14 LATERCERA Sábado 15 de noviembre de 2014 FRENTE A FRENTE ¿Es conveniente legalizar las drogas? Jaime Orpis Axel Kaiser Senador Unión Demócrata Independiente Abogado Sería una medida perniciosa La prohibición no ha dado resultados E L GRAN problema de Chile son los altos niveles de consumo y, por lo tanto, el eje de las políticas públicas debe concentrarse en cómo reducirlo. Más de un millón cien mil personas son consumidores de drogas, de las cuales cerca de cuatrocientas mil presentan algún grado de dependencia. De acuerdo a los estudios ConaceSenda, en 1995 el consumo en octavo básico estaba contenido. Sólo el 3% de los alumnos reconocía haber consumido marihuana el último año. El 2014 ( Senda) aumenta a un 15,5% (416,7%). En cuarto medio, la serie histórica parte en 1994 con un 20,1%, llegando a un 38,9% el 2014 (81,8%). Tratándose de la cocaína, en escolares de octavo básico aumentó en un 188,9% y la pasta base en un 100%. En cuarto medio, la cocaína lo hizo 41,7% y la pasta base en un 155%. En la población adulta, los mayores aumentos se están produciendo en las edades mayores. La marihuana (19942012) entre 19-25 años aumentó en un 98,9%; entre los 26-34 años 128,9%; y entre los 35-44 en un 193%. En el caso de la cocaína, los mayores aumentos se están produciendo a edades cada vez adultas. Un 11% entre los 19-25 años; 14% entre los 26-34 y un 40% entre los 35-44. A las altas cifras de consumo se suma una oferta de droga cada vez más potente. La marihuana tiene niveles cada vez más altos de THC, una oferta cada vez mayor de cocaína y pasta base provenientes de Perú y Bolivia, e irrumpen las drogas químicas. El solo debate ha generado un aumento explosivo. De acuerdo a los estudios del Senda, la tasa de consumo de marihuana en cuarto medio era de un 24,3% el 2011. El solo debate disparó estas cifras a 38,9%; es decir, en dos años aumentó 14,6 puntos porcentuales, y en el caso de octavo básico se fue de un 10% a un 15,5%. Es ingenuo plantear que la legalización del consumo recreativo en la población adulta no impactará a los menores de edad. Los estudios oficiales demuestran lo contrario. En la serie histórica de Conace correspondiente a la década del noventa, los altos ni- veles de consumo se concentraban en los cursos mayores (tercero y cuarto medio). A partir de la década del 2000 se revirtió la tendencia. Los mayores aumentos se encuentran en los cursos inferiores (octavo básico y primero medio). El ex Presidente Lagos ha gatillado la política de legalización atribuyendo estos malos resultados a la política prohibicionista. La pregunta que habría que plantearle es ¿qué hizo durante su gobierno para masificar la prevención de drogas y reducir los altos niveles de consumo que las propias cifras oficiales señalaban? Los altos niveles de consumo en nuestro país son fruto de lo que no se ha hecho en materia de prevención de drogas y no la política prohibicionista. Plantear por Lagos el fracaso de una política donde el origen son sus propias omisiones, me parece una conclusión errada, y el mejor ejemplo es Finlandia. Con normas muy restrictivas han puesto el eje en reducir el consumo, y lo han logrado. En adolescentes bajaron de un 15% a un 5%. No soy partidario de mantener el stato quo. He sido un crítico de cómo se Los altos niveles de consumo en nuestro país son fruto de lo que no se ha hecho en prevención de drogas y no por la política prohibicionista. ha aplicado la ley de drogas. Su objetivo principal es sancionar el tráfico y no criminalizar a los consumidores. Sin embargo, por una mala aplicación del artículo 4 (microtráfico) ha ocurrido lo contrario, y por eso, junto al Senador Rossi, presentamos una reforma legal para que el consumidor sea tratado como un problema de salud. En forma paralela, hace trece años he presentado dos reformas legales para hacer obligatoria la prevención de drogas en todos los colegios, que desgraciadamente no ha sido considerada por gobiernos de diversos signos. Esperaría que estadistas de la altura de Lagos recapacitaran