Actas del Séptimo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Santiago 26-29 octubre 2011, eds. S. Huerta, I. Gil Crespo, S. García, M. Taín. Madrid: Instituto Juan de Herrera, 2011 Acueductos en las haciendas de Mexico Antonio de las Casas Gómez Isabel García García Existen en el territorio mexicano todo un conjunto de acueductos sobre arquerías verdaderamente notable, aunque desgraciadamente bastante desconocido. De este desconocimiento se salvan los acueductos existentes en algunas ciudades, construidos para el abastecimiento de su población y afortunadamente perfectamente conservados, entre los que cabe citar los de Morelia en Michoacán, el de Querétaro, el de Chihuahua y otros. Sin embargo otros desaparecieron o fueron destruidos por el desarrollo urbano, como el de Chapultepec en México, D.F.. Hay otro gran número de acueductos que se construyeron en los grandes latifundios, las haciendas, que son los que presentamos en este trabajo. Entre ellos veremos ejemplares absolutamente sorprendentes, muchos bastante bien conservados. ANTECEDENTES Cuando los españoles llegan a los territorios que hoy forman el estado de México se encuentran con unas civilizaciones en algunos casos fuertemente urbanizadas, y que por tanto han tenido que enfrentarse con los problemas del agua potable, desarrollando sistemas hidráulicos, en algunos casos muy sofisticados, y que denotaban un buen conocimiento de la materia. En el caso de Tenochtitlan el problema del agua era especialmente complicado y por tanto habían tenido que recurrir a sistemas hidráulicos de gran complejidad. Situada en un conjunto de lagos, Texcoco, Chal- co y Xochimilco, la ciudad tenía que defenderse a la vez de las inundaciones producidas por las lluvias en una cuenca endorreica y, dada la mala calidad de esas aguas desde tiempos antiguos, abastecerse de agua potable transportándola desde las zonas aledañas. Cuando los españoles llegan a Tenochtitlan, y así lo cuenta el propio Hernán Cortés, existían un conjunto de acueductos consistentes en unos canales hechos con madera, tierra y plantas, o piedras con estuco, sobre taludes o semiflotantes a base de canoas llenas de morrillo y carrizo, llamados apipilolli en lengua nahual. Ellos permitían llevar al centro de la ciudad agua potable desde los manantiales de Chapultepec y Coyacán siguiendo la calzada de Iztapalapa. Allí era repartida mediante canoas a la mayor parte de la población y mediante una red de acequias a las casas de la nobleza mexica. Las continuas interrupciones producidas por las averías de tan frágil conducción habían llevado a construir dos conductos paralelos que permitían llevar aguas de distinta calidad simultáneamente o utilizar uno de ellos solamente mientras se reparaba o se limpiaba el otro (Navarrete 1996). A la llegada de los españoles, inmediatamente vieron que era necesario y urgente mantener los acueductos en perfecto funcionamiento y así lo hicieron en principio utilizando las mismas técnicas de los indígenas. Pero desde época muy temprana se darían cuenta de que éstas podían ser mejoradas y empezarían a construir acueductos en base a canoas o troncos ahuecados elevados sobre horcas de madera y 222 A. de las Casas, I. García más tarde sobre arquerías de piedra o piedra y ladrillo, tal como habían visto en su tierra de origen. El arco no era conocido en las culturas prehispánicas, ni siquiera en aquellas que habían desarrollado una intensa actividad constructiva antes de la llegada de los españoles, como los mayas, aztecas o mexicas. Por lo tanto este sistema fue llevado por los españoles ya desde época muy temprana como veremos enseguida. LOS ACUEDUCTOS EN ESPAÑA Y EN LOS TRATADOS DE CONSTRUCCIÓN DISPONIBLES ¿Qué acueductos podrían conocer los españoles que llegaron a la Nueva España? Dado que las expediciones salían de los puertos andaluces de la costa atlántica, Cádiz, Sevilla o Huelva, en las zonas cercanas es donde