UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA VICERRECTORADO ACADÉMICO CENTRO LOCAL TÁCHIRA ASESOR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ RECUPERAR LOS HÁBITOS DE LECTURA SOLVENTARÍA PROBLEMA DE DESERCIÓN ESCOLAR Para Ana Bermúdez, docente del departamento de educación Especial del Pedagógico de Caracas, los niños en los sectores populares sólo utilizan cuatro palabras: “vaina, bicho, coño y cosa es lo único que conocen y usan para verbalizar. Así llegan a la escuela, sin vocabulario”. Por su parte, Robin Urquhort, Directora de la unidad Educativa Apune, dice que es grave que, en los hogares haya televisión pero no libros. Las cifras que manejan el ministerio de educación y deportes indican que durante 2003, poco más de 400.000 niños y jóvenes de educación básica repitieron el año escolar. La repitencia y la deserción escolar están muy relacionadas a fallas en la comprensión lectora y en la adquisición de competencias en lectura y escritura durante los primeros años de la educación. Laineth Arellano, docente de educación especial, señala que esta situación genera exclusión. Los métodos empleados tradicionalmente para la enseñanza de la lectura no ayudan a que las cifras de repitencia bajen. Según Urquhort, para aprender a leer no se pueden convertir letras en sonidos, sino más bien buscar significados. Sumado a esto, la educadora señala que la televisión es una gran competencia para la lectura, por lo que se debe dar mayor acceso a los libros; aunque destaca el hecho de que desde el cine se estimule la producción y lectura de libros. Por su parte Bermúdez coincide en que la llamada cultural del zapping tiene que ver con las dificultades para comprender la lectura. “Frente a la televisión y los medios audiovisuales cada vez hay menos posibilidades de que un niño pase una tarde leyendo”. Las tres especialidades coinciden en que la enseñanza de la lectura se haga con texto que estén más vinculados con la vida cotidiana de los niños y que se haga evidente su utilidad como instrumento para informarse y entretenerse. Bermúdez agrega que se debe revivir la cultura nacional a través de la lectura y volver al origen de tradiciones indígenas, centradas en la narración oral. Una Reformulación en las enseñanza de la lectura, centrada en el cultivo de la identidad nacional, que permita al niño darse cuenta qué y cómo está aprendiendo, es la síntesis del proyecto que el departamento de educación especial de la UPEL llevara al próximo encuentro Nacional Educadores, que se efectuará del 6 al 10 de septiembre en la sede de la Universidad Experimental de los Llanos Ezequiel Zamora, en San Fernando de Apure. En este encuentro, la UPEL pretende reclutar docentes de todo el país para que se incorporen a este proyecto que realizará un diagnostico sobre las competencias de los niños en materia de producción de textos y en una segunda etapa, pondrá a prueba la metodología de la meta-cognición, como estrategia para mejorar los procesos de enseñanza de la lectura y la escritura. Arellano, quien también es coordinadora del proyecto, señala que estima emprender el proyecto en al menos dos escuelas pilotos por estado. Agrega que aunque muchos educadores se resisten a hacer cambios en sus estructuras de enseñanza es necesario conocer nuevas estrategias cognitivas para que los niños puedan componer textos. AUTORA: FLORANTONIA SINGER FUENTE: EL NACIONAL, 22-08-04, B-14. MATERIAL ADAPTADO POR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO SAN CRISTOBAL, MARZO, 2011 ÁLVAREZ UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA VICERRECTORADO ACADÉMICO CENTRO LOCAL TÁCHIRA ASESOR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ. LA LITERATURA YA NO VA A LA ESCUELA Hace pocos años escribí este breve artículo, que salió entonces en las páginas del “Papel Literario” de El Nacional La publicación del mismo originó, por suerte, una serie de respuestas y medianos debates en torno al tema de la literatura en Venezuela. Debo reconocer que no soy un “experto” en el tema, y creo que en nada en la vida; pero de todas formas mi preocupación como escritor no puede estar al margen de cuestiones tan importantes como éstas. Hoy, varios años después, el asunto de la enseñanza literaria vuelve a ser un tema de preocupación, dada la evidente e incomprensible reducción que la misma sufrió en los nuevos Programas de Literatura para el Ciclo Diversificado. A pesar de que no comparto del todo algunos de los aspectos abordados en este trabajo, considerado, sin embargo, que