2 – APOYOS POLÍTICOS Y SOCIALES Por encuadramiento político podemos señalar que representaban a los simpatizantes de Comunión Tradicionalista (Carlistas), Renovación Española (monárquicos), la CEDA (católicos y conservadores de derecha) y Falange Española de las JONS. Estas 4 familias fueron las integradas en el partido único (FET de las JONS) y las que disfrutaron del poder durante toda la dictadura franquista. Franco siempre tuvo un especial cuidado en repartir el poder entre las 4 familias para equilibrar su influencia. Los sublevados recibieron desde un principio el apoyo de empresarios, medianos y pequeños propietarios castellanos, grandes terratenientes y aristocracia. También el del sector de opinión firmemente católico, incluidas las propias organizaciones religiosas y la Iglesia. Todos aquellos que temían la posibilidad de una revolución social con sus connotaciones de reparto de la riqueza, eliminación de la propiedad privada, igualitarismo social y erradicación del culto católico, estuvieron a favor de la sublevación. En las zonas dominadas por los nacionales rápidamente mostraron su apoyo a la sublevación, mientras en las zonas dominadas por la República tuvieron que esconderse en muchas ocasiones. Es notable el caso de Madrid, donde miles de ciudadanos esperaban la conquista de la ciudad, refugiados en embajadas o consulados extranjeros, o escondidos en pisos francos. Fueron llamados por los republicanos la “Quinta Columna” que asediaba la ciudad. Muy especial es también el apoyo de la Iglesia. El clero católico prestó a los sublevados un decidido apoyo ideológico y propagandístico, legitimando el golpe de estado, y describiendo la guerra como una “Santa Cruzada para salvar la civilización cristiana” amenazada por los comunistas y anarquistas que querían “acabar con Dios y gozaban con el asesinato la destrucción”. Por el contrario ensalzaron a Franco como el “Caudillo providencial e instrumento de los planes divinos”. No es de extrañar esta posición dado el enfrentamiento entre la Iglesia y la República, y sobre todo por las persecuciones a que fueron sometidos los religiosos en la zona republicana durante los primeros 2 meses de la guerra (casi 7.000 muertos), a excepción del País Vasco, dominado por el PNV (allí los franquistas asesinaron a 16 sacerdotes). Este respaldo fue recompensado con las medidas de carácter religioso señaladas anteriormente. 3 – LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA DE LA ZONA NACIONAL En la zona sublevada se impuso desde el principio un férreo control centralizado de todos los recursos económicos bajo su dominio, dirigiéndolos hacia el fin exclusivo de ganar la guerra, mediante su militarización. En Agosto de 1936 se paralizó la Reforma Agraria republicana, en 1938 se abolió definitivamente. Las tierras no fueron devueltas a sus anteriores propietarios hasta 1940. En el verano de 1937 se creó el Servicio Nacional del Trigo (compraba el trigo a precio tasado), que satisfizo los intereses de los pequeños productores de la Meseta Norte al tiempo que garantizaba el suministro en su zona. La falta de industria fue suplida con los envíos de material desde Italia y Alemania, y la rápida recuperación de la producción industrial de la zona norte tras su conquista. El abastecimiento de combustible estuvo siempre asegurado por los envíos de petróleo de la compañía TEXACO en condiciones muy favorables (de las que no dispuso la República). En la zona sublevada la inflación de precios, fue sólo del 37 % durante toda la guerra, mientras en la zona republicana llegó a superar el 50 % sólo en los primeros 6 meses. Desde Noviembre de 1936 hubo monedas distintas en las 2 zonas La peseta de los sublevados se devaluó un 17 % mientras la republicana lo hizo en un 70 %. IV- LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA A – REFUGIADOS Y EXILIADOS Durante la guerra se produjeron grandes movimientos de población desplazada dentro del país. Desde los primeros días de la guerra grupos de población civil de la zona republicana tuvieron que abandonar sus residencias y refugiarse en Cataluña o Levante. También fueron muchos los que huían hacia el bando nacional (“pasados”). En cuanto al exilio internacional: Cuando el ejército nacional tomó el norte, no hubo otra vía de salida que el mar, por el que huyeron unas 80.000 personas, muchos de ellos niños (13.000), a los que se dio prioridad, con destino a GB, Francia, o la URSS. Durante todo el conflicto el goteo de exiliados fue interminable, pero se incrementó con la toma de Cataluña, momento en el que unas 470.000 personas cruzaron la frontera con Francia entre el 27 de Enero y el 3 de Febrero de 1939. El éxodo masivo de niños, mujeres, ancianos, combatientes, políticos fue lamentable, acabando en campos de refugiados en el sur de Francia. Al