Enfrentando el Sueño Americano Nicaragua bajo el dominio imperial de Estados Unidos Michel Gobat Traducido por Frances Kinloch Tijerino Primera edición en inglés bajo el título: Confronting the American Dream. Nicaragua under U.S. Imperial Rule. Michel Gobat, Duke University Press, Durham and London, 2005 Derechos de autor de la edición en español cedidos al Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica, Universidad Centroamericana, IHNCA-UCA. Managua, Nicaragua. Fotografía de portada: Portadilla: Diseño y diagramación: Eduardo Herrera Scott Producción: Jan Kees de Rooy Cuidado de edición: Frances Kinloch Tijerino Impresión: A mi madre, Irmgard, y en memoria de mi padre, Luc. Índice Agradecimientos Introducción Parte I. Destinos Manifiestos, 1849–1910 Capítulo 1. Americanización por las armas: Nicaragua bajo el dominio de Walker Capítulo 2. Americanización desde adentro: Forjando una nacionalidad cosmopolita Parte II. Restauración, 1910–1912 Capítulo 3. Desafiando las exclusiones imperiales: Nicaragua bajo el Pacto Dawson Capítulo 4. Revolución burguesa frustrada: Intervención militar de EE.UU. en la Guerra Civil de 1912 Parte III. Diplomacia del Dólar, 1912–1927 Capítulo 5. Nacionalismo económico: Resistiendo el régimen “feudal” de Wall Street Capítulo 6. Terratenientes angustiados, Campesinos tenaces: Impacto socioeconómico de la Diplomacia del Dólar Capítulo 7. Antiamericanismo cultural: La Cruzada de los Caballeros Católicos contra misioneros norteamericanos, la “Mujer Moderna” y el “Espíritu Burgués” 1 7 37 39 77 131 133 177 219 221 266 310 Parte IV. Revolución, 1927–1933 Capítulo 8. Militarización vía Democratización: La embestida norteamericana contra el caudillismo y el surgimiento del corporativismo autoritario Capítulo 9. Nacionalismo Revolucionario: Élite Conservadora, Sandino, y la lucha por una Nicaragua des-americanizada Epílogo. Legados imperiales: Dictadura y Revolución Bibliografía escogida Índice onomástico 8 357 359 407 467 495 Michel Gobat Agradecimientos Me place sobremanera reconocer las numerosas deudas que he contraído en el proceso de elaboración de este libro. En primer lugar, deseo expresar mi profunda gratitud al Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica por publicar este libro. Desde que inicié mi investigación en Nicaragua en 1991, he admirado la imprescindible labor desarrollada por el IHNCA para preservar la documentación histórica y divulgar estudios académicos sobre este país. Me siento honrado que este libro forme parte de su rico catálogo de publicaciones, y muy agradecido por el constante interés de su directora, Margarita Vannini, en mi trabajo. Asimismo, quiero manifestar mi honda gratitud a Frances Kinloch Tijerino por su excelente traducción e incansable esfuerzo cuidando de la publicación de este libro. Deseo manifestar la especial gratitud que siento hacia John Coatsworth y Friedrich Katz, mis profesores en la Universidad de Chicago. Estoy sumamente agradecido por la orientación, el apoyo y el aliento que me han brindado en cada paso de esta jornada; sus propios trabajos también me han servido como una gran fuente de inspiración. Asimismo, aprecio profundamente el apoyo intelectual y moral de Jeffrey Gould, Leora Auslander, y Hans Werner Tobler, quienes me guiaron en mi primer incursión dentro de la historia de Nicaragua. En ese país, me encuentro hondamente endeudado con el personal de numerosos archivos y bibliotecas por su 1 Agradecimientos incondicional generosidad y flexibilidad, sin lo cual no me habría sido posible concluir esta investigación. En especial, deseo expresar mi gratitud a Alfredo González Vílchez, Ana Rosa Morales, y sus colegas en el Archivo Nacional de Nicaragua; Eliázar Morales Marenco y Juana Blanco Mendoza del Archivo de la Municipalidad y de la Prefectura de Granada; Margarita Vannini y el personal del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica; Reyna Clark y funcionarios del Registro Público de la Propiedad de Granada; y el personal de la Hemeroteca Nacional de Nicaragua, en particular a Edmundo Navarro y Cristina Ortega. Todos me permitieron un acceso especialmente amplio a sus fondos y me dieron útiles consejos; asimismo, fueron sumamente hospitalarios y me ofrecieron mucho apoyo en mi proyecto. Además, estoy profundamente endeudado con Silvio Urbina Ruiz y Leopoldo Guevara de la Alcaldía de Granada por permitirme tener acceso irrestricto a los documentos históricos de la municipalidad, y respaldar mi trabajo en un momento clave de la investigación. Deseo también expresar mi gratitud hacia Eva Tatiana Torres del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica por proporcionarme fotografías para este libro. Estoy sumamente agradecido por el apoyo y asesoramiento que recibí de parte de muchos académicos nicaragüenses. En particular, deseo expresar mi gratitud hacia los siguientes investigadores del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica en Managua, por compartir conmigo sus conocimientos y por su camaradería intelectual: Margarita Vannini, Frances Kinloch Tijerino, Álvaro Argüello Hurtado y Miguel Ángel Herrera Cuarezma. Me encuentro especialmente agradecido por la amistad y hospitalidad de Miguel Ángel, y por el constante apoyo y generosidad de Frances y Margarita. Asimismo, deseo expresar mi gratitud hacia Germán Romero Vargas, Jorge Eduardo Arellano, Michelle Dospital, Xiomara Avendaño Rojas, Mercedes Mauleón Isla, Günther Schmigalle, Nelly Miranda, Roberto Cajina, OscarRené Vargas, Amaru Barahona, y Rafael Casanova Fuertes. 2 Michel Gobat Al mismo tiempo, agradezco a numerosas personas que me recibieron en Granada con los brazos abiertos. No encuentro palabras para expresar mi gratitud hacia Dieter Stadler, director del centro cultural Fundación Casa de los Tres Mundos, y su esposa, Lydia Quezada, quienes gentilmente me brindaron hospitalidad, apoyo moral y amistad. Dieter no sólo nos permitió a Laura y a mí convertir la Casa en nuestro hogar, sino también siempre ha estado presente cada vez que he necesitado su apoyo. Mi reconocimiento especial es extensivo al personal de la Casa de los Tres Mundos, así como a Ángel Márquez Leypon, Álvaro Rivas, Fernando López, Mariano Marín, Ana Rosa Morales, Paúl Morales, Bernardo Marenco, y a Justin Wolfe por hacer de la vida en Granada una experiencia tan maravillosa. Además, estoy muy agradecido por las conversaciones que sostuve con Adela María Pérez Estrada viuda de Marín, Graciela Bendaña viuda de Dreyfus, Lola Coronel Urtecho viuda de Chamorro, Jaime Barberena Meza, Francisco Barberena Bendaña, Jimmy Avilés Avilés, Raúl Xavier García, Leopoldo Guevara, Gonzalo Meneses Ocón (q.e.p.d.), Luis Mora Castillo y María Ernestina Chamorro Favilli. Asimismo, estoy profundamente endeudado con Héctor Mena Guerrero y José Joaquín Quadra Cardenal, por el tiempo que generosamente me brindaron y lo mucho que me enseñaron sobre la historia de su ciudad. Debo también un reconocimiento especial a Henry Díaz, Julio Díaz y Verónica Castillo por su destacada labor como asistentes de investigación. Expreso mi más profundo reconocimiento a Luciano Cuadra Vega (q.e.p.d.) y su esposa, Ana Gómez Alfaro, cuya amistad y recuerdos hicieron de mi estadía en Granada algo muy especial. En los Estados Unidos, muchos colegas y amigos me han brindado una retroalimentación sumamente útil, por la cual estoy hondamente agradecido. Estaré por siempre agradecido hacia Laura Gotkowitz, cuyas observaciones críticas, provocadoras interrogantes e ilimitado apoyo han sido indispensables para el desarrollo de este proyecto. Asimismo, mi trabajo se enriqueció mucho gracias a las extensas observaciones 3 Agradecimientos ofrecidas por Matilde Zimmerman y la segunda lectora anónima de la editorial de la Universidad de Duke. Me encuentro especialmente endeudado con Aldo Lauria-Santiago y Richard Warren por su minuciosa y crítica lectura de varios capítulos, y con Laurie Milner por su asesoramiento editorial. Deseo también expresar mi gratitud, por sus valiosos comentarios y críticas, a Barry Carr, Charles A. Hale, Barbara Weinstein, Nils Jacobsen, José Antonio Cheibub, Michael Schroeder, Jorge Domínguez, Lowell Gudmundson, José Antonio