debemos buscar los acueductos que tomarían como modelo los primeros constructores, en general gente de escasa o ninguna formación teórica, aunque muy pronto podría conocer cualquiera de la península e incluso, en algún caso, acueductos de otros países, visitados en viajes comerciales o en expediciones militares. En primer lugar hay que citar el denominado Caños de Carmona en la propia Sevilla, de origen romano aunque muy transformado por los árabes y que ha estado en funcionamiento hasta 1912, completamente de ladrillo. Constaba la zona elevada sobre el terreno de más o menos 400 arcos sobre pilares, pues grandes tramos transcurrían apoyados en el terreno o subterráneos. En segundo lugar los acueductos de Mérida en la provincia de Badajoz, dos acueductos importantes con arcadas que se conservan parcialmente hasta la actualidad: el de los Milagros y el de San Lázaro, ambos de piedra y ladrillo, mezcla que encontraremos con frecuencia en México. El primero, de finales del siglo I a.C., que conducía el agua a la ciudad desde el embalse de Proserpina, tenía una longitud de 840 m de arcadas y una altura máxima de 25 m., el segundo traía a la ciudad el agua procedente de varios arroyos y manantiales situados al norte y noroeste pero solo se conservan unos pocos pilares y sus arcos intermedios. Naturalmente se puede pensar en otros acueductos entre los que hay que destacar el de Segovia, que ya gozaba de justa fama y otros de menor importancia como los de Baelo Claudia, ciudad romana en la pro- Figura 1 Acueducto de los Milagros en Mérida vincia de Cádiz cerca de Tarifa o el de Almuñecar en la provincia de Granada. Igualmente habría que tener en cuenta una serie de acueductos contemporáneos con los de Méjico, entre los que cabe citar los de San Antón en Plasencia y los Arcos de Teruel del siglo XVI, o el de San Miguel en Algeciras construido hacia 1780. La construcción en la Nueva España (Loría 2004), tras la llegada de los españoles, se organizó a imagen y semejanza de las instituciones, usos y costumbres de la península. Los trabajadores estaban organizados en gremios según los distintos oficios. En la construcción de los acueductos participaría un primer grupo de oficios relacionados con la extracción o fabricación de materiales de construcción, especialmente los canteros y los dedicados a la fabricación de ladrillos y aglomerantes, particularmente la cal. Un segundo grupo, que en el caso de los acueductos adquiere una singular importancia, el de los trabajos destinados al diseño, traza y dirección de la obra, algo parecido a lo que más adelante serán los arquitectos e ingenieros. Dadas las exigencias de una rigurosa nivelación de la obra, para evitar el total fracaso de la obra, habría que recurrir a expertos alarifes que asegurasen el éxito de la misma. El tercer grupo lo constituían aquellos oficios relacionados directamente con la ejecución de las obras, entre los que cabe destacar los carpinteros para la fabricación de cimbras y andamios y los encargados de las fábricas, de piedra, ladrillo o mixtas. Acueductos en las haciendas de México Cada gremio establecía unas ordenanzas en que quedaban fijadas las condiciones para el acceso a la profesión, aunque estas eran modificadas con frecuencia y eran distintas para cada ciudad, o al menos en las principales de ellas. El acceso a la profesión se llevaba a cabo entrando de aprendiz al servicio de un maestro por una serie de años, tras los cuales obtenía la categoría de oficial, lo que le permitía ejercer el oficio a las órdenes de un maestro. Transcurridos una serie de años y cumplidas ciertas condiciones, entre las cuales estaba contar con la cantidad necesaria para establecerse por su cuenta, podía solicitar la realización de una prueba para alcanzar el grado de maestro (Terán 1998). En los tratados de construcción utilizados en la época, hasta finales del siglo XVIII, solamente en alguno de ellos (Plo 