su espíritu confrontativo sigue vigente en muchos aspectos. POR LO COMÚN, escuchamos a profesores y docentes de la literatura manifestar, con cierta preocupación, el creciente y vivo desinterés de nuestros estudiantes hacia la literatura. Pareciera que, tanto en las escuelas como en los liceos, los alumnos experimentan, con respecto a las obras de poetas y novelistas, el más inexplicable fastidio. La enseñanza literaria no parece entusiasmar, ni aun en su más atrayentes y poderosas imágenes, a la multitud de jóvenes estudiantes que asisten, inmutables, a esas confusas lecciones literarias de aparente irrealidad. El problema parece ser general, puesto que similares enfrentan otros países en relación con lo mismo. Las razones pudieran estar centralizadas en dos puntos claves. O bien carecemos de eficientes y legítimos instrumentos prácticos de enseñanza o, contrariamente, la literatura dejó de producir ese efecto subyugante, mágico y catártico que en otros tiempos generaba con especial interés. Es bastante cierto que, con respecto a otros saberes y oficios, la literatura ofrece otro orden de sensaciones, crea una disposición emocional y psíquica que ningún saber, como el técnico o el científico, es capaz de producir en el hombre. A pesar de los esfuerzos pedagógicos y de las ayudas audiovisuales que los diseñadores de la enseñanza han tratado de infundirle a la literatura, ésta permanece completa y definitivamente rezagada, perdiendo cada día un espacio -una batalla- que otras áreas pudieron usurpar con increíble facilidad. No solamente los escolares expresan este rechazo; también la mayoría de la gente, ilustrada o no, pareciera no manifestar ningún tipo de estremecimiento ante la presencia, siempre retadora, de lo que significa la experiencia literaria. En vano pueden multiplicarse las ediciones y en vano pueden hacerse arduas campañas de lectura. Nada de esto creará una debida y auténtica atracción por lo literario, pues no es un secreto para nadie que la “ valoración educativa de la literatura ha quedado en entredicho”. Han sido los propios estudiantes quienes han puesto “en entredicho”, con sus poderosas y sinceras actitudes, el carácter convulsivo de la literatura, aduciendo que la impartición de temas y problemas literarios es una cuestión extemporánea, “pasada de moda”. El problema es complejo y no deja de causar interrogantes en más de un aspectos. ¿De qué parte, en verdad, está el culpable, en caso de lo que hubiera? ¿Es acaso el educador, con sus guías y apoyos didácticos impuestos por el sistema educativo que él representa, o es ese tímido e inhibido receptor que suele encarnar la figura del alumno? La respuesta no es en absoluto clara, ni se inclina por uno o por otro de estos elementos que comparten una relación integradora y a veces excluyente. A mi modo de ver, en este importante problema está comprometida toda una serie de inevitables factores de naturaleza social, cultural, moral y económica. Es todo un haz de relaciones totalizantes el que genera un determinado problema, y no aspecto en particular. En el caso de la enseñanza de la literatura nos enfrentamos no sólo a un problema de orden técnico o curricular, sino a una situación de descrédito y desvalorización de ciertos aspectos humanos que la literatura siempre ha reflejado. Ya no es la literatura vista dentro de un sistema global de enseñanzas distintas, un elemento más en esa gama amplísima de los diseños curriculares. El asunto en cuestión rebasa los lineamientos conceptuales de un determinado proyecto educativo “nacional”, para colocarse en el centro de un conflicto humano que traspasa, ante todo, las fronteras de cualquier país. La pregunta por formularnos con exactitud, no es si un particular esquema o interpretación de la enseñanza de la literatura funciona o no funciona, si cumple con sus objetivos propuestos y si alcanza ese ideal de comunicación y traspaso de conocimiento a un joven auditorio. La pregunta, insisto, debería colocarle en ese ángulo que nos hace ver al poeta y a la poesía compartiendo un miserable y mezquino lugar en la sociedad junto a otros haceres “menores” del espíritu. En este siglo el poeta, por no decir también el novelista o el hombre de letras en general, perdió parte de ese antiguo esplendor casi sagrado que poseía en otros tiempos. Hoy es un ser marginal del cual suelen burlarse y al que irrespeten con sumo descarado. Nuestros antepasados mantenían intacto ese respeto necesario, asignándole al poeta un lugar en la sociedad justo y venerado. La