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ESTOS PARIAS, ¡AY DOLOR!, QUE VES AHORA...
Manuel Serrat Crespo
Estos parias, ¡ay dolor!, que ves ahora ... se escribió utilizando, entre otros muchos, los textos de Frantz
Fanon y Patrice Lumumba, así como algunos de los poemas de Nicolás Guillén. Debo su título, por
otra parte, a unos versos de Rodrigo Caro que me torturaron en la infancia.
l. La Controversia de Valladolid
El aire parece vetusto, apenas agitado por el rumor apagado de lo solo que asciende y desciende
como uno resPiración. Todo huele o polvo, el estrado y los gastados asientos del patio de butacas. Todo
huele o polvo, pero sólo en el macilento rayo de luz exterior que dejan posar los corridos cortinajes
danzan algunos partículas inquietos. Todo huele o polvo, pero sólo como si el olor se viera.
En el centro del estrado, dominando los cabezos expectantes y, tal vez, aburridos yo, lo gran meso
concentra todos los líneas de uno rígido perspectivo quebrado ~casi como un insólito capricho~
por lo pantalla verde de lo apagado lámpara de sobremesa, el botellín de aguo y un vaso de cristal
transparente: los instrumentos de un ritual viejo y polvoriento como lo proPio solo.
El rumor como un lento estertor.
Chirrían los arrastrados pies del DOCTO PROFESOR que se acerca 01 estrado. Se detiene unos instantes,
como si su esfuer.zo por desplazarse le obligara o jadear; y sube luego los escasos peldaños ... El rumor
se apago poco o poco. Se escuchan algunos siseos y un intento de aplauso que se difumino devorado
por el polvo inexistente.
El DOCTO PROFESOR rodeo lo meso, se detiene -casi erguido- junto o lo silla, y su casposo, vacilante
figura parece, por unos momentos, querer emprender el vuelo.
Pero no. Se siento trabajosamente tras haber depositado en lo meso el raído portafolios; acerca lo
silla, obre lo cartera, soca de ello un manojo de folios y los coloca cuidadosamente ante s( Un breve
gesto y lo lámpara se enciende: un brillo verde, casi lo única noto de color.
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Miope, el DOCTO PROFESOR contempla lo sola mientras se hoce el silencio. Extrae unos gafas del bolsillo superior de su chaqueta, limpio con uno gamuza los cristales sin dejar de mirar -temeroso y
tímido- o su auditorio. Se los pone por fin y, muy abajo, casi en lo punto de lo nariz, los cristales
forman uno ridículo excrescencia, lo último pincelado o un retrato casi arquetípico de lo inútil erudición universitario.
Silencio y lo voz quebrado del DOCTO PROFESOR.'
DOCTO PROFESOR:
Lo cierto es que ...
Un sonoro carraspeo para aclararse lo garganta.
DOCTO PROFESOR: Lo cierto es que todo empezó ... bueno, digamos para ser más exactos que
todo tomó una nueva dirección en la andadura de la historia, cuando tuvo lugar lo que ya todos conocemos como la Controversia de Valladolid. No cometeré el imperdonable error de
injuriar la erudición y la inteligencia de todos ustedes lanzándome ahora, y precisamente en este
templo de la más elevada cultura, a una explicación de lo que fueron aquellas jornadas que yo
no vacilaría en calificar de apasionantes...
Aparece un breve fulgor en los ojos profesora les, sus nalgas parecen buscar un mejor acomodo.
DOCTO PROFESOR: A-pa-sio-nan-tes, sí, tanto
por su propio desarrollo como por las consecuencias
posteriores que iban a tener.
No cometeré, pues, ese error. Pero me parece imprescindible para el posterior desarrollo de mi
exposición, fijar algunos datos, algunos hitos diría yo, que me parecen fundamentales.
Veamos ... El siglo XVI está agotando su primera mitad y, en el «nuevo mundo», en las «Indias
occidentales», los territorios que se han descubierto -y siguen descubriéndose- para la corona de Castilla, la conquista y colonización están prácticamente concluidas. En España «no se
ponía el sol», ¿les suena la frase?
Los ojos miopes recorren lo sola buscando, atemorizados, lo complicidad del auditorio. Pero lo solo es
un espejo con el azogue carcomido por el tiempo que le devuelve uno mirado sin eco.
En pleno desamparo, el DOCTO PROFESOR trago solivo.
DOCTO PROFESOR:
En España «no se ponía el sol» ... no se ponía el sol ...
Busca, desconcertado, el hilo de su exposición. Un carraspeo.
DOCTO PROFESOR: En el principio, como todos ustedes saben, era Aristóteles ... ¡Ah, el bueno de
Aristóteles tenía la piel dura por aquel entonces! Hacía siglos que los hombres de pensamiento
se inclinaban sobre sus tesis, las estudiaban y se las tiraban a la cabeza como armas arrojadizas.
Hacía siglos ya que la Iglesia de Cristo había abandonado aquella vieja piedra, la del «eres Pedro»,
para levantarse sobre las teorías aristotélicas convertidas en fuente de verdad.
y Aristóteles había afirmado que los hombres no eran iguales, que algunos habían nacido para
ser libres y otros para ser esclavos ... En fin, como ustedes advertirán sin duda, estoy simplificando. No vamos, ahora, a andar a vueltas con la filosofía clásica... Pero esa era la cuestión que los
acontecimientos estaban planteando, por aquel entonces, con toda agudeza.
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Dios les había hecho, a los unos, para ser dueños; y a los otros, para ser siervos ... siervos ... siervos ...
Lo voz va reduciéndose mientras el DOCTO PROFESOR, de nuevo desconcertado, repite los palabras y
busco, entre los papeles de lo meso, lo continuación de su conferencio. Sus rasgos se distienden en
un brusco alivio.
DOGO PROFESOR: ¡Ah, aquí está! Eso es ... ¡La bula!
Lo hoja de papel parece en su mono lo banderola de uno (¡esto mayor pueblerino agitado por el
júbilo de un niño.
DOGO PROFESOR: La bula Sublimis Deus, del papa Pablo 111, había dictaminado ya, años atrás, en
1537 exactamente, que los indígenas americanos eran copox Dei, seres humanos racionales y
espirituales, capaces de concebir a Dios y que, por lo tanto, sus vidas y propiedades debían ser
protegidas ...
Otras bulas la habían precedido en el mismo sentido, algunas más seguirían después. iPapel mojado! Papel mojado para los conquistadores y papel mojado, también, para los colonizadores que
les siguieron con el brillo del oro en las miradas. Allí estaba Aristóteles para acallar las primeras
protestas, para encalmar las conciencias, para establecer las necesarias jerarquías. Hay vidas y
vidas, nadie puede ignorarlo, y distintos niveles en lo humano ...
Contra lo penumbra del fondo, lo iluminado silueto del DOCTO PROFESOR se recorto difuso, unos instantes, como o lo escucho del sordo, continuo crepitar que nace en lo escena. Uno sombra casi invisible
se deslizo lentamente o sus espaldas mientras agito lo calabozo envuelto en cauríes que servirá,
en adelante, de morco sonoro para los palabras del conferenciante. Lo nuevo (¡gura, sombra en los
sombras, se inmovilizo y se yergue. Sólo sus monos siguen arrancando el runrún monocorde.
DOGO PROFESOR: Cierto es que, en las «encomiendas», la vida y las propiedades de los indígenas
no tenían ya demasiado valor; cierto es que se les habían arrebatado los bienes y trabajaban
como esclavos en las minas ... Pero, Aristóteles lo sabía muy bien, ipara eso habían nacido! ... y,
para mayor provecho de sus almas, los «encomenderos» se llenaban los bolsillos pese a los
escandalizados alaridos de Las Casas.
¡Pobre fray Bartolomé!, entró aquella mañana de agosto de 1550 en la magnífica capilla del Colegio
de San Gregorio dispuesto a librar el combate decisivo. Porque de eso se trataba, a pesar de las
apariencias y de los subterfugios: la católica majestad del emperador Carlos quería tener claras
sus cuentas con el Supremo Hacedor antes de emprender el viaje sin regreso y, para ello, nada
mejor que propiciar un encuentro de teólogos ... ¡Y que se pusieran de acuerdo de una vez!
