprendizaje y la oficialía, así como la realización de un examen y
la subsiguiente tasa de ingreso en la categoría de los maestros. Algunos gremios
añadían también una cuota para el sostenimiento de su cofradía. Otros requisitos
económicos, como la presentación de un fiador eran exclusiva de corporaciones donde
era el gasto de la prueba de examen era importante (curtidores) o se intentaba
garantizar el pago de los derechos (tejedores de lienzo). Pese a ser un requisito muy
conocido, la presentación de pruebas de limpieza de sangre era marginal y solo
afectaba a los oficios vinculados con el metal (mercaderes de hierro y herreros de
grueso). Estos últimos se mostraron muy exigentes a finales del siglo XVIII y a las
pruebas que demostrasen la cristiandad del aspirante a maestro desde 1781 añadieron
la necesidad de un memorial suplicatorio, los certificados de bautismo y de haber
ejercido de aprendiz y oficial.
Mucho menos conocido es que estos requerimientos eran manejados
estratégicamente por los mismos gremios así como por la monarquía con el objetivo
de garantizar tanto la entrada -o no- de nuevos miembros, como la estabilidad social.
Veamos estas estrategias a partir de la parte económica que constituyen los derechos
o tasas de examen.
A mediados del siglo XVIII, el gremio de sastres, el más nutrido de la ciudad, con 420
maestros y nada menos que 703 oficiales, atravesaba por una importante crisis
económica derivada de unas nutridas imposiciones fiscales y la construcción de la sede
gremial –en la calle de la Paz-, lo que había motivado la suscripción de voluminosos
préstamos. Para solucionar su problema financiero el gremio acudió al socorrido
método de la subida de las tasas de examen, pero el Consejo de Castilla, fiel a una
política paternalista, decidió mantenerlas a niveles relativamente bajos –se negó a
aceptar la solicitud del gremio de fijar los derechos en 541 reales y solo en 1787
admitió pasar de los 108 reales exigidos hasta entonces a 126- que permitieron la
entrada de muchos oficiales procedentes de lugares muy alejados de Madrid17.
Los carpinteros parecen haber optado por medidas similares, pero con efectos
diferentes. Al igual que los sastres, no modificaron las tasas de examen, siguiendo
17
Los problemas con la sala en AHN, Consejos, leg. 490. Que las tasas eran bajas no es mera retórica. Los
oficiales de Zaragoza y Huesca sabían bien que el gremio madrileño era el chocolate del loro. Desde
1774 los primeros debían pagar nada menos que 637 reales en su ciudad natal, el equivalente a 213 días
de trabajo o cinco veces más que los madrileños; lo que explica tanto que reclamasen que los derechos
de examen se redujesen al nivel de Madrid -o a 200 reales-, como que, ante la negativa del gremio a
aceptar su demanda, se decidiesen a emigrar a la capital (como veremos más tarde al hablar de la
movilidad). A. Peiró Arroyo, Jornaleros y mancebos. Identidad, organización y conflicto en los
trabajadores del Antiguo Régimen, Barcelona, Crítica, 2002, p. 144. Por su parte, los de Huesca parecen
haber jugado la baza de examinarse directamente en Madrid y pleitear después ante el Consejo de
Castilla para conseguir que el título madrileño se convalidase en Aragón. Tres poderes para pleitos de
1785 avalan esta práctica. AHPM, prot. 19.445, ff. 66, 145 y 147.
7
vigentes a lo largo del XVIII los 22 reales que fijaban por este concepto las ordenanzas
de 1668. Esto permitió que entre 1757 y 1799 casi se doblara el número de maestros –
los 309 de 1757 eran 599 en 1799- pero, sobre todo, que aumentaran mucho más las
cifras de los oficiales, que pasaron de cerca de 800 a 2.301 entre ambos años; o, lo que
es igual, un promedio de casi cuatro por maestro en la última fecha. Los maestros
tenían, por ende, negocios más prósperos, acordes posiblemente con una mayor
demanda y reservados a un número creciente de maestros.
Los oficios menos numerosos sí optaron por aumentar los derechos de examen, pero
los mantuvieron a unos niveles asequibles debido también al férreo control del
Consejo de Castilla. En 1725 los cotilleros y emballenadores tuvieron que renunciar a
una propuesta de elevar las tasas a 550 reales, y todos los que se examinaron entre
1733 y 1756 pagaron 110 reales. Las ordenanzas de los herreros de 1760 fijaron la tasa
en 220 reales, reducida a la mitad solo para los hijos de los maestros. Tampoco
observaron aumentos los 95 reales exigidos por los prenderos desde 175018.
Otros gremios fueron más rigurosos y encontraron el apoyo del Consejo de Castilla en
su pretensión de subir las tasas. Las ordenanzas de 1757 de los silleros y
guarnicioneros fijaron unas condiciones draconianas para los maestros recién llegados:
264 y 396 reales respectivamente, es decir, justo el doble de los oficiales que habían
aprendido en Madrid. Es más a los aspirantes foráneos no les valía con presentar la
carta de examen de la localidad de origen19.
Los datos que acabamos de ver avalan que el número de maestros y trabajadores
inscritos en los gremios fue cambiando a lo largo del siglo debido al propio crecimiento
experimentado por la mano de obra total de la ciudad, pero sobre todo así como a
estrategias de los propios gremios por controlar el volumen de las diferentes
categorías ocupacionales en beneficio de los maestros. En última instancia, los gremios
se vieron constreñidos por la política de un Consejo de Castilla que veló para que
Madrid tuviese bajas tasas de examen con el fin de facilitar la entrada en los gremios
de buen número de oficiales en aras a mantener la paz social en la ciudad. En suma, el
aporte de nuevos maestros obedeció a causas económicas y políticas, y no tanto a
razones puramente demográficas, de manera que es posible sostener que el
reconocimiento a la destreza por procedimientos formalmente reconocidos no parece
que fuese un problema en Madrid durante todo el siglo XVIII para buena parte de los
aspirantes a maestros.
La reproducción de los oficios que acabamos de ver muestra una de las caras del
problema que estamos tratando. Pero las cartas de examen solo se refieren a oficios
18
AHN, Consejos, leg. 12.531 (cotilleros), Archivo General de Simancas, Consejo Supremo de Hacienda,
Junta de Comercio y Moneda, leg. 317, exp. 2 (herreros de grueso) y Archivo de la Villa de Madrid
(AVM), Corregimiento, 1-51-38 (prenderos).
19
AVM, Secretaría, 2-244-3 y 2-244-18.
8
institucionalizados, es decir, los que tenían una identidad corporativa y estatuto de
gremio. ¿Qué pasaba con los oficios que no tenían este estatuto? ¿Cómo se certificaba
la cualificación en oficios no corporativizados? ¿Era necesaria una prueba, como el
examen gremial, para obtener el reconocimiento formal de las instituciones
reguladoras del mundo laboral? Estas preguntas aluden al curriculum oculto del grueso
de los trabajadores madrileños y cuestionan aspectos de una teoría, la del capital
humano, que tiene muchas dificultades para adecuarse a épocas donde no estaban
sólidamente establecidas las instituciones formales que certificaban el reconocimiento
de la cualificación y donde la alfabetización –y, por ende, la cultura escrita- no estaba
tan extendida como lo sería posteriomente20.
A falta de una prueba reconocida formalmente, en los oficios no agremiados se revela
imprescindible la fusión de paisanaje, parentesco, confianza y prestigio adquirido
(tanto individual como colectivo), a la hora tanto de adquirir las habilidades técnicas
inherentes al oficio como de conseguir trabajo. En este sentido, resulta sumamente
ilustrativo lo sucedido con los dos oficios no agremiados que hemos seleccionado para
nuestro estudio. No en vano, las cuadrillas de fabriqueros de carbón y canteros se
reclutaban entre operarios de zonas muy concretas –lo que reforzaba el prestigio del
área, así como el capital social colectivo- y muchas de ellas estaban formadas por
miembros de las mismas familias.
Pese a no contar con examen y estructura corporativa, los fabriqueros eran un oficio
cualificado que requería de mucha destreza, el conocimiento de unas operaciones
técnicas muy minuciosas y unas funciones de gestión que incluían la recluta del trabajo
(destajeros y mozos de fábrica) que fuese igualmente hábil y posibilitase una óptima
calidad de carbón así como una rápida disposición de éste. No todo el mundo valía
para levantar un horno de carbón, por lo que los fabriqueros principales tenían que
conocer bien la composición de las cuadrillas, y la repetición en los montes cercanos a
Madrid de mozos y destajeros de las mismas áreas geográficas revela que los
fabriqueros confiaban en aquellos que habían hecho bien su trabajo en temporadas
anteriores. El éxito de algunos fabriqueros, manifestado en su ascenso hasta la
obligación del carbón, la cúspide del sector, se basó en la combinación de la recluta de
buenos trabajadores y el conocimiento del engranaje administrativo y comercial
propio del sector del carbón madrileño21.