1767), dedicado precisamente al virrey de México, se dan orientaciones sobre la pendiente que debe darse a los canales de agua: Una pulgada cada 100 varas, igual 1/3.300 (Terán 2001). Mucho más completo, un verdadero tratado sobre los acueductos con multitud de temas y figuras, encontramos en Los 21 libros de los ingenios y las máquinas, atribuido a Juanelo Turriano, en los que se dedica a los acueductos el tomo segundo libro sexto: Del llevar aguas en diversas maneras y de aguaductos; libro séptimo Para llevar aguas que passen unas por debajo de otras; y el libro octavo De las diferencias que ay en el llevar de las fuentes. Sin duda para hacernos una idea de cuales eran los conocimientos de hidráulica de los arquitectos novohispanos del siglo XVII contamos con los escritos del carmelita Fray Andrés de San Miguel. Nacido en Medinasidonia (Cadiz) en 1577, desarrolla una amplia actividad constructiva y era considerado especialista en hidráulica. Mantuvo una agria polémica con Enrico Martínez sobre las obras de desagüe de los lagos que éste estaba dirigiendo. Muere en 1644 en Salvatierra (Guanajuato) (Toussaint 1945). Desgraciadamente nada sabemos de los conocimientos teóricos, ni los instrumentos de nivelación que tendrían Fray Antonio de Bermul constructor del acueducto de Acámbaro, Fray Francisco de Tembleque constructor del de Zempoala, el hermano jesuita Pedro Beristain constructor del de Xalpa o Ildefonso Iniesta arquitecto que intervino en este último y en el de los Remedios, el único de los citados del que consta que contaba con una preparación teórica. 223 LOS ACUEDUCTOS URBANOS Tras las reparaciones de los acueductos realizadas en Tenochtitlan desde los primeros días después de la conquista, muy pronto nos encontramos con construcciones llevadas a cabo con ideas nuevas importadas de la península, para abastecer a ciertas poblaciones. Nueve años después de la llegada de Cortés, en 1527 el franciscano Antonio de Bermul comienza el primer acueducto conocido sobre arcos en Acámbaro, Guanajuato. Mucho mayor significado tiene sin embargo el construido en 1571, por el también franciscano Fray Francisco de Tembleque en Zempoala, Hidalgo (Mendieta 1870; Torquemada 1983), para llevar agua desde el cerro de Tecajete al pueblo de Otumba, en el actual estado de México. Se trata de un acueducto de 44 km con tres arquerías: la primera, en la Hacienda Tecajete, de 46 arcos; la segunda de 13, en la Hacienda de los Arcos; y la más importante y conocida cerca de Zempoala, con 67 arcos, una longitud 1.020 metros, una altura máxima de 38,75 metros y un canal de 36 por 20 cm. Construido en mampostería con sillares de una esmerada talla en las bóvedas y esquinas de las pilas, aún se conserva en magnífico estado de conservación. El construir una conducción de esa longitud con un desnivel de 200 m sin duda exigía unos conocimientos muy avanzados. Figura 2 Acueducto del Padre Tembleque en Tepeyualco, Hidalgo 224 A. de las Casas, I. García Ya en el siglo XVI y hasta los inicios del siglo XX se levantan en México numerosos acueductos para abastecimiento de las ciudades, algunos de ellos con grandes arquerías. Podemos citar entre ellos los de Santa Fe o Tlaxplana, Belen o Chapultepec (XVI), hoy prácticamente desaparecidos, en el Distrito Federal, los Remedios en el Estado de México (1765), los de Querétaro (1738), Morelia (1785), Guadalajara (1903), Chihuahua (1783), San Luis Potosí (1833) o Zacatecas (1810) y otros muchos (Romero de Terreros 1949). Figura 5 Acueducto de Morelia, Michoacán Figura 3 Acueducto de Belén o Chapultepec, México D.F. Figura 6 Acueducto de Zacatecas, Zac. LAS HACIENDAS EN MÉXICO Figura 4 Acueducto de Querétaro, Que. Desde el inicio mismo de la conquista los españoles crearon las encomiendas de indios y el repartimiento de tierras y aguas a la manera cuasi feudal, ideal que perseguían los conquistadores. Con ello se ponen las bases del latifundio que