Imaginémoslo ...
Uno pauso en lo que sólo se escucho el rítmico y continuo crepitar de los conchos sobre lo hueca
corteza de lo calabozo.
Lo síncopa acompaso el tiempo que se transformo para dar cabido 01 ensueño cruel que esbozan
en el aire los monos blancas, pequeños y frágiles, casi transparentes.
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Lentamente, mientras el DOCTO PROFESOR comienzo o hablar de nuevo, brotan de lo penumbra los VOCES
Y DE LA CRUELDAD. Nacen dos universos de luz o codo lodo de lo meso profesoral mientras
lo obscuridad se pueblo de coloreados destellos. Músicos e instrumentos.
DE LA TERNURA
DOCTO PROFESOR: Sí, imaginémoslo. Sin duda, por las esquinas, como rebeldes telarañas, flotaría
aún el perfume del incienso y tal vez el aire siguiera estremeciéndose a los sones del órgano
ceremonial que había resonado hasta entonces.
y solemnes, imbuidos de su responsabilidad, convencidos de su importancia, entrarían los jueces.
El eminente Melchor Cano, Domingo de Soto, Bernardino de Arévalo, tan conocedor de las
Américas, y sus demás compañeros.
Poco o poco, el DOCTO PROFESOR enumera eminencias y, siguiendo el ritmo de sus palabras, sílabo o
sílabo, los músicos ocupan en silencio el espacio. Lo voz DE LA TERNURA Y lo voz DE LA CRUELDAD flanquean
01 conferenciante que sigue hablando.
DOCTO PROFESOR: Ahí está, también, Ginés de Sepúlveda, el pensador aristotélico, el adversario de
fray Bartolomé, porque él es, en definitiva, el motivo de aquel aquelarre eclesiástico. Pretende
que la Iglesia le autorice a publicar su última obra, Democrates secundus, en la que -a golpe de
latinajos- y aferrándose, claro está, a Aristóteles, defiende el derecho de conquista y el sometimiento de unos indígenas que se benefician con su sujeción ... iQue para eso nacieron, coño!
Todo callo ante el inesperado exobrupto y lo excitación del
Un nuevo carraspeo azorado.
DOGO PROFESOR
se
ahogo en el silencio.
DOCTO PROFESOR: Perdonen ustedes, perdonen ustedes ... A veces la evocación de la historia me
lleva, sin desearlo, a esos extremos. Me siento avergonzado, francamente avergonzado ...
Revolotean inseguras los monos, como buscando un lugar 01 que agarrarse, un cayado que les permito
convertirse en gorras. Pero se cierran de pronto y todo su fuerzo confluye en un solo dedo que se
tiende hacia el público:
DOCTO PROFESOR: iEse era el envite, un libro! El Democrates secundus ... Si los teólogos aceptaban sus
tesis, las sempiternas, las lacerantes protestas de fray Bartolomé de Las Casas ... , el «protector de
los indios» le llamaban ... , habrían sido inútiles; simples exageraciones o, tal vez, en último término,
la denuncia de algún caso aislado, de algún exceso de celo ... Eso siempre puede producirse, la
carne es débil y aquellos espíritus tenían el enojo fácil.
Los caídos espejuelos del DOCTO PROFESOR son un punto de interrogación que recorre lo solo antes de
detenerse en lo suficiencia de uno sonriso.
DOCTO PROFESOR: El plocet para la publicación de un libro, la temerosa conciencia de un monarca
en cuyo imperio «no se ponía el sol», la ortodoxia de las tesis aristotélicas ... iZarandajas!
A un lado Ginés de Sepúlveda, al otro Bartolomé de Las Casas y en el centro ... En el centro
la fuerza de trabajo, una mano de obra abundante y gratuita, aunque la expresión resulte aquí
algo anacrónica, no en balde pertenece al universo que alumbró, siglos más tarde, el voluminoso
Evangelio según san Carlos ...
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Chirrío, sarcástica, uno risita.
DOCTO PROFESOR: San Carlos Marx, naturalmente.
El capax Dei de la bula pontificia era un atentado a la cuenta de resultados cuyos nefandos
efectos debían subsanarse.
Tal vez ni el bueno de Las Casas ni el erudito Sepúlveda lo sospecharan siquiera. pero detrás de
sus especulaciones teológicas. aristotélicas o no. asomaba ya la nariz el sanguinolento espantajo
del mercado.
Por unos instantes, sólo el crepitar monótono de lo sonaja que asciende poco o poco y ceso de pronto,
haciendo casi corporal el silencio. Luego, como imitándolo, un carraspeo.
DOCTO PROFESOR: Son bien conocidas las fases de aquel combate y las añagazas que en él se
utilizaron.
Ginés de Sepúlveda. aferrado a Aristóteles. habló de ... habló de ...
Nuevo búsqueda entre los papeles que llenan -dispersos- lo mesa.
Los notos del balafón. Una a uno, primero, contundentes, espaciados, prolongándose hasta agotar
la vibración.
Luego, cado vez más suaves, se encadenan hasta formar una melodía que substituye --como fondo
sonoro a las palabras del PROFESOR- el seco crepitar de la sonaja.
DOCTO PROFESOR: iEso es, aquí está! Ginés de Sepúlveda habló. y cito. de «aquellos bárbaros del
Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio. virtud y humanidad son tan
inferiores a los españoles ... », etcétera. Y se preguntó, por añadidura: «¿Qué cosa puede suceder
a estos bárbaros más conveniente ni saludable que quedar sometidos a aquellos cuya prudencia,
virtud y religión los han de convertir de bárbaros, tales que apenas merecían el nombre de seres
humanos. en hombres civilizados ... ?»
Por primera vez, el ritmo de los cauríes golpeando lo calabozo acompaso lo sincopada melodía del
balafón.
DOCTO PROFESOR: La esclavitud humanizadora, en suma. Pero ahí le agarró Las Casas, ahí empezó a fraguarse su triunfo .... si de triunfo puede hablarse. porque convertirlos de «bárbaros»
en «seres humanos» suponía, previamente, que eso fuera posible y, por lo tanto. demostraba
que los indígenas americanos no debían ser esclavizados sino convertidos. no explotados sino
educados ... ¡Ay la cuenta de resultados!
Lo exclamación del conferenciante restallo en lo solo con cómico pavor.
Silencio.
Los monos esbozan uno gestualidad apaciguadora.
DOCTO PROFESOR: Pero el «defensor de los indios» es un hijo fiel de la Iglesia, conoce y acepta
la doctrina de Aristóteles: Sin duda existen infra-hombres a quienes Dios. en su sabiduría, ha
destinado al sometimiento y, tal vez. a salvar de ese modo ciertas cuentas de resultados ... Pero
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que no se busquen entre sus indios americanos, tan
capax Dei, sino cerca de los polos o en el
infierno ecuatorial donde viven unos seres negros y, son las propias palabras del bondadoso
fraile, «feos, bestiales y crueles».
Lo ráfaga seco de un tam-tam y restallo lo voz
DE lA CRUELDAD.
DOCTO PROFESOR: ¡Látigo!
El
DOCTO PROFESOR,
ajeno o su entamo que comienzo o animarse, prosigue irónico su exposición.
DOCTO PROFESOR: Fray Bartolomé lo lamentó -y con razón, con razón- el resto de su vida. «Yo
creía: -dijo más tarde----- que los negros eran más resistentes que los indios, que yo veía morir
por las calles, y pretendía evitar con un sufrimiento menor otro más grande».
VOZ DE LA CRUELDAD: ¡Látigo, sudor y látigo!
DOCTO PROFESOR: Aparentemente, los indios se habían salvado, se abrían buenas perspectivas
para la salvaguarda de la cuenta de resultados y no era cuestión, ahora, de iniciar una nueva
controversia sobre los
capax Dei y los negros africanos.
