1 2 En la mente del Asesino 3 Titulo Original: El gato negro Autor: Edgar Allan Poe Ilustracion, diagramación y edición: Eliana Marulanda Suárez Reservados todos los derechos. Prohibida su reproducción total o parcial de esta obra. Impreso en Colombia, Febrero 2011 ISBN 956.03-7665-1 4 No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito imediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales. 3 5 Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado 6 4 cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre. Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa compartiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los animales domésticos, no perdía oportunidad de procurarme los más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato. 5 7 Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla. los gatos negros son brujas metamorfoseadas. Plutón -tal era el nombre del gato- se había convertido en mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir que anduviera tras de mí en la calle. Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi carácter se alteraron radicalmente 8 6 por culpa del demonio. Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué, incluso, a hablar descomedidamente a mi ¿qué enfermedad es comparable al alcohol? mujer y terminé por infligirle violencias personales. Mis favoritos, claro está, sintieron igualmente el cambio de mi carácter. No sólo los descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia consideración Plutón, sin como para embargo, conservé suficiente abstenerme de maltratarlo, cosa que hacía con los conejos, el mono y hasta el perro cuando, por casualidad o movidos por el afecto, se cruzaban en mi camino. Mi enfermedad, se agravaba -pues, ¿qué enfermedad es comparable al alcohol?-, y finalmente el mismo Plutón, que ya estaba viejo y algo enojadizo, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal humor. 7 9 e m i a lm a d íz a r la i s Fue como 10 8 let am en te em br iag avo lví a a ca sa co mp Un a no ch e en qu e r la ciu da d, me pa rede mi s co rre ría s po do , de sp ué s de un a é en br az os , pe ro, mi pr es en cia . Lo alc ba ita ev to ga el e ció qu Al me nte en la ma no . cia , me mo rd ió lig era len vio mi r po o tad e as us ca y ya no su pe lo qu mi un a fur ia de mo nía pu nto se ap od eró de mi se pa rar a de go lpe de la raí z de mi alm a se ha cía . Fu e co mo si e gin la me nta da po r s qu e dia bó lic a, ali má d lda ma a un o; cu erp lsi llo de lch ale co un se r. Sa ca nd o de l bo mi de ra fib da ca ue zo br a, es tre me ció an im al po r el pe sc s su jet ab a al po br e tra en mi rí ab lo s, o, tie mb lo co rta plu ma En roj ez co , me ab ras hic e sa lta r un ojo . le , nte me da era lib y, de cuerpo i m e d e golpe d a r a r a se sep ó co n la la ra zó n re to rn do an Cu d. da ci le at ro o ta n co nd en ab gí a no ct ur na , m ie nt ra s es cr ib va po re s de la or s lo o eñ su el en ehu be di si pa do el cr im en co m m añ an a, cu an do or di m ie nt o an te m re el n co a al re sa r rro r se m ez cl ab ca nz ab a a in te se nt í qu e el ho am bi gu o, no al y l bi dé a er o nt im ie nt og ué en vi no tid o; pe ro m i se y m uy pr on to ah s so ce ex s lo en co . m ás m e hu nd í ab a po co a po al m a. Un a ve z tre ta nt o, m ej or en , to ga El . de lo su ce di do lo s re cu er do s es en ta ba un lta ba el oj o pr fa e nd do ta bi ór Ci er to qu e la cí a su fri r ya . Se an im al no pa re el ro pe o, ct co m o ho rr ib le as pe ca sa , au nq ue , st um br e, po r la co de o m co pa se ab a, ad o al ve rm e. , hu ía at er ro riz es de im ag in ar 9 11 t ig u a mi an e d e t r bastan do po g r a v ia a aún a b a e d m e t ir Me qu a lg u n a ra sen al que ser pa im e n d a a n r de u s e n t imane t ip a t ía o ese