CNHC_7 (23) - Sociedad Española de Historia de la Construcción

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Actas del Séptimo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Santiago 26-29 octubre 2011,
eds. S. Huerta, I. Gil Crespo, S. García, M. Taín. Madrid: Instituto Juan de Herrera, 2011
Acueductos en las haciendas de Mexico
Antonio de las Casas Gómez
Isabel García García
Existen en el territorio mexicano todo un conjunto de
acueductos sobre arquerías verdaderamente notable,
aunque desgraciadamente bastante desconocido. De
este desconocimiento se salvan los acueductos existentes en algunas ciudades, construidos para el abastecimiento de su población y afortunadamente perfectamente conservados, entre los que cabe citar los
de Morelia en Michoacán, el de Querétaro, el de
Chihuahua y otros. Sin embargo otros desaparecieron
o fueron destruidos por el desarrollo urbano, como el
de Chapultepec en México, D.F.. Hay otro gran número de acueductos que se construyeron en los grandes latifundios, las haciendas, que son los que presentamos en este trabajo. Entre ellos veremos
ejemplares absolutamente sorprendentes, muchos
bastante bien conservados.
ANTECEDENTES
Cuando los españoles llegan a los territorios que hoy
forman el estado de México se encuentran con unas
civilizaciones en algunos casos fuertemente urbanizadas, y que por tanto han tenido que enfrentarse con
los problemas del agua potable, desarrollando sistemas hidráulicos, en algunos casos muy sofisticados,
y que denotaban un buen conocimiento de la materia.
En el caso de Tenochtitlan el problema del agua era
especialmente complicado y por tanto habían tenido
que recurrir a sistemas hidráulicos de gran complejidad. Situada en un conjunto de lagos, Texcoco, Chal-
co y Xochimilco, la ciudad tenía que defenderse a la
vez de las inundaciones producidas por las lluvias en
una cuenca endorreica y, dada la mala calidad de
esas aguas desde tiempos antiguos, abastecerse de
agua potable transportándola desde las zonas aledañas. Cuando los españoles llegan a Tenochtitlan, y
así lo cuenta el propio Hernán Cortés, existían un
conjunto de acueductos consistentes en unos canales
hechos con madera, tierra y plantas, o piedras con estuco, sobre taludes o semiflotantes a base de canoas
llenas de morrillo y carrizo, llamados apipilolli en
lengua nahual. Ellos permitían llevar al centro de la
ciudad agua potable desde los manantiales de Chapultepec y Coyacán siguiendo la calzada de Iztapalapa. Allí era repartida mediante canoas a la mayor
parte de la población y mediante una red de acequias
a las casas de la nobleza mexica. Las continuas interrupciones producidas por las averías de tan frágil
conducción habían llevado a construir dos conductos
paralelos que permitían llevar aguas de distinta calidad simultáneamente o utilizar uno de ellos solamente mientras se reparaba o se limpiaba el otro (Navarrete 1996).
A la llegada de los españoles, inmediatamente vieron que era necesario y urgente mantener los acueductos en perfecto funcionamiento y así lo hicieron
en principio utilizando las mismas técnicas de los indígenas. Pero desde época muy temprana se darían
cuenta de que éstas podían ser mejoradas y empezarían a construir acueductos en base a canoas o troncos ahuecados elevados sobre horcas de madera y
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A. de las Casas, I. García
más tarde sobre arquerías de piedra o piedra y ladrillo, tal como habían visto en su tierra de origen. El
arco no era conocido en las culturas prehispánicas, ni
siquiera en aquellas que habían desarrollado una intensa actividad constructiva antes de la llegada de los
españoles, como los mayas, aztecas o mexicas. Por lo
tanto este sistema fue llevado por los españoles ya
desde época muy temprana como veremos enseguida.
