EDICIONES TECNAR Cartagena de Indias BOLETÍN HISTORIAL ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CARTAGENA DE INDIAS Coatures: León Trujillo Vélez Carlos Villalba Bustillo Rodolfo Nieves Gómez Jorge Pérez Villa Haroldo Calvo Stevenson María Teresa Ripoll Álvaro Angulo Bossa Carlos Gustavo Méndez Rodríguez Director del Boletín Álvaro Angulo Bossa Corrección de Estilo Mireya Gómez Paz TABLA DE CONTENIDO 1. Editorial: Un Estado de Derecho. Por: Álvaro Angulo Bossa 5 2. Junta Directiva de la Academia 7 3. Antecedentes históricos de la Independencia de Cartagena de Indias. Por León Trujillo Vélez 9 4. El nombre de Cartagena. Por Carlos Villalba Bustillo 18 5. El Argos Americano. Por María Teresa Ripoll 21 6. A propósito del bicentenario de la Independencia de Cartagena. Haroldo Calvo Stevenson. 28 7. La injusta detención de Santander en Bocachica. Por Jorge Pérez Villa 32 8. Simón Bolívar y Manuela Sáenz Aispuru. Por Rodolfo Nieves Gómez 38 9. Foto del Recuerdo 45 10. Nuevos Miembros de la Academia Colombiana de Historia: Carlos Gustavo Méndez Rodríguez y Álvaro Angulo Bossa. 46 11. Decreto N° 1643 de 2011, Condecoración Bicentenario de la Independencia de Cartagena 1811 - 2011, otorgado a la Academia por la alcaldesa Judith Pinedo Flórez. 56 12. Condecoración a la Academia de la Historia de Cartagena de Indias, otorgada por la Academia Colombiana de Historia 57 13. Medallas Otorgadas por la Academia Colombiana de Historia y el Distrito de Cartagena, a la Academia de la Historia de Cartagena. 57 14. Homenaje a la memoria de Don Blas de Lezo 58 15. Lanzamiento de libros por parte de la Fundación Tecnológica Antonio de Arévalo - TECNAR. 60 16. La Colombiana. Francisco Muñoz Atuesta. 62 EDITORIAL UN ESTADO DE DERECHO En esta nueva oportunidad, gracias a la colaboración desinteresada de la Fundación Tecnológica Antonio de Arévalo - TECNAR, dirigida por Dionisio Vélez White, la Academia de la Historia de Cartagena de Indias publica un nuevo número del Boletín Historial cuya existencia data de 1915. Hoy, nuestro Boletín sale a la luz pública en un año en el que se conmemora el Bicentenario de la Constitución de 1812, que como sabemos fue la primera Carta que proclamó la Independencia Absoluta de España. Como sabemos, fueron una serie de hechos que se iniciaron el 22 de mayo de 1810 y culminaron el 14 de junio de aquel mismo año. José María García de Toledo y otros líderes cartageneros, siguiendo la ruta trazada por los liberales en España, crearon en Cartagena una Junta Suprema de Gobierno para que cogobernara con Francisco de Montes, compuesta por el criollo Antonio de Narváez y el español Tomás Andrés Torres. Como el Gobernador no quiso aceptar la limitación de sus funciones por parte de estos dos particulares, unos días después, concretamente el 14 de junio, fue destituido del cargo de gobernador, seguidamente detenido y expulsado de la ciudad por los Lanceros de Getsemaní dirigidos por Pedro Romero. Al año siguiente, el 11 de noviembre de 1811, el pueblo de Cartagena declaró su independencia absoluta de España, y en el Palacio de Gobierno se firmó el acta en medio de los gritos y del frenesí amenazante del pueblo raso respaldado por los Lanceros de Getsemaní con Pedro Romero y los hermanos Gutiérrez de Piñeres a la cabeza. Allí empezó nuestra independencia, la cual coronó el 15 de junio de 1812 cuando Manuel Rodríguez Torices sancionó la Constitución Política de aquel año, la cual había sido firmada por los Constituyentes el día anterior. Aquella Carta creó un Estado republicano regido por el derecho, en el que se establecieron derechos y garantías individuales, y además, una organización jurídica que bien examinada a la luz de nuestro derecho constitucional, ha sido el primer aporte, junto con las constituciones de Tunja, de Antioquia y de Cundinamarca a nuestro Estado de Derecho. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 5 Así, pues, este año debemos rendir un sentido homenaje a los padres de la patria quienes firmaron con valor aquella Constitución que tan sólo duró tres años, pero allí está como ejemplo del carácter de un pueblo que luchó por su libertad. Muchos de sus firmantes murieron en el holocausto posterior impuesto por España, pero algunos vivieron para lograr ver unos años después la Independencia absoluta de nuestra patria. 6 Academia de la Historia de Cartagena de Indias JUNTA DIRECTIVA DE LA ACADEMIA PRESIDENTE: LEÓN TRUJILLO VÉLEZ PRIMER VICEPRESIDENTE CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ SEGUNDO VICEPRESIDENTE DARÍO MORÓN DÍAZ TESORERO: JORGE DÁVILA-PESTANA DIRECTOR DEL BOLETÍN: ÁLVARO ANGULO BOSSA BIBLIOTECARIO: RODOLFO NIEVES GÓMEZ SECRETARIO: JORGE PÉREZ VILLA Academia de la Historia de Cartagena de Indias 7 8 Academia de la Historia de Cartagena de Indias ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA INDEPENDENCIA DE CARTAGENA DE INDIAS Por: Ing. León Trujillo Vélez MsCE Presidente de la Academia de la Historia De Cartagena de Indias 20 de julio de 2011 El siglo XVIII, fue el de la restauración política, económica y militar del imperio español. Su motor fue la Dinastía Borbón, escogida por el último de los Austrias, Carlos II “El Hechizado”, para su sucesión, de conformidad con la recomendación del Cardenal Fernández de Portocarrero primado de España. La Dinastía desarrollaba una política “regista” o “regalista”, centralizadora del estado español en la corona, de baja aceptación de la jerarquía católica, poseedora de un despotismo ilustrado de carácter reformista y progresista. 1 Al primero de estos reyes Borbones, Felipe V, Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, nacido en Francia, tocó librar una “Guerra de Sucesión” por haber contraído matrimonio con María Gabriela, hija del Duque de Saboya y no haber cumplido con el pacto de contraer matrimonio con la hija de Leopoldo Emperador de Austria. Dicha guerra de sucesión, puso en riesgo el trono de España para Felipe, quien en repetidas ocasiones se vio obligado a dejar el reino bajo la responsabilidad de dos grandes mujeres María Gabriela, la Reina, y su asesora Ana María de la Tramoille, princesa de Orsini, agente de Luis XIV, mientras lograba victorias militares como la de Almansa 1707 y Villaviciosa 1710, campaña que termina en 1713, con un acuerdo de paz con Inglaterra y con la confirmación de la Paz de Utrecht. En dicho Tratado se incluían cláusulas como la del “Privilegio de Asiento” que permitía a Inglaterra la trata de esclavos con las Indias y, la concesión del “Navío de Permiso”, con la autorización para comerciar con el Imperio en América. El incumplimiento por exceso de esto último daría origen a la guerra de “La oreja de Jenkins”. De Academia de la Historia de Cartagena de Indias 9 dicha guerra salió victoriosa España, y a ello contribuyó la derrota del vicealmirante Eduard Vernon, contralmirante Charloner Ogle y el general Thomas Wentworth, a manos de Don Blas de Lezo en Cartagena de Indias en 1741. A la muerte de la primera esposa de Felipe V, María Luisa de Saboya, en 1714 y como resultado de un segundo matrimonio con la tenaz Isabel de Farnesio, quien se dedicaría a lograr coronas para sus hijos, España pondría mucho más interés y empeño en la política exterior europea, que a la América imperial. Felipe V es considerado el primer rey unificador de España y el gran reformador del estado, reformas que abarcaron diferentes “Aspectos” sociales, administrativos y económicos incluyendo la imposición de una Ley Semisálica, por cuanto las mujeres estaban impedidas a acceder al trono a excepción que no hubiera un hombre en la línea de sucesión. Con la ayuda de ministros excepcionalmente dotados como José de Patiño (1666-1736), educado por los jesuitas, quien llegó a ocupar los más altos cargos del gobierno, expidió en 1716 los decretos de “La Nueva Planta”, con la cual se eliminaban los reinos soberanos dentro de España. En adición, logró Patiño financiar la búsqueda de la corona para los hijos del rey y su segunda esposa Isabel de Farnesio, Carlos y Felipe, lo que se lograría, finalmente. Construye astilleros y navíos, funda el Colegio Naval de donde saldrían titulados Jorge Juan y Antonio de Ulloa exploradores de la Nueva Granada; organiza el comercio de Indias desde Cádiz; crea la empresa Guipuzcoana y termina por organizar el ejército que pasa de Tercios a las Compañías del sistema Francés. Patiño, con Fray Benito Jerónimo Feijóo, son considerados como los iniciadores del pensamiento ilustrado de España. Felipe V interrumpió por algún tiempo su gobierno para cedérselo a su hijo Luis, lo que constituyó el periodo de reinado más breve de la historia de España. A su muerte en 1746, lo sucede su hijo segundo, Fernando VI, quien dedica sus primeros años acompañado de dotados ministros como Zenón de Somevilla, Marqués de Ensenada, y luego con otros, a la búsqueda de la paz y la consolidación del imperio. Lo logra en 1748 con la paz de 10 Academia de la Historia de Cartagena de Indias Aquisgrán, cuando España gana trono de Parma y Plasencia para el infante Don Felipe, segundo hijo de Isabel de Farnesio. El reinado de Fernando que se caracterizó por quitarle poder a la Inquisición y a la Iglesia, dura hasta su muerte en 1759, un año después de su amadísima esposa Bárbara de Braganza. 2 Al no dejar descendencia directa, la corona cae en su medio hermano Carlos, hijo mayor de Felipe V e Isabel de Farnesio, quien por su propia inteligencia y competencia militar, había sido Duque de Parma y Plasencia (1731-1735), Rey de Nápoles y Sicilia (17341759) y luego lo sería de España como Carlos III (1759- 1788). Llega Carlos a España en compañía de sus ministros italianos, Grimaldi y Squilache para los españoles, este último ocasionaría la rebelión de Madrid conocida como la de “La capa corta y el sombrero de tres picos”. Bajo la influencia de su mentor italiano, Bernardo Tanucci, ilustrado radical, regalista absoluto y enemigo acérrimo de los jesuitas se presta a dirigir el imperio Español. Designa para altos cargos, universitarios de clase media, los cuales compiten con los “colegiales” de sangre noble. Logra por la paz de París en 1763 recuperar la Habana y Manila, las que habían sido tomadas por los ingleses. A partir de entonces, entra a transformar los reinos de América, y para ello envía en 1764 a José de Gálvez a México en donde multiplica Presidios y las Misiones jesuitas con ayuda de los franciscanos liderados por Fray Junípero Serra, los cuales son extendidos hasta California, en donde se fundan los Ángeles y San Francisco. Por su éxito José de Gálvez sería nombrado Marqués de Sonora y ascendido a Ministro Universal de Indias (1775-1787). Carlos III concreta su poder a la corona, debilita a la nobleza y a la iglesia; expulsa a los jesuitas influyentes educadores del reino en 1767 bajo la acusación de “regicidas”. Ello influirá negativamente en las colonias de América, en donde José de Gálvez emprende una política de reformas fiscales y administrativas que trasforma estructuralmente a los virreinatos, especialmente al de la Nueva Granada, que fundado en 1717, suspendido en 1723 y reinstaurado Academia de la Historia de Cartagena de Indias 11 en 1739 por iniciativa del entonces Ministro de Indias, discípulo de Patiño, José del Campillo, es “creado” como uno nuevo. Funda en adición el de la Plata en 1773, adicionándole el Alto Perú. Tales reformas generarían los movimientos de Tupac Amarú en el Perú en 1780-81 y la rebelión de los comuneros en Nueva Granada en 1781. 3 La victoria de España aliada con Francia contra Inglaterra permite en 1783 la paz de Versalles y el reconocimiento de la Independencia Estadunidense, y al Rey Carlos III la estabilidad en el gobierno y en las colonias, lo que permitió antes de su muerte dedicarse con sus ministros a la elaboración del estatuto la “Instrucción Reservada”, el cual abría de servir de base y guía para su sucesor en la Corona. Sin embargo, su sucesor e hijo Carlos IV, aun cuando heredó los ministros, los Condes de Aranda y Florida Blanca, desde que asumió el poder, un año antes de la revolución francesa en 1788, mostró su mediocridad y un equivocado manejo del concepto del despotismo ilustrado. Niega la participación de los criollos en los altos cargos administrativos de América, impone una jerarquía católica española, agobia con impuestos al comercio y la industria; todo ello, en medio de la expansión de las ciencias, artes y comercio por parte de ibéricos, lo que venía del gobierno anterior, al decir del Historiador Inglés, John Lynch: “deconstruye la Burguesía Colonial”. Carlos IV y su esposa María Luisa de Parma, terminan por caer en manos del siniestro ministro Manuel Godoy, quien recomienda la unión de España con otras potencias europeas contra Francia; lo que termina en la invasión de los ejércitos republicanos franceses al territorio español hasta Bilbao, lo que obliga a la firma de la paz de Basilea en 1795 y convierte a España en aliado de Francia y enemigo de Inglaterra, mediante el tratado de San Idelfonso. Como resultado de ello, la marina inglesa derrota a la española en 1787 en el cabo de San Vicente bajo el mando del Almirante Horacio Nelson. Francia en 1801 obliga a España a declarar la guerra a Portugal aliada de Inglaterra y Godoy, ordena la invasión en lo que se 12 Academia de la Historia de Cartagena de Indias llamó: “La Guerra de las Naranjas”, la cual ridiculiza al gobierno español. Posteriormente en 1802, Francia firma la paz de Amiens con Inglaterra, lo que permite reconocer la extensión de Francia en Europa, hecho que se extenderá hasta 1803. Napoleón Bonaparte, coronado emperador de Francia de Francia en 1804 y rey de Italia en 1805, conforma una gran marina, la cual en alianza con España y bajo el inepto mando del Almirante Villaneuve, es destrozada por Horacio Nelson en el Cabo de Trafalgar en 1805 en donde perece. Tal derrota naval no impidió que el Emperador siguiera victorioso en Europa y venciera a los ejércitos enemigos en Austerlitz, Jena, Wagram y Friedland, de 1805 a 1807, lo que permite mediante el tratado de Fonteneblau, la ocupación de Portugal. Los ejércitos napoleónicos al mando del general Junot, entran a España de paso a Portugal en 1807 desde donde la familia reinante de los Braganza huye hacia el Brasil en barcos ingleses, en donde sus descendientes Pedro I y Pedro II, terminarían creando un imperio, dejando en esta forma una importante fuerza militar en la península ibérica. El pueblo español, inconforme con el gobierno de Carlos IV, la reina María Luisa y su favorito, el ministro Godoy, pide la sucesión para su hijo Fernando “El deseado”. Éste, el 18 de mayo de 1808 instiga un motín desde Aranjuez en contra de su padre, lo que termina con la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV, en la persona de Fernando, lo que moviliza hacia Madrid al mariscal francés Murat con 36.000 hombres. Napoleón invita a Bayona, Francia, al renunciado Carlos IV, a su esposa y a su exministro, desde allí convida también al nuevo rey Fernando, quien parte el 1 de mayo de 1808, dejando a cargo del reino a su tío el infante Don Antonio. El pueblo ante la noticia se levanta y en forma sangrienta es aplastado y fusilado por el ejército francés entre el 2 y el 3 de mayo. Este acontecimiento marcaría el inicio de la “Guerra de Independencia” en España contra el invasor, que para la época, bajo el mando de Murat, tenían 110.000 hombres, a los cuales se añadirían 50.000 más. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 13 En Bayona, Fernando abdica a favor de su padre Carlos y éste en Napoleón, quien en Junio de 1808 nombra a su hermano José Bonaparte, quien había sido Rey de Nápoles desde 1806,y se posesiona como José I de España. Para su gobierno con el concurso de juristas liberales franceses, se elaboró lo que se denominó “La Constitución de Bayona”, la cual serviría de marco legal para el reinado e influiría posteriormente en la Constitución Española de 1812, “La Pepa”. Un mes después de la insurrección de Madrid, se habían constituido en las provincias bajo el lema “Dios, Patria y Rey”, más de 20 Juntas Provinciales Autónomas, las cuales pretendían conservar los derechos de Fernando VII y otras “Corregintales”, que actuarían como núcleo de resistencia al invasor. De todas las Juntas, la de Sevilla, trató de ser reconocida por los reinos de América y mandó emisarios como los que llegaron a la Nueva Granada: Antonio Vacaro y Juan Pando, el primero para Cartagena y el segundo para Santa Fe. El 23 de agosto de 1808 se reconoció la autoridad del Rey mas no la de la Junta. A Vacaro le debe la ciudad la instalación de su primera imprenta, gestión que lideró José Ignacio de Pombo, del Consulado de Comercio. La necesidad de unificar esfuerzos acogió la propuesta del Conde de Florida Blanca y se constituyó una junta central en Aranjuez el 25 de septiembre de 1808, la que pasaría a Sevilla donde funcionó desde diciembre de 1808 hasta 1810. Dicha junta central para legitimar su autoridad concedió a los reinos de ultramar la representación de un miembro por cada Virreinato y Gobernación; serian 9 en total, lo que generó el descontento general y en América: “el Memorial de Agravios” de Camilo Torres. Personajes que posteriormente harían parte de la historia de Cartagena de Indias, fueron escogidos como delegados, y por ello, coincidieron en mayo de 1810 en Cartagena, José María García de Toledo, delegado por Cartagena, Antonio Narváez y de la Torre, por Santa Marta y Tomás de Andrés Torres por Mariquita. La junta central de naturaleza Borbónica, designó el 27 de septiembre de 1809 una junta de legislación presidida por Gaspar de Jovellanos y el 30 de septiembre una junta militar 14 Academia de la Historia de Cartagena de Indias presidida por el General Francisco Castaños. Los ejércitos de la junta central triunfaron en Rioseco y Bailén en julio de ese año, ello provocó la llegada de Napoleón a España con 150.000 veteranos, quienes al decir de historiadores: “derrotaron a todos los ejércitos que les pusieron en frente”, fue “la peor pesadilla de las desgracias” para España. La cuestionada y criticada Junta Central sin opción para continuar, recibe su derrota final por parte del mariscal Jean de Sault en la batalla de Ocaña el 19 de noviembre de 1809, cuando las pérdidas militares son catastróficas mueren 25.000 hombres. De allí se inicia la etapa de “La Guerra de Guerrillas” como la mejor opción para España. La Junta Central pasa entonces el poder a un “Concejo de Regencia”, conformado por 5 miembros, quienes desde Cádiz, Isla de León, en donde se repliegan del asedio del ejército francés, bajo el mando del general “Victor”, que tenía tomada la casi totalidad de España y Portugal, y bajo el influjo de los liberales, convoca el 14 de febrero de 1810, la constitución de unas” Cortes”, que serian encargadas de redactar una nueva constitución para el imperio. El Consejo de Regencia decide enviar en 1810, Comisionados Regios a la América para contrarrestar la acción y la propaganda del gobierno Napoleónico en las colonias y para informar la convocatoria de “Las Cortes”. Escoge a Antonio de Villavicencio, nacido en Quito, de madre santafereña, quien había vivido en Cartagena y Caracas, para la audiencia de Santa Fe y a Carlos de Montufar para la Presidencia de Quito. Los enviados regios llegan primero a Caracas y allí participan en forma activa en el primer movimiento autonomista de América española, que se inicia el 19 de abril de 1810, cuando los Criollos Mantuanos reunidos en cabildo abierto, depusieron a su capitán general Vicente Emparán e instalan una Junta Suprema. De caracas llegan los enviados Regios a Cartagena a donde traen las noticias de España y Venezuela, lo que provoca la convocatoria de una sesión abierta del cabildo el 22 de mayo de 1810 liderado por José María Academia de la Historia de Cartagena de Indias 15 García de Toledo, durante la cual se decide crear, fundamentándose en una vieja legislación de los Austrias, una Junta gobernadora conformada por el Gobernador Francisco de Montes, el granadino Antonio Narváez y de la Torre y el español Tomás de Andrés Torres, todos estos personajes a excepción del gobernador, escogidos para las Cortes de Cádiz. Ante la oposición del gobernador Montes a compartir el poder, García de Toledo en compañía de otros dirigentes de la ciudad como Antonio José de Ayos, Juan de Dios Amador, y otros, más tarde “Mártires de la Patria”; y con el respaldo invaluable de los líderes del barrio de Getsemaní, Pedro Romero y Joaquín Solano, deponen al Gobernador y a su secretario el 14 de junio de 1810 y los expulsan a Bocachica y de allí al exterior. Seguidamente se constituye mediante el primer acto de autonomía en la Nueva Granada, “La Junta Suprema de la Ciudad y Provincia de Cartagena”, compuesta por el propio Cabildo, 6 diputados de elección y delegados “sufragáneos” de Mompox, Tolú, San Benito Abad y Simití. Se inicia un período autonómico para la Provincia de Cartagena de Indias que será replicado en Cali, Pamplona, Socorro y continuará en Santa Fe, con la revolución del 20 de julio de 1810 y con la pretendida separación de la Villa de Mompox de la ciudad de Cartagena de Indias, el 6 de agosto del mismo año. El proceso que se inició el 22 de mayo y concluyó el 14 de junio de 1810, debe ser considerado como el primero y pionero de la Independencia de Colombia. 16 Academia de la Historia de Cartagena de Indias BIBLIOGRAFÍA ALCÁZAR MOLINA, Cayetano. Los Virreinatos en el siglo XVIII. Salvat Editores, S.A. 2ª edición, Madrid, España, 1959. ARDILA GUTIÉRREZ, Daniel. Un Nuevo reino. Universidad Externado de Colombia. Bogotá, 2010. DE LA CUEVA, Ricardo. Historia Total de España. Editorial Fénix. Decimocuarta Edición. Madrid, España, 2010. DE LORZA, Antonio. Despierta España. Revista Aventura de la Historia. Año 8 Nº 86. Madrid, España. ELLIOT, John H. Imperios del Mundo Atlántico. 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Busquemos los antecedentes y una conclusión. Con Cartagena una cosa fue la bahía y otra el poblado, porque Rodrigo de Bastidas creía que era mejor bautizar las aguas que la tierra. Viniendo de Riohacha y Santa Marta, él sólo bautizó las aguas: les puso nombre al Río Grande de la Magdalena y al Golfo de Barú, y tuvo el buen juicio de aplazar la fundación de Santa Marta para navegar dichoso hasta nuestras playas en plan de explorador. Bastidas formalizó, con aquel viajecito, la primera promoción turística de las dos capitales. No apareció solo el antiguo escribano de Sevilla. Se trajo al cartógrafo vizcaíno Juan de la Cosa, que había viajado dos veces con Colón, e hicieron un buen dúo para que la aventura de ambos no cojeara ni por falta de mapas ni de documentos. Hasta ese momento un río y un golfo tuvieron una etiqueta que no fuera la que tenían en boca de los indios. Tal vez por eso los cronistas se enredaron, andando el tiempo, con la persona que escogió el nombre de Cartagena. Castellanos, Oviedo, Las Casas, Fray Pedro Simón, Aguado y los demás pendolistas discreparon en eso. Que Cristóbal Guerra, que Juan de la Cosa, que el mismo Bastidas, que los remeros que le vieron semejanza con la de Levante. Todo porque nunca apareció un papel, uno solo, suscrito por alguno de los tantos sospechosos de haber sugerido la palabra «Cartagena», que despejara la situación. Era preciso apelar a la 18 Academia de la Historia de Cartagena de Indias lógica y a los movimientos de los personajes activos entre 1492 y 1503, que fue el año clave. Por eso yo apuesto a la mano de Juan de la Cosa. Fue él quien habló con la reina Isabel, largo y tendido, pocos días antes de que la soberana expidiera la Provisión Real que oficializó el nombre del pueblo y sus puertos. Todo el mandado en su solo acto, con abundantes explicaciones sobre mapas y apuntes de D. Juan y de Bastidas que convencieran a la number one, con cochinillo y vino sobre la mesa en un patio de Segovia, de la necesidad de darle una tocaya a la Cartagena de ellos. El vagabundo de Cristóbal Guerra, al contrario, había sacado de sus casillas a la reina por tratar a los pobres indios como objetos de carne y hueso, a tal punto que lo obligó a repatriar a los muchos que esclavizó con la complicidad del Presidente del Consejo de Indias, don Álvaro de Portugal, quien siempre iba bien con los peajes que don Cristóbal pagaba por lo que el padre Las Casas llamaba “sus escándalos”. Según Fray Pedro de Aguado —que no lo era tanto como lo insinuaba su apellido— Heredia, el fundador, se rebeló contra la autoridad real al rebautizar la plaza como Calamar, una voz Caribe derivada de Calamari o Caramarí, usada por los indios mocanáes para referirse a su asiento. A don Pedro le fascinaba lo autóctono. ¿Qué importancia tenía —se preguntaba— el parecido entre la bahía de aquí y la de Levante? ¿No era más conmovedor un homenaje al cangrejo (calamari), que es un artrópodo típico del poblacho? De vivir ahora, Heredia hubiera sido, sin asomo de duda, el gestor de la Región Caribe. Pero a don Pedro se le frustró la ocurrencia. La futura ciudad de las murallas recuperó su nombre y los cangrejos se quedaron sin consagración histórica. De todos modos, la reina, que ya era doña Juana la Loca, no se dio por enterada de la rebeldía de Heredia, pues no la incluyeron entre las granujadas con que fundamentaron su primer juicio de residencia. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 19 ¡Ay! San Pedro, pero la tapa de las extravagancias con el autor del nombre de Cartagena, la menos pensada y la más chirriante, corrió por cuenta de Pedro Mártir de Anglería, el de las Opus Espistolarum y la Decadae de Orbe Novo, quien se atrevió a decir en una de sus páginas que el ocurrente calcador del nombre había sido el almirante Colón, D. Cristóbal. Dos motivos poderosos tenía ya Juan de la Cosa para inscribirse en la historia: el nombre de Cartagena y el mapa del Nuevo Mundo, con el cual mandó de vacaciones definitivas a la quimera de las Indias Orientales. Su quinto viaje quedó de un cacho y lo hizo como compañero de Alonso de Ojeda, también repitente. Aspiraba Ojeda a arraigarse como mandamás de la Nueva Andalucía, a punto de guerra, como dijera Oviedo, y quemando Las ollas, el primer pueblo que arrasó. Y encontró en el avezado cartógrafo al acompañante ideal, con ciencia, realizaciones y coraje a cuestas. Pero esta vez sí hubo quinto malo, porque los bravos indios yurbacos le practicaron a Juan de la Cosa, de los pies a la cabeza, una acupuntura mortal con sus flechas envenenadas. El ambicioso Ojeda, por su infamia con Las ollas, sin De la Cosa y con una píla de difuntos en sus filas, desplegó velas para fundar San Sebastián de Urabá y regresar, poco después, a Santo Domingo, donde subrogó todos sus poderes a don Francisco Pizarro. Allá murió, más limpio que talón de lavandera, y olvidado del mundo y del mando que pretendió sin fortuna. 20 Academia de la Historia de Cartagena de Indias El Argos Americano. Papel político, económico y literario de Cartagena de Indias, María Teresa Ripoll Entre 1808 y 1810 una cadena de acontecimientos asombrosos se sucedieron a uno y otro lado del Atlántico manteniendo en vilo a los súbditos de la corona española: el Rey fue hecho prisionero y suplantado por José Bonaparte mientras tropas francesas invadían la Península; los españoles reaccionaron formando gobiernos interinos sucesivos en representación del pueblo soberano. Un decreto de la Junta Suprema de Aranjuez reconoció por primera vez en 300 años que los dominios ultramarinos no eran colonias sino reinos, parte integral de la monarquía, y por tanto tenían iguales derechos de representación que los otros reinos peninsulares. En las colonias americanas se formaron Juntas de Gobierno más o menos autónomas, a imitación de las españolas, que asumieron el control político en las ciudades principales. Estas noticias circularon con gran celeridad en las colonias americanas que tenían, desde hacía un tiempo, mayor acceso a publicaciones impresas de distinta naturaleza y procedencia, lo que era una novedad en una sociedad tan represiva y cerrada como la colonial. Se sabe que la mayor circulación de papeles y textos impresos, desde finales del siglo XVIII, fue el nutriente de una revaloración de la realidad americana y de la adopción de nuevas nociones políticas entre los ilustrados neogranadinos, quienes además pudieron producir, publicar y circular sus propias elaboraciones científicas, políticas y literarias. Esto tuvo un efecto acumulativo en la comunidad de ilustrados que se tradujo en los años siguientes en la formación de una cultura política1. Desde 1790 circulaban en la capital del virreinato de la Nueva Granada el Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá, el Semanario El papel de la prensa periódica y de la mayor circulación de impresos en el proceso independentista ha sido estudiado por historiadores como François Xavier Guerra, Renán Silva, Margarita Garrido, Jaime Andrés Peralta y otros que se me escapan. 