finalizar la guerra, otros miles huyeron desde los puertos de Valencia, Alicante, etc. El número total superó los 500.000 exiliados (38.000 niños a URSS) De estos refugiados, alrededor de la mitad volvieron a España en los meses siguientes (invasión nazi), unos 30.000 se enrolaron en el ejército francés para combatir a los alemanes (compañías enteras de este ejército eran españolas, como las primeras que entraron en París en 1944), mientras otros 20.000 acabaron en campos de exterminio nazis (Mauthausen, Dachau, Treblinka), de los que murieron 16.000. Entre 100.000 y 200.000 no volvieron nunca o al final de la Dictadura (a partir de 1960). De Francia muchos (20.000) acabaron desplazándose a Hispanoamérica: México, Argentina, Chile, República Dominicana, Cuba, Venezuela, etc. Entre éstos cabe destacar a muchos intelectuales y políticos, que dejaron una honda huella en sus países receptores. El gobierno de la República en el exilio se reconstituyó primero en Francia y más tarde en México. B – PÉRDIDAS HUMANAS Y ECONÓMICAS Durante años no ha habido cifras exactas sobre el número de víctimas producidas por la guerra, y mucho menos por la represión en la retaguardia de ambos bandos. Todos los estudios se dejaban arrastrar por prejuicios ideológicos, minimizando las propias y exagerando las del bando contrario. Podemos considerar como víctimas del conflicto a los muertos en combate (entre 160.000 y 200.000), los muertos por la represión (160.000, mas otros 40.000 tras la guerra), los muertos por las penalidades en la retaguardia (entre 160.000 y 200.000 por hambres y enfermedades, y otros 160.000 en la inmediata posguerra), pero también a los represaliados al final de la guerra (muchos con sentencia de muerte), a los desterrados y exiliados fuera del país Se ha calculado que entre la guerra y la inmediata post-guerra el número de muertos sería en total de algo más de 650.000. De éstos la mitad serían el resultado de los combates y la represión, mientras los muertos por las calamidades de la guerra serían la otra mitad. En cuanto a las destrucciones materiales, éstas no serían tan cuantiosas como en la Europa de después de la II GM por el menor uso de artillería y los bombardeos. Se calcula que hacia 1939 la riqueza nacional habría disminuido en 1/3 así como la renta per cápita, y que unas 250.000 viviendas fueron destruidas totalmente, mientras otras tantas lo fueron parcialmente. La producción industrial bajó un 30 % y la agrícola un 20 %. También disminuyó la tierra cultivada y la cabaña ganadera (en más de 1/3). También la marina mercante se redujo en 1/3, mientras las pérdidas en ferrocarriles fueron del 40 %. Lo realmente grave vino con la posguerra al coincidir con la II GM, y sobre todo como consecuencia de la política autárquica del gobierno de Franco. Se interrumpió la tendencia previa de modernización económica. C – REPRESIÓN Y REPRESALIAS TRAS LA GUERRA A la represión ejercida por los sublevados durante la guerra hay que sumar la realizada tras su finalización. Había que dar un escarmiento a los “rojos”. Los vencidos fueron silenciados, humillados, sancionados económicamente, expulsados de sus empleos y encarcelados. La base legal para ello fue la “Ley de Responsabilidades Políticas” de febrero de 1939. Entre 40.000 y 48.000 fueron ejecutados. Los últimos ya en años 60. En la inmediata posguerra las cárceles se llenaron de presos políticos. En 1940 había 240.000 hombres y 18.000 mujeres encarcelados. La mayoría fueron juzgados por tribunales mixtos (jueces, militares, falangistas) sin las mínimas garantías legales, y condenados a muerte, a trabajos forzados, confinamiento en cárceles o campos de concentración, a penas económicas, destierros, o pérdida de su trabajo. Todavía en 1943 quedaban más de 100.000 presos mientras otros 25.000 cumplían trabajos forzados en la construcción de carreteras, canales, ministerios o el Valle de los Caídos. En 1946 quedaban 15.000 presos políticos. No es de extrañar que miles se escondieran en “zulos” hasta la vuelta de la democracia. El gobierno de Franco también inició una “depuración” de todas las esferas de la vida, dispuesta a descubrir a toda persona que hubiese apoyado al Frente Popular (más de 300.000 españoles fueron investigados): Cargos públicos: alcaldes, concejales, diputados, gobernadores civiles, embajadores. Los afiliados a partidos políticos y sindicatos del Frente Popular. Miles de combatientes en el bando republicano. Los acusados de ateos o masones. Se depuró a periodistas, abogados, médicos, profesores desde la escuela hasta la universidad. Fueron multados, expropiados de sus bienes y despedidos de sus empleos en la administración, siendo sus puestos ocupados por excombatientes franquistas o falangistas. En otros casos se les incautaron sus propiedades, que fueron subastadas.