Abre sus monos el conferenciante en un gesto de irónico evidencio que busca lo complicidad del auditorio mientras, como en un sueño, como el eco de un lejano canto, amanece lo voz DE LA TERNURA.
Voz DE LA TERNURA: El sol despertó temprano
y encontró al negro descalzo,
desnudo el cuerpo llagado,
sobre el campo.
DOCTO PROFESOR: Ancha es Castilla, anchos son los mares y de buenas intenciones está empedrado
el infierno. Más de trece millones de africanos cruzaron en tres siglos los océanos ... aunque sólo
once llegaran a puerto.
VOZ DE
LA
CRUELDAD: ¡Látigo, sudor y látigo!
2. Látigo, sudor y látigo
Uno hermoso muchacho negra, lo esquivo NOCHE, asomo indeciso por un lateral de lo escena. Lentamente -mientras lo voz DE lA CRUELDAD Y lo voz DE lA TERNURA inician el recitado de los poemas y los
palabras de Nicolás Guillén se convierten en nostalgias y amenazas, en lamentos y en azotes ... , en
ormos-, el cuerpo de lo NOCHE esbozo los primeras ondulaciones de su danzo, los posos de su ritual.
Sus monos acarician los sonidos, los agarran y los lanzan, sus pies puntean el ritmo de los versos, sus
caderas se convierten en el redondo soporte del son.
En lo meso, junto 01 brillo verde de lo lámpara, el DOCTO PROFESOR prosigue, mudo, lo conferencio. Su
rostro compone graves expresiones, sus monos --pausadas- enumeran ... Pero sólo se escuchan los
VOCES DE lA CRUELDAD Y lA TERNURA enmarcados por episódicos redobles de tam-tam, ráfagas sonoras,
algún tañido de lo kora y, aquí y allá, los notos dispersos del balafón.
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Los instrumentos son mínimos engarces de uno frase o otra o pedestales que materializan los palabras,
soportan su peso, se doblegan o se lanzan -como un grito- hacia lo solo.
¡Qué de barcos, qué de barcos!
¡Qué de negros, qué de negros!
VOZ DE LA CRUELDAD: Látigo, sudor y látigo.
VOZ DE LA TERNURA: África de selvas húmedas
y de gordos gongos sordos ...
-¡Me muero!
(dice mi abuelo negro)
VOZ DE LA CRUELDAD: ¡Qué de barcos, qué de barcos!
¡Qué de negros, qué de negros!
¡Que largo fulgor de cañas!
¡Qué látigo el del negrero!
VOZ DE LA TERNURA: Piedra de llanto y de sangre,
venas y ojos entreabiertos,
y madrugadas vacías,
y atardeceres de ingenio,
y una gran voz, fuerte voz
despedazando el silencio.
VOZ DE LA CRUELDAD: ¡Qué de barcos, qué de barcos!
¡Qué de negros!
VOZ DE LA TERNURA: Oh velas de amargo viento,
galeón ardiendo en oro...
-¡Me muero!
(dice mi abuelo negro)
VOZ DE LA TERNURA:
Posan los poemas ante lo meso del DOGO PROFESOR que se inmovilizo por (¡n, como un muñeco de
cera ajeno o lo escena, mientras lo NOCHE sigue trenzando en el aire estremecido lo danzo de los
palabras ... Se acerca o lo meso y, casi con dulzuro, extingue el brillo verde de lo lámpara.
Uno solo noto, agudo, de bolofán.
Poco o poco, los instrumentos despiertan de nuevo y puntúan, discretos, lo melodía de los poemas.
Estallo, iracundo, lo VOZ DE LA CRUELDAD.
Látigo,
sudor y látigo.
El sol despertó temprano
y encontró al negro descalzo,
desnudo el cuerpo llagado,
sobre el campo.
Látigo,
sudor y látigo.
VOZ DE LA CRUELDAD:
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Lo voz de lo voz DE LA TERNURA es un eco del que ha desaparecido lo cólera.
Sólo un apagado lamento.
VOZ DE LA TERNURA: Látigo,
sudor y látigo.
VOZ DE LA CRUELDAD: El viento pasa gritando:
-¡Qué flor negra en cada mano!
VOZ DE LA TERNURA: La sangre le dijo: -¡Vamos!
Él dijo a la sangre: -¡Vamos!
Partió en su sangre, descalzo.
El cañaveral temblando
le abrió paso.
Callan los VOCES y los instrumentos.
Suavemente, casi inaudible, el rumor de lo sonaja recreo el soplo de lo brisa en el cañaveral.
VOZ DE LA TERNURA: Después, el cielo callado
y bajo el cielo, el esclavo
tinto en la sangre del amo.
Los sones se hinchan y se multiplican, acompañando lo tormento que va naciendo en lo voz.
VOZ DE LA CRUELDAD: Látigo,
sudor y látigo,
tinto en la sangre del amo;
látigo,
sudor y látigo,
tinto en la sangre del amo,
tinto en la sangre del amo,
tinto ...
El estruendo amaino y sólo resueno lo voz
apago y do poso o lo voz DE LA TERNURA.
DE LA CRUELDAD
VOZ DE LA TERNURA: Yoruba soy, lloro en yoruba
lucumí...
La
Voz
DE LA CRUELDAD
prosigue en un susurro.
VOZ DE LA CRUELDAD: Tinto en la sangre del amo ...
látigo,
sudor y látigo.
Voz DE LA TERNURA: Yoruba soy,
cantando voy,
llorando estoy,
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que va repitiendo el verso mientras se
y cuando no soy yoruba,
soy congo, mandinga, carabalí.
Un silencio y lo voz DE
LA CRUELDAD,
grave y lento:
VOZ DE LA CRUELDAD: ¡Qué de barcos, qué de barcos!
¡Qué de negros, qué de negros!
VOZ DE LA TERNURA: Cuelga colgada,
cuelga en el viento,
la gorda luna de Barlovento.
Mar: Higuerote.
(La selva untada
de chapapote).
Río: Río Chico.
(Sobre una palma,
verde abanico,
duerme un zamuro
de negro pico).
Blanca y cansada
la gorda luna
cuelga colgada.
VOZ DE LA CRUELDAD:
El mismo canto
y el mismo cuento,
bajo la luna
de Barlovento.
Negro con hambre,
piernas de soga,
brazos de alambre.
Negro en camisa,
tuberculosis
color ceniza.
Negro en su casa,
cama en el suelo,
fogón sin brasas.
VOZ DE LA TERNURA:
(Blanca y cansada
la gorda luna
cuelga colgada)
VOZ DE LA CRUELDAD:
Suena, guitarra,
de Barlovento,
que lo que diga
lo lleva el viento.
VOZ DE LA TERNURA:
Dorón dorando,
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un negro canta
y está llorando.
VOZ DE LA CRUELDAD: Dorón dorendo,
sepan, amigos,
que no me vendo.
Dorón dorindo,
si me levanto
ya no me rindo.
Dorón dorando,
de un negro hambriento
yo no respondo.
VOZ DE LA TERNURA: (Blanca y cansada,
la gorda luna
cuelga colgada).
VOZ DE LA CRUELDAD: ... de un negro hambriento
yo no respondo.
¡No, no respondo!
VOZ DE LA TERNURA: Yo no respondo ...
Lo NOCHE ha concluido su zarabando. Su cuerpo erguido se levanto, como uno sombra imposible, tras
lo (¡gura hierático del DOGO PROFESOR.
VOCES e instrumentos van apagándose mientras lo NOCHE levanto, poco o poco, los brazos en los que
sus monos abiertos, rígidos, son uno súplica, un lamento y uno amenazo.
Todo se inmovilizo unos instantes.
Luego, casi como en uno travesura, lo NOCHE prende de nuevo el fulgor verde sobre lo meso del DOCTO
PROFESOR.
DOCTO PROFESOR: Yo no respondo ...
Hoy telarañas en su voz, como si soliera de un largo sueño y lo niebla de los imágenes siguiera
empañándole los ojos.
