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Introducción
La esquizofrenia es probablemente la enfermedad o grupo de enfermedades más complejo
que puede afectar al cerebro humano. Esta supuesta categoría diagnóstica comprende una serie
de cuadros clínicos caracterizados por las alteraciones de las siguientes esferas: sensoperceptiva,
cognitiva, ideativa y del humor, de la interacción sociofamiliar y de las funciones psíquicas básicas. La combinación de estas alteraciones y las diferencias de proporción entre ellas dan como
resultado pacientes con el mismo diagnóstico que pueden no parecerse entre sí. Durante la pasada década se efectuaron varias aproximaciones “académicas” sobre la existencia de dos categorías sindrómicas: tipo I y tipo II1, o positiva y negativa2. Como tipo I se incluían pacientes caracterizados por el inicio agudo del episodio, predominio de síntomas positivos (delirios y
alucinaciones), buena respuesta al tratamiento antipsicótico (APS) y supuesta patogenia neuroquímica funcional. Por otra parte, se consideraban como tipo II, o negativos, los pacientes con
predominio de síntomas negativos, inicio larvado, mala respuesta al tratamiento farmacológico
y probables alteraciones estructurales neuroanatómicas.
Esta clasificación dicotómico-categorial cayó rápidamente en desuso y perdió prestigio por su
total alejamiento de la realidad asistencial. La mayoría de pacientes presentan una combinación
en proporciones variables de todo este tipo de síntomas, imponiéndose de nuevo los conceptos
clásicos de síntomas positivos y negativos como dimensiones clínicas. En la actual conceptualización de los síntomas negativos tienen especial relevancia las condiciones que deben cumplir y los
distintos “caminos” a través de los cuales el sistema nervioso central puede expresarlos3.
Parece probado que este grupo de síntomas de la esquizofrenia son independientes en
cuanto a su naturaleza y evolución de las ideas delirantes, alucinaciones o desorganización conductual4. Su presencia en las fases no críticas de la enfermedad serán determinantes en la calidad de vida del paciente, así como en sus habilidades familiares e integración sociofamiliar.
Síntomas negativos
La mayoría de clínicos utiliza el término “síntomas negativos” como un término psicopatológico nítido y sin contornos borrosos. La realidad es que no existe un total acuerdo acerca de qué
síntomas deben incluirse como negativos y si deben considerarse otros tipos o dimensiones, como la cognitiva.
En general, el acuerdo es total si los consideramos como aquellos síntomas que representan
“algo” de menos en el funcionamiento normal5. Por ejemplo, en la escala de SANS para la evaluación de la gravedad de estos síntomas se consideran cinco áreas siguiendo el concepto clásico de sintomatología negativa: afectividad aplanada, alogia, abulia, anhedonía/asociabilidad y
atención2. Sin embargo, ciertos autores consideran que algunos síntomas incluidos en estas cinco
áreas no están suficientemente caracterizados para mantenerlos como negativos. Por ejemplo,
el afecto inadecuado (considerado dentro del aplanamiento afectivo), la pobreza del lenguaje y
pensamiento (considerados clásicamente dentro de la alogia) y los síntomas atencionales creen
que merecen ser considerados fuera de esta dimensión. De hecho, la discusión estaría en si con-
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Actualización en esquizofrenia
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ceptualmente los síntomas cognitivos deben considerarse o no síntomas negativos. Si tenemos
en cuenta su propia denominación, parece razonable hacerlo así mientras no se aporten datos
definitivos sobre la validez de constructo de dimensiones independientes. En efecto, los síntomas que afectan a las funciones cognitivas son, al fin y al cabo, “algo” de menos en el funcionamiento general del paciente.
Tal como se desprende de lo comentado hasta ahora, los síntomas negativos no son excluyentes con los positivos. Pueden presentarse a la vez que los síntomas delirantes, alucinatorios o
afectivos, y su presencia en absoluto significa una evolución defectual o hebefrénica.
También es cierto que las categorías positiva y negativa existen, y que ocuparían los extremos de una hipotética curva de distribución de los citados síntomas. En efecto, una parte de pacientes esquizofrénicos tienen un buen ajuste premórbido, muestran excelente respuesta a cualquier tratamiento APS y los síntomas más aparentes son las ideas delirantes, las alucinaciones y
la agitación, entre otros. En cambio, otros que con frecuencia eran considerados como “raros”
antes de la aparición de la enfermedad evolucionan casi sin episodios agudos y muestran una
retracción social, un desinterés general y un empobrecimiento cognitivo. La generalización de
estos pacientes prototípicos al concepto global de la enfermedad esquizofrénica es el proceso
de categorización ampliamente criticado.