20
Hay muchos problemas relativos a las fuentes vinculadas con los artesanos y la alfabetización. Aunque
es una de las pocas pistas para seguir de forma seriada la evolución de la instrucción de los maestros, no
veo muy convincente ligar alfabetización con la posibilidad de firmar, como se hace, en el por otro lado,
magnífico estudio de J. Soubeyroux, “L´Alphabetisation des corporations de metiers madrilenes aux
XVIIème et XVIIIéme siecles”, en S. Madrazo y V. Pinto, Madrid en la época moderna: Espacio, sociedad
y cultura, Madrid, Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid, 1991, pp. 201-215.
21
J. A. Nieto, “Los “fabriqueros”: una pieza clave en la organización madrileña del carbón en la primera
mitad del siglo XVIII”, Revista de Historia Industrial, 44, 2010, 3, pp. 17-38, esp. 22-23.
9
Que la falta de prueba formal de acceso al oficio no impedía la existencia de
cualificados y exitosos operarios se refuerza en las biografías de algunos fabriqueros.
Valgan los ejemplos de trabajadores portugueses que comenzaron en la misma fábrica
de carbón y se valieron de su experiencia como gestores a través de la fábrica para dar
el salto a la obligación. El fabriquero Tiatonio Domínguez procedía de una más de las
cuadrillas reclutadas por los obligados de Madrid en Parada de Monte, en el concejo
de Valladares (arzobispado de Braga). Sus inicios en la fábrica datan, al menos de 1729,
realizando toda su carrera a las órdenes del obligado Pedro Vázquez. A la muerte de
éste en 1745 Tiatonio casó con su viuda y sucedió al difunto en la gestión de la
obligación. Usando el trampolín del matrimonio así como sus contactos con la casa de
la reina Bárbara de Braganza, Tiatonio se convirtió en uno de los obligados más
influyentes del Madrid de mediados del siglo XVIII. La procedencia de los fabriqueros
contratados para su negocio incide en el área de su tierra natal. Del fabriquero José
Estévez desconocemos su procedencia exacta, pero sabemos que pertenecía a una
nutrida saga de trabajadores del carbón (un total de 5). El mismo aparece por primera
vez en la fábrica en 1725 a las órdenes del obligado Juan Álvarez, quien en esa fecha ya
le consideraba su “fabriquero principal”. Dos años después tuvo problemas y su nuevo
obligado tuvo que pagar una fianza para sacarle de la cárcel. Pero la experiencia
ganada en sus años de fabriquero, le permitió conocer todos los ángulos del oficio,
convertirse en tratante, establecer negocios con el duque de Osuna y el embajador de
Portugal y finalmente alcanzar el grado de obligado en 1733 (lo que le facilitaba
contratar con el ayuntamiento de Madrid). Veinte años después disponía de carretería
propia, era muy famoso en Madrid y los que le conocían, junto al respeto que le tenía
todo el mundo, coincidían en que repartía favores por donde pasaba. No en vano, dos
años antes, en el invierno crítico de 1751, desplegó una estrategia de captación de
hasta 9 fabriqueros para comprar y tantear montes. Por su nómina pasaron vecinos de
pueblos de amplia tradición fabriquera (de los toledanos Mazarambroz y Santa Cruz de
Retamar, y el madrileño Bustarviejo), así como paisanos como Mateo Álvarez22.
Los fabriqueros eran una mano de obra muy especializada, pero desprestigiada en aras
a mantener precios bajos de venta por el producto que elaboraban. La situación de los
canteros era similar, pues si sus productos eran valorados socialmente y su mano de
obra se sabía imprescindible, se les negaba también la corporativización en aras a
evitar tanto que se elevaran sus salarios como la formación de un frente de agitación
laboral. En la mayor parte de Castilla el oficio de cantero ni estaba agremiado ni
regulado23, y en Madrid las diferentes peticiones elevadas en este sentido por nuestros
22
El grueso de las notas biográficas de Tiatonio Domínguez y José Estévez proceden de las declaraciones
efectuadas en un pleito con el procurador Personero. AHN, Consejos, leg. 2.020.
23
Hay, con todo, excepciones, procedentes de la agremiación de los canteros en ciudades como Murcia
y Lorca. J. L. García Abellán, Organización de los gremios en la Murcia del siglo XVIII, Murcia, 1976 y C.
de la Peña Velasco, “Declaración de actitud para el ejercicio de alarife en el siglo XVIII: la consecución de
la maestría”, Anales de la Universidad de Murcia, 1984-85, pp. 141-162.
10
protagonistas al Consejo de Castilla fueron negadas al considerar esta magistratura
que los precedentes conflictivos del oficio se reforzarían con su agremiación24. Estas
negativas, empero, no impidieron que los miembros del oficio mejor instruidos
consiguiesen una suerte de agremiación por la vía de integrarse en la cofradía de
Nuestra Señora de Belén, corporación a la que solo se permitía el examen de los
“oficios mecánicos” del sector de la construcción25. Pero el reconocimiento formal no
llegó a todo el oficio, razón por la que, al igual que los fabriqueros, la recluta del factor
trabajo no se realizaba mediante los pasos formalmente reconocidos en el mundo
gremial, y tenía lugar entre miembros de una misma zona y de familias especializadas
desde tiempo atrás en la labra de la piedra. La confianza era aquí el eje de la
reproducción del oficio y la enseñanza, fundamentalmente empírica, se basaba en la
transmisión oral de los conocimientos en el mismo lugar de trabajo. Ni la falta de
conocimiento teórico, examen o alfabetización, impidió que hubiese canteros –como
Juan Durán- que no solo realizaban bien su trabajo sino que además fueron capaces de
vencer las trabas impuestas por otros miembros de la profesión y lograron ascender en
el mal definido escalafón del oficio encaramándose a las categorías de maestros de
obras26.
Corporaciones abiertas versus corporaciones cerradas
Lo primero que llama la atención al analizar el reclutamiento del trabajo por parte de
las corporaciones de oficio es la diversidad de vías de acceso. Esta heterogeneidad
invita a comprobar, primero, si en Madrid se reproducen los patrones que bosquejara
Fernando Diez para los gremios valencianos; a saber: pautas de reclutamiento que
engloban gremios cerrados, otros que programaron su cierre y los que abrieron sus
24
Los importantes precedentes conflictivos afectaron a la principal obra erigida en la ciudad, para más
inri, sufragada por el mismo monarca: la construcción del Palacio Real Nuevo. No en vano, uno de los
principales conflictos laborales sucedidos en Madrid tuvo lugar en estas obras en 1746. F. J. Plaza de
Santiago, Investigaciones sobre el Palacio Real Nuevo de Madrid, Publicaciones del Departamento de
Historia del Arte. Universidad de Valladolid, Valladolid, 1975, pp. 61-65. Las diferentes negativas de
agremiación en AHN, Consejos, lib. 1.353, ff. 509r-518v. y lib. 1.368, ff. 408r-411v.
25
Solo en la década de 1780 los arquitectos más prestigiosos de Madrid definieron el organigrama del
sector de la construcción. Este estaba estrictamente jerarquizado y tenía una forma piramidal, en la que
la base la formaban albañiles, canteros y carpinteros, seguidos en un escalón más alto por los maestros
de obras (encargados de obras pequeñas y viviendas comunes). Por encima de estos estaban los
arquitectos, que monopolizaban las grandes obras, y más arriba, los tenientes y directores de la
Academia de san Fernando, encargados de la docencia e información de los proyectos más importante
de obras públicas. Por último, la cúspide estaba coronada por los arquitectos reales. La materialización
de este esquema fue fruto de un debate que puede seguirse en J. E. García Melero, “El debate
académico sobre los exámenes para las distintas profesiones de la Arquitectura (1781-1783) (El
arquitecto según Juan de Villanueva)”, Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del Arte, 1, VI, 1993,
pp. 325-378. Una aproximación al contexto en el que se fraguó este debate en P. Navascués Palacio,
“Sobre titulación y competencias de los arquitectos de Madrid (1775-1825)”, Anales del Instituto de
Estudios Madrileños, XI, 1975, pp. 123-136.
26
Una visión muy general de estos factores en J. A. Terán Bonilla, “Los gremios albañiles en España y
Nueva España”, Imafronte, 12-13, 1998, pp. 341-356.
11
puertas en respuesta a los cambios económicos y demográficos del siglo27. Y, en
segundo lugar, si en nuestra ciudad se puede hablar de la formación de mercados de
trabajo en la línea planteada recientemente por R. Reith. Este autor diferencia cinco
grandes categorías de estos mercados: los protagonizados por los principales oficios de
la construcción, los que producen en talleres pequeños y cuyos productos se
distribuyen de manera extralocal, oficios de pequeña escala vinculados con la
alimentación, oficios de manufacturas básicas y, por último, oficios pequeños y
altamente especializados. Para esta ocasión nos es imposible abordar ejemplos de
todos estos mercados de trabajo, pero analizaremos una muestra del que hemos
citado en segundo lugar a través de los sombrereros, del cuarto mediante sastres,
carpinteros y herreros, y del quinto a través de emballenadores y cotilleros28.
