Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 EDUCACIÓN NUTRICIONAL EN EL PROCESO DE LA CONFECCIÓN DE UNA DIETA POR PARTE DEL PACIENTE CON TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA NUTRITIONAL EDUCATION IN THE PROCESS OF PLANIFY A DIET IN PATIENTS WITH EATING DISORDERS Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez1 , Laura Ramírez Martínez 1 , Daniel Rodríguez Romero 1 1 Curso de especialización Evaluación y Tratamiento Dietético -Nutricional en los Trastornos de la Conducta Alimentaria por la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) Correspondencia: Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez, mirimar_13@hotmail.com Universidad Pablo de Olavide Carretera Utrera km 1, CP: 41013, Sevilla 2291 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 RESUMEN La educación nutricional dentro del tratamiento de los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria está adquiriendo una gran importancia debido a su efectividad para cambiar hábitos alimentarios incorrectos de fo rma progresiva y con el fin de poder evitar posibles recaídas. El presente trabajo consiste en una revisión sobre intervenciones nutricionales actuales en cada trastorno comprobando la influencia de la educación nutricional en la autonomía de la elección de la dieta. Palabras clave: educación nutricional, trastornos de la conduct a alimentaria, anorexia, bulimia, obesidad, trastornos por atracón. ABSTRACT Nutritional education within the treatment in patients with eating disorders is becoming very important due to its effectiveness in order to change incorrect eating habits progressively and avoid possible relapses. This work consists in a review of current nutritional interventions in each eating disorder checking the influence of nutrition education in the autonomy of choice of diet . Key words: nutritional education, eating disorders, anorexia, bulimia, obesity, binge eating disorders. 2292 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 INTRODUCCIÓN Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) se caracterizan por alteraciones persistentes graves del comportamiento alimentario, donde la Anorexia Nerviosa (AN) y la Bulimia Nerviosa (BN) son los más conocidos. La AN se caracteriza por el rechazo a mantener el peso corporal en los valores mínimos normales, mientras que la BN se identifica con episodios recurrentes de voracidad seguidos de conductas compensatorias inapropiadas para evit ar el aumento de peso. Ambas patologías tienen en común una alteración en la percepción de la forma y el peso corporal, así como otros problemas psiquiátricos (1,2). Además de estos dos trastornos específicos, el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) incluye a otro grupo de TCA llamados Trastornos de la Conducta Alimentaria No Especificados (TCANE) donde se agrupan todos aquellos que no cumplen con los criterios diagnósticos para un TCA específico. Uno de los grandes represent antes de este grupo es el Trastorno por Atracón (TA), caracterizado por la presencia de episodios recurrentes de voracidad con ausencia de conductas compensatorias, lo que se traduce normalmente en un incremento ponderal (2-4). Por otro lado, hay que hacer especial mención a la obesidad, importante problema de salud pública, e íntegramente relacionado con los TCA, debido en parte a la presencia de consecuencias psicosociales y conductuales tales como la insatisfacción corporal, baja autoestima, mayores niveles de ansiedad y depresión, así como la existencia de conductas de riesgo para la pérdida de peso (5). 2293 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 Actualmente, la investigación epidemiológica de los TCA aún no ha podido determinar su incidencia y prevalencia. Las diversas investigaciones pue den llegar a distintos resultados, dependiendo de la población en estudio, del método de selección y de diagnóstico. Sin embargo, es bien sabido que se está incrementando la incidencia y prevalencia de forma alarmante en países occidentales, especialmente en mujeres jóvenes (1, 6-7). Debido a la complejidad de los TCA y a los numerosos factores etiopatogénicos involucrados, su tratamiento requiere un abordaje interdisciplinar, siendo en la mayoría