Fernández, Víctor Hugo Acuña, Arturo Taracena Arriola, Iván Molina Jiménez, Völker Wünderich, Julie Charlip, Charles Walker, Aviva Chomsky, Robin Derby, Jeremy Adelman, Jim Giblin, Stephen Vlastos, T. M. Scruggs y Justin Wolfe. En la Universidad de Iowa, estoy muy agradecido con Colin Gordon y Todd Erickson por elaborar los mapas y con Linda Edge-Dunlap por preparar las fotografías. Aprecio mucho la labor de Angela Keysor y Michael Hohenbrink como asistentes de investigación. Las siguientes instituciones generosamente proporcionaron fondos para este proyecto: la Fundación MacArthur (a través del Consejo para la Paz y la Cooperación Internacional de la Universidad de Chicago), el Fondo Nacional Suizo para la Investigación Científica, la fundación Sawyer (a través del Programa Gremio de la Universidad de Harvard), la Fundación Nacional para las Humanidades, y la Universidad de Iowa (Departamento de Historia, Oficina del Preboste, Oficina del Vice Presidente de Investigaciones, Programas Internacionales, y el Colegio de Artes Liberales y Ciencias). Finalmente, deseo agradecer a mi madre, Irmgard Gobat, por todo su apoyo y estímulo, y expresar mi más profunda y eterna gratitud a Laura, mi compañera de toda la vida, por sostenerme con su entusiasmo y amor. 4 Michel Gobat 5 DEPARTAMENTOS León La go de N ica rag ua Rí MILLAS oS an Ju an Mapa 1. Mapa político de Nicaragua (década de 1920) 6 Michel Gobat Introducción La intervención de los Estados Unidos ha marcado a pocas naciones del mundo de manera tan profunda como a Nicaragua. La intromisión más reciente fue la guerra no declarada de la administración Reagan contra la Revolución Sandinista entre 1979 y 1990. Sin embargo, el empeño norteamericano por dominar al país más extenso de América Central tiene una historia mucho más antigua, pues durante largo tiempo EE.UU. creyó que sus aspiraciones globales dependían del control sobre la ruta transístmica nicaragüense. Desde 1788, Thomas Jefferson anunció el interés de su país en aprovechar el Río San Juan y el Lago de Nicaragua para construir un canal que uniera los océanos Atlántico y Pacífico.1 Sin embargo, EE.UU. no intentó llevar a cabo dicho proyecto sino hasta el siglo diecinueve. Aparte de inspeccionar la ruta, las expediciones norteamericanas lograron poco; sin embargo, los nicaragüenses les brindaron gran apoyo, pues veían el canal como su puerta de entrada al mundo “civilizado”. En junio de 1902, Nicaragua se estremeció cuando, en forma imprevista, EE.UU. decidió construir el canal interoceánico en Panamá. Esa súbita decisión no aplacó el deseo norteamericano por dominar Nicaragua. Por el contrario, la intervención de los Estados Unidos en los asuntos internos de este país aumentó, pues buscaba evitar que otras potencias extranjeras construyeran un segundo canal que competiría con el de Panamá. Su empeño desembocó en la ocupación militar de Nicaragua 7 Introducción desde 1912 a 1933. Al final, el proyecto canalero trajo a los nicaragüenses la injerencia norteamericana, en vez de la opulencia esperada. Pocas personas previeron este trájico desenlace con tanta lucidez como un periodista nicaragüense que, en 1845, advirtió a sus compatriotas: “La ruta fluvial a través del istmo de Nicaragua es la manzana en nuestro Edén. Será nuestra maldición”.2 Este libro analiza la historia de la intervención de los Estados Unidos en Nicaragua, desde el apogeo de la ideología norteamericana del Destino Manifiesto a mediados del siglo diecinueve hasta la ocupación militar de 1912–1933. Abarca las dos fases principales del expansionismo de EE.UU. en América Latina, y examina los esfuerzos de diversos actores norteamericanos por reorganizar Nicaragua a imagen y semejanza de su país, y conforme a sus propios intereses. Sin embargo, ante todo explora cómo los nicaragüenses vivieron y confrontaron la intervención de los Estados Unidos. Una y otra vez, EE.UU. ha impuesto no sólo su poderío sino también sus instituciones y valores – el “Sueño Americano” – sobre otras naciones.3 En la mayoría de los casos, dichas implantaciones han provocado el estallido de encarnizadas resistencias nacionalistas alrededor del mundo. En Nicaragua, la intervención de EE.UU. engendró la rebelión de Sandino de 1927–33, quizá la más célebre de las insurgencias antiamericanas en América Latina. A la vez que analiza cómo los nicaragüenses resistieron con vigor las exigencias de EE.UU., este libro también procura descubrir las consecuencias más profundas y ambivalentes de tal intervención. Sobre todo, centra la atención en dos aparentes paradojas que, hasta ahora, habían escapado a la atención de los investigadores: Primero, ¿por qué tantos nicaragüenses adoptaron formas políticas, económicas y culturales norteamericanas para defender su propia nacionalidad en contra de las imposiciones de los Estados Unidos? Segundo, ¿por qué la ocupación militar de 1912-33 empujó al sector de la élite nicaragüense más acaudalado y americanizado a repudiar el ideario norteamericano de la modernidad que 8 Michel Gobat admiraban desde antaño, dejando de ser paladines del dominio imperial de EE.UU. para situarse en la trinchera de sus máximos oponentes? Ambas interrogantes nos obligan a enfrentar el desafío de reinterpretar no sólo el rol de la intervención de EE.UU. en la historia de Nicaragua, sino también la naturaleza y los límites del imperialismo norteamericano en términos más amplios. Nicaragua y el expansionismo norteamericano La historia de la intervención de los Estados Unidos en Nicaragua arranca en 1849, cuando la fiebre del oro californiano convirtió el istmo centroamericano en una de las principales rutas de tránsito de los buscadores de fortuna en camino hacia el oeste, así como en un blanco clave para los expansionistas norteamericanos. Hoy día, la expansión territorial de EE.UU., desarrollada bajo la bandera del Destino Manifiesto, es asociada principal si no exclusivamente con la conquista del “Oeste Americano”. Sin embargo, la época del Destino Manifiesto no concluyó con la anexión de California, sellada a raíz de la guerra de EE.UU. contra México entre 1846 y 1848. De hecho, esa victoria aceleró el ímpetu expansionista de los norteamericanos. Algunos pretendían extender la influencia de su país aún más hacia el oeste, como lo evidencia la “apertura” de Japón llevada a cabo por el Comodoro Matthew Perry en 1853. Pero muchos otros fijaron sus ojos en el sur, percibiendo a América Latina como la nueva “frontera”. Conocidos bajo el nombre de filibusteros, invadieron las naciones latinoamericanas sin el respaldo oficial del gobierno de los Estados Unidos. Millares de norteamericanos participaron en tales expediciones militares privadas. Aunque algunas incursiones filibusteras llegaron hasta el Ecuador, casi todas ocurrieron dentro de los confines de la Cuenca del Caribe. La única de éstas en lograr un control duradero sobre un territorio latinoamericano fue la que gobernó Nicaragua entre 1855 y 1857. 9 Introducción William Walker, el apóstol del Destino Manifiesto más famoso de la época, encabezó a los filibusteros que invadieron Nicaragua. Después de probar suerte en los campos auríferos de California, Walker se propuso conquistar este país y en 1855 logró apoderarse de su territorio. Su proyecto consistía en “americanizar” Nicaragua mediante el reemplazo de la población nativa por colonos de EE.UU., y la implantación de sus instituciones como la esclavitud. Walker gozó de gran popularidad en los Estados Unidos: casi diez mil hombres y mujeres lo siguieron, constituyendo éste uno de los mayores éxodos de población norteamericana hacia América Latina registrados en la historia. Durante dos largos años, Walker y sus tropas libraron una brutal guerra en contra de tropas nicaragüenses y centroamericanas, con el objetivo de crear un “imperio americano” en la región. Aunque se consideraban una raza superior, los expansionistas norteamericanos sufrieron una rotunda derrota y fueron expulsados de Nicaragua en 1857. La guerra civil de 1861-1865 frenó el impulso expansionista de los Estados Unidos hacia América Latina y los terrritorios al otro lado del Océano Pacífico. Sin embargo, hacia fines del siglo diecinueve esta potencia