en el siglo siguiente desembocará en la creación de la hacienda, institución típica mexicana que perdurará al menos durante tres centurias. Las explotaciones mineras fueron sin duda la gran aspiración de los españoles, pero para hacerlas posibles, además de aprovechar las explotaciones agrícolas existentes antes de su llegada, que eran capaces de abastecer las importantes ciudades existen- Acueductos en las haciendas de México tes, hubo que crear nuevas explotaciones. Ellas estaban las dedicadas fundamentalmente a nuevos cultivos como los cereales, especialmente el trigo, la caña de azúcar y las dedicadas a la ganadería. Con ellas se buscaba cubrir las necesidades alimenticias, las muy importantes de animales de trabajo o para el acarreo de mercancías. Aunque solían ser especializadas, no fue infrecuente que las haciendas mineras contasen también con una importante explotación agrícola para garantizar su propio abastecimiento (Rendón 1994; von Wobeser 1989). Haciendas azucareras Las haciendas azucareras fueron unas de las más importantes, desde los primeros años tras la llegada de los españoles. Ya Hernán Cortés llevó desde Cuba la caña de azúcar, donde se había introducido muy tempranamente. Él mismo y una buena parte de sus hombres, junto con las órdenes religiosas y la nobleza, recibieron mercedes de tierras en lo que actualmente son los estados de Morelos y Guerrero, en las que crearon enormes haciendas destinadas a este cultivo. Tuvieron una gran importancia entre los siglos XVII y XIX, gracias a que era de los pocos cultivos con valor comercial. Al tratarse de una planta muy exigente en agua, hubieron de realizarse importantes obras hidráulicas, en particular acueductos y jagüeyes o estanques, para asegurar el riego y más tarde también para mover las máquinas para la elaboración de la caña. De esta forma se transforman los trapiches en ingenios, al sustituir la tracción animal por la hidráulica. Éste último uso exigió en muchas ocasiones la realización de importantes acueductos para tener el agua con una determinada altura para mover la maquinaria. Haciendas mineras Junto con las anteriores eran las más importantes, pues de ellas se extraían los metales, principalmente plata, la riqueza más importante y codiciada de la época. Aunque originariamente se dedicasen de forma exclusiva a estas labores, pronto se dedicaron también a trabajos agrícolas, como queda dicho, ya que se encontraban muy alejadas de las zonas en donde podrían abastecerse de alimentos. El agua se 225 utilizaba para abastecimiento de personas y animales y riego de los campos, y pronto para la molienda de los minerales, lo que podía exigir obras de mayor envergadura. Entre estas haciendas cabe citar, a modo de ejemplo, la de San Juan Bautista en Taxco, cuya construcción parece ser que fue ordenada por el conquistador Hernán Cortés antes de su partida en 1540. Destaca en ella el ingenioso sistema de conducción de agua, a través de las paredes de la propia construcción, una red o sistema hidráulico intramuros, que servía para conducir el líquido, desde el acueducto principal, que parcialmente se conserva (Fig. 8), hasta los molinos del mineral y los patios con estanques. Las haciendas de beneficio de metales debían recibir de las minas las piedras de mineral; despedazarlas o triturarlas; extraerles el mineral, en este caso la plata; hacer lingotes con los metales extraídos y sacarlos de la región en caravanas de mulas. Para moler las piedras había molinos de tracción animal y otros movidos por agua, de manera que las corrientes naturales eran muy apreciadas en las regiones mineras. En un principio, la plata se extraía utilizando el método de las lumbradas; es decir, se aplicaba fuego a las piedras, lo que no permitía extraer el metal limpio. Se atribuye al dominico de origen sevillano Bartolomé de Medina (1530-1580), asentado en el Mineral de Pachuca, la idea de la amalgama en frío del