11 Las novelas de Elisa Mújica Mary G. Berg Wheaton College lisa Mújica (Bucaramanga, 1918) ha publicado, desde E1947, fecha en la que empezó a escribir y publicar con regularidad, quince libros de historia, cuentos, novelas y ensayos. Aunque poco destacada fuera de Colombia, Mújica ha sido muy estimada dentro de su país. Desde 1984 es miembro correspondiente hispanoamericano de la Real Academia Española, y ha recibido numerosos premios y homenajes. Aunque tal vez más conocida ~or sus colecciones de cuentos (Angela y el diablo de 1953, Arbol de medas de 1972 y La tienda de imágenes de 1987), también ha publicado tres novelas distinguidas: Los dos tiempos en 1949, Catalina en 1963, y Bogotá de las nubes en 1984. Estas novelas de Elisa Mújica son muy distintas una de la otra, aunque tienen en común la celebración de la perseverancia de la mujer colombiana, la insistencia en que ésta defina su identidad a pesar de los grandes obstáculos, y el deseo de independencia y autonomía, de los personajes, con frecuencia logrado a un precio muy alto. Las tres novelas se sitúan en circunstancias históricas y sociales muy concretas y realistas; pero emplean estrategias narrativas distintas para dramatizar una misma interrogativa fundamental: ¿cómo puede la mujer definirse a sí misma como individuo y como mtúer dentro de la sociedad colombiana? Al final de cada una de las tres novelas se presenta una mujer totalmente despojada de sus ilusiones y de las relaciones humanas que la han sustentado, des- Las novelas de Elisa Mújica / 209 poseída de cualquier vestigio romántico de apoyo, desnuda y sola pero con una visión clara y liberada del bagaje del pasado. Toda la narrativa de Elisa Mújica tiene por tema la historia social de Colombia a partir de la Independencia y el contraste entre la historia pública y la privada.1 En ese contexto la autora se detiene en la angustia de las mujeres que se esfuerzan por precisar los límites entre esas dos instancias. La primera novela de Mújica, Los dos tiempos, es un bildungsroman tradicional, dividida en las dos etapas de la educación de Celina, mujer colombiana de clase media. En la primera parte se describe en tercera persona su niñez en un pueblo pequeño y sus años juveniles en Bogotá; en la segunda parte, que transcurre en Quito, Celina intenta definir su identidad como mujer y como colombiana, sus afJ.1iacionespolíticas, su vida afectiva y el camino que debe o puede seguir. Al concluir la historia, se siente dueña de sí y dispuesta a volver a Colombia armada para la vida con desencanto y realismo: "sabía que se había encontrado ella misma y que no necesitaba hacer concesiones en el futuro" (243),2 "sólo ahora que se sentía fuerte y humilde, se hallaba en capacidad de entender su propia tierra y ser útil" (244). Piensa que todo lo que ha aprendido de forma fragmentada ya empieza a tener coherencia: "todo se mezclaba en un mensaje impregnado de voces diversas que al fin se fundirán en una sola" (244). Este relato cronológico de la trayectoria del aprendizaje de una mujer, que termina con cierta resolución, es la más optimista de las novelas de Mújica. Los mensajes de la segunda novela de Mújica, Catalina, publicada en 1963, son más indirectos y más ambiguos. En En su excelente artículo sumario y críúco de la obra de Elisa Mújica, Monlserrat Ordóñez señala que "la historia pública se une a las historias privadas en la obra de Elisa Mújica, y sus personajes oscilan entre la rebeldía y la resignación sin claras alternativas" ("Elisa Mújica" en Escritoras de Hispanoamérica. Bogotá: Siglo XXI Editores: 1991,362-374: 364. 2 Al citar de las tres novelas de Mújica, se indican las páginas correspondientes de las siguientes ediciones: Los dos tiempos. Bogotá: Iqueima, 1949; Catalina. Madrid: Aguilar, 1963; Bogotá de las nubes. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1984. 210 / Literatura y diferencia contraste con la intensidad y seriedad cronológica de Los dos tiempos, con su afán de indagar causa y efecto, con su casi obsesiva preocupación por la definición de la verdad, Catalina puede parecer frívola a primera vista. Esta novela, contada al revés, desde un presente narrativo; en el que se sabe desde el principio lo que ha pasado pero sin poder comprender como había sido posible; utiliza todos los trucos de la novela romántica. Y aunque superficialmente parece novela rosa de revista femenina, compuesta de cuadros bellos y sentimentales, pronto se nota que lo que de veras se cuenta es algo bien distinto. Hay un juego constante entre lo que se puede articular y lo que no; se destaca la inadecuación del lenguaje para revelar las verdades que se vislumbran debajo de la superficie. Los muchos niveles simultáneos de la novela se tejen, destejen y recombinan como hilos que parecen ordinarios pero que, al final, cuando podemos ver el disefio total, componen un encaje original y lleno de sentido. Como las Catalina s mexicanas de La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes (del mismo afio que el libro de Mújica) y de Arráncame la vida de Ángeles Mastretta (1985),3 la Catalina Aguirre de la escritora colombiana es una mujer que no tiene derecho a una voz propia dentro del ambiente masculino que habita, pero que inesperadamente encuentra esta voz, y sobrevive a circunstancias que debían haberla aplastado. Luego, la protagonista cuenta su historia en primera persona, como indagadora aturdida de sí misma. Ha sido también observadora, y cronista desde un punto de vista doméstico, limitado, de las guerras civiles de principios de siglo y del desarrollo económico capitalista de la época que correspondió a la primera explotación del petróleo. Lo que cuenta Catalina es una historia tristísima, mucho más triste de lo que ella misma se da cuenta. Es una m~er enajenada del poder y de cualquier participación determinante en su historia, que ni siquiera se reconoce como la víctima que es. Veintiún afias más tarde, en 1984, Elisa Mújica publicó su tercera novela, Bogotá de las nubes, en la que vuelve a describir, como en Los dos tiempos, en tercera persona, la vida 3 No se sugiere conexión directa entre las novelas mexicanas y la colombiana sino ciertas (muchas) coincidencias de lema y de enfoque. Las novelas de Elisa Mújica / 211 de una jovencita de provincia que viene a la capital, trabaja como oficinista, intenta dedicar su vida a causas idealistas y a hombres que la desilusionan, para luego (en el presente narrativo) repasar y analizar su vida desde la perspectiva de la vejez. Como indica su título, esta obra es tanto una historia social de la ciudad de Bogotá, como la historia personal de una joven que no encuentra a qué ni a quién dedicarle su vida y que tiene que aprender a vivir con la ausencia del romanticismo y de la ilusión. Estas tres novelas entrelazan la historia del País con los destinos de las mujeres protagonistas. Examinar la dinámica de esta conexión es explorar la preocupación más fundamental de la narrativa de Elisa M4jica. Tanto el País como el individuo son analizados por medio del dolor, asociado con ciertos momentos o ciertas memorias. Constituyen una reflexión de la salud y del bienestar --o más bien del malestar- del País (y de la Capital, en Bogotá de las nubes) en términos de los límites y de los puntos más débiles, parecido a lo que hace el periodismo, con sus guiones diarios que anuncian desastres y escándalos, un enfoque no en los éxitos sino en el lado negativo, lo que más horroriza y humilla. Cada país y cada persona tiene su lista de estos momentos, los cuales pueden simbolizar la vulnerabilidad, falibilidad, y mortalidad, pero son pocas las novelistas que escriben con tanta insistencia sobre los fracasos y tragedias más irreparables de sus protagonistas y de los momentos históricos, así como lo hace Elisa Mújica. Con frecuencia la energía novelística femenina se dirige hacia la construcción y creación de comunidades y de comunicaciones, pero el ímpetu narrativo de Mújica suele dirigirse a lo opuesto de la conciliación. La fuerza dominante es, más bien, desconstructiva, y hasta destructiva, en el sentido de desmantelar los supuestos componentes de la unidad nacional. Mújica demuestra la falsedad y la debilidad de muchas de las interconexiones supuestamente existentes entre los diversos elementos que componen el tejido social. Debajo de la superficie de la narrativa de esta autora, es decir, debajo de las historias de Celina Ríos, Catalina Aguirre y Mirza Eslava, cuyas vidas se cuentan en las tres novelas, se encuentran una densa red de tensiones: la lucha complejísima entre conservadores y liberales, la amenaza de violen- 212 / Literatura y diferencia cia en el nombre de la reforma, los postemblores persis-tentes de las guerras civilesy sobre todo del 9 de abril de 1948, la corrupción y más aún la corruptibilidad de casi todos, el machismo, el prejuicio, y las tensiones entre las clases sociales. La lucidez no conduce a una visión optimista, aunque sí tiene el valor de articular lo peor y así medirlo en palabras y hacer por fin posible su confrontación. De esta manera, la tarea de la novelista es la de dar nombre a las peores amenazas y de poner en evidencia las conexiones entre lo cotidiano y las posibles consecuencias horrorosas. Las tres novelas de Mújica representan tres esfuerzos paralelos de articular lo que se suele silenciar y reprimir. En general, son pocas las novelistas que abarcan un panorama social amplio desde el punto de vista del lado oscuro de la historia (o sea la enumeración de los momentos críticos); sin embargo, es un lugar común decir que a las mujeres les gusta discutir lo problemático en vez de celebrar los éxitos, cuando se trata del comportamiento individual. Según la generalización popular, hay una distinción elemental entre el comportamiento social masculino y el femenino; así, las mujeres se juntan para quejarse y minimizar sus logros y ponen énfasis en la igualación de todas frente a los dilemas comunes; mientras que los hombres agrupados tienden a establecer una jerarquía de competencia y de mando por medio de la comparación de sus éxitos individuales. En el contexto de una distinción parecida a ésta, las novelas de Mújica se pueden ver como quintesencialmente femeninas e inclusive feministas. No solamente relatan las vidas de mujeres sino que también consideran estas vidas dentro de un ambiente indagatorio muy femenino. Los dos tiempos ltítulo de esta novela se refiere específicamente a las dos Eetapas de la vidajuvenil de Celina (en Bogotá y en Quito) y también refleja las dos fases de cada decisión que debe confrontar la protagonista. La etapa de su vida correspondiente a Bogotá se centra en vínculos familiares y en su primer amor; Quito representa su autonomía y un periodo intenso de autodefinición. Las novelas de Elisa Mújica / 213 Los dos tiempos es una novela densa, con detalles minuciosamente obseIVados, filtrados todos por la memoria. Con frecuencia no parece novela sino una autobiografia casi sin transformar, llena de recuerdos, reminiscencias y evaluaciones constantes de la propia conducta y actitud. Es la historia de la maduración emocional e intelectual de una joven mujer que se resiste, y es precisamente esa resistencia la que la distingue. Celina se opone a la conformidad, a la resignación y al cinismo, pero también a todo lo nuevo, lo inesperado, lo perturbante. Ella representa la tensión inherente a su dualidad; es decir, a su deseo simultáneo de ser mujer ejemplar, de reflejar la sociedad y de ser lo que esa sociedad necesita en cierto momento, y a la necesidad de realizarse como individuo. Al fin reconoce que esta dualidad, este afán de decidir entre la mujer pública exterior y la privada interior, constituye la definición de sí misma. Esta obra es el relato conmovedor y doloroso de una joven que obseIVacómo las circunstancias y las expectativas sociales la van cambiando a pesar de su propia voluntad, mientras aprende a reconocer cómo su carácter y sus percepciones van modificando sus reacciones a los elementos exteriores. Es poco lo que sucede en esta novela en cuanto a los hechos: los filtros de Celina son tan densos, su resistencia tan profunda, que casi no deja que la influya lo que acontece. Vive en medio del tumulto de la mitad del siglo rodeada de revolucionarios y apasionados, de acción política, social y emocional, pero Celina está tan a la defensiva de sí misma, tan sobreprotectora, que casi no se arriesga. Muy lentamente se quita las capas protectoras para quedarse desnuda y frágil. Al final, aparece desprovista del amor que la ha defraudado, pero con la esperanza de ser ya por fin capaz de empezar una nueva vida en Colombia. La novela comienza con la descripción exterior y el distanciamiento del costumbrismo, con la historia de los orígenes de Celina en un pueblo calentano idealizado con sus" casitas encaladas y de techo pajizo, rodeadas de corral para las gallinas o palomar, algunas con portal y tienda para que los viajeros prueben totuma de guarapo y líen su cigarro" (9). 214 / Literatura y diferencia La serie de cuadros descriptivos y biografias encapsuladas presenta tres generaciones de historia social colombiana desde un punto de vista cuidadosamente objetivo, la perspectiva de Celina, que entiende lo que ha acontecido en su pasado pero no se relaciona profundamente con estos sucesos, y más bien se resiste a identificarse con lo que se narra. Este distanciamiento es más evidente cuando los ejemplos son de la literatura ya que desde sus primeros años, Celina es lectora ávida, y la literatura viene a ser metáfora y escenario donde se dramatiza lo problemático que es distinguir entre la realidad y el deseo. Se vinculan los temas de la resistencia y el refugio que ofrece la literatura. La novela cuenta la historia de una niña que "no entiende que nada se oponga a sus deseos" (11), que desde la infancia tiene una personalidad fuerte que se impone en los amigos. El ascendiente que ejerce [eelina] sobre ellos quizá se explica por tratarse de la única mujer de la pandilla. Los chicos han oído que una niña no puede levantar pesos ni pelear y, no obstante, la ven salir con la suya, por lo que la consideran dueña de recursos misteriosos y la respetan. Ella aprovecha la situación para escoger los juegos, ... (11) y ella usa su poder para hacer que se recreen escenas de sus libros favoritos. Como se ve en esta cita, desde el principio la intención de Mújica es examinar las posibilidades ofrecidas a la mujer por esta sociedad. El primer capítulo nos ofrece una serie de viñetas de las mujeres del pueblo, mujeres formadas según la época en la cual les ha tocado vivir. Desde una perspectiva de nostalgia cariñosa, se describe una infancia de pueblo pequeño, donde para divertirse se oye tocar la pianola, se hacen juegos de charadas o adivinanzas, y donde las grandes aventuras se juegan con muñecas de papel y con las colecciones familiares de postales de color. Lo que más le fascina a la niña es la biblioteca del padre y "se pasa las horas clavadas delante de los libros" (15). Celina también aprende que hay ciertos libros "terminantemente vedados para ella" (16) que son, claro, los tomos que más le atraen. En secreto, lee novelas, las Rimas de Bécquer, mitología y la historia de Pedro el Cruel. "Ig- Las novelas de E1isa Mújica / 215 nora por qué le prohíben tales libros" (17), se siente culpable, y cuando su madre le quita el tomo de mitología y lo guarda bajo llave, la niña piensa que "debía ser una chica mala. En lo sucesivo obraría con cuidado. Había que burlar a los que ocupaban el territorio por la fuerza" (17). Esa es una de sus primeras lecciones: el placer tiene que ser privado y se consigue por medios indirectos, ocultándose, mintiendo, disimulando. Cuando Celina comenta la vida de su madre, ve claramente que para ella (y para toda su generación) "la hora de la rebeldía no había sonado" (26); lo que Celina aprende poco a poco es que aunque suene la hora, y se acepte (hasta cierto punto) que las mujeres trabajen fuera de casa, que vivan solas, que viajen, que piensen y participen en movimientos políticos -Celina participa muy activamente en una célula comuni~ta en Quito--, la libertad y la igualdad no se consiguen fácilmente. Mújica ofrece varias series de viñetas de mujeres: las del pueblo calentano, las amigas que están entre las primeras oficinistas de Bogotá, y, con más detalles, perfiles de las compañeras del movimiento izquierdista de Quito, mujeres que representan la vanguardia de su época, que se atreven a declarar sus afiliaciones, a dejar notar su lesbianismo, o a tener hijos sin casarse con el padre. Todas ellas se atreven, pero sufren y poco a poco pierden sus ilusiones. Los silencios y las mentiras figuran en toda la narrativa de Mújica, hechos emblemáticos de discrepancias entre deseo y realización. Si la niüa tiene que leer los libros de su padre a escondidas, como adolescente aprende a mentir. Miente para escapar de una escuela que no le ofrece ilusión de porvenir. También "se ve obligada a aparentar que no desea" (48), a ser como las frívolas de su edad que sueñan con fiestas y con novios. Se refugia en las lecturas; "entre todos prefiere a las escritoras" (48) Ylee ávidamente a Selma Lagerloff y sobre todo a Teresa de la Parra. Cuando empieza a trabajar en una oficina, le es más difícil escapar: siente que "la realidad ha acabado por imponerse" (56) y por una temporada los libros se convierten en diversión o en tema de conversación ligera. Celina siente ya anhelo de contactos humanos y no solamente literarios. Su primera gran amistad con otra mujer tiene un fuerte componente de silencio. Resueltamente ella y su 216 / Literablra y diferenÓ3 amiga no hablan de lo que les falta (64) en la vida que han escogido o que se ha impuesto en ellas. Tampoco Celina deja entrever su deseo de imitar a su amiga, de ser como ella, de ser la amiga en lugar de ser ella misma. Cuando Celina se enamora, ve al hombre (un joven médico oportunista) a través de tantos velos del romanticismo literario, que no tiene la menor idea de cómo es él en realidad. Celina recuerda las páginas de La historia de San Mü;hele y mentalmente traza el dibujo de un vasto apostolado. Podría aprender enfermería para ayudar a Felipe, se encargaría de aplicar las fórmulas y hasta discutirían juntos los casos; pero cuando ella expone tales ideas, él se echa a reír (88). Ninguna fórmula sacada de sus lecturas la ayuda y las ilusiones impiden su capacidad de ver claramente lo que le está pasando. Es la literatura lo que le ayuda a soportar la muerte de su madre y el abandono del joven médico; en esta época cuando siente que "el viento lo arrasaba todo" y que "no tenía ningún ideal al que pudiera consagrarse" (109), al leer las obras de Shakespeare le parece" como si el mundo se recreara" (111). En Quito, rodeada de amigos revolucionarios, Celina oscila entre la resistencia y el entusiasmo. La posibilidad de participar en la reforma de la sociedad la alarma y la ilusiona. Le parece que "se le presentaba la oportunidad de vivir en ambiente de novela y de