Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio

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CONTRIBUCIÓN DEL ARTE, LAS CRÓNICAS Y LA
Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
TRADICIÓN ORAL AL ESTUDIO DE LA
PALEOPATOLOGÍA ANDINA
Imagen de “Sexo en el Antiguo Perú”, Kauffmann (2001)
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
CONTRIBUCIÓN DEL ARTE, LAS CRÓNICAS Y
LA TRADICIÓN ORAL AL ESTUDIO DE LA
PALEOPATOLOGÍA ANDINA ()
Por Raúl Arias Sánchez**
Universidad Nacional del
Centro del Perú
Museo Antropológico de
la Cultura Andina

Ponencia presentada en el XVII Coloquio Internacional de Antropología Física “Juan Comas”, Universidad
Nacional Autónoma de México y Asociación Nacional de Antropología Biológica. Colima, México. (Noviembre de
2013)
** Estudiante de Antropología, Investigador del Museo Antropológico de la Cultura Andina de la Universidad
Nacional del Centro del Perú. / E-mail: raul.ariass@hotmail.com
Este artículo deberá ser citado de la siguiente manera: ARIAS SÁNCHEZ, Raúl (2013). Contribución del arte, las
crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina, en Ensayos del Museo Antropológico de la
Cultura Andina. Huancayo, Perú.
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
INTRODUCCIÓN
El estudio de la paleopatología peruana inicia en el año de 1908. En este período los
temas abordados eran principalmente la osteoporosis, hiperostosis porótica, criba
orbitaría, fracturas, deformaciones de la columna, sífilis, líneas de Harris, hipoplasia del
esmalte dentario, problemas dentarios, anquilosis, labio leporino, trepanaciones y
modelaciones cefálicas, entre otras. En este sentido, podemos mencionar a Tello (1908),
en su tesis de bachiller de medicina, estudió los cráneos sifilíticos procedentes de
Yauyos y Huarochiri, siendo algunos de ellos producto de cauterización. Por su lado
Hrdlicka (1914), observando los entierros de Ancón, anotó la abundancia de
“osteoporosis simétrica” que hoy conocemos como hiperostosis porótica en las antiguas
poblaciones del litoral de la costa central. De igual manera Weiss (1943, 1970, 1984), el
verdadero “fundador de la paleopatología peruana”, publicó diversos trabajos sobre
paleopatología americana.
Otro antecedente lo propone Pesce (1951), al tratar de resolver el problema de la
existencia de lepra en el Perú precolombino, en base a la arqueología y las crónicas,
estudios filológicos y etnomedicina de la regional pudo confirmar la presencia de 3
entidades morbosas en tiempos incaicos y pre-incaicos (leishmaniasis, bartonelosis y
sífilis).
Asimismo, Allison (1979, 1984), quien impulsó el estudio paleopatológico de momias
peruanas y chilenas, estudió 16 poblaciones arqueológicas costeñas investigadas entre
1971 y 1981, abarcando desde Ica y Pisco hasta Tarapacá. Cockburn (1988), refiere que
en proporción a la cantidad de momias, el Perú no ha sido investigado en profundidad
concerniente a las evidencias de enfermedades en las antiguas poblaciones.
Verano (1987, 1992) sostiene que uno de los mayores problemas de la paleopatología en
el Perú es que los cementerios arqueológicos poseen una asociación cultural y temporal
incierta, y añade que la mayoría de los estudios proceden de material de huaqueo o de
superficie.
Como hemos citado, el estudio de la paleopatología en nuestro país sólo se dio a la tarea
de describir y afiliar a las enfermedades y clasificarla por tiempo o región, sin embargo,
no se ha profundizado en la abstracción que el hombre andino tiene de las patologías
que convivieron con él hace cientos de años, ya que las investigaciones que se
realizaron a lo largo de los siglos XIX y XX sobre paleopatología tuvieron finalidades y
enfoques diferentes. En ocasiones sólo se hizo una descripción detallada de cada una de
las enfermedades que mencionaban las crónicas, para marcar la presencia de diversos
estados patológicos; mientras que otros se enfocaron en la terapéutica. La mayoría de
estos trabajos tuvieron un carácter descriptivo, pero a finales del siglo XX fueron
abordados desde una perspectiva más antropológica (Weiss 1960), ya que ningún
investigador se dio a la tarea de ir más allá de los hallazgos, nosotros proponemos el
análisis iconográfico del material hallado, su reconstrucción cultural gracias a las
fuentes históricas y la verificación de las mismas con la sugerencia de la tradición oral
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(etnohistoria). De esta manera, no pretendemos tener una visión sólo descriptiva de la
paleopatología andina, sino interpretativa y de utilidad a la actual terapéutica dentro de
nuestra sociedad.
Paleopatología e Iconografía
Este grupo está constituido por las representaciones patológicas de la cerámica Moche
(principalmente) y Vicús. Este relevante material ha contribuido a entender la historia
de la medicina, la vida cotidiana y religiosa del antiguo hombre peruano, sin embargo,
sin efectuar el análisis iconográfico detallado, salvo excepciones, no podremos entender
su contexto social. En este sentido, la alfarería constituye la evidencia indirecta de
patologías en el antiguo Perú. Tenemos en este aspecto trabajos como los de Ugaz
(1886), que defendía que la infección de la uta estaba ligada a la teoría lúpica de origen
miasmática y contagionista. Virchow (1895, 1895), fue el primero en describir que
algunas botellas antropomorfas mochicas del Museo Etnográfico de Berlín exhibían
mutilaciones faciales y planteó la naturaleza sifilítica de estas lesiones. Jiménez De la
Espada (1897), propuso por primera vez que la uta ocasionaba las lesiones
representadas en los antiguos huacos antropomorfos peruanos. Lavoreria (1902), observó
en la cerámica mochica que los antiguos peruanos practicaban el arte de curar en base a las
mutilaciones faciales y podológicas. Palma (1908), reúne datos de enfermos de Huarochiri
y Yauyos, y los compara con las piezas arqueológicas representando mutilaciones faciales.