poesía era, así, un objeto de veneración, una actividad sagrada del espíritu. La enseñanza de la literatura, a través de sus programas, finge todavía sostener ese antiguo respeto; quieren de alguna forma conservar es “trono” destinado a esos seres magníficos y endemoniados que son los poetas. Pero fracasan. El escritor quedó aprisionado en esta era de la desolación humana que es el mundo contemporáneo y su voz no es más que rumor apagado de escasa luminosidad y dudoso poder de convencimiento. Vencido por los avatares de un tiempo que ha depositado toda su confianza en un saber científico y automatizado, la apariencia material del escritor no ejerce el encantado o la fascinación que le es propia. La literatura entró, abruptamente, en un orden del silencio, lo cual nos hace comprender que “los silentes son más grandes poetas de nuestros tiempos”. Este orden del silencio (inconsciente necesidad) hay que considerarlo a la hora de emprender una discusión que tenga como objetivo la enseñanza de la literatura. De la literatura sólo podemos enseñar o transmitir lo que pertenece a su historia; su extraordinario pasado, no su presente. El “ ahora” de la literatura concurre hacia un vasto silencio, un no decir, una ausencia de ficción. “¿Paro simbólico?” Walter Muschg, autor de es magnífico estudio que es La Historia trágica de la literatura, se Pregunta, a propósito del papel que juega la enseñanza de la literatura en esta época, lo siguiente: ¿A quién puedes sorprender, pues, que ocuparse del poeta desate tensiones en los centros de enseñanza, que los clásicos se hayan convertido en fantasmas del aburrimiento? Una época que se mofa del poeta, que los persigue o los trata como a un bicho raro e inútil, no puede esperar que la juventud le dedique una respetuosa admiración. ¿Quién se mofa del poeta? Todos. Principalmente el Estado, que ve en éste y en todo el contexto cultural en el cual se desenvuelve, a un simple individuo de escasos méritos pragmáticos. El papel del Estado en esa materia es extraño y a veces ambiguo. Quiere, por una parte, llevar a cabo planes educativos que insistan en la ensañanza constante de la literatura o alerta en el manejo y cuidado de la lengua (no siempre) y, casi al mismo tiempo, desprotege y persigue al escritor. Sea cual fuera el Estado, comunista o democrático, los vínculos que establece con sus escritores son de escasa transcendencia, celosa vigilancia o cursi majadería. Tanto puede atropellársele, como quiere falsamente protegérsele. En los países hispanoamericanos, con especialidad énfasis en Venezuela, el Estado ha mantenido una fuerte desconfianza hacia los intelectuales, lo cual ha hecho que éstos ocupen un lugar irrelevante en instituciones culturales del país. A veces, cuando las políticas culturales funcionan, es nada más que para conseguir inmediatos beneficios políticos. El objetivo es, pues, proselitista. Después, todo sigue su denso, fatídico y burocrático curso. Muy pocas veces el escritor interviene directamente en la creación y redacción de proyectos culturales y educativos de vital significación, como los programas de literatura para las escuelas primarias y secundarias. Si ésos son los nexos que el estado establece con los escritores, no debemos esperar otra cosa sino la indiferencia de quien defectuosamente y sin verdaderas convicciones espirituales recibe ese deber. La enseñanza de la literatura pareciera estar ante un oscuro callejón sin salida. La ignorancia de Estado, o su poca y cuestionable competencia, más la propia desintegración moral de la sociedad, han hecho del poeta un ser fantasmal y aborrecible. Por tal tazón, la literatura en la escuela pasa por ser lo que es hoy: un espacio muerto, un pasado desafortunado y cautivo. Una derivación esencial del asunto literatura y enseñanza podemos localizarla en la actitud contemporánea del enseñante de la literatura. Nuestros maestros y profesores son, por los común, simples repetidores de fechas, esquemas preestablecidos y argumentos teóricos mal formulados y descritos. Les falta, como diría Rafael Cadenas, sensibilidad, capacidad de asombro y poder de persuasión. Eso es la literatura en la escuela. Tanto los programas –que tendrían que ser revisados periódicamente en profundidad- como los profesores, constituyen una unidad inseparable; ambas instancias son responsables de la falta de interés por la literatura que manifiestan los estudiantes de la escuela. “¿Cuál es la finalidad de una clase de literatura? –se interroga Cadenas-, pues hacer que ésta se convierta