mineral con el azogue o mercurio. El método consistía en mezclar el polvo negro, que se obtenía de las piedras molidas, con el mercurio, para extraer la plata. Ya amalgamados, los dos metales eran separados mediante calentamiento para evaporar el mercurio que en parte se recuperaba y en parte se perdía. Este método se denominaba «beneficio de patio», porque el proceso se realizaba en patios con estanques a cielo abierto que se pueden ver perfectamente en la ex hacienda de Taxco el Viejo. El sistema de beneficio de patio resultaba costoso, pero transformó la economía de la Nueva España al duplicar la cantidad de plata extraída, y por lo menos redujo a la mitad el consumo de madera. Haciendas cerealistas Con la llegada de los españoles el trigo vino a generalizarse como alternativa al maíz que hasta su llegada había sido el soporte fundamental de la alimenta- 226 A. de las Casas, I. García ción de la población. De esta forma se crearon en el centro de México grandes haciendas dedicadas a este cultivo destinado principalmente al abastecimiento de la población de origen español de las ciudades. Como se trata de un cultivo de secano no dieron lugar a la construcción de acueductos, excepto en algún caso para alimentar los molinos necesarios para elaborar la harina. Haciendas ganaderas Dadas las grandes necesidades que enseguida aparecieron de animales de carga y trabajo, para el traslado de personas, para el ejército, para la alimentación, etc., se formaron haciendas dedicadas a la cría del ganado, que más alejadas de las grandes poblaciones ocupaban amplios espacios. En ellas apenas se hacían obras hidráulicas por no ser necesarias. Figura 7 Acueducto de la Hacienda de San Lucas Matlala, Puebla Otras haciendas Ya desde muy temprano o en épocas posteriores aparecieron haciendas especializadas en otros tipos de producciones. Cabe citar entre las mismas y con origen muy temprano, las dedicadas a la cochinilla y el índigo, tinturas muy apreciadas. Las pulqueras y mezcaleras para el cultivo del magüey y la elaboración de las bebidas alcohólicas extraídas del mismo, el pulque, el mezcal y el tequila. Al tratarse de una planta muy poco exigente en agua no necesitaban hacerse obras hidráulicas. En la península del Yucatán adquirió gran auge el cultivo de otra especie de magüey, el henequén, utilizado en la fabricación de fibras, que aunque de origen prehispánico, adquirió una gran importancia en el siglo XIX, dando lugar a las haciendas henequeneras. También tuvieron en distintas épocas y en diferentes zonas según el clima y el agua necesarios, una gran Acueductos en las haciendas de México 227 importancia las haciendas dedicadas al cacao y al café. San Juan Raboso, San Lucas Matlala, San Juan Colón, y en otras nueve más. LOS ACUEDUCTOS DE LAS HACIENDAS MATERIALES Desde la época prehispánica fue necesaria, para mantener a la población de las grandes ciudades y los campos, la construcción de obras hidráulicas, presas, acueductos y canales, debido a la prolongada época de sequía en mucha zonas. Aparentemente en el inicio los españoles utilizaron las obras existentes, pero muy pronto introdujeron innovaciones. Por ello desde el siglo XVI se construyeron presas, canales y acueductos para conducir el agua a las explotaciones mineras (Navarrete 1996). En la agricultura también fue precisa la construcción de obras hidráulicas. En los cultivos, cuyo ciclo de crecimiento era más largo que la época de las lluvias, la irrigación era indispensable, el agua de irrigación además de humedecer el suelo, proporcionaba fertilizantes a la tierra y por esta razón se llegó a practicar inclusive en la época de lluvias, además mataba a algunas plagas como las ratas y las hormigas. En las regiones donde existían fuentes de agua, la construcción de obras hidráulicas se centró en la conducción del líquido, mientras que en las regiones donde estas fuentes eran escasas se hizo necesario además