Chivos expiatorios Y otros relatos

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Oubali Ahmed
Y
Chivos
expiatorios
otros
relatos
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etc.-, sin el permiso previo y por escrito del titular de los derechos de propiedad intelectual.
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Dedico este libro a los personajes del mismo.
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PRÓLOGO
LA
LARGA
SOMBRA
DEL
CUENTO
El relato considerado, por algunos, como el hermano menor de la
novela, es por sí mismo mayor de edad. En literatura escribir relatos
supone destreza y dominio de la técnica de la narración. Exige
saber escoger pequeñas dosis de todos aquellos aspectos que
argumentan una novela. El relato requiere una gran agilidad mental.
Las secuencias del relato se comprimen y se amplían a lo largo de
los breves fragmentos o dominios que lo sustentan.
El libro que nos ocupa CHIVOS EXPIATORIOS Y OTROS
RELATOS del escritor marroquí Ahmed Oubali, cumple
sobradamente las técnicas que requiere todo relato y todavía más,
pues al estar escrito en español por un autor marroquí, supone un
perfecto conocimiento de la lengua castellana de la cual hace un
magnífico uso Ahmed Oubali. Estos relatos nos conducen al
conocimiento de las experiencias vividas por sus protagonistas,
dentro de un marco próximo y distinto o lejano, al que nos es más
conocido, y me refiero a la orilla española del estrecho de Gibraltar;
ya que a través de este libro nos acercamos al modo de vida del
Marruecos actual.
Las temáticas tratadas son diversas: el amor, lo fantasmagórico, la
intriga, el fracaso, el misterio, la obsesión, la mentira o el trauma
psicológico.
Todos los conceptos expresados anteriormente forman parte del
componente temático de los once relatos que componen el libro.
En Chivos expiatorios, Munir y Alicia protagonizan un relato que
acaba en tragedia. Alicia se propone eliminar al marido y al amante
al mismo tiempo.
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Carnaval de serpientes es un relato donde la muerte es
protagonista. El ataque inexplicable de serpientes cuya mordedura
tiñe de pavor un poblado es el eje central sobre el que gira la acción
del relato. Las serpientes también tienen derecho al carnaval.
Gusano entres fresas, se desarrolla en torno a la conducta de
Selam/Elías, cuya lasciva presencia se desdobla para satisfacer
sexualmente a dos gemelas, buscando como finalidad la fortuna de
las dos mujeres.
Firdaus Diouri es la protagonista de Cita con la muerte. La joven
Firdaus se ve utilizada y después víctima del desprecio de su
novio, al que sólo le importa el dinero.
En su camino hacia el suicidio Firdaus conoce a un joven español
que intentará salvarla de la muerte. El desenlace es conmovedor.
El misterio desvanecido en las argucias de un viejo héroe de la
Guerra Civil española que busca venganza por resentimiento, es el
tema de El diablo de las Hespérides.
La muerte es la invitada de luto que invita a leer Las pateras de la
muerte, donde únicamente se salvan los dos protagonistas
principales del relato.
Venganza seropositiva, centra su temática en la joven Saída,
víctima del sida y de numerosos ultrajes que la condujeron a la
prostitución. Saída esgrime toda una estrategia hábilmente
estudiada para vengarse, contagiando el sida a todos los que
abusaron de ella.
Amor aéreo tiene como tema central el amor que surge entre las
tres parejas que viajan de Madrid a Marrakech, particularmente
entre una española y un marroquí, relato que sorprenderá a
aquellos que no creen en el matrimonio mixto.
Abdelatif sospecha que su mujer lo engaña con sus amigos y
programa su envenenamiento. Víctima de su obsesión irracional,
termina encontrando la muerte en el episodio que él mismo
desencadena en El obseso.
La bolsa escarlata es el hilo conductor del relato que lleva este
nombre. Un heredero (¿El más inteligente?) debe asesinar a todos
los demás para quedarse con el pastel.
En Distorsión del tiempo, Nadia encuentra su equilibrio personal,
gracias a la ayuda del doctor Ubaldia que, mediante el psicoanálisis,
logra desterrar un pasado macabro donde es asesinada la madre
de la joven.
Los personajes y sus actitudes, el entorno mediático de las
acciones desarrolladas en el transcurso de los eventos, los lugares
reflejados, diálogos y expresiones, las descripciones, los
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argumentos; todo está tratado con un vocabulario amplio y
adecuado, dentro de un marco sintáctico que demuestra un perfecto
conocimiento del mismo.
Estamos ante desgarradoras narraciones…Temas tan variados y
emblemáticos como la mujer objeto sexual, la infidelidad, el
engaño, el asesinato, la emigración con sus macabros desenlaces
y una desesperada y angustiosa fuga hacia delante…de la injusticia
y del odio.
El interés del lector se encuentra siempre “a pie de relato”
constituyendo uno de los ejes que dan testimonio de la buena
factura de los relatos que nos presenta Ahmed Oubali en esta obra
variada y llena de experiencias distintas que invitan a la lectura.
Las ciudades de Larache y su castillo de Las Cigüeñas , Tetuán y
sus calles bulliciosas, colmadas de historia, Tánger: el cabo
Malabata, el hotel Solazur, la avenida Mohamed V o el Zoco
Grande, Casablanca, Marrakech, el aeropuerto de Barajas;
Madrid...están presentes en los relatos de Oubali, junto a
protagonistas marroquíes y españoles: Alicia, Munir, Aurora, Adel,
Firdaus, Rodrigo... todos ellos, al lado de otros nombres, son fusión
de dos culturas, la marroquí y la española que el autor, una figura
determinante del hispanismo marroquí, quiere reflejar en una obra
plena de vivencias, exponentes de la realidad cotidiana que hoy
vivimos a ambos lados del estrecho de Gibraltar.
Paloma Fernández Gomá.
Algeciras 8 de enero de 2008
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Prefacio
Escribir relatos no es fácil. Por lo menos para mí. Es sin duda más
difícil que escribir novelas.
Porque el problema reside en las diferencias existentes entre
cuento, novela corta, relato y novela larga.
Porque una novela, corta o larga, es un conjunto de cuentos y
relatos que bifurcan y se entremezclan.
El cuento es una narración breve, imaginaria o fantástica, destinada
a un auditorio preciso. Es mayormente oral. Si narra además
acontecimientos particulares, verosímiles o no, se transforma en
novela corta. Si complicamos la trama de ésta (más de 100
páginas, por ejemplo), obtendremos lo que se llama una novela
larga: muchos personajes y muchos episodios que solicitan más
atención del lector y movilizan más su interpretación. Si, por último
y al revés, reducimos sustancialmente esta novela, estaremos de
nuevo ante un cuento.
Es por último difícil escribir relatos, porque para elaborarlos no
basta con conocer bien una lengua o una gramática. Además de
esto, es necesario adquirir otras dotes que los teóricos llaman
códigos narrativos consagrados, como el código de las acciones
(trama, intriga, desenlace), el de los personajes, el de la narración
(descripción, focalización, niveles), el cultural (color local), el
retórico (estilo) y el íntimo (relación autor-lector).
Tratándose de literatura hay que aclarar un punto. Lo que presento
en este libro no tiene absolutamente nada que ver con la realidad
vivida. Creo que lo que leemos en literatura es puramente ficticio e
imaginario, porque la ficción remite a las palabras y éstas, a aquélla,
y porque el relato nunca reproduce los hechos reales o vividos, sino
que los produce lingüísticamente. Los hechos imaginados sólo son
inteligibles si las palabras lo son también.
De allí que todo cuento es ficticio, o mejor: todo es cuento.
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Las técnicas que intervienen en la elaboración de los relatos aquí
presentados consisten en tres operaciones fundamentales:
Respecto del contenido, insistí sobre dos operaciones: la invención
(construcción de los episodios, intriga, tiempo espacio, personajes,
desenlace, hipo-hipertexto, papeles actanciales) y la narración
(voces, focalización, niveles narrativos, perspectivismo, discurso
implícito, explicito...)
Respecto de la forma o textualización, me esmeré en utilizar una
retórica policíaca y un léxico pomposo y muchas veces aparatoso
porque adecuados al ambiente etnográfico marroquí.
De los muchos componentes que caracterizan la psicología del
personaje aquí descrito hay que destacar tres: expresión de una
ironía generalizada frente al mundo y las cosas; enunciación de un
exilio interior problemático y despliegue de una otredad como peso
insoportable del ser.
Las formas del exilio son varias: lingüística [la de la misma escritura
ya que los personajes se expresan en un tercer idioma que no es el
suyo], subjetiva y económica [la emigración aparece como la única
salvación], religiosa y social [la duda, el escepticismo y la rebelión].
Más que una búsqueda de si mismo, el exiliado emprende una fuga
hacia delante, una huida frente a su cuerpo, su sexualidad y su
familia y al final termina con la perdida del yo, el suicidio, el delirio,
la venganza y el crimen.
La otredad, consecuencia del exilio psicológico, es un sentimiento
de extrañeza surgido de la brusca observación de la pérdida y
escisión de la identidad del ser. Aceptar e integrar voluntariamente
otras culturas implica adaptarse a ellas y optar por la alteridad. El
dialogo entre culturas es el mejor camino para lograrlo. Pero la
imagen del otro no es siempre aceptada sin conflictos ni rechazos.
Según Heidegger, el hombre es tiempo [y espacio] y su vida, un
movimiento constante, un transcurrir ininterrumpido: es él y a la vez
otros. La otredad es pues la alteridad de la unidad, la
discontinuidad, el despliegue y dispersión del yo, siempre renovado
y perdido.
Quisiera insistir, por último, sobre lo ya dicho: Un relato no puede
ser sino imaginario, por el mero hecho de que es lenguaje que se
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narra, radicalmente opuesto a la esencia de la realidad que se
desarrolla fuera de las palabras (me pregunto si realmente hay algo
fuera de las palabras). Nada ridículo pues que un escritor que se
proponga gravar o fotografiar con palabras parte del mundo natural
e insistir en que es real. La cosa es obvia: ningún escritor ha
copiado jamás una realidad, lo que sí hace es producir una, pero
lingüística, es decir, una realidad de papel. Leer una novela o un
relato es penetrar en un mundo ficticio, evocado por el simple flujo
de las palabras. Entre literatura y vida, el abismo es radical. Una
literatura magrebí peculiar, por ejemplo, fue la del periodo colonial
(Protectorado, en Marruecos) donde los escritores se dividían en
dos grupos: unos delataban y condenaban las injustas actitudes del
invasor y lucharon con la pluma para contribuir a la independencia
nacional; otros, al contrario, optaron por divertir al colono,
ofreciéndole temas que tenían como objetivo ridiculizar la sociedad
magrebí y las tradiciones seculares, a cambio de bienes materiales
y celebridad. Hoy en día, no es posible imaginar una literatura que
se inspire en ambas actitudes. Ni el tiempo lo permite, ni la
situación, ni la coyuntura (existen otras formas para criticar una
realidad social: los partidos políticos y los periódicos y revistas
especializados en los campos socio-económico, políticos,
etnológicos y culturales).
Pero me dirán:
-¿Qué le queda pues al escritor por hacer, si ni siquiera tiene
derecho a instruir ya que no es profesor, ni informar porque no es
periodista, ni reformar porque no es político, ni predicar porque no
es teólogo?
-Mucho. Y sobre todo, distraer, entretener, encantar, manipular
caracteres, desviar, impresionar mediante la magia de un lenguaje
que ha de mejorar y reinventar sin cesar, invitar al viaje, seducir,
quizás…
En cualquier caso, como decía Enrique Páez, escribir siempre es
una puñalada en el corazón de la abulia, y yo diría de la
mediocridad y de la incultura.
Y para lograr superar la ficción, creo que un escritor ha de
concentrarse en la reflexión sobre la escritura misma, centrada aquí
en los delirios interminables del cuerpo y en el secreto eterno del
dolor de las voces calladas…
El autor.
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CHIVOS
EXPIATORIOS
Sinopsis: Cuando la muerte te impide realizar tus sueños más
imprescindibles…
------------------------------Aquella mañana Munir decidió gastarse toda la fortuna que poseía:
300 Dh. Se compró un par de zapatos baratos, una camisa y un
pantalón. Para él la operación en sí era una importantísima
inversión: se haría pasar por un guía y estafaría a una inocente
extranjera que le facilitaría luego papeles para emigrar. Muchos de
sus amigos, toscos y gañanes, habían utilizado este subterfugio y
están ahora cómodamente afincados en Europa. Además, él es
más aventajado que todos: físicamente se parecía a un Apolo y
hablaba seis idiomas a la perfección. No necesitaba pues ningún
ardid ni encomios ni malabarismos para lograr su objetivo.
En agosto Tánger suele estar muy concurrida y retahílas de turistas
llegan de todo el mundo y se esparcen por todos los lugares de la
ciudad.
Munir cogió la bolsa de plástico que contenía su atuendo, enfiló la
calle Ghandi y se dirigió al Zoco Grande. Entró en un baño moruno,
se desembarazó de su vieja y deslustrada ropa, se duchó y salió
media hora más tarde hecho un señorcito esmerilado y atildado.
Ninguna mujer pensaría que era de rancio abolengo y, sin postergar
la ocasión, le invitaría gustosa y se explayaría jocosamente sin
condiciones. Claro, que no tenía ni brazalete ni la gorra oficiales,
pero su cariz de hombre guapo, pautado y su sonrisa quisquillosa,
disiparían cualquier entuerto. Era también campeón en
disquisiciones de toda índole para borrar engorros, "cosa que a las
mujeres les encanta", pensó para su capote.
Cruzó la avenida Mohamed V y notó que algunas mujeres le
miraban ahora con insistente complicidad. Aquello era para
regodearse. Tenía la corazonada de que esa mañana algo
trascendental le iba a ocurrir. Una mujer apareció de repente como
por arte de magia y avanzó en dirección suya, graciosa y atrevida.
Pasó a su lado sin reparar en él, pero el joven, fascinado y
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sojuzgado por su hermosura, dio vuelta atrás y la siguió. Vio como
le ondulaban las nalgas, por llevar una minifalda muy estrecha. El
aspecto general era el de una maniquí de ensueño que dejaría
compungido y emponzoñado al más indiferente e insulso de los
hombres. Llegó a su altura y notó que hojeaba un 'Guide du Maroc'
sin detenerse. Estaba visiblemente buscando a un guía oficial.
Temiendo que alguien le adelantara, Munir aclaró su voz y preguntó
en inglés:
-¿Es Vd. americana?, farfulló.
-No. Soy española, contestó ella con una mueca displicente en la
mirada.
-Bien, pues. Podemos hablar en español. Permítame que me
presente: soy Munir Benhayún, el futuro guía más pertinaz y brioso
de Tánger.
- Veo que no lleva placa ni gorra oficial...
-Me quedan dos meses para obtener mi diploma oficial, pero le
aseguro que conmigo se quedará plenamente satisfecha.
-Veo que habla perfectamente mi lengua. Tiene además buen
aspecto. Lo que me queda por saber es: ¿cuáles son sus
honorarios y qué lugares piensa hacerme visitar?
-Por sólo 200 Dh al día, sin incluir la comida, la puedo llevar al fin
del mundo, dijo Munir en tono amistoso.
-Por el momento quiero que me lleve a las Grutas de Hércules.
¿Me puede contar brevemente la leyenda?
-Claro que sí. Tánger fue fundada por Anteo, hijo de Poseidón y
Gaya, respectivamente dioses griegos del mar y de la tierra,
muchísimo antes de que llegaran los cartagineses, los romanos y
los musulmanes...
- Ahora no, después… ¿Está lejos?
- A unos 18 km.
-Tengo alquilado un coche. ¿Cómo dice que se llama?
-Munir Benhayún, para servirla.
- Yo soy Alicia Trafalgar.
La mujer subió al coche y pidió a Munir que le indicara el camino.
Salieron de la Plaza de Francia, tomando la calle Bélgica. Se
introdujeron luego en la carretera de Cabo Espartel.
Munir le hizo algunos comentarios sobre el Cementerio cristiano, el
judío y el Monte Washington, de donde pudieron apreciar
furtivamente las lujosas propiedades y la bella vista sobre Tánger.
-Me hablaron también del Cabo Malabata, inquirió Alicia.
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-Está al otro lado de la ciudad, yendo hacia Ceuta. Hay un
maravilloso Castillo medieval, de donde se puede ver Gibraltar y la
Bahía de Tánger.
-Si no le importa, ¿me lo puede enseñar después del almuerzo?
-Usted mande, dijo con una sonrisa horadándole la nuca.
- ¿Me puede encender un cigarrillo? Allí tiene mi bolso.
Munir lo abrió, sacó un paquete de Marlboro y, antes de cerrarlo,
notó con asombro un impresionante fajo de billetes azules de 200
Dh cada. Cogió un cigarrillo, lo llevó a su boca, lo encendió y se lo
ofreció a Alicia, colocándoselo entre los labios. Luego encendió
otro, aspiró el humo, lo expiró y dijo, como en una película:
-¿Qué hace por aquí una hermosísima mujer como Usted?
-Viendo cosas y conociendo a gente nueva. Pero hábleme de usted,
si no es indiscreto.
-En absoluto. Además poca cosa tengo que decir. Soy de una
familia pobre muy numerosa. Huérfanos. Hago de guía para pagar
mis estudios y, si quiere que le sea sincero: me iría gustoso al
extranjero, si pudiera.
-¿Y por qué no puede?
-Necesito papeles o alguien que me invitara a ir. Muchos de mis
amigos pasaron el estrecho en pateras. Pero sólo llegaron
algunos…Los demás murieron ahogados.
-Veré lo que se puede hacer.
-Gracias.
Hubo un silencio. Alicia contornó una peligrosa curva, aminorando
la velocidad. Munir aprovechó la ocasión para comentar el paisaje y
terminar la historia de Tánger.
Cuando llegaron, se dirigieron directamente al lugar prehistórico y
se adentraron en los pasajes estrechos y oscuros de las Grutas. En
dos ocasiones se encontraron muy cerca el uno del otro, debido a la
estrechez de los pasajes. La fragancia de la joven azogaba
irresistiblemente la sensibilidad del guía, quien tuvo que reprimir
violentos deseos de cogerla en sus brazos y besarla. Cuando
llegaron al lugar donde dicen que Hércules tenía su alcoba, Alicia se
apoyó ligeramente en su brazo para no perder el equilibrio y él sintió
la dulce presión de su pecho turgente. De repente oscureció. El
bramar de las olas y el estropicio de las gaviotas hostigaron la
sensualidad de los dos jóvenes. Un ligero resuello de brisa les rozó
la cara.
Se sintieron por un momento atraídos. Notó él cómo ella deseaba
agazaparse en sus brazos. La agasajó y, sin demora, inclinó más la
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cabeza y la besó en la boca. Ella le correspondió con pasión. Se
quedaron besándose por un largo rato, sin separarse. Luego,
confusa, ella se irguió y dijo con voz suave y sin terminar la frase:
-Hércules, no debemos…
Animado por este nuevo apodo, la atrajo con frenesí y la estrechó
de nuevo contra su cuerpo, besándola esta vez con violencia.
Ella se abandonó al beso, cerrando los ojos y pareciendo
desfallecer. Rechistaron palabras chuscas de amor.
Por último, dijo él imperturbable:
-Lo siento, me he comportado como un rabanero o aldeano.
-No diga eso, dijo ella con voz trémula, a mí me ha gustado.
Sáqueme ahora de este tétrico lugar y lléveme a una parte más
acogedora. A un restaurante. Me ha inspirado hambre. Luego a un
hotel.
Emprendieron el camino de regreso y ella, mientras conducía,
aprovechó la ocasión para hablar de su vida:
-Hace dos años, la tele mostró un terrible accidente aéreo donde
murieron 300 personas y sólo se salvaron tres.
-¿Se refiere al avión de la KLM que salió para Buenos Aires y tuvo
un aterrizaje forzoso y fatídico?
-Ese mismo. En ese deleznable desenlace, yo salí incólume y mi
marido, el muy conocido multimillonario catalán, Álvarez Planells, se
quedó paralítico para siempre.
-Lo siento. Pero, ¿lo dejó en España?
-No. Los médicos le aconsejaron un clima árido y seco. Tenemos
alquilado un Chalet cerca del Consulado de España y nuestro
próximo destino es Marrakech, donde pensamos permanecer más
tiempo. Te llevo con nosotros si quieres.
-¿Quién cuida de él?
-El pobre es áfono y sólo se desplaza en una silla de ruedas. Sólo
puede mover la mano izquierda, con la que manipula la silla y pulsa
el timbre de alarma. Contratamos a una enfermera local que se
ocupa de él de 9 de la mañana a 9 de la noche, que es cuando
toma un somnífero y duerme hasta el día siguiente.
-La compadezco. Usted debe sufrir más que él, por razones obvias.
Suspiró ella un momento, luego con los ojos desvarados y voz
morosa, continuó:
-Después del accidente, me hundí en una adusta soledad de la que
aún sufro las consecuencias. Le cuidé con abnegación y fidelidad.
Pero mientras pasaba el tiempo, me di cuenta que necesitaba yo a
un hombre que cuidara de mí, ya sabe, que diera sentido a mí
propia vida, que hasta ahora se mermaba y amainaba a la de una
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chacha o esclava. Finalmente decidí poner fin a esta tragedia
viajando y conociendo nuevas caras y nuevas emociones.
-Usted tiene derecho a disfrutar de su vida, siendo tan guapa como
es y... muy rica.
Captó la mirada de acoso sexual del joven, esbozó una sonrisa
desmentida por el temblor de sus labios y dijo:
-Llevo mucho tiempo sin mojar…
-Entiendo…Aquí estoy para servirla.
Llegaron al puerto, bajando por la plaza de las Naciones Unidas y
aparcaron frente a un restaurante especializado en mariscos. Se
sentaron a una mesa con vistas sobre la playa y pidieron ensaladas,
pescado asado y vino blanco.
El camarero que les atendió, un hombre hosco y enjuto, se
sobresaltó al oír lo del vino y habló como un esténtor, algo medroso
y al mismo tiempo despavorido:
-Aquí se nos prohíbe servir alcohol, señores.
-¿Y si le doy 50 Dh de propina? cortó Munir con traza de acritud.
-Eso lo cambia todo, señores, pero entren y suban arriba, por favor,
contestó el pícaro con una cínica sonrisa.
Cuando terminaron de comer, Alicia pagó la cuenta y ambos
salieron rumbo a Cabo Malabata, pasando por Charf y luego por el
puente Morora.
Munir empezó a comentar, como de costumbre, el paisaje: la vista
sobre la ciudad, el Club Mediterráneo, el Hotel Holiday, el Camping
Tangis, los chalets lujosos y los múltiples apartamentos de
vacaciones y los centros de talasoterapia.
Finalmente llegaron al Castillo Malabata y Alicia se quedó
maravillada ante aquel paisaje incomparable. Alrededor se
extendían múltiples playas pequeñas y salvajes.
Muy cerca se erguía Ksar Seguir, puerto de pesca y antiguo puerto
de embarque que sirvió a llevar la guerra santa a España. Por el
lado oeste, se extendía el Cabo del León.
-Aquí fue donde reinó Calipso, hija de Atlas, el guardián de las
Grutas y del Jardín de las Hespérides, explicó Munir, algo
emocionado.
Tras visitarlo todo, decidieron echarse un momento sobre la hierba
para fumar un cigarrillo. Pero el aire y el lugar desértico les incitaron
a iniciar unos perversos escarceos sexuales que los dejaron
exánimes. Ella de nuevo le llamó "Hércules" y a él le agradó
llamarla " Calipso".
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Eran las seis y media cuando decidieron volver al centro de la
ciudad.
-Munir, estoy contentísima de haberte conocido. Espero que no me
defraudes ni fueras incauto. Hasta ahora me has satisfecho
plenamente en todo. Por eso te doblo el salario. Abre el bolso y
coge 1.500 Dh. Para cinco días. Luego ganarás otros tantos. Y esta
noche a las once, si quieres, vente a mi chalet para... ya sabes. Te
lo mereces. Necesito compañía.
-¿No es peligroso?
-No. Yo relevo a la enfermera a las 9. Poco después, mi marido
suele hundirse en un profundo sueño hasta el amanecer. Toda la
noche es nuestra.
-¿Dónde queda tu casa?
-Adelantas un poco el Consulado, tomas la carretera de la derecha
y a unos cinco minutos encontrarás un fastuoso chalet llamado
"Villa Fadwa".
-¿hay algún sereno o perro?
-Sí. Pero tú tendrás que saltar el muro por el lado derecho en su
extremidad. Sólo tienes que trepar y luego saltar al jardín. Entrarás
por la puerta trasera, la de la cocina y me encontrarás a mí.
Paró el coche junto al hotel Solazur. Se besaron un largo rato antes
de separarse.
-Bueno, te dejo aquí. Ahora yo me voy a casa a ducharme y a
descansar un poco, hasta que llegues tú. Será a las once en punto,
no lo olvides. Te tengo reservadas muchas deliciosas cosas.
Mientras cruzaba la calle, Munir metió la mano en su bolsillo y
tanteó el manojo de billetes, incrédulo y eufórico.
Se dirigió directamente al café bar donde dos de sus amigos, Yafar,
“guía” también, y un profesor de español, Ilabou, solían gastar el
último dirham tomando un par de cervezas antes de perderse en un
cine para comer su bocadillo del día, ligar con alguna chica o
terminar masturbándose en casa.
-¡Eh, amigos! les gritó Munir con voz estentórea, ¿cómo van esos
viejos huesos?, y añadió, viendo cuatro cervezas: ¿Os tocó la
lotería o qué?
Yafar era flacucho, blanquecino y lívido, de tez macilenta y los ojos
febriles. Pelo encrespado. Su ceja derecha estaba dividida por una
visible cicatriz, según él una antigua cuchillada propinada por un
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compañero a causa de una amiga que ambos cortejaban. Llevaba
sólo dos dientes en las encías superiores, de tanto fumar.
El profesor era más apuesto y agradable de ver.
-Caramba, Munir, no hay quien te reconozca, preguntó fijándose
incrédulo en la ropa nueva.