r n e a P e . t en nto a c ió n . la e v id r id o t a la ir r it a ía q u e b o a s h a e rp le , vez m n cede vocab a rd ó e l e ir r e t a o in n f o a ad. a íd m ie n t r v e r s id ra mi c e a p p , s la e nce ír it u d Y ento el esp ó t n e s e s e p re a est enta u c n e de t ie n e estoy e g u ro ía n o f s o n s a o t il , go e r v e rLa f embar e la p u in q s , e y u; o d s e s p ír it r d ia le te com p r im o a e x is s o lm ls a u i s p que m u lt a d e lo s im la s f a c no de u e d s e a t n , u s e n is id a d umano esos h e n d ó z no ra m b re . le s , u del co del ho d iv is ib r e in t c s á r r ia a p r im a en el c e d ir ig u q s o m ie n t 12 10 no la i a igido fl n i abía h que o i c i upl el s te cen bes stia Plutón ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo? . Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a continuar y, finalmente, a consumar el suplicio que había infligido a la inocente bestia. 11 13 Una mañana, obrando a sangre fría, le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama de un árbol; lo ahorqué mientras las lágrimas manaban de mis ojos y el más amargo remordimiento me apretaba el corazón; lo ahorqué porque recordaba que me había querido y porque estaba seguro de que no me había dado motivo para matarlo; lo ahorqué por-que sa le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama de un árbol bía que, al hacerlo,cometía un pecado, un pecado motal que comprometería mi alma hasta llevarla -si ello fuera posible- más allá del alcance de la infinita misericordia del Dios más misericordioso y más terrible. La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel acción me despertaron gritos de: “¡Incendio!” Las cortinas de mi cama eran una llama viva y toda la casa estaba ardiendo. 14 12 La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel acción me despertaron gritos de: “¡Incendio!” Las cor- desastre y mi criminal acción. Pero estoy detallando una cadena tinas de mi cama eran una llama viva de hechos y no quiero dejar ningún y toda la casa estaba ardiendo. Con eslabón incompleto. Al día siguiente del gran dificultad pudimos escapar de incendio acudí a visitar las ruinas Salvo la conflagración mi mujer, un sirviente una, las paredes se habían desplomado. y yo. Todo quedó destruido. Mis bie- La que quedaba en pie era un tabique di- nes terrenales se perdieron y desde ese visorio de poco espesor,situado en el centro mo mento tuve que resignarme a la des- de la casa, y contra el cual se apoyaba antes esperanza. No incurriré en la debilidad de la cabecera de mi lecho. establecer una relación de causa y efecto entre el toda la casa estaba ardiendo. 13 15 n im a l. o del a z e u c s e or del p r la o tr a a lr e d e d n s id e r a a o g c o s ía d po ía u n a r o la r e ue no a. Hab r r o r. P e n -ya q te ió l r a v il lo s e a ic r m y a b ro do al ta a p a la h o rc a el asom b r ir e s do a s u r ía a c o b d s p a e e h o u d d ue Al a b ía q a del d o m in a o rd é q osa c id o h la a la r m a. Rec e s e n tí ego, c d e m u s fu y ir a l a c E l e n lu s e i u o c ro d n m ió n d r d ín : a lli c a sa. Al p lu e g o e la a c c n te a p n te e l ja a la c a n v in o e ie o ió c m vo de u x e r ta e g fl ti ia on ed vpor e a su ja r d ín c id o in m it a c ió n dumbr d tr ib u í n b e a a u a h v h c n e i in u e u m m q n a b ía g a to ensa d l g a to e me en lt it u d h Una d la p a r e , la m u y ti r a r a s p e r ta r e a io a d d g n o te e s e c ió n . n d c in r la do id o fr e r im ió a n tr a ta exae c o r ta e re u n , h a b ía s comp d e b ió d a r e c ía n e d a d n u e p h a b ía s ie r d u a s g sp . S in ona n a d e la a b ie r ta s pers on gra la c a íd e n ta n a te is m a c y v a r ia v n m e la m la le e s P ro b a b a la b r a p a r te d fo r m