en un goce para el estudiante. Es el primer paso y el más importante.” Esto es justamente lo difícil, es decir, hacer de una clase de literatura un lugar de goce, a través del cual la enseñanza pueda fluir con placidez. El goce en la literatura no puede ser posible si empleamos técnicas y métodos de enseñanza que aspiren solamente a proporcionar un saber acumulativo, sin capacidad crítica y sin capacidad de respuesta afectiva. El sentimiento es un factor de importancia en la transmisión de un determinado saber y, en el caso de la literatura, esta transmisión tiene que efectuarse tomando a la enseñanza como irrevocable acto de amor. Sin esta condición, el diálogo pedagógico no tendría mayor sentido, pues la ausencia del mismo en nuestras aulas hizo, como muy bien observa Muschg, que hayamos “abierto las puertas a la mera erudición y a la fría acumulación de datos”. Quizá el fondo del problema no sea otro que los males tecnocráticos que padece la sociedad contemporánea. Los valores de uso y de utilidad se impone como verdades tácticas, como patrimonio ético a los que debe rendírsele una gran consideración. Ya Schiller decía, en Cartas sobre la formación estética del hombre, que “la utilidad es el gran ídolo de nuestro tiempo, al que todas las fuerzas adoran y todos los talentos tienen que venerar. Sobre esta balanza, el mérito intelectual del arte carece de peso alguno, y privado de todo estímulo, desaparece en el bullicioso mercado del siglo”. AUTOR: JUAN CARLOS SANTAELLA FUENTE: EL HUERTO SECRETO MONTE AVILA EDITORES LATINOAMERICANA, CA. PAG. 19-24. PRIMERA EDICIÓN. CARACAS, 1999. MATERIAL ADAPTADO POR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ SAN CRISTOBAL, MARZO, 2011 UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA VICERRECTORADO ACADÉMICO CENTRO LOCAL TÁCHIRA P R O L O G O ASESOR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ A L A L E C T U R A La lectura es una de las habilidades básicas del hombre. Sin el dominio y sin el hábito de la lectura todo aprendizaje escolar y todo avance significativo en el mundo de la cultura se ve sustancialmente limitado. La lectura constituye la puerta fundamental del saber y un medio enriquecedor para la creación. Nuestra larga experiencia como docente en los diferentes niveles del sistema educativo y las investigaciones que sobre el rendimiento estudiantil hemos realizado, nos demuestra que el éxito o el fracaso de los estudiantes están íntimamente ligados a sus habilidades para leer. La mayoría de nuestros bachilleres, y lo peor, muchos maestros y profesores, no dominan adecuadamente el lenguaje y no poseen el hábito de la lectura. Durante varios años constatamos que los bachilleres que ingresan a la Universidad, en más de un 70% no son capaces de entender un artículo de prensa, de expresar con claridad sus ideas o de escribir sin cometer errores ortográficos. Pero la importancia de la lectura no se limita al ámbito escolar. Superada la vida estudiantil, el éxito profesional y el disfrute de la vida siguen estando profundamente vinculados a la lectura. Quien no se posee esta destreza y este hábito, vivirá en la penumbra cultural. El proceso de la lectura es muy complejo y su dominio no se logra en poco tiempo. Aún hoy, a pesar de los importantes avances alcanzados en los últimos años en el esclarecimiento de este proceso, no se han logrado repuestas sobre los todos tus problemas y no se ha alcanzado un acuerdo entre especialistas, particularmente en lo que se refiere a la fase inicial del dominio de esta habilidad. La diversidad de criterios sigue siendo grande y a veces las posiciones se presentan en forma extrema, aparentemente irreconciliables. Lo que sí está demostrado es que todos no aprenden de la misma manera, ni tienen los mismos intereses; de ahí que pretender alcanzar una respuesta definitiva y universal es imposible, así como es contraproducente el aferrarse a una determinada teoría o “moda”, olvidando las características individuales y muy particulares de cada niño. Las teorías deben ser conocidas por los docentes, pero a sabiendas de que no constituyen recetas infalibles de carácter universal. Ellas deben ayudar a comprender la realidad y nunca imponerse a ésta como dogmas generalizadores que ignoran la diversidad del ser humano. Los avances en la investigación nos entusiasman, pero los resultados en las práctica diaria en la escuela nos preocupan. En Venezuela el analfabetismo se ha reducido a cifras relativamente muy pequeñas y la incorporación de la población de la