LOS ACUEDUCTOS EN ESPAÑA Y EN LOS TRATADOS DE
CONSTRUCCIÓN DISPONIBLES
¿Qué acueductos podrían conocer los españoles que
llegaron a la Nueva España? Dado que las expediciones salían de los puertos andaluces de la costa atlántica, Cádiz, Sevilla o Huelva, en las zonas cercanas
es donde debemos buscar los acueductos que tomarían como modelo los primeros constructores, en general gente de escasa o ninguna formación teórica, aunque muy pronto podría conocer cualquiera de la
península e incluso, en algún caso, acueductos de
otros países, visitados en viajes comerciales o en expediciones militares.
En primer lugar hay que citar el denominado Caños de Carmona en la propia Sevilla, de origen romano aunque muy transformado por los árabes y que ha
estado en funcionamiento hasta 1912, completamente de ladrillo. Constaba la zona elevada sobre el terreno de más o menos 400 arcos sobre pilares, pues
grandes tramos transcurrían apoyados en el terreno o
subterráneos. En segundo lugar los acueductos de
Mérida en la provincia de Badajoz, dos acueductos
importantes con arcadas que se conservan parcialmente hasta la actualidad: el de los Milagros y el de
San Lázaro, ambos de piedra y ladrillo, mezcla que
encontraremos con frecuencia en México. El primero, de finales del siglo I a.C., que conducía el agua a
la ciudad desde el embalse de Proserpina, tenía una
longitud de 840 m de arcadas y una altura máxima de
25 m., el segundo traía a la ciudad el agua procedente de varios arroyos y manantiales situados al norte y
noroeste pero solo se conservan unos pocos pilares y
sus arcos intermedios.
Naturalmente se puede pensar en otros acueductos
entre los que hay que destacar el de Segovia, que ya
gozaba de justa fama y otros de menor importancia
como los de Baelo Claudia, ciudad romana en la pro-
Figura 1
Acueducto de los Milagros en Mérida
vincia de Cádiz cerca de Tarifa o el de Almuñecar en
la provincia de Granada. Igualmente habría que tener
en cuenta una serie de acueductos contemporáneos
con los de Méjico, entre los que cabe citar los de San
Antón en Plasencia y los Arcos de Teruel del siglo
XVI, o el de San Miguel en Algeciras construido hacia 1780.
La construcción en la Nueva España (Loría
2004), tras la llegada de los españoles, se organizó
a imagen y semejanza de las instituciones, usos y
costumbres de la península. Los trabajadores estaban organizados en gremios según los distintos oficios. En la construcción de los acueductos participaría un primer grupo de oficios relacionados con la
extracción o fabricación de materiales de construcción, especialmente los canteros y los dedicados a
la fabricación de ladrillos y aglomerantes, particularmente la cal. Un segundo grupo, que en el caso
de los acueductos adquiere una singular importancia, el de los trabajos destinados al diseño, traza y
dirección de la obra, algo parecido a lo que más
adelante serán los arquitectos e ingenieros. Dadas
las exigencias de una rigurosa nivelación de la obra,
para evitar el total fracaso de la obra, habría que recurrir a expertos alarifes que asegurasen el éxito de
la misma. El tercer grupo lo constituían aquellos
oficios relacionados directamente con la ejecución
de las obras, entre los que cabe destacar los carpinteros para la fabricación de cimbras y andamios y
los encargados de las fábricas, de piedra, ladrillo o
mixtas.
Acueductos en las haciendas de México
Cada gremio establecía unas ordenanzas en que
quedaban fijadas las condiciones para el acceso a la
profesión, aunque estas eran modificadas con frecuencia y eran distintas para cada ciudad, o al menos
en las principales de ellas. El acceso a la profesión se
llevaba a cabo entrando de aprendiz al servicio de un
maestro por una serie de años, tras los cuales obtenía
la categoría de oficial, lo que le permitía ejercer el
oficio a las órdenes de un maestro. Transcurridos una
serie de años y cumplidas ciertas condiciones, entre
las cuales estaba contar con la cantidad necesaria
para establecerse por su cuenta, podía solicitar la realización de una prueba para alcanzar el grado de maestro (Terán 1998).