-Acercaros, viejos amigos. Sentémonos aquí. Pedid lo que queráis.
Incluso la cena y vino. Os invito. Por fin soy un hombre feliz y rico.
Y les contó todo lo sucedido.
-¡Joder, macho! Increíble, exclamó Yafar eufórico. Espero que no
nos estés contando zarandajas o monsergas. Pues yo tengo la cara
hecha un asco, las cervicales hechas cisco y trifulca y, añadió
sintiendo escozor en el estómago, tengo un hambre punzante y
atroz y llevo tres meses sin follar. Como sabes, trabajo a duras
penas para comer un día sí otro no. Esto es la hostia, tío. Estoy
desgarbado y desvaído, buscando por allí hogazas de pan que
como a secas. Ayúdame a ser como tú, joder…Ten piedad de tu
amigo.
- Mira, dijo Munir sacando el fajo de billetes, me prometió otros
tantos y mucho más...
-Vale, vale, no me tomes por soez, añadió Yafar terminando su
bocadillo de una sentada. Una mujer como esa, con un marido
como ese, es capaz de irse hasta el infierno con tal de encontrar a
alguien que la satisfaga en la cama como nosotros. Quizá lo de las
excursiones sea sólo un señuelo y lo que le interesa es un hombre
joven y apuesto para follar tres veces al día…
-Sé educado, hombre, reprochó el profesor.
-Voy con ella a Marrakech y me prometió procurarme los papeles
para emigrar. Se pone loca cuando la penetro.
-Lo tuyo es una dádiva, dijo taimado Yafar, daría todo por encontrar
a una semejante multimillonaria que me saque de este asqueroso
país y de mi mohoso y provecto destino y me haga sentirme en el
paraíso. Envidio a los que lograron emigrar.
-Controla lo que dices y no seas tenebroso, hombre, puntualizó el
profesor. Conozco a espurios y mamarrachos en peores condiciones que lograron dirimir su desdicha. Sé optimista, hombre.
-Bueno, bueno. Dejaros de sermones. Ya sabéis que no soy ningún
haragán ni uno de esos ímprobos que se enfangan en sucios
arroyos. Por cierto, acabo de conocer a una tosca y vieja turista que
me prometió un billete a América.
-Olvídala. Algo bueno o nada. Lo primero que tienes que hacer es
desembarazarte de tus harapos, ir a ver a un dentista y dejar de
masturbarte y follar con Abdeslam. Verás cómo empezarán a
interesarse por ti las tías. Vistes como un vagabundo y tienes la
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boca hecha una mierda. Toma, te presto 400 Dh pero has de
prometerme devolvérmelos lo más antes posible. Transfórmate
físicamente y acércate mañana al mediodía al chalet a ver qué
puedo hacer por ti.
Yafar le arrebató los billetes de un gesto, incrédulo.
-Eres un ángel, Munir. Te lo agradezco de todo corazón. Seguiré tu
ejemplo. Ojalá salgamos juntos de este asqueroso país donde nos
asfixiamos todos. Podré hacer de jardinero en el chalet. Sé donde
queda.
-No me hagas la pelotilla, joder…Que somos amigos…
-Lo que no hay que hacer, observó Ilabou, es gastar a troche y
moche…
-¿Qué significa eso?, preguntó Munir.
-“A troche y moche”, contestó el profesor con lozanía, es una
locución castellana que equivale a decir “en todo momento o de
cualquier manera”. Así puede decirse, por ejemplo, de una prenda
de vestir, que es usada a troche y moche, aunque también se le
aplica otro significado usándola en el sentido “de manera absurda e
irreflexiva”.
-¡Vaya enciclopedia estás hecho, macho! puntualizó Yafar, luego
prosiguió contento con sus aniñadas facciones que contrastaban
con sus maliciosos gestos:
-Bueno, chicos, celebremos este victorioso momento y brindemos
por la emigración definitiva.
Los tres amigos apuraron las aceitunas deshuesadas, la ensalada
aliñada y otros bocadillos. Se pusieron luego de cerveza hasta el
culo y se perdieron después, somnolientos pero contentos, en el
bullicio de la ciudad.
Cuando Alicia se separó de Munir, en vez de dirigirse, como lo dijo,
a su casa, torció a la izquierda, en dirección opuesta y pisó el
acelerador rumbo al hotel Alibaba que se ubicaba en las afueras de
la ciudad.
Cuando llegó, subió precipitadamente las escaleras y llamó
tímidamente a una puerta. Alguien le abrió y la dejó entrar. Era un
hombre alto, corpulento, y con un físico desagradable. Tenía el
rostro acartonado, y desencajado; parecía más bien como una
regadera, por no pegar ojo por las noches. De carácter
estrambótico, era de esos moros machistas, posesivos y ególatras.
Estaba de morros hasta el culo.
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-Pensé que me gastaste una barrabasada, dijo el gorila en tono
conminado, te vapulearía gustoso con algunos bofetones en tu
trasero si no fuera porque deseo hacerte gozar por el culo. Son ya
las ocho, mi vida.
Le pasó los brazos alrededor de la cintura, mientras le hablaba, la
atrajo hacia sí y le chascó un beso salvaje y vulgar, mordiéndole el
labio inferior y estrujándole el prominente pecho.
-Me haces daño, cabrón, gimoteó ella para distender el ambiente,
deja que te cuente, luego nos ducharemos y pasaremos al
dormitorio.
-De acuerdo, dijo liberándola, no te andes con rodeos ¿encontraste
a nuestro chivo expiatorio?
-A eso voy. Como convenimos, fui en busca de un guía simulando
interesarme por las excursiones. Escogí a un tal Munir Benhayún a
quien prometí dinero y sexo. Le conté lo de mi marido. Menuda
cabezonería tiene ese pobre ñoño…Perdió el raciocinio al instante.
Cayó en la trampa como una liebre. Como ves, la primera etapa ha
concluido bien.
-¿Y la segunda?
-Picó en el anzuelo. Se le ha puesto la cara de culo. Trepará el
muro a las once, media hora después de que llegues tú. Entrará en
el salón por la puerta trasera de la cocina. Tú saldrás a su
encuentro y le disparas a quemarropa, luego pasas al dormitorio y
le asestarás a mi marido un culatazo con el busto de Napoleón que
está sobre la chimenea. Limpiarás el arma y me la das a mí para
dejar yo mis huellas en ella, luego imprimirás las de Munir en el
busto, situarás su cadáver en la habitación de mi marido y
desaparecerás en la noche, después de forzar la cerradura de la
puerta trasera para que la policía piense en un robo con fractura. Yo
les diré que actué en legítima defensa.
-¡Como sabes cocinar historias! 0 sea, tu versión de los hechos es
la siguiente: atraída por unos ruidos sospechosos, coges la pistola,
sales de tu habitación, te metes en la de tu marido y, viendo cómo
unos ladrones estaban asesinando al inválido para luego matarte a
ti, disparas aturdida y luego llamas al sereno para que avise a la
policía.
-Eso es. Y los millones serán para nosotros, para siempre. Pasaré
un par de semanas en Barcelona, haciendo de luto y luego
volaremos a Tahití.
-¿No será mejor matar primero al inválido y luego al moro?
-Imposible. Porque: ¿quién nos garantiza que el idiota acudiría a la
cita sin falta?
19
-Eres bestialmente genial. Piensas en todo.
desnudémonos y pasemos a lo más excitante.
Bien,
ahora
Alicia se acercó a la cómoda. Sacó un neceser. Se miró al espejo,
se maquilló delicadamente e hinchó su cabellera rubia, levantando
ligeramente su pelo con sus finos dedos. “Lo que me faltaba, un
moro, pensó, un moro es moro aunque folle bien o cague oro, le
dijeron una vez”. La imagen de Rodrigo irrumpió en su mente. Su
plan era perfecto. Matarán al moro nada más llegar a Tahití.
Hasán interrumpió sus pensamientos al acercarse a ella por detrás
y procedió a desnudarla raudamente. Hacía un calor insoportable
en la habitación y ambos se sintieron liberados cuando se pusieron
debajo de la ducha fría, antes de echarse en la cama sin secarse,
como dos recién casados en luna de miel. Ella enlazó sus brazos
detrás de sus hombros. El bajó los suyos hacia sus caderas y la
besó. Sintió que su boca estaba húmeda, sus caricias candentes y
sus movimientos febriles. Entonces, desaforado y furioso, cambió
de postura para soliviantarla con saña y mancillarla con frenesí. Ella
gritó como una bestia empalagada cuando la penetró por detrás
pero el estropicio de la música enmudeció el eco de sus bestiales
jadeos y contribuyó a que sus cuerpos se desmadejaran hasta
confundirse.
Munir trepó el muro del chalet y saltó al otro lado. Contornó el jardín
y llegó hasta la puerta trasera de la vivienda, que era la de la cocina
tal como se lo había explicado Alicia.
Subió los escalones y alcanzó la puerta. La empujó ligeramente.
No estaba cerrada con llave. Esperó un momento en la oscura
cocina y, temiendo derribar algún mueble, se desplazó lentamente,
vislumbrando un pasillo que le llevaría al salón donde, creía, estaba
esperándole Alicia con los brazos abiertos, tras dejar dormido a su
inválido marido, para que ambos emprendieran el camino hacia el
séptimo cielo.
La imaginaba ya desnuda cabalgándole y la espera se le hacía más
larga. Oyó que una puerta se abría y pensó que la hora de la dicha
había llegado. Por un momento tuvo la corazonada de que un ruido
provenía de la cocina y no del dormitorio donde suponía que estaba
Alicia. Cortó su respiración para cerciorarse de que sus oídos no le
traicionaban. El ruido provenía en efecto de la cocina y no del otro
lado del salón: alguien entraba por donde él había entrado. Se
apartó a un lado e intentó agudizar la vista. Vio confusamente la
silueta de un hombre avanzar también a tientas hacia donde él
20
estaba, poniéndose también de medio lado para no tropezar con los
muebles. Las cortinas estaban todas descorridas y las puertas
correderas anchamente abiertas.
Era el amante gorila de Alicia que llegaba con puntualidad,
mientras que Munir había llegado media hora antes de lo
estipulado.
De repente los dos hombres se enfrentaron, presos de asombro y
pavor. Munir pensó un momento huir. Pero de nada le serviría.
Alertarían al sereno y el perro haría su trabajo de carnicero. Se
sintió metido en la boca del lobo.
Su instinto de conservación le instó a defender su pellejo. El gorila
sacó una daga y tendió el brazo en dirección del guía. Este se
agachó, luego se irguió. Simuló darle un puñetazo con la izquierda,
pero proyectó su puño derecho y alcanzó en la cara al gorila. Este
se arqueó en dos, su sien dio de pleno contra la chimenea y cayó
de bruces. Pero, como en las películas, se enderezó pronto, pasó el
cuchillo en su mano izquierda y alcanzó al guía en la pantorrilla
derecha, pero éste, en vez de gritar de dolor, se echó atrás, topó
con una silla y la cogió para defenderse. El amante se abalanzó
como un toro sobre él y ambos cayeron al suelo donde iniciaron una
frenética lid.
Hubo finalmente un gemido de dolor, un ruido de fractura y un
desgarramiento áspero, como cuando penetra un cuchillo en un
cuerpo blando. Reinó el silencio.
En ese preciso momento apareció Alicia con la pistola en la mano.
-Hasán, Cariño, ¿me oyes? Has derribado algún mueble y te caíste,
rechistó la mujer en la oscuridad, aquí tienes la pistola. Cógela
antes de que llegue el moro.
A Munir se le heló la sangre en las venas. Necesitó tres largos
minutos para entender el mensaje de Alicia. Comprendió que se
dirigía al ahora yaciendo inerte a su lado: ambos querían maquillar
el asesinato del minusválido e involucrarle a él en el crimen.
Viendo que nadie la contestaba, Alicia buscó el interruptor e inundó
de repente el salón de luces.
Cualquier mujer habría enloquecido al descubrir lo que vieron en
aquel momento los ojos desvaídos de Alicia: el cadáver de su
amante con el cuchillo hincado en el pecho y con los ojos
desorbitados; a Munir, con el busto de Napoleón listo a atacar y a
su inválido de marido que había logrado arrastrarse en su silla de
ruedas, buscando una respuesta a aquel alboroto.
21
Se sintieron los tres como traicionados, cada uno a su manera.
Alicia vio su plan desmoronarse como un castillo de naipes. Munir
se sintió profundamente despreciado y engañado.
Mostró en sus ojos odio y rencor. En los de ella, pánico y confusión.
Se puso a apuntar con la pistola a ambos hombres, anonadada y
sin saber qué solución escoger.
Luego todo ocurrió rápidamente. El viejo inválido presionó el botón
que ponía en marcha la silla de ruedas e inició una precipitada
corrida por el porche para chocar contra su mujer, con intención de
agredirla. Esta retrocedió, horrorizada, tropezó contra un mueble y
disparó sin querer.
El primer disparo taladró sus tímpanos. El segundo alcanzó al
inválido en la garganta. La tercera bala le perforó el ojo izquierdo.
Murió al instante.
Viendo lo ocurrido, apretó con rabia el gatillo y disparó contra Munir,
alcanzándole en el hombro derecho. Éste gimió de dolor, agitó el
busto y lo lanzó con todas sus fuerzas contra ella. La alcanzó en la
cabeza. La potencia del choque mortal la derribó al suelo y le
sacudió violentamente el brazo, haciendo que disparara
mecánicamente dos veces, alcanzando a Munir en la garganta y en
el vientre. Cayó fulminado.
El ángulo del zócalo del busto debía hundirse profundamente en el
cráneo de Alicia porque un impresionante chorro de sangre empezó
a brotar y a extenderse sobre la alfombra.
De pronto, todo quedó en silencio.
Fuera y al otro lado del chalet, el sereno y su perro continuaron
dormitando sin inmutarse.
Al día siguiente alguien perturbará el silencio y la paz en que ahora
reposan los siniestros chivos expiatorios.
Pero, ¿qué contará a la policía?
22
CARNAVAL
DE
SERPIENTES
Sinopsis:
Si no te gusta morir atacado por monstruosas serpientes, es mejor
no leer este cuento...
------------------Cuando aplastó con un golpe de palo la enorme cabeza del reptil,
pensó que aquello era sólo un incidente aislado. Pero cuando
extendió le mano para recoger el saco de patatas y volver a casa,
vio horrorizado un grupo de otros reptiles acercarse y comprendió
fugazmente que una larga pesadilla había empezado. No tuvo
tiempo de retirar el brazo: dos ardientes y largos colmillos le
perforaron las venas de la mano y otros dos colmillos se le
hundieron en la pantorrilla izquierda, mientras que una tercera
serpiente le atacó repetidas veces por la espalda. El dolor no tardó
en aterrarle. Su estómago ardió como incandescente carbón y sintió
el veneno corrosivo filtrársele en la corriente sanguínea y quemarle
las venas del corazón. Su cara se contrajo de dolor y cayó al suelo,
donde se quedó inmovilizado.
Otras serpientes enfilaron la senda que atravesaba un largo
recorrido rodeando el lago, ahora seco, para desembocar en la
aldea más próxima.
Hacía tiempo que no había llovido. La atmósfera era asfixiante y el
cielo desapacible. Los pocos árboles que se erguían por el camino
parecían unos esqueletos que la sequía de agosto amenazaba por
incendiar.
En la aldea del campesino cuyo cadáver yacía ahora frío y cargado
de veneno, las tres únicas viviendas estaban distanciadas por
algunos centenares de metros y bastaba media hora para ir de una
a otra. Eran de una planta, de barro blanqueado y construidas
alrededor de un inmenso patio que servía a la vez para perforar un
pozo, permitir a los niños jugar y a las mujeres cocinar. De las seis
o siete habitaciones rudimentariamente amuebladas, que
circundaban el patio, una estaba destinada para los animales
domésticos.
23
-Mamá, ¿no crees que papá ha tardado bastante para el almuerzo?,
preguntó la menor de las seis hijas del campesino fulminado por las
serpientes.
-Aisha, cosechar patatas requiere mucho tiempo. Así que tardará un
poco más. Mientras tanto, os voy a preparar una tortilla de huevos.
Ve a llamar a Selwa y a Fuad.
Selwa, la hermana mayor, estaba en la pequeña habitación que
servía de ocio y se disponía a vestirse tras hacer sus abluciones,
cuando vio al reptil en un rincón de la sala. Era una víbora enorme,
con la cabeza en forma de un triángulo aplastado. Empezó a
erguirse con soltura, mostrando sus colmillos en forma de unos
ganchos, dispuesta a triturar a su presa. La joven se quedó estupefacta un momento y luego visualizó la situación: el monstruo
había penetrado por la pequeña ventana pero se hallaba
afortunadamente al otro lado de la puerta. Gritar sólo empeoraría la
situación. Extendió cautelosamente la mano hacia su ropa colgada
a un clavo para echarla sobre la bestia, saltar hacia la puerta y
salvarse. Al mismo tiempo que extendía el brazo con coraje, la
víbora se abalanzó sobre ella, alcanzándola en la nuca, donde le
clavó los colmillos. Sus manos se crisparon sobre el cuerpo
pedregoso del animal e intentó liberarse de la mordedura. Pero
sintió su yugular encenderse en un fuego tan abrasador que le
provocó literalmente un vuelco en el corazón y su cuerpo desnudo
cayó de bruces como si hubiese recibido una descarga eléctrica.
De la habitación que servía de establo salieron unos mugidos
inhumanos.
A Aisha le pareció reconocer la voz de Fuad, su hermano mayor. Se
acercó, abrió la puerta vio la serpiente enrollada al cuello de su
hermano. Le estaba succionando la sangre. Aisha retrocedió,
aterrorizada, tropezó con una piedra y cayó al suelo. Fue entonces
cuando vio a Selwa con la cara desgarrada. La visión le golpeó la
retina con toda crudeza. Se echó abruptamente atrás, se levantó
con dificultad y corrió como una loca a avisar a su madre. Ésta le
ordenó ir a buscar a su padre y franqueó el umbral, armada con un
hacha. La escena le produjo náusea y hormigueos en todo su
cuerpo: el cadáver de su hijo yacía encogido, los ojos desenfocados
y la mirada fija. Las únicas dos vacas que poseían yacían también
sin vida. Intentó localizar a los malditos reptiles. Mas, ni rastro había
de ellos. Al menos en su campo de visión. Se arrastró como una
autómata hacia el cadáver de su hijo. Se arrodilló para cerrarle los
24
ojos. Iba a enderezarse cuando oyó en su espalda un ruido peculiar.
Reconoció horrorizada el ruido ensordecedor de cascabel que
producían las serpientes con la punta de su cola, antes de atacar a
su presa. Empuñó el hacha, giró sobre sus talones para asestar el
golpe salvador, pero no encontró al animal en su punto de mira.
Éste, como si leyera el pensamiento de su víctima, había cambiado
de sitio, girando hacia la derecha. La mujer sintió súbitamente los
mortales colmillos hundirse en su pantorrilla izquierda. Lanzó un
alarido desgarrador de dolor, que aprovechó para ordenar a su hija
a que fuera a pedir auxilio, se sacudió convulsivamente y cayó sin
vida, junto al cadáver de su hijo.
En su camino hacia la casa de su prima Yasmín, donde estaban los
demás hermanos, Aisha topó con varios cadáveres (le horrorizó
reconocer a los padres de Abdelali) que la impulsaron a correr como
una loca pero al descubrir el de su padre se le heló la sangre en el
corazón y se desmayó al ver a dos gigantescas serpientes dirigirse
hacia ella.
Mientras tanto, en la tercera vivienda, la de Abdelali, el emigrante
que había vuelto al país para pasar sus vacaciones, los
acontecimientos traspasaron la barrera de la pesadilla. Estaba
almorzando él, su mujer, sus cuatro hijos y su hermana, Hanan, la
futura novia de Fuad.
Sus padres habían ido al zoco más próximo y no volverían hasta la
puesta del sol. El pobre ignoraba lo que les había ocurrido.
Era la hora de la siesta. Hanan se dirigió a su habitación y la pareja
entró en la suya. Era una habitación acogedora y fresca en
comparación con el infierno que hacía fuera, donde el sol
achicharraba el campo y sembraba la desolación. Oyeron al perro
ladrar y a las gallinas cacarear pero no podían saber que era a
causa de las mordeduras mortales de las serpientes. Apenas se
habían desnudado cuando tuvieron la impresión de que un intruso
horripilante los estaba observando. La serpiente tenía unas
proporciones que bastaban para estrangular simultáneamente a tres
personas, triturarlas y luego engullirlas.
La mujer se llevó la mano a la boca para reprimir un grito y le costó
ver cómo una serpiente podía ser tan gruesa, larga y erguirse con
tanta facilidad. El hombre se sirvió de una silla para defenderse.
Pero el monstruo se arrastró jadeando hacia el matrimonio, asestó
abruptamente un tremendo golpe con su cola a la silla, que
transformó en trizas y se enrolló alrededor del cuello del emigrante,
25
estrangulándole al acto. Su mujer saltó desnuda de la cama y se vio
acorralada en un rincón de la habitación. Vio cómo la bestia
arrojaba el cadáver de su marido, cuya mirada se quedó vacía y
extraviada, y se disponía a acercarse a ella.
Sintió terribles aguijonazos de dolor en todo su cuerpo y empezó a
temblar espasmódicamente. Luego ocurrió todo rápidamente. El
reptil se irguió y se abalanzó sobre ella. Ambos cayeron al suelo en
una lucha encarnizada. La mujer intentó con pies y manos
desprenderse del reptil, pero éste se había enlazado a su cuerpo
como la madreselva al árbol y parecía complacerse en estrangularla
simultáneamente por la cintura y el cuello. La joven comprobó que
no podía gritar ni moverse. El sudor perló su cuerpo. Terribles
estragos de dolor la asaltaron. Empezó a ahogarse y súbitamente y
se quedó sin respiración. Entonces el monstruo procedió a triturarle
el pecho, antes de pasar a la siguiente habitación donde dormían
profunda y plácidamente los niños.
A varios metros más lejos, en el ala oeste de la vivienda,
descabezaba la novia de Fuad un sueño para recuperar fuerzas y
ánimo antes de proceder a lavar el montón de ropa que la esperaba
en el patio y que había previamente mojado en agua y con
detergente. La habitación estaba sumida en una semioscuridad que
aprovechó la serpiente para deslizarse fugazmente debajo de la
única sábana que cubría el cuerpo desnudo de la joven. Esta sintió
roces y cosquilleos en la parte interior del vientre. Estiró el brazo y
cogió de repente en la mano algo grueso que se puso a dilatar
desmesuradamente. Lo soltó disgustada al acto, se puso de
cuclillas en la cama y comprendió que aquello que tuvo un instante
entre manos era la cabeza de una víbora. Lo comprobó al
vislumbrar el curioso y espeluznante dibujo que adornaba la cabeza
del reptil que ahora la observaba groseramente. Sintiéndose
traicionado, el animal se irguió hasta alcanzar un metro de altura y
se lanzó con rapidez sobre su presa. La joven sintió calambres en el
vientre y saltó de la cama, como expulsada por un resorte. Notó que
sudaba profundamente y tuvo que frotarse los ojos para aclararse la
visión. Cuando los abrió, se encontró cara a cara con dos reptiles.
El que acababa de llegar tenía proporciones humanas. Volvió a
cerrar los ojos creyendo que era víctima de una alucinación. Pero
sintió al mismo tiempo unos colmillos que se hundían en la sien
derecha y un cinturón de hierro cerrarse sobre su vientre. Un fuego
mortecino estalló en su cerebro e inmovilizó la sangre en sus venas.
Su rostro tornó en una máscara cenicienta y se contrajo en un rictus
de sufrimiento.
26
El escalofrío le produjo tiritera, su respiración empezó a
entrecortarse, entró en una fase de mareos oníricos, su corazón
sufrió nuevos vuelcos, el veneno hizo efecto de forma fulgurante, su
muñeca izquierda se dobló hacia dentro y quedó rígida, sus pies
empezaron a torcérsele y un agudo dolor le recorrió la médula
espinal y le paralizó toda la parte inferior.
Un débil gemido logró escapársele de la garganta. Se le
desorbitaron los ojos. Cayó sobre la cama exangüe, a la merced de
los dos monstruos.
Cuando Aisha llegó a la casa de su prima, le sorprendió encontrar
aquel absoluto silencio inhabitual. Pero lo entendió todo cuando
descubrió al perro, a las vacas y al burro muertos, hinchados y con
patas arriba. No obstante, llamó varias veces. Nadie contestó.
Aturdida, se acercó al establo y descubrió que todos los animales
domésticos yacían inertes en el suelo. Sintió que caía en un abismo
de desesperación y echó a correr hacia la habitación de sus tíos.
Empujó le puerta, entró sigilosamente y vio los cuerpos, boca abajo.
Pensó que dormían.
Se arrodilló para sacudirles y despertarles. Cuando les dio la vuelta,
descubrió con espeluznante terror que sus ojos la escrutaban con
absoluta vacuidad y fijeza, como si pidieran socorro. Sintió un
vuelco en el pecho y se echó atrás, horrorizada.
Luego su mirada se paralizó. Al otro lado del patio yacían otros
cadáveres. Observó como primos y hermanas estaban en la misma
macabra posición.
Vio entonces como las serpientes abandonaban a sus víctimas,
franqueaban el umbral y se dirigían ahora hacia ella, agresivas y
hambrientas.
Cerró los ojos y mentalizó las muertes de sus padres y hermanos y
comprendió que, después de todo, ella no tenía ninguna razón para
seguir viviendo.
No merecía la pena luchar.
Abrió un momento los ojos para presenciar su propio fin y… vio
cómo los reptiles se retiraban, sin más…
27
GUSAN0
ENTRE
FRESAS
Sinopsis.
Tu sueño de siempre es acostarte con dos bellísimas mellizas. Las
encuentras pero una de ellas se enamora de ti y piensa en el
matrimonio. ¿Cómo te las arreglarás para conquistar a la segunda
sin que se entere la primera?
