10 La Mirada de… Francis Tsang Londres, 1966 Texto: Juan Pelegrín Nació en Londres, en 1966 Ha trabajado para El Pais Semanal - EP3, Magazine de La Vanguardia, Hachette, COVER/Getty o Reporter/MRM. Tiene una treintena de premios fotográficos. Ha participado en más de 20 exposiciones colectivas y ha protagonizado tres exposiciones individuales. www.francistsang.com La Mirada de… “Me iba al rastro cada domingo y cada festivo con mi puestecillo, que era una mesita con unas patas plegables y una mochila donde llevaba los álbumes de fotos. Una sábana que hacía de toldo en verano para el sol y un plástico en invierno para que no nos cayera la lluvia”. Así empezó la carrera fotográfica de Francis Tsang. Tenía 17 años. Su gran pasión, “más que la fotografía”, es la música. “Al principio lo que yo quise fue unir esos dos mundos. La cámara me permitió estar cerca de mis ídolos de tal manera que yo con esa excusa, me iba seis horas antes a los conciertos, hacía las fotos y luego las vendía en el rastro a 20 duros”. Así, durante cinco años. Su primera venta profesional tiene el sabor de algo muy lejano, de una época que, pese a no haber pasado tanto tiempo, ha quedado muy atrás. “La primera foto que vendí la tomé una noche viniendo del Retiro de hacer fotos a las ardillas y a los árboles. Vi que Almodóvar estaba rodando Átame. Estaban allí Antonio Banderas y Victoria Abril. Me quedé toda la noche con ellos, hablando y haciendo fotos, algo imposible ahora. Esa foto –continúa- la vendí a la agencia EFE y se publicó en Hola y en el ABC. Me dieron, a lo mejor, 1500 pesetas y se quedaron con el negativo”. Fue la primera y la última vez que se deshizo del negativo. Después, la Facultad de Ciencias de la Información, unos meses trabajando para una agencia de corazón, un efímero paso de una semana por el naciente El Mundo (“no les gustaron mis fotos, sin más”) y el diario El Sol, en el que participó desde el número 0 hasta su cierre. “Allí coincidí con gente fantástica. Gente que venía de la agencia Cover, fotógrafos jóvenes, que luego serían importantes, como Ricky Dávila, que era el otro becario conmigo. Con ellos lo aprendí todo”. Y allí, además de aprenderlo todo, se encontró con los toros. “Nunca había visto toros, nunca había hecho fotografía de toros y me tocó hacer dos sanisidros seguidos”, recuerda Tsang. “Me gustó. Fotográficamente es muy valioso. Independientemente de cuál pueda ser mi opinión, favorable o desfavorable, que desde luego cambió en esos dos años. No puedo decir que ahora sea un defensor ciego de la lidia, pero algo hay que yo no había visto hasta que tuve que hacerlo por obligación. Estar ahí todas las tardes, hiciera sol o lloviera; a fuerza de escuchar a los entendidos y oyendo de lejos lo que decían a gritos los del 7, algo se me iba quedando”. Francis Tsang considera que para un fotógrafo documentar los toros “es un lujo porque se viven situaciones extraordinarias a las que, en España estamos acostumbrados, pero alguien que viene de fuera tiene que alucinar”. Su mirada no siempre se concentra en lo que sucede en la arena. Mira a izquierda y derecha, o a la espalda, buscando la imagen entre el público. “Me atraen las situaciones fugaces, protagonizadas por gente anónima que acude al espectáculo. Por eso elegí esta foto en el exterior de la plaza, cuando ya todo el mundo se ha marchado, con ese callejón de luz que hace el sol. Los brillos en la fachada de la plaza vienen de una de estas churrerías metálicas. Me gusta esperar esos momentos, a ver si sucede algo”. En esos cincuenta o sesenta festejos fotografiados, aunque él posiblemente no se haya dado cuenta, le dio tiempo a desarrollar un fino olfato taurino. Lo demuestra la elección de su torero favorito, Julio Robles: “No acertaba mucho con la espada, pero tenía una manera muy elegante de torear. Me gustaba más porque era muy feo y –se explica– el valor de los toreros feos es igual que el de los músicos feos: es su música tal cual, su arte para torear tal cual. No hay condicionantes como ocurre con otros toreros. Robles era su toreo y ya está. A mí me hizo aplaudir alguna vez”. Tsang lo explica de manera heterodoxa, pero es difícil no estar de acuerdo en la grandeza de su toreo. Desde sus visitas a Las Ventas, Francis Tsang se ha convertido en un magnífico retratista y en un reportero cuya visión del mundo le ha llevado, por ejemplo, a ocupar alguna portada de El País Semanal. Sólo se ha vuelto a cruzar una vez con un torero, Luis Francisco Esplá, pero no le disgustaría en absoluto volver a hacer toros. Sería curioso averiguar cuántas estampas taurinas vendería ahora, un domingo cualquiera, en su puesto del rastro. Francis Tsang con 5 años. © Francis Tsang. MIRADAS 11