Escuela Básica ha sido masiva, pero la capacidad lectora y el gusto por la lectura no han mejorado en términos cualitativos. Ante la importancia y la complejidad de la lectura, surge como necesidad imperiosa en que los maestros conozcan las diferentes teorías, dominen a cabalidad los procesos de enseñanza-aprendizaje y estén conscientes de la transcendencia que reviste el sembrar en sus alumnos el hábito de la lectura. Con sólo mejorar sustancialmente los procesos de enseñanza–aprendizaje de la lectura en todas las escuelas se produciría una verdadera revolución educativa. AUTOR: ANTONIO LUIS CÁRDENAS C. (EX MINISTRO DE EDUCACIÓN). FUENTE: EL MÉTODO DIAGNÓSTICO-PRESCRIPTIVO EN LA ENSEÑANZA DE LA LECTURA. (ALINE LAMPE). EDICIÓN: UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR. CARACAS, 1989 UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA VICERRECTORADO ACADÉMICO CENTRO LOCAL TÁCHIRA ASESOR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ DIEZ CONSEJOS PARA FOMENTAR EN NUESTROS HIJOS E HIJAS EL GUSTO POR LA LECTURA: Cada vez somos más conscientes de cómo la comunicación escrita nos conecta con el mundo que nos rodea. El conocimiento, las costumbres, el pensamiento y formas de ver la vida de ésta y de otra sociedades, nos acerca a la ciencia y a la tecnología. La importancia de la lectura es clara y la necesidad de leer se hace evidente. ¿Cómo hacer nuestros hijos e hijas lectores eficientes? ¿Qué leer? ¿Cómo seleccionar las lecturas adecuadas? ¿Cómo hacemos de la lectura una actividad placentera? ¿Seremos capaces de hacer de nuestros niños lectores eficientes? Pues bien, como papá o mamá: 1. Debo comenzar por reflexionar acerca de mi propio yo lector, Ejemplo: Si leo con frecuencia o no; si me gusta leer o no; si disfruto de mis momentos de lectura o no. Si las respuestas son positivas seguramente llevo un gran camino adelantado y estaré muy cerca del yo lector de mi hijo o hija y haré de la lectura en compañía un momento de gusto y placer. De lo contrario, si las respuestas son mayoritariamente negativas, nunca es tarde para comenzar. 2. Es necesario que muestre mi interés por diversos tipos de textos; si leo periódicos, revistas, correros electrónicos, información por internet y varios estilos literarios: cuentos, novelas, poesías, debo compartir lecturas, comentarios y opiniones con mi hijo o hija, puesto que así es como mejor se despierta su interés por seleccionar variadas lecturas y leer con frecuencia. 3. Resulta importante reconocer, si leo para divertirme, informarme o estudiar y mostrar mi interés en cada situación en particular; por ejemplo: si al leer un cuento lo disfruto con la mirada del niño que siempre hay en mí, si en una poesía escucho la música ofrecida por sus rimas y si me informo con las ganas de quien quiere conocer; tendré las puertas abiertas para animar a mi hijo o hija a disfrutar y a conocer por medio de la lectura. 4. Si suelo seleccionar según mi gusto, interés y deseo de distracción, cuando voy a leer un libro, una revista, un periódico, una información por internet o una receta de cocina y estoy consciente de ello, entenderé que debo respetar la selección realizada por mi hijo o hija. Ellos utilizan sus propios criterios según les resulten los textos emocionantes, atractivos, divertidos o estén de moda en su edad; esto también tiene mucho que ver. 5. Seguramente con mucha frecuencia pospongo, desestimo o descarto lecturas que no me dicen nada, que resultan fastidiosas, o que provienen de libros que no son de mi interés. No importa si el texto es corto o largo, debe significar algo para mí. Pues bien, debo dejar de seleccionar lecturas para los niños porque tienen pocas líneas o parecen sencillas, sino que aquello que lea mi hijo o hija debe tener sentido para él o para ella, así evitaré que el acto de leer sea tedioso e incomprensible. 6. Aprecio la importancia de las ilustraciones en los libros sobre todo si son cuentos, comics, poemas, textos por internet y comprendo que éstas no sólo son un decorado, por tanto, deben ser atractivas, estar relacionadas con el contenido o complementarlo, e incluso tener sentido en sí mismas; puedo entender que las imágenes deben ser significativas para mi hijo o hija y cuidar que sean de calidad. 7. He comprendido que comprar un libro, una revista o el periódico es una inversión y no un gasto, a pesar de lo difícil que resulte en oportunidades adquirirlos por sus costos. Sin duda alguna, estoy entendiendo el esfuerzo que hay que hacer y debo adquirir materiales diversos y estimulantes para mi hijo o hija e invertir en ellos. 