DOCTO PROFESOR:YO no respondo ... Nadie respondió durante siglos ... O tan poco ... ¡tan poco!
y,
sin embargo, las cosas habían cambiado, llegaron los derechos del hombre y del ciudadano ... ¡Ah,
esos famosos derechos! Y mientras se abolía la esclavitud, los niños ingleses eran encadenados
a las máquinas de la Revolución Industrial ...
En algún imperio se estaba poniendo para siempre el sol ... En otros, amanecía; y Aristóteles
seguía allí... ¡erre que erre!
El conferenciante se inclino hacia un lodo sin dejar de mirar o lo concurrencia, su mono tonteo un
costado de lo meso, obre el cojón y soca uno rojo nariz de payaso. Sus dedos juguetean con elfo
mientras prosigue su exposición.
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DOCTO PROFESOR: La esclavitud había sido prohibida, llegaba el momento del expolio de las materias primas ... y de las sacrosantas misiones civilizadoras, ¡no faltaría más!
Un róPido gesto y lo nariz de payaso es yo uno mancho rojo en el rostro del
levanto y, gravemente, enumera:
DOCTO
PROFESOR que se
DOCTO PROFESOR: Declaración de la Sociedad Antropológica de Londres, en su sesión del 17 de
noviembre de 1863:
«Primero. Que hay muy buenas razones para clasificar al negro como una especie distinta de
la europea; y si tenemos en cuenta la inteligencia, hay más grande diferencia entre el negro y el
anglosajón que entre el gorila y el chimpancé.
»Segundo. Que las similitudes son más numerosas entre el negro y los monos que entre el
europeo y los monos.
»Tercero. Que el negro es inferior, intelectualmente, al europeo.
»Cuarto. Que el negro es más humano en su natural subordinación al europeo.»
El pecho del conferenciante se hincho de irónico orgullo y se deshincho, luego, en un prolongado suspiro.
DOCTO PROFESOR: ¡Ah, el bueno de Aristóteles!
Uno breve pauso.
DOCTO PROFESOR: «Quinto. Que el negro sólo puede ser humanizado y civilizado por los europeos.
»Sexto. Que la civilización europea no es adecuada a las necesidades y al carácter del negro.»
¡Tachín, tachín ... ! ¡El círculo se ha cerrado!
Lo voz se engola, artificioso y ridículo:
DOCTO PROFESOR: «Quod erat demostrandum» ... como decían los clásicos. Y los ejércitos civilizadores se lanzan a la conquista del pastel africano... Se inicia la era de las colonias.
No hay dueños ya, sólo la metrópolis ... Y esos pobres seres, que reciben como un don inmerecido
los beneficios de tanta cultura, corresponden como buenamente pueden a tanta generosidad ...
El trabajo forzoso, claro... Ferrocarriles y carreteras, es por su bien, es por su bien. Sólo casualmente el trazado coincide con las necesidades exportadoras de ciertas empresas ... El trabajo
forzoso ... y las guerras.
A medido que el conferenciante hablo, comienzan o resonar los tambores. Su ritmo se acelera sin
que el redoble acalle nunca lo voz del DOCTO PROFESOR. Luego, por fin, lo escena se convierte en un
estruendo ensordecedor y enloquecido.
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3. La noche en Semé-Podji
El frenético redoble del tom-tom sigue vibrando en el aire conmovido de lo solo donde el DOGO
parece sumido en lo niebla sonora.
Silencio.
Todo se apaciguo lentamente mientras broto, envuelto en lo calidez de los colores, uno nuevo voz
que obre un paisaje reciente junto o lo meso profesoral. Lo modera del bolofón inicio uno breve frase,
grave y casi inaudible, que envuelve el nacimiento del sol.
Lo brisa del amanecer borre los flecos polvorientos, los doctos telarañas mós olió del océano y lo
areno. Es un largo susPiro que obre lo puerto o lo voz DE LA TERNURA
PROFESOR
VOZ DE LA TERNURA:
Lo recuerdo ... lo recuerdo. ¡Oh, sí, lo recuerdo!
Lo melódico frase del bolofón asciende, prevalece unos segundos y luego callo.
VOZ DE LA TERNURA: Apenas
apuntaba el sol pero, olvidando la llamada irresistible de los tambores
que habían redoblado hasta que la luna estuvo muy alta en el cielo, los hombres de Semé-Podji
habían lanzado ya al agua las grandes piraguas multicolores. Se las veía ahora danzando en la
cresta de las enormes olas que rompían en la barra.
Agua y sudor en las pieles de los remeros. Agua y sudor.
Desaparecían luego y volvían a aparecer como si el océano los rechazara, como si los hubiera
vomitado.
En el poblado, las majas iniciaban, aquí y allá, su golpeteo en los enormes morteros mientras las
muchachas de pechos recientes regresaban de la aguada por el umbrío sendero y se detenían unos
instantes, acallados sus juegos y sus bromas, junto al deforme Legba que custodiaba la aldea.
Agua y sudor en el océano y, en tierra, el aceite de palma que empapa el vodún para que a los
hombres les sea propicia la pesca.
Los sonajas son un incesante fondo sonoro puntuado, oqu( y olió, por el pastoso vibrar de lo modera,
uno noto agudo y casi carnal como el sudor de los cuerpos.
Apenas apuntaba el soL .. Sí, lo recuerdo, lo recuerdo ... Apenas apuntaba el
sol. La noche no quería aún confesar su derrota y los fantasmas que habían recorrido la aldea
con sus temibles ropajes de rafia acababan de ocultarse en la maleza.
«Zangbetá», murmuraban los chiquillos con los ojos llenos aún de sueño y de terrores ocultos.
«Zangbetá», respondían las muchachas que alimentaban algún obscuro secreto que, tal vez, los
fantasmas guardianes que daban vida a la rafia hubieran descubierto. Pero las tinieblas se alejaban
y ya los hombres luchaban con la barra en las piraguas que llevaban las enormes redes que el
sol iba a llenar con las chisporroteantes escamas que habían vestido a sus hijos.
Las tinieblas se alejaban y las tinieblas regresarían.
En el mar soplaba la brisa. En el mar soplaba la brisa. En el mar soplaba la brisa...
VOZ DE LA TERNURA:
Lo melodía ócido de lo kora se mezclo con lo voz DE LA TERNURA que repite su frase como un ensalmo.
Los notos juegan con los palabras, los abrazan, los persiguen y los abandonan, luego, en su lento
descenso hacia el susurro.
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En el mar soplaba la brisa ...
Sí, lo recuerdo, lo recuerdo ... Apenas apuntaba el sol pero el día empezaba de nuevo y, más tarde,
todo el pueblo tiraría de las redes que los hombres estaban tendiendo ya.
El aire olía a pescado ahumado entre los chamizos y, tierra adentro, los campesinos se disponían
a cavar su campo presentando a la gran madre las ofrendas y las plegarias que -generación
tras generación- les habían enseñado sus antepasados.
«Perdóname tierra», había dicho ya Senamí, «no te hiero para dañarte, sino para dar de comer
a los míos».
Senamí era el más fuerte y valeroso de los hombres de la aldea. Sus hombros eran anchos como
el horizonte y sus brazos fuertes como las raíces de la ceiba. Sus compañeros murmuraban
que había hecho un pacto con Ogún, el vodún de los metales y la guerra, porque nadie podía
vencerle en la lucha y sus herramientas, su machete, nunca tenían que ser recompuestos por el
herrero cuya forja hacía arder sus ascuas alejada del poblado y la ribera.
VOZ DE LA TERNURA:
Irrumpe, bronco, lo voz
plácido paisaje.
DE LA CRUELDAD. SUS
palabras son un brusco contrapunto que hoce añicos el
VOZ DE LA CRUELDAD: ¡Basta ya, hermana, basta ya! Tu madre tierra era una madrastra avarienta
y Senamí apenas podía hacer crecer sus ñames y su yuca. Basta ya ... Semé-Podji estaba lleno de
miserables intrigas y el blanco había despoblado la aldea para utilizar sus brazos en los trabajos
forzosos. Tenían que abrir carreteras y tender puentes como arterias por las que fluía la sangre
de los suyos, sus pobres riquezas.