Moodie (1923), publicó dos láminas con 6 ceramios mochica que exhiben evidencia de
leishmaniasis mucocutánea, donde los rostros de los individuos presentan mutilaciones
faciales y carecen de pintura facial. D’harcourt (1939), en su trabajo sobre la medicina
en el antiguo Perú, también menciona de la existencia de patologías en base a la
cerámica. Farfan (1941), publicó algunos dibujos de Guaman Poma de Ayala (1616),
señalando la medicina practicada por los incas, las enfermedades del siglo XVI y
presenta un breve vocabulario patológico en quechua. Lastres (1943), presentó un
amplio estudio de las representaciones patológicas en la cerámica peruana. Weiss &
Rojas (1961), realizaron una compilación de cerámica con leishmaniasis y encuentran
una asociación entre los mitos de la papa (Solanum tuberosum) y los sacrificios
humanos al dios Aia-Paec. Finalmente Altamirano (2000, 2003), fue quien abordó y
confrontó las ideas sobre el origen de la Leishmaniasis Tegumentaria Americana en
nuestro continente dándole un nuevo rumbo a la investigación paleopatológica andina.
Como hemos visto, existieron (y existen) estudios y estudiosos de las enfermedades
antiguas del área andina, sin embargo, tenemos una interpretación de doble filo, en
primer lugar cuando nos referimos a la iconografía (arte), cuando carece de contexto
social y cultural aclaratorio, podemos inferir seis beneficios (Campillo, 1998) que el
estudioso de la paleopatología obtendrá:


Caso de certeza absoluta.
Arte naturalista que muestra una patología en que el error casi podría considerarse
cero.
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



Casos con alta probabilidad patológica, sujetas a incertezas etiológicas.
Casos dudosos entre formas de actitud corporal y anomalías patológicas.
Casos en que probablemente se trate de veleidades artísticas, pero no es posible
excluir una patología.
Un grupo de mucho riesgo, basado en pequeños detalles que podrían ser
patológicos, pero que probablemente no lo sean, y en los que una mentalidad un
tanto obsesionada por estos problemas puede hacer falsos descubrimientos.
Sin lugar a dudas, esta perspectiva médica nos ayudaría a entender a simple vista de que
el artefacto (cerámica) corresponde a la representación de una enfermedad, empero, esta
abstracción occidentalizada de filiación no nos permite en ningún momento comprender
a la patología en sí, ya que las categorías andinas para designarlas tienen una denotación
y connotación dentro de la cosmovisión y simbología local que en la cerámica no la
podemos ver. Como vemos la iconografía (arte) no nos ayuda de mucho si no tenemos
alguien quien nos indique y diga qué es.
Paleopatología y Crónicas
Según las fuentes documentales del siglo XVI como Pizarro (1533), Santillan (1537),
Gonzalo Fernández de Oviedo (1537), Rodrigo Ruíz Díaz de Isla (1539), Cieza de León
(1553), Loayza (1586), Ávila (1598), José de Acosta (1590), Bartolomé de Las Casas
(1616), Monardes (16…), Gomara (16...), Antonio de Herrera (1615) y Guman Poma de
Ayala (1616); durante el Estado Inca o Tawantinsuyu (1460-1532 D.C.) existían
centenares de grupos humanos llamados “mitimaes” o mitmaq (prisioneros condenados
a trabajos forzados) que estaban organizados en ayllus o familias consanguíneas. Una
forma de estas organizaciones fue denominada piña-mitmakuna que hace alusión a una
forma despreciable de comunidades renegadas y subversivas. En ellas, los mencionados
cronistas describen las diversas patologías que les tocaron enfrentar a nuestros
antepasados andinos. En muchos casos las descripciones de las patologías están en
nombres quechua y aymara, las cuales en su momento tenían una fuerte connotación
religiosa y obedecían a designios divinos, por otro lado, estas dolencias fueron también
tratadas por especialistas que utilizaban determinadas técnicas e instrumentos en su
terapéutica. Sin embargo, tener como referencia única a estos documentos no nos
proporciona la veracidad de los hechos (actores sociales y enfermedades), ya que no los
podemos ver.
Paleopatología y tradición oral
La tradición oral se convierte en etnohistoria cuando registramos lo que se nos cuenta,
en este sentido, existen trabajos como los Porras Barrenechea (1986), Espinoza (1990,
1997), Pease (1991) y Rostworowski (1992) que plantean que la reconstrucción de
nuestra historia no necesariamente está en los documentos antiguos, sino que se
quedaron registrados en la mente colectiva de un pueblo, y que por lo tanto, fueron
transmitidos de generación en generación hasta llegar a nuestros días. Es así, que por
ejemplo muchos de los tratamientos y los instrumentos que se utilizaban para combatir
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a las enfermedades en épocas prehispánicas aún se mantienen en el área andina; incluso
podemos saber el nombre originario de la patología, los procesos que conlleva, y sobre
todo, la significación cultural que posee. Por la intervención de este método, las
representaciones patológicas en el arte (iconografía-cerámica) y en las crónicas cobran
un nuevo matiz de interpretación, ya que nos son los ojos de fuera que la ven
(cronistas), sino son los mismos andinos quienes las cuentan.
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EL ARTE Y LA PALEOPATOLOGÍA ANDINA
Sin lugar a dudas el arte es mucho más antiguo de lo que hoy podríamos suponer, sin
embargo, para el caso andino los primeros vestigios incuestionables aparecieron según
Cardich (1997) hace aproximadamente hace unos 9000 años a. C. en Lauricocha,
departamento de Huánuco, en el Perú.
Para el caso específico del arte prehispánico andino y su relación con las patologías que
tuvieron lugar en esta región, éste adquirió una gran diversidad de técnicas y estilos,
siendo muy diversos los temas escogidos, entre los que se encuentran las
representaciones de deformaciones congénitas o adquiridas, determinadas patologías,
cambios morfológicos propios de la vejez, etc. A estas representaciones debemos de
añadir las iconografías de actividades culturales como por ejemplo, las escenas de
cacerías, guerras, etc., que puedan tener utilidad para el estudio paleopatológico andino
y para comprender aspectos importantes de la vida en sociedad de los antiguos pueblos.
En esta plasmación cultural también tuvieron lugar las representaciones de algunos
métodos terapéuticos así como también a los personajes encargados de administrarlos.
En líneas anteriores nos hemos referido de forma positiva al aporte que nos provee el
arte prehispánico en cuanto a las patologías, empero hay que tener cuidado con la
interpretación que le demos, pues existen diversos factores a ser tomados en cuenta en
el análisis del material (artefactos culturales) como: la intención del artista, la fiabilidad
de la representación, la cosmovisión y el aspecto simbólico, entre otros.