----------------------------Rabat, una tarde de verano, en la famosa y concurrida terraza del
café Balema. Dos bellísimas mellizas rubias discuten saboreando
unos abultados helados, sin prestar atención a la corrosiva
curiosidad con que las obsequiaban los comensales. Vestían unas
camisas sin cuello y pantalones blancos estrechos y sus cabellos
iban recogidos en la nuca en un pulcro moño. Desprendían gracia y
suavidad por sus ademanes y la muchedumbre devoraba con la
mirada sus cuerpos voluptuosos.
-No tengo ni la menor idea de lo que les voy a decir, carraspeó una
de ellas, en tono dubitativo.
-Cálmate, mujer, inquirió la otra con acaloramiento, todo saldrá
como anillo al dedo, si Dios quiere.
-Seguro que ellos también se parecen como dos gotas de agua.
-Elías me dijo que su hermano Selam lleva gafas y bigote para que
la gente no los confunda.
-¿Cómo lo enganchaste?
-Nos conocimos en el Maryán, donde yo estaba de compras...
No acabó la frase. Un hombre alto y atractivo se acercó a ellas y
dijo con voz suave y rematada por un deje de acento norteño que
las dejó atónitas:
-Soy Selam, el hermano de Elías...
-Encantadas. Yo soy Yamila, la que conoció a tu hermano y ésta es
mi hermana Firdaus.
-Mucho gusto, dijo él con entusiasmo, luego añadió clavando su
mirada en Firdaus, el problema es: ¿cómo identificaros?
-Muy simple, explicó Yamila, yo nunca dejo crecer las uñas.
Tenemos otras diferencias, pero son más íntimas.
-Por Dios, mujer, no saques detalles…
28
-Ah! Casi lo olvido: Elías os pide disculpas por no poder acudir.
Tiene que realizar algunas diligencias impostergables.
Mientras seguían hablando se les acercó un camarero en
zaragüelles amarillos, chaleco rojo y babuchas blancas. Les atendió
sin dejar de devorar con sus ojos a las mellizas, cuya deslumbrante
belleza seguía suscitando rumores entre los comensales.
-Bien, apuntó Yamila en dirección de Selam, visiblemente
interesado por Firdaus, así que te gusta mi hermana...
-Muchísimo. Lo que me dijo mi hermano coincide en todo.
-Gracias a Dios. Como ya le expliqué a Elías, nuestro difunto padre
nos puso una sola condición para disfrutar de la totalidad de la
herencia al sentar cabeza: casándonos inevitablemente con
gemelos.
-¿Y hasta ahora esta voluntad no ha podido cumplirse?
-Nuestra madre nos impone a unos gemelos, parientes de una
prima suya...Nos persiguen como alimañas, rompió a reír Firdaus.
-No nos gustan, irrumpió Yamila con irritabilidad quejumbrosa, luego
añadió con sarcasmo: Habrá que verlos...son horriblemente feos...
-Que se vayan a la mierda, masculló malhumorada Firdaus,
mostrando su dedo corazón enhiesto.
-Si entiendo bien, concluyó Selam frotándose la barbilla con deleite,
Elías y yo somos las otras dos mitades de la manzana que andáis
buscando...
-Ojala así fuera...
Se separó de ellas besándoles la yema de los dedos.
……..
Aquella misma noche sonó el teléfono en la espaciosa y lujosa
vivienda de las mellizas.
-Soy Elías… ¿Cómo? Ah! Eres Firdaus. Si...Selam está aquí
conmigo. Ponme primero con tu hermana y luego te lo paso.
Gracias.
-¡Dime! entonó Yamila cogiendo el aparato con fruición.
-Hola, mi vida. Siento no haber podido acudir a Balema...Sí...Vale,
pagaré el precio de la disculpa: te invito mañana a comer en el
mismo lugar... ¿De acuerdo? Bien. Oye, sabes que estoy loquito por
ti desde que te vi...Te lo juro. Te quiero...un momento, que Selam
me arrebata el aparato...Dile a Firdaus que se ponga.
-Sí. Dime, Selam.
-Hola, princesa. Quería decirte que estoy, como se dice, derretido...
¿Cómo? pues sí. Como los helados de esta tarde. 0 peor.
-Me has caído muy simpático.
29
-A mi también. Oye ¿Por qué no cenamos mañana en Balema y
hablamos de lo nuestro?
-Maravilloso. Hasta mañana, si Dios quiere.
-Un beso muy grande.
Hubo un clic y le conferencia se cortó.
.......
Medianoche, al día siguiente en el salón, mientras veían la tele:
-Venga, cuenta. Que tú empezaste primero.
-Hermanita, no te lo puedes creer. Primero me llevó a una joyería y
me compró este anillo resplandeciente. Míralo.
-¡Dios mío! A mí también me compró Selam otro igual. Mira.
Ambas exhibieron las piedras preciosas, maravilladas.
-Parece que obran con telepatía.
-Por eso son gemelos.
-Mientras almorzábamos me recitó de memoria poemas eróticos de
Omar Aljayam, me habló luego de su trabajo (es intérprete de
conferencias) y me prometió muchos viajes después de la boda.
-En cuanto a mí, nada de poemas. Ya sabes cómo son los
ingenieros. Pero hizo lo mismo en todo lo demás. Dime: ¿qué
hicisteis por la tarde?
-Estuvimos en mi habitación...
-No os he oído. Posiblemente habría ido a la peluquería...
-Sin embargo, yo os oí...
-Selam me trajo aquí después de la cena. Y…
-¿Estuvo muy cariñoso?
-Mujer, ¿qué crees que hacen dos enamorados en pelota en una
cama?
-Total. Todos lo pasamos de maravilla.
-Bien, querida. Vayamos a nuestras habitaciones y durmamos con
los angelitos. Que Dios haga que continúe esta maravillosa
felicidad.
.....
La casa de las mellizas corría longitudinalmente de norte a sur.
Ostentaba un porche en la parte delantera, persianas blancas e
hiedra encaramada. El aire era aromático debido a las frescas
fragancias que exhalaba el espacioso jardín.
Anochecía. Pero Elías aprovechó los tenues y translúcidos fulgores
de la luna que iluminaban la vivienda pare abrir la puerta con la
llave que le había dado Yamila. Abrió silenciosa y minuciosamente,
cerró de la misma forme y se dirigió discretamente al cuarto de su
amada. Tardó unos momentos en discernir exactamente lo que
estaba viendo: Yamila lucía un camisón transparente con ribetes de
30
encaje. Por primera vez pudo ver con deleite su cintura de avispa, la
exquisita perfección estructural de sus pechos enhiestos y las
curvas gráciles y sensuales de sus caderas. Se acercó y la cogió
por el talle, delicadamente. Ambos se besaron frenéticamente,
estrujándose mutuamente el cuerpo. Pronto sintió ella un placentero
cosquilleo en la ingle. Luego se abandonó a la ceremonia de la
posesión amorosa.
Dos horas más tarde, la dejó exangüe y se dirigió al cuarto de baño,
común a ambos dormitorios de las hermanas, no sin coger antes
algo del bolsillo de su chaqueta. Entró y cerró a cal y canto. Se
acercó al espejo, se puso primero las gafas, luego se pegó un
bigote postizo. Se dirigió acto seguido a la otra puerta que
comunicaba con la habitación da Firdaus. La abrió y una luz tenue
le indicó donde estaba la alcoba.
-¿Eres tú, Yamila?, preguntó Firdaus, bostezando.
-¡Shut! Soy Selam. Échate a un lado...
-Pero si estás desnudo, ¿por dónde diablos entraste?
-Elías tiene una llave. He venido con él.
-¿Quieres decir que él y mi hermana...? a estas horas...
-Sí. Pero déjate de preguntas y caliéntame.
-Pero si estás helado. Ahora sí que te creo si me dices que estás
derretido... Dios, ¡Como tienes la piel!...y...y...
La interrumpió besándola. Notó ella cómo empezaba a estrujarle el
pecho con una mano y acariciarle las ingles con la otra. Pero luego
de nade se acordó al sentir que sus cuerpos se fundían en uno.
Mucho más tarde, tras dejarla a ella también exánime, Elías hizo el
recorrido el revés: se metió en el cuarto de baño común, se
desembarazó de las gafas y del bigote y penetró en la habitación de
Yamila. Dejó entreabierta la ventana antes de quitarse su albornoz
melva y meterse en la cama. Fuera en el jardín se reflejaban unas
sólidas y brumosas tonalidades doradas debido al amanecer que
apuntaba. Notó cómo la neblina se disipaba poco a poco en tonos
grisáceos que a su vez desaparecían paulatinamente.
Yamila extendió un brazo como si buscara algo.
-Estate quieta, mi vida, le susurró él al oído, mientras la abrazaba
fuertemente, te he retenido en mis brazos toda la noche y no pienso
liberarte nunca más...
.....
Al día siguiente, en el comedor, mientras desayunaban.
-¿Qué tal anoche, hermanita? Para mí fue arrebatador e
inconmensurable.
31
-Para mí, indescriptible y enloquecedor. ¡Vaya fuerza e
imaginación!…
-¿Elías también se ha marchado temprano?
-No. Ya sabes que está de vacaciones.
-Menuda lotería nos ha tocado. Llevamos dos años en el dique
seco...
-¿Qué programa tenéis para hoy?
-Viene a comer y se queda toda la tarde.
-Nosotros cenamos en Balema. Después iremos al cine y luego...
No terminó la frase: Elías bajaba en ese momento las escaleras,
muy contento...de volver a verlas.
......
Llegó la hora del almuerzo y se presentó Elías puestos ya las gafas
y el bigote bien ajustados. El menú estaba riquísimo y las mellizas,
deslumbrantes de voluptuosidad y dulzura. La conversación versó
sobre los preparativos de la boda y la felicidad que aguardaba a las
dos parejas. Cuando hubieron terminado de tomar el postre,
subieron los tres al primer piso para descansar.
Elías lo tenía todo bien claro: terminar de hacerle el amor a Firdaus,
dejarla exhausta tras despedirse, meterse en el cuarto de baño,
quitarse el bigote y las gafas y pasar a la habitación de Yamila, sin
dar explicaciones porque lo de llegar a casa y meterse primero en el
cuarto de baño estaba ya consagrado por las mellizas que no
cesaban de repetir que aquello les ahorraba tiempo en todo. Pero
las pobres criaturas creían que había dos príncipes azules y que
ambos entraban por la puerta principal del cuarto de baño y no por
las puertas laterales.
Satisfizo primero a Firdaus. Luego se despidió explicándole que se
ducharía antes de irse. Entró en el cuarto de baño, corrió el cerrojo
e iba a desembarazarse de sus dos chismes cuando, en la puerta
opuesta, apareció Yamila.
Ambos se quedaron boquiabiertos. Apenas tuvo él tiempo para girar
sobre sus talones y quitarse bigote y gafas, ayudado por el vaho de
la ducha, pues el espejo estaba emborronado con el vapor.
Dijo en son de disculpas:
-Cariño, voy a cerrar esta puerta detrás de mí. No quiero que tu
hermana nos observe...
-¿Pero no ibas a llegar a las siete? preguntó ella en tono de
reprobación.
-Quería hacerte una agradable sorpresita.
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-Acertaste. La fórmula mágica: ¡de la ducha a la cama! Hiciste bien
en cerrar esta puerta, sabes: están los dos follando en la cama.
-¡Dios mío! gritó él simulando espanto.
-Venga. Ahora nos toca a nosotros...
Entraron en el cuarto de baño y abrieron los grifos de la ducha.
La bañera exhalaba un agradable aroma a jazmín que inundaba
toda la estancia. Yamila se desembarazó de su bata de seda
escarlata, dejándola caer al suelo limpio. Sus pechos eran
voluminosos y rebosaban vitalidad y firmeza, vientre liso, cuerpo
rechoncho y caliente…
El pelo castaño le invadía casi las nalgas, sin ocultar su piel
inmaculada y blanquecina, sus curvas divinamente proporcionales.
Elías se acercó y empezó a pellizcarle los pezones. Ella los irguió
con orgullo como para avivar la excitación del hombre. Procedió con
mordisquearlos y luego, sin poder más, la penetró con fuera bestial,
cogiéndole las caderas por detrás, levantándolas alternativamente
mientras ella le cabalgaba flaqueada y mareada por el placer.
Empezó a sudar como una posesa. En ocasiones esenciales sintió
ella las manos sabias viriles, sobre todo los dedos, iniciar unas
incursiones imposibles de imaginar para una chica como ella.
Humedeció él un dedo y le acarició el clítoris. Ella se estremeció y
sintió infinitos orgasmos, luego, en un arrebato, sumisa e inocente,
apretó sus labios contra los suyos y se oyeron besos…Sus
impulsos eran insaciables……
.......
Y así transcurrieron los días, llenos de delicias y golosinas.
Pero pronto empezó la pesadilla cuando aparecieron los otros
gemelos en la vida de Elías. Tenían un aspecto de payasos: cara
redonda, macilenta e insulsa; cejas espesas, barbillas luchadoras y
ojos hundidos. Su acento traicionaba una ignorancia y una rudeza
flagrantes.
-Sabemos que usted vive solo y no tiene hermano. Y sólo le
interesa el dinero de las mellizas. No le delataremos a la policía si
renuncia a su mezquino proyecto.
Elías no les hizo caso al principio. Pero cuando le abordaron en
varias ocasiones, amenazándole seriamente, empezó a sentir una
dolorosa punzada, como si le hubiesen hincado un colmillo en el
corazón. No se esperaba a que alguien le coaccionara de aquella
forma. Su sueño se iba a derrumbar como un castillo de naipes.
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Desaparecerá de la vida de las mellizas. Era la única solución que
le quedaba. Se iría sin darles explicaciones, ya que los gemelos se
encargarían de hacerlo.
Faltaba un día para el noviazgo cuando los gemelos campesinos se
presentaron ante las dos hermanes, triunfantes y agresivos. Elías
se prestaba a abandonar definitivamente la vivienda, tras pasar una
larga noche en su paraíso sexual habitual. Bajaba las escaleras
cuando vio a sus contrincantes acusarle del dedo. Dijeron a coro
humedeciéndose los labios, pasando la lengua de un extremo a
otro:
-Este señor es un impostor, taladró el enano con nariz aplastada
contra la cara. Os ha dado gato por liebre. No tiene hermano
alguno. A Dios no le gustan los hipócritas. Los castiga en el infierno.
Gritaban al unísono, recalcando les últimas palabras, henchidos de
satisfacción. Elías sintió latirle el corazón con violencia y se quedó
aturdido ante la mirada de las mellizas. Iba a confesarlo todo
cuando Firdaus, cariacontecida y en tono perentorio, refunfuñó:
-¿Ah Sí? ¿De veras? luego deshaciéndose en improperios: Pues
esperad un momento que llame a mi novio Selam para que os
rompa la cara. Está en la ducha.
Dio en el quid. Los dos campesinos retrocedieron incrédulos y
echaron a correr, aterrados a la idea de ser aporreados y molidos a
golpes.
-No entiendo, carraspeó Elías, atónito, al ver desaparecer a los
gemelos, Selam no existe y lo que afirmaron ésos es la pura
verdad.
-Hace tiempo que descubrimos tus artilugios y artimañas de
gusano, exclamaron alegres las dos al unísono.
-¡Dios mío! ¿Y no os espantó la cosa?
-Al principio. Pero luego comprendimos que eras inigualablemente
único.
-¿Qué diréis a vuestra madre?
-Seguirás interpretando el papel de Selam. Después lo
eliminaremos "mandándolo" a América. Luego, si quieres, te casas
legítimamente con una de nosotras...
-Venga, suspiró Firdaus, dejaros ahora de hablar y subamos los tres
a olvidarnos del susto.
-Sí. La noche es muy larga y tenemos tantas cosas que compartir...
Y las fresas acogieron al gusano.
34
CITA
CON
LA
MUERTE
Sinopsis: No es fácil programar tu propio suicidio: a veces el amor
es más fuerte que la muerte…
-------------------------Se estremeció al pensar en el suicidio. ¡Qué tétrica palabra y qué
esperpéntica idea! El acto en sí era demasiado macabro en la
realidad. Mas su muerte era diferente de la que describen en las
novelas: no llevaba guadaña, atuendo, sombrero negro, ni asa
escuálida ni tenía ojos desorbitados. La suya era liberadora, heroica
y espumosa, al personificarse en las famosas cascadas de Uzud,
precipicio de más de cien metros de altitud, horrible abismo sin
fondo, una verdadera tumba para ella, donde nadie podrá encontrar
jamás a ese cuerpo suyo, martirizado y violentamente violado.
Mientras planificaba el itinerario de su último viaje, resucitó en su
mente fragmentos desordenados de las “Rimas”, que hizo suyos:
Olas gigantescas que os rompéis bramando; ráfagas de huracán
que lo arrebatáis todo; nubes de tempestad que rompe el rayo;
envuelta en las sábanas de espuma y arrastrada en el torbellino:
llevadme con vosotras; llevadme, por piedad, adonde el vértigo me
arranque la memoria; tengo miedo de quedarme a solas con mi
dolor.
La imagen del simpático profesor de literatura le excitó la pupila y
casi logró desviarla de su secreto. ¡Qué bien estuvo explicando las
razones que, según él, indujeron a Cervantes, alias Avellaneda, a
escribir el Segundo Quijote!
Cerró los ojos e intentó memorizar la carta de despedida que le
tenía escrita. La recibirá dos días después del fatídico acto.
“Querido profesor y amigo,
He decidido dar un término a mi vida. Sé que es
un sacrilegio para un musulmán y pido a Dios
misericordia y clemencia. Me dirijo a ti porque no
tengo a nadie más en esta vida. Mis padres me
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impusieron casarme con un emigrante inculto y
mayor de edad, con quien no tengo ninguna
afinidad. Argumentan que es rico y que ayudará a
mis hermanos a emigrar, iniciándoles en el tráfico
de los estupefacientes. Viene en agosto para el
noviazgo. En cuanto a mi compañero de clase,
Bilal, ha cortado conmigo después de abusar de
mí. Ahora sale con la rica heredera Fadwa. Te
agradezco tu fructífera instrucción. Perdóname.
Quiere desaparecer de este mundo injusto y cruel.
Diles a las autoridades que soy responsable de mi
muerte y que es inútil buscar mi cadáver. Adiós.
Marrakech, 12 de mayo de 1992.
Firdaus Diouri.”
Una última imagen le invadió la memoria. Están en el aula. Sin
volverse, Firdaus sabe que detrás de ella, Bilal tiene prisionera
debajo de la mesa la mano izquierda de Fadwa. La está estrujando
cariñosamente, como suele bien hacerlo. En realidad esta vez está
estrujando las múltiples empresas y hectáreas de su padre.
Concluye el curso. Salen todos del aula. Ella se queda atrás para
echar una última mirada a esa pareja cuya felicidad se hizo en
detrimento de su desdicha.
Empezaba a amanecer. Se despojó ahora de su pijama, de las
bragas y del sujetador para cambiarse. Observó su cuerpo y una
amarga sonrisa le torció las comisuras: no había ninguna posible
comparación entre su cuerpo y el de Fadwa: cintura estrecha,
nalgas redondas, vientre liso, piernas largas y consistentes, pecho
firme, con pezones agresivos, melena suave y rostro armonioso. La
cintura de Fadwa era casi inexistente, sus piernas escuálidas, sus
tetas apenas perceptibles y su pelo, pobre y rizado. En cuanto al
rostro, lo tenía en forma de una torta, vulgar y adefesio. Su nariz era
chata y sus ojos, apagados. Se maquillaba con exceso para
suavizar su fealdad, en vano. Y era inculta como una cabra.
Retiró de repente sus manos de su pecho que sopesaba con orgullo
y experimentó un sentimiento de repulsa y asco por ese cuerpo
mancillado y humillado por aquel maldito oportunista. La engañó
con promesas falsas y proyectos utópicos. Estaba hechizada
aquella noche cuando accedió a que le doblara las rodillas sobre su
36
pecho "para que la penetración, le dijo, sellara profundamente y
para siempre, su unión". Por suerte no la dejó preñada. Cuando
más tarde descubrió sus tejemanejes y al ver que su amor se
apagaba deshilachándose a beneficio de Fadwa, lloró a moco
tendido.
De nada le sirve ahora admirar su cuerpo de Venus y jactarse de
ser "la perla del Atlas", como muchos suelen llamarla…
Se vistió con sus vaqueros claros y su camisa malva. Ordenó sus
cosas con parsimonia, cogió El Quijote, donde intercaló la carta de
despedida y salió a la calle, rumbo a la vorágine.
El turismo empezaba tempranamente por aquellas regiones y no
era de extrañar que los jóvenes, sobre todo los estudiantes, hicieran
autostop, en vez de tomar el autobús. Resultaba más económico y
emocionante.
Firdaus salió del centro de la ciudad ocre con su bullicio del día.
Echó una última mirada a la torre de la Kutubia, de los minaretes de
la mezquita rodeada de palmeras y naranjos aromáticos. El frescor
de la sierra era extraordinario, sobre todo al escampar. Se puso a
la izquierda de la calle del palmeral, por donde se toma la carretera
para Beni-Melal.
Apenas levantó el pulgar para parar a algún generoso conductor,
cuando un reluciente R21 empezó a aminorar la velocidad y
detenerse a su altura. Se inclinó ante la portezuela que le abrió un
joven apuesto, de facciones agradables, rubio, bien afeitado y con
la mirada penetrante y bondadosa. Tras preguntarle por el destino y
obtener una respuesta positiva, la joven subió al coche sin vacilar y
se acomodó en el asiento mullido del viajero.
-Merci.
-Je parle un peu français, mais je suis espagnol, dijo él con una
sonrisa efusiva.
-¡Vaya! Pues hablemos en español. Soy Firdaus Diouri. Estoy
preparando un doctorado en filología hispánica. Trabajo sobre El
Quijote.
-Encantado. Me llamo Rodrigo Santander.
-No sé si pasará por Bzou...porque pienso quedarme en Uzud.
-¡Qué curioso y vaya coincidencia! Yo también pienso visitar de
paso ese maravilloso paraje. Llevo vídeo para grabarlo todo.
Puedes tutearme…
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-Veo que tienes un hijo precioso, le dijo ella mostrándole unas fotos
incrustadas en el cuadro del maletín, ¿la mujer es tu esposa? Es
muy guapa.
-Sí. Murieron ambos en un accidente aéreo el año pasado.
-Lo siento. Es horrible. La vida es injusta.
-Todo puede ocurrirnos en este mundo. Somos mortales y débiles.
-¿No es mejor, entonces, acabar de una vez? gimió ella.
-Nunca hay que perder esperanza. Un túnel siempre tiene una
salida.
-¿Incluso cuando uno ha fracasado en todo?
-Sí. Tenemos que luchar hasta lograr lo que nos proponemos, sin
arredrarse por nada ni flaquear.
-Admiro tu perseverancia y tenacidad.
Un viento gélido le mordía la nuca. Observó la estatuilla que se
balanceaba colgada del retrovisor. Era de ámbar negro.
En ese momento, el coche inició una difícil y peligrosa curva y el
libro donde ella tenía la carta de despedida se escurrió y cayó a sus
pies dejando al descubierto el sobre aún abierto pero ya
franqueado. Se agachó y lo recogió.
-Lo siento. Veo que lees una novela. ¿Es interesante?
-En ella el autor se propone ridiculizar a Cervantes.
Viendo que él no la entendía, cambió de tema:
-¿Piensa quedarse mucho en Beni-Melal?
-Tenemos un contrato de dos años con Marruecos para construir
viviendas económicas, tras lo cual volveré a mi puesto en Valencia.
Hay mucho que hacer: tu país está cambiando vertiginosamente en
lo positivo.
-Tuerce ahora a la derecha. Este es nuestro itinerario definitivo.
-¿Lo has recorrido ya?
-A veces. En general suelo tomar la carretera de Casablanca.
Desapareció ahora a sus ojos el ambiente ocre de la ciudad imperial
y su bullicio cotidiano. Quedó atrás también el Alto Atlas en cuyas
cumbres el astro solar parecía derretir los últimos restos de nieve.
Rodrigo notó una cierta preocupación e indisposición en la joven.
Pese a su belleza deslumbrante, alguna chamusquina la enturbia.
Encendió la radio para escuchar las informaciones de las diez. Lo
hizo con gesto desenfadado y deportivo. Intentó descongelar la
situación crispada. Pero en su fuero interno notó que lo que
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atormentaba a la joven era mucho más grave. “Hay gato
encerrado”, pensó. Le extrañó que la joven viajara sin equipaje. Le
gustaría saber que enigma encerraba esa carta que recogió ella con
estupor en los ojos, dando un respingo, como si temiera que alguien
se la quitara.
Una música andalusí sucedió al informativo y endulzó el ambiente.
Apareció al mismo tiempo el puente sobre Ued Drar. Firdaus
aprovechó esta ocasión para romper el silencio.
-Es uno de los ríos del infierno que, según los habitantes, lo
desolaba todo en su arrastre, cosechas, casas y almas. Tuvo que
intervenir el propio santo Sidi Rahal, para estabilizar su cauce.
Ahora el morabito yace en aquella zauía que ves cerca de la
alcazaba que antes era su morada. A la izquierda está el
antiquísimo santuario judeo-musulmán, visitado hoy en día por
muchos judíos.
-¡Cómo sabes tantas cosas!
-Este trayecto lo he hecho varias veces en ambas direcciones y una
termina por saberlo todo. Si quieres te puedo comentar la historia
de las tres siguientes ciudades que pronto vamos a cruzar. Si no te
aburro.
-En absoluto. Me gusta. Admiro la forma en que lo haces. Además
hablas perfectamente mi idioma.
Por la ventanilla vieron a algunas mujeres encorvadas lavar ropa
sucia, cantando. La frotaban sobre piedras enjabonadas. Al otro
lado, vieron a algunas adolescentes quitarse sus zaragüelles para
lavarlos. Lo hacían jugando. Se rocían con agua lanzándose
mutuas ensalzas. Algunas levantaban sus faldas para mojarse el
bajo vientre, dejando al descubierto sus relucientes pantorrillas y
nalgas.