En los tratados de construcción utilizados en la
época, hasta finales del siglo XVIII, solamente en
alguno de ellos (Plo 1767), dedicado precisamente
al virrey de México, se dan orientaciones sobre la
pendiente que debe darse a los canales de agua: Una
pulgada cada 100 varas, igual 1/3.300 (Terán 2001).
Mucho más completo, un verdadero tratado sobre
los acueductos con multitud de temas y figuras, encontramos en Los 21 libros de los ingenios y las
máquinas, atribuido a Juanelo Turriano, en los que
se dedica a los acueductos el tomo segundo libro
sexto: Del llevar aguas en diversas maneras y de
aguaductos; libro séptimo Para llevar aguas que
passen unas por debajo de otras; y el libro octavo
De las diferencias que ay en el llevar de las fuentes.
Sin duda para hacernos una idea de cuales eran los
conocimientos de hidráulica de los arquitectos novohispanos del siglo XVII contamos con los escritos del carmelita Fray Andrés de San Miguel. Nacido en Medinasidonia (Cadiz) en 1577, desarrolla
una amplia actividad constructiva y era considerado
especialista en hidráulica. Mantuvo una agria polémica con Enrico Martínez sobre las obras de desagüe de los lagos que éste estaba dirigiendo. Muere
en 1644 en Salvatierra (Guanajuato) (Toussaint
1945). Desgraciadamente nada sabemos de los conocimientos teóricos, ni los instrumentos de nivelación que tendrían Fray Antonio de Bermul constructor del acueducto de Acámbaro, Fray Francisco
de Tembleque constructor del de Zempoala, el hermano jesuita Pedro Beristain constructor del de
Xalpa o Ildefonso Iniesta arquitecto que intervino
en este último y en el de los Remedios, el único de
los citados del que consta que contaba con una preparación teórica.
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LOS ACUEDUCTOS URBANOS
Tras las reparaciones de los acueductos realizadas en
Tenochtitlan desde los primeros días después de la
conquista, muy pronto nos encontramos con construcciones llevadas a cabo con ideas nuevas importadas de la península, para abastecer a ciertas poblaciones. Nueve años después de la llegada de Cortés, en
1527 el franciscano Antonio de Bermul comienza el
primer acueducto conocido sobre arcos en Acámbaro, Guanajuato. Mucho mayor significado tiene sin
embargo el construido en 1571, por el también franciscano Fray Francisco de Tembleque en Zempoala,
Hidalgo (Mendieta 1870; Torquemada 1983), para
llevar agua desde el cerro de Tecajete al pueblo de
Otumba, en el actual estado de México. Se trata de
un acueducto de 44 km con tres arquerías: la primera, en la Hacienda Tecajete, de 46 arcos; la segunda
de 13, en la Hacienda de los Arcos; y la más importante y conocida cerca de Zempoala, con 67 arcos,
una longitud 1.020 metros, una altura máxima de
38,75 metros y un canal de 36 por 20 cm. Construido
en mampostería con sillares de una esmerada talla en
las bóvedas y esquinas de las pilas, aún se conserva
en magnífico estado de conservación. El construir
una conducción de esa longitud con un desnivel de
200 m sin duda exigía unos conocimientos muy
avanzados.
Figura 2
Acueducto del Padre Tembleque en Tepeyualco, Hidalgo
224
A. de las Casas, I. García
Ya en el siglo XVI y hasta los inicios del siglo XX
se levantan en México numerosos acueductos para
abastecimiento de las ciudades, algunos de ellos con
grandes arquerías. Podemos citar entre ellos los de
Santa Fe o Tlaxplana, Belen o Chapultepec (XVI),
hoy prácticamente desaparecidos, en el Distrito Federal, los Remedios en el Estado de México (1765),
los de Querétaro (1738), Morelia (1785), Guadalajara (1903), Chihuahua (1783), San Luis Potosí (1833)
o Zacatecas (1810) y otros muchos (Romero de Terreros 1949).
Figura 5
Acueducto de Morelia, Michoacán
Figura 3
Acueducto de Belén o Chapultepec, México D.F.
Figura 6
Acueducto de Zacatecas, Zac.