Significado clínico y etiopatogénico
Aunque los conceptos de dicotómico-categoriales comentados anteriormente están prácticamente borrados de la práctica diaria, no es menos cierto que la consideración unitaria sobre
la sintomatología negativa persiste y se retroalimenta en la actualidad. La mayoría de nuevos
APS aparecidos en el mercado durante la última década contienen en los ensayos clínicos empleados para su registro como fármacos eficaces en el tratamiento de la esquizofrenia su eficacia sobre los síntomas negativos. Dada la tradicional consideración sobre su refractariedad, como la indiscutible presencia en el mismo concepto de esquizofrenia frente a otras psicosis, así
como su íntima relación con las posibilidades de recuperación del paciente, constituyen un objetivo secundario, pero sistemático, en todos los estudios.
La actual conceptualización y conocimientos de la sintomatología negativa de la esquizofrenia se resume en los siguientes puntos6,7:
1. Los síntomas negativos constituyen un componente integral de la esquizofrenia, pero no
son específicos de esta enfermedad. De hecho, se ha comentado recientemente que aunque es
más frecuente en pacientes esquizofrénicos y esquizoafectivos que en afectivos, esta categoría
de síntomas se puede presentar en todos los grupos estudiados: esquizofrenia, trastorno esquizoafectivo, otras psicosis y pacientes afectivos8.
2. Existe una dimensión o síndrome negativo que es distinto del positivo desde el punto de
vista clínico, pronóstico y neurobiológico.
3. Los síntomas positivos y negativos no son mutuamente excluyentes, y coexisten con frecuencia.
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3 • Sintomatología negativa de la esquizofrenia
4. Los síntomas negativos no constituyen un constructo unitario. Pueden manifestarse como
consecuencia de diversos acontecimientos que pueden aparecer en el transcurso de la esquizofrenia. Pueden presentarse coincidiendo con patología depresiva, sintomatología delirante o como consecuencia de síntomas extrapiramidales (SEP) inducidos por fármacos APS. Este aspecto
es extraordinariamente relevante. Aunque la causa exacta puede ser difícil de determinar, es evidente que ésta determinará la relación de estos síntomas con otras variables y con el resultado
de una determinada estrategia terapéutica.
5. Desde un punto de vista longitudinal, los síntomas negativos de la esquizofrenia pueden ser:
a) Premórbidos. Se trata de síntomas negativos presentes antes del inicio de la enfermedad.
Son sujetos con mal ajuste premórbido y con frecuencia presentan personalidades compatibles
con la esquizoide o la esquizotípica.
b) Recurrentes con los episodios agudos o “no permanentes”. Son síntomas negativos que se presentan siempre de forma simultánea con los síntomas positivos en fases agudas de la enfermedad.
c) Defectuales. Síntomas negativos que se presentan después del inicio de la enfermedad,
son permanentes y reflejan un empobrecimiento cognitivo y de la autonomía del paciente.
6. Los síntomas negativos de la esquizofrenia no son totalmente refractarios al tratamiento
farmacológico. Los que acompañan a los positivos en un episodio agudo mejoran, tal como lo
demuestran los resultados de ensayos clínicos con nuevos APS aparecidos recientemente en la
bibliografía. A medio y largo plazo la eficacia de los APS modernos en el tratamiento de los síntomas negativos está más relacionado con su baja capacidad para inducir SEP y por consiguiente de producir síntomas negativos secundarios al tratamiento.
Los distintos tipos de síntomas negativos se muestran de forma esquemática en la tabla 1.
Bases neuroquímicas de los síntomas negativos
Nos encontramos muy lejos de conocer con precisión las bases neuroquímicas de la enfermedad esquizofrénica, en especial de la sintomatología negativa. El conocimiento de que los
APS clásicos actuaban como antagonistas dopaminérgicos (DA) y mejoraban consistentemente
los síntomas positivos de la enfermedad ligó este grupo de síntomas a la hipótesis de un estado
hiperdopaminérgico cerebral. Sin embargo, se ha intentado relacionar los síntomas negativos
con casi todos los neurotransmisores que pueden implicarse en la enfermedad.