de los casos de larga duración y con la necesidad de contar con varios dispositivos terapéuticos: tratamiento ambulatorio, hospitalización parcial, completa o domiciliaria, etcétera (1-2, 8-15). Dentro del grupo de profesionales responsables de abordar al paciente con TCA, el enfoque dietético-nutricional es de esencial importancia, tanto para la normalización ponderal como para el aprendizaje o reaprendizaje de hábitos de alimentación adecuados. Cabe destacar, la influencia de múltiples factores, tales como psicológicos, sociales, culturales o políticos en la ele cción de alimentos (16,17). La mayoría de la población que sufre TCA posee muchos conocimientos acerca de alimentación, sin embargo muchas de estas nociones son fundamentalmente obtenidas de páginas web de fácil acceso, donde mucha de la información es errónea y contraproducente (18,19). Esto desemboca en el consumo limitado de gran variedad de alimentos y por consiguiente en una restricción de aquellos más calóricos (20). Por todo ello es necesario aplicar educación nutricional (EN) en estos pacientes, siendo también importante llevarla a cabo en 2294 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 familiares y personas en riesgo de padecerlo (2,10-12,21). No se trata solo de inculcar los conocimientos, sino que sean capaces de utilizarlos, descartar ideas erróneas y reducir de este modo el miedo irracional hacia alimentos concretos, normalizando la conducta alimentaria (22). En los TCA, la dieta constituye un factor principal que se encuentra afectado en gran medida por los comportamientos alimentarios inadecuados. Son por tanto el tratamiento nutricional y concretamente la educación nutricional, piezas esenciales para la recuperación de este tipo de pacientes (16,23). Sin embargo, esta última, es necesaria para promover cambios en la alimentación en el paciente y que sean cambios que perdure n en el tiempo. De este modo, tras ser comprobada por algunos estudios la eficacia de la educación nutricional en la población general, ha sido incluida recientemente como parte del tratamiento de pacientes con TCA (17). En este sentido se están llevando a cabo investigaciones para poder comprobar la calidad de la dieta cuando es elaborada por los propios pacientes que han recibido previamente educación nutricional, siendo siempre supervisada por un profesional (16,22-23). Tras la normalización ponderal de los pacientes con TCA, la intervención dietético-nutricional debe proseguir de cara a mantener el peso normal alcanzado y para profundizar en la adquisición de hábitos alimentarios saludables que prevengan futuras recaídas. Esto adquiere gran importancia debido a que en pacientes que sufren depresión (sin desarrollar un TCA) ya existen patrones alimentarios alterados. Y además, hay estudios que muestran que los pacientes con TCA imitan la alimentación del resto de la sociedad, siendo un alto porcentaje el 2295 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 que se aleja de las recomendaciones de la Organización Mu ndial de la Salud (OMS) (2,9,11-12,24). En esta revisión se tratará de conocer cómo afecta la educación nutricional en el proceso de confección de una dieta por part e del paciente con TCA, analizando su influencia en la recuperación y el pronóstico de su enfermedad. MÉTODO La metodología se llevó a cabo mediante una búsqueda activa en Pubmed sobre temas relacionados con TCA, focalizando principalmente en el tratamient o y educación nutricional. Se seleccionaron estudios experimentales y revisiones bibliográficas publicados en inglés, portugués o en castellano, en un período de tiempo máximo de 5 años. RESULTADOS Educación nutricional en trastornos de la conducta alimentaria: Aspectos generales. Se ha comprobado que gran parte de la información que encontramos disponible en la web acerca de temas de nutrición, no cumplen los criterios de calidad. Esto provoca un peor pronóstico para aquellos pacientes que padecen u n TCA (18). A esto se une que los pacientes con TCA poseen un mayor nivel de conocimiento nutricional aunque más de la mitad de ellos poseen ideas erróneas (19). Además, las personas que padecen alguno de estos trastornos ya tienen conductas alteradas con respecto a la alimentación, incluso antes de sufrir la enfermedad (24). 