reanudó la política de extender su dominio sobre países extranjeros de importancia estratégica. Al igual que en la década de 1850, el blanco de esta segunda fase del expansionismo norteamericano fue la Cuenca del Caribe. Con excepción de Puerto Rico, EE.UU. no colonizó formalmente a las naciones de esta región. En cambio, las transformó en protectorados, permitiéndoles conservar una independencia nominal, mientras ejercía un amplio control sobre sus asuntos internos y externos. La nueva oleada expansionista de los Estados Unidos se tradujo en más de cuarenta expediciones bélicas en la Cuenca del Caribe, entre la década de 1890 e inicios de la de 1930.4 Algunas fueron breves, pero otras desembocaron en extensas intervenciones militares (véase mapa 2). La ocupación de Nicaragua desde 1912 a 1933 fue la más dilatada,5 y constituyó el esfuerzo más vigoroso del gobierno 10 Michel Gobat norteamericano por convertir a este país en un “pequeño Estados Unidos”.6 Cabe reconocer que la ocupación nunca desembocó en la creación de un gobierno militar norteamericano, tal como ocurrió en Cuba (1898-1902), República Dominicana (1916-24), y Haití (1915-34). Tampoco desencadenó una afluencia masiva de capital desde ese país. Sin embargo, la intervención de EE.UU. provocó una profunda desestabilización en Nicaragua. Su consecuencia más relevante fue la prolongada guerra de guerrillas librada por el movimiento campesino de Augusto Sandino contra una fuerza militar conjunta norteamericana-nicaragüense. Además, la intervención permitió a los Estados Unidos tomar el control de las finanzas públicas de Nicaragua bajo la égida de la Diplomacia del Dólar, lo que produjo diversos trastornos. No sólo obstaculizó el desarrollo de la economía agroexportadora nicaragüense, y atizó conflictos políticos que culminaron en la guerra civil de 1926-27, sino también incitó a los productores campesinos a desafiar el poder económico de los grandes terratenientes. El orden imperante también se vio subvertido por la espectacular propagación de actividades misioneras desarrolladas por protestantes norteamericanos durante la ocupación. Procurando “elevar” a las clases desposeídas, los misioneros promovieron de manera beligerante la americanización de Nicaragua, lo que socavó la autoridad de la Iglesia Católica y de sus aliados dentro de la élite. Finalmente, la intervención conllevó una aciaga campaña de democratización conducida por el ejército de los Estados Unidos entre 1927 y 1932. Si bien es cierto que dicho proyecto dio como resultado el desarrollo de algunas de las elecciones más transparentes en la historia de Nicaragua, también permitió que la Guardia Nacional - el ejército local establecido por EE.UU. - se convirtiera en la fuerza política más poderosa dentro del estratégico mundo rural. Las consecuencias de la ocupación norteamericana fueron tan profundas que contribuyeron a engendrar la dictadura más prolongada de América Central - la dinastía somocista del período 1936-1979 – así como la única revolución social exitosa del istmo, la Revolución Sandinista de 1979. 11 Introducción Mapa 2. Principales intervenciones de los Estados Unidos en la Cuenca del Caribe, entre 1898 y la década de 1930. Americanización y Antiamericanismo Por lo general, tanto los historiadores como los observadores contemporáneos han enfocado la prolongada colisión de Nicaragua con la intervención norteamericana en términos dicotómicos: mientras unos aseguran que los nicaragüenses aceptaron las imposiciones de EE.UU., otros sostienen que las rechazaron con valentía.7 Hacia la década de 1850, muchos centroamericanos veían con preocupación cómo los nicaragüenses parecían echarse en brazos de los expansionistas del norte. Después, a inicios del siglo veinte, la oligarquía conservadora de Granada - el sector más acaudalado y americanizado de la élite nicaragüense - se vinculó tan estrechamente con 12 Michel Gobat la ocupación de EE.UU. que algunos de sus miembros pasaron a ser identificados como los “vendepatrias” más despreciables de Centroamérica. Sin embargo, entre todos los nicaragüenses tildados de agentes del imperialismo norteamericano, los más repudiados son los dictadores de la familia Somoza, cuyo poder descansó en la Guardia Nacional, el ejército latinoamericano mejor entrenado por los Estados Unidos. Por otra parte, la lista de héroes nicaragüenses que enfrentaron la intervención norteamericana es igualmente extensa, e incluye al presidente José Santos Zelaya (1893–1909), uno de los primeros gobernantes nacionalistas derrocados por los Estados Unidos; el general Benjamín Zeledón, quien cayó combatiendo a los invasores de EE.UU. en 1912; y, por supuesto, Augusto Sandino, y los sandinistas más recientes cuya revolución desafió al poderío norteamericano, conquistando un entusiasta apoyo mundial. Dichos relatos maniqueístas de acomodamiento y resistencia han sido utilizados como armas políticas poderosas, tanto por nicaragüenses como por extranjeros. Al mismo tiempo, han servido para ocultar las ambigüedades que rodean el encuentro de los nicaragüenses con el “coloso del norte”. Este libro procura esclarecer las consecuencias más profundas y ambivalentes de la intervención de los Estados Unidos: por un lado, analiza cómo la élite nicaragüense adoptó algunas costumbres norteamericanas; por otro, examina su antiamericanismo. Las élites son el centro de atención de esta obra porque el dominio imperial de EE.UU. incidió considerablemente en el poder y la identidad de este sector de la sociedad nicaragüense. Su reacción ante la influencia de los Estados Unidos también presenta un carácter sumamente ambiguo. Asimismo, al estudiar el proceso de formación de la élite, obtenemos una mejor perspectiva para analizar por qué el dominio imperial norteamericano contribuyó a debilitar la hegemonía de los terratenientes sobre el campesinado y a “democratizar” la sociedad rural en Nicaragua, un fenómeno que no se presentó en los demás países intervenidos de la Cuenca del Caribe. Como veremos, esta peculiar consecuencia 13 Introducción del dominio imperial norteamericano no fue intencional, sino más bien resultado de que los sectores menos pudientes lograran sortear las imposiciones políticas y económicas de EE.UU. con mayor efectividad que las élites. Precisamente, uno de los objetivos clave de este libro es mostrar el surgimiento de distintas - y a veces contradictorias - posiciones a favor y en contra de los Estados Unidos, a partir de la diversidad de las experiencias vividas por los nicaragüenses bajo la ocupación norteamericana. Después de abordar la primera intervención de EE.UU. en Nicaragua, provocada por la fiebre del oro en California, el libro describe con minuciosidad cómo la hecatombe causada por la invasión de Walker en 1855-57 paradójicamente reforzó la obsesión de la élite nicaragüense con el ideario norteamericano de la modernidad. Aunque percibían a EE.UU. como una seria amenaza a la soberanía de su país, al mismo tiempo admiraban su proceso de construcción nacional como el más exitoso modelo a emular. Por tanto, después del episodio de Walker, las élites nicaragüenses llegaron a la conclusión de que, para protegerse del expansionismo de EE.UU. debían adoptar, en vez de rechazar, el ideario liberal del progreso encarnado en lo que llegaría a conocerse como el sueño americano. Sin embargo, su “americanización” – es decir, su apropiación de las costumbres e instituciones norteamericanas – no fue un simple proceso de imitación. En general, este sector social percibía a los Estados Unidos como un paradigma de progreso económico y vigor nacional, más que un modelo de libertad política. Como resultado, su interés primordial era adoptar las formas políticas, económicas y culturales que juzgaban propicias al desarrollo capitalista y a la construcción del estado. Al mismo tiempo, las élites también creían que EE.UU. podría ayudar a Nicaragua a realizar su propio destino manifiesto, construyendo el canal interoceánico que habría de transformarla en la más próspera de las naciones del istmo. La americanización no fue una mera imposición de EE.UU., ni tampoco un obstáculo insuperable para la independencia de Nicaragua. Por el contrario, constituía la piedra angular de una nacionalidad sumamente cosmopolita. 