I. UN TIEMPO PARA ABRIR MI CORAZÓN AL PERDÓN Y RECONCILIACIÓN Una viva experiencia Nos sentimos conmovidos/as al hablar con una de nuestras hermanas que ejerció su ministerio en una cárcel durante 34 años y al oír como compartió el sentido de su experiencia. Acompaño unos 20 hombres y mujeres en el fin de su vida. Caminó con ellos y luchó durante muchos años a su lado, en el proceso de transformación de sentirse “los desgraciados de la tierra” hasta sentirse “los pecadores amados por Dios”. “Lo que nos conmueve y nos cura, a ellos y a mí, es la misericordia tierna de Dios”, dice con un sentido de asombro y reverencia. Aunque no es un privilegio común el poder ejercer un ministerio tan exigente, estamos todos/as llamados/as a una misión de reconciliación en nuestra vida diaria, en nuestras familias, comunidades y en nuestro trabajo. Esto empieza con la conciencia de nuestra propia fragilidad y nuestra necesidad continua de conversión y transformación. A través de nuestra propia experiencia de descubrir la misericordia de Dios, podemos atestiguar el don de la misericordia y del amor de Dios en las vidas de otras personas. 1. Tomo el tiempo necesario para buscar en mi vida momentos donde he perdonado o he recibido el perdón ¿De qué fui perdonada/o u otorgue perdón? ¿Por quién? ¿Cómo? 2. Hago memoria de mi ministerio de reconciliación, destacando los hitos más importantes Tomo tiempo para acogerme, para escucharme en lo profundo… Acojo, sin juicio sobre mí y los demás, los hechos dolorosos que recuerdo… Las heridas, el daño recibido o hecho a otros/as. Dios me ama y quiere mi liberación interior y me ha llamado a ejercer el ministerio de la reconciliación. II. ALABO, DOY GRACIAS A DIOS POR EL DON DEL PERDON Y RECONCILIACIÓN 1. “Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia. Soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.” (Col. 3: 13) o Me dejo tomar, interiorizo este texto de Pablo. Escribo mi propia reflexión al respecto 2. Para continuar profundizando en esta verdad, leo y medito el siguiente texto. Subrayo lo que me parece más sugerente: La reconciliación es sobre todo la obra de Dios, y de El sólo. Nosotros/as somos los agentes de las acciones de Dios: “Embajadores por amor de Cristo” (2Cor 5: 20). Para ser mediadores fieles y provechosos de reconciliación, necesitamos estar en contacto y en comunión continua con Dios. No iniciamos las acciones, pero aprendemos a esperar en silencio y con paciencia que Dios nos comunique su mensaje. Aprendemos a esperar y a mirar con aquellos que buscan curación. En su libro “Reconciliación: misión y ministerio en un orden social que se transforma”, Schreiter insiste en dos disciplinas necesarias para la reconciliación: la práctica de la oración contemplativa y la creación de un espacio seguro y acogedor para los demás. Esta experiencia de la hospitalidad prepara el camino para una experiencia de la hospitalidad divina, el don que llamamos gracia. o Hago un comentario de lo que he subrayado 3. Tomo mis Constituciones y me quedo contemplando y ahondando en lo que ella me enseña con respecto a nuestra misión de reconciliación. Contemplo el Corazón de Dios en su misericordia hacia el ser humano. Doy gracias por la liberación que ha realizado en mí. Entre todo lo que he contemplado en esta etapa, Elijo una expresión, un pensamiento…y lo alabo. III. UN TIEMPO PARA RECIBIR LA GRACIA DEL PERDON Juan Eudes, tenía conciencia de los obstáculos que impiden una relación intima con Dios, con nosotros/as mismos/as, y con los demás. En este movimiento de la oración, después de abrirse a Dios, de la adoración y del dar gracias, somos conscientes de la distancia que existe entre la realidad de nuestras vidas y el amor extraordinario de Dios. Sentimos la necesidad de entrar poco a poco en una experiencia de perdón. Necesitamos perdonarnos por no ser las personas que debemos ser; necesitamos perdonar a los demás por ser diferentes a nosotros/as. y perdonar a Dios por ser siempre un poco desconcertantes sus caminos, que no son mis caminos!1 Juan Eudes nos anima a presentar a la Iglesia y al mundo las señales de una reconciliación verdadera y profunda.2 La experiencia de Santa Ma. Eufrasia Sabemos que María Eufrasia deseaba que nuestras comunidades fueran lugares