Momentos después apareció primero Tazert, famosa por sus
múltiples alcazabas y la zauía de los Nazaríes, que Firdaus no dejó
de comentar. Luego descubrieron Demnat, ubicada sobre una
ladera, a casi cien metros de altitud, encima de un valle fértil. Sus
casas en adobe se escalonaban sobre abundantes gradas de
olivares irrigados. Por fin, llegaron a Tanant, pequeño centro
administrativo, ladeado sobre la cima de un montículo que ofrecía
un pintoresco panorama sobre los impresionantes yebeles Ghat y
Azurki, de más de cuatro kilómetros de altitud.
-Al otro lado del valle, se elevan los siniestros Tighremt o
habitaciones colgantes, provistas de aspilleras.
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-Amiga mía, te mereces un buen refresco. Nos paramos un
momento a descansar.
El joven aparcó el coche y ambos se sentaron a una mesa, donde
seguidamente los atendió un camarero corpulento, con un enorme
bigote y una sonrisa de oreja a oreja.
-Servimos dos manjares exquisitos: un tayín de carne de cordero
aderezado con frutas o verduras y un meshuí con salsa de Las Mil y
Una Noches. En cuanto el postre se lo sirvo como sorpresa.
En vez de pedir refresco, Rodrigo se volvió hacia Firdaus:
-Si quieres que te diga la verdad, me muero de hambre, un tayín de
carne y ciruelas jugosas no me iría mal, pero me gustaría que me
acompañases.
-No. Yo no...No tengo apetito, dijo ella pensando en el suicidio.
-Te lo ruego...además pareces tan cansada y débil.
-Ya que insistes...opto por el meshuí.
Encargaron el menú al camarero quien asintió con vehemencia y
desapareció en la cocina de la cafetería. Poco tiempo después,
reapareció, como por arte de magia, arbolando dos bandejas
humeantes, una de ternera aderezada con verduras y otra de
pinchitos condimentados.
-Señores, que aprovechen, dijo con su risa desdentada. Mi
ayudante les traerá agua mineral y luego, el postre.
Una pareja llegó y se sentó cerca de ellos. El hombre era delgado y
vestía una chilaba a rayas y un turbante blanco sobre la cabeza. La
mujer que lo acompañaba era más joven que él. Llevaba un haik
negro que sólo le dejaba el rostro al descubierto. Tenía las pestañas
pintadas con khul y las mejillas y los labios maquillados con exceso.
No cesaban de lanzarles miradas inquisitoriales, mientras
cuchicheaban en bereber.
-Parecen hablar de nosotros, observó él.
-Sí. Creen que estamos casados y que, por no poder tener hijos,
hemos venido aquí igual que ellos, a implorar al santo Sidi Uzmán,
enterrado en la zauía que lleva su nombre, para que nos devolviera
la fertilidad.
-¿En serio? preguntó él irónico.
-Sí. No te rías. Ha habido muchos casos de esterilidad resueltos.
-Perdona.
-Los pacientes deben tomar algunas pócimas de mejunje benigno o
algo por el estilo.
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Llegó el camarero y les sirvió el postre. Se componía de té verde,
dátiles, cuernos de gacela y pastas con miel, además de la fruta
local.
-¡Delicioso! exclamó Firdaus.
-Me alegro de que te haya gustado. Es una exquisitez.
Comieron las golosinas con voracidad y tomaron el té a sorbitos.
Tras lavarse las manos en los lavabos, Rodrigo pagó la cuenta y
ambos abandonaron Tanant, en dirección a Uzud.
El mismo paisaje empezó de nuevo a extenderse ante sus ojos. La
primavera era exuberante y el gorjeo de las perdices sonaba como
un cosquilleo.
A Firdaus le agradó el comportamiento ejemplar y caballeroso del
español. Su honestidad e integridad la sorprendieron. La última vez
que viajó por autostop en dirección contraria, el conductor, tras una
amabilidad momentánea, tornó a ser un obseso sexual. Empezó
primero con desnudarla con sus miradas y muy pronto le deslizó la
mano por el bajo vientre. Por fortuna, llevaba vaqueros, por lo que
su mano invasora sólo logró estrujarle el pubis. Desesperado, el
pobre hombre paró el coche y le pidió, llorando y suplicando que le
hiciera una felación, a cambio de mucho dinero. Hubo casos
peores. A una amiga suya, la encontraron abandonada en un
descampado, tras ser desflorada y sodomizada. La última víctima
que los gendarmes encontraron en al campo desvirgada apenas
tenía trece años. También era verdad que a algunas estudiantes de
ambos sexos les encanta montarse en los coches de los mayores
para satisfacerles sus caprichos desenfrenados. Pero lo hacen por
lujo y dinero porque no llegaban a fin de mes con sus becas.
Por suerte, Rodrigo parecía ser un hombre honrado y sin
trapicheos. Pero, quién sabe. “Aún no ha terminado el trayecto”,
pensó. Esas miradas profundas que le lanzaba por el rabillo del ojo,
acariciándole la generosa sinuosidad de su cuerpo, mostraban sin
lugar a dudas que estaba deslumbrado por su belleza. "Se ve que
me desea frenéticamente y sólo espera el momento de declararse.
He de seguir comentándole cosas para despistarle, como hacía
Zeherazade".
De repente sus miradas se cruzaron e intercambiaron una sonrisa
cómplice. Mas la conducción exigía concentración. Aún así él
seguía devorándola cariñosamente con la mirada. "Sus ojos son de
41
una belleza incomparable, pensó, no necesita rímel de cepillo para
embellecerlos. En cuanto a las facciones de su rostro..."
Llegaron a la curva del kilómetro 139. El hombre torció a la
izquierda. Firdaus notó que le faltaba sólo media hora para que su
cuerpo se echara al vacío. Empezó para ella el mecanismo de
relojería.
El recorrido era pedregoso e irreal. Por ambos lados de la carretera
empezaban a surgir numerosos aduares esporádicos, extraños
Tighmerts y gargantas arboladas.
La carretera, antes huidiza, perecía ahora inclinarse hacia un lado,
para ofrecer una sucesión extraordinaria de panoramas.
-¡Ya está! exclamó Firdaus, como en un sueño, señalando una
explanada llana que desembocaba sobre el Ued Uzud.
Él aparcó el coche, sacó su vídeo y ambos anduvieron un trecho
para admirar el paraje. Era dantesco. A más de cien metros de
profundidad, las cascadas vertían sus aguas con un ruido
atronador. El trayecto delantero del precipicio estaba tapizado de
verdes concreciones calcáreas y de plantas trepadoras. El resalto
del agua en las rocas provocaba una densa niebla que formaba un
arco iris permanente.
El estruendo de la caída, el borbotón de la lluvia en el fondo, la
exuberancia de la vegetación, todo concurría a componer un
espectáculo sobrenatural y romántico.
-¡No puedo creerlo, tartamudeó él, arbolando su teleobjetivo, es
órfico y divino! Mira aquellos picos encrespados por donde
revolotean los pájaros. Amiga mía, esto es lo mejor que uno puede
ver en su vida.
Mientras él seguía esgrimiendo su vídeo, Firdaus, volvió a pensar
en los fragmentos de las Rimas, “Olas gigantescas que os rompéis
bramando..."
Momentos más tarde, Rodrigo se despidió de ella tras darle sus
señas.
Por fin sola. La gente empezaba a alejarse, unos por ir a rezar,
otros para almorzar.
Faltaba un cuarto de hora.
Un retardado mental orinó contra un árbol y se alejó corriendo. Una
mujer se perdía en el horizonte, a lomos de su burro.
Se agolpaban en su mente las ideas velozmente. Agudizó su visión.
En cada lugar de su memoria había momentos de amor incrustados
y sonrisas lacrimógenas.
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Luego nada. Alaridos estridentes de perros copulando. Cotilleos de
mujeres.
Una niña desmelenada y con los pechos enhiestos se agachó para
orinar.
Firdaus se dirigió al precipicio, decidida.
Diez minutos. Cinco. Cuatro. Dos.
Ya no había nadie para impedirle saltar al vacío.
Pronto se apoderó de ella el vahído.
Sus pasos no parecían obedecerle, resistieron un momento, como
si estuvieran clavados en el suelo. No es fácil matarse. Sintió un
sopor en las pantorrillas, pero logró avanzar como una autómata.
Un minuto. La brisa le invadió ahora el cuerpo.
De pronto, recordó con espanto que no había enviado la carta
fatídica: había quedado en el coche de Rodrigo.
¡Pero qué importa ahora la carta!
Sus pies despegaron del suelo hacia el vacío del acantilado.
Otro paso y su cuerpo fue, esta vez, absorbido, como atrapado en
un bocado, por el abismo.
La caída era libre y seráfica. Voló en el aire, a la deriva.
Sintió que una planta trepadora o alguna rama le desgarraba la
cadera. ¿0 era una roca?
Curiosamente, no experimentó ni dolor ni asfixia. Nada.
¿Era esto la muerte? ¿Pero dónde había ido el agua?
¿Por qué no estaba empapado su cuerpo?
¡Qué importaba ahora esto!
Tuvo una última alucinación al oír una voz dictándole en el infierno:
-Firdaus, despiértate ahora…
-Pero si estoy muerta…Los muertos no se despiertan…
–No, le contestó una voz, no permitiré que te mueras.
Poco después, logró abrir los ojos y notó que estaba en el suelo
boca arriba y descubrió un rostro... era Rodrigo, inclinado sobre ella,
acercándole un pañuelo perfumado para que recobrara la
conciencia.
La multitud seguía aglomerándose alrededor.
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-El sobre estaba abierto. Leí por suerte tu carta y acudí sin perder
un minuto. Te cogí por la cintura justo cuando te lanzabas al vacío.
-Creí que era una planta trepadora. En cuanto a la voz, era tuya y
no la del infierno. Según veo, te debo la vida.
-Te mereces una mejor. Es injusto que una mujer como tú se
suicide.
-Tenía cita con la muerte y veo que la tengo ahora con el amor...
Contigo. No entiendo…Explícame, por favor.
En vez de dejarla hablar, la abrazó tiernamente y luego, sin
importarle las miradas de asombro de la muchedumbre, la besó
insistentemente en la boca.
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EL DIABLO DE LAS HESPÉRIDES
Sinopsis:
Si realmente no crees en el diablo, es mejor no leer este relato…
--------------------------------La Comisión de Investigación había acudido aquella noche al
Cuartel General de Artillería para escuchar la versión de los trágicos
hechos de la propia boca del viejo Si Mohand, un héroe de la
Guerra Civil española y ahora encargado del abastecimiento militar
de la región de Larache. El médico forense tosió para aclararse la
garganta y dijo en tono grave:
- Tres cabos desaparecidos, cinco sargentos ahorcados, cuatro
tenientes ingresados en el psiquiátrico de Tetuán y seis generales
se levantaron la tapa de los sesos y todo esto en menos de un mes.
Lo curioso del caso es que son todos de nacionalidad española.
Inútil hablarles de las familias que dejaron deshechas. Según usted,
añadió escéptico, volviéndose hacia Si Mohand, todas estas
víctimas fueron poseídas y luego asesinadas por Satán...
-Así es, señor, dijo muy afectado el viejo, el sereno y yo les
disuadimos a que visitaran a medianoche el Castillo de las
Hespérides, llamado también Castillo de las Cigüeñas. Pero no nos
hicieron caso.
-¿Afirma que ese lugar está encantado? carraspeó el general,
malhumorado.
-Por supuesto, mi general. Todo el mundo aquí se lo puede
confirmar. Vienen ocurriendo allí hechos siniestros desde la época
griega. Cuentan que hasta Aicha Candisha suele hervir allí sus
pócimas maléficas, para unir matrimonios o deshacerlos, concluyó
el viejo con un estremecimiento en la voz.
-Pues yo estuve ayer y no me pasó nada, declaró el comisario con
una mueca de sarcasmo.
-Los planes del diablo son impenetrables, puntualizó
enigmáticamente el sereno.
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-¿Dice que las victimas iban armadas con pistolas automáticas?
preguntó el general con una mirada inquisitiva.
-Sí, aclaró Si Mohand, los tenientes que ingresaron en el manicomio
declararon que vaciaron sus cargadores, treinta y seis balas en
total, sin que el fantasma se hubiese inmutado. Dicen que le
dispararon a quemarropa. Los sargentos, tras descargar sus
pistolas, huyeron pero más tarde se suicidaron.
-Dicen que el demonio surge detrás de sus víctimas y les quiebra el
cuello antes de que reaccionen, dijo el sereno, conteniendo el
temblor de su voz.
Hubo un silencio insoportable. El general avivó la lumbre añadiendo
otro leño en la chimenea y dijo con voz enojada:
-¡Historias de fantasmas! Bobadas. ¿Acaso estamos en la Edad
Media? Esta historia es pura patraña. ¡Vaya tela! dejaros de
boberías….De nada sirven estos potingues y ungüentos...Tenemos
que buscar a un asesino de carne y hueso que nos tiene a los
españoles entre dientes.
-Yo creo que es tan verdad como el Evangelio, exclamó enfadado el
sereno del Castillo, luego añadió: ¿Y qué me dicen de las
Hespérides que tenían el poder de inmortalizar con sus filtros a los
humanos o de Aicha Candisha que no deja de sembrar tragedias
entre nosotros o de aquellas santas que tuvieron el poder de
transformarse en cigüeñas, cosa que dio el nombre al Castillo? No
son leyendas, señores.
-¡Tonterías!, gritó el general fuera de sí y, lanzando una mirada
retadora a Si Mohand y al sereno, añadió: No lo aguanto más. Esta
misma noche voy a desafiar a vuestro “diablo”…
-No se le ocurra, general, le gritó Si Mohand con los ojos
desorbitados y la lengua atascada.
-Tranquilo, general, dijo el comisario, no se lo tome a pecho, ya
indagaremos más tarde. Ahora es mejor que nos vayamos a dormir
después de terminar de beber este delicioso té con hierbabuena- y,
dirigiéndose a Si Mohand, agregó: ¿Qué le añade al té para que
tenga este aroma tan deleitable?
El viejo se las arreglaba para echarle ron al té por temor a que
podrían aborrecer el brebaje moruno.
-Unas lágrimas de azahar y un poco de ron, aclaró él orgulloso de la
lisonja.
Se dirigieron todos a casa, pero por razones de orgullo o curiosidad,
el general giró apresuradamente sobre sus talones y enfiló el
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camino del Castillo "encantado", en dirección al puerto. Estaba
seguro que aquello no tenía ni pies ni cabeza y que era pura
imaginación del viejo Si Mohand. El pobre moro, pensó, volvió fuera
de sus cabales de le Guerra Civil española, donde perdió un pie y el
ojo izquierdo, cosa que pudo haberle perturbado el raciocinio y
hacer de él un mitómano y un paranoico. El general llegó al Castillo,
recorrió la vereda, empujó con fuerza la pesada puerta de madera,
no sin notar la ausencia del sereno, cosa que no le sorprendió,
dadas las trágicas circunstancias. Anduvo hasta llegar al lugar
oscuro, lúgubre e inhóspito, donde según se cuenta, aparecía la
bestia.
Sacó la pistola y comprobó que estaba bien cargada y dispuesta a
disparar. Tuvo de repente un ligero pero efímero mareo y buscó
donde apoyarse. Se sintió inesperadamente cansado, como si
tuviera sueño. Hubo un clic. Un ruido semejante a un chirrido de
una puerta que se abría y se cerraba. Se le aceleró el pulso. "Los
diablos no abren y cierran las puertas", pensó irónicamente.
Abruptamente, le pareció atisbar una silueta blanca destacarse ante
él.
Tardó unos momentos en discernir lo que estaba viendo. Se estregó
los ojos para despejarse, creyéndose víctima de una alucinación.
Pero lo que vio era real: la silueta blanca se puso bruscamente a
alargarse verticalmente de varios metros de alto. Desenfundó la
pistola, apuntó parpadeando y avisó con voz quebrada que
dispararía si la "cosa" no se identificaba. Pero el fantasma se echó
sobre él antes de que terminara su frase. Aturdido y con el corazón
latiéndole con violencia, el general apretó el gatillo varias veces,
hasta vaciar el cargador, sin que la "cosa" cayera al suelo.
Súbitamente, el diablo extendió sus etéreos y blancos brazos hacia
el cuello del general. Este sintió un profundo escalofrío correrle a lo
largo de la espina dorsal mientras que el sudor le invadía toda la
cara.
Se paró de sopetón. Su pavor fue aumentando poco a poco; frunció
el ceño. Le castañetearon los dientes.
Soltó la pistola y se dispuso a huir, pero una pared se irguió ante él
y se vio acorralado como un animal sin defensa. Dio la vuelta y en
ese momento le sorprendieron unas heladas garras de hierro
atravesándole el cuello. Se debatió. Soltó un alarido inhumano. Se
desprendió por fortuna y echó a correr, pero el diablo, pisoteándole
los talones, le hincó esta vez sus mortíferos colmillos en los riñones.
47
Un ronco rugido de dolor escapó de la garganta del general. Intentó
luchar desesperadamente. Finalmente se desplomó, con los ojos
desorbitados, bajo la mirada fulminante y sardónica de la bestia.
-Crisis cardiaca provocada por sofocación y varias lesiones
cerebrales, declaró el médico forense, al día siguiente, cuando un
marinero alertó a la policía armada, tras encontrar el cadáver del
general sobre la vereda, fuera del Castillo.
-Se lo advertí, apuntó Si Mohand con voz de reproche, pero no
quiso escucharme. Por Alá, señores, ¿Siguen aún sin creerme?,
preguntó con desdén, mirando al comisario y al médico forense.
-Tienes razón. No te censuramos, le dijo el médico para
tranquilizarle.
-¿Y el sereno, qué hay de él? ¿Sabéis qué no estuvo de guardia?
-Curioso, carraspeó el policía, luego se calló.
-Bueno, señores, puntualizó el médico, vamos a recapitular los
hechos mientras saboreamos otra taza de este té tan aromático,
luego dijo mirando agradecido a Si Mohand: ¿te importa añadir un
poco más de azahar?
-En absoluto, contestó satisfecho el aludido, mientras rellenaba las
tazas de sus compañeros con su delicioso brebaje, luego agregó
suspirando: ojalá nos dejara en paz esa maldita bestia…
-A eso quería llegar, aclaró el médico con voz apagada, me toca
ahora a mí retar al diablo.
Era medianoche cuando el médico decidió a su vez adentrarse en el
laberíntico castillo. Empezó a oír unos ruidos estremecedores.
Algunos rayos estallaron. Las paredes del castillo parecieron
derrumbarse, cuando dos figuras siniestras se destacaron,
delatadas por un relámpago deslumbrador. La silueta del sereno
que colgaba de un árbol, cuello torcido y otra silueta que ahora
empezó a adquirir proporciones gigantescas para luego
abalanzarse sobre el médico. Era la bestia.
-Alto, gritó el médico, empuñando la pistola. Descúbrase o disparo a
matar. No se haga el idiota.
El fantasma avanzó atrevido pero cuando el médico disparó,
alcanzándole en una pierna, profirió inesperadamente un alarido de
dolor, saltó hacia atrás cojeando y en su inesperado desequilibrio se
desembarazó sin querer de las inoportunas sábanas que le cubrían,
48
tras lo cual apareció un rostro humano, con cara de berenjena y
aspecto vulgar.
Era Si Mohand, hecho un manojo de nervios. De pronto la sorpresa
se mutó en una expresión de terror. Vociferó odiosos sonidos
guturales, sus gemidos fueron aumentando. Lanzó improperios a
voz en grito, zafio y rojo de ira.
Se lanzó sobre el médico, esgrimiendo una navaja en la mano
izquierda y estallando en una orgía de quejas y reivindicaciones,
acusando a Franco por haber engañado vilmente a Marruecos y por
no haberle debidamente recompensado a él por sus heroicas
hazañas militares.
-Hijos de puta, gruñó como un loco, asesinos, fascistas, habéis
expoliado mi país descaradamente. Lo habéis empobrecido y
dejado en la ignorancia total. Habéis matado a sus héroes y
abandonado sin recurso alguno a los que os consiguieron la
victoria.
Los dos hombres iniciaron una lucha encarnizada y feroz, pero el
médico logró al final inmovilizar al impostor.
-¿Cómo lo supo todo? preguntó más tarde el comisario, atónito.
-Ayer, cuando estuvimos tomando té, observé un diminuto frasco en
la palma de su mano, que mantenía abierto mientras vertía té en la
taza del general.
Deduje que lo de las lágrimas de azahar era en realidad un
somnífero.
-¿Se lo vertía entonces a quien proclamaba recoger el guante por
desafío?
-Exacto. Mientras las víctimas descabezaban un sueño en el
Castillo, bajo el efecto del somnífero, el viejo se apresuraba para
sustituirles el cargador por otro vacío. De forma que cuando luego
hacían fuego sobre él los pobres no entendían por qué disparaban
en blanco, ocasión que aprovechaba él para asesinarlos.
-¡Santo dios! ¿Cómo se las arregló usted para no tomar antes el
somnífero y disparar luego sobre él? preguntó incrédulo el
comisario.
-Simulé tomar el brebaje, luego, mientras él añadía azahar en los
demás vasos, vacié el mío, aprovechando la luz tenue. Me llevé otro
49
cargador al Castillo, que disimulé en mi calcetín. Cuando el viejo
me sustituyó el cargador de la primera pistola, simulé que dormía y
el pobre no se enteró de nada.
-¿Y el cuerpo del viejo: cómo es que tomaba esas gigantescas
proporciones?
- Accionaba una escoba desde dentro que hacía alzarse la chilaba o
las sábanas.
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LAS
PATERAS DE LA
MUERTE
Sinopsis:
Está bien que te escapes de la pobreza e intolerancia…Pero no para
encontrarte luego con la muerte…
------------------------------
Viajaban seis personas en la patera. Un albañil que había dejado una
miserable familia atrás para ir en busca de la fortuna; un comerciante
conocido más bien por sus misteriosos contactos en el ámbito de la
droga; una mujer melancólica acompañada de su hija, de unos
dieciocho años, muy hermosa, yo mismo que, pese a mis diplomas, me
encontraba sin trabajo ni dinero ni familia y el guía de la patera, un
hombre musculoso de cara de muchos insomnios que nos había
prometido llevarnos sanos y salvos al Dorado español, a cambio de
treinta mil dirhams, para nosotros una verdadera fortuna en aquellos
tiempos de indigencia total.
Anochecía cuando llegamos a Cabo Espartel, donde el guía recogió a
otras personas, dos marineros con aire de fugitivos, ocho estudiantes
también con diplomas superiores, tres hombres funcionarios
visiblemente asqueados por la situación miserable en que dejaron a sus
familias y dos mujeres embarazadas al borde de la depresión nerviosa.
Además de nuestra patera, había otras diez que nos adelantaban
guardando distancias respetables. Todas ellas iban cargadas de gente
que huía del hambre, del abuso del poder y sexual, de la injusticia social
o paternal, de la explotación bajo todas sus formas y del paro laboral
continuo. Suicidarse siendo una apostasía [aunque sé de muchos que lo
hicieron], pasar el Estrecho era la única salvación para gran parte de
jóvenes sin futuro ni esperanza. Y no importa lo que costara la travesía.
Para lograrlo unos vendían hasta todos sus bienes; otros prostituían su
cuerpo y muchos robaban desesperadamente.
51
La primera fase del itinerario había sido un éxito. La segunda y última se
anunciaba prometedora.
El guía maniobraba con destreza y el monótono remo era esperanzador.
Nuestra patera se deslizaba rápidamente a lo largo de la costa atlántica,
rumbo al norte, sin ningún incidente salvo el insistente canto de las
numerosas gaviotas que parecían festejar su última retirada otoñal
sobre el río Lixus. El "comerciante", viendo que estábamos algo
inquietos, se apresuró a tranquilizarnos, recodándonos que sus viajes
estaban siempre planeados minuciosamente y que era prácticamente
imposible que fracasaran.
Mentía el muy hipócrita porque según unas estadísticas españolas
recientes que consulté hubo más de tres mil ahogados en dos años,
debido precisamente a las precarias condicionas en que viajaban los
emigrantes ilegales. Además los que lograban alcanzar tierra firme
fueron apresados, condenados a prisión o devueltos a su país de
origen.
No quise contradecir al guía por temor a frustrar la esperanza de mis
compañeros.
A parte de estos lúgubres pensamientos, todos estábamos casi
hipnotizados por la belleza de la joven sentada delante de mí: irradiaba
sensualidad, encanto y algo irresistible centelleaba en sus pupilas. Me
sorprendió el que me sonriera a mí sólo. Fijé la mirada en su rostro y no
logré comprender qué razones trágicas podían empujar a un ángel
como ella a emigrar a tierras extrañas. Sostuvo mi mirada, como si
adivinara mi preocupación por ella, esbozó una sonrisa con sus labios,
luego dejó caer su cabeza sobre el hombro de su madre y se echó a
dormir. No sé quien dijo que el amor era una locura, pues en aquel
entonces yo me quedé locamente enamorado de ella.
No llevábamos equipaje, por orden del guía, para no comprometer la
seguridad del viaje. Desempaqueté mi bocadillo y empecé a saciar el
hambre que me desgarraba el estómago.
Navegábamos acunados por el murmullo del remar. La tarde era
plomiza. La luz de la luna era suficiente para permitirnos ver a distancia.
Me pareció vislumbrar una singular nube aislada que parecía dirigirse
hacia nuestra barca. Se extendió y luego pareció cercar el horizonte.
Nos sorprendió el que la luna desapareciera como por arte de magia. Al
mismo tiempo percibimos que el mar empezaba a agitarse súbitamente,
52
como si alguna fuerza misteriosa lo estuviera estrujando y sacudiendo
violentamente.
El guía pareció asustarse y, presa de un tremendo pavor, cambió
repentinamente de rumbo, remando hacia el norte. Pero fue demasiado
tarde: La enorme nube que nos contornaba era ni más ni menos un
gigantesco buque comercial que se echó sobre nosotros, provocando
un estremecedor zumbido al franquear la línea india que formaban
nuestras barcas. Casi al mismo tiempo, una enorme ola alzó nuestra
barca en el aire de varios metros, haciendo que saliéramos catapultados
hacia la izquierda e ir luego de pique al abismo del océano.
