| 05 TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 19 de septiembre de 2015 Universidad Católica de Valparaíso, le traía los libros de la editorial Universitaria que guardaban en el mismo galpón donde estacionaba. “Él, en su ingenuidad, agarraba cualquiera y me lo llevaba. Un día llegaba con una obra de divulgación científica, otro con fragmentos del Decamerón de Bocaccio o uno sobre la decadencia del imperio romano de Occidente”. Ese interés se transformó en libro cuando a principios de año Gonzalo Eltesch, editor de Penguin Random House (PRH), lo escuchó en Un país generoso en radio Zero, programa del cual era panelista y se dio cuenta de que él era el autor que hace dos años buscaba para escribir sobre el lado B de la historia, en algo similar a lo que se estaba haciendo en Argentina. ¿A quién hay que desmitificar en nuestra historia? A todos. Necesitamos más carne y menos estatuas. Todos nuestros próceres tienen lados oscuros y no es la idea enlodarlos, pero sí humanizarlos. Tenemos al entronizado Diego Portales, que era un comerciante que se aprovechó de su condición política en términos comerciales, que se armaba sus chinganas propias y tenía prácticamente un prostíbulo para él solo. Nadie está buscando destruirlo a él o a O’Higgins, estamos tratando de dimensionarlos para poder valorarlos de manera correcta. ¿Hay que reescribir la historia de Chile? No, hay que completarla. Soy escritor y no tengo credenciales historiográficas como para pretender siquiera hacer algo así. Pretendo tirar a la mesa piezas nuevas del rompecabezas. El libro en su intención es bien misceláneo: hay grandes historias, pero también pequeñas. El mensaje es que hay que tener un pensamiento crítico porque la historia no son hechos, son las interpretaciones de historiadores, las que pueden estar motivadas por objetivos de todo tipo, como instalar valores o proteger instituciones. Hay conspiración también. ¿Qué rol juega entonces la conspiración en la historia de Chile? Una conspiración es un grupo que se junta para definir qué cosa es conveniente decir. Y en nuestra historia juega un rol importante porque necesitábamos construir en el corto plazo un relato aceptable, entonces se omitieron cuestiones. Como el objetivo era la construcción de un Estado, la conspiración tomó una línea bien específica: la de proteger las instituciones. Para proteger al Ejército se escondían las masacres o para proteger al Estado se ocultaba su relación con el empresariado y la corrupción. Nuestra conspiración funcionó de forma provinciana, omitiendo vicios privados. El afán de proteger estas instituciones, que se suponía eran la estructura de la República, fue en desmedro de las personas. ¿Por qué tiene tanto atractivo la conspiración? Cuando no te está yendo bien con algún proyecto y ya no entiendes las razones, sientes que hay alguien que opera en contra. La paranoia tiende a personificar. Entonces, cuando estás en la oscuridad frente a los poderes, empiezan a aparecer organizaciones secretas. Es una cuestión bien humana. También, a veces, puede ser cierta. Nunca lo vas a saber. ¿Estamos más paranoicos? Más que paranoicos, nos hemos vuelto desconfiados. La paranoia es una patología frente a hechos imaginarios, pero esto pasó a otra etapa: descubrimos que hay poderes fácticos detrás de la Iglesia o tipos que les están pagando a nuestros políticos. Todas esas cosas que nos volvían paranoicos se confirmaron en la realidad. ¿Usted es paranoico? Dejo la paranoia para mi literatura de ciencia ficción. Lo que tengo es profunda desconfianza. Sólo creo en las personas. Hoy es de sentido común desconfiar de todas las instituciones, ya no es paranoia. ¿Qué lugar ocupa la conspiración y la conspiranoia en su libro? A diferencia de la conspiranoia yo trato de no trabajar con la suposición, y la conspiranoia se apoya en la falacia, en el “si esto fuera cierto”. Yo estoy haciendo el ejercicio contrario: no estoy tratando de instalar una mentira como verdad, sino de traer verdad a la mentira. Por eso el libro tiene bibliografía y se funda incluso en nuestros pilares histó- ricos más vetustos, como Diego Barros Arana o Sergio Villalobos. ¿Qué reacciones ha recibido de los historiadores? Hasta el momento, pura buena onda. Todos se enfocan en lo realmente importante: que este libro algo les dice sobre los formatos y el mecanismo de la enseñanza de la historia. El mensaje para los que lo leen es que lo usen como plataforma para irse hacia fuentes más amplias o libros más profundos. Algo pasó con las herramientas de narración, el uso de la literatura, el formato y el enfoque que hizo que la historia, que es un ramo aburrido del colegio, se haya transformado en un best seller nacional. Es una cosa rarísima. Juan Carlos Fau, el dueño de la librería Qué Leo Providencia, dice que la principal virtud de Baradit es que no tiene miedo de ir en contra de algo tan sagrado como la historia de Chile. “La mayoría de los escritores busca lugares acomodaticios por los fondos públicos, porque hacen clases en universidades o no los SIGUE EN PÁG 6