2296 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 En cuanto al tratamiento de los TCA, aún existe diversidad en las fuentes de información. Se ha comprobado la eficacia de un abordaje multidisciplinar donde la educación nutricional juega un papel muy importante dentro del tratamiento dietético-nutricional (8,21). Dentro de este equipo, la función del dietista nutricionista (DN) consiste en explicar la importancia de los hábitos saludables para modificar las conductas incorrectas incluyendo a todos los miembros de la familia, con el objetivo de que alguno de ellos actúe como co -terapeuta familiar, y así facilitar el seguimiento (11). El objetivo final es que los pacientes aprendan a comer de forma saludable (11). Esto último adquiere gra n importancia en este colectivo no sólo para la recuperación de la enfermedad sino para el mantenimiento de unos correctos hábitos alimentarios una vez superado el trastorno, tratando de evitar posibles recaídas (8,21,22). En este sentido, distintos estudios han comprobado la eficacia de la herramienta de Educación Nutricional para dar autonomía a los pacientes que sufren estos trastornos (8,16,23). La educación dietético-nutricional intenta aportar un conocimiento básico sobre TCA, modificar las conductas anómalas, proporcionar herramientas para que el paciente cree su propia dieta de forma saludable y así, conseguir alcanzar y mantener un peso adecuado. (11). Hay estudios que muestran que cuando pacientes con TCA tienen que diseñar sus propios menús, ésto s tienden a asemejarse bastante a los que diseñan las personas sanas. En ambos casos, el perfil de macronutrientes no cumple con las recomendaciones de la OMS. Luego, los pacientes con TCA imitan modelos equivocados, los de la sociedad en general. Por tant o, se trata de 2297 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 un hallazgo importante comprobar que tras la utilización de programas de Educación Nutricional se reduce el tiempo de configuración del menú así como el IMC, el porcentaje de masa grasa de los pacientes y ácidos grasos poliinsaturados consumidos (16,23). Sin embargo, un bajo porcentaje de los participantes se ajustaron a las recomendaciones calóricas y lipídicas (16). Por otro lado, se observó una mejoría en comportamientos y actitudes generales en la relación de los pacientes con la comida así como en la sintomatología (16,22). De este modo, se ha comprobado que existen mejoras en diferentes aspectos relacionados con su hábito alimentario: mejorando la planificación de las comidas; aumentando el consumo de grupos de alimentos como lácteos, cereales, alimentos ricos en hidratos de carbono y grasas, frutas y verduras. Esto supone un aumento de las ingestas vitamínicas y por consiguiente, una mejora general en el estado nutricional (23). Cada paciente necesita una pauta terapéutica diferente y avanza a una velocidad independiente del resto, de modo que todos los cambios que proponga el DN deben ser progresivos y adaptados al diagnóstico de cada uno. Cuando se pretenden modificar comportamientos es importante saber usar técnicas de consejo, mostrarse comprensivo y entender el “estado cognitivo” en el que se encuentran los pacientes (13). Hay que tener en cuenta que si hacemos EN en niños podemos evitar la aparición de conductas erróneas que puedan desembocar en un TCA, ayudando a prevenir estos trastornos. Los programas de EN en la infancia muestran una mejora en sus hábitos alimentarios, o por lo menos, en sus conocimientos sobre alimentación (11,12). 2298 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 Por otro lado, cabe señalar que la infor mación no es homogénea, aún existe cierta controversia acerca de la participación de los pacientes en la elección de su propia dieta. En ciertos estudios señalan que los pacientes que adquieren la independencia en la elección durante cierto tiempo lo hacen de manera inadecuada, alejándose de los objetivos terapéuticos. Es por ello que aunque la elección autónoma de los pacientes es efectiva, no debe ser total y siempre debe ser supervisada por el/la nutricionista para no alejarse a patrones inadecuados mien tras el paciente se encuentra