Las demás pateras tuvieron la misma suerte. Varias olas colapsaron e
iniciaron unos terribles torbellinos como consecuencia de la fulgurante
trayectoria del buque. Tanto las barcas como la tripulación, nos
precipitamos al abismo, aspirados por la prodigiosa potencia de las
corrientes contrarias.
Simultáneamente, fuertes ráfagas de agua nos amortajaron literalmente,
ahogándonos.
Sentí que la sofocación me invadía los pulmones mientras luchaba
contra la muerte.
Por un momento, mientras bajaba en caída libre, tuve la precaución de
sostener mi respiración y agarrarme con todas mis fuerzas a un trozo de
madera enorme que pareció haberse desprendido de nuestra barca. Vi
como mis compañeros de viaje abandonaban toda esperanza, vencidos
por la vertiginosa succión del abismo. Vi también que la joven hermosa
se precipitaba hacia el fondo, prisionera de su propia chilaba que le
servía de mortaja. Súbitamente, una fuerza irracional se apoderó de mí
y sin saber por qué, en vez de intentar subir en busca de oxígeno, me
zambullí en dirección contraria, hacia mi pérdida.
Logré atrapar a la joven. La cogí por los hombros, pero viendo que
sofocaba me puse a su nivel, apliqué mi boca contra la suya y aspiré
hondo para intentar extraerle el agua que había engullido. Toda esta
operación no duró más de tres minutos. Una furiosa tempestad debió
abatirse sobre el mar porque los vestigios de las barcas fluyeron hacia
la profundidad, en dirección nuestra. Comprendí que aquello era nuestra
salvación.
Nos agarramos los dos con todas nuestras fuerzas a un armazón que
llegó a nivel de nuestras cabezas y esperamos, teniendo fe ciega en la
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teoría de Arquímedes, subir pronto disparados hacia la superficie. Y fue
lo que ocurrió, a nuestra gran sorpresa: salimos expulsados del abismo
hacia la superficie del mar. Respiramos hondo e intentamos expulsar el
agua bebida. Estábamos ambos exhaustos y muertos de frío. Nos
sentimos liberados del terror al descubrir que estábamos vivos.
Pero pronto supimos ella y yo que nos dejábamos arrastrar a la deriva
sin tener ninguna posibilidad de orientarnos.
Con gran espanto, oímos un nuevo ronroneo. Las olas empezaron de
nuevo a agitarse.
Se formaron montañas de agua que se alzaron y luego se precipitaron
sobre nosotros, para aplastarnos por última vez: otro navío, de unas
tremendas dimensiones, pasó como una tempestad entre nosotros dos
y nos separó para siempre.
Vi de nuevo la misma escena. Las pateras escupieron a los viajeros
lanzándolos al firmamento. Y de nada sirvieron los alaridos de pánico.
Chapoteamos con piernas y brazos para alzarnos y luchar contra el
terrible monstruo. Mas la corriente nos arrastró de nuevo al fondo del
mar.
Con espanto vi cómo mi primer y último amor se alejaba
vertiginosamente, solo Dios sabía hacia donde. El espectáculo de la
joven agitando las manos, pidiendo socorro o quizás lanzándome un
último adiós, me heló el alma y no pude tener tiempo para pensar.
Tuve la impresión de evolucionar sobre lo que los musulmanes
llamamos El Sendero Recto, un puente de hilo que separa el infierno del
paraíso, echando a los malos en el primero y a los buenos, en el
segundo. Perdí luego el conocimiento. Y todo terminó.
Cuando pude abrir los ojos, vi que alguien me estaba practicando la
respiración artificial.
"Ha vuelto en sí:", gritó una voz.
Un policía me explicó luego que pronto vendría una ambulancia para
trasladarnos al hospital más próximo.
- “¿Nos?", pregunté con voz ronca e incrédula.
54
- Sí, añadió el policía, usted y una joven llamada Hayat sois los únicos
supervivientes. Hasta ahora son cincuenta los cadáveres que hemos
encontrado. Hizo una pausa y agregó en tono paternal:
- La joven debe quererle mucho: no ha cesado ni un momento de
preguntar por usted.
A pesar de la tragedia, una especie de felicidad me rodeaba, porque, al
fin y al cabo, estábamos milagrosamente juntos: ¡qué extraordinaria
coincidencia el que la joven se llamara Hayat!, es decir, vida.
Como respuesta, sonreí al amable guardia civil, no sin dejar de
vislumbrar mentalmente las increíbles circunstancias en que había
nacido aquel inolvidable amor…
55
VENGANZA
SEROPOSITIVA
Sinopsis:
La mejor forma de vengarte de tus enemigos es inocularles el Sida.
-------------------------Hubo una pausa. El comisario la aprovechó para anclarse en el
sillón y aspirar algunas bocanadas de humo, luego esbozó una
sonrisa cómplice y dijo a sus subordinados:
-Señores, tenemos que obrar con delicadeza para que nadie
descubra nuestros planes de emboscada. La mujer está
gravemente contaminada y fácilmente contagiosa. Nuestra tarea es
doble: detenerla e identificar posibles personas frecuentadas.
Vigilaremos, sobre todo, los hoteles principales de la ciudad.
El cenicero estaba repleto de colillas y cenizas. Siguió absorto
calando y expidiendo humo en leves figuras sinuosas. Apuró una
colilla y encendió otro cigarro.
-¿Qué fuente de información tenemos? Preguntó un oficial.
-Recibimos ayer un fax de una clínica española donde ingresó hace
un año, informándonos confidencialmente que es seropositiva y que
le dieron de alta tras formular ella misma el deseo de volver a su
pueblo natal.
-¿Por qué no la detuvieron inmediatamente al desembarcar?
-En el aeropuerto comprobamos que figuró efectivamente entre los
viajeros pero su avión llegó media hora antes y no pudimos
encontrarla. De todos modos la noticia de su llegada corrió como la
pólvora por todas las comisarías.
Supusimos que fue a ver a su madre, divorciada y paralítica, sólo
para notificarle que le había abierto una cuenta bancaria. Luego ni
rastro de ella.
-¿Qué se sabe de su pasado? Preguntó un inspector.
-Trágico, masculló el comisario. Una verdadera caja de Pandora. Le
practicaron la mutilación femenina, es decir, la escisión, agravada
por las suturas. Su padre adoptivo abusó de ella. A los quince, su
marido la repudia por ser estéril y desde entonces se dedicó a la
56
prostitución. Primero aquí y luego emigró a Europa, donde contrajo
el Sida.
-¿Qué será de ella después del arresto?
-Como ya les dije, esta mujer entró ahora en la fase final de la
enfermedad. Ha vuelto para morir en su casa. Hemos de detenerla
discretamente y entregarla a los de sanidad que se encargarán de
internarla en un sanatorio, para el bien de todos. No olvidemos que
es una prostituta y que puede contaminar a varios inocentes antes
de caer en la trampa. Para que les sea fácil identificarla, voy ahora
a proyectar algunas fotos suyas recientes.
Con gesto mecánico, el comisario apagó las luces, presionó un
botón y un haz de luz se proyectó sobre una pantalla artificial donde
apareció de repente la silueta de una mujer cuya hermosura era
impresionante.
Era bellísima, de ojos negros y grandes pestañas, pelo largo y
formas del cuerpo asombrosamente eróticas. Sonriente, estaba
vestida con una camisa transparente, donde anidaban unos pechos
enhiestos sin sostén, prominentes y con pezones erectos y
provocantes.
-Es imposible que esté contaminada una persona que rebasa
salud, juventud, vitalidad y belleza como esta mujer, murmuró un
inspector, incrédulo.
-El síndrome del VIH, contrariamente a las demás enfermedades
contagiosas, desarrolla síntomas internos de lenta diseminación
mortal. El diagnóstico se hace desgraciadamente después de varios
estragos internos irreversibles. Así que no hemos de dejarnos
engañar por las apariencias.
Volvieron las luces y el comisario dijo concluyendo:
-El procurador nos dio veinticuatro horas para echarle el guante y ya
han pasado doce. El plazo vence a medianoche.
-Lo que no entiendo es: ¿Por qué diablos comprar un billete de ida y
vuelta cuando declaró que volvía definitivamente al pueblo?
***
*
La mujer cerró los ojos y le bastó con tocar con la mano el cuerpo
del hombre que aún seguía durmiendo junto a ella. Le había
telefoneado desde Madrid para que fuera a recogerla en el
aeropuerto. Era el hombre que quince años atrás, le había
proporcionado el pasaporte para emigrar a Europa, a cambio de
57
unas relaciones íntimas que ninguna mujer sensata y normal
hubiese aceptado. Sodomía con quemaduras a cigarro en las
nalgas. La pesadilla duró meses. Y eran muchos hombres, amigos
suyos. Pero no tenía otra elección. Prefirió aquella mortificación a
quedarse por más tiempo en otro infierno más inhumano. La
chantajearon durante meses, luego la abandonaron cuando
empezaron a aburrirse. Ahora se sentía liberada tras haberle
inoculado el virus de la muerte durante toda la noche. Había
insistido en utilizar los preservativos que sacó del bolsillo, algo
desconfiado. Pero ella fue más lista aún: al manipularlos con
destreza, los sustituyó por otros que previamente había pinchado.
-Buenos días, dijo el hombre, despertándose perezosamente y
visiblemente feliz de volver a estar con ella.
-¿Qué le dirás a tu mujer?, preguntó ella hipócritamente, pensando
más en el proceso del contagio que en el adulterio.
-Le dije que teníamos un coloquio en la capital y que no me
esperara. Pero dejémonos de estos detalles. ¿No me ibas a dar
dinero? No olvides que mi mujer está encinta de un mes y que
tengo que pagar las deudas del banco y la pensión de mi primera
mujer. Además pienso tener otros hijos.
-¿Ya no sacas dinero de los que quieren emigrar?
-Ya no. Hay un control tremendo. Hace tiempo que vienen
subsanando la situación. Muchos funcionarios han ingresado en la
cárcel por trata de blancas.
-Te firmaré un cheque. Ve a preparar el desayuno mientras me
ducho.
El hombre se dirigió a la cocina y la mujer se encerró en el cuarto
de baño.
Se acercó al espejo gigante y contempló el reflejo de su cuerpo
desnudo. Observó sobre todo la parte superior. Había teñido el pelo
de rubio y adquirido lentes de contacto verdes que le daban el
aspecto de una sueca.
Había procedido a esta transformación para despistar a posibles
rastreadores y sobre todo a su ex marido, que figuraba también en
la lista de las personas que iba a contaminar. Abrió el chorro de
agua y empezó a ducharse sin dejar de pensar en su siguiente
víctima. El hombre llamó a la puerta, indicándole que el desayuno
estaba listo.
El viejo zoco de la medina empezaba a ajetrearse. Los transeúntes
podían encontrar allí cualquier mercancía posible. La mujer
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apresuró el paso y, sintiéndose espiada, juntó sobre el rostro los
bordes de la caperuza de su chilaba para pasar desapercibida. Se
adentró en una callejuela infecta y oscura.
El proxeneta estaba aún durmiendo.
Recordó cómo la estuvo explotando durante años, con crueldad,
desprecio y odio, imponiéndole a clientes de ambos sexos que
hacían de su cuerpo lo que les dictaba su locura y embriaguez. El
maldito rufián tenía un juego favorito. Enloquecía de placer
observando, sin parar de masturbarse, cómo unos la sodomizaban
vilmente mientras que otros le ponían una correa en el cuello para
arrastrarla y sofocarla como a una perra.
Se detuvo delante de la puerta vetusta. Era tal como la había
dejado en el pasado: se abría sobre un miserable garaje donde el
desgraciado chulo comía, dormía y deliraba con el sexo. Llamó
varias veces. Dio golpes con los pies.
Iba a irse cuando, por fin, alguien abrió temerosamente la puerta,
ocultando los ojos con la mano izquierda para amortizar los pocos
rayos de sol que invadieron de repente la triste morada. La mujer se
descubrió. El hombre alzó la mirada, asombrado. La miró fijamente.
Abrió los ojos, luego los cerró a medias para escudriñarla mejor. No
la reconoció.
-Soy yo, Saída. ¿Me recuerdas?
El hombre abrió la boca como un tonto y dijo tartamudeando y
alucinado:
-Saída. Imposible. Sí. Sí...Saída. Te fuiste a España. Me dijeron que
hiciste fortuna.
Luego, interrumpiéndose un momento, como si recordara un
pasado sombrío, preguntó, desconfiado:
-¿A qué has venido?
-No te preocupes. Te traigo dinero. ¿No te acuerdas? Me escapé un
día sin dejar rastro. Ahora para compensar esto, pensé que te debía
un poco de dinero.
-Ya, dijo tranquilizado. Tienes razón. ¡Qué buena eres! Necesito ese
dinero. Sobre todo ahora que no nos dejan salir de nuestros
agujeros. La prostitución de niños está también perseguida,
concluyó malhumorado.
-¿No me dejas entrar?
-Es que estoy con un chico…
-No me importa…
El joven adolescente afeminado yacía desnudo en la cama del
chulo. Al ver entrar a la mujer arrastró la sábana para ocultar sus
partes íntimas, algo preocupado.
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Saída abrió el bolso sin fijarse en el efebo y sacó un impresionante
fajo de billetes que había preparado para la ocasión. El proxeneta y
su amante se quedaron hipnotizados. Alargó él la mano para
apoderarse del milagroso regalo.
-No...No, dijo con reproche la joven, la mirada vacía y en tono
cansino, si quieres ganártelo, tú y tu amigo me tenéis que...
En vez de terminar la frase, se echó sobre el viejo y destartalado
colchón junto al mancebo y adquirió una postura obscena
irresistible. El hombre, que hacía tiempo que no tocaba a una mujer,
cerró la puerta de golpe y procedió a desnudarla con sus manos
gruesas, como en los viejos tiempos, pero sin saber que esta vez él
era la víctima y ella, su verdugo. Sin poder resistir más, el niño
terminó participando en la orgía.
Media hora más tarde, Saída salió de aquel mundo pestilente y se
dirigió al centro para asesinar a su padre adoptivo en la plaza
Yemaa El Afna, donde solía formar corros para ganarse su pan
cotidiano contando historias inverosímiles.
La joven sabía qué aspecto tendría ahora el que había aceptado
que le amputaran el clítoris, cuando tenía apenas cinco años.
Según acababa de decirle su madre, lo hizo por un puñado de
dólares que le dio un extranjero que filmó la macabra escena.
Recordó con amargura cómo abusaba de ella, siendo niña, y cómo
las había abandonado, a ella y a su madre, cuando más lo
necesitaban (las dos tuvieron que prostituirse para subsistir), para
casarse con una joven que parecía su hija. Supo que la utilizó
también a ella y a sus dos hijas para fines lucrativos. Las abandonó
más tarde a su suerte y esclavizó a otra mujer, mucho más joven, a
quien dio un hijo y abandonó después.
"Iré luego al muelle a visitar a mi querido hermanastro”, murmuró
irónicamente, pensando en el contagio.
La voz ronca de un cuentista, que empezaba a contar en un corro,
se elevó en el aire: “¡En el nombre de Allah, el Clemente, el
Misericordioso! ¡Alabanza a Allah, el Único, que levantó el
Firmamento y extendió la Tierra, y la oración y la paz sobre nuestro
señor Muhammad y sobre su familia y sus compañeros hasta el Día
de los días!” “¡Oh, hermanos y hermanas míos! Acérquense.
Vengan a escuchar la horrible historia de una mujer que embrujó a
su marido por celos y le transformó en bestia. O quizás queráis
60
saberlo todo sobre aquella novia que dio de comer a su esposo
manos y pies de niños recién inhumados luego asados para
recuperar su amor y fidelidad. O de aquél tenebroso personaje que
fue de peregrinación a La Meca buscando la purificación tras abusar
de sus hijas. ¡Y que la voluntad de Allah se haga! Porque Allah es el
más sabio”.
Había otros corros, otras vociferaciones. Pero el viejo cuentista
parecía interesar más a los oyentes. La mujer se acercó. Se abrió
paso entre la muchedumbre y lo vio.
Había envejecido de forma lamentable. Apenas podía gesticular y
formular sus frases. Pero las historias que contaba eran tan
espeluznantes que los oyentes acudían en grupos nada más verle,
para llenarle con monedas la pequeña cesta que disponía al efecto.
Hasta la policía, en vez de disolverle el corro, escuchaba con
interés y simpatía.
Saída manoseó debajo de la chilaba la jeringuilla que contenía
cianuro. La había traído para él. No necesitaba sacarla. Bastaba un
roce y el pinchazo no fallaría. Ni despertaría sospechas. Pero dio
marcha atrás porque sintió que no podía retener sus llantos. El
estado en que estaba el viejo, física y socialmente, era el mejor
castigo que un malvado podía recibir.
Decidió dirigirse al muelle. Apresuró el paso, atropellando a los
numerosos transeúntes que callejeaban sin rumbo alguno.
De repente intuyó que alguien pretendía espiarla. Cambió entonces
de rumbo, tomó un atajo, entró en una tienda de artesanía y salió
precipitadamente por la puerta trasera, encapuchada en otra chilaba
de otro calor. Se cruzó después con su perseguidor, quien, en vez
de reconocerla, alzó la vista para mirar a lo lejos y aceleró el paso.
Saída se acercó a la fábrica donde le dijeron que trabajaba su
hermanastro. Era un joven con cara redonda, orejas pegadas, el
cuello inexistente y la nariz achatada.
Le abordó sin protocolo.
-Perdone, señor. No soy de aquí. Me he extraviado. ¿No podría
indicarme un hotel donde poder descansar?
-Por supuesto, refunfuñó el rudo individuo, aturdido por la belleza de
su interlocutora, en quien vio a una mujer que buscaba sexo.
-Perdí el monedero, continuó maliciosa y descaradamente el joven,
y tengo hambre.
Saída le miró a los ojos y le dijo con una sonrisa cómplice:
-No se preocupe. Si me complace…
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Al joven le brillaron los ojos como ágatas relucientes al oír que la
dama solicitaba placer. De pronto la imaginó en la cama…
-Vale, vale, dijo con fruición, conozco un lugar muy discreto y
agradable. Venga conmigo.
La llevó a la casa de un amigo por temor a que su novia sospechara
algo. Tal como solía hacerlo. Llamó a la puerta. Salió un asqueroso
individuo sin afeitar. Miró largo rato boquiabierto a la mujer.
Entendió luego la razón de la visita. Entregó las llaves a su amigo y
se marchó. La pareja entró y cerró herméticamente la puerta.
Tras inocularle el virus del sida al joven, Saída salió de aquel
húmedo y horrendo tugurio y se dirigió directamente a la tienda del
que la había repudiado y humillado.
Caminó a trompicones. Su rostro fue una encrucijada de gestos
incontrolados…
Le pareció percibir de nuevo la silueta del hombre que la había
perseguido horas antes. Pasó cerca de ella pero no notó nada
sospechoso, debido a la chilaba, esta vez ocre, y a la multitud de
gente que se interponía.
Llegó la hora de la oración de la tarde. Las tiendas dejaron de
funcionar por un rato. La mujer se acercó a la joyería y vio por
fortuna que su ex marido estaba allí, detrás del mostrador, contando
visiblemente sus ganancias y, en vez de ir a la mezquita, se
prestaba a engullir su habitual botella de vino, antes de ir a saciar,
como de costumbre, sus perversiones sexuales con algún pobre
chico necesitado que se presentaba para cualquier trabajo.
Simulaba ser un ferviente creyente ante la gente, como muchos,
pero ella sabía que desde siempre le importaba un pepino la
religión. Su desprecio por la fe era tal que solía recitar versículos
coránicos sagrados cada vez que la sodomizaba. Recordó que sólo
en circunstancias excepcionales acudía a la mezquita para ostentar
proselitismo religioso.
Se cubrió la cara con el velo, aunque el viejo sufría de una fuerte
miopía, y dijo educadamente:
-Buenas tardes, señor, tengo un anillo para saldar, pero si quiere,
volveré más tarde, añadió hipócritamente.
-No...No. En absoluto, se apresuró a decir el viejo, como si temiera
que aquel milagro de belleza, que el destino le mandaba, se
esfumara, enséñeme el anillo. ¡Ah! Veo que lo tiene en el dedo del
corazón. La leyenda dice que eso trae felicidad y atiza la pasión de
los amantes.
62
Le cogió la mano para sacarle el anillo y la joven notó que
aprovechaba descaradamente de la ocasión para acariciarle con
fruición los finos dedos.
“Lo hace para ver mi reacción, pensó la joven, el pobre diablo no
sabe que le voy a seguir la corriente hasta la contaminación”.
-No tengo con qué pagar, si quiere que le sea sincera…
Al viejo le brillaron los ojos y se le alargaron los dientes al oír esta
confidencia. Cayó en la trampa. Humedeció los labios con su lengua
de lobo hambriento y reprimido y dijo:
-Tengo aquí una habitación climatizada y cómoda, agregó
tartamudeando y nervioso, tengo mucho dinero, te obsequiaré con
regalos preciosos y raros. Me casaré incluso contigo si quieres.
El pobre no sabía lo que decía. Deliraba. Suplicaba. Le besaba las
manos. Temía perderla. Seguro que hacía tiempo que no practicaba
sexo con una mujer, tan inclinado estaba por la pedofilia desde
remotos tiempos. Languidecía. Y, orientado por la sonrisa de
asentimiento de la joven, se acercó a las persianas cautelosamente
para bajarlas de un tirón. Cerró la puerta con llave e invitó a su bella
presa a pasar al cuarto secreto, agudizando la vista, como si
quisiera reconocer una sombra del pasado. Pero el deseo le ofuscó
aún más la vista.
- Ponte a gatas y déjame lamerte el culo y sentir su olor, le ordenó
con delirio.
--Déjame desnudarme primero. ¡Ah! ¿No me das un poco de vino
para gozar mejor de nuestros cuerpos?
-¡Es verdad! Sí, sí, vale, desnúdate. Te emborracharé primero,
aunque las mujeres estáis borrachas por naturaleza.
Alargó el brazo para alcanzar la botella. Introdujo el sacacorchos y
maniobró para abrirla. Luego giró en busca de los vasos.
Momento preciso que aprovechó Saída para clavarle la jeringuilla
en el cuello.
Y el cianuro hizo su deber.
En su colapso el viejo percutió los recipientes que rodaron
tintineando sobre el suelo de mármol
donde se hicieron
estrepitosamente añicos.
El cuerpo flácido del sátiro quedó en una posición obscena, la boca
bien abierta, de cuyas comisuras manó un nauseabundo
espumarajo.
Cualquier maldito monstruo como él hubiese deseado aquella dulce
y compasiva muerte.
63
Saída pasó desnuda sobre el cadáver y se adentró en el espacioso
cuarto de baño.
Se observó reflejada en el espejo: cintura estrecha, piernas largas,
senos firmes y voluminosos, labios voluptuosos. Su pubis mostraba
unos oscuros rizos donde anidaban insaciables obsesiones.
Detestaba depilar las ingles.
Su trasero mostraba bien dibujados dos hoyitos a la altura de los
riñones, pelo desparramado. Se lavó precipitadamente como si
estuviera repelida por la presencia del viejo sátiro.
Con un lápiz negro agrandó sus ojos y con el rímel retocó sus
pestañas finas, luego perfiló las comisuras de sus labios con una
barra roja y se roció un poco con el perfume Éxtasis…
Antes de abandonar la escena del crimen procuró llevarse todo el
oro y los diamantes que allí había. Una fortuna acumulada durante
mucho tiempo.
El sol se disponía a ponerse cuando Saída se presentó ante el
consultorio de su última víctima: el médico a quien contrataron para
seccionarle lo más íntimo y vital que podía tener una mujer. Se
preguntó un momento si aceptaría su oferta. En caso contrario,
utilizaría la jeringuilla. No obstante se sintió optimista, porque
físicamente era irresistible. Había pensado en todo: tenía detalles
para deslumbrar y encandilar al más indiferente de los médicos.
Abrió el bolso y verificó que los falsos preservativos estaban listos
para ser utilizados en caso de aprieto. Presionó el timbre, sabiendo
que la secretaria aún no había llegado.
No se equivocó. El médico en persona le abrió la puerta,
haciéndose a un lado para dejarla pasar.
La miró primero desconfiado antes de tenderle mano. Era alto y
enjuto con los ojos chispeantes.
Le pareció una sílfide, una maravillosa ninfa, con melena castaña
larguísima. La deseó de inmediato.
Llevaba zapatos de tacón. Avanzó contoneando el culo, simuló una
actitud de puta extravagante y dijo, patosa:
-Doctor, tengo un diminuto lunar en el culo y quisiera saber si es
benigno o no…
Cuando se quitó la chilaba, se bajó los pantalones y las bragas y se
inclinó hacia delante, ocurrió lo que efectivamente había pensado.
El hombre se acercó al trasero de Saída para contrastar el lunar,
pero pronto se olvidó que era médico, e instintivamente sus manos
64
recorrieron las zonas femeninas más sensibles e íntimas. Empezó a
besar y a estrujar las nalgas de la mujer como un loco. Luego,
jadeando como una fiera, se desvistió y arrastró a Saída hacia el
canapé más cercano. Se olvidó por completo de los preservativos.
Debían de dar las diez de la noche cuando se juntó con un hombre
bien vestido y cortés. Era un oficial de policía a quien conoció a su
llegada. Le había prometido embrollar la persecución policial y
llevarla a Casablanca, a cambio de dinero y sexo.
Subió al coche y salieron de la ciudad rumbo a la residencia donde
él le haría el amor.
Algunos agentes de tráfico los pararon pero resultó que le conocían
a él y a ella la tomaron por su mujer. Se arrellanó en el asiento y
cerró los ojos. Había cumplido con su venganza, tras contaminar y
matar a todos aquellos que habían destruido su vida injustamente,
precipitándola en un infierno del que ahora no era posible salir.