LAS HACIENDAS EN MÉXICO
Figura 4
Acueducto de Querétaro, Que.
Desde el inicio mismo de la conquista los españoles
crearon las encomiendas de indios y el repartimiento
de tierras y aguas a la manera cuasi feudal, ideal que
perseguían los conquistadores. Con ello se ponen las
bases del latifundio que en el siglo siguiente desembocará en la creación de la hacienda, institución típica mexicana que perdurará al menos durante tres
centurias. Las explotaciones mineras fueron sin duda
la gran aspiración de los españoles, pero para hacerlas posibles, además de aprovechar las explotaciones
agrícolas existentes antes de su llegada, que eran capaces de abastecer las importantes ciudades existen-
Acueductos en las haciendas de México
tes, hubo que crear nuevas explotaciones. Ellas estaban las dedicadas fundamentalmente a nuevos cultivos como los cereales, especialmente el trigo, la caña
de azúcar y las dedicadas a la ganadería. Con ellas se
buscaba cubrir las necesidades alimenticias, las muy
importantes de animales de trabajo o para el acarreo
de mercancías. Aunque solían ser especializadas, no
fue infrecuente que las haciendas mineras contasen
también con una importante explotación agrícola
para garantizar su propio abastecimiento (Rendón
1994; von Wobeser 1989).
Haciendas azucareras
Las haciendas azucareras fueron unas de las más importantes, desde los primeros años tras la llegada de
los españoles. Ya Hernán Cortés llevó desde Cuba la
caña de azúcar, donde se había introducido muy tempranamente. Él mismo y una buena parte de sus
hombres, junto con las órdenes religiosas y la nobleza, recibieron mercedes de tierras en lo que actualmente son los estados de Morelos y Guerrero, en las
que crearon enormes haciendas destinadas a este cultivo. Tuvieron una gran importancia entre los siglos
XVII y XIX, gracias a que era de los pocos cultivos
con valor comercial. Al tratarse de una planta muy
exigente en agua, hubieron de realizarse importantes
obras hidráulicas, en particular acueductos y jagüeyes o estanques, para asegurar el riego y más tarde
también para mover las máquinas para la elaboración
de la caña. De esta forma se transforman los trapiches en ingenios, al sustituir la tracción animal por la
hidráulica. Éste último uso exigió en muchas ocasiones la realización de importantes acueductos para tener el agua con una determinada altura para mover la
maquinaria.
Haciendas mineras
Junto con las anteriores eran las más importantes,
pues de ellas se extraían los metales, principalmente
plata, la riqueza más importante y codiciada de la
época. Aunque originariamente se dedicasen de forma exclusiva a estas labores, pronto se dedicaron
también a trabajos agrícolas, como queda dicho, ya
que se encontraban muy alejadas de las zonas en
donde podrían abastecerse de alimentos. El agua se
225
utilizaba para abastecimiento de personas y animales
y riego de los campos, y pronto para la molienda de
los minerales, lo que podía exigir obras de mayor envergadura.
Entre estas haciendas cabe citar, a modo de ejemplo, la de San Juan Bautista en Taxco, cuya construcción parece ser que fue ordenada por el conquistador
Hernán Cortés antes de su partida en 1540. Destaca
en ella el ingenioso sistema de conducción de agua, a
través de las paredes de la propia construcción, una
red o sistema hidráulico intramuros, que servía para
conducir el líquido, desde el acueducto principal, que
parcialmente se conserva (Fig. 8), hasta los molinos
del mineral y los patios con estanques.
Las haciendas de beneficio de metales debían recibir de las minas las piedras de mineral; despedazarlas
o triturarlas; extraerles el mineral, en este caso la plata; hacer lingotes con los metales extraídos y sacarlos
de la región en caravanas de mulas. Para moler las
piedras había molinos de tracción animal y otros movidos por agua, de manera que las corrientes naturales eran muy apreciadas en las regiones mineras.