la ejecución de obras de almacenamiento. El agua se conducía a las haciendas a través de acueductos, que frecuentemente terminaban junto al cuarto de molienda para accionar el molino. Estos acueductos llegaban a medir muchos kilómetros, en el siglo XIX, la hacienda azucarera de Santa Ana de Tenango en Morelos tenía una red de acueductos de 37 km, sin contar la distribución del agua dentro del ingenio. La necesidad de contar con suficiente agua fue tan grande que, en algunas haciendas, el valor de las obras de infraestructura hidráulica llegó a representar un alto porcentaje del valor total de la propiedad, como en la hacienda de San Antonio de Atlacomulco en Morelos, en la que suponía un tercio del mismo. Las haciendas azucareras se extendieron principalmente por los estados de Puebla, Morelos, Michoacán y Veracruz. Solamente en el primero de estos estados, en el municipio de Izucar de Matamoros, se encuentran todavía restos de acueductos en las haciendas de San Nicolás Tolentino, San Félix Rijo, Los acueductos construidos en las haciendas son de materiales muy diversos, predominando el ladrillo y la mampostería y siendo menos abundante la sillería, lo que parece lógico en unas construcciones cuyo papel fundamental es práctico y se sitúan en el campo. Ladrillo Aunque lo más habitual, cuando encontramos ladrillos en los acueductos, sea mezclado con piedra de diversas formas, no faltan ejemplos en los que el acueducto es completamente de ladrillo, como ocurre por ejemplo en el de la hacienda Belén de Pihuamo, Veracruz. Piedra y ladrillo Más habitual, como queda indicado, son las mezclas de piedra y ladrillo, principalmente en dos formas diferentes. En el acueducto de Chapultepec en México D.F. (Fig. 3) encontramos mampostería con franjas de ladrillo cada 70/80 cm, en una distribución que recuerda la del acueducto de Los Milagros de Mérida. (Fig. 1) En este mismo acueducto, así como en el de Figura 8 Acueducto de la Hacienda de San Nicolás de Tolentino, Puebla 228 A. de las Casas, I. García Guadalupe también en el D.F., encontramos la misma alternancia de piedra y ladrillo en las dovelas de los arcos, lo que recuerda la distribución usada en los de la mezquita de Córdoba. Estas referencias, sin duda no pasan desapercibidas al observador. Más frecuente sin embargo es utilizar el ladrillo solamente en los arcos, siendo el resto de la obra de mampostería. Con ello se evita tallar las dovelas en piedra, tarea difícil y costosa. Tal puede verse, entre otros muchos ejemplos, en el acueducto de la Hacienda de San Nicolás de Tolentino en Puebla. Mampostería El material más habitual, como queda dicho, es sin duda la mampostería. De muy diversos tipos y aspectos, va desde una mampostería con piedras muy pequeñas que bien podríamos considerar un hormigón, como puede verse en el acueducto de San Andrés de Chalchicomula en Puebla, hasta una mampostería concertada, cercana ya a la sillería. Otras veces se usa de forma que podríamos llamar clásica, con sillares en bóvedas y esquinas o de formas más originales como en el acueducto de Nochitlan, Zacatecas, en que se alternan grandes sillares bien tallados, con mampostería de pequeñas piedras. En algún caso los sillares de las bóvedas y esquinas, son de una piedra de distinta naturaleza y color que el resto, como ocurre en el acueducto de Querétaro, consiguiendo un bello efecto cromático (Fig. 4). Figura 9 Acueducto de la Hacienda de San Andrés de Chalchicomula, Puebla Figura 10 Acueducto de la Hacienda de Nochitlán, Zacatecas Sillería Aunque menos frecuente no faltan casos de acueductos hechos completamente de sillería de una talla cuidada, sean con caras lisas, sean almohadilladas. TIPOLOGÍAS Número de plantas La solución más general es sin duda la de los acueductos con una sola planta de arcos y solo cuando hay que cruzar una vaguada muy profunda, se recurre a colocar varias arquerías superpuestas, que llegan hasta