en recuperación (23). Educación nutricional en pacientes con Anorexia Nerviosa . En pacientes con AN generalmente existe una restricción de la variedad en la dieta y además de alimentos muy palatables (ricos en hidratos de carbono y/o grasas), lo que trae consigo una disminución de la ingesta energética y con ello una pérdida de peso. Por lo tanto, el consumo de una dieta variada, está íntegramente relacionado con un mejor pronóstico de esta enfermedad (20). No hay muchos datos científicos sobre qué alimentos son mejores o peores en AN. Sin embargo, la recuperación del estado nutricional es un punto importante que se incluye en todos los programas de tratamientos para la AN (9). Para recuperar los niveles de macronutrientes y micronutrientes necesarios hay que aumentar la variedad de alimentos que ingiere un paciente con AN (incluyendo alimentos de todos los grupos), y esto es muy difícil en muchas ocasiones, lo que supone que sea un proceso que mejore de forma progresiva (9,11). La ingesta de grasa es un aspecto complicado en la AN, ya que tienden a evitar todos los 2299 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 alimentos ricos en este macronutriente. El uso de un derivado del ácido eicosapentaenoico (EPA) (en suplementos de 1g/día) durante 3 meses e n una muestra pequeña de pacientes con AN restrictiva, dio resultados positivos en la ganancia de peso (9). La recuperación ponderal y del estado nutricional debe empezar lentamente e ir avanzando progresivamente según la tolerancia del paciente. Por tanto, el tratamiento siempre debe ir enfocado a modificar las conductas erróneas que suelen llevar a cabo los pacientes con TCA (9). P odría ser de gran utilidad la exposición controlada a situaciones o alimentos temidos debido a que disminuye levemente la ansiedad antes de la comida. Sin embargo, no existen cambios estadísticamente significativos por lo que sería necesario realizar ensayos controlados a largo plazo (25). Los objetivos nutricionales que se establecen en la AN son en primer lugar la recuperación ponderal hasta un mínimo saludable, junto con la normalización de los patrones alimentarios. Así, se corregirán las secuelas fisiológicas y psicológicas de la malnutrición. A su vez, se trabajará para conseguir una percepción normal de los estímulos de hambre-saciedad. Por otro lado, será un objetivo fundamental para garantizar el éxito del tratamiento, realizar educación nutricional con familiares y pacientes con el fin de erradicar las creencias irracionales que poseen sobre alimentación (11). En pacientes con AN, pese a que exista una ganancia ponderal, una mejora sustancial en muchas características psicológicas y un incremento dietético bajo 2300 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 supervisión, la conducta alimentaria permanecerá anormal, lo que puede traer consigo una recaída (3). Por otro lado, generalmente las conductas patológicas de AN desencadenan en conductas saludables y de adaptación después de la recuperación, lo que puede disminuir el riesgo de padecer otras enfermedades crónicas, entre ellas la obesidad (26). Educación nutricional en pacientes con Bulimia Nerviosa y Trastorno por Atracón. Generalmente y como se ha mencionado anteriormente, en pacientes con BN y TA están muy presentes las conductas alimentarias atípicas (comidas dobles, alimentarse por la noche, picoteo,...) consecuencia en muchas ocasiones de una restricción calórica, siendo esta última superior en pacientes con BN (3,27). Con el objetivo de reducir significativamente los episodios de restricciónatracón- purga en los casos de BN, se deberá normalizar los patrones alimentarios, reducir los episodios de atracón, así como las medidas compensatorias tras los mismos. Así pues, se recomendará la práctica de ejercicio físico moderado y se contraindicará el uso de dietas hipocalóricas ya que puede potenciar la apari ción de atracones (11). Las mismas técnicas empleadas para corregir las conductas anómalas en pacientes con BN deberán usarse para aquellos con TA, ya que no existen resultados específicos al respecto. Si bien, algunos estudios indican que la reducción de períodos de ayuno y por tanto el consumo de comida de forma más frecuente puede