En un principio, la plata se extraía utilizando el
método de las lumbradas; es decir, se aplicaba fuego
a las piedras, lo que no permitía extraer el metal limpio. Se atribuye al dominico de origen sevillano Bartolomé de Medina (1530-1580), asentado en el Mineral de Pachuca, la idea de la amalgama en frío del
mineral con el azogue o mercurio. El método consistía en mezclar el polvo negro, que se obtenía de las
piedras molidas, con el mercurio, para extraer la plata. Ya amalgamados, los dos metales eran separados
mediante calentamiento para evaporar el mercurio
que en parte se recuperaba y en parte se perdía. Este
método se denominaba «beneficio de patio», porque
el proceso se realizaba en patios con estanques a cielo abierto que se pueden ver perfectamente en la ex
hacienda de Taxco el Viejo. El sistema de beneficio
de patio resultaba costoso, pero transformó la economía de la Nueva España al duplicar la cantidad de
plata extraída, y por lo menos redujo a la mitad el
consumo de madera.
Haciendas cerealistas
Con la llegada de los españoles el trigo vino a generalizarse como alternativa al maíz que hasta su llegada había sido el soporte fundamental de la alimenta-
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A. de las Casas, I. García
ción de la población. De esta forma se crearon en el
centro de México grandes haciendas dedicadas a este
cultivo destinado principalmente al abastecimiento
de la población de origen español de las ciudades.
Como se trata de un cultivo de secano no dieron lugar a la construcción de acueductos, excepto en algún caso para alimentar los molinos necesarios para
elaborar la harina.
Haciendas ganaderas
Dadas las grandes necesidades que enseguida aparecieron de animales de carga y trabajo, para el traslado de personas, para el ejército, para la alimentación,
etc., se formaron haciendas dedicadas a la cría del
ganado, que más alejadas de las grandes poblaciones
ocupaban amplios espacios. En ellas apenas se hacían obras hidráulicas por no ser necesarias.
Figura 7
Acueducto de la Hacienda de San Lucas Matlala, Puebla
Otras haciendas
Ya desde muy temprano o en épocas posteriores
aparecieron haciendas especializadas en otros tipos
de producciones. Cabe citar entre las mismas y con
origen muy temprano, las dedicadas a la cochinilla
y el índigo, tinturas muy apreciadas. Las pulqueras
y mezcaleras para el cultivo del magüey y la elaboración de las bebidas alcohólicas extraídas del mismo, el pulque, el mezcal y el tequila. Al tratarse de
una planta muy poco exigente en agua no necesitaban hacerse obras hidráulicas. En la península del
Yucatán adquirió gran auge el cultivo de otra especie de magüey, el henequén, utilizado en la fabricación de fibras, que aunque de origen prehispánico,
adquirió una gran importancia en el siglo XIX,
dando lugar a las haciendas henequeneras. También tuvieron en distintas épocas y en diferentes
zonas según el clima y el agua necesarios, una gran
Acueductos en las haciendas de México
227
importancia las haciendas dedicadas al cacao y al
café.
San Juan Raboso, San Lucas Matlala, San Juan Colón, y en otras nueve más.
LOS ACUEDUCTOS DE LAS HACIENDAS
MATERIALES
Desde la época prehispánica fue necesaria, para mantener a la población de las grandes ciudades y los
campos, la construcción de obras hidráulicas, presas,
acueductos y canales, debido a la prolongada época
de sequía en mucha zonas. Aparentemente en el inicio los españoles utilizaron las obras existentes, pero
muy pronto introdujeron innovaciones. Por ello desde el siglo XVI se construyeron presas, canales y
acueductos para conducir el agua a las explotaciones
mineras (Navarrete 1996).
En la agricultura también fue precisa la construcción de obras hidráulicas. En los cultivos, cuyo ciclo
de crecimiento era más largo que la época de las lluvias, la irrigación era indispensable, el agua de irrigación además de humedecer el suelo, proporcionaba
fertilizantes a la tierra y por esta razón se llegó a
practicar inclusive en la época de lluvias, además
mataba a algunas plagas como las ratas y las hormigas. En las regiones donde existían fuentes de agua,
la construcción de obras hidráulicas se centró en la
conducción del líquido, mientras que en las regiones
donde estas fuentes eran escasas se hizo necesario
además la ejecución de obras de almacenamiento. El
agua se conducía a las haciendas a través de acueductos, que frecuentemente terminaban junto al cuarto de molienda para accionar el molino. Estos acueductos llegaban a medir muchos kilómetros, en el
siglo XIX, la hacienda azucarera de Santa Ana de
Tenango en Morelos tenía una red de acueductos de
37 km, sin contar la distribución del agua dentro del
ingenio.