Comencemos por las vías de acceso al oficio. Hay una regla general que imputa a los
gremios haber facilitado el acceso a la maestría a los hijos y yernos, cerrándola al resto
de oficiales y aprendices. Veamos qué dicen las cartas de examen al respecto.
Por de pronto, las de los sastres son muy parcas al respecto, siendo solo poco más de
20, de un total de 1.776 cartas, las que aluden a la profesión del padre. Muchas de las
cartas de la segunda mitad del siglo XVIII son muy estereotipadas y, por tanto, no son
muy fiables. Sin embargo, las de comienzos de siglo son más rigurosas y muestran que
11 de los 134 nuevos maestros sastres eran hijos de maestros (8 por ciento). Más
prolijas y, por tanto, fiables, son las de los carpinteros que en un total de 589 cartas
entre 1701 y 1797 muestran que 118 nuevos maestros seguían el oficio de sus padres,
o un 20 por ciento; el mismo porcentaje ofrecen los caldereros y un poco más bajo, los
sombrereros (19,3 por ciento). De esta norma solo se desvían los herreros con el 34
por ciento. Es decir, estamos hablando de cifras muy bajas y en consonancia con las
expuestas para otras ciudades continentales, lo que quiere decir que los carpinteros,
caldereros, sombrereros e incluso los sastres –con nuestras dudas sobre la muestra- no
protagonizaron la endogamia defendida por los ilustrados y algunos historiadores29.
27
En el caso valenciano, F. Díez se valió de los curtidores para ilustrar el primer patrón, de los plateros
para el segundo, y de los carpinteros, zapateros, albañiles, horneros y otros oficios de la seda, para el
tercero. La diversidad advertida por F. Díez, en Viles y mecánicos…, p. 60 y el análisis de casos concretos
en pp. 61 y ss. Para Madrid no es posible por el momento profundizar en los oficios cerrados, pues el
Archivo del Arte de Plateros se encuentra también “cerrado” para los investigadores y no hemos
encontrado cartas de examen de los curtidores. En este último caso el problema es menor pues
contamos con el magnífico y reciente trabajo de J. C. Zofío, “Artesanos ante el cambio social. los
curtidores madrileños en el siglo XVII”, Cuadernos de Historia Moderna (en prensa), que ilustra pautas
muy similares a las apuntadas por Díez y que muy posiblemente sean extrapolables al siglo XVIII.
28
Lamentamos sobre todo la falta de información de la construcción, de la que no esperamos grandes
resultados al no haberse estructurado en gremio la principal ocupación de Madrid que era la albañilería.
Los canteros que veremos más tarde cubren solo parcialmente estas lagunas. Sobre la categorización, R.
Reith, “Circulation of Skilled Labour in Late Medieval and Early Modern Central Europe”, S. R. Esptein y
M. Prak (eds.), Guilds, Innovation…, pp. 114-142 (esp. 127-130).
29
La homologación con las cifras europeas procede de la comparación de los datos ofrecidos por
Shephard, que fija como “un porcentaje asombrosamente bajo” el del 30 por ciento de nuevos maestros
12
Las cartas también facilitan información sobre la proporción de nuevos maestros
naturales de Madrid que siguen la profesión paterna, y la de aquellos que, siendo de
otros lugares también siguieron los pasos profesionales de sus progenitores. En el caso
de los carpinteros -el único gremio con datos fiables-, la proporción de hijos de
maestros se mantuvo prácticamente constante durante el siglo –en torno a uno de
cada cinco nuevos maestros- y no fue muy importante numéricamente. En la segunda
mitad del siglo se aprecia un aumento del número de nuevos maestros que seguían el
oficio paterno lejos de los talleres de sus padres -estos no residían en Madrid-, pero
tampoco parece que las cifras sobrepasen los niveles continentales (cuadro 1).
Cuadro 1. Hijos de maestros que siguen la profesión paterna en el gremio de
carpinteros (total y porcentajes)
Años
1700-1749
1750-1799
Total
Total Porcentaje Porcentaje
de
total
de hijos
cartas
de
maestros
de Madrid
185
19,9
8,1 (15)
404
21,4
7,4 (30)
589
21 (124)
7,6 (45)
Porcentaje de hijos de
maestros de fuera de
Madrid
Procedencia
desconocida
3,2 (6)
13,3 (54)
10,1 (60)
8,6 (16)
0,7 (3)
3,2 (19)
A título provisional, de lo anterior se desprende que la movilidad ocupacional que
tenía lugar en la comunidad gremial era importante tanto en la ciudad como entre los
medios rural y urbano. Los gremios madrileños siguieron abriendo sus puertas a lo
largo del siglo XVIII y dado que fueron pocos los que siguieron las profesiones de sus
padres es posible defender que no hubo un monopolio cerrado reservado a los hijos de
maestros en detrimento del resto. No es verosímil que los maestros no tuviesen
suficientes hijos para sucederles en los puestos que ocupaban en la comunidad
gremial. Más probable es que los hijos abandonasen su promoción en el interior del
oficio paterno y, por tanto, hubiese margen para la movilidad social y económica de
oficiales que no eran hijos de maestros.
Cuadro 2. Distribución de los maestros sastres por edad en el momento de la entrada en el
gremio, 1719-99 (en porcentajes)
Madrileños
No madrileños
Total
1719-99
Edad
1719-39
1740-69
1770-99
1719-39
1740-69
1770-99
-20
2,2
5,2
1,1
1,5
0,2
0,3
0,8 (15)
20-29
50
40,3
42
41,8
38,9
36,4
38,7 (680)
30-39
43,1
36,4
44,5
44,8
47,1
44,6
44,8 (788)
40-49
4,5
16,8
10
10,2
12,1
16,7
13,8 (243)
+ 50
2,2
1,3
0,9
1,5
1,7
2
1,7 (31)
Total
100
100
100
100
100
100
100
(44)
(77)
(110)
(263)
(461)
(801)
(1757)
que siguieron los pasos de sus padres en el oficio. E. J. Shephard, “Movilidad social…”, p. 63. Con todo,
para Madrid, hay que entender nuestra afirmación como algo provisional, a la espera del vaciado y
análisis de las cartas de más oficios.
13
El cuadro 2 muestra la distribución por edad de los nuevos maestros sastres. Tres
cuestiones se aprecian referentes a los más jóvenes: la primera, que la incorporación
de maestros menores de 20 años es bajísima, no superando en todo el período la
media del 1 por ciento30. La segunda, que estos maestros jóvenes se incorporan con
más fuerza entre 1719 y 1769, momento en el que comienzan a decrecer de manera
significativa. Y, la tercera, que los nuevos maestros madrileños entran en la
corporación antes que los no madrileños. Aunque sabemos que la serie de los sastres
no es muy fiable a la hora de reflejar la profesión del padre, sorprende que solo un
caso de los poco más de veinte nuevos maestros sastres menores de veinte años
tuviese a su padre ejerciendo el oficio. En suma, los sastres admitieron a un mínimo de
maestros muy jóvenes.
Los carpinteros muestran rasgos distintos (cuadro 3). Por de pronto, el porcentaje de
nuevos maestros menores de veinte años es mucho más alto que en los sastres. Y los
que integran este grupo son casi en exclusiva procedentes de Madrid, lo que casa con
maestros carpinteros que se valen de su posición de maestros y de veedores para
promocionar a sus hijos. Pero lo cierto es que las cifras no son excesivamente grandes,
lo que revela que ni siquiera aquí el gremio tuvo unas pautas que avalen la endogamia
a la que tradicionalmente se les asocia.
Cuadro 3. Distribución de los maestros carpinteros por edad en el momento de la entrada en
el gremio, 1701-99 (en porcentajes)
Madrileños
No madrileños
Total
1710-99
Edad
1701-28
1740-69
1770-99
1710-28
1740-69
1770-99
-20
6,7
17,6
6,9
0
0
4
5,3 (30)
20-29
60,8
54,4
55,9
56,4
50,7
45,1
52,9 (297)
30-39
27
24,6
27,9
36,4
41,2
35,3
32,2 (181)
40-49
5,4
1,7
9,3
5,8
7,9
11,1
7,8 (44)
+ 50
0
1,7
0
1,1
0
4,5
1,6 (9)
Total
100
100
100
100
100
100
100
(74)
(57)
(129)
(85)
(63)
(153)
(561)
Algo sabemos también sobre las pautas de residencia. Los hijos de los maestros que
ingresaban a corta edad seguían generalmente vinculados a sus padres, sin abrir
establecimiento propio, pues era habitual que el hijo se quedara trabajando con su
padre hasta edad adulta. Los sastres no facilitan apenas información en este punto,
pero sí los carpinteros. En este gremio los jóvenes maestros gozaban de los privilegios
y derechos que otorgaba la maestría, aunque no representasen una unidad
independiente de producción. Pero habría que encontrar otros oficios para ver la
diversidad u homogeneidad en este punto.