a . Las p m in a r a . s e ad con e ll ta i c r u e ld y de s im im s n a e ió d tr c o ma ado, a te n ” y la v íc ti n a p li c l u r io s o ! ié A c ¡ c . e , r d ! a o o ñ s id n lu c id “ ¡ e x tr a a c c ió n i c u r io tr a e l e o n la ca c a ro n m n it la c to b x n e la el a l, ju la r e s que en n ia c o d cuya c bael amo me vi r n y a u s im a o x ue ll a m com a p ro agen q d e la s bada en de u jo la im ie , g r a g d c a o fi r r p agen e im p r, la su cadáve cía la im e r p a r e c ía no a r a p a to r. , n e e v o v co l c a de jo r r e li e a to . E acabab n gigantes u sco g e e n te d te m n a a r e ig dad un g ez ver 16 gato. a n it id n u ía 14 te n !, o ñ a r t x e ¡ o! s o i r u c ¡ Si bien en est a form a qued bre el ó satis extrañ fecha o epis mi raz o d io, lo Durant ón, ya ocurrid e muc que no o hos m impres mi con e io s ciencia n e s ó tiempo no pud profun , sodominó e libra dament rme de e mi esp m i im l íritu u aginació fantas remord n sent ma del n. imiento imiento gato, y . Llegu inform e é al pu n t los vil odo es e que nto de es ant e se par lament ros qu ecía, s a r e l h a in abitua p y aparie s é r e d r ida del lo, al lmente ncia q animal frecue ue pud y busc ntaba, iera oc ar, en algún upar s otro d u luga e la m r. isma e specie 15 17 ato g un uy Era ro m neg nde. gra eció dis- e. r a p l a im n el a añarm p m o c a a puesto 18 16 Una noche en que, borracho a medias, me hallaba en una taberna más que infame, reclamó mi atención algo negro posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra que constituían el principal moblaje del lugar. Durante algunos minutos había estado mirando dicho tonel y me sorprendió no haber advertido antes la presencia de la mancha negra en lo alto. Plutón no tenía el menor pelo blanco en el cuerpo Me aproximé y la toqué con la mano. Era un gato negro muy grande, tan grande como Acababa, pues, de encontrar el animal que precisamente an- Plutón y absolutamente igual a éste, salvo un daba buscando. De inmediato, propuse su compra al taber- detalle. Plutón no tenía el menor pelo blan- nero, pero me contestó que el animal no era suyo y que jamás co en el cuerpo, mientras este gato mostraba lo había visto antes ni sabía nada de él. Continué acariciando una vasta aunque indefinida mancha blanca al gato y, cuando me disponía a volver a casa, el animal pa- que le cubría casi todo el pecho. Al sentirse reció dispuesto a acompañarme. Le permití que lo hiciera, acariciado se enderezó prontamente, ronro- deteniéndome una y otra vez para inclinarme y acariciarlo. neando con fuerza, se frotó contra mi mano y Cuando estuvo en casa, se acostumbró a ella de inmediato y pareció encantado de mis atenciones. se convirtió en el gran favorito de mi mujer. 17 19 Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal. Era exactamente lo contrario de lo que había anticipado, pero -sin que pueda decir cómo ni por qué- su marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba. Gradualmente, el sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta alcanzar la amargura del odio. Evitaba sentí nacer en mí una antipatía. encontrarme con el animal; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi crueldad de antaño me vedaban Lo que, sin duda, contribuyó a aumentar mi maltratarlo. Durante algunas semanas me abstuve odio fue descubrir, a la mañana siguiente de pegarle o de hacerlo víctima de cualquier violen- de haberlo traído a casa, que aquel gato, cia; pero gradualmente -muy gradualmente- lle- igual que Plutón, era tuerto. Esta circuns- gué a mirarlo con inexpresable odio y a huir tancia fue precisamente la que lo hizo más en silencio de su detestable presencia, grato a mi mujer, quien, como ya dije, po- como si fuera una emanación de la peste. seía en alto grado esos sentimientos