14 Michel Gobat La principal interrogante que intentamos responder en esta obra tiene relación con uno de los efectos aún más paradójicos de la intervención de EE.UU. en Nicaragua: ¿por qué la ocupación militar del período 1912-33 llevó al sector más americanizado de la élite – la oligarquía conservadora de Granada – a construir una imagen de sí misma y de la nación con rasgos antiamericanos? El origen de este viraje en contra de EE.UU. es complejo, pero en buena medida respondió al empeño de los banqueros, marinos y misioneros norteamericanos por difundir su propia versión del sueño americano en Nicaragua. En particular, el surgimiento del antiamericanismo entre los conservadores fue una reacción al auge del protestantismo en la década de 1920, así como a la aparición de la “mujer moderna” y otros “vicios” de la modernidad procedentes de los Estados Unidos. Además, este giro se explica por la forma inesperada en que el poder de los grandes terratenientes fue erosionado por el empeño de EE.UU. en modernizar las prácticas económicas y políticas de la élite. El viraje antiamericano de la rancia oligarquía conservadora es clave para comprender uno de los principales enigmas del dominio imperial en Nicaragua: la razón por la cual algunos miembros de ese sector social –identificados con las costumbres e intereses de EE.UU. desde antaño – llegaron a apoyar la lucha encabezada por el principal líder revolucionario de Centroamérica, el general Augusto Sandino. No sólo coincidían con el guerrillero en su rechazo a la ocupación, sino también compartían su deseo de “expulsar del espíritu popular la modalidad yanqui contagiosa’’, según expresó uno de estos oligarcas.8 Al final, los conservadores no llegaron a forjar una alianza política duradera con Sandino, ante todo porque el carácter reaccionario y elitista de su posición antiamericana chocaba con la visión utópica del guerrillero de una “nueva Nicaragua” - no sólo libre de la influencia de EE.UU. sino también de las desigualdades de clase. Al explorar las contradictorias reacciones de los nicaragüenses ante el dominio imperial de EE.UU., este libro se sustenta en nuevas corrientes en los estudios sobre la 15 Introducción americanización alrededor del mundo. En el pasado, los investigadores tendían a interpretar la exportación del “modo de vida americano” ya como un mecanismo positivo de modernización o como un vil instrumento de opresión de los Estados Unidos.9 En contraste, estudios recientes han destacado los significados políticos ambiguos de la americanización. En primer lugar, subrayan que incluso en EE.UU. el “modo de vida americano” tiene diferentes significados. Pero sobre todo, sostienen que la americanización en países extranjeros es resultado de un complejo proceso de adaptación y negociación, pues dichas sociedades no asimilan las costumbres de EE.UU. en forma pasiva, sino que las modifican y, cuando pueden, sólo toman prestadas las que satisfacen mejor sus necesidades.10 Por ese motivo, también argumentan que la americanización no es un proceso homogéneo, pues presenta numerosas variaciones a lo largo del tiempo y el espacio. Finalmente, los estudios recientes muestran que la apropiación de instituciones, prácticas y valores de los Estados Unidos, por parte de naciones extranjeras, no significa una amenaza intrínseca para éstas. Por el contrario, a veces dicha asimilación puede fortalecer las identidades nacionales, e incluso algunos pueblos sometidos logran convertir las maneras norteamericanas en armas poderosas para enfrentar el dominio imperial.11 Si bien este libro se enmarca dentro de las nuevas corrientes historiográficas sobre la americanización, a la vez se diferencia de muchas obras recientes acerca de este tema en tres aspectos clave. En primer lugar, muestra que los nicaragüenses empeñados en emular a los Estados Unidos no se limitaron meramente a adaptar los patrones norteamericanos de consumo y diversión – la típica definición contemporánea de la americanización. Lo fundamental para ellos era apropiarse de las instituciones y prácticas liberales que, a su juicio, habían permitido a EE.UU. convertirse en un país tan próspero y moderno.12 En segundo lugar, esta investigación enfatiza que las variadas respuestas de los nicaragüenses a la americanización no reflejan únicamente una asimilación selectiva. Ante todo, fueron resultado de su sometimiento a 16 Michel Gobat diversas formas de intervención norteamericana (militar, económica, política y cultural), así como de los efectos desiguales de dicha injerencia en distintos grupos sociales. La tercer diferencia, y quizá la más importante, es que este libro centra menos atención en la americanización por sí misma que en su tensa relación con el antiamericanismo. De acuerdo a muchos estudiosos, dicha posición no refleja más que un rechazo a la política exterior de EE.UU. y su “modo de vida”.13 Sin embargo, tal como recalca el caso de Nicaragua, el antiamericanismo no siempre está dirigido en contra de los Estados Unidos. A veces, también puede expresarse en un repudio hacia compatriotas que han adoptado costumbres norteamericanas. Con frecuencia, los nacionalistas hispanos han arremetido contra el tenaz poder de seducción del “modo de vida americano”. Por ejemplo, el periodista español Belausteguigoitia, quien entrevistó a Sandino y escribió un libro sobre el guerrillero, afirmó: ‘‘un imperialismo no nace sin base moral de apoyo en el mismo pueblo en el cual tiene sus tentáculos’’.14 Ya en el año 1900, el intelectual uruguayo José Enrique Rodó había lanzado su famosa advertencia de que la “manía por el norte” entre los latinoamericanos estaba permitiendo a EE.UU. “deslatinizar” el continente, y rehacerlo a su propia semejanza ‘‘sin la extorsión de la conquista’’.15 Siete décadas más tarde, dos partidarios del régimen socialista de Chile sostuvieron, en su aclamado libro titulado Para leer al Pato Donald, que la principal amenaza a la nacionalidad latinoamericana no era el “modo de vida del norteamericano” sino “el american dream of life” [el sueño americano de la vida], el modo en que EE.UU. se sueña a sí mismo, se redime, el modo en que la metrópoli nos exige que nos representemos nuestra propia realidad, para su propia salvación’’.16 Sin embargo, no todos los nicaragüenses que buscaban emular a los Estados Unidos eran “cómplices” del imperialismo norteamericano. En realidad, algunos de los nacionalistas más aclamados de Nicaragua adoptaron de manera consciente algunas formas políticas, económicas y culturales de EE.UU. para defender la independencia de su país frente el expansionismo 17 Introducción de esa potencia. Por ejemplo, en 1910 el destacado ideólogo liberal Salvador Mendieta exhortó públicamente a sus compatriotas a resistir el creciente dominio imperial de EE.UU. asumiendo con mayor empeño el “modo de ser angloamericano’’.17 A jucio de los nacionalistas nicaragüenses como Mendieta, tomar a EE.UU. como modelo no reflejaba, en absoluto, el deseo a verse devorados por el “coloso del norte”. Su visión ambivalente de EE.UU., como ejemplo y amenaza a la vez, era apenas original, pues muchos movimientos nacionalistas en toda América Latina se han apropiado de ideologías norteamericanas para desafiar el dominio de dicha potencia sobre sus países.18 Empero, la tensión entre americanización y antiamericanismo era ante todo un resultado de las relaciones contradictorias de los propios nicaragüenses con la intervención de EE.UU. y sus efectos. Dicha incoherencia es especialmente notoria en las estrategias incompatibles que siguió la élite nicaragüense durante la década de 1920, para tratar de contrarrestar el impacto negativo de la diplomacia del dólar en su patrimonio económico. A fin de sobrellevar sus angustias económicas, muchos nicaragüenses de clase alta adoptaron un antiamericanismo económico. No obstante, al mismo tiempo, también reforzaron su identificación con los ideales de modernidad de los Estados Unidos. En contraste, otros miembros de la oligarquía más antigua y americanizada del país respondieron creando una nueva expresión de antiamericanismo cultural; paradójicamente, dirigieron sus críticas contra sus propias esposas e hijas que se aferraron a las costumbres de la “mujer moderna” americanizada – una imagen asociada por muchos nicaragüenses con la diplomacia del dólar. Por tanto, la coexistencia de la americanización y el antiamericanismo en Nicaragua durante la ocupación de EE.UU. no reflejaba tan sólo la supuesta relación latinoamericana de “amor-odio” con el “coloso del norte”.19 En realidad, con frecuencia tenía menos relación con las ambivalentes opiniones de los nicaragüenses respecto a EE.UU., que con los efectos internos de la americanización y el discordante proceder de éstos al enfrentar las realidades del dominio imperial norteamericano. 