novela rusa" (132) pero tiene un fuerte deseo de no cambiar, de no aceptar las ideas que se le presentan. No quiere pensar. Sus nuevas amigas íntimas la asustan continuamente: "Celina no desea que le trastornen su manera de apreciar los hechos" (126) pero, fascinada, escucha sus relatos. Se discute sobre cuál debe ser el papel de la mujer en la sociedad de esa época; por primera vez, están técnicamente abiertas todas las puertas pero la sociedad sigue recriminando a cualquier mujer que se independiza. Para Celina, ésta es una lucha interior: "A Celina siempre le ha parecido de mal gusto lo demasiado llamativo. Una mujer que adopta actitudes extremas, debe hacerlo para acaparar la atención. Inspira desconfianza" (125). Con el tiempo Celina aprende a confiar en sus amigas y por medio de las experiencias de ellas --encuentros angustiantes,muchos de ellos, por los límites de la toleran- Las novelas de Elisa Mújica / 21 7 cia social al lesbianismo, a la maternidad no consagrada por la iglesia, a la acción política, al rechazo familiar- y de sus lecturas, pasa por una etapa autocrítica cuando: Se adjudicaba el papel de amarga testigo de sus [propias] frivolidades y debilidades. No quería tomar nota de nada distinto ... Leía propaganda revolucionaria y libros transidos como La hija de la tierra en el que la protagonista se rebela no sólo contra la explotación sino hasta contra los íntimos instintos de su sexo, para ella causa de otro engaño... Le parecía que había llegado a conocer a su pueblo a través de sí misma. Pero ese conocimiento no bastaba. Se requería aunar con los suyos los esfuerzos y saldar así la deuda de sangre para con él (187-88). Se examinan los varios medios de acción posible en esta época de política convulsiva de la posguerra inmediata. Celina sigue siendo incapaz de separar sus percepciones políticas de su historia privada. El revolucionario de quien se enamora la ve como "prototipo de la mttier nueva" (198), como "un tipo de líder femenina" (202) y ella intenta convertirse en lo que quiere él, parecido a como ha querido fonnarse según sus lecturas. Al romper con su amante, Celina siente que junto con la desilusión en el amor ha llegado al fin de "todo un estilo de vida. Con él terminaba la lectura de un libro de caballerías. Lo hojeó durante tanto tiempo que olvidó que se trataba de una ficción" (243). Al fmal del libro. después de esta inmersión en los sueños idealistas de una Gran Colombia y de un paraíso socialista de igualdad y prosperidad para todos, Mújica deja a la protagonista en el umbral de una nueva etapa de su vida. Entonces Celina cree saberlo todo y poder ya proceder con los ojos abiertos, sin ilusiones. La tercera novela de Mújica, Bogotá de las nubes es la recapitulación y continuación, treinta y cinco aüos después, de los problemas y de las resoluciones propuestas en Los dos tiempos. Catalina la segunda novela de Elisa Mújica es una orquesCatalina, tación delicada de unas cien escenas o memorias que 218 / Literarura y diferencia juntas -y no en orden cronológico sino asociativo- componen la explicación que se pide al principio, cuando la joven narradora dice: Eldía en que me enteré a lavezde la muerte de Samuel de la de Giorgio,pude llorar delante de todos, porque Samuelera mi marido... Yolloraba no s610por Samuely no s610por Giorgio.Tampocolo hacíaúnicamentepor el horror de saber que había contribuido a esas muertes. Lloraba también por una muchacha borrosa y desprevenida que antes había conocido(13). y El logro extraordinario de esta novela es que Mújica consigue simultáneamente mantener la narración en la voz de la joven Catalina, que entiende muy poco de su propia situación, y a la vez dejar que el lector vislumbre mucho más de lo que percibe la protagonista. Se requiere una lectura activa para reconstruir la cronología de las complejas relaciones entre causasy efectos.Y es precisamente este relato fragmentado, como de piezas de rompecabezas, lo que mantiene el máximo suspenso posible. Después del comienzo melodramático, la narradora recuerda que las circunstancias de su enlace con Samuel fueron el afán de su madre de casarla, los muchos secretos familiares que impulsan sus acciones -que si Catalina no los descifra, le impedirán controlar su propia suerte- y su mundo limitadísimo que no le proporciona los medios para poder entender las complejidades de los sucesos. Una comparación con La muerte de Artemia Cruz de Carlos Fuentes puede ser útil para iluminar cómo esta novela de Mújica presenta la dimensión femenina de una situación histórica paralela. Samuel, como Artemio Cruz, es un veterano desplazado de las guerras de comienzos de siglo; es un intrigante materialista que ha vislumbrado oportunidades en Bucaramanga como Artemio Cruz lo ha hecho en Puebla, y ha vuelto después de las guerras para aprovechar la conexión fortuita que le permite la entrada en la sociedad de terratenientes locales. Como Artemio Cruz, Samuel Figueroa es despiadado con sus adversarios, insistente en conseguir lo que codicia, un hombre endurecido por los largos años de lucha y las tensiones entre conservadores y liberales. Como en La muerte de Artemia Cruz, en Catalina se narra retrospectivamente; su trama se Las novelas de Elisa Mújica / 219 desarrolla sobre el fondo de desasosiego de los años de posguerra, de la reacción a la pérdida de Panamá y de la falta de un gobierno fuerte. Todas estas circunstancias dejan prosperar al ex-soldado ya otros explotadores. La Catalina Aguirre de Elisa Mújica, en contraste con la Catalina Bernal de Carlos Fuentes, es tan inocente que ni se da cuenta que la venden para preservar los bienes de familia. Oye pero no escucha la voz de su madre que le dice que "la guerra nos ha dejado sin hombres ... Necesitamos alguien que maneje las haciendas" (14). Catalina no tiene la menor idea de lo que debe ser o de lo que podría ser el anlor, y su noción de su identidad es muy nebulosa.4 Le falta una base sólida para rebelarse, aunque confusamente observa que el interés de la madre la compromete en decisiones vitales y equivocadas para ella. Catalina, como Celina Ríos la protagonista de Los dos tiempos, no tiene idea de cómo pensar las relaciones con un hombre. Está tan infatuada con los efectos teatrales de la boda que le proponen, que no indaga profundamente en los motivos de su madre: Mientras me describía los preparativos que debíamos comenzar en seguida, yo no la escuchaba por el placer de repetir bajito mi futuro nombre: Catalina Aguirre de Figueroa, Catalina Aguirre de Figueroa. Cuando entrara en una sala y Domitila, mi mejor amiga, me presentara a la gente, sonaría bien. Yo llevaría un vestido de talle ajustado, largo hasta los pies, y sombrero de velo, flores y plumas. Me mostraría muy amable y al sonreír me acordaría de mi nuevo estado y de la importancia que me confería (14). Catalina recuerda nostálgicamente: 4 MaJjorie Agosín, en su ensayo "Ausencia y presencia en Catalina de Elisa Mújica", comenta muy acenadamellle que "ese estado borroso, nebuloso y ambiguo que desesperadamente intenta forjar una identidad, constituye una clave definida en la novelística de muchas autoras latinoamericanas, pero con quien hay mayor afinidad es, sin lugar a dudas, con La amortajada de Maria Luisa Bombal, que comienza con la visión retrospectiva de un tiempo pasado y desde el ataúd de una muerta se reconstruye toda una narración y existencia". Revista lnteramericana de Bibliografia, XXXVIII, 4, 1988, 513-516: 514. 220 / Literatura y diferencia ¡Québueno era el tiempo de antes, cuando ignoraba lo que iba a suceder! Entonces podía hablar sin miedo hasta del escritorio de Catalina Aguirre [la tía abuela de la presente Catalina], hasta de María Amalia... Después dejaron de ser inofensivas no sólo las personas, sino las cosas... (17). Varios relatos se cuentan simultáneamente, entrelazados, y poco a poco se conectan. Así, el escritorio de la primera Catalina Aguirre, mujer que sufrió mucho en su matrimonio, se separó del marido, y se suicidó, es un repositorio y también, un símbolo clave de las revelaciones sucesivas. Si la Catalina presente hubiera podido aprender de los errores de su tía abuela-, no tendría que cometerlos de nuevo. Pero, atrapada en su espejismo involuntario, su experiencia repite la de su antepasada; ella se encuentra igualmente impotente e incapaz de buscar alternativas al conflicto que formó la primera Catalina. Se muestra inmune a los consejos, y sigue su instinto sin considerar las implicaciones de lo que hace. El escritorio proyecta una sombra oscura y llega a ser agüero de desesperación y suicidio, pero atrae irresistiblemente a Catalina. Ella es la única que quiere tanto al escritorio que conoce el secreto de sus cajones escondidos, y así no es fortuito que sea ella la que encuentre el testamento de su padre (76), guardado y olvidado; en el que éste lega la hacienda Madroñal a la media hermana de Catalina, María Amalia. La posesión de este documento le da a Catalina su primer instrumento de poder en su conflicto con Samuel, porque ella entiende bien su avaricia: "Madroñal valía poco, pero a él le importaba" (79). Por primera vez le da placer confrontar a Samuel y se aprovecha de la oportunidad para vengarse; por primera vez se siente poderosa. La novela se construye sobre la base de una serie de secretos revelados que aumentan la confianza de Catalina. En casi todos los casos se plantea la idea de que ésta sabe la verdad pero que no ha querido aceptarla, ni ha sabido articularla para lograr sus deseos. Catalina se da cuenta de que siempre ha sabido cuáles son los secretos oscuros (mentiras, homicidios, amores, celos) de las diversas mujeres del círculo familiar, pero no lo había querido aceptar, y poco a Las novelas de Elisa Mújica / 221 poco se conecta con su propia historia a pesar de los múltiples silencios de todos. El silencio llega a ser tema importante y recurrente en Catalina. En su relación con su madre, por ejemplo, Catalina se siente intolerante, pero tarda en darse cuenta del porqué: ¿Por qué trataba de ser tolerante y comprensiva con los demás y, en cambio, a ella no la disculpaba? En el silencio se fonnaban las palabras que ambas necesitábamos. Yo casi las tocaba. Precisamente entonces comprobaba en su frente, su nariz y su mentón que yo había heredado, el molde de los míos. Un deseo violento de temura filial, como una planta salvaje que rompe capas geológicas para abrirse paso, me laceraba la piel. Pero nos poníamos a conversar de platos de cocina y de las criadas (106). Este silencio sobre lo que de veras les importa no afecta solamente la historia de madre e hija, sino también todas las relaciones entre las varias generaciones de mujeres en este pueblo calentano. Fragmento por fragmento, en una serie compleja de revelaciones, mientras Catalina busca a ciegas en el pasado el porqué de las dificultades presentes, se cuenta la historia de las mujeres de la familia Aguirre, en la que cada generación se rebela contra la previa y cada una de ellas compensa las faltas de las anteriores. Al conocer su historia, Catalina se hace más consciente de los silencios. "Me callaba ...•. (21) dice con frecuencia, al describir los primeros meses de su matrimonio; le parece que debe callar porque no tendrá nada qué decir, mientras su marido sí puede contar su vida; la Catalina joven piensa: yo sabía que con esas confidencias recibía un don. Me hubiera gustado retribuirlo refiriéndole también mi propia historia. Pero ¿ésta qué podía tener de interesante? Samuel sonreía si yo ensayaba esclarecer en su honor mis oscuras ideas sobre ella. Imaginaba que cuanto le' diría cabía en tres palabras: modestia, virginidad y sumisión. Le agradaban mucho tratándose de mí, pero resultaba preferible que fuera él quien hablaba mientras estábamos juntos (30). Aprende a mentir; le parece que debe decir "lo que pensaba que le gustaría, [a su marido] como mi madre y las 222 / Literarura y diferencia otras mujeres de mi casa me habían enseñado que debía hacer" (20). Las palabras no tienen valor, no representan verdades. Mientras se deterioran sus relaciones con Samuel a lo largo de la historia, en parte porque Catalina no puede decir quién es ni qué quiere, ella se castiga con su propio silencio. Cuando él no está, dice ella: "me dedicaba a preparar en silencio argumentos para confundirlo. Pasaban y repasaban por mi cabeza que se calentaba. Sentía como si me frotara contra una piedra puntiaguda, nada más que por el amargo placer de ser herida" (31). Si en su primera novela, Mújica ha enfatizado en las palabras escritas como refugio, pero a veces también como distorsión del mundo real, en Catalina ésta se enfoca en el poder de la palabra hablada -Catalina es tan mal educada que le aburre la literatura, y ni tiene ese consuelo- y en la necesidad de que la mujer pueda expresar en público quién es. La falta de confianza de Catalina llega al extremo de que casi pierde su identidad más mínima, la de ama de casa: Una tarde en que cosía ..., oí que una sirvienta me llamaba. Decía: -iSeñora, mi señora! No le contesté, como si no comprendiera en seguida que nadie sino yo tenía derecho a ser allí la persona llamada por ese nombre (53). Paso a paso, Catalina pierde todo, pero gana en lucidez. El final de la novela le da una segunda oportunidad inesperada para empezar de nuevo, consciente esta vez del valor de la palabra y del horror del silencio y de la palabra suprimida. Bogotá de las nubes novela de Mújica también figura el silencio Eden lalatercera mujer. Bogotá de las nubes es la historia retrospectiva, indagatoria, de una mujer, Mirza Eslava, quien después de una vida de no querer examinarse, de no querer enfrentarse con verdades dolorosas, de huir de los espejos que la puedan reflejar y revelar, por fin se confronta consigo misma. Mirza analiza sus años de soledad que empezaron con la emi- Las novelas de E1isa Mújica / 223 gración de su familia de Belén de Cerinza a Bogotá, cuando ella tenía nueve años, sus intentos pueriles de comprar la amistad de sus compañeras de primaria con bombones, favores y las "historias que cuenta en los recreos" (20), y cómo el mundo de sus lecturas se le representaba como un refugio. Ella era una niña a quien no se le escapaban las minucias más humillantes de cualquier disparidad en rango social, sofisticación de modales o atractivo físico. Siempre se sentía inferior y excluida, y nunca dejaba de estar consciente de su lunar en la cara. En Bogotá en las nubes, narrada en tercera persona (pero muy en voz de la protagonista, como si al no expresarse en primera persona pudiera distanciarse de sí misma) se la menciona siempre como "la lunareja" o "la calentanita", dos calificativos que la marcan como excluida, limitada e incapaz. Demasiado consciente del abismo social que la separa, aunque al mismo tiempo agresiva y am: biciosa, Mirza se hace amiga de una niña de familia rica. Si ella hubiera podido elegir, hubiera escogido convertirse en esta amiga, ser Gala Urbina, que posee todas las ventajas y las cualidades que Mirza más admira y más codicia. Desde el principio de la novela, la narración circula alrededor de la repetición de varias claves no explicadas. Tres de éstas, las más enigmáticas; el morrocoy de plata, el quinto piso del edificio Cubillos, y la presencia de Mirza en una celda policial; se mencionan con frecuencia y sin explicación adecuada, se convierten por tanto, en elementos irritantes y pesados, tanto para Mirza, que quiere y no quiere enfrentarse con estos temas, como para los lectores de la novela, en quienes despierta expectativas que luego se ven defraudadas. Todas esas claves simbolizan lo que no se puede articular con facilidad. El morrocoy de plata condensa todos los miedos de la niñez que Mirza asocia con la obsesión y muerte de su tía Soledad (cuyo objeto predilecto era el morrocoy), y luego con su crueldad que ocasiona la cojera de su mirla querida, cuando se le cae encima el morrocoy. Este objeto, siempre asociado con la mala suerte (138), pasa a manos de Ligia (figura de hija para Mirza), que se convierte en la némesis de la calentana. Este tiene entonces, una función parecida al escritorio de la tía abuela de la protagonista en Catalina. Como tantos otros símbolos el 224 / üleralUra)' diferencia morrocoy representa la tradición y la conexión entre las generaciones (por ser objeto que se hereda); al mismo tiempo, representa la obsesión maligna y perversa. El morrocoy llega a simbolizar el lado más destructivo del carácter humano: es manifestación de lo bueno convertido en exceso, del amor convertido en celos o del juego que se ha transformado en sadismo. Ligia, que admira tanto a Mirza que la quiere imitar en todo, llega a ser su peor enemiga. Seduce a César Castell, el antiguo amante de Mirza y al final, acusa a Mirza del homicidio de un joven amigo, Manuel Paniagua. El edificio Cubillos, construido en el sitio donde estaba la primera casa que habitaron Mirza y sus padres al venir a Bogotá, representa la expansión espeluznante y deshumanizante de la ciudad (41-43). El comité de inmigrantes dirigido por César Castell alquiló una oficina en el quinto piso de ese edificio y Mirza lo recuerda como el lugar donde, como secretaria de Castell, creía románticamente en la mejoría del País mediante esfuerzos idealistas. Al enamorarse de César, Mirza no quiso pensar en la mujer de él e inclusive hasta el final de su narración autoanalítica no hace explícitas las conexiones entre sus relaciones sexuales con Castell y el suicidio de la mujer de éste, Gala Urbina, quien se tiró del balcón del quinto piso. Es una imagen especular -el espejo que tanto detesta Mirza- de la relación entre Mirza y Ligia que también termina en traición y en muerte. También representa su desilusión política con todo tipo de esfuerzo revolucionario o idealista, y su desilusión con los hombres públicos de la generación de Castell. La presencia de Mirza en la celda (al principio y casi al final del relato) es un misterio que aumenta el suspenso. Ella parece abstraída y distanciada de un mundo de crimen y de intriga, y su estadía en la prisión causa horror. Irónicamente, está encarcelada (por la acusación de Ligia) por una muerte que no causó; pero esto le proporciona la oportunidad de reflexionar sobre las dos muertes de las que sí se siente responsable: el suicidio de Gala Urbina y el aborto de su hijo. Bogotá de las nubes refleja una desilusión profunda de la capacidad de los seres humanos y de la sociedad de perfeccionarse. Es un rechazo meditado de la idea del progreso. Las novelas de Elisa Mújica / 225 Pero a la vez es una aceptación de los seres humanos y de la imperfección de la sociedad. Es una novela profundamente conmovedora: la historia de una mujer que pasa su vida luchando por ideales románticos imposibles, y que al final, ya vieja, logra aceptarse, entender y reconciliarse con todos los fracasos de su vida. Entonces, se identifica profundamente con las generaciones de mujeres que la han precedido, y con la ciudad de Bogotá en su evolución y cambio constante. Aunque al final