1 Academia de la Historia de Cartagena de Indias 21 del Nuevo Reino de Granada, y unos años más tarde, La Bagatela y el Diario Político. El Argos Americano comenzó a publicarse en Cartagena a partir de septiembre de 1810; su contenido se distinguió por las intenciones abiertamente políticas de sus editores, producto de la coyuntura interna y externa que se experimentaba en esos momentos. El Argos Americano desde sus inicios fue el vehículo de expresión del que fuera el grupo políticamente dominante en esos primeros años de manifestación de la crisis. De este Semanario, editado en la imprenta del Consulado de Comercio, se conserva una secuencia continua de los primeros 50 números publicados entre septiembre de 1810 y agosto de 1811, es decir, los meses que precedieron a la declaración de independencia de Cartagena, por lo que su contenido resulta del mayor interés para detectar la evolución del pensamiento de los editores en ese momento clave de definiciones políticas. Para entonces habían transcurrido dos años desde el inicio de la crisis suscitada por la ausencia del rey; Napoleón tenía acorralados a los españoles que se refugiaron en Cádiz y la isla de León, únicos sitios libres de la ocupación francesa. El Consejo de Regencia que había reemplazado a la Junta Suprema propuso convocar a las Cortes generales y promulgar una constitución. En Caracas, Santa Fe y Cartagena se hablaba de redactar sus propias constituciones. Es pues una decisión aplomada la de publicar un periódico en Cartagena, principal plaza fuerte en el Caribe sur y segunda ciudad en importancia del Virreinato. Se considera un imperativo estar alertas, como El Argos de la fábula, con cien ojos vigilantes del rumbo de los acontecimientos. Así lo amerita el momento lleno de expectativas, que no tardarán en ser defraudadas, sobre la posibilidad de una nueva forma de relacionarse con la Metrópoli, “(...) lisonjeados como estábamos con la justicia que se nos debía y con esperanzas halagüeñas siempre burladas”, como afirmaría Simón Bolívar un año después en su Carta de Jamaica. Son varias las lecturas que sugiere este Semanario que comenzó a circular en momentos de tanta tensión e incertidumbre política. En este artículo solo queremos llamar la atención sobre las cartas enviadas a la redacción por un colaborador anónimo que firma 22 Academia de la Historia de Cartagena de Indias con una P, y que escribe motivado por las preocupaciones que le suscitaba el momento que vivían. Estas misivas resultan de interés porque muestran, una vez más, la importancia que tuvo el debate de la justa representación política en la legitimación de la causa independentista. Antes debo recordar que los gestores y redactores de El Argos Americano fueron José Fernández de Madrid y Manuel Rodríguez Torices, recién graduados del Colegio Mayor del Rosario, quienes en ese momento tenían 21 y 22 años respectivamente. Ambos redactores hacían parte del Cabildo en el momento de iniciar esta publicación. El Semanario aparecía todos los lunes. Tenía cuatro páginas escritas en doble columna. Reproducía constantemente, en una o más entregas, artículos tomados de otros impresos procedentes de Jamaica, Caracas, México, Quito, España, Londres, Filadelfia, Boston y Norfolk; el objetivo principal era “(...) fixar la opinión pública mediante una veraz información que compense el desconocimiento de nuestros intereses y derechos en que nos mantenía el antiguo gobierno”. Las cartas del señor P. Por el respeto que le merece a los editores y por la erudición de su argumentación es posible que se tratase de uno de los muchos abogados ilustrados que habitaban la ciudad en el año de 1811. En mayo de 1811 apareció la primera carta del señor P en la que examina y enjuicia la naturaleza de los gobiernos interinos que se suceden en la Península desde la cautividad del rey. En ella aporta argumentos que deslegitiman el carácter representativo de las Cortes de Cádiz, por haber sido elegidos sus diputados en un país en guerra subyugado por el enemigo, y en segundo lugar porque la representación otorgada a América no solo es ilegal sino “(…) un verdadero insulto hecho a estos pueblos libres (...) “. Se refería P a la decisión de las Cortes sobre el número de delegados americanos admitidos, desproporcionada a las cifras de población: “(...) Veinte y nueve diputados [americanos], muchos de ellos desconocidos y sin carácter alguno Academia de la Historia de Cartagena de Indias 23 público, sin misión, sin título y sin consentimiento ni conocimiento previo de los pueblos que se dicen representar, y por consiguiente sin su confianza, nombrados por disposición de la Regencia que había sido desconocida en Santa Fe, en Caracas, en Buenos Aires, en Chile y en otras provincias, para representar diez y seis millones de hombres libres, que según la base adoptada en España debían tener tres cientos veinte a lo menos, y cuando una sola ciudad de ésta, como Cádiz, cuyo vecindario no llega a cien mil habitantes, tiene nada menos que cuatro diputados en las Cortes, es lo más ilegal, lo más injusto, lo más degradante y ofensivo que puede darse (...)”. En una siguiente carta a la redacción el señor P toma distancia del pensamiento de El Argos al mostrar su prevención ante la idea de formar una constitución propia, por no ser de la incumbencia de la Junta, anticipándose a recomendar al gobierno mantener la posición moderada que le había distinguido hasta ahora. La descalificación que hizo antes de las Cortes de Cádiz, por no ser representativas de la soberanía popular, le sirve esta vez para intentar poner límite a las aspiraciones de la Junta de gobierno: “(...) Este [gobierno] me parece no debe variar el sistema conciliador, prudente y moderado que ha seguido hasta aquí, y que tanto 1 ha distinguido. La injusticia de otros [se refiere a las Cortes] no nos autoriza para ello; ni el honor es menos apreciable que otra cualquiera ventaja de la sociedad pues la moral pública es una. Aunque todo lo bueno es útil, no todo lo útil es bueno, como observa Cicerón (...) Por otra parte, una constitución, según el Abate Sieyés y todos los publicistas, supone precisamente un poder antecedente para constituir, el cual no lo han recibido hasta ahora de los pueblos los representantes de esta provincia que componen la actual Junta de Gobierno (...)”. 24 Academia de la Historia de Cartagena de Indias Al no haber recibido la Junta el mandato legislativo que requiere para hacer la constitución carecía de la autoridad para redactarla, por lo que aconseja adoptar una provisional, basada en la de Norteamérica y no en la de Cádiz: “(...) sería lo más acertado el que nos limitásemos a imitar a nuestros hermanos de Norte América tomando a su tiempo el inmortal código o colección de las constituciones particulares de sus estados, la que fuese más análoga y conveniente a la situación y la circunstancia de cada provincia: y adoptar sin limitación y adicción alguna la general de su confederación. Si los de Santa Fe en la particular que acaban de formar, publicar y quebrantar a un tiempo, hubieran seguido esta regla y elegido hombres para el gobierno con menos ambición y más amor a la justicia, ni hubieran cometido los absurdos, contradicciones y errores pueriles que se notan en aquella, dado desde luego los segundos los pasos y propuestos los escandalosos proyectos que los deshonran y que van a poner en combustión a todo el Reyno”. La respuesta de los editores no se hace esperar; al tiempo que le reclaman a P por deslegitimar el gobierno de las Juntas, El Argos Americano reafirma el convencimiento sobre la absoluta necesidad de formar cuanto antes una carta constitucional que permitiese la consolidación de su autonomía, la que al parecer estaba ya en proceso de elaboración: “(...) la perfección de un estado y su aptitud para llenar los fines propuestos por la sociedad debe depender de la constitución, ninguna cosa hay de mayor importancia para una nación que elegir aquella que sea mejor y más acomodada a sus circunstancias; (...) La constitución es la única que puede refrenar las pasiones humanas, es la égida de la libertad individual, y el más firme apoyo de los estados. Constitución necesitamos si queremos Academia de la Historia de Cartagena de Indias 25 afianzar nuestra libertad: Constitución esperamos de un gobierno ilustrado a quien el pueblo ha conferido todas las facultades necesarias para cimentar su felicidad sobre las bases más duraderas. Y si la Suprema Junta por un exceso de delicadeza no se considera, a pesar de lo dicho, con poder para hacerla, debe convocar para el efecto una asamblea constituyente pues así lo exige el bien público”. Vemos como en la preocupación por tener constituciones tempranas hemos sido notables los colombianos. Mientras México y las naciones del cono sur harían las suyas años después de extenuantes procesos de liberación en Colombia tuvimos las primeras constituciones mucho antes de tener una República. Las voces que hacían eco al redactor de El Argos Americano pidiendo la formación de una constitución fueron en lo sucesivo cada vez más frecuentes. Una representación firmada por los vecinos de la ciudad, fechada el 19 de junio de 1811, pide al Síndico Procurador General que incite al Cabildo y a la Junta para que, sin pérdida de tiempo, forme una constitución provincial que separe los poderes ejecutivo y judicial y admita al pueblo a sus sesiones a fin de que se reanime el espíritu público y se aumente la confianza del pueblo en sus representantes. También piden que cese el reconocimiento a las Cortes de Cádiz por haber faltado a su promesa. La posición política de El Argos Americano ya no es moderada sino abiertamente pro-independentista. En uno de los últimos números que se conserva de 1811, una columna titulada “Tibieza”, previene contra quienes aún dudan de la causa justa que promueven, identificando la existencia de dos clases de tibios, los anti-americanos, descritos como los de la intentona golpista del 4 de febrero, y los tibios moderados, que tal vez alude a quienes piensan como el señor P: “(...) son aquellos que procuran desacreditar nuestro gobierno: los que con afectada compasión nos pronostican los mayores desastres (...) los que debían su representación y preponderancia al despotismo del gobierno antiguo y se han visto de repente nivelados con el resto de sus conciudadanos; 26 Academia de la Historia de Cartagena de Indias los que habían recibido o esperaban títulos, cruces y distinciones de la Corte de España”. Y hay todavía otra especie de tibios moderados que aunque disminuye día a día es aun bastante numerosa, y son los ignorantes de la historia, quienes “(...) sin conocimiento de sus derechos naturales no alcanzaban [a entender] cómo los hombres pudiesen existir en sociedad sin ser gobernados por virreyes… así es que muchos permanecen todavía sorprendidos y como estáticos, viendo una escena tan nueva y tan extraña a sus ojos (...)”. Tres meses más tarde, el 11 de noviembre de 1811, se firmará el acta de Independencia absoluta. Los editores de El Argos Americano, José Fernández de Madrid y Manuel Rodríguez Torices tuvieron un importante protagonismo en los sucesos políticos de los años siguientes. Fueron firmantes del acta de Independencia en 1811. En septiembre de 1814, cuando el Congreso de las Provincias Unidas encargó del ejecutivo a tres ciudadanos, uno de los elegidos fue Manuel Rodríguez Torices, para entonces Presidente del Estado de Cartagena. A la llegada de las fuerzas de Morillo a Santa Fe, en 1816, José Fernández de Madrid, quien había reemplazado a Camilo Torres en la presidencia, se encaminó con Rodríguez Torices a Popayán con el objeto de embarcarse hacia el exilio por Buenaventura. Antes de lograrlo fueron tomados prisioneros, junto con Camilo Torres y Pedro Felipe Valencia, y trasladados a Santa Fe en donde fueron condenados a la horca y la decapitación. A Fernández de Madrid le fue conmutada la pena por el destierro, emigrando a La Habana en 1816. Regresó a la Nueva Granada en 1825. Cinco años más tarde murió de tuberculosis en Londres, en donde ocupaba el cargo de ministro plenipotenciario ante el gobierno británico. Rodríguez Torices no pudo escapar a su destino: fue conducido al patíbulo en la plaza mayor de Santa Fe, junto con Camilo Torres, el día cinco de octubre de 1816. Su cabeza fue puesta en la picota pública como símbolo de escarmiento. Tenía tan solo 28 años. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 27 A propósito del bicentenario de la independencia, ¿Celebramos o conmemoramos? Haroldo Calvo Stevenson En 1975, poco antes de cumplirse doscientos años de la Revolución Francesa, un periodista le preguntó al Premier chino, Zhou Enlai, cuál había sido el impacto de ese terremoto político y social del siglo XVIII. Marxista-leninista de tuerca y tornillo que era, Zhou no vaciló en responder: “Es muy pronto para saber”. Tal vez pensaba que la Revolución Francesa era apenas el preludio de una muy larga marcha hacia la inevitable dictadura del proletariado. Hoy, después de la caída del Muro de Berlín y del fracaso del comunismo, la frase de Zhou ha quedado como una simpática anécdota de la Guerra Fría. Y, sin embargo, toca un tema que siempre tendrá vigencia cuando se examina el pasado: el impacto de las grandes revoluciones sobre la trayectoria a largo plazo de las sociedades. En la historia de Colombia, la independencia de principios del siglo XIX es el evento más trascendental desde la ocupación española. El rompimiento con España fue el inicio de un completo viraje en el rumbo del país. En concepto de muchos historiadores, sin embargo, la sociedad colombiana “perdió” el siglo XIX porque, tras la separación, se sumió en un largo período de inestabilidad política y declive económico. En una dimensión comparativa, además, al coincidir con la propagación de la Revolución Industrial en Europa y Norteamérica, la larga crisis de la post independencia contribuyó a rezagar al país frente al mundo industrializado. Según un cálculo, en 1800 el PIB por habitante de Colombia era 38 por ciento del de los Estados Unidos; en 1913, era 13 por ciento. Solo muy al final del siglo XIX y principios del XX iniciaría Colombia el arduo camino de aproximarse a unas condiciones institucionales y económicas favorables a la continua modernización. Las consecuencias de este rezago aún están vivas hoy. Al conmemorar el próximo 20 de julio el bicentenario de la emancipación de España, en realidad estamos recordando el comienzo de una ruptura sin que tuviéramos un proyecto de sociedad 28 Academia de la Historia de Cartagena de Indias para sustituir el restrictivo régimen colonial. Aquí, a diferencia de, por ejemplo, los Estados Unidos – referencia obligada en estos temas – la independencia no fue en sus inicios un acto de voluntad colectiva para defender libertades arraigadas o para poner en práctica un nuevo orden político. Por el contrario, la emancipación en Colombia, precipitada por la invasión napoleónica de España, fue un movimiento guiado por una dirigencia de miras regionales sin preparación para gobernar. España no nos legó una tradición de autogobierno. Aquí había un régimen autoritario y jerárquico en manos de españoles. Al iniciarse la ruptura no existían los mecanismos institucionales para buscar consensos políticos y establecer ese nuevo modelo de país. El estado colonial, dice el historiador David Bushnell, brindaba alguna cohesión, pero era débil por la desarticulación económica y la pobreza generalizada. Embarcados en la lucha por la emancipación, nos unimos (casi todos) alrededor de Bolívar para ganar la guerra, pero, desaparecido este, regresamos al fraccionamiento del poder político en manos de unas élites cuyo sectarismo obstaculizó la construcción de unas instituciones nacionales estables que promovieran el desarrollo. Síntoma y causa de ese desorden institucional y económico fueron las nueve guerras civiles que tuvo Colombia a lo largo del siglo XIX. Otro es que, según Salomón Kalmanovitz, entre 1810 y 1913 el país tuvo trece constituciones (nuevas o producto de sustanciales reformas a las existentes). Pero también hubo manifestaciones más pintorescas. Fueron recurrentes en los primeros años de la nueva república las propuestas de importar gobernantes o anexarnos a Gran Bretaña o los Estados Unidos, países vistos como paradigmas de instituciones avanzadas. En tiempos de Bolívar se consideró la idea de que este fuera reemplazado por un noble de alguna de las casas reales de Europa. Y, en 1860, el gobierno de Mariano Ospina Rodríguez propuso secretamente a los Estados Unidos la anexión de Colombia, pero fue rechazado. En un ensayo reciente, Adolfo Meisel, refiriéndose al siglo XIX, sostiene que uno de los beneficios más importantes de la independencia fue la libertad de hacer reformas esenciales al sistema Academia de la Historia de Cartagena de Indias 29 económico. Ese beneficio de largo plazo se extendió y amplió en el siglo XX, que fue distinto al anterior en dos sentidos importantes. El primero consistió en un cambio institucional trascendental: lenta y penosamente, después de muchos experimentos y tropiezos, el país fue cristalizándose como conglomerado nacional, con propósitos colectivos plasmados en un contrato social consensual entre el Estado y los gobernados. Ello permitió ir adaptando en el tiempo las estructuras políticas y económicas a las exigencias de la modernización. Algunos señalados logros han sido el desarrollo de un sistema democrático, el manejo relativamente competente de la política económica y el rechazo a los caudillismos populistas tan comunes en otros países latinoamericanos. El segundo cambio del siglo XX fue la lenta propagación en el país de la Revolución Industrial y la consecuente globalización: los cambios radicales que produjeron la expansión demográfica, el café, la industrialización, la urbanización y, en el último cuarto del siglo, el sector externo. Entre 1900 y 2000, la población colombiana se multiplicó por diez; el PIB real por habitante se multiplicó por cinco; la población urbana pasó de menos de 30 a 75 por ciento del total, y, entre 1975 y 2000, las exportaciones reales por habitante se multiplicaron por tres. Colombia es hoy, no obstante, un país todavía en construcción, que dista mucho de hacer coincidir los ideales democráticos que ha ido precisando, con la realidad cotidiana de sus habitantes. La razón principal es la vigencia de dos herencias coloniales. La primera es la desigualdad de oportunidades. España les legó a sus colonias americanas un rígido sistema de castas que descansaba sobre la condición racial de la población y que engendró la tradición de discriminación – racial, laboral, social – que es característica distintiva de la sociedad colombiana. Hemos avanzado más en forjar una democracia política que en desarrollar una democracia social y económica, con igualdad de oportunidades para todos. No es un accidente que la distribución de ingresos en Colombia es de las más desiguales del mundo. El segundo elemento de rezago, que no es ajeno al anterior, es el deficiente aparato educativo. El sistema heredado de la Colonia era 30 Academia de la Historia de Cartagena de Indias excluyente y atado a unos valores medievales que España preservó mientras el resto de Europa se ocupaba del Renacimiento y de la Revolución Científica. En Colombia, las reformas liberales de mediados del siglo XIX fueron, en parte, un intento de modernizar la educación. Pero Rafael Núñez, entendiendo que la religión era un elemento cohesionador en una sociedad descuadernada, le entregó la educación a la Iglesia Católica. Esto tuvo un costo enorme pues entronizó un sistema educativo confesional y rígido que obstaculizó la modernización del país. Solo en tiempos recientes hemos comenzado a enderezar este estado de cosas. Pero todavía hoy, por ejemplo, en las pruebas internacionales PISA, que miden las competencias de estudiantes de 15 y 16 años en lectura, matemáticas y ciencias, Colombia figura en los últimos puestos entre más de 60 países. El 20 de julio de 1810 es la fecha simbólica de la largada de nuestro accidentado tránsito hacia una mejor sociedad. Ojalá la conmemoración de su bicentenario, más allá del fervor patriótico y de los fuegos artificiales, sirva para que reafirmemos como nación la voluntad de acometer en forma civilizada esas grandes tareas pendientes y evitar los enormes costos en que hemos incurrido para alcanzar los logros que hoy podemos mostrar. Este ensayo es una versión ligeramente revisada de uno que, bajo el mismo título, apareció en la revista "Contraste", de la Universidad Tecnológica de Bolívar, anexa al diario El Universal, en junio de 2010. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 31 LA INJUSTA DETENCIÓN DE SANTANDER EN BOCACHICA Por Jorge Pérez Villa Cuando se escribe sobre éste tema, asaltan varias preguntas a quien lo trata inefablemente. Una es, ¿estuvo Santander preso detenido en Bocachica?. Si lo estuvo. ¿Porqué lo estuvo? ¿De donde procede éste episodio triste en la República de Colombia? Sobre todo, porque ambos tanto Bolívar y Santander, juegan papel fundamental en la independencia de Colombia. A juicio de quien esto escribe, todo ésto arranca en gran forma y manera, con la expedición de la Constitución de Bolivia de 1826, que era una Constitución, que distaba mucho de ser una Ley Fundamental, orientada por los principios republicanos de gobierno, que se habían dejado claramente plasmados en la primera constitución de la Gran Colombia de 1821(Convención de Cúcuta) Miremos brevemente, las disposiciones que se sustanciaron en dicha Constitución: a) los cuatro altos poderes, electoral, legislativo ejecutivo y judicial estaban organizados así: Así el primero, con la decima parte del total de los ciudadanos, pues cada diez de éstos nombrarían un elector; los electores elegirán miembros de las cámaras legislativas, proponían al ejecutivo candidatos para los magistraturas principales de los primeros con la decima parte del total de los ciudadanos, pues cada diez de éstos nombrarían un elector; los electores elegían miembros de las cámaras legislativas, proponían al ejecutivo candidatos para los magistraturas principales de los departamentos provincias cantones y al Senado los miembros de las cortes judiciales y de los tribunales. El poder legislativo, residía en las cámaras de los tribunos, de los senadores y de los censores, éstos eran vitalicios y la cámara que formaban decidía, como arbitro los casos de discordia entre las otras dos. Vigilaba el cumplimiento de la Constitución (Control Constitucional), y acusaban a los altos funcionarios de la nación. Los tribunos votaban el presupuesto anual, proponían las leyes sobre las rentas y contribuciones, fijaban el pie 32 Academia de la Historia de Cartagena de Indias de fuerza y eran elegidos por cuatro años, renovándose la cámara por mitad cada dos años. Los senadores duraban ocho años, se renovaban por mitad cada cuatro años, y dictaban leyes sobre asuntos judiciales, eclesiásticos y comerciales1. Ejercía el poder ejecutivo un presidente vitalicio e irresponsable ante el parlamento, un vicepresidente propuesto por él a las cámaras y tres secretarios de estado; éstos y el vicepresidente si tenían responsabilidad, el poder judicial era independiente de los otros. Bolívar juzgó caduca la Constitución de Cúcuta de 1821 y quiso imponer la Constitución de Boliviana, e incluso hizo circular y reimprimir la de Bolivia y además, envió una carta para el Vicepresidente Santander, llamando su atención al estudio del proyecto, cuando llegara el tiempo de reformar la Constitución. Pues bien: visto el proyecto de Constitución por el Vicepresidente Santander y los granadinos, objetivamente contrastaba con los principios republicanos que en un principio el libertador defendía y que ahora negaba. Llamó la atención a los granadinos, ésta antinomia ideológica y política en que había caído el libertador. Visto así las cosas, la opinión política y pública, estaba dividida en dos bandos: uno sostenedor de la dictadura de Bolívar y otro bando de las Instituciones, que se habían enardecido al ver en sus contrarios sentimientos negativos, que no estaban de conformidad con las esperanzas de la patria gloriosa. Estos supuestos además de otras contradicciones, como lo inconveniencia de que la capital de la Gran Colombia, estuviera en Sobre este tema Histórico de la detención ilegal Santander en Bocachica, han estudiado Henao y Arrubla en su Historia de Colombia. Pero es de anotar, que son muchos los autores que lo han resaltado, como es el caso de H. Justo, Ramón en Historia de Colombia, Frank. Aldo en Bolívar, Indalecio Lievano Aguirre en su obra “Los Grandes Conflictos Económicos, Políticos y Sociales de nuestra Historia de Colombia. Sañudo José Rafael en su obra: Estudio sobre la vida de Bolívar. Javier Gutiérrez V. en su obra: Cátedra Bolivariana. Emil Ludwig en: Bolívar. También en Santander Publicado por la Academia Colombiana de Historia y Enciclopedia de Historia de Colombia. En todas estas obras históricas se ausculta y prueba, que la detención de Santander en Bocachica, fue unas de las grandes equivocaciones cometidas por Bolívar, que empañaron su gesta heroica en la historia y que develan que el ejercicio del juego político, puede entrañar perjuicios y responsabilidades más serias de lo que pudiera pensarse y en la que el tiempo lo descubre todo. Pérez Villa, Jorge. Apuntes de Historia de Colombia. 