Ni el príncipe ni el pescador se libraban de la tarea. Y en la tarea morían, a veces, pescadores
y príncipes.
Tu Semé-Podji, hermana, es un sueño.
Un solo, seco, redoble de tambor: Luego, como uno respuesto, el chisporroteo de los sonajas que
menguo hasta fundirse con lo voz DE LA TERNURA.
VOZ DE LA TERNURA: Sí, mi Semé-Podji es un sueño. Pero apenas apuntaba el sol, lo recuerdo, y el
aire olía a pescado ahumado y regresaban, bromeando, las muchachas con la jarra en la cabeza
y las abigarradas piraguas hendían la barra y Senamí, el robusto, el apuesto Senamí, hundía su
azadón en la tierra mientras en el patio de su choza la esposa reciente se disponía a majar el
ñame que le servirá de alimento.
VOZ DE LA CRUELDAD: Tu aldea es un sueño, hermana, tu aldea es un sueño ... Hace casi medio
siglo que llegaron los franceses, y unos hombres extraños, unos hombres ajenos dictan las leyes,
deciden y ordenan el transcurso del tiempo. Míralos acercándose a tu aldea, ellos destrozarán
tu sueño ...
VOZ DE LA TERNURA: Sí, también Senamí los vio. El sol estaba ya alto ... lo recuerdo, lo recuerdo ...
y la calle del poblado se llenó de carreras. Las mujeres habían abandonado sus labores y los
campesinos regresaban presurosos de los sedientos campos ... Solos, a lo lejos, los pescadores
se dejaban acunar por el océano.
En Semé-Podji florecía la curiosidad mientras el blanco uniformado, su intérprete y los ancia-
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nos formaban un inmóvil grupo bajo el árbol que tantas veces había acogido las veladas del
poblado.
VOZ DE LA CRUELDAD: Pero nadie escuchaba a los ancianos, hermana, el árbol no sirvió aquel día
para que, a su sombra, se resolvieran los asuntos de la aldea, las reyertas familiares; el árbol no
sirvió aquel día para cobijar al bokonon que consultaba, con sus extraños rosarios, los signos del
Fa que servían de voz a los vodunes y a las fuerzas que gobiernan la vida y la muerte.
No, aquel día el árbol no fue el lugar de la palabra que se escucha y se devuelve, sino el estrado
donde se imparten las órdenes.
Los VOCES DE LA CRUELDAD Y LA TERNURA se alternan y se contradicen, se apoyan y se separan; el mismo
paisaje y distintos mirados, los mismos palabras y distintos oídos. Y los instrumentos ancestrales
haciendo resonar -secas o deslizontes- sus voces de metal, de piel o de modera. Un diólogo en
el que todo son correspondencias.
Lo palabra de lo ternura puede ser malva como el vibrar del bordón de lo kora o grano como el son
mós grave del bolofón. Y tiene lo calidez oloroso de un cuerpo de mujer.
Lo palabra de lo crueldad es agudo y amarillo como un estilete ... o negra y rotundo como lo voz del
gran tom-tom.
Voz DE LA TERNURA: Diez hombres de Semé-Podji, diez de sus hombres ...
VOZ DE LA CRUELDAD: Diez soldados para unas batallas que les son ajenas, diez reses para el
matadero.
Voz DE LA TERNURA: Diez hombres de Semé-Podji ... Diez hombres que lucharán por la libertad de
todos en lejanos campos de batalla, en la tierra de esos blancos que cruzan los mares y surcan
los aires. La libertad es de todos, no sabe de colores ni creencias, la libertad ... había dicho el
capitán con la guerrera cubierta de medallas.
VOZ DE LA CRUELDAD: ¡Diez reses para el gran matadero! ¿De qué libertad les estaban hablando?
¿Qué les importaba a ellos que los alemanes entraran en París? ¿Serían menos crueles los nuevos
dueños ... ?
Voz DE LA TERNURA: Diez hombres de Semé-Podji y Senamí entre ellos ... Toda la noche resonaron
los tambores y la aldea se llenó de cantos. Corrió la sangre de los pollos y las cabras para que
bebieran Sakpatá, la tierra, y Hebiossó, la fuerza destructora del rayo; para que bebiera Ogún, el
vodún de los herreros y la guerra. Corrió la sangre y el alcohol de palma para que los antepasados bebieran y para que la voz del Fa les fuera propicia a los hombres que iban a luchar en
la guerra de los blancos. «Yovolésin ahwan», decían las mujeres. «Yovolésin ahwan», la guerra
de los blancos, la guerra de los blancos ... cantaba la esposa reciente, con los ojos preñados de
tristeza, mientras Senamí se alejaba con sus compañeros.
Sí, lo recuerdo, lo recuerdo ... Apenas apuntaba el sol y Semé-Podji se teñía de orgullo por los
valientes guerreros ...
Voz DE LA CRUELDAD: El estúpido orgullo de las víctimas y el dolor en los ojos de las mujeres cuyo
lecho, día tras día, iría convirtiéndose en un erial, cuyos lomos se doblarían ante el mortero y
sobre los campos ... y el silencio, y alguna carta, de vez en cuando, a duras penas deletreada por
los alumnos de la nueva escuela que aprendían el difícil arte de descifrar los papeles de los
blancos olvidando, poco a poco, la antigua sabiduría de sus abuelos.
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VOZ DE LA TERNURA: Una carta de vez en cuando ... Lo recuerdo, lo recuerdo ... Las mujeres recurrían
a los jóvenes que apenas habían dejado atrás las pruebas de la iniciación, pero que sabían interpretar aquellos signos llegados de lugares con nombres impronunciables, que hablaban de lugares
inimaginables y lejanos, en los que ni siquiera era posible soñar. Córcega, decían, e Italia ...
y pasaron los meses y uno de aquellos papeles habló de Alemania ...
VOZ DE LA CRUELDAD: Y pasaron los meses, y pasaron los años. «Frío», decían los papeles ... Los
dedos ateridos, el aliento que brotaba hecho niebla de la boca ... Los papeles decían «frío» y
aquello sí, aquello era inimaginable.
Pero los papeles hablaban también de dolor, hablaban de muerte. ¿Quién ignora lo que es eso?
Nueve hombres de Semé-Podji enterraron, cerca de Nápoles, a su compañero. Muerto, dijeron
los papeles o el rumor que llegaba de alguna aldea cercana, o de más allá, detrás de la laguna, de
la hermosa Hogbonu a la que los blancos, en su obsesión, habían bautizado Porto-Novo.
El balarón dejo oír de nuevo su son. Apenas uno melodía, sólo unos notos lentos, casi dispersos, que
don cuerpo o lo tristeza.
Sí, es cierto. Muerte dijeron los papeles y, por ocho veces, los gritos y los
llantos hicieron temblar las chozas de Semé-Podji.
VOZ DE LA CRUELDAD: Ocho cuerpos enterrados lejos de la tierra de sus antepasados, lejos del
altar doméstico donde se les hubiera honrado; nadie se ocupó, claro, de ocho cuerpos obscuros
ante tanta muerte blanca. Pero dime, hermana, ¿podrán beber sus sombras, sus almas errantes,
el licor de palma y el agua que ofrecen los suyos a la tierra ... si esa tierra roja no los alberga, si
su tumba permanecerá vacía como una vagina estéril?
Pero dime, hermana, ¿a qué linaje dio vida aquella muerte?
VOZ DE LA TERNURA: Toda sangre es un arroyo que encuentra siempre el camino para llegar al río,
y la tierra es un inmenso vientre fértil a pesar del fuego, a pesar del frío.
Pasaron los meses, sí, pasaron los años y no llegaban ya cartas a Semé-Podji porque al pescador
que conocía los extraños signos y el papel que hablaba la lengua de los blancos no le acunaba
ya la fuerza del océano jugando con la barra.