No es de extrañar que, en ocasiones, se establezcan descabelladas relaciones de causalidad al
comunicarse el supuesto efecto beneficioso de un nuevo fármaco sobre los síntomas negativos. El
más popular es la implicación del “sistema serotoninérgico” (5-HT). La implicación de las indolaminas en la esquizofrenia viene de lejos, en concreto del efecto de agonistas serotoninérgicos tan
potentes como el ácido lisérgico sobre el comportamiento. Posteriormente quedó desplazado en
interés por el papel de la dopamina (DA) hasta la aparición en escena de la clozapina (CLZ). Ésta, al
igual que una buena parte de APS modernos, es un potente antagonista 5-HT2A, y parece ser mu-
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Tabla 1
Tipos de síntomas negativos
Síntomas negativos
Síntomas negativos primarios
Anteriores al inicio
de la enfermedad (duraderos)
Caracterizan la evolución
defectual (duraderos)
Acompañan a los síntomas
positivos en un episodio agudo
Personalidad esquizoide
Esquizofrenia hebefrénica
Episodio agudo: coexistencia
con síntomas positivos
Personalidad esquizotípica
Esquizofrenia desorganizada
Pacientes tratados con
antagonistas D2 no selectivos
Esquizofrenia simple
Esquizofrenia residual
Desinterés en el contacto social
Alteraciones en TAC y RM
Probables
alteraciones estructurales
Hipofrontalidad
en SPECT y PET
Hipofrontalidad DA
Hipofunción DA
en córtex prefrontal
Hipofrontalidad DA, bajo control
subcortical, liberación DA
mesolímbica
Posible participación de 5-HT
Hipótesis de la alteración
en el neurodesarrollo
SEP: síntomas extrapiramidales; TAC: tomografía axial computarizada; RM: resonancia magnética;
DA: dopamina o dopaminérgico/a; SPECT: tomografía computarizada por emisión de fotones simples;
PET: tomografía por emisión de positrones; 5-HT: serotonina.
cho más eficaz que los fármacos clásicos en la mejora de los síntomas negativos9,10. Otros autores
relacionan esta superioridad con el cociente 5-HT2A/D2 en la actividad antagonista11 de estos nuevos fármacos. Sin embargo, la realidad podría ser mucho más sencilla. La CLZ, por ejemplo, es un
fármaco poco potente como antagonista DA, y además lo es de forma más relevante sobre los D1.
El resultado es que prácticamente no produce SEP y, como consecuencia, tampoco el síndrome
conductual que los acompaña, es decir, los síntomas negativos secundarios como aplanamiento
afectivo o anhedonía, que caracteriza a los pacientes tratados con fármacos como el haloperidol.
La menor incidencia de síntomas negativos en los pacientes tratados con medicamentos CLZ-like
se debe probablemente a la ausencia de síntomas negativos secundarios más que a la mejora de
los primarios. Por otra parte, los estudios mencionados que comentan esta mejora en los síntomas
negativos no se han efectuado en poblaciones de pacientes con predominio de síntomas negativos, y, por lo tanto, difícilmente se tratará de síntomas negativos defectuales.
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3 • Sintomatología negativa de la esquizofrenia
Síntomas negativos
Síntomas negativos secundarios
Síndrome conductual
que acompaña a los SEP
depresiva
Coexistencia con SEP,
incluido acatisia
Disfunción cognitiva que
acompaña a la sintomatología
Secundarios a un
aislamiento social
Trastorno esquizoafectivo
Baja interacción social,
internamiento prolongado
Aparente anestesia afectiva,
disfunción cognitiva grave
y reversible con la mejora
de la depresión
Teórico. Baja estimulación
social, pérdida de habilidades
sociales en general
Trastorno depresivo
en esquizofrenia
Bloqueo DA estriado, pérdida
del sistema de recompensa:
apragmatismo, indiferencia,
anhedonía
El papel de los fármacos convencionales en la inducción de síntomas negativos secundarios
ha sido una vez más observado en un estudio reciente. En este trabajo, desde el episodio índice
y durante 10 años se realizó el seguimiento de un grupo de pacientes esquizofrénicos, esquizoafectivos, otros tipos de psicosis y afectivos. La dosis del fármaco convencional se relacionaba
significativamente con la gravedad de los síntomas negativos que presentaban8, estableciendo
una relación más que sugerente.