1 Academia de la Historia de Cartagena de Indias 33 Santafé y lo referente al reparto de los recursos del poder central hacia las provincias y los falsos regionalismos, propiciaron las condiciones para la celebración de la Convención de Ocaña del 9 de abril de 1828. Muy a pesar de que Bolívar y sus simpatizantes maquillaron el proyecto de Constitución con otras instituciones, Santander y los suyos pusieron su nota de inconformidad sobre el proyecto de Constitución, pues incluso al parecer de ellos, era más monárquica que el de la Constitución de Bolivia, y no tenía otro cometido que el de organizar al despotismo perpetuando a Bolívar en el poder. Ahora bien: la Convención de Ocaña de 1828, se convirtió en un campo de Batalla ideológica y política, entre los dos bandos, en el que quien no obtenía el triunfo de su posición ideológica, frustraba el de su contrario. Finalmente, los bolivianos, se convencieron del fracaso de sus la intención despóticas y desistieron de su propósito. Los días pasaron. Pero el resentimiento político, había quedado marcado. Santander y sus simpatizantes, lo que hicieron fue defender una idea republicana y muy particularmente, lo que hizo objetivamente fue defender los principios del republicanismo. En Santander, personalmente no hubo mayormente que una intención de defender objetivamente una ideología, política y nada más! La verdad es que los simpatizantes de ambos bandos se extremaron en sus resentimientos y odios y lastimosamente, el 25 de Septiembre de 1828, se fraguó y concretó lo que se denomino “la conspiración septembrina”, el cual fue un atentado contra la vida del Libertador Simón Bolívar y presidente de la Gran Colombia por opositores del gobierno. Esta oposición a Bolívar se había desarrollado y crecido entre los liberales neogranadinos, en forma especial, tras haber declarado Bolívar la dictadura el 27 de agosto de 1828, quienes se habían reunido en sociedades secretas, que llamaron sociedades de Salud Publica. En su mayoría se reunieron estudiantes e intelectuales para discutir temas políticos. De una de esas reuniones a principios de Septiembre de ese año, emergió la idea de quitarle la vida a Bolívar (no existe prueba de que Santander participará en esas reuniones), para lograr tal cometido buscaron conseguir adeptos en las fuerzas armadas, reclutando veteranos, reservistas 34 Academia de la Historia de Cartagena de Indias y sargentos, pero también expulsados o a punto de serlo, por mala conducta. Fue así, como en la medianoche del 25 Septiembre de 1828, unos doce civiles y veinticinco soldados, comandados por Pedro Carujo, forzaron la puerta del Palacio Presidencial y asesinaron a los guardias, tras lo cual, no quedaba otra cosa, que perseguir la habitación de Bolívar, quien se encontraba con Manuelita Sáenz, quien le despertó abruptamente. Bolívar al enterarse, sobresaltado de las intenciones enemigas, tomó de su mano pistolas y sable y trató de abrir la puerta, pero Manuelita lo convenció de que escapara por la ventana. Pues bien: en el decurso de los días siguientes, fueron arrestados los supuestos culpables y se les siguió juicio a muchos de ellos, así como a militares de alto rango, sobre los que se tuvieran sospecha alguna de la participación en el atentado, sea planificando, colaborando con sus ejecutores o simplemente callando. Francisco de Paula Santander y José Prudencio Padilla fueron acusados injustamente... La verdad, a Bolívar en ejercicio de la dictadura, se le fueron las luces. En efecto: Vicente Azuero y otros opositores no participaron, pero existieron participantes directos de la conspiración como Luis Vargas Tejada, Florentino González y Hasta Pedro Carujo, el acérrimo enemigo de Bolívar, que fueron juzgados por el Consejo de Ministros y hallados culpables, aunque algunos fueron indultados, como Carujo. La verdad sea dicha, fue inaugurada una época de terror algo parecido a la francesa. En cuanto a Francisco de Paula Santander, se debe anotar que se le llevo juicio, en la cual se le violó el debido proceso y Santander, fue hallado culpable, degradado y expulsado deshonrosamente y condenado a morir fusilado por la espalda, pero su pena fue cambiada por el exilio. Es evidente que éstos hechos de la conspiración Septembrina y los posteriores juicios por el Consejo de Ministros (en su gran mayoría constituidos por militares venezolanos) fueron tierra fértil para ahondar el odio entre sectarios venezolanos y neogranadinos, y ello fue una de las causas, que abrió el sendero, para la disolución de la Gran Colombia. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 35 A Santander, se le vitupero e intrató de manera amarga. A guisa de nuestra, se le vinculo con el asesinato de Antonio José de Sucre y con la conspiración que pretendió la muerte de Bolívar. Para cuando fue asesinado Sucre, Santander ya se encontraba exiliado en Europa a donde partió desde los calabozos de Bocachica en Cartagena en 1829. La verdad es que en el caso de la muerte de Sucre, le convenía más al general Juan José Flores, en cuanto le representaba una amenaza a sus ambiciones presidenciales en Ecuador. Debe quedar claro, que en cuanto a la conspiración septembrina, nunca se le demostró participación a Santander, pero fue objeto de un juicio sumario, en el que como ya se ha anotado se le violo su debido proceso, se le negó tanto la posibilidad de un abogado de oficio, como la posibilidad de contratar un abogado privado y para colmo de la desdicha, se nombró a su peor enemigo político como juez “imparcial” (Rafael Urdaneta) Secretario del Interior de la Época. Únicamente hasta después de la muerte del Libertador Bolívar, se pudo conocer en su totalidad, el proceso en el que se comprobaron éstos y otras injusticias contra el hombre de las leyes. A Santander se le conmutó la pena por la de destierro, pero previo a la materialización de ésta fue enviado a Bocachica al cual llego el 4 de Diciembre de 1828 y salió el día 4 de Julio del año 1829 para Europa. Sobre su prisión en Bocachica, los sufrimientos fueron grandes. La insalubridad y humedad de este castillo de Bocachica era la constante. Se le desató una fuerte gastritis y la enfermedad de cólico lo minaba sin remedio con fiebres permanentes. Por fin pudo Santander partir a Europa. Donde dicho sea de paso decirlo, fue recibido con respeto y admiración. Estuvo en Francia e Inglaterra, donde vivió con gran dignidad y se dedicó a estudiar y aprender el francés, inglés e italiano y quedó gratamente impresionado de las instituciones inglesas y de su democracia parlamentaria. En vida de Bolívar, jamás regreso Santander a Colombia. Pero fallecido el Libertador en 1830, Santander regreso a Colombia, probando que 36 Academia de la Historia de Cartagena de Indias no existe realidad natural más sabia, que el tiempo, pues éste (el tiempo) lo descubre todo, verificando que no existe mayor injusticia que la que todos ven todos los días y callan, pero que llega el día en que los hechos oscuros, se aclaran como la luz del día y el tiempo. Habíase descubierto nítidamente la injusticia, que se había cometido contra el considerado padre de las leyes de la República de Colombia. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 37 SIMÓN BOLÍVAR Y MANUELA SÁENZ AISPURU Por Dr. Rodolfo Nieves Gómez Manuela Sáenz era hija del español don Simón Sáenz Vergara y doña María Joaquina de Aispuru y Mazo, una criolla de buena familia. Nació en 1797 en la plaza Mayor de Quito y murió en Palta en 1856, víctima de la difteria En 1809 estalla en Quito un movimiento revolucionario, y en medio del torbellino que destaca la revolución, transcurre la niñez de Manuelita, que tiene que huir de Quito con su madre para refugiarse en la finca Catahuango. Muy joven fue enviada a estudiar a un convento donde aprendió a tocar el clavicordio, bordar y leer en latín a sus historiadores favoritos, Plutarco y Salustio. A los 17 años se fugó del convento Cori el oficial Fausto D ‘Elhuuyar, pero posteriormente regresó a su hogar. Contrajo matrimonio en 1817 con el médico inglés James Thorne, a la edad de 20 años, acto que constituyó un verdadero acontecimiento social. Posteriormente Manuela se traslada con su marido a Lima, ciudad en la que conoció a Rosita Campuzano, futura amante del General San Martin, quien condecora a Manuela en nombre del Perú con la orden del Sol, el 23 de enero de 1822. El historiador Alberto Miramón, en su obra “La Vida ardiente de Manuelita Sáenz”, la describe así. “cabellos claros que recogidos en moño sobre la nuca castiza, orna un gran peinetón de carey; indecisa la mirada de los grandes ojos oscuros: la tez de un tinte nacarado lechoso. En verdad, toda ella parecía creada expresa y únicamente para el placer, como aquellas dispensadoras de amor que soñaron los poetas, nacidas de los misterios del mar y los delirios de la inteligencia”. (Alberto Marimón, ob. cit.pg. 29,’. De la ciudad de Lima Manuelita con permiso de su marido se dirige a Quito a visitar a su madre a mediados de abril de 1822. Este intranscendente viaje iba a cambiar definitivamente el rumbo de la vida de Manuelita Sáenz y a ejercer una decisiva influencia en la vida y suerte futura del Libertador. Después de la batalla de Pichincha, Bolívar sigue rumbo a Quito, ciudad a la cual entra el 16 de Junio de 1822 En el lugar hay aplausos, vítores, banderas, arcas de triunfo. En una de los balcones de la plaza 38 Academia de la Historia de Cartagena de Indias Manuela espera llena de ansiedad el paso del Libertador. Al pasar éste debajo del balcón, le arroja una corona de laurel que obliga al héroe a levantar la vista y sus ojos se encuentran de repente y parece que en sus miradas centellantes se transmiten inexpresables sensaciones del alma que en brevísimos instantes fundirá a estos dos seres en una pasión abrazadora que señalará para siempre el destino de sus existencias. En la noche, en el baile que se le ofrece a Bolívar, Manuela del brazo de don Juan de Larrea es conducida por éste a presencia del Libertador, quien henchido de satisfacción la saluda con una gentil reverencia. Manuela sacudida por emociones presentidas, baila loca, apasionadamente. En ambos domina una irresistible y ofuscante atracción. Dice Alberto Abello: “Ha nacido una pasión súbita a la manera que en esa tierra brotan los volcanes”. Y agrega: “Bolívar encuentra en Manuelita un diamante que brilla por si mismo sin necesidad de la talla artificial; es una fuerza de la naturaleza que lo ciega para siempre”. (Alberto Abello, Bolívar y Manuela, Una pasión histórica. Cap. 111). Después de la entrevista de Bolívar con el General San Martin en Guayaquil, en julio de 1822, pensó aquél en retornar al lado de Manuela; pero como no le era posible, apeló a una familia amiga para que invitara a Manuela a la finca “El Garcal” lugar donde pasaron tiernos y apasionados momentos de exaltación amorosa cuyo grado de intensidad se descubre en las frases de una carta escrita por Bolívar a Manuela con posterioridad. Dice así; “Tu quieres verme siquiera con los ojos. Yo también quiero verte y reverte, y tocarte y sentirte y saborearte y unirme a ti por todos los contactos ¿A que tú no me quieres tanto como yo? Púes bien esta es la más pura y la más cordial verdad. Aprende a amar y no te vayas ni aun con Dios mismo”. Bolívar viaja luego al Perú y estando allí (1823) antes de su entrada en un pueblo, como asegura Ludwig, el Intendente envió al alcalde la siguiente orden: “Para S.E el Libertador, cómodo y decente alojamiento, con buena mesa, buena cama, etc., etc.. los ediles se reunieron en consejo: ¿Qué significan estas tres etcéteras; Evidentemente el gran Moloch quiere todo por triplicado. Y de acuerdo con dicho razonamiento se apoderaron de tres de las muchachas más bonitas del lugar para entregárselas al extranjero. A su llegada, Bolívar dejó en libertad a las muchachas y destituyó al Alcalde”. (Emil Ludwig, ob. cit. pg. 267). Academia de la Historia de Cartagena de Indias 39 Para la campaña del Perú, Bolívar llamó a Manuela quien estuvo a su lado durante la mayor parte de los dos años siguientes. En abril de 1825 Bolívar le dirige una Carta a Manuela proponiéndole el rompimiento de sus relaciones, argumentando que nada puede unirlos bajo el amparo de la inocencia y el honor. La carta dice así: “Mi buena y bella Manuelita: Cada momento estoy pensando en ti y en la suerte que te ha tocado. Yo creo que nada en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y el honor. Lo veo bien y gimo de tan horrible situación, por ti, porque tú debes reconciliar con quien no amabas, y yo porque debo separarme de quien idolatro. Sí, te idolatro hoy más que nunca jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se me ha multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu corazón sin modelo. Cuando tú eras mía yo te amaba más por tu genio encantador que por tus atractivos deliciosos. Pero ahora ya me parece que una eternidad nos separa porque por mi propia determinación me veo obligado a decirte que un destino cruel pero justo nos separa de nosotros mismos. Sí, de nosotros mismos, puesto que nos arrancamos el alma que nos da existencia, dándonos el placer de vivir. En lo futuro tú estarás sola aunque al lado de tu marido; yo estaré solo en medio del mundo. Sólo la gloria de habernos vencido será nuestro consuelo”. Por esa época Manuela recibe una carta de su marido requiriéndola para que regrese al hogar. Manuela le contesta en estos términos: “No, no, no más, hombre, de por Dios! ¿Qué adelanta usted, si no hacerme pasar por el dolor decir a usted mil veces no? Señor: usted es excelente, es inimitable: jamás diré otra cosa sino lo que es usted. Pero, mi amigo, dejar a usted por el general Bolívar es algo; dejar a otro marido sin las cualidades de usted seria nada. ¿Usted cree que yo, después de ser la predilecta de este general por siete años y con la seguridad de poseer su corazón, prefiera ser la mujer del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, de la Santísima Trinidad? Si algo siento es que no haya sido usted mejor para haberlo dejado. Yo sé muy bien que nada puede unirme a él bajo los auspicios de lo que usted llama honor. ¿Me cree menos honrada por ser él 40 Academia de la Historia de Cartagena de Indias mi amante y no mi esposo? Ay yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente. Déjeme usted, mi querido inglés. Hagamos otra cosa: en el cielo nos volveremos a casar, pero en la tierra no.” ¿Cree usted malo este convenio? Entonces diría yo a usted que era muy descontento. En la patria celestial pasaremos una vida angelical y toda espiritual (pues como hombre usted es pesado); allá todo será a la inglesa, porque la vida monótona está reservada a su nación (en amores digo, pues lo demás, ¿quiénes más hábiles para el comercio y la marina?,) El amor les acomoda sin placeres; la conversación sin gracia, y el caminar, despacio; el saludar, con reverencia; el levantarse y sentarse con cuidado; la chanza sin risa; estas son formalidades divinas, pero yo, miserable mortal que me rio de mí misma, de usted y de otras seriedades inglesas, etcétera, ¡Qué tal me iría en el cielo! Tanto malo como si fuera a vivir en Inglaterra o Constantinopla, pues los ingleses me deben el concepto de tiranos con las mujeres, aunque no lo fuese usted conmigo, pero si, mas celoso que un portugués. Eso no lo quiero yo ¿No tengo buen gusto? Basta de chanzas. Formalmente y sin reírme, con toda la seriedad, verdad y pureza de una inglesa, digo “que no me juntaré mas a usted’ Usted anglicano y yo atea, es el más fuerte impedimento religioso; el que estoy amando a otro, es el mayor y más fuerte. ¿No ve