Servicio de Noticias 220/97 ÍNDICE AI: AFR 47/44/97/s EMBARGADO HASTA LAS 1 HORAS GMT DEL 19 DE DICIEMBRE DE 1997 Ruanda: «Los muertos no se pueden ya ni contar» Esta cita de un testimonio recibido de la prefectura de Gisenyi ilustra la desesperación de la población civil que vive atrapada en el noroeste de Ruanda. Hombres desarmados, mujeres y niños están siendo objeto de la violencia de ambos bandos en el intenso conflicto que enfrenta al Ejército Patriótico Ruandés (EPR) con grupos armados de oposición que se cree que son aliados de las anteriores fuerzas armadas de Ruanda. «Todos los días recibimos informes sobre nuevas matanzas de civiles, y vemos que la causa de cada matanza ha sido otra matanza», ha dicho hoy Amnistía Internacional con motivo de la publicación de un nuevo informe urgente sobre los homicidios cometidos en Ruanda por las fuerzas del gobierno y por los grupos armados de oposición a lo largo de octubre, noviembre y principios de diciembre de 1997. «Con este informe, pretendemos poner fin a la indiferencia de la comunidad internacional hacia la terrible situación de la población civil ruandesa, así como destacar el hecho de que tanto los soldados del EPR como los grupos armados de oposición son responsables de graves abusos contra los derechos humanos», ha manifestado Amnistía Internacional. «Las matanzas de los últimos tres meses parecen ser las mayores cometidas por el EPR y por los grupos armados de oposición en al menos dos años». Los diplomáticos y los medios de comunicación extranjeros no han dudado en condenar la espantosa matanza de unos 300 refugiados, congoleses tutsis en su mayoría, perpetrada por grupos armados de oposición hutus en Mudende, Gisenyi, el 11 de diciembre. Sin embargo, todavía no se ha dicho nada sobre las represalias en gran escala de ese mismo día, en las que, según informes, grupos de civiles tutsis apoyados por soldados del EPR mataron a centenares de civiles hutus. «Cualquiera que sea su magnitud, las atrocidades cometidas por un bando no pueden justificar atrocidades similares del otro bando», ha declarado Amnistía Internacional. Amnistía internacional ha expresado satisfacción por la iniciativa de la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, de pedir al enviado de su país sobre crímenes de guerra, David Sheffer, que investigue la matanza de refugiados de Mudende; no obstante, la organización ha instado a que el enviado estadounidense investigue también los informes sobre las matanzas de centenares de civiles cometidas por soldados del EPR. La creciente inseguridad, el clima de miedo y las restricciones impuestas por las autoridades ruandesas al acceso a los lugares de donde se han recibido informes de matanzas impiden a los medios de comunicación y las organizaciones de derechos humanos independientes verificar la información sobre tales matanzas. Muchas zonas del noroeste de Ruanda en las que se cometen la mayoría de los homicidios son ya tan inaccesibles que es imposible realizar en ellas investigaciones independientes. «Se sigue ocultando la verdad y no se toma ninguna medida preventiva, mientras la desesperación de la población aumenta», ha manifestado Amnistía Internacional. «Según la información que hemos recibido, todos los días muere por término medio al menos una familia entera». 2 Los casos expuestos en el informe de Amnistía Internacional son sólo una pequeña muestra de los muchos que se han producido desde octubre. En los tres últimos meses, el número de homicidios cometidos en Ruanda ha aumentado espectacularmente. Los habitantes de las zonas afectadas por el conflicto armado viven aterrorizados, debido a los ataques que lanzan contra ellos tanto el EPR como los grupos armados de oposición, y no tienen ningún lugar donde ir en busca de seguridad. Ninguno de los dos bandos parece estar haciendo nada para impedir que mueran civiles. En el informe se ofrecen detalles de la información recibida casi diariamente sobre homicidios atribuidos a soldados del EPR y perpetrados en su mayoría durante operaciones militares de búsqueda. Por ejemplo: El 21 de noviembre, el EPR mató, según informes, al menos a 539 civiles (aunque probablemente fueran muchos más) en Jenda, localidad de Nkuli, Ruhengeri. El 16 de noviembre, los soldados del EPR rodearon Kirehe, localidad de Gatonde, Ruhengeri, y, según informes, mataron a más de 300 personas. Entre el 13 y el 23 de noviembre, unos helicópteros militares dispararon sobre varias zonas de Gisenyi. Según los informes, murieron un número no determinado de civiles y se quemaron muchas casas. El 9 de noviembre, los soldados del EPR dispararon indiscriminadamente contra civiles en Gashyusha, localidad de Kibilira, Gisenyi. Murieron al menos 150 personas, cuyos cadáveres fueron enterrados en fosas comunes o arrojados al río. Entre el 23 y el 28 de octubre, los soldados del EPR mataron, según informes, a varios miles de personas en una enorme cueva de Nyakimana, Kanama, Gisenyi. Todavía no se ha podido confirmar el número total de víctimas, ya que las autoridades no han permitido el acceso al lugar a investigadores independientes. Desde octubre, también los grupos armados de oposición se han vuelto más audaces y despiadados en sus ataques. Por ejemplo, además de la matanza de alrededor de 300 refugiados congoleses en Mudende, el 17 de noviembre, mataron entre 20 y 30 civiles, miembros de varias familias, en Mukamira, Ruhengeri, y el 14 de octubre, un grupo armado mató a 37 civiles, la mayoría de ellos tutsis, en Mutura, Gisenyi. «La amenaza que supone la insurgencia armada en el noroeste no se debe subestimar», ha manifestado Amnistía Internacional. «No obstante, las fuerzas de seguridad ruandesas tienen el deber de proteger a la población civil en su totalidad, independientemente de su afiliación étnica, política o de otra índole. Los no combatientes no deben ser objeto de ataques en ninguna circunstancia». Amnistía Internacional ha hecho también un llamamiento al gobierno ruandés para que garantice a los periodistas locales y extranjeros y a las organizaciones locales e internacionales independientes de derechos humanos el acceso seguro y sin restricciones a los lugares de donde se ha recibido información sobre homicidios.