reducir la presencia de atracones. Por otro lado, existen beneficios 2301 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 al realizar un desayuno adecuado en pacientes con TA, ya que impiden un incremento del peso, siempre y cuando se controle la ingesta diaria total (27). Educación nutricional en pacientes con Obesidad. Los cambios en los patrones alimentarios están desencadenando estilos de vida y hábitos dietéticos inadecuados, incrementando la prevalencia de obesidad, que puede definirse como un exceso de las reservas energéticas del organismo en forma de grasa que trae consigo un aumento de peso (28,29). Esta enfermedad tiene una etiología multifactorial, ya que es el resultado de la interacción entre factores familiares y ambientales entre los que se encuentra el incremento de la ingesta de alimentos y la disminución de la actividad física dando lugar a un estilo de vida sedentario (30). Es mucha la comorbilidad asociada al sobrepeso y la obesidad, entre las que se encuentran las alteraciones psicológicas. Existen cada vez más evidencias a partir de estudios epidemiológicos y experimentales acerca de una posible influencia sobre el sistema nervioso central. De esta forma, constituye un factor de riesgo para la aparición y el desarrollo de trastornos neurológicos como la ansiedad o la depresión, muy relacionados con los TCA (31,32). Sin embargo, esto no sólo tiene una razón fisiológica, pues el entorno influye negativamente , ya que actualmente existe una presión social por mantener un cánon de belleza, lo que predispone a seguir dietas muy restrictivas y conductas compensatorias (33). Esta estrecha relación se traduce en la necesidad de realizar un abordaje interdisciplinar centrado principalmente en un tratamiento conductual del estilo de 2302 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 vida, donde se incluya la educación nutricional y programas de actividad física. Todo ello permitirá modificar los hábitos gradualmente, para así poder alcanzar una pérdida de peso a largo plazo. Además, para que el tratamiento sea efectivo es de vital importancia que exista una implicación de la familia, sobre todo en población infanto-juvenil, ya que se asocia con una mayor probabilidad de éxito (34,35). DISCUSIÓN La cantidad de informació n que tenemos a nuestro alcance a través de los diferentes medios de comunicación no facilita para nada la labor de prevención y tratamiento de los TCA, puesto que cualquiera puede encontrar información sobre alimentación y disminución de peso sin restricción alguna, pudiendo contribuir al agravamiento del proceso patológico (18,19). Con respecto al tratamiento de los TCA, es más que evidente tras los estudios realizados, que es imprescindible el trabajo de un equipo interdisciplinar con buena comunicación, donde el papel del Dietista-Nutricionista es clave para el desarrollo de las estrategias terapéuticas enfocadas en la educación alimentaria. (8,11,16,21,23). No existen recomendaciones específicas de cantidades de macro nurientes y micronutrientes necesarias en estos casos, pero es imprescindible la intervención dirigida a los comportamientos relacionados con la alimentación (9). En cuanto a la Anorexia Nerviosa, el objetivo del tratamiento es la recuperación ponderal y la normalización de las conductas (11). Para ello, es 2303 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 fundamental, conseguir que estos pacientes vayan incrementando la variedad de alimentos que toman, puesto que tienden a excluir gran parte de ellos (especialmente los hidratos de carbono, y alimentos ricos en grasas). En casos severos de exclusión de alimentos, podría resultar interesante el aporte de suplementos ricos en ácidos grasos esenciales como el EPA (9,11,20). En el caso de la Bulimia Nerviosa, la normalización de las conductas es el objetivo primordial. En algunas ocasiones, la recomendación de actividad física regular y moderada, junto con la evitación de muchas horas seguidas en ayuno, podría contribuir a disminuir los episodios de atracones e ingestas desmesuradas (3,11,27). Por otro lado, en muchas ocasiones no se asocia la obesidad con los trastornos de la conducta alimentaria, cuando en realidad guardan una estrecha