usted con qué formalidad pienso? Su invariable amiga, Manuela”. En la copia de esta carta que Manuela le envía a Bolívar, hay una posdata dirigida a éste que dice: “Hay que advertir que mi marido es católico y yo jamás atea; solo el deseo de estar separada de él me hacía hablar así”. Al enterarse Bolívar del contenido de la misiva transcrita, le escribió a Manuela devolviéndole su afecto, en cálidas frases que fortaleció la unión entre estas dos almas enlazadas por un destino inexorable. Y dominados por el amor prosiguieron su vida estos dos seres. Así vemos a Manuelita viviendo abiertamente en 1826 con el Libertador en la villa de la “Magdalena”, respirando el encanto y la belleza de ese lugar, antigua mansión de los virreyes del Perú. Manuelita, mientras estuvo al lado del libertador participó activamente en la Academia de la Historia de Cartagena de Indias 41 política y le tocó sufrir los odios y las pasiones desatadas en contra del Libertador, pero su lealtad y fidelidad para con éste no desmayó nunca. Le cabe la gloria de haberle salvado la vida en tres ocasiones en que sus enemigos, exaltados bajo el efecto de las pasiones políticas, urdieron planes y conjuras para segar la vida del Padre de la Patria. Con ocasión del Golpe de Cuartel originado por la Revolución Bustamante -enero 27 de 1827- ocurrido en Lima, Manuela es expulsada de esa ciudad, se traslada a Bogotá, y se establece en una casa no muy distante del palacio de San Carlos. En septiembre del mismo año llega Bolívar a la capital en donde permaneció hasta marzo de 1828, cuando viajó a Bucaramanga a seguir de cerca las labores de la Convención de Ocaña. El 15 de enero de 1830 el Libertador entra por última vez a Bogotá El 8 de mayo del mismo año sale definitivamente de la capital con el propósito de dirigirse a Europa. En el curso del viaje Bolívar escribió a Manuela: “Mi amor: Tengo el gusto de decirte que voy muy bien y lleno de pena por tu aflicción y la mía, por nuestra separación”. “Amor mío: Mucho te amo pero más te amaré si tienes ahora más que nunca mucho juicio. Cuidado con lo que haces, pues si nó, nos pierdes a ambos perdiéndote tú. Soy siempre tu más fiel amante, Bolívar”. Durante el viaje a la Costa volvió a escribir a Manuela y le dice con dolientes frases: “El hielo de mis años se reanima con tus bondades y gracias. Tu amor da una vida que está expirando. Yo no puedo estar sin tí, no puedo voluntariamente privarme de mi Manuela. No tengo tanta fuerza como tú, ven, ven, ven, luego. Tuyo del alma, Bolívar”. Palabras dolorosas que brotan como un grito desesperado del pecho del Libertador que traducen los sufrimientos de su alma que acrecentándose con los días, anuncian ya la próxima extinción de la vida del héroe. Bolívar llegó a Santa Marta el 1 de diciembre de 1830. El día 6 fue trasladado a la hacienda de San Pedro Alejandrino y fallece el 17 del mismo mes en medio de la consternación de sus fieles amigos. Manuela se preparaba para surcar el Magdalena y compartir los últimos momentos de Bolívar, pero una carta de Perú de Lacroix 42 Academia de la Historia de Cartagena de Indias manifestándole la gravedad de Bolívar, la disuadió de su propósito. En Bogotá se entera de la muerte de Bolívar. En enero de 1834 es expulsada de Bogotá, se dirige a Cartagena, en donde es encarcelada en el mismo calabozo que ocupó Santander, y luego sigue para Jamaica. Viaja luego al Ecuador de donde es también expulsada, para luego radicarse en la población de Paita, en el Perú. Allí se ganaba la vida preparando conservas de frutas. Recogía perros vagabundos y le daba el nombre de los enemigos del Libertador: Páez, Córdoba, Santander, Lamar y los alimentaba con huesos y desperdicios. En esa inmensa soledad y abandono que la rodeó en Paita, recibió la visita de Garibaldi, Ricardo Palma, Simón Rodríguez, etc. Murió el 23 de noviembre de 1856, en la población mencionada, a consecuencia de la Difteria. Enterrada en el cementerio de Paita, al cambiar éste de lugar, no quedó rastro alguno del lugar de ubicación de sus restos. Las cartas de amor de Bolívar así como sus objetos personales desaparecieron al ser incinerados para evitar la propagación de la enfermedad. Alberto Miramón en su obra “La Vida ardiente de Manuelita Sáenz”, se expresó de ella así: “Todo en Manuelita fué contradictorio, dudoso, apasionante; esta particularidad vital de su personalidad, caracterízala también como figura histórica, tanto que no se ha encontrado ni la partida de nacimiento, ni la de matrimonio, ni tampoco la de su muerte. No parece sino que su historia -observa un autor- debiera escribirse sobre datos emocionales, sobre tradiciones desenfocadas de la exactitud por el labio murmurador de los cronistas”. (Alberto Marimón, ob.cit, pg. 8). Academia de la Historia de Cartagena de Indias 43 BIBLIOGRAFÍA H. JUSTO, Ramón. Historia de Colombia. FRANK, Aldo. Bolívar. LIÉVANO AGUIRRE, Indalecio. Bolívar. VON HAGEN, Víctor. La Amante inmortal. RUMAZO GONZÁLEZ, Alfonso. La Libertadora del Libertador. ABELLO, Alberto. Bolívar y Manuela. Una pasión histórica. TORRES, Mauro. Bolívar: Genio, Constitución, Carácter. TORRES, Mauro. Moderna Biografía de Simón Bolívar. CACUA PRADA, Amonio. Los Hijos Secretos de Bolívar. SAÑUDO. José Rafael. Estudios sobre la vida de Bolívar. NOGUERA MENDOZA, Aníbal. El Río Grande de la Magdalena. DE MADARRIAGA, Salvador. Bolívar. 2 tomos. GUTIÉRREZ V., Javier. Cátedra Bolivariana. CORDOVEZ MOURE, José María. Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá. DUARTE FRENCH, Jaime. Las Ibáñez. LUDWIG, Emile. Bolívar. MIRAMÓN, Alberto. La Vida Ardiente de Manuelita Sáenz. ROMERO, Denzil. La Esposa del doctor Thorne. 44 Academia de la Historia de Cartagena de Indias FOTO DEL RECUERDO HOMENAJE DE EXCALDALDES DE CARTAGENA AL RETIRO DE JUAN VÉLEZ HERRERA, SECRETARIO DE LA ALCALDÍA DE CARTAGENA DURANTE DÉCADAS: AÑO 1988 En la foto aparecen: arriba, Fidel Borge Escobar, Edgardo Martínez Pareja, Carlos Barrios Angulo, Henrique Román Vélez, Augusto de Pombo Pareja, Antonio Lequerica Vélez, Enrique Zurek Mesa. Abajo: De izquierda a derecha: Augusto Martínez Martínez, Rafael Ballestas Morales, León Trujillo Vélez, Juan Vélez Herrera (el homenajeado), José E. Rizo Pombo, Hans Gerds Martínez, Antonio Pretelt Emiliani, Álvaro de Zubiría Jiménez y Ciro Castillo Cabarcas. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 45 ÁLVARO ANGULO BOSSA Y CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ, DOS NUEVOS MIEMBROS DE LA ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA En el auditorio Benjamín Herrera de la Universidad Libre de Cartagena se realizó la ceremonia de ingreso a la Academia Colombiana de Historia de los docentes investigadores Carlos Gustavo Méndez y Álvaro Angulo Bossa. La ceremonia fue presidida por el doctor Enrique Gaviria Liévano, Presidente de la Academia Colombiana. En la foto aparecen de izquierda a derecha, León Trujillo Vélez, Presidente de la Academia de la Historia de Cartagena; Enrique Gaviria Liévano, Presidente de la Academia Colombiana de Historia; Rafael Ballestas Morales, Presidente Delegado de la Universidad Libre de Cartagena; Carlos Gustavo Méndez, Vicerrector, y Álvaro Angulo Bossa, docente de la misma Universidad. 46 Academia de la Historia de Cartagena de Indias DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DOCTOR CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ. Señor Presidente de la Academia Colombiana de Historia Dr. Enrique Gaviria Liévano, Señor Presidente Delegado Rector de la Universidad Libre, Sede Cartagena, Dr. Rafael Ballestas Morales, Señor Presidente de la Academia de la Historia de Cartagena, Dr. León Trujillo Vélez, Dr. Álvaro Angulo Bossa, Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia, Tulia, Isa; Jorge, Marta, Germán, Carla, Lázaro y Rogelio, mi familia, como diría Jorge Zalamea, mi más inmediata semejanza. Señores miembros de la Academia de la Historia de Cartagena, Académicos, Señores funcionarios de la Universidad Libre, Señores Profesores, Señores estudiantes, amigos presentes . Esta ceremonia de posesión como miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia, tiene para mí una importancia muy especial, por la razón de los vínculos que ha tenido mi familia con las actividades académicas, ya que hace casi 100 años, mi abuelo fue miembro de la Academia de la Historia de Cartagena y en el último tercio del siglo XX, mi padre, fue no solo miembro sino, director del Boletín Historial y presidente de esta corporación, que hoy dirige el Dr. León Trujillo. Un resumen del trabajo reglamentario para ingreso denominado “Tramite de un proceso por hechicería y sortilegios tramitado por el Tribunal de la Inquisición de Cartagena de Indias” que presente a consideración de la Academia Colombiana de Historia, trata sobre un episodio ocurrido en los albores del siglo XVII, en Cartagena. Es verdad sabida que el periodo comprendido entre el último tercio del siglo XVI y los primeros 50 años del siglo XVII, fue una etapa de enorme crecimiento económico y demográfico de Cartagena de Indias. Este vertiginoso desarrollo se debió, en gran parte, a que la ciudad se convirtió para la Corona española en un importante puerto terminal de Galeones1, ya que, aunque el istmo de Panamá era el embudo por donde pasaba todo lo que España llevaba y traía del antiguo Imperio Inca, en la ciudad de Cartagena era el sitio en que los barcos permanecían varios meses, donde se les reparaba y acondicionaba, con las resultas de que la SEGOVIA SALAS, Rodolfo. Las fortificaciones de Cartagena de Indias. Estrategia e historia. Editorial Carlos Valencia Editores. 1987. Pág. 12. 1 Academia de la Historia de Cartagena de Indias 47 ciudad fungía como una especie de bodega y de arsenal2, además de que como beneficio colateral su tripulación era alimentada por las haciendas circunvecinas, todo lo cual produjo un auge económico. Esta riqueza repentina indujo un poblamiento rápido y no se hicieron esperar las conductas propias del enriquecimiento fulminante, tal como lo describe Juan de Castellanos en su obra Elegías de Varones Ilustres de Indias, quien en unos de sus versos consignó: “Jactándose de noble parentela/Tal que ninguna padecía mancha/Arrastra cada cual sérica tela/No cabe por la calle que es más ancha/Una se puso doña Berenguela/Otra hizo llamarse doña Sancha/De manera que de genealogía/Esa tomaba más que podía3. Entre las razones que pesaron para este crecimiento en espiral, parece ser que no obstante no estar la ciudad situada en una región abundante en oro y plata, su privilegiada localización geográfica y la amplitud y seguridad de su bahía, hicieron que se convirtiera en el núcleo principal del intercambio comercial entre España, el Virreinato del Perú y la Real Audiencia de la Nueva Granada. En efecto, la plata de la región del Potosí y el oro de la Nueva Granada eran exportados por Cartagena. Por otra parte, el lucrativo comercio de esclavos por parte de ciudadanos portugueses se disparó por nuestro puerto, lo que acrecentó, aún más, la riqueza de la ciudad, en razón de que la trata de esclavos, era un pingüe negocio. Los negreros portugueses poseían extensos territorios en las costas occidentales de África que facilitaban su comercio infame, pero necesitaban un puerto seguro para vendérselos a quienes explotaban la minería y otros negocios en la colonias españolas. Para la Corona española, el negocio de venta de esclavos representaba también una fuente de ingresos importantes, ya que por vía de impuestos y licencias recaudaba cuantiosos recursos que le servían para su extravagante política exterior, que estaba signada por el belicismo. Esta riqueza repentina fue un desencadenante para que Cartagena se convirtiera en un imán para muchos extranjeros que, atraídos por el auge comercial inusitado de la ciudad, llegaban a ella. Muchos historiadores han hecho algunos cálculos demográficos que dan una 2 3 Ibíd. Pág. 12. DE CASTELLANOS, Juan. Elegías de varones ilustres. Gerardo Rivas Moreno, Editor. Pág. 717. 48 Academia de la Historia de Cartagena de Indias idea de la afluencia de gente y sus orígenes a esta urbe. Entre fines del siglo XVI y 1630 se calcula que había en Cartagena entre 1800 y 2000 inmigrantes europeos, 10% de ellos eran portugueses, 75% de todas las regiones de España y un 15% adicional eran de otras regiones de Europa. Por otra parte, en la última década del siglo XVI entraron 18.445 esclavos a Cartagena, pero se desconoce cuántos se quedaron en la ciudad. Una prueba de la magnitud de este fenómeno demográfico es que en la ciudad se realizaron por el Cabildo dos reformas urbanas, una en 1586 y otra en 1588. Una de estas estableció que los solares vacíos que no fueran construidos serían expropiados para dar cabida a los inmigrantes4. En 1601 era tanta la afluencia de extranjeros, que la Corona expidió una Cédula Real que intentaba erradicar inmigrantes, sobre todo a los alemanes, portugueses, italianos y flamencos, por ser luteranos o judaizantes; pero, esta norma no tuvo efecto, porque estos eran los pilares de las actividades comerciales de la ciudad y de la Nueva Granada. Esta expansión económica y poblacional también fue registrada por el cronista Vásquez de Espinosa, quien, a comienzos del siglo XVII, calculó en 6.000 habitantes5 la población citadina (sin incluir a los comerciantes que estaban de paso, a la tripulación de los buques que duraban en ocasiones hasta 5 meses y a los esclavos). En este ambiente de auge económico, en 1585, llegó a la ciudad Jerónimo de Acereto, un comerciante genovés, y su esposa, María Pérez de Espinosa, natural de España. En enero de 1586, a la pareja les nació una niña. La chiquilla fue bautizada con el nombre de Lorenzana en la Iglesia Mayor de Cartagena y confirmada por el Obispo, don Antonio de Erbias6. En 1590 murió María Pérez de Espinosa, y su esposo Jerónimo descuidó la educación de su hija, se fue para Portobelo y dejó a la niña al cuidado de su tío materno, Luis Gómez de Espinosa, un SEGOVIA SALAS, Rodolfo. Credencial Historia, 2001. GARRIDO, Margarita. Vida cotidiana en Cartagena de Indias en el siglo XVII. Haroldo Calvo y Adolfo Meisel R. Banco de la República. Editores. 