para no seguir aumentando el daño con la legalización. A PRINCIPIOS del siglo XX, bajo la influencia del movimiento progresista, que veía en el Estado el agente corrector por excelencia de los males sociales, Estados Unidos se embarcó en una agresiva lucha contra el alcohol, la cual por cierto implicó declarar ilegal su comercialización. Poco tiempo después, los americanos se dieron cuenta que la prohibición producía efectos aún peores que la libertad, entre ellos, el desarrollo de mafias como la que liderara el legendario Al Capone, con una capacidad nunca antes vista de corromper instituciones y una disposición total a matar a quien se atravesara en su camino. Establecido ese diagnóstico, los americanos decidieron legalizar nuevamente el alcohol, poniendo fin a los carteles y mafias que se dedicaban a su comercialización y a la corrupción asociada al tráfico. La historia de la prohibición en Estados Unidos enseña que la realidad es bastante más compleja de lo que se suele creer y que en casos como las drogas no existen salidas satisfactorias. Lo que hay son mejores o peores soluciones. Y la evidencia en América Latina y Estados Unidos es bastante contundente en señalar que la lucha contra las drogas ha sido un completo fracaso y que mientras más se persigue la actividad, más lucrativa se vuelve. En Estados Unidos, el país que más ha gastado en este estéril esfuerzo, los mayores de 12 años que consumen estupefacientes, por ejemplo, han aumentado en 21,8 millones entre 1991 y 2008. En México, la lucha contra las drogas cobró la vida de más de 50 mil personas entre 2007 y 2012, mientras en Centroamérica el 60% del crimen está relacionado con drogas. Estos son sólo algunos datos que reflejan la magnitud del problema. El punto a favor de despenalizar no es que de esa forma se vaya a resolver el problema de adicción, sino tratarlo como un asunto de salud pública y no de política criminal. Esto no significa, por cierto, que no deba haber controles y que se pueda comprar un paquete de cocaína junto con el de cereales en el supermercado. De lo que se trata es de hacer transparente una tragedia que hoy se desarrolla en la oscuridad y cuyo dramatismo sólo ha crecido con el pasar del tiempo. La drogadicción existe con o sin prohibición; lo que deja de existir sin prohibición es la criminalidad y corrupción asociada al tráfico de drogas, las muertes y el despilfarro que implica este combate. Más sensato es ahorrar ese dinero y cobrar impuestos por la venta de drogas para financiar tratamiento a quienes son adictos. También hay que insistir que la despenalización no implica necesariamente, como se suele decir, que de pronto el número de consumidores se incremente de manera explosiva. La evidencia disponible no respalda ese temor. Pero, además, hay un factor de libertad asociado a la discusión y que tiene que ver con que no es el Estado el que debiera decirnos a los ciudadanos lo que podemos o no consumir. Es cierto que el consumo de drogas habitual hace daño. Pero es la persona la soberana sobre su vida y a ella le corresponde elegir. Nuestra responsabilidad es ayudar a quienes han elegido La prohibición genera costos más altos y problemas más graves que los que pretende resolver. Es hora de probar la alternativa y sacar al Estado del medio. mal a salir adelante e intentar persuadir a quienes están entrando en el círculo de la droga a no seguir ese camino. A algunos esto podrá parecerles iluso en el caso de las drogas, pues creen que ahí la libertad no se aplica por la destrucción que éstas generan en muchos casos. Más allá de lo peligroso que es ese argumento para una sociedad libre, aun si todos estuviéramos de acuerdo con él, quienes así piensan no deben olvidar el caso de Estados Unidos con el alcohol, una droga legal, de efectos sociales más devastadores que muchas drogas hoy ilegales como la marihuana. La prohibición genera costos más altos y problemas más graves que los que pretende resolver. Es hora de probar la alternativa y sacar al Estado del medio.