cuatro en el emblemático acueducto de Xalpa o del Sitio (Romero de Terreros 1949), en Tepozotlan, México. Se trata de una obra monumental proyectada por el hermano coadjutor jesuita Pedro Beristain, natural de Azpeitia, Guipúzcoa, Administrador de la Hacienda de Xalpa y perteneciente a la comunidad del cercano colegio de San Francisco Xavier de Tepotzotlán. Para ello contó con el asesoramiento del arquitecto Ildefonso Iniesta que también había intervenido en el acueducto de los Remedios. La obra fue levantada a partir de 1764, por el maestro de obras Gonzalo Antonio González bajo la dirección del Padre Santiago Castaño. Debido a la expulsión de la orden en 1767, la obra quedó inconclusa, pero los trabajos se retomaron casi un siglo después bajo la direc- Acueductos en las haciendas de México ción de Manuel Romero de Terreros, tercer conde de Regla, perteneciente a una familia enriquecida con la explotación de minas, que adquirió la hacienda, terminándose en 1854. Con una longitud total de unas 10 leguas, esto es 41,9 km, atraviesa una cañada, en donde la arquería alcanza los 62 metros de altura, cuenta con cuatro niveles de arcos y una longitud de 430 metros. Otra arquería alcanza los 42 metros de altura y tiene también un túnel de unos 730 m. de longitud. Su capacidad es de un buey de agua, es decir una vara cuadrada o 8.360 cm2. Figura 11 Acueducto de la Hacienda de Xalpa, México Tipo de arcos la llegada de la ingeniería del hormigón. Se trata de ahuecar los tímpanos sobre los arcos mediante otros arcos del mismo radio que los principales que se apoyan en estos aproximadamente a la mitad de su altura. Sobre unas pilas de mampostería de piedra de color negro y argamasa de color muy claro se elevan los arcos de medio punto de ladrillo de grosor constante desde los arranques a la clave. Aproximadamente a los 600 de altura se apoya un arco igualmente de ladrillo del mismo radio que los principales con un ángulo aproximado de otros 600. Su grosor es sin embargo la mitad del anterior, salvo en la parte cercana a los apoyos y en la parte superior del mismo que es del grosor de los arcos principales. De esta forma queda hueca la zona sobre las pilas entre este arco secundario y los dos principales, con lo que ello supone de ahorro de material. De alguna manera podríamos encontrar un antecedente de este trazado en los arquillos que los romanos construyen sobre las pilas en buena parte de sus puentes, que deberían tener además de su función estética, el disminuir el empuje de las aguas sobre los tímpanos en caso de crecida y disminuir algo el peso sobre las pilas y el volumen de los materiales necesarios. Cada cuatro pilas, ésta se eleva de mampostería a modo de contrafuerte, igual que el resto de las pilas, pero con hiladas de ladrillo, hasta la parte superior del mismo y con un ancho mayor que el resto. La franja superior del acueducto, la que corresponde a las paredes del canal superior es nuevamente de ladrillo, mientras que la zona sobre los arcos hasta llegar a ésta es de mampostería enlucida con argamasa de color claro. Aunque muy lejos de la elegancia que encontramos Aunque el arco de medio punto es el utilizado con carácter general no falta algún caso excepcional en que se utiliza otro tipo de arco, carpanel de tres centros o rebajados, sea con carácter excepcional como en el acueducto de Tecayec, sea en todo un tramo como en el acueducto de Yuatepec, ambos en Morelos o en el acueducto de la Hacienda La Mesa en Tamaulipas con arcos apuntados. Tímpanos huecos En la Hacienda Calderón en el municipio de Cuautla, Morelos, existe un acueducto con una tipología de gran originalidad que apenas tiene antecedentes hasta 229 Figura 12 Acueducto de la Hacienda de Calderón, Morelos 230 A. de las Casas, I. García en este acueducto, los tímpanos ahuecados mediante arcos los encontramos también en el acueducto de la Hacienda de Belén de Pihuano, Veracruz o en el de