De igual forma encontramos percances producto del observador, en el que influye la
experiencia que tiene, su criterio, la obsesión por querer encasillar un determinado tema
por su inclinación, etc. Por último, existe una dificultad innata de relación entre el
artefacto cultural y el estudio paleopatológico, pues en muchos casos enfermedades
diferentes pueden ocasionar aspectos en la morfología muy semejantes, en algunos
casos la interpretación se complica con la vestimenta que poseen las representaciones
iconográficas de supuestos pacientes y los personajes encargados del tratamiento.
Por otro lado, creemos que desde el punto de vista paleopatológico, casi nunca
tendremos una certeza de la enfermedad en cuestión, sin embargo, gracias a la
arqueología, la historia y los datos etnográficos podemos aproximarnos en gran medida
a la significación de la representación de patologías en el arte prehispánico andino.
Paleopatología en arte (Moche y Vicús)
De acuerdo a Lastres (1943, 1951), Lastres & Cabieses (1959), Weiss (1984), García
(2008) la cerámica Mochica muestra múltiples casos de enfermedades importantes a la
paleopatología y la historia de la medicina andina. Según los datos iconográficos los
mochicas sufrían de acondroplasia, acromegalia, ceguera, exoftalmia, exostosis, dolor
de tórax, labio leporino, leishmaniasis (uta), meningocele, parálisis facial, pie bott,
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TBC, treponematosis, signo de Romaña (tripanosomiasis) y bartonelosis (verruga). De
igual manera existieron casos traumáticos de brazos y piernas amputadas, mutilación
facial o escarificación y fracturas craneanas. Empero, ningún autor hasta el momento ha
aplicado el método iconográfico1 para entender el origen mítico de estas enfermedades
(Altamirano 2000).
Figura 01.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C). (1) Un caso
indirecto de labio leporino procedente de la costa peruana, Pieza del Museo de Ciencias
de la Salud de Lima; (2) caso de parálisis facial; (3) caso de ceguera y labio leporino;
(4) caso de meningocele; (5) traumatismo craneano.
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Según Erwin Panofski (1960), Donnan (1975), Hocquenghem (1984), Castillo (1990) y Makowski (1994, 2000) la
cerámica Mochica o Moche muestra un compleja mitología de aquellos habitantes costeños relacionados con el mar,
el desierto, el agua y la tierra durante el Período Intermedio temprano (siglos I al VII d.C.). Esta cosmovisión está
organizada por temas, escenas, huacos-retratos, marcas, animales, plantas, frutas, enfermedades, casas, templos,
hombres, partes humanas y objetos que pueden ser identificados por especies (nombres científicos y términos
populares), luego organizados por temas e interpretados en el estilo y el significado simbólico.
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Figura 02.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.). (1)
Mutilación del pie izquierdo; (2) perforación del tabique nasal y mutilación del brazo
derecho; (3) bocio y acromegalia.
Figura 03.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.). Ceramio que
muestra el rostro de un enfermo con cicatrices redondeadas lenticulares hundidas,
producidas por foliculitis pustulosas, imagen extraída de Los Mochicas, tomo II, Larco
(2001), pág. 245.
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Figura 04.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.), (1) y (2)
Ceramios que muestran a hombres con lesiones de condilomas planos, clara presencia
de sífilis; (3) y (4) individuos rascándose las bubas, imágenes extraídas de Moche:
cosmología y sociedad, Golte (2009), págs. 42-43.
Figura 05.- Paleopatología en la iconografía Vicús (200 a. C. – 200 d. C.). (1) Ceramio
que muestra un pie con un proceso crónico edematoso, con lesiones protuberantes,
probablemente inflamatorias, producidas por micosis profundas (posible micetoma),
(Colección: Museo del Banco Central de Reserva); (2) pie edematoso con lesiones
erosivas, purulentas, de un paciente agricultor norteño afectado de micetoma
(Colección: O. Romero Hospital 2 de Mayo).
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Figura 06.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.). (1) Ceramio
que muestra a un hombre con un severo tumor que compromete la mejilla y el maxilar
derecho superior junto a la región nasal (Col. Museo Banco Central de Reserva); (2)
mixoma del maxilar superior (Paciente del Hospital Dos de Mayo de 35 años de edad,
procedente de Cajamarca, 1975)
Figura 07.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.), Caso de Uta,
esta palabra viene del Hakcaro o jacaru, lengua de los Yauyos, del vocablo Huta o Tuta
que significa roer, corroer, mutilar y desgarrar. (1) Figura antropomorfa que represente
a un enfermo con tumores y mutilaciones; (2) ulceración fagedénica de la nariz, oreja y
cuello de una niña de 14 años con sífilis congénita.
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Figura 08.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.), Caso de
parálisis facial en una llama, imagen extraída de Moche: cosmología y sociedad, Golte
(2009), pág. 50.
Figura 09.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.), Caso de
parálisis facial, imagen extraída de Moche: cosmología y sociedad, Golte (2009), pág.
331.
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Figura 10.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.), (1) Individuo
hermafrodita extirpándose un tumor; y (2) individuo hermafrodita; imágenes extraídas
de Sexo en el Antiguo Perú, Kauffmann (2001), pág. 73.
Por otro lado, entre los años de 1895 y 1930, la discusión de los huacos mochica sobre
la representación de la uta (Figura 03), espundia, lepra, lupus, sífilis o mutilaciones
faciales había sido una polémica entre investigadores como M.A. Muñiz (1895),
Virchow (1895), Jiménez de La Espada (1897), Ashmead (1900, 1898), LehmanNitsche (1902), Fournier (1905), Hallopeau (1905), Neumann (1905), Palma (1908),
Tello (1908), Tamayo (1909), Escomel (1920) y Altamirano (2000), entre otros.
Figura 11.- Estudiosos de las paleopatologías. (1) Rudolph Virchow, médico alemán,
propuso la teoría de la infección celular por pequeños microorganismos (1870) y es
considerado como el padre de la paleopatología por haber publicado el primer caso de
raquitismo en cráneo de Neanderthal (1873); (2) William Boog Leishman, médico
militar británico nació en Glasgow, Escocia, es considerado padre de la leishmaniasis;
(3) Julio C. Tello Rojas nació en Huarochirí y es considerado como el padre de la
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arqueología y paleopatología peruana; (4) Alfredo Altamirano Enciso es arqueólogo,
paleopatólogo y antropólogo forense, en la actualidad uno de los más importantes
referentes en el estudio de la paleopatología andina en el Perú.