están expuestas todas las llagas y fealdades de Mirza, de las personas que la rodean, y de la ciudad donde vive, la aceptación es tal que parece una bendición. No se redime la civilización, pero tampoco se la condena. Es posible seguir viviendo, y disfrutando de la vida, aun después de enfrentarse con lo peor. Los cambios de la ciudad de Bogotá durante el siglo XX se describen en detalle, son inseparables de las transformaciones sociales y políticas. Al examinarlos a fondo, tanto el pasado histórico y arquitectural, como el personal dejan de ofrecer posibilidades de refugio, de nostalgia o de escándalo. Al aclararse sus recovecos más íntimos, sea por miedo o por veneración, éstos resultan ser tan ordinarios y tan rutinarios como los demás. Mirza ha necesitado llegar a la vejez para poder aceptar sus propias acciones. Pero aún al final, se expresa menos tolerancia por la evolución de la ciudad y por su falta de unidad comunal. En su viejo barrio, Mirza todavía puede trazar un fluir de conexiones con el pasado, pero en otros lugares el presente bogotano ya no brotaba anllónicamente del pasado. No existía ligazón. Se había roto. Desde el 9 de abril la carrera séptima perdió su ser natural... El 9 de abril fue el día señalado para que las casas que parecían eternas, cayeran convertidas en pavesas... En el espacio que ocuparon las viviendas desde cuyosbalcones los hijos de los próceres, todavía en brazos de sus llorosas madres, contemplaron por úlúma vez las siluetas de Torres, Caldas, Lozano, Camacho, en pos del Cristo de los ajusticiados, se establecieron discotecas... Cada tienda con anuncios más chillones para robar a la otra la clientela, los altoparlantes moliendo sin cesar las guacharacas, y los gigantes en zancos distribuyendo su 226 / Lireratura y diferencia propaganda... Porque en lo que la ciudad tenllinó por transfonnarse fue en un inmenso, infinito comercio. Una sola tienda favorita de la sociedad de consumo, desde el sur de las Cruces hasta Unicentro, encarnación suprema del genuino espíritu bogotano de comprar y vender (154155). A Mirza le infunden miedo los cambios en la ciudad, la construcción de "inmensas estructuras de hierro y cemento" (155) Y ella cree que "en el último tercio del siglo XX el distintivo de los moradores de la gigantesca urbe consistía sencillamente en el pánico, ramificado en desconfianza y aversión instintiva de los barrios del norte hacia los del centro y del sur" (155). En cambio, en cuanto a los seres humanos, ella ya ha hecho su paz y el tiempo verbal predominante no es el pasado sino un presente inclusivo, que abarca todos los tiempos; "en Mirza Eslava persiste la mirada retrospectiva" (156). Así, da cuenta de la fuerte vinculación que siente con los recuerdos de su madre y ésta, a su vez conduce a la abuela, quien padeció en su tierra las zozobras de las guerras civiles y que debía ser semejante a las finas y graciosas tejedoras de sombreros de paja toquilla que admiró don Manuel Ancízar a mediados del siglo XIX en el oriente del País, como lo consignó en su libro. Abuela que a su vez tuvo una madre de la época que quizá siguió a los patriotas en las batallas de la Independencia. Así, de mujer en mujer avanza Mirza buscando todavía más ... (157). Sigue buscando, fOljando vínculos de memoria presente con las generaciones y con los sucesos del pasado. Las tres novelas de Mújica se centran en los problemas fundamentales de la mujer' en el siglo XX: cómo definirse, cómo ser parte de una familia sin hacerse vulnerable a un sentimiento de culpabilidad que paraliza, cómo ser independiente, cómo enfrentar la vida con confianza en sí misma, cómo disfrutar de la sexualidad y de la amistad y cómo vivir simultáneamente una vida pública y una privada. Las novelas de Elisa Mújica demuestran su preocupación constante por la identidad femenina, la cual se define en medio del ambiente histórico, social, político y doméstico de la vida colombiana del siglo presente. Las novelas de Elisa Mújica / 227 Obras citadas "Acerca de la novela Catalina". Boletín de la Academia Colombiana. Bogotá, octubre-noviembre, 13.50, 1963:380-381. Agosín, Marjorie. "Ausencia y presencia en Catalina de Elisa Mújica". Revista lnteramericana de Bibliografia. 38.4, 1988:513-516. Araújo, Helena. "Siete novelistas colombianas". Manual de literatura colombiana. Ed. 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Historia y perspectiva (1976) YGuía de literatura infantil (1983). S\llabor crítica se ha centrado esencialmeme en los autores nacionales, hecho que se puede comprobar con sus publicaciones: Comentarios sobre la vida Y obra de algunos autores colombianos (1977) Ysu trab<tio sobre "La Madre Castillo" que aparece en el Manual de literatura colombiana (1988). Su dedicación a la literatura ya la cultura ha sido reconocida con premios, nombramiemos e invitaciones a seminarios, mesas redondas y diferemes eventos culturales; así, en 1980 fue elegida como "Antioqueña destacada del año" por la Unión de Ciudadanas 230/ Literatura y diferencia social y familiar de la región antioqueña. Algunas de sus obras recrean los valores tradicionales en la familia y en la sociedad, donde aparece el patriarca como el símbolo de coherencia económica y cultural que genera una ideología conservadora; esta imagen es idealizada en Terrateniente y La tercera generación. La primera obra alaba el esfuerzo de los terratenientes por su trabajo colonizador en tierras inhóspitas, y la segunda, destaca la figura paterna de la primera generación por su poder de protección y cohesión de la familia. Pero en sus Cuentos desagradables, en La cisterna y Por los caminos del sur aparecen los problemas familiares y sociales que desvirtúan la imagen del patriarca y el mundo por él sustentado. Se censuran las relaciones de poder en la familia, se cuestiona al padre o a la figura que lo reemplaza y se desenmascaran las relaciones coercitivas y manipuladoras que se dan dentro de la estructura familiar. En el presente trabajo nos detendremos en su obra más sobresaliente: La cisterna; novela que se destaca en su narrativa por su coherencia y precisión al analizar los problemas que han afectado a las mujeres recluidas en el hogar ma/pa/terno. La excesiva protección y represión que sufren las hijas de familias conservadoras y tradicionales crea un abismo insalvable entre el sujeto y la sociedad. El personaje femenino es alienado de sus circunstancias, de su medio ambiente, de su realidad. Analizaremos más que el texto en sí, la contextura del mismo, el tejido de las palabras, su apariencia; lo que nos llevará a descubrir las tretas del débil, los mecanismos que la mttier ha encontrado para expresarse y apropiarse del lenguaje en un mundo falogocéntrico.3 En otras de sus obras también aparecen temas feministas pero no tan bien logrados como en La ·cisterna. Por ejemplo en La tercera generación se muestran los problemas que enfrentan las hijas que no tienen ni voz ni voto sobre su destino. de Colombia y como "Trabajador de la cultura" por el Instituto de Integración Cultural. Fue Miembro de la Comisión de Paz, Verificación y Diálogo, durante el gobierno de Belisario Betancur (19821986), como resultado de esta misión publicó un libro sobre el tema, El diálogo y la paz. Mi perspectiva (1988). En 1990 fue nombrada Miembro Correspondiente de la Academia de la Lengua Colombiana. Además de participar en seminarios y conferencias es columnista de El Mundo y colaboradora de El Espectador. 3. Término que ya explicamos en la i11lroducción de este volumen. Rodo V~lez de Piedrablta: la constnJooón / ... /231 Por los caminos del sur recrea la asfixia matrimonial y la soledad de la mujer que se ha dedicado exclusivamente al hogar.4 En las otras obras de la escritora antioqueña los temas femeninos son el telón de fondo ya que las peripecias principales giran alrededor de otros eventos, 'aunque muchas veces la víctima es la mujer, como en sus Cuentos desagradables. La primera obra de Vélez de Piedrahíta es Entre nos (Crónicas humorísticas) (1959), colección de relatos sobre diversos aspectos de la vida nacional, que critican y comentan con humor o ironía actitudes y costumbres de la sociedad. Según Alberto Montezuma Hurtado, uno de los más logrados comentarios a las veleidades femeninas es "La pesadilla" que relata la toma del poder que realizan las mujeres, los cambios que las favorecen --como la libre importación de artículos femeninos y el veto al Whisky-, pero pierden el poder cuando no logran ponerse de acuerdo sobre el atuendo que deben usar en el Congreso de la República. Esta obra fue reseñada por Hemando Giralda en su "Columna libre" donde afirma que el humor de la autora antioqueña es de buena cepa y la compara con los imprescindibles autores de su región: Carrasquilla, Rendón, Arango Villegasy Ospina de Navarro. Para concluir que: El estilo de Rocío Vélez se nos parece a esos pequeños riachuelos cristalinos y puros que discurren apaciblemente, con un leve tintineo, por las verdes llanuras. Hasta el más burdo se alela mirándolos por horas y horas, sin sentir el paso del tiempo, tal es el placer que se experimenta en la amable contemplación. El estilo literario de esta escritora no se siente (s.p.). Vemos que esta primera obra de Vélez de Piedrahíta tuvo una buena aceptación en la crítica periodística que la alaba sin detenerse en elementos específicos de la obra y cuya metafórica descripción del estilo no enriquece la lec- 4 Para más información sobre las obras de Roelo Vélez ver los anlculos de Á1varo Pineda Bolero publicados en El Colombiano, y su ensayo sobre Terrateniente que aparece en Del mito a la posmodernidad: la novela colombiana de finaks del siglo XX; Y los eSludios de Helena Arújo publicados en La Sc}ulTezada criolla y en "Siele novelistas colombianas", Manual de literatura colombiana 1I, Bogolá: Planeta 1988. 232 / Literatura y diferencia tura ni define el estilo de la autora. Aunque sí podemos notar la presencia de losjuicios que han permeado la crítica a las obras escritas por mujeres. La obra femenina como algo apacible, sensible, tierno, delicado, que en última instancia "no se siente". El título de esta colección ya indica el tono de la obra y los asuntos que serán tratados, la crítica amable y entre nos y la burla a los vicios que imperan en la sociedad, buscan más bien reformas dentro de las estructuras conservadoras que un cambio que las renueve. El hombre, la mujer y la vaca (Un cuento desagradable) (1960) es un relato que hace un paralelo entre la vida de una familia pobre y una rica en el proceso de deshumanización que las dos situaciones económicas polares crean en el individuo. La comparación se inicia cuando la vaca preferida de Antonio y la mujer de Víctor van a dar a luz. Amapola, la hermosa vaca Holstein, es tratada con el amor y las consideraciones que s·ele niegan a la mujer del campesino de la que ni siquiera sabemos el nombre. El abismo que separa a las dos familias, el extravagante interés por la vaca y la degradación de la mujer de Víctor, crean un tono grotesco en la obra. Se desvirtúa la actitud caritativa de J esusita y sus fallidos intentos de solucionar el problema. Su frustración la lleva a pedirle a la vaca que se muera; es decir, ella también cae en el mismo comportamiento al humanizar a la bestia. Antonio y Víctor son dos seres deformados que se reflejan el uno en el otro: anverso y reverso de la deshumanización creada por la opulencia y la miseria. El desinterés de Antonio nace del hastío de la abundancia y la indolencia de Víctor nace del hastío de la pobreza. El pacto de las dos Rosas (Otro cuento desagradable) (1962) se basa en el tema de la tradición clásica del doble que permite el intercambio de roles para que personajes situados en polos opuestos puedan penetrar en un mundo ajeno y desconocido sin ser descubiertos. La carencia de libertad, de felicidad o el deseo de conocimiento son los motores de la acción en las obras clásicas; al concluir la aventura, los personajes han adquirido una experiencia de vida que les ayuda a enfrentar la realidad de su propia existencia. Este viaje en el espacio ajeno produce un mejoramiento en los personajes, pero en este cuento de Vélez de Piedrahíta sucede lo contrario, hay una inversión del tópico y,por tanto una degradación de las dos mujeres. En este relato, doña Rocío Vélez de Piedrahíta: la construcción I ... / 233 Rosa y su empleada Rosa intercambian sus vidas por un año para liberarse de los problemas que las abruman. Doña Rosa desea evadirse de los compromisos sociales, de la infidelidad del marido, de los pagos mensuales con un presupuesto insuficiente, del qué dirán; Rosa sólo espera resolver sus problemas inmediatos, el hambre, las enfermedades, la miseria que arruina su vida y la de sus hijos. El intercambio de la posición social produce una metamorfosis en la vida de los dos personajes que adquieren actitudes diferentes o pierden otras de su vida pasada. Rosa se vuelve perezosa, se deslumbra con el oropel, los objetos de lttio y las comodidades y no logra beneficiarse de la situación como era su intención inicial. Doña Rosa experimenta la miseria que no permite pretensiones y cuyos efectos se hacen evidentes en su apariencia física, empieza a ser más directa y abierta. Al final, lo que las protagonistas intercambian son sus problemas; la una aprende que ser pobre no es fácil y la otra, que los recursos económicos si no se saben administrar no rinden beneficios. Quizás la señora fuera capaz de sostener aquel equilibrio que requería además de un esfuerzo sobrehumano, un saber distribuir los centavos, una organización metódica de los gastos según una escala de valores rígida y cruel, con la sola esperanza de que cuando ya ni fuerzas tuviera para alzar la cabeza, los hijos estarían derechamente caminando hacia arriba. Pero ella se sabía incapaz; al día siguiente volvería a hundirse ... (1982, 182). Al contrario de las obras clásicas, las protagonistas no regresan a su situación inicial, ya que Rosa se niega a devolver su puesto a doña Rosa porque sabe que su destino es incambiable dentro de las circunstancias que rodean su vida. Indirectamente se insinúa que la miseria es causada por la abulia y que el círculo de la pobreza, la falta de educación y de recursos son obstáculos que se pueden vencer, si hay esfuerzo y determinación. Las mujeres son vencidas por las circunstancias y no pueden resolver los problemas que se les presentan. El abismo que separa a las dos protagonistas hace imposible un acercamiento o un entendimiento, la caridad se hace grotesca y no soluciona ningún problema, como bien lo anota Alberto Aguirre. 234 / Literatura y diferencia La tercera generación. Episodios de la vida de una mujer sin vida (1963) recoge el tema de la muerte del padre y cómo afecta ésta a las dos niñas que quedan al cuidado de la madre, mujer escrupulosa y prejuiciada que decide a su antojo el futuro de sus hijas. La muerte de Alfredo Orozco afectó a las hijas que se habían criado bajo su amable sombra; él descubrió en la paternidad una segunda oportunidad de ver y disfrutar el mundo con ojos nuevos e inexpertos y ellas, un estilo de vida que desaparecerá con él. Separadas del campo y de los amigos de la infancia, llevan en la ciudad una nueva vida acorde con su clase social. Beatriz, más sumisa que su hermana, es enviada al convento, persuadida de su vocación religiosa, a la que inexplicablemente se adapta. Lucero, por el contrario, es empujada a casarse con un hombre de su círculo a quien no ama, inútil y arrogante pero respaldado en la fortuna y nombre paternos. Nicolás Torón es el patriarca que protege a su familia con el prestigio que da su dinero. El significado connotativo del apellido del patriarca es evidente, al evocar la fuerza y virilidad del animal. Ahora estaba viejo. Le quedaban el amor de Inés y su nombre: Nicolás Torón: le tenía cariño por sonoro, por conocido, por acreditado. Lo había hecho admirar y respetar de sus conciudadanos a fuerza de luchar por él. Lucha dura y larga y limpia. Era tan grande el crédito que tenía ese nombre, que cobijaba con su sombra la miseria de Nicolás Segundo, y tenía fuerza suficiente para saltar sobre esa desgraciada repetición y pasar brillante, intacto, a la tercera generación. Con esa ilusión vivía y para que su nombre diera ese difícil salto, seguía trabajando y aguantaba (1963,121). Las dos jóvenes no tienen autonomía sobre su vida, derecho a escoger amigos o decidir sobre su futuro, ya que la madre necesita organizar a sus hijas para asegurarles un futuro acorde con su status, aunque ello signifique sacrificar la libertad, el amor y la felicidad. El hastío, la falta de intereses en común, el desamor, hacen que Lucero quiera divorciarse, pero queda atrapada en el mundo convencional de la mujer de la clase media; es incapaz de prescindir de los privilegios económicos, pero vive insatisfecha con el limitado horizonte de la vida doméstica. RocíoVélezde Piedrahila: la construcción/oo. / 235 Terrateniente (1978), novela que quedó como finalista en el premio Nadal, analiza el problema de la tenencia de la tierra desde la perspectiva del terrateniente, quien con esfuerzo y trabajo paciente y arduo logra controlar un vasto territorio y volverlo productivo. El epígrafe de la obra tomado del diario de Colón sugiere que la gesta conquistadora que empezó en el siglo XV continúa en el ímpetu colonizador de los protagonistas (Pineda Botero 1990, 61). La narradora afirma haber investigado el tema de su libro y lo prueba añadiendo mapas, cartas, documentos y notas aclaratorias, a pie de página -sobre la flora, la fauna o los eventos políticos del momento-- que intentan acreditar el discurso narrativo con el poder de la palabra escrita. Estos documentos históricos buscan legitimar la tenencia de la tierra. Pero como dice Barbara Foley: la verdad es algo que se construye a través de hechos y el narrador construye esa verdad al escoger esos hechos (1986, 67). Y en este caso, al seleccionar los documentos que se desean incluir y al descartar otros que no cumplen la función que el narrador/autor busca. También, Dominick LaCapra ha demostrado que los documentos históricos y el archivo no representan en forma transparente el pasado, porque no son elementos inertes o inocentes y pueden incluso transformar los fenómenos representados en ellos (1985, 38). Del otro lado, tendríamos a los campesinos y a las comunidades que legitiman su discurso en la tradición oral y reclaman la posesión de la tierra por haber vivido y trabajado en ella. Pero en la novela no se da una verdadera confrontación entre los dos grupos, que hubiera presentado el conflicto de una manera más vital. Se sabe del descontento de los campesinos y de la reacción de los terratenientes por conversaciones aisladas, cautelosas que no corresponden a un diálogo o a un intento de acercamiento entre los dos grupos antagónicos. Este mecanismo de narrativa expositiva evita la confrontación directa entre los personajes opuestos y desde luego entre las ideologías en oposición. Este recurso monológic05 -usando los términos de Mikhail 5 La novela polifónica es la que recoge una serie de voces que crean un comrapumo no sólo lingüístico sino ideológico. Ya que el diálogo recrea los diversos pumos de vista de los personajes que reflejan los matices de sus ideas opuestas. La polifonía, principal característica de las obras de Dostoiesvsky, es una pluralidad de conciencias con una 236 / Literatura y diferencia Bakhtin --de una fonna inversa-, e~ un artificio estilístico que silencia al otro, ya que no le da una voz, una opinión directa o un espacio discursivo. Nunca escuchamos las voces de los oponentes de los González ni sus razones, pero sí. las de los terratenientes. Todo intento de reivindicación campesina y de refonna agraria es descalificado como propaganda comunista, como oportunismo de los bandoleros de la región que desean apoderarse del trabajo ajeno y como corrupción de los políticos. Esta división entre buenos y malos va en detrimento de la obra. pues lleva a la idealización del latifundista y a la degradación de los que se oponen a sus ambiciones territoriales. A Juan Esteban y a Ignacio González les tomó varios años cercar la propiedad, edificar las viviendas, abrir caminos, destruir el monte y obtener ganancias con sus cosechas de algodón y con la ganadería. Contaban con la colaboración de susjóvenes y decididas esposas, que se adaptan al medio con el mismo entusiasmo que sus compañeros. Por el contrario, y con raras excepciones. campesinos y subalternos son perezosos. sucios, desagradecidos, abandonados, impredecibles, lo que justifica su pobreza, ya que no trabajan con el mismo interés y dedicación de los patrones y no se adaptan tan fácilmente a las circunstancias. Al norte de Musinga los peones eran fáciles de conseguir. buenos -bonachones-y como los niños. serviciales, resistentes. alegres e imprevisibles. Gustaban de su trabajo como de un deporte -ide lo contrario no lo harían!