Tepayeca, Puebla. En planta este acueducto está compuesto por líneas rectas formando ángulos lo que coincide con lo indicado en los tratados de construcción y con algunos precedentes de la península. Nos encontramos pues ante una obra de gran originalidad, un alzado muy ingenioso y delicado y una ejecución muy cuidada, tanto más sorprendente por tratarse de una construcción rural. Seguramente ello haya que achacarlo a una sociedad, los hacendados, ya en los siglos XVIII y XIX muy refinada y que reflejaba este gusto en todas las construcciones del casco de la hacienda. Además en este acueducto queda reflejado el gusto de los mejicanos por los colores, cosa muy poco habitual en las obras de ingeniería y que encontramos no solo en este acueducto, sino en bastantes otros entre los que cabe citar el acueducto de Querétaro o el de Atlixco en Puebla, donde se mezclan delicadamente piedras de color rosa y gris. Bien merecería esta obra ser más conocida. Soluciones originales Hay algunos acueductos con soluciones de gran originalidad como el ya citado de la Hacienda de San Lucas de Matlala (Fig. 7). Cuenta con un cuerpo central, compuesto por dos fuertes y elevados machones, que sirven de apoyo a otros tantos grandes arcos de medio punto superpuestos. El superior está bajo cinco arcos pequeños. A ambos lados de este cuerpo central se desarrollan dos órdenes superpuestos de arcos menores. El conjunto da la impresión de una construcción tan fuerte como elegante y acusa a las claras la mano maestra del autor. Aunque en no muy buen estado aún se conserva en buena parte. Contamos con un grabado (García Cubas 1857), que nos da una idea de su grandiosidad y elegancia, que le hace comparable a los mejores ejemplares de los acueductos romanos como el Pont du Gard, otomanos como el de Moglova o de cualquier época, tanto más sorprendente cuanto que se trata del acueducto de una hacienda. Aunque no existe seguridad (Romero de Terreros 1947; 70) es de mediados del XIX y obra del arquitecto de origen español Lorenzo de la Hidalga, que además de sus numerosas obras arqui- Figura 13 Acueducto de los Remedios, México tectónicas, también llevo a cabo numerosos trabajos de agrimensura e hidráulicos. Mención especial merece también el acueducto de los Remedios aunque estrictamente no sea de una hacienda. Alfonso Tello de Guzmán en octubre de 1616 obtuvo una merced de agua otorgada por el virrey, para abastecer a la ermita de Los Remedios y los sobrantes beneficiarían a los indios para que regaran sus tierras. La construcción se inició en 1620; pero se planeó para conducir agua por tubos o caños subterráneos, manufacturados con barro y después cocidos y para salvar la depresión, se proyectó hacer un sifón. Al inicio y final del mismo, se edificó una torre troncocónica de cantera labrada, de ocho metros de diámetro en la base y 23 metros de altura, con nueve cuerpos escalonados. En su interior se encuentra un conducto vertical para regular la presión y eliminar el aire de la tubería. Popularmente se conocen como los «caracoles». La solución se saldó con un completo fracaso. Más de cien años después, el ingeniero del rey, Ricardo Aylmer, y el maestro mayor de arquitectura, Ildefonso Iniesta, desecharon el sifón, y los sustituyeron por un conducto sobre una arquería, que se llevó a cabo en 1765. La arquería y el conducto son de cantera labrada en bloques rectangulares; cuenta con cincuenta arcos de medio punto de 6,70 m de luz y el más alto de 16 metros. Las bases de las pilastras son de 2.05 por 1.70 metros. Acueductos en las haciendas de México LISTA DE REFERENCIAS García Cubas. 1857. Atlas Geográfico, Estadístico e Histórico de la República Mexicana. México. Loría Arcila, José H. 2004. Introducción a la construcción. Historia de la Construcción en México. México. Mendieta, Fray Jerónimo de. 1870. Historia eclesiástica indiana. México. 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