Figura 12.- Zoofilia en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.), (1) Escena que
alude a una relación zooerástica; y (2) escena zooerástica de carácter mitológico,
imágenes extraídas de Sexo en el Antiguo Perú, Kauffmann (2001), págs. 76-77.
Caso de leishmaniasis en la iconografía moche
Se conoce por Leishmaniasis a un conjunto de enfermedades metaxénicas causadas por
varias especies de protozoarios digenéticos del Orden Kinetoplastida, Familia
Trypanosomatidae, del género Leishmania, que afectan la piel y las mucosas (especies
dermotrópicas) y las vísceras del hombre (especies viscerotrópicas). Viven en zoonosis
entre diferentes especies de animales silvestres y domésticos de las regiones cálidas y
menos desarrolladas del Viejo y del Nuevo Mundo (Marzochi, 1992).
En América Latina, tanto LTA como LV son transmitidas entre los animales y el
hombre por la picadura de diversas especies de flebotómos (Díptera, Psychodidae,
Phlebotominae) hembras de los géneros Lutzomyia y Psychodopygus. Las infecciones se
caracterizan por el parasitismo de las células del sistema fagocitario mononuclear
(SFM) de la dermis, mucosas y vísceras del hospedero vertebrado. En las Américas,
sólo las especies de leishmania dermotrópicas son consideradas autóctonas (Marzochi
1999). La actual área de difusión de la Leishmaniasis (uta) es toda la costa norte del
Perú donde aparece una úlcera dermatológica próximo a los límites de los valles medios
o chaupiyungas del territorio norteño (Cornejo 1975). Aquellos grupos humanos eran en
su momento agricultores de coca, maíz, algodón, chirimoya, papas y criaban llamas
costeñas y alpacas, así lo refieren Larco (1948), Kutscher (1954), Hocquenghem (1987)
y Castillo (1989).
Por su lado, Rabello (1926) escribió que el origen de la leishmaniasis es impreciso y
diseñó una hipótesis de que las frías tierras del Perú y Bolivia podrían ser el lugar de
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
origen basado en dos tipos de fuentes: los huacos2 y los documentos del siglo XVI
(crónicas). En Paris y Londres, esta desconocida enfermedad llamó la atención para su
estudio, principalmente investigando huacos. Así, los museos europeos y
norteamericanos empezaron a recolectar momias y huacos.
En el Perú, la discusión giraba en torno a la tradicional teoría lúpica, próximo al lupus
eritematoso o tuberculosis y transmitido por contagio o miasmas. Ricardo de Palma
(hijo del famoso escritor peruano) (1908), con el actual descubrimiento de aquel
entonces de W.B.
Leishman (1903) señaló que el agente etiológico de la uta es un protozoario que llega a
la sangre humana a través de la picada de un insecto Lutzomyia. Los médicos peruanos
que siguieron la línea de Palma fueron Julián Arce, Edmundo Escomel, Monge, Burga y
Rebagliatti. En 1943, Pedro Weiss indicó que los focos de la Leishmaniasis en los valles
cálidos interandinos llamados chaupiyungas donde prolifera la Bartonelosis humana, y
ambas enfermedades son endémicas y constituyen un aspecto singular de la patología
andina.
Por su parte Altamirano (2000, 2003) ha propuesto recientemente una teoría moderna de
leishmaniasis en la cual ella tiene su origen en la amazonía sudamericana, y de la cual
se esparce hacia distintas regiones culturales, ésta es la hipótesis más aceptada en la
actualidad.
Figura 13.- Distribución de la Leishmaniasis Tegumentaria Americana (LTA) según
Altamirano (2000, 2003), (1) Hipótesis de Altamirano; (2) Las cuatro principales rutas a
la región andina y (3) La expansión tupi en los siglos X-XII por intensas luchas y
guerras. Las migraciones se llamaron “Ivy-mara-ie” (en busca de la tierra sin mal)
2
Las representaciones antropomorfas mochicas o Huacos, con pintura y escultura de lesiones mucosas
como la espundia o LM (Leishmaniasis Mucosa).
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Figura 14.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C). Caso de
leishmaniasis andina, pieza del MNAAHN.
Figura 15.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C). Grupo de
mutilados de los labios (labio leporino) y en algunos casos cegados, imagen extraída de
Sexo en el Antiguo Perú, Kauffmann (2001), pág. 160.
Casos de sífilis en el área andina
Se consideraba que la sífilis es própia de Europa medieval y desde allí pasó a las
Américas a través del descubrimiento de Colón. Los españoles y portugueses
difundieron el mal. Es una infección causada por la introducción de la bacteria
espiroqueta Treponema pallidum descubierta por Hoffman & Schaudim en 1905.
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
Figura 16.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.), Sujeto
sentado, curándose las pústulas de la nalga, su trata al parecer de pústulas sifilíticas,
Colección Enrico Poli
Sin embargo, Julio C. Tello (1908) planteaba que la sífilis era originaria de América y
se difundió a Europa en el siglo XVI, en este sentido, trascribimos las conclusiones del
importante aporte que hace este médico-arqueológico peruano a la paleopatología
andina en su tesis de bachillerato:
[…] Entre las más poderosas lenguas del Perú antiguo, Keshua y Aymará, existe el
vocablo Huanthi, que con toda probabilidad es sinónimo de sífilis […] El estado
social ha podido favorecer la propagación de una enfermedad como la sífilis, sin que
en esto el Perú antiguo haya hecho excepción a los demás pueblos de la tierra […]
Existe una leyenda de antigüedad incuestionable en la cual se habla de una
enfermedad venérea que presenta los caracteres de la infección sifilítica […] En
tiempo de los incas apareció o recrudeció una epidemia en la que fue lo más saltante
la manifestación exantemática, siendo con toda probabilidad la sífilis la que
desempeño el papel principal […] Entre las dermatosis consideradas como
autóctonas del Perú, la sífilis entra frecuentemente en la etiología de ellas, y las
mutilaciones observadas en los huacos pueden atribuirse a esta enfermedad […] Las
lesiones patológicas observadas en cráneos provenientes de antiquísimas tumbas y
habitaciones de los peruanos, pareció ser debidas a la sífilis. (Tello, 1908: 184-85)
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Figura 17.- Cráneos con sífilis según Tello (1908); (1) Femenino de 25-30 años de edad,
procedencia de Sacsa en San Damian; (2) Procedencia Carhuaturi, Huarochiri; (3)
Procedencia Shacshuña, Huarochiri; (4) Osteoperiostitis gomosa difusa de parietales y
occipital, con deformación craneana. Tomado de Spillman, sobre syphilis; (5) Lesión
del parietal izquierdo, masculino adulto; y (6) Osteoperiostitis gomosa difusa,
procedencia de chullpa de Llactashica, Huarochiri.