-. del aguardiente con pasión y de las mujeres con alegre intrascendencia. Los había viejos y jóvenes. del sur y del norte de Musinga. casi todos risueños y ladinos. se ofrecían. se contrataban y renunciaban. con la más impresionante movilidad; por falta de papeles o por pleitos locales. por aventureros. por amores. por desacuerdos; a veces volvían. Contratar a unos. liquidar a otros, era un quehacer constante (1980, 90). Los episodios de la caza del tigre, de la quema del monte y del trabajo en el campo recrean el esplendor del igualdad de derechos en el espacio narrativo y cada una recreada en su mundo. Los personajes son entonces los sujetos de su propio discurso significativo y directo, y no solamente los objetos de un discurso autorial (Bakhtin. 1989,6-7). RocíoV~lezde Piedrahita: la construcciónl ... /237 paisaje nacional y de la fauna; elementos que, a nuestro juicio, salvan la novela.6 La naturaleza tiene una enonne presencia en el texto y es digna opositora a la voluntad de los hombres. En estas descripciones Vélel de Piedrahíta demuestra vitalidad narrativa por su manejo de expresiones idiomáticas y de la adjetivación, que convierten estos fragmentos en los elementos auténticos del texto, y que le dan la calidad vivencial de que carece la anécdota humana. Ángel Rama veía la novela como un instrumento para penetrar la realidad, ya que es a través de los personajes y de sus situaciones que se refleja el mundo privado, íntimamente implicado en el proceso social y que responde a un momento determinado y a una sociedad en particular. Esto se manifiesta en "el diálogo vivo que todo hombre establece con su tiempo, haciendo que éste exista porque él previamente existe. La función de la novela no es sustituir los tratados de sociología, sino la de proveer las estructuras de sentido que ubiquen artísticamente al hombre en el mundo" (1986, 78). Y es precisamente la carencia del diálogo vivo, de la polifonía o interrelación entre los diferentes personajes y clases sociales lo que convierte la novela en una crónica documental. 7 La guaca (1979), novela que fue escrita durante El año internacional del niño, tiene como tema el secuestro. De 6 Elememos que han llevado a algunos crlticos como Juan Ramón Masoliver a relacionarla con la novela de la tierra y, sobre todo, con La Vorágine. 7 Ya Helena Araújo había dicho al respecto: "si la carnadura cotidiana de los protagonistas se adapta a 10 casual de las descripciones y coloquios, su idiosincrasia no llega a justificar conductas impuestas o circunstanciales. La referencia al inconsciente y los procesos de la subjetividad, quedan aqul al margen de una caracterización adscrita a tradiciones y costumbres. Tanto por su minuciosidad como por su falta de tensión, el texto se aproxima a la crónica y se aproxima a la memoria psicológica" (1989, 142). Para Pineda Botero, la pre'sencia del mapa en la novela, a pesar de que recrea un territorio ficticio, sugerirla un ensayo histórico en un primer momemo, pretensión que queda anulada al descubrirse que es un espacio imaginario. Esta misma ambivalencia la ve en el contrapunto creado entre las notas de .pie de página y el texto. "La mayoría tiene la apariencia de cienuficas: ofrecen noticias sobre las costumbres del tigre, las aves migratorias o las armas de caza. Otras son de carácter testimonial, con frases como: 'poseo fotocopia de los originales." (1990, 61). El esfuerzo por la 238 / Literatura y diferencia nuevo, la separación entre buenos y malos crea esquemas repetitivos y hace el texto predecible, restándole interés social y objetividad. La aventura de los niños en su busca de las guacas precolombinas es interrumpida bruscamente por delincuentes que secuestran a los tres niños ya una empleada del servicio. -iPagar! ¡pagarl, icomo lo oíste negrita! Al señor Adolfo Fernández le hemos pedido 20 millones de pesos para devolverle a su hijo Toñito; ¡para que veas lo que vale un hijo de rico! A los otros dos los devolvemos gratis, ¡para que veas lo que vale un hijo de pobre! Y te lo advierto: si no pagan, chipulín, chipulín: yo me pido, ¡me pido! acabarlos, porque a mí muchas cosas me chocan, pero nada como un hijo de papi ... (1979, 106-107). Los estereotipos empobrecen el relato porque la perversidad de los secuestradores, la ingenuidad de los niños, la bondad de la criada y el valor de los buenos, anulan el suspenso de la novela policiaca y del relato de aventuras, además de simplificar la realidad política del País. Por los caminos del sur (1991), novela cuya anécdota humana sirve de telón de fondo a los problemas que afectan a las parejas después de la crianza de los hijos, del cansancio matrimonial y el agotamiento profesional. En esta etapa de la existencia se buscan alternativas que le den sentido al diario vivir, y la finca de recreo es uno de los primeros escapes a la rutina y a la monotonía de la vida cotidiana. La política oportunista que permite el tráfico de influencias y nuevas expectativas en la vida, es otra de las formas de salir de la mediocridad y del aburrimiento. En la casa de campo la presencia de la familia campesina sirve de contrapunto a la vida de OIga y Gregorio Suárez; el abismo que separa a pobres y a ricos evoca las peripecias familiares de Antonio y Víctor en El hombre, la mujer y la vaca. El contacto entre las dos familias crea el resentimiento y la desconfianza, pues la familia campesina tiene oportunidad de presenciar el derroche de los patrones, la falta de veracidad apoyado en las notas y en los mapas se desvirtúa al comprobarse que es una obra de ficción, pero esta ambivalencia que crea el texto tiene una fmalidad ideológica, porque ningún texto o documento es inerte o inocente como lo anota Dorninick LaCapra. Rodo Vélez de Piedrahita: la construcción l ... / 239 moralidad y respeto de Gregorio y, los abusos de los visitantes. Las relaciones familiares se deterioran en las dos familias y los hijos de los agregados buscan un estilo de vida diferente al de los padres porque se avergüenzan de su condición social. Decaen los valores tradicionales, pues la generación más joven se ve expuesta a un mundo al que no tienen acceso con el fruto del trabajo asalariado; el robo, la corrupción y la violencia son el correlato de esta situación. El mundo idílico que quiere (re)crear OIga Suárez al comprar "Villa Clara" queda caricaturizado con las visitas del Padre Darío y el mundo pulcro y armonioso pero anacrónico que él representa y evoca. Por el contrario, este espacio se convertirá en el escenario de la decadencia familiar y de la confrontación social. Rocío Vélez utiliza en esta novela una serie de exempla que completan el nivel sintagmático de la historia; estos textos extranjeros crean una serie de relaciones intertextuales con el relato principal y cargan semánticamente el texto al ampliar las redes significativas. En estas digresiones, que tienen las características de las fábulas, la protagonista se ve convertida en máquina, en avestruz, lagartija, chucha, 8 coneja, y recrean en forma metafórica los procesos internos, los cambios emocionales y las frustraciones que no se atreve a enunciar o reconocer de forma directa. Es como el avestruz: '-'Un ave que no vuela, que no se come, que no canta, que no adorna" (1991, 39). Su deshumanización, animalización y cosificación son sentimientos adquiridos en sus relaciones conyugales, su desestabilización surge con respecto al otro; que sólo nota su presencia/ausencia por los efectos exteriores: el desorden, la mala calidad de la atención doméstica, el detalle desagradable. La cisterna (1971) elabora el tema de la neurosis, la histeria y el desequilibrio mental que sufre la protagonista como producto de un ambiente familiar y social rígido. Celina Lopera es la hija menor de un matrimonio adulto y su inesperado nacimiento desajusta el ambiente familiar; demasiado joven para compartir con sus hermanos se convierte en el juguete de ellos, hasta que se cansan de la niña y de sus protestas y demandas. Cuando es una adolescente sus hermanos reemplazan la autoridad ma/pa/tema y con8 Regionalismo para denominar a la comadreja. 240 / Literatura y diferencia trolan la vida de Celina, le impiden trabajar, hacer una carrera, tomar decisiones; pues siempre la juzgan como inmadura e incapaz de decidir por sí misma. Esta actitud ha sido definida por Sylvia Molloy como el aniñamiento. Es decir, la reducción de la mujer al status de una menor de edad (1984, 57); fenómeno social fomentado por la autoridad paterna y en este caso por Héctor, el mentor de la familia. El epígrafe de la novela sobre la historia de José es tomado del Génesis, y sugiere el conflicto entre Celina y sus hermanos y la importancia de los sueños, que en este caso revelan aspectos de la vida emocional de la protagonista. La continua represión y las críticas van moldeando el carácter de la joven, que cada vez se vuelve más solitaria, silenciosa e insegura. La vida onírica de la protagonista es un espejo que refleja sus temores, sus deseos y sus frustraciones. Los sueños son un contrapunto a la vida diurna, donde se reprime de expresar su descontento o su voluntad. Atrapada en el hogar ma/pa/terno escoge el convento, pero esta opción -utilizada por tantas mujeres- es rechazada por la familia que la necesita para que asista y acompañe a los envejecidos progenitores. Al morir éstos, pierde la autonomía y el espacio propio y se convierte en un estorbo; desempeña todos los oficios y servicios de la tía solterona: cuida a los enfermos, a los niños, ayuda en los quehaceres domésticos. Trata siempre de hacer leve su presencia pero, sin embargo, nunca conquista el amor de su familia. Las relaciones de amor y de odio con sus familiares van marcando su existencia y la van escindiendo hasta dejarla en la soledad y el abandono. El desajuste de la protagonista con su medio proviene de la alienación que la cultura patriarcal ha creado en su afán de controlar a la mujer y someterla al mundo doméstico. Para J ean Franco la maternidad ha sido otro de los mecanismos de opresión femenina porque se la considera como un regalo de la naturaleza y es, además, la principal justificación para que la mujer esté recluida en el hogar; esto explica por qué ellas no pueden dedicarse a estudios universitarios, a carreras profesionales y, por tanto, el limitado desarrollo de su vida intelectual (1989,86). En el caso de Celina se invierte este valor, pues ella debe permanecer en el hogar, renunciar a sus estudios de medicina, al trabajo en el centro de salud Ayacucho y a su deseo de ir al convento, por cuidar a sus envejecidos padres. El Roda Vélez de Piedrahha: la construcción I ... / 241 feminismo critica estas pFácticas apoyadas en la ideología dominante que afinna verdades universales del humanismo judeocristiano y benefician al hombre. Helena Araújo analiza el tema de esos personajes perturbados e histéricos dentro del marco de la sociedad patriarcal, porque ellos señalan las fallas de este sistema "tecnocrático y adscrito a la producción. Se diría que su atonnentada subjetividad burla el espíritu de la época" (1989, 132). Jonathan Culler ve la conducta social de una persona en particular como una proyección de la praxis cultural y social de una comunidad específica. Estas relaciones entre el individuo y su medio son posibles porque el hombre asimila inconscientemente las normas, las ideas, las imágenes culturales de su comunidad. Así, los actos individuales son variantes tangibles que nos permiten acercamos a un sistema ideológico en particular (1986, 85-91). Es decir, la conducta de Celina, sus ideas, temores y frustraciones reflejan los de su medio social. Se convierte en el espejo que refleja los conflictos que su medio produce, pennite y fomenta en la mujer. La historia de la protagonista es recogida por su sobrina Clarita, quien encuentra una especie de diario con cartas, narraciones de sus sueños y fragmentos aislados de su vida en papeles sueltos, fotografías, dibujos y espacios en blanco. Al encontrar los escritos de Celina escondidos en un cajón de su secreter, descubre la historia silenciada y reprimida de la protagonista, que contrasta con la versión de la familia. Los principales episodios de la vida de Celina son presentados desde distintos puntos de vista -hennanos, cui'iados y paclres-. Estas opiniones son el contrapunto a las ideas de la protagonista, que generalmente fueron silenciadas y luego descubiertas por Clarita después de la muerte de aquella.9 Esta historia personal e inédita, como la de tantas otras mujeres, es tergiversada en la historia divulgada y conocida por la familia, sobre todo por Héctor, el hennano mayor y el paradigma modelador de los Lopera. Se puede establecer una relación simbólica entre el nombre de la tía y la sobrina, Celina viene del nombre 9 Aqui si aparece el diálogo, el contrapunlo y los diferentes punlos de viSla que enriquecen el discurso narrativo y exigen una leclUra más activa. Obra diferente a Terrateniente que pertenece al eslilo monol6gico. 242 / Literanrra y dife~ncia Selene: luna; la palabra luna y la palabra mente en las lenguas indoeuropeas tienen la misma raíz: manas, mana, de donde se deriva la palabra manía, que se refiere a las personas poseídas por el espíritu de la luna y que era la señal del hecho de ser escogido por la diosa. 10 Clarita puede ser un nombre, pero como adjetivo aparece asociado con frecuencia a la luna: luna clara o claro de luna para describir las noches en que la oscuridad queda relegada por los rayos lunares. Clarita y Celina quedan así asociadas a través de los mitos lunares, que son eminentemente femeninos. La oscura y secreta vida de Celina sólo pudo ser descifrada o aclarada por su sobrina, cuando ésta descubre los manuscritos de su tía, los organiza, completa y publica. Este pretexto literario del manuscrito encontrado, que sólo es ordenado y a veces completado por el autor, es un tópico clásico ya utilizado por Cervantes en El Quijote, que añade ironía a la novela y salva al autor de la responsabilidad creadora. Pero en esta obra tiene un valor diferente, pues se refiere más a los trazos de la escritura femenina, que son mencionados por Lucía Guerra en "La producción literaria de la mujer latinoamericana", donde analiza la escritura femenina y los mecanismos que utiliza la mujer para expresarse. Por tanto debe acomodar su idiolecto, hacer concesiones, dejar espacios vacíos cuando no encuentra una forma discursiva apropiada. Estos signos han sido descalificados en la esfera masculina como cháchara de mujeres. Y luego afirma acertadamente: En consecuencia, la mujer utiliza y maneja simultáneamente dos códigos que se encuentran en una relación diglósica muy particular puesto que a la fuerza centrípeta homogeneizante y de carácter dominante se opone en un diálogo silenciado el código femenino que no alcanza a adquirir un poder dispersivo; y es precisamente en este proceso diglósico anclado en el silenciamiento y la represión donde se reitera la organización asimétrica impuesta 10 En las culturas patriarcales al maniático o al lunático se le considera como un tonto (Walker, 1983, 670). Es interesante comprobar cómo las características femeninas asociadas con la luna han cobrado un valor negativo en las culturas patriarcales. Es otra manera de devaluar a la mujer y reducirla al control del hombre quien está libre de estas influencias negativas. Rocío V~lez de Piedrahfla: la construcción / ... / 243 por la esuuctura patriarcal en todas las actividades humanas. La mujer entonces se encuentra en una situación discursiva ambivalente, entre dos aguas. la del discurso falogocéntrico de "raíces liberales" y "humanistas" que defienden como ideales la libertad. la auto-determinación y la racionalidad y el flujo turbio de un discurso femenino marcado por la subordinación. la difusión y la fragmentación (1989, 136). Estos elementos del discurso femenino son los que encontramos en esta obra de Rocío Vélez, quien utiliza diferentes estrategias narrativas para (re)crear la vida de Celina. La configuración textual del relato es muy importante porque muestra los diversos estilos discursivos utilizados para recuperar la experiencia vivencial del personaje femenino, que nos muestra los obstáculos a la escritura tanto en lo intelectual como en lo material. Al final de la novela, la narradora hace aclaraciones que consideramos importantes, pues ejemplifican ese "flujo turbio", difuso, fragmentado y subordinado al que se refiere Lucía Guerra. Entre los papeles de mi tía había un diario de papel muy fino. encuadernado magníficamente en cuero con adornos dorados y sus iniciales en el lomo y la pasta. Según mis deducciones lo interrumpió alrededor de los diez y ocho años; de ahí en adelante había anotaciones saltonas. el retrato de mis padres el día de su boda y después de unas páginas en blanco, con la letra totalmente diferente, se reiniciaba el recuento de sucesos que no me atrevo a llamar diario. porque entre una fecha y otra hay a veces hasta dos años de intervalo. Entre dos hojas además encontré la pesadilla del conejo. Ni por la letra -escrita a máquina, en papel timbrado con las iniciales de papá