humanitarios que alguna vez habían sido mi rasgo distintivo y la fuente de mis placeres más simples y más puros. El cariño del gato 20 18 por mí parecía aumentar en el mismo grado que mi aversión. Seguía mis pasos con una pertinencia que me costaría hacer entender al lector. Dondequiera que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a mis rodillas, prodigándome sus odiosas caricias. Si echaba a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con hacerme caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis ropas, para poder trepar hasta mi pecho. En esos momentos, aunque an- fatiga siaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía paralizado por verguenza el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo -quiero confesarlo ahora mismopor un espantoso temor al animal. ¡ansiaba aniquilarlo de un solo golpe! odio amargura 19 21 quel temor no era precisamente miedo de un mal físico y, sin embargo, me sería imposible definirlo de otra manera. Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en esta celda de criminales me siento casi avergonzado de reconocer que el terror, el espanto que aquel animal me inspiraba, era intensificado por una de las más insensatas quimeras que sería dado concebir. Más de una vez mi mujer me había llamado la atención sobre la forma de la mancha blanca de la cual ya he hablado, y que constituía la única diferencia entre el extraño animal y el que yo había matado. El lector recordará que esta mancha, aunque grande ,me había parecido al principio de forma indefinida; pero gra- ¡Oh lúgubre y terrible máquina dualmente, de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante largo tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha fue asumiendo un contorno de rigurosa precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por ello odiaba, temía y hubiera querido librarme del mosntruo si 22 20 hubiese sido capaz de atreverme; representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra..., ¡la imagen del patíbulo! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte! Me sentí entonces más miserable que todas las miserias humanas. ¡Pensar que una bestia, cuyo semejante había yo destruido desdeñosamente, una bestia era capaz de producir tan insoportable angustia en un hombre creado a imagen y semejanza de Dios! ¡Ay, ni de día ni de noche pude ya gozar de la bendición del reposo! De día, aquella criatura Patíbulo! no me dejaba un instante solo; de noche, despertaba hora a hora de los más horrorosos sueños, para sentir el ardiente aliento de la cosa en mi rostro y su terrible peso -pesadilla encarnada de la que no me era posible desprenderme- apoyado eternamente sobre mi corazón. 21 23 muerte cerebral: cese total e irreversible de la actividad de todo el cerebro. 24 22 impacto del hacha ni sangre, ni oxígeno Bajo el agobio de tormentos semejantes, sucumbió en mí lo poco que me quedaba de bueno. Sólo los malos pensamientos disfrutaban ya de mi intimidad; los más tenebrosos, los más perversos pensamientos. La melancolía habitual de mi humor creció hasta convertirse en aborrecimiento de todo lo que me rodeaba cayó muerta a mis pies. y de la entera humanidad; y mi pobre mujer, que de nada se quejaba, llegó a ser la habitual y paciente víctima de los repentinos y frecuentes arrebatos de ciega cólera a que me abandonaba. Cierto día, para cumplir una tarea doméstica, me acompañó al sótano de la vieja casa donde nuestra pobreza nos obligaba a vivir. El gato me siguió mientras bajaba la empinada escalera y estuvo a punto de tirarme cabeza abajo, lo cual me exasperó hasta la locura. Alzando un hacha y olvidando en mi rabia los pueriles temores que hasta entonces habían detenido mi mano, descargué un golpe . 