La necesidad de contar con suficiente agua fue tan
grande que, en algunas haciendas, el valor de las
obras de infraestructura hidráulica llegó a representar
un alto porcentaje del valor total de la propiedad,
como en la hacienda de San Antonio de Atlacomulco
en Morelos, en la que suponía un tercio del mismo.
Las haciendas azucareras se extendieron principalmente por los estados de Puebla, Morelos, Michoacán y Veracruz. Solamente en el primero de estos estados, en el municipio de Izucar de Matamoros, se
encuentran todavía restos de acueductos en las haciendas de San Nicolás Tolentino, San Félix Rijo,
Los acueductos construidos en las haciendas son de
materiales muy diversos, predominando el ladrillo y
la mampostería y siendo menos abundante la sillería,
lo que parece lógico en unas construcciones cuyo papel fundamental es práctico y se sitúan en el campo.
Ladrillo
Aunque lo más habitual, cuando encontramos ladrillos
en los acueductos, sea mezclado con piedra de diversas
formas, no faltan ejemplos en los que el acueducto es
completamente de ladrillo, como ocurre por ejemplo
en el de la hacienda Belén de Pihuamo, Veracruz.
Piedra y ladrillo
Más habitual, como queda indicado, son las mezclas
de piedra y ladrillo, principalmente en dos formas diferentes. En el acueducto de Chapultepec en México
D.F. (Fig. 3) encontramos mampostería con franjas
de ladrillo cada 70/80 cm, en una distribución que recuerda la del acueducto de Los Milagros de Mérida.
(Fig. 1) En este mismo acueducto, así como en el de
Figura 8
Acueducto de la Hacienda de San Nicolás de Tolentino,
Puebla
228
A. de las Casas, I. García
Guadalupe también en el D.F., encontramos la misma alternancia de piedra y ladrillo en las dovelas de
los arcos, lo que recuerda la distribución usada en los
de la mezquita de Córdoba. Estas referencias, sin
duda no pasan desapercibidas al observador. Más
frecuente sin embargo es utilizar el ladrillo solamente en los arcos, siendo el resto de la obra de mampostería. Con ello se evita tallar las dovelas en piedra,
tarea difícil y costosa. Tal puede verse, entre otros
muchos ejemplos, en el acueducto de la Hacienda de
San Nicolás de Tolentino en Puebla.
Mampostería
El material más habitual, como queda dicho, es sin
duda la mampostería. De muy diversos tipos y aspectos, va desde una mampostería con piedras muy pequeñas que bien podríamos considerar un hormigón,
como puede verse en el acueducto de San Andrés de
Chalchicomula en Puebla, hasta una mampostería
concertada, cercana ya a la sillería. Otras veces se
usa de forma que podríamos llamar clásica, con sillares en bóvedas y esquinas o de formas más originales
como en el acueducto de Nochitlan, Zacatecas, en
que se alternan grandes sillares bien tallados, con
mampostería de pequeñas piedras. En algún caso los
sillares de las bóvedas y esquinas, son de una piedra
de distinta naturaleza y color que el resto, como ocurre en el acueducto de Querétaro, consiguiendo un
bello efecto cromático (Fig. 4).
Figura 9
Acueducto de la Hacienda de San Andrés de Chalchicomula, Puebla
Figura 10
Acueducto de la Hacienda de Nochitlán, Zacatecas
Sillería
Aunque menos frecuente no faltan casos de acueductos hechos completamente de sillería de una talla cuidada, sean con caras lisas, sean almohadilladas.
