ESPAÑOL. TEORÍA GRAMATICAL I Profs. Carmen Acquarone – Alicia Gil UNIDAD 4 LECTURA Nº4 Salvador Gutiérrez Ordóñez: Los dativos En GRAMÁTICA DESCRIPTIVA DE LA LENGUA ESPAÑOLA Ignacio Bosque – Violeta Demonte (dir.) Espasa-Calpe, Madrid, 1999 (Cap. 30) 30.1 Introducción 30.1.1 Antecedentes El latín, al igual que el griego y otras lenguas indoeuropeas, disponía de una categoría flexiva, la ‘declinación’, que conformaba en ‘casos’ (nominativo, vocativo, acusativo, genitivo, dativo y ablativo) el comportamiento funcional (tanto formal como semántico) del signo que contribuía a configurar. Los casos tenían, por un lado, asignada la misión de indicar (a veces, de consuno con preposiciones) la ‘función sintáctica’ representada por el sintagma al que pertenecía, y, por otro, solían asociarse a determinados contenidos generales («agente», «paciente», «objeto», «destinatario», «beneficiario», «locativo», «instrumento», «modo»…) que representaban gramaticalmente el proceder de los referentes en los estados o eventos conformados por la lengua en un mensaje. A cada caso correspondía una flexión (GLOSARIO) morfológica. En la evolución del latín al romance, como consecuencia de un largo y complejo proceso, desapareció esta flexión morfológica de las categorías nominal y adjetiva. La lengua hubo de acudir a otros recursos sintácticos para transmitir los antiguos valores de cada uno de los casos. Una de las causas que han contribuido al mantenimiento secular de la referencia a los casos en las gramáticas romances fue sin duda el peso de las gramáticas latinas. Ello fue posible gracias a la adopción de una nueva perspectiva. Gramáticos griegos y latinos se apoyaban en sus descripciones en el significante, en la variación morfológica (la ptósis). A partir de ahí, cada caso se asociaba a determinados contenidos. Cuando las oposiciones formales de la declinación desaparecen, los gramáticos siguen manteniendo los primitivos conjuntos, las antiguas clasificaciones. Ahora bien, el criterio seguido es semántico y comparativo. Por ejemplo, en el dativo o en el genitivo del español se ubican los mismos contenidos y valores que en latín se transmitían a través de dichos casos, cualesquiera sean los medios seguidos ahora por la lengua romance. La discusión sobre la existencia o no de casos en español se retrasa hasta el siglo XIX. La Academia adopta una postura conservadora, mientras algunos autores como Gómez Hermosilla rechazan la existencia de declinación. «La situación en español plantea a los gramáticos un problema distinto, no tiene esta lengua un procedimiento de expresión único y tan evidente como la flexión casual para expresar las relaciones entre los constituyentes de la cláusula. A pesar de esto, nuestros gramáticos intentaron seguir lo más fielmente posible los esquemas de la lingüística clásica, y no encontraron otro camino que partir de los contenidos que se asignaban a cada caso latino para, a continuación, intentar encontrar en la expresión algún indicio que permitiese hablar también en español de un nominativo, un acusativo, etc.» (Vázquez 1990: 429). La aparición de las nociones funcionales de ‘complemento directo’ y ‘complemento indirecto’ significa una ruptura conceptual. El complemento es como supo ver nítidamente Bello (1847), un ‘oficio’ desempeñado por palabras o grupos de palabras. La sintaxis explicada desde los ‘casos formales’ presentaba una dependencia exacerbada de la morfología. Vista, por el contrario, desde los ‘casos semánticos’, dependía en exceso del sentido. Cuando se introduce la noción de ‘oficio’ (precursora del concepto de ‘función’) la sintaxis inicia una andadura autónoma. Este nuevo cambio no significó la desaparición de los términos tradicionales (‘nominativo’, ‘acusativo’, ‘dativo’…), que ahora pasan a ser variantes denominativas de las correspondientes funciones sintácticas (‘nominativo’ o ‘sujeto’, ‘acusativo’ o ‘complemento directo’, ‘dativo’ o ‘complemento indirecto’…)