VOZ DE LA CRUELDAD: No, nada le acunaba ya; ni el océano, ni los brazos de las muchachas, ni la
voz, acerba a veces, de la madre que le había llevado a la espalda, que le había alimentado con
sus pechos y con el aroma almizclado del sudor que brotaba de sus hombros.
Su cuerpo nutría, ahora, una tierra ajena.
VOZ DE LA TERNURA: Ninguna tierra es ajena cuando tu sangre la riega ...
VOZ DE LA CRUELDAD: No decían eso los hombres de las estrellas y los galones, no decían eso
las leyes.
VOZ DE LA TERNURA: Eso dijeron, sin embargo, los ancianos después de consultar con el bokonon
yeso decía, poco después, el rumor que corrió por las polvorientas calles de Porto-Novo, que
llenó el gran mercado hasta que una mujer lo hizo llegar, con sus vacías espuertas, hasta las
chozas de Semé-Podji.
Senamí había sido condecorado por su valor y la guerra había terminado. La muerte, ahíta ya,
permitía que los hombres regresaran. A la sombra del gran mango los ancianos ordenaron que
VOZ DE LA TERNURA:
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resonaran los grandes tambores que habían enmudecido desde los tiempos del glorioso Tofá. Los
hombres regresaban y un nuevo fulgor lucía en los ojos de la esposa. Los hombres regresaban
y la aldea se disponía a honrar su valor.
VOZ DE LA CRUELDAD: Sí, de los diez que partieron regresaban dos. ¿Qué danzas se bailarían en el
poblado? ¿Qué tambores redoblarían? Tal vez los que acompañaron la sangrienta singladura de
los barcos negreros, los del látigo y el sudor: .. Tal vez los del trabajo forzoso y el espolio. ¿Bailarán
tus muchachas la danza del desprecio y de la sumisión?
Partieron diez, hermana, y dos regresaban de aquella muerte ajena. ¿Qué danzas se bailarán en
el poblado?
VOZ DE LA TERNURA: Sí, lo recuerdo, lo recuerdo; apenas apuntaba el sol cuando partieron y el
rumor llegó al ocaso. Pero Senamí y su compañero regresaban y habían demostrado su valor;
las muchachas danzaban en honor de los antiguos héroes y resonaba el tam-tam.
Un largo redoble acollo lo voz DE LA
y enmudecen de pronto.
Silencio.
TERNURA Y,
uno o uno, todos los instrumentos acompañan su ritmo
DE LA CRUELDAD: Sigue hermana. No calles ahora ... Recuerda, recuerda. Regresaban dos
hombres pero sólo uno llegó.
Allí, lejos, en el país del frío les habían enseñado el uso de otras armas. No las flechas ni las
azagayas, no los antiguos mosquetes de la trata.
Senamí y sus compañeros conocieron las ametralladoras, los obuses y las granadas, esos extraños frutos que se abrían en flores de fuego y entrañas. Senamí tenía en sus manos el fusil y la
condecoración le adornaba el pecho, pero de nada le sirvió eso en Tiaroye. Recuerda hermana,
recuerda ... Tu héroe nunca .llegó a Semé-Podji, a su sonora playa del golfo de Guinea, y los tambores callaron, y las muchachas detuvieron sus risas y sus danzas.
VOZ
Comienzo o sonar; casi como un susurro, el rumor seco de los sonajas que crece y crece hasta ser el
eco de uno lejano tormento que sirve de fondo o los palabras de lo voz DE LA CRUELDAD.
DE LA CRUELDAD: Recuerda hermana, recuerda; en Tiaroye los hombres que habían luchado
por la libertad de todos, los hombres que habían enterrado, lejos del cálido manto de su tierra,
a los hermanos muertos por la igualdad de todos, supieron por fin que la libertad depende
siempre de quienes la administran, que la igualdad de la sangre derramada no hermana a la
que corre aún por las venas, bajo las pieles de un color distinto. Supieron entonces que les
habían hablado de una fraternidad que se esfumaba, como los fantasmas al amanecer -como
aquellos «Zangbetó» de sus aldeas al nacer el día- cuando cesaba el tableteo de las armas y
las bombas dejaban de caer:
y levantaron la voz, y lanzaron el grito.
En Tiaroye, hermana, recuérdalo, en las arenosas playas de Senegal, tan cerca ya de su aldea, tan
cerca de Semé-Podji donde las muchachas aguardaban su llegada para iniciar la danza y en los
ojos de la esposa abandonada había nacido un nuevo fulgor: ..
En Tiaroye, hermana, ¡recuérdalo!, Senamí unió su grito al de muchos otros que denunciaban el
VOZ
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engaño... En Tiaroye, hermana, Senamí levantó el fusil que le habían enseñado a utilizar. Su fusillibertad, su fusil-igualdad, su fusil-fraternidad ...
El crePitar de los sonajas se convierte en un estruendo y suenan los tambores, como un estallido,
como un inacabable tableteo.
Silencio.
VOZ DE LA CRUELDAD: En Tiaroye, hermana... irecuérdalo, oh sí, recuérdalo!, las balas de sus oficiales
y sus compañeros de armas silenciaron para siempre la voz de Senamí... y calló la libertad, y la
igualdad se escurrió entre la maleza, y la fraternidad ... la fraternidad ...
Silencio.
VOZ DE LA TERNURA: Sí, lo recuerdo, lo recuerdo ... La noche había caído sobre Semé-Podji y sólo
uno de los diez había regresado.
VOZ DE LA CRUELDAD: La noche había caído sobre Semé-Podji porque ni uno solo regresó, porque
partieron diez hombres y volvió un soldado que había aprendido a manejar el fusil y vestía un
uniforme extraño.
No hubo tambores aquella noche, cuando el soldado recorrió la aldea; no hubo danzas ... En
Porto-Novo corrían vientos de rebeldía y era preciso dar una lección a los revoltosos y mantener
el orden en la circunscripción colonial.
No hubo danzas aquella noche, ni los ancianos recibieron bajo el gran árbol al recién llegado
que recorría, lentamente, la aldea con sus compañeros uniformados.
Dieron luego, todos, media vuelta y se alejaron para seguir patrullando.
Voz DE LA TERNURA: Sí, lo recuerdo, lo recuerdo ... Partieron diez hombres y apenas apuntaba el
alba.
VOZ DE LA CRUELDAD: Recuerda, hermana, recuerda. La noche en Semé-Podji, la noche en SeméPodji, la noche en Semé-Podji ...
4. La muerte del hombre
Se hoce un largo silencio mientras los fantasmas que, antaño, poblaron Semé-Podji huyen entre bastidores o se esfuman por el patio de butacas.
En el escenario -despacio- el payaso de lo Sociedad Antropológica de Londres cede su rojo nariz
01 DOCTO PROFESOR que mira o lo solo con sus ojos miopes y cierto pasmo ... , como descubriéndolo. Luego,
levanto, formando un círculo, el índice y el pulgar que se detienen, por un momento, ante su rostro. El
extraño monóculo se animo de pronto y puntúo lo lento vocalización que quiebra el silencio:
DOCTO PROFESOR: Ha.bía Ile.ga.do el mo.men.to de las in.de.pen.den.cias ...
En el rostro del DOCTO
prosigue lo disertación:
PROFESOR
aparece uno expresión extática, pero se sobrepone enseguida y
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DOCTO PROFESOR: Había llegado el momento de las independencias, sí. De buen grado o por la
fuerza, Inglaterra, Francia comenzaban a perder sus imperios ... A otros les había tocado antes;
ya se sabe, no por mucho tempranar amanece más madruga.
Aparece en sus labios uno risita Infantil que resueno, Insólito, en lo solo.
DOCTO PROFESOR: África comenzó a llenarse de combates y esplendorosos momentos: se componían nuevos himnos, se izaban nuevas banderas mientras los periódicos europeos chorreaban
descripciones de horrendas matanzas (¡esos salvajes!) y proliferaban los terribles «mau-mau»
en las pantallas de los cines de barrio.