Los estudios con antagonistas 5-HT2 selectivos, como la ritanserina12, o con agonistas indirectos, como los inhibidores selectivos de la recaptación de 5-HT13, ofrecen resultados aparente y
contradictoriamente positivos, aunque en ambos casos modestos. Lo más probable es que los
antagonistas 5-HT2, y con ellos la mayoría de APS modernos no benzamídicos, disminuyan la
aparición de SEP, y, por ende, de síntomas negativos secundarios al disminuir el efecto de la 5-HT
en el estriado y como consecuencia aumentar la liberación de DA en esta área. En este caso, el
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papel de la 5-HT sobre los síntomas negativos sería indirecto y escaso o nulo desde un punto de
vista etiopatogénico.
La implicación del “sistema dopaminérgico” en el empeoramiento o inducción de los síntomas negativos ya se ha comentado. Sin embargo, existen suficientes indicios que implican este
sistema en la etiopatogenia directa de los síntomas negativos. Aunque los agonistas DA, como
las anfetaminas, pueden inducir fácilmente síntomas positivos, como la ideación autorreferencial, en modo alguno pueden producir síntomas negativos, más bien al contrario. Todas las evidencias apuntan a la existencia de una hipoactividad DA en el córtex frontal14. Algunos autores
incluso han referido niveles bajos del metabolito principal de la DA central y el ácido homovanílico en líquido cefalorraquídeo15,16.
Estos datos serían compatibles con una hipofrontalidad en pacientes con predominio de síntomas negativos. Además, otros abordajes exploratorios parecen confirmar esta hipótesis. En estudios llevados a cabo mediante tomografía computarizada por emisión de fotones simples
también se han comunicado resultados que apuntan hacia esta disminución de la actividad
frontal cortical, incluso correlacionando significativamente con los hallazgos neuroquímicos comentados anteriormente17. Esta baja actividad metabólica frontal puede revertirse temporalmente con agonistas DA, como la dextroanfetamina18. Estos resultados se han confirmado más
recientemente19 para pacientes con esquizofrenia defectual, es decir, enfermos con sintomatología negativa primaria, comparados con sujetos control y esquizofrénicos no defectuales. Estos
trabajos sugieren que el estudio del flujo cerebral frontal constituiría un buen marcador para los
síntomas negativos primarios duraderos. Es probable que la hipoactividad DA cortical fuera a
expensas del subtipo de receptor D3, ya que es el más abundante en esta área. La disponibilidad
de agonistas DA cada vez más específicos abriría una nueva puerta en el tratamiento de la enfermedad con predominio claro de síntomas negativos. Esta hipótesis no sería contradictoria
con la idea de que los síntomas negativos y positivos pueden coexistir en un mismo paciente.
De hecho, la actividad DA mesocortical actúa de forma moduladora sobre la actividad mesolímbica de este neurotransmisor. Así, una hipoactividad cortical primaria podría conducir a un exceso de activación DA en el área mesolímbica. Por otra parte, la densidad de receptores D3 en córtex es superior al de otras partes del cerebro, y no es descabellado pensar con otros autores que
los receptores D3 hipoactivados y los D2 hiperactivados serían la base patogénica de la coexistencia de ambos tipos de síntomas.
Fruto de esta hipótesis sobre la etiopatogenia de los síntomas negativos son los trabajos realizados con agonistas DA, como la bromocriptina20. En estos estudios los resultados han sido
más bien discretos y adolecen de defectos metodológicos más o menos importantes. Otra forma de aumentar la actividad DA en córtex es el empleo de antagonistas DA a dosis bajas.
Efectivamente, se ha podido observar experimentalmente que el empleo de una benzamida sustituida, como amisulpride, a dosis bajas actúa preferentemente a nivel presináptico sobre los autorreceptores D3 y aumenta la liberación de DA y su disponibilidad en la sinapsis21. Hasta la fecha se han publicado varios estudios controlados con este fármaco realizados en poblaciones de
pacientes con predominio de síntomas negativos primarios, y los resultados, aunque no brillantes, son significativamente contundentes22-25. Aunque por la propia naturaleza y evolución de
los síntomas negativos primarios propios del defecto esquizofrénico resulta difícil aceptar que
puedan revertirse, estos resultados, y con ellos la vía terapéutica de aumentar la actividad DA en
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3 • Sintomatología negativa de la esquizofrenia
córtex, abren una esperanza de al menos poder conseguir una mejora suficiente como para favorecer la integración social y la calidad de vida de los pacientes hebefrénicos, defectuales o esquizoides.