SOBRE EL MÉTODO ICONOGRÁFICO
Panofski (1979), define a la iconografía como la rama de la historia del arte que trata del
tema o mensaje de las obras de arte en contraposición de la forma. Menciona, de igual
modo que, es una representación de episodios significativos y dinámicos dentro de una
narrativa mítica. Es decir, un lenguaje por la imagen.
El análisis iconográfico es un método estructuralista de la arqueología simbólica
(Panofski, 1955, 1979; Hodder, 1982, 1982). Este método consiste en identificar y
definir las unidades y objetos que actúan formando parte de las escenas, actos, pasajes y
temas de los individuos representados en la cerámica mochica (principalmente) y vícús
dentro del contexto iconográfico. Estas representaciones se encuentran dentro de una
narración mitológica y ritual (Hocquenghem, 1987; Castillo, 1989; Makowski, 1994;
Altamirano, 2000). Este método se divide en 3 niveles:

La descripción pre-iconográfica consiste en separar cada uno de los motivos, como:
animales, plantas, símbolos y seres humanos. En este nivel se identificó
aisladamente cada uno de estos motivos y se definió las patologías de cada una de
las piezas.
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

El análisis comparativo es el núcleo de este método, siendo de carácter asociativo
permite la elaboración de cuadros de frecuencia de los personajes, y entrecruza
estadísticamente la distinción entre los ancestros o dioses mochicas, así como
determinadas plantas y objetos.
La interpretación iconológica permite explorar aspectos de la idiosincrasia y estilo
de las piezas mochicas. A pesar de esta limitación, el método iconográfico sirve para
entender la información colectada por la paleopatología ósea si lo abordamos de
forma aislada.
Este criterio de investigación nos permite dar el primer paso en la compresión de las
patologías en el mundo prehispánico andino con el aporte significativo que nos da la
iconografía en la primera parte del proceso de investigación de la paleopatología andina.
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
LAS CRÓNICAS Y LA PALEOPATOLOGÍA ANDINA
Las crónicas son la exposición cronológica en prosa que narra la historia de una un
pueblo, un linaje real, una institución o una fundación individual (Ballesteros 1987).
Así tenemos que en 1533, el español Pedro Pizarro relata la frecuencia de indios
migrantes que adquieren el “mal de las narices” al internarse en los pisos ecológicos
yunga y quechua, anotando la siguiente descripción:
[...] los que entran en los Andes les da un mal en las narices a manera de Sancto
Antón, que no tiene cura, aunque hay algunos remedios para entretenelle, al fin les
vuelve y los mata. Esto da a todos los indios que entran, como no sean naturales
nascidos y criados en estos Andes, y aún a los que nascen en ellos, les toca a
algunos este mal y por esta causa hay tan pocos […] (Pizarro 1571 [1917]: tomo
VII).
En 1586, cuando el misionero Rodrigo de Loayza se internó en las estribaciones andinas
registró la siguiente observación:
[…] los indios cobran una enfermedad que llaman andeongo, que es como la del
monte amazónico, que les da en las narices, se las comen y crían en ellas gusanos
[…] (Loayza, 1586 [1889]: 592).
En 1598, el sacerdote Francisco de Ávila conocido como el “extirpador de idolatrías”,
menciona que uno de los dioses de Huarochiri, llamado Ñamsapa, tenía "fenda de lobo"
y confundida como uta. Esta divinidad, hijo de Pariacaca y del Rayo, fue el héroe
fundador de los Yauyo y Huarochiri que vivía en Mama, Chosica, y dominaba las
regiones Chaupiyunga y Quechua, área endémica de LTA que afectaba dramaticamente
a los pobladores huarochiranos desde tiempos inmemoriables (Arce 1916, Herrer 1957).
Asimismo, estos habitantes practicaban ritos de pasaje de adolescente a adulto mediante
cortes y mutilaciones faciales en honor a Ñamsapa (Ávila 1598; Weiss 1984). Esto
ocurría en el mes de octubre y simbolizaba la época de culto a los ancestros, la
purificación del espíritu y la limpieza de las enfermedades. Sobre este profundo
sentimiento de religiosidad andina, Tello (1931) decía que los alfareros intercambiaban
sus piezas periódicamente al ritmo del calendario oficial agrícola, aludiendo diseños,
temas, escenas y símbolos según el recuerdo del mito ceremonial. Y gracias a las
crónicas estos mitos se mantuvieron latentes.
Por otra parte, Santa Cruz Pachacuti (1613) cuenta que cuando nació el Inca Yáhuar
Huácac
[…] las calles abian estado todas llenas con arcos de plumirías, recubriéndose
también con plumas de colores, por dentro y por fuera, el Templo del Sol. Creció
en el Cusco, su ciudad natal, pero siendo aún niño fue raptado por Tocay Cápac.
sinchi de los ayarmacas en venganza porque Mama Micay -que le había estado
prometida en matrimonio-terminó casándose con Inca Roca. El rapto se hizo con la
complicidad de los huallacanes pero lie gado el momento de darle muerte, el
príncipe lloró sangre (¿conjuntivitis severa?), y asustados sus raptores lo
confinaron a unas punas de pastoreo, de donde los antas lo recuperaron y devolvie-
20
Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
ron a inca Roca, su progenitor. Vuelto al Cusco correinó al lado de su padre,
saldándose las enemistades debido al matrimonio del principe con Mama Chiquia.
hija de Tocay Cápac. quien, a su vez, desposó a Curi Ocllo. hija de Inca Roca […]
(Santa Cruz Pachacuti, 1613 [1950])
Figura 18.- Yáhuar Huácac, dibujo de Fray Marín de Murua, imagen extraída de
Enciclopedia temática del Perú, Tomo I, pág. 45
Los encargados de sanar
En el área andina, así como hubo enfermedades, también existieron personajes o
“médicos” encargados de tratarlas, esto lo sabemos gracias al cronista Felipe Guamán
Poma de Ayala en su obra titulada Nueva crónica y buen gobierno (1616).