Esbozó una amarga sonrisa de satisfacción al pensar que sus
víctimas contaminarían a su vez ineluctablemente a los suyos.
Abrió los ojos y miró el reloj. Aún le quedaban dos horas para tomar
el vuelo que la llevaría a un destino desconocido.
Cuando llegaron, el policía dejó el coche en el garaje y ambos
entraron en casa.
-¿Tienes hambre, cariño? preguntó solícito el hombre.
-Sí, murmuró ella. ¿Llegaremos a Casablanca?
-No te preocupes. Te están buscando sólo en hoteles…
-Me lo figuraba. Nadie puede leer mis pensamientos, añadió, como
en un sueño…
-Te prepararé algo. Luego haremos el amor. Pero no olvides
ponerme un preservativo…Es bueno para ambos.
El policía se encerró en la cocina y marcó un número en el móvil:
-¿Señor comisario? Sí, soy yo, dijo sin alzar la voz. Saída está
ahora conmigo en la residencia. Sí, sí, no sospecha nada. No, no
tiene escapatoria, podéis venir ya…
El policía calculó el momento de la emboscada. Llegarán dentro de
una hora. Tiempo suficiente para hacer con aquel divino cuerpo lo
que nunca hubiera imaginado hacer con su mujer. Y sobre todo lo
que prohibía la religión.
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Dispuso los bocadillos y las cervezas en la bandeja, abrió la puerta
y…fue sólo un instante…
El pinchazo le atravesó el pulmón y su corazón se paralizó…
66
AMOR
AÉREO
Sinopsis: Si no crees en el amor, es mejor no leer este relato.
-----------------------------Hacía una mañana lúgubre y oscura. El avión rugió sobre la pista
del aeropuerto de Barajas, despegó con un fuerte zumbido y
ascendió oblicuamente hacia el cielo con destino a Marrakech.
Los viajeros desabrocharon sus cinturones para ponerse cómodos.
Una joven que cubría su cabello con un pañuelo con monedas de
oro que le caían sobre la frente, pidió disculpas para cambiar de
sitio a un joven que aceptó afablemente. Le explicó que estar
pegada a la ventanilla le producía vértigo y ambos se rieron del
incidente y se dejaron caer sobre los respaldos cerrando un
momento los ojos para descansar.
Ella era alta, delgada, cutis de maniquí pero sin cosméticos, cuerpo
fino y cimbreante. Vestía ropa gris y rosa que le caía formando
pliegues hasta los pies. Llevaba un brazalete con incrustaciones de
brillantes en su muñeca izquierda y su aspecto general denotaba
educación y opulencia. El era de ojos castaños, pelo negro como el
azabache. Iba también bien ataviado y era suave en sus modales.
En el asiento delantero, una mujer se puso a cambiar de posición al
niño que no cesaba de llorar; lo puso en su regazo y, para acallarlo,
tiró de la cremallera de su chilaba, sacó el seno izquierdo y acercó
al bebé para que mamara. Su compañero de asiento, un hombro
corpulento, con un grotesco bigote y pelo rizo, se quedó
furtivamente mirando de reojo al seno erecto y opulento de la joven
madre, sin pestañear. En el lado contiguo, a la derecha, otra mujer
se arrellanó cómodamente en su asiento, desplegó el diario La
Mañana y se enfrascó en su lectura, sin notar que el hombre sentado a su derecha la escudriñaba discretamente, impresionado
visiblemente por los encantos con que la naturaleza obsequiaba
magnánima y generosamente a ciertas criaturas femeninas. Era una
mujer bellísima, de formas esculturales, rubia, de ojos azules y
labios carmíneos. Llevaba cabello recogido en un gran moño en la
nuca. Vestía una atrevida creación en azul marino y blanco que le
daba un aspecto distinguido.
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Ella parecía muy preocupada y tenía el ceño fruncido. El hombre
miró los titulares del periódico y comprendió la preocupación de la
joven: " Una mujer recién casada castra a su novio y se suicida";
"Una joven seropositiva logra contaminar a varias personas, por
venganza". Desplegó su propio periódico y notó que aquellos títulos
eran casos aislados y sensacionalistas, destinados a un público
específico. Se interesó por la página de política nacional y no pudo
contener su emoción: tras una larga e ingrata sequía, la situación
volvía a su curso normal, con un rebrote general de la vegetación y
el abastecimiento oportuno en recursos hidráulicos. En cuanto a los
labradores e inversores extranjeros todos manifestaban su euforia y
confianza en el porvenir.
Un fuerte codazo sacudió al hombre y le hizo volver la mirada hacia
su compañera de asiento, quien se apresuró a disculparse:
-Lo siento, dijo con voz suplicante, me disponía a abrir el bolso para
sacar caramelos cuando, debido a la sacudida del avión, le di a
usted este golpe sin querer.
-No se preocupe, son cosas que ocurren, le dijo él tranquilizándola.
-¿quiere un caramelo?, invitó con acaloramiento.
-Gracias, aceptó el hombre, llevándose la golosina a la boca, mm,
muy delicioso, prosiguió.
-Son de chocolate con anís, dijo orgullosa, luego agregó: me llamo
Aurora Gómez y soy periodista.
-Encantado. Yo soy Adel Sekal. Acabo de terminar mi carrera de
ingeniero de minas y vuelvo a casa definitivamente.
Miró al joven y, por primera vez, pudo recrearse en su
contemplación, estudiándole a su antojo. Era también alto y de
formas esculturales; pero moreno, de ojos castaños, cabellos y
cejas de un negro profundo. Tenía también un aspecto pulcro y
distinguido.
-¿Cómo se dice en árabe dialectal "perdone" y "Gracias"?
-"Smahli" y "Shukran".
-pues le digo Smahli por lo del codazo y Shukran por su
indulgencia.
-Estupendo. Lo pronuncia muy bien.
-¿Otro caramelo?
Adel aceptó gustoso, engulló el bombón y preguntó:
- ¿Va usted en misión o de vacaciones?
-Ambas cosas, para serle franca. Me han elogiado mucho su país y
pienso descubrirlo por mi cuenta.
68
-Si quiere, tendré mucho placer en ayudarle a visitar mi ciudad
natal.
-Muy agradecida. Supongo que necesitaremos mucho tiempo…
-Por lo menos una semana para ver lo esencial.
Una azafata morena y sonriente se acercó e interrumpió su
conversación, obsequiándoles con un suculento almuerzo con
refrigerios.
La joven del brazalete y su compañero, que habían ya alcanzado
una intima amistad, zamparon el pollo con arroz e insatisfechos,
sacaron dos desbordantes bocadillos de sus bolsos de plástico y los
engulleron también. El hombre del grosero bigote, que no dejaba de
escudriñar a la joven y embelesada madre, se dejó finalmente guiar
por su impulso e invitó a su compañera a compartir con él unos
deliciosos pasteles madrileños, como postre. La joven aceptó,
mientras un vivo rubor se extendía por sus mejillas que pronto
empezaron a irradiar múltiples colores. Hasta sus orejitas se
sonrojaron, cuando su compañero le dijo que no entendía cómo una
bellísima criatura como ella viajaba sola.
Cuando hubieron terminado de almorzar, les proyectaron una
película que resultó ser de violencia. Aurora se disculpó para
echarse un momento y Adel hizo lo mismo. La joven cerró los ojos y
la imagen de Pedro irrumpió en su mente. Recordó que empezaron
a reñir tras el divorcio de los padres de ella. El joven empezó a
distanciarse, luego a evitarla. Finalmente se separaron sin más. Al
borde de una depresión nerviosa, fue a consultar a un psiquiatra
que le aconsejó cambiar de vida viajando y descubriendo otros
horizontes. “Viajar es morir un poco", pensó. Sus ojos, aunque
cerrados, no pudieron detener dos grandes lágrimas que brotaron y
resbalaron por sus mejillas.
En aquel preciso instante, por cambiar el avión de trayectoria, los
viajeros se sacudieron y Adel se irguió en su asiento, miró a Aurora
y descubrió que sus ojos estaban humedecidos.
-Si puedo hacer cualquier cosa, le dijo, solícito, entregándole un
clínex.
-Lo siento, contestó con voz apagada, recordé cosas amargas de mi
vida.
-A veces es bueno llorar para borrar cosas...
-Las mujeres somos tan sensibles y débiles...
-Usted tiene todo para ser feliz: juventud, belleza, salud, carrera,
inteligencia…
69
-Alguien me abandonó cuando más necesitaba su ayuda...creí que
me quería.
-¡Qué curioso! exclamó él, arqueando las cejas, a mí también me
ocurrió lo mismo.
-¿qué le pasó exactamente?
-Una historia banal y ordinaria. Me enamoré de una española que
estudiaba conmigo y cuando pensamos casarnos últimamente, su
familia se opuso categóricamente a nuestra unión. Ella tuvo que
elegir y prefirió a sus padres.
-Por incompatibilidad cultural, supongo...
-Sí. Rechazó la idea de venirse a vivir aquí conmigo.
-¡Qué barbaridad! La pobre no sabe que Marruecos ha
evolucionado bastante durante estos últimos años y que es la
mezcla de culturas que hasta ahora ha permitido que las
civilizaciones progresen y se enriquezcan...
-Según comprendo, sus padres se mostraron opuestos al
matrimonio mixto.
- ¿Y qué tiene de malo un matrimonio mixto? ¿Acaso en los demás
matrimonios no hay divorcios, dramas y tragedias? No entiendo
cómo puede una religión, una cultura o una nacionalidad separar a
dos personas que se quieren de verdad...
-Aurora, le agradezco que me haya devuelto la confianza en la
gente y en mí.
-¿Qué le parece si brindamos por los matrimonios mixtos? dijo ella,
sacando una botella de zumo de melocotones y dos cubilotes.
- Buena idea.
En el asiento contiguo, el joven del pelo azabache y la bella del
brazalete parecían absortos y sumidos en una conversación
interesante. Ella hablaba con voz dulce y acariciadora. El
escuchaba con radiante júbilo. Súbitamente se abrazaron y besaron
con ardor. En el asiento delantero, la joven madre y su compañero
mantenían también una conversación entretenida y enternecida.
Sus miradas eran ansiosas, solícitas y lánguidas. Aurora y Adel
veían que las dos parejas se comportaban como viejos
enamorados. El hombre tenía al bebé en sus brazos y la madre le
tarareaba en voz baja una canción de cuna para que se durmiera.
-Según los pocos fragmentos de conversación que he podido
captar, aclaró Adel, la joven madre acaba de divorciarse y vuelve a
casa de sus padres. Su compañero le propone casarse con ella y
ocuparse del niño. En cuanto a la otra pareja, acaban de
70
comprometerse individualmente y lo harán oficialmente cuando
lleguen a Marrakech.
-Dios mío, exclamó Aurora, atónita, con qué facilidad se cruzan
ciertas vidas… ¡Qué fácil es lograr aquí la felicidad! ¿Suele ocurrir
así en su cultura o es pura magia del cielo en que volamos?
-Ambas cosas. Idilio aéreo y encanto bereber, musitó él
enigmáticamente, luego agregó, cambiando de tema:
-¿Qué le gustaría hacer mañana, para empezar?
-¡Uy! Muchas cosas. Y antes que nada, un baño cultural: comer
platos vuestros, beberme ese té delicioso con hierbabuena,
pintarme los ojos con khul, tatuarme las manos y los pies con hena,
comprarme estatuillas, vestirme con traje bereber y viajar por el sur
profundo. En esto consiste mi reportaje etnográfico.
-¡Vaya programa! Tendré que avisar a mis hermanas para que la
ayuden...
-¿Cree que al final me será posible aprender unas palabra en
bereber?
-Por supuesto, apoyó él.
-Quisiera que me aclarara unos puntos. Es que me hago todo un lío:
sois a la vez marroquíes, beréberes, árabes, musulmanes, moros,
magrebíes...
-No es difícil. Los árabes (habitantes de Arabia Saudita), tras
convertirse al Islam, conquistan e islamizan a Marruecos (palabra
calcada sobre "Marrakech" y que significa "occidente"), antes
inicialmente habitado por Imazighan (que significa "hombres libres")
llamados "beréberes" por el invasor, a semejanza de los Griegos y
romanos que llamaron " bárbaros" a sus protegidos. En cuanto a
"moros", es una palabra que nos viene de nuestros vecinos mauros
o Mauritanos con quienes tuvimos antiguamente lazos históricos,
sin más. Por fin, la palabra " magrebí" es un adjetivo de "Magreb"
(occidente también) pero región que abarca a los tres países que ya
conoce.
-¿Cómo entró el Islam en el país?
-Difícilmente, tras setenta años de una lucha encarnecida.
Anteriormente el país se judaizó y cristianizó sin problemas. Somos
un país tolerante, pues hay iglesias y sinagogas también…
- ¿Y en cuanto al idioma bereber?
- Tenemos tres dialectos muy diferentes.
-Bueno, tomaré notas a su debido tiempo. A ver, cómo se dice "yo
quiero beber agua" en rifeño, es sólo para escuchar los sonidos.
-Nash Jsagh adaswagh aman.
-¡Qué melódico pero difícil! Supongo que existe una gramática
sistemática.
71
-Claro. La transcripción original se ha perdido, pero ahora se intenta
recuperarla. Antiguamente el idioma se transcribía en púnico, luego
en latín, en romano y ahora, indiferentemente en cualquier lengua
internacional.
El avión empezó súbitamente a perder altitud y los viajeros pudieron
paulatinamente vislumbrar las primeras palmeras, el color rojizo del
relieve y la vegetación propia a la ciudad eterna. Aurora se inclinó
hacia la derecha, deshizo su moño y echó la cabeza atrás. Sacó del
bolso un pequeño espejo y se retocó los labios, pintados
ligeramente de rosa. Luego sacó un perfumador y se aplicó unas
gotitas detrás de las orejas. Percibió por el rabillo del ojo que Adel la
estaba desnudando con la mirada.
Su cabellera rubia exhaló una fragancia embriagadora que no dejó
indiferente al hombre. Una sensación de felicidad pareció reflejarse
en sus facciones que no escapó a la mirada aguda de la pareja que
ocupaba el asiento contiguo. Los dos jóvenes le lanzaron una
sonrisa cómplice. Por su parte, Aurora intentaba analizar sus
confusos sentimientos.
Curioso destino el suyo. Se creía desgraciada. Pensó que viajar era
olvidar desdichas y morirse un poco. Creyó que nunca encontraría
la felicidad. Sintió de repente una profunda sensación de triunfo.
Había huido de aquella tenebrosa historia, de aquella insoportable
niebla… para encontrarse con la luz…
Comprendió que el hombre que la acompañaba ahora la atraía
irresistiblemente. La embargó súbitamente una sensación de euforia
nunca experimentada antes. Sintió que debía besarle. Tenía que
hacerlo. En su movimiento, dejó caer deliberadamente el capullo de
rosa, que tenía en el ojal de la solapa, sobre las rodillas de Adel.
Éste se agachó, aún aturdido por la fragancia de la joven, para
recoger la rosa, aspiró su aroma y al erguirse sus rostros se
rozaron, como ella había imaginado.
-Adel, yo…
La besó. Le correspondió ella, entregándose cuerpo y alma.
-¡Contigo ahora todo es mágico!, susurró él, luego miró por la
ventanilla y añadió, ya llegamos. Bienvenida a tu nueva casa.
72
EL
0BSES0
Sinopsis: Sospechas que tu mujer te engaña con tus amigos. Pero
necesitas pruebas y elaboras un plan para lograrlo…
----------------------------------Abdeltif salió de la Hacienda y se dirigió directamente al café
Balema, donde solía merendar con sus amigos, antes de volver a
casa.
Los encontró discutiendo sin ton ni son, como de costumbre.
-Aquí viene nuestro recaudador para zanjarnos el problema. Tú que
tienes más experiencia que nosotros: ¿No es acaso la insatisfacción
sexual la que induce a una mujer a cometer el adulterio? Kaled dice
que no…
-¡Menuda pregunta! Desde luego, no es la única razón. Hay que
considerar muchas cosas.
-Exacto, refunfuño Salem.
-Una mujer puede engañar a su marido por venganza.
-Puede que lo haga por dinero. 0 si trabaja, por promoción interna.
-0 por homosexualidad...
-Yo sigo manteniendo que si no la satisface el marido...
-Hombre, si es una ninfómana o si su marido es impotente...
-Olvidamos otro caso: si la esposa insatisfecha es además
extremadamente hermosa y asediada por lobos sedientos...
Abdeltif sostuvo la mirada inquisitiva de Salem y éste se dio cuenta
de que había metido la pata:
-Créeme, no pensaba en tu mujer...
-¿Y qué? ¿Qué más da? Estamos aquí de cachondeo,
exteriorizando nuestras opiniones. Es verdad que mi mujer es
demasiado hermosa. Pero tenéis que saber también que en los dos
años que llevamos casados, en ninguna ocasión reñimos
seriamente.
73
Se produjo un silencio plomizo, puntuado por unas miradas
recelosas.
-La verdad, pensé en un embrollo conyugal determinado donde la
esposa estuvo pringada con chanchulleros de poco abolengo.
-¿Era guapa?
-Hermosísima. La pillaron en fraganti con su jefe. El marido
engañado le perdonó todo al saber que lo que ganaba él en muchos
meses ella lo ganaba en un día. Le permitió reincidir a cambio de
dinero. Pero pronto se las arregló ella para divorciarse de él y
dedicarse a la profesión lucrativa más vieja del mundo.
-Ahora recuerdo otra historia similar-entonó Kaled-, pero donde el
marido fue más maquiavélico. Comercializó por así decirlo, la
hermosura sin par de su esposa induciéndola a prostituirse
directamente entre gente adinerada selecta.
-Desde luego qué falsos musulmanes son éstos. El Islam te permite
casarte hasta con cuatro mujeres para evitar cometer el adulterio.
Tras separarse de sus amigos y tomar el coche para volver a casa,
Abdeltif se quedó pensativo. Aquella conversación intempestiva no
le dejó indiferente. Condujo por la avenida Mohamed V, dobló luego
por la calle Bagdad, rumbo hacia Agdal. Volvió a considerar las
ocho causas de la infidelidad, planteándose la inevitable pregunta
de si su mujer mantenía relaciones extra conyugales.
Le pareció una mentecatez formular dicha pregunta, pero pensó
que tenía que zanjarla una vez por todas. Cuando se casaron, él
renunció a tener hasta la más mínima aventura con otras mujeres,
no por deber sino por convicción y satisfacción personales. Nezha
le consentía todo. Pese a los años que le llevaba, ella también se
mostraba satisfecha y colmada. En cuanto a su trabajo, que él
suponía, no tenía ningún problema: siendo una secretaria de
dirección, trabajaba a la luz del día y volvía al caer la noche para
ocuparse del hogar. Ambos tenían sus coches y no sufrían de
ninguna clase de privación. Lo de procrear, lo habían aplazado para
más tarde, de común acuerdo.
¡Qué desfachatez! ¡Pensar que Nezha podría engañarle con otros!
En cuanto a su hermosura, era ciertamente un incomparable
maniquí, deseado por los hombres y envidiado por las mujeres.
Pero era fiel como ninguna.
Rememoró su silueta, gustoso. Era alta, esbelta y con talle
cimbreante. Pecho voluminoso y piernas perfectas.
74
Sus vestidos, falda o chilaba, le ceñían con elegancia, las
sinuosidades de su cuerpo generoso y ágil. Su rostro irradiaba
siempre una profunda alegría de vivir. Su melena era lisa y
abundante. La mirada turbadora y vivaracha. Los hombres la
devoraban con los ojos y sus colegas se mostraban solícitos. Pero
nada de engaños.
Se detuvo ante un semáforo, cerca de la Facultad de Letras y,
mientras tamboreaba sobra el volante, intentó expulsar para
siempre de su mente la idea de un posible engaño por parte de su
mujer. Cuando pasó a verde, maniobró y salió en tromba.
Sin embargo las misteriosas insinuaciones de sus dos amigos eran
abrumadoras.
¿Qué pretendían? ¿Querían buscarle las cosquillas, leyéndole
aquella cartilla lamentable? ¿Se propusieron, indirectamente y por
amistad, hacerle ver que su matrimonio encerraba espinas
mortíferas?
Rebuscó, desconfiado, posibles sospechas en algún rincón perdido
de su memoria y vislumbró indicios insignificantes : la manía que
tenía Nezha de cuidar su atuendo, despilfarrando cantidades
exageradas de dinero; las múltiples escapaditas en que reincidía en
su tiempo libre, alegando compromisos femeninos y profesionales;
su negativa en la alcoba a practicar perversiones, alegando pudor y
concupiscencia religiosa; sus visitas esporádicas al ginecólogo; sus
misteriosos viajes a Tánger, para ver a su madre; las onerosas
facturas del teléfono que pagaba ella misma…
Sin distraerse de la conducción, Abdeltif pensó de repente en
posibles rivales.
Su jefe, Mulay Alí, era amabilísimo con ellos, insistiendo siempre en
invitarles los fines de semana. Apoyó su promoción a cargos
superiores en dos ocasiones y en presencia de Nezha, perdía todos
los estribos. Había que verlo tan solícito y servicial en su finca de
Temara…
De allí a pensar que él y Nezha…
Era absurdo, porque el aspecto del gordinflón repelía a las mujeres.
Barrigón y cincuentón, llevaba gafas gruesas y tenía moretones en
la calva.
El patrón de Nezha era aún más servicial que Mulay Alí. La autorizó
a ausentarse en múltiples ocasiones sin pedirle tramitar papeleos.
75
También insistía en invitarles a su vivienda en la alcazaba de Los
Udaía. El pobre no soportaba la presencia de su mujer que, para
ocultar su precoz vejez, utilizaba khul y llevaba pesadas alhajas
caras.
Era imposible pensar que él y Nezha…Un hombre tan gordo y
bajito, con, además, la horrible manía de hurgar y manosear la nariz
con al dedo índice.
El ginecólogo de Nezha, un solterón de cuarenta años, era el más
apuesto y gallardo de todos. La última vez en que ella fue a visitarle,
le había colocado un dispositivo intrauterino para aplazar el
embarazo. . .
En cuanto al cuarto rival, era el vecino impertinente, al que vio en
varias ocasiones, rondar por la acera de su vivienda. Tampoco
podía haber algo entre él y Nezha por la simple razón de que
parecía un pelmazo fatuo, una especie de microbio que vive a
expensas de las mujeres casadas. Además era delgaducho,
bigotudo y de ojos maliciosos.
Los cuatro hombres eran, sin embargo, mujeriegos y muy
reprimidos sexualmente.
Agrupando coincidencias y sacando conclusiones, Abdeltif se
acordó
súbitamente
de
unos
hechos
penosamente
comprometedores: Nezha había visitado sola y en varias ocasiones
las viviendas de sus respectivos jefes, por separado.
Decía que era para entregar recados a sus mujeres.
Recordó haberla visto también, aunque no podía jurarlo, con el
vecino vicioso: más que discutían en aquella callejuela, parecían
reñir… Tenía más de chantajista que de amante.
En cuanto al ginecólogo, las visitas se repetían de forma muy
exagerada.
Otro remolino de imágenes y recuerdos aislados y desparramados
se apoderó de su mente y sintió de repente que la vida de su mujer
hasta entonces ordinaria era más enigmática y difícil de
desenmarañar y recomponer.
Recordó con espanto que ella no había exhibido el tradicional paño
para dar prueba de su virginidad. Más que eso: aquella noche
hicieron el amor mientras él había estado borracho. Y fue ella quien
76
insistió en traer cerveza ¡Menudo anzuelo! De haberlo sabido no se
habría casado con ella.
¿Quién fue entonces el primer afortunado en desvirgarla?
Sus amigos no podían haber sido…
Recordó también a la médium que, de cachondeo, había visitado
una vez con sus amigos: Le había vaticinado que su matrimonio se
desmoronaría tras un largo periodo de engaños…
Cuando llegó a casa, pensó inmediatamente poner en marcha
algunas estratagemas para cebar a su mujer, poniendo atención en
no despertar ninguna sospecha.
Se sentaron a cenar y él le lanzó el primer cebo.
-Hace un minuto, me crucé con nuestro vecino y ¿me creerás si te
digo que ni siquiera se dignó saludarme?
Ella se sobresaltó un instante, como movida por un resorte, pero
pronto se contuvo y dijo, como si no le interesara el caso:
-A veces la gente está en la luna y no ve a los que pasan y saludan.
-Me pregunto en qué se ocupará este curioso personaje...
-Me dijeron que su mujer trabaja en un banco y él está empleado en
el Hotel Hilton.
-¿Qué proyectos tenemos para este fin de semana?
-¡Ah! Ahora que me acuerdo: estoy invitada a un cumpleaños de
una amiga, en la alcazaba de los Udaía.
-Eso queda cerca de la casa de tu jefe.
Ella dio otro sobresalto, como si recibiera una carga eléctrica.
-Claro...Es verdad. Bueno, ¿y tú qué vas a hacer?
-No sé. Ver la tele, o ir al cine...ya veré.
Ya tarde en la cama, Abdeltif pasó a la otra artimaña. Empezó a
desabrochar el camisón de su mujer. Le puso los dedos sobre uno
de sus pezones. Procedió luego a acariciarle las abultadas y duras
nalgas y el pubis. Su mano derecha alcanzó zonas prohibidas,
deslizándose por las ingles. Sus dedos emprendieron el sendero
tan anhelado. Pero ella se movió, abrochó el camisón y dijo
excusándose:
-Cariño, el ginecólogo me recitó otro tratamiento de quince días. Lo
siento.
77
Acto seguido, le dio de espaldas y echó a dormir a pierna suelta,
como un lirón.
Abdeltif apagó las luces y, en vez de dormir, se puso a juntar los
pedazos desparramados del puzzle.
La médium tenía razón y las insinuaciones de sus amigos le
estaban destinadas. Hacía tiempo que su matrimonio había
empezado a erosionarse, sin saberlo él, el muy idiota.