La implicación del “sistema colinérgico” también ha preocupado a investigadores y autores
académicos sobre la esquizofrenia. De hecho, la hipótesis DA de la esquizofrenia y de la inducción de SEP se ha formulado en repetidas ocasiones en función del equilibrio DA/acetilcolina
(AC). Así, el empleo de anticolinérgicos en pacientes tratados con antagonistas DA, tipo haloperidol, práctica muy extendida, supone la disminución de la actividad de AC al mismo nivel de
antagonización DA, lo cual restituye en cierta forma el equilibrio original (ausencia de síntomas
parkinsonianos).
A pesar de que conceptualmente no parecía la solución óptima, resulta evidente que el
incremento de la disponibilidad de DA con agonistas específicos puede revertir el efecto APS
y empeorar los síntomas esquizofrénicos. El hecho de que los pacientes se sientan especialmente estimulados o “tonificados” al tomar anticolinérgicos, junto con la frecuente tendencia al abuso de estos medicamentos, llevó a algunos autores a emplear este grupo de fármacos en el tratamiento de síntomas negativos administrándolos como tratamiento único y con
un resultado aceptable26,27. Sin embargo, los pocos datos disponibles son contradictorios y
nada concluyentes.
Existe una explicación que podría dejar fuera de un protagonismo relevante el papel de la
AC en la patogenia de la esquizofrenia. En la década de los setenta, algunos trabajos de
Janowsky et al28 sugerían que en ciertos tipos de depresión, y más en concreto en la bipolar,
existiría un tono colinérgico aumentado. Por el contrario, la actividad de AC estaría muy disminuida en la fase maníaca. En condiciones experimentales estos y otros autores demostraron fuera de toda duda que podían revertirse brusca y momentáneamente los síntomas maníacos con
la administración de un anticolinesterásico, como la fisostigmina, por vía intravenosa. La escasa
duración del efecto, dada la vida media del fármaco, y la alta peligrosidad tanto del propio medicamento como de la única vía de administración disponible limitó estos resultados a una curiosidad científica sin aparente aplicación en la práctica diaria.
Teniendo en cuenta la hipótesis del papel de la AC en la depresión, resulta tentador considerar que lo que observan algunos autores en pacientes esquizofrénicos no es más que un efecto
desinhibidor y antidepresivo. De esta forma no tendría que existir una implicación relevante de
este sistema de neurotransmisión en la etiopatogenia de la enfermedad, aunque siempre se debe
tener en cuenta la actividad DA en función del equilibrio DA/AC. Al contrario, en este sentido no
existiría ninguna contraindicación en el empleo de anticolinérgicos en el tratamiento de SEP, pero
su relevancia en el de los síntomas negativos primarios sería muy discutible.
Vale la pena comentar las inferencias que han motivado la eficacia de CLZ y olanzapina
(OLZ) sobre esta sintomatología9,10. En efecto, al igual que con otros fármacos modernos, en
los ensayos clínicos de eficacia de CLZ y OLZ se ha observado una superioridad clara respecto a
haloperidol. Sin embargo, inferir por ello que dicha eficacia es directa sobre los síntomas negativos de la esquizofrenia es como mínimo arriesgado. A pesar del empleo sistemático del path
analysis, que en teoría elimina el riesgo de que la mejoría sea mediante la que se produce en
otras dimensiones de la enfermedad, resulta indiscutible que las muestras de pacientes en modo alguno corresponden a los subtipos de esquizofrenia relacionados con un predominio de sín-
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tomas negativos (hebefrénico, desorganizado o residual). Se trata siempre de pacientes reagudizados o refractarios, es decir, con persistencia de síntomas positivos a pesar del tratamiento APS
convencional, y es sugerente pensar que no producen síntomas negativos secundarios, al contrario que el haloperidol y los APS convencionales.