23 25 era imposible sacarlo de casa día / noche cavar una tumba en el piso del sótano. descuartizar el cuerpo y quemar los pedazos. Hubiera matado instantáneamente al animal de haberlo alcanzado. Pero la mano de mi mujer detuvo su trayectoria. Entonces, llevado por su intervención a una rabia más que demoníaca, me zafé de su abrazo y le hundí el hacha en la cabeza. Sin un solo quejido, cayó muerta a mis pies. Cumplido este espantoso asesinato, me entregué al punto y con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver. 26 24 arrojar el cuerpo al pozo del patio Sabía que era imposible sacarlo de casa, tanto de día como de noche, sin correr el riesgo de que algún vecino me observara. Diversos proyectos cruzaron mi mente. Por un momento pensé en descuartizar el cuerpo y quemar los pedazos. Luego se me ocurrió cavar una tumba en el piso del sótano. Pensé también si no convenía arrojar el cuerpo al pozo del patio o meterlo en un cajón, como si se tratara de una mercadería común, y llamar a un mozo de cordel para que lo retirara de casa. Pero, al fin, di con lo que me pareció el mejor expediente y decidí emparedar el cadáver en el sótano, tal como se dice que los monjes de la Edad Media emparedaban a sus víctimas. El sótano se adaptaba bien a este propósito. Sus muros eran de material poco resistente y estaban recién revocados con un mortero ordinario, que la humedad de la atmósfera no había dejado endurecer. Además, en una de las paredes se veía la saliencia de una falsa chimenea. 25 27 28 26 s r lo s la d ri llo uy fá ci l sa ca m a rí se , o d ud as p ar el ag uj er S in lu g ar a ca d áv er y ta el ir uc od tr , in ie se en es a p ar te a m ir ad a p ud a q ue ni ng un er an Fá m e d is cá lc ul os . co m o an te s, vo ca b a en m ui eq e m o so .N al an ca y, g o so sp ec ho a d e un a p ud ay n d es cu b ri r al co s ri llo q ué lo s la d ra la p ar ed in ci lm en te sa cu er p o co nt el te en am os ev o lo ca r cu id ad lic ab a d e nu lu eg o d e co m ie nt ra s ap n ió ic os p a cu ra rm e tu ve en es p ué s d e p ro es te rn a, lo m an D . al in ig a or rí a en su fo rm lu ci d o q ue no la m am p os te re p ar é un en p a, rd ce y en a en te cu id ad os am ar g am as a, ar or y re vo q ué ri te an el d a m e se nt í se d is tin g uí ui d a la ta re a, cl on C o. d la d ri lla el nu ev o en La p ar ed no es ta b a b ie n. o d to ue q se g ur o d e l d e ha b er . m en or se ña m os tr ab a la sido tocada. Había barrido hasta el menor fragmento de material suelto. Miré en torno, triunfante, y me dije: “Aquí, por lo menos, no he trabajado en vano” Mi paso siguiente consistió en buscar a la bestia causana. te de tanta desgracia, “Aquí, por lo menos, no he trabajado en vano” pues al final me había decidido a matarla. Si en aquel momento el gato hubiera surgido ante mí, su destino habría quedado sellado, pero, por lo visto, el astuto ani mal, alarmado por la violencia de mi primer acceso de cólera, se cuidaba de aparecer mientras no cambiara mi humor. Imposible describir o imaginar el profundo, el maravilloso alivio que la ausencia de la detestada criatura trajo a mi pecho. No se presentó aquella noche, y así, por primera vez desde su llegada a la casa, pude dormir profunda y tranquilamente; sí, pude dormir, aun con el peso del crimen sobre mi alm 27 29 Gozaba de una suprema felicidad Pasaron el segundo y el tercer día y mi atormentador no volvía. Una vez más respiré como un hombre libre. ¡Aterrado, el monstruo había huido de casa para siempre!