Las cartas facilitan la edad de entrada a la maestría, lo que permite conjeturar el
tiempo de acceso y la permanencia hasta lograr el título. Las referencias globales con
30
Recordemos que para Dijon Shephard ya consideraba un porcentaje muy bajo el 4,7 por ciento para
todos sus oficios entre 1693 y 1790. E. J. Shephard, “Movilidad social…”, p. 66.
14
que contamos parecen indicar que en la primera mitad del siglo XVIII los artesanos
entraban a la maestría con una edad cercana a los 30 años e incluso menos (cuadro 4).
Los sastres oscilaban entre los 31,5 años de media de acceso en 1720 y los 29,8 de
1740; los 125 carpinteros de 1712-1742 obtuvieron su carta a los 28,8 años de media;
los 87 cotilleros y emballenadores de los que tenemos información para el período
1733-56 entraban al oficio a la misma edad que los carpinteros. Extremadamente
jóvenes lo hacían los caldereros, aunque en este oficio las prácticas de ciertos
veedores enlazan con la tradicional imagen de los gremios.
Cuadro 4. Edades medias de entrada a siete gremios madrileños, 1700-1799
Sastres
1700
1710
1720
1730
1740
1750
1760
1770
1780
1790
31,5
30,3
29,8
31,5
33,9
34
33
31,1
Carpinteros
28,1
28,2
29,5
28,8
29,5
28,4
23,1
35,5
30,6
Cereros
Media de edad
Cotilleros Sombrereros
Caldereros
Herreros
Prenderos
25,1
25,6
25,5
26
24,4
23,2
23,7
29
27,6
26,9
22,8
21,8
31
31
28
30,1
29,7
29,5
33,1
En líneas generales, en la segunda mitad del siglo la media de edad aumentó hasta la
década de 1780, aunque cada oficio siguió su propia pauta de comportamiento. Los
sastres llegaron a establecerse como maestros cuatro años más tarde que antes
superando los 34 años en la década de 1770, pero al acabar el siglo alcanzaban la
maestría con 31,1 años, es decir, prácticamente la misma edad que en 1720 ó 1750.
Los carpinteros siguieron una tendencia errática motivada por las incorporaciones de
hijos de veedores –incluso algunos de 3 años- pero, aún así, en 1780 aumentaron en
siete años su edad de entrada con respecto a 1710, alcanzando la maestría a los 35
años de media. En la década de 1790 el gremio admitió a un gran número de maestros
jóvenes, lo que hizo descender en nada menos que cinco años la edad de entrada. Más
tardíos eran los prenderos: 73 miembros de este oficio llegaron a ser titulares de su
carta con una media de 39,6 años entre 1761 y 1776. Puede que este gremio sea un
excepción, dado que tenía carácter comercial y a él acudían personas “rebotadas” de
otras ocupaciones, razones que pueden explicar que 14 de sus nuevos miembros
ingresasen con entre 50 y 59 años, y dos superasen la sesentena. Los precoces
caldereros también se incorporaban a la maestría seis años más tarde en 1770 que en
la primera mitad del siglo. De esta norma solo escapaban los sombrereros, que vieron
adelantar su entrada en la corporación en algo más de un año entre 1750 y 1790. En
general, la tendencia es a que el grueso de los artesanos retrasa su entrada al gremio
hasta 1780. Y aunque no conocemos la causa, es posible que las condiciones para abrir
un taller de manera independiente fuesen cada vez más desfavorables a los oficiales.
15
40
38,3
Movilidad geográfica
También desconocemos casi todo acerca de las condiciones económicas de las familias
que decidieron un día abandonar sus lugares de nacimiento con el fin de instalarse en
Madrid. Por ello solo podemos afirmar que la ciudad tuvo que ofrecer estímulos
suficientes para que compensase viajar hasta ella con el fin de ganar una cierta
cualificación, primero, y obtener el grado de oficial y maestro, después. En este
sentido, las cartas de examen son una fuente excelente para estudiar la movilidad
geográfica de los artesanos.
La información que todo candidato a maestro debía presentar incluye datos
biográficos rudimentarios pero muy valiosos para evaluar el recorrido de los artesanos
hasta establecer su taller independiente. En la inmensa mayoría de las veces, el
escribano del gremio indicaba en la carta el lugar de nacimiento del maestro (en muy
pocas no aparece este dato o es imposible de determinar con razonable certeza). Es
decir, podemos analizar con mucha precisión de dónde procedían los nuevos maestros
madrileños en el siglo XVIII31.
Hay, con todo, ciertos problemas, pues las cartas de maestría no suelen indicar el
tiempo que los oficiales llevaban residiendo en Madrid hasta la fecha en que fueron
admitidos al examen. Solo en una buena serie de los maestros sastres y carpinteros de
la primera mitad del siglo XVIII podemos establecer con certeza el tiempo transcurrido
desde que un oficial llegaba a Madrid hasta que alcanzaba la maestría. Entre 1719 y
1732, 109 maestros sastres alcanzaron esta categoría tras pasar una media de 16 años
como aprendices y oficiales, lo que equivalía a tener la carta de maestría en el bolsillo
con 31 años cumplidos; los 106 carpinteros que facilitan este dato para el período
1712-42 pasaban 14,5 años para obtenerla.
Cuadro 5. Nuevos maestros carpinteros en siete décadas, 1701/28 y 1760-1797 (por
décadas y porcentajes)
Madrid
Provincia
Cas. Mancha
Cas. León
Otros
Total
1700
T
%
20 57,1
4
11,4
2
5,7
1
2,8
8
22,8
35 100
T
28
6
14
3
4
55
1710
%
50,9
10,9
25,4
5,4
7,2
100
1720
T
%
25 36,7
17 25
15 22
4
5,8
7
10,2
68 100
31
1760
T
%
45 46,3
11 11,3
20 20,6
14 14,4
7
7,4
97 100
1770
T
%
41 48,2
12 14,1
14 16,4
6
7
12 14,3
85 100
T
54
11
10
9
14
98
1780
%
55,1
11,2
10,2
9,1
14,4
100
1790
T
%
34
30,9
14
12,7
25
22,7
11
10
26
23,6
110 100
Para proceder a nuestro análisis geográfico hemos establecido como patrones de referencia las
comunidades autónomas actuales.
16
Sigamos con el gremio de carpinteros. Los primeros datos seriados son de 158 cartas
que cubren los años 1701-28. De ellas el 46,2 por ciento se expiden a madrileños y un
17 por ciento más a carpinteros de la provincia, lo que supone el 63,2 por ciento del
total de cartas. En la segunda mitad del siglo la importante aportación de Madrid
disminuye, aunque el descenso es más acusado en los pueblos de la provincia. Por el
contrario, más del 40 por ciento de nuevos maestros no son de Madrid y su provincia,
y esto en un gremio que muchos podrían asociar con unas pautas de comportamiento
tradicional, es decir, maestros madrileños con poca movilidad. ¿De dónde procedían
estos nuevos maestros? Sobre todo de Castilla la Mancha, que aporta 69 nuevos
maestros, y algo menos de Castilla León (con 40)32. Hay muy pocos nuevos maestros
carpinteros de otros lugares y, sobre todo, sobresale la ausencia de extranjeros (solo
un italiano, aunque en las cartas se cita al francés monsieur Gotier [sic] que ocupa a
varios oficiales). Por tanto, lo que destaca aquí es la concentración en Madrid, su
provincia y ambas Castillas33.
Cuadro 6. Nuevos maestros sastres, 1720-1799 (por décadas, números totales y
porcentajes)
1720
T
%
17
17
14
14
18
18
13
13
8
8
5
5
1
1
5
5
9
9
10
10
100 100
Madrid
Provincia
Cas. Mancha
Cas. León
Galicia
Asturias
Cataluña
Aragón
Otros
Extranjeros
Total
1730
T
%
26
13,2
16
8,1
38
19,3
29
14,7
14
7,1
13
6,6
8
4
5
2,5
25
12,7
22
11,2
196 100
1740
T
%
32
13,7
23
9,8
54
23,1
40
17,1
13
5,5
10
4,2
8
3,4
7
3
26
11,1
20
8,5
233 100
1750
T
%
22
14,4
15
9,8
49
32,2
21
13,8
3
1,9
5
3,28
9
5,9
9
5,9
12
7,8
7
4,6
152 100
1760
T
%
23
14,8
12
7,7
27
17,4
26
16,7
11
7
2
1,2
16
10,3
7
4,5
14
9
17
10,9
155 100
1770
T
%
27
12
25
11,1
49
21,7
29
12,8
11
4,8
7
3,1
18
8
16
7,1
26
11,5
17
7,5
225 100
1780
T
%
36
11,1
26
8
64
19,8
52
16,1
20
6,1
23
7,1
22
6,8
18
5,5
32
9.9
30
9,2
323 100
Había otro modelo, el del oficio artesano más voluminoso de la ciudad, la sastrería. Si
los carpinteros ya desdibujan mucho el sedentarismo artesano, los sastres ofrecen
pautas que lo borran por completo. Entre 1720 y 1789, la procedencia de Madrid y su
provincia pasó de un 31 por ciento a un 17,8 en la década de 1790, siendo más fuerte
32
Dentro de Castilla León destaca, por su vinculación con la demanda suntuaria de la Casa Real, los dos
maestros naturales del Real Sitio de san Ildefonso (Segovia), y alguno más que había aprendido allí o
tenía algún pariente trabajando.