18 Michel Gobat El imperialismo y sus contradicciones Muchos estudiosos de la política exterior norteamericana descartan el concepto de imperialismo como herramienta útil para explicar la historia de la intervención de los Estados Unidos en América Latina.20 Desde su perspectiva, el imperialismo de EE.UU. fue un fenómeno efímero de la década de 1890 y, por tanto, una aberración en la historia de su país.21 En contraste, los historiadores latinoamericanos tienen pocos reparos en aplicar dicho término al describir las relaciones del continente con esa potencia. En el caso de Nicaragua, tengo dos razones principales para justificar el uso del concepto de imperialismo.22 En primer lugar, deseo destacar que las distintas formas de intervención de EE.UU. en Nicaragua se hallaban esencialmente relacionadas entre sí. Este libro no sólo muestra la intrínseca relación entre las invasiones norteamericanas a Nicaragua de mediados del siglo diecinueve e inicios del siglo veinte, sino también destaca la articulación entre las distintas formas de intromisión vividas por los nicaragüenses en este período. En segundo lugar, deseo enfatizar que el injerencismo de EE.UU. en Nicaragua se desarrolló en el marco geográfico e histórico más amplio de sus esfuerzos por forjar un imperio informal en la Cuenca del Caribe. Dicho énfasis contrasta con la posición de muchos académicos norteamericanos que niegan las aspiraciones imperialistas de su país, interpretando las intervenciones de EE.UU. como episodios geográfica e históricamente aislados.23 Como veremos, la intromisión de EE.UU. no fue accidental, ni contraria al carácter norteamericano. Sin embargo, también es importante poner en relieve las tensiones internas del proyecto imperial. Una de sus grandes contradicciones radicaba en su capacidad de socavar y, a la vez, fortalecer la nacionalidad de los nicaragüenses mediante su americanización. Dicha tensión refleja de manera crucial una paradoja más amplia en el núcleo del nacionalismo norteamericano: siendo una ideología mesiánica, justifica la expansión de la influencia de EE.UU. en términos menos 19 Introducción nacionalistas que universales y utópicos.24 Desde la época del Destino Manifiesto (décadas de 1830 a 1850), EE.UU. ha sido capaz de imponer sus costumbres en otras naciones, particularmente en América Latina. Tal como la historia ha mostrado una y otra vez, tales imposiciones conllevan consecuencias trágicas, precisamente porque los “exportadores del sueño americano” creen que no puede existir una “oposición verdaderamente ilustrada contra la eventual aceptación de las costumbres americanas”, tal como observa la historiadora Emily Rosenberg.25 Sin embargo, no podemos desestimar el extraordinario encanto del “sueño americano” más allá de las fronteras de EE.UU., sobre todo de sus promesas de libertad, abundancia material y ascenso social. En efecto, el impulso utópico de este sueño contribuye a explicar por qué destacados nacionalistas nicaragüenses genuinamente podían invocar los principios clave del ideario nacionalista norteamericano al resistir las exigencias de los Estados Unidos. Al mismo tiempo, las diferencias entre los “exportadores del sueño americano” incidieron en los multifacéticos encuentros de Nicaragua con el imperialismo de los Estados Unidos. Desde la fiebre del oro de 1849 hasta el retiro de las tropas de ocupación en 1933, los nicaragüenses debieron lidiar con una gran variedad de agentes del expansionismo de EE.UU., incluyendo diplomáticos, marines, misioneros y banqueros. Jóvenes o viejos, hombres o mujeres, todos compartían una sólida fe en la americanización como un medio para profundizar la infuencia de EE.UU. y “elevar el espíritu” del pueblo nicaragüenese. Sin embargo, también tenían objetivos, preocupaciones y visiones incompatibles entre sí. Por ejemplo, los primeros expansionistas norteamericanos – empresarios de la Ruta del Tránsito como Cornelius Vanderbilt y filibusteros como William Walker – deseaban americanizar Nicaragua bajo la bandera del Destino Manifiesto. No obstante, mientras Vanderbilt procuró inculcar en los nicaragüenses los valores económicos de EE.UU., Walker desató una “guerra racial” para colonizar Nicaragua con inmigrantes norteamericanos. Por desdicha, los miembros de la élite local que 20 Michel Gobat contrataron los servicios de Walker se equivocaron al pensar que éste iba en pos del mismo tipo de proyecto americanizador de Vanderbilt. Este fatal error les costaría muy caro, pero contribuye a explicar por qué cortejaron al filibustero en primer lugar. La situación se tornó aún más compleja debido a que EE.UU. impuso múltiples e inconsistentes formas de injerencia en Nicaragua. Por ejemplo, entre 1910 y 1933, sus habitantes sufrieron la siguiente sucesión de intervenciones: un cambio de régimen orquestado por EE.UU. que frenó la incipiente apertura democrática del país; una invasión seguida de una ocupación militar; la usurpación del control de las finanzas públicas de Nicaragua por los agentes de la Diplomacia del Dólar; la expansión de la labor de misioneros protestantes norteamericanos; la penetración de las industrias culturales de EE.UU., en especial de Hollywood; una segunda invasión de envergadura; una campaña del ejército de EE.UU. para promover la democracia; y una guerra de seis años contra la guerrilla sandinista. Por tanto, no es extraño que distintos sectores del pueblo nicaragüense reaccionaran de maneras tan diferentes ante dichas intromisiones. Sin embargo, incluso una forma de intervención con visos de coherencia podía provocar reacciones contradictorias entre el mismo grupo de nicaragüenses. Tomemos de nuevo el caso del sector más acaudalado de la élite local – la oligarquía conservadora de Granada – y su actitud ante la Diplomacia del Dólar. Por una parte, brindó un fuerte apoyo a las controversiales disposiciones políticas y económicas de los agentes de esta política de EE.UU.; por otro, libró una lucha tenaz, aunque mucho menos conocida, en contra de su empeño por americanizar la cultura nicaragüense. En suma, este libro compara las relaciones contradictorias de los nicaragüenses con distintos tipos de injerencismo norteamericano que, con frecuencia, se estudian en forma aislada. El enfoque adoptado en esta investigación no sólo posibilita un análisis más dinámico, sino también salva la brecha entre “cultura” y “política económica” que afecta gran parte 21 Introducción de las obras académicas sobre el imperialismo de los Estados Unidos y Europa. Tradicionalmente, en este campo han predominado estudios enfocados en las dimensiones estructurales del dominio imperial: instituciones estatales, sistemas económicos y relaciones de clase, en particular. Aproximadamente desde la última década, el centro de atención de los investigadores ha girado desde el ámbito material hacia el cultural.26 Como resultado, hoy contamos con una perspectiva mejor matizada sobre los múltiples actores, jerarquías y procesos que inciden en el encuentro con el imperio. No obstante, estos avances analíticos también han acarreado costos, pues el viraje cultural en este campo ha relegado el estudio de las estructuras políticas y económicas del imperialismo a un sitio marginal. Por supuesto, es indispensable enfocar la atención tanto en la “cultura” como en la “política económica” para estudiar la compleja naturaleza del dominio imperial. Sin embargo, tal como insisten varios académicos, la solución no consiste simplemente en incorporar ambos aspectos dentro