Bernardoni por algún otro indicio. pude adivinar la circunstancia de su vida que dio origen a tan deprimente pesadilla. Aunque el sentido de este sueño me resultó inexplicable. decidí publicarlo debido al cuidado con que estaba escrito y pegado a una de las páginas del diario con un alfiler. Arbitrariamente lo coloqué como punto fmal. después de algunos apartes que entresaqué del diario. Si transcribo muy pocas líneas del diario. se debe a que mi tía a medida que pasaban los años. repetía incansablemente dos o tres líneas f~as, hasta el punto de que si no tuvieran 244 / Lireratura y diferencia fechas diferentes, se podría creer que copiaba variasveces lo que había hecho en un mismo día (1971, 226). En el tejido textual podemos adivinar las carencias y dificultades que afronta la mujer cuando intenta una tarea fuera de la esfera doméstica. Los escritos de Celina están contenidos en un diario de hermosa contextura que es un objeto de lujo destinado a las confidencias amorosas de las jóvenes, pero que en manos de Celina no recibe ninguna. A este diario se le añaden páginas sueltas, con el membrete paterno, escritas a máquina, retratos, dibujos hechos por ella misma y una hoja pegada al diario -texto principalcon un alfiler. La presencia del alfiler, de distintos tipos de papel y de fotografías refuerza aún más la idea del tejido, de la labor manual, de la costura de distintos discursos para (re)crear una biografía incompleta. Clarita, la narradora, teje la historia de su tía a partir del material encontrado y lo completa con los recuerdos de familia. Y es en este sentido del textoltejido que podemos referirnos al valor mítico del tejido que, según Cilbert Durand, radica en su determinación benéfica. Ciertamente el tejido como el hilo, es ante todo un lazo, pero es también una relación tranquilizadora, es símbolo de continuidad sobredeterminado en el inconsciente colectivopor la técnica "circular"o rítmica de su producción. El tejido es lo que se opone a la discontinuidad, tanto al desgarramiento como a la ruptura. La trama es lo que está debajo. Se puede considerar incluso una revalorización completa del vínculo como lo que "reúne" dos panes separadas, lo que "repara" un hiato (1981, 307). Clarita repara el hiato familiar al tejer los cabos sueltos de la historia de Celina y al organizar el discurso narrativo; su labor es benéfica pues revalúa la historia de la protagonista condenada al olvido y separada del clan familiar: "Cuando mi tía Celina murió, nadie la quería y murió sola" (1971,9). Los saltos temporales entre las entradas del diario y los tipos de papel usado, señalan lo esporádico de la escritura, la escasez de materiales de trabajo, a pesar de que es una mujer de la clase alta, y sobre todo la dependencia del padre. Las hojas que no pertenecen al diario están marcadas Rocío Vélez de Pinlrahíta: la colIstnlct-i611/ ". / 245 con el nombre paterno; lo que sugiere que la escritura es un oficio masculino lentamente apropiado por la mujer. Se ve obligada a usar materiales ajenos que pertenecen a los hombres, pero ella los recupera y feminiza al añadirles elementos típicamente femeninos como el alfiler, que evoca c1mundo del costurero, las fotografias de los seres queridos, los recuerdos saltones e ilógicos dentro de las estructuras simbólicas, las repeticiones que evocan lo doméstico. Estas hojas pertenecientes al mundo del padre y destinadas a la esfera masculina de los negocios, de la comunicación en la vida pública, pierden su valor inicial y se convierten en las receptoras de la vida privada de la protagonista. Los obstáculos materiales a la creación del texto reflejan también los obstáculos epistemológicos que confronta la autora para elaborar su discurso narrativo; son dos fenómenos que la mujer ha debido enfrentar cuando desea dejar una huella de su existencia. Las palabras prendidas con el alfiler para evitar qne se las lleve el viento son una imagen metafórica que proyecta la necesidad dc la nllúer de expresarse dentro de los parámelros de su experiencia. La autora se excusa en la narradora quien, a su vez, cO'nfiesa que ya eucontró la historia que va a narrar en las hojas de la tía Celina; el enmascaramiento del autor, la necesidad de atribuir a otro lo que se quiere decir, son algunos de los trucos que utiliza el débil para poder llevar a cabo sus deseos. El cómo y el qué se dice en esta obra señalan los problemas que enfrenta la protagonista en un mundo falologocéntrico excluyente, donde se siente apresada y agobiada. Para Linda Hutcheon, la importancia del feminismo es su intención de cambiar los sistemas de representación dominantes/patriarcales y no sólo desnaturalizarlos (1990, 153). Este tipo de texto hace evidente los conflictos que ha tenido la nllúer en un mundo diseí'iado por y para el hombre y recrea las dificultades que ésta enfrenta en el momento de la escritura. El texto devela la manipulación y la tergiversación de las ideas, decisiones y actitudes de Celina por los seres que la rodean; no es algo natural a su sexo, es algo tejido a su alrededor. Los sueños, las imaginaciones y el fluir de la conciencia de Celina son las formas expresivas que devclan sus sentimicntos, secretos, ideas y frustraciones. Ellos comunican 246 / Literatura y diferencia los contenidos que tiene reprimidos y nos permiten entrar en su mundo privado y silenciado. Estos fragmentos conectados en forma más directa con su vida emocional aparecen con un tipo de letra diferente, que avisa al lector el cambio discursivo. Estas digresiones que se apartan del fluir cronológico de los hechos -la narradora no sabe cuando fueron escritas- son elementos esenciales para entender el desarrollo emocional de la protagonista. Se puede analizar la escritura de Celina con la definición que Marguerite Duras da de la "escritura femenina" como un fenómeno orgánico, traducido desde la oscuridad, desde lo desconocido, ya que las mujeres han estado en la oscuridad durante siglos y cuando escriben, crean una nueva forma de comunicación más que un lenguaje formado. En cambio, los hombres escriben desde una plataforma teórica conocida y elaborada por y para ellos (1981, 174). Cuando Celina desea expresarse encuentra deficiente el lenguaje, el cual no se acomoda a sus necesidades específicas. "Era un sentimiento vago, informe, intangible. Abría la boca para expresarlo e inmediatamente las palabras perdían su sentido, no indicaban nada y había que buscar otras" (1971, 53). Esta sensación difícil de describir y que le hace percibir el mundo como algo gris y agobiante, la conduce al padre, cuya imagen es la primera descrita con este color. "Se quebraba la cabeza buscándole nombre a este estado amorfo, sin encontrárselo. Hasta que un día al despedirse de sus padres, vio a don Bernardo, chiquito y gris. Su cara no tenía luces ni sombras, expresión ni volumen; era simplemente gris" (1971, 53). En la figura paterna se encarna el color que invade el mundo de la protagonista y que la sofoca. Es una metonimia que indica el malestar y el hostigamiento que siente en la atmósfera familiar dominada por los deseos y órdenes masculinos. Es la escritura desde el silencio, desde el mundo oscuro descrita por Marguerite Duras. Helena Araújo ve en los sueños de Celina la manifestación de su vida sexual reprimida. Las imágenes del taladro, del gusano, del polvo que la envuelve y en forma de serpiente se introduce en su oído son símbolos fálicos que atormentan a la protagonista, ya que proyectan las relaciones asimétricas entre mujeres y hombres: amo/siervo, dominador/dominado. Rodo Vélez de Piedrahfta: la constmcri6n / ... / 247 Si sus obsesionesvinrulan lo imaginario a lo simbólico, sussíntomasdesconciertan o extravían al no mostrar coherencia sino en la analogía. Frente a las teorías freudianas que atribuyen primero al padre, luego a la madre, la escena de seducción que acarrea la culpabilidad traumatizante, cabe decir con Catherine Clément, que "la histérica vive su cuerpo en el pasado, transformándolo en teatro de escenas olvidadas, testimonios de una infancia perdida que sobreviveen sufrimiento" (Araújo, 1989, 131). En el primer sueño del relato, Celina aparece convertida en un tarro de basura que todo mundo evita y golpea, el cual contiene el dinero robado que todos buscan; sólo el perro se arrima porque quiere a Celina. "Patúl no quería el dinero. Quería basura: quería a Celina que destilaba basura y se puso a lamerla mientras Celina lo acariciaba y le daba sobrados ..." (1971,34). Esta imagen onírica condensa los sentimientos de la niña hacia su familia y muestra la alienación que siente en el mundo. La degradación es total, pues ella pierde las características humanas y se convierte en desperdicios. El rechazo familiar le crea un sentinlÍento de inferioridad, que es el mecanismo promotor de la pesadilla. Esta metáfora condensa el papel que Celina asume en la familia: ella sabe que sobra y estorba, ya que unos delegan en otros las responsabilidades que demanda su crianza. Este continuo desconocimiento de sus necesidades y deseos, calificados como caprichos por sus mayores, la hacen sentirse repudiada y paulatinamente, pierde la autoestima, lo cual se refleja en la pesadilla. Así, Celina, comC?la basura, no tiene un lugar en la casa. Después de la muerte de sus padres y de su viaje a Estados Unidos, desea regresar a la casa ma/pa/terna, espacio que cobra un valor especial en su vida al crear ciertas huellas de identidad: el olor de las flores, la frescura de los salones, la humedad de los patios, la presencia de muebles, los sabores que evocan recuerdos, crean una atmósfera de pertenencia y de seguridad. Pero sus hermanos la despojan de su espacio propio y la fuerzan a un estilo de vida inesperado. El sueño del gusano en este contexto tiene el valor que le atribuye Gilbert Durand, quien lo plantea como un fenómeno especular de reduplicación o inversión que se da en la obra literaria: Así, "la tierra devorada camina en el interior del gusano al mismo tiempo que el gusano camina 248 / Literatura y diferencia por la tierra" (1981, 198). Esta imagen terrible evoca el poder devorador de la madre tierra y los efectos de la decadencia y la putrefacción. El hogar como espacio mítico desaparece con la muerte de los padres y es el gusano el símbolo de esa pérdida, que le causa tanta angustia a la protagonista. Con el espacio familiar, desaparecen su autonomía y su identidad, y Celina se convierte en la solterona impredecible que estorba a la familia. Su frustración como mujer soltera, sin hijos y su esterilidad material y espiritual se reflejan en la pesadilla del conejo despellejado y maloliente que ve en el fondo del sanitario. Lugar adonde llega con un niño de la mano, quien luego la contempla burlón, cuando la ve llorando asustada ante la imagen del animal muerto. Esta pesadilla condensa los sentimientos de Celina, quien ve su vida sexual desperdiciada, pues sólo confronta los efectos para ella desagradables de la sexualidad femenina. El conejo despellejado y maloliente es una metonimia del flujo menstrual11 y de la ausencia de vida en el vientre femenino. 12 Esta es la imagen 11 La relación entre las fases lunares y los ciclos femeninos ha sido reconocida desck los tiempos prehistóricos, hecho que ha creado una serie de miLOS,actitudes en pro o en contra de la mujer y su ciclo menstrual. "Desde las culturas primitivas se pensaba que el mágico misterio de la creación residía en la sangre que la mujer perdía en una aparente annonía con la luna y que a veces era retenida en el vientre para <coagularse> en un bebé. Los hombres miraban esta sangre con un miedo sagrado, como la esencia de la vida, inexplicablemente derramada sin dolor, experiencia totalmente desconocida para el hombre" (Walter 1983, 635). Posterionnente las mujeres que tenían luna no debían acercarse a los hombres y éstos temían el contacto con el flujo menstrual; Aristóteles apoyaba la inferioridad de la mujer en este ciclo y la iglesia rechazó el sacerdocio femenino porque la mujer contaminaba el altar durante su periodo. Esther Harding en su trabajo sobre los misterios de la mujer afirma que: "El poder creativo de la mujer no era reconocido como tal y elllonces se le proyectaba a la luna como representación de los principios femeninos. Los primitivos creían que este poder inherente a la luna era solamente prestado a las hembras, ya sea del reino animal o vegetal, debido a ciertas similaridades en la naturaleza de la mujer en la tierra con las de la luna en el cielo. Es importante tener en cuenta que por el inconsciente nosotros sentimos y actuamos muchas veces como el hombre primitivo" (1990, 28). 12 En la mitología mexicana existe un isomorfismo entre la divinidad lunar y los animales que se han asociado con la sexualidad y la Rocfo Vélez de Piedrahfta: la construcción I ... / 249 que concluye el diario y que nos da indicios de su futura soledad y desamparo. Idea que ya había sido insinuada con las fotos que Celina tenía en su marco de madera pirograbada, la primera foto fue la de su perro, luego reemplazada por la de la superiora del convento. Estos dos afectos dispares de la protagonista son un reflejo de su limitado mundo social y emocional. Las relaciones asimétricas indican la falta de comunicación y de amor que existe en su familia. La posición dual de Celina con su cuerpo se ve en la imagen que ella tiene de sí misma y que difiere de la que los demás seres que la rodean poseen de ella. Las dos reproducciones que aparecen en el libro corresponden a dos personajes femeninos diferentes: uno es de Renoir y el otro es de Modersohn. Esta escisión del personaje en dos modelos diferentes13 refuerza la idea de los problemas que aquejan a la protagonista, quien no logra reconocerse en la imagen que proyecta. Se convierte en la bizca que ve el pintor: "-Sí, bizca. Bizca es la persona que tiene un ojo mirando a los demás y el otro mirándose a sí misma" (1971, 191). La mirada bizca ha sido reconocida como la forma femenina de ver el mundo, ya que la mujer ha sido el objeto de la mirada masculina y no el sujeto que observa. Este sentimiento de alienación consigo misma y con el mundo se vuelve en contra de su cuerpo, de su materialidad, de las secreciones que puedan hacerlo evidente ante los ojos ajenos. Temores que se reflejan en sus sueños, donde se ve convertida en basurero, envuelta en polvo, nadando en el aguaiorina que busca un orificio de salida, y que son metáforas de las secreciones que mancillan su cuerpo. Re- fertilidad: el conejo y la concha (Durand, 1981, 248). Esther Harding afirma que la docilidad y poca agresividad del conejo lo han converlido en el héroe lunar, porque estas cualidades le permiten evadirse y escapar a confronlaciones que podrlan ser desastrosas. Esta cualidad de genlileza corresponde lambién a un aspecto de la naturaleza femenina, que como la luna es "luz y a la vez oscuridad; y esta luz, diferente a la del sol, es suave y fresca, represemadas exaclameme con animales tímidos y gentiles como la liebre" (1990, 51). 13 Luis Buñuel en Ese obsCltTVobjeto del deseo lambién muestra una situación similar cuando la joven prolagonisla es represenlada en escena por dos acuices diferemes. 250 / Literatura y diferencia chaza al único pretendiente que tiene, porque de todos sus defectos el más intolerable es la presencia de su imperfección: "[E]ste hombre tan buen mozo a unos metros de distancia, de cerca está lleno de costras, manchas y pellejos. Además está caliente y huele muy maL." (1971, 180). Características que se utilizan más al hablar de los animales que de los seres humanos; cuando Celina lo ve de cerca se convierte en un ser repulsivo que ella no puede tolerar por la materialidad de su cuerpo con costras, manchas y pellejos. Las obras de Rocío Vélez como el espejo quebrado de Pierre Macherey son medios expresivos tanto de lo que proyectan como de lo que no proyectan. Y es precisamente la ausencia de ciertas reflexiones, expresiones o actitudes lo que se convierte en el verdadero objeto de la lectura crítica. El espejo, en ciertas áreas, es ciego: pero es un espejo a pesar de todo (1978, 128). El texto literario como un espejo fragmentado permite la lectura sintomática 14 basada en la interpretación de imágenes distorsionadas, ausentes, desplazadas o abisales. Estos elementos, que aparecen en sus obras como pesadillas, canciones, poemas, fotos, exempla, notas, epígrafes y digresiones, son los que completan el texto y hacen un contrapunto a la historia principal. Digresiones que se apartan de la anécdota principal y de la acción para reelaborar sentimientos y emociones. 15 Además, señalan la búsqueda de formas expresivas acordes con los temas tratados, enriquecen el estilo, amplían el valor connotativo de las obras y recuperan actitudes femeninas en la escritura como la expresión indirecta y la sugerencia. La crítica social en sus obras sugiere que la causa de la pobreza es la falta de esa ética del trabajo que ha caracterizado 14 Lynne Pierce en Woman / Image / Text: Readings in Pre-Raphaelite Art and literaturt? dice que la lectllra sintomática es una herramienta de la crítica feminista porque muchas de las conclusiones políticas a las que se llegan son inferidas de los elementos que están fuera del texto o que son elementos marginales o silenciados (1991,9). 15 Elementos que aparecen en La cisterna y Ebr los caminos del sur, pero en Terrateniente, los elementos extmnjeros a la anécdota principal tienen un fin diferente, cercano a la escritura de las crónicas de los conquistadores, que afirmaban la veracidad de sus relatos en su experiencia directa con los hechos narrados. RocfoVélezde Piedrahf13:la construcción/ ... / 251 al paisa,16 y que es idealizada en la imagen paterna. La crítica se circunscribe a lo personal, a la falta de iniciativa, de imagina.ción, de dedicación, a la pereza y a la ignorancia que acarrean otras miserias, porque el ser humano decidido y emprendedor se supera y logra triunfar e imponerse a sus circunstancias personales. Indirectamente se legitima el sistema donde han surgido las crisis económicas, sociales y políticas, pues las fallas aparecen en lo individual. En sus obras se (de)construye un sistema de valores que desaparece y se (re)crea con nostalgia ese pasado idílico/patriarcal, pero a la vez, emergen las rupturas y desencuentro s que desvirtúan la realidad evocada y que por tanto fomentan el surgimiento de otros valores más armónicos y acordes con el mundo de la mujer. 