especiales de reconciliación y generalmente no dejaba que “se pusiera el sol sobre su enojo” (Eph 4: 26). Cuando se daba cuenta de haber ofendido a alguien, no podía dormir antes de haber pedido perdón. Hay varios ejemplos donde perdonó a personas que la ofendieron. Una de estas personas le dio mucha pena: era la hermana Mechtilde Flosse, superiora del convento de Clermont. Dejó la congregación en 1841, poco después de que el convento fue cerrado. Seis años después, escribió a María Eufrasia porque sentía un gran remordimiento por su comportamiento, y le pidió volver a la congregación. María Eufrasia contestó rápidamente: “El Cielo la perdona y mi corazón la recibe, mi querida hija y conociendo el suyo, yo no quiero hacerle comprar la felicidad del regreso. Dejo también a la gracia el llevarle a la reparación que usted cree se debe hacer… Aquí usted encontrará a Dios, la paz y la felicidad. Ni una sola recriminación le será dirigida…”3 Nombro lo que aún está por perdonar en mí: En mi vida de trabajo 1 2 3 En mi vida de relación con los/as demás Camino Espiritual para Hoy con San Juan Eudes Boletín del cuatrocientos aniversario del nacimiento de SJE Carta de SME del 4 de nov. 1847 a Mademoiselle Flosse, no 1193, Vol 6 En mi vida espiritual En lo que soy En lo que he vivido Busco las formas de vivir el perdón Jesús, Buen Pastor Misericordioso, que me buscas incansablemente, llevando el peso de tu Amor y de nuestras infidelidades, enséñame a perdonar, día a día y guárdame en tu Corazón. AMEN IV. UN TIEMPO PARA reconocer nuestra necesidad de perdonar y de responsabilizarnos en nuestra relación con Dios, con los demás y con la creación. Una perspectiva de la resurrección Sta. María Magdalena fue la primera en anunciar la resurrección y entonces puede abrirnos nuevas perspectivas sobre el poder liberador del amor misericordioso de Dios. Después de las tensiones y confusiones que ella y otras mujeres experimentaron durante la crucifixión, nos da la esperanza de que a través del amor incondicional de Dios, todos/as los/as que necesitan la reconciliación pueden volverse hacia Dios. “La comprensión de la espiritualidad de resurrección facilita el apreciar la espiritualidad de reconciliación”.4 Responsabilizarse y Actuar por la Justicia El perdón es un elemento esencial del crecimiento espiritual, pero no debe poner de relieve la vergüenza, los escrúpulos o el miedo. No obstante, cuando ponemos atención a la belleza extraordinaria de Dios por un lado, y por otro la manera en que desfiguramos el mundo, en que levantamos barreras entre nosotros/as y en que somos menos humanos de lo que deberíamos, reconocemos nuestra necesidad de perdonar y de responsabilizarnos en nuestra relación con Dios, con los demás y la creación. 4 Robert Schreiter, Reconciliation: Mission & Ministry in a changing social order, (New York: Maryknoll, Orbis Books, 1992) p.78 La experiencia del amor de Dios a través del perdón nos mueve en la dirección de ofrecer resistencia a los pecados del mundo. Las acciones por la justicia y la paz son una consecuencia importante del amor de Dios hacia la necesidad humana de perdonar. o ¿Cómo podemos crear espacios acogedores para los demás a nivel personal, en nuestras familias y comunidades? o ¿Cómo el “Camino de Enriquecimiento” nos está invitando a vivir de manera más auténtica en el espíritu del perdón y de la reconciliación? Padre, Aquí me tienes, con las manos vacías, recordándome por el ejemplo de Juan Eudes, María Eufrasia, que Tú eres rico en misericordia. Dame un corazón nuevo, dame tu propio corazón para que yo pueda cambiar mis actitudes. Si Tú me das tu Corazón podré entender que cada persona es preciosa y capaz de cosas admirables. A quien me golpea, me hiere, yo le abriré mi mano de donde florecerá el perdón; a los que me rodean les ofreceré lo mejor que hay en mí, sin esperar nada a cambio; frente a las debilidades y caídas de mis hermanos y hermanas no me comportaré como juez y sacaré de mis ojos el tronco que me impide ver los tesoros escondidos que hay en ellos y ellas. Danos Señor un corazón nuevo, derrama en nosotras y nosotros un espíritu nuevo. AMEN AL FINAL DEL RETIRO, PODRÉ PERCIBIRME COMO UNA PERSONA NECESITADA DEL PERDON Y DECIDIDA A VIVIR FIELMENTE MI MINISTERIO DE RECONCILIACIÓN