8. Al leer asumo actitudes, gestos y expresiones diferentes según el tipo de lectura, que esté leyendo. Cómo son los personajes, lo que estén haciendo y lo que representan para mí, debe expresarse especialmente al realizar lectura compartida para que mi hijo o hija descubra la magia y el disfrute existente en el acto de leer y se active en él o ella la habilidad comunicativa que acompaña a un texto escrito. 9. Mientras leo voy construyendo imágenes mentales muy ricas que provienen del enlace entre el contenido del texto, las ilustraciones, mis conocimientos y creatividad. Los personajes, paisajes, acciones son creaciones diferentes que dependen de cada lector. Si cuando leo o comento lo que leo voy expresando mis ideas e invito a mi hijo o hija exponer las suyas estimulo su imaginación y pensamiento creativo: y sin duda alguna el gusto por la lectura. 10. Definitivamente promuevo la lectura al disfrutar y comentar lo que leo, al compartir mi gusto por la lectura y respetar el de los demás, al hacer uso de la imaginación y estimularla. En fin mientras más leo más mejoro como lector y ayudo a mi hijo o hija ser un lector eficiente. Y en la medida en que leemos mejor nos adaptamos al mundo de hoy, a la tecnología y a la comunicación en sociedad. AUTOR: CARLOS VIZCUNA. FUENTE: BRÚJULA: REVISTA PARA PADRES Y MAESTROS. AÑO I Nº 7. 2005. (EL NACIONAL) PÁG. 4-5 CARACAS. MATERIAL ADAPTADO POR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ SAN CRISTOBAL, MARZO, 2011 UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA VICERRECTORADO ACADÉMICO CENTRO LOCAL TÁCHIRA ASESOR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ LA BEBIDA PODRÍA ESTIMULAR LA LECTURA. Somos un país que bebe mucho y lee poco. Estadísticas de censos anteriores hablan que el promedio de libros por el hogar es de 13 unidades, sin especificar si las guías telefónicas cuentan o no. Por otro lado, el consumo de bebidas alcohólicas no sólo es una costumbre fuertemente arraigada en nosotros, sino también que César Augusto es mucho popular que Cervantes o Borges. Mientras que no concebimos ocasión que pueda vivirse sin algún tipo de riego etílico, los indicadores de comprensión lectora entre nuestros jóvenes se encuentran en caída libre y muchos bachilleres y universitarios tienen el nivel lector de quinto grado. Esta descripción no pretende constituirse en un alegato puritano a favor de la abstinencia. Muchos son los pueblos y civilizaciones que han hecho del vino un elemento importante de construcción cultural y del goce placentero, que es una importante fuerza motivacional. La idea que me anima es que se podría establecer un mecanismo para que un hábito cultural fuerte pudiera ser utilizado para impulsar otro más débil. En un contexto donde pagamos impuestos muchas veces excesivos para obtener pobres resultados, la aplicación de una tasa que se aplique al consumo alcohólico y que se destine a abaratar el precio de los régimen, que tanto dice querer al pueblo, pechase con, digamos una cifra, diez mil bolívares por la lata o botella vendida y destinase esa cifra a la compra, edición y distribución de libros, ¿cuánta gente podría acceder a ellos?. Una iniciativa de este tipo podría volcarse en la compra de lotes de libros que no hallan salida por sus altos precios, o se convertirían en bibliotecas públicas en sitios donde o existen, por mencionar sólo dos de su posibles consecuencias. Resulta alarmante que al tiempo que las bebidas alcohólicas se mantienen en un rango de precios que las hace relativamente accesibles a todos, la sensación que se tenga al entrar a una librería es la de haber entrado por error en una joyería. Por otra parte, hacer de la lectura un hábito más arraigado y del libro un artículo de consumo masivo, tendría consecuencias importantísimas para todos nosotros. Desde mi experiencia personal, puedo dar cuenta de los efectos indelebles que tuvo para mí el contacto con las obras de Julio Verne, Salgari y Dickens, entre otros, por libros a los que accedí en la biblioteca de la escuela pública donde cursé mi educación primaria. No importa, que hoy día los autores sean otros y que Sandokan haya sido desplazado por Harry Potter. El hecho cierto es que el que un plantel estadal estuviera dotado de libros y que se estimulase a los niños a leer por esas maestras siempre tan mal remuneradas, me permite escribir hoy acerca de la gratitud que siento por ello. He sido testigo de trasformaciones maravillosas, producto del