44-45 LEGUINA_42-43 LEGUINA.qxd 29/04/14 18:55 Página 44 LA TRINCHERA DE PAPEL Por Joaquín Leguina Hace ya un siglo E n marzo de 1914 se hizo pública en Viena, con varios meses de antelación, la visita oficial que el archiduque Francisco Fernando y su esposa Sofía realizarían el 28 de junio a Bosnia. El anuncio sirvió para que varios grupos violentos proserbios se dedicaran a preparar con tiempo “un adecuado recibimiento” al archiduque. Éste era sobrino del emperador Francisco José (de 83 años) y estaba destinado a heredar la Corona del Imperio Austro-Húngaro. Uno de aquellos grupos terroristas se autodenominaba Jóvenes Bosnios. Francisco Fernando era un hombre corpulento de cincuenta años, que se había casado en 1900 con la aristócrata bohemia Sofía Chotek. No gozaba de muchas simpatías en Viena. Tampoco Francisco José apreciaba a su sobrino, quien había alcanzado la categoría de heredero a través de una carambola trágica: su primo Rodolfo había matado en Mayerling de un tiro de pistola a su amante y a continuación se había suicidado. Sin embargo, Francisco Fernando era un hombre prudente y –lo más importante– era pacifista. Estaba decidido, y así lo había expresado en multitud de ocasiones, a evitar una guerra con Rusia: “Jamás dirigiré una guerra contra Rusia. Haré lo que pueda para evitarlo. Una guerra entre Austria y Rusia acabaría con el derrocamiento de los Romanov y también de los Habsburgo”. Uno de los miembros de la organización terrorista Jóvenes Bosnios se llamaba Gavrilo Princip y tenía diecinueve años. Ya en 1912 se había presentado para luchar por Ser- 44 5–11 de mayo de 2014. nº 1062 bia en la primera guerra balcánica, pero lo habían rechazado por su escasa estatura. “Allí donde iba la gente me tomaba por un pelele”, declararía más tarde ante la Policía austro-bosnia. En mayo de 1914 Princip y dos terroristas más habían viajado a la capital de Serbia. Un país recién creado, pues se había independizado del Imperio Otomano en 1903. Los tres jóvenes bosnios recibieron en Belgrado cuatro pistolas automáticas marca Browning y seis bombas. Quien les entregó las armas se llamaba Vojin Tankosic y era miembro del grupo terrorista La Mano Negra. Este grupo lo dirigía un coronel miembro del Servicio de In- Princip disparó dos veces, matando a los archiduques en otra carambola diabólica. “Yo no quería matar a la archiduquesa, pero uno no siempre acierta con sus disparos”, declararía el asesino teligencia serbio: Dragutin Dimitrijevic, que se hacía llamar Apis en honor del dios egipcio. Apis era un fanático, “un mongol gigante”, en palabras de un diplomático británico. Su vida era el asesinato y ya había formado parte de un grupo de jóvenes oficiales que habían asesinado a los reyes Alejandro y Draga en su propio dormitorio del Palacio Real de Belgrado. El primer ministro de Serbia, Nicola Pasic –un hombre de casi setenta años, de apariencia venerable, con pelo y barba blancos– odiaba a Apis, a quien consideraba “una amenaza para la democracia”. Princip realizó prácticas de tiro en un parque de Belgrado, y el 27 de mayo disfrutó de una cena de despedida con los otros dos conjurados, Trifko Grabez y Nedeljko Cabrinovic, antes de empezar lo que sería un viaje de ocho días a Sarajevo. Princip y Grabez realizaron parte del trayecto a pie, a campo traviesa, con la ayuda de un funcionario de fronteras instruido por La Mano Negra. El funcionario bosnio que guió de vuelta a Princip y a Grabez a territorio de los Habsburgo (Cabrinovic, viajó a Bosnia de forma independiente) era también informador del gobierno serbio y dio parte al Ministerio del Interior en Belgrado de los movimientos de los terroristas y de las bombas y pistolas que llevaban en sus equipajes. Su informe, leído por el primer ministro y resumido de su puño y letra, no hacía mención de una trama contra Francisco Fernando. El primer ministro, Pasic, encargó una investigación y dio órdenes de que se detuviera el paso de armas desde Serbia a Bosnia, pero en eso quedó todo. Aparte de las bombas y las pisto- 44-45 LEGUINA_42-43 LEGUINA.qxd 29/04/14 18:56 Página 45 las recibidas de La Mano Negra, no existen pruebas de que Princip y los otros recibieran apoyo oficial por parte del Gobierno serbio. Aunque su