16 Paisa es un ténllino que designa al habitante de la región antioqueüa y del antiguo Caldas. Su idiosincrasia ha sido explotada en la literatura de la región y en personajes como Peralta de En la diestra de Dios Pad1l! de Tomás Carrasquilla, quien encama los atributos de la raza: astucia, laboriosidad, independencia y sentido aventurero. Raymond L. Williams ve en estos calificativos la explicación para la prosperidad económica de la región en el presente siglo. "Aunque se trate de clefiniciones con un fondo de buena voluntad, desafortunadamente han contribuido a dibujar estereotipos raciales, sobre todo cuando se ha querido probar el supuesto origen judío de la raza y los valores antioqueüos" (1991,165).La caída de los valores tradicionales es la causa de los problemas actuales de la región, como lo dice Á1varo Pineda Botero en un comentario sobre Los caminos del sur. "Es una novela que sin notas estridentes ni pronunciamientos políticos directos denuncia acritudes de la clase alta antioqueüa, actitudes qu.e irán a pemlitir un abrumador desplome de valores morales: El oportunismo, la falta de sensibilidad social y la irresponsabilidad de ciertos dirigentes, impidieron detectar a tiempo las sombras que ya se vislumbraban en el horizonte y que propiciarían el florecimiento nefasto del narcotráfico" (1991,15). Es decir, cuando la ética del trabajo se convirtió en afán de riqueza, cuando la independencia generó la insensibilidad social y la astucia se convirtió en virtud para el crimen, fue cuando se hicieron evidentes las grietas de este mundo tradicional recreado con nostalgia en la literatura nacional. 252 / Literatura y diferencia Obras citadas Aguirre, Alberto. "Itinerario Cultural. Las dos Rosas". El Colombiano. Medellín: 26 de agosto de 1962. s.p. Araújo, Helena. La Sehe-rr!zo.damolla. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1989. 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Era necesario abrir un espacio de discusión y encuentro entre la joven generación de escritores que comenzaba a escribir y se revelaba prometedora, y otros escritores de trayectoria reconocida en el medio cultural de Medellín.1 Entre los distintos miembros del grupo: Sofía Ospina de Navarro, Gonzalo Restrepo jaramillo, Pilarica Alvear, alga Elena Mattei, María Helena Uribe, Manuel Majía Vallejo, Rocío Vélez, Arturo Echeverri Mejía, Regina Mejía, jaime Sanín Echeverri yjorge Montoya Toro Sobre el grupo femenino de La tertulia y la obra de María Helena Uribe de Estrada se está realizando una investigación más amplia, que se articula con otra sobre el grupo masculino que lo integraban: Arturo Echeverri Mejía. Manuel Mejía Vallejo,Jaime Sanín Echeverri, Gonzalo Restrepo Jaramillo. Jorge Montoya Toro y René Uribe Ferrer. La Terturlia: seis escritoras anúoqueñas en busca de su expresión / 255 se observan diferencias no s610 de edad sino también de mentalidad y estilo. Esto no obsta para que a unos y otros los animara un mismo espíritu: propiciar un medio de comunicaci6n cultural donde se pudiera hablar y discutir de "lo humano y lo divino" sin prejuicios de ningún orden (Mejía, 1962a, 9). Con la iniciativa de Restrepo J aramillo se logró conformar un grupo inicial de doce personas, seis mujeres y seis hombres que se reunían regularmente en la sala de la rectoría de la Universidad de Antioquia, facilitada por el abofado Jaime Sanín, también escritor y miembro del grupo. En esas reuniones informales que se llevaban a cabo los miércoles se hablaba de literatura o se leía 10que cada uno iba escribiendo. Aunque casi todos habían escrito algo antes, La tertulia promovió, entre 1962 y 1963 la publicación de obras de distintos géneros de todos sus miembros ([roncoso, 72-73). Cuando aprendí a pensar, la única novela de Pilarica Alvear; Polvo y ceniza, una colección de cuentos de María Helena Uribe; Sílabas de arena, poemario de OIga Elena Mattei; Calle tal ... número tal de Regina Mejía, obra compuesta de varias piezas breves de teatro; La abuela cuenta, crónicas del viejo Medellín de Sofía Ospina de Navarro; La tercera generación, novela de Rocío Vélez; Dos horas de literatura colombiana, ensayos de Javier Arango Ferrer; Los círculos concéntricos, ensayos de Gonzalo Restrepo J aramillo y Tiempo de sequía, colección de cuentos de Manuel Mejía Vallejo. Magda Moreno, Mabel Escobar de Ortega, Darío Ruiz, Javier Arango Ferrer y Óscar Hernández, aunque RO integraron el grupo inicial, mantuvieron estrechos vínculos con él y asistían con frecuencia a los encuentros de La tertulia. Ésta funcionó, casi sin interrupción, durante varios años gracias -como advierte Mejía Vallejo-- a la presencia y decisión de las mujeres (Mejía, 1962, 9). Y fue precisamente éste uno de los que más aportó al grupo con su reconocida experiencia de escritor de cuentos y n01•.elas y como director de la Imprenta Departamental de Antioquia, en donde se editaron, con papel sobrante, los textos de esa generación de escritores. Dentro y fuera de La tertulia, Mejía Vallejo fue un "verdadero maestro" que 2 Entrevistas con el escritor Jaime Sanfn Echeveni en BogoLá, noviembre de 1991; y en Medellín, marzo de 1992. 256/ Literawra y diferencia orientó el trabajo creativo de muchas de las recién iniciadas escritoras (Mattei, 1992). En poco más de un año, de septiembre de 1962 a diciembre de 1963, se escribieron y publicaron diez textos, lo que constituyó, en la opinión de Abel Naranjo Villegas, el más sistemático y fecundo esfuerzo de un grupo de escritores colombianos por "dotar de instrumentos intelectuales a la literatura de todos los géneros" (Naranjo, 1963a, 1). Paralelo a ese grupo, otros escritores antioqueños de la época -algunos de los cuales han alcanzado luego reconocimiento nacional- dieron cuenta de las múltiples problemáticas del hombre y la sociedad colombiana con una gran eficacia estética, y mostraron el esfuerzo de los escritores de la región antioqueña por vincularse a la gran corriente de la cultura universal, sin dejar de recrear la propia realidad.3 Esta peculiar circunstancia cultural hizo afirmar a Manuel Mejía Vallejo en 1966 que la literatura de Antioquia contaba en ese momento "con tres generaciones bien equipadas".4 Nunca antes esa literatura había tenido más disposición de hacer una obra importante, no obstante el peso de Tomás 3 Escritores y sus obras publicadas hasta 1966, fecha límite de este estudio: Darlo Ruiz (1936): poeta, cuentista, novelista, ensayista, crítico de arte. Para t¡UP no se olvide su nombre (1966). Óscar Hernández (1925): poeta, periodista, cuentista, novelista. Poemas del hombre (1950), Las contadas palabras (1958), Al final de la calle (1960), El día domi11go (1962), Habitantes del aire (1964), Mientras los leños arden (1964). Jesús Botero Restrepo (1921): novelista y cuentista:Andágueda (1948) y Café exasperación (1962). Rogelio Echavarría (1926): poeta, periodista: Eltransfflnte (1964). Mario Rivero (1935): poeta, periodista, crítico de arte: Poemas urbanos (1966) y Noticiario 67 (1967). Arturo Echeverri Mejía (1919-1966): novelista, cuentista: Antar-es (1949), Mar-ea de ratas (1960), El hombre de Talara (1964) Y Bajo Cauca (1964). Enrique Posada (1936): novelista, cuentista: Los guerrilleros no bajan a la ciudad (1963) YLas bestias de agosto (1964). Gonzalo Cadavid Uribe (1920): novelista, ensayista: Presencia del pueblo en Tomás Carrasquilla (1959), Oyendo conversar al pueblo (1953), VISibilidad cero (1966) y Pozo cegado (1966). Manuel Mejía Vallejo (1923): novelista, cuentista, ensayista, periodista, poeta: La tierra éramos nosotros (1945), Tiempo de sequía (1957), Al pie de la ciudad (1958), Cielo cerrado (1963), El día señalado (1964). 4 Paralelo a La tertulia y desde la Imprenta Departamental de Antioquia dirigida por el mismo Mejía Vallejo, se venía publicando desde 1958 la segunda serie de Autores Antioquefios sobre temas políticos, históricos Yfilológicos. Cuando aparece el primer libro de La tertulia el 20 de agosto de 1962, la Imprenta Departamental había publicado trece. La Terturlia: seis escritoras antioqueñas en busca de su expresión / 257 Carrasquilla, Porfirio Barba 1acob y Baldomero Sanín Cano. Los escritores de la nueva generación no aparecieron por generación espontánea. Hubo un largo proceso de asimilación, aprendizaje, autonomía y búsqueda de definición de estilos propios. Los novelistas y cuentistas debían algo, por adopción o reacción a Tomás Carrasquilla, a Francisco de Paula Rendón, a Efe Gómez, a César Uribe Piedrahíta; los ensayistas y cronistas se nutrieron de Sanín Cano, Roberto Jaramillo, Luis López de Mesa y Luis Tejada. Los poetas tenían su deuda con León de Greiff, Barba J acob y Abel Farina, y los mismos nadaístas eran "hijos de la rebeldía anárquica" de Fernando González (Mejía, 1966, 1).5 A una invitación que hizo el director de El Colombiano literario, Jorge Montoya Toro, a los iniciados escritores antioqueños a participar en las páginas del periódico, el escritor, crítico y ensayista Gonzalo Cadavid Uribe, les advertía, en 1964, sobre los peligros de la escritura y el largo camino que deberían recorrer.6 No había que ignorar que el artista debía estar siempre en plan de principiante y que cada conquista que realizaran era apenas una limitación que adquirían, por cuanto el mundo de la creación repite por La tertulia llena el vacío que había en cuanto a géneros como la novela, el cuento, el teatro y la crítica literaria. 5 Otras escritoras de la época y cuyas obras no tuvieron gran ascendencia fueron: Elvia Cutiérrez de lsaza (1916-1985), novelista e historiadora, con Florilegio Bolivariarw (1955), Colombia y el Libertador (1957) y la novela de la violencia Caos y tiranía (1959). Magda Moreno (? -1964), novelista y ensayista, con Dos novelistas y un pueblo (1960) Y las novelas El embrujo del micrófono (1948) y Las hijas de Gracia (1951). Amanda Escobar Correa (Soraya]uncal), novelista y poetisa, con la novela de la violencia Jacinta y la violencia (1967). Sobre los escritores y la literatura antioqueña de los años sesenta, se viene realizando una investigación desde hace algún tiempo. Algunos adelantos se tienen en textos ya publicados o en investigaciones terminadas: La novela de la violencia en Colombia (3). El día señalado de M. Mejla Vallejo: lectura crítica. Medellín: Hombre Nuevo, 1981; La violencia á travers de la production littéraire de l'écrívain colombien Arturo Echeverri Mejía. Bordeaux-Lille: UniversiLés de Bordeaux IJl et Lille IIJ, 1987, 4 vols.; Arturo Echeverri Mejia: de Capitán de mares a piloto de sí mismo. Medellín: 6 Una iniciativa en ese sentido fue lanzada por el escritor Ulises (Eduardo Zalamea Borda) en el periódico El Espectador a finales de los afios cuarenta; y fue gracias a esta invitación que Carda Márquez dio a conocer su primer cuento "La tercera resignación" en 1947. 1991-1992,411 p. 258 / ü[eratura y diferencia naturaleza los caminos que llevan a su ténnino. "La creación artística es un espacio cuyos límites no ha visto nadie y cuya periferia viaja a riuno con su centro, alejándose a medida que ese centro crece" (Cadavid, 1964, 1). Esta idea de disciplina y de vocación excluyente que es la actividad literaria, era compartida por los miembros de La tertulia. Ellos reconocieron que la experiencia no se improvisaba, supieron del compromiso adquirido y de la expectativa que estaban creando en el medio con cada nueva obra que aparecía en el mercado. Esto los obligó a depurarse, a exigirse más, a rebasar los fonnalismos de la literatura tradicional que a veces el ambiente antioqueño demandaba. Había que abrir caminos, tomar el riesgo de lo nuevo, proponer alternativas estéticas distintas, y fue esto lo que hicieron y lograron: OIga Elena Mattei fue una de las revelaciones de la lírica colombiana (Mejía, 1962b, 9); caso singular, "voz nueva y refrescante de la poesía" (Uribe Ferrer, 10); Regina Mejía, en el teatro, siguió una línea muy moderna, cultivada por maestros como Strindberg, O'Neill, T Wilder, T Williams (Naranjo, 1963b, 3); María Helena Uribe, en el cuento, tuvo el mejor estilo entre las escritoras colombianas (Restrepo, 1963a, 3); Arturo Echeverri, en la novela, mostró de manera auténtica lo que era Colombia (Schultze-Kraft, 11). "Por este don y la fuerza que adquieren hablando sus personajes, presiento que este escritor de la Montaña es uno de los más vigorosos dramaturgos de Colombia" (Arango Ferrer, 1); Manuel Mejía Vallejo, en el cuento y novela, se destacó por su "subtancia dramática y fascinación humana, vitalidad en el lenguaje hablado y tensión dramática" (Levy, 157). Escritoras y escritura femenina lo que interesa es destacar la obra literaria de las Como escritoras pertenecientes a La tertulia -además son las únicas que muestran una producción consistente en la cultura antioqueña-, veamos, en rasgos generales, el trabajo realizado por cada una de ellas, no sin antes caracterizar las líneas de pensamiento de los aiios sesenta. La tertulia la conformó un grupo de escritores, homogéneos en su dedicación y en la exigencia con el lenguaje, aunque bien La Terturlia: seis escritoras antioqueñas en busca de su expresión / 259 diferenciados en sus estilos, concepciones ideológicas y estéticas. Como se dijo al comienzo, entre la generación de Sofia Ospina (70 años), Restrepo Jaramillo (67 años), Uribe Ferrer (45 años), y los demás miembros de La tertulia, cuya edad promedio no superaba los 30, había de por medio no sólo tendencias literarias y estéticas, sino también maneras distintas de aprehender y explicar la realidad (Vélez, 1-2). A los primeros les tocó vivir en un mundo estable en el que los valores mantuvieron su vigencia por décadas. Fue un periodo sin sobresaltos en la vida social y en la mentalidad de las gentes. En lo económico fue lenta la transición entre el régimen precapitalista y el capitalista. Dominio señorial, vida cuasimonástica y patriarcal caracterizó el largo periodo de hegemonía conservadora -46 años- que se prolongó desde 1886 hasta 1930. Al respecto recuerda Gonzalo Restrepo: Los ateos, gentes de salón, casi siempre profesionales y científicos, miraban con cierta compasión a los creyentes y no pretendían convertir su ateísmo en sistema político para organizar los Estados. Llegado al poder no pasaban de hostilizar a las comunidades religiosas y perturbar la educación pública; si bien en ese terreno eran más peligrosos los librepensadores y herejes que los ateos. Los partidos políticos peleaban la superficie pero no el subsuelo de las instituciones. Cuando se iba a la guerra, románticamente como Mambrú, querían sacrificarse por cosas trascendentales. Lo único trascendental era su heroísmo. Los motivos mismos de la pelea podían arreglarse y se arreglaron pacíficamente en 1910. Cuando el liberalismo triunfó en 1930 no hubo catástrofe, con lo cual no queremos decir que no ocurriera nada grave, sino que lo esencial subsistió, hasta la Constitución conservadora de 1886 (Restrepo, 1963b, 1). Las escritoras de La tertulia no escaparon ni. pretendieron rehuir al imperativo contemporáneo que reclamaba de ellas la máxima conciencia como intelectuales que eran, ni a su dedicación a la literatura que exigía una entrega, ni mucho menos al requerimiento de asumirse como mujeres de manera peculiar. El decenio del sesenta anunció los grandes cambios que marcaron el resto del siglo XX, particularmente en el de- 260 / Literatura y diferencia sarrollo tecnológico y en el desmoronamiento de las ideologías tradicionales (Gresioni, 17-102). El pensamiento, las costumbres y la vida cotidiana alcanzaron matices tan diversos y complejos que nadie pudo prever. Las ideologías brotaron y se cruzaron; el existencialismo se impuso en sus más variadas manifestaciones filosóficas y literarias y encontrados representantes, desde J ean Paul Sartre con una postura materialista y atea, hasta la metafísica y católica de Gabriel Marcel. Otras corrientes de pensamiento acompañaron al existencialismo: el materialismo histórico y dialéctico, el personalismo, la fenomenología, el estructuralismo, entre otros (Morin y otros, 8-68). También la guerra fría acentuó la lucha ideológica y propició un clima de intolerancia que tocó todos los aspectos de la vida social y política. La diferencia generacional comenzó a generar conflictos en la familia y demás instituciones (Morin, 8-68). Las artes, en sus distintas manifestaciones, alcanzaron un grado de desarrollo sin paralelo en la historia. Desde las más refinadas y clásicas formas hasta la recuperación de la expresión cotidiana y popular, se llega a las más elaboradas y revolucionarias técnicas que pasan por el tamiz estético de artistas y creadores. La pintura y la música, particularmente, revolucionaron la sensibilidad y abrieron camino a novedosas e imaginativas innovaciones. En Colombia, la intolerancia política partidista creó un clima de violencia sin precedentes con 200 mil muertos en menos de diez años de guerra civil no declarada (Oquist, 13-97; Sánchez, 183-332) y llevó irremediablemente a una desconfianza en las instituciones --que propiciaron esa violencia- que pretendían mantener el statu quo social y moral del País. Esto generó una crisis de valores que afectó profundamente la sociedad entera; y de la que aún hoy se sienten sus efectos. En lo cultural se habló de una falta de autenticidad y compromiso de los escritores y artistas al no dar cuenta de la realidad dramática que se vivía. En las regiones, si bien se buscó mantener el orden tradicional, respetar los valores de siempre y asegurar la hegemonía religiosa, ya no fue igual. La violencia trajo muchos cambios, sobre todo con la penetración y aceleración del capitalismo agrario en el campo, y el industrial en las ciudades (Abel, 179-228; Torres R., 53-116). Una nueva noción de cultura LaTerlUrlia:seisescritorasantioqueñas en busca de su expresión/ 261 y de sociedad se imponía, pero las estructuras vigentes no correspondían a esa urgencia por su arraigo en una tradición de siglos. Había que iniciar una revolución, así fuera burguesa, como la propuesta desde la revista Mito, populista o diletante, tal como se expresaba en el movimiento nadaísta; pero revolución que tocara la conciencia y con ella, las estructuras mentales de la sociedad. Y aunque no las cambiara inmediatamente, por lo menos, debilitara sus soportes atávicos y pusiera en jaque sus propuestas anacrónicas, para que, finalmente, diera paso a otras alternativas de sociedad. Las revistas Mito, Letras Nacionales, Eco y Critica, principalmente, dieron cuenta de los cambios producidos en lo social, moral, cultural y estético. Yano se era coterráneo del campesino y de su vida apacible, sino contemporáneo de todos los hombres y destinatario de todas las corrientes del pensamiento aramillo, 3-17; Moreno, 19-30; Torres, 3142). Los nadaístas con su iconoclasia, irreverencia y protagonismo, auspiciados por ciertos sectores dominantes de la sociedad -que han sido y siguen siendo hostiles al verdadero arte como expresión de una cultura distinta-,7 dieron cuenta, no de un estado de vacuidad ni de la socialización de la irresponsabilidad, sino más bien de la crisis de la sociedad causada por la inversión de los valores que se venía produciendo (Romero, 33-87; Coba Borda, 195-235). Al respecto Gonzalo Cadavid afirnlaba en 1963: a La crisisactuales el fracasode una cultura nacional,y derivade laexaltacióninconsultadel hombrey de conceptos que no realizana cabalidadlosvaloresde la nacionali7 El verdadero arte -<:01110 diría Theodor Adorno, haciéndole una crítica a la industria de la cultura- "podría sobrevivir en una sociedad que se librase de la barbarie de su cultura". Y agrega más tarde hablando de la pérdida de la esencia artística: "los dientes de la cultura se rebelan contra la autonomía de la obra de arte porque la convierte en algo mejor de lo que cree que es. De esta autonomía no queda otra cosa que la mercancía como nuevo fetiche en un proceso de regresión al fetichismo arcaico de los orígenes del arte: ahí reside el rasgo regresivo de la actitud contemporánea para con el arte". Theodor Adorno. Teoria estética. Madrid: Taurus, 1980: 13,31; 9-33. Sobre el nadaísmo, véase Juan Gustavo Cobo, "El nadaísmo". Manual de la literatura colombiana. Ed. Germán Areiniegas et al. Bogotá: Procultura-Planeta, 1988 195-235. 