En España, cierto verano a comienzos de los 60, un cretino se llenó los bolsillos con la «canción
del verano»:
«¿Qué pasa en el Congo?», cantaba. «Que al blanco que pillan lo hacen mondongo.»
El DOCTO PROFESOR se levanto, artrítico, de su silla. Yo de pie, obre el cojón de lo meso y soca uno largo
y estrecho cartulina troquelado. Avanzo luego, arrastrando los pies, hacia el proscenio mientras, en
sus monos, lo cartulina se convierte en uno corono real de juguete.
DOCTO PROFESOR: ¡Ay el Congo ... ! Cuántos disgustos le había dado ya al buen rey Balduino -el
de Fabiola, ¿recuerdan?- cuando aquella mañana del 30 de junio de 1960 se dispuso a conceder, magnánimo, la independencia a sus revoltosos súbditos negros. Les tenía preparado un
hermoso sermón.
De pie en pleno proscenio, luciendo lo mancho rojo de su nariz, el DOCTO PROFESOR se corono solemnemente mientras los VOCES DE LA TERNURA Y DE LA CRUELDAD abandonan sus puestos, o ambos lodos
de lo meso, e inician su metamorfosis.
Apoyado en los bambalinas, brotando de los ropajes de lo voz DE LA CRUELDAD, nace el HOMBRE QUE VA
A MORIR tras enfrentarse, sorcóstlco, 01 buen REY BALDUINO; y, 01 fondo, lo voz DE LA TERNURA se convierte
en el CORIFEO.
REY BALDUINO: Durante 80 años, Bélgica ha enviado a vuestro suelo sus mejores hijos, primero
para liberar la cuenca del Congo del odioso tráfico de esclavos que diezmaba sus poblaciones;
luego para que se aproximaran, unas a otras, etnias que, antaño enemigas, se disponen a constituir, juntas ...
HOMBRE QUE VA A MORIR: ¡Vosotros, amigos que habéis luchado a nuestro lado ... !
El REY recibe, como un puñetazo en pleno rostro, el grito del HOMBRE QUE VA A MORIR. Colla desconcertado
y, por unos Instantes, sus mirados se encuentran. Ni el menor estremecimiento conmueve lo figura del
HOMBRE, todo su cólera se concentra en los ojos hasta que se pone unos gafos de grueso montura.
Bolbuceonte primero, recuperando despacio su aplomo reglo, el rey de los belgas prosigue:
REY BALDUINO: Cuando Leopoldo
11
emprendió la gran obra que hoy se ve coronada...
Broto de lo obscuridad lo voz del CORIFEO apagando momentóneomente el discurso del soberano que,
sin embargo, sigue leyendo.
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CORIFEO: Leopoldo 11 nunca puso sus pies en el Congo, pero los beneficios obtenidos con la
explotación del caucho y el copal fueron a engrosar; por completo, su fortuna personal.
REY BALDUINO: ... cuando Leopoldo
11
emprendió su gran obra lo hizo como un civilizador. El Congo
ha recibido ferrocarriles, carreteras, líneas marítimas y aéreas que han favorecido su unidad.
CORIFEO: En 1880, al iniciar Leopoldo su «labor civilizadora», el Congo tenía unos veinte millones
de habitantes, pero sólo diez en el censo de 1924.
REY BALDUINO: ... Un servicio médico, cuya puesta a punto exigió varias decenas de años, fue
puesto pacientemente en marcha y os ha liberado de muy devastadoras enfermedades ... Se han
construido numerosos y bien equipados hospitales. La agricultura se ha mejorado y modernizado.
Se han edificado grandes ciudades y, en todo el país, las condiciones de higiene y de vivienda
revelan notables progresos. Algunas empresas industriales han puesto de relieve ...
A medido que va hablando, como autoconvenciéndose, el ridículo monarca asegura el gesto, afirmo
lo voz, pero le interrumpe el
rañados hilos.
CORIFEO
y el
REY
parece desmadejarse como uno marioneta de enma-
CORIFEO: Así fue aquel 30 de junio de 1960. Y el rey de los belgas enumeró y enumeró los beneficios que la colonización y el expolio sistemático habían reportado a sus súbditos ...
Lentamente se acerca
payaso.
01 HOMBRE QUE VA A MORIR.
Acompañado por los hipos, casi histéricos, del real
REY BALDUINO: ¡Escuelas y misiones! ... ¡Educación y alfabetización! ... ¡Administración y emancipación! ...
¡Y os concedemos la independencia! ... ¡Y os concedemos la independencia! ... ¡Y os concedemos
la independencia! ...
Frente
01 HOMBRE
yo, el CORIFEO levanto su mono y acallo el tumulto del títere.
CORIFEO: ¿No tienes tú nada que decir? ¿Eran incultos tus antepasados? ¿No vas a defender a tus
ancestros? ¿Tanta sangre derramada?
Lentamente se dirige 01 centro del escenario, arreglo de poso, sobre lo testo real, lo corono de cartón y
purpurino. Luego, inmóvil, como si todos los emociones le hubieran abandonado, se dirige o lo solo.
CORIFEO: No estaba previsto, aquel día, que Patricio Lumumba hablara. Pero la sangre hervía ya
en sus venas ... La sangre ...
El HOMBRE QUE VA A MORIR abondono su posición indolente, tiende su puño cerrado y no hoy sorcasmo
yo en su voz cuondo grito, de nuevo, mientras el CORIFEO desoparece en lo penumbra del (onda:
HOMBRE QUE VA A MORIR: ¡Vosotros, amigos que habéis luchado a nuestro lado... !
Todos se petrifican y el silencio es uno loso en lo que el HOMBRE
QUE VA A MORIR
escribe su epitafio:
HOMBRE QUE VA A MORIR: Ningún congoleño digno de este nombre podrá nunca olvidar que
la independencia se ha conquistado con la lucha, una lucha de cada día, una lucha ardiente e
idealista, una lucha en la que no hemos escatimado nuestras fuerzas, ni nuestras privaciones, ni
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nuestro sufrimiento, ni nuestra sangre. Porque fue una lucha de lágrimas, de fuego y de sangre
de la que nos sentimos orgullosos hasta lo más hondo de nosotros mismos, pues fue una lucha
noble y justa, una lucha indispensable para poner fin a una humillante esclavitud que nos había
sido impuesta por la fuerza.
Animándose lentamente, lo marioneta real se quito lo corono y lo deposito de nuevo en el cajón
mientras el HOMBRE QUE VA A MORIR, imperturbable, prosigue con su soflamo.
El DOCTO PROFESOR, renacido, se quito también su nariz de payaso y vuelve o sentarse detrás de lo
meso.
HOMBRE QUE VA A MORIR: Nuestra suerte en ochenta años de régimen colonialista, nuestras heridas
son demasiado recientes y dolorosas aún para que podamos expulsarlas de nuestra memoria.
Conocimos el trabajo extenuante exigido a cambio de salarios que ni siquiera nos permitían
saciar nuestra hambre, vestirnos o alojarnos decentemente, ni criar a nuestros hijos como a
seres queridos. Conocimos la ironía, los insultos, los golpes que debíamos sufrir, mañana, tarde
y noche, porque éramos los «negratas». ¿Quién puede olvidar que a un negro se le trataba de
<<tú», no, claro está, como a un amigo, sino porque el honorable «usted» se reservaba, sólo, a
los blancos?
Collo,jodeonte, el HOMBRE QUE VA A MORIR. El DOCTO PROFESOR pone sus codos en lo meso, cruzo los dedos
de sus monos y apoyo en ellos lo barbilla. Hoy relentes de hastío en su voz.
DoCTo PROFESOR: Y así prosiguió, hablando y hablando ante el pobre rey de los belgas que no
esperaba, sin duda, aquella diatriba.
Nadie lo detuvo, a pesar del protocolo, pues no estaba prevista su intervención aquel día, y pudo
finalizar: «La República del Congo, dijo, ha sido proclamada y nuestro país está ahora en manos
de sus propios hijos ... » iQué ingenuidad!