En este sentido, los terapeutas de esta región fueron denominados como: moscoc
(Médicos especialistas que interpretaban y adivinaban las enfermedades mediante los
sueños), hacacicuc o cuyricuc (Especialista médico en diagnosticar y terapéutica de
enfermedades auscultando las entrañas del cuy), calparicuc (Especilista que predecía las
enfermedades en las vísceras de los animales especialmente de la llama), virapiricos
(Médico que interpretaba las enfermedades en la grasa y hojas de coca, el humo
indicador de salud y/o enfermedad), achicoc (Leían la salud y enfermedad en los granos
de maíz, hachus o aillacos (Consultaban el porvenir, bienestar, salud por medio de
granos de maíz o excrementos de animales), socyac (Leían la salud y enfermedad en los
pares o impares de granos de maíz, buena o mala suerte), camascas (Curanderos,
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
chamanes que habían heredado su poder del trueno y otros para curar enfermedades),
huacapvillac (Médicos, adivinos y sacerdotes que hablaban con las huacas), tarpuntaes
(Especialistas médicos que hacían ofrendas a las huacas para predecir el bienestar de los
hombres), mallquivillac (Sacerdotes y médicos de los muertos que hablaban con los
espíritus de los antepasados para tratar las enfermedades), punchauvillac (Médicos y
sacerdotes que utilizaban los rayos solares para la terapéuticas de enfermedades), accac
(Especialistas que preparaban la chicha para los rituales, fiestas y ofrendas a las huacas
durante labores médicas y otras), pacharicuc (Médico ,adivino de salud-enfermedad que
interpretaba a través de la posición de los pies de la araña), altomisayoc (Especialista
médico que usaba su «mesa» con poderes especiales de comunicarse con los apus,
espíritus y la pachamama para el bienestar de los hombres), pampamisayoc (Especialista
de menor rango médico que el anterior, restablecedor de salud que tiene como
aucxiliares a los “aukis”), macsa o vilca (Era consultado por enfermedades y desgracias
y también solicitado para hablar con las huacas), ripiac (Hechicero que hacia el examen
de los músculos para pronosticar las enfermedades y adivinar el futuro), runatingui
(Especialista en preparar filtros, talismanes y amarres de plantas, plumas para tratar
enfermedades), huksihampic (Especialista en tratamiento de luxaciones, fracturas,
sangrías e intervenciones quirúrgicas simples y superficiales), cauchus o Runapmicuc
(Especialista en extraer la enfermedad mediante la succión o chupada), callahuayas
(Vendedores de hierbas, grasas de animales y otros remedios que recorrían los pueblos),
yatiri (Médico sabio restablecedor de la salud aymara), yachay (Especialista que dirige
y enseña el arte de curar), hampeq o hampicamayoc (Curandero que ejerce la medicina
tradicional mediante el uso del poder curativo de ciertos ritos o medicinas. Médico que
ejercía la medicina exclusivamente al servicio del inka o la nobleza), amauta (Sabio,
filósofo y botanista, conocía la medicina pero no la practicaba salvo en raras ocasiones),
shaman (Especialista de la tradición sanadora extásica que entra en trance con el fin de
ver la enfermedad y expulsarla. Se transporta entre lo visible e invisible), y layqa
(Especialista que practica para hacer daño, brujería, la magia negra, aplicando los
principio de la magia imitativa o contagiosa, puede causar el deterioro de la salud o su
muerte, se dice es el discípulo del supay).
Como hemos podido apreciar existieron “curanderos” encargados de realizar
determinadas actividades terapéuticas que recibieron muchos nombres según su
especialización.
Sobre los tratamientos
Con respecto al tratamiento que acaecían a las enfermedades andinas Cieza de León (1553)
refiere que:
[…] Cuando algún indio de ellos estaba enfermo, se bañaba, y para algunas
enfermedades les aprovechaba el conocimiento de algunas yerbas, con la virtud de
las cuales sanaban algunos de ellos. Es público y entendido de ellos mismos, que
hablan con el demonio los que para ello estaban escogidos […] (Cieza de León,
1553 [2005]: 83).
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
El mismo autor continúa:
[…] Y cuando los señores estaban enfermos, para aplacar la ira de sus dioses, y
pedirles salud hacían otros sacrificios llenos de supersticiones, matando hombres
(según yo tuve por relación) teniendo por grato sacrificio el que se hacía con sangre
humana. Y para hacer estas cosas tenían sus atambores, y campanillas e ídolos,
algunos figurados a manera de león o de tigre en que se adoraban […] (Cieza de
León, 1553 [2005]: 162).
En otro ejemplo del autor de su descripción de la sociedad Inca precisa que:
[…] Hase de notar que cuando el señor rey enviaba desde el Cuzco alguno de los
orejones principales a tomar la cuenta a los gobernadores, si por caso en el camino
adolecía de enfermedad que moría, luego en el pueblo o parte donde la muerte le
tomaba hacían los naturales testigos de cómo había sido y enviaba mensajeros al
señor, adondequiera que estuviese, y al muerto, sacadas las tripas las llevavan de
pueblo en pueblo hasta donde había salido y lo presentaban ante el señor con indios
que juraban haberle visto morir y contaban la enfermedad que tuvo, tanto temían a
los reyes que hacían esto […] (Cieza de León, 1553 [2005]: 325).
De igual manera, el mismo cronista relata también lo que se tuvo que hacer para que
Guayna Cápac ya no adolezca más de una enfermedad que padecía:
[…] Y como se sintió tocado de la enfermedad, mandó se hicieran grandes
sacrificios por su salud en toda la tierra y por todas las guacas y templos del Sol;
mas yéndole agraviado, llamó a sus capitanes y parientes y les habló algunas cosas,
entre las cuales les dijo, a lo que algunos de ellos dicen, que él sabía que la gente
que había visto en el navío volvería con potencia grande y que ganaría la tierra
(Cieza de León, 1553 [2005]: 451)
Con estas aclaraciones, podemos contrastar la evidencia documental con los diversos
motivos de la iconografía andina y aproximarnos más a la interpretación de las
enfermedades.
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
Figura 19.- Paleopatología en la iconografía Moche (50 d. C. – 800 d. C.); (1)
Hampicamayoc fue el antiguo médico mochica; y (2) médico clínico mochica
examinando al paciente. En la base rectangular hay, a la izquierda, dos ayudantes. A su
derecha hay dos depósitos, uno conteniendo mixturas y el otro es una caja de medicinas
(Colección: Museo Larco Herrera).
Por su parte, el célebre Guamán Poma (1616) nos legó una serie de dibujos en su
crónica, los cuales ayudan a facilitar la comprensión de la práctica terapéutica andina.