33
Este rasgo también se confirma en la muestra de 87 cotilleros y emballenadores: entre 1733 y 1756
tres de cada cuatro procedían de Madrid (29,8 %), su provincia (12,6) y ambas Castillas (17,2 % cada
una). La procedencia extranjera representa un 6,8 por ciento y acogía a dos franceses, un irlandés, un
alemán, un belga y un austriaco.
17
1790
T
%
47
13,1
17
4,7
73
20,3
58
16,2
15
4,1
17
4,7
17
4,7
35
9,7
41
11,4
38
10,6
358 100
este descenso en la provincia (cuadro 6)34. O dicho de otro modo: en la última fecha,
más de ocho de cada diez nuevos maestros no eran madrileños, lo que permite
defender que los sastres habían abierto las puertas del gremio a los forasteros durante
todo el siglo XVIII.
Visto el descenso de Madrid y su provincia es factible preguntarse ¿de dónde
procedían los nuevos maestros sastres? De la población de ambas Castillas, que aportó
a lo largo del siglo el grueso de los nuevos maestros madrileños, y que representaba el
31 por ciento en 1720 y cinco puntos más en 1790-99. Es decir, algo más de uno de
cada tres nuevos maestros era castellano. El resto procedía de casi todo el territorio
peninsular destacando las contribuciones de gallegos, asturianos, aragoneses y
catalanes, contingente que en su conjunto engloba a casi un cuarto de los nuevos
maestros en la década de fin de siglo. Uno de cada diez nuevos maestros venía del
extranjero, sobre todo, de Francia (que, no en vano, dictaba las modas en ese
momento). Esta procedencia de larga distancia matiza en buena medida la estimación
de R. Reith sobre estos oficios de industrias básicas, a los que asigna un área local para
el reclutamiento de su fuerza de trabajo, o todo lo más, de entornos cercanos35.
Los silencios que encontramos en los datos de los sastres son elocuentes. Por de
pronto, andaluces, murcianos, extremeños o cántabros no parecen interesados en
Madrid, por lo que al menos para los sastres podemos decir que tenían redes propias o
más cercanas de reclutamiento. O dicho de otro modo, en la península se habían
organizado mercados de trabajo fragmentados geográficamente y en cierto modo sin
mucha relación entre sí36.
Podemos insistir en nuestra pregunta sobre la procedencia en aras a atinar más en la
respuesta: ¿De dónde procedían los nuevos maestros? Los sastres se reclutaban en
pequeñas villas castellano-manchegas –de Ocaña, Almagro, La Solana, Valdepeñas,
Santa Cruz de Mudela, Talavera, Torrijos, Orgaz procedía el 22,5 por ciento de los
nuevos sastres de la región- y el campo circundante. La proporción en este sentido es
aplastante al compararlo con las grandes ciudades: 312 nuevos sastres procedían del
primer ámbito, mientras que de las cinco capitales provinciales de Castilla La Mancha
solo lo hacían 54 (de Toledo procedían 25, pero de la cercana Guadalajara solo 7
siendo superada por las más lejanas Cuenca (9) y Ciudad Real (10)) (cuadro 7).
34
La Tierra de Madrid, el ámbito jurisdiccional de la Villa y también su zona más cercana, aportaba el 30
por ciento de los nuevos maestros procedentes de la provincia, destacando la aportación de las aldeas
más grandes como Getafe (con 7 maestros) o Pinto (con 6). Pero los motores de la reproducción del
oficio en este ámbito cercano a Madrid se encontraban en villas más alejadas, más grandes y con una
jurisdicción que se escapaba a la ciudad: de Alcalá de Henares procedían 13 nuevos maestros, mientras
que de Valdemoro lo hacían 18.
35
R. Reith, “Circulation of Skilled Labour…”, p. 129.
36
Tal vez por ello no sea posible advertir en nuestro ámbito de estudio algo similar al Tour de France
descrito por M. Sonenscher, “Journeymen´s Migrations…”.
18
Cuadro 7. Selección de las principales áreas de procedencia de nuevos maestros
sastres (ciudades, villas y campo)
Cas. Mancha
Cas. León
Asturias
Cataluña
Aragón
Andalucía
País Valenciano
País Vasco
Grandes ciudades
(más de 5.000 habitantes)
Total
%
54
14,7
74
27,6
8
8,8
56
56,5
25
24,5
17
60,7
13
65
8
42,1
Villas de menos de 5.000
habitantes y aldeas
Total
%
312
85,3
194
72,4
82
91,2
43
43,4
77
75,4
11
39,3
7
35
11
57,9
En Castilla León, el otro motor de la sastrería madrileña, la situación era similar, pero
con una tendencia a que las grandes ciudades, como Salamanca (25) y Valladolid (22),
aportaran más efectivos, lo que eclipsaba en buena medida la aportación de las villas
medias como Agreda (13), Tordesillas (12) y Aranda de Duero (11). Pocos procedían de
las ciudades más cercanas de Segovia (5) y Ávila (3), que parecen haber tenido
mercados propios de trabajo (al menos en los oficios de la confección). En cuanto a la
zona norte, de donde venían gallegos y asturianos, los nuevos maestros eran naturales
de pequeños concejos y muy pocos de grandes ciudades (solo destacan los 8 nuevos
maestros procedentes de Oviedo). Por su parte, en Cataluña brillaba con luz propia la
aportación de Barcelona (49), mientras que Zaragoza suministraba 17. En suma, las
villas menores de 5.000 habitantes predominaban en el área de reclutamiento cercano
a Madrid, mientras que según nos alejamos al sur, al este y al nordeste los nuevos
maestros sastres procedían de ciudades más grandes. En Asturias y Galicia el
protagonismo era de las aldeas de un puñado de habitantes. Por supuesto, muchos de
los lugares de procedencia carecían de gremio de sastres.
Los carpinteros observan pautas que se acercan más al mercado de trabajo propuesto
por Reith: muchos nuevos maestros procedían de pueblos cercanos a Madrid –
Colmenar de Oreja, Torrejón de Velasco, Navalcarnero- y de localidades de Castilla La
Mancha próximas a Toledo. En este sentido, las cartas de residentes en esas
localidades que no parecen haber tenido voluntad de establecerse en Madrid apuntan
a que el gremio madrileño de carpinteros fue utilizado como oficina de registro de la
cualificación laboral del entorno capitalino.
Muchos de los nuevos maestros forasteros se valían de los vínculos familiares y de
paisanaje para tener una oportunidad de entrar a la comunidad gremial de Madrid.
Algo de ello aflora en las cartas de sastres y carpinteros, siendo lo más común que se
tratara de dos e incluso tres hermanos, o de gente del mismo pueblo. Entre los sastres
hallamos varios hermanos de fuera de Madrid. No obstante, las cartas ocultan muchos
19
datos. Por ejemplo, no hay modo de saber si las personas emparentadas llegaron a
Madrid al mismo tiempo, ni cuánto tiempo llevaban en la ciudad antes de lograr la
maestría. A veces entre el ingreso de un hermano y otro mediaban unos pocos añosde uno a tres-, pero en otros, el tiempo se dilataba mucho. El maestro carpintero
Francisco Delgado aprovechó su cargo de veedor y examinador para introducir en el
gremio a sus hijos Francisco y Manuel entre 1764 y 1766, pero hubo de esperar once
años para examinar a Juan Guillermo, otro de sus hijos. Es posible que hubiese
hermanos pequeños trabajando como aprendices y oficiales de hermanos mayores
antes de conseguir la maestría. También parece plausible que hubiese padres que
mantuvieron a los hijos hasta que pudieron valerse por sí mismos y establecer taller
propio.
¿Qué nos enseñan los oficios más pequeños? Que, según reducimos el tamaño, las
pautas son cada vez más dispares, aunque siguen negando la procedencia hegemónica
de Madrid. Había, por supuesto, oficios con fuerte presencia de nuevos maestros
madrileños, como los herreros y caldereros -48,7 y 41,3 por ciento, respectivamente-,
pero también grupos muy nutridos de castellano-manchegos (31,7 %, en el caso de los
herreros) y asturianos (36,9 %, de los caldereros). Varias familias de herreros
madrileños –sobre todo, los Durán, pero también los Bazán y Vivar- se valieron de
ocupar la veeduría o la simple maestría para introducir en la cúspide del oficio a sus
hijos y parientes, mientras que familias de herreros castellano-manchegas, como los
Vello, mandaban a Madrid a sus hijos para obtener la carta y ejercer después el oficio
en sus lugares de origen. Estas prácticas, similares a las adoptadas por carpinteros y
sastres, venían apoyadas por las bajas tasas de examen madrileñas y convirtieron a
nuestra ciudad en una referencia para oficiales que tenían muy difícil promocionarse a
la maestría en sus lugares de nacimiento. En esta línea, no es exagerado afirmar que se
organizaron verdaderos viajes destinados a obtener la carta de examen. Así lo apuntan
los 6 tejedores de lienzos procedentes de la localidad conquense de Alcocer. Todos los
componentes del grupo se examinaron el mismo 18 de septiembre de 1758.