de un sólo marco analítico, sino también es preciso explorar sus interconexiones.27 Unicamente si tomamos en cuenta las dimensiones culturales de las prácticas económicas, y la materialidad de las prácticas culturales, podremos comprender a cabalidad dos enigmáticos resultados de la intervención imperial de EE.UU. en Nicaragua. En primer lugar, por qué el espíritu empresarial de los buscadores de oro norteamericanos motivó a los nicaragüenses a recibir a Walker y sus filibusteros con los brazos abiertos; en segundo lugar, por qué la Diplomacia del Dólar empujó al sector más americanizado de su élite a emprender una cruzada en contra de la penetración de las costumbres de los Estados Unidos. La Perspectiva Local A fin de examinar de manera más eficaz el multifacético encuentro de los nicaragüenses con la intervención de EE.UU., esta investigación conjuga un análisis de la americanización 22 Michel Gobat en el ámbito nacional con un enfoque regional centrado en la ciudad y el departamento de Granada. Fijo la atención en Granada porque su oligarquía (dominada por conservadores) dejó de ser la principal promotora de la vía norteamericana hacia la modernidad para convertirse en su mayor antagonista. Por tanto, Granada ofrece una ventana privilegiada para explorar la relación paradójica y voluble de los nicaragüenses con la americanización y el antiamericanismo. Este enfoque regional también es importante dado que los oligarcas granadinos constituían la clase social de hacendados y comerciantes más poderosa de Nicaragua; en consecuencia, su encuentro con la intervención norteamericana afectó profundamente al resto de la nación. Originalmente, el vigor de la elite granadina emanaba de su control sobre la provincia o “prefectura” más rica y poblada del país. Durante gran parte del siglo diecinueve, la prefectura de Granada abarcaba Managua, Carazo, Masaya, Granada y Chontales, que después adquirieron el rango administrativo de departamentos (ver mapa 1). Aunque los oligarcas granadinos ya habían establecido grandes haciendas ganaderas en los llanos y serranías de Chontales en la época de la Colonia, no fue sino hasta fines del siglo diecinueve que desarrollaron lucrativas plantaciones de café en las tierras altas meridionales de Managua y Carazo, así como en el extinto volcán Mombacho de Granada. Hacia inicios del siglo veinte el sistema de prefecturas fue abolido, y el territorio de Granada se redujo drásticamente a su actual extensión. Mientras tanto la riqueza de los oligarcas granadinos había pasado a depender cada vez más de sus inversiones en otras zonas del país. Además de abrir grandes almacenes en otras ciudades importantes, establecieron plantaciones de caña de azúcar en las llanuras noroccidentales de Chinandega, de banano en las tierras bajas tropicales de la Costa Atlántica, y de café en las montañas septentrionales de Matagalpa. Los oligarcas granadinos también ejercían considerable influencia política. No sólo dirigían el Partido Conservador que, junto al Liberal, predominó sobre la vida política nicaragüense hasta el triunfo 23 Introducción de la Revolución Sandinista en 1979, sino además gobernaron el país durante buena parte del período entre la expulsión de los filibusteros en 1857 y el fin de la ocupación norteamericana en 1933. La posibilidad de Granada de convertirse en un bastión del poder de la élite y del proceso de americanización está muy relacionada con su ubicación geográfica. En 1524, esta ciudad fue fundada por los conquistadores españoles en la costa noroeste del Lago de Nicaragua, que desagua en el Mar Caribe por vía del Río San Juan. Gracias a esta ruta fluvial, Granada llegó a figurar entre los principales puertos del comercio entre América Central y el Atlántico Norte, y se convirtió en lugar de residencia de algunos de los comerciantes y hacendados más prósperos del istmo. Los estrechos lazos de Granada con la economía mundial contribuyeron a transformarla en una ciudad excepcionalmente cosmopolita. La afluencia de numerosos mercaderes europeos y norteamericanos expuso a la población urbana a las costumbres y estilos de vida propias de los países del Atlántico Norte. Al mismo tiempo, el comercio internacional estimuló a muchos miembros de la élite granadina a viajar al extranjero. Por tanto, aunque en el siglo diecinueve Granada emergió como la sede del Partido Conservador de Nicaragua, los oligarcas de la ciudad comunmente eran percibidos como personas especialmente receptivas a las corrientes foráneas. Esta apertura contrastaba con la marcada renuencia de la oligarquía granadina a admitir afuereños dentro de su rango social. Aunque unos cuantos extranjeros acaudalados y nuevos ricos locales fueron aceptados, desde mediados del siglo diecinueve la mayoría de sus integrantes provenía de las mismas familias: los Argüello, Chamorro, Cuadra, Lacayo, Pasos, Urtecho, Vega, Vivas y Zavala, en particular. Por tanto, no es casual que desde tiempos antiguos los nicaragüenses percibieran a este grupo social como una “aristocracia”. Los oligarcas granadinos tendían a contraer matrimonio sólo con personas de su propio círculo, y a residir en el mismo vecindario situado en el centro de la ciudad o en la Calle Atravesada, 24 Michel Gobat su principal vía comercial. La actitud excluyente de la oligarquía granadina era especialmente notoria en la conformación de su club social, una institución que jugaba un papel crucial para definir la identidad de la élite y determinar quiénes podían pertenecer a esta cúpula privilegiada. Entre 1871, fecha de fundación del club, y la década de 1930, más de tres cuartas partes de sus miembros eran vástagos de familias “aristocráticas”. Tal como se desprende de la lista de sus integrantes, durante el período de la ocupación norteamericana alrededor de doscientos hombres formaban parte de la oligarquía granadina – es decir, menos del tres por ciento del total de la población masculina de la ciudad (en 1920 habían 22,000 habitantes en la municipalidad, 34,000 en el departamento, y 640,000 en toda la nación).28 La actitud discriminatoria de la americanizada oligarquía granadina generó mucha controversia, al punto de que se convirtió en un blanco predilecto de las campañas nacionalistas emprendidas por los nicaragüenses excluidos del club. Por otra parte, el departamento de Granada también ofrece una ventana idónea para analizar cómo, de manera involuntaria, el dominio imperial norteamericano llegó a “democratizar” la sociedad rural, pues la concentración de la tierra era más marcada en este bastión oligárquico que en cualquier otra zona de Nicaragua. Gracias a la fertilidad de su suelo y abundancia de agua, las llanuras de Granada albergaban latifundios que databan del período colonial español, dedicados a la ganadería y al cultivo de caña de azúcar, cacao y añil, en particular. La propiedad agraria se concentró aún más durante el auge agroexportador de fines del siglo diecinueve, pues los terratenientes se apropiaron de extensas áreas antes controladas por pequeños y medianos finqueros, así como por comunidades indígenas y campesinas. Aunque la mayoría de los campesinos no perdieron el acceso a la tierra como resultado del boom, la hegemonía de los terratenientes sobre la sociedad rural granadina llegó a ser la más sólida del país. Durante la ocupación norteamericana de 1912-33, el proceso de expansión del poder de la élite sufrió una brusca interrupción, 25 Introducción pues mientras numerosos hacendados granadinos cayeron en la bancarrota, muchos campesinos empezaron a gozar de una renovada prosperidad. Tal como muestra el caso de Granada, el desigual impacto de la ocupación de EE.UU. sobre los productores rurales de Nicaragua fue impremeditado, y obedeció sobre todo a la mayor habilidad de los pequeños y medianos agricultores para sortear los efectos negativos de la Diplomacia del Dólar. Finalmente, enfocar la atención en Granada permite aclarar la naturaleza de las divisiones internas de la élite que trájicamente facilitaron el dominio imperial norteamericano. Basados por lo general en un limitado corpus documental, muchos estudios dan por supuesto que tales fisuras respondían a pugnas entre una burguesía cafetalera