6 TEJADO FERNÁNDEZ, Manuel. Aspectos de la vida social en Cartagena de Indias durante el seiscientos. Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1954. Pág. 46. 4 5 Academia de la Historia de Cartagena de Indias 49 presbítero residente en Cartagena7, quien, apremiado y, al parecer fastidiado con su sobrina, parece que tomó la decisión de precipitar en 1598 el matrimonio de Lorenzana con Don Andrés del Campo, escribano mayor de la ciudad, con el propósito de irse a vivir a España. Esto fue un disparate, un enlace muy asimétrico, ya que Del Campo contaba con 38 años y Lorenzana 12 años; es de anotar, que la desigual pareja gozaba de una holgada posición económica y social en la ciudad. Sin embargo, al poco tiempo de casado, Andrés del Campo, desarrolló una conducta sexual disoluta, al punto de que tenía tres amantes, que eran: Leonor de Herrera, casada, aunque alejada de su marido, quien era platero y vivía en Lima, Isabel de Aguilar y Margarita, una mulata que era sirvienta de la casa de Del Campo. Los desafueros amatorios de su marido le causaron a Lorenzana muchas pesadumbres, problemas maritales y traumas emocionales que, en mi concepto, militaron para que ella se refugiara en sus esclavas y sirvientas, con las cuales mantuvo una perniciosa amistad, que se tradujo en que, mal aconsejada, utilizó métodos exóticos para bajarle la libido a su esposo y, de paso vengarse, entre otras, con las siguientes actividades: 1) Confeccionar cocimientos de “Berenjena de Playa” (Berenjena de Playa), cuyo nombre científico es Solanum percifolium dunal (un vegetal que parece tener algunos efectos soporíferos), con lo cual logró la “quietud” de Andrés del Campo. 2) Hacer conjuros, sortilegios y otras prácticas mágicas para aquietar a su esposo como Practicar la Oración de la Estrella8 y la del Señor de la Calle, ambas usadas para “aplacar a su marido”. 3) Enseñarle a doña Ana María de Olarriaga la oración en donde se mencionan tres demonios para atraer cualquier hombre. 4)Practicar el Conjuro de las Naranjas9 y tener pacto con el demonio. 5) Recitar la oración del Cigarrón, que lograba que los hombres se enamoraran intensamente. 6)Hacer conjuros en los cuales se invocaba al demonio y darle a beber al marido agua conjurada. TEJADO, Ibíd. Pág. 47 Ibid. 9 AHN, Ibídem. 7 8 50 Academia de la Historia de Cartagena de Indias 7) Conseguir polvos provenientes de calaveras de asnos para lograr la quietud de su marido. 8) Usar la oración del Anima Sola, mediante la cual, en una visión se vio como viuda. 9) Practicar un conjuro extraño, que consistía en que ella se vestía de varón y en la ropa añadía siete papeles rezados para que su marido la amara mucho y ella, a su vez, pudiese hacer lo que le diera la gana: tener trato deshonesto con un hombre (como fue el caso de su amante Francisco de Santander) y enviar al mulato Juan Lorenzo a Tolú a obtener hierbas para lograr que Santander la quisiera. 10) Colocar productos vegetales debajo de la almohada de su marido Andrés del Campo para aletargarlo y así poder tomar las llaves de la casa e irse a encontrar de noche con su amante Santander. 11) Hacer la suerte de las avellanas, para lograr la paz entre marido y mujer, y el hechizo de polvo de cabeza de gato prieto para amansar a su marido. 12) Prestar su casa para qué en ella se prepararan pócimas, menjunjes, y demás materiales necesarios para los conjuros, oraciones, sortilegios y suertes para sus fines personales y para los de sus amigas. En paralelo procedió a refocilarse con varios amantes entre los cuales se destacan, el sargento mayor, Francisco de Santander (un homónimo del prócer) y el propio gobernador de Cartagena. Una situación tan irregular escandalizó a la sociedad cartagenera y, por supuesto, generó trifulcas entre los cónyuges. En el hogar, el ambiente se enrareció tanto, que Andrés agredía físicamente a Lorenzana y, como correlato, Lorenzana multiplicó sus prácticas mágicas. En vista de esta situación tan disparatada, Lorenzana decidió acabar definitivamente con la relación y fugarse de la casa con su hijo menor, sus joyas y varias esclavas. Al ser descubierta, fue obligada a regresar. Esta era la situación de Lorenzana de Acereto en noviembre de 1611. Infortunadamente para Lorenzana, un año antes la inquisición había hecho su arribo a la ciudad y esto tendría implicaciones graves para ella, ya que ue condenada en 1613 por el Tribunal de la Inquisición en Cartagena de Indias por supuestas prácticas mágicas en uno de los primeros procesos que inicio este Academia de la Historia de Cartagena de Indias 51 tribunal en su andadura en esta ciudad que duro dos siglos. En este proceso contra la señora Lorenzana, se conjugaron varios asuntos, como sortilegios, conjuros y hechicerías, muchos de ellos procedentes de los incipientes saberes medicinales y rituales de los esclavos africanos, quienes, a través de su trato intimo con las mujeres de ascendencia española, pero nacidas en Cartagena, lograron influir en ellas, al punto de que, como fue el caso de Lorenzana, estas se aficionaron a las practicas mágicas. Un ejemplo, Lorenza, mediante el uso de hierbas (entre las cuales destaco la Berenjena de Playa ), trato de idiotizar a su esposo Andrés del Campo, para poder mantener relaciones intimas con su amante, el sargento mayor, Francisco de Santander). Adicionalmente, el trabajo que sometí a consideración de la Academia Colombiana de Historia te intenta retratar toda la trama interna de intrigas, malquerencias y debilidades que afectaron al entonces incipiente Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Cartagena de Indias. Para su elaboración me base en documentos del ARCHIVO GENERAL DE HISTORIA DE ESPAÑA, entidad que me colaboro mucho en este trabajo de investigación y también me apoye en varios textos, cuya enumeración seria tediosa. Para finalizar estas breves palabras doy gracias a usted Dr. Gaviria Liévano y a los distinguidos miembros de la Academia Colombiana de Historia, por la enorme distinción que me han deparado, al admitirme en esta ilustre corporación, en la cual, como decía el poeta Antonio Machado, tratare de estar a la altura de las circunstancias, dado el compromiso que implica ser miembro de esta importante Academia. No puedo terminar, sin resaltar las palabras de aliento y la colaboración de dos caros amigos, Arturo Matson y Rafael Ballestas, para ellos, mi perenne gratitud. Igualmente quiero destacar y agradecer la ayuda del arquitecto e historiador Fidias Álvarez quien me suministro las fotos de algunos sitios históricos, que ilustran este trabajo de investigación. Al Dr. Gaviria Liévano le reitero mi más grande agradecimiento por enaltecer con su presencia este acto, a mis familiares, a mis amigos, a mis colegas de la academia de Historia de Cartagena, a mis compañeros de trabajo de la universidad, a los estudiantes y profesores de esta casa de estudios igualmente les agradezco la cortesía de su asistencia en esta sobria ceremonia académica. Muchas gracias. CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ 52 Academia de la Historia de Cartagena de Indias DISCURSO PRONUNCIADO POR EL DOCTOR ÁLVARO ANGULO BOSSA. Señor Doctor Enrique Gaviria Liévano Presidente de la Academia Colombiana de Historia Lo confieso, para mí es un inmenso honor recibir de Ud., este diploma que me acredita como Miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de Historia, creada por el Ministerio de Educación Nacional el 9 de mayo de 1902, porque es en esa centenaria institución donde se ha escrito y conservado por más de un siglo la historia de nuestra patria. Considero que pertenecer a esta ilustre academia, es un paso trascendental en mi vida, que me obliga a continuar con la tarea que me impuse desde hace unos 18 años, cuando el doctor Arturo Matson Figueroa, quien hoy me acompaña de corazón desde su lecho de enfermo, en compañía de Rafael Ballestas Morales y de otros miembros me presentaron como Miembro Correspondiente de nuestra Academia, hasta finalmente convertirme en Miembro de Número hace unos doce años. Hoy también le agradezco al ilustre historiador Arturo Matson Figueroa, el hecho de haberme apadrinado en mi ingreso a esta Academia colombiana de historia. Considero que es del caso explicar ante todo el auditorio, que antes de iniciarme en el campo de la historia, yo escribía sobre el género costumbrista cartagenero como Cronista en el diario El Universal, donde estuve aproximadamente unos diez años publicando las crónicas que intitulé Añoranzas de El Cabrero, el barrio cartagenero donde habité durante mi infancia, mi adolescencia y mis primeros años juveniles. La dirección del mencionado diario, a cargo en aquel entonces de Gonzalo Zúñiga Torres, daba cabida a aquellas crónicas, que trataban sobre la pequeña historia de mi inolvidable barrio, todos los sábados en la página editorial, hasta que finalmente logré publicarlas en Editorial Costa Norte en un volumen en 1991. Y, desde entonces, guiado por el riquísimo costumbrismo de Don Daniel Lemaitre en sus Corralitos de Piedra, y de otros escritores cartageneros como Aníbal Esquivia Vásquez en sus Lienzos Locales, y de Camilo S. Delgado, el doctor Arcos, me fui adentrando en la historia humana y racial de Cartagena, por supuesto siempre a través de la investigación, y apoyándome en el método inductivo. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 53 Así las cosas, al llegar a la Academia de Historia de Cartagena, siendo Presidente el doctor Roberto Burgos Ojeda, aproveché de entrada dos años completos de conferencias semanales y de las lecturas de las importantes obras de Eduardo Lemaitre Román, Donaldo Bossa Herazo, Nicolás del Castillo Mathieu, y de muchas otras como La Nueva Historia de Colombia, de ocho volúmenes, publicada en 1978, presentada por el académico Álvaro Tirado Mejía, y prologada por Jaime Jaramillo Uribe para estudiar a fondo la historia inagotable de Colombia, hasta dar los primeros pasos como aficionado a la historiografía y atreverme a publicar los Aspectos Sociales y Políticos de Cartagena en 2001, y a continuar en 2002 con el análisis de las principales Novelas y Crónicas de Cartagena de Indias, y en el siguiente con las Crónicas de Cartagena. Y, así, sucesivamente, impulsado por una fiebre investigativa que me salía del alma, fueron apareciendo en 2006 la Historia del Folclor Musical en la Provincia de Cartagena, y en 2008 El Régimen del Terror en Cartagena 1816, y finalmente en 2009, 2010 y 2011, El Corazón de Ricardo Gaitán Obeso, y Piratas y Bucaneros de Cartagena. Hoy, gracias a Dios, aún me siento con el mismo entusiasmo y presto a publicar un trabajo histórico-jurídico sobre La Constitución Política de Cartagena de Indias de 1812, cuyo bicentenario se cumple el 15 de junio de este año, y que me sirvió de base para optar al título de Miembro Correspondiente de la Academia colombiana de Historia que hoy recibo de manos de su ilustre Presidente doctor Enrique Gaviria Liévano. Realmente, para mí ha sido un gran honor haber sido elegido Miembro Correspondiente de la Academia colombiana de Historia, por lo cual me siento muy honrado de contar hoy con la presencia de su Presidente y con la del Presidente de la Academia de la Historia de Cartagena, doctor León Trujillo Vélez, con la de mi colega y viejo amigo Rafael Ballestas Morales, y con mi familia empezando por mi esposa Myrna y mis hijos César Gabriel, Julia Isabel y Débora María, y de Álvaro, quien se encuentra ausente, con la de mis hermanas Rebeca y Gloria, mi sobrina Muriel, hija de Jaime, mi inolvidable hermano, y amigos académicos que hoy asisten a este acto. Finalmente, considero que investigar y tratar de reconstruir los hechos del pasado, es una labor que puede surgir de diferentes fuentes, principalmente de los documentos y de las afirmaciones e hipótesis de 54 Academia de la Historia de Cartagena de Indias escritores del pasado. Lo anterior no obsta para que el historiador saque sus propias conclusiones, y se llene de razones teniendo como fuente lo dicho por quienes reconstruyen la historia, utilizando principalmente el método inductivo puesto que la historia es una ciencia social. Por ejemplo, nosotros en Cartagena tuvimos la suerte de contar con el aporte del historiador Roberto Arrázola Caicedo, quien en forma permanente se dedicó a desenterrar documentos del fondo de la historia para que los pesquisidores del futuro pudieran servirse de ellos, y reconstruir una verdadera historiografía surgida de fidedignas fuentes documentales. Fue así como él descubrió el “proceso” que se siguió contra los mártires de Cartagena, y trajo en copia completa desde España, y publicó bajo el nombre de Los Mártires Responden. Algunos consideran que en ese proceso quedó por los suelos el valor personal de los nueve mártires, pero otros consideramos que las afirmaciones de los reos en aquel “proceso” fueron el último grito para lograr su libertad y la salvación de sus familias, cuando para ellos ya todo había terminado por el éxodo casi completo de la ciudad hacia las Antillas huyéndole a Morillo. Eran hombres jóvenes que aún amaban la vida, y que, como dijo Eduardo Lemaitre Román, la sangre por ellos “…regada en el patíbulo los rescató para la gloria”. Pienso que en aquellos momentos, cuando esperaban la inevitable sentencia de muerte, soñaban que sus declaraciones procesales serían un hálito de esperanza para seguir viviendo. Lástima grande para ellos que no alcanzaran a ver cumplidos sus deseos de libertad en aquel 10 de octubre de 1821, cuando Cartagena fue liberada definitivamente de los españoles. Hoy la obra de Roberto Arrázola Caidedo está siendo continuada por su hijo Roberto Arrázola Juliao, quien poco a poco, y en distintos volúmenes, sigue publicando con la ayuda de la Fundación Tecnológica Antonio de Arévalo - TECNAR, la obra que su padre inició. En fin, ya para concluir, considero que hoy la historia no es sólo la historia de los gobernantes y de los hechos políticos, es también la historia de las costumbres, de la literatura, de lo jurídico, de la mujer, de la ciencia, de la música y del folclor y de todo cuanto haya contribuido a formar nuestra nacionalidad. ÁLVARO ANGULO BOSSA Academia de la Historia de Cartagena de Indias 55 DECRETO N° 1643 DE 2011, CONDECORACIÓN BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DE CARTAGENA 1811 - 2011, OTORGADO A LA ACADEMIA POR LA ALCALDESA JUDITH PINEDO FLÓREZ. 