¡Ya no volvería a contemplarlo! Gozaba de una suprema felicidad, y la culpa de mi negra acción me 30 28 preocupaba muy poco. Se practicaron algunas averiguaciones, a las que no me costó mucho responder. Incluso hubo una perquisición en la casa; naturalmente, no se descubrió nada. Mi tranquilidad futura me parecía asegurada. Al cuarto un grupo de policías se presentó inesperadamente día del asesinato, un grupo de policías se presentó inesperadamente y procedió a una Me paseé de un lado al otro del sótano. Había cruzado los nueva y rigurosa inspección. Convencido de brazos sobre el pecho y andaba tranquilamente de aquí para que mi escondrijo era impenetrable, no sentí allá. Los policías estaban completamente satisfechos y se la más leve inquietud. Los oficiales me pidie- disponían a marcharse. La alegría de mi corazón era dema- ron que los acompañara en su examen. No siado grande para reprimirla. Ardía en deseos de decirles, dejaron hueco ni rincón sin revisar. Al final, por lo menos, una palabra como prueba de triunfo y confirmar por tercera o cuarta vez, bajaron al sótano. doblemente mi inocencia.-Caballeros -dije, por fin, cuando el Los seguí sin que me temblara un solo mús- grupo subía la escalera-, me alegro mucho de haber disipado culo. Mi corazón latía tranquilamente, como sus sospechas. Les deseo felicidad y un poco más de corte- el de aquel que duerme en la inocencia. sía. Dicho sea de paso, caballeros, esta casa está muy 29 31 b ie n c o n s tr u id a .. . (En m de de c ir a lg i fr e n é una co ti c o d no me sa con e s e o tr u c c ió n . daba n a tu r a c li E s ta s p u d e a n ta d e d, cas p it o q a re d e s .. i te d e s m is p a ue es . ¿ya , la c una c a b b s e m a rc r a a ll s e ). Rero s ? .. . asa d han us Y e n to n ti e n e n e exc e le n te ces, ar u n a g r r a a cons g n s o li d s tr a d o p o r m is o lp e é e z . fu e r te m p ro p ia s e n te c b r a v a ta 32 on el s, b a s tó n q 30 u e ll e v aba e n la m conden ano sob a c ió n . H re la p a a b la r d d e la c re d d e l e lo q u m o m e n to ual se e n e pensé la d ri ll a d o s e rí a lo h a ll a b a c en ese tr a s u ra el cadá de mi c . P b re a s le a v á o ra z ó n . e r d e la d e v é r ti ndome g h ¡Q u e D io a o e s , s ta fu p osa i ta m la p a re d d e la s s m e p ro ta n te e l o p u e s ta g a rr a s te ja y m g ru p o d d e l a rc . P o e e r li u h b n o h id e m o re m b re s e in s cesado p a ra li z a n io ! A p n la e s c el eco do por enas ha a le ra q u d e m is e l te b ía rr e re s p o n d g o lp e s o r. L u e g dó ro b u s to cuando ió d e s d o, una s b ra z o e d e n tr o docena una voz s a ta c a s o rd o y d e la tu d e ro n la de una mba. Un e n tr e c o p a re d , p ie z a . E r ta d o a q u e ji d o que ca l cadáv l c o m ie s o ll o z a r , y ó e m r, y a m u anchad nzo, se de un n y c o rr o m o de s m e ja n te iñ o , q u e a n g re c p id o y al te h a s ta lu e g o c p o ie a g u la d a a n te lo s re c ió rá c o n v e r ti , a p o p jo id rs a s d e lo s re c ió d amene en un n u o a la ri e cabeza e s p e c ta la rg o , a do, ano , c o n la d o re s . S gudo y r m a l, c o ro c o o n ti ja b re b u n c la m m o in h u o s u c como d a a b ie r ta o r d e la mano, u e fu e g o y e l ú n ic m e n ta c n a u ll id o , e s ta b o o jo ió n , m it d e tr iu n , a b e agazap s ti a c u y ad de h fo , c o m a d a la a a s tu c o rr o r, m o s ó lo p h ia o it a d in fi e r n o rr uede ha m ib le e h a b ía n a to y c d e la g b e r b ro in d u c id uya voz ta a r d o g o a a d n ta d e en el l a s e s ie la ta d o su ago d u g o . ¡H lo s c o n ra m e e n ía y d denado n tr e g a b a b ía e m e lo s d s en a p e m o n io a l v e ra re d a d o tr u o e n s e x u lt a al mons la tu m b n te s e n a! la 33 31 Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción de parte alguna de esta obra, ni su almacenamiento o transmisión por algún medio, ya sea mecánico o electrónico, incluida su foocopia, grabación o almacenamiento de información, sin el permiso escrito expreso y por escrito del propietario de copyright. 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