Sueno, 01 fondo, lo voz del
CORIFEO
que va, poco o poco, iluminándose.
CORIFEO: iQué ingenuidad, sil Pudimos ver al hombre, Patricio se llamaba, muy poco después.
Llenó durante días nuestra pequeña ventana que iba coloreándose ... Los diamantes de Katanga,
las riquezas de Katanga eran un botín demasiado jugoso ...
DOCTO PROFESOR: iQué ingenuidad!
CORIFEO: Vimos aquellos ojos sin las gafas ya ... aquellas manos atadas a la espalda en la caja del
camión ... aquel rostro tumefacto por los golpes ... y las armas ... isiempre las armas! ... al servicio
de los poderosos.
un costado de lo escena, el HOMBRE
inclino lentamente, cae de rodillos.
A
QUE VA A MORIR
ha apaciguado el fulgor que llenaba sus ojos. Se
DoCTO PROFESOR: Y la ingenuidad es, en la política moderna, esa hedionda excrescencia del «mercado», un delito que se paga muy caro. Las televisiones de todo el mundo nos hicieron partícipes
de la tortura de aquel hombre que había soñado, de aquel hombre que iba a morir.
CORIFEO: Sus ojos, apagados ya, en la pantalla gris.
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DOCTO PROFESOR: Patricio Lumumba fue asesinado pero pudo, antes, escribirle a su esposa una
última carta, menos ingenua ya, mucho más desengañada.
Con los monos apoyados en el suelo, uno o codo lodo, el
HOMBRE QUE VA A MORIR
levanto lo cabezo.
HOMBRE QUE VA A MORIR: Lo que deseábamos para nuestro país, querida compañera, su derecho a
una vida honorable, a una dignidad sin mácula, a una independencia sin restricciones, el colonialismo
belga y sus aliados occidentales -que encontraron apoyos directos e indirectos, deliberados o no,
en algunos altos funcionarios de las Naciones Unidas, el organismo al que habíamos concedido
toda nuestra confianza cuando apelamos a su ayuda- no lo desearon nunca.
CORIFEO: El hombre que va a morir despierta por fin de su ensueño. ¡Escuchad le!
HOMBRE QUE VA A MORIR: Han transformado la independencia de nuestro pobre país en una
jaula y nos contemplan desde fuera, con benévola compasión unas veces, otras con júbilo y
complacencia.
Resueno un solo, estruendoso, redoble de tambor y el HOMBRE
QUE VA A MORIR
dejo caer su cabezo.
DOCTO PROFESOR: Patricio Lumumba fue asesinado, sí, y se conoce hoya sus asesinos. Pero no
fue el único que vio cómo se desvanecían sus sueños. Algunos le habían precedido y otros le
siguieron. Se esfumó así la utopía panafricanista de Kwame N'Krumah
y, más tarde, la sangre de
Thomas Sankara regó la Tierra de los Hombres Libres que le debía su nombre.
CORIFEO: No, no fue el único. Algunos le habían precedido, otros le siguieron.
DOCTO PROFESOR: Y África siguió siendo el pastel que todos devoraban.
5. El río obscuro
Hoy en lo escena, por unos segundos, uno solemnidad inmóvil. Poco o poco, los muertos evocados
regresan o su olvido y, en lo penumbra, renacen los instrumentos.
El CORIFEO se alejo mientras el HOMBRE QUE VA A MORIR se despojo de su ropo. Descalzo y con el pecho
desnudo, negro, el PARIA se yergue.
PARIA: Ya lo veis, antaño -hace sólo un momento- fui esclavo, surqué el océano en la obscuridad de las calas y mi sudor alimentó el brillo de las minas, las blancas flores del algodón o la
sangre azucarada de la caña.
Ya lo veis, fui luego soldado, me pusieron un arma en las manos para que defendiera esa libertad
que tantas veces me habían negado ... que tantas veces me negarían aún ... más tarde. Mucho
más tarde.
Ya lo veis, cuando creí que se levantaba un nuevo día cayó una vez más la noche.
Retumban, secas, todos los
VOCES
que van poblando el espacio.
VOCES: ¡Látigo!
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PARIA Y fui presidente derrocado porque alguien no quiso que mi obra perdurara.
y fui primer ministro asesinado porque alguien había dispuesto ya de la riqueza de todos.
y fui el hombre que iba a morir mientras las naciones le contemplaban.
VOCES: ¡Látigo, sudor y látigo!
PARIA: Soy ahora. Soy aún.
Soy el hambre en los campos devastados por la guerra. Soy el niño que degüella porque eso
le han enseñado. Sólo eso.
VOCES: ¡Soy ahora! ¡Soy aún!
PARIA: Soy el campesino al que se le niega el agua. La mujer que grita con los muslos abiertos,
cubiertos de sangre. Y soy el hijo de su violación, el niño que muere al nacer o nace para la
muerte.
El CORIFEO avanzo y, 01 otro lodo de lo escena, su voz se hoce eco dolorido para el grito del
PARIA.
VOCES: ¡Pobres negros! iPobre África!
PARIA: ¡Basta ya! ¿Quién quiere tu compasión? ¿Has olvidado, acaso, la voz del hombre? «Nos
contemplan desde fuera ... Con benévola compasión», le dijo a su compañera. Pero tu compasión
es, también, tu coartada y no me sirve ... Ya no nos sirve.
CORIFEO: Eres la miseria que debe ser socorrida ...
PARIA Soy ahora. Soy aún.
Sólo en tu corazón debes buscar la miseria... ¡Tantas veces acudiste a mn ¿Dónde está hoy el
precio de la sangre?
Soy el río obscuro que derriba las compuertas.
VOCES: ¡Que de barcos, que de barcos!
¡Que de negros, que de negros!
PARIA Soy ahora. Soy aún.
Me miras benevolente o con maligna complacencia desde la cárcel que te has construido para
mantenerme encerrado fuera.
Pero soy ahora. Soy aún el río obscuro que derriba, noche tras noche, las compuertas.
Y mis aguas disolverán tu miedo.
VOCES: ¡Que de barcos, que de barcos!
¡Que de negros, que de negros!
Los instrumentos comienzan o puntuar los palabras del PARIA que ha cerrado los puños y levanto lo cabezo
como si buscara o lo NOCHE que trenzo, yo, su danzo en lo escena.
PARIA: Sí, soy ese río obscuro que cruzó hace siglos el océano, soy esa sangre fértil que tiñó de rojo
las eternas amapolas de vuestros barbechos.
Ningún desierto me detuvo entonces. Ningún estrecho.
Mis manos estaban llenas y no supiste verlo.
Aquí las tienes ahora. ¡Aprende a mirarlas!
Ningún desierto me detendrá ahora. Ningún estrecho.
Te ofrezco lo que llevo en mis manos, los caminos que mis ojos supieron abrir; esa mirada que ya
has olvidado.
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iQue de barcos, que de barcos'
iQue de negros, que de negros!
VOCES:
Los VOCES repiten o coro los dos versos que, poco o poco, se acollan apagados por el redoble atronador de
los tambores. El DOCTO PROFESOR se levanto de su silla y avanzo haCia el pmscenlo poro unirse o músIcos
y actores.
De un solo brinco, lo NOCHE sube o lo meso y danzo, allí, uno violencia que va dulClftcándose hasta hacerse
dulzuro. Todo colla por fin, salvo lo melodía del bolorón, y el cuerpo de lo mUjer Inmóvd, con los brozas
levantados y los dedos muy abiertos, reproduce lo figuro del árbol que albergó 01 DOCTO PROFESOR POI un
momento, sólo los notas del balarón. Y, luego.
D OCTO PROFESOR: Por Europa, por nosotros mismos, por la humanidad entera, compañeros, hay que
cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un hombre nuevo.
Caen lo obscundad y el stlenClo.
Estos parias , ¡ay dolor! , que ves ahora ..., de Manu el Serrat. Oirecció:Jordi Mesalles.
Interpret: Anna M'Bengue (La Noche).
Teatro Salón de los Escolapios (Pamplona),
22 d'octubre de 2004.
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