liberal centrada en León, y una oligarquía ganadera conservadora con sede en Granada. En realidad, los oligarcas conservadores no sólo mantenían inversiones económicas muy diversificadas, sino también habían encabezado el desarrollo de la economía cafetalera del país. Más aún, no todos los oligarcas conservadores eran de Granada; muchos vivían en León u otros centros urbanos. A la vez, la oligarquía granadina incluía a numerosos liberales dueños de grandes haciendas ganaderas que carecían de plantaciones de café. Los conflictos entre los granadinos acaudalados demuestran que las disputas entre la élite obedecían más a diferencias culturales e ideológicas que a rivalidades regionales, lealtades partidarias, o intereses económicos antagónicos. Las pugnas en torno a los criterios para definir la membresía e identidad de la élite eran especialmente volátiles. Dichos conflictos eran atizados por las presiones que la élite recibía desde abajo, sobre todo de parte de campesinos y artesanos urbanos. Igual importancia reviste el hecho de que estas divisiones internas reflejaban visiones incompatibles, forjadas por los nicaragüenses en respuesta a su experiencia colectiva bajo el régimen imperial norteamericano. Por tanto, parto de la hipótesis de que es posible lograr una mejor comprensión sobre el impacto del imperialismo en las naciones subyugadas analizando fuentes locales, que 26 Michel Gobat ponen en relieve las experiencias y perspectivas de la gente sometida bajo un régimen de esa naturaleza. Si bien este argumento pudiera parecer muy obvio, muchos estudios sobre la ocupación de países latinoamericanos por parte de EE.UU. continuan dependiendo, en forma desmesurada, de documentos generados por norteamericanos, y en consecuencia privilegian su punto de vista.29 Con frecuencia este desequilibrio obedece a que el investigador tiene un interés especial en estudiar la experiencia norteamericana o las estrategias del dominio imperial. Sin embargo, también es resultado de las dificultades para ubicar documentos producidos por los habitantes de los países sometidos bajo un régimen de esa naturaleza. Por ejemplo, mucha documentación histórica se ha perdido en Nicaragua debido a guerras y desastres naturales, como los terremotos de 1931 y 1972. Más aún, cuando finalizó la ocupación de EE.UU. en este país en 1933, los norteamericanos se llevaron numerosos documentos, incluyendo la correspondencia entre Sandino y sus partidarios que cayó en sus manos. En consecuencia, durante mucho tiempo, los investigadores nacionales y extranjeros han dado por supuesto que todo estudio sobre los conflictos generados por la intervención de EE.UU. en Nicaragua debía basarse principalmente en fuentes históricas norteamericanas. En efecto, este libro ciertamente ha aprovechado los amplios fondos de los Archivos Nacionales de EE.UU., así como de otros depósitos documentales en este país. Una vez concluida la guerra en 1990, ha sido posible constatar que – contrario a la presunción general – gran cantidad de fuentes históricas han sobrevivido los estragos del pasado en los archivos nicaragüenses. Estos documentos, tan poco conocidos, han sido de incalculable valor para el desarrollo de esta investigación. Entre éstos cabe destacar la correspondencia oficial y privada del Presidente Adolfo Díaz (1911-16 y 1926-28) conservada en el Archivo Nacional de Nicaragua y en el Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica; periódicos locales y nacionales ubicados en la Hemeroteca Nacional; así como millares de títulos agrarios y 27 Introducción actas de transacciones hipotecarias guardadas en el Registro de la Propiedad de Granada. Quizá el hallazgo más trascendental consista en más de mil seiscientos legajos (expedientes documentales) que conforman el núcleo del archivo municipal de Granada. Durante décadas, estas preciosas fuentes históricas permanecieron deteriorándose en un rincón olvidado del ayuntamiento de esa ciudad, estrujados en sacos polvorientos similares a los empleados localmente para almacenar granos básicos. Por fin, en 1993 los documentos fueron “liberados” y ubicados en el recién creado archivo municipal. Este fondo histórico abarca el período entre 1856 (año en que las tropas de Walker incendiaron Granada) hasta el triunfo revolucionario del año 1979, y es particularmente valioso para estudiar las últimas décadas del siglo diecinueve. Además, se caracteriza por su gran diversidad, pues contiene una amplia gama de documentos: casos judiciales, peticiones, registros electorales, fiscales y demográficos, correspondencia política, informes escolares y cartas privadas.30 Gracias a estas fuentes, ahora accesibles en Nicaragua, nos encontramos en mejor posición para demostrar a lo largo de este libro cómo la interacción - contradictoria y multifacética - de los nicaragüenses ante distintas formas de injerencia norteamericana incidieron en los paradójicos resultados del dominio imperial de los Estados Unidos. Organización Este libro se halla organizado en cuatro partes y explica, en primer lugar, cómo el proyecto de construir un canal interoceánico por Nicaragua entrelazó en forma trágica el sentido de destino manifiesto de este país centroamericano con el de los Estados Unidos. El primer capítulo explora por qué el interés de EE.UU. en una ruta transístmica representó una grave amenaza para la soberanía nicaragüense desde el inicio. La narrativa parte del año 1849, cuando los viajeros contagiados por la fiebre del oro californiano empezaron a 28 Michel Gobat cruzar Nicaragua, introduciendo el ideario norteamericano de la modernidad. El centro de atención es el “Presidente” William Walker (1855–57) y los miles de soldados-colonizadores procedentes de EE.UU. que asolaron Nicaragua en su empeño por americanizarla. El capítulo segundo analiza cómo los nicaragüenses se recuperaron de la hecatombre provocada por Walker, uniéndose en torno a una visión nacional cosmopolita. En este proceso, las élites retomaron el ideario de progreso de los Estados Unidos, y vieron con buenos ojos sus iniciativas para construir el canal, bajo condición de que se respetase la soberanía nicaragüense. En la segunda parte exploro los efectos de la intervención de EE.UU. durante el período 1910–12, que culminó en una fallida restauración oligárquica ajena al ideario liberal. El capítulo tercero examina cómo el gobierno de EE.UU. ayudó a los oligarcas conservadores, no sólo a derrocar a la dictadura liberal de José Santos Zelaya (1893–1909), sino también a restaurar un orden político y social jerárquico semejante al de la época anterior a la Revolución Liberal de 1893. El cuarto capítulo centra la atención en la violencia antioligárquica y en el antiamericanismo provocados por la intervención militar de EE.UU. en la guerra civil nicaragüense de 1912. La tercera parte examina las reacciones de los nicaragüenses ante la Diplomacia del Dólar, que constituyó el marco de la ocupación norteamericana desde 1912 hasta la guerra civil de 1926–27. El capítulo quinto muestra cómo muchos nicaragüenses, sobre todo partidarios de la oposición liberal, adoptaron una nueva forma de nacionalismo económico dirigida contra la Diplomacia del Dólar. Como resultado, la mayoría de los nacionalistas más prominentes de Nicaragua reforzaron su identificación con el ideario norteamericano de la modernidad. El capítulo sexto analiza el impacto socioeconómico de la Diplomacia del Dólar. En particular explica cómo, de manera impremeditada, las políticas fiscales y financieras restrictivas de la Diplomacia del Dólar beneficiaron más a los pequeños productores campesinos que a los hacendados, contribuyendo así a “democratizar” el sistema de tenencia de la 29 Introducción tierra. El séptimo capítulo analiza cómo el impacto “democratizante” de la Diplomacia del Dólar llevó al sector de la élite más vinculado con el dominio imperial de los Estados Unidos – la oligarquía conservadora gobernante – a forjar una nueva identidad opuesta al ideario norteamericano de la modernidad. En síntesis, la Parte III explica por qué los enemigos más acérrimos de la Diplomacia del Dólar se aferraron al “sueño americano” con gran fervor, mientras el sector social más criticado