De pronto vislumbró una serie de escenas obscenas que harían
palidecer de vergüenza al más atrevido de los perversos. Sintió que
la razón se le abdicaba al comprender que el altar en que situaba a
Nezha se desvanecía. La imagen del cuerpo desnudo de su mujer
tomó proporciones inauditas. Lo entrevió jadeante y fogoso,
acogiendo, gustoso, las torturas y el semen de sus amantes. El
barrigón de su jefe se erguía y se encorvaba sobre el trasero de
Nezha, gritando de dolor placentero; el jefe de ella soltaba risitas
patológicas, enloquecido por los quejidos de su amante al
eyacularle en la cara; el fatuo vecino transpiraba como un cerdo
bajo el peso de ella, mientras que el ginecólogo, variaba a lo infinito
sus asaltos y retozos eróticos más atrevidos.
Aquellas escenas le produjeron súbitamente una tremenda jaqueca
y sufrió alucinaciones.
Miró despavorida y fulminantemente hacia el cuerpo ahora apacible
y angelical de su mujer y le asaltaron deseos de estrangularla con la
almohada pero temió desencadenar una lid con gritos que alertarían
a los vecinos. Pensó en asestarle una serie de puñaladas con el
cuchillo de la cocina, pero no era fácil hacer desaparecer el
cadáver. Mas el reloj de pared del salón adquirió bruscamente una
tonalidad inaudita y el tictac insistente taladró en sus oídos,
enturbiándole los pensamientos.
Se deslizó de la cama, huyendo de aquella mujer a quien tanto amó
y corrió a refugiarse en el cuarto de baño para vaciar vomitando sus
entrañas del amargo licor del engaño. Echó la cabeza debajo del
agua tibia del grifo, esperando borrar de su mente aquellas
asquerosas escenas. Se secó y luego abrió el botiquín. Escogió tres
frascos de color, uno de barbitúricos, otro de antibióticos y el último
de sulfamidas. Los llevó a la cocina, donde se encerró. Dispuso el
mortero sobre la mesa, vertió en él varias píldoras de cada frasco y
78
las machacó silenciosamente hasta reducirlas en un maxún o pasta
que bastaba para matar a un camello.
Tiró los frascos al cubo de basura y confeccionó el maxún para
untar los ingredientes del desayuno y colocarlos cómodamente
donde era necesario.
De dos cosas estaba seguro: la muerte será instantánea y sus
amigos estarían orgullosos de él cuando descubran su cadáver y el
de su mujer. Él no era como esos cobardes proxenetas que
permitían a sus mujeres prostituirse a cambio de dinero. Divorciar
hubiera sido una solución equitativa, pero de nada le habría servido
porque se convertiría en el hazmerreír de todo el barrio. Había que
destruir el vicio con la muerte misma.
Mientras pensaba en su tortuoso proyecto, una viva agitación le
asaltó. Tuvo mareos y el delirio se apoderó de él.
Empezó a despuntar el día y llegó la hora del desayuno.
Nezha se duchó y al entrar en la cocina se sobresaltó al ver el
estado de agitación en que estaba Abdeltif.
-¿Qué te pasa, cariño? Tienes el rostro abotagado y sin afeitar.
¿Estás enfermo?
-Tuve unas pesadillas. Además me levanté temprano para preparar
el desayuno.
Nezha miró hacia la mesa y su preocupación desapareció y dio
lugar a una afectuosa sonrisa.
-Mi vida, esto no es habitual en ti. Qué bueno eres hoy. Te mereces
muchos besos.
Se irguió y abrazó a su marido, sin sospechar que todo estaba
cuidadosamente envenenado.
Se tomó ella el zumo de un trago. Paladeó el té con hierbabuena al
mismo tiempo que hincó sus dientes en la sabrosa torta untada con
aceite de oliva y miel. Luego atacó los cruasanes con manteca y
mermelada.
-Mi amor, ¿A qué es debido esta grata sorpresa? Parece un festín.
Sin embargo, este olor a medicamento…
79
No terminó la frase. Sintió una quemadura en el vientre. Lanzó un
agudo grito de dolor. Tosió y se retorció, presa de convulsiones.
Finalmente cayó al suelo, donde se quedó inanimada, con los ojos
abiertos, mientras que, de su boca entreabierta, empezó a brotar un
hilillo de baba.
Entonces Abdeltif la imitó, comió igual que ella y luego cayó al
suelo, boca arriba, fulminado a su vez por la muerte.
Mucho más tarde, en al hospital Ibn Sina, Nezha logró abrir los ojos
y reconoció, atónita, a Malika, una colega de trabajo.
-¡Alabado sea Dios!-gritó la amiga, excitada, luego llamó al médico
jefe, que no tardó en acudir-.
-¿Dónde estoy? -susurró Nezha-.
-Estas a salvo, querida mía. Te esperé, como de costumbre, junto a
tu coche, para ir al trabajo y como no aparecías, pensé que te
habías quedado dormida y, temiendo llegar tarde al despacho,
llamé a tu puerta para despertarte. Oí muchos ruidos, algo pesado
que caía al suelo, quejidos insoportables. Pedí ayuda, rompimos el
cristal del dormitorio, entramos y...te descubrimos... ¡Era horrible!
Malika ocultó su rostro entre sus manos y prorrumpió a llorar.
El médico se aclaró la voz, explicó el final de la tragedia y luego
añadió:
-Su marido tuvo un grave delirio y por razones que desconocemos,
intentó envenenarla a usted y luego a sí mismo. Son las
conclusiones del médico forense.
-¿Cómo está Abdeltif? -gimoteó ella-.
-Tomó una dosis muy elevada y no pudimos hacer nada por él.
Nezha volvió a cerrar los ojos y se hundió en una profunda tristeza.
Suspiró hondo. Abdeltif lo era todo para ella. Su único amor. Tenía
tantos proyectos con él.
Y ahora sin él, sola…viuda…qué sería de ella…
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LA
BOLSA
ESCARLATA
Sinopsis:
Cuando fallece el viejo patriarca, los herederos descubren un
testamento de los más “injustos”, que sólo el asesinato podrá
modificar.
-----------------------------La finca dominaba el río Lukus y se extendía por un impresionante
valle cerca de Larache.
Con sus doscientas hectáreas, los Benhayún invertían en la
diversificación de productos agrícolas esenciales para la región y
hasta se especializaron en la exportación de fruta y flores.
El viejo Hach Benhayún empezó a agonizar un jueves por la tarde,
trece de marzo de 1994, aterrado por una crisis cardiaca. Pero
antes de morir tuvo justo el tiempo de reunir a toda la familia para
leerles sus últimas voluntades: la tierra tenía que seguir indivisa en
el seno de la familia; los que pensaban vender su parte tendrían
que encontrar compradores entre los herederos y la compra se
haría mediante un desembolso común equitativo; los dividendos se
distribuirían en partes iguales entre hombres y mujeres.
Los que le rodeaban escuchaban el rostro preocupado y la mirada
expectante. El hijo mayor, Abdelkader, conocido más por su
amabilidad, tenía ahora la mirada enternecida. En contraste, su
mujer Rkia, cariharta, bajita, las cejas depiladas, el cuerpo
exageradamente provocador y sensual, era de gálibo prosaico,
insulsa pero lista.
El hijo menor, Omar, era delgado, esbelto, cabello y ojos oscuros;
parecía siempre ausente, como si no supiera nunca lo que estaba
ocurriendo. Ahora con la mirada clavada en el suelo.
Los demás miembros de la familia parecían profundamente
abatidos por la situación.
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La voz del viejo seguía áspera y atropellada. De repente, justo tras
firmarse el testamento, el delirio y las convulsiones le entrecortaron
la respiración y terminaron asfixiándolo.
Rkia soltó un agudo alarido y su marido la sostuvo y la sacó de la
habitación.
Tras el gatuperio habitual en estos casos, el cadáver del viejo fue
lavado, envuelto en una sábana blanca y limpia, listo para ser
depositado en la última morada del hombre, acompañado de rezos
y sollozos de los suyos.
Ya de noche, Rkia se olvidó completamente del viejo, se desnudó y
se metió en la cama, junto a su marido.
-Habibi, lo del “reembolso equitativo” es importante para nosotros.
Tenemos que quedarnos al final con las hectáreas.
-El problema es: ¿Dónde encontrar dinero suficiente?
-Procederemos eliminando caso por caso.
-Va a ser difícil.
-Bueno, mañana lo discutiremos con ellos. Ahora hazme el amor y
luego durmamos.
Horas después, cuando Abdelkader se hubo dormido como una
piedra, lanzando sus habituales ronquidos, Rkia se deslizó
subrepticiamente de la cama, enfiló su chilaba, se aseguró que en
el piso superior, Hamid y Omar dormían tranquilos en sus
respectivos apartamentos (en caso de estar sorprendida, diría que
se dirigía a inspeccionar el establo) y salió en la noche.
La primavera se anunciaba calurosa y seca. Con paso firme, se
dirigió a la cabaña mal enjalbegada de Yalal, hombre de cuadra,
que hacía de todo, granjero, jardinero y pastor. Tras llamar con tres
golpecitos habituales, se abrió la puerta con un chirrido
ensordecedor y apareció el campesino con la cara sin afeitar y la
nariz aplastada. Rkia entró y echó el cerrojo.
Sin soltar palabra, el rudo y hercúleo amante empezó a estrujar y a
amasar los hinchados senos de la campesina que, sin pensarlo, se
apresuró a desembarazarse de su chilaba y arrastró al hombre
hacia una vieja y destartalada cama rellena de paja y heno. Se puso
a horcajadas y, sin retener sus gemidos de mujer insaciable y
enfurecida, empezó a cabalgarlo como una loca. Tras terminar de
realizar unos movimientos sacudidos alrededor del bajo vientre el
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hombre se enderezó, cambió de posición y se puso a penetrarla con
bestialidad y dolorosos sollozos.
-Eres mía, sólo mía. ¿Pero cuándo me dejarás sodomizarte?
-Paciencia, cojones, que pronto realizarás ese sueño…
-Al viejo ya lo matamos. ¿A quién le toca morir ahora?
-Habrá que matarlos a todos…
El pajarraco mostró espanto en la cara, luego dijo con tozudez
rascándose la nariz y sin parar de penetrarla:
-¿A tu marido también?
-Ese hijo de puta hace tiempo que no folla. Sólo reza, el muy inútil,
creyendo, como tantos, que existe el paraíso.
-Hay que obrar con mucho tiento y cordura. ¿Cuánto cobraré yo?
-Sólo piensas en el dinero. Deja de darme tanto el coñazo.
Inúndame con tu semen de una puta vez, gilipollas…
-No me vengas con sermones, habibti, soy tu dueño en la cama.
-¡Vaya tela! ¿Se te están aflojando las clavijas o qué? Así que cierra
el pico y termina ya de satisfacerme ¿vale? No tenemos tiempo de
hilvanar reflexiones. Estoy hasta el moño de esta familia. Hay que
matarlos a todos. Luego, sólo luego seré tuya.
La luz lunar era tenue, amortiguada por la lluvia.
Mucho más tarde, Rkia volvió a su alcoba matrimonial, se acurrucó
junto a su marido, aún roncando y esperó el momento de
despertarlo para la oración del alba.
Reconsideró los últimos acontecimientos.
Este ritual lo llevaba realizando desde que descubrió al pobre Yalal
acoplándose con una vaca de la granja.
¿Tuvo piedad y compasión de él o fueron la lujuria y el deseo que
se habían apoderado de ella al verle el miembro descomunal? Bien
era cierto que su marido no la satisfacía como ella quisiera ni fue
capaz de darle hijos para afianzarla en la familia. El caso fue que se
entregó a Yalal sin darse cuenta. Poco a poco fue distanciándose
de Chantuf el enfermero y de Kadur el carnicero, por ser éstos
83
menos sádicos, menos crueles y guarros que Yalal, haciendo el
amor.
Tampoco lamentó haber envenenado a su suegra y cuñada que, las
muy idiotas, se habían opuesto rotundamente a su unión con
Abdelkader. ¿Por qué lo hicieron? ¿Qué podían reprocharle a ella?
Tenía estudios, encanto y era la mejor muchacha de la comarca.
¿Acaso fue porque supieron que Abdelkader la había conocido en
un lupanar? ¿Supo alguien que era hija adoptiva? ¿Tenía ella la
culpa de ser una bastarda? ¿Qué les importaba a ellos su pasado
turbio?
Hasta el viejo había empezado últimamente a irritarla con sus
miradas inquisitoriales y sus sospechas insoportables. ¿Habría
descubierto algo sobre sus relaciones adúlteras? ¿Qué importaba
eso ahora? El muy idiota estaba bien enterrado, con toda esa
comida podrida y envenenada que corre aún en sus venas. En
cuanto al paranoico de Omar… Si no acepta el reembolso… El
subnormal de Hamid no plantea problemas…Un accidente simulado
acabaría muy pronto con él. Tendría que deshacerse también de su
marido que, el muy idiota, no cesa de rezar creyendo ir al paraíso
después de muerto. Total: ella y Yalal se quedarán finalmente con
la finca. Y tendrá todo el tiempo para “explayarse” con nuevos
amantes. Con el acuerdo de Yalal, porque si no…
Al oír al almuédano llamar a la oración, sacudió a su marido que
seguía roncando, le instó a ir a rezar para dejarla, como de
costumbre, cerrar los ojos y dormir en paz.
Era mediodía. El sol centelleaba en el firmamento. La multitud se
dispersaba tras los ruidos de los coches que fluían en todas
direcciones. Un hombre se adentró en el cementerio Lala Menana y
se detuvo ante unas tumbas. Era Omar. Estaba profundamente
afectado. Seguía sin entender la tragedia que le aterraba. Antes, su
madre y hermana murieron en circunstancias misteriosas, y ahora,
su padre. Si se añade a esta situación el paro en que se ha
quedado tras obtener sus diplomas…
Con los ojos húmedos se arrodilló en el suelo junto a la tumba
paternal y murmuró algunos rezos.
Percibió al mismo tiempo acercarse unos pasos distintos y extraños.
Se volvió y lanzó una exclamación de sorpresa. Se restregó los ojos
para disipar una posible alucinación.
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Era ella. Salwa. La amiga de infancia y muy estimada por la familia.
-Sí. Soy yo, dijo ella emocionada como para tranquilizarle, me
telefonearon ayer. Tomé el avión Paris-Tánger y aquí me tienes.
Tus padres siempre me consideraron como a su propia hija y yo, a
ellos, como a mis padres, que murieron, como sabes, hace mucho
tiempo.
Se abrazaron en silencio. Sintieron sus corazones latir
precipitadamente al brotar en sus memorias numerosos recuerdos
inolvidables. Pero pronto se levantaron suspirando y se pusieron a
andar cabizbajas.
Para amortiguar y aliviar el dolor del joven, Salwa inició una
conversación agradable:
-¿Qué tal se conserva nuestro viejo vergel y las plantas rupícolas?
-Lo cuido como puedo. Algunos geranios y crisantemos siguen,
sobreviviendo. Tu naranjo ha crecido de forma extraña. Parece un
paraguas gigante.
-Lo planté cuando celebramos mi cumpleaños por última vez.
¿Recuerdas lo cachondo que lo pasamos?
-Comimos el pastel dándonos mutuamente las cucharaditas.
-¿Sebes que termino mi carrera de médico dentro de tres meses?
-Enhorabuena. ¿Qué piensas hacer ahora, quedarte allí?
-¡Qué va! En el extranjero todos nos miran con recelo y reprobación.
Por mucho que se diga, creo que es mejor quedarnos en nuestro
país.
-En cuanto a mí, obtuve una licenciatura en periodismo, pero ahora
vivo gracias al beneficio arrendatario que me abonan mis hermanos.
-No te preocupes. Saldremos adelante.
Apareció el cruce donde los caminos que llevan a sus respectivas
casas se separan y la joven dijo con voz cariñosa:
-Quiero que sepas que comparto tu dolor y que me alegro de volver
a verte. Cuenta conmigo en todo.
Cuando entró en el gran salón Omar encontró que sus hermanos y
su cuñada le estaban esperando.
-Siéntate, aquí Omar. Queremos hacerte unas preguntas.
-Puesto que no trabajas la tierra como nosotros, hemos pensado
que podría interesarte un reembolso.
-Necesitarás ese dinero para tener tu propia casa y poder vivir con
quien amas.
-Podemos ser muy generosos y darte hasta 50 millones.
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-No pienso vender, dijo Omar, levantándose para entrar en la
cocina, que era también comedor.
-Te arrepentirás, le gritaron al unísono.
Momentos después, cuando los dos hermanos se fueron a la
granja, Rkia entró en la cocina e inició la primera etapa de su
diabólico plan.
-En este caso puedes disponer de unos 500 m2 para construir tu
casa junto al vergel, donde te plantaríamos legumbres y hortalizas y
hasta frutas, en vez de esas flores inútiles. No te faltará de nada. Te
construiremos la casa y te daremos dinero para que celebres una
boda de hadas. Chicas guapas no faltan. Incluso te las podré
proporcionar yo.
-Sólo tengo que firmar unos papeles...
-¡Claro! Nada más. Y una nueva vida llena de felicidad empezará
para ti. No seas idiota: Ahora no tienes nada, si no fuera por tus
hermanos. Pero pronto serás rico e independiente y las mujeres se
te pondrán de rodillas.
Omar no comprendió por qué Rkia le cogía las manos y las
amasaba frenéticamente, sin dejar de fijar su mirada en sus labios.
-No seas idiota, te traeré todas las mujeres que quieras...
Bruscamente le cogió las manos y se las llevó a sus pezones; pero
notando la timidez del joven, se arrodilló y con sus manos
tentaculares, procedió a estrujar su bajo vientre con movimientos
frenéticos, mientras su boca rozaba sus partes íntimas…
Pero Omar se echó atrás horrorizado y se liberó, pensando en su
hermano.
-Idiota. Diré que me has acosado y violado.
Poco después, cuando volvieron los hombres de la mezquita, Yalal
se acercó a Abdelkader y le dijo aparte:
-Tengo que decir algo muy grave. Tu mujer y...Omar...
-Habla, idiota.
-La vi...en la cocina...Yo pasaba por casualidad...
Abdelkader le echó las manos al cuello y lo sacudió:
-Mientes. Mi hermano es íntegro.
-Es verdad, gritó el lechero, intentando salvar su pescuezo.
Para aclarar este asunto sin esperar, el marido "engañado" penetró
en casa y convocó a los aludidos:
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-El lechero dice que os ha visto juntos en la cocina...
La vehemente negativa de su hermano era tajante, pero la cara de
Rkia estaba deshecha. Su mirada, acusadora. Finalmente masculló
con voz quejumbrosa y entrecortada con llantos:
-Me pidió acostarse conmigo a cambio de cedernos su parcela.
Sin aguantar más, Abdelkader se echó sobre su hermano y se inició
una áspera pelea que interrumpió Hamid, alertado por los gritos.
-Traidor, ingrato, te mataré...
Llegó la noche, densa y profunda. En la gran vivienda, dos hombres
dormían profundamente y una mujer estaba despierta, alerta,
acechando con los ojos abiertos el momento de ver realizado su
plan. Cerca del establo, en la cabaña mal enjalbegada, un hombre
esperaba también con anhelo el momento de gozar y de actuar.
Muy lejos de allí, en el aprisco abandonado de la finca, Omar no
lograba conciliar el sueño, pensando en la peor de las soluciones.
Fuera estalló un aullido seguido de unos ruidos.
Alguien se deslizó entre los árboles, como una sombra.
Llevaba unos guantes usados y un jersey con cuadrados blancos y
amarillos. Debajo del brazo, llevaba una bolsa escarlata.
Primero se dirigió a la vivienda, donde permaneció más de media
hora, luego salió y tomó el sendero del aprisco, llevando esta vez un
bulto sobre los hombros. Minutos más tarde regresó a la finca...
Al día siguiente, Yalal, como de costumbre, cargó los barriles de
leche para llevarlos a la ciudad y distribuirlos a los clientes. Antes
de arrancar, vislumbró un bulto. Se acercó y descubrió el cuerpo sin
vida de Abdelkader, con la cabeza hecha añicos. Aturdido, soltó
alaridos que pronto alertaron a los vecinos.
Llegó Rkia y simuló todos los estados emocionales que una viuda
puede sufrir.
Entró finalmente en un estado de epilepsia ante los ojos atónitos de
los transeúntes.
-¡Fue Omar! Lo mató por venganza y por quedarse con la finca,
repitió Rkia, desgarrándose los pelos y dándose golpes en su
rostro.
Los que acudían la calmaban y le empapaban la cara con agua
para que se despejara.
Despertado por los gritos, Omar salió del aprisco y se dirigió al lugar
del alboroto. En mitad del camino, se paralizó al descubrir el
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cadáver de su hermano Hamid, con el cuello degollado. Se agachó
y reconoció, horrorizado, que el arma homicida era suya. Recogió la
navaja y se dispuso a huir, pero era demasiado tarde: La policía y la
gendarmería le instaron detenerse, so pena de disparar. Lo
condujeron al salón, donde, el comisario, un cuarentón alto y
severo, se aclaró la voz e inició las preguntas habituales, luego
concluyó, volviéndose a Omar.
-Habéis reñido tú y tu hermano a causa de tu cuñada…
¿Reconoces esta navaja y el martillo?
-La primera me pertenece y el segundo estaba abandonado en el
aprisco.
-El lechero afirma haberos visto en la cocina haciendo el amor, tú y
tu cuñada... Y tu hermano se enfadó mucho…
-Ella me…
-Contesta por sí o no.
-Sí.
-¿Es verdad que no quieres cederles tu parcela?
-Sí.
-¿Reconoces haber asesinado a tus hermanos?
-No. Soy inocente.
El comisario guardó silencio para escuchar al inspector que
acababa de reunirse con ellos.
-El asunto es muy claro, señor comisario: El testigo ocular afirma
que el inculpado chantajeaba a su cuñada para satisfacer sus
instintos perversos. Ayer su hermano se enteró y lo amenazó con
matarle. Amedrentado, el asesino tiende una emboscada a
Abdelkader y lo mata mientras iba a rezar la oración del alba.
En cuanto a Hamid, que nota la ausencia de su hermano en la
mezquita, cosa inhabitual, indaga y descubre el cadáver y la causa
del crimen que es la tierra. Pero Omar lo elimina a su vez para no
dejar testigos. Total, un doble asesinato que puede costarle la
reclusión perpetua.
-Eso lo decidirán el procurador y el juez. Ponedle las esposas,
ordenó, volviéndose a Omar. Vamos a la comisaría a tomar
declaración y a ver al juez de instrucción.
La mirada de Rkia y la de su amante y cómplice se cruzaron
furtivamente e intercambiaron gestos de satisfacción y triunfo. Por
fin van a ser dueños de la finca y libres de amarse a sus anchas.
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Iban a ponerse de pie y salir con el inculpado cuando apareció
Salwa en el umbral, alzando con determinación la voz:
-Perdone, señor comisario. Tengo algo que lava a Omar de todos
los cargos que se le imputan.
El policía mostró un gesto de sorpresa y no supo si era de irritación
o estupefacción. Tampoco supo si la intrusa era marroquí o
extranjera, pese a su acento árabe perfecto.
-¿Pero quién es usted?
-Me llamo Salwa Masmudi. Llego de Paris, donde estudio, para
asistir al funeral de Hach Benhayún que en paz descanse. Soy una
amiga de infancia de Omar. Fui yo quien le telefoneé a usted esta
mañana.
-¿Quiere afirmar que su amigo es inocente y que nosotros nos
equivocamos?
-Así es.
Se produjo entonces un insoportable silencio en el salón. Todos,
incluido los policías, intercambiaron miradas de suspicacia y
asombro. El tono vehemente y decidido de la joven los dejó
hipnotizados, esperando la sucesión de los hechos.
Lentamente y con manos de prestidigitador, la joven abrió una bolsa
negra y de ella secó otra, escarlata, que levantó para que la vieran
todos.
Instantáneamente, Rkía y Yalal hicieron unos movimientos de
retroceso, como si vieran a un fantasma. Sus rostros pasaron de
torvos a contraídos. Atrajeron la atención de la asistencia. Al
comisario no le escapó esa actitud comprometedora pero esperó la
explicación de la intrusa.
-Esta bolsa, señor comisario, va a salvar o mi amigo y encarcelar a
los verdaderos criminales.
Sin esperar, metió la mano en la bolsa y sacó un jersey con cuadros
blancos y amarillos y unos viejos guantes, todos manchados con
sangre.
-¡Oh! Exclamaron Rkia y Yalal, desencadenando la misma escena
de espanto y temor de antes.
-Todo el mundo le dirá, señor comisario, que estos trastos
pertenecen a Yalal, aquí presente y, en su laboratorio, comprobarán
también que las huellas dentro de los guantes son de él y que las
manchas de sangre en el jersey son de sus víctimas.
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-No es verdad, gritó Yalal, esta mujer está contando zarandajas.
Estos trastos no son míos.
El comisario tomó entonces la palabra y le clavó una mirada
perspicaz en los ojos:
-Vamos a ver. Usted niega que estos guantes y este jersey sean
suyos, pero, en cambio reconoce que usted también tiene otros
idénticas, ¿No es verdad?
Yalal no adivinó la trampa tendida por el policía y dijo vehemente:
-Eso es, señor comisario. Estos no son míos pero tengo los
mismos.
-Entonces enséñenoslos, puntualizó el policía con malicia.
-¿Cómo? No entiendo…Me los habrán robado…
-No olvides, continuó el comisario con la misma malicia, que de
todos modos analizaremos todas las huellas existentes y si son
tuyas y no confiesas ahora la condena será mucho más implacable.
Yalal se sintió perdido. Notó que sus pies se negaban a sostenerle.
Se dio cuenta de la trampa, pero era demasiado tarde. Intentó huir.
En el umbral vio a dos policías. Otros dos en las escaleras.
Rodeado. Acorralado. Su rostro se volvía lívido. Le temblaron las
manos y los labios, mientras unas gotitas frías le poblaron las
sienes.
Sintiéndose engañado y humillado al ver que Rkía no movía ni un
dedo en su defensa, se levantó y a diestro y siniestro, empezó a
gesticular y a vociferar, orientando el índice hacia su cómplice.