llegada a Sarajevo (42.000 habitantes) estaba prevista para el 28 de junio de 1914, los archiduques llegaron a la ciudad un día antes y se dedicaron a realizar compras. “Allí donde hemos ido, todo el mundo, hasta el último serbio, nos ha recibido con gran simpatía y calor”, le dijo esa misma tarde Sofía a un destacado parlamentario serbio, el doctor Sunaric. El 28 de junio los archiduques celebraban el décimo cuarto aniversario de su boda, pero también era una mala fecha para Serbia, pues en ese día de 1389 los otomanos habían derrotado a los serbios en Kosovo. El archiduque se presentó con el uniforme de general de Caballería: guerrera azul celeste, cuello dorado con tres estrellas de plata, pantalón negro con la banda roja. Cubierto con un casco algo ridículo, adornado con plumas verdes de pavo real. Sofía, una figura majestuosa de senos poderosos, llevaba un sombrero blanco con velo, un largo vestido de seda también blanco, con rosas de tela roja, además de una estola de armiño sobre los hombros. Siete terroristas de los Jóvenes Bosnios se habían apostado en los tres puentes sobre el río. Por alguno de ellos tendría que pasar la comitiva. Poco antes de llegar a la primera parada prevista, Cabrinovic, uno de los Poco después del asesinato en Sarajevo estallaba la guerra. En tal disparate tuvieron responsabilidades las alianzas geopolíticas, la prepotencia del káiser, del zar y de sus respectivos aliados, el expansionismo de unos y el militarismo de casi todos compañeros de Princip, lanzó una bomba que impactó contra el coche real y rebotó para explotar lejos del archiduque y herir a dos miembros de la comitiva. Cuando, tras pasar por el Ayuntamiento, la comitiva volvió a los automóviles, el archiduque ordenó ir al hospital para visitar a los dos heridos, pero el chófer equivocó el camino y, como el coche no tenía marcha atrás, hubo de dar un rodeo hasta el puente de Appel, donde estaba apostado Gavrilo Princip, a quien le pusieron el objetivo a muy pocos metros de su rostro. Sacó la pistola y disparó dos veces, matando a los dos archiduques en otra carambola diabólica. “Yo no quería matar a la archiduquesa, pero uno no siempre acierta con sus disparos”, declararía el asesino durante el juicio que lo condenó a veinte años. Princip, Cabrinovic y Grabez se libraron de la muerte por ser menores de edad. La Policía austriaca sabía que Gavrilo Princip estaba vinculado a “actividades contra el Estado”, pero cuando se registró en Sarajevo como visitante la Policía no hizo nada para controlar sus actividades. El general Oskar Potiorek, gobernador de Bosnia, era el responsable de la seguridad durante la visita real y cuando el jefe del departamento político le advirtió de la amenaza de los Jóvenes Bosnios, el general Potiorek se mofó diciéndole que tenía “miedo de unos niños”. El servicio fúnebre del archiduque, bajo el sofocante calor de la capilla del palacio de Hofburg en Viena, duró apenas quince minutos. The Times de Londres informó del funeral el 1 de julio con una disparatada mesura. Su corresponsal en Viena escribió lo siguiente: “Por lo que a la prensa respecta, hasta la fecha se observa una total ausencia de cualquier inclinación a que la Monarquía en su conjunto se vaya a vengar de los serbios por los delitos cometidos por miembros de una pequeña minoría”. Nunca una profecía periodística estuvo tan errada como ésta del Times. Poco después del asesinato en Sarajevo estallaba la guerra. En tal disparate tuvieron responsabilidades las alianzas geopolíticas, la prepotencia del káiser, del zar y de sus respectivos aliados –la Alianza (Rusia, Francia, Inglaterra) y la Entente (Alemania, Austria, Serbia)–, el expansionismo de unos y el militarismo de casi todos. También la retórica guerrera, grandilocuente y huera, de los grandes militares (sólo comparable con la incompetencia profesional de todos ellos). Los Moltke, Conrad o Joffre, grandes jefes, lanzaron a sus ejércitos “hacia la victoria” y lo único que consiguieron fue convertir Europa en un barrizal sangriento, llevando a la tumba a lo más granado de la juventud europea. Una guerra que, como consecuencia de una paz malparida (1918), se reproduciría en 1939. ¡¡Malditos sean!! l nº 1062. 5–11 de mayo de 2014 45