relación. Ambos tipos de pacientes comparten situaciones de ansiedad y estrés que pueden ser similares, y que en ocasiones pueden derivar de una enfermedad a otra (5). Esto significa, que a la hora de abordar el problema de obesidad, también se necesita un enfoque multidisciplinar orientado al aprendizaje de nuevas conductas para alcanzar el objetivo de peso establecido en cada caso, así como la mejoría de las comorbilidades asociadas a la misma (28-35). En cualquiera de los casos, el tratamiento siempre ha de ser personalizado, teniendo en cuenta la situación de cada persona, estableciendo un objetivo en la recuperación y mantenimiento de peso, a la vez que se erradican las conductas 2304 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 alteradas y se adoptan unos hábitos de vida y comportamientos más saludables (11,13). Para conseguir el éxito del tratamiento, es indispensable incluir a la familia en el proceso terapéutico, incluso que algunos miembros actúen como coterapeutas para facilitar la adherencia a las pautas (8,21,22). CONCLUSIÓN A día de hoy, son pocos los estudios realizados con población que padece algún trastorno de la conducta alimentaria, donde se demuestre la eficacia real de las intervenciones que se llevan a cabo. Además, la mayoría de los estudios se centran en la Anorexia Nerviosa, encontrado escasa información sobre otros tipos de TCA. Por ello, es necesario realizar más investigaciones con estudios controlados a largo plazo y que incluyan otros trastor nos como la bulimia nerviosa o el trastorno por atracón. La única afirmación más consolidada es que la Educación Nutricional parece ser una herramienta eficaz en la prevención, detección y tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria. 2305 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 REFERENCIAS 1. Chakraborty K, Basu D. Management of anorexia and bulimia nervosa: An evidence-based review. Indian J Psychiatry. 2010 Apr;52 (2): 174 -86. 2. Walsh BT. The importance of eating behavior in eating disorders. Physio l Behav. 2011 Sep 26; 104(4): 525-9. 3. Masheb RM, Grilo CM, White MA. An examination of eating patterns in community women with bulimia nervosa and binge eating disorder. Int J Eat Disord. 2011 Nov;44 (7):618-2. 4. Jáuregui Lobera I. Sobrepeso y obesidad como factores de riesgo de los trastornos de la conducta alimentaria. Med Clin (Barc). 2011; 136 (14): 625626. 5. Hudson JI, Hiripi E, pope HG Jr, Kessler RC. The prevalence and correlates of eating disorders in the National Comorbidity Survey Replication. Biol Psychiatry. 2007 Feb 1;61 (3): 348-58. 6. Gil E. Anorexia y bulimia: El discurso médico y el discurso de mujeres diagnosticadas [Tesis doctoral]. Granada: Universidad de Granada, 2005. 7. Shirin Djalalinia, Fahimeh Ramezani-Tehrani, Hossein Malekafzali, Farzaneh Hejazi, and Niloofar Peykari. Development and evaluation of a nutritional health program for adolescents. Iran J Nurs M idwifery Res. 2013 Sept. 18 (5). 2306 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 8. Marzola et al. Nutritional rehabilitation in AN. Review of the literature and implications for treatment. BMC Psychiatry 2013, 13:290. 9. Norris M1, Strike M, Pinhas L, Gomez R, Elliott A, Ferguson P, Gusella J. The canadian eating disorder program survey- exploring intensive treatment programs for youth with eating disorders. J Can Acad Child Adolesc Psychiatry, Nov 2013, 22:4. 10. Jáuregui Lobera I, Bolaños P. Tratamiento nutricional de la anorexia nerviosa Rev Med Chile 2012;140. 98-107. 11. M.ª I. Martínez, M. D. Hernández, M. Ojeda, R. Mena, A. Alegre y J. L. Alfonso. Desarrollo de un programa de educación nutricional y valoración del cambio de hábitos saludables en una población de estudiantes de la E.S.O. Nutrición Hospitalaria. 2009. Vol 24. Nº 4. 12. Marzola E, Nasser JA, Hashim SA, Shih PA, Kaye WH. Nutritional rehabilitation in AN. Review of the literature and implications for treatment. Marzola et al. BMC Psychiatry 2013, 13:290. 13. Susan Hart, Richard C Franklin, Janice Russell and Suzanne Abraham. A review of feeding methods used in the treatment of anorexia nervosa. Hart et al. Journal of Eating Disorders 2013, 1:36. 