júbilo de entender, en niños que han disfrutado de talleres del Banco del Libro, por ejemplo. Incluso en esta época de digitalización, las destrezas cognoscistas de comprensión e interpretación no puede ser obviadas. Los déficit cognoscitivos producen secuelas tan permanentes y trágicas como la desnutrición infantil. Todo eso sin hablar de la sensualidad que el libro como objeto puede despertar. Entiendo, sin embargo, que todo lo anterior parece ingenuo en el contexto en el que vivimos. Tenemos un régimen que más que promover la libertad de pensamiento y estimular las fuerzas creativas a la que la lectura podría dar lugar, se esfuerza en coartar cualquier cosa que nos haga más pensantes o críticos. La actitud del Estado hacia la cultura, en todas sus manifestaciones, es la de desmantelamiento activo y deliberado. La asfixia a iniciativas como las redes de orquestas sinfónicas, la disminución de presupuestos de museos, la creación de engendros como la universidad bolivariana, el nombramiento de comisarios políticos como ministros de cultura, son evidencias incontables de lo que él régimen considera debe ser la educación del pueblo que tanto dice amar. En el marco de esfuerzos por llenar la panza de la población, como lo es Mercal, la idea que alimentar el cerebro puede ser igual de importante no parece ser algo para tomar en cuenta entre nuestros gobernantes. La energía volcada en controlar y fiscalizar cualquier pensamiento u opinión que les sean adversos, en contraste con los paupérrimos resultados de la gestión, educativa, evidencia cuales son los temores de los jerarcas del “proceso”. Ningún totalitarismo puede surgir en un contexto fuertemente crítico, porque su abono es la miseria. Es más fácil oprimir a un pueblo obnubilado, que a un pueblo ilustrado y auto consciente. AUTOR: ADRIÁN LIBERMAN L. FUENTE: EL NACIONAL. A-?-23/11/04. MATERIAL ADAPTADO POR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ SAN CRISTOBAL, MARZO, 2011. UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA VICERRECTORADO ACADÉMICO CENTRO LOCAL TÁCHIRA ASESOR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ A N A L F A B E T I S M O Nuestra patria venezolana, tan pintoresca, tan entrañable, tan hermosa, tan grata, tan extensa, etc..., es, para ser sinceros, indiscutiblemente compleja. Y esta complejidad viene de lejos. Desde que fue descubierta. Desde que fue colonizada. Desde que comenzó a progresar. Desde que comenzó a desarrollarse definitivamente. Es una patria, repetimos, entrañable en grado superlativo. No obstante su realidad verdadera. Uno de sus elementos negativos, por ejemplo, es su incultura. No logra, aunque intenta esfuerzos al respecto, superar por completo el analfabetismo que la distingue desde sus primeros días históricos. Los venezolanos parecemos siempre los suramericanos menos desarrollados en materia de progreso cultural. Ignoramos montones de cosas en el trabajo, en la educación, en todo eso que denominamos progreso. Tenemos sin solución verdadera, a estas alturas de nuestra patria, bien alto todavía, el analfabetismo. Es mucho, pero mucho, el compatriota que a esas alturas de la historia patria todo lo ignora. Seguimos siendo, todavía, analfabetos. ¿Qué no? Pues analfabetismo es la ignorancia absoluta de toda cultura. El analfabeto no sabe leer, no sabe escribir, no sabe expresarse y paremos de contar. El analfabeto vive al margen de la cultura. El analfabetismo, en verdad, es la ignorancia perfecta. Y tenemos escuelas, y liceos y universidades. Sólo que a estas instituciones acuden bien pocos. La mayoría queda y sigue afuera. Sin la mejor noticia de los libros. Nosotros tenemos gentes que ostentan alguna cultura. Las visitamos, accidentalmente, en su casa y les vemos algunos libros sueltos y, a veces, ordenados en la minibiblioteca que tienen. Los tomamos, por curiosidad, en las manos y comprobamos que tienen tiempo de adquirirlos, pero que no han sido tocados ni por curiosidad. ¿No es esta la más significativa demostración del analfabetismo?. La prueba de tamaña realidad venezolana da, antes de indignación, un tanto de risa. ¿Por qué? Porque el conato de biblioteca que solemos ver por ahí y por aquí, cuando la visita nos pone en dicha tentación, nos resulta interesante. Los libros están ahí, amontonados en su estante, y la curiosidad nos impone el manoseo de alguno. Y es todo un descubrimiento. El libro que tomamos está cubierto de polvo, pero está intacto. Vemos que está ahí desde hace tiempo, pero que no ha sido movido para nada. La