de Centroamérica por su actitud proamericana dio la espalda al ímpetu modernizante de ese ideario. La cuarta parte analiza cómo la militarización del régimen imperial norteamericano durante el período posterior a 1927 provocó un cambio drástico en la política nicaragüense. El capítulo octavo examina el empeño del gobierno de EE.UU. en utilizar el ejército a fin de imponer su modelo ideal de democracia en Nicaragua. Esta campaña de democratización no sólo permitió que la Guardia Nacional, creada por los Estados Unidos, se convirtiera en una importante fuerza política, sino también empujó a los oligarcas conservadores a radicalizar su perspectiva antiamericana y adoptar ideales fascistoides. El capítulo noveno explora las actitudes ambivalentes de los nicaragüenses con respecto a la rebelión encabezada por Sandino entre 1927 y 1933. Sobre todo, examina cómo algunos conservadores profascistas intentaron, en vano, forjar una alianza con Sandino. Dicha iniciativa no fue una mera expresión de oportunismo, pues los oligarcas conservadores simpatizaban con el nacionalismo revolucionario de Sandino en algunos aspectos clave. Por tanto, en la Parte IV se muestra cómo el giro militarista del régimen imperial norteamericano en 1927 motivó a una parte de la élite más americanizada de Nicaragua a rechazar de manera definitiva los valores liberales encarnados en el “sueño americano”. El estudio concluye con un epílogo en el que se reconsideran dos legados clave del dominio imperial de EE.UU. en Nicaragua: el surgimiento de la dictadura de los Somoza (1936-79), y el apoyo de un sector de la élite a la Revolución Sandinista (1979-90). 30 Michel Gobat Esta obra procura contribuir a una mejor comprensión de los efectos de la intervención de los Estados Unidos en Nicaragua, y en América Latina en términos más amplios. El análisis sobre la forma en que los productores campesinos lograron sortear los desafíos de la Diplomacia del Dólar con mayor eficacia que los hacendados muestra la posibilidad de que el dominio imperial norteamericano pueda, aunque de manera impremeditada, democratizar y no sólo polarizar las relaciones de clase en el mundo rural. Además, explica cómo la expansión de la labor de misioneros protestantes y la influencia de las industrias culturales de EE.UU. pueden erosionar drásticamente la autoridad de la élite. Asimismo, aclara cómo el empeño de EE.UU. por imponer su modelo ideal de democracia es capaz de favorecer el surgimiento de un gobierno autoritario. Finalmente, el libro cuestiona los presupuestos convencionales respecto a la base social del nacionalismo revolucionario, al evidenciar que la lucha antiimperialista de Sandino recibió mayor apoyo de parte de la oligarquía conservadora agroexportadora que de su antítesis, la “burguesía nacional”, tal como se define a este sector en América Latina. Dado que por mucho tiempo esta fracción de la oligarquía nicaragüense había defendido con entusiasmo la vía norteamericana a la modernidad, su caso revela cómo los efectos “democratizantes” del dominio imperial norteamericano - en gran medida involuntarios - pueden intensificar el repudio al “modo de vida americano”. 31 Introducción Notas 32 1 Mack, Land Divided, 101. 2 Citado en Burns, Patriarch and Folk, 162. 3 Para una perspectiva más amplia sobre este tema, véase Rosenberg, Spreading the American Dream. 4 Senado de los Estados Unidos, ‘‘Instances of Use of United States Armed Forces Abroad’’. 5 Si bien el ejército de EE.UU. controló la Zona del Canal de Panamá durante casi todo el siglo veinte, sólo ocupó el resto del territorio de este país entre 1903–14 y 1918–20. 6 Denny, Dollars for Bullets, 384. 7 Véase, en especial, Wheelock, Imperialismo y dictadura, un estudio pionero escrito en 1975 por un guerrillero que luego llegó a ser Ministro de Reforma Agraria durante la Revolución Sandinista. Otros estudios influyentes incluyen Bermann, Under the Big Stick; Burns, Patriarch and Folk; Macaulay, Sandino Affair; Millett, Guardians of the Dynasty; Quijano, Nicaragua; Selser, Sandino; y Vargas, Intervención norteamericana. 8 Manolo Cuadra en Calatayud Bernabeu, Manolo Cuadra, 19. Michel Gobat 9 Este párrafo se basa en gran medida en Fehrenbach y Poiger, ‘‘Introduction’’. 10 Ver ejemplos recientes de esta corriente en las obras de historiadores latinoamericanistas como: Louis Pérez, On Becoming Cuban; Joseph, LeGrand, y Salvatore, Close Encounters of Empire; y Moreno, Yankee Don’t Go Home. Para estudios de casos fuera de América Latina, véase Wagnleitner, Coca-Colonization; Kuisel, Seducing the French; Nolan, Visions of Modernity; y Fehrenbach y Poiger, Transactions, Transgressions, Transformations. 11 Louis Pérez, en su libro On Becoming Cuban, analiza cómo los cubanos nacionalistas se apropiaron de modos norteamericanos en su lucha contra el gobierno colonial español. Asimismo, véase Hale, Resistance and Contradiction, sobre las formas en que los Miskitu de la costa caribeña de Nicaragua utilizaron su “afinidad con las instituciones y prácticas políticas Anglo-Americanas” para oponerse a los esfuerzos hispanizantes del estado nicaragüense. 12 Sobre el uso de este término en el contexto latinoamericano, véase Roseberry, ‘‘Americanization in the Americas’’; y Cabán, Constructing a Colonial People. Para los casos de Europa y Japón, véase por ejemplo, Zeitlin y Herrigel, Americanization and Its Limits. 13 Sobre ejemplos recientes que definen el antiamericanismo como el rechazo a la influencia de los Estados Unidos, véase McPherson, Yankee No!; Hertsgaard, Eagle’s Shadow; y la mayoría de los ensayos contenidos en Ross y Ross, AntiAmericanism (las excepciones clave incluyen los artículos de Ana María Dopico y Mary Nolan, pues ambas destacan el complejo vínculo entre anti-americanismo y americanización). Sobre la perspectiva de algunos estudiosos de que el antiamericanismo representa un ataque a la modernidad en términos más generales, véase Hollander, Understanding Anti-Americanism. 33 Introducción 34 14 Belausteguigoitia, Con Sandino en Nicaragua, 216. 15 Rodó, Ariel, 35. 16 Dorfman y Mattelart, How to Read Donald Duck, 95. 17 Mendieta, Enfermedad de Centro-América, 2:358. 18 Sobre cómo una variedad de movimientos nacionalistas se apropiaron de los ideales de prosperidad material, movilidad social, y democracia política de EE.UU. para desafiar el dominio de las corporaciones norteamericanas durante la Gran Depresión, véase O’Brien, Revolutionary Mission. 19 Véase, por ejemplo, Rangel, Latin Americans. 20 Joseph, ‘‘Close Encounters’’, 5–6. 21 Véase Ninkovich, ‘‘United States and Imperialism’’, para un panorama general sobre la bibliografía que parte de dicha perspectiva. 22 En este aspecto retomo a Michael Doyle, quien define el imperialismo como ‘‘el proceso o política de establecer o conservar un imperio”, entendiendo el término imperio como “una relación formal o informal en la cual un estado controla la soberanía política efectiva de otra sociedad política”. Doyle, Empires, 45. 23 Sobre una crítica a tales perspectivas, véase Louis Pérez, ‘‘1898 and Beyond’’. 24 Véase, por ejemplo, Stephanson, Manifest Destiny. 25 Rosenberg, Spreading the American Dream, 234. Michel Gobat 26 Patrick Wolfe, en ‘‘Imperialism and History’’, ofrece una panorama general sobre la producción historiográfica dentro de esta corriente. 27 Por ejemplo, véase Coronil; así como Stoler y Cooper, ‘‘Between Metropole and Colony’’. 28 Club de Granada, Memoria anual de la junta directiva del Club de Granada, 1917, 1934, en el Archivo Héctor Mena Guerrero (Granada); Oficina Central del Censo, Censo general de 1920, Managua: Tipografía Nacional, 1920. 29 Un listado de los trabajos más importantes se encuentra en Ninkovich, ‘‘United States and Imperialism’’, 86–87. Algunas excepciones recientes incluyen a Louis Pérez, On Becoming Cuban; y Findlay, Imposing Decency. Para información adicional sobre la historiografía sobre el tema de la intervención de EE.UU. en América Latina, véase Louis Pérez, ‘‘Intervention, Hegemony, and Dependency’’; y Joseph, ‘‘Close Encounters’’. 30 Véase el Catálogo del Archivo Histórico de la Prefectura y Municipalidad de Granada, Managua: Fundación Casa de los Tres Mundos, 2000. 35