14. Golan M. The journey from opposition to recovery from eating disorders. Multidisciplinary model integrating narrative counseling and motivational 2307 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 interviewing in traditional approaches. Golan Journal of Eating Disorders 2013, 1:19. 15. Ruiz-Prieto I1, Bolaños-Ríos P, Jáuregui-Lobera I. Diet choice in weightrestored patients with eating disorders; progressive autonomy process by nutritional education. Nutr Hosp. 2013 Sep-Oct;28(5):1725-31. 16. Geaney F1, Scotto Di Marrazzo J, Kelly C, Fitzgerald AP, Harrington JM, Kirby A, McKenzie K, Greiner B, Perry IJ. The food choice at work study: effectiveness of complex workplace dietary interventions on dietary behaviours and diet-related disease risk - study protocol for a clustered controlled trial. Trials. 2013 Nov 6;14:370. 17. Guardiola-Wanden-Berghe R1, Gil-Pérez JD, Sanz-Valero J, WandenBerghe C.Evaluating the quality of websites relating to diet and eating disorders. Health Info Libr J. 2011 Dec;28(4):294-301. 18. Czarnewicz-Kamińska A1, Gronowska-Senger A. The assessment of nutritional knowledge of persons with eating disorders. Rocz Panstw Zakl Hig. 2007;58(1):191-6. 19. Schebendach JE, Mayer LE, Devlin JM, Attia E, Contento IR, Wolf RL, Walsh BT. Food choice and diet variety in weight -restored patients with anorexia nervosa. J AM Diet Assoc. 2011 May; 111 (5): 732 -6. 2308 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 20. Aparicio-Llopis E1, Canals J, Arija V. Dietary intake according to the course of symptoms of eating disorders in a school-based follow-up study of adolescents. Eur Eat Disord Rev. 2014 Nov;22(6):412-22. 21. Loria Kohen V1, Gómez Candela C, Lourenço Nogueira T, Pérez Torres A, Castillo Rabaneda R, Villarino Marin M, Bermejo López L, Zurita L. Evaluation of the utility of a Nutrition Education Program with Eating Disorders. Nutr Hosp. 2009 Sep-Oct;24(5):558-67. 22. Jáuregui-Lobera I1, Bolaños-Ríos P. Review of nutritional and dietary management of anorexia nervosa. Rev Med Chil. 2012 Jan;140(1):98-107. 23. Stefańska E, Wendołowicz A, Kowzan U, Konarzewska B, Szulc A, Ostrowska L. Nutritional Values of diets consumed by women suffering unipolar depression. Rocz Panstw Zakl Hig. 2014;65(2):139-45. 24. Steinglass J, Albano AM, Simpson HB, Carpenter K, Schebendach J, Attia E. Fear of food as a treatment target: exposure and response prevention for anorexia nervosa in an open series. Int J Eat Disord. 2012 May;45(4):61521. 25. Dellava JE, Hamer RM, Kanodia A, Reyes-Rodriguez ML, Bulik CM. Diet and physical activity in women recovered from anorexia nervosa: a pilot study. Int J Eat Disord. 2011 May; 44 (4):376-82. 2309 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 26. Masheb RM, Grilo CM, Whit e MA. An examination of eating patterns in community women with bulimia nervosa and binge eating disorder. Int J Eat Disord. 2011 NOv; 44 (7): 618-2. 27. Consulta mixta de Expertos OMS/FAO. Dieta, Nutrición y Prevención de Enfermedades Crónicas. Ginebra, 2003 (Serie de informes técnicas 916). 28. Requejo A.M, Ortega R.M. Nutriguía. Manual de Nutrición clínica en atención primaria. Editorial Complutense. Madrid 2000. 29. Martínez J.A, Morejo M.J, Marques-Lopes I, Martí A. Causas de obesidad. ANALES Sis San Navarra vol 25, suplemento 1. 2012. 30. Sellbom K.S, Gunstad J. Cognitive function and decline in Obesity. J Alzheimers Dis 2012; 30 Suppl 2: S89-95. 31. Farooqui AA, Farooqui T, Panza F, Frisardi V. Metabolic síndrome as a risk factor for neurological disorders. Cell Mol Life Sci 2012; 69 (5):741-62. 32. Hernández N, Alves D, Arroyo M, Basabe N. Del miedo a la obesidad a la obsesión por la delgadez; actitudes y dieta. Nutr Hosp. 2012 Jul-Aug; 27 (4): 1148-1155. 33. Ariza C, Ortega-Rodríguez E, Sánchez-Martínez F, Valmayor S, Juárez O, Pasarín M.I et al. La prevención de la obesidad infantil desde una perspectiva comunitaria. Aten Primaria. 2015; 47(4):246-255. 2310 Miriam Martínez de Pinillos Gutiérrez et al. Trastornos de la Conducta Alimentaria 21 (2015) 2291-2311 34. Endevelt R, Elkayam O, Cohen R, Peled R, Tal-Pony L, Michaelis Grunwald R, et al. An intensive family intervention clinic for reducing childhood obesity. J Am Board Fam Med. 2014 May-Jun; 27 (3):321-8. 2311