curiosidad hogareña, para ser exactos, a pesar de la apariencia, pareciera que se ha especializado en respetarle la virginidad por tiempo indefinido. Nadie lo ha abierto. Nadie lo ha utilizado para nada. Y, así, se nos ocurre una pregunta que no podemos formularle a los dueños y que podría ser ésta: ¿Y para qué compran ustedes estas obras? De modo que el analfabetismo, como todos sabemos, es mucho más extenso y complicado que lo piensan nuestras gentes. Está ahí. Sin pena ni gloria, como reza el refrán. AUTOR: PEDRO PABLO PAREDES. FUENTE: DIARIO LA NACIÓN. CUERPO A. PAGINA: 8. COLUMNA: CARTEL. FECHA 20/11/04. MATERIAL ADAPTADO POR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ SAN CRISTOBAL, MARZO, 2011 UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA VICERRECTORADO ACADÉMICO CENTRO LOCAL TÁCHIRA ASESOR: LIC. MIGUEL ÁNGEL ZAMBRANO ÁLVAREZ TEORÍA SOBRE LA ESTUPIDEZ Un tipo inteligente, tanto que a sus pares han dado por llamarle “pensador”, acaba de publicar la primera teoría científica sobre la estupidez. La Inteligencia Fracasada (Anagrama, Barcelona, diciembre 2004) se llama el libro. El autor, José Antonio Marina. Marina es al pensamiento contemporáneo lo que Furastié a la educación después de la II Guerra Mundial. Para mejorar la educación, decía el francés, hay que dar en las universidades “clases de ignorancia”. Con ellas, revisando certezas y convicciones, el pedagogo esperaba que el sentido común –por ejemplo- recuperaba respeto y militancia. ¿Por qué tantas personas a las que se cataloga, ensalza o disculpa como muy inteligentes cometen tantos errores? Se pregunta Marina. “¿Será eso cierto? ¿Serán realmente inteligentes?” vuelve a preguntarse después de recopilar algunos ejemplos de la historia y concluir que hay que hacer una diferenciación ente la inteligencia estructural y su uso: “En lo individual, la estupidez conduce a la desdicha; en lo público, conduce a la injusticia”. Se puede ser bueno en inteligencia individual y pésimo en la pública, como Stalin, un ejemplo que demuestra que “siempre hay que dar prioridad a lo público”. De lo contrario, afirma el autor”, acabaremos como el ingeniero que diseñó las cámaras de gas para asesinar judíos, y se quejó después que su invento no había recibido la valoración positiva que merecía”. Después de ganar fama por sus obras sobre la inteligencia creadora, el ingenio o la dignidad, Marina decidió intentar esta primera aproximación científica a la estupidez para esbozar una teoría. “Fracasó, sólo revolotea sobre el tema”, sostuvieron de inmediato los revisores rápidos de revistas y suplementos. De inmediato los apoyaron los más afectados: políticos, personajes de pasarela, cocineros esnobs, altos cargos públicos y comisarios ideológicos. No es cierto, da en el clavo sostienen los partidarios del pensador. Incluso en el libro” se carga también el malditismo: La desdicha personal goza de un prestigio artístico inmerecido. Nadie escribe mejor si es infeliz. Pero hay mucha gente que piensa lo contrario”. Las oportunidades de fracasar son tantas como las de triunfar, y Marina se propone elaborar una taxonomía de la estupidez agrupando los fracasos según las funciones básicas: los cognitivos, los afectivos, los lenguajes y los de la voluntad. Entre los primeros se incluyen aquellos que aparecen cuando “alguien se empeña en negar una evidencia... cuando una creencia resulta invulnerable a la crítica o a los hechos que la contradicen, cuando no se aprende de la experiencia...”. Las principales patologías que considera el autor en este apartado son: el prejuicio, actitud que implica estar seguro de algo que en realidad se ignora; la supervisión, como supervivencia de una creencia muerta, el dogmatismo, inmune a la crítica; o el fanatismo, que incluye todos los fracasos cognitivos, junto a una defensa de la verdad absoluta y una peligrosa llamada a la acción. La estupidez no se limita a nuestras relaciones con los demás se advierte en La Inteligencia Fracasada. Afecta a menudo a la relación con uno mismo. “Fracasamos en nuestros monólogos interiores, hasta el punto de que la psiquiatría actual ya tiene en cuenta que la clave para sanar muchas dolencias es, simplemente, modificar las historias que nos contamos a nosotros mismos”. “La finalidad de este libro es ayudar a reducir la vulnerabilidad humana” concluye Marina. Por eso uno lo recomienda en estas fechas, con la misma fuerza y convicción con que se recomienda un plato de lentejas. (AUTOR: ALBERTO SORIA. FUENTE: EL NACIONAL. S/FECHA. S/Nº/PÁG.)