Sin embargo, otro aspecto podría estar también relacionado con los resultados mencionados sobre los ensayos de eficacia. El efecto anticolinérgico de estos dos fármacos es probable
que no sea sobre los receptores M1, lo cual redundaría en una mayor disponibilidad de AC para
los receptores relacionados con la función cognitiva y, más en concreto, de la memoria. En efecto, existen evidencias de una influencia positiva sobre la función cognitiva de CLZ y OLZ. La mejora de la función cognitiva produciría indirectamente una mejora aparente nada desdeñable de
la sintomatología negativa.
Tratamiento de los síntomas negativos
de la esquizofrenia
Tratamiento de los síntomas negativos secundarios
Debe sospecharse el origen secundario de los síntomas negativos cuando se presentan en
pacientes con antecedentes de episodios productivos sometidos a tratamiento con APS neurolépticos denominados de “alta potencia” en referencia a su actividad antagonista DA. Estos pacientes presentan falta de resonancia afectiva, desinterés en el contacto social, apragmatismo y
abulia en muchas ocasiones, acompañados de hipertonía, acatisia o temblor. Dichos efectos podrían deberse a la reducción de la actividad DA en la vía estriatal29.
Dado los síntomas que presentan, habitualmente son candidatos a ser tratados en dispositivos tipo “centro de día” siguiendo programas específicos de rehabilitación. Sin embargo, precisamente a causa de este síndrome conductual su rendimiento en estos programas será obviamente limitado por falta de “motivación”, condición indispensable en cualquier aprendizaje.
En la figura 1 se ofrecen los APS típicos disponibles en la actualidad según su perfil de efectos indeseables y potencia antagonista DA siguiendo la disposición de la clasificación de
Lambert y Revol30. En esta clasificación, los autores disponen los fármacos progresivamente más
potentes como APS y, supuestamente, más inductores de SEP. Desde el centro a la izquierda se
sitúan los APS más sedativos o de “baja potencia” antipsicótica que inducen menos SEP y más
efectos adversos vegetativos (parecidos a otras fenotiacinas, como los antidepresivos tricíclicos).
Este concepto carece de utilidad actualmente, dado que la producción de SEP y el efecto APS
no son variables clínicas dependientes con los APS modernos. Sin embargo, nos permite valorar
adecuadamente los nuevos recursos terapéuticos y situar las alternativas que aún poseen valor
intrínseco en el tratamiento de los síntomas negativos. El lector encontrará estas opciones más
adelante.
Las posibilidades de las que disponemos se comentan brevemente a continuación.
Cualquiera de ellas supone evitar la inducción de una evolución defectual farmacógena que el
paciente no debería sufrir, y así facilitar la implementación de programas que mejoren su contacto social e integración sociofamiliar en hospitales y centros de día:
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3 • Sintomatología negativa de la esquizofrenia
Haloperidol
Tioproperacina
Flufenacina
Zuclopentixol
Perfenacina
Tioridacina
Levopromacina
Clorpromacina
Distribución de los antipsicóticos típicos según su perfil
farmacodinámico y efectos indeseables30. DA: dopaminérgica; SEP:
síntomas extrapiramidales; NA: noradrenalina; H: histamina;
AC: acetilcolina; 5-HT: serotonina
Figura 1
Actividad antagonista DA; p. ej.: tipo SEP
+
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Actividad antagonista DA débil, antagonismo NA, H, AC, 5-HT; p. ej.: vegetativos
+
–
1. Empleo de fármacos anticolinérgicos asociados con APS de “alta potencia”. Esto supone
la antagonización de las vías colinérgicas para restablecer su equilibrio con las DA. Sin embargo,
su resultado es limitado y el efecto anticolinérgico puede producir a su vez otro tipo de disfunción cognitiva (memoria, orientación, etc.), particularmente en pacientes de edad avanzada.
2. Reducción de la dosis de APS. Particularmente eficaz en pacientes estabilizados durante
varios meses. La reducción de la dosis no suele comportar una reactivación clínica. En algunos
casos puede plantearse la supresión del tratamiento si los objetivos planteados al inicio de éste y
los resultados en el control de síntomas positivos lo permiten.
3. Cambio de fármaco. Ello siempre comporta el cambio de un APS neuroléptico clásico de
“alta potencia”, es decir antagonista DA masivo, por uno de “baja potencia”. Estos fármacos se
sitúan en la parte izquierda de la clasificación mencionada (fig. 1), particularmente levopromacina (50-150 mg/día) o tioridacina (50-200 mg/día). Los efectos secundarios de estos medicamentos son de predominio vegetativo atropínico, ortostatismo y sedación. La tioridacina es quizás el
fármaco mejor tolerado y con el que es posible forzar con cierta eficacia la dosis en caso de ser
necesario.