TIPOLOGÍAS
Número de plantas
La solución más general es sin duda la de los acueductos con una sola planta de arcos y solo cuando
hay que cruzar una vaguada muy profunda, se recurre a colocar varias arquerías superpuestas, que llegan hasta cuatro en el emblemático acueducto de
Xalpa o del Sitio (Romero de Terreros 1949), en
Tepozotlan, México. Se trata de una obra monumental proyectada por el hermano coadjutor jesuita
Pedro Beristain, natural de Azpeitia, Guipúzcoa,
Administrador de la Hacienda de Xalpa y perteneciente a la comunidad del cercano colegio de San
Francisco Xavier de Tepotzotlán. Para ello contó
con el asesoramiento del arquitecto Ildefonso
Iniesta que también había intervenido en el acueducto de los Remedios. La obra fue levantada a
partir de 1764, por el maestro de obras Gonzalo
Antonio González bajo la dirección del Padre Santiago Castaño. Debido a la expulsión de la orden en
1767, la obra quedó inconclusa, pero los trabajos
se retomaron casi un siglo después bajo la direc-
Acueductos en las haciendas de México
ción de Manuel Romero de Terreros, tercer conde
de Regla, perteneciente a una familia enriquecida
con la explotación de minas, que adquirió la hacienda, terminándose en 1854. Con una longitud
total de unas 10 leguas, esto es 41,9 km, atraviesa
una cañada, en donde la arquería alcanza los 62
metros de altura, cuenta con cuatro niveles de arcos
y una longitud de 430 metros. Otra arquería alcanza los 42 metros de altura y tiene también un túnel
de unos 730 m. de longitud. Su capacidad es de un
buey de agua, es decir una vara cuadrada o 8.360
cm2.
Figura 11
Acueducto de la Hacienda de Xalpa, México
Tipo de arcos
la llegada de la ingeniería del hormigón. Se trata de
ahuecar los tímpanos sobre los arcos mediante otros
arcos del mismo radio que los principales que se apoyan en estos aproximadamente a la mitad de su altura. Sobre unas pilas de mampostería de piedra de color negro y argamasa de color muy claro se elevan
los arcos de medio punto de ladrillo de grosor constante desde los arranques a la clave. Aproximadamente a los 600 de altura se apoya un arco igualmente de ladrillo del mismo radio que los principales con
un ángulo aproximado de otros 600. Su grosor es sin
embargo la mitad del anterior, salvo en la parte cercana a los apoyos y en la parte superior del mismo
que es del grosor de los arcos principales. De esta
forma queda hueca la zona sobre las pilas entre este
arco secundario y los dos principales, con lo que ello
supone de ahorro de material. De alguna manera podríamos encontrar un antecedente de este trazado en
los arquillos que los romanos construyen sobre las
pilas en buena parte de sus puentes, que deberían tener además de su función estética, el disminuir el
empuje de las aguas sobre los tímpanos en caso de
crecida y disminuir algo el peso sobre las pilas y el
volumen de los materiales necesarios. Cada cuatro
pilas, ésta se eleva de mampostería a modo de contrafuerte, igual que el resto de las pilas, pero con hiladas de ladrillo, hasta la parte superior del mismo y
con un ancho mayor que el resto. La franja superior
del acueducto, la que corresponde a las paredes del
canal superior es nuevamente de ladrillo, mientras
que la zona sobre los arcos hasta llegar a ésta es de
mampostería enlucida con argamasa de color claro.
Aunque muy lejos de la elegancia que encontramos
Aunque el arco de medio punto es el utilizado con
carácter general no falta algún caso excepcional en
que se utiliza otro tipo de arco, carpanel de tres centros o rebajados, sea con carácter excepcional como
en el acueducto de Tecayec, sea en todo un tramo
como en el acueducto de Yuatepec, ambos en Morelos o en el acueducto de la Hacienda La Mesa en Tamaulipas con arcos apuntados.