Los emballenadores y cotilleros tenían también una nutrida representación madrileña
(43,5 %), seguida a mucha distancia de los castellanos de ambas mesetas (17,6 % en los
dos casos). Los sombrereros y prenderos muestran una procedencia muy diversificada:
entre los primeros predominaban los catalanes y extranjeros (22,5 % en ambos casos),
seguidos a corta distancia por los madrileños (19,3) y castellano-manchegos (16,1). En
este oficio lo relevante es, primero, la nutrida petición de cartas de incorporación al
gremio -varios de los aspirantes a ejercer el oficio en Madrid ya habían obtenido el
reconocimiento de su cualificación en otros lugares-, y segundo, que desde 1790
Igualada fuese el lugar de donde procedan la mayoría de los maestros examinados
fuera de Madrid. Entre los prenderos, los madrileños eran los más numerosos (18 %),
pero había una representación muy importante de gallegos y castellano-manchegos
(16,6 % en ambos casos), así como de asturianos (15,2 %).
20
La migración de larga distancia ofrece datos relevantes, pues 200 extranjeros
alcanzaron la maestría en Madrid durante el siglo XVIII. El grueso eran sastres -166que procedían en su mayor parte de Francia (96, o el 57,8 %), seguidos a mucha
distancia de italianos (36 o el 21,6 %), flamencos (16, o el 9,6) y alemanes (10, o el 6).
Entre los franceses sobresalían los procedentes de los departamentos fronterizos del
sur –de donde lo hacía uno de cada cuatro-, sobre todo, del área de influencia de
Tarbes (en lo que se conocía como la Bigornia). Algunos de estos últimos, aprendían en
Francia y trabajaban posteriormente en Huesca, desde donde el alza de las tasas de
examen de los gremios aragoneses experimentado en la década de 1780 les obligó a
acudir a Madrid para alcanzar la maestría. En 1768 Mateo Millas, de Monteguisot, (¿en
Auvernia?) obtuvo su carta de examen de sastre, calcetero y jubetero en San
Sebastián, pero en 1791 le vemos solicitando la convalidación de su título en Madrid.
Con todo, los franceses que alcanzaron la maestría como sastres procedían de lugares
tan dispares como Paris (5), Borgoña, Lyon, Besancon o Caen. Algunos, como ese Juan
Prom vecino de Yepes que se examinó en 1780, muy probablemente pertenecía a esas
compañías galas itinerantes que se asentaban en Castilla La Nueva con negocios
textiles, mientras que otros, como José Desen o Juan de Villanueva, aprovecharon su
paso por las guardias valonas para sacarse el título. Entre la multitud de maestros
noveles galos destacan los miembros de algunas sagas, como los Mestral, que
procedían de Tarascón (Provenza) o los Laviña, de Bagneres (cerca de Tarbes).
Los 36 nuevos sastres que procedían de Italia llegaron fundamentalmente de Nápoles
(9), pero también de Piamonte (8), y en menor medida de Venecia (4) o Roma (2).
Algunos de estos nuevos maestros habían estado previamente en Cádiz o Málaga,
donde obtuvieron su carta. Viajes más largos realizaron el polaco Pedro Correrr, el
danés Cristian Paulin, los irlandeses Andrés Coynes, Mateo Castelli y Ricardo Butler, o
el mejicano José Vicente Fugainon. El lisboeta José Kennedy recibió su carta en 1792
cuando tenía 40 años. Como indica su apellido, sus padres no eran portugueses.
En mucha menor medida también había extranjeros entre los nuevos maestros
carpinteros, sombrereros y cotilleros. Entre los ocho carpinteros foráneos vuelven a
sobresalir los franceses (6), pero en los otros dos oficios la procedencia era más
variada. Había cuatro sombrereros franceses, pero también un florentino, un italiano y
un alejandrino, mientras que los cotilleros acogieron a dos franceses, dos alemanes, un
irlandés y un flamenco. Uno de los alemanes era Ciriaco Fesser, había nacido en Sipplingen
(cerca de Constanza, en Baden-Wurtemberg) y en 1735 a la edad de 25 años sacó su título
de maestro sastre. Cuatro años más tarde hizo lo propio con el de cotillero. Los franceses
son predominantes también en oficios más pequeños como los prenderos, roperos de
viejo, herreros de grueso, tejedores de lienzo, pasteleros o silleros de paja. Tan solo no
aparecen entre los cereros, donde había un flamenco y el portugués Tomás Rodríguez, de
Estremoz, y los ebanistas, donde aparece uno de los maestros más exóticos, el húngaro
Juan Peq. Destaca que en todo el siglo no aparezca ningún inglés. Pese a estas evidencias,
21
el escaso peso de las maestrías concedidas a extranjeros en el grueso de los gremios
analizados, indica que en Madrid no hubo un equilibrio entre la población autóctona y la
extranjera.
Los oficios no corporativizados que analizamos aquí ofrecen pautas de movilidad
diferentes. Por de pronto, los fabriqueros de carbón eran una mano de obra muy
móvil, habituada al camino y a las condiciones impuestas por los obligados del carbón
en lo referente a los desplazamientos. Dado que la información notarial relativa a 295
fabriqueros de la primera mitad del siglo XVIII suele reflejar la residencia de muchos de
ellos en el momento de escriturar una contrata de compra de montes, el
apoderamiento de un obligado o las órdenes de trasladarse a ciertos pueblos, no es
raro que Madrid aparezca como el sitio de residencia predominante, pues era en la
capital donde se solían realizar estos actos notariales.
Otra cosa es la vecindad y naturaleza, dato que conocemos para 170 fabriqueros, o el
57,6 por ciento del total de nuestra muestra (ver mapa)37. A este respecto, sobresalen
cuatro grandes colectivos de fabriqueros: madrileños, toledanos, portugueses y
gallegos. Los primeros lideran la lista de fabriqueros con 57 individuos. Se trata de
vecinos de pueblos próximos a Madrid, fundamentalmente del norte de la provincia (el
denominado Real de Manzanares –donde destacan los de Miraflores de la Sierra (9) y
Bustarviejo (8)-), a los que vemos desplazándose no solo a los pueblos cercanos, sino
también a la Alcarria e incluso más allá. A un área más lejana pertenecen los
fabriqueros toledanos, a los que aquí hemos diferenciado entre los oriundos, por un
lado, de Toledo y la Mancha Baja, y por otro lado, los de Talavera. Entre los primeros
sobresalían los fabriqueros de los Montes de Toledo, y en especial los nueve de
Mazarambroz. Más tarde, el informante del cardenal Lorenzana sería muy explícito al
denominar a esta localidad como “el seminario o plantel del que salen todos los
fabriqueros que abundan en Castilla”. Las primeras semillas las habían puesto en
nuestro período fabriqueros de las familias Esteban, Rodríguez o Vargas, de larga
trayectoria en el oficio38. El área que aquí hemos denominado Talavera es la misma
que aparece en el Informe sobre el abasto de Campomanes y abarca un amplio espacio
que incluye los pueblos sudoccidentales de Madrid, el norte de Toledo y parte de Ávila.
37
En los poderes suele aparecer la vecindad y, en menor medida, la naturaleza de los fabriqueros.
Vecindad y naturaleza no siempre coincidían, puede verse en el caso de Gregorio Rodríguez, fabriquero
gallego y vecino de Yélamos de Arriba, que había asistido al obligado Juan Ramírez en “diferentes
fábricas que tenemos de dicho género” y “en varias partes”. AHPM, Prot. 16.361. s.f.
38
En el Catastro de Ensenada y el Memorial ajustado de orden del Consejo con citación del Ilmo. Señor
D. Pedro Rodríguez Campomanes, fiscal del mismo, y de la Cámara, y de Don Joseph de Pinedo, caballero
de la Orden de Santiago, Procurador Síndico de esta villa de Madrid que contiene los autos, y privilegios
dados por el Consejo sobre diferentes ramos de los Abastos de Madrid… Madrid, oficina de D. Antonio
Sanz, Impresor del Rey nuestro señor y su Real Consejo, Mazarambroz se reafirma como cantera de
fabriqueros.
22
La inmigración de larga distancia se concentra en fabriqueros portugueses y gallegos.
Los portugueses proceden del obispado de Braga y, más concretamente, del área de
Cubalhao. Del vértice portugués del concejo de Valladares, compuesto por las
localidades de Horsas, Parada do Monte y, sobre todo, Santa María de Couballon (la
actual Cubalhao), salió desde al menos el comienzo del siglo XVIII un significativo flujo
de fabriqueros con dirección a Madrid, del que podemos destacar a los miembros de
las sagas de los Álvarez y los Estévez, incluido el José Estévez que vimos más arriba39.