262 / Literatura y diferencia dad. Carcomida la sociedad por tantas décadas de insinceridad, era fatal que desembocáramos en una hora como ésta que vivimos, en la que toda aristocracia cede ante la presión de lo chabacano. En televisión, el mal cine de pistoleros, el documental de los violentos, el charco de estupideces donde chapotean los petimetres sin distinción; en radio, la propaganda ilógica, la música cabaretera, el humorismo que hacía sonrojar públicos de burdel; en literatura, calco servil de folletinistas extranjeros, relato de violencias corporales y espirituales. Todo achatado, todo traspasado de vulgaridad, todo fabricado para el espasmo del momento, con historias de segundos, sin más trascendencias que su negación de toda trascendencia (Cadavid, 1963b,I). Lo que para Cadavid era una falta de identidad, para Gonzalo Restrepo Jaramillo, ideólogo del conservatismo, el mal social del presente siglo se debía a que el hombre tanto en su vida particular como en la social había perdido el camino de la moral. De ahí la "angustia siniestra" que vivía y recordaba "la señal que puso Dios sobre la frente de Caín"; todo era producto del ateísmo, de un existencialismo nihilista y de una exagerada primacía de lo económico sobre cualquier otro valor (Echeverri, 11-13). Sin embargo, para el escritor liberal progresista Eduardo Santa, ese malestar se debió a una falta de autenticidad de casi todos los estamentos de la sociedad; sobre todo de aquellos que ejercieron alguna responsabilidad en ella, y particularmente entre los escritores, artistas e intelectuales. Porque es precisamente en la novela y en el arte en general donde más se observa la falta de autenticidad que luego: va creciendo con el concurso de otros factores no menos nocivos que el primero. Porque lo menos que un pueblo puede exigir a sus artistas es eso: autenticidad. Ser auténtico en arte significa elaborar la obra con materiales propios. Ser fiel a sí mismo y fiel al medio ambiente y, en consecuencia, elaborar la obra con materiales extraídos subjetivamente del artista mismo y subjetivamente del medio que le rodea. En lugar de ir a otras fuentes extrañas que nacen de la imitación de lo foráneo, de la moda importada o de la asimilación de técnicas que no se compadecen con el tratamiento de temas nacionales. Se me La Terturlia: seis escritoras antioqueñas en busca de su expresión I 263 dirá que no hay lemas nacionales, que lodo lema es universal pero ello es una simple inversión de valores, ya que los lemas son universales en la medida en que sean regionales [...) No sé por que en nueslro país el artisla en muchas ocasiones tiene la propensión de alejarse de su medio, lo que equivale a afinnar que se aleja de sí mismo [oo.) Seguimos la tradición dé lo inauténtico y en ella estamos en la hora aclual (Santa, 70-71). Desde esta perspectiva en la que se observan en parte las estructuras mentales de una época, se desarrolló una literatura femenina singular por el número de mujeres que participaron, las peculiaridades de sus estilos, el afán renovador de las formas literarias y de pensamiento que las motivó; por haber logrado captar la atención de los lectores y los críticos y propiciar un nuevo concepto sobre la mujer como creadora e intelectual. En fin, por haber puesto en entredicho una labor y una vocación exclusiva -la femenina- en una sociedad altamente tradicional al respecto y haber quebrado el dominio masculino en una actividad que estimaba como prerrogativa propia, la literaria (Pineda, 427-444). Si en cinco aflos, entre 1959 y 1964, siete escritoras publicaron once obras literarias, desde la poesía hasta la novela, pasando por el ensayo, el cuento, la crónica y el teatro, era porque el medio había evolucionado lo suficiente como para acoger a este grupo de intelectuales. Además ellas mismas, con su osada actitud, contribuyeron a fisurar los viejos patrones mentales y los roles asignados a la mujer. LasjÓvenes escritoras no se conformaron con el cultivo de la belleza fonnal, sino que trataron temas de interés que implicaran reflexión (Restrepo, 1963a, 3) y acertado criterio crítico con respecto a las tendencias estéticas vigentes y a la sociedad de su tiempo. Al aceptar el reto que les demandó la modernidad -el cual significaba estar abierto a las nuevas tendencias del pensamiento-, participaron de igual a igual con los hombres en el redescubrimiento de un mundo que les permitía innumerables posibilidades para abordar la realidad. Al deponer el espíritu de frivolidad con que acogían la literatura y tomar conciencia clara de la exigencia de ésta, la asumieron no como divertimento, sino como oficio exigente; empezaron a mostrar los problemas 264 / Literatura y diferencia que las acosaban a ellas y a su sociedad. Pero para esto tuvieron, que recrear el mundo que iban a revelar y reencontrarse como mujeres y como creadoras. Así dejaron de ser, en defmitiva, subsidiarias del hombre -"predicado de éste"- al cual se le adherían "como un bello adjetivo" (Cadavid, 1963c, 1). Una generación de escritoras antioqueñas La escritura: esa tentativa desesperada de testimoniar el amor compartido de lo real y lo imaginario, y la creación del mundo. Jeanne Hyvrard. Mére la morl. Sofía Ospina de Navarro (Medellín 1892-1974) xcelente cronista de la vida cotidiana, lo mostró en sus Eescritos permanentes en los periódicos El Colombiano y El Espectador. Sus normas de urbanidad al estilo Carreii.o en su Don de gentes: compromisos de la cultura social (1958) Y La cartilla del hogar (1964), deliciosas y prácticas recetas de cocina que aún hoy se reeditan por enésima vez, hicieron de esta matrona antioqueii.a uno de los baluartes de la cultura cotidiana. Pero si por un lado se encuentra la maestra en el arte culinario y las buenas costumbres, por el otro se ve a la observadora atenta del diario discurrir de las cosas del pasado y del presente de una ciudad y de un pueblo que va pasando de la vida pueblerina y cuasi monacal a la acelerada y conflictiva de los tiempos modernos. Según Tomás Carrasquilla, Sofía Ospina estaba dotada para la labor literaria porque dominaba con garbo y modestia el difícil género del cuento. De la misma manera que atrapaba el tema, le asignaba el concepto que resulta categórico y definitivo. Como escritora de pura cepa, con sencillez y naturalidad impuso un estilo que se caracterizó por un peculiar don de observación, sutileza y agilidad para tratar personajes, describir ambientes con unas "ciertas. gotitas de una burla tan justificada como saludable"; todo ello escrito con impecable dicción y sazonado fondo (Carrasquilla 11, 800). Por ser la más fiel traductora mental y literaria de las costumbres sociales del pueblo antioqueño y por "esa nota de humor fino pero sano y reconfortante" La Terturlia: seis escritoras antioqueñas en busca de su expresión / 265 (Ospina, 169), los libros de la escritora: Cuentos y crónicas (1926) Y La abuela cuenta (1964) son, en la opinión de Fernando González, testimonios vivos de un pueblo, una "sinfonía humana" llena de inteligencia y amor (Ospina, 13-14). En ellos se encuentran recogidas crónicas sobre las costumbres, los juegos infantiles, ciertos personajes típicos, la moda, el matrimonio, la mujer en la casa y el feminismo, las dolencias y medicinas, las fiestas religiosas y carnavales; también las historias de la quebrada Santa Elena que atravesaba la ciudad, de las hermosas mansiones señoriales, de las fondas camineras, de la guerra de los Mil días, entre 1988 y 1902, Yde las famosas echadoras de cuentos, entre muchas otras historias. Sofía Ospina es una: experta en el gracejo oportuno, en la salerosa remembranza, en la sapiente dosis de humor con bouquet de aristocracia [...] Conjúgase -en ella- sin repetición ya posible el más exquisito don para acicalar con las virtudes de la literata afortunada a la matrona confortablemente guardada entre prescripciones y pennisiones sociales y morales (Cadavid, 1964b, 8). En 1926 Carrasquilla reconoció en las crónicas de la escritora sobre el Medellín antiguo -que ella llama un "rumiar lo ya vivido"- una manera muy propia de escritura, fruto de su propio huerto, ajena a las influencias y parafraseos librescos tan en boga en la época (Carrasquilla 11, 800). Fue ella una de las primeras mujeres que en la Antioquia del siglo XX, con el natural desconcierto que produjo, se encaminó por los senderos de la creación literaria. Dirigió Letras y encajes (1926-1959), una de las revistas femeninas de mayor permanencia en el medio antioqueño y colombiano (Londoño, 17-18), Y enfrentó con sus cuentos y crónicas el ambiente regional con una visión certera, elegante y sutil, a pesar del peso enorme que representaba Carrasquilla, quien estaba en el apogeo de su grandeza solitaria (Ospina, 10). En 1933, al observar el estilo ágil y vigoroso de Sofía Ospina, Luis Cano, director de El Espectador, opinó que de continuar escribiendo así, sería la heredera única del estilo y el genio de Tomás Carrasquilla (Ospina, 169). 266 / Literarura y diferencia Pilarica Alvear Sanín (Medellín, 1942) Al hacer una radiografía de La tertulia, Rocío Vélez, refiriéndose a la única novela de su colega Alvear, afirmaba que era una niña que había explicado en cien páginas el difícil proceso de aprender a pensar (Vélez, 1). Cuando aprendí a pensar (1962), el primer libro de la colección de La tertulia, es una suma de recuerdos y vivencias salvadas del olvido. Pilarica lleva al lector adulto de la mano para hacerlo vivir aquellas experiencias inolvidables de la infancia feliz. Habla de sí misma, de su casa, de sus padres, de la abuela consentidora, de la cocinera malgeniada, del hermano hostil, de la madre triste, del campo y de las inolvidables sensaciones de esos primeros pasos por la vida. Pocos libros como éste pueden dar una imagen tan viva, saludable y plena de "ese pedazo de vida que son los niños" (Vera, 4). Como la misma Alvear afirma: "existen muchos libros de grandes, escritos para chiquitos: Yohe querido escribir para los grandes un libro de chiquitos" (Alvear, 9). Sobrina del rector de la Universidad de Antioquia, Jaime Sanín, Pilarica Alvear fue invitada por Restrepo J aramillo a participar en La tertulia, luego que leyera sus relatos publicados y elogiados por Ulises, Eduardo Zalamea, en una página completa del Magazín Literario de El Espectador. Tanto para los lectores capitalinos como para los antioqueños fue una grata sorpresa el reconocimiento a una novel escritora que no llegaba a los veinte aúos. La novela de Alvear hace recordar necesariamente, según Ulises, a escritoras como Minou Drouet, Fran-;oise Sagan y Teresa de la Parra. El lector asiste a la formación de un estilo y de una "bien defmida personalidad de escritora, de futura nove-lista; frescura, gracia, naturalidad, capacidad evocadora; suave, ingenuo, natural sentimiento poético, se aúnan para hacer gratísima la lectura de este pequeúo libro" (Ulises, 2F). Para el ensayista y crítico Javier Arango Ferrer, esa novela no es un libro más, sino un grato" cursillo de sociología infantil", organizado con mucha gracia por una escritora que sabe cómo llevar a la conciencia infantil las imágenes y revelaciones del mundo (Arango, 1963,96). Con un estilo natural y sencillo en el que se siente el anhelo de escribir (Mercado, 3), Alvear ingresa en la gran corriente de la literatura infantil antioqueúa y colombiana, cuyas som- La TerturJia: seis escritoras antioqueñas en busca de su expresión / 267 bras tutelares están guiadas por: Tomás Carrasquilla con sus cuentos "El Zarco" (1925), "Entrañas de niño" (1906) y "Simón el mago" (1890); y Francisco de Paula Rendón con sus novelas Sol (1909) e Inocencia (1904). Alvear descubre al lector un mundo asentado sobre la gracia y sostenido por la emoción. La vida se regodea en su libro y fluye en él la ternura escondida tras el cristal de la prosa, "cristal que mira a Dios. En él vive una mujer de tránsito hacia la expresión perfecta de su alma" (Cadavid, 1962, 5). "Su libro es la primera asignatura para un curso de feminidad plena" (Cadavid 1962, 5). En esta novela de prosa fluida y natural se descubre, en la opinión de Mejía Vallejo, "su genuina belleza sin afanosos desplantes", y agrega: Según ocurre en toda obra de ficción, hay aquí detalles autobiográficos; es decir, se "autobiografían" sensaciones, no las anécdotas que las producen. En tal sentido el recuerdo viene a participar de las categorías estéticas en cuanto representa una re-creación, una realidad trascendida con ayuda de la bruma poética. En los mismos rasgos de angustia que salpican sus páginas se nota esa autenticidad tan escasa en quienes transcriben en letras de molde la por algunos llamada angustia de nuestro tiempo, donde a veces hay una desesperación sin nobleza, un sufrimiento sucio que fácilmente se confunde con la pavura del hombre frente a todo lo visible y lo invisible que lo rodea y lo acecha (A1vear,8). Oiga Elena Mattei (Arecibo, Puerto Rico, 1933) Del elenco femenino de La Tertulia es la más audaz en el manejo yen la plasticidad de las palabras (Vélez, 2). Hija única, estudiosa del teatro, el ballet y la escultura; graduada en filosofía y letras y en arte y decoración. Poeta, promotora cultural, modelo, presentadora de radio y televisión, directora de galerías de arte, publicista, conferencista, crítica de arte, diseñadora. Mattei estuvo siempre rodeada de un ambiente de gran gusto y sensibilidad artística. Desde muy pequeña, como ella lo confiesa, escribió para conversar con ella misma y con las cosas. Le urge "volver palabras lo que es un sentimiento" (Mejía, 1962b, 9). 268 / Literarura y diferencia Hasta ese momento la literatura femenina en Colombia no había superado el tono romántico, la anécdota sentimental e intrascendente. Muy pocas eran las poetisas y escritoras que descollaban en el panorama literario nacional. Entre ellas: la poetisa Amira de la Rosa (Barranquilla), la "Gabriela Mistral colombiana dueña de un ingenioso y ameno estilo" (Arango, 166); Fanny Osorio (Boavita, Boyad), cronista, periodista y autora de comedias dramáticas y satíricas, es reconocida por sus logrados cuentos infantiles. Elisa Mújica (Bucaramanga, 1918), hábil para el relato en prosa y el tratamiento de los temas infantiles. Agripina Montes del Valle (Salamina, 1844-1915) quien fuera para Rafael Pombo una de las primeras en la lírica castellana y la más ilustre de las poetisas colombianas de su tiempo (Gómez, 128). En Dora Castellanos (Bogotá, 1924) el amor, tema constante, se vuelve nostalgia y ensoñación y preside el nacimiento del canto (Castellanos, 6-8). Su poesía es sensual, directa y desnuda. Otra apasionada cantora del amor, es Dolly Mejía Uericó, Antioquia, 1920-1975), quien brinda una poesía de gran emotividad y de lenguaje simple que la hace la más popular poetisa de la primera mitad del siglo XX. Javier Arango la califica como "la Delmira Agustini colombiana". Matilde Espinosa (Páez, Cauca, 1915), genuina voz lírica, interpreta con gran acierto la tragedia del pueblo en su más inmediata cotidianidad (Torres, 217). Es la primera que elabora una poesía social y trasmite no sólo el sentir de los seres en su más simple devenir, sino también la fuerza de las cosas elementales (Martínez, 15-22). En Maruja Vieira (Manizales, 1922), su poesía amorosa está llena de misteriosas sugerencias y cálidas evocaciones (Lagos 61, 71). Y finalmente, Meira Delmar (Barranquilla, 1922), cuya poesía, traducida al italiano por Mario Vitale, alcanza su máxima fuerza lírica y expresión intimista., Es Meira Delmar la voz más alta en el proceso ascendente que inicia la espiritual Josefa del Castillo (Arango, 165-166), Fuera de éstas, las demás voces poéticas femeninas se pierden, en el decir de Mejía Vallejo: en la barahúnda de seudo versificadoras de sonetos de contrición, silabarios hogareños, pucheros infantiles y folclorismos de falsa ornamentación, o en el lugar común, La Terturlia: seis escritoras antioqueñas en busca de su expresión / 269 donde las víctimas resultan siendo más los lectores que las autoras mismas (Mejía, 1962b, 9). Con la poesía de Meira Delmar y la de Oiga E. Mattei, se advierte un fresco renacer de la poesía femenina. El dominio de los temas es más universal; no se limitan a cantar lo que observan y viven, sino que, además, lo hacen de manera profunda, crítica y con gran decisión; tienen en cuenta, además, los conflictos del hombre moderno y de su sociedad. Este repaso superficial por el panorama poético femenino colombiano pone de presente aquella idea fundamental de que la mujer ingresaba primero a la "república de las letras como poeta, precisamente por el poder <mágico>de su palabra y los procedimientos intuitivos e irracionales que eran valorados en la poesía, pero no debían entrar en la narrativa" (Ciplijauskaité, 26). Por eso se sorprenden algunos críticos al leer la narrativa de escritoras como María Helena Uribe, Regil1a Mejía y Rocío Vélez, cuyos textos muestran no sólo una percepción particular del mundo propio, sino también una mirada crítica de sí y del acto creador, como pocos escritores del momento podrían parangonárseles. Mattei escribe como quien habla, como quien cuenta sus cosas a un amigo cualquiera. El tema del amor cruza toda su poesía aunque no es exclusivo: el amor al hijo, al hombre que sufre, al limitado físico, a la adolescencia, al esposo ausente, a la naturaleza. El tratamiento que le da al amor, la convierte en la colombiana que con más altura lírica lo expresa, y esto es difícil en un país donde el discurso poético cae con facilidad en la emoción y se hace del lado irremediable del corazón. Aunque la poesía de Mattei muestra los sentimientos en sus más diversas manifestaciones, éstos se hallan controlados por la razón. Elemental en ocasiones, arrebatada en otras, ella pasa de "la ternura más auténtica a la prQtesta encendida, con la sola intención que el buen gusto exige para no caer en lo chillón y declamatorio". Sus composiciones giran en torno a cuatro temáticas: la primera es la de la vida íntima en la que desnuda su alma. En sus poemas se observa el júbilo de la esposa que ama y se sabe amada, el ansia de perpetuarse en el hijo, el temor a la muerte y los grandes interrogantes que atan y angustian al hombre. Se 270 / Literatura y diferencia observa también en la producción de Mattei, la VlSlon trágica y sublime del niño sordomudo, "las pequeñas desolaciones y las infaltables alegrías que constituyen la vida