Tímpanos huecos
En la Hacienda Calderón en el municipio de Cuautla,
Morelos, existe un acueducto con una tipología de
gran originalidad que apenas tiene antecedentes hasta
229
Figura 12
Acueducto de la Hacienda de Calderón, Morelos
230
A. de las Casas, I. García
en este acueducto, los tímpanos ahuecados mediante
arcos los encontramos también en el acueducto de la
Hacienda de Belén de Pihuano, Veracruz o en el de
Tepayeca, Puebla.
En planta este acueducto está compuesto por líneas rectas formando ángulos lo que coincide con lo indicado en los tratados de construcción y con algunos
precedentes de la península. Nos encontramos pues
ante una obra de gran originalidad, un alzado muy
ingenioso y delicado y una ejecución muy cuidada,
tanto más sorprendente por tratarse de una construcción rural. Seguramente ello haya que achacarlo a
una sociedad, los hacendados, ya en los siglos XVIII
y XIX muy refinada y que reflejaba este gusto en todas las construcciones del casco de la hacienda. Además en este acueducto queda reflejado el gusto de los
mejicanos por los colores, cosa muy poco habitual en
las obras de ingeniería y que encontramos no solo en
este acueducto, sino en bastantes otros entre los que
cabe citar el acueducto de Querétaro o el de Atlixco
en Puebla, donde se mezclan delicadamente piedras
de color rosa y gris. Bien merecería esta obra ser más
conocida.
Soluciones originales
Hay algunos acueductos con soluciones de gran originalidad como el ya citado de la Hacienda de San
Lucas de Matlala (Fig. 7). Cuenta con un cuerpo central, compuesto por dos fuertes y elevados machones,
que sirven de apoyo a otros tantos grandes arcos de
medio punto superpuestos. El superior está bajo cinco arcos pequeños. A ambos lados de este cuerpo
central se desarrollan dos órdenes superpuestos de
arcos menores. El conjunto da la impresión de una
construcción tan fuerte como elegante y acusa a las
claras la mano maestra del autor. Aunque en no muy
buen estado aún se conserva en buena parte. Contamos con un grabado (García Cubas 1857), que nos
da una idea de su grandiosidad y elegancia, que le
hace comparable a los mejores ejemplares de los
acueductos romanos como el Pont du Gard, otomanos como el de Moglova o de cualquier época, tanto
más sorprendente cuanto que se trata del acueducto
de una hacienda. Aunque no existe seguridad (Romero de Terreros 1947; 70) es de mediados del XIX y
obra del arquitecto de origen español Lorenzo de la
Hidalga, que además de sus numerosas obras arqui-
Figura 13
Acueducto de los Remedios, México
tectónicas, también llevo a cabo numerosos trabajos
de agrimensura e hidráulicos.
Mención especial merece también el acueducto de
los Remedios aunque estrictamente no sea de una hacienda. Alfonso Tello de Guzmán en octubre de 1616
obtuvo una merced de agua otorgada por el virrey,
para abastecer a la ermita de Los Remedios y los sobrantes beneficiarían a los indios para que regaran
sus tierras. La construcción se inició en 1620; pero se
planeó para conducir agua por tubos o caños subterráneos, manufacturados con barro y después cocidos
y para salvar la depresión, se proyectó hacer un sifón. Al inicio y final del mismo, se edificó una torre
troncocónica de cantera labrada, de ocho metros de
diámetro en la base y 23 metros de altura, con nueve
cuerpos escalonados. En su interior se encuentra un
conducto vertical para regular la presión y eliminar
el aire de la tubería. Popularmente se conocen como
los «caracoles». La solución se saldó con un completo fracaso. Más de cien años después, el ingeniero
del rey, Ricardo Aylmer, y el maestro mayor de arquitectura, Ildefonso Iniesta, desecharon el sifón, y
los sustituyeron por un conducto sobre una arquería,
que se llevó a cabo en 1765. La arquería y el conducto son de cantera labrada en bloques rectangulares;
cuenta con cincuenta arcos de medio punto de 6,70
m de luz y el más alto de 16 metros. Las bases de las
pilastras son de 2.05 por 1.70 metros.
Acueductos en las haciendas de México
LISTA DE REFERENCIAS
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