56 Academia de la Historia de Cartagena de Indias CONDECORACIÓN A LA ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CARTAGENA La Academia Colombiana de Historia condecoró a la de Cartagena el 10 de octubre de 2011, por haber cumplido un siglo de meritoria labor al frente de la historia de la ciudad. La condecoración fue recibida por su Presidente León Trujillo Vélez. En la foto aparece el diploma otorgado por el Consejo de la Orden. MEDALLAS OTORGADAS POR LA ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA Y EL DISTRITO DE CARTAGENA, A LA ACADEMIA DE LA HISTORIA DE CARTAGENA Academia de la Historia de Cartagena de Indias 57 HOMENAJE A LA MEMORIA DE DON BLAS DE LEZO En la foto de arriba aparece la placa que fue colocada por el Presidente de la Academia de Cartagena, doctor León Trujillo Vélez en la Torre del Reloj Público el 7 de septiembre de 2011, con ocasión del 270 aniversario del fallecimiento de Don Blas de Lezo, defensor del Castillo de San Felipe de Barajas, el 7 de septiembre de 1741. 58 Academia de la Historia de Cartagena de Indias HOMENAJE A DON BLAS DE LEZO Asistencia de los descendientes de Don Blas de Lezo en Cartagena. Castillo de San Felipe, el 9 de Septiembre de 2012. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 59 LANZAMIENTO DE LIBROS POR PARTE DE LA FUNDACIÓN TECNOLÓGICA ANTONIO DE ARÉVALO TECNAR. Roberto Arrázola Caicedo (Documentos para la Historia de Cartagena). Jorge Dávila-Pestana (Pasión en París). Rircardo Zabaleta Puello (Parque del Centenario. Cien años buscando su identidad 1911- 2011). 60 Academia de la Historia de Cartagena de Indias LA MESA PRINCIPAL CON ALGUNOS DE LOS AUTORES La presiden el doctor Dionisio Vélez White y Sra. Sandra Trujillo Vélez. Club Naval de Cartagena - Salón Almirante Piedrahita 28 de Marzo de 2012 Academia de la Historia de Cartagena de Indias 61 “LA COLOMBIANA” POR: FRANCISCO MUÑOZ ATUESTA: Historiador Dentro de las investigaciones adelantadas por varios años para mi libro “Cartagena de Indias. Compilación Histórica.” tuve la fortuna de encontrar en la Real Academia de Historia de España, este fantástico documento consignado en mi obra, el cual con orgullo les comparto a los lectores de este tradicional Boletín Historial de nuestra Academia de la Historia de Cartagena de Indias. El documento es el borrador de una Proclama que he denominado por la firma de su autora: “La Colombiana” fechada el 13 de agosto de 1815; Cartagena entonces, se preparaba para enfrentar el asedio del general español Don Pablo Morillo, faltaban 9 días para que el cerco se cerrara sobre la ciudad y agregara Cartagena de Indias para siempre a su nombre el titulo de Heroica. Este insólito escrito, es un llamado a las mujeres de Cartagena animándolas a apoyar a sus hombres en la lucha. Si bien surgen diversos interrogantes sobre el verdadero género de su autor, es un excelente documento, para honra y orgullo de la mujer cartagenera. “PROCLAMA: A las personas de mi sexo. Ilustres Cartageneras: Enternecida hasta lo extremo por los padecimientos que una falsa opinión os causa, yo me atrevo en lo más profundo de mi dolor, a dirigiros mis voces fraternales y que muchas veces regaré con mis lagrimas. Cuando la opinión general es que las mayores enemigas de la más justa causa son las mujeres; cuando al acercarse los opresores de la América, veo a las autoridades tomar medidas de precaución contra este sexo débil, apercibiendo a unas, desterrando a otras; y cuando en las más distinguidas sociedades oigo declarar contra vosotras por desafección al gobierno, la vergüenza cubre mi rostro y yo querría no haber nacido o a lo menos no pertenecer a este sexo encantador. 62 Academia de la Historia de Cartagena de Indias Pero no pudiendo deshacer lo que una vez decretó el Ser Supremo, yo os seguiré en vuestros extravíos, os haré sentir, diversamente que lo han hecho los sabios papeles que se han dado a luz, la justicia de nuestra causa y que lejos de disgustar al gobierno con nuestra conducta debemos auxiliarlo con nuestro influjo. Si, con este imperio que nos ha dado la naturaleza sobre los corazones más fieros. Y en caso de que mis esfuerzos no consigan excitar en vuestros pechos los sentimientos de patriotismo que os corresponden; a lo menos tendré la satisfacción de que se oiga un desagravio del sexo, que no son todas Argolleras; pues que también hay entre las mujeres de Cartagena quien conozca los derechos de la América y quien desea su independencia. Poned compañeras, en movimiento esa dosis tan grande de sensibilidad, que puso la naturaleza en vosotras, para que puedan mis frías razones levantar vuestro espíritu y que libres de la ilusión que os fascina, os dediquéis a haceros amables por vuestro amor a la Patria y vuestra estimación a sus defensores. No sé porque fatalidad queridas compañeras os habéis dejado seducir, abrigando en vuestros pechos ideas contrarias a la libertad de la América. ¿Yo no sé, pero podremos intentar imaginarlo, que vuestros padres, vuestros hijos, vuestros esposos y vuestros tiernos amantes valen tan poco, para que los sacrifiquéis como a fieros enemigos? ¡Ah! ¿Cómo puedo yo creerlo? A mí que solo el pensarlo me hace temblar la mano y casi desfallecer; podrá caberme en el pensamiento que vosotras impávidas veréis asesinar al vuestro caro objeto de vuestros amores. Lejos sea de mí una idea tan opuesta a vuestra apacibilidad y ternura. Solo la seducción puede corromper vuestros corazones para que suponiendo injusta la causa de la América os apartéis de vuestros deberes. Si, esta seducción infame que la vemos obrar de diversos modos, pero más particularmente en la nobleza antigua y en el abuso que se hace de la religión. Si, es en el Santuario mismo, donde sacerdotes, indignos de serlo, en lugar de formar vuestras almas para el cielo, las pierden, haciéndoos concebir que no se pueda servir a Dios, sino bajo el duro yugo de un Rey. ¡Blasfemia horrorosa! Más yo os desengañaré bien pronto, el ejemplo es el argumento más convincente de todos. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 63 La antigua nobleza se cree degradada con la independencia Americana. ¡Qué error! La nobleza es el sello de la virtud y buenas acciones, no es una clase particular de seres que Dios ha criado separadamente. ¿Y os supondréis que la América no tenga hombres virtuosos ni capaces de buenas acciones, sino que esto es solo reservado a la dura España? ¿Qué? ¿El que la América sea libre os obliga a que os caséis con gente del color? El color es efecto del clima. Adán fue nuestro común padre. ¿No sois seres libres para elegir los colores? ¿Qué queréis? ¿Qué gravite sobre vosotras el peso de la real pragmática por la que no podríais disponer de vuestro corazón; sino que lo habríais de sujetar a las miras orgullosas del gabinete español, obligándoos a tener un esposo a quien no amáis y aunque muy noble muy prostituido, cuantas veces no habríais querido adjurar vuestra nobleza para vivir felices con un objeto que robó al primer golpe vuestro corazón? Ahora sois libres, podéis escoger entre los ciudadanos del Estado aquel, que siendo virtuoso, llene más vuestro corazón; ¿Que más placer compañeras? ¿Qué bienes nos puede mandar la España que equivalgan al de estar dueños de esta felicidad? Ay, yo no puedo contener las lagrimas cuando contemplo este espacioso campo donde puede florecer mi corazón. ¡Tiempos felices! ¡Transformación asombrosa! Debéosla a vosotros, ¡Oh! Héroes que la promovísteis, algún día vuestros esfuerzos y trabajos serán coronados por las manos de vuestras bellezas, de esas mismas que ahora alegan no conocer el beneficio. ¿Mas adónde me distraigo? Ya es hora que sin faltar al respeto que se merece nuestra religión sacrosanta, os saque de ese laberinto con que el abuso, de cuatro ignorantes, han embrollado vuestro entendimiento conduciéndolo al más alto punto de fanatismo, cuantas veces no habéis oído en el augusto sacrificio de la misa por la prosperidad de un Rey, que en su triunfo degollará a vuestros propios hijos? cuantas no desearéis que los enemigos aprovechen todos sus tiros en nuestros conciudadanos [¡una Argollera se animó a expresarse de ese modo, así se les trastorna 64 Academia de la Historia de Cartagena de Indias la cabeza!] cuantas no desearéis acabar con vuestras propias manos a todos los patriotas creyéndoos otra Judith? A tales yerros os arrastran aquellos que abusan de vuestra candidez é inocencia. ¿Mas con que razones podré yo tranquilizar vuestras conciencias, y haceros amantes de la causa más santa que jamás se ha defendido? Yo no tengo ningunas que puedan ser más eficaces que presentaros como corifeos de nuestra revolución a los Marimones, a los Revollos, a los Echagarais, a los Sotomayores, a los Padillas y como a sus más acérrimos defensores a los Torres, Barraganes, -ilegible-, Gómez, Salgados, Romeros, y una infinidad de Ministros del Santuario sabios y ejemplares, comparad a estos con esa caterva de sanguijuelas. (Cobraba un protestante a un clérigo cierta cantidad de dinero que le debía: –Yo os la daré en misas– contestó el clérigo; –¿siendo yo protestante en que me aprovecharán las misas?– le dice el acreedor, –No le hace, – responde el clérigo, – Siempre te servirán cuando te mueras–). Tales son, como éste, los pregoneros de los siervos de Fernando, guardaos de ellos compañeras. Que a mi entender la religión que profesan solo se ocupa en alucinaros; y decidme, ¿de qué lado queda la balanza? ¿Creéis que estos hombres ilustrados obren contra el testimonio de su conciencia, sosteniendo de mala fe, una causa que ataque a Dios y a sus preceptos? No compañeras. Ellos saben mejor que nosotras en qué consiste la verdadera religión, que cosa es un Rey y cuales los derechos de un pueblo. Es verdad que una multitud ignorante supone en un Rey una segunda divinidad, pero cerrad vuestros oídos a ésta porción seducida y estad siempre atentas a la conducta de los más interesados. Uno de estos sabe más que mil ignorantes, y vosotras siempre acertareis con semejantes guías; ¡Oh! Y si yo tuviese la dicha de despreocuparos y de que libres de las falsas ideas que vuestros enemigos han cuidado de infundiros os dedicareis a favorecer las miras del gobierno con vuestro influjo poderoso. ¡Cuál sería mi placer! Academia de la Historia de Cartagena de Indias 65 Si, ilustres Cartageneras, sexo adorable, y hasta ahora poco considerado por vuestros extravíos, oíd ya voy de una compañeras: Ya es tiempo de que volviendo en vosotras paguéis a la Patria con usura los auxilios con que hasta ahora la habéis escaseado: podamos nosotras decir: ‘La Patria nos debe también una parte de sus triunfos’, que la educación de vuestros hijos sea toda para la Patria; que vuestros esposos y vuestros amantes conozcan que solo os agradan cuando sirven a esta Patria amada y vosotras calculáis su merito por el número de sus patrióticas acciones. ¿Con que noble entusiasmo no se arrojaría un joven al enemigo sabiendo que su triunfo será inmediatamente celebrado por su beldad en las más brillantes tertulias, dando celos a las demás compañeras? De que consuelo no quedará llena una madre cuando pueda decir a sus hijos, ‘Vuestro padre murió en tal acción, en que se disputó la salud de la República’, ¡Ah! Acordaos de aquella espartana que escribía a su hijo que se había salvado de una batalla: ‘corren malos rumores acerca de vuestra conducta, hacedlos cesar o cesad de vivir’ de la otra a quien se le decía: ‘a vuestro hijo lo acaban de matar sin haberse separado de su fila y al punto respondió: que lo entierren y que pongan a su hermano en su lugar’ y de aquella finalmente que esperando en el arrabal la noticia del combate, al llegar el correo le va a preguntar... –¡Vuestros cinco hijos han perecido!– –No, esto es lo que yo te pregunto: ¿mi Patria tiene algo que temer?– –¡Ella triunfa!– –¡Muy bien! yo me resigno gustosa en mi perdida.– Yo bien conozco que vuestra educación no es la de una espartana y que vuestra sensibilidad no podrá imitar ejemplos tan bizarros. Pero a lo menos tomad de vuestra cuenta premiar a vuestros guerreros y a los que por sus desvelos salvan la Republica; que en vuestras sociedades sea más distinguido quien sea más benemérito a la Patria. Que las victorias de nuestros Héroes sean celebradas por nosotras, que el sepulcro de los bravos que mueran en el campo del honor sea regado de nuestras lágrimas, y que la urna que encierre sus cenizas sea coronada de guirnaldas que nosotras mismas habremos fabricado con nuestras propias manos. ¡Ah! ¿Y qué no os deberá entonces la América? ¿Qué nueva revolución no haréis en el espíritu de todo americano? ¡Pueda yo tener este consuelo! 66 Academia de la Historia de Cartagena de Indias Pueda yo ver en las listas de las Angulos, de las Vegas, González, Alcántares, Ayos, Navarros, Torices, Narváez, y demás Patriotas a todas las de mi sexo, y que aniquilado, si es posible, el odioso nombre de Argolleras, con que ahora se nos insulta, le remplace el de Colombianas, título que equivale ya al de Patriotas o Cartageneras”. La colombiana. Agosto 13 de 1815, 5°” “RAH: Sección: General: Número de control: RAH20090006331” Transcripción del manuscrito realizada por Francisco Hernando Muñoz Atuesta. El calificativo “Argollera” presumiblemente señale a aquellas que contraían compromiso por interés o posición social…”. Academia de la Historia de Cartagena de Indias 67 Esta obra se terminó de imprimir en Alpha Editores, el día 22 de mayo de 2012. 68 Academia de la Historia de Cartagena de Indias