24
Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
Figura 20.- Dibujos de “curadores” según Felipe Guamán Poma de Ayala (1616). (1)
escena de violencia, posiblemente se generaban traumatismos después del combate; (2),
(3), (4), (5), (6), (7) especialistas en curaciones y tratamiento de las enfermedades con
ayuda de los Apus y demás seres mágicos andinos; y (8) tres especialistas interpretando
las enfermedades a través del sueño, el fuego y la succión.
SOBRE EL MÉTODO DOCUMENTAL
Para éste la selección de las crónicas utilizadas en esta investigación se hizo con el
criterio de que los autores de éstas hubiesen sido testigos presenciales de los hechos que
registraron de alguna manera, de igual manera, a aquellos que se interesaron por los
temas médicos y patológicos.
Ahora, con el apoyo iconográfico y las referencias documentales podemos tener de
cierta forma una aproximación de los síntomas patológicos, la terapéutica y de forma
clara, a los especialistas encargados de tratar a las enfermedades, así como también los
insumos que utilizaban.
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
LA TRADICIÓN ORAL Y LA PALEPATOLOGÍA ANDINA
La tradición oral se trasmite de generación en generación, de padre a hijo, y de abuelo a
nieto, y así sucesivamente; este mecanismo permite la supervivencia de las tradiciones,
costumbres, rituales, etc. de una cultura a través del tiempo en sociedades o pueblos que
no conozcan la “escritura”. Para el área de nuestro estudio este fenómeno es muy
frecuente. Este instrumento que utilizan los pueblos andinos en milenario y su registro
documental (y las técnicas utilizadas para obtener resultados) por parte de algún
interesado en ellos (etnógrafo) recibe la denominación académica de etnohistoria, es
decir, es la historia que cuenta la propia gente. En la tradición (oral) andina es
frecuente encontrar mitos, cuentos, leyendas o cantos alusivos a la creación del mundo,
la formación de plantas y animales o la aparición del hombre y de la mujer; y sobre todo
la descripción detallada de algunas de las “divinidades” del panteón de muchos pueblos.
En este sentido, para nuestro estudio solo abordaremos a las descripciones y
representaciones de algunas de las “divinidades” que los pueblos del área andina
cuentan hasta nuestros días.
Para aclarar el aporte de la etnohistoria al estudio de la paleopatología andina referimos
una entrevista que hace Villar (1982) a un anciano del pueblo de Yauyos, perteneciente
al departamento de Lima (Perú):
[…] antes había un hombre que se comunicaba con el Apu (divinidad encarnada en
un cerro generalmente) y el Apu le decía que hacer […] mi abuelo me contaba que
se le llamaba, no me acuerdo, pero tenía algo de KON o KUN, o algo así al final
(del nombre) […] me decía (que el KON) era recontra feo con su nariz chueca para
un lado […] siempre asustaba a la gente […] (Villar, 1982: 56)
Otra historia similar, la encontramos en el distrito de Mito, departamento de Junín, el
personaje motivo de nuestra inquietud recibe el nombre de Huacón y en honor a él
existe una danza en el mismo distrito:
[…] Se sabe que esta danza es exclusiva para varones, mayores de edad, con
ciertos ascendientes morales de la comunidad. Si algún menor de edad por gracia
pretende revelar el nombre del enmascarado a le dice “Cachi” (sal) sustancia que
gusta mucho a algunos mamíferos como el asno […] en este sentido el Huacón es
un personaje que representa a un hombre viejo de rasgos amorfos en la cara, sin
dentadura que causa miedo a todos los que no cumplieron con Dios […] (Artículo
del Diario Correo, 2012: 16)
Figura 21.- Propuesta de patología en el Huacón. (1) Parálisis facial; (2) parálisis facial
del Huacón; y (3) Abel Beriche, poblador de Mito (Grupo EPENSA)
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
Como hemos podido apreciar, con este ejemplo y con otros muchos más, deducimos
que las patologías siempre estuvieron relacionadas con las religión, en muchos casos los
que padecían de alguna enfermedad poseían poderes mágicos y el mismo hecho de tener
una deformación, parálisis, ceguera etc., provocaba miedo en el grupo social en donde
se encontraban. De esta manera, en alguna viñeta de nuestra historia, estos personajes
trascendieron y pasaron de ser menospreciados a convertirse en la voz de los “dioses”.
De esta manera podemos añadir que a lo largo de la historia que compartimos los seres
humanos, tenemos ejemplos sobre los “dones” que se pagan con “algo”, es decir, que
las personas que poseían ciertas capacidades (ver el futuro, ver a las almas de sus
ancestros, etc.) por lo general adolecían de algo particular, una enfermedad. Podemos
citar al Mircea Eliade (2001) quién hace alusión a este hecho:
[…] todos los dones que se les fueron otorgados a los grandes hombres y mujeres
de la historia siempre se les fue cobrado […] por ejemplo, el Moisés de la Biblia
era tartamudo, pero tuvo una mente muy lucida para hablar con el mismísimo Dios
y dar la libertad a todo un pueblo […] el célebre Beethoven padecía de sordera,
pero compuso una de las obras musicales más notables del mundo […] Julio Verne
tenia paralizado medio cuerpo y trascendió las fronteras de la ciencia e imaginación
[…] (Eliade, 2001: 37)
Si echamos una mirada a nuestra sociedad existe una gran variedad y cantidad de
ejemplos relacionados con lo que aludimos en líneas anteriores. En este sentido,
proponemos que esto debió ocurrir de forma similar hace cientos de años atrás no solo
en los Andes americanos, sino en gran parte del mundo.
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
RESULTADOS DE LA INVESTIGACIÓN
Los resultados alcanzados en la presente investigación son:





Certeza casi absoluta: al contrastar las evidencias del arte prehispánico
(iconografías), la descripción de las crónicas y la tradición oral sobre patologías
podemos deducir el tipo exacto de enfermedad, teniendo en cuenta el tiempo y
espacio del acontecimiento.
Arte naturalista: Las representaciones artísticas tenían un carácter de copiar a la
realidad tal y cual es, en este sentido la muestra del error en la patología casi podría
considerarse cero en relación a la fuente etnohistórica e iconográfica.
Certezas etiológicas: Gracias a la representación visual de las actividades en el arte,
las descripciones terapéuticas de los datos documentales y la tradición oral podemos
aproximarnos a las antiguas formas del tratamiento médico andino y emplearlos en
la actualidad.