Entre los gallegos, la zona de Parga conforma una pequeña cantera de fabriqueros,
pero esta inmigración, a diferencia de la portuguesa, se distingue por la dispersión
geográfica de los pueblos de procedencia.
Una comparación de estos datos con los de finales del siglo XVIII es sumamente
ilustrativa de la evolución seguida por el oficio. En 1794 de los 97 fabriqueros
principales encargados de proporcionar carbón a Madrid la inmensa mayoría
procedían de las cercanías de Madrid (El Real de Manzanares y Lozoya aportaban 30
fabriqueros) y Toledo y la Mancha Baja (donde Marazambroz era el protagonista
estelar con 26 aportaciones). El resto de los fabriqueros procedía de la Alcarría, en el
este de la provincia de Madrid (7), Talavera (5) y Castilla La Vieja (3). En suma, a finales
del siglo XVIII prevalece la recluta de corta y media distancia. Sorprende –y muchoque en esta relación tan exhaustiva hayan desaparecido por completo gallegos y
portugueses, lo que bien puede ser debido a que la fuente solo alude a la vecindad y
no a la naturaleza, a que la abrumadora presencia de toledanos hubiese conseguido
expulsar a aquellos de la gestión de la fábrica o que el mismo cambio de sistema de
abasto de carbón –desde 1753 se impuso el sistema de administración- hubiese hecho
poco competitivo desplazarse desde larga distancia.
En todo caso la movilidad de los fabriqueros era muy valorada por los gestores del
abasto. La falta de domicilio facilitaba traslados rápidos y permitía a los fabriqueros
establecerse en cualquier sitio por incómodo que fuese. Los continuos traslados hacían
posible estar en Madrid recibiendo instrucciones de los obligados o de los
administradores públicos, ir a los pueblos para cobrar las deudas de sus amos y acabar
su trayecto en los montes dedicándose a la corta y el carboneo. Algunos inventarios
realizados tras la muerte de los fabriqueros permiten conocer la amplitud del área de
extensión de sus negocios. Hay fabriqueros que concentran su trabajo en un área
concreta; otros, sin embargo, tenían como pauta desplazarse cubriendo un espacio
muy grande.
39
Los Álvarez de Santa María de Couballon aportaban al menos seis miembros a las filas fabriqueras.
23
Los canteros ofrecen pautas que concuerdan en algunos puntos con los fabriqueros.
Aunque no hemos podido realizar un trabajo exhaustivo de la procedencia de esta
mano de obra, llama la atención que las solicitudes de agremiación de los canteros
hagan alusión a un conflicto permanente entre los avecindados en Madrid y los
forasteros. En 1766, solo unos meses después del motín contra Esquilache, 144
24
“profesores del arte de la cantería” vecinos de Madrid pedían formar un gremio “y ser
preferidos a los canteros forasteros”, nada menos que en las obras que se realizasen
en la ciudad, en las cinco leguas de su contorno y los Sitios Reales. Catorce años más
tarde la petición solo fue apoyada por 25 canteros e incidía en la preferencia de los
“madrileños” con relación a los foráneos, incorporando en la justificación de la
petición el estado de necesidad de lo solicitantes así como la homologación con las
ciudades del reino de Aragón y Andalucía, donde según los canteros se estilaba esta
diferenciación40.
Lo cierto es que muchos de los avecindados tampoco eran naturales de Madrid. La
relación de los 144 canteros de 1766 carece de procedencia explícita de los canteros,
pero el cruce con otras fuentes revela que a Madrid acudían principalmente canteros
del norte de Castilla, Cantabria, País Vasco y, en menor medida, de Galicia y Navarra.
Pese a que ya su presencia no era tan fuerte como en el siglo XVII, las cuadrillas
cántabras de la Trasmiera llegaban todavía a Madrid en la década de 176041. En estos
años los que habían desaparecido eran los italianos, que al comienzo de la
construcción del Palacio Real nuevo formaban parte del contingente de más de 200
operarios encargados de la obra regia. Pero pronto fueron insuficientes y, ya en 1739,
Juan Bautista Saqueti solicitaba el refuerzo de 500 canteros que deberían ser
reclutados en el País Vasco, las montañas de Burgos y Cataluña. Finalmente, los
catalanes no fueron reclutados, pero sí los vascos (de los que conocemos el nombre de
28 de ellos). La aportación de los celebres canteros de Colmenar Viejo, localidad
próxima a Madrid y de la que se extrajeron ingentes cantidades de piedra para el
palacio real, es desconocida, pero sin duda no sería despreciable.
En suma, la cantería requería del concurso de una mano de obra muy alejada, que
como poco debía recorrer 250 kilómetros de distancia para satisfacer la demanda
madrileña. Esto remite a migraciones de medio y largo alcance, y sobre todo, a
movimientos laborales que inciden en la procedencia de operarios de áreas concretas,
dotadas de un prestigio colectivo y donde la recluta de la mano de obra fusionaba
parentesco y paisanaje.
Conclusiones
Lo que se desprende del presente estudio es que los gremios madrileños parecen
haber sido más flexibles de lo que hasta ahora creíamos. Y, tal vez, lo que más
40
AHN, Consejos, lib. 1353, ff. 509r-518v. y lib. 1.368, ff. 408r-411v.
Sobre la migración de canteros de Trasmiera o de la Junta de Voto de existe una amplia bibliografía
que comienza con la obra de F. Sojo y Lomba, Los maestros canteros de Trasmiera, Madrid, 1935, y ha
conocido un renacimiento en los últimos años con los estudios de B. Alonso Ruiz, El arte de la cantería:
los maestros trasmeranos de la Junta de Voto, Santander, Universidad de Cantabria, Asamblea Regional
de Cantabria, 1992; M. A. Aramburu-Zabala Higuera, Celestina Losada Varea y Ana Cagigas Aberasturi,
Los canteros de Cantabria, Santander, Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Cantabria,
2005, y Olav Mazarrasa Mowinckel, Mazarrasa: maestros canteros y arquitectos de Trasmiera,
Santander, Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria, 2008.
41
25
sorprenda es que este rasgo fue una constante durante la Edad Moderna. En concreto,
sabemos que a mediados del siglo XVII el sistema corporativo funcionaba de una
manera muy parecida a como lo haría más tarde. La flexibilidad en lo tocante al
reclutamiento de nuevos maestros era la norma, y al igual que lo sería después, los
hijos de los maestros lo tenían más fácil para ingresar en el gremio. Pero había una
puerta abierta tanto para los que no tenían lazos de parentesco en el interior de las
corporaciones como para los candidatos de fuera de Madrid. De hecho, las casi 600
cartas de examen que cubren el período 1643-49 analizadas por J. C. Zofío remiten a
una población no madrileña que representaba más de la mitad del total. Con relación
al siglo XVIII la estrategia abierta de captación de nuevos maestros solo difería en
algunos puntos tocantes a la procedencia. El peso abrumador de las dos Castillas es un
rasgo recurrente, así como el divorcio en la relación con Andalucía. Las diferencias
proceden de las aportaciones de nuevos maestros aragoneses, catalanes y extranjeros,
reducidos a la mínima expresión en el Siglo de Hierro y con un contingente creciente
en la centuria que aquí hemos analizado42.
Tenemos aún que responder muchas preguntas, pero varias cosas quedan claras. En
primer lugar, la mayor extensión del área de reclutamiento de mano de obra en el siglo
XVIII proporciona un buen indicador de la atracción ejercida por los mercados de
trabajo cualificado de Madrid. Ello debido a que los gremios madrileños de industrias
básicas –los más importantes en la ciudad desde el punto de vista del reclutamiento
artesano- abrieron sus puertas a muchos oficiales foráneos, no sólo del entorno
madrileño, sino también de amplias áreas peninsulares e incluso extrapeninsulares (lo
que desdibuja un tanto las pautas esbozadas por Reith para estos oficios). En segundo
lugar, las bajas tasas de examen exigidas en la ciudad que albergaba la Corte –y
obligadas a mantenerse así por imperativo político- acabaron por convertir a los
gremios madrileños en un referente para muchos oficiales que veían imposible aspirar
a ser maestros en sus lugares de nacimiento. En tercer lugar, las formas de
reclutamiento fueron cada vez más complejas, lo que permite criticar a los que
sostienen que los trabajadores cualificados eran inmóviles, así como a los que afirman
que en los gremios se forjó una casta que acaparó para sí y sus familiares cercanos la
promoción a la maestría. No ocurrió nada de eso –o al menos se puede matizar mucho
esa visión- y, por tanto, es posible afirmar que las corporaciones de Madrid no
impidieron el desarrollo de varios mercados de trabajo cualificado en las postrimerías
del Antiguo Régimen.