de la pareja cuando el amor auténtico ---de todo el cuerpo y de toda el alma-, lleno de sentimiento humano, la orienta y la satura" (Uribe, 8). Le canta a la adolescencia, aquella edad que se descompone en mil pedazos; también a las ausencias y negaciones, a la soledad que es "infinita y circular", la única fiel y verdadera compañía. "No me abandones cuando muera / y acompaña / mi canción solitaria / Soledad / soledad de mi ser / mi vieja soledad cansada" (Mattei, 1962, 72). El segundo motivo de interés se centra en la vida social. Afincada en la vida cotidiana, la poetisa muestra el sentimiento del hombre violentado por la injusticia social, el sufrimiento de niños inocentes, la en~enación producida por la competencia económica y la avidez del dinero. Protesta contra las desigualdades sociales y la violencia que había asolado el País en años recientes; además, contra la desintegración del hombre como efecto, en palabras de ella, "de la alquimia nuclear" que "hará del mundo un alambique humano atomizado" (Mattei, 1962, 32). Su tercera línea temática se observa en Pentafonía, donde se exploran terrenos nuevos en la poesíaS (Mattei, 1964): el cosmos infinito, los elementos naturales, el destino del mundo, la cosmogénesis, los misterios del universo galáctico, el hombre asediado por los cataclismos sociales y estelares que se abaten sobre sí o sobre su imaginación, la energía, origen y motor de todo, la exaltación del espíritu a través de su energía psíquica, la biotecnología, la ingeniería genética, las variaciones sobre un tema recurrente, y el hombre inconforme y desolado con su inevitable destino. Mattei utiliza como material poético todo aquello que, no pareciendo poético lo es indiscutiblemente, pero que nadie se había atrevido a poetizar. La creación, el cosmos, los pueblos, la naturaleza, la genética, se articulan como un todo en un S La letra de los poemas de Pentafonía sirvieron al compositor francés Marc Caries, para realizar una cantata con el nombre de Cosmofonía; esta obra fue estrenada en París cl12 de octubre de 1976, en homenaje al descubrimiento de América, con las coros y el grupo de cámara de la orquesta filarmónica de Radio France. Mallei, O. Pentafonía - CarIes, Marc. CosmofonÚl. PaIÍs: FabricaLO-Coltejer-Enka, 1976, edic. bilingüe. la Terturlia: seis escritoras antioqueñas en busca de ro expresión / 271 largo poema sobre el orden universal, en el que se trata de explicar la "razón de ser y de existir del hombre, sus incógnitas y sus angustias" (Mattei, 1992). Todos los temas son tratados por la autora con gran armonía, alcance estético y un estilo muy personal, y recreados con delicadeza e intimidad de mujer "que no siente desvíos ni simulación varonil ni excesos de exhibición sensiblera. Recato y franqueza, justamente, son las notas de su feminidad" (Uribe, 8-9). Su obra no tiene origen geográfico ni destino preftiado, así hable de hombres y mujeres de América Latina o de cualquier esquina del mundo; es la de una agonista que dispuso su canto al despertar del nuevo tiempo nacido en el decenio del sesenta; tiempo intermedio que revolucionó la historia, la tecnología, las ideologías y al hombre mismo, ese sujeto paraddójico cuyo invento se le salió de las manos y lo dejó en estado de asombro permanente. Pero la poesía de Mattei no se quedó ftiada en aquella época sin referente análogo en la historia, si bien era tan inesperado el instante presente, tan lleno de cataclismos y revoluciones aquí, en este país arrinconado por la violencia, como allá, en tantos otros lugares estremecidos por los nuevos órdenes en el pensamiento y en la imaginación. Tanto el ayer, primordial, originario; el hoy, escindido y doloroso; como el mañana, incierto y sobrecogedor, son motivo de su inspiración. Pocos poetas, sólo los que padecen el flagelo del asombro, escriben como anclados en un tiempo sin tiempo, el tiempo de los dioses, no obstante que a cada verso lo envuelva un hilo de Ariadna que remite a seres y lugares de absoluta cotidianidad. Sílabas de arena hizo detener no sólo la mirada y el ánimo de los transeúntes de la poesía, sino de un poeta, monje y escritor como Thomas Merton que le hizo decir --en carta personal- que este libro lo había conmovido de tal manera, por la abundancia de vida y de luz que proyectaba, que lo había dejado balbuciente. Manuel Mejía Vallejo fue aún más lejos al declarar que era la poetisa colombiana que con más altura había tratado el tema del amor; así lo confirmarían luego Marta Traba, Javier Arango Ferrer, Rafael Maya, Germán Arciniegas, al conocer cada uno de los libros que se fraguaron en ese crisol anhelante de imaginación: La gente (1974), Pentafonía (1964), Cosmofonía (1975), y luego 272 / Literatura y diferencia vendrían: Conclusiones finales (l989), Cosmogonía (1993) Y 21 volúmenes que deambulan por Medellín, Puerto Rico y Nueva York. Con La gente, más una selección de poemas de diez libros inéditos escritos entre 1962 Y 1974, la poetisa abre camino a la antipoesía femenina. Las gentes y las cosas se sublimizan en sus poemas -esta es la cuarta lúlea temática-o Un aliento nuevo cae sobre los objetos elementales que rodean al hombre y sobre sus actos cotidianos hasta elevarlos a su máxima condición: la poética. La cosas corrientes adquieren un color inédito, muestran un lirismo fino, espontáneo, desprovisto de artificios. Una fina intuición penetra las cosas más simples y los más elementales acontecimientos. En los poemas publicados de Mattei como en su numerosa poesía inédita, se advierte: un oficio y una vocación, prolongados en un itinerario ininterrumpido que muestra que la autora ha hecho de su condición de poeta, una entraiiable forma de vida. Hace treinta aIÍos ya sus poemas eran diferentes; rompían con los viejos esquemas, con las oxidadas palabras inofensivas; le dio a la poesía amorosa una dimensión humana despojándola de todo artificio, buceando en el fondo del ser auténtico y el mundo que rodea a ese ser [...] OIga Elena Mattei, no se resigna al simple entorno personal, aunque de ahí parte su esencia poética: despojada de inútiles sentimentalismos, de emociones epidérmicas, salta su propio muro, abandona su piel, y tiende su mirada hacia los otros, escarbando en sus miserias y en sus alegrías que se convierten en alimento de su propia voz (López, 3). La personalidad de la poetisa OIga Elena Mattei es antipoética, irónica, paródica y reveladora, como puede observarse en este poema autobiográfico que remite necesariamente a un solo interrogante: ¿No es acaso su obra lírica la imagen de su propio acto y riesgo de existir? Nada se parece tanto a ella como su propia poesía. Yo soy una señora burguesa con la barriga inflada y escribo poesías con dolor de garganta. He sido La Tenurlia: seis escritoras antioqueñas en busca de su expresión / niña prodigio muchachita insoportable mala estudiante reina de belleza modelo de esas que anuncian sopas, o telas o artículos diversos ... Me metí en este lío inevitable de enamorarme y sacrificar a un pobre hombre hasta convertirlo en un marido (sin mencionar de paso en qué me he convertido) y cometí el abuso social imperdonable de tener cinco hijos. He fracasado como madre como esposa como amante como lectora como filósofa. Lo único que puedo hacer mediocremente bien es ser señora burguesa y despreciable imperdonablemente inútil. Yeso es precisamente lo que me infla la barriga y me hace escribir poesías con el dolor de garganta que me saca la rabia. Porque todos los días me acuerdo de la guerra y el hambre que son tan reales como las señoras a la misma hora en que estoy aquí sentada como una pendeja (Mattei,1970, 1974,26-27). 273 274/ LileI'atuTa Y diferencia Regina Mejía de Gaviria (Medellín, 1929) El poeta Óscar Hernández afinna que con la lectura de las piezas de teatro de Regina Mejía, le "volvió la fe en la literatura colombiana", porque no sólo escribe sobre las cosas importantes de la vida como son el amor, el sexo, la soledad, la culpa, la alienación social y económica, la creación y el don de la palabra, sino porque lo hace de manera distinta a los dramaturgos de la época (Hernández, 2). Sus obras de teatro son piezas breves y densas que corresponden al mundo acelerado del presente. Mejía de Gaviria supera el teatro costumbrista y realista que por décadas se había producido en el medio. Presenta, además, grandes cambios en la técnica, en el funcionamiento y montaje y ellos objetivos y temáticas al seguir de cerca los grandes maestros contemporáneos como Strindberg, Q'Neill, T Williams, entre otros. Las obras Calle tal, número tal. .. (1963) YEl gallo cantó tres veces (1963), se caracterizan por el laconismo de la palabra, la sobriedad de la acción y una fuerza dramática como pocas veces se había visto en piezas de teatro colombianas. En sus obras se observa una subordinación de la visión a la palabra, atribuyéndole a ésta toda la potencia y el don misterioso que le corresponde (Naranjo, 1963b, 3). El alma que bulle en esos textos, es la misma de la dramaturga que" casi no habla en La Tertulia, salvo cuando tiene algo que decir". Sin embargo sus textos, tanto por el alcance como por la profundidad y tratamiento de su temas, dejaron "atónitos a su colegas de La Tertulia" (Vélez, 2). Nadie imaginaba que detrás de la apariencia serena y discreta de la autora, había "un pensamiento perenne y en tremenda ebullición, que se abría a los caminos de lo trascendental" (Restrepo, 1963, 1). En La pared (1963) Regina Mejía muestra que padres e hijos son culpables de su propia pared -su yo-. Todos somos de alguna manera pared. Nos hemos emparedado con ella desde Adán, origen de la culpa y del remordimiento. La pared que levantamos a nuestro alrededor nos ha sumido en la amargura y la congoja, como lo recuerda el versículo de Jeremías que aparece al inicio de la pieza de teatro. El gallo cantó tres veces es un texto que atrapó la "energía psíquica" del filósofo antioqueño Fernando González, quien Ll Terturlia: sds escritoras antioqueñas en busca de su expresión / 275 se declaró asombrado al descubrir en él "una obra maestra de arte" que rejuvenecía el espíritu. En esa obra los personajes son los trajes con que se encubre la vergüenza, la hipocresía y la doble moral. Y lo que la autora llama las almas, son los vestidos en forma de ideas. "El traje del drama, el estilo, es el mismo del drama: perfecto, bello, movido. No le falta ni le sobra" (González, 2). La dramaturga representa visualmente la dualidad humana de espíritu y materia al separar las almas de los cuerpos de sus personajes. Muestra el fenómeno que invade, satura y a veces asfIXiaal hombre contemporáneo al dejarse absorber por lo económico (Restrepo, 1963b, 3). Calle tal, número tal... es una obra de inusitado dramatismo, de golpes escénicos inspirados y lógicos que producen en el espectador la evidencia de estar en otro mundo, en un universo que obliga a trascender la escueta realidad inmediata. "Es el misterio creador desvelado magistral y dramáticamente" (González, 2). Las primeras palabras de la autora dirigidas a los espectadores -a la manera de Seis personajes en busca de autor de Pirandello- los sorprende y los ubica en otro ámbito de la realidad: En mala hora creé esta casa y cuando menos lo pensé se me pobló de personajes francamente indeseables. Quise ponerlos a vivir el drama que estaba gestando, pero no me hicieron caso. Traté de imponerles mi punto de vista, les sugerí frases que se negaron a decir [...] Por último me despidieron con cajas destempladas y hube de abandonar el lugar, para espiarlos por las rendijas, como vulgar merodeador. Debo, pues, salvar mi reputación y advierto que lo digan o hagan ellos, no soy responsable (Mejía de G.,76). Esta frase sumada a lo que dice el inspector cuando el detective atrapa al culpable: "ies la autora!", produce un sentimiento de afectada reacción al poner en jaque todo: tema, acción, montaje, forma y la palabra misma que virtualiza tal drama. La forma, según Fernando González, es sustancial en el verdadero artista, y en esta obra lo es en "grado sumo". Su obra, agrega el fJJ.ósofoGonzález, me produce un sentimiento de liviandad, de atemporalidad. "Es para mí un desyelador (un revelador), una llamada desde muy allá en la noche oscurísima poblada de twist y 276/ Literarora y diferencia carcajadas, de meneos de caderas y hedores de cadaverina entreverados de pomadas de Isabel Arden" (González, 2). En Puente de Eulalia ( 1963) se mezclan la ironía, la sorpresa, el movimiento, el ritmo, la autenticidad, el espacio yel tiempo, trabajados de manera que "dan la sensación de liviandad, levitación y milagro" . Eulalia padece la agonía de vivir el instante; no logra huir de su propio abatimiento y olvida que se nace, se vive y se muere solo. Su búsqueda desesperada de lo Otro, del Otro, se vuelve tragedia. Eulalia descubre, no sin dolor, que Dios es ineludible porque lo envuelve todo. Como señalara Fernando González, Mejía le "ha dado forma a esta gran tragedia o tragicomedia" que es la vida, "que es el agonizar de los mortales [...] y vaso transparente que se ajusta a la suprema ley artística: que comunica la desnudez de la vivencia... Esta Regina es la primera maga dramática suramericana" (2). Rocío Vélez de Piedrahíta (Medellín, 1926) Esta escritora ha sido una observadora sagaz y crítica implacable de los vicios de la sociedad antioqueña y colombiana. Como miembro asiduo de La tertulia se adelantó a las otras escritoras del grupo con su admirable y decidida crítica social, plena de interés y realismo (Restrepo, 1963a, 3). Tanto en El hombre, la mujer y la vaca (1960), como en El pacto de las dos Rosas (1963) y La tercera generación (1963), Rocío Vélez, con un estilo ameno deja entrever la sátira social y un penetrante humor (Moreno, 3). En El pacto de las dos Rosas, por ejemplo, se muestran las desventuras de las dos protagonistas, una rica y otra pobre, llamadas ambas Rosa, y cuyos destinos se intercambian sin que ninguna logre asimilar el nuevo, por no haberle pertenecido nunca. Con un fondo de ironía y aristocrática visión, se pone en cuestión aquello de que la clase a la que se pertenece no es un añadido, sino una substancia. Desde sus crónicas humorísticas Entre nos 1 y II (1959, 1973), pasando por novelas como La cisterna (1971), La guaca (1979), El terrateniente (1978), Por los caminos del sur (1990) Yen los libros de ensayos: Comentarios sobre la vida y la obra de algunos autores colombianos (1977), Guía de la literatura infantil (1983), El diálogo y la paz: mi perspectiva (1988), Rocío Vélez, con un estilo ameno y castizo, presenta una UI Terturlia: seis escritoras antioqueñas en busca de su expresión / 277 visión crítica de la sociedad. Nada del acontecer cotidiano le es ajeno. Sagaz y atenta observadora de los asuntos culturales, lo es también de los sociales y políticos, y de la condición de la mujer acechada por unas pautas de comportamiento rígidas y discriminativas que la reprimen y la culpabilizan. La autora se interesa por ahondar, a través de lo personajes de sus novelas, en la moral confusa de una sociedad que aún no halla su lugar y menos su identidad. Últimamente una nueva inquietud intelectual ocupa el tiempo de la escritora: la imaginación infantil. Por ser de gran importancia los planteamientos de Gonzalo Cadavid -crítico y escritor que vio surgir y promovió a muchas de estas mttieres en periódicos, suplementos y revistas-, seguimos de cerca sus acertadas reflexiones, que permiten ubicar el pensamiento de ellas, su evolución intelectual, sus expectativas y la mirada que sobre aquellas pudo configurarse en su época. Hasta la década del sesenta, el concepto cultural que se tenía de la mujer en el País era que sólo constituía motivo de inspiración. En ese sentido no había encontrado una justificación para vivir como intelectual, como ser pensante y creadora. Al no existir sino en función de ser cantada, ella "cifraba su existir en los cantos que inspiraba, y no había descubierto su voz, el misterio indecible de su canto, el mundo sobreabundante de su intuición". Al revelar su capacidad descubre otras maneras distintas de percibir el mundo: Almanáuta de prodigiosas adivinaciones, ya sienta en el quicio de la casa de nuestro corazón un niño para que narre la parábola esplendorosa de su infancia y el acertado descubrimiento de las fronteras de lo real [se refiere a la novela Cuando aprendí a pensar de Pilarica Alvear, ya sitúa el canto del gallo en el centro de las intenciones para desnudarlas [alude al Gallo cantó tres veces de Regina Mejía J, ya nos cuenta [...] de las esperanzas casi voluptuosas con que la niña asiste a la construcción de las copas o los cálices [remite a El cáliz de María Helena UribeJ, y, como un río de caudalosas espumas sólidas, hace correr hasta nuestros ojos la leyenda de los sueños, descubriendo el soflar no libidinoso, el soñar infantil que permanece acurrucado en el alma de cada,mujer como una nostalgia del paraíso que viaja en su cuerpo [se refiere a la poesía de Oiga Elena 278 / Literatura y dife~ncia Mattei ya los cuentos de María Helena Uribe]. Descubridora de paraísos propio de solo ella, lleva su creación hasta el límite donde el espíritu encuentra la presencia de Dios [...] Haber tomado conciencia de esto es lo sustantivo del cambio sufrido en los últimos aflos por ella [...] De esa toma de conciencia devino esta aristocracia del sentir y del pensar que lo ha hecho llegar a los campos de la creación literaria para narrar su ser y su hacer [...] Prestaba el hombre a la mujer esa aristocracia, y en la creación de aquel se pretendía dar vida a ésta. Por eso ignorábamos cómo era en realidad la mujer. Apenas si era como nosotros dejábamos que fuera. La mujer era nuestra creación. Era el personaje que nosotros inventábamos. Empieza ahora a desposeerse de su accidentalidad literaria, empieza a ser, y ya podemos encontrarla en cualquier casa y calle, erigiéndose sobre 'polvo y ceniza' la estatua de su set~ porque ha aprendido, más que a pensar, a pensarse (Cadavid, 1963c, 3). Aunque tarde con respecto a Europa, la mujer no quiere lo señalaba ya en 1929 Robert Musil-, sino que se propone "fOIjar ideales ella misma" (Ciplijaukaité, 20). Ella será ella su propio objeto de observación y sujeto de su creación. Escribir se vuelve sinónimo de autocreación como efecto del espacio que ha reservado para sí, al disponer del tiempo necesario para mirarse y au toanalizarse. ser un ideal de otros -como Obras citadas Abcl, ChrisLOphe. lblílica, Iglesia y partidos políticos en Coltnnbia. Bogotá: Faes-Universidad Nacional, 1987. Adorno, Theodor. Teoría estética. Madrid: Tauros, 1980 Alvear de Sanín, Pilarica. Cuando aprendí a pensar: Medellín: La Tertulia, 1962. Arango Ferrer, Javier. Dos horas de literatura colombiana. Medellín: La tertulia, 1963. _--,-. "Actores y dramaturgos". El Tiempo. Lecturas D01llinicales. 16 de octubre, 1960: 1. Cadavid U., Gonzalo, illlroducción. La abuela cuenta. Sofia Ospina de Navarro. Medellín: La tertulia, 1964:7-11 ___ --,--_. 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