-Es ella la organizadora de toda esta horrenda tragedia. Me ordenó
confirmar la falsa escena de la cocina para avivar los celos de su
marido, para que, tras los asesinatos, las sospechas recaigan sobre
Omar. Fue ella también quien envenenó al viejo, a su mujer e hija.
La aludida se irguió con su cuerpo enervado tapado con un haik
castaño rayado de verde. Era otra. El exagerado maquillaje no
lograba suavizar y nivelar el hundimiento de las mejillas y la
prominencia de sus pómulos, como consecuencia del luto que
simulaba llevar. La infeliz era incapaz de asimilar lo que estaba
oyendo. Notó como latía su corazón con fuerza y convulsivo.
90
De pronto la sorpresa de la ramera de ojos garzos se mutó en una
expresión de terror. Su cara sufrió varias transformaciones. De
lívida pasó a verde, luego a rojo. Sus ojos empezaron a irradiar
distintos movimientos. Intentó retenerse, buscando un subterfugio.
Pero pronto estalló en odio y su boca vomitó espuma. Vociferó
enloquecida odiosos sonidos guturales y sus aullidos fueron
aumentando. Soltó una carcajada de pánico ante la patética
confesión.
Lanzó improperios a voz en grito, zafio y rojo de ira sorbiéndose los
mocos sonoramente.
-Cobarde, hijo de puta, subnormal. Lo estropeaste todo. Los iba a
eliminar uno por uno sin dejar huellas… Además la navaja lleva
huellas de Omar…Estúpido de mierda.
-Me utilizaste a matarlos para inculpar a Omar y quedarte con la
finca. Sé que me quisiste dar gato por liebre.
Entonces ella se lanzó sobre él para arrancarle los ojos. Logró
zarandearle, pero los policías la inmovilizaron y la metieron en el
furgón.
Instantes más tarde, el comisario liberó a 0mar, pidiéndole disculpas
y le dijo a Salwa en tono paternal y condescendiente:
-Cuéntenos ahora lo de la bolsa escarlata.
–Desde mi balcón y con mis prismáticos puedo ver todo lo que
ocurre en la finca. Tengo visión nítida sobre la vivienda. Vi en varias
ocasiones a Rkía dirigirse de madrugada, bajo la luz de la luna, a la
cabaña de Yalal donde se quedaba hasta el alba. La vi en la cocina
acosando sexualmente a Omar y no él a ella. Observé cómo
pelearon los dos hermanos. Y con las muertes repentinas empecé a
sospechar que había gato encerrado y decidí indagar.
Me acerqué ayer sin hacerme notar y vislumbré a Rkia y Yalal
absortos en su conversación. Oí un fragmento de frase sin sentido:
"Entiérrala junto al naranjo", le dijo ella, entregándole una bolsa
escarlata vacía. Retuve mi respiración. Era mi naranjo, plantado en
el aprisco, a mitad de camino entre la finca y mi casa.
Volví precipitadamente y me instalé no muy lejos del naranjo.
Anocheció y la finca se hundió en la oscuridad. Pero tenía al aprisco
en mi campo de visión. Las horas se sucedían mientras que nada
ocurría. Empecé a dormitar y a cansarme. Dudé de mí misma e iba
a volver a mi cuarto cuando de repente, vi acercarse una sombra.
91
Era Yalal con la bolsa escarlata. El hombre empezó a excavar
frenéticamente, echando de vez en cuando miradas furtivas a su
alrededor, como si temiera ser descubierto. Cuando se hubo
marchado, salí de mi escondite con precaución. Desenterré la bolsa
y volví corriendo a casa para abrirla: reconocí el jersey a cuadros de
Yalal y supuse que los guantes eran suyos también. Comprendí por
la sangre que algo horrible y trágico había pasado. El resto ya lo
sabe, señor comisario.
-Hija mía, estamos muy orgullosos de ti. Sobre todo siendo una
mujer que logra dilucidar estos crímenes tan horribles y
complicados y salvar a un inocente.
La primavera se anunciaba exuberante y aromática, el cielo límpido,
diáfano y apacible…
Quedándose a solas Salwa y Omar:
-Te felicito, que ahora eres dueño único de la finca.
-Querrás decir: "somos".
-No entiendo.
-Sin tu ayuda, querida, lo habría perdido todo, incluso mi vida. Así
que mi finca es tuya también. Pero dejémonos de estos detalles.
¿Estás libre o no, quiero decir: tienes a alguien en tu vida?
Le embargó una emoción tan intensa que apenas pudo respirar.
Pero algo relampagueó en sus ojos.
-Eres el único hombre a quien amé y sigo amando.
Y para demostrárselo en concreto, pegó instintivamente su cuerpo
al de él y con acaloramiento, se irguió y le imprimió en la boca un
beso de película que, en un exquisito chasquido, selló para siempre
su unión.
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DISTORSIÓN
DEL
TIEMPO
Sinopsis: Todos tenemos fobias y comportamientos neuróticos.
Pero ¿qué ocurre cuando descubres que tu neurosis no es sino una
metáfora de un asesinato perpetrado en tu infancia? Una metáfora
de tu propia orfandad…
-----------------------------------Nadia es extraordinariamente hermosa, una de estas raras
marroquíes rubias y de ojos azules que hacen que los hombres se
vuelvan a echarles piropos y a suspirar de ansias por no lograr
siquiera una sonrisa.
Con sus 27 primaveras y la carrera de medicina recién acabada, es
cada vez más admirada por los hombres y envidiada por las
mujeres.
Sin embargo, la joven sufre de dos lamentables complejos:
tartamudea y tiene fobia al color rojo.
En ocasiones es incapaz de formular una frase coherente y el
mínimo matiz rojizo a la vista la deja en un estado asmático. Esto
hace de ella una mujer tímida, marginada e infeliz.
Los especialistas intentaron todos los medios terapéuticos, pero no
diagnosticaron ninguna tara psicosomática.
Su madre huyó con un amante a Italia y su padre tuvo que casarse
con la criada, cuando ella tenía apenas tres años, por lo que
aquellos acontecimientos no significaron nada para ella. En
compensación, su madrastra desempeñó plenamente su papel
maternal. Además, pronto la mandaron a la ciudad, a casa de su tío,
para poder frecuentar la escuela primaria y jugar con sus primos,
cosa imposible de realizar en la aldea donde nació.
Después del bachillerato, obtuvo una beca y se fue a Francia a
estudiar la carrera de medicina. Total, nada en su vida que
justificara su enfermedad actual.
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El cielo de Tetuán está nublado, pero aún no empieza a llover.
Nadia sale del municipio donde estuvo solicitando la autorización
para abrir su consultorio y se dirige ahora a Correos para echar
algunas cartas y luego tiene planeado amueblar su nuevo
apartamento. Más tarde, como cada jueves, le llevará pasteles y
otros regalos a su madrastra.
Cruza la calle con paso firme y decidido, pero de repente la asalta
un coche rojo que frena con un chillido justo a su altura, rozándole
las rodillas. Inconscientemente alarga un brazo para defenderse y
toca con la mano el ala derecha del coche. El contacto con el metal
rojo le produce un escalofrío y nota que súbitamente todo el paisaje
empieza a adquirir tonos rojos que le excitan la retina.
Cierra los ojos para borrar dicha impresión, pero en su mente
estalla una inmensa mancha de sangre que se pone a extenderse y
a alcanzar proporciones extraordinarias.
Deja caer su bolso y sus cartas y se pone a correr como una loca,
arrollando a los transeúntes que se detienen a mirarla sin entender.
El conductor sale precipitadamente del coche, recoge las cartas y el
bolso y se dispone a alcanzarla, en vano. La joven corre con todas
sus fuerzas, como si viera a un fantasma. Siente que la repugnante
mancha de sangre la está alcanzando por la espalda, para
engullirla. Titubea y resbala.
Intenta gritar y pedir socorro, pero sólo logra tartamudear con voz
de niña una frase incoherente: " No quiero ver a mm...mi
ma...mamá". Finalmente su vida cesa allí, en medio de aquel
océano de sangre.
Más tarde alguien llama a una puerta y un hombre alto y amable
acude a abrir, sin disimular su asombro al ver al visitante.
- Soy el doctor Ubaldía y vengo a devolver sus cosas a la señorita
Nadia. Fui primero a buscarla a su nuevo apartamento, basándome
en la dirección del DNI y el conserje me dijo que aún no lo ha
estrenado y que la encontraría aquí en casa de su tío.
- Soy su tío, pase por favor. No sabemos cómo agradecerle esto,
pues en el bolso hay documentos importantísimos para mi sobrina.
94
-Me siento culpable por haberla amedrentado con mi coche, al
frenar bruscamente a su altura y rozarla. Pero no entiendo por qué
se echó a correr tan de prisa.
-¡Curioso! No se acuerda de ningún coche. Nos dijo que tuvo un
mareo y se desmayó. Por suerte, una mujer la reconoció y la ha
acompañado a casa.
-¿De qué color es su coche?
-Rojo. ¿Por qué?
-Ahora entiendo. La verdad esto suele ocurrirle de vez en cuando.
-¿De vez en cuando?
-Tiene fobia al color rojo y esto es incomprensible. Sólo sabemos
que huye por no poder soportarlo. Además tartamudea desde niña.
-¡Ah!
-Estuvo un día rebuscando entre sus papeles de colegiala cuando
descubrió una vieja foto donde aparecen un matrimonio y un bebé.
Dedujo que el bebé era ella y que estaba con sus padres. Mi mujer
me dijo que tras ese descubrimiento, la pobre ha dejado de ser la
misma.
-¿Algún detalle raro en la foto?
-Nada. Tres caras sonrientes y alegres. La foto se tomó antes de
que su madre emigrara a Europa por su propia voluntad, dejando al
marido la vivienda y las tierras heredadas. El marido abandonado
terminó casándose con la criada que tenían y a Nadia me la
mandaron aquí a estudiar en los mejores colegios. Obtuvo luego
una beca para Francia donde logró terminar su medicina.
- ¿Consultó a algunos médicos?
-A muchos, pero no detectaron nada anormal. Sin embargo lo que
no entiendo es la misteriosa frase que pronuncia desde niña cuando
tiene pesadillas o está en estado de inconsciencia.
-¿Cuál es?
-"No. Quiero ver a mi mamá."
-¿Hay un punto después de "No”?
-Por supuesto. Marca claramente una pausa y luego insiste en ver a
su madre.
-¿Por qué dice primero "No"?
-Esto es, en efecto, problemático.
-Si se encuentra bien, quisiera presentarle mis disculpas y
proponerle mi ayuda profesional. Me siento en deuda con ella.
-Está aún durmiendo. Pero si quiere, podemos despertarla.
95
-No, déjela que descanse. Lo necesita. Aquí tiene mi tarjeta. Le
ruego que se la dé en cuanto se reponga.
Al día siguiente, sin esperar y muy excitada para conocer a su
bienhechor, Nadia acude al consultorio del famoso psicoanalista.
Pero habla con dificultad:
-Le ag...agrade...dezco su a...yuda.
Sin hacer atención al tartamudeo, el médico contempla maravillado
el hermoso rostro de la joven y, para disipar su embarazo, dice en
voz amistosa:
-Llega justo cuando me disponía a preparar una infusión. ¿Le
apetece un té?
-Sí.
-Pues bien. Póngase cómodamente en ese sillón. Para empezar le
ruego me perdone por haberla asustado.
-No ha ss...si...do por su cul...pa.
-Para redimir ese gesto, estoy dispuesto a ayudarla en lo máximo.
Mientras el médico prepara las tazas de té, ella le mira con
curiosidad y descubre a un hombre atractivo y guapo.
Observa que sus dientes son tan blancos como su blusa. Su mirada
es profunda y agradable.
-Aquí tiene: Allí está el azúcar. Como le decía, estoy dispuesto a
ayudarla pero antes quisiera hacerle algunas preguntas para
confirmar o corregir los pocos datos que tengo sobre usted.
-Us...ted di...ga.
-Sé que no recuerda casi nada de su madre y que su padre vive
fuera de Tetuán. Quisiera saber si en sus sueños pronuncia frases
incoherentes, si las memoriza, si ve imágenes del pasado, sobre
todo los colores y si sabe cual es el origen de su tartamudeo.
Ella le contesta que no tiene ni la menor idea de estas cosas y lo
único que la atormenta es la dificultad que tiene de hablar.
-Bien. Usted es médico también y sabe que lo que nos atormenta
puede a veces estar inhibido y reprimido en el inconsciente. Creo
que en su caso, algo la traumatizó en su infancia y ahora le provoca
fobias, vértigos y tartamudeos. La introspección alucinógena puede
ayudar.
-¿Qué es la intros…spec...?
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-Consiste en inyectar un alucinógeno que tiene como efecto
retractar y comprimir el tiempo del paciente hasta inmovilizarlo en
el momento del trauma. El paciente revive entonces con exactitud la
experiencia traumatizante. Como en un psicodrama. Al volver el
paciente al tiempo real el mal desaparece instantáneamente. No se
preocupe por nada. Yo la orientaré y notaré todo lo que dice y ve.
¿Está dispuesta a tomar la droga Psm?
Nadia explica que se sometió a varios tratamientos sin que nada
ocurriera pero ahora cree tener otra oportunidad y está dispuesta a
aceptar la propuesta.
El médico ordena entonces a su secretaria aplazar todas las demás
citas, por tratarse de un caso serio.
Nadia descubre el brazo izquierdo, lo extiende y presenta la vena
para recibir la droga. De pronto siente un dolor atravesarle el
cerebro y tiene la impresión de que tiempo y espacio se le van
escapando, como si se torcieran y retrajeran.
Todo empieza a dar vueltas, la cara del doctor, el consultorio y su
propio cuerpo. Algo así como viajar a las estrellas.
Entonces nota que su edad se distorsiona y se comprime. El tiempo
también. Observa que van pasando escenas de su vida y paisajes
como vistos desde un tren que avanza a toda velocidad: la
universidad, su estancia en Paris, el instituto de Tetuán, la casa de
su tío. Comenta estas escenas según las preguntas premeditadas
del médico.
Unas imágenes atropelladas le asaltaron la memoria; una maraña
de múltiples senderos que bifurcaban en figuras indescifrables…
Se quedó impertérrita e inmóvil. De pronto el tiempo empieza a
aminorar su movimiento y se detiene en una aldea remota y aislada.
-Concéntrate ahora, Nadia. Alguien quiere hacerle daño a tu mamá.
Quieres defenderla pero no te dejan. Dime, por favor. ¿Quién está
con tu madre?
Orientada por la voz del médico, Nadia nota que ahora tiene tres
años y está en su habitación, lista para dormir. Pero no puede
porque oye fuertes voces que provienen de la cocina. Sus padres
están riñendo. Alguien está con ellos. Es una mujer. Nadia intenta
97
entrar en la cocina para defender a su madre, pero su padre la
empuja hacia atrás y le prohíbe acercarse: "No. Quiero ver a mi
mamá", solloza. Pero de nada le sirve. La encierran en su
habitación.
-No abras los ojos, Nadia, le susurra el médico, dime ahora donde
estás exactamente y qué ves.
Ella le explica ahora todo sin tartamudear porque en ella habla la
niña de tres años. El médico insiste y vuelve a preguntar:
-intenta acercarte a la cocina para ver quién es la otra mujer.
Nadia se acerca sigilosamente y oye gritar a su madre:
-"No os dejaré casaros, antes lo venderé todo".
De pronto estalla un ruido tremendo, acompañado de un grito de
dolor como si alguien asesta un fuerte golpe a otra persona.
Nadia reconoce la voz de su madre que está pidiendo socorro. No
puede más. Corre esta vez hacia la cocina.
"No. Quiero ver a mi mamá". Y de nuevo es empujada por su padre,
esta vez con más violencia. La encierra con llave en su dormitorio.
Pero antes logra ver algo.
-¡Mi padre está estrangulando a mi madre! Hay otra mujer es...es mi
madrastra. He visto una mancha en el suelo de la cocina. Es
sangre.
-Concéntrate, por favor, Nadia, y dime de qué están hablando ahora
los dos.
-"En el jardín", dice ella, noto que están arrastrando algo muy
pesado. Luego, nada. Silencio. Estoy en la oscuridad y sola en mi
habitación. Tengo mucho miedo.
Viendo que la escena traumatizante podía perdurar y causar otros
efectos a Nadia, el médico procede con cautela a los pormenores
que han de devolver a la joven a la realidad. Le hace un suave
masaje en las sienes, luego en los ojos.
-Todo ha terminado, Nadia. Voy a contar hasta tres y te
despertarás. Estás ahora a salvo y curada por completo.
La joven nota que de pronto el tiempo empieza a fluir en dirección
contraria, es decir, a extenderse hacia el futuro hasta detenerse en
el consultorio del médico. Nota que éste le está frotando la frente.
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-Has sido muy valiente, Nadia. ¿Te cuento ahora lo que ocurrió
realmente en tu pasado?
-No hace falta, doctor, dice la joven sin tartamudear ahora. Gracias
a usted, acabo de reconstituir el asesinato de mi madre. Sólo que
no entiendo que los asesinos sigan viviendo felices.
- No por mucho tiempo. Te lo prometo.
En el camino rumbo al aduar de Nadia, el comisario aún sin
entender la increíble historia sigue escuchando la versión de la
joven:
-Es muy simple, comisario: mi madre descubre las relaciones
íntimas que mantienen mi padre y la criada. Se siente ofendida, se
enfurece y amenaza por pedir el divorcio y vender la finca y la
vivienda. Para impedírselo, mi padre la asesina y, ayudado por la
criada, la entierran en el jardín.
Luego inventan esa absurda historia de emigración, que es, dicho
de paso, una afrenta para mi madre, después de muerta. Temiendo
que yo recordara algo, me mandan a Tetuán, so pretexto de que
allí podría estudiar y tener más ventajas que en el campo.
-¿Cómo surge entonces todo esto hora, han pasado más de veinte
años?
El médico interviene para corroborar los hechos.
-No es fácil explicarlo, comisario. Nadia tenía apenas tres años
cuando presenció aquel terrible drama. No podía entender lo que
ocurría por aquel entonces ni tenía posibilidades de delatar el
crimen. Además, al marcharse a la ciudad, lo olvidó todo con el
tiempo. Hasta que su inconsciente sintetizara los hechos pasados e
intentara sacarlos a la superficie de la conciencia utilizando como
síntomas el tartamudeo, la fobia a los colores rojos y la frase
incoherente que pronuncia cuando se desmaya. Son todos ellos
unos síntomas que utiliza el inconsciente para recordar aquella
tragedia.
Al llegar al pueblo encuentran primero a la madrastra que, al ver a
Nadia se echa a correr hacia ella para tenderle los brazos. Pero la
joven la detiene fríamente y le presenta al policía:
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-El señor comisario y sus hombres han venido a deteneros a ti y a
tu marido por haber asesinado a mi madre y haberos apropiado su
finca.
Incrédula y boquiabierta, la antigua criada no sabe si echar a correr
o estallar en carcajadas. Se queda petrificada por unos momentos,
mirando ora a su ahijada, ora al policía.
Luego mira hacia la casa como si buscara la ayuda de su marido.
-Su marido ha confesado ya, inventa sin parpadear el comisario,
implorando al cielo que caiga ella en la trampa.
Y en efecto, la madrastra pica en el anzuelo y estalla como una
bomba:
-¿El muy cobarde y sinvergüenza ha confesado? Le dije mil veces
que no bebiera...le dije que la bebida terminaría con nosotros algún
día. Y ya está. Íbamos a vivir tan felices con nuestros cuatro hijos y
la finca. ¡Qué va a ser ahora de nosotros cuando destierren al
cadáver!
-¿Dónde lo enterraron?, pregunta gravemente el comisario,
temiendo que la mujer no contestara.
Abatida, la mujer apunta hacia un naranjo del jardín.
Inmediatamente los hombres del comisario se ponen a cavar y
momentos después, destierran los restos de un descompuesto
esqueleto humano que el médico identifica ser el de una mujer.
Nadia no puede soportar la escena y entra en casa, acompañada
del médico.
-Es aquí donde ocurrió todo. Lo veo como si fuera esta mañana: la
pelea, el cuchillo de la cocina, la sangre. Yo estaba secuestrada en
la habitación de enfrente.
Viendo que sus ojos humedecen, el médico le permite agazaparse
en sus brazos.
Cuando salen momentos más tarde, un gendarme les informa de
que los culpables han sido esposados y llevados al juzgado, bajo la
custodia del comisario.
100
Ahora la puesta del sol es profundamente púrpura pero a Nadia no
le inspira fobia sino una agradable sensación.
¿Será porque la pesadilla había terminado o porque el médico la
tiene otra vez acurrucada tiernamente en sus brazos?
-Estoy decidido a no dejarte sola nunca más, le susurra
cariñosamente el médico, nunca más, mi amor.
-Llévame a casa, cariño.
101
ÍNDICE
Prólogo……………………………………………………………….5
Prefacio……………………………………………………………….9
Chivos expiatorios……………………………………………….…12
Carnaval de serpientes…………………………………………....24
Gusano entres fresas…………………………………………..….29
Cita con la muerte……………………………………………….…36
El diablo de las Hespérides…………………………………….…46
Las pateras de la muerte……………………………………….…52
Venganza seropositiva………………………………………….…57
Amor aéreo…………………………………………………….……68
El obseso………………………………………………………..…..74
La bolsa escarlata……………………………………………….…82
Distorsión del tiempo………………………………………………94
Presentación del autor…………………………………………...105
Sinopsis del libro………………………………………………….106
102
103
Presentación del autor
Ahmed Oubali es catedrático de Semiótica de Textos en la Escuela Normal Superior
de Tetuán; de Teorías de la Traducción en la Facultad Rey Fahd de Traducción de Tánger; de
Dinámica de Grupos en la Facultad de Letras de Tetuán y de Francés e Inglés en la HECI de
Tánger.
Licenciado en Filología, Traducción y Periodismo, es Doctor desde 1990 por la
Universidad Rennes II de Haute Bretagne (Francia), en la que defendió su Tesis Doctoral
titulada Les Avatars du Sens dans la Traduction du Quichotte, una crítica histórica de las
traducciones francesas del Quijote. Su actividad de intérprete de conferencias data de aquellas
fechas.
Actualmente es jefe del Departamento de Lengua y Literatura Españolas de la Escuela
Normal Superior de Tetuán, en donde imparte docencia e investiga principalmente sobre
lingüística y didáctica de la lengua y también sobre teoría y práctica de la traducción; temas
éstos a los que ha dedicado la mayor parte de sus trabajos de investigación, publicados en
diversas revistas de tirada internacional. Asimismo ha asistido a numerosos congresos, cursos
y reuniones científicas, tanto nacionales como internacionales.
Como profesor de universidad, su actividad investigadora ha sido muy variada y así,
por ejemplo, ha participado en el proyecto: “Culture, langue et immigration”, de la Facultad de
Letras de Tetuán y en el “Seminario permanente para la formación de Profesorado”, en la
Universidad de Granada. En este mismo sentido, fue miembro del consejo de redacción de la
Revista del Norte de Tetuán y colabora en la revista electrónica Pliegos de Opinión.
Ha participado en talleres literarios, ha asesorado muchas monografías y ha prologado
numerosos libros.
Ahmed Oubali es miembro de muchas asociaciones, en particular la Asociación de
Escritores Marroquíes en Lengua Española, pues desde 1993 lleva publicados unos cuarenta
relatos en español y unos sesenta en francés, todos ellos dedicados al ambiente etnográfico
hispano marroquí.
Los relatos aquí presentados fueron publicados en diferentes periódicos nacionales en
los años 90.
(Ver más información en Google).
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Sinopsis del libro.
En Chivos expiatorios, Munir y Alicia protagonizan un relato que acaba en tragedia. ¿Logrará
Alicia asesinar a su multimillonario de marido y fugarse con su amante marroquí?
Carnaval de serpientes es un relato donde la muerte es la única protagonista. El ataque
inexplicable de serpientes cuya mordedura tiñe de pavor un poblado es el eje central sobre el
que gira la acción del relato. Las serpientes también tienen derecho al carnaval.
Gusano entres fresas, se desarrolla en torno a la conducta de Selam/Elías, cuya lasciva
presencia se desdobla para satisfacer sexualmente a dos gemelas, buscando como finalidad la
fortuna de las dos mujeres. ¿Pero logrará despistar a otros pretendientes?
Firdaus Diouri es la protagonista de Cita con la muerte. La joven se ve utilizada y después
víctima del desprecio de su novio, al que sólo le importa el dinero. En su camino hacia el
suicidio Firdaus conoce a un joven español que intentará salvarla de la muerte. El desenlace
es conmovedor.
El misterio desvanecido en las argucias de un viejo héroe de la Guerra Civil española que
asesina por resentimiento a militares españoles, es el tema de El diablo de las Hespérides.
La muerte es la invitada de luto que invita a leer Las pateras de la muerte, donde únicamente
se salvan los dos protagonistas principales del relato.
Venganza seropositiva, centra su temática en la joven Saída, víctima del sida y de numerosos
ultrajes que la condujeron a la prostitución. Saída esgrime toda una estrategia hábilmente
estudiada para vengarse, contagiando el sida a todos los que abusaron de ella.
Amor aéreo tiene como tema central el amor que surge entre las tres parejas que viajan de
Madrid a Marrakech, particularmente entre una española y un marroquí, relato que sorprenderá
a aquellos que no creen en el matrimonio mixto.
Abdelatif sospecha que su mujer le engaña con sus amigos y programa su envenenamiento.
Víctima de su obsesión irracional, termina encontrando la muerte en el episodio que él mismo
desencadena en El obseso.
La bolsa escarlata es el hilo conductor del relato que lleva este nombre. Un heredero (¿el más
inteligente?) debe asesinar a todos los demás para quedarse con el pastel.
En Distorsión del tiempo, Nadia encuentra su equilibrio personal, gracias a la ayuda del doctor
Ubaldia que, mediante el psicoanálisis, logra desterrar un pasado macabro donde es asesinada
la madre de la joven.
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