La migración a Madrid de personas que acabaron convertidos en maestros de los gremios
no fue espectacular ni puede encuadrarse en esos flujos golondrina que hace años mostró
A. Meijide y de los que se valió J. Lucassen para incluir a Castilla en uno de siete sistemas
42
J. C. Zofío Llorente, Gremios y artesanos…, pp. 322-328.
26
principales de migración europea durante el cambio del siglo XVIII al XIX43. No estamos
hablando de 30.000 migrantes anuales desplazándose desde el norte al sur peninsular.
Hablamos, por el contrario, de una migración permanente, constante, lenta, incrustada
también en movimientos de medio y largo alcance, que a veces es sinuosa –Madrid no
tenía que ser el objetivo final desde el principio-, y completamente masculina. La mayoría
de sus protagonistas dejaban sus tierras natales muy jóvenes, probablemente sin haber
aprendido una instrucción formal mínima, pero con ciertos rudimentos prácticos del oficio
adquiridos en los talleres de sus familiares cercanos. No eran pocos los migrantes que se
atrevían a echarse al camino con la confianza que daba tener redes de paisanaje tejidas
previamente en los lugares de acogida. Solo una minoría tenía también la fortuna de
contar en Madrid con familiares, lo que hace del factor local un elemento fundamental
para entender la migración laboral en la España del siglo XVIII.
Los oficiales que acabaron integrándose en los gremios debían cumplir con unos
requisitos básicos, entre los que destacaba la prueba del examen. Pero había muchos
trabajadores urbanos que no estaban corporativizados, no tenían que cumplir con
unos requisitos explícitos para subir en la escala laboral y no por ello dejaban de ser
cualificados. Carentes de gremios, escuelas profesionales u organizaciones educativas
que sellasen el certificado de la destreza o cualificación de ciertos trabajos, las
sociedades preindustriales se dotaron de procedimientos informales, pero no menos
eficientes para obtener una mano de obra suficiente y cualificada. Los historiadores
estamos llamados al enorme reto de desvelar cuáles son las claves explicativas de esos
procedimientos informales, sabiendo en todo momento que tendremos en muchas
ocasiones que echar manos de otras disciplinas (antropología, sociología…) y que no
todo es susceptible de ser medido en términos cuantitativos. Las clases populares de
las sociedades que estudiamos es muy posible que no tuviesen como objetivo principal
para sus descendientes la alfabetización tal y como nosotros la entendemos, y sí un
aprendizaje práctico, muchas veces informal, que permitiese una incorporación rápida
al mercado laboral.
En suma, en esta comunicación he mostrado que durante el siglo XVIII al menos en el caso
de Madrid los candidatos a nuevos maestros no tuvieron demasiadas dificultades para
alcanzar la maestría por criterios de procedencia geográfica, que los gremios fueron
permeables a la entrada de oficiales que no eran madrileños y que las propias instituciones
de gobierno ayudaron a la apertura de las corporaciones. Es cierto que no todos los
aspirantes a maestros consiguieron su objetivo de establecer un taller propio, pero la
mayoría de los gremios no discriminaron a aquellos que procedentes de lugares muy
distintos del territorio peninsular –e incluso de fuera de sus fronteras- se atrevieron a
intentarlo.
43
A. Meijide Pardo, La emigración gallega intrapeninsular en el siglo XVIII, Madrid, Monografías
histórico-sociales. Instituto Balmes de Sociología. Departamento de Historia Social. Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, 1960.
27
Apéndice 1. Áreas de reclutamiento de maestros gremiales, Madrid (1700-1799).
Oficios
Sastres
Carpinteros
Cereros
Cotilleros
Prenderos
Cerrajeros
Ropavejeros
Caldereros
Herreros
Sombrereros
Zaps. nuevo
Cordoneros
Tejedores lienzo
Esparteros
Zaps. viejo
Cuchilleros
Violeros
Silleros
Guarnicioneros
Pasteleros
Entalladores/ebanis
Doradores fuego
Pasamaneros
Corrieres/maleteros
Curtidores
Cesteros
Portaventaneros
Laneros
Vidrieros
Vidrieros puertas
Gorreros
Tintoreros
Jalmeros
Cesteros mimbre
Roperos de nuevo
Tundidores
Cajeros de lo negro
Coleteros
Espaderos
Jauleros
Zurradores
Estereros palma
Guanteros
Tratantes en madera
TOTAL
Total
exámenes
1776
589
117
90
85
82
51
48
43
33
31
26
25
24
23
23
19
16
16
15
13
12
11
9
7
7
6
5
4
4
3
3
3
3
3
3
2
2
2
2
1
1
1
1
3243
Madrid
T
233
263
17
28
13
36
5
19
22
8
13
8
2
12
15
11
4
9
6
11
7
6
7
4
1
4
4
%
13,1
44,6
14,5
31,1
15,2
43,9
9,8
39,5
51,1
24,2
41,9
30,7
8
50
65,2
47,8
21
56,2
37,5
73,3
53,8
50
63,6
44,4
14,3
57,1
66,6
1
1
1
1
2
2
25
25
33,3
33,3
66,6
66,6
1
1
50
50
1
50
779
24
Provincia
T
155
79
11
11
3
13
3
1
5
%
8,7
13,4
9,4
12,2
3,5
15,8
5,8
2
11,6
6
2
4
3
2
2
1
19,3
7,6
16
12,5
8,6
8,6
4,7
2
1
1
1
1
13,3
7,6
8,3
9
11,1
1
14,2
1
1
1
1
20
25
25
33,3
1
33,3
1
1
315
28
Resto de
España
T
%
1216
68,4
226
38,3
85
72,6
42
46,6
54
63,5
29
35,3
23
45
26
54,1
15
34,8
18
54,5
5
16,1
13
50
15
60
9
37,5
6
26
10
43,4
1
4,7
2
12,5
2
12,5
1
6,6
3
23
5
41,6
2
18,1
4
44,4
2
2
4
Extranjeros
No consta
T
166
8
2
6
3
%
9,3
1,3
1,7
6,6
3,5
1
1,9
T
6
13
2
3
12
4
19
2
%
0,3
2,2
1,7
3,3
14,1
4,8
37,2
4,1
1
7
1
2,3
21,2
3,2
2
8
6
3
2
19,3
11,5
8
13
5
8
61,9
31,2
50
1
7,6
6
85,7
2
1
1
2
50
25
33,3
66,6
2
66,6
1
1
117
100
100
3,6
1
1
6,6
7,6
28,5
33,3
80
1
25
1
3
1
1
1
2
33,3
100
33,3
50
50
100
1
100
50
100
9,7
1832
56,4
200
6,1
Apéndice 2. Procedencia de los fabriqueros en la primera mitad del siglo XVIII
Área de procedencia
Fabriqueros
%
Galicia
Portugal
Asturias
Maragatería
Toledo y Mancha Baja
Alcarria y Campiña
Mancha Alta
Castilla la Vieja
Real de Manzanares y Lozoya
Talavera
Madrid capital
Otros
Total
22
26
1
1
11
14
1
3
57
24
8
2
170
12,9
15,2
0,5
0,5
6,4
8,2
0,5
1,7
33,5
14,1
4,6
1,1
100
Galicia (sin precisar 4, El Ferrol 1, San Bartolomé de Insúa 1, Santiago de Meilán 1, Lugo 2, Orense 1,
Puebla de Parga 2, Villares de Parga 1, Pitanza 1, Puente Adeva 2, Santiago de Paradas 2, Quintela 1,
Chantada 1, Pontedeume 1, Betanzos 1); Portugal (sin precisar 6, Parada de Monte 5, Santa María de
Couballon 9, obisp. de Braga 2, Grade 1, San Martiño 1, San Payo 1, Melgazo 1); Asturias (Villamarín),
Maragatería; Toledo y Mancha Baja (Mazarambroz 9, Ventas con Peña Aguilera 1, Urda 1); Alcarria y
Campiña (Trillo, Almoguera, Baides, Barriopedro, Gárgoles de Abajo, Uceda, Castillmimbre 3, Yelamos de
Arriba, Picazo, Aleas, Membrillera, Sayatón); Mancha Alta 1 (Valdelaguna); Castilla la Vieja (Peralejos 2,
Maello); Real de Manzanares y Lozoya (Becerril 2, Bustarviejo 8, Villavieja 4, Gargantilla, Chozas 2,
Collado, Rascafría 2, Colmenar Viejo 4, Alcobendas, Guadalix, Lozoya, El Escorial 2, Moralzarzal 3,
Canencia 2, Galapagar, Guadarrama, Miraflores 9, Zarzalejo 3, Los Molinos, El Moral, Braojos, San
Mamés, Cercedilla, Prádena, Valdelagua, Horcajo, Horcacuejo); Talavera (Escalona 2, Cresmondo, Santa
Cruz del Retamar 5, Chapinería 3, Valdemorillo 4, Aldea del Fresno, San Martín de Valdeiglesias,
Navalcarnero, Candeleda, El Tiemblo, Navalagamella, Villa del Prago, Nombela, Villamantilla); Madrid
capital; Otros (Castillejo 2).
29
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