Certeza lingüística: Gracias a la etnohistoria (tradición oral) podemos conocer el
nombre originario de la patología y comprobarla en las fuentes documentales
(crónicas)
Inexistencia de casos dudosos entre formas de actitud corporal y anomalías
patológicas: Comprobación segura en base al arte, crónicas y tradición oral.
En este sentido podemos concluir también que:




Consideramos que desde el punto de vista paleopatológico, casi nunca tendremos
una certeza de la enfermedad en cuestión, sin embargo, gracias a la interpretación
iconográfica, las crónicas y la tradición oral (etnohistoria) podemos aproximarnos
en gran medida a la significación de la representación de patologías en el área
andina.
Las patologías han estado presentes a lo largo de la historia del hombre, de tal forma
que el ser humano ha aprendido a reconocerlas desde periodos tempranos y de igual
modo trata de controlarlas para así recuperar la salud perdida. Empero, la manera
cómo las diferentes culturas andinas las concibieron es muy variable, ya que éstas se
encuentran en íntima relación con sus concepciones particulares de entender la
mecánica del universo (cosmovisión) que plasmaron en el arte y lo podemos deducir
con ayuda de las crónicas y la tradición oral.
La civilización andina ha evolucionado notablemente en relación a su agreste
topografía, controlando una serie de patologías a través del conocimiento del arte de
las plantas medicinales y las cirugías craneanas, de igual forma, los antiguos
peruanos conocieron y se enfrentaron a una increíble cantidad de enfermedades
infecciosas, que conocían con nombres en quechua y aymara; y todo ello lo
podemos saber, gracias a los datos etnohistóricos.
Las crónicas nos demuestran la presencia de múltiples estados patológicos que
dañaron diversas regiones del cuerpo: articulaciones, piel, boca, ojos, oídos, manos,
etc. En estas mismas fuentes documentales encontramos no sólo la mención sino
también la representación de individuos cojos, mancos, enanos, tullidos, entre otros.
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
Por lo que de acuerdo con esta información podemos decir que los pueblos
prehispánicos andinos se vieron afectados por padecimientos de muy diversa índole
(infecciosos, digestivos, respiratorios, osteoarticulares, traumáticos y anomalías del
desarrollo).
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
De esta manera, podemos hacer una clasificación más formal de las patologías que
tuvieron lugar en el área andina en el siguiente cuadro:
CUADRO DE INTERPRETACIÓN
DE LA PALEOPATOLOGÍA ANDINA (algunos ejemplos)
PATOLOGÍA
CARACTERÍSTICAS FISIOLÓGICAS Y
CULTURALES
Nombre patológico: Sífilis
Características: Enfermedad infecciosa de
transmisión sexual, causada por la espiroqueta
Treponema pallidum.
Nombre andino: Huanti (bubas)
Tratamiento andino a cargo de: hachus o aillacos,
socyac, camascas, huacapvillac, mallquivillac,
punchauvillac, ripiac, runatingui, huksihampic,
callahuayas, yatiri, hampeq o hampicamayoc.
Simbolismo cultural: Esta enfermedad es producto
de la unión carnal entre un hombre y una llama,
también es trasmitida por un ave llamada Quenti
(Colibrí); es el castigo divino por prácticas
zoroástricas.
Nombre patológico: Leishmaniasis Tegumentaria
Americana
Características: Enfermedad infecciosa
Nombre andino: Uta (corroer)
Tratamiento andino a cargo de: hampicamayoc,
calparicuc, virapiricos, achicoc, hachus o aillacos,
socyac, camascas, huacapvillac.
Simbolismo cultural: Esta enfermedad aparece
cuando una mujer embarazada ve a un “atoj” (zorro
o en algunos casos perro) en la luna llena, representa
la unión carnal con un ser mitológico, por lo general
se creía que vaticinaba que los dioses están con
ansias de sangre (sacrificios)
Nombre patológico: Parálisis facial
Características: Enfermedad congénita
Nombre andino: Uplasimi (boca torcida)
Tratamiento andino a cargo de: hampicamayoc,
calparicuc, achicoc, socyac, camascas, hachus o
aillacos, socyac, camascas, huacapvillac,
Simbolismo cultural: Esta enfermedad aparece
cuando una mujer embarazada empieza a hablar en el
momento en que el viento empieza a “soplar” de
manera violenta; en cuanto a los animales se presenta
cuando la hembra preñada es manoseada de manera
frecuente en el hocico.
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
Nombre patológico: Bocio y acromegalia
Características: Enfermedad de la glándula tiroides
caracterizada por un aumento de su tamaño que se
visualiza externamente como una inflamación en la
cara anterior del cuello.
Nombre andino: Ultu kunka (Cuello de sapo)
Tratamiento andino a cargo de: hampicamayoc,
calparicuc, achicoc, socyac, camascas.
Simbolismo cultural: Esta enfermedad aparece
cuando una mujer embarazada es “mipada” por un
sapo (ultu), se creía que cuando esta patología
aparecía era señal de una época de lluvia.
Nombre patológico: Edematodis
Características: Término que describe la
acumulación de fluido en cualquier tejido, cavidad u
órgano corporal, excepto el hueso. La acumulación
en la cavidad pleural se denomina derrame pleural
Nombre andino: Chaki punki (pie hinchado)
Tratamiento andino a cargo de: hampicamayoc,
Simbolismo cultural: Esta enfermedad aparece
cuando un hombre o mujer pisa un terreno sagrado o
prohibido.
Nombre patológico: Labio leporino
Características: Anomalía
congénita, enfermedad estructural o funcional
presente en el momento del nacimiento.
Nombre andino: NN
Tratamiento andino a cargo de: hampicamayoc,
camascas, huacapvillac.
Simbolismo cultural: Esta enfermedad aparece
cuando los “dioses” quieren sacrificios, es
frecuentemente confundida con la uta.
Nombre patológico: Parálisis facial
Características: Enfermedad congénita
Nombre andino: Al personaje se le conoce como
“Huacón”
Tratamiento andino a cargo de: hampicamayoc,
calparicuc, achicoc, socyac, camascas, hachus o
aillacos, socyac, camascas, huacapvillac,
Simbolismo cultural: La persona con este tipo de
parálisis recibe el nombre de Huacón, y no es una
simple máscara ritual, es la representación de una
patología, de un miedo, que sirvió para la coerción
social de algunos pueblos andinos. Es una figura de
castigo por actos pecaminosos.
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Contribución del arte, las crónicas y la tradición oral al estudio de la paleopatología andina
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