4. Cambio a un fármaco de perfil atípico. En concreto lo más parecido a la CLZ (100-300 mg/día
en fase de estabilidad). Igualmente supone efectos indeseables vegetativos y de sedación, pero
ninguno en cuanto a SEP y síntomas negativos secundarios. Una alternativa podría ser la OLZ a
dosis de 10 a 20 mg/día o la quetiapina a dosis de 300 a 600 mg/día por su parecido perfil farmacodinámico.
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Actualización en esquizofrenia
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5. Conviene no olvidar que nos encontramos ante un paciente con síntomas negativos secundarios, pero con buena respuesta en relación con la mejora de la sintomatología positiva. Es
posible que este paciente no responda a APS como CLZ-like, es decir, de muy baja potencia
antagonista DA. En este caso existe la opción de instaurar amisulpride a dosis medias de
400 mg/día. Su acción farmacodinámica es antidopaminérgica, pero su selectividad mesolímbica
reduce al máximo el riesgo de aparición de SEP y, como consecuencia, de síntomas negativos
secundarios.
El tratamiento de los síntomas negativos secundarios de la esquizofrenia es sumamente
“agradecido”, y la mejora en la sintonía afectiva y el apragmatismo está asegurada. En pacientes que requieren seguir un programa de mejora de habilidades sociales o reinserción laboral, el
empleo de APS convencionales impide la consecución de objetivos y alarga exageradamente las
estancias en hospitales y centros de día. No tratar los síntomas negativos secundarios de la esquizofrenia reduce drásticamente la eficiencia de los circuitos asistenciales y plantea problemas
éticos de envergadura.
Tratamiento de los síntomas negativos primarios
En los estudios de eficacia y seguridad utilizados como registro de fármacos recientemente introducidos en el mercado se han estudiado los efectos de dichos medicamentos en la
evolución de los síntomas negativos de la esquizofrenia. Según las consideraciones comentadas sobre la naturaleza de los síntomas negativos primarios, este tipo de estudios debería
efectuarse en pacientes de evolución defectual, subtipo hebefrénico o simple y en personalidades esquizoides o esquizotípicas. Sin embargo, dada la dificultad para seleccionar a este tipo de pacientes en los centros donde se realizan habitualmente los ensayos clínicos (hospitales generales), suelen estudiarse los síntomas negativos en pacientes generalmente agudos o
reagudizados.
La técnica estadística utilizada para obviar este problema es el denominado path analysis. Se
trata de una modificación del análisis multivariante en el que se intenta estudiar el peso que tienen en la variable “mejora de los síntomas negativos” el resto de variables clínicas estudiadas:
mejora de los síntomas positivos, puntuación o mejora en las escalas que miden SEP y mejora
en los síntomas depresivos. Los estudios realizados con risperidona31 y OLZ10 sugieren una mejora independiente para la sintomatología negativa. Sin embargo, dos aspectos reducen el interés de estos datos: a) no hay evidencias de una evolución sincrónica desde el punto de vista
temporal de las distintas variables (importante en ensayos de sólo 6 semanas de duración), y b)
las muestras no son de pacientes hebefrénicos, residuales o personalidades esquizoides, por lo
tanto la variable “síntomas negativos” refleja probablemente síntomas negativos secundarios al
anterior tratamiento o primarios no duraderos, es decir, que se modifican con cualquier tratamiento que mejore la reagudización psicótica.
En todo caso, ante la ausencia de datos incontestables y la reducción en el riesgo de empeorar la sintomatología existente, la opción de usar fármacos parecidos a la CLZ no parece una
mala elección si los objetivos terapéuticos se fijan adecuadamente.
Quizás más atractiva es la hipótesis sobre una posible hipofunción DA mesocortical frontal
como sustrato neuroquímico de los síntomas negativos. Esta idea forma parte de la reciente
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3 • Sintomatología negativa de la esquizofrenia
reformulación de la hipótesis DA de la esquizofrenia32. La utilización de agonistas directos, como la bromocriptina, ha evidenciado poca eficacia o una mejora de los síntomas negativos paralela a la de los positivos, es decir, es probable que no fueran primarios33. El uso de amisulpride (benzamida sustituida) a dosis bajas reviste, a pesar de las limitaciones, mayor interés. Las
dosis bajas de este antagonista D3 selectivo y potente pueden ligarse a los receptores de este
tipo con mayor afinidad, es decir, a los autorreceptores presinápticos. Consiguientemente, su
antagonización incrementará la liberación de DA a nivel sináptico, en este caso en córtex frontal. Estudios recientes realizados con amisulpride son sugerentes en este sentido, aunque deben considerarse las limitaciones que obviamente tienen la mejora de los síntomas negativos
primarios no modificables3, ya que a la disfunción bioquímica citada es probable que se le
añadan alteraciones estructurales, como muchos autores han sugerido. El estudio controlado
realizado con amisulpride en pacientes de evolución claramente negativa sin reagudización
de síntomas positivos en la fase de inclusión en dicho estudio sugiere una buena tolerancia a
100 mg/día del fármaco con bajo consumo de anticolinérgicos (cinco de 69 pacientes) y con
mejora significativa respecto a placebo25. Posteriormente estos resultados se confirmaron en
una muestra mayor23 y se observó el mantenimiento de la mejora durante el primer año de
tratamiento34.
Conclusiones
Los síntomas negativos constituyen un constructo aparentemente válido, pero menos específico de lo que habitualmente se considera. Pueden constituir la sintomatología principal de
trastornos de la personalidad esquizoide y esquizotípica, o de determinados subtipos de esquizofrenia incluidos o no en los criterios de clasificación: residual, simple y hebefrénica. También
acompañan con mucha frecuencia a los episodios agudos o exacerbaciones de la esquizofrenia
con predominio de síntomas productivos. A menudo, constituyen un síndrome conductual inducido por los APS convencionales cuyo mecanismo de acción es antagonista catecolaminérgico no selectivo. Además, en ocasiones es muy difícil diferenciarlos de los síntomas primarios
de la enfermedad. También se pueden presentar en otros cuadros clínicos inducidos por los
fármacos comentados o como evolución de otras enfermedades como en algunas formas de
demencia.
El tratamiento de los síntomas negativos secundarios se debe basar en la supresión de la
causa, es decir, la reducción de la dosis del APS convencional o el cambio a un fármaco moderno con un perfil de efectos adversos más favorable. El tratamiento de los síntomas negativos
primarios en pacientes con predominio claro de estos síntomas es más complejo, y sólo se ha
demostrado una eficacia clara con el incremento de acción DA mediante el bloqueo de los autorreceptores con amisulpride a dosis bajas.
En la figura 2 se muestra un intento de relacionar el subtipo de síntoma negativo, la probable causa neuroquímica y la conducta tentativa en primera instancia.
La situación actual permite afirmar que el empleo de fármacos convencionales en el tratamiento de la esquizofrenia debería reservarse para casos especiales, ya que su mal perfil de
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Actualización en esquizofrenia
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Figura 2
Posibles causas de los síntomas negativos y evolución deductiva
posterior. DA: dopamina o dopaminérgico; SEP: síntomas
extrapiramidales; APS: antipsicóticos
Hipoactividad DA
frontal
Hipoactividad DA
frontal con base
estructural
SEP inducidos
por APS,
hipoactividad
DA en el estriado
Deprivación
sensorial
Depresión
↓Control sobre
actividad DA
límbica
Síntomas
positivos
Síntomas negativos
Episodio agudo
Esquizofrenia
hebefrénica
Síntomas
negativos
secundarios
Síntomas
negativos
secundarios
Disfunción
cognitiva
Evolución
paralela a
síntomas agudos
Aumento de la
actividad DA
córtico-frontal
Eliminación
de la causa
APS de los
antagonistas
DA no
selectivos
Mayor énfasis
en la
rehabilitación
psicosocial
Disfunción
cognitiva
secundaria.
Es funcional y
reversible con
la mejora
de la depresión
efectos secundarios y la frecuencia con que inducen síntomas negativos secundarios hace que
su empleo se sitúe cada vez más cerca de la mala praxis médica. El clínico nunca debe emplear
criterios economicistas en sus decisiones